Monólogos

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Ser o hacer, esa es la cuestión. Imaginaos que si pudiéramos decidir lo que serán nuestros hijos de mayores nada más nacer, el mundo estaría plagado de médicos y abogados, gente de finanzas y altos cargos. Este tema dio lugar en 1997 a una película de ciencia ficción titulada Gattaca (del mismo director que el Show de Truman). En ella se narra cómo será el futuro: las capacidades individuales de las personas serán reemplazadas por las capacidades genéticas, haciendo que nada más nacer se pueda saber, gracias a su código genético, que profesión tendrá una persona e incluso la cantidad de años que va a vivir. Esto hace que los bebés nazcan de manera personalizada, intentando que sean lo más perfectos posibles. Pero realmente, ¿somos lo que hacemos? ¿O lo que hacemos determina quiénes somos?

Uno de mis pintores favoritos, Gustav Klimt, decía “quien quiera saber algo sobre mí debe contemplar mis cuadros con atención e intentar reconocer en ellos lo que soy y lo que busco”. Afirmaba con esta frase que él era lo que hacía y que su obra lo definía totalmente como artista y como persona. En mi opinión Klimt tiene razón pero sólo porque todo lo que envuelve al arte es otro mundo separado, tanto que incluso no está claro qué se considera arte y qué no. Con respecto a lo demás podemos decir que somos escritores porque escribimos pero no porque escribamos somos escritores. Además, el día que dejemos de escribir dejaremos de ser escritores? Por

eso

creo

que lo que hacemos condiciona lo que piensen los demás sobre nosotros, como la madre de Forrest Gump que le decía que “los tontos son los que hacen tonterías” pero que no por hacer tonterías nos convertiremos en un tonto, sólo las personas pensarán que lo somos.

En conclusión, somos lo que somos no por lo que hacemos sino por lo que pensamos, pero lo que hacemos condicionará lo que piensen los demás de nosotros y esto a su vez lo que nosotros pensemos de nosotros mismos.

Mariela Cores Pérez


“Yo soy” vs. “Yo hago”. ‘Facta, non verba’. Esta cita latina, que significa: ‘hechos, no palabras’ define perfectamente lo que pienso en este aspecto. Porque, ¿Qué importan la pura palabrería, si después lo que decimos no se demuestra con los hechos o incluso se contradice con los mismos? Pues, aunque, por supuesto, no carecen de importancia nuestros principios, nuestras ideas, incluso podría decirse nuestra esencia, ¿qué valor tiene si se traiciona? ¿De qué sirven nuestros ideales si no los defendemos? Por desgracia, el ‘yo soy’ no representado por el ‘yo hago’ es más común de lo que debería y define a muchas personas e incluso a sectores de la sociedad. Un ejemplo claro de ello es nuestra clase política. Pues los partidos políticos dicen que se identifican con unas corrientes ideológicas políticas y sociales y después, con sus medidas y decisiones gubernamentales, esto lo convierten en algo dudoso, dicho suavemente. No tenemos más que atender al gobierno actual, cuyo programa electoral no podría distar más de sus actuaciones en la realidad. Así, reitero la importancia del ‘yo hago’ frente al ‘yo soy’, sin olvidar que el primero debe servir de base al segundo, es decir, nuestros ideales deben sustentar a nuestros hecho.

Raquel Vidal Blanco


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