Los viajeros invisibles

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Los viajeros invisibles

ALICIA MOREL

Ilustraciones de Cristina Espinoza Lastra

actual



LOS VIAJEROS INVISIBLES

ALICIA MOREL Ilustraciones de Cristina Espinoza Lastra

Colecci贸n


Colección: La buena letra Dirección editorial: Gloria Páez Editor: Héctor Hidalgo Ilustraciones: Cristina Espinoza Lastra Portada de colección y diseño: diseño i punto

es una marca registrada de MN Editorial Ltda. © Alicia Morel Chaigneau © MN Editorial Ltda. Avda. Eliodoro Yáñez 2416, Providencia, Santiago, Chile Teléfono: 2335101 E-mail: promocion@mneditorial.cl www.mneditorial.cl Primera edición: 2009 Primera reimpresión: mayo 2011 Nº de inscripción: 179.937 ISBN: 978-956-294-268-3 La presentación y disposición de la obra son propiedad del editor. Reservados todos los derechos para todos los países. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio, sea este electrónico, fotocopia o cualquier otro, sin la previa autorización escrita por parte de los titulares de los derechos. Se terminó de imprimir esta segunda reimpresión de la primera edición de 1.500 ejemplares, en el mes de octubre de 2012. Impreso en Chile por Quad/Graphics Chile S.A.


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Un corto invierno

Hace muchos años, casi dos siglos, un grupo de

colonos alemanes se embarcó en un pequeño velero, el bergantín “Catalina”. Partieron desde Hamburgo una brumosa mañana de otoño hacia un país lejano y desconocido, situado al otro lado del mundo. Entre los bultos apilados en la cubierta de popa, Ole, de oficio jardinero, llevaba una cantidad de macetas con árboles nuevos: pinos, encinas y tilos. Pensaba plantarlos en el lejano país para recordar la Selva Negra, región en que había nacido. Las ramas delicadas se entrelazaban formando un pequeño bosque. A nadie se le ocurrió que la tierra de los maceteros albergaba a duendes de distintas tribus; se embarcaron sin darse cuenta, porque estaban dormidos invernando en las raíces de los jóvenes árboles. Los primeros fríos habían interrumpido sorpresivamente unas largas y entretenidas vacaciones, obligando a los duendes a per-

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manecer en ese lugar. Como veremos más adelante, no todos habitaban en la Selva Negra, sino que provenían de diferentes partes de Europa. Despertaron mucho antes de llegar a destino, al atravesar el ecuador. Clodoveo, el más viejo, al sentir que se deshelaba con el fuerte sol que cae en el cinturón de la tierra, abrió un agujero para sacar la cabeza. Estirando brazos y piernas, exclamó: —¡Qué corto se me hizo el invierno! A lo que Frinjol, que había despertado hacía rato y sabía dónde se encontraban, contestó: —No estamos en la Selva Negra, sino en un barco en alta mar. A Clodoveo se le espantó el resto del sueño: —¿Cómo puede ser? ¿Qué clase de magia es ésta? —Ninguna magia. En el barco viene un jardinero y él nos echó a los maceteros sin darse cuenta, claro. —¡Qué calamidad! ¿Qué podemos hacer? —Aún no lo hemos pensado; todavía estamos tragando la sorpresa con los demás –rió Frinjol, que era un duendecillo joven y flaco, vestido de verde. —¿Vinieron otros también? –exclamó Clodoveo tirándose la barba. —Somos cinco en total: tú, de la tribu de los relojeros de Suiza; yo, de las mansardas de Dina-

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marca; Hoja Seca, de las hojarascas de la Selva Negra y dos elfos de cualquier parte. —¿Dos elfos también? –gimió el anciano duende. —Elfo Boris y elfo Carel –los presentó Frinjol. Clodoveo se vio rodeado por los otros compañeros del inesperado exilio; ninguno parecía triste; al contrario, la risa llenaba sus caras y los elfos resplandecían como gotas irisadas. Hoja Seca era un típico duende de los bosques: vestía traje arrugado color otoño y crujía un poco al hablar. —¡Qué aventura más fantástica! Nunca imaginé que conocería el mar. Está lleno de criaturas plateadas; me encantaría conversar con ellas. —Anda con cuidado, Hoja Seca, no conocemos a los duendes del mar –advirtió Clodoveo. —No seas tan desconfiado. Si no nos hacemos amigos de los habitantes de este mundo extraño, nos moriremos de hambre. —Es verdad –interrumpió Frinjol–, nuestras provisiones de nueces y bellotas quedaron en un tronco hueco en la Selva Negra. Escarbando en los maceteros encontré sólo esto. Mostró cinco bellotas y una nuez agusanada. Los elfos se pusieron a brillar, lanzando luces de intensidad diferente: era su manera de hablar.

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—¿Quién entiende el idioma de estos personajes? –preguntó Clodoveo cada vez más preocupado. —Yo los entiendo porque soy su amigo –chilló Frinjol. —Traduce, entonces, por favor. Los elfos volvieron a encenderse con variados matices, emitiendo algo como un siseo de cajita de música que va a echarse a sonar; por lo menos así lo interpretó el anciano duende, aficionado a la relojería. Frinjol tradujo mientras Boris lanzaba chispas rojizas y Carel brillaba con matices verdes. —”Hay nueces en el arcón de una mujer.” —¿Cómo lo saben? —”Porque miramos por la cerradura.” —Debí imaginarlo –suspiró Clodoveo–; los elfos son demasiado curiosos. —Es un buen dato el de las nueces –reflexionó Frinjol–. Me pondré al acecho en ese lugar y en cuanto la mujer deje el arcón abierto, sacaré las que pueda. Clodoveo fue de otra opinión: —No sacarás nada de ningún arcón; los duendes somos gente honrada. Piensa: si más tarde descubren nuestra existencia en el barco, nos echarán la culpa no sólo de robos, sino de todas las desgracias que ocurran. Por el momento, comeremos bellotas.

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Frinjol hizo una mueca de disgusto, porque estaba acostumbrado a los buenos manjares de los almacenes de Dinamarca. Sin embargo, acató las palabras del duende mayor. —Ahora quiero conocer el barco –dijo Clodoveo levantándose. Ninguno de ellos sabía aún cuál era su destino; los más enterados eran los elfos, que con su ligereza y transparencia no dejaron de hurgar en los instrumentos de navegación y en los mapas del capitán. Frinjol y Hoja Seca mostraron a Clodoveo todas las rarezas del lugar: el timón, las jarcias, las enormes velas desplegadas, el ancla; pero lo que más los intrigó fue la brújula que junto con el compás usaban entonces los marinos para mantener el rumbo de la navegación. Se colaron también en los camarotes para conocer a los pasajeros. Por cierto, aprovecharon la virtud de ser invisibles a los ojos humanos para andar por todas partes. Hoja Seca explicó que todos eran artesanos de la región de la Selva Negra que iban a establecerse con sus familias a otro país. —¿No sabes a qué sitio? –interrogó Clodoveo. —Todavía no; seguramente los elfos no tardarán en averiguarlo.

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Entre los viajeros iban: un jardinero, un pastor de ovejas, un herrero, un constructor de molinos y un carpintero. Prefirieron acercarse a Ole, el jardinero, que en ese momento almorzaba con su familia. Clodoveo se interesó mucho por él; para conocerlo mejor, subió sobre la mesa, sorteando platos y trozos de pan rancio: —Este hombre es el que nos acarreó junto con los árboles. Nuestra obligación será protegerlo y cuidar las encinas, abetos y tilos para que se desarrollen y den frutos. —Yo me comprometo a colaborar con el jardinero –aseguró Hoja Seca, que amaba la vida vegetal, él mismo un duende casi hierba. Los elfos se apresuraron a grabar estas palabras en su memoria electrónica por considerarlas un propósito importante. Cuando Ole y su familia se levantaron de la mesa, los duendes echaron en sus bolsillos las migas de pan desparramadas. Los elfos no se interesaron porque se alimentaban de la energía del sol. Lote, la mujer del jardinero, quiso limpiar la mesa y se extrañó al ver que había quedado casi limpia: —Qué raro, no quedó ni una miga. ¿Acaso las limpiaste tú, Berta? –preguntó a su hija. —No, mamá, pero si quieres lo hago yo –contestó la niña.

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—No es necesario. Tal vez el viento... Sin embargo, el velero pasaba por una zona de calma chicha: sus velas caían sin aliento y el cielo azulaba el mar y la blancura del navío. Empezaron a suceder cosas raras que ni el capitán ni los pasajeros supieron explicarse, aunque eran gente práctica. Ole descubrió muy pronto que la tierra de los maceteros estaba minuciosamente removida, sin que nadie se hiciera responsable del hecho. Desconfiado, dijo a su mujer: —Para cuidar las plantas debe haber una sola mano, la mía. Tendré que descubrir quién es el que pretende hacerlo mejor que yo. Cuando Hoja Seca se dio cuenta de los temores del jardinero, lo celebró dando saltitos: —¡Los humanos ignoran nuestra colaboración! –comentó a Clodoveo–; Ole no sabe que sin la mano de los duendes, ninguna semilla germinaría, ni crecerían tan hermosos los árboles. En cuanto a Lote, no tuvo que limpiar la mesa por el resto del viaje; prefirió pensar que lo hacían los movimientos del barco o el viento antes que creer en misterios. El velero continuó su lento avance hacia el sur del Atlántico, acercándose al peligroso Estrecho de Magallanes.

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Personajes, lugares y leyendas que se mencionan en este libro 1. PERSONAJES EUROPEOS LOS INMIGRANTES La primera inmigración está consignada en la Historia de Valdivia, del Padre Gabriel Guarda (2001). Venían en ella dos herreros, un tornero, un carpintero, un constructor de molinos, un jardinero y un pastor de ovejas. DUENDES Y ELFOS Clodoveo. Tomó la personalidad de los duendes relojeros de Suiza. Anciano, sabio, reposado, se transformó en el jefe de la primera colonización de los duendes en el sur Chile. Sus intervenciones, no siempre atinadas, en el arreglo de relojes y cajas de música y su afición a habitar dentro de estas maquinarias son algunas de sus originalidades. Frinjol. Surgió de una gran encina que había en un jardín de Valdivia. Empezó a meterse en las conversaciones de las familias vecinas al jardín de la encina, creando mal entendidos; adquirió poco a poco una personalidad aventurera y pícara. Un buen día se fue de viaje en las maletas de una familia que se trasladó a Santiago. Él mismo contó que venía de Dinamarca; su pariente figura en un cuento de Hans Christian Andersen, El Duende del Abacero. Vivió siempre en almacenes y prefería la comida aliñada.

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Hoja Seca. Figuró ya en otros cuentos inéditos y su origen proviene del misterio que se respira en los bosques vírgenes. Se identifica con vegetales y animales a los que ama y protege. Es cariñoso, no le gusta vivir solo, aspira a casarse con un hada. Vive en los troncos huecos o en las raíces de los árboles. Procede de la Selva Negra, en Alemania, donde lo acompañaban Frinjol y Clodoveo en el inicio de la aventura. Los Elfos. Seres evolucionados y volátiles, están en cualquier parte. Su naturaleza es una combinación de elementos fluidos, como la electricidad y el magnetismo. No son tan “humanos” como los duendes; funcionan de manera semejante a pequeñas computadoras inteligentes, con memorias indelebles, y expresan ideas y emociones a través de luces de matiz diverso. 2. PERSONAJES DE LOS MITOS MAPUCHES Anchimalguen. Especie de ninfa protectora, hija del sol. Siempre que al mapuche le sale bien un negocio, dice: “Todavía mi hada o ángel me protege” Anchimallen. Trasgo, duende, enano maléfico, se transforma en luz brillante y fugaz que se ve por caminos y llanuras, techos de las casas y entre los boscajes. Trempulcalhue. Antepasadas, abuelas. Según creencias de los antiguos, las antepasadas que morían de mucha edad se transformaban en ballenas y llevaban las almas de los muertos hacia el occidente, hacia la puesta del sol, cobrando el pasaje en “llancas” (piedras o joyas) sepultadas con el cadáver.

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3. LOS LUGARES Fuerte Bulnes. La expedición fundadora del Fuerte Bulnes en el Estrecho de Magallanes comenzó bajo la Presidencia de don Manuel Bulnes. Después de múltiples inconvenientes y de un cuasi naufragio, la corbeta Ancud, que partió de Chiloé el 22 de mayo de l843 al mando del capitán de fragata don Juan Williams, fondeó en Puerto del Hambre el 21 de septiembre del mismo año. Fueron cuatro meses de increíbles aventuras, en las que participaron de manera sacrificada y noble todos los tripulantes, y en forma especial el naturalista y explorador voluntario don Bernardo E. Phillipi, encargado de estudiar el clima y la posibilidad de cultivos en la nueva colonia. El bautismo solemne del Fuerte se llevó a cabo el 30 de octubre. Desde el primer momento, el Fuerte Bulnes empezó a prestar servicios a la navegación. Su espléndido surgidero, ubicado en la mitad del Estrecho, se convirtió en punto obligado de la recalada de buques de vela y vapores que tomaban esa ruta. Sin embargo, dicho Fuerte, erigido en el desolado promontorio de Santa Ana, tuvo seis años de vida precaria; al cabo de ellos y luego de un incendio, el sargento mayor José de los Santos Mardones decidió el traslado de la colonia a un nuevo paraje más protegido y de mejores tierras: Punta Arenas. (Datos extractados de la Historia de Chile, de Francisco Antonio Encina: 1949). Corral y Valdivia. La descripción de estas dos ciudades pertenece al libro Recuerdos del Pasado de Vicente Pérez Rosales (1971). El autor cuenta que el Puerto de Corral estaba formado por unas pocas casas escondidas entre los emboscados cerros. La única vía de comunicación

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que se encontraba entre el puerto y Valdivia era el mismo río: y el tiempo que se demoraba navegando en botes o chalupas de un punto a otro era de cuatro horas. Valdivia tenía un plano trazado por los españoles. Las casas eran de un piso, construidas de madera, con corredores a la calle y galerías. A causa de las abundantes lluvias, no se podía usar carretas; por eso la provisión de leña se hacía arrastrando con bueyes enormes troncos de árboles que se dejaban en el frente de las casas. Había unas pocas calles entabladas. En el costado poniente de la Plaza de Armas, alzábase la iglesia, de madera también, adornada con dos empinadas torres que no guardaban proporción ni con la ciudad ni con la misma iglesia. La Plaza de Armas, nada limpia, no sólo servía para paseos y ejercicios de tropa, sino que se estacaban cueros de las vacas que los vecinos mataban para su consumo, y se arrojaban toda clase de basuras.” 4. LEYENDAS MAPUCHES, ONAS Y YAGANAS

Cai Cai y los mapuches. Según los primeros cronistas, los mitos de las serpientes son auténticamente mapuches. La tradición más breve y antigua se encuentra en el libro del Padre Diego Rosales, Historia General del Reino de Chile (1989). La serpiente Tren Tren (o Teg Teg) vivía en una caverna de la montaña y protegía a los mapuches y los animales levantando con su lomo la montaña. En cambio, la otra, Cai Cai, habitaba en el mar, e inundaba las tierras, tratando de alcanzar la montaña donde vivía su enemiga, Tren Tren. Las olas, al tocar a los hombres, los convertían en piedras y a los animales, en peces.

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La luna y los yaganes. (*) Una tribu de yaganes cerca de Ushuaia contaba que una vez la luna se cayó al mar, por cuya razón el agua se levantó tanto, que sólo quedó visible la cumbre de un monte, sobre la que se salvaron los hombres y los animales más listos. Cuando la luna regresó al cielo, las aguas tornaron a bajar y entonces aquellos hombres y animales descendieron de la montaña y hallaron en una gran laguna una ballena muerta de la que comieron. Pero algunos de ellos no se salvaron en la cumbre de una montaña, sino en la isla “Cable”, la que, despegándose del fondo del mar, anduvo flotando como un gran barco, hasta que la luna volvió al cielo; entonces volvió a arraigarse sobre su primitivo fondo marino. El Sol y la Luna entre los onas. (*) Al principio, el día y la noche eran seres humanos, marido y mujer. Riñeron y el sol pellizcó y quemó la cara de la Luna; empezaron a perseguirse, airados, a través del cielo; pero nunca se alcanzaban, porque a medida que el sol se acercaba a la Luna, ésta se iba achicando, de modo que se hacía invisible para el sol. Cuando a su vez el Sol se alejaba, ella se iba agrandando hasta mostrar toda su cara; entonces se reía del Sol. Al ver éste que la Luna lo había engañado, volvía a perseguirla, y de nuevo ella empezaba a desaparecer. Creían los onas que la luna se comía a los niños pequeños cuando estaba flaca, es decir, en menguante; se escondía entre las matas y no volvía al cielo hasta haber comido a algún niño, por lo que después aparecía llena. Si se ponía roja, los onas creían que era por la sangre de los que se había comido.”

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El día y la noche entre los onas .(*) Hace muchísimos años, cuando el sol comenzó a perseguir a la Luna, siempre era de día y nunca de noche, porque los astros giraban siempre sobre el horizonte. El Sol se pone y despunta al alba desde que Kuanip, héroe de los onas, quiso tomar por esposa a una joven, la que le respondió: “Yo no quiero casarme porque el sol y la luna me están mirando.” Entonces el famoso Kuanip cantó una hermosa canción en la que ordenó al Sol y a la Luna que se ocultaran, y así lo hicieron. Poco a poco alargó la noche y acortó el día, de modo que llegó un tiempo en el que no se levantaron más sobre el horizonte y hubo noche perpetua. Anota Antonio Coiazzi que este mito puede ser un lejano recuerdo de los indios que se acercaron notablemente al Polo Sur, donde, como es sabido, el día y la noche duran respectivamente seis meses. Kuanip y las estrellas. Kuanip fue un gigante engendrado por una montaña roja que está junto a Harberton, en el Canal Beagle. Su nombre significa “hijo de la piedra”. Los onas conocían muchas estrellas que les servían de guía y para determinar la hora y la estación del año. Las constelaciones, para ellos, representaban familias. La constelación de Kuanip era la más importante, y estaba formada por una estrella roja junto a la cual brillan otras cuatro estrellas que personificaban a las dos mujeres y los dos hijos de Kuanip.

(*) Las leyendas de yaganes y onas fueron recogidas por Antonio Coiazzi (1912).

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Bibliografía Coiazzi, A. (1912). Los indios del archipiélago fueguino. Revista Chilena de Historia y Geografía, 10 (14). Encina, F.A. (1949). Historia de Chile. Santiago: Nascimento. 20 v. Guarda, G. (2001). Nueva Historia de Valdivia. Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile. 862 p. Pérez Rosales, V. (1971). Recuerdos del pasado (18141860). Santiago: Editorial Francisco de Aguirre. 650 p. Rosales, D. de (1989). Historia general del Reino de Chile: Flandes indiano. 2ª ed., revisada por Mario Góngora. Santiago: Andrés Bello. 2 v.


ÍNDICE

1. Un corto invierno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 2. Las cajitas de música . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 3. Allá muy lejos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18 4. Atornillado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 5. Colgando como arañas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 6. ¿Cuántos días faltan? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35 7. Soles danzantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40 8. La serpiente dormida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 9. Tierra firme por un día . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 10. Una isla movediza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75 11. Kuanip y sus hazañas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80 12. Sorpresas al final del viaje . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89 13. La buhardilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97 14. Seres de otro reino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100 15. El paraíso de don Pepe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103 16. Reunión a medianoche . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110 17. El sueño del árbol hueco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114 18. El pacto con Gualterio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122 19. Siembra de palabras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 20. Los brillos y las sombras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129 21. Una nueva melodía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140 Personajes, lugares y leyendas que se mencionan en este libro . . . . . . . . . . . . . . . . 152 Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158


A partir

de

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Años

Los viajeros invisibles ALICIA MOREL

789562 942683 9

ISBN 978-956-294-268-3

Hace casi dos siglos llegaron a nuestro país, en el bergantín Catalina, provenientes de Hamburgo, unos seres diminutos y misteriosos, escondidos en la tierra de los maceteros con árboles nuevos que portaban los colonos alemanes. Son los viajeros invisibles, protagonistas de esta increíble novela para niños. Duendes, elfos, hadas, brujos y brujas, que son personajes invisibles a los ojos humanos, participan en esta apasionante historia ambientada en medio de la bella naturaleza del sur de Chile.


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