Límite

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Autor: Tamara Moreno García y Paula Yanguas Tendero Diseño, maquetación e ilustración: Tamara Moreno García Año 2014 Depósito legal: M. 2.237-2014 ISBN: 958-63-962-1237-5


Nos movemos por básicas apariencias, a veces, ni tan siquiera nos molestamos en conocer a esa persona, simplemente nos limitamos a juzgar. No preguntamos, y ni nos planteamos las causas de qué le ha llevado a ser así. No nos entendemos ni a nosotros mismos, pero, lo bien que nos sentimos cuando alguien nos escucha, cuando alguien se detiene para preguntarte qué tal el día... Somos reflejo de nosotros. Este libro es mi reflejo. Un reflejo que con el apoyo e inspiración de Paula no hubiese sido posible. Gracias, por lograr sacar muchas cosas de mí. Tantas que me asusto al volver a pensarlas. Gracias Paula.


Te miro y no lo entiendo. ¿Qué haces ahí solo, lejos, tan quieto? Te crees inalcanzable y lo que eres es inaccesible. Y todo por tu culpa.


Deberían dejar de decir eso de que en ti se halla la utopía. Porque lo único que guardas en el interior, más allá de esa línea recta perfecta, Por donde se esconden y desaparecen el sol y la luna (Vete tú a saber qué hacen ahí dentro, esos segundos en los que se rozan) Lo único que ocupa tu ser y no serlo, es la soledad, debida a tu narcisismo. ¿No te cansas de hacerte el difícil? ¿Merece la pena vernos sufrir, arrastrándonos tras de ti? Y a cambio... ¿Qué? El vacío más absoluto. Porque estás hueco. Y considero, que te tenemos idealizado... No eres sueño, eres falso reflejo de ti mismo. No eres meta, eres mentiras, buscando llegar a ella. No eres el cielo, eres abismo. Nunca llegaré a ti, pero... Tú tampoco lograrás llegarme. Horizonte, olvídame. Yo no te doy por inalcanzable.



Se presenta como una puerta. Esa que supuestamente cruzarás y encontrarás la vida. El secreto. Pero esta puerta no sabrás nunca si está cerrada. No verás luz en el suelo, a través de la rendija por la que el lobo suele meter la falsa pezuňa, embadurnada de harina, para engaňar al tierno cabritillo y devorar todo lo que es. Sus miedos y fantasmas también, pero sobre todo su piel.

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Se presenta ya no lejana, se presenta como nube de fantasía, imposible, pero deseada. Y es que a él van a parar las nubes cuando cae la noche. De él asoma el sol, tímido de él y regala todo su esplendor en forma de rayos de luz. Pero al final del día los recoge y ya no nos queda ni el calor de lo que fueron. Se los lleva, quién sabe a dónde y los retiene. Los oigo llorar, cada día que no les permite el sol, visitarnos. Porque se sienten inútiles, tan brillantes, tan encerrados. Los días de tormenta, la lluvia y todo su ejército de pequeňos ápices acuosos, van de cabeza a él. Y de nuevo, desaparece ante nuestra vista, perpleja, otro fenómeno de la naturaleza, sin darnos tiempo a reaccionar. Mientras nuestra piel se seca y olvidamos por completo, que hace un momento, en ella impactó el agua.

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Volvemos a estar solos, y de soledad nadie sabe más que la luna. Tan bonita, tan alta, tan inspiradora. Pero tan hueca. Por qué... ¿Acaso crees que un cuerpo tan grande, que pasa tantas horas ahí, sin nadie, no se siente desgraciado y desdichado? Porque nadie sube a jugar con ella y se encuentra tan vacía. Le dedican mil canciones y todas las rechaza, porque no son más que mentiras e intentos de conquista. Pero... ¿Quién va a conquistar la luna? No hay nadie a su altura.

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Me han dicho, todos a los que he preguntado, que más de una vez han oteado el horizonte y han deseado alcanzarlo. Cuando se asoma por aquella colina, cuando se oculta tras unos pinos, cuando el mar parece abrazarle, y hacerle suyo. Se funden en un acto carnal, repleto de sentimiento. Pero no llegamos a comprenderlo. Solo vemos el agua muriendo, al fondo, a lo lejos, tras el beso del horizonte. Cayendo profundamente dormido. Y que han recorrido parques, prados y bosques, corriendo, siendo incluso no tan niňos, detrás de él. Dicen incluso que han llegado a sentir que se acercaban... Se han imaginado rozándolo, con la punta de sus dedos y dejándose llevar por lo que quiera que sea que allí, al fondo, esconde.

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Me han dicho que lo llamais utopía. Que es él quien guarda todos vuestros logros futuros y vuestra felicidad venidera. Que ansiáis su sabiduría. Que es todo lo que necesitáis, para saber quiénes sois, al fin, encontraros y situar vuestro sitio en el mundo. ¿Pero no veis que no está lejos? ¿No veis que es una de tantas quimeras? Dejad de crear trincheras para ir aproximándoos. En busca de su conquista. El horizonte es abismo, no se entiende ni a sí mismo... Abrid los ojos, maldita sea.

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No existe. Podeis verlo todo lo que querais, pero no es esa idea que os hacéis de él. Siempre habéis necesitado alguien-algo superior. Y por ello creasteis a los dioses. Siempre habéis buscado explicaciones. Y en consecuencia, mirad dónde estamos. Siempre requiriendo algo a lo que amarrarse cuando viene la tormenta. Pero es que él, está de parte de ésta... Una meta situada más allá del camino. Que se hace eterno. Siempre estableciendo vuestros objetivos, donde la vista apenas alcanza. Donde nunca podréis llegar con vuestras manos. Los pies se os quedarán fríos de pisar el mar, yendo a agarrarlo. Y no lo conseguiréis. Conseguiréis aire.

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Porque el horizonte es esto, nada. El horizonte es el obstáculo, que os habéis establecido como final, porque sabéis que no lograréis estar ante él. Superarlo. Dejarlo atrás. El horizonte es ese “Maňana me pongo” calculando el tiempo exacto para llegar a hacerlo, aunque sea sin alma, sin ganas. El horizonte es la mano que crees que tendrás siempre que caigas. Pero cuando lo hagas verás brazos, sí, pero dándote la espalda. El horizonte es abismo, donde nos ponemos el límite, el máximo de seguir cayendo. El horizonte no es mar por explorar. Es malo conocido, aunque no lo creáis. No bueno por conocer. El horizonte no marca las normas, no es dueňo del mundo, no es seňor de la vida. No es misterio ni es incógnita.



Solo es miedo... Es “mejor después...” Es “el aňo que viene...” Es “la próxima vez”, de nuevo. No es puerta, porque no encierra nada. No es fantasía ni es magia. No es führer de la luna, es sol, la lluvia y el tiempo. No debe ser deseo y sueňo, para ningún niňo, joven o viejo. No debe ser respuesta para nadie. No es amante del mar, ni le da sentido a su paisaje. No es utopía, no es felicidad, no es caer en la cuenta. No da sentido a la vida, no cura una herida. No veis... Que no es nadie sin vosotros. Que lo tenéis delante... ¿Estáis ciegos? Podéis rozarlo, besarlo, acariciarlo con vuestros dedos. Podéis pintarlo o trazar líneas sobre él. Tomar su esencia en una fotografía y quedárosla para vosotros. Llamadlo “Mi horizonte” porque realmente, es vuestro. Está a la misma distancia, que esas ganas de cumplir tus sueňos. Está tan cerca, como de un avión está el cielo.



Sois vosotros quienes establecéis hasta donde llega vuestro horizonte. Es vuestro el derecho de mandarlo lejos o tenerlo tan cerca que lo sintáis latir, dentro. Porque vuestras metas, están a la distancia que vosotros le ponéis. El tiempo es aire que vosotros respiráis, a la velocidad que se os antoja. El horizonte, en realidad, es tu reflejo. Es quien eres tú. Es hasta donde llegas, cuanto das de ti. Es motivo de sonrisa y culpable de llanto. Pero tú le marcas el ritmo. Tú estableces cuan inalcanzable quieres hacer que parezca. El horizonte... Está ahí. Y eres tú mismo.

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Número de ediciones: 1 Formato: 27,5 x 14 cm Tipo de papel: Couché mate 100 gr interior Encuadernación japonesa Este libro se ha terminado de realizar en Junio de 2014 como parte de un trabajo realizado en la EASD - ADGE de Vitoria-Gasteiz.







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