Carta de Política Mexicana Núm. 185
1° de mayo de 1998
OCTAVIO PAZ
A CONTRACORRIENTE
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HOMENAJE Y PROFANACIONES ASÍ SE FORJÓ EL ACERO… PARA SALIR DEL LABERINTO LA CRÍTICA DE LA PIRÁMIDE INDEPENDENCIA RECUPERADA TRECHO FINAL
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tiene por objeto el estudio de los fenómenos y las instituciones del poder, de los actores y los procesos políticos en sus variados contextos, así como de las estructuras sociales y su desarrollo. El núcleo profesional de GCI está integrado por expertos en el análisis político, con formación académica en prestigiadas instituciones del país y del extranjero. El Colegio de México, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad Iberoamericana, el Centro de Investigación y Docencia Económicas, el Instituto Tecnológico Autónomo de México, figuran entre las nacionales. De las extranjeras destacan: las universidades de Oxford, Cambridge, Londres, Manchester y Glasgow, en la Gran Bretaña; y la American University, en Estados Unidos. La Carta de Política Mexicana® es una publicación quincenal de análisis e información de temas de naturaleza sociopolítica que deriva de las discusiones del Taller de Análisis de la Coyuntura de GCI. Director General: Alfonso Zárate Flores. Director: Cosme Ornelas Mendoza. Autor de este ensayo: Cosme Ornelas. Formación: Eduardo Camacho . El material publicado puede reproducirse parcialmente citando a la Carta de Política Mexicana.
Carta de Política Mexicana Octavio Paz A contracorriente
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CARTA DE P OLÍTICA MEXICANA. Derechos reservados, año VIII, vol. VIII, núm. 185, 1° de mayo de 1998, publicación catorcenal, editada, publicada e impresa por GRUPO CONSULTOR INTERDISCIPLINARIO, S.C. (GCI). CPM en internet: www.cartapolitica.com. Correo electrónico: informes@cartapolitica.com. Editor responsable: ALFONSO ZÁRATE. El material publicado es propiedad de GCI, que se reserva todos los derechos. México: (D.R.) Grupo Consultor Interdisciplinario, S.C. Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana: 2799, según oficio con folio 0107. Reserva al uso exclusivo del título: 04-2008-063013123400-102 de la Dirección de Reservas del Instituto Nacional del Derecho de Autor de la Secretaría de Educación Pública. Certificado de licitud de contenido: 4950 y Certificado de licitud de título: 6281, de la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Distribución: MENTOR, Calle Playa Caletilla núm. 61, Col. Reforma Ixtaccíhuatl, CP 08810, México, Distrito Federal, Tel. 9116- 8486 y 9116-8496, http://www.mentor-ms.com.mx. IMPRESO Y HECHO EN MÉXICO/PRINTED AND MADE IN MEXICO
Jamás fue infiel a sí mismo, ni siquiera en sus contradicciones y en sus pasajeros extravíos. Se le acusó de ser intolerante y riguroso; se olvida que ese rigor lo ejerció, ante todo, sobre sí mismo. 1 Octavio Paz sobre André Breton …es hombre de certezas políticas no pocas de las cuales me son extrañas. Estimo su combatividad en sí, no lo que con frecuencia defiende; que no sea sólo espectador. Estimo su mal escondida violencia desnuda que lo desnuda. Luis Cardoza y Aragón sobre Octavio Paz
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a izquierda no lo traga. La derecha lo regurgita. La burocracia gobernante no logra retenerlo. Ciega, sorda y muda, la geometría política mexicana ha sido refractaria a la impertinencia crítica de un hombre. Marcada genéticamente por el autoritarismo y el dogma, prepotente, analfabeta funcional, la clase política cerró filas para neutralizar al imprudente. Pretendió definir su sitio: la orilla, el margen, el borde inofensivo de la cultura como adorno suntuoso. Fue inútil. Cuando la sociedad giró, el solitario apareció en el centro… Se puso en marcha la operación rescate. Nada mejor para mellar los filos que la coronación del hijo pródigo: Jefe nato de la República Barataria de las Letras. Funcionó a medias. Fértil, potente, incontinente, rebelde por linaje, el obstinado no dejaría de hablar. Adelantó vísperas y temblores. Alumbró rincones tenebrosos. Puso el dedo en la llaga. También calló, por prudencia y estilo, por cordura, demasiada cordura. Se llama Octavio Paz. Ha muerto. Vale el presente histórico y seguirá valiendo mientras la salud pública del país no reciba la cura democrática, el tratamiento civilizatorio, que nos haga contemporáneos del futuro.
1. Octavio Paz, “André Breton: la niebla y el relámpago”, Vuelta, núm. 232, marzo, 1996, pp. 20 y 21. 2. Luis Cardoza y Aragón, El Río. Novelas de caballería, México, FCE, 1986, pp. 761-763.
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HOMENAJE Y PROFANACIONES Por el momento, el duelo. Ahora que su lengua es incapaz de articular la única sílaba de la libertad —el auténtico No que la define— ha sido dispuesta la piedra de sacrificios para extraerle el corazón de mármol, para extirpar la perla delirante de poeta que sabía demasiado, hablaba demasiado, dudaba demasiado: La conciencia y sus pulpos escribanos se sientan a mi mesa el tribunal condena lo que escribo el tribunal condena lo que callo Pasos del tiempo que aparece y dice ¿qué dice? ¿qué dices? dice mi pensamiento no sabes lo que dices trampas de la razón crímenes del lenguaje […]3
La estatua de sí mismo que contribuyó a erigir —tan lejos y tan cerca del Príncipe, tan lejos y tan cerca del Patrono— sirve hoy al Señor Presidente para declararlo “pensador y poeta de la Patria”. Del postrer Mandatario Priista al último Jerarca del Parnaso: “Por eso, hoy y siempre, el pueblo y el gobierno rinden homenaje a este ser humano excepcional, a este mexicano universal, a este hombre eterno”.4 Imponderables de la vida pública. Del monólogo ante la inmensa minoría a la fiesta mortuoria en olor de multitud. Titulares de prensa. Tevé en directo. Discursos. Protocolo. El Estado Mayor Presidencial de ronda en Bellas Artes. María Félix, La Doña, articula el pesar de la familia posrevolucionaria: “Era algo hermoso, bello, que teníamos los mexicanos”. El entierro es barroco todavía en México Morir es todavía morir a cualquier hora en cualquier parte […]5
Funeral de Estado. No podía ser de otra manera tratándose de un Premio Nobel, figura central del pensamiento y la creación poética del siglo. Los hombres del poder visten de luto, lente negro y retórica. La nación —medio libro per capita— se conmueve ante la muerte del patriarca 3. Octavio Paz, “Entrada en materia”, Días hábiles (1958-1961), en Poesía (1935-1975), México, Seix Barral, 1981, pp. 311-315. 4. Fabiola Guarneros, “Sirvieron a México la crítica y el valor de Paz”, El Universal, 21 de abril, 1998, pp. 1 y 18. 5. Paz, “Espiración”, Homenaje y profanaciones (1960), en Poesía…, op. cit., pp. 343 y 344.
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literalmente anónimo (si es verdad que sólo la lectura revela a un escritor): sabio por antigüedad reverenciada (84 años); célebre por exposición televisiva (Canal 2, Televisa, 1976); personalidad de éxito planetario en un país de famas municipales. ¿Por qué regatear méritos al consenso espontáneo, al sobrecogimiento natural, al duelo comunitario, al reconocimiento? Por la demagogia subyacente. Inevitable. Inocultable. Tomás Segovia pareció advertirlo hace algunos meses: Un gran poeta puede contribuir, en su figura de maestro, a esa nivelación que hace a su poesía auténtica indistinguible de un episodio de eso que llaman el quehacer literario o intelectual. Por eso es importante insistir en una vuelta a esa escucha de la voz poética de Octavio Paz no como la de una gran figura de las letras, sino como esa voz a la vez transtemporal e 6 hipertemporal en la que se oye “latir la luz del otro lado”.
En la ceremonia en Bellas Artes, en el trajín de la prensa, se homenajeó a la “gran figura de las letras”, a la persona, a la máscara pública. Inocultable. Inevitable. Gajes del oficio. Inconvenientes de la solemnidad que aceita la tramoya del Gran Teatro del Mundo. Fábula, bestiario, confabulario. Si la familia es y ha sido “criadero de alacranes”,7 el camino a la Rotonda de los Hombres Ilustres tenía que convertirse fatalmente en coto de caza de sorprendentes aves de rapiña: reyezuelos, palomas, buitres, pájaros nalgones, cuervos, águilas, loritos, pavos reales, halcones, guacamayas, pollos, ¿cardenales? La soledad y el ninguneo de las primeras décadas, la sonrisa perdonavidas de gobernantes y caciques, la pulcritud asnal de los conservadores, la desgraciada incompetencia de los socialistas mexicanos para acudir al diálogo con su interlocutor privilegiado, derivó en consenso inanimado, exangüe. A falta de tripas, corazón y seso, logorrea impúdica. Cómo pedir silencio si la plaza exige barullo. Cómo esperar mesura, sobriedad, si el mayor espectáculo de la vida es la muerte. Contingencias de la vida social. A “estas alturas de su gloria” (García Márquez), la dimensión política y literaria de Octavio Paz había rebasado los límites mensurables. Más allá del bien y del mal, retirado de polémicas nutricias y sustanciosas, colocado en el nicho que destinan las 6. Tomás Segovia, “Toque de atención”, Vuelta, núm. 254, enero de 1998, pp. 24 y 25. 7. “…Familias,/ criaderos de alacranes:/ como a los perros dan con la pitanza vidrio molido, nos alimentan con sus odios/ y la ambición dudosa de ser alguien…”. Paz, “Pasado en claro”, en Poemas…, op. cit., p. 652.
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instituciones a la protección de tesoros vivientes, la palabra de Paz se volvió incuestionable. Seco el pozo de la contradicción, las lecturas canónicas de epígonos y monaguillos privatizaron el legado. Idólatras des-almados, convirtieron la multiplicidad exuberante, salvaje, promiscua, intempestiva de su obra, en páramo purista. Mucho antes de su muerte los “herederos” levantaron el mausoleo. Trabajaron en vano: así como el poeta se cuida solo (a la intemperie, en el espacio del lector a solas), el crítico de la cultura, el explorador de la historia, el polemista político, el intelectual que interviene y reflexiona en público no soportan la paz de los sepulcros, el zumbido de las academias, la prisión de las sectas parroquiales. A contracorriente de la inercia oficial, de la historia de bronce, de la fascinación de embalsamadores y sepultureros, los interlocutores de Octavio Paz están por venir. En la política y la reflexión rigurosa, en el cuestionamiento moral sin complacencias, en la puesta en duda de cualquier fanatismo, en la introspección que interroga el pasado colectivo y encuentra rutas inadvertidas por la intuición convencional. Por el momento, la fiesta funeraria. Cuando concluya, las aguas volverán a su nivel: la mediocridad desesperante. La memoria del futuro registrará que sus contemporáneos muy pocas veces estuvieron a la altura del lance propuesto por una inteligencia singular, apasionada, penetrante. Obstinada también. Soberbia, sin duda. Pocas veces amable. Casi nunca risueña.
ASÍ SE FORJÓ EL ACERO… La obra del poeta-pensador como espejo para mostrar las contrahechuras de la vida nacional. ¿No es un exceso? El Gran Intelectual como conciencia crítica de la sociedad. ¿No es un anacronismo? El visionario como antena comunitaria, guardián de las palabras de la tribu. ¿No es un delirio? El intelectual como soldado, tribuno y fundador de la República es una figura decimonónica. La generación de la Reforma jugó ese papel de manera irreprochable. En el siglo XX, con José Vasconcelos, llega al límite —experiencia civil contrariada por razones de Estado— y al extravío — profundo resentimiento, obra mutilada, decadencia fascista.
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Derrotado Vasconcelos, los hombres de cultura toman nota. El poder lo ejercen políticos de raza, generales, caciques y revolucionarios de toda calaña. Los intelectuales mayores se convirtieron en “caudillos culturales”, creadores de instituciones después de la batalla.8 Los más jóvenes, curados de espanto, formarían el primero, más lúcido y desencantado destacamento de intelectuales mexicanos plenamente modernos: los Contemporáneos, grupo sin grupo, archipiélago de soledades.9 La generación de Octavio Paz, forjada en la década de los 30, exaltada por el sueño de la revolución y la poesía, quedaría marcada por la efervescencia popular del cardenismo y la derrota de la República Española. Compañero de ruta, solidario, comprometido, el joven poeta recorrería el camino que va de la vehemencia a la duda y el desencanto. Fue a España y escribió sobre el dolor, la guerra y la esperanza. En el mismo viaje empezaría a descubrir la cara negra del estalinismo, el combate sangriento contra anarquistas y trotskistas. Poco después, dos golpes fulminantes: 1939, pacto Hitler-Stalin; 1940, asesinato de León Trotski. El sueño llegaba a su fin en un baño de sangre. A los 26 años se desprendía de su generación. Rompía con el medio político-cultural dominante: nacionalismo ramplón, realismo socialista, populismo oficial, comunismo estalinista. El desencanto lo acercó más al rigor crítico y estético de Jorge Cuesta, Xavier Villaurrutia, José Gorostiza; al espíritu universal y la aspiración clásica de Alfonso Reyes; al nervio combativo —no a las certezas— de Vasconcelos. Casi al mismo tiempo, nuevos amigos contribuirían a mantener viva la llama de cierta esperanza colectiva (Victor Serge y otros libertarios). Temple, carácter, fortaleza. La desilusión no lo arrinconará en el purismo estético o en la indiferencia ante el mundo. No hubo “vuelta al redil” ni refugio en el conservadurismo desangelado, mucho menos un salto a la derecha como diagnosticó la ortodoxia cerril o temieron los viejos amigos y camaradas (el poeta Efraín Huerta, el novelista José Revueltas, nacidos como Paz en 1914). Por el contrario, comenzaría a perfilarse la figura del intelectual independiente; la batalla interior por alcanzar y preservar la autonomía de la obra literaria respecto a ideologías y programas políticos; la reflexión permanente sobre el lugar del arte y los artistas en el mundo moderno, el 8. Enrique Krauze, Caudillos culturales de la Revolución, México, Joaquín Mortiz, 1976. 9. Guillermo Sheridan, Los Contemporáneos, ayer, México, FCE; Cardoza y Aragón, op. cit., pp. 378-392.
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poeta y la seducción de la utopía revolucionaria, el hombre inerme ante los mecanismos desgarradores de la Historia. La década de los 40 será el crisol de un nuevo pensamiento y una nueva actitud intelectual surgidos de la mayor tragedia. Guerra y crueldad, ortodoxia y heroísmo, fanatismo y manipulación política. Cadáveres, millones de cadáveres. Campos de concentración… Y muy pronto, a los crímenes nazis se sumarían los millones de muertos en el universo totalitario de la URSS: purgas, represión, exterminio de disidencias, deportaciones masivas, colectivización forzada del agro, campos de trabajo, Gulag… Octavio Paz fue uno de los primeros intelectuales hispanoamericanos en denunciar la catástrofe (1951, revista Sur, Buenos Aires). Los estalinistas no le perdonarían la afrenta, ni siquiera cuando el XX Congreso del PCUS reveló el tamaño de la barbarie, los pliegues del régimen de terror encabezado por José Stalin. Medio siglo después, los crímenes del socialismo real resultan un tópico, una certeza apenas negada por quienes defienden el último bastión totalitario (Fidel Castro y la “democracia” socialista del partido-Estado). Pero a finales de los años cuarenta —en pleno culto a la personalidad del padrecito Stalin “vencedor del nazifascismo”— hacía falta mucho valor para encarar el vacío, la descalificación, el odio de los creyentes. ¿El poeta-filósofo como conciencia crítica autodesignada? Más simple y más complejo: frente al intelectual orgánico —de partidos y sectas, de ideologías cerradas y utopías concentracionarias, de clases destinadas a refundar el mundo, de dictaduras transitorias para construir el Paraíso en la Tierra—, el pensador que duda, el observador que cuestiona, el creador que dialoga con hombres (nunca con “masas”). Una vía plagada de obstáculos, riesgos, dilemas, vacilaciones. En el tablero de ajedrez de las ideologías, de los poderes, de la real politik, sólo existen casillas (y piezas) de dos colores. En lo más álgido de la guerra fría, el espacio de los remisos, de los “no alineados”, estaba por construirse.
PARA SALIR DEL LABERINTO La crítica, la duda, la soledad libremente asumida. Ajustar cuentas con el pasado individual y colectivo. Redefinir las coordenadas para entender, aprehender, el mundo. Había que empezar interrogando al país.
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Una temporada en Estados Unidos (1943-45) ofreció la distancia necesaria. La comunidad mexicana en California (que conoció en su niñez), la cercanía precisa en alto contraste. Pero sería en París (diciembre de 1945) donde las preguntas comienzan a articularse con más precisión, y en el verano de 1949 tomarán forma en la primera exploración a fondo de Paz por la historia y el conflicto cultural mexicanos: El laberinto de la soledad, publicado en 1950 por Cuadernos Americanos. Se trata de un ejercicio de reflexión marcado por la época, definido por inquietudes y aproximaciones semejantes de un sector del medio intelectual: la pregunta por lo mexicano, por la sicología del mexicano y las interrogantes que despierta la singularidad (o anomalía) nacional. El mismo autor señala antecedentes, convergencias y divergencias, en José Vasconcelos, Samuel Ramos y Jorge Cuesta. Reivindica, asimismo, la obra y el ejemplo de dos solitarios: Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas, así como la presencia del filósofo español José Gaos, “maestro de la joven ‘inteligencia’” mexicana.10 Naturalmente, la influencia de José Ortega y Gasset. Fechado, determinado histórica y culturalmente, desde hace por lo menos dos décadas se discute la actualidad y vigencia de muchas de las tesis de El laberinto…11 No obstante sus críticos, se le sigue considerando un clásico del pensamiento y la literatura nacionales. Sin duda, se trata del primer gran ensayo de Paz y —para miles de lectores de México y el mundo— el libro emblemático de su labor intelectual. Pero también es algo más: la piedra fundadora, extraordinariamente madura, de su proyecto de intelectual independiente, público y beligerante. Exploración “del alma mexicana”, no se reduce a la minería ontológica: “¿Quién es la Chingada? Ante todo, es la Madre. No una Madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la Maternidad, como la Llorona o la ‘sufrida madre mexicana’ que festejamos el diez de mayo…”12 El laberinto de la soledad es el primer gran texto político del autor, con todas sus implicaciones: ensayo de escritor, no de académico o ideólogo; visión cultural, humanista, de la sociedad mexicana; reflexión sobre la historia, el poder y la política desde una perspectiva amplia, abarcadora, crítica. “En aquella época no me interesaba la definición de lo mexicano sino, como ahora, la crítica: esa actividad que consiste, tanto o más que 10. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, México, FCE, 1976, pp. 135-155, “La ‘inteligencia’ mexicana”, capítulo VII, cuarta reimpresión, Colección Popular. 11. VÉASE Jorge Aguilar Mora, La divina pareja. Historia y mito en Octavio Paz, México, Era, 1978; Roger Bartra, La jaula de la melancolía, México, Grijalbo, 1984. 12. Paz, op. cit., p. 68.
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en conocernos, en liberarnos. La crítica despliega una posibilidad de libertad y así es una invitación a la acción.”13 Dos ejemplos mínimos: La tutela gubernamental de la clase obrera se inició como una alianza
popular […] Pero la alianza se convirtió en sumisión y los gobiernos premiaron a los dirigentes con altos puestos públicos. El proceso se acentuó y consumó, aunque parezca extraño, en la época de Cárdenas, el período más extremista de la Revolución. Y fueron precisamente los dirigentes que habían luchado contra la corrupción sindical los que entregaron las organizaciones obreras. […] Los únicos que ganaron fueron los líderes, que se convirtieron en profesionales de la política: diputados, senadores, gobernadores.
Más dueña de sí, más poderosa también, la burguesía no sólo ha logrado
su independencia sino que trata de incrustarse en el Estado, no ya como protegida sino como directora única. El banquero sucede al general revolucionario; el industrial aspira a desplazar al técnico y al político. Estos grupos tienden a convertir al Gobierno, cada vez con mayor exclusividad, en la expresión política de sus intereses.14
No es la mejor prosa del libro ni las ideas más originales de un ensayo que debe leerse como un todo, para apreciar la “riqueza de su escritura” 15 y el tono de lo que el mismo Paz calificaría como un “ejercicio de la imaginación crítica”. Sin embargo, son dos muestras claras de una de toma posición política. Conviene recordar la fecha de la primera edición: 1950. Paz no es el primero —ni el más radical— en dirigir las armas de la crítica contra el régimen posrevolucionario, sus retrocesos y desviaciones, pero formará parte de un pequeño grupo de imprudentes. ¿Quién, si no la reacción, se atrevería a poner en tela de juicio al sexenio dorado, popular y obrerista, del general Cárdenas? ¿Penetrado por la burguesía el gobierno de Miguel Alemán, “cachorro de la Revolución”? En este punto, como en otros temas y momentos, su alejamiento de la izquierda no lo condena a la esfera oficial o al mundo conservador. Entre otras cosas, porque resulta difícil encontrar mayor oficialismo “independiente” que en la izquierda de la época, siempre a la zaga del nacionalismo revolucionario.
13. Octavio Paz, Posdata, México, Siglo XXI Editores, 1970, pp. 11 y 12. 14. Ibid., pp. 160 y 161. 15. Carlos Monsiváis, “Octavio Paz en sus ensayos”, El Ángel, núm. 19, 24 de marzo de 1994, pp. 12-14; edición dedicada a los 80 años de Octavio Paz.
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Por otro lado, la visión de Paz no busca trascender por la izquierda las limitaciones y determinaciones del régimen posrevolucionario y su organización del poder (como lo intentaría en vano José Revueltas con una suerte de leninismo crítico en los primeros años sesenta). Paz interroga, discute, inquiere. Busca entender la realidad sociocultural del país; perfilar el mapa sicológico que sustenta, de hecho, el esperpento nacional. Minero o cartógrafo, su proyecto no incluye la transformación revolucionaria de la Revolución Mexicana. La asume como un dato duro del paisaje. Festeja sus virtudes, principalmente la ausencia de “ortodoxia política” y “terror organizado” que caracteriza a los regímenes del “socialismo” totalitario: “Nuestra falta de ‘ideología’ nos ha preservado de caer en esa tortuosa cacería humana en que se ha convertido el ejercicio de la ‘virtud’ política en otras partes”.16 Revulsivo para las franjas duras del poder y la ideología, el espíritu del ensayo —crítico pero mesurado y realista— llamaría la atención de sectores ilustrados, abiertos, potencialmente demócratas. Como resulta claro en el penúltimo capítulo, el sueño de la revolución proletaria ha sido reemplazado por la vigilia de lo posible: avance, evolución y progreso desde el subdesarrollo. “Si yo hubiese escrito El laberinto de la soledad en 1937, sin duda habría afirmado que el sentido de la explosión revolucionaria mexicana —lo que he llamado la búsqueda— terminaría en la adopción del comunismo. [...] en 1949 descubrí la existencia de campos de concentración en la Unión Soviética y ya no me pareció tan claro que el comunismo fuese la cura de las dolencias del mundo y de México.”17 El escenario había cambiado radicalmente. Existían razones, por lo menos, para la perplejidad: …ningún intelectual europeo de izquierda, ningún ‘marxólogo’, se ha inclinado sobre el rostro borroso e informe de las revoluciones agrarias y nacionalistas de América Latina y Oriente para tratar de entenderlas como lo que son: un fenómeno universal que requiere una nueva interpretación. […] Con mayor humildad y mejor sentido Trotski escribía, un poco antes de morir, que si después de la segunda Guerra Mundial no surgía una revolución en los países desarrollados quizá habría que revisar toda la perspectiva histórica mundial.18
Los hechos le darían la razón. Lentamente, se iría abriendo el espacio de los escépticos: democracia, progreso social, justicia y equidad. 16. Paz, El laberinto..., op. cit., p. 169. 17. Octavio Paz, Itinerario, México, FCE, 1993, p. 38. 18. Ibid., p. 171.
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Capitalismo con rostro humano. La socialdemocracia como “médico de cabecera” para controlar los excesos del mercado y la tentación depredadora del gran capital. Un liberalismo que en Paz no perderá el calorcito —nostalgia, tal vez— del pensamiento libertario, rebelde, que compartirá en las décadas siguientes con franjas del anarquismo español, Albert Camus, André Breton, Kostas Papaioannou, Cornelius Castoriadis, Fernando Savater... Cuarenta años después de El laberinto..., al recibir en 1989 el Premio Alexis de Tocqueville de manos del presidente Françoise Mitterrand, refrendaría la certidumbre y la duda: El pensamiento de la era que comienza —si es que realmente comienza una era— tendrá que encontrar el punto de convergencia entre libertad y fraternidad. Debemos repensar nuestra tradición, renovarla y buscar la reconciliación de las dos grandes tradiciones políticas de la modernidad, el liberalismo y el socialismo. Me atrevo a decir, parafraseando a Ortega y Gasset, que éste es “el tema de nuestro tiempo”.19
Sólo que en cuatro décadas pasarían demasiadas cosas. El mero registro provoca vértigo: Incendio en la periferia colonial (Asia, África). Muro de Berlín y Cuba socialista. Ola guerrillera en América Latina. China en “revolución cultural” totalitaria. Vietnam. Revuelta juvenil en las democracias industriales. Movimiento por los derechos civiles de la minoría negra en Estados Unidos. Muerte del Ché. Contracultura, drogas, liberación sexual. Feminismo. 68 en París, Praga, Chicago, Berlín, Tokio, Santiago, México... Reflujo, plomo y terrorismo en los años setenta. Golpe militar en Chile y asesinato de Salvador Allende. Muere Franco, arranca la transición democrática española. Crisis de la “economía-mundo”: dólar, petróleo, reestructuración productiva... Reclamo democrático y mutación tecnológica en los ochenta. Auge de la derecha (neo)liberal. Tatcher, Reagan y Bush. Triunfo de Mitterrand. Los socialistas españoles llegan al poder. Rectificación de Mitterrand y cohabitación con la derecha. Gorbachov rompe el hielo: glasnost y perestroika. Se acelera la historia. Cae el Muro, se desploma el Imperio soviético.
19. Octavio Paz, “Poesía, mito y revolución”, en La otra voz. Poesía y fin de siglo, México, Seix Barral, 1990, pp. 55-68.
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En los noventa, incertidumbre. El siglo que inició en 1914-1917 concluye en 1989. Nadie sabe si habitamos el vacío o vagamos ya en los pliegues del futuro. Incertidumbre. Paz y un puñado de escritores ayudarían a pensar el cambio del mundo desde la perspectiva mexicana.
LA CRÍTICA DE LA PIRÁMIDE México no podía replegarse en su laberinto, quedar al margen de la transformación planetaria. Entre 1950 y 1970 el “milagro” daría frutos para mantener la estabilidad, la paz social y la sorprendente longevidad del régimen priista. En los últimos años cuarenta Octavio Paz inicia su larga travesía por el mundo. Como tantos escritores, mexicanos y de otras latitudes, ingresa al servicio diplomático (1945, con un “empleo modesto” en la embajada mexicana en Francia). Autonomía relativa —dependencia menor— que permite el acercamiento a culturas y ambientes diversos, el aprendizaje de otras lenguas, la concentración en la obra propia. También la sana distancia de un medio pobre y empobrecedor. Antes y después de El laberinto..., Paz toma parte y partido en los debates político-culturales que definen toda una época. Las discusiones sobre el muralismo y la “escuela mexicana de pintura” aparecen como las batallas más visibles, evidentes, publicitadas. A la obra de los comunistas Siqueiros y Rivera opondrá el nihilismo anárquico de José Clemente Orozco y la expresión singular de creadores ajenos al nacionalismo y el panfleto (Rufino Tamayo, sobre todo). Menos pública, por razones obvias, su revaloración de la tradición poética mexicana irá trazando el canon desde una perspectiva plenamente moderna, contemporánea, sin chovinismo ni complejos provincianos. El futuro gran poeta traza su genealogía, señala rumbos, orienta, descubre, rescata, problematiza. La poesía mexicana, de Sor Juana al siglo veinte, se leerá como la leyó Paz. En materia política, sus intervenciones son más bien escasas. La creación verbal, la reflexión estética y filosófica, el conocimiento de otros mundos, ocupan el tiempo del Paz maduro. En 48 o 49 conoce a André Breton y participa en el último grupo surrealista. Viaja, vive, explora el terreno de la Europa de la posguerra. Descubre Japón e India. A partir de
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1962 —ya como embajador en este último país— su visión del mundo se verá influida por el arte, la poesía y el pensamiento de Oriente.20 Los resultados del periplo son deslumbrantes en cantidad y calidad. Poesía: Libertad bajo palabra: obra poética (1935-1957), 1960; Salamandra, 1962; Ladera este, 1969. Poética, ensayo literario, crítica cultural: El arco y la lira, 1956; Las peras del olmo, 1957; Cuadrivio, 1965; Puertas al campo, 1966; Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo, 1967; Corriente alterna, 1967; Marcel Duchamp o el castillo de la pureza, 1968; Conjunciones y disyunciones, 1969. Ya es una figura internacional. Su obra se cuenta entre las más brillantes y reconocidas de la segunda mitad del siglo, no sólo en el orbe hispanoamericano. No se aparta de México y su vida cultural, pero los mira a distancia; los enriquece con cada nuevo libro, poema o ensayo. Sólo un acontecimiento de dimensiones trágicas interrumpirá su errancia cosmopolita. La masacre en Tlatelolco, clausura violenta del movimiento estudiantil mexicano, precipita la ruptura y la vuelta a la independencia sin retorno. Dimite de su cargo como embajador y en octubre de 1969 pronuncia en la Universidad de Texas una conferencia que dará cuerpo en 1970 a Posdata: una “prolongación crítica y autocrítica” de El laberinto... Esta “nueva tentativa por descifrar la realidad” encarna en la “Crítica de la pirámide”: “Lo que ocurrió el 2 de octubre de 1968 fue, simultáneamente, la negación de aquello que hemos querido ser desde la Revolución y la afirmación de aquello que somos desde la Conquista y aún antes. [...] Doble realidad del 2 de octubre de 1968: ser un hecho histórico y una representación simbólica de nuestra historia subterránea e invisible.”21 Historia y mito, mitología o enmascaramiento, los críticos de Paz no le perdonarán el “idealismo” que parece explicar la masacre —¿justificarla o entenderla?— por razones culturales, de autoritarismo secular y transhistórico, petrificación del inconsciente colectivo... La izquierda exigía un análisis “materialista”, “científico”, “comprometido”. En su dogmatismo proverbial, leyó lo que quiso leer. Leyó mal. La perspectiva, el aparato crítico, los enfoques y la recurrencia a la metáfora, pueden ser tan debatibles como se quiera. Lo que no puede ocultarse es la claridad política del autor: “...el 2 de octubre de Tlatelolco se inserta con aterradora lógica dentro de nuestra historia, la real y la 20. Al respecto, un largo poema y dos libros de prosa: Blanco, México, Joaquín Mortiz, 1967; El mono gramático, Barcelona, Seix Barral, 1974; Vislumbres de la India, México, Seix Barral, 1994. 21. Paz, Posdata, op. cit., pp. 113 y 114.
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simbólica. Tlatelolco es la contrapartida, en términos de sangre y de sacrificio, de la petrificación del PRI. Ambos son proyecciones del mismo arquetipo, aunque con distintas funciones dentro de la dialéctica implacable de la pirámide”.22 Renuncia o “puesta a disposición”, el alejamiento de Paz de la esfera gubernamental sigue siendo ejemplar porque “fue la única en todo el aparato”.23 Nuevo ejemplo de valentía que aun hoy se quiere regatear. Con enorme irresponsabilidad, se olvida el talante feroz del Tlatoani, la capacidad de ira del presidente Gustavo Díaz Ordaz, la cerrazón criminal del sistema ante la más leve expresión de disidencia. La tragedia lo hará volver a México. En la década de los setenta comienza uno de los capítulos más activos, polémicos y saludables en la trayectoria del intelectual en plaza pública. El último párrafo de Posdata parece definir el proyecto: Si la política es una dimensión de la historia, la crítica de la historia es también crítica política y moral. Al México del Zócalo, Tlatelolco y el Museo de Antropología tenemos que oponerle no otra imagen —todas las imágenes padecen la fatal tendencia a la petrificación—, sino la crítica: el ácido que disuelve las imágenes. [...] La crítica es el aprendizaje de la imaginación en su segunda vuelta, la imaginación curada de fantasía y decidida a afrontar la realidad del mundo. La crítica dice que debemos aprender a disolver los ídolos: aprender a disolverlos dentro de nosotros 24 mismos. Tenemos que aprender a ser aire, sueño de libertad.
INDEPENDENCIA RECUPERADA Tres años después de 68 Julio Scherer le ofrece a Paz la dirección de un semanario que patrocinaría Excélsior. El tiempo del periodismo no es el suyo, por lo que revira la oferta con una propuesta: crear una revista literaria, de reflexión estética y análisis de la política y la moral pública. La única condición: libertad absoluta. En octubre de 1971 nace Plural. En esa revista se condensa, afina y clarifica el proyecto de intelectual público, independiente, libre de compromisos con el poder y las ideologías cerradas. Literaria y artística por naturaleza, la publicación no evadirá el debate de ideas, concepciones sociales y posiciones políticas. Al contrario, en sus páginas pueden localizarse los ensayos y artículos más agudos, libres y ácidos de Paz y una nueva generación de intelectuales sin filiación ni carnet. 22. Ibid., p. 149. 23. Monsiváis, op. cit. 24. Paz, Posdata, op. cit., p. 155.
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Acusados de elitistas, conservadores y/o “extranjerizantes”, los miembros de Plural darían una muestra de dignidad al abandonar el diario después del golpe contra Scherer en julio de 1976. La aventura continuará en la revista Vuelta, fundada en diciembre del mismo año. Durante esa etapa, la inteligencia afilada de Paz no discrimina. Lo mismo que en su poesía, evitará sentimentalismos y autocomplacencias. Como en sus estudios y reflexiones de largo aliento, mostrará rigor en la toma de posición coyuntural: Sobre el régimen mexicano: “Sin el gobierno y sus recursos no habría PRI, pero sin el PRI y sus masas no habría gobierno. [...] Más que un partido político en el sentido tradicional de la palabra, el PRI es una gigantesca burocracia, una maquinaria de control y manipulación de las masas.” (Plural, octubre de 1972.) Sobre la izquierda después del golpe militar en Chile: “Apenas si es necesario añadir que el radicalismo de los grupos extremistas [...] opera invariablemente como una provocación. [...] La tarea más urgente de los movimientos realmente democráticos y socialistas de la América Latina es elaborar programas viables y diseñar una nueva estrategia y una nueva táctica. Subrayo la palabra realmente porque estoy convencido de que el socialismo sin democracia no es socialismo.” (Plural, octubre de 1973.) Sobre la derecha mexicana: “...ha dejado de pensar en términos políticos desde la derrota de Miramón. Es una clase acomodaticia y oportunista. Su táctica, lo mismo en la época de Díaz que ahora, consiste en infiltrarse en el gobierno. Es una clase que hace negocios pero que no tiene un proyecto nacional. El país, para ellos, no es el teatro de su acción histórica, sino un campo de operaciones lucrativas”... Y sobre la izquierda nativa: “...sufre una suerte de parálisis intelectual. Es una izquierda murmuradora y retobona, que piensa poco y discute mucho. Una izquierda sin imaginación.” (Proceso, 5 y 12 de diciembre de 1977, entrevista con Julio Scherer.)25 Eclecticismo, evasión de compromisos reales, comodidad de francotirador desde la “torre de marfil”... Los epítetos no faltaron en el intento por desautorizar las opiniones de Paz. Sólo que el escritor había dado una respuesta por adelantado en uno de los textos citados.
25. Los artículos y la entrevista fueron recogidos en Octavio Paz, El ogro filantrópico, México, Joaquín Mortiz, 1979, 348 pp.
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Al bosquejar una alternativa no violenta frente al status quo, planteaba lo siguiente: “La solución consiste en el nacimiento de un movimiento popular independiente y democrático que agrupe a todos los oprimidos y disidentes de México en un programa mínimo común. Como ciudadano soy partidario de ese movimiento. Como escritor mi posición no es distinta ni contraria sino, valga la paradoja, otra. Como escritor mi deber es preservar mi marginalidad frente al Estado, los partidos, las ideologías y la sociedad misma. [...] Ni el sillón del consejero del Príncipe ni el asiento en el capítulo de los doctores de las Santas Escrituras revolucionarias”.26 En una serie de artículos publicada en 1978 daría nuevas claves para entender su posición. En el conflicto de “La libertad contra la fe”, optaría por una tradición muy definida: Aquellos que por vocación y por misión expresan la conciencia crítica de una sociedad, los intelectuales, han revelado durante estos últimos años una frivolidad moral y política no menos escandalosa que la de los gobernantes de Occidente. De nuevo, no niego las excepciones: Breton, Camus, Orwell, Gide, Bernanos, Rusell, Silone y otros menos conocidos 27 como Salvemini o, entre nosotros, Revueltas.
Aun así, la paradoja se convirtió en acertijo. El ciudadano Paz no participaría en la construcción de ese “movimiento popular independiente y democrático” (¿el PMT de Heberto Castillo?). La cercanía con respecto al Príncipe se le reprocharía en los sexenios posteriores. La obra como espejo. La independencia como norma. La soledad como sino. Conciencia crítica de la sociedad a pesar del vacío, la incomprensión, el silencio o la indiferencia. ¿A pesar de la recuperación institucional y las tentaciones por ocupar el sillón del consejero?
TRECHO FINAL Los últimos veinte años de Octavio Paz son los más polémicos en lo que se refiere a su presencia pública en el ámbito mexicano. Para muchos de sus lectores —generalmente localizados en el amplio espectro de la izquierda—, la eficaz y valiente crítica del socialismo real, la disección ilustrada del pensamiento totalitario, la apuesta irrenunciable por la democracia como medio y fin, contrasta con el perfil institucional de caracterizará sus posiciones en la esfera política nacional.
26. “El escritor y el poder”, en El ogro filantrópico, op. cit., pp. 304-307. 27. Op. cit., p. 287.
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En el punto más alto de sus diferencias con la burocracia gobernante (1976), inicia una relación con la televisión privada que se estrechará con el tiempo. Ese año participa como editorialista de lujo del noticiero 24 Horas, conducido por Jacobo Zabludovski. Igual que en Excélsior, Paz no acepta consignas ni recibe censuras. Se expresa con total libertad y no hace más que refrendar sus ideas ante un público masivo. Sólo que existe una diferencia significativa; el medio utilizado ya no es el único diario independiente de la época, sino el monopolio de la televisión privada: puntal de la desinformación y herramienta del anticomunismo apenas embozado de Emilio Azcárraga, El Tigre. Con interesada parcialidad, el paso de Paz por Televisa quiere verse hoy como un acierto visionario frente al prurito intelectual contra los medios masivos. El asunto fue otro: el poeta y pensador más importante del país, crítico del “poder y sus abusos”, cedía ante “la seducción de la autoridad”… No del poder político como tal, sino del poder fáctico... O, por lo menos, de uno de los pilares más resistentes del presidencialismo, el partido de Estado y el control corporativo. Ni en 1976 ni en 1982, mucho menos en 1985 o en el sexenio que arranca con el fraude electoral de 1988, Televisa representó algo más que la complicidad con el poder autoritario, la manipulación informativa y las enormes posibilidades del lucro ilegítimo. La apertura de 1997-98, la presencia de voces críticas y aun disidentes, la pluralidad de enfoques, el manejo equilibrado de la información cotidiana, dan la pauta para registrar todo lo que no fue Televisa en los sexenios López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo, De la Madrid y Salinas de Gortari. En esa empresa se embarcó Octavio Paz. No perdió lucidez y pasión, independencia y calidad. Sus críticas al populismo oficial o de izquierda, a la guerrilla centroamericana, al endurecimiento cubano, al totalitarismo soviético, son ejemplo de verticalidad y juicio certero. (Cuando caiga el “muro” cubano caerán las últimas anteojeras. La historia del terror todavía nos depara lamentables secretos.) Arriesgó opiniones incómodas, irritantes para las buenas conciencias de la izquierda y de un sector de la opinión pública. No fue complaciente. Tampoco el reaccionario que pintaron las sectas y los sectarios. Si acaso, puede decirse que le faltó generosidad para comprender la difícil situación de las fuerzas sociales, culturales y políticas que impulsaron —desde la marginalidad— el cambio democrático a partir de 1968: partidos en 18
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refundación o construcción (PCM, PMT, PRT); sindicalismo independiente; grupos campesinos y comunidades indias; organizaciones feministas; movimiento estudiantil; prensa crítica y nuevos núcleos de intelectuales independientes. No era su papel. La pobreza intelectual de los contrincantes, la falta de ideas, la rispidez del combate ideológico, terminaron por dinamitar los puentes necesarios. La soberbia que marcó el trato con sus oponentes le fue devuelta con igual violencia. En 1986, un poeta y pensador de peso completo pintó la imagen que la izquierda latinoamericana tenía del poeta-filósofo: El designio de fondo de Paz ha olvidado la historia de nuestro continente. Ha escrito disparates sobre las luchas centroamericanas. Ha olvidado su propia historia. […] Luego de juicio ponderado y serio, sin impaciencia y con urbanidad, se comprobará mejor que sus posiciones han sido algunas veces las de un capitalismo salvaje. […] Se verá también, tal vez sin asomo de duda, que encarna el egoísmo de una clase y de un comportamiento cuyo deslinde pleonástico sería. Por tal circunstancia lo estimo: sin 28 ambigüedad se define.
Tres lustros después, tal juicio tendría que ser matizado radicalmente. Pero en aquel tiempo la polarización era definitiva. Clausuradas las vías de comunicación con “la vulgata marxista” y los grupos independientes, Paz privilegió otros diálogos: con el lector anónimo, con el televidente, con el Príncipe ilustrado… A partir de 1982, los presidentes de la modernización vertical y autoritaria fueron sus interlocutores. Cuando la confrontación política nacional llegó al punto de quiebre, a la máxima tensión, el crítico de la pirámide no puso en duda la legitimidad del gobierno de Carlos Salinas de Gortari. En lugar de reflexionar sobre el fraude de origen, alertó sobre la “súbita” y sospechosa vocación democrática de Cuauhtémoc Cárdenas y el PRD, “dirigido por antiguos líderes del PRI aliados a otros que vienen del disuelto Partido Comunista”.29 Dijo lo que tenía que decir.
28. Cardoza y Aragón, op. cit., p. 762. 29. Octavio Paz, “México: modernidad y tradición”, en Pequeña crónica de grandes días, México, FCE, 1990, pp. 57-67.
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ÚLTIMAS PALABRAS La reacción de la izquierda ante las últimas posiciones de Paz fue tan primitiva como siempre. Progresistas, demócratas radicales y socialistas, volvieron a equivocarse. Querían un pensador a su altura, a su nivel, comprometido con sus banderas. Esperaban un “compañero de ruta” solidario, autorizado para la “autocrítica” a partir de la complicidad sectaria, bonachona, complaciente. Resulta lamentable, pero significativo, que esta visión empiece a cambiar sólo con la muerte de Paz. A partir de ahora, el proyecto de una izquierda moderna y democrática tendrá que definirse por la aceptación de la crítica externa y la presencia incómoda de los intelectuales no alineados pero participantes. De no ser así, las fuerzas oficiales y la derecha democrática serán las principales usufructuarias de la herencia política, filosófica y creativa del mayor intelectual mexicano del siglo. La obra de Paz tendrá que leerse con la misma pasión y libertad que marcó su itinerario vital. Tal es, si fuera necesario, la justificación de esta entrega de la Carta de Política Mexicana. Pero la última palabra la tiene el poeta, cuando explica los motivos para un homenaje no deseado, a contracorriente: André Breton no amaba las conmemoraciones. Le parecían, con razón, ceremonias casi siempre vanas y aun ridículas. Sin embargo, la conmemoración puede tener otro significado: es una manera de decirnos que un autor desaparecido todavía está vivo y que la mejor manera de recordarlo es conversar con él, a través de la lectura de sus obras.30
30. Octavio Paz, Estrella de tres puntas. André Breton y el surrealismo, México, Editorial Vuelta, 1996.
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ÍNDICES Onomástico Alemán Valdés, Miguel, 10 Allende, Salvador, 12 Azcárraga Milmo, Emilio (a) El Tigre, 17 Breton, André, 11, 19 Bush, George, 12 Camus, Albert, 11 Cárdenas del Río, Lázaro, 10 Cárdenas Solórzano, Cuauhtémoc, 19 Castillo, Heberto, 16 Castoriadis, Cornelius, 11 Castro Rus, Fidel, 8 Cosío Villegas, Daniel, 9 Cuesta, Jorge, 7, 9 Díaz Ordaz, Gustavo, 13, 15, 17 Echeverría Álvarez, Luis, 17 Félix, María (a) La Doña, 4 Franco, Francisco, 12 Gaos, José, 9 Gorbachov, Mijail, 12 Goroztiza, José, 7 Guevara, Ernesto (a) Ché, 12 Hitler, Adolfo, 7 Huerta, Efraín, 7 López Mateos, Adolfo, 17 López Portillo y Pacheco, José, 17 Madrid Hurtado, Miguel de la, 17 Miterrand, Françoise, 11, 12 Orozco, José Clemente, 13 Ortega y Gasset, José, 9, 12 Papaioannou, Kostas, 11
Paz, Octavio, 3, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19 Ramos, Samuel, 9 Reagan, Ronald, 12 Revueltas, José, 7, 10 Reyes, Alfonso, 7, 9 Rivera, Diego, 13 Salinas de Gortari, Carlos, 17, 18 Savater, Fernando, 11 Scherer, Julio, 15, 16 Segovia, Tomás, 5 Serge, Víctor, 7 Siqueiros, David Alfaro, 13 Stalin, José, 7, 8 Tamayo, Rufino, 13 Tatcher, Margaret, 12 Trotski, León, 7, 11 Vasconcelos, José, 6, 9 Villaurrutia, Xavier, 7 Zabludovski, Jacobo, 17
De instituciones y organizaciones Partido Comunista Mexicano (PCM), 18 Partido de la Revolución Democrática (PRD), 19 Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), 16, 18 Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), 18 Partido Revolucionario Institucional (PRI), 14, 15
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