labatallacultural AGOSTO DE 2015
EDICIÓN
NÚMERO 5
DIRECCIÓN
GENERAL ARAM AHARONIAN Y CARLOS ALBERTO VILLALBA
EDITOR
MIGUEL RUSSO
LA COPA MEDIO LLENA O LA COPA MEDIO VACÍA
10 AÑOS DE
TELESUR
Telesur es uno de los proyectos más importantes en la última década en América latina y el Caribe. Apadrinado por la Revolución Bolivariana y por el presidente Hugo Chávez, constituyó la primera tentativa seria de liberación audiovisual y de descolonización mediática que disputó hegemonía desde la comunicación alternativa con nuevos contenidos, agenda propia, formatos innovadores y mensajes masificados. “Yo soy Telesur”, decía aquel primer spot lanzado al aire hace ya una década, mensaje que fue retransmitido en la Argentina por la Televisión Pública. Telesur se presentaba entonces como una televisora que se ofrecía como multiestatal latinoamericana y cuyo lema, todavía hoy, es una determinación: “Nuestro norte es el sur”.
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ARAM AHARONIAN
lguna vez prometí –no recuerdo si sobrio o no– contar la génesis de Telesur. El problema radicaba –cuando hice esa promesa– en que a Telesur le habían salido tantas madres y padres que dejaban como falsa aquella sentencia de mater sempre certa… Es que ni siquiera puedo hablar del nacimiento de Telesur, sin faltar a la verdad. Porque Telesur ni siquiera existía en nuestras calenturientas mentes. Lo del nombre digo. Pero la idea sí, claro, a pesar de lo extraño del reconocimiento de paternidades. Resulta que al gremio de periodistas de Cuba, allá por noviembre de 2000, se le dio por rescatar la Federación Latinoamericana de Periodistas (Felap), y organizó un congreso en La Habana. Allí concurrimos unos 450 periodistas y comunicadores sociales de toda América, incluidos compañeros de los Estados Unidos y Canadá. En ese congreso confluimos muchos, incluso los que nos habíamos desencontrado durante demasiados años. Los desayunos del hotel Palco –y las sesiones y conversaciones de pasillo en el Palacio de Convenciones– sirvieron para reanudar viejas complicidades y amistades. Fue tanto el trabajo, que Compay Segundo no cantó al final del congreso: todos querían hablar aunque algunos insistíamos que no había nada más importante que escuchar, por primera y última vez en vivo, al sonero. Pero allí estaban los anfitriones Tu- bal Páez y Pepe de los Santos para ponernos en el orden del día, en una reunión tan formal como informal, donde Fidel se despachó en los pasillos con informaciones y declaraciones que sorprendieron a muchos, entre ellos los argentinos Quique Pesoa, Ana de Skalon y Miguel Bonasso (con el que habíamos compartido en 1973 la experiencia de Noticias, en Buenos Aires). Allí recomenzamos a recitar nuestros argumentos de la necesidad de una integración comunicacional pero, en realidad, lo que hicimos, durante horas y horas fue repetir un diagnóstico de la información y la comunicación en América latina. Al final del Congreso, y mientras Compay Segundo dormía en los bancos, era hora del cierre de Fidel. Pasada la medianoche, casi todos estábamos reventados: cansados y semidormidos, cuando sin consideración ninguna, el presidente cubano nos despertó con una frase que yo recuerdo que sonaba como esta: “Ustedes se pasaron tres días haciendo diagnósticos sobre nuestra realidad a nivel comunicacional, hablando de revolución. De ese tema, compañeros, nosotros sabemos casi todo… Pero ninguno de ustedes hizo alguna propuesta. A nadie se le ocurrió, por ejemplo, crear una CNN latinoamericana…”. Logró semidespertarnos, y muchos le respondimos con una larga carcajada: ¡Qué ocurrencias tiene este Fidel!
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CUANDO LA REGIÓN SE CONTÓ DE OTRA MANERA a presentadora colombiana de noticias Patricia Villegas, hoy presidenta de Telesur, habla del significado histórico de esta experiencia que marcó a fuego el campo comunicacional en América latina y el Caribe y destaca la trascendencia de “poner las cámaras en el lugar donde están las víctimas y no los victimarios”. Se reproducen aquí fragmentos de la entrevista –¿Cuáles son los principales aportes que hizo Telesur en estos 10 años? –Telesur puso en el escenario público una discusión muy importante: el derecho a la información, o la información como un derecho. Veníamos de una América latina y el Caribe golpeada por la década neoliberal, los derechos fundamentales habían sido privatizados, y así como la salud o la educación son derechos, la información también lo es. Y el hecho de que Telesur considere a su audiencia no como consumidores sino como usuarios es un cambio que corresponde a esa mirada. Otro tema no menor es que en América latina, en medio de una fuerte desinversión por parte de los gobiernos neoliberales, le había sido entregada a los medios públicos fundamentalmente la labor de contar la cultura, el folclore, pero había desaparecido la noticia, la información, la opinión. Eso se le había entregado a los medios privados. –¿Qué aspectos rescatan de experiencias anteriores de comuni-
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GERARDO SZALKOWICZ Periodista, Nodal
cación contrahegemónica y qué generó la irrupción de Telesur en la región? –De alguna manera, la irrupción de Telesur, que es hija de los procesos de transformación en América latina y el Caribe, le permitió a la región contarse de otra manera. Durante el golpe de Estado en Honduras, por ejemplo, el relato habría sido otro si las cámaras de Telesur no hubieran estado allí. No se necesitaba ni siquiera interpretar lo que estaba pasando, era cuestión de subir una señal y mostrarlo, tener el coraje y la capacidad técnica para hacerlo. No es que creamos que tenemos la verdad revelada ni se trata de hacer coberturas espectaculares, sino de estar allí, del lado de las víctimas, en el lugar donde se origina la historia, contando lo que está pasando. Yo me pregunto, ¿qué habría pasado durante el Plan Cóndor si hubiera habido telesures? –¿Cómo analiza el mapa comunicacional actual en América latina y la correlación de fuerzas frente a las grandes corporaciones mediáticas? ¿Cuál es la estrategia de Telesur para afrontar esa “batalla”? –El escenario de los medios en América latina sigue siendo hegemónico para los monopolios económicos, pero hace diez años no existían medios públicos como los que hay
ahora en Bolivia o Ecuador o la Argentina. Hay una consolidación de medios públicos. La sociedad tiene derecho a estar informada y la única posibilidad de que eso sea real es que el Estado participe de ello, como con tantos otros derechos que conquistamos. Obviamente, el panorama no es de triunfo para nosotros, pero hoy ocupamos un lugar. –¿Cuál es el proyecto al que Telesur le viene poniendo más energías en esta etapa? –Nuestro proyecto más importante en este momento es Telesur en inglés, que está cumpliendo un año. Nuestro camino es convertir a Telesur en una plataforma multilingüe. Estamos produciendo 29 programas en inglés. La idea es poder contarle a todo el que habla inglés lo que está sucediendo en América latina, que tenga otra fuente de información, pero también dar una visión alternativa desde el Norte, que la gente en el Norte pueda ver sus historias contadas de otra forma. Ese es el gran reto actual de Telesur. –¿Cuál cree que será la huella que dejará Telesur en la historia de la comunicación? –Creo que logramos que las audiencias sientan que a través de experiencias como Telesur se les permitió tener el registro de un nuevo derecho, el derecho a la información, a la comunicación. Eso es lo más trascendente: hoy la gente está viendo y leyendo los medios de otra manera
Un parto de nueve meses
Cualquiera que hayas escuchado los discursos de Fidel, sabe que no da puntada sin hilo. Apenas finalizado el congreso hablamos sobre el tema
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ASÍ SE PARIÓ LA REVOLUCIÓN
con varios compañeros y, en semanas posteriores comenzamos a analizar su provocación. Muchos creían que había sido una estratagema para hacernos reaccionar, y nada más. Pocos creímos que era un puntapié que nos daba a aquellos que seguíamos creyendo en la necesidad de una integración comunicacional, en darle voz a quienes nunca tuvieron voz, en la necesidad de asaltar los medios masivos, entrar de lleno en la batalla cultural con algo más que una gomera. Y comenzó la tarea: demostrar que era posible volver realidad ese viejo sueño, de tener un canal de televisión latinoamericano que trascendiera los proyectos de intercambio de información y/o contenidos, y que sirviera realmente como alternativa al mensaje hegemónico. Y comenzaron las consultas, con cineastas, gente de televisión, intelectuales –en especial un entusiasta Eduardo Galeano-, periodistas, economistas y administradores, dirigentes de movimientos sociales. Pocos aportaron algo más que una sonrisa perdonavidas. Comenzamos las labores de definición conceptual y de realización del proyecto con los pies sobre la tierra. Empezaban a sembrarse las semillas de la nueva América latina y, paralelamente, a disminuir los precios de la tecnología. Hubo necesidad de adelantar muchas definiciones conceptuales, programáticas y también tecnológicas. En lo conceptual estuvieron respaldando Ana de Skalon y Beto Almeida y en lo tecnológico y financiero trabajando intensamente con Ricardo Font, sumando la colaboración de Juan José Feler y de
Carlos Rodríguez en transmisiones y tecnología. El proyecto primario estuvo listo y tuvo su primer nombre: TodaméricaTV. Funcionarios de varios países lo archivaron en sus gavetas burocráticas, otros –incluso amigos europeos– se nos rieron por perseguir una utopía. Otros más, cuando vieron que la idea ganaba adeptos y hasta podía convertirse en realidad, intentaron adueñarse del mismo. Tres años después de ir conceptualizando el proyecto de la televisión masiva, latinoamericana y latinoamericanista, tarea de investigación
que lo presentaba eran profesionales con vocación integradora y que habían ganado su credibilidad. Y fuimos buscando “cuadros” para el proyecto: creíamos que era acertado ofrecerle la dirección de información al joven Andrés Izarra. Incluso, hasta cuando comienza a materializarse el proyecto tras el decreto de creación de La Nueva Televisión del Sur el 28 de enero de 2005, la idea era de una pequeña televisora que iba a ir creciendo poco a poco. Y aquí, cabe reconocerlo, contamos con la ayuda de compañeros cubanos, quienes “se fajaron” con nosotros en toda
Era posible volver realidad ese viejo sueño de tener un canal de televisión latinoamericano que sirviera realmente como alternativa al mensaje hegemónico.
y creación, comenzamos a trabajar la idea con Jesse Chacón, que era director de la venezolana Comisión Nacional de Telecomunicaciones y luego ministro de Comunicación e Información. En la cumbre del Grupo de los 15, a mediados de 2003, Hugo Chávez manifestó a sus pares la necesidad de tener medios de comunicación del sur e instó a formar televisoras en suramérica. Y siguieron más seguido mis reuniones con el presidente venezolano, segundo enamorado de la propuesta. Desde allí se sucedieron reuniones con Chávez y Chacón. El primero decidió aupar el proyecto porque la gente
la etapa del parto. Izarra ya no era el desempleado del canal RCTV, el que renunció cuando el golpe de Estado contra Chávez: ya era ministro de Información y Comunicación, y desde allí comenzaba a montarse en el proyecto, ahora como primer presidente de la empresa que debía ser una multiestatal latinoamericana. En el primer directorio estuvieron aquellos que comenzamos la historia: Ana de Skalon, Ricardo Font, Beto Almeida, Jorge Enrique Botero (colombiano que puso en marcha el departamento de Información) y Ovidio Cabrera en representación del Instituto Cubano de Radio y Televisión.
Comenzaba como empresa venezolana para ir buscando su horizonte de empresa multiestatal latinoamericana. Comenzábamos a caminar hacia la utopía. Habíamos logrado volver realidad el sueño de muchos compañeros que lucharon (fueron presos, desaparecidos, torturados, asesinados) por él. Comenzábamos a vernos con nuestros propios ojos. Nos pusimos a trabajar en la planta física, a estudiar la programación y cómo conseguirla, en la creación de la imagen de Telesur con los compañeros de Casa Cuatro (el nombre que sugirió Chávez fue “Tevesur”). En fin, en la “invención” de esta nueva televisora. El 24 de mayo de 2005 habíamos logrado concitar tanta expectativa que debimos poner en el aire una señal de prueba. El 24 de julio, con la primera reunión del Consejo Asesor, lanzamos nuestra señal, y el 31 de octubre comenzamos a transmitir las veinticuatro horas desde nuestros propios estudios. En nueve meses parimos Telesur. El 10 de septiembre de 2013, ocho años después del parto, Eduardo Galeano comentaba en su última visita a Caracas: “El proceso bolivariano podrá dejar muchas experiencias valiosas e incluso un sinnúmero de enseñanzas para la Historia, pero uno de los hechos que sí pasará a la Historia es la creación de Telesur”. A diez años del parto y a siete de mi alejamiento del proyecto, conservo la carpeta que recorrió durante demasiados meses pasillos y escritorios, con el proyecto de la televisión latinoamericano-caribeña (carpeta de la que solía hablar Izarra) con las acotaciones en rojo de Chávez
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CINCO RAZONES PARA SEGUIR LUIS BRITTO GARCÍA Escritor y dramaturgo venezolano
Cinco megamonopolios privados de la comunicación de1. ciden qué ver y escuchar en los medios. En cada país, un puñado de magnates actúa como sus agentes y replica sus decisiones y políticas. Para contrapesar esa dictadura mediática, recomendamos insistentemente: 1) la sanción de normas que obliguen a transmitir información veraz, oportuna e imparcial; 2) la creación de organismos que las apliquen; 3) la educación y organización de las audiencias para que decodifiquen los mensajes de los monopolios y hagan valer sus derechos ante ellos; 4) la creación de medios libres, alternativos y comunitarios; 5) la instalación de emisoras de servicio público. A ello corresponde la creación de la Nueva Televisora del 2. Sur (Telesur) a mediados de 2005. La situación de Venezuela lo exigía. En el país funcionaban un centenar de periódicos, otro centenar de televisoras y más de mil radiodifusoras privadas, todos voceros del empresariado que frenéticamente instaban al derrocamiento del gobierno electo. El de abril de 2002 fue un golpe mediático: las emisoras privadas con su tecnología superior incomunicaron al gobierno, difundieron la falsa noticia de la renuncia del presidente y ocultaron con un apagón comunicacional la marejada popular que lo restituyó en su cargo. Un lavado de cerebro mediático acompañó al cierre patronal y al sabotaje petrolero que arrancó en diciembre de ese año: durante dos meses y medio, día tras día, semana tras semana, todas las radios y televisoras privadas cambiaron sus programas ordinarios por un continuo llamado a derrocar al gobierno legítimo que contaba solo con una televisora y una radio, sin alcance nacional. Con el apoyo del pueblo, resistió hasta que el paro patronal se disolvió por sí mismo. El bolivarianismo no podía esperar otro asalto desarmado. Repotenció Radio Nacional y Venezolana de Televisión, inició una política de creación de emisoras de servicio público y también alternativas, libre y comunitarias, e inauguró Telesur. En el primer Encuentro Internacional de Intelectuales 3. con la Revolución Bolivariana se propuso una televisora con alcance latinoamericano. Evitamos que el proyecto se desviara hacia un ente absolutamente autónomo, independiente y por encima de los gobiernos. El 24 de julio de 2005, en el 244° aniversario del nacimiento de Bolívar, Hugo Chávez lo hizo realidad, y convocó un consejo de asesores del cual formaban parte Ignacio Ramonet, Danny Glover, Eduardo Galeano, Adolfo Pérez Esquivel, Tarek Alí, Chiqui Vicioso, el promotor del software libre Richard Stallman, Aram Aharonian (su fundador) y quien suscribe. Así arrancó Telesur con cuatro horas diarias de programación, para fortalecer el proyecto de integración latinoamericana del Libertador. Posteriormente, Telesur fue difundida por cuatro canales 4. UHF en Venezuela, cinco en Ecuador, 13 canales de satélite y una docena de cable. A veces llega a través de operadoras transnacionales por suscripción. Contribuyen a su financiamiento la Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y Venezuela. En 10 años, Telesur acumula aciertos, como la diversa ex5. tracción regional de sus presentadores y anclas, que nos acostumbra a la maravillosa variedad de acentos y de rasgos latinoamericanos y caribeños. Se anota goles como el desmontaje de la acusación de que Kadafi habría bombardeado manifestantes. Resiente persecuciones, como la detención en Colombia de su corresponsal Freddy Muñoz Altamiranda. En 10 años, Telesur incurre en fallas, como la de imitar a CNN con pantallas abigarradas de logos, zócalos e inserciones que impiden percibir lo que se transmite. Pero, en 10 años, sigue siendo, por encima de todo, la vocera del gran proyecto de integración de Nuestra América
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LA EXPERIENCIA n esta primera década surgieron muchas cer-
tezas, interrogantes y debates sobre este proE yecto revolucionario. A saber: -Telesur surgió como un proyecto estratégico orientado a contrarrestar el mensaje hegemónico del Norte mediante la creación de un canal multiestatal latinoamericano, de ver el mundo desde una perspectiva propia. -Por primera vez se gestaba un espacio público multiestatal en televisión para difundir una realidad latinoamericana que era, en buena medida, invisibilizada por otros medios. -Junto al proyecto de la televisora, transitaba otro, quizás más importante: la Factoría Latinoamericana de Contenidos, que garantizara contenidos nuevos para Telesur y todas las televisoras que fueran surgiendo. Hoy, los procesos de democratización de la comunicación en nuestros países permitió el surgimiento de nuevas frecuencias que, en general, repiten los mismos contenidos de la televisión hegemónica. -Los documentos preparatorios de la televisora multiestatal investigaban sobre la identidad (diversa, plural) de los latinoamericanos, e identificaban algunas peculiaridades: la informalidad del latinoamericano, el uso coloquial del lenguaje y su sentido transversal del humor. -Telesur demostró que se podía hacer una televisora de alcance masivo, que mostrara nuestra idiosincracia, nuestras realidades, nuestras luchas, nuestros anhelos. -El alcance de Telesur estuvo limitado por ser un canal satelital y haber optado por ser una señal eminentemente informativa. -Quien más debió adaptarse a estos mensajes alternativos, fue CNN en español que, después de 10 años de soledad, ocultamiento e invisibilización de negros, indios y movimientos sociales, debió comenzar a cambiar su agenda, porque dejaba de ser el transmisor del mensaje único. -Es difícil saber (por ser retransmitido por cableras) la cantidad real de gente que ve un canal que, al ser eminentemente noticioso, es fácil víctima del zapping y poco propenso a lealtades permanentes, más allá de los convencidos políticos y los que siguen un programa específico. -Varios periodistas fundadores del canal señalaron las siguientes realidades: a) falta convicción sobre cómo garantizar la democratización de la palabra y la imagen, para que todos sean protagonistas, sin necesidad de intermediarios; b) su agenda informativa es reactiva a la generada por los medios hegemónicos y dependiente de la agenda del enemigo; c) si la mayor parte de las imágenes de los noticieros son producidas por dos trasnacionales de la información, difícilmente se pueda poner en agenda imágenes de los hechos que involucran a nuestros pueblos, nuestros movimientos; d) se prefiere seguir el formato de dar cobertura a los presidentes, pero no así a los pueblos. -Muchas veces se pierde de vista quiénes deben ser los sujetos, los protagonistas de nuestras historias. Y en la idea de competir (insertos en una dinámica capitalista) se sigue la agenda informativa de los medios hegemónicos. Ahí se agrandan las confusiones: a los movimientos sociales no se los promueve entrevistando a dirigentes, sino explicando cómo funcionan y cuál es su lucha, para poder hacer una televisión protagónica-popular. -Telesur no aplicó su propia fórmula de “vernos con nuestros propios ojos” para poder ser reflejo, espejo de nuestra gente, y sigue imitando el formato anglosajón de vestimenta y discurso. En cambio, en CNN en español, los presentadores aparecen hoy en mangas de camisa,
conversan la información y hasta se dan el lujo de incrustar algún dejo de humor, rescatando la investigación telesureña sobre la informalidad del latinoamericano, el uso coloquial del lenguaje y su sentido del humor. -Muchos “expertos” extralatinoamericanos siguen ofreciendo asesoramiento (quizás atraídos por la posibilidad de acceder a petrodólares). Algunos llegaron de buena fe; otros, para impedir que el proyecto fuera realidad. -Telesur no es una cadena, sino una señal que debió responder a una empresa estatal latinoamericana, que se fue burocratizando al insistir en la copia de modelos, en sustituir el consejo asesor por el costoso asesoramiento de empresas capitalistas europeas, en confundir línea editorial con consignas. Incluso el equipo que se formó en el inicio, con mística telesureña, fue desmantelado y sustituido por profesionales de medios privados, que trajeron su cultura, sus vicios y su desinterés por el proyecto. -El “temor” de que se convirtiera en un medio propagandístico existió desde antes de la salida del canal, cuando se presentaba el proyecto en curso en distintos foros. El congresista republicano de Florida, Connie Mack, se atrevió a calificar a Telesur de “amenaza para los Estados Unidos al trata de minar el equilibrio de poderes en el hemisferio occidental”, antes que el canal emitiera su primera programación. Y la Cámara de Representantes yanqui no dudó en aprobar el 20 de julio de 2005 una enmienda que autoriza al Gobierno a “iniciar transmisiones de radio y televisión que ofrezcan a los venezolanos una fuente de noticias precisa, objetiva y completa”, demostrando así una arrogancia colonial descomunal -No existe una sola visión, una sola lectura, pero sí una decisión de ver a Latinoamérica con ojos latinoamericanos, a visibilizar los procesos que vivían (y viven) nuestros pueblos, a contextualizar la información, a tener una mirada alternativa –contrahegemónica– a la de los medios comerciales, a las televisoras y agencias europeas y estadounidenses, al mensaje y la imagen únicos, en el camino de construir una nueva hegemonía. -En muchos de nuestros países, el ciudadano pasó a ser sujeto de política (ya no objeto), y se entró en una etapa de construcción de nuevas sociedades basadas en una democracia participativa. No mostrar estas realidades es el pecado. Hay mucho para informar, sobre lo que hacemos, planeamos, construimos, soñamos. Existe la urgencia de imponer una agenda informativa y política propia, sin perder el tiempo en reaccionar permanentemente a las campañas del enemigo. Ser reactivo y no proactivo le da enormes ventajas al enemigo, que es quien impone la temática y las reglas del juego. Ser reactivo es ser cómplice del enemigo
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UNA MIRADA POLÍTICA IVÁN SCHULIAQUER
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n la última década y media, las discusiones entre los gobiernos progresistas de la región y los grandes grupos mediáticos privados ocuparon el centro del debate público. En la Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay y Venezuela, los presidentes coincidieron en señalar a ciertos medios como sus principales opositores políticos. Sin embargo, esa linealidad no hizo que se plantearan estrategias regionales: cada país tramitó sus conflictos a nivel nacional. La única excepción fue Venezuela. De ahí surgió, hace diez años, Telesur. El intento de cambiar las reglas del juego entre medios, políticos y periodistas estaba en la agenda del chavismo, pero solo se dio después de la ruptura que puso en jaque la gobernabilidad. El quiebre lo marcó el golpe de Estado de 2002, que duró tres días. Varios de los medios privados más importantes fueron coautores del golpe y contaron, a su vez, con la colaboración activa de funcionarios estadounidenses. Frustrada la experiencia, liberado Hugo Chávez, recuperada la democracia, el gobierno bolivariano planteó la cuestión mediática como un tema central. Esa nueva estrategia se dio a escala nacional y mundial. En ese marco se creó Telesur. Así apareció una cadena suramericana, en versión venezolana, que propuso contar otros hechos, de otras maneras, y difundirlos por el mundo. Se retomó un anhelo histórico de movimientos políticos de la región que pugnaron por una cadena televisiva que uniera al continente desde ideas y sensibilidades diferentes de las de los medios comerciales internacionales. Telesur se embarcó en una lucha por definir qué es mostrable y qué es noticia. Lo hizo desde una visión cercana al chavismo, explicitada y sostenida, y desde un sentido común diferente, y muchas veces enfrentado, al norteamericano. Una visión contrahegemónica en el panorama mundial. Una experiencia que cuenta a la región y al mundo desde América del Sur y que pretende ser masiva. Para eso, está en cables de distintos países del mundo y, desde el año pasado, tiene su versión en inglés. La cadena sigue, en varios sentidos, el formato clásico de los canales de noticias: se distingue más por lo que muestra que por la manera en que lo hace. La novedad estética -que le debe mucho a las experiencias de los medios alternativos- llega desde las caras y los paisajes que se ven y desde las voces que se escuchan, no desde el manejo de los tiempos o de las formas de filmar o reportear. ¿Y qué muestran las escenas de Telesur? Un mundo con América latina, Rusia, China y los países árabes como protagonistas. Un planeta en el que las acciones guerreras de la OTAN tienen consecuencias que no siempre combinan con la retórica de la paz mundial bajo las que se lanzan. Un mundo en el que el capitalismo financiero y la naturalización de sus lógicas en el sentido común son discutidos. En Telesur, la política se escenifica, antes que en números, en la imagen cotidiana de los gobernantes y de los sectores populares. En varios casos, el canal fue el único que mostró maneras
disonantes en la cobertura. Un ejemplo claro fue el golpe de Estado en Honduras en 2009, cuando saltó el cerco informativo de las autoridades de facto y mostró en directo qué pasaba con el derrocado Manuel Zelaya y con quienes se manifestaban en contra del corte institucional. El canal acerca nuevas historias sobre la vida en las comunidades y en los países. Eso permite, en América latina, recibir información cotidiana sobre lo que sucede en otros lugares que no siempre estaban en la agenda de otros medios. Telesur lo hace desde una línea política definida. En los países de la región con gobiernos progresistas, su visión se acerca a los presidentes y a los movimientos sociales en diálogo constante con el Estado. En países sin gobiernos progresistas, está más cerca de la agenda de las organizaciones sociales que de la de los presidentes. El sur y el norte
Internet democratizó el acceso a las comunicaciones: aquellos que históricamente solo eran receptores de los mensajes de los medios, hoy pueden interactuar con ellos y producirlos. Pese a eso, la circulación global de los flujos comunicacionales todavía sigue un patrón de tiempos analógicos. El sur del mundo produce a escala nacional. El norte produce a escala nacional, regional y mundial. Es decir, el acceso masivo a los productos mediáticos no implicó un cambio geográfico en la distribución y producción de noticias. Así, las grandes cadenas informativas mundiales que alimentan de información a América latina están en Europa y en losEstados Unidos. Una noticia peruana, para llegar a la Argentina, suele pasar por el filtro de las grandes agencias mundiales de noticias. Un claro ejemplo es
CNN en español. En ese marco, el gobierno venezolano creó un espacio nuevo en el ámbito mediático. Lo hizo desde una región en la que, en varios países, el Estado nacional retomó su centralidad en los últimos años. Un lugar que se había perdido durante las experiencias neoliberales, como sucede hoy en Europa. Ese paradigma de una globalización que, como dice el sociólogo alemán Ulrich Beck, es conducida por la economía financiera, significó –para el panorama suramericano- que en los ‘90 la desregulación fuera acompañada de una reducción del peso de los Estados en la organización de la economía y de una creciente concentración de la propiedad mediática en manos privadas. El poder de los medios crece cuando el receptor tiene menos posibilidades de contrastar la información que recibe con su experiencia cotidiana. Cuanto más lejano quede ese lugar –geográfica, ideológica, culturalmente-, más poderosa la influencia: el receptor tiene pocos elementos para contraponerle. A mediados del siglo pasado, los estudios comunicacionales, bajo los dogmas del mundo bipolar, pensaban que las audiencias no podían interpretar críticamente los mensajes. Los medios eran vistos como pura dominación. En este caso, norteamericana. Tras el abandono de esa caricatura, hubo pocas propuestas que buscaran, desde los medios masivos, confrontar la dirección de los flujos informativos que, aunque no determinan, sí condicionan lo que conocemos, pensamos y sabemos del mundo, ya que los medios co-construyen la realidad al tiempo que la muestran. El filósofo italiano Gianni Vattimo dice que la intensificación de los procesos comunicacionales permite ver al mundo como
lo que siempre fue: un cúmulo de relatos superpuestos que responden a diferentes culturas, clases e historias. Con esto se cae la idea de un mundo con una historia única, la de Occidente. Ahí es donde irrumpe Telesur. Reconoce al Estado nacional como el único actor capaz de disputar poder, con alguna posibilidad de ganar, con las lógicas del mercado mundial. Esa perspectiva se enfrenta a la visión neoliberal del Estado que propone que éste debe ser controlado y reducido para dejar autonomía a la sociedad civil guiada por reglas mercantiles. Desde sus escenas, Telesur –que no oculta su identidad chavista- propone al Estado como garante de derechos y libertades. En esa tensión pareciera radicar uno de los debates centrales en la región, y en el mundo, de los últimos quince años. Telesur es, entonces, un medio alternativo-estatal. Con todas las contradicciones y las potencialidades que eso conlleva. Para los medios comerciales, la tensión está en si la información es un bien público o una mercancía. Para los medios estatales, en si la información es un bien público o una herramienta gubernamental. Un debate histórico es si la capacidad crítica de los medios masivos puede quedarse al margen, a la vez, de la conveniencia gubernamental y del beneficio comercial. Son escasas las experiencias históricas que superaron esa tensión. Mientras tanto, el mundo en el que vivimos es éste. Y en él conviven distintas historias e ideologías. Desde hace una década, varias de ellas se expresan y se ven a través de Telesur * Politólogo, Periodista, Mag. en Sociología de medios. Becario CONICET. Doctorando UBA y Paris Sorbonne Nouvelle
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TEXTOS: MIGUEL RUSSO
los 19 años (había nacido en Caracas en 1951), debutó con el grupo Música Experimental Venezolana. Con la misma edad realizó su primera presentación televisiva solista y dos años después participó en un encuentro de música latinoamericana en la Universidad de Carlton, en Canadá. Llegó allí con su enorme sonrisa y su cuatro, el instrumento que, en sus manos, es el sonido de su patria. En 1972 viajó a Buenos Aires, invitada por Mercedes Sosa y el grupo Buenos Aires 8, que la habían escuchado y la adoptaron. Aquí grabó su primer disco y su voz formó parte de inmediato del nuevo cancionero latinoamericano. Ni el Clarín de entonces atenuó sus elogios: “La más importante revelación folklórica del año”. El golpe del ’76 la encontró realizando una serie de shows en Villa Gesell. Pudo salir de milagro hacia su Caracas natal. Y allí se radicó. Varios discos, giras, presentaciones y reconocimientos después, en 1999 abrazó la revolución bolivariana que llevó a Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela. Desde su casa en las afueras de Caracas, con su voz y su cuatro, se consolidó como la embajadora de la música y la ideología de su patria. Muchos no se lo perdonan, pero ella sigue, imperturbable, como otras mujeres. Cuenta Cecilia: “Si bien no somos tan visibilizadas con nombre y apellido como puede ser aquí Hebe de Bonafini, las mujeres venezolanas están al pie del cañón. En los barrios marginales hay mujeres con mucha garra. La mayoría son madres solteras, una problemática siempre permanente. Vivo en una zona fuera de Caracas, y esa zona, a su vez, tiene una parte rural: la lucha de las mujeres allí es increíble. Hay menos población, pero los problemas son los mismos: falta de escuelas, falta de urbanización, paramilitarismo”. Ese paramilitarismo es un tema delicadísimo, recurrente en Todd: “Hace 10 o 12 años, desde Colombia, entraron paramilitares. Las fuerzas venezolanas los descubrieron y atacaron. Muchos huyeron y volvieron a atacar en las montañas. Y el problema, de por sí violento, se mezcla ahora con sus negociados: narcotráfico y trata de personas. Hay una crueldad extrema, en la que no estás a salvo de nada”. Cecilia no rehúye ninguna pregunta. Mucho menos cuando se trata de un procesos revolucionario. “La revolución bolivariana no fracasó ni terminó. Hay problemáticas que llevan muchas décadas. Desde los ’40 hay barrios marginales en Caracas. Después de la dictadura, en 1959, se trajo mucha gente del interior a vivir a Caracas. Se lo llamó Plan de Emergencia y se construyeron muchas villas miserias para que allí vivieran todos aquellos que traían a la ciudad amontonados en camiones. Se fueron asentando barrios marginales que crecieron de manera incontrolable. Ahora se están construyendo viviendas dignas para que puedan mudarse, pero todo se hace con mucho esfuerzo”. En cuanto al reconocimiento popular a las políticas llevadas adelante primero por Chávez y por Maduro, Todd dice que “si bien a muchos extranjeros les resultó llamativo el porcentaje alcanzado por Capriles, hay que entender que la gente que lo votó nunca entró a un barrio carenciado. Y los medios de comunicación, como en
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DOS MUJERES, todas partes, jugaron un rol fundamental en la desestabilización y el levantamiento de la figura de Capriles. Quien vive la cosa a diario, el que logró mejorar su calidad de vida, reconoce lo hecho por este proceso”. Ella sigue, con su cuatro y con su voz, con su ideología y su música. Para los medios de comunicación hegemónicos en su país, la cuestión es simple: “No existo, y punto. Ensalzan a sus propios artistas. Estamos en un momento en el cual eres una cosa o la otra. Es tristísimo, ya que nosotros convivimos respetando las costumbres de todos: religiosas, políticas, sexuales. Pero parece que ellos no. Claro que cada quien es el que debe poner sus límites. Yo no me dejo convencer”. Esa intransigencia le restó y le agregó público: “Perdí mucha y gané mucha más, que es la que más me interesa, la gente de la calle que te para y te saluda como si fuéramos hermanos de toda la vida. Gente que agradece y brinda amor. Antes no llegaba: ahora, todo lo que hacemos, todo lo que decimos, todo lo que cantamos lo pasan por el canal estatal de televisión. Una de las políticas de Estado en el nivel de cultura es tomar las calles, abrir los teatros para toda la ciudadanía. De ese modo la gente te puede ver gratis cerca de su casa. Y entonces se es más conocido”. El sueño de la Patria Grande sigue siendo su sueño, pero Todd conoce las complicaciones: “Durante muchos años, muchos hicieron con el poder lo que quisieron. Como dijo Pepe Mujica, está muy bien encontrarse en la Unasur, Mercosur, Celac, pero más que hablar tenemos que accionar. Claro que hay tanta oposición enloquecida, y hay que ocuparse de ella fuertemente, que los tiempos se nos van yendo. Los grupos económicos van por todo: no es Venezuela o Ecuador o Bolivia. Quieren todo, no se van a conformar con un solo país. Y nosotros debemos entender lo mismo, que si hay vuelta atrás en uno solo de los países habrá vuelta atrás en todos”. –¿Cómo se pelea contra eso, cotidianamente? –Es muy difícil. Hay enojos que pueden argumentarse y esos son los que hay que subsanar, debatir, afrontar. Pero hay muchos otros que no. El día a día se nos está haciendo muy complicado. Las irracionalidades, producto del trabajo de los medios durante muchos años, son imposibles. Engaños repetidos hasta el hartazgo, por ejemplo, el de los cortes de luz. Ningún medio de los grandes dice que esos cortes son producto de sabotajes contra la empresa estatal, de robo de kilómetros de cable. O la inseguridad, que sí existe, pero no en la medida que muestran los grandes diarios y la televisión. Y cuando la muestran es para atacar al gobierno nacional. En Venezuela, cada municipio y cada gobernación tienen su propia fuerza policial. Pero la crítica siempre es para la policía nacional, nunca la culpa es de los acaldes o los gobernadores. Es muy difícil y muy agotador trabajar día a día contra esa irracionalidad. Pero hay que seguir peleándola, porque la gente que se benefició con estas políticas sigue agradecida. Y quiere seguir creciendo
CECILIA TODD. VENEZUELA
La Batalla Cultural S7
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UNA PASIÓN SUSANA BACA. PERÚ
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acida en Lima en 1944, Susana Baca asumió como ministra de Cultura del gobierno de Ollanta Humala el 28 de julio de 2011. Era, y sigue siendo, “la voz de Perú”, pero la clase política peruana y los medios hegemónicos no le perdonaron ser artista. O como ella misma dice: “Era todo lo que no querían: artista, no abogada, negra”. A pesar de que en noviembre de 2011 fue elegida por la OEA para presidir la Comisión Interamericana de Cultura, el 10 de diciembre, en la primera crisis del gobierno de Humala, fue destituida junto a otros 9 ministros. El Ministerio de Cultura de Perú había sido creado 8 meses antes de su nombramiento, en los últimos movimientos de un presidente de capa caída, Alan García, con el objetivo de atender la opinión de un sector intelectual. Pero lo creó sin presupuesto y sin agenda política: una casa vacía y pobre. Susana da cuenta de ese estado: “La señora que limpiaba en casa me dijo ‘qué lindo señora, ¿ministra de qué la nombraron?’. Cuando le dije que era de Cultura, sonriente, volvió a preguntar ‘qué lindo señora, y ¡pa’ qué sirve?’”. Ahora, preparando su viaje en octubre a Buenos Aires, “la voz del Perú” dice: “Para crear agenda hace falta voluntad política, y en Perú sólo había buenas intenciones”. En Latinoamérica, el antecedente de un artista en un ministerio era Gilberto Gil. Susana lo vio una vez en Lima, feliz, al inicio de su mandato. Y un año después lo volvió a cruzar en la Unesco, flaco, demacrado. “Gilberto, ¿vale la pena ser ministro?”. Y Gilberto dijo “sí, aunque hay un gran desgaste”. Tiempo después, cuando dejó la gestión pública y Susana recién empezaba, se volvieron a encontrar y esta vez se revirtió la pregunta: “Susana, ¿vale la pena ser ministra?”. Susana Baca sonríe: “Claro que vale la pena. Se extraña el ministerio, faltaban muchas cosas por hacer, pero ahora, con la orientación que tiene el gobierno peruano, ni hablar. Yo regresaría a la política sólo si Pepe Mujica es el presidente. Se necesita un pensamiento, una orientación, un político cabal para ponerse a la cabeza de los grandes cambios que hacen falta en Perú”. Antes de asumir, Susana Baca estaba en el pedestal de los grandes artistas. Como ministra, la bajaron de inmediato. “Me dieron duro. Lo que más se decía era que no tenía aptitudes para el cargo. Primó el racismo peruano, en el cual no puedes no ser abogado y mucho menos ser negro. Limpié las mafias enquistadas en el ministerio, me rodeé de gente experta y honesta, un equipo de primera, pero siempre estaba la crítica. Antes, titulaban ‘donde canta Susana canta el Perú’, pero eso se fue apagando y sólo los diarios extranjeros seguían levantando mi gestión”. Como ministra, Baca instaló la comisión de pueblos indígenas, amazónicos y afrodescendientes y trabajó para reglamentar la Ley de Consulta Previa, que mostraba el cuidado y la revaloración de esas comunidades. “Eso significaba que tenían que consultar a cada comunidad si podían explorar su territorio para saber si había hidrocarburos o minerales, y no echarlos para destrozar todo a gusto como se hacía
antes”, dice. 133 días después de asumir, la echaron: “Era muy difícil que aceptarán que la Ley de Consulta previa se aplicara. Consultarles a unos indígenas, nunca se había dado en el Perú. Siempre los indígenas eran gente de menor valía. Por eso y por muchas cosas más me quitaron el cargo”. Hoy, “la voz de Perú”, como casi todo Perú, cree que no hay partido que pueda calar hondo en el ser nacional. “Siempre fue la izquierda quien tuvo esa posibilidad, las varias izquierdas peruanas. Pero ninguna tuvo la madurez suficiente como para ponerse de acuerdo y lograr perspectivas a nivel nacional. La izquierda hipotecó su futuro y quedó estancada jugando a ganar con Ollanta Humala. Hay un sector que sí tendría la capacidad de enquistarse en los movimientos sociales, pero está mucho más ligado a los sectores progresistas de la iglesia. Pero nada es opción de poder en Perú, sólo el neoliberalismo. Hay mucha inmadurez en los sectores progresistas. La unión latinoamericana con el Perú que no puede darse en política, por la clase política peruana de este momento, se da en el terreno artístico, en el terreno intelectual, pero sólo allí. Hay una raíz que subyace a las repúblicas y nos da identidad común”. Esa identidad común proviene, claro, de una represión común que se remonta a 1492: “Hubo, desde la conquista, una fuerte represión en todo nuestro territorio sobre todo lo que tuviera características populares. Nuestra cosmogonía fue llevada a cero. Ahora estamos en tren de recuperación, pero eso lleva mucho esfuerzo. Cuando me fui del ministerio comprendí que esa gente que me criticaba no criticaba mi canto, que era como criticar sus orígenes. Ahora me dicen ‘qué bueno que no está como ministra’. Tenían miedo de perder a la cantante. No supieron comprender que se podían hacer las dos cosas. Es muy fuerte la idea de ser artista ciudadano, artista político y eso se ataca de una manera atroz”. Al escucharla, resulta insólito pensar que ni siquiera por conveniencia aprovecharon tener de su lado a “la voz” de tanto pueblo. “Hubo muchos intereses políticos, económicos –dice Baca–. Yo no podía estar de acuerdo con la corrupción. Desde el tráfico de piezas arqueológicas hasta las posibilidades de construir viviendas. Yo tenía mi vida económica hecha, no necesitaba coimas ni entuertos, y eso era inaceptable de parte de los grupos económicos”. E ilustra lo que acaba de decir con una historia tremenda: “El informe de la Unesco sobre sostenimiento de Machu Picchu es tajante: se permite el ingreso de 2.200 personas a diario. Alan García, antes de irse, bajo presión de las grandes cadenas hoteleras y las líneas aéreas, firmó que podían entrar 3.500 personas. Yo fui la encargada de volver atrás esa locura, pero la pelea con el ministro de Industria y Comercio fue atroz. Él quería 5.000 visitantes por día en tres turnos. El daño ecológico hubiera sido tremendo. Esos intereses, en un país con un gran patrimonio cultural, hacían del ministerio de Cultura un sitio complejo. Y yo era una ministra incómoda”. –¿Se canta mejor con bronca? –Cuando no podía hacerlo por mis tareas como ministra, cantaba como una catarsis. Necesito cantar y me volteaba del revés cuando veía a mis músicos. Ahora recuperé el espacio como cantante, no en el Perú, pero sí en el mundo. No necesitamos bronca, necesitamos una revolución
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PRELUDIO CON BASTONES LARGOS DANIEL CECCHINI
omo si fueran los primeros compases de una larga sinfonía del terror, las tropas de la guardia de infantería de la Policía Federal, al mando del general Mario Fonseca, se desgranan por los alrededores de la histórica Manzana de las Luces, por entonces sede de la Facultad de Ciencias Exactas. Hace rato que cayó la noche del viernes 29 de julio de 1966, pero la facultad hierve por dentro, donde el decano convocó una reunión urgente de graduados, docentes y alumnos para tomar posición sobre la intervención de la universidad decretada ese mismo día por la dictadura. Hace exactamente un mes y un día que el general cursillista Juan Carlos Onganía se calzó la banda presidencial que los votos habían otorgado al radical Arturo Illia. Piensa quedarse veinte años en el poder. Para su concepción facho-católica del país y del mundo, las universidades son cuevas de ratas marxistas, judías y anticlericales que buscan subvertir el orden sagrado de las cosas. Él las quiere volver a ordenar como dios manda. Por eso, la tarde del 29 de julio promulga el decreto ley 16.912 que determina la intervención de las universidades, prohibe la actividad política en las facultades y anula el gobierno tripartito, integrado por graduados, docentes y alumnos. Para seguir en sus cargos, los rectores deben transformarse en interventores a las órdenes del Ministerio de Educación. Acostumbrado a los emplazamientos, Onganía les da 48 horas para decidirlo. La UBA, que el mismo día del golpe había dado a conocer un comunicado
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labatallacultural
de repudio firmado por el rector Hilario Fernández Long, resiste. Y ese viernes 29, autoridades, docentes y estudiantes confluyen en las sedes de las facultades de Ciencias Exactas, Filosofía y Letras, Medicina, Arquitectura e Ingeniería para decidir medidas de resistencia al decreto que viola la autonomía. Las tropas del general Fonseca van hacia esos mismos lugares, pero la “Operación Escarmiento”, como la bautizó, tiene su epicentro en la Manzana de las Luces. La foto pasa a la historia: los ocupantes de la facultad son obligados a salir a través de dos hileras de policías que, armados con bastones, los golpean con saña. Hay más de cuatrocientos detenidos. “La historia de los palazos que nos hicieron pasar entre una doble fila de policías ya la conocen todos, pero es curioso, porque a uno le quedan ciertos detalles sin importancia. Por ejemplo, recuerdo que yo usaba sombrero y lo tenía puesto, así que cuando pegaron los palos, el sombrero atenuó los golpes, que no me parecieron gran cosa, pero después, en la comisaría, pasé frente a un espejo donde me vi la cara ensangrentada. Y me lavé, porque me daba vergüenza estar en esa situación. La verdad es que fue verdaderamente notable con tantos palos que dieron que no hubieran matado gente, porque pegaban bien, pegaban con habilidad”, recordará muchos años después el matemático Manuel Sadosky, vicedecano de la Facultad. Final de juego
El resultado fue el esperado por Onganía. Todos los decanos y vicedecanos renunciaron y lo mismo hicieron unos 1.400 docentes. En los meses siguientes, más de
trescientos científicos dejaron el país. A fuerza de garrotazos, la dictadura de Onganía puso fin a un proyecto de universidad de excelencia –por cierto que con características marcadamente cientificistas– que era vanguardia de formación e investigación en el continente. También inició un proceso de deterioro que, con vaivenes y algunos intentos de recuperación, se prolongaría por más de tres décadas. Los bastonazos de aquella noche marcaron en otro sentido la historia de las universidades argentinas. Muy pronto, la dictadura de Onganía encontraría en ellas un foco de resistencia que, con el tiempo, confluiría con otros sectores de la sociedad que enfrentaban a la denominada Revolución Argentina. Esa confluencia se terminó de materializar en las jornadas del Cordobazo, cuando las columnas de obreros y estudiantes se amalgamaron en la toma de la ciudad. Por primera vez en la historia de las luchas sociales de la Argentina se escuchó una consigna hasta entonces impensada: “Obreros y estudiantes, juntos y adelante”. Al calor de esas experiencias de lucha antidictatorial se empezó a gestar un nuevo proyecto de universidad, ligada a los intereses nacionales y populares, que encontraría un efímero intento de puesta en marcha durante la primavera camporista y los primeros meses del tercer gobierno de Perón. Pero entonces, los bastones de la represión del onganiato fueron reemplazados por las balas y las bombas de terrorismo estatal. En septiembre de 1974, un atentado con explosivos contra la casa del rector de la UBA, Raúl Laguzzi, terminó con la
muerte de su hijo de menos de un año. Ese mismo mes, el filósofo Silvio Frondizi fue secuestrado y asesinado por la AAA. En La Plata, las patotas de la banda paraestatal de la Concentración Nacional Universitaria comenzaron una cadena de secuestros y asesinatos de docentes, estudiantes y trabajadores universitarios, entre ellos los del secretario de supervisión Administrativa de la Universidad, Rodolfo Achem, y del director de Planificación, Carlos Miguel, perpetrados en noviembre. Paralelamente, el ministro de Educación de Isabel Perón, el fascista Oscar Ivanissevich, volvió a intervenir las universidades. En los meses siguientes, los muertos se contarían por decenas. La dictadura cívico militar iniciada el 24 de marzo de 1976 no tuvo más que continuar y multiplicar el trabajo iniciado por el terrorismo de Estado peronista. En los años siguientes, los estudiantes, docentes y no docentes universitarios desaparecidos y asesinados sumarían miles. Las universidades argentinas perderían a sus mejores hombres y mujeres. El neoliberalismo de los ’90 terminaría –sin necesidad de armas– la obra de destrucción obligando a centenares de científicos de todas las ramas a irse del país para seguir investigando. La noche de los bastones largos, de la que esta semana se cumplieron 49 años, fue el preludio de una obra destructiva que se desarrolló casi sin interrupciones durante más de tres décadas. A pesar de las políticas de recuperación de la última década, revertir sus consecuencias es una tarea que aún hace falta
Dirección General: Aram Aharonian y Carlos Alberto Villalba Impresión Rotativos Patagónicos. Araóz de Lamadrid 1920. CABA Distribución: Capital Federal y Gran Buenos Aires New Site. Baigorria 103, CABA Distribución en el Interior DGP S.A. Alvarado 2018, CABA ISSN 1853-0443 RNPI en trámite LA BATALLA CULTURAL es una publicación de ULTRAKEM S.A. Domicilio legal Ingeniero Huergo 953 Piso 7º B (CP 1107), CABA.