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El diablo festivo en las fuentes contemporáneas
EL DIABLO FESTIVO EN LAS FUENTES CONTEMPORÁNEAS
Desde finales del siglo XIX diferentes fuentes han anotado la presencia del diablo danzante en el altiplano puneño, presentándolo bajo diferentes denominaciones: supay, diablillos, lanlacos, cusillos, huaca-huacas o, simplemente, diablos. En todos los casos, sin embargo, las descripciones asocian a estos danzantes con los mismos atributos y comportamientos. Personajes ambiguos, traviesos, atractivos y «grotescos» a la vez. En algunos casos, aparecen participando de prácticas festivas propiamente indígenas y, en otros, como personajes que acompañan a las comparsas musicales en los sectores mestizos urbanos, sobre todo, dentro de las agrupaciones de sicuris que recorren diferentes localidades del altiplano peruano.
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Una primera referencia contemporánea a los diablos danzantes aparece en las fuentes eclesiásticas. Establecida la diócesis de Puno, en la década de 1860, el obispo Juan Ambrosio Huerta, ordenó a los curas de su jurisdicción elevar informes acerca de las condiciones generales de sus parroquias y, en especial, de las condiciones y los «abusos» cometidos por los indígenas, quienes, según anotan los párrocos, mantenían prácticas y comportamientos «ajenos» a la religión, escondidos bajo símbolos y fiestas católicas.
Los informes elevados a la autoridad obispal denuncian una serie de «excesos» cometidos en las fiestas religiosas locales, algunas veces, en los propios templos, que eran «tomados» por los indígenas, y, en otros casos, en los cerros colindantes a las poblaciones. En todos los casos, el consumo de alcohol se asociaba a comportamientos libertinos y a «toda clase de desacatos y crímenes que la decencia no permite explicarlo», bajo el pretexto que esta es «costumbre de sus antecesores»54 .
En una de estas «denuncias» ubicamos la primera referencia contemporánea al diablo danzante en el altiplano puneño. El informe es elevado por el párroco interino de pueblo de San Andrés de Atuncolla, pequeña población perteneciente al Cercado de Puno, en el año 1868. En el documento, el cura solicitaba la erradicación de bailes «degenerados» como aquellos «con nombre de Lanlacos o Diablos», danza que era representada durante las festividades asociadas al Corpus Christi «porque sirve de
54. Véase: Estadística y otros documentos pertenecientes a la Curia, años 1868-1869.
Archivo del Obispado de Puno.
Denuncia sobre los abusos de los indios Relación remitida al obispo de Puno por Mariano Arriaga, cura de la doctrina de Atuncolla. Puno, agosto de 1868. Para el caso del altiplano peruano, las fuentes señalan que, si bien los curas de parroquia fueron, por lo general, permisivos con las prácticas religiosas populares, hubo determinadas coyunturas en que estas fueron «denunciadas» frente a las autoridades religiosas y políticas, siendo descritas como expresiones de «abuso» o inmoralidad de la población indígena. En el documento, el párroco denuncia la irreverencia de los bailes de lanlacos y diablos, cuya «indecencia» y escándalos generados por el ruido de sus cencerros, contraponen a la «solemnidad» requerida en las celebraciones del Corpus Christi.