SALUD INTEGRAL JOANNA DE ANGELIS DIVALDO FRANCO

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SALUD INTEGRAL La sofisticación tecnológica de la Medicina actual permanece aún en la insostenible tesis de que el hombre son las células que constituyen su organización somática. Negando, por sistema, la realidad del ser integral - espíritu, periespíritu y materia - se detiene en la conceptualización anticuada, en la que el cerebro genera pensamiento, y la vida cesa cuando se produce el fenómeno de anoxia, pocos minutos después del paro cardíaco… Desde Hipócrates, pasando por Acio Y Galeno, la visión dualista solamente viene encontrando confirmación y respeto, no pudiéndose negar más la interacción espíritu-materia, mentecuerpo, como términos de la ecuación existencial. Ante este hallazgo, se coincide en que la salud es más que la ausencia de enfermedad en el organismo, siendo un conjunto de factores propicios al bienestar psicológico, económico y social. El paradigma actual en torno a la salud lleva al médico a examinar al paciente ya no como un conejillo de indias, ni como un afligido del que debe liberarse, sino como portador de muchos problemas


que, no pocas veces, la enfermedad exterioriza, enmascarándolos en las génesis del estado patológico. Se vuelve, de ese modo, al antiguo sacerdocio médico, gracias al cual él se torna amigo del paciente, su confidente, su compañero, ayudándolo a drenar las emociones negativas recalcadas, a fin de dar campo a la catarsis liberadora de las angustias y tormentos que inflige, para que luego se instale de nuevo la salud. La salud integral independe de las drogas químicas y de los tratamientos quirúrgicos, no obstante esos sean aun valiosos instrumentos para su adquisición. Es forzoso reconocer que el ser actual es un sumatorio de experiencias próximas y remotas. Tanto constituyen factores degenerativos los conflictos próximos, de la actual encarnación, como las transacciones, de existencias pasadas. Examinado ese punto de vista, se comprenderá la gama larga de factores predisponentes como preponderantes, para el estabelecimiento de la enfermedad o de la salud. Compre que se concienticen los individuos en general, y los enfermos en particular, que cada criatura es el resultado de las realizaciones morales, espirituales de su mente, como ya observaban los griegos antiguos… La disposición para el optimismo o para la auto destrucción responderá por sus futuros comportamientos. En ese sentido, el Evangelio de Jesús es un excelente tratado de psicoterapia, cuya aplicación resultará en bienestar y harmonía. Todo el mensaje de Jesús se vierte en el conocimiento profundo del hombre, considerando su realidad transpersonal, en la que se resalta el Espíritu y su condición de inmortalidad. Poco a poco, ante el volumen de aflicciones que dominan los paisajes humanos, y las enfermedades psicosomáticas de difícil diagnóstico, que conducen a estados lamentables, la criatura se siente invitada a valorar la vida, a descubrir sus recursos éticos, la autoestima, la superación personal. El amor, en ese cometimiento, asume papel preponderante, en razón de las energías que libera en el sistema inmunológico,


fortaleciéndolo, en el sistema nervioso simpático y en los glóbulos blancos, fundamentales en la lucha por la preservación de la salud. La visualización mental optimista, generando energías que combatan o anulen la enfermedad, produce endorfinas que atenúan el dolor, auxiliando las células para la remisión de la enfermedad. Bombardeos mentales a través de la visualización, sobre tumores de origen cancerígena, logran alteración profunda en su desenvolvimiento, conseguido incluso eliminarlos. Todavía, si el sentimiento de amor acompaña la descarga psíquica de la voluntad, estimulando las células saludables a mantenerse en ritmo de equilibrio mientras las otras se consumen, la vibración de la fuerza transformadora será más potente y portadora de resultados eficientes. En ese aspecto, el querer es imprescindible y el creer esencial, cara a la continuidad del flujo mental, sin vacilaciones, sospechas y recelos que le interrumpan esa continuidad. La harmonía mental que proviene de la relajación confiada produce, también, el benéfico estado alfa, cuando el cerebro libera ondas del mismo nombre en un ritmo de ocho a doce ciclos por segundo, dando lugar a la restauración de la salud cuando se está enfermo, o la preservación de la misma cuando se está sano. En este campo, el autodescubrimiento valiente prevé la eliminación de los mecanismos del yo que conducen a escapar de la responsabilidad y el respeto por uno mismo, dando lugar a la conciencia de quién es uno, qué se debe hacer y cómo se puede hacer. La visión de la salud de Jung es contundente, invitando a una revisión de los paradigmas de la medicina tradicional y la tecnología médica actual, redescubriendo a los pacientes como personas necesitadas de amor, que se castigan por la ignorancia y la autodestrucción por el desequilibrio emocional, por las luchas íntimas incesantes... El amor, que pertenecía a las áreas de la sociología y la filosofía, además de los análisis literarios, se convierte hoy en un elemento


fundamental para los contenidos del comportamiento y de la conducta en la preservación de la salud. Manteniéndose así la recomendación del Evangelio sobre el amor a Dios, al prójimo y a uno mismo, en la condición de la experiencia humana, aunque se instalen focos infecciosos en el cuerpo o se expresen trastornos orgánicos de diversa índole, el paciente se convierte en terapeuta de sí mismo, ayudando al médico y este aquel para que se logre el objetivo esencial: la alegría de vivir saludablemente. Es posible, por tanto, experimentar la salud integral, incluso si algún órgano se encuentra comprometido, sin que esto altere en profundidad al ser, consciente de que el fenómeno biológico de la muerte sólo acaba con el ciclo carnal, nunca con la Vida. La visión médica, con paradigmas holísticos en torno a la salud y la enfermedad, brinda la posibilidad de una perfecta interacción cuerpo-alma, debido al control de la mente sobre la materia. Una sana organización fisiopsíquica resulta de la perfecta identificación entre el Espíritu y el soma, fruto de reencarnaciones anteriores o conquistas actuales, preparando la existencia en marcha hacia la plenitud. FRANCO, Divaldo Pereira. Momentos enriquecedores. Por el Espíritu Joanna de Angelis. LEAL.


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