PRERROGATIVAS JOANNA DE ANGELIS La existencia en la Tierra, en si misma, es alta concesión de la Divinidad, para todos los que nos encontramos en el afán de conseguir la liberación de los atavismos ancestrales, que nos prenden, aun, al primitivismo de origen orgánico. Vivir, por tanto, en el cuerpo somático, dando curso al impositivo de la evolución, es bendición que no puede ser desconsiderada o malbaratada inútilmente. El progreso es ley irreversible, y nadie consigue evadirse de su mandato. Paso a paso, la criatura avanza, conquistando el conocimiento que ayuda a discernir y mejorar el sentimiento que facilita la emoción sublimada.
En la inevitable corriente de la reencarnación, el Espíritu asciende atraído por la gran luz del amor de Nuestro Padre, que constituye su máxima aspiración. Ese fatalismo resulta del propio origen del ser, que se encuentra ínsita en el Psiquismo Divino. Pasando por los diferentes niveles del proceso, superó el entorpecimiento en el mineral, adquirió la sensibilidad en el vegetal, consiguió el instinto en el animal, despertando, por fin, para la razón hominal y continuando futuro más allá, alcanzando niveles superiores, que culminarán en la plenitud que le espera, cuando se completen los pasos indispensables que debe ganar. Direccionado por esa comprensión, obstáculo alguno puede impedir su avance, antes constituye un desafío que lo fascina y aguarda por la superación. A la medida que el Espíritu desenvuelve sus aptitudes, más percibe que las dificultades son cosas que la evaluación pone a prueba su capacidad resolutiva, ya que, invitado a nuevos conflictos, amplía su discernimiento y desarrolla mejor los recursos que duermen latentes en él, sin constituir jamás un impedimento para su marcha. Quien opta por la lamentación ante la montaña que debe cargar nunca disfruta del paisaje inmenso, atrayente, que se descubre de lo alto. Así también, aquel que se complace con el valle estrecho pierde la oportunidad de viajar por los horizontes infinitos que deslumbran. El estado prolongado en la planicie o en la montaña depende de quién ahí se instala. La vida propone siempre la elevación, la conquista de más felices niveles, en interminable lucha de valorización del ser. Quien, por tanto, se propone a la liberación de los vínculos con la retaguarda, con la horizontalidad, fácilmente alcanza las metas planificadoras. El ser humano está condenado a la gloria estelar. Sin embargo, debe avanzar sin descanso, sin ceder nunca al desánimo ni
retroceder ante las dificultades. Si se detiene, tiene como objetivo recuperar fuerzas para continuar con el programa establecido. Ninguna prerrogativa, por tanto, de excepción, en ese programa iluminativo, que faculta al individuo honestamente dedicado al crecimiento interior se permitir la ascensión sin las experiencias en las fases iniciales del desenvolvimiento que le cumple conquistar. Sus prerrogativas, aquellas que le dicen al respecto, son señaladas por las luchas de superación de sí mismo, en las variadas etapas por las cuales debe pasar, señalando el camino con las victorias que son conseguidas, condenado a la gloria estelar. Sin embargo, debe avanzar sin descanso, sin ceder nunca al desánimo ni retroceder ante las dificultades. Si se detiene, tiene como objetivo recuperar fuerzas para continuar con el programa establecido. La propio conciencia del deber establece los límites de reposo y las directrices de trabajo para a empresa empezada, que no puede sufrir solución de continuidad. Cuando el Espíritu descubre el real significado de la existencia, se empeña en la conquista de sí mismo y de los valores que proporcionan el desenvolvimiento infinito, no más sometiéndose a las circunstancias limitadoras. Ciertamente existen prerrogativas no siempre tomadas en cuenta por el individuo, destacándose por servir siempre y sin desfallecimiento, así construyendo el bien por donde pasa, dejando marcas positivas de sus realizaciones, que equivalen a tesauros que lo iluminan por dentro. Siempre se piensa que, ante de algunas conquistas, se le acredita merecer prestigio y consideración que, en realidad, son signos de decadencia en el cumplimiento de los deberes morales abrazados. Todo aquel que aspira a la felicidad elabora sin descanso para conseguirla, invistiendo energía y capacidad intelectual para deslindarse de los difíciles principios de la comodidad, del placer, de la ociosidad que espera siempre poder disfrutar privilegios que no merece.
Las leyes de la Evolución funcionan en régimen de igualdad para con todos los seres del Universo, abriendo el elenco de las posibilidades de triunfo para aquellos que se les someten a través del empeño y del interés por conseguirlo. Prerrogativas, pues, disputadas por las criaturas humanas se encuentran fuera de los códigos que rigen la vida, proponiendo, en si misma, la solidaridad que a todos debe unir, el trabajo que no cesa, la alegría de realizarse, que significa, estímulos para nuevos avances. Un análisis profundo en torno de las prerrogativas que deben señalar al individuo en su proceso de crecimiento espiritual debe tener en cuenta la honra de estar consciente de su responsabilidad y tareas, el júbilo de encontrarse despierto para la realidad estructural, que es transcendente. Aquel que está consciente de lo que debe hacer y de cómo proceder brilla y actúa en consonancia con el grado de entendimiento, porque ya no cree en su victoria sobre las pasiones disolventes, mas sabe que el triunfo es inevitable, pues para conquistarlos es que lucha. Empéñate en la vivencia de la prerrogativa de que eres hijo de Dios, rumbeando para el Infinito, y sigue intrépido, haciendo lo mejor que está en tu poder, sin preocuparse por los problemas cotidianos. Quien no se esfuerza para llegar a la cima en la subida, reclama en la bajada, vencido por la comodidad perturbadora. Solamente los héroes sobre si mismos merecen los laureles de la paz y de la plenitud – prerrogativas, estas si, de la batalla sin cuartel trabada en los campos de la consciencia.