Adaptación de Oratorio

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Qwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwerty uiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasd fghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzx cvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmq Oratorio wertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyui Adaptación sobre textos del TEATRO LEBRIJANO Noviembre. 2016 opasdfgjklzxcvbnmqwertyuiopasdfgh jklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcv bnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnm Oración Dirección escénica. BENE CORDERO y MAICA SÁNCHEZ

a los países que destruyen el mundo con las guerras. osloaasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopas dfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklz xcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnm qwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwerty


ORATORIO. “EL TEATRO TOMA LA CALLE” INICIO. Comienzan a llegar al lugar los actores y actrices, se mezclan entre el público, en silencio, mirando continuamente a todos lados, se palpa el misterio y la clandestinidad de la acción. Al grito de uno, comienzan a gritar lemas políticos y culturales, luchas, sobre textos de Juan Bernabé y sus ideas revolucionarias del teatro. VOCES. -Y en nuestro futuro, porque vamos a seguir, solo perseguiremos LA VERDAD. -Necesitaremos VALOR para mostrarla. -AGUDEZA para quitar sus máscaras. -ARTE para hacerla manejable. -JUICIO para hacerla más eficaz. -Y ASTUCIA para que llegue a aquellos que la puedan hacer realidad. Lanzan al aire pasquines que inundan todo el público. Se palpa la violencia en la acción y el miedo. SONIDO de sirenas de policías. De menos a más. Los actores salen corriendo sin saber a dónde, primero en todas direcciones y finalmente van llegando todos al escenario y se colocan en fila al público. Se tapan unos a otros, se protegen, el miedo marca sus rostros y sus acciones. Uno sale de entre el grupo, se escucha un disparo y cae. (Se oye un cante Flamenco). ORACIÓN I. Antígona, saliendo de entre las sombras, se arrastra dirigiéndose hasta el cuerpo de su hermano. Lo abraza y llora. Llena de valor, pero sudando por el miedo y la angustia consigue cubrir el cadáver de su hermano Polinises. El gong en crescendo sorprende a Antígona que cae al suelo aterrada. Los guardias se sobresaltan y furiosos con sus lanzas la mantienen atada al suelo. Silencio mudo. Se oyen voces lejanas de miedo. CORO.

¡Ay de mi Tebas! ¡Ay de mi patria! ¡Ay de mi tierra tan engañada! ¡Ay de mi Tebas! ¡Ay de mi patria! ¡Ay de mi tierra tan aplastada!

NARRADORA. (Sale lentamente una mujer anciana). Ocurrió en Grecia, hace ya muchos siglos. Fue en la ciudad de Tebas, dominada por un tirano, Creonte. Fue en Tebas la de las siete puertas. CORO. (Como un eco) ¡En Tebas la de las 7 puertas!

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NARRADORA. Allí. Antígona, la hija de Edipo, llorando amargamente la muerte de sus hermanos caídos en la injusta guerra, aunque estaba prohibido, cubrió con un manto el cuerpo profanado de su hermano Polinices, que el tirano había arrojado a los buitres y a los perros. Antígona, una mujer de la ciudad, se rebeló contra el tirano y contra sus leyes injustas. (Se va hablando en letanía que se pierde) ¡Fue en Tebas la de las 7 puertas! ¡Fue en Tebas la de las 7 puertas! (Llega Creonte, los guardias, arrojan a Antígona a sus pies). CREONTE. ¿Qué pretendes Antígona? Has quebrantado la ley. ¿Por qué has quebrantado la ley? ¿Por qué me has desafiado? ¿Qué pretendes Antígona? ANTÍGONA. (Al pueblo) ¡Tomadme como ejemplo! Yo soy ahora la víctima, pero no la primera ni tampoco la última. ¡Ay, de vosotros! CREONTE. Intentas dividirnos, Antígona, y divididos, la ciudad caerá en manos del extranjero. ANTÍGONA. ¡No! ¡Mientes! CREONTE. Injurias a tu patria, insolente. Pero has de saber que ella te ha condenado. ANTÍGONA. ¿Quién me ha condenado? No es para mí una patria un lugar dónde deba doblar la cabeza. ¡Ay, cuán pocos quedan en la ciudad desde que tú la gobiernas! CREONTE. ¿No has oído hablar de la victoria? Alégrate con nosotros. (Se escuchan panderetas a compás) CREONTE. Es la hora, Antígona. ¿Oyes a lo lejos? Prepárate para tu último viaje. (Al público) Ella es quién ha escogido sus propios actos y su muerte. CORO. ¡Ella es quién ha escogido sus propios actos y su muerte! ANTÍGONA. ¿Os burláis de mí, os burláis de mí? Mejor morir de pie que morir aplastados. CORO (cantando con las panderetas). CREONTE. También ella comió en otro tiempo el pan sabroso que se cuece en nuestros hornos. ANTÍGONA. Ese pan que se me ofrece, no es el pan que comí antes. Antes fue el pan de justicia, dulce pan para mi hambre. Soplan vientos del tirano, vientos manchados de sangre. Ayer fue mi hermano, y hoy… ¡Tú serás quien la derrame, tú serás quién la derrame! CORO. ¡Yo seré quién la derrame, yo seré quién la derrame! 3


ANTÍGONA. Que nuestro grito desgarrado se escuche por todas las ciudades. Este pan ya no es mi pan, ni este aire es ya mi aire. Morir prefiero mil veces, morir antes que callarme. Este pan ya no es mi pan, ni este aire es ya mi aire. (Antígona antes de salir, mira alguien del coro, su hermana Ismene, esta hace ademán de ir en su ayuda pero alguien la detiene). (En esta escena está el avión, pero podemos dejarlo para el final). NARRADORA. El pueblo gritó y el tirano lo condenó a muerte. Desde entonces los relojes siguieron impasibles marcando las horas. Y la sombra de Antígona, que caminaba hacía la muerte condenada por defender la libertad sagrada de su pueblo, se pasea por todas las ciudades del mundo. Hubo muchas Antígonas en la historia y muchos Creontes que las condenaron a muerte.

CANCIÓN. ¡Ay de mi Tebas, ay de mi patria, ay de mi tierra tan engañada. Ay de mi Tebas, ay de mi patria, ay de mi tierra tan aplastada. Ay de mi Tebas, ay de mi patria, ay de mi tierra tan humillada. Ay de mi hermano, ay de mi hermana, sola y condenada! (Mientras Antígona se la encadena, simulando la cueva o la muerte. Quedan dos en escena, Ismene derrotada y alguien la sostiene). ISMENE. ¿Por qué callamos? Si ellos lo saben, ¿Por qué se callan? ¡Ay de mi hermano, ay de mi hermana! ¿Cuál es nuestra venda, cuál es su mordaza? ¡Ay de mi Tebas, Ay de mi tierra, Ay de mi patria! Hermanos, hermanas. No cantad más vuestras ruinas, dejaros de lamentaciones, lucha por tu casa, por tu tierra, por tus hijos. Antígona se rebeló contra el tirano, contra sus leyes injustas, pero estaba sola frente al tirano. Sola. Y por eso el tirano la condenó a muerte. Porque estaba sola, la condenó a muerte. Sola. ORACIÓN II (Aparece Abel, detrás aparece otro, Caín, el primero no lo ve, Caín se ve indeciso, se va y vuelve a entrar, se dirige a su hermano. Este lo ve). ABEL. (Alegre y con sorpresa) ¡Caín! (Caín avanza rápido hacía él, lo reduce, golpea y mata.). CAÍN. ¡Santo Dios! ¡La sangre inunda su semblante infeliz. ¿Qué es lo que he hecho? ¡Oh, fiero golpe! ¡Detestable rabia! ¡Ay, mísero de mí! ¿Qué es lo que he hecho? ¡Abel, Abel, reanima tus sentidos! Abre esos ojos lánguidos y yertos que me hielan de horror. ¡Ah, vuelve! No te aborrezco a ti, yo me aborrezco. Un movimiento. Dios, haz que

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respire. ¡Ay! La esperanza para más tormento. Me quiere alucinar. Es un suspiro. ¡Qué dolor despedaza mi alma en este pecho criminal! (No sabe qué hacer. Intenta escapar. Comienzan a aparecer hombres y mujeres) TODOS. Caín, ¿qué has hecho? ¿Qué has hecho? Caín. ¿Por qué lo has matado? ¡Qué has hecho! La voz de la sangre de nuestro hermano clama en esta tierra. La voz de la sangre de nuestro hermano clama en esta tierra. ¿Dónde está Abel? ¿Dónde está tu hermano? ¿Dónde está tu hermano? (Lo acorralan hasta que él, desesperado, grita) CAÍN. No sé, ¿soy yo acaso el guardián de mi hermano? TODOS. ¡La voz de la sangre de nuestro hermano, clama en esta tierra! ¡La voz de la sangre de nuestro hermano clama en esta tierra! CAÍN. Es un hermano. Ya no lo tengo. No tengo más que el horroroso espanto de vivir solo, de los hombres lejos, conmigo y con mi crimen. ¡Desdichado! (Lo agarran entre todos, y le señalan un signo en la frente. Es la maldición de Caín. Todos comienzan a salir lentamente. Queda solo) (Sonido del tambor)

ORACIÓN III. NARRADOR. Fue en los primeros días del mundo. Un hombre, Caín, mató por envidia y ambición a su hermano. Desde entonces, las luchas de los hermanos contra hermanos, de los hijos contra los hijos se repiten en cada casa, en cada pueblo y en cada patria. Hombres y mujeres son arrastrados a las cárceles, condenados todos a morir. (Un lugar cerrado. Hombres y mujeres. Una cárcel de judíos durante la Segunda Guerra Mundial o Guerra Civil española. Bajan simulando el camión que los llevaba al paseo para el fusilamiento.) MILITAR. (Buscar lo que le decían a los rojos los fascistas) UNO. No hay rostro ni nombre que nos llamen… OTRO. Sí. Tienen un número en la ficha de fusilamiento. UNO. No hay campo ni tierra que labrar… OTRO. Sí, ya están labradas de cadáveres y sangre. UNO. Ya no tienes hijos ni mujer que te abracen… JOVEN. (Provocados por estos recuerdos, grita) ¡Nooo! 5


(Entran represores-fascistas) MILITAR. Prohibido gritar, perros. La única salida de esta cárcel es el fusilamiento. Nuestra patria está manchada con vuestra sucia sangre. ¡Fuera¡ ¡Fuera¡ Tú serás el primero. ¡Gira, perro, gira! SITUACIÓN TERCERA. Situación de levas forzosas y masacre. MILITAR. De estas tierras, arrancad a los más fuertes. Elegid a los más fuertes. Todos para morir en la guerra. Una plaza del pueblo. A la caída de la tarde. A un lado, un grupo de soldados en postura marcial y un militar, paseando con impaciencia. Un sacerdote se prepara para santificar con su palabra la leva forzosa, el reclutamiento de los jóvenes del pueblo. Los hombres y mujeres, apiñados, esperan defender su última sangre. Las mujeres desafiantes muestran sus ojos llenos de rabia y odio. No será fácil que se lleven a sus hijos. Ahí están ellas para defenderlos formando una barrera. En los hombres solo quedan miradas resignadas, cuerpos obligados, miedo y miseria. SACERDOTE. (Desde un púlpito) Hermanos, es necesario defender a la patria. Luchar contra el enemigo que quiere devoraros. Dios que está entre nosotros, no permitirá que sus queridísimos hijos caigan en manos del poder satánico, que sean ofrecidos en holocausto a falsos ídolos. Que nadie tenga temor a la muerte. Christum patiens usque ad morten et morten auten crucis. Mujeres, dejad id a vuestros hijos voluntarios a la guerra. No temáis a la muerte, hermanos. ¡Defended a la patria! Es necesario, hermanos, abandonar la casa. Yo, en nombre de Dios, bendigo vuestros fusiles y cañones. Es necesario destruir al enemigo. Dios, que siempre ha estado con vosotros, hoy se hace español para destruir al enemigo. (Mientras el militar ha ido extrayendo violentamente del pueblo a hombres y mujeres. Arrancándolos. Se defienden como fieras, abrazándose, desesperados). ALGUIEN GRITA. (Desde lejos) Terror y miseria. Hombres y mujeres son deportados a los campos de concentración. (Recrear la escena del trabajo en el campo de concentración. Ritmo endemoniado, terrible, exasperante. El látigo se levanta contra ellos violentamente. El incesante TAMTAM de la percusión marca el ritmo. Vueltas infinitas, cada vez más rápidas. PARAN. Todos buscan sus comidas servidas en cuencos de barro. Vuelta al trabajo. Un hombre cae muerto lanzando un grito desgarrador al caer. La cadena de se ha roto. El guardián golpea violentamente al caído. Todos gritan estupefactos. A patadas lo apartan del suelo.) MILITAR. ¡Vamos, perros seguid, seguid! HOMBRE. (Grita) ¡Cobarde! 6


(Ataca al guardián golpeándole. Fuerzan entre ambos. Un nuevo grito. Muerte. Todos caen extasiados.) SACERDOTE. ¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra! Guerra a los hombres de mala voluntad. Que nadie tenga temor a la muerte. El rey de reyes, Cristo, señor de los que dominan, os llevará a todos a la victoria. ¡A la guerra soldados, a la guerra! A esta guerra, yo la llamo, cruzada de la Liberación! (Todos acometen contra un enemigo imaginario. Finalmente terminan por destruirse entre ellos mismos, en una guerra de hermanos contra hermanos. La escena queda llena de sangre. Los hombres amontonados. No hay vida.) (Entre los espectadores. Salen un hombre y una mujer. Pasean entre los muertos. Se colocan en lugares opuestos, lejos el uno del otro. Mirando al público. Es la madre patria que nada pudo hacer por este, su hijo.) HOMBRE. Fue el tiempo de la guerra. MUJER. Ocurrió en una fecha exacta. 1936. HOMBRE. Como todas las guerras que han sido, son, y serán. MUJER. El tiempo de la guerra. 1936. HOMBRE. Enmudecieron los pájaros y los hombres. MUJER. Y hablaron los fusiles, los cañones y la muerte. HOMBRE. Y enmudecieron los mares y los peces. MUJER. Y las sirenas de las fábricas. HOMBRE. Hubo un gran silencio. MUJER. Y por eso los cielos, se pusieron rojos de ira. HOMBRE. ¡Y de vergüenza! MUJER. Fue aquí. ¡Aquí¡ Dónde todo se tiñó de ira por la vergüenza. HOMBRE. Fue en el tiempo de guerra. MUJER. Ocurrió en una fecha exacta. 1936. (Silencio) Y las voces de los hombres clamaban. TODOS. ¿Qué será de nosotros? ¿Qué será de mis hijos? ¡Qué será de mi tierra? ¿Qué será de nosotros? HOMBRE. Y nadie respondía.

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MUJER. Lo diré. Seréis víctimas y verdugos. ¡Caín! ¡Caín! ¿Dónde estás? Has matado a tu hermano. ¿Por qué te escondes? Has pisoteado su semilla para que no germinara. Pero no podrás borrar su recuerdo. (Cae rota por el dolor, el hombre se acerca a ella e intenta levantarla). Pero no podrás borrar su recuerdo. Hijo mío, ¿qué te han hecho? Abel, ¿qué te han hecho? HOMBRE. Madre. Me han pisoteado y escupido a la cara. Me duelen las manos y no me quieren aflojar las cadenas. Me van a fusilar, madre. ¿Me oyes? Me van a fusilar. Nos sacarán de la casa y apartarán de la tierra. Hemos arrastrado nuestros pies por caminos polvorientos. Todo por defender la tierra. Todos porque otros quieren ser los dueños de la tierra. Nos han apartado de la tierra, nos han sacado de nuestras casas. Nunca volveremos. MUJER. ¡Nunca te olvidaremos! HOMBRE. Un recuerdo a cambio de nuestra vida. MUJER. ¡Un monumento! Tendrás un monumento con tu nombre en todas las ciudades. Serás ejemplo por los siglos de los siglos. HOMBRE. Yo no quería morir. Yo no quería morir. TODOS. Yo no quería morir. Yo no quería morir… MUJER. Hijos míos. ¡Todos eran mis hijos! (La sombra de un avión-cruz sobrevuela la escena. La muerte. Se escuchan las voces inhumanas de todas las víctimas de la sangrienta guerra. ) VOZ EN OFF. Va nombrando una a una todas las guerras del mundo con el sonido insoportable da aviones de combates. Guernika destruida.

ORACIÓN IV. LAS VOCES DEL VIENTO. (Comienzan a encender las velas, ceremoniosamente ocupan todo el espacio. Mientras van colocándolas van tirándose en el suelo y recitando las voces del viento. Quedan muertos. Realizamos aquí la foto del TL en la que todos muertos en el suelo pero utilizamos también la altura, paredes, etc., que nos proporciona el espacio) COROS. ¡Pero ellos nada saben! ¡Nada! ¡Ellos los del arado y el surco! ¡Ellos! 8


¡Los que están ahí, sembrados, esperando y sin saberlo a que alguien ordene que los arranquen de la tierra sin nombre en que nacieron! Esperando que alguien ordene que los carguen en camiones y que se los lleven lejos. Porque nunca han sido timoneles de esta historia que ni escriben ni escribieron. ¡Ellos! ¡Los que llevan una fecha grabada a sangre y fuego! ¡Sí, de ellos! Aunque no lo sepan, de todos ellos son las voces del viento! (Se confunden con el público, excepto una que queda en el centro) Son de ellos, de los que sufrieron. De los que han perdido a sus hermanos De los que llevan una fecha grabada a sangre y fuego. ¡Sí, de ellos! De todos son las voces del viento. De los fusilados. De los que se fueron. De los que no queda memoria. ¡Ay de sus voces, humanas una vez, ahora las del viento¡ Son voces que se acercan, que resuenan en la estepa, en los desiertos. Voces salvajes. Gritos inhumanos. ¡Animales¡ ¡Voces para que la sangre de los esclavos deje de regar la tierra! Voces para que la sangre de los vencidos deje de regar la tierra. TODOS. ¡Nuestra tierra! (Lentamente han desaparecido por todo el espacio, colándose por todas las entradas y salidas de la plaza. Como voces que se alejan.) MUJER SOLO. ¿Quién escucha ya sus voces? Si sus voces forman parte del silencio. Un silencio que se extiende más allá de las fronteras de Polonia, y que pasa por encima de Alemania y Portugal. Y por encima de las orillas del Ebro, por los anchos campos de Castilla. Y por las extensas marismas del Guadalquivir. Y que apaga el griterío de otros pueblos cuyos nombres no pasaron a la historia ni dejaron en nosotros un recuerdo.

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IV. ORACIÓN DEL HOMBRE.

Yo te condeno hermano Porque mi rostro y mi voz Fueron borrados de la tierra En nombre de la paz!

Yo te condeno, hermano Porque eres el dueño de mi casa Y de mis palabras.

Yo te condeno, hermano Porque mueves los aviones Y los campos de combate!

Yo te condeno, hermano Porque sabes el secreteo De las armas destructoras Las que sellan nuestras bocas Y destruyen las ciudades!

¡A ti! Causante de la guerra, Del hambre y de la muerte.

¡A ti! Que firmas los tratados Y luego no los cumples.

¡Yo te condeno, hermano Porque me has enseñado 10


El odio y el dolor. Y me has lanzado sin piedad A los campos de batalla!

(Se escucha un Martinete) Soplan vientos del tirano, vientos marchitos de sangre. Ayer fue la de mi hermano, no pudimos ayudarle nadie. Prefiero morir 100 veces, morir antes que callarme, nuestros gritos desgarrados, se extienden por las ciudades. Este pan ya no es mi pan, ni este aire es ya mi aire. Y si no es verdad, eso que estamos diciendo, si no es verdad‌ Que me quemen, ¥Ay!, los ojitos primo, si me los quieren quemar.

FIN

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