No es casual que ante las nuevas condiciones de competencia electoral, los actores políticos contemplen el marketing como la nueva panacea capaz de proporcionarles los votos necesarios para derrocar al contrincante en las condiciones que sean, y recurren en forma indiscriminada y acrítica a su utilización. Más que un instrumento para la planificación de la estrategia electoral con fundamentos científicos, el marketing político se ha convertido en los ojos de los candidatos como un objeto mágico a cuyo conjuro se doblega la voluntad del electorado.
Por Francisco de Jesús Aceves Gónzalez
Publicado originalmente en RMC 92: Abril-Mayo 2005