MAESTRIA EN PEDAGOGÍA
EVALUACIÓN DE PROCESOS
CARACTERÍSTICAS DEL PROCESO DE EVALUACIÓN
Tomado de: House, E.R., et al: Valores en evaluación e investigación social (2001), Madrid, Ed. Morata. (Pág. 183 a 185) En el proceso de construcción de una definición de evaluación que resulte más comprensiva es posible enumerar una serie de características que deberían estar presentes reflexivamente en un proceso de evaluación, ya que sin duda amplían el horizonte de su aplicación. Se trata de recortar y definir en términos concretos qué características básicas deberá poseer un proceso de evaluación valioso. Para que la evaluación sea realmente formativa, en el sentido de ser vehículo para el aprendizaje y la mejora, debe cumplir con algunos requisitos. Nydia Elola (2000) plantea que estos requisitos son básicamente los siguientes: ser manifiesta, confidencial, negociada, con resultados compartidos y tender siempre a la autoevaluación. A continuación se de desarrolla brevemente cada una de estas características.
Ser manifiesta implica ser pública y reconocida por todos los involucrados. Emprender un proceso de evaluación en forma oculta, no sería ético, justo ni formativo para los actores ya que no podrá acceder a los resultados, ni entender las decisiones que se tomen
a partir de la información recogida. En consecuencia, tampoco habrá
capitalización de los errores ni se estará en condiciones de mejorar. Hay quienes piensan que si los evaluados no saben que se los esta evaluando, actuarán con mayor espontaneidad. Esto no es necesariamente cierto, pero aún si lo fuera no respeta los requerimientos morales de transparencia y honestidad que deben regir las acciones evaluativas.
La información recogida en un proceso de evaluación debe ser confidencial en el sentido de que no debe difundirse en ámbitos ajenos a los grupos que están involucrados. Es información que pertenece a quienes están involucrados, por lo tanto no corresponde que sea comunicada a quienes no participan en el proceso que se esta evaluando.
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DRA JUDITH AGUILA MENDOZA
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El carácter negociado de la evaluación significa que tanto evaluador como evaluado saben las razones que guían el proceso. Por ejemplo, si se tratara de una evaluación sumativa (para acceder a cierto curso) en la que utilizo como instrumento una prueba escrita con ejercicios y problemas, respetar el carácter de negociación implica dejar en claro lo siguiente: a) porqué se pide realicen esa prueba y b) qué conclusiones están en juego en ese proceso ( verificar grado de aprendizajes, admisión, etc)
Los resultados de todo proceso de evaluación deben compartirse, básicamente con los más implicados. Durante el monitoreo de la implementación de un programa dado resulta necesario comunicar estos resultados a todas las personas involucradas de la comunidad. De esta manera, la información que resulta del proceso de evaluación sirve para entender la situación y poder mejorar y corregir los aspectos débiles. La devolución a los protagonistas es parte del control democrático de la evaluación, limita el poder y enriquece la práctica de los evaluadores.
La evaluación siempre debe tender a convertirse en autoevaluación . Es decir, debe enseñar a evaluar las propias acciones, trabajos, ideas. Esta afirmación exigiría un desarrollo mayor que el que podemos brindarle en este trabajo, pero vale una breve mención a los fines de la evaluación. Se parte de la idea de que “ser evaluado” implica disponer de estrategias para mejorar y aplicarlas adecuadamente, entre otras cosas saber comprender los propios procesos de aprendizaje y pensamiento. La autoevaluación, implica justamente estos tres aspectos: comprender el aprendizaje propio, generar y utilizar estrategias para mejorarlo. En síntesis, es deseable que la evaluación aporte capacidad para identificar fortalezas y debilidades, mejorar y comprometerse con la mejora. Complementariamente si cultivamos la idea de que la evaluación tiene que ser formativa, en el sentido de ser vehículo para el aprendizaje y la mejora (Elola, 2000), todo el proceso debe estar dirigido a este fin. Es decir, todas las acciones a llevar a cabo durante el desarrollo de la evaluación deben tener este matiz, esta funcionalidad y esta misma dirección.
Además de responder a las características antes enunciadas, la evaluación debe ser organizada mediante un proceso sistemático y sistémico que considere todos los elementos y que permita tener una visión más objetiva del proceso evaluado, sea éste
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rendimiento del alumno, la utilidad en un equipamiento, un proyecto mixto con la empresa u otro, cualquiera sea el sujeto, objeto o aspecto involucrado. Jiménez aporta en este sentido una definición de evaluación: “proceso ordenado, continuo y sistemático de recogida de información cuantitativa y cualitativa, que responda a ciertas exigencias (válida, creíble, dependiente, fiable, útil…) obtenida a través de ciertas técnicas e instrumentos, que tras ser cotejada o comparada con criterios establecidos nos permite emitir juicios de valor fundamentados que faciliten la toma de decisiones que afectan al objeto evaluado. Parecería oportuno aclarar que si bien la evaluación utiliza metodologías y herramientas de investigación se diferencia de ella, fundamentalmente por su finalidad.
Una característica que toda evaluación tiene o debería de tener presente es su carácter de contextualización, siempre está condicionada por el medio. No ajustarse a las condiciones reales y a las peculiaridades de los actores cuestiona la validez y credibilidad de sus juicios. Ninguna realidad es idéntica a otra en la esfera social. No siempre es posible transferir modelos: preguntarse por la problemática y ala conflictividad del medio, sopesar los factores incidentes y las capacidades necesarias se hace ineludible para iniciar acciones en un cierto ámbito, en suma, analizar la factibilidad evaluativa.
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