Dos ratones en aprietos

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Dos ratones en aprietos GLORIA ALEGRÍA RAMÍREZ

actual

Ilustraciones de Elvis Salazar



DOS RATONES EN APRIETOS

GLORIA ALEGRÍA RAMÍREZ Ilustraciones de Elvis Salazar

Colección


Colección: La buena letra Dirección editorial: Gloria Páez Editor: Héctor Hidalgo Ilustraciones: Elvis Salazar Portada de colección y diseño: diseño i punto

es una marca registrada de MN Editorial Ltda. © Gloria Alegría Ramírez © MN Editorial Ltda. Avda. Eliodoro Yáñez 2416, Providencia, Santiago, Chile Teléfono: 2335101 e-mail: promoción@mneditorial.cl web: www.mneditorial.cl Se terminó de imprimir esta primera impresión de la primera edición de 2000 ejemplares, en el mes de mayo de 2012. Nº de inscripción: 216.814 ISBN: 978-956-294-317-8

La presentación y disposición de la obra son propiedad del editor. Reservados todos los derechos para todos los países. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio, sea este electrónico, fotocopia o cualquier otro, sin la previa autorización escrita por parte de los titulares de los derechos. Impreso en Chile por Salesianos Impresores S.A.


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Alguien llega sin avisar

Federico estaba recolectando espigas de trigo

una noche de luna grande y llena, cuando vio a un ratón a lo lejos. Él no era un ratón muy curioso, pero le llamó la atención el que venía por lo flaco y largo, y la forma algo extraña, pero decidida que mostraba al caminar. Al forastero también le llamó la atención Federico porque era, al contrario de él, pequeño y con la panza abultada. En cuanto el recién llegado estuvo frente al ratón pequeño, le dijo: —¡Aquí un caminante saluda con alegría! Aunque Federico quería responder de inme-

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diato, no pudo. Incluso abrió mucho su hocico para hacerlo, pero ninguna sílaba salió de él. No era que estuviese asustado ni nada parecido, sino que tenía un pequeño problema para hablar. ¡Le costaba empezar! ¡Era como si su lengua se quedara pegada sin querer responder! —¡Se saluda de nuevo con alegría y confianza! –insistió el forastero. Entonces Federico hizo un esfuerzo, sacó pecho y le contestó: —Hoooooola. El ratón visitante paró bien sus orejas, lo miró un momento subiendo una ceja y bajando la otra y finalmente le dijo con un tono de sabiduría: —Mmmm. Veo que te cuesta un poco sacar las palabras de tu hocico, pero no te preocupes, esas incomodidades de la vida se pasan con las lunas. A mí por mucho tiempo me costaba lo que era una barbaridad caminar. ¡Mis piernas de atrás no eran iguales! ¡Tenía una pierna más larga que la otra! ¡Uf, era un lío! ¡A veces la pata larga se ponía porfiada y le daba con quedarse pegada atrás y otras se me enredaba con la corta y ¡paf! porrazo seguro, canguro! Federico ahí pudo decir, casi, casi sin esfuerzo:

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—¡Ohhhhh! El otro continuó: —¡Sí! Durante un tiempo fue un gran problema porque la pata larga no dejaba de crecer. ¡Y la pata corta se quedó ahí casi columpiándose al lado de la larga como si hubiese venido a esta vida sólo a contemplarla! ¡Pata maldita! Esta vez Federico abrió mucho sus ojos y también su hocico hasta que por fin dijo: —¡Nnnnooo digas malas palabras! —¿Cómo? –preguntó el otro, extrañado. —¡Maaaaaaldita es una mala palabra! –respondió Federico mirándolo severamente. —¡Bueeeeeno! ¡Es una forma de decir nada más, después de todo era MI pata y uno no trata mal a lo que es de uno! –se disculpó el visitante algo confundido ya que no estaba acostumbrado a que alguien le llamara la atención y menos por su forma de expresarse. —¡Deeee todas maneras, eso no se hace! –insistió Federico. —¡Yaaaaa! ¡Yaaaa, está bien! ¡No se volverá a repetir! ¡Uffff, eres un tipo bastante estricto! Pero deja que te siga contando: ¡No era muy fácil caminar con una pata larga y la otra corta como el rabo

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de un conejo rapado! ¡Me cansaba bastante porque como te figurarás tenía que andar a saltitos! —¡Meeeeeee imagino! –dijo por fin Federico, después de sudar un poco. —¡Y eso no es todo! Tú debes saber, nunca falta el simpático por ahí que te grita: ¡Hey, tú disparejo para andar! o que se le ocurra decir ¡Pídanle al pata de zanco que saque la fruta del árbol! Federico lo sabía: ¡Siempre había alguno por ahí que hacía alguna broma desagradable por su forma particular de comenzar a hablar! ¡Claro que en su comunidad esas cosas se sancionaban duramente! ¡Burlarse de los que tenían algún problema o defecto no era una buena acción y por eso mismo estaba prohibido por ley! —¡Pero a esos no hay que hacerles mucho caso! Además, todo se cura con el tiempo, después de algunos cambios de luna, la pata loca dejó de crecer y la otra sí lo siguió haciendo y el problema se solucionó. ¡Mírame ahora! ¡Camino como un galán, derechito y casi, casi, sin balanceo! ¡También es cosa de programación! ¡Programarse para no pensar tanto en eso, no prestarle tanta atención a los problemas! Aunque a Federico le pareció raro lo que le de-

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cía aquel ratón, pues nunca había escuchado algo así, es decir, que a alguien le crecieran de forma dispareja las patas, miró con atención como el otro iba y volvía a su lado con la expresión alegre y despreocupada que suelen tener los ratones completamente felices. De verdad el visitante tenía un pequeño balanceo al caminar que de pronto daba la impresión de que se fuera a ir de lado, pero la sonrisa que había en su cara era más grande que aquel defecto y a Federico le pareció que de verdad la pata le había crecido bastante, aunque no tenía idea de cuan corta era antes. Ver a aquel ratón tan contento lo hizo pensar en que quizás eso mismo iba a suceder con su problema para hablar: Iba a remediarse con el tiempo. Ahora mismo ya sentía que si no pensaba mucho en ello iba a poder hablar sin problema. Entonces dijo: —¿Vieeeeenes de muy lejos? –y miró el sendero que la luna pintaba de plateado. —¡Ufff, ni te lo imaginas! –respondió el ratón flaco dándose vuelta para mirar el camino recorrido. —¡Oh, eeeentonces debes, debes estar muy cansado y también debes tener mucha hambre! –exclamó preocupado el ratón campesino.

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—No te agites, buen ratón. He dormido todo el día como un lirón y al despertar trepé a un parrón y me engullí casi todos los granos de un racimo de uva rosada. —¿Uuuuuva rosada? —Tan rosada como las patas de la tarántula de patas rosadas. ¿La conoces? —Eeeeeees amiga de mis padres. Pero, ¿uva rosada? —¡Ya veo que no la has saboreado! —Yooooooo no conozco otra que no sea la uva verde. —¡Deja que este viajero te ponga al día en cierto tipo de conocimiento! Tú has de saber que hay varios tipos de uva. Verde, negra, rosada, azul, lila, uva con pepa, sin pepa. ¡Pero no hay como la uva rosada! ¡Es deliciosa! ¡Su jugo es tan dulce que el azúcar se te queda pegado en la garganta y te atoras y hasta te puedes morir si no reaccionas a tiempo y tomas aire profundamente por la na…! —Yoooooo sólo conozco la uva verde….sin pepa –lo interrumpió Federico levantando levemente los hombros como disculpándose. —¡Ah! ¡Bueno, eso es lo que pasa cuando uno

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vive en un solo lugar! – Exclamó el forastero mirando a Federico con cara de compasión–. Y… ¿en qué estás? Te veo muy ocupado. —Traaaabajando –le respondió Federico sacando pecho pues en su Comunidad era un orgullo llegar a la edad en que se le consideraba apto para ayudar a buscar alimento–. Ya he juntado tres fardos de trigo. —Tres fardos –masculló el visitante, pensando en lo aburrido que debía ser tener que caminar por los trigales juntando espigas de trigo en vez de correr sobre ellas o meterse debajo y después de un rato tirarse a reposar mirando las estrellas–. ¿Y cuántos fardos debes juntar en una noche? —Dieeeeeez –respondió Federico mirando de reojo los tres fardos que tenía apilados al costado del camino. —¡Diez! ¡Por mis trece bigotes! ¡Eso es una barbaridad! —Buuuueno esa es la cuota para los jóvenes. Los adultos juntan treinta –le respondió Federico mirándolo con cierta desconfianza. —¡Pero esa cantidad te debe tomar toda la noche! Y… ¿Cuándo te diviertes? ¿Cuándo te

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juntas con tus amigos? —Cuaaaando he concluido mi trabajo. —¿Cómo? —Coooooncluido. Terminado. Finalizado. —¡Ehhhh! ¡Sabes hartos sinónimos, dominas el vocabulario! ¡Eres un ratón culto! —¡Soooooolo son palabras! –exclamó Federico sintiéndose halagado. —Bueno, a lo mejor sabes muchas palabras, pero igual debes aburrirte trabajan…Ya, no importa. Ponme al tanto. ¿Qué hace un ratón adolescente como tú para divertirse? —Meeeeee reúno con mis amigos y hermanos a contar chistes, a veces jugamos a hacer equilibrios, ¡Es divertido, te puedo enseñar! También hacemos recuerdos –respondió con entusiasmo Federico. El ratón extranjero retrocedió. —¡Debo apartarme de ti! ¡Quizás esa forma de divertirse es contagiosa y se me pega! – exclamó sacudiéndose el cuerpo con las manos y moviendo las orejas y los bigotes rápidamente. —¡Peeero! – exclamó Federico sin entender la reacción del recién llegado. —¡Qué lata! ¡Qué horror! ¡Qué desperdicio!

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¡Recuerdos…! ¡Pero eso es para los ancianos! –exclamó el ratón tomándose la cabeza con las dos manos–. ¡No puede ser, eso sí que no puede ser! —Taaaaaaaambién corremos por los maizales y a veces vamos a nadar al canal. –le explicó Federico algo confundido. —¡Qué entretenido! –exclamó el otro poniendo los ojos blancos hacia el cielo–. ¡Pero, qué entretenido! ¡Pero qué diversión más fantástica! ¡Se deben morir de la emoción! ¡Ayayayayyyyy, ya me estoy muriendo de la emoción! Por unos minutos Federico no le contestó nada. Después le dijo. —¿Eeeeeestás burlándote? —No, no, no. Sólo es una broma, una pequeña broma de un ratón andariego –se disculpó el ratón flaco estirando su mano para saludar a Federico y agregó:– Ya hemos conversado bastante y ha llegado la hora de presentarse: mi nombre es Nibaldo. Nibaldo de Alguna Parte, de Muchas partes, de Ninguna parte. Para servirte. —Uuuun gusto –dijo Federico apretando la mano del ratón forastero y mirándolo fijamente a los ojos. Siempre que debía presentarse formalmente a alguien o decir su nombre, su lengua pa-

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recía ponerse el triple de torpe, aún así le respondió:– Meeeeee llamo Federico. De la Comunidad del Trigo. —Mmmmm. Nombre muy popular entre los ratones. Yo por ahí conocí a un Federico. Lo llamaban Fede sin cola. Bueno, era un ratón sin cola. Es decir tenía una cola, pero casi no se le veía y más encima se le llenaba de pelusas. ¡Y por ese motivo era el blanco de burlas de los simpáticos de siempre! ¡No faltan, tú sabes! —¡Queeeeé feo! –exclamó Federico, pensando en que en eso, ese ratón tenía razón. Siempre había alguien que se saltaba las normas del buen convivir. —Sí, ¡Pobre, Fede sin cola! Un día no aguantó más tanta burla y se subió a un barco. ¡Era un barco fabuloso! Fede sin cola se subió por la cuerda que ata el buque a puerto y desapareció dentro. Según me dijo antes de partir ya estaba hasta más arriba de las orejas de tanta broma y había decidido darse unas vacaciones. Lo malo fue que al barco lo pilló una tormenta y se hundió. De Fede nunca más se supo. ¡Seguro se fue nadando a otras tierras menos ingratas o quizás hasta pudo dar con una isla solitaria y se quedó a vivir ahí!

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¡No quiero imaginarme que se ahogó! —¡Ooooh! —Pero también conocí a un Federico que sí era feliz. Trabajaba en un circo. Era un ratón trapecista. Pertenecía a una compañía donde todos eran artistas, su mamá, su papá, sus hermanos, sus tíos y tías, sus primos, sus abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, que claro, ya habían estirado la pata, pero habían dejado la herencia de sus conocimientos. Los dueños del circo los alimentaban y hasta les ponían ropa de humanos. ¡Lo único malo es que vivían en una jaula! Era una jaula hermosa y con espacio suficiente para caminar por ella y estirarse, pero una jaula al fin, muchacho. ¡Pero a ellos eso no les importaba, habían nacido enjaulados, siempre estaban contentos! El Fede artista siempre andaba ensayando y se entretenía jugando en una rueda que los dueños del circo les habían instalado para que se mantuvieran en forma. ¡Te hubiese gustado conocerlos! Tenían musculosas las piernas y los brazos y eran capaces de resistir mucho rato colgados de la cola. ¡Lo malo! ¡Oh, por el Ratón Universal! ¡Fue espantoso, más que eso, fue… fue…! –terminó exclamando el visitante tapándose los ojos.

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ÍNDICE 1. Alguien llega sin avisar .................................. 5 2. ¿Qué me cuentas esta noche? ..................... 21 3. Un regalo y una promesa ............................ 39 4. ¡Si supieras lo que me pasó! ....................... 47 5. ¡Cuéntanos, Federico! .................................. 67 6. ¿Qué es lo que dice este muchacho? .......... 85 7. ¡No quiero hablar contigo! ........................ 103 8. Todo no es más que estrategia .................. 111 9. Una gota de lluvia en la punta de la nariz ... 125 10. Cuidado con las fantasías, Nibaldo ........... 133 11. ¿A qué lugar te gustaría ir? ....................... 143 12. ¡Cuidado, muchachín! ............................... 151 13. ¡Este debe seeer! ........................................ 171 14. Es hora de ir a mojarse las patas .............. 179 15. ¡Federico, Federico, despierta! .................. 191 16. ¡Claaaro, eso es! ......................................... 205 17. ¡Dónde estabas! ........................................ 211 18. Un puesto en la cena .................................. 225 19. Epílogo ........................................................ 231


10 Dos ratones en aprietos GLORIA ALEGRÍA RAMÍREZ Federico y Nibaldo, dos ratones, muy diferentes entre sí, deben enfrentarse a desafíos que harán que esta historia mantenga la atención del lector. Son los dos, personajes queribles, cada uno con sus defectos y virtudes, con sus habilidades y dificultades que, a través de sus acciones y de su lenguaje se nos muestran y nos hacen partícipes de sus costumbres, sueños y esperanzas. Nos sorprenden, hacen reír, emocionan y poco a poco nos conducen y acompañan en esta historia simple pero afortunada, porque podría ser la historia de muchos de nosotros, que no pocas veces debemos escoger rumbos o encontrarnos con alguien muy diferente y al que poco a poco logramos amar y aceptar y que, sin darnos cuenta casi, se convierte en nuestro mejor amigo.

E D I T O R I A L


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