MAESTRÍA EN PEDAGOGÍA
EVALUACIÓN PROCESOS
Los valores y la evaluación educativa Tomado de: House, E.R., et al; Valores en evaluación e investigación social (2001), Madrid, Ediciones Morata. (Pág. 17-19) Los evaluadores se encuentran con muchos consejos de carácter profesional que, a menudo, se oponen entre sí. Veamos algunos ejemplos:
Los evaluadores deben ser neutrales ante los valores
Los evaluadores deben defender a determinados grupos
Los evaluadores deben considerar igualmente dignos de atención los puntos de vista de todos los interesados.
Los evaluadores deben sopesar y equilibrar los puntos de vista de los patrocinadores del estudio
Los evaluadores deben admitir como legítimos los puntos de vista de todos los interesados
Los evaluadores deben adoptar los puntos de vista de los patrocinadores del estudio
Los evaluadores deben entablar diálogo con los interesados
Los evaluadores deben guardar las distancias con los interesados
Los evaluadores deben actuar únicamente como facilitadores
Los evaluadores deben extraer conclusiones de sus estudios
Los evaluadores no deben sacar conclusiones
Los evaluadores deben extraer conclusiones parciales
Los valores determinan la metodología
Los valores no tienen nada que ver con la metodología
Los valores son subjetivos
Los valores son objetivos Estas opiniones se derivan de distintas concepciones de la evaluación, basadas en premisas diferentes. En realidad, algunas de las disputas más enconadas que se producen en el campo de la evaluación giran en torno a las llamadas cuestiones de valor. Son cuestiones que provocan a los evaluadores, aunque sean bastante
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complejas y se fundamenten en nuestras formas de pensar sobre el mundo. Creemos que la mayoría de estas creencias diferentes nacen de los desacuerdos acerca de la naturaleza de los datos y valores extremos de una dicotomía. Desde esta perpectiva, aunque los evaluadores puedan determinar justificadamente los datos, no pueden hacerla con los valores. Los valores son escogidos sin más por las personas y no están sujetos a una determinación racional. Por eso, los evaluadores deben extraer conclusiones basadas en los valores de los interesados y los clientes, sin criticar esos valores, o deben calificar marcadamente las conclusiones de los estudios de manera que se correspondan con los valores de los clientes o los interesados. Una perspectiva contraria sostiene que las personas no sólo escogen sus valores, sino también sus propios datos: una concepción constructivista radical. Desde este punto de vista, los datos son como los valores en la medida en que constituyen una materia de elección individual, pues optamos por creer unos datos y les otorgamos una determinada importancia en nuestro razonamiento. En cierto sentido, los individuos construyen sus mundos, sus realidades. De ahí que los evaluadores deban asumir la función de facilitadores neutrales en cuanto a su forma de manejar los datos y los valores de otras personas. Desde este punto de vista los conocimientos y destrezas no desempeñan ningún papel especial. Las personas deben decidir por su cuenta. Todo es relativo a la concepción del individuo. No creemos que ninguna de estas dos extendidas perspectivas del asunto constituya
una base adecuada para la evaluación. Queremos situar la diferencia
fundamental entre dato y valor en otro plano. Sostenemos que las afirmaciones sobre datos y valores nos son independientes, sino que ambas se combinan. Los enunciados evaluativos están compuestos por afirmaciones de hechos y de valores entrelazadas, mezcladas, como la mayoría de las afirmaciones que se hacen en la evaluación. Es más, mantenemos que los evaluadores pueden extraer conclusiones objetivas de valor recogiendo y analizando pruebas y siguiendo los procedimientos de su disciplina profesional. Esa forma de ver las cosas legitima las actividades profesionales y abre el acceso a una función social más fuerte de la evaluación, pues Material para uso académico
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da más autoridad a la evaluación en la toma de decisiones, que, en nuestra opinión, es un servicio muy necesario en la sociedad contemporánea. Con el fin de desarrollar estas tareas, los evaluadores necesitan disponer de una concepción de su función que sea compatible con la democracia. De hecho, creemos que quienes actúan en el campo de la evaluación deben tener una concepción amplia de la forma de utilizarse sus estudios en las sociedades democráticas, aunque tales concepciones sean implícitas. Nuestro objetivo consiste en alinear la teoría y la práctica profesionales con el pensamiento democrático. No es un objetivo utópico; desde nuestro punto de vista, muchos evaluadores ya desarrollan una práctica profesional adecuada.
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