Reseña LOS LOCOS DE AYER. Enfermedad y desviación en el México antiguo (de Jaime Echeverría García)

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Los locos de ayer. Enfermedad y desviación en el México antiguo. (Reseña bibliográfica)


Silvia Palma Vallejo Egresada de la carrera de Letras Españolas (UAEM); correctora de estilo del IMC.

Los locos de ayer. Enfermedad y desviación en el México antiguo. Instituto Mexiquense de Cultura. Biblioteca de los pueblos indígenas, Toluca, Estado de México, 2012, 208 pp. ISBN 978-607-490-162-7.

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escubrir y analizar el moncepto de la locura entre los antiguos nahuas, su causalidad y su terapéutica, ha sido el propósito fundamental del doctor Jaime Echeverría García, quien se ha dedicado al estudio de esta enfermedad –y de otras temáticas como el miedo entre los nahuas y la alteridad—, a lo largo de su formación como psicólogo (UAM-Xochimilco), arqueólogo (ENAH), maestro y doctor en antropología por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. Él nos ofrece, a través de este libro editado por el Instituto Mexiquense de Cultura (Convocatoria 2012), un interesante estudio en el que describe cuál fue el papel que desempeñó tal fenómeno en la sociedad nahua prehispánica, así como en “la construcción de concepciones de equilibrio (salud) y desequilibrio (enfermedad), normalidad y anormalidad, moralidad e inmoralidad”, entre sus integrantes. El autor nos muestra que gracias al acercamiento a tres fuentes de estudio, a saber: las arqueológicas, históricas y etnográficas, es posible develar qué lugar ocupaban en el tejido social quienes padecían esta enfermedad, cuántos tipos de locura se pudieron distinguir y cuáles eran los tratamientos para su cura. Investigación centrada en los grupos hablantes del náhuatl que habitaron en el Altiplano Central de México, de ellos, el autor destaca a los mexicas, durante el periodo Posclásico tardío (1200-1521 d.C.). Se trata de un esclarecedor estudio sobre la terminología referente a los distintos tipos de locura que existieron entre la población. Fueron grupos que compartían no sólo la lengua náhuatl sino una gama de valores y elementos culturales. Su ideología dominó y explicó todos los aspectos de la sociedad. De tal forma, los diversos sistemas ideológicos (el médico, el religioso, el mágico, el moral y el natural), intervinieron en la conceptualización de la locura.


Tres son las fuentes que constituyen la metodología abordada por este autor en el análisis del tema: arqueológicas, históricas y etnográficas.

Fuentes arqueológicas La ideología está presente en los objetos que han sido encontrados en las excavaciones realizadas en el Altiplano Central de México. Al referirse a ello, el doctor Jaime Echeverría García, subraya el hecho de que en esos objetos, y precisamente se refiere a aquellos que son portadores de la locura, las manifestaciones de este fenómeno no se hacen evidentes en alteraciones físicas, sino conductuales, es decir, son expresadas mediante el símbolo. El autor parte, entonces, de la definición de dicha enfermedad como “un sistema de símbolos” develado gracias a la observancia directa de las características plasmadas en las figuras de deidades y de seres de la vida cotidiana; pese a que su manifestación no es tan material o corporal, como simbólica. Dentro de estas fuentes arqueológicas, agrupa a los objetos que representan la enfermedad, en cuatro rubros mediante los cuales analiza la determinante simbólica: indicadores de la locura, causalidad sobrenatural de la locura, locura inducida, y materiales que representan la locura.

Fuentes históricas Al referirse a estas fuentes, el autor nos acerca a importantes documentos que forman parte de nuestra herencia cultural y que contienen el pensamiento y los misterios de los antiguos mexicas: el Códice Florentino –cuyos conocimientos provienen directamente de la Historia general de las cosas de Nueva España, debida a fray Bernardino de Sahagún (1499-1590), quien se apoyó en informantes indígenas y en otros de sus colegas para realizarla. El Vocabulario en lengua castellana y mexicana y mexicana y castellana de fray Alonso de Molina, editado por primera vez en 1555, y creado con la finalidad de lograr una mejor comunicación con los indígenas para efectos de su conversión y adoctrinamiento religioso. El Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana de Rémi Siméon, obra que vio la luz más de tres siglos después, en 1887, y su principal virtud consiste en que el estudioso francés proporciona la etimología de cada palabra náhuatl. Entre estos testimonios, se destaca un género “histórico-literario”, muy particular llamado huehuetlatolli (palabra antigua), que eran discursos ético-morales pronunciados por personajes de autoridad, como los padres, gobernantes o nobles, quienes exhortaban a los integrantes de la sociedad a llevar una vida de rectitud y obediencia, y fueron recopilados

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por fray Andrés de Olmos, fray Juan Bautista Viseo y fray Bernardino de Sahagún. En los huehuetlatolli, por tanto, se muestra de forma explícita, a la locura como desviación moral. El Libellus de medicinalibus indorum herbis, mejor conocido como el Códice de la Cruz-Badiano, debido a la traducción al latín de Juan Badiano, fue escrito en lengua náhuatl por el médico tlatelolca, Martín de la Cruz, hacia 1552, y se concibió de acuerdo a la pauta de los herbarios medievales. Un dato curioso que el doctor Jaime Echeverría García nos confía sobre este gran Códice, es que fue elaborado a instancias de don Francisco de Mendoza, hijo del primer virrey de la Nueva España, y constituyó un regalo al rey de España. Es un texto de medicina que da cuenta de las distintas terapéuticas para tratar todo tipo de enfermedades, y aunque en apariencia es una obra influida por ideas occidentales (como todas las obras escritas por los estudiosos cuya visión provenía

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del Viejo Mundo), lo cierto es que su fundamento se halla en el contenido médico y mágico prehispánico. En el Libellus se describen enfermedades consideradas “mentales”, que, a pesar de no existir bajo dicha connotación en el mundo prehispánico, es posible identificarlas con ciertos padecimientos que también se sufrieron en aquellos tiempos, como en el caso de la epilepsia, la “mente de Abdera” o locura. El mismo doctor Echeverría García nos refiere cómo el rey Felipe II, nombró a uno de sus médicos reales –llamado Francisco Hernández—, “protomédico de las Indias”, y le dio la misión científica de acudir a estudiar la gama de plantas medicinales que existían en la Nueva España y el Perú. Esta misión vio su mayor resultado en la obra Historia natural de Nueva España, en ella también se describen diversas plantas que podían producir y curar la locura.

Fuentes etnográficas En cuanto a la investigación etnográfica realizada por Echeverría García, él mismo la califica como un apoyo, pues, es de considerarse la “relativa firmeza en la persistencia de los elementos ideológicos” que sobreviven en la mentalidad colectiva y en el sistema social de grupos étnicos que aún hablan el náhuatl, mismos que actualmente habitan comunidades del estado de Puebla. Hace referencia a la constante transformación de los sistemas ideológicos, que naturalmente, surge a lo largo del tiempo en todas las culturas. No obstante, en el caso de los pueblos indígenas contemporáneos,

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que aún hablan la lengua náhuatl y conservan gran parte de su cultura, el autor se centra en la persistencia de elementos prehispánicos que conciernen al fenómeno de la locura, su identificación, tratamiento y cura.

La ideología como un eje rector de la sociedad En el segundo capítulo del libro, el doctor Echeverría García refiere el concepto de ideología, cómo se construye y se transmite. Explica su papel determinante, entre los nahuas, para constituir el “concepto del ideal del ser humano y su contraparte, la locura”. Asimismo, analiza la función del mito como parte de la educación de los jóvenes nahuas, en los distintos niveles sociales; el ser humano nahua y su cuerpo, los centros y entidades anímicas, además de abordar los sistemas médico, mágico y religioso que regían la vida cotidiana. De tal suerte que la función del mito jugó un papel definitivo en la construcción de la sociedad, fue –y es— “ordenador de las relaciones sociales”, y lo más importante: el mito es utilizado como un medio de legitimación de los poderes gobernantes, actúa en el afianzamiento de los objetivos militares y en el esclarecimiento del origen de algunos padecimientos, entre ellos la locura, cuya explicación se debía a la intervención de lo sobrenatural. En el tercer capítulo, aborda el tema de la locura entre los nahuas, y sostiene que a pesar de que la visión occidental permeó los diversos estudios que sobre este tema se escribieron, fue posible rescatar gran parte del conocimiento del pueblo prehispánico que éste habría producido sobre las enfermedades y su cura. Por tal motivo, el autor hace énfasis en la necesidad de estudiar –comparativamente— los resultados contenidos en los documentos históricos mencionados líneas arriba del presente escrito, con la finalidad de verificar la autenticidad del conocimiento.

La locura como figura marginal A lo largo de los dos primeros capítulos, el lector atento se pregunta constantemente: ¿cuál era la concepción de la locura entre los nahuas?, ¿qué factores la causaban?, ¿cuál era su terapéutica?, y finalmente, ¿y cuál era su significado, entre ellos? A estas preguntas, el autor responde –mediante una exposición clara y sencilla— abriendo caminos, a pesar de la complejidad del tema. Desde el comienzo, en el primer capítulo, nos brinda ciertas luces, al puntualizar que en la mente humana reside desde siempre el miedo al loco, lo cual ha provocado su estigmatización y aislamiento, ya para impedir el contagio social, ya para curarlo. Afirma, con lucidez, que “la locura como cualquier otra figura marginal puede ser depositaria de los temores y males de una sociedad, ya sea la mujer, el musulmán, el judío, el portador

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del VIH. El loco siempre es considerado como el otro, y nunca como uno mismo”. Por tanto, en una sociedad militarizada, represora y dominante, como lo fue la sociedad mexica, el estigma del loco funcionó perfectamente como un modelo o figura marginal, con fines de dominio sobre el otro, sobre los demás. Pero también se debe reconocer el sufrimiento físico y emocional que debieron sentir todos aquellos que padecieron algún tipo de locura, y cómo fueron marginados por la misma sociedad, aun sin contar con los medios sofisticados para su tratamiento que en los tiempos modernos se tienen. Y, sin embargo, al constituir un problema real de salud pública, la locura ganó terreno, ya que se le otorgó la debida importancia a la terapéutica que tuvo que ser desarrollada por los antiguos nahuas, y así, poder atender ésta y otras enfermedades, de la manera más efectiva que estuviera a su alcance y comprensión. Asimismo, el autor puntualmente clasifica los distintos tipos de locura, según se haya originado por causas externas o de acuerdo al órgano del cuerpo de dónde provenía. La nomenclatura abarca dos grandes grupos: locos furiosos o locos agitados y locos tranquilos. Es en esta parte del libro, en donde, de manera exhaustiva, analiza el origen lingüístico de cada término o conjunto de términos y su designación o conceptualización semántica, una tarea en verdad realizada con acierto, valiéndose de las tres fuentes de aportación científica ya mencionadas. Su virtud consiste en reconfirmar al lenguaje como productor y reproductor de una ideología, pues gracias a esta última el estigma de la locura puede contraponerse a la imagen ideal “normal” del individuo, construcción que tuvo lugar en la sociedad nahua, y es también una figura latente en toda cultura. En el apartado de conclusiones resume con precisión los distintos “rostros de la locura” –definiendo aquellos comportamientos transgresores— que dieron vida a una amplia gama de seres que padecían la enfermedad. Resalta así, el hecho de que el hombre, desde siempre, ha hecho del lenguaje un arma poderosa porque transmite el pensamiento individual o colectivo, las emociones, los afectos; pero también es utilizado para discriminar, segregar y etiquetar a las personas. Imágenes tomadas de: Los locos de ayer. Enfermedad y desviación en el México antiguo.

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