Por amor del amor Richard Simonetti Libro: El Clamor de las Almas El cachorro estaba con cáncer terminal. Sufría mucho. El veterinario hablo de sacrificarlo. Aquí, amigo lector, hago un paréntesis en la narrativa. Consideraremos la cuestión de la eutanasia, la llamada muerte suave, con la que se pretende evitar la cacotanasia, la muerte en medio de grandes padecimientos. Todas las religiones, incluyendo el Espiritismo, le son frontalmente contrarias. La razón es elemental, si la vida procedes de Dios, solamente el Creador tiene el derecho de eliminarla. ¿Siguiendo esa línea de raciocinio, porque, tratándose de un animal, deberemos otorgar a los dueños el derecho de decidir cuándo debe dejar de vivir? Se habla de misericordia. ¡Cuidado! ¡Sufre tanto!
¡Argumento infundado! Evocándolo, podremos, por el mismo motivo, abreviar los sufrimientos de un familiar, enfermo terminal. Otra alegación: el moribundo con dolores atroces cumple un Carma. El cachorro no tiene deudas que pagar. No precisa sufrir para morir… ¿Más quien puede decir que no hay razón para los sufrimientos de un animal? ¿Sera que Dios erro? La Doctrina Espirita enseña que los dolores que enfrenta el principio espiritual que anima a un ser inferior de la creación aceleran el desenvolvimiento de sus potencialidades, ayudándolo a alcanzar la complejidad que le permitirá transformarse en ser pensante. Es el dolor evolución. Dios no hace nada por mero, diletantismo. Todo tiene una razón de ser. Hecho paréntesis. La sugestión fue aceptada, la familia observo al veterinario aplicar el anestésico fulminante en el animal. Después conversaban, cuestionando la brevedad de la existencia de los perros, que bien podrían vivir más tiempo. El hijo, un niño de cuatro años, que estaba escuchando, dijo: Yo sé porque los cachorros viven poco. Para sorpresa de todos, explicó: Mama dice que las personas nacen para aprender a ser buenas, a amar a todo el mundo. ¿No es eso mismo? Si, hijo mío. Y el niño: Los perros ya nacen sabiendo cómo hacer eso, por tanto no precisan vivir tanto tiempo… ¡Absolutamente correcto! ***
Si tuviésemos que definir lo que estamos haciendo en la Tierra, cual es el objetivo primordial de la existencia humana, responderíamos, con el niño, que estamos aquí para aprender a ejercitar aquella que es la ley mayor del Universo – el Amor. Eso no es novedad. Desde las culturas más remotas hemos sido instruidos en ese sentido. Y Jesús, el orientador mayor que la Humanidad ya recibió, enfatizó, cuando le preguntaron cuál es el mayor mandamiento de la Ley (Mateos, 22:38-40): Amarás al señor tu Dios con toda tu alma, de todo corazón, con todo tu entendimiento, y al prójimo como a ti mismo. Esos dos mandamientos resumen la ley y los profetas. Es importante considerar que antes de amar al semejante es preciso aprender a respetarlo en sus derechos y necesidades. Fue exactamente eso lo que nos enseñó Moisés, con la Tabla de los Diez Mandamientos, donde está registrado lo que no debemos hacer: no matar, no robar, no traicionar, no mentir, no codiciar… Considerar que nuestros derechos terminan donde comienzan los derechos del prójimo. Diríamos que no hacer al prójimo lo que no queremos para nosotros, en el camino de Justicia, es el primer paso para que aprendamos a hacer al prójimo lo que queremos para nosotros, en el camino del Amor. *** El Espiritismo nos invita a reflexionar, analizar más, ampliando el entendimiento sobre el asunto, a partir del concepto de que amar de verdad es siempre pensar en el otro, en su bienestar. No es un favor. Se trata de algo indispensable para que podamos sustentar nuestra integridad como hijos de Dios, habilitándonos al equilibrio y a la paz donde estuviéramos. En los servicios de atendimiento fraterno no deparamos frecuentemente, con problemas de relacionamiento en el hogar, principalmente entre marido y mujer.
En la opinión de los entrevistados la culpa es siempre del otro, sin atender al hecho de que cuando uno no quiere dos no riñen, y que si uno de los dos dispusiese cumplir el Evangelio, ejercitando el amor, las aristas serian superadas, favoreciendo una relación mejor. Es oportuno, pensando en el otro, considerar como a las personas les gustaría de ser amadas. A propósito, recuerdo un maravilloso poema de Elizabeth Barret Browning, famosa poetisa inglesa, dedicado a su marido, Robert Browning, traducción de Manuel Bandera: Ámame por amor del amor solamente, No digas: La amor por su mirada O por su sonrisa, por su modo de hablar honesto y dulce. La amo porque se siente MI alma en comunión constantemente con la “suya”. Porque puede cambiar eso todo, en sí mismo, al pasar del tiempo, o para ti únicamente. ¡Ni me ames por el llanto que la bondad de tus manos enjuga, pues si en mi secar, por tu confort, está el deseo de llorar, tu amor puede tener fin! Ámame por amor del amor, y así me has de querer por toda la eternidad. Consciente o inconscientemente, las personas no quieren ser amadas apenas por sus virtudes. Precisan ser amadas, a pesar de sus defectos. No quieren recibir el amor como un favor. Precisan del amor como una entrega. En fin, quieren ser amadas por amor del amor solamente, como dice Elizabeth. Es una idea que merece reflexión. Hay conyugues que dicen dejaron de amar porque el príncipe o la princesa se transformó en un sapo.
Tal vez eso haya ocurrido porque lo trataron como el propio, siempre apuntando malezas e imperfecciones, implicando, contestando, exigiendo, peleando… No amaron por amor del amor. Amaron como quien aprecia un dulce. Y dejaron de amar porque estaban saciados o porque, en su opinión, el dulce se agrió. *** En el libro Nuestro Hogar, psicografía de francisco Cándido Xavier, André Luiz se reporta a la impresionante iniciativa de su madre, noble Espíritu, tan evolucionado que moraba en planos más altos. Recibiendo su visita, el se espantó al oírla afirmar que reencarnaría para ayudar a su esposo. En la última existencia el tenia la idea de alguien ligado a la religión y a las tradiciones de familia, más, en el fondo, fue un débil, que mantuvo ligaciones clandestinas con dos mujeres, fuera del hogar. Retornando todos al Mundo Espiritual, se vio dominado por ellas, con las que sintonizaba, neutralizando todos los recursos de auxilio que la esposa movilizaba en su beneficio. El retorno a la carne era la solución ideal. Reencarnarían todos. Ella volvería a tenerlo como marido y recibiría a las dos infelices como hijas. Y después de explicar André Luiz la necesidad de cultivar el amor, para reargüir a las almas del lodo y de las tinieblas, dijo: Y más tarde… ¿quién sabe? Talvez regrese a nuestro plano rodeado de otros afectos sacrosantos, para una gran fiesta de alegría, amor y unión. Y André Luiz termina la narrativa del episodio diciendo: Desde aquella hora, mi madre no era apenas mi madre. Era mucho más que eso. Era la mensajera del Amparo, que sabía convertir verdugos en hijos de su corazón, para que ellos retomasen el camino de los hijos de Dios.
Si, lector amigo, Espíritus así consiguen convertir sapos en príncipes y princesas, porque aman por amor del amor solamente.