TESOROS ESCONDIDOS Mercedes Cruz Reyes
Hay mucho tesoros escondidos que obran en nuestro poder, son conquistas espirituales que ya enriquecen a nuestro atribulados espíritus, no los perderemos, pero si podemos aumentar su valor, hacerlas más seguros fijándolos más firmemente, pues las virtudes pueden alcanzar medidas inconmensurables, bien sabemos que el hombre tiene su primer deber para con su familia y en su mundo, pero también si las circunstancias se lo permiten y la oportunidad ha de extender su asistencia y ayuda a aquellos que lo necesitan y que se cruzan en su camino. Es bueno ser bueno con los que nos quieren y gozan de nuestra simpatía, pero tiene mucho más valor querer a quien no te quiere. Si llegamos a querer tanto al uno como al otro, nuestro cariño es de más valor, podemos ignorarlos a los que no nos quieren, pero eso sería una postura cómoda, sin valor, y quizás pecaminosa por nuestra indiferencia, lo importante es que en toda empresa procuremos dejar nuestra cuota de amor y dedicación. Todos gracias a esa ascensión nos liberamos de impedimentos que oscurecen nuestro camino, el bien es siempre una fuente de riquezas que alivian y confortan, en cambio cuando actuamos mal,
el peso de la conciencia, o nos hunde en el pesimismo, o nos hace ser más rebeldes y desconsiderados, es la actitud de muchos jóvenes que enredados en cualquier patraña, se ven sucios y dados de lado, no teniendo otro camino que seguir actuando desequilibradamente, pues nadie confía ya en él, y ante esta idea se vuelve más rebelde. Es también el caso de muchas familias que después de cualquier disputa por la causa que sea, emprenden luchas y acciones macabras, con tal de salir airoso en el conflicto, olvidándose que muchas veces saber perder es ganar. Que una conciencia limpia, goza de tranquilidad, en cambio cuando es torturada por el mal comportamiento, es una carga muy pesada a veces difícil de soportar, que puede terminar en peores consecuencias. Emmanuel en el libro el “Consolador nos dice: que el hombre en la lucha humana es un muerto despojándose de su propio cadáver, que es el pasado culpable, de modo que pueda ascender hacia la vida y hacia la luz que residen en Dios. Esa imagen la tenemos en la semilla del mundo que, para desenvolverse en embrión, lleno de vitalidad y belleza, necesita del temporal estacionamiento en el seno fangoso de la Tierra, a fin de deshacerse de su envoltorio, creciendo, en seguida, hacia la luz del Sol y cumpliendo su misión sagrada, adornada de flores y frutos. El hombre a través de las muchas existencias va recopilando un patrimonio que no pierde, por el contrario son tesoros que podrá aumentar pero nunca perder, porque si no el hombre no avanzaría. El creyente debe esforzarse lo más posible, pero, de ningún modo, debe nutrir la pretensión de alcanzar la superioridad espiritual completa, de una sola vez, por cuanto la vida humana es aprendizaje de luchas purificadoras y, en el crisol del rescate, no siempre la temperatura puede ser agradable, alcanzando, a veces, el más alto grado para el destino del perfeccionamiento. En todas las circunstancias, guarde el cristiano la oración y la vigilancia: oración activa, que es el trabajo del bien, y vigilancia, que es la prudencia necesaria, de manera de no contraer nuevos compromisos. Y, en ese esfuerzo, el alma estará preparada para estructurar el futuro de sí misma, en el camino eterno del espacio y
del tiempo, sin el desaliento de los tristes y sin la inquietud de los más apresurados. El hombre adquiere experiencia en la lucha y el trabajo que son tan imprescindibles al perfeccionamiento del espíritu, como el pan material es indispensable a la manutención del cuerpo físico. Es trabajando y luchando, sufriendo y aprendiendo, que el alma adquiere las experiencias necesarias en su marcha hacia la perfección. Establecida la verdad de que el hombre es libre en la pauta de su educación y de sus méritos, en la ley de las pruebas, nos cumple reconocer que el propio hombre, a medida que se torna responsable, organiza el determinismo de su existencia, agravándolo o suavizándolo en sus rigores, hasta poder elevarse definitivamente a los planos superiores del Universo. El Creador es siempre el Padre generoso y sabio, justo y amigo, considerando a los hijos desviados como incurriendo en largas experiencias. Pero, como Jesús y sus apóstoles son sus colaboradores divinos, y ellos mismos instituyen las tareas contra el desvío de las criaturas humanas, enfocan los perjuicios del mal con la fuerza de sus responsabilidades educativas, a fin de que la Humanidad siga rectamente en su verdadero camino hacia Dios. Los animales y los hombres casi salvajes nos dan una idea de los seres que actúan en el planeta bajo determinación absoluta. Y esas criaturas sirven para establecer la realidad triste de la mentalidad del mundo, aún distante de la fórmula del amor, con que el hombre debe ser el legítimo cooperador de Dios, ordenando con su sabiduría paternal. Sin saber amar a los irracionales y a los hermanos más ignorantes colocados bajo su inmediata protección, los hombres más educados de la Tierra exterminan a los primeros, para su alimentación, y esclavizan a los segundos como objetos de explotaciones groseras, con excepciones, de modo que los movilizan al servicio de su egoísmo y de su ambición. Es sobre la independencia propia que la criatura humana necesita ejercer la mayor vigilancia. Cuando el hombre educado se permite examinar la conducta de otro, de modo liviano o inconveniente, es
una señal de que su vigilancia padece de una desastrosa deficiencia, porque la libertad de termina siempre donde comienza otra libertad, y cada uno responderá por sí, un día, junto a la Verdad Divina. Jesús ha sido el portador del mayor tesoro habido en la Tierra y descubrir ese tesoro es sumarse a Él, hacerlo más grande. Jesús es el “Agente Principal y Perfeccionador de nuestra fe”. ¡Qué importante es que entendamos bien y valoremos ese papel que él desempeña! Nadie ha tenido una vida tan significativa y tan vinculada con nuestro futuro eterno como Jesús. Los valiosos tesoros espirituales “ocultados en él” están al alcance de quienes de verdad deseen buscarlos. ¿Dónde podemos encontrar su tesoro? En su Evangelio de Amor, estudiar su contenido y aplicarlo en nuestras vidas, es el camino para la Verdadera Vida, procuremos dejar aquí nuestro cadáver y trabajemos para merecer volar a mayores alturas… Así es, en Jesús hay escondidas joyas espirituales de valor incomparable, a la espera de ser descubiertas por quienes estudian con dedicación su Evangelio de amor.