TODOS PODEMOS Momento Espirita Algunas personas en el mundo se destacan por lo que hacen. En Malasia, un hombre pequeño y frágil con cáncer de huesos viaja diez kilómetros al día recogiendo materiales reciclables. Su problema le provoca dolor y cuidados, considerando la atención que debe tener para evitar caerse o tropezarse, a fin de evitar fracturas. Cada mes recolecta ciento dieciséis kilos de productos reciclables. Este esfuerzo le permite ganar algo de dinero vendiendo botellas y latas viejas. Aliado a esto, sigue teniendo mucho cuidado en eliminar la basura del medio ambiente. Si bien recomienda que nadie ensucie las calles y playas, también colabora de forma espontánea, limpiando lo que él considera su hogar, el planeta Tierra. En la región de la Cordillera de los Andes, a su vez, encontramos otra especie de hombres.
Se llaman Arrieros. Conducen a los grupos de escaladores por el Aconcagua durante el verano, desde mediados de noviembre hasta marzo. La profesión existe desde hace más de trescientos años y se transmite de padres a hijos. Implica tradición, amor por el oficio, por la tierra y por los animales. Usan mulas, animales fuertes que resisten los elementos. Realizan travesías diarias de hasta doce horas. Pasan sus noches al aire libre, lidian con las dificultades climáticas, se mantienen alejados de sus familias. Sin embargo, un detalle destaca a estos hombres. Algo que casi siempre pasa desapercibido. No solo llevan equipo para quien los contrate. Para ellos, el paisaje debe permanecer intacto. Entonces, además de todo lo demás, recogen la basura que encuentran en su viaje. Criaturas especiales. Almas dedicadas que demuestran que hay motivos para creer que nuestro mundo tiene una solución. Mientras haya personas que vayan más allá de su deber, que nos cuiden a todos en casa, asegurémonos de que el mundo se encamina hacia lo mejor. Veamos, entonces, si no nos toca a nosotros solidarizarnos con alguna acción que beneficie a la comunidad. Estamos todos en el mismo barco, en el inmenso océano del Universo. Cuidemos que no se hunda. Asegurémonos de que su casco no se perfore y de que podamos hundirnos. No perdamos los remos. Cuidemos su integridad. Mantengamos su limpieza para que podamos vivir bien en su interior, mientras dure la travesía por las aguas de esta vida. Vale recordar que en estos momentos en los que los dolores se multiplican en la faz de la Tierra y que muchos héroes destacan en clínicas y hospitales, aún queda mucho por hacer.
Cuando Jesús señaló que el Padre trabaja sin cesar, y Él también, nos dejó una clara invitación a unirnos para unir fuerzas. Olvidemos nuestros dolores y obstáculos y unámonos como un verdadero manojo de palos en acciones y en apoyo de objetivos comunes. Hagamos nuestra parte. Mantengamos limpia nuestra casa, nuestra calle, nuestro barrio. Donde sea que haya algo que hacer, alguna acción que tomar, seamos voluntarios. El mundo mejor depende de cada uno de nosotros. Momento Espírita