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TERCERA NOTICIA SEMANAL “La política central del Estado colombiano en cuanto a la educación es la privatización” En diálogo con SEMANA Educación, el senador del Polo Democrático Alternativo, Jorge Robledo, afirmó que la pésima política educativa coincide con un modelo económico y productivo pobre. En el marco de la pasada Cumbre Líderes por la Educación, el senador Jorque Enrique Robledo del Polo Democrático habló sobre la mala situación por la que atraviesa la educación colombiana. SEMANA Educación: ¿Qué opina sobre la política educativa colombiana? Jorge Robledo: La política central del Estado colombiano en cuanto a la educación es la privatización, pues la educación pública está cada vez es más mal financiada, y el problema de la educación privada es que puede ser de alta calidad pero es costosa, por lo que solo algunos pocos colombianos la pueden pagar. SEMANA Educación: ¿Y en calidad cómo estamos? J.R.: Es pésima, y eso hay que cambiarlo. Pero lo grave del asunto es que esa pésima política educativa, que cualquiera puede reconocerla, coincide con una igualmente pésima política económica y productiva. Y esa lógica que tiene el Estado concuerda con que Colombia no tenga suficiente industria, agro, que sea un país minero y la ciencia esté dirigida por empresas foráneas. Se puede concluir que estamos en el peor de los mundos, pues el sistema educativo está fallando y el gobierno no ha logrado cambiarlo, por el contrario, lo empeora. SEMANA Educación: Ante ese panorama, ¿cuál debe ser el rumbo que debe tomar Colombia? J.R.: Debe hacer un viraje de 180 grados, porque el conjunto de problemas que tiene el sistema educativo no se arregla con pañitos de agua tibia. Hay que definir la educación como una estrategia fundamental y determinante del Estado colombiano, con un aparto educativo adecuado que permita desarrollar al país. Lo que sí veo es que ahora está de moda hablar de educación, pero considero que pasadas las elecciones el tema se acaba y seguirán haciendo las cosas mal. SEMANA Educación: ¿Qué papel deben tener los medios de comunicación en la educación? J.R.: El principal papel que deben tener es una concepción democrática en la que los puntos de vista contrarios a los del establecimiento se pudieran expresar. Es lamentable que los medios se la pasen amplificando lo que dicen los que gobiernan, y cómo quienes gobiernan lo hacen mal, entonces la situación es lamentable. El llamado sería a que otros puntos de vista se pudieran expresar y todos los colombianos los pudieran conocer.


SEGUNDA NOTICIA SEMANAL Empiezan a bajar precios de unos medicamentos, otros siguen subiendo Juan Gossaín comparó los valores con otros países del mundo y revela el abuso en el mercado interno. Si podían cobrar mucho menos, ¿por qué estaban cobrando mucho más? Mi primera obligación consiste en decir la verdad completa: por fin empezó a bajar el precio de los remedios en Colombia. (En Colombia es más barato un ataúd que un remedio) Pero aún no ha llegado la hora de echar las campanas al vuelo ni de creer que la situación se volvió agua de borrajas. Apenas estamos comenzando. Es cierto que han bajado los medicamentos más costosos, para enfermedades como el cáncer, mal de Alzheimer, epilepsia, infartos y esclerosis. Sin embargo, hay muchas drogas más sencillas, de uso cotidiano, que siguen subiendo. (Nuevas burlas al precio de los medicamentos, según Juan Gossaín) Yo sueño despierto con la ilusión de que algún día el periodismo sirva para algo. Cien mil veces he dicho que un periodista no es más que la voz de los que no tienen voz. Por eso, a lo largo de los últimos dos años, he escrito tres crónicas, en las páginas de este periódico, sobre el drama de comprar un medicamento en Colombia, y me he tomado el trabajo de comparar precios con otros países del mundo, incluidos los del vecindario. Ahora, mientras investigo por cuarta vez lo que está pasando, abro mi correo electrónico y encuentro el mensaje que me envía Ana Consuelo Gómez Caballero, una artista a la que no tengo el gusto de conocer, directora de ballet y danzas experimentales en Bogotá. “Gracias a sus crónicas –me escribe–, la cajita de un remedio que yo tomo, llamado Xeroquel, bajó de 210.000 pesos a 10.000. Enhorabuena”. Me quedo pensativo y, lejos de sentirme halagado, lo que siento es más indignación. He ahí, completico, el tamaño de la infamia: si podían cobrar diez mil pesos, y ya iban ganando, ¿por qué estaban cobrando 21 veces más? Díganme quién le va a devolver esa plata a la gente. Esto es peor que un crimen: es una injusticia. La cadena del abuso Lo primero que hago es averiguar quiénes son los que han venido cobrando esos precios ofensivos. Se trata de una larga cadena de intermediarios, mercaderes, empresas de salud, algunos laboratorios y oportunistas políticos, amparados en la indiferencia del Estado, que a lo largo del tiempo, y a pesar de que la ley obliga a hacerlo, se negó a vigilar los precios de los medicamentos, incluso de aquellos que él mismo paga a través del sistema de salud. Hasta que el tumor maligno reventó en el año 2006. En esa época, los asesores del Ministerio de Salud recomendaron liberar los precios creyendo ingenuamente que la sola competencia los abarataría. ¿Ingenuamente? Entonces sí, quién dijo miedo. Ya no hubo dique que los contuviera. Algunas empresas prestadoras de salud (las famosas EPS) se sumaron al festival, creando sus propias compañías comercializadoras de remedios, a las que ellas mismas les compraban para venderle al Gobierno, en una terrible cadena de la felicidad, pasándose la plata ajena del bolsillo izquierdo para el derecho. A la hora de hacerle al Estado los célebres “recobros de medicamentos”, lo normal es que hayan incrementado quince o veinte veces el precio de una humilde pastilla. Se han descubierto monstruosidades como esta: por una droga para reducir el colesterol, llegaron a cobrar 3.000 por ciento de aumento. Agárrense: el promedio anual de lo pagado como sobrecosto por las medicinas llega a 500.000 millones de pesos. Medio billón. Los que están bajando –Los laboratorios descubrieron que el Estado pagaba lo que le cobraran y que la sociedad, por su parte, estaba aletargada –me dice un experto en asuntos económicos–. Fue entonces cuando abrieron la llave hasta donde los dejaron abusar. En esos casos, los economistas decimos que la discriminación de precios depende de lo elástica que sea la demanda. En lenguaje sencillo: se cobra según el ‘marrano’. Apenas ahora está empezando a corregirse el terrible atropello. En los últimos tiempos se han controlado los precios de los medicamentos más caros, como ya dije. Vean ustedes lo que valen hoy siete fármacos –solamente siete–


comparados con lo que valían hace apenas ocho meses, en noviembre del año pasado: Sabril: cápsulas para la epilepsia, especialmente si el enfermo es un niño. Valía: $ 415.000. Vale: $ 70.150. Bajó 83 por ciento. Avonex: para esclerosis múltiple. Valía: $ 2’674.352. Vale: $ 471.594. Bajó 82,3 por ciento. Reminyl: tabletas para el mal de Alzheimer. Valía: $ 113.297. Vale: $ 20.167. Bajó 82,2 por ciento. Casodex: tabletas para el cáncer de próstata. Valía hace ocho meses: $ 377.018. Vale hoy: $ 105.746. Bajó 71,9 por ciento. Mirapex: para el mal de Parkinson. Valía: $ 503.000. Vale: $ 196.000. Bajó 61 por ciento. Aromasin: para cáncer de seno. Valía: $ 1’523.886. Vale: $ 809.927. Bajó: 46,3 por ciento. Lantadín: para dolores crónicos. En noviembre pasado valía $ 51.000. Hoy vale $27.600. Bajó 45,8 por ciento. Exijo que alguien me responda la pregunta que ya hice: si podían cobrar mucho menos, ¿por qué estaban cobrando mucho más? Esto clama justicia. Yo no sé qué calificativo darle a quién le roba 83 por ciento de sus medicamentos a un niño epiléptico. (Como en el poema de De Greiff: “sí lo sé, mas no lo digo”). Y los que siguen subiendo ¿Por qué los laboratorios bajaron un 80 por ciento sin rechistar y sin hacer un solo reclamo? ¿Por qué? ¿Por qué? Ya dije, al empezar esta crónica, que no todo el monte es orégano ni la situación está color de rosa. Hay varios medicamentos que, lejos de bajar, siguen subiendo. Lo peor es que son de los que más utiliza la gente. Voy a poner algunos ejemplos de sus precios hoy, comparados, igualmente, con los de noviembre pasado: Glimepirida de 15 pastillas, muy usada por los diabéticos, costaba 25.000 pesos, pero hoy cuesta 36.000 (subió 44 por ciento). Neurontín de 10 unidades de 800 miligramos, para convulsiones, costaba $ 75.500 y hoy cuesta $ 114.300 (subió 51 por ciento). El Urocuad de 300 miligramos, para controlar el ácido úrico, subió 17 por ciento en ocho meses, al pasar de 21.850 pesos a 25.600. Nexium, para acidez y reflujos, subió 9 por ciento la cajita de 28 pastillas por 40 miligramos. En cuanto a las comparaciones con el exterior, seguimos en una enorme desventaja. La caja de Crestor de 14 unidades y 20 miligramos, que en una droguería de Madrid cuesta el equivalente de 96.368 pesos colombianos, aquí vale hoy 157.289. Diferencia: 39 por ciento. Y eso que los españoles ganan en euros, y su salario mínimo es tres veces mayor que el nuestro. El Gobierno contesta En mi condición de periodista, pero sobre todo de ciudadano, le envié por escrito una pregunta al Ministro de Salud: ¿estoy en lo cierto al pensar que están bajando los medicamentos más complejos y costosos, pero, en cambio, siguen subiendo los de uso cotidiano? –Su percepción es correcta –responde el ministro Gaviria–. Hemos puesto énfasis en los medicamentos más costosos, que es donde están las mayores distorsiones y los mayores abusos en relación con los precios internacionales. Es evidente que también empiezan a controlarse los precios de algunos remedios para la acidez estomacal o el colesterol. –Falta mucho por hacer –agrega el Ministro–. En el mercado se produce una competencia saludable, que debería rebajar los precios, pero los médicos siguen prefiriendo los medicamentos de grandes marcas, y eso impide que la sola competencia sea suficiente para bajarlos. Tenemos un gran desafío por delante. Sabrá Dios qué razones tienen los médicos para que, como dice el Ministro, solo receten los medicamentos más costosos. Epílogo Hay que bajar los precios, pero no hay que bajar la guardia. Lo estamos logrando pero todavía nos falta por recorrer un trecho muy grande. Los ciudadanos deben seguir reclamando, presionando, protestando. Hay que continuar la lucha


con el mismo ahínco para que también cobren un precio justo por los remedios de uso masivo, los que la gente compra diariamente en la farmacia para una gripa o una agriera. Porque no hay derecho a que en Colombia una cajita de pastillas para la presión arterial valga más que un salario mínimo. Y, a riesgo de volverme cansón con mi cantaleta, insisto en la pregunta que vengo haciendo a lo largo de esta crónica: ¿quién va a devolvernos la plata que nos han esquilmado en todos estos años? Son 500.000 millones de pesos anuales, imagínese, usted. Una observación final: en el año 2009 la revista Pharmaceutical Today, vocero de los laboratorios internacionales, publicó un extenso artículo en el que presentaba a Colombia como uno de los lugares más atractivos del planeta para hacer negocios. Viendo los precios que nos cobran, y lo que nos han quitado, estoy empezando a creer que tienen toda la razón. Juan Gossaín Especial para EL TIEMPO


PRIMERA NOTICIA SEMANAL

Las 10 Estrategias de Manipulación Mediática En este artículo: Estados Unidos, Medios de Comunicación, Noam Chomsky, Terrorismo,Terrorismo Mediático

Artículo redactado por Sylvain Timsit, recogido en Pressenza: ”10 Estrategias de Manipulación” de los medios: 1. La estrategia de la distracción El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”. 2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos. 3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez. 4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento. 5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”. 6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos… 7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea


entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”. 8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto… 9. Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución! 10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.


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