trama Y urdimbre
Emilia GarcĂa Miguel segura
urdimbre
Emilia garcĂa
Con pañuelos transparentes, con pañuelos de sangre, aquí me llega, traspasada de latidos tu ternura. Si el péndulo de la noche reposa su ritmo oscuro y la aguja del deseo se perfila en el costado sin sueño de la luna, aquí tengo la sed y el oasis de tu cuerpo. Aquí estás, marinero de mis aguas, compañero, en el vientre de mi tiempo. Sobre el cauce abierto de tus labios. Vértice ancestral que al cielo clama. Herida de tierra que grita, y se expande, y arrasa los ecos del pecho y las cavernas. Sobre las llanuras que en mis ojos tiemblan y surten los tibios manantiales de tu garganta.
Sobre lo invisible que entre luces centellea, abierta tu alma en canales y granadas. Sobre tu sed y tu hambre, y tus sueños, y tus ansias. Prolongación inaudible de campanas. ¡Cántico de Catedrales! Sobre tus manos, espejos que me recrean, quiero verterme:
Eres para mis manos. Lo sabe tu cintura, esa mar viva en la que incesante te busco. Antes del primer recuerdo eras jinete de mis fantasías, amante audaz. Nómada de la pasión crecida de los sueños. Tu risa, tu piel de bronce. El agua-noche de tu pelo. Tu boca y su voluntad húmeda, ya eran mías.
En las soledades últimas, en la noria punzante de destellos, te buscaba. Me crecías tanto, que no tenerte hubiese sido la desidia final tolerada al cielo. Comenzaré por el centro, cuando, abierto a los crepúsculos desnudes el corazón. Roja y silenciosa fundiré tu espacio con un crepitar lento. Adentraré en tu vertical simetría. Y en los cipreses de aguja de tu aliento, extenderé amorosa la cintura de mis días. Dejaré un lugar para el recuerdo. Nieve y violeta en la cumbre del latido. Y cuando ya, ebrio por mi efluvio me sientas en tu ser incorporada, un viento transparente nos sorprenderá de cuajo, irremisiblemente unidos.
Caerá el tiempo con un murmullo aéreo de hojas. Sobre la memoria abrirán sus venas los tallos. Y las raíces, ciegas voluntarias, bebedoras de filtros subterráneos, peinarán del sol la sepultura. Caerá el tiempo. Sobre el telón sin fondo, una gota derramará su agonía. Quizás, como ahora, la acera escupa la nube calle abajo. Y tú y yo nos bebamos la tarde, en apariencia furtiva. Se suceden las notas y mi amor emigra de las terrazas.
Nada existe ya si no es voluntad tuya, la de tus ojos cuando se abren hacia adentro mientras el mundo se difumina. Yo me quiero así, vuelta hacia tu cuerpo. Nada importan los fluorescentes, los semáforos, las esquinas y su cortante acritud. Nada importan el mundo ni la libertad reimpresa sobre libros como edificios. Tus brazos son mi verdad. En tus besos comulgo. ¿De dónde me viene tu olor? Invisible sentir tatuado en mis genes. Querencia que a mi ser desborda. Precipitación de venas y afluentes. Sabor de selvas y tambores de mieles.
Te amo. Lo sé porque me lo grita la sed desde el fondo de los ojos. Te lo digo, a veces veladamente. El día entonces se alza y nos ofrece el espejo que habita entre sus pies y la nada. Otras, te revelo el grito de mi vientre y se dilata el sol en el corazón de la mañana. Detenido. Quieto el mundo en la madrugada. Todo es silencio. Silencio son las estrellas. Silencio el día y el tiempo. Todo reposo. Todo silencio. Y nuestros cuerpos, de caricias traspasados, ascuas son al amor del silencio. Me desmayo por tu piel y de ella resurjo. Flor abierta, sobre agua de abrazos me sostengo.
Ingrávida llega la noche y son tus hombros dunas de marismas donde reposan mis besos. Allí, dilatada de amor, recojo los latidos. Los ahondo. Prolongo el eco. El aire se agita, serpentea, codicia el grito. En nuestros cuerpos se bordan las rojas huellas del deseo. Ajustaré mi conciencia a tu regazo. En las manos del viento desgranaré paisajes de recuerdos futuros. Antes y después los colores y las formas irrumpen, traspasan. Se afanan centrando el alma. A veces, un dolor dulce cual lluvia de mariposas, la contiene. Y en su desazón alada un destello la cruza.
Es la tuya, que emerge. Se alza cadenciosa. Sobre el estelar pentagrama dos gemelos se arrullan. Me abandono poseída de sol al estremecimiento antiguo de tu abrazo. Abres mi cuerpo, no importa en qué página. Sobre el dulce blanco de la sorpresa una historia recreas. Me habitas a ritmo de fuego y mientras crece el crepitar y la llamarada crece, ya en oro líquido inundada, al vuelo tibio de tus labios, mansa, me vuelvo. Despertar. Ahora que el azul se desata en invocaciones sobre la costa de tus labios Emergen los sueños de ayer trenzados en soledades. De la oquedad del tiempo los rescatas.
Sobre mis hombros desnudos, espejos ya de corales, vivos y palpitantes los escancias.
AsĂ, con la aurora en el talle, visibles los sentidos y las formas, al oleaje de tu vientre me vuelco.
Deseo ya hecho carne.
trama
miguel segura
Me tejes el asombro con tu risa lanzadera afán horizontal de mis deseos. Tensas el arco de tu boca y me irrumpes por umbrales de silencios. Todo el engranaje se estremece como bronce de antiguas catedrales. Todo se estira, atento, al concierto de seda de tus pasos, rindiéndose la razón a la voluntad de los cipreses. Me abordas blanca y azabache como salto de pantera. Con enigmas de pirámides detienes el destino en mis arterias. Cesa el aliento. lo ilusorio se disuelve. Es entonces, mi amor, cuando percuten bóvedas en mis órbitas y la memoria bosteza vestida con la piel del universo. Me templas en tu playa de corales. De ella emerjo vestido de destellos.
Arco de privilegios. Constelación apaciguada. Efigie boreal esculpida en lava. Amor, no creas que deliro cuando el magma serpentario que me habita, se desliza vientre arriba buscándote el corazón, con el temblor de los metales y el denso rotar del huracán. Bajo aquella cúpula sinfónica de destellos el tiempo se hizo tiempo de años. Fui arpa destemplada en bastidor de relámpagos. Filamentos verticales pigmentados de montaña. Altura con sospechas litorales. Contigo fue el encuentro inacabado asombro y embeleso. Trayectoria ineludible. Nido de acantilado. Ruecas en mis formas con tu seda fascinada y es tu urdimbre la senda que al sol me encara y a la sal de tus ojos me remite.
Aristas de piedra antigua, ceniza lunar ya transformada. Crepúsculos de malvas incendiadas reflejo en mis pupilas. Tórrida contemplación de tu silencio. El alma me cincelas con tus versos. Retos del signo y la galaxia. Hoy he plegado el porvenir en el bolsillo y mi vientre se ha tensado de vanguardia. Me ha turbado el musgo de la piedra antigua y los amores sepultados a destiempo. Hoy te ha buscado la carne en mi presencia pero no ha visto tus ojos en mis cuencas. Como orca mansa me he devuelto sumergido en el talle que me atañe. Cruzando la ciudad los espacios se ensanchaban para dos. Presagio de magmas en el aire.
Se desploma la dura complicidad de las paredes. Hornadas de risa y abandono diluyen el silencio, como rápidos de montaña buscando el litoral. Hay madrugadas que se alzan jubilosas sobre la brea de noches sin luna. El vidrio desnuda su armadura y es el patio motín sin voz destilando bordones de octavas imposibles. Del fulgor de la nada he venido para verte. Ceñido al púrpura de un destello solar. Vertical y porfiado para reconocerte en la cima exacta, en la nieve pulimentada de cada amanecer. Una órbita dorada me recorre y en el cáliz estrellado que transporta, se me ha engarzado, para siempre, tu belleza triangular.
Urna diáfana de otoño bóveda vibrante de presagios. Concierto de cristales que confabulan centrífugos en mis arterias. Perfil de seda sobria modelada por el viento. Alada madurez que me embelesa. Blanco diapasón que tañe breve la muestra del resplandor de lo inasible. Cruzar los umbrales de tu vientre. Alcanzarte en el confín que nos concierne y acrisolarnos. Besos que son nudos de bengala inextinguida. Espuma colmenera en la cumbre de las olas. Suturas plateadas de heridas legendarias, galope rompedor de intimidades. ¡Guárdame el aliento en tus colinas de nácar! ¡Inviérteme el latido con la pulpa de tu risa!
¡Disuélveme esta sed en dorados arenales! Me derramo calle abajo entre danza de palmeras al son del aire, reteniéndote en las sienes. Latidos de rescoldo, bostezo de volcanes. Balance del espacio que nos media recordando tus contornos en la tarde. Ya es el tiempo una senda horizontal y clara, en busca de la noche de tus ojos. Ojos me liban el alma queriendo detener el tiempo. Oleadas de volcán en mis afluentes. Galopantes herraduras de azahares. Huracán inesperado en el costado. Y entre prímulas de tibias humedades, me derramo en tus veredas sin gastarme, con el cénit de mi amor al descubierto.
Este libro se terminรณ de imprimir en mayo de 2017. Se utilizรณ papel blanco de 100 g. Para las tapas se usรณ cartรณn de 2 mm. y papel de elaboraciรณn artesanal de 180 g.