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labatallacultural JULIETA GÓMEZ BIDONDO (REVISTA SUDESTADA)

AGOSTO DE 2015

EDICIÓN

NÚMERO 6

DIRECCIÓN

GENERAL ARAM AHARONIAN Y CARLOS ALBERTO VILLALBA

EDITOR

MIGUEL RUSSO

NOMBRE FALSO Adrogué, 1943, tarde de primavera. Un chico de tres años se sienta en el umbral sosteniendo ese objeto reectangular en el que su abuelo depositaba la vista durante horas. Al fin de cuentas, los chicos siempre imitan los gestos de los que más quieren. De entre la andanada de vecinos que cada media hora (de cada tren que llegaba desde Constitución) pasa delante suyo, uno se detiene, lo observa y le dice que el libro está al revés. “Pienso que debe haber sido Borges”, escribe Ricardo Piglia que dijo Emilio Renzi en el bar de Arenales y Riobamba. En realidad, es convenientemente posible que ese transeúnte haya sido Borges. ¿A quién otro le puede importar un chico de tres años que hace que lee en el umbral de la puerta de calle? Ahora, 72 años después de aquella tarde, Ricardo Piglia comienza la publicación de sus diarios (iniciados en 1957) con el primer tomo de Los diarios de Emilio Renzi, ese fenomenal álter ego de sus narraciones que nace de sus nombres y apellidos completos: Ricardo Emilio Piglia Renzi.


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RICARDO PIGLIA

ANTICIPO DE LOS DIARIOS DE EMILIO RENZI, DE RICARDO PIGLIA

as historias proliferan en mi familia, dijo Renzi. Se cuentan las mismas una y otra vez, y al contarlas y al repetirlas mejoran, se pulen igual que el canto rodado que el agua cultiva en el fondo de los ríos. Alguien canta y su canto va rodando de un lado al otro durante años. Mi madre, por ejemplo, que ahora vive en Canadá con mi hermano, y si quiero saber algo tengo que llamarla por teléfono y el relato entonces ya no tiene el sentido secreto de los gestos, y sobre todo la mirada de mi madre, sus ojos celestes, un poco turbios pero muy expresivos, que comentaban los hechos y le daban otros sentidos. Mi madre fue, durante años, la depositaria más fiel de las historias de la familia y esas historias eran muy buenas porque se sostenían sobre lo personal, había figuras fijas, por ejemplo, mi tío Marcelo Maggi, a quien siempre se regresaba y al que nunca se ha de olvidar.

CANTO RODADO

L

Ella, mi madre, una tarde, en los días en que enterramos a mi abuelo, de pronto, en el patio bajo la parra, a la sombra, decidió revelarme el secreto, es decir, la verdad de la vida de Emilio, como ella le decía, siempre un poco incómoda porque yo llevaba el mismo nombre del padre de mi padre y eso le producía una especie de furia, como si entreviera o temiera que el parecido de los nombres pudiera afectar al destino de su hijo. Por eso, a mí sólo me decía Emilio cuando estaba enojada o molesta y entonces modulaba mi nombre como quien raspa un vidrio y produce un quejido insoportable: Emmiliiio, me decía hasta ensordecerme. Pero el resto del tiempo, antes que muriera mi abuelo, me llamó Em o Nene o simplemente nada, hablaba sin nombrarme con una entonación cariñosa que hacía inevitable mi presencia en la frase que me estaba referida. Nadie podía dudar que aquel a quien ella no llamaba por su nombre era su hijo preferido. No llamarme como todos me llamaban, sino haciendo una leve pausa –una modulación silenciosa– en la que era nítida la intimidad que tenía conmigo. No bien murió mi abuelo, esa misma tarde empezó a llamarme Emilio, con una cadencia nueva y enseguida, como si quisiera borrar al muerto de la escena, pasó a contarme la razón, o mejor, el motivo por el cual mi abuelo se había presentado como voluntario en la Primera Guerra Mundial. Una decisión demencial que durante años fue para mí la mayor prueba de su coraje y de su hombría. Porque el Nono fue a la Embajada Italiana en Buenos Aires y pidió que lo embarcaran inmediatamente hacia el frente de batalla. Como era un hombre culto y físicamente estaba

en la plenitud, lo nombraron oficial y tuvo responsabilidades no bien llegó a la primera línea de fuego. Emilio Renzi estaba entonces en el mismo bar al que iba todas las tardes, sentado ante la misma mesa, en la ochava, contra la ventana que daba a la esquina de Riobamba y Arenales, y parecía haber descubierto, o recordado, un hecho perdido de su vida que le había permitido entender mejor la experiencia de su abuelo. Lo peor de la guerra, decía mi abue-

lo, continuó Renzi, era la inmovilidad, hundidos en la trinchera, en esas cuevas, inundadas, barrosas, había que estar quieto y esperar. ¿Esperar qué?, preguntaba mi abuelo, decía Renzi, y se quedaba callado, con la vista perdida en las flores del patio, con aire atento, pero se extraviaba en los recuerdos. La historia de mi abuelo que había hecho la guerra era uno de los relatos clave de la novela familiar que se contaba a coro y en la que mi madre era la narradora esencial, en ella había recalado la densa mitología colectiva, porque ella era la menor de todos sus hermanos, la más chica y la que fue recibiendo en tandas, en cada nueva generación, el relato o los relatos, porque a veces una de esas historias se contaba durante meses, por ejemplo, la acción de su sobrino Mencho (hijo de su hermano Marlon), que, cuando su padre murió, trató de rescatarlo de las tinieblas, tan afectado que esa noche, horas después de que su padre hubiera sido depositado en el mau-

soleo de la familia en el cementerio del pueblo, una cripta, aunque no era una cripta sino la construcción destinada a que se depositaran ahí los muertos de la familia, salió Mencho con su camioneta, forzó la puerta de entrada del camposanto y avanzó luego por las amplias calles interiores hasta detenerse junto a la construcción funeraria y, con la llave que cada uno de los parientes poseía, con el derecho de abrir la puerta de hierro y vidrio biselado que estaba además labrada, la puerta, con filigranas de acero blanco que simulaba un árbol, mi primo entró, se santiguó y sacó de ahí el cajón con el cadáver de su padre, lo cargó al hombro y lo subió con delicado cuidado a la caja de la camioneta, sin dejar de hablar con el cadáver, bajo la luz de la luna. Cruzó el pueblo con el muerto, con su padre tan querido, y se detuvo ante la laguna porque no podía soportar la idea de que su padre estuviera solo esa noche. La historia del que se robó el féretro y lo paseó por la


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calle hasta que al mediodía la policía lo encontró en la laguna, donde sentado junto al catafalco le hablaba sin que nadie haya podido saber qué le decía, era contada con una sonrisa, como si fuera una comedia. Porque mi madre contaba esa historia con elegancia y respeto, y también con cierta ironía. El chico, decía mi madre, supo honrar al espectro de su padre muerto. ¿No te parece, querido?, me decía, sugiriendo con su mirada llena de luz que también yo debía hacer lo mismo cuando ella, en fin, pasara, como decía, a mejor vida. También la historia de la prisión de mi padre tenía un lugar reservado y preponderante en la versión oficial del pasado de todos, aunque mi madre la contaba con sarcasmo, le quitaba toda la épica y, para colmo, la re const r uc c ión de los hechos sucedía con mi padre presente en la sala. Pero él ya no se preocupaba por desmentir la versión y dejaba que la narración de su mujer fluyera. La diferencia, en el caso de mi abuelo Emilio y su aventura en la guerra, era que mi madre se había guardado un as en la manga. Mi abuelo fue destinado a la línea fortificada en los Alpes, una franja de trincheras instalada en lo alto de la cadena montañosa. Era imposible estar ahí, un frío atroz, senderos estrechos entre las rocas heladas, y sin embargo mantuvieron la posición meses y meses.

El autor abía empezado a escribir

Hun diario a fines de 1957

y todavía lo seguía escribiendo. Muchas cosas cambiaron desde entonces, pero se mantuvo fiel a esa manía. “Por supuesto, no hay nada más ridículo que la pretensión de registrar la propia vida. Uno se convierte automáticamente en un clown”, afirmaba. Sin embargo está convencido de que si no hubiera empezado una tarde a escribirlo, jamás habría escrito otra cosa. Publicó algunos libros –y publicará quizás algunos más– sólo para justificar esa escritura. “Por eso hablar de mí es hablar de ese diario. Todo lo que soy está ahí pero no hay más que palabras. Cambios en mi letra manuscrita”, había dicho. A veces, cuando lo relee, le cuesta reconocer lo

Esa historia era contada con júbilo a espaldas de mi abuelo, cuando no estaba, porque su versión de los hechos era fragmentaria y lacónica, en realidad estaba centrada en su destino en la oficina de correos del Segundo Ejército, esa experiencia era la que lo había marcado y lo había conducido casi a la demencia. Pero mi madre fue capaz de guardar el secreto durante muchísimos años, porque ése era su estilo, muy fiel siempre a los compromisos y a los pactos. Mi abuelo confiaba en ella y yo heredé esa confianza, si bien mi abuelo nunca me dijo por qué había decidido dejar todo y presentarse como voluntario en esa guerra; he contado parte de su historia en una de mis novelas, disfrazado bajo el nombre de Bruno Belladona. Fue jefe de estación en un punto desolado de la pampa, y fundó un pueblo y fue jefe político y caudillo del lugar, y compró tierras y se enriqueció, ayudado por sus contactos políticos, y su decisión de ir a la guerra fue entendida en el pueblo como un ejemplo de patriotismo y valor. En aquel tiempo muchos jóvenes imaginaban que ir a la guerra era una manera de adquirir una experiencia que estaba más allá de lo que cualquiera de ellos podía soñar en la vida civil. Renzi se detuvo un momento y miró la calle casi desierta esa tarde de verano y después siguió hablando con el mismo entusiasmo con el que había em-

que ha vivido. Hay episodios narrados en los cuadernos que ha olvidado por completo. Existen en el diario pero no en sus recuerdos. Y a la vez ciertos hechos que permanecen en su memoria con la nitidez de una fotografía están ausentes como si nunca los hubiera vivido. Tiene la extraña sensación de haber vivido dos vidas. La que está escrita en sus “cuadernos y la que está en sus recuerdos. Son figuras, escenas, fragmentos de diálogos, restos perdidos que renacen cada vez. Nunca coinciden o coinciden en acontecimientos mínimos que se disuelven en la maraña de los días. Al principio las cosas fueron difíciles. No tenía nada que contar, su vida era absolutamente trivial. “Me gustan mucho los primeros años de mi diario justamente porque allí lucho con el vacío. No pasaba nada, nun-

pezado a contar la historia. Si me hice escritor, es decir, si torné esa decisión que definió toda mi vida, fue también a causa de los relatos que circulaban en mi familia, aprendí ahí la fascinación y el poder que se esconde en el acto de contar una vida o un episodio o un acontecimiento para un círculo de conocidos que comparten con uno los sobrentendidos de lo que se está contando. Por eso a veces digo que le debo todo a mi madre, porque ella fue para mí el ejemplo más convincente del modo de ser de un narrador que dedica su vida a contar con variantes y desvíos siempre la misma historia. Una historia que todos conocen y que todos quieren volver a escuchar una y otra vez. Porque ésa es la lógica de la así llamada novela familiar, la repetición y el conocimiento de lo que está por suceder en la crónica de la vida que todos han comenzado a escuchar desde la cuna, porque uno de los ejercicios más persistentes en la familia de mi madre era contarles a los niños esas historias terribles, de mujeres alcohólicas y bellas, como mi tía Regina, la madre de Mencho, que en algún momento tomó la decisión de no salir de su casa y pasaba los días fumando y tomando whisky y escuchando una emisora uruguaya que durante veinticuatro horas del día pasaba discos de Carlos Gardel; escuchaba los tangos mi tía y monologaba sola en la casa ante la mirada aterrada o quizá fascinada de su hijo Mencho. Esa historia, por ejemplo, partía de

ca pasa nada en realidad, pero en aquel tiempo me preocupaba. Era muy ingenuo, estaba todo el tiempo buscando aventuras extraordinarias”, había dicho una tarde en el bar de Arenales y Riobarnba. Entonces empezó a robarle la experiencia a la gente conocida, las historias que se imaginaba que

ese núcleo cerrado: una bella mujer alcohólica que no sale de su casa y sólo escucha tangos de Carlos Gardel. Por qué no sale, por qué se recluye, nunca se aclara, nunca, dijo Renzi, nunca se aclaraba porque sabía muy bien cómo se narra una historia, se toma un hecho o una imagen, por ejemplo una hermosa mujer que fuma y bebe en su casa y escucha la radio, se contaba ese hecho y se lo pulía como a esas piedras a las que el agua convierte en joyas herméticas, pero nunca se explica el motivo de los hechos. Sólo se lo narra y se lo deja ahí, en el aire limpio de la tarde flotando como un sueño o una aparición. Eso fue lo que aprendí en las historias familiares que contaba mi madre: la insistencia y la falta de razón. Todas las novelas que he escrito vienen de ahí, narran episodios de esa épica familiar. La primera empezó con la historia de mi tío Marcelo, que dejó todo por amor a una cabaretera. Luego, cuando los retomo y vuelvo a contarlos, los argumentos cambian, no tienen nada de autobiográfico, pero nunca podría escribir un relato que no tuviera en el fondo una experiencia propia. Sin eso, dijo, sin un rastro de mi vida, no se puede narrar, o al menos yo no puedo creer lo que cuento si no estoy personalmente implicado. Después todo consiste en borrar la huella y seguir a ciegas los sentimientos y las emociones que vienen para mí de los relatos que me han contado 

vivían cuando no estaban con él. Escribía muy bien en esa época, dicho sea de paso, mucho mejor que ahora. Tenía una convicción absoluta y el estilo no es otra cosa que la convicción absoluta de tener un estilo. No hay secretos, sería ridículo pensar que hay secretos, por eso iba a dar a conocer en este libro, con placer, los primeros diez años de su diario; lo acompañan relatos y ensayos que incluyó porque en su primera versión formaban parte de sus cuadernos personales. Esta edición de sus diarios estaba dividida en tres volúmenes: I. Años de formación, II. Los años felices y III. Un día en la vida. Estaba basada en la transcripción de los diarios escritos entre 1957 y 2015, no incluía los diarios de viaje ni tampoco lo que había escrito mientras vivía en el extranjero. Al fi nal registraba sus

últimos meses en Princeton y su regreso a Buenos Aires, esta trilogía encuentra así un modo –bastante clásico– de concluir una historia muy extensa que se ordena según la sucesión de los días de una vida. Para quien se interese en estos detalles, insiste en señalar que las notas y las entradas de estos diarios ocupan 327 cuadernos, los cinco primeros son cuadernos marca Triunfo y el resto son cuadernos de tapa negra que ya no se encuentran y cuyo nombre era Congreso. “Sus páginas eran una sup erficie liviana que me ha llevado durante años a escribir en ellas, atraído por su blancura sólo alterada por la elegante serie de líneas azules que convocaban a la prosa y al fraseo, como si fuera un pentagrama musical o la pizarra maravillosa de la que hablaba Sigmund Freud, había dicho 


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MEDIOS, TECNOLOGÍA, n el congreso nacional de ciencias E políticas que se llevó a cabo en Mendoza surgieron algunos datos sugerentes. Por ejemplo, que menos del 50% de la población tiene conocimiento de que la actual presidenta Cristina Fernández de Kirchner no se postula a ningún cargo electivo en las próximas elecciones de octubre de 2015. El dato no surge de una encuesta realizada en el extranjero sino en la CABA, la capital del país. En otro sondeo, casi el 60% de los consultados fue incapaz de nombrar correctamente los tres principales candidatos que compiten por la presidencia, a pesar de que están permanentemente –a favor o en contra– en todos los medios gráficos, cibernéticos, audiovisuales. En ese mismo congreso, María Laura Tagina, investigadora de la Universidad de San Martín, habló de un estudio que mostró la relación entre la exposición a los contenidos de la prensa y el voto (durante las PASO presidenciales de 2011): los noticieros del Grupo Clarín sólo “tuvieron un leve impacto negativo sobre la posibilidad de apoyar a la Presidenta”. Para los medios hegemónicos, los 40 millones de argentinas y argentinos pasaron de ser ciudadanos a ser consumidores. Lamentablemente, siguen imponiendo su agenda haciendo consumir, a diario, productos mal elaborados (algunos en muy mal estado), sean alimentos, refrigeradores, champúes, sectas religiosas, autos o, claro, campañas electorales. Lo hacen mediante fotos retocadas, videos invasivos en redes sociales, cambios de imagen (no de propuestas, porque no las hay), farandulización y banalización permanente de la política. Los mensajes

Para algunos analistas, la ventaja de la TV Pública es que trabaja de manera propositiva y proactiva sobre la figura y el gobierno de Cristina Kirchner, lo cual suma votos, mientras que la sobreactuada campaña permanente de los medios hegemónicos –alineados con la oposición al kirchnerismo– trata de mostrar falencias y desatinos del Gobierno y atacar personal y colectivamente a funcionarios y candidatos, en especial sobre los dos ejes que los “constructores de imagen” recomiendan: corrupción y seguridad, pero desatendiendo las posibilidades de canalizar esa eventual bronca ciudadana hacia candidatos de la oposición. El efecto, en el mejor de los casos, logra sembrar el mal humor, pero termina por dispersarse y diluirse ante una realidad que desmiente en muchos casos el “malestar general” que los medios hegemónicos dicen reflejar. Pareciera que si bien a los candidatos de la oposición no se les cae una

Ejercicios endogámicos idea, propuesta o proyecto, tampoco sus hacedores de imagen y asesores supieron transmitir alguna propuesta alternativa a las acciones del Gobierno, más allá de recitar que está por llegar una maxidevaluación (olvidando que más del 97,3% de la población no le interesa, por ejemplo, la cotización del dólar ilegal) y cantar loas (o al menos defender militantemente) al ajuste estructural (que a los argentinos les trae a la memoria lo sucedido en 2001) y los fondos buitre. La intensidad para plantear la “corrupción”y la “inseguridad”, supuestamente responsabilidad del Gobierno, decae en los noticieros y los programas políticos afines, donde intervienen “ex-

pertos” e incluso candidatos, donde parece que se termina el libreto y llega la realidad. En los medios gráficos el tema es peor, porque la imaginación y el chismorreo antiético se escuda permanentemente en el condicional (“parecería”, “habría”, “sería”), cuando bien saben que no parece, no hubo ni será. Alguien que de ninguna manera está seducido por el kirchnerismo, como es el caso del periodista Pablo Sirvén, es bastante cáustico en La Nación cuando señala que “así, el entusiasmo por retratar lo negativo del Gobierno se vuelve un arma de doble filo. Y termina siendo tan sólo un ejercicio endogámico que únicamente consolida el voto no oficialista sin mayor incidencia en los sectores

más populares de la población”. Kilómetros de tinta y horas de radio y televisión gastaron y gastan los medios hegemónicos para denunciar “el uso abusivo” de la cadena nacional por parte de la Presidenta. Cadena que, en defi nitiva, termina informando sobre lo que los medios se abstienen de dar a conocer (incluso aquellos medios afi nes al gobierno), acrecentando su credibilidad y el reconocimiento general a su figura y su gestión. Hoy, las encuestas (para quienes crean en ellas) siguen señalando que nadie –ni suma de nadies– pudiera ganarle en una elección. Ladran Sancho, señal de que hay perros 


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USUARIOS Y CIUDADANÍA El fraude del fraude l fraude electoral puede definirse como E cualquier interferencia deliberada en el proceso electoral con el objetivo de alterar la voluntad individual o colectiva de los electores. El fraude distorsiona, así, las preferencias de los ciudadanos negando derechos electorales a algunos mientras que amplifica las voces de otros. Incluso cuando el fraude no es determinante del resultado –no afecta a la prelación de la opción ganadora sobre la vencida (los ganadores serían los mismos en ausencia de fraude)–, los efectos son devastadores para el arraigo de la democracia al premiar actitudes que refuerzan una cultura y valores antidemocráticos Parodiando el mundo al revés de Alicia en el país de las maravillas, para la oposición primero vino la sentencia: fraude. Y luego la fabricación de los argumentos que sustenten lo anunciado a priori. Diez días antes de la PASO, Mauricio Macri ya agitaba la teoría del fraude y preparaba “fiscales” para prevernirlo. Resulta muy preocupante que se haga un uso tan superficial del término, porque el fraude es letal para cualquier democracia del mundo. La estratagema política del fraude, armada y sostenida con la manipulación de los medios de comunicación, se dirigió a disminuir y desacreditar la inminente victoria de Daniel Scioli. Apareció como el recurso inmediato, fácil e irresponsable en el momento de la desesperación de la derrota, frente al vacío de una perspec-

tiva política real. Pretende continuar la campaña por minar la estabilidad política, aduciendo la ilegalidad e ilegitimidad del Gobierno, para buscar mantener viva la disputa por el poder. Puede, incluso, cohesionar temporalmente a un sector exaltado de sus seguidores. Pero adolece de un defecto estructural: no tiene base real ni verdadera que lo sustente. En consecuencia, inexorablemente, la teoría del fraude está condenada al fracaso, por lo que no tardará en transformarse en su opuesto: de un instrumento en contra, a una nueva victoria del peronismo. “Hay que garantizar la transparencia en Tucumán y sobre todo en las elecciones que vienen. Este sistema está agotado”, subrayó Mauricio Macri, acompañado de Sergio Massa y Margarita Stolbizer. Macri pidió transparencia y voto electrónico –además de un coche de bomberos a Papá Noel– para que en las generales del 25 de octubre no se repitan “irregularidades” como las que él mismo denunció, sin presentar ninguna prueba en las elecciones a gobernador en la provincia de Tucumán celebradas el pasado domingo. Y así, las usinas de terrorismo mediático, desde Nueva York, Miami y Madrid, repitieron la historia que sus think tanks prepararon: la oposición argentina se unió para exigir al Gobierno medidas que garanticen la transparencia en

las elecciones presidenciales de octubre después de los incidentes violentos y las denuncias de irregularidades que marcaron algunas de las votaciones previas de este año electoral en la Argentina. El manual que sigue la derecha en casi toda América latina parece demasiado evidente: Primero hay que hablar de la falta de transparencia, aunque no se sepa definir de qué se trata. (Incluso queda bien fundar una ONG con ese nombre.) Segundo, gritar “fraude” desde mucho antes de los actos comiciales para prevenir a la masa crítica, que es más o menos como aullar “ahí viene el lobo”. Tercero, unir a la oposición en torno de la teoría, convencerla de que si no se puede ganar hay que embarrar la cancha,

aunque eso sea un disparo contra las instituciones y la democracia. Cuidado con las chambionadas, porque el tiro puede salir por la culata. Cuarto, tener siempre pronta a la televisión y las radios nacionales y trasnacionales para que estén preparados para cubrir con suficiente tiempo las “manifestaciones espontáneas del pueblo enardecido”. Quinto, repetir las elucubraciones de escribas españoles o gringos que siguen tratando de decir quiénes somos y qué tenemos que hacer. Sexto, creado el clima de falta de transparencia y como ya no está de moda pedir una invasión de los marines, al menos insistir que la tan desprestigiada OEA mande observadores, cuidándose de no pedirlos a Unasur, por ejemplo 

sin justificar la espera y la motivación. Sin embargo, cientos de personas invaden, a través de las redes sociales, nuestro espacio privado, hieren nuestra sensibilidad con ofensas y denuestos, desafían nuestros valores y nos tiran en la fosa común de las emociones cifradas. Todo parece un juego de ping-pong con red pero sin mesa. Viciados en digitalización, aprisionados por la tecnología que asegura el retorno inmediato al capital, perdemos horas y horas de nuestra vida desperdiciados en el ring onomatopéyico. No navegamos, naufragamos. Nos dejamos aprisionar por las redes que favorecen nuestra evasión de la privacidad. Ahora bien, nadie necesita preocu-

parse ya por invadir nuestra privacidad. Nosotros mismos nos exponemos en la red global, nos despojamos de máscaras y ropas, manifestamos nuestra indigencia cultural y nuestra miseria espiritual. Como si fuéramos un artefacto tecnológico, también somos apenas una forma. Un objeto usado aleatoriamente en el turbulento mar de la designificación. Esclavos de la virtualidad, atrapados en las redes, ya no somos capaces de apagar el celular y desprendernos de él. Es él quien nos permite mirar el mundo por la ventana electrónica de esa prisión en que estamos encerrados, cuya llave tiramos en las aguas que rodean la isla en que nos aislamos, desprovistos de alteridad y de sentido 

Una isla sin sentido FREI BETTO

uestro mundo posmoderno está N fragmentado. Una de sus expresiones más evidentes es el videoclip. Montones de flashes, vibraciones acústicas, sonidos distorsionados. Se rompe la linealidad, por cuanto la simultaneidad abraza el pasado, el presente y el futuro. Todo sucede simultáneamente aquí y ahora. El iluminismo, anclado en la literatura, cede su lugar a la digitalización frenética. Un mundo que carece de sentido. Forma que dispensa del contenido. El trabajo del artista sobrepasa al arte que él produce. Su nombre vale más que su desempeño. La valoración cede el puesto a la exaltación. A Einstein, que desnudó el misterio del Universo con sus ecuaciones, le sucedió Steve Jobs, que nos ofreció maravillas tecnológicas envueltas en un refinamiento estético, movidas a una velocidad que desafía al cerebro humano. Ahora, la alienación ya no es resulta-

do de ideologías que distorsionan la realidad para inculcarnos la mentira como verdad. Basta con que seamos desplazados de lo real a lo virtual. Somos seres que nos movemos simultáneamente en dos mundos: el de la realidad de nuestras necesidades y el de la virtualidad de nuestros sueños y deseos. Encerrados en nuestros egos, de espaldas a la sociabilidad, navegamos en las redes sociales que nos dan el texto y el contexto. Basta con unos vocablos inconexos, abreviaturas, el balbucir signos gráficos que nos conectan con la platea global que, acomodada en el teatro del mundo, desconectada de lo real, mantiene fijos los ojos en el palco vacío. Las grandes narrativas son suplantadas por ese tiempo desprovisto de memoria y de utopía. El pasado pasó, el futuro es una quimera. Sólo queda el presente, que es prisionero de la circularidad infinita. Nadie entra en una casa sin avisar antes o sin ser invitado, señalando una hora, identificándose con el portero y


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ENTREVISTA

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FRANÇOIS HOUTART. SACERDOTE, SOCIÓLOGO

“EL BIEN COMÚN DESAFÍA AL CAPITALISMO”

HERNÁN SOTO Punto Final

H

oy, a la persistencia de una crisis económica que supera en duración y magnitud a la de 1929-30, se agregan una crisis energética marcada por el agotamiento de los combustibles fósiles, una crisis alimentaria y una crisis ecológica de extrema peligrosidad. Se suma a ello una permanente concentración de la riqueza y una irresistible tendencia a privilegiar el valor de cambio sobre el valor de uso. No cabe esperar que el automatismo del modelo neoliberal solucione el problema ni tampoco que lo hagan medidas de control que, tarde o temprano, serían sobrepasadas. A sus 90 años, Houtart expone sus ideas, clara y concisamente. –Una de sus principales preocupaciones es la necesidad de un nuevo

paradigma que reemplace al capitalismo neoliberal... –El nuevo paradigma plantea como opción fundamental una dinámica social equilibrada entre personas, géneros y grupos sociales, en armonía con la naturaleza, para asegurar la vida y asegurar su reproducción. Se trata de vivir bien, de cumplir con el Bien Común de la Humanidad, lo que implica como primer paso el respeto a la integridad de la naturaleza, como fuente de vida. Su construcción y sus aplicaciones en los fundamentos de la vida colectiva es un proceso. Es una tarea de todos que une pensamiento y experiencias concretas. Hay muchos antecedentes históricos, por ejemplo en las sociedades precapitalistas en que hubo una visión holística del destino humano. Muchas veces ella se expresó en términos ancestrales y también en las tradiciones de tipo religioso (taoísmo,

confucionalismo, hinduismo, budismo, judaísmo, cristianismo, islam). Se trata de redescubrir, en términos contemporáneos, para el mundo de hoy, las perspectivas adecuadas y de traducirlas en concordancia. –¿Se trata de una meta, un objetivo trascendente o es un instrumento de trabajo y un objetivo sociopolítico? –Creo que contiene ambos elementos. El capitalismo mató las utopías. No tanto en el sentido de las ilusiones, sino en el de las utopías como metas. Me quedo con la idea de Eduardo Galeano de que el papel de la utopía es hacernos caminar, porque al sentir que nos acercamos se aleja de nuestro alcance. En ese sentido es más realista que un pensamiento ilusorio, como puede ser una utopía religiosa. Por eso hablo de una utopía positiva, y utilizando la idea de la necesidad, como hace Paul Ricoeur con su concepto de “utopía necesaria”.

Es decir, la necesidad de tener una cierta visión del futuro con una determinada meta, que puede llevar a una desviación. Por eso, a mi juicio, debe traducirse en un programa político. Que sea un conjunto de cosas a cumplir, que se puede cumplir, aunque se necesiten tiempos diferentes. Y también transacciones y hasta retrocesos para aterrizar finalmente en la realidad deseada. –Otro elemento novedoso es la consideración de la Tierra como un elemento nuevo, organismo vivo con el cual se entrelaza la especie humana en mutua dependencia... –Parece novedoso, pero ya tiene un tiempo y es claro que el papa Francisco tiene una posición muy cercana. Es por eso que trató de traducir el concepto de Bien Común de la Humanidad de manera concreta, con cuatro requisitos fundamentales: la relación con la Naturaleza, la producción de la base ma-


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terial de la vida, la organización colectiva y la cultura. En esos cuatro ejes me parece que podemos expresar la necesidad de un cambio de paradigma. Porque el paradigma del capitalismo es un paradigma de muerte y el paradigma del Bien Común de la Humanidad (con ese o cualquier otro nombre, como por ejemplo Buen Vivir, socialismo del siglo XXI u otro) debe ser un paradigma de vida sobre esos mismos cuatro ejes. Francisco

–Esta visión de la Tierra como un inmenso organismo que debemos cuidar se contradice con la creencia religiosa que la considera un lugar a disposición del Hombre, que es su amo y señor... –La encíclica del papa Francisco, Laudato Si, responde a esa pregunta. ¿Qué estamos haciendo con la Tierra, qué queremos de ella, cuáles son nuestros deberes hacia ella? La encíclica tiene que ver con el cambio climático pero es mucho más que eso. Dice que la lectura correcta de la Biblia no autoriza al hombre para abusar de la Tierra. Dios impone al hombre una obligación clara. Debe ser el guardián de la Tierra, el encargado de aprovecharla con prudencia y cuidado, para entregarla próspera y sana a las generaciones que vengan. Agrega que no es aceptable una visión antropocéntrica, porque la naturaleza tiene su vida propia que debe armonizarse con la vida del hombre en el planeta. –¿Qué le parece lo que está haciendo el papa Francisco? –Pienso que hasta ahora hizo cosas impresionantes. Entre ellas, esa encíclica que debe ser estudiada a fondo. El Papa muestra a veces sorprendente voluntad de cambio de estructuras: en el campo de la organización eclesiástica y, lo que es extremadamente importante, en materia de las finanzas. Es un camino trascendente y muy peligroso porque despierta resistencias inmensas. También en materia de orientaciones que chocan con la tradición, como acogimiento a los homosexuales, sacramentos a los divorciados, la consulta a la Iglesia sobre la vida familiar, etcétera. Él quisiera imponer un comportamiento sencillo, ajeno a la suntuosidad y al boato, cercano a la gente corriente. En cambio, conocí mucho a Juan Pablo II, desde el Vaticano II cuando era un obispo joven, pero casi siempre estuvimos en desacuerdo. Cuando fue elegido Papa no quise continuar esa amistad. Conocía bien su pensamiento, que fue terrible con la Iglesia latinoamericana al condenar la Teología de la Liberación y a las comunidades de base. Houtart aclara: “No podemos decir que Francisco adhiera a la Teología de la Liberación. Es un hombre abierto, que abre espacios y va lejos, siempre dentro de la doctrina social de la Iglesia, acercándose a una condena clara al capitalismo depredador. El Papa es un hombre de la doctrina social de la Iglesia. Y cuando se adopta esa opción se actúa en términos de capas, en que el Bien Común se logra con la colaboración de todos, sin considerar la posición de clase. Hay una traducción política en la Democracia Cristiana, que puede ser de izquierda o derecha”. –¿Qué hechos de su vida fueron

Entre el catolicismo y el marxismo rançois Houtart, sacerdote y eminente sociólogo, que

Fcon 90 años conserva lucidez y entusiasmo, se define

como marxista en su trabajo sociológico. Houtart nació en 1925 en Bruselas, en una familia católica acomodada. Era un adolescente cuando estalló la segunda guerra mundial y Bélgica fue invadida por los nazis. Alcanzó a actuar algunos meses en la clandestinidad que protegía a la resistencia. Terminado el conflicto, se preparó para el sacerdocio, al que accedió en 1949. Entre 1958 y 1990 fue profesor en la Universidad de Lovaina, en la cual también se doctoró. Fundador del Centro Tricontinental que funciona en esa universidad y de la revista Alternatives Sud, fue presidente de la Liga Internacional por el Derecho y la Libertad de los Pueblos. Asimismo, cuenta con una extensa obra publicada: libros, ensayos y artículos de prensa. Trabajó con la Juventud Obrera Católica (JOC) junto a su fundador, José

determinantes en la formación de su pensamiento? –Hubo dos situaciones decisivas. Mi trabajo con la Juventud Obrera Católica junto al padre José Cardijn. El año 1954 visité durante seis meses prácticamente todos los países de América latina, desde México hasta la Argentina y Chile. Fue para mí una escuela; fue determinante aprender el método de “ver, juzgar y actuar”. Es decir, observar, reflexionar sobre qué podemos hacer y hacerlo después. Para observar y reflexionar mejor, estudié sociología. En sociedades complejas es fundamental la sociología, y sobre todo, la metodología de la JOC. El segundo factor que me influyó mucho fue la guerra de Vietnam. Estaba en Bélgica, había conocido América latina con los ojos de la JOC, había percibido las diferencias sociales y pude ver que se miraba a los Estados Unidos como un imperio opresor. En Europa, EE.UU. aparecía como libertador en la segunda guerra mundial. Fui enviado a estudiar a la Universidad de Chicago durante un año. En ese tiempo era considerada como una universidad subversiva, y en ese carácter estuvo en la mira del senador McCarthy y su comité de actividades antinorteamericanas. Todo esto me ayudó a cambiar de óptica frente al papel de los Estados Unidos. Cuan-

Cardijn, y en la coordinación de los institutos de investigación socio-religiosa que estudiaron la situación del catolicismo continental. Cuando se preparaba el Concilio Vaticano II fue encargado de sintetizar ese estudio, elaborando un documento para los obispos. Luego fue asesor de las conferencias episcopales del continente (Celam III y IV). En esos años apoyó la lucha liberadora del pueblo de Vietnam y denunció la agresión de los Estados Unidos. Participó en la formación de una generación de sociólogos latinoamericanos que estudiaron en Lovaina la sociología religiosa en el continente. Como integrante del movimiento de la Teología de la Liberación colaboró con la revolución sandinista. Sufrió, por lo mismo, la represión de la jerarquía de la Iglesia. “El viejo” Houtart sigue trabajando. Es profesor del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN) en Quito 

do comenzó la etapa de la guerra en la que intervino directamente, desde el primer momento estuve en contra. Unos amigos del Partido Comunista, en Bélgica, me invitaron a participar en la lucha a favor de Vietnam y me sumé a las protestas, a los mitines, a las declaraciones de denuncia y a las movilizaciones, lo que no fue bien visto por las autoridades eclesiásticas. Viajé a Vietnam varias veces, tanto al norte como al sur. Después me pidieron que ayudara a organizar la enseñanza de sociología en Hanoi. Esas actividades me llevaron a tener otra lectura de la realidad. Con la guerra de Vietnam comencé a descubrir los mecanismos de la economía mundial y a pensar en el marxismo como instrumento de análisis. Entonces yo estaba trabajando en Asia, en Sri Lanka, como especialista en sociología de las religiones. Mi tesis de doctorado fue el budismo. Recurrí a Max Weber y me di cuenta de que no daba respuestas a lo que yo buscaba de la sociedad. De ahí descubrí a Marx, y finalmente adopté el método marxista para el estudio de la religión en sociedades precapitalistas. Hubo en eso un doble avance en el compromiso social y también en el enfoque intelectual. –¿Cómo visualizó usted la revolución cubana? ¿Fue un acontecimiento relevante?

–Absolutamente, en especial en el compromiso político. Estuve en Cuba antes de la revolución, para un encuentro de la JOC. Pude comparar después y apreciar lo que significaba la revolución. Vi muchos cambios, por ejemplo con la apreciación de la religión. Y me tocó alguna participación invitado por el Partido Comunista de Cuba para debatir sobre sociología de la religión en la escuela para diplomáticos. La religión juega el papel de opio del pueblo, pero no siempre lo es. Por mi parte, sostuve que si ellos eran realmente marxistas no podían ser dogmáticos. Deberíamos partir de la realidad. Analizaríamos la realidad en diversas sociedades y con distintas religiones y veríamos que a veces es el opio del pueblo y a veces puede ser fuente de inspiración para un compromiso revolucionario radical. Hicimos el curso. Se hizo una publicación traducida a varios idiomas. Como era un proceso, más tarde vino el excelente libro de Frei Betto, y después el partido cubano eliminó la incompatibilidad entre la militancia en el PC y la condición de creyente. Cuba es hoy una isla socialista en un océano capitalista y con la apertura hacia los Estados Unidos se abre a una situación delicada, que explica la cautela y lentitud de las reformas. Es indudable que el Estado era demasiado grande y por eso mismo es tan importante lo que pase en Venezuela. No solamente en términos del abastecimiento de petróleo sino también en una serie de aspectos tecnológicos, como por ejemplo, la conexión con el cable de fibra óptica. Venezuela está en una situación compleja y con una economía muy golpeada por la baja de los precios del petróleo y las secuelas de una economía del despilfarro. La presión norteamericana es otro peligro sobre Venezuela. Con todo, es indiscutible que en América latina se produjeron cambios profundos que modifican el panorama tradicional de hegemonía de los Estados Unidos en alianza con los sectores dominantes. Éste fue el único continente en que se levantaron proyectos que desafían al neoliberalismo. Surgieron alianzas de países que se apartan del marco de la OEA, aislando a los Estados Unidos y a Canadá, y ofrecen buenas posibilidades de desarrollo 


S8 La Batalla Cultural

30 de agosto al 5 de septiembre de 2015

LA DIFERENCIA

odo lo que pasa, pasa sobre el trasfondo de las elecciones presidenciales. Los intereses y las posiciones en juego no admiten treguas y hacen hablar a ese torrente de contingencias mediáticas que llamamos “realidad”. Todos los hechos son hechos en y por lo que está en juego. Si no fuera por ello, muchos de los que hoy ocupan a la sociedad, no serían ni verdaderos ni falsos: serían nada. Hasta aquí, nada nuevo, el aberrante errar de las cosas. Pero lo profundamente político, eso que se abre con los desgarramientos sociales y con los modos disidentes de entender el mundo, se hace lugar igual, más allá de la bruma y el griterío mediático. Lo político está ahí todo el tiempo para decir que no hay un único “nosotros” ni un único lenguaje posible y que no se trata de planes y gestión sino de pujas, intereses, diferencias. Que lo político esté ahí, omnipresente, no quiere decir que este sea un tiempo plagado de buenas discusiones políticas, ni que los candidatos se la pasen haciendo propuestas sustanciales y explicando qué, cómo y cuándo de sus planes de gobierno y sus proyectos de país. Lo que se apunta es que, aun en ausencia de todo eso (que, por cierto, se echa de menos), lo político se las ingenia para aparecer igual. En “El jardín de senderos que se bifurcan”, Borges escribió “omitir siempre una palabra, recurrir a metáforas ineptas y a perífrasis evidentes es, quizás, el modo más enfático de indicarla”. La mutua exclusión de la palabra y la cosa, en este caso, lejos de revocar lo político, lo hace irrumpir brutalmente: la diferencia, eso de lo que no se puede o no se debe hablar pero que está ahí (o porque está ahí) emerge nítidamente.

T

RODOLFO MARIANI Politólogo (rodolfo.mariani@gmail.com)

Candidatos y ciudadanía

¿A quién le hablan los candidatos? ¿Cuál es la ciudadanía que imaginan y convocan al decir “estoy con vos”, cuando se refieren a “mejores personas” o exhortan a buscar “una vida mejor”? Algunas apelaciones son inicialmente ecuménicas (“todos”, “nosotros”) pero dejan de serlo cuando se teatraliza a un modélico oficialista que en ropa de deportes y en un vestuario de club amenaza a su sorprendido contertulio con cortarle el cuello por portación de Clarín (http://www.lanacion.com.ar/1804252-spot-ernesto-sanz). Todo coronado por la pregunta “¿qué hicieron de nosotros?”. ¿Quiénes seríamos “nosotros”? Ese decapitador amenazante que se agrega como predicado brutal deja ver que en realidad es “vos y yo (pero no aquel)” y “nosotros (pero no ellos)”. Eso que se adjunta al discurso permite valuar debidamente que toda apelación universal es excesiva porque deja por fuera lo que se le escapa a la unidad: la diferencia. Darle lugar a la diferencia, a lo que queda por fuera del discurso del poder, es asumir el conflicto (al mismo tiempo que esa asunción genera conflictos). El discurso neoliberal se inscribe en el lugar mismo del poder (el neoliberalismo es la mutación actual del capitalismo), mientras que, por el contrario, las ideas heterodoxas (intervención del Estado, inclusión social, ampliación de derechos) se sostienen en el intento balbuceante de una construcción hegemónica que contesta al neoliberalismo aunque no logra vislumbrar más allá del capitalismo. Esa hegemonía que refresca adversando al neoliberalismo requiere del oxígeno de las particularidades a las que el poder dominante no les da lugar. La articulación de la diferencia, en tanto tal, interpela al poder. Lo que se ve en el mundo es la coincidencia de poder-neoliberalismo y gobierno. En los casos, pocos y singulares, en los que la posición del gobierno no coincide con poder-neoliberalismo, la desobediencia desata severas tensiones. La lógica del poder es anular el potencial disruptivo de lo distinto, absorbiéndolo (Grecia es su acto más reciente). En consecuencia, hay que enfrentarse a un escenario que muestra el intento de “normalizar” a la Argentina (o Brasil) haciendo coincidir poder-neoliberalis-

labatallacultural

que lo constituyen y que mantienen viva la posibilidad de una hegemonía. Derechos Humanos, fábricas recuperadas, protección social y laboral, renacionalización de empresas, productores rurales (salvados de la quiebra), nuevos jubilados y pensionados, industrias/mercado interno, actores, músicos, intelectuales, militantes por los derechos civiles, científicos, trabajadores y estudiantes constituyen mundos diferentes en los que el kirchnerismo penetró atravesando distintas afinidades políticas (peronistas, radicales, comunistas, socialistas, independientes). Su fuerza radica en su complejidad, en abrevar en distintas tradiciones de lo popular capaces de testimoniar la realidad desde lugares diversos. Abrigar esa poderosa alquimia entre lo común y lo distinto, construyendo un “nosotros” en la diferencia, sería un activo central para una democracia insuflada de ideal emancipatorio. Hay un vasto campo de cuestiones de la existencia compartida en el cual darle lugar a la diversidad y a la inclusión no cancela la posibilidad ni releva la necesidad de un amplio acuerdo sobre las reglas a respetar en la convivencia común y un extenso y militante respeto por ese acuerdo. Es tema central de la política democrática que queda en una zona de responsabilidades diversas y compartidas. En este asunto, parafraseando a don Alfredo Zitarrosa, si se quiere querer se puede poder. En cualquiera de los escenarios futuros se impone una nota sobre la tolerancia. Para una cierta tradición de pensamiento, la democracia es cuestión de creencias compartidas en ausencia de las cuales la conversación no es fructífera y “hay que usar más la fuerza que la persuasión” (dice Richard Rorty, por mencionar uno entre tantos autores posibles). En ese escenario, la tolerancia solo existe en el diccionario y no hace falta en la vida real más que en dosis homeopáticas. El hábitat de la tolerancia es el desacuerdo, la desigualdad, lo distinto. La tolerancia es precisamente posible en la diferencia puesto que no se puede ser tolerante con aquello que no se disiente. A lo que se asiste hoy es al creciente impudor de una extendida parte de la sociedad por manifestar su incapacidad de dar un lugar de igual a lo que percibe como distinto. Intolerancia, prepotencia, irritación, vulgaridad y violencia son palabras que se urden con naturalidad y terminan atravesando y hasta configurando los vínculos personales y sociales. De ahí a la fuerza de la que habla Rorty hay un breve trecho. Otro

mo-gobierno. Para lograrlo, apelan a una amplísima batería de instrumentos de la que disponen por su posición dominante. Sobre las grietas

La intensidad del conflicto en el país está dada principalmente por la dislocación de poder-neoliberalismo y gobierno. En su mejor versión, eso que se suele llamar “grieta” debería indicar la brecha existente entre un poder que uniformiza y las múltiples diferencias (no un gobierno) que se niegan a subsumirse en él. Claro que no es ese el sentido que se le otorga: todo un indicador de época. Lo que importa señalar es la presencia de una escisión, de un abismo que se abre como contingencia de una hegemonía y como posibilidad fresca, vital, de lo político. La continuidad del desafío al neoliberalismo en el país discurre entre dos amenazas: 1) Un poder que deshace la diferencia, la reabsorbe e instaura un consenso brutal y excluyente alrededor del núcleo dominante del poder económico. Aunque se la presente remozada o se la oculte, se trata de una reedición del guión del consenso de Washington que imperó en la Argentina y en toda la región durante los ’90 (paradójicamente, en esos años no se hablaba de “grieta” en los medios mientras se producía una fractura social sin precedentes). 2) Al interior del “pueblo kirchnerista” existe el riesgo de velar las múltiples particularidades

Se empezó con un spot y se termina con otro: “Lo que te falta es lo que se robaron”, dice Carrió y apura un paso que acorta el trecho. Se trata de lo que Zizek llama “violencia del Ello”. Es decir, el otro (el distinto) edificado como el enemigo que “nos quita lo nuestro” (el trabajo, la seguridad, el dinero, la tranquilidad, el orden, el pasado idealizado). Ese indeseable que se mete en el medio entre el yo y el goce. Es el mismo movimiento subjetivo en el que radica el rechazo al inmigrante, al judío, al musulmán y a cada una de las figuras estigmatizadas que la modernidad global necesita para sostener su impulso de revalidación. El discurso que plantea al kirchnerismo (y a sus encarnaciones fantasmales: el “planero”, el “gorrita”) como el mal y la amenaza se desvanece ante su ausencia, lo necesita para poder sostenerse. Es más, aunque todo lo que se dice sobre el kirchnerismo y sus criaturas fuera cierto, el odio sigue siendo patológico y manifiesta un exceso en quien lo expresa. Un exceso que se suma a otros en una matemática que es exacta en su resultante de malestar. Un exceso que funda una racionalización tan vacua como peligrosamente racista que le abre las puertas a la violencia y a la exclusión radical de lo distinto. Todo vínculo real se inscribe en la diferencia: en la aceptación de esa singularidad del otro igual que lo hace distinto. La buena noticia es que lo político está ahí para nombrarla. Los riesgos están claros y los desafíos son grandes. Se trata de seguir haciendo en la diferencia 

Dirección General: Aram Aharonian y Carlos Alberto Villalba  Impresión Rotativos Patagónicos. Araóz de Lamadrid 1920. CABA  Distribución: Capital Federal y Gran Buenos Aires New Site. Baigorria 103, CABA Distribución en el Interior DGP S.A. Alvarado 2018, CABA  ISSN 1853-0443  RNPI en trámite  LA BATALLA CULTURAL es una publicación de ULTRAKEM S.A. Domicilio legal Ingeniero Huergo 953 Piso 7º B (CP 1107), CABA.


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