RELACIONES VINCULADAS EN LAS REENCARNACIONES José Batista de Carvalho A través de las reencarnaciones, los espíritus tienen la oportunidad de restablecer relaciones de otras vidas que les causaron problemas y, así, se vinculan a la existencia actual, para adaptarse a quienes en vidas pasadas se convirtieron en enemigos. La reencarnación es uno de los pilares básicos del Espiritismo. Es el proceso por el cual los espíritus transitan entre el plano espiritual la verdadera morada del espíritu - y el plano material, donde se desarrolla la etapa de aprendizaje, que solo es posible gracias al enfrentamiento con la materia y sus vicisitudes. La reencarnación es también un reencuentro energético que se expresa por la atracción o repulsión entre personas o grupos de personas. Esto ocurre, por ejemplo, en lo que conocemos como afinidad y se presenta como simpatía mutua entre personas, incluso sin necesidad de conocimientos previos. O, por el contrario: el
aborrecimiento, el desagrado gratuito que sentimos por determinadas personas, aunque nunca nos hayan hecho nada. Estos encuentros, tanto favorables como insoportables, se explican por la vibración energética entre personas que se basa en las relaciones de vidas pasadas. Los espíritus están atrapados energéticamente, atados por relaciones a través de reencarnaciones. En la sociedad en la que vivimos, donde la demanda de relaciones es alta, ya sea por motivos familiares o profesionales, son necesarios muchos encuentros llenos de antipatías. Esto sucede precisamente para que las partes puedan ajustarse y deshacerse de los aspectos negativos de las relaciones energéticas del pasado.
Estamos siempre ligados a quien nos hirió, también como a quien nosotros causamos daños. A partir de las experiencias que causaron el conflicto, los espíritus quedan presos energéticamente por la amargura, por la rabia, por el odio o por la tristeza. Y aun mismo que estén distantes, constantemente están haciendo un cambio de energías negativas. En este punto, es interesante puntuar la importancia del perdón, pues ese acto posibilita desprenderse de los aspectos negativos que envuelven el relacionamiento. Y así, de esa forma se libera de todos los sentimientos perjudiciales y energías nocivas. Muchos piensan que es muy difícil perdonar a alguien que haya causado un gran daño. Mas el perdón bien entendido es el esfuerzo que se hace para desligarse de la historia que genero el conflicto y de la mala emoción causada. Siendo así, la energía negativa refluye y los lazos que habían dañado a los participantes se rompen. Como protegerse de la venganza obsesiva. “Reconcíliate con tú adversario, mientras estás en el camino con él.” – Jesús (Mateos, 5:25.)
Ese desprendimiento posibilitado por el perdón es muy importante, pues esas ligaciones, si no están curadas, prosiguen inclusive tras la desencarnación. Y, muchas veces, las grandes persecuciones espirituales que generan obsesiones tienen sus inicios en esos conflictos. Varios libros psicografiados revelan los dramas de las obsesiones. Y, constantemente, se observa que los envueltos poseían relacionamientos mientras estaban encarnados, que se extienden y están atados a futuras reencarnaciones. Y, debido a malentendidos que evolucionaron para serios conflictos, se crean enemigos que siempre están pensando en una forma de vengarse del adversario. Muchas veces esas contiendas se extienden por muchos años. Algunas veces, hasta mismo por siglos, donde los contendores se turnan en los papeles de perseguidor y de perseguido. En esas historias es muy difícil encontrar víctimas, pues mientras no haya el ajustamiento y la reconciliación de los adversarios el drama no se extinguirá. La respuesta para los peligros de la vida. Hay muchos peligros en la vida. Y el más importante es la no observancia de la enseñanza de Jesús: “Ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”. Nos dimos cuenta de que al no respetar a los compañeros de encarnación, haciéndoles lo que uno no quiere para sí mismo, las fricciones se multiplican, creando dolor y sufrimiento. Actuando así, la gente se aleja cada vez más de la fuerza divina del amor. Se apartan de Dios y se pierden en las tinieblas de la ignorancia, perdiéndose a sí mismos. Mientras caminamos por las ciudades, encontramos a tanta gente perdida en sí misma, sin saber que sus sufrimientos no se curan con un consumismo loco. Y que el vacío que sienten y los atormenta es, precisamente, la distancia que tienen de sí mismos.