De Regreso a la Armonía SYLVIA LANGFORD H. PABLO OPAZO M.
De Regreso a la Armonía Sylvia Langford H. Pablo Opazo M. Edición: Claudio Corales y Gloria Páez Diseño: Félix López y Manuel Araneda Tratamiento fotográfico: Carlos Vergara Colaboración: Joyce Pacheco, Sergio Madrid e Ismael Bermúdez Fotografías e imágenes: propiedad de los autores
Es una marca registrada de MN Editorial Limitada. © 2010 Sylvia Langford y Pablo Opazo © 2010 MN Editorial Limitada Avenida Eliodoro Yáñez 2416, Providencia, Santiago, Chile Teléfono: 2335101 Fax: 2344869 e-mail: promoción@mneditorial.cl Primera edición: 2010 Número de inscripción: ISBN: La presentación y disposición de la obra son propiedad del editor. Reservados todos los derechos para todos los países. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o trasmitida de ninguna forma, ni por ningún medio, sea este electrónico, fotocopia o cualquier otro, sin la previa autorización escrita por parte de los titulares de los derechos.
Impreso en Chile por xxxx.
LA HISTORIA DE ESTE LIBRO
Esta historia comenzó hace dos años y medio, cuando una editorial nos pidió un libro. Nos surgieron muchas preguntas como: ¿por qué un libro?, ¿cómo se escribe un libro?, ¿cómo se escribe lo que uno siente, piensa y hace?, ¿de dónde se parte?, ¿cómo se escribe cuando uno no es escritor? Escribir es un arte de las letras. ¿Cómo podemos lograr que entiendan lo que realmente queremos expresar? ¿Cómo plasmar con pasión lo que sentimos, pensamos y hacemos en un libro? En ese momento se nos insistió que teníamos que escribir. Sin duda lo obvio no es obvio. Nos vimos enfrentados a nuestro propio proyecto y sus consecuencias, consistencias, coherencias, además de la convicción y conciencia de lo que hacemos o no hacemos. Varias veces nos sentamos frente a un computador… Y todo seguía en blanco. ¿Dónde se parte?, ¿cómo se parte?, ¿qué es lo que realmente queremos comunicar?... Sin respuestas. Hubo varios intentos durante un año, y todavía nada claro. Como no fluían las palabras, pero había muchas ideas, nos apoyamos en proverbios y frases célebres, nos encontramos citando desde Bruce Lee a Winston Churchill, pasando por Albert Einstein, Leonardo da Vinci, Napoleón Bonaparte, Mahatma Gandhi. Pensamientos y más pensamientos. Después veríamos que por ahí no era el mejor camino para interpretar lo que queríamos expresar. Pasó un año, tuvimos que madurar ideas, sensaciones y nuestro proyecto de vida. ¿Qué vinimos a hacer? ¿Cuál es nuestra misión? Ayudar
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desde la simpleza y con ello intentar plantear y responder desde lo simple y práctico situaciones que todos vivimos y nos enfrentamos en el día a día. En un viaje por un curanto a la ciudad de Castro para hablar de nuestra metodología, encontramos lugares muy bellos y mágicos que nos enfrentaron a nuestra “pataleta” de no escribir; además nos confrontó con las consecuencias que eso podría implicar. Era importante que nosotros descubriéramos cuánto era voluntad y cuánto era dificultad. Rodeados de naturaleza, mucha lluvia y después de una intensa jornada de trabajo con muchas personas, se hacía evidente nuestra responsabilidad de tomar conciencia y decidir hacer lo que teníamos que hacer. Empezamos a ordenar ideas y a hacer nuestro máximo esfuerzo y comenzamos a escribir. En los primeros borradores, Joyce Pacheco nos hace ver que es difícil entender lo que escribimos, ya que hay que tener conocimientos previos para leer y entender lo que está escrito. Hicimos varios intentos pensando que lo estábamos logrando o por lo menos sentíamos que era un buen esfuerzo. Luego entregamos nuestro proyecto a la editorial, en donde los escritos fueron editados dos veces por Gloria Páez y revisados por Ismael Bermúdez; luego ellos nos hicieron una nueva propuesta del libro. Finalmente, escuchamos las palabras francas y directas que nos decían: ustedes no saben escribir. Dolió, dolió mucho, pero era muy cierto… Qué soberbia pensar que somos escritores; esto permitió tomar conciencia y tomar decisiones inmediatas. Estas decisiones pasaron por entregar el manuscrito a Sergio Madrid, quien reescribe e interpreta nuestras ideas, apoyado con la estructura de la editorial, pero aún faltaban más personas que se irían integrando a un verdadero equipo donde todos aportaron valiosas ideas, talento, ganas, mucha energía y lo mejor de sí mismos por apoyar nuestro proyecto. Luego se sumó Claudio Corales, escritor, quien entendió mejor que nosotros mismos cuál es nuestra filosofía, ordenó las ideas que queríamos expresar y lo fue aplicando párrafo por párrafo, es decir, reescribió nuevamente nuestro libro. 6
Un momento importante fue cuando Antonio Cárdenas interpreta de manera notable la portada. Fue como tomar conciencia de que esto es real, y que estaba tomando una forma definida. En esto también aparece Manuel Araneda, quien entrega desde su sentir sus mejores aportes en un diseño simple y único, que finalmente fue pulido por Félix López. Finalmente, se une Carlos Vergara, entregando su talento para explotar la belleza de las imágenes desde la simpleza. Nuestro libro De Regreso a la Armonía es resultado de todo un equipo, donde cada uno de sus miembros desde su sentir nos ha entregado su mejor esfuerzo; esto nos ha conectado y complementado, siendo todos co-creadores de este proyecto. Las sensaciones, pasiones e ideas fluyen… Sin duda fluyen y esperamos sigan fluyendo, sin competencia, solo complementación. Muchas gracias por creer: Joyce Pacheco Gloria Páez Ismael Bermúdez Sergio Madrid Claudio Corales Antonio Cárdenas Manuel Araneda Félix López Carlos Vergara
Sylvia Langford y Pablo Opazo
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Prólogo
Desde hace largo tiempo, la educación de niños y jóvenes es un tema de preocupación para la sociedad en su conjunto, para el gobierno, para las instituciones relacionadas con la educación y para las familias. Cada vez que nos encontramos con indicadores, resultados de evaluaciones, encuestas o estudios que exponen el estado de la cuestión educativa, la opinión pública llega a la conclusión de que tenemos problemas, problemas que se extienden en el tiempo y cuya solución parece ser compleja y titánica, ya sea por los esfuerzos que involucra, por los recursos que requiere o por la necesidad de aunar voluntades y visiones diversas. Gastón Bachelard, filósofo de la ciencia, decía que detrás de un problema sin solución suele haber un problema mal planteado. Durante largo tiempo, se ha pensado que el problema de la educación es de carácter técnico, por lo que las discusiones apuntan a metodologías, competencias, contenidos, estrategias, programas, etc. Otra opción, ha sido pensar que es un problema económico, por lo que se ha desplegado un gigantesco esfuerzo, desde el Estado y desde las propias familias, por invertir más en educación. Finalmente, se ha puesto énfasis en un problema de competencias, focalizando el análisis en el rol de los profesores y la formación docente. Indudablemente, todas son perspectivas correctas y adecuadas para mirar el tema educativo y los esfuerzos y
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acciones realizados en cada una de ellas han ayudado a tener éxitos y avances en temas importantes como cobertura, infraestructura, materiales pedagógicos y didácticos, textos escolares, etc. Sin embargo, quienes estamos involucrados con el proceso educativo y trabajamos diariamente al interior de la sala de clases, en contacto directo con los niños y jóvenes y sus familias, nos quedamos con la sensación de que falta algo más. Efectivamente, el análisis de estos puntos de vista no aborda la dimensión más profunda y humana del asunto: la educación es, al final de todas las discusiones, un encuentro entre personas y de esas personas con el mundo y la realidad en sus diversas aristas y su objetivo es comprender y elaborar el significado de esa realidad, para así poder darle sentido a la propia existencia. Así lo formulaba el sicólogo Bruno Bettelheim cuando afirmaba que “la tarea más importante y la más crucial de la educación de los niños y jóvenes es la de ayudarles a encontrar sentido y significado en la vida”. Ante el riesgo de que se imponga una mirada simplemente materialista y mecanicista de la educación, que base las intervenciones en más rigurosidad, sistematicidad y control o que se preocupe de revisar metodologías y técnicas unilateralmente, urge ofrecer una mirada alternativa que recuerde esta dimensión humana de todo el proceso educativo, y que además sea capaz de ofrecer metodologías profundamente humanistas y participativas como respuesta a los desafíos que implica el educar en los tiempos actuales. Lo que hoy se encuentra en crisis no es la metodología de las asignaturas, ni los libros de texto, ni la forma de preguntar en las pruebas, ni la cantidad de tareas que los alumnos llevan a la casa. La solución por lo tanto, no pasa por una repetición mecánica de estrategias que ataquen estos puntos, pues solo se trata de manifestaciones superficiales de un problema más profundo: el sistema escolar se enfrenta a una crisis de sentido e identidad.
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Los vertiginosos cambios culturales que han impactado a la sociedad chilena encuentran en los niños y jóvenes a un sector altamen-
te expuesto, ya que esa es la etapa fundamental en la construcción de una identidad sólida, arraigada en valores y actitudes que contribuyan al crecimiento de la persona y la comunidad en que vive. Ante esos niños y jóvenes, lo que hoy se tambalea es la función educativa tradicional que han tenido los colegios y escuelas, puesto que la mera transmisión de conocimientos, el acceso a la información o el adiestramiento del cerebro en ciertas habilidades cognitivas, son campos en los que han surgido medios muchos más eficientes y eficaces que el profesor y la sala de clases. Entonces, antes de pensar en cambios metodológicos, en las evaluaciones, en las formas de planificación o en los materiales de enseñanza, lo que hace falta es una discusión de fondo que parta de una realidad: ¿cuáles son las necesidades de los niños y jóvenes que no están encontrando respuesta en el sistema actual? Junto con ello, ¿cuáles son las circunstancias que afectan a la persona del profesor y que le dificultan dar esa respuesta? Y finalmente, ¿qué características debe tener la persona que queremos formar en nuestros colegios y escuelas? O en otras palabras, ¿qué es lo que vamos a enseñar? La crisis de la educación en el sistema escolar es una crisis de sentido, y es reflejo de la crisis del hombre y la cultura en el siglo XXI. Después de los gigantescos avances técnicos, económicos, sociales, culturales, etc., el hombre se encuentra ante la incertidumbre de su propia existencia y ante la urgencia de llenar su tiempo y espacio con una continuidad de actos cargados de valor: la educación debe ayudar al hombre a redescubrir un estilo de vida que le permita alcanzar una identidad sana, un carácter firme y una forma de relacionarse con las demás personas, con la naturaleza y con las cosas basada en el amor y el respeto. Se trata de devolver la trascendencia al ser humano y sus relaciones con todo lo existente, permitiéndole acercarse a la respuesta por el sentido (¿para qué estoy en este mundo?) y por el significado (¿por qué la realidad es así?). La crisis humana de la educación se resuelve pues, a escala humana y no a niveles técnicos, programáticos o ministeriales. Y los llamados a dar solución creativa a este dilema no son los grandes exper-
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tos que copan seminarios sobre temas educacionales, sino los actores principales de este proceso a través de un diálogo fecundo, constructivo y abierto: profesores, alumnos y apoderados, profesionales y asistentes de la educación. El libro de Sylvia Langford y Pablo Opazo es fruto de años de búsqueda de respuestas a las preguntas aquí planteadas, una búsqueda a escala humana, donde los seres humanos han sido los protagonistas principales de sus propios éxitos y fracasos, de sus idas y venidas, de sus alegrías y tristezas, de sus luchas y conquistas. Después de toda esta travesía, se ofrece una mirada optimista y vital de la persona y de su proceso de crecimiento y de las acciones que se pueden realizar para potenciar ese desarrollo humano. Así, este trabajo sitúa la problemática de la educación en un punto de vista necesario: la persona, sus necesidades, sus posibilidades, sus medios y sus dificultades. En esta hora de debates y discusiones sobre el futuro de la educación chilena, se encuentra aquí un complemento interesante para lo que ya está en el tapete de la reflexión y el diálogo. Es de esperar que después de la crisis actual, podamos encaminarnos hacia un sistema educativo que desde una mirada orgánica e integral del ser humano, de la vida y de la realidad, proponga un proyecto educativo que congregue la visión de la sociedad que como chilenos queremos construir en el futuro, con la paz, el respeto y la magnanimidad como partes relevantes del ideario.
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Diego Melero Profesor de Historia Puente Alto, junio de 2010
INTRODUCCIÓN
Desde hace demasiado tiempo nuestra sociedad viene repitiendo que la vida es una especie de competencia en la que el ganador se lo lleva todo, que hay ganadores y perdedores, superiores e inferiores, mejores y peores. ¿Esta forma de ver la vida nos está acercando a la felicidad? ¿Nos estamos sintiendo importantes? ¿Nos estamos acercando a la armonía? Parece que la respuesta es no. Podemos tener más y, sin embargo, sentirnos más desdichados y enfermos. ¿Por qué hay cada vez más enfermedades y medicamentos? ¿Por qué la tecnología no ha podido suplir nuestras carencias? Al parecer tenemos de todo para disfrutar, pero no disfrutamos. ¿En qué momento el temor fue desplazando al amor? ¿Por qué dejamos de usar nuestro corazón y comenzamos a funcionar casi exclusivamente con nuestra cabeza? Dicho más directamente, ¿cuándo perdimos nuestra armonía? Quisimos entender la constante búsqueda de felicidad como meta del hombre actual y la poca conciencia que tiene a su vez de su responsabilidad respecto de lo que hace o no hace. Quisimos entender esa compulsiva necesidad tan presente en la actualidad, de lograr resultados sin procesos y sin esfuerzos. ¿A dónde nos está llevando esa búsqueda de la receta mágica de la felicidad? Parece que a cualquier lado, menos a la felicidad.
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Nos hemos negado la posibilidad de equivocarnos y nos quedamos frustrados cuando no logramos los resultados que queremos, por eso no volvemos a hacer nuevos intentos. ¿No será que estamos pagando el precio de usar solo la cabeza y no escuchar al corazón? Los pueblos aborígenes lograban vivir en armonía entre ellos y con su entorno. Escuchaban a la naturaleza cuando les decía que había momentos para hacer, momentos para esperar, momentos para observar. La definición de los roles de cada uno de los integrantes de la tribu estaba de acuerdo al proyecto que querían alcanzar en conjunto. Acercarse a la armonía es impregnarse de la sabiduría, experiencia y enseñanzas de los ancianos, tener la capacidad de escuchar, sentir y respetar la jerarquía, dar la importancia al color, a la música, a la belleza y a la simpleza. Entonces, cada persona pasa a ser importante por lo que hace y por la forma en que sus acciones influyen en los demás. Este libro es una invitación a tomar conciencia, reflexionar y proponer cambios para recuperar nuestra armonía y la de nuestro entorno.
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CÓMO REGRESAR A LA ARMONÍA
Muchas veces no sabemos qué hacer con ciertas reacciones o conductas de nuestros hijos e hijas, y buscamos ayuda en profesionales para encontrar una solución a su sintomatología o problemática. Pensamos que se trata de una enfermedad y buscamos una evaluación, un diagnóstico y un tratamiento. Si por el contrario, nos hacemos preguntas respecto de los procesos que nos llevaron a ese punto, las respuestas pueden ser incómodas y hasta causarnos dolor, pero nos permitirán detectar algunas realidades sobre nuestros hijos y sobre nosotros mismos: ✽✽ ¿Nuestros hijos están constantemente aburridos? ✽✽ ¿Dicen respuestas sin pensar? ✽✽ ¿Tienen baja autoestima? ✽✽ ¿Participan en actividades peligrosas? ✽✽ ¿Presentan problemas para hacer tareas y organizar sus tiempos? ✽✽ ¿Actúan de manera diferente en cada ambiente? ✽✽ ¿Les cuesta jugar solos? ✽✽ ¿No hablan? ✽✽ ¿Cambian rápidamente sus estados de ánimo? ✽✽ ¿Juegan con los sentimientos de los demás y manipulan emociones del grupo familiar? ✽✽ ¿Se les hace difícil permanecer sentados?
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✽✽ ¿Se distraen fácilmente? ✽✽ ¿Les cuesta terminar lo que empiezan? ✽✽ ¿Tienen problemas para seguir instrucciones? ✽✽ ¿Presentan dificultades para prestar atención durante un período de tiempo? ✽✽ ¿Tienen problemas para escuchar a otros? ✽✽ ¿Les cuesta responder preguntas? ✽✽ ¿Se les hace difícil escribir las materias en clase? ✽✽ ¿Tienen dificultades para hacer sus deberes tanto en casa como en el colegio? ✽✽ ¿Experimentan una sensación permanente de fracaso? ✽✽ ¿Manifiestan baja tolerancia a la frustración? ✽✽ ¿Evidencian bajo logro escolar? ✽✽ ¿Tienen problemas de percepción motriz? ✽✽ ¿Les cuesta congeniar con otros o hacer y/o mantener amigos? ✽✽ ¿Empujan, pegan y dan codazos para ponerse en el primer lugar? ✽✽ ¿Se levantan de su asiento varias veces durante la clase? ✽✽ ¿Discuten enfadados? ✽✽ ¿Hablan cuando no les corresponde? ✽✽ ¿Les quitan cosas a otros niños o niñas? ✽✽ ¿Hacen cosas para llamar la atención del adulto que está con otro niño o niña? ✽✽ ¿Se niegan a trabajar y se muestran desafiantes? ✽✽ ¿Corren por la sala en lugar de trabajar? ✽✽ ¿Quitan y destruyen las cosas de los demás niños o niñas? ✽✽ ¿No prestan sus cosas? ✽✽ ¿Se niegan a trabajar? ✽✽ ¿No terminan sus tareas? ✽✽ ¿Se niegan a compartir? ✽✽ ¿Pierden sus cosas? ✽✽ ¿Obligan a otros niños o niñas a hacer algo que no quieren? ✽✽ ¿Se ríen exageradamente cuando nadie lo hace? ✽✽ ¿Tiran las cosas y las destrozan? ✽✽ ¿Se sienten permanentemente cansados para hacer deberes escolares? ✽✽ ¿Desordenan el armario al sacar algo y se les caen las cosas? ✽✽ ¿Insultan? ✽✽ ¿Repiten las preguntas una y otra vez?
✽✽ ¿Pegan y dan patadas a los adultos? ✽✽ ¿Emiten sonidos cuando deberían escuchar? ✽✽ ¿Amenazan a los demás? ✽✽ ¿Se olvidan de lo que deben hacer? ✽✽ ¿Se provocan heridas o se muerden sin razón? ✽✽ ¿Se enojan con facilidad? ✽✽ ¿Se excusan de sus obligaciones apelando a dolores físicos? ✽✽ ¿Tienen problemas de escritura y comprensión lectora? ✽✽ ¿No se comportan con autonomía? ✽✽ ¿Sufren pataletas? ✽✽ ¿Tienen problemas para comer? ✽✽ ¿Tienen problemas para dormir? ✽✽ ¿Les cuesta aceptar un “No”? ✽✽ ¿Habitualmente no recuerdan o no saben? ✽✽ ¿Dan portazos cuando se enojan? ✽✽ ¿Mienten, pero no lo reconocen? ✽✽ ¿Le pegan a sus hermanos? ✽✽ Cuando empiezan a llorar, ¿se quedan pegados y no entienden razones? ✽✽ En el supermercado, ¿hacen escándalos cuando no les compran lo que quieren? ✽✽ ¿Manipulan a los demás con sus emociones? ✽✽ Cuando alguien les habla, ¿no lo miran a los ojos? ✽✽ Cuando hay un problema, ¿culpan siempre a los demás? Quizás reconozca alguna o varias de estas actitudes en su hijo. Quizás también reconozca algunas de las siguientes emociones, actitudes o conductas en usted mismo: ✽✽ Cansancio constante ✽✽ Se irrita fácilmente. ✽✽ Pierde la paciencia. ✽✽ Se ha transformado en un especialista en todo tipo de tareas escolares. ✽✽ Se siente como un profesor particular. ✽✽ A veces se siente más como un amigo o amiga de su hijo o hija, que como una madre o un padre. ✽✽ Tiende a gritar.
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✽✽ Le cuesta escuchar. ✽✽ Siente que tiene poco tiempo y energía para dedicarle a su pareja. ✽✽ Disfruta poco. ✽✽ No tiene tiempo. ✽✽ Siempre se está quejando. ✽✽ Se siente culpable por no estar con su hijo o hija. ✽✽ Siente que la situación lo desborda. ✽✽ Amenaza constantemente. ✽✽ Siempre debe estar negociando para lograr que su hijo o hija haga lo que tiene que hacer. ✽✽ Siente temor a ser autoridad. ✽✽ Le cuesta levantarse. ✽✽ A veces se siente como el entertainer de sus hijos y/o hijas. ✽✽ Se ha transformado en un creador o creadora de actividades para que sus hijos e hijas no se aburran. ✽✽ Disfruta más estar en el trabajo que en la casa. ✽✽ Actúa como árbitro o juez en los conflictos de sus hijos. ✽✽ No puede ir a un restaurante y compartir tranquilamente en familia. ✽✽ No puede dormir tranquilamente sin tener un hijo o una hija en la cama. ✽✽ A veces siente que su hogar es un caos. Cualquiera de estas situaciones es síntoma de que algo no anda bien, que se ha perdido la armonía familiar. Pero tenemos mucho que hacer antes de consultar a un especialista para que desde afuera nos solucione los problemas. Es necesario empezar a despejar lo que realmente le está sucediendo a nuestro hijo o hija. ¿Cuál será la causa de sus reacciones? ¿Será un problema de falta de voluntad para hacer lo que tiene que hacer, o de dificultades reales para ello? Tal vez sea que no quiere. En ese caso, lo primero que se debe trabajar es la voluntad, luego la dificultad, porque la falta de voluntad puede confundirnos en cuanto al real grado de dificultad que tiene nuestro hijo.
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Otra pregunta que deberíamos hacernos es qué está pasando con la estructura de nuestra familia. Para responder esta interrogante es nece-
sario despejar algunas variables y quedarnos con lo que realmente nos interesa. Debemos empezar a priorizar, y a optar por lo que creemos valioso para nuestra familia. Cuando optamos, tenemos que estar dispuestos a renunciar a algo. No podemos cargar con todos los problemas sobre nuestros hombros. Este es el momento en que defendemos nuestras creencias más íntimas y dejamos de lado aquello que nos importa menos. En este punto se inicia nuestro trabajo interno. Para empezar estos procesos reflexivos del sentir y del comprender, es muy válido preguntarse: ¿estoy dispuesto a detenerme?, ¿quiero realmente parar la vorágine diaria para atender a mi familia?, ¿puedo parar mi trabajo y mi ritmo de vida?, ¿tengo la convicción y fuerza de provocar un cambio en la vida de mi familia? Debemos estar seguros de que realmente queremos hacerlo.
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Para provocar un cambio en la vida de nuestra familia, debemos estar seguros de que realmente queremos hacerlo.
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La decisión de provocar cambios en nuestros seres queridos implica modificar la estructura de los elementos que componen la familia. Solo modificando los procesos, lograremos modificar los resultados del sistema, y para eso el trabajo debe comenzar por los adultos, quienes deberían buscar cambios armónicos y consecuentes con su condición de personas adultas.
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Sus hijos están esperando esos cambios; ellos van observando y grabando en sus corazones las conductas cotidianas que por simples que sean, son un referente, un punto de partida. La modificación de la estructura tiene como gran objetivo poder abrir nuestros corazones para así reencontrarnos con nuestra esencia y con el sentido de la vida. El proceso empieza por reconocerse y así, en la medida en que los padres fluimos con coherencia entre lo que sentimos, pensamos y hacemos, podremos lograr la paz y armonía necesarias para que nuestros hijos se desenvuelvan. En síntesis, haciendo primero los cambios en los procesos internos individuales de nosotros, los adultos, y luego de los niños, se podrá reestructurar armónicamente el entorno, es decir, el sistema familiar, escolar y laboral.
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Todo esto es el primer paso para algo mucho mayor y trascendente: ser individuos que participemos activamente en la construcción de nuestra paz interior, para a partir de ahí constituir familias armónicas, que en conjunto podremos construir la tan anhelada paz mundial. Los invitamos a recorrer juntos el camino que nos llevará de regreso a la armonía.
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