3 minute read

Manifiesto del artista que nunca es pobre

Manifiesto del artista que nunca es pobre. Texto de Kilenny Linares.

Que se vayan todos con sus ínfulas de superioridad al techo de su ego, que juntos tejan todos coronas de insultos y cada uno regrese a su destino como cual necedad se trate. Que me digan siete veces que no puedo y que yo me lo crea... que cada nación se burle de mi condición de migrante, y la de mis amigos. Todos unidos en un solo lado de odio, de sed de poder y de apariencias. Necesito la gente buena, los que se recuperan de un día para otro de tanta miseria, los que junto a mí escriben poemas para resistir, o lo escriben o lo pintan, algo hacen... y el que me ayuda o me halaga porque cree que así puede acercarse a mis carnes puede ir haciendo fila con aquello de lo que ni si quiera hablo porque ni tiempo merece!

Advertisement

Imagus

No soy una víctima, soy un dolor que crece junto a otros dolores que ya conozco y lamento pero son necesarios para descubrir los contrastes. Amo el frío de mis noches y arropo mis ganas de amar a los míos con tanta luz dentro. Les mando una cobija de amor a ese suelo que hiere, no se dejen arrebatar los sueños, somos infalibles, somos los dueños del barrio, limpiamos las escaleras de sangre, subimos la colina y tenemos el mejor mirador después de unos techos de zinc de personas viviendo ahí, igual que nosotros.

Manifiesto del artista que nunca es pobre 13

Somos la guerra a las injusticias, somos la resistencia a lo predestinado y a lo merecido, la clase que es pobre porque quiere o porque no trabaja, porque no se cansa, leemos sobre los tiempos, las cosas... y preguntamos mil veces si es necesaria nuestra existencia para responder con una imagen: La del corazón, la palabra de aliento y el uso de colores del cielo en cada suspiro, que sea azul, que se parezca al mar, a la esperanza de la gente que quieren ver morir de angustia.

Adagio (Algún espectador) Texto de Unai González.

No puedo creer en sus miradas tranquilas, no puedo creer en sus cuerpos esbeltos cómodos en la desnudez, tan cómodos y danzantes, felices abriendo las pieles, mostrando sus colores sin cicatrices. No puedo creer cuando el violín se desploma en llanto y un cuerpo boca abajo tocando sus partes sonríe de placer. No puedo entender como tantos cuerpos se juntan mostrando su felicidad al mundo que los ignora, siempre he creído que soy su único público. Soy de aquellos que aplauden atrás desde las gradas, solo. Soy el solitario aquel, que las luces eluden tal vez por fealdad, tal vez por simpleza. Soy aquel que llora en los asientos rojos.

Imagus

¿Cuántas noches las cuerdas me acompañaron en mi llanto? lloraban conmigo mientras mis sentidos se concentraban en largas piernas y partes nobles de chicas sonrientes y sus acompañantes de todo tipo. Cuantas veces he preguntado ¿por qué tanta soledad de este lado? Soy espectador del amor, soy espectador del talento, soy espectador de los ganadores, soy espectador de las mujeres y hombres con dentaduras perfectas. Todos hacen el amor y comparten sus alegrías. Yo aplaudo desde atrás de las gradas, aplaudo mientras un adagio suena y mis lágrimas corren sobre una sonrisa hipócrita.

Adagio 17

Algo ha cambiado en mí, no puedo aplaudir ni un gesto más porque es mi hora de ser visible, es mi momento de dejar de aplaudir y hacer que algún moribundo sonriente voltee hacia mí, aunque sé que no hay nadie. De algún modo Albononi me acompaña con esa pieza suya: -Señor respetable déjeme acompañar a sus cuerdas con un poco de color vivo. Déjeme acompañarle con un color caliente y vibrante. No quiero que esos violines que tanto lloraron conmigo, sigan llorando ni un segundo más. Un adagio suyo me ayudó en lo que más pudo. Que las cuerdas no lloren más y que mi pistola las consuele-

This article is from: