Aportes de la arqueología al conocimiento de Rapa Nui FRANCISCO TORRES
Isla de Pascua ha sido caracterizada siempre como un lugar poblado de misterios, los cuales derivan en su gran mayoría de nuestra incapacidad de imaginar de qué manera los gigantescos moai pudieron haber sido trasladados en el pasado sin el uso de una avanzada tecnología. Lo anterior no tendría mayor relevancia si es que esos misterios no condujesen, aunque sea de manera inconsciente, a un menosprecio de las capacidades del pueblo Rapa Nui. Decenas de investigadores han pasado por la isla dejando tras de sí innumerables teorías sobre las distintas “incógnitas” que han intrigado a tantas generaciones desde que fuera descubierta por los europeos en 1722; algunas de ellas sensatas, otras llenas de imaginación, pero con poca evidencia que las respalde. En definitiva, la isla ha sido un campo abierto para que cualquiera dé su opinión sobre el pasado histórico y evolución de Rapa Nui. Esto, lejos de ayudar, ha generado bastante confusión con datos muchas veces contradictorios o surgidos de historias, que a fuerza de repetirse, se dan por ciertas, conformando una nueva mitología. No obstante lo anterior, durante la primera mitad del siglo XX se realizaron muchos avances gracias a expediciones, cuyas estadías más prolongadas permitieron reunir importantes datos acerca de tradiciones, costumbres y conocimientos, que de otra manera se habrían perdido para siempre. Incluso algunas, abordaron de manera científica parte de los “misterios” que se habían construido respecto de la isla y su cultura antigua. Trabajos como los de Katherine Routledge (Expedición del Mana, 1914-15), Alfred Métraux (Expedición Franco-Belga, 1934-35) y los arqueólogos que acompañaron a Thor Heyerdahl (Expedición Noruega, 1955-56) dejaron como resultado una cantidad enorme de información y fijaron en gran medida los caminos que ha seguido la investigación científica en el presente. Las preguntas que ellos se plantearon aún siguen vigentes. En este artículo repasaremos las principales líneas de investigación que se están llevando a cabo en la isla y sus principales fundamentos. Los Orígenes El lugar específico de origen de la población Rapa Nui es un tema no resuelto (tal como lo plantea Alfonso en este catálogo). Distintas teorías se han propuesto al respecto: algunas fantasiosas que la vinculan a un continente sumergido; otras hablan de un poblamiento desde el continente americano basándose en algunas similitudes arquitectónicas y vinculándolas con tradiciones culturales de Andinoamérica, como Tiwanaku e Inca. Sin embargo, y a pesar que la posibilidad de contactos de Polinesia con América no se puede descartar, hoy existe un gran consenso en que las distintas evidencias lingüísticas y culturales apuntan a Polinesia como el lugar de origen de la población de Rapa Nui; aunque aún no está claro exactamente desde cuál (o
cuáles) de las cientos de islas que existen en la región, llegaron los primeros pobladores. Sin embargo, el listado es encabezado por las Marquesas, las Tuamotu y también Mangareva, comúnmente señaladas por diversos autores como los posibles lugares de origen de los Rapa Nui. La evidencia arqueológica tampoco contribuye a establecer con certeza el punto de partida de los navegantes que llegaron a Isla de Pascua, pues apenas contamos con restos dispersos, tales como un arpón de hueso encontrado en la playa de Anakena, el cual es muy similar en estilo a los que se producían en las Marquesas, aunque más pequeño. Debido a lo anterior, algunos científicos han empezado a recurrir a la genética para trazar no sólo el lugar de origen de la población Rapa Nui, sino que también identificar las rutas de migración seguidas por los polinesios a través del Océano Pacífico. A los estudios realizados a fines de la década de 1980 por Heide Margaret Esen-Baur en restos humanos, hoy se suman los estudios en huesos de gallina provenientes de contextos arqueológicos de distintas islas de Oceanía y también del sitio El Arenal 1 en la Península de Araucoi. Lo más sorprendente hasta el momento es que, además de relacionar genéticamente las poblaciones de gallinas de distintas islas de Polinesia, se confirmaría también la presencia de la “gallina polinesia” (“Gallus gallus”) en ese sitio del sur de Chile, tema desarrollado en profundidad por Quiroz en este catálogo. Las fechas de este sitio (1304–1424 d.C.) confirmarían la existencia de una gallina precolombina en América. Si bien faltan más estudios, y sobre todo más restos de gallinas provenientes de contextos arqueológicos estudiados científicamente, este hallazgo es la evidencia más sólida que existe para sustentar las teorías de contactos transpacíficos. Resulta anecdótico que el vínculo genético de los restos encontrados en el sitio El Arenal 1 sea idéntico a los de Tonga y distinto a los de Isla de Pascua, pese a la mayor cercanía de ésta con el continente americano. Lo anterior podría indicar que los polinesios llegaron al continente americano directamente desde Polinesia y no a través de Isla de Pascua. Pese a estos primeros avances, aún falta mucho para poder afirmar con total seguridad cuál es el lugar de origen de los Rapa Nui. Por el momento, la evidencia genética de la gallina sólo permite establecer el Sudeste Asiático como el lugar de origen más remoto de las migraciones polinesias. Desde ahí, tanto del área continental como también de las islas cercanas, habrían surgido dos linajes genéticos que se dispersaron por el Océano Pacífico y que con el tiempo llegaron a Rapa Nui. Con el mismo propósito, un grupo de investigadores chilenos ha decidido seguir la pista genética del mahute (Broussonetia papyrifera), árbol que los colonos polinesios siempre llevaron consigo e introdujeron en las islas que habitaron. Este estudio está recién comenzando, sin que haya resultados todavía. No obstante, es una línea de investigación que promete mucho y es probable que se sumen otros más, orientados a distintos elementos biológicos que puedan ser útiles para extraer marcadores genéticos con los cuales reconstruir la historia del poblamiento de Polinesia y de Rapa Nui.
Actualmente, además del lugar de origen, uno de los mayores debates está relacionado con la fecha de llegada de los primeros colonos polinesios a Rapa Nui. Por mucho tiempo se consideró que las fechas obtenidas en los centros ceremoniales de Vinapú (857±200 d.C.) y Tahai (690±130 d.C.) correspondían al primer período de poblamiento. Sin embargo, en la presente década, los arqueólogos se han dedicado a la tarea de revisar la cronología de poblamiento de Oceanía en general, siendo más críticos con las fechas tradicionalmente propuestas. En el caso de Isla de Pascua, los arqueólogos norteamericanos Terry Hunt y Carl Lipoii han cuestionado una serie de fechas “clásicas” anteriores al 1200 d.C., fecha que ellos piensan correspondería al poblamiento inicial, basándose en los resultados de sus propias excavaciones en la playa de Anakena, lugar donde desembarcaron los primeros pobladores de la isla, el rey Hotu Matu'a y su gente, según la tradición oral. Fuertes críticas han surgido a este nuevo planteamiento, no sólo por las fechas en sí mismas, sino por todo lo que significa en cuanto a la velocidad de desarrollo de la cultura megalítica y su impacto en el ecosistema isleño, un tema al que volveré más adelante. Pese a todo, el siglo XIII fue un momento de expansión para la cultura Rapa Nui ya que otros estudios dan cuenta también de un aumento de la tala de bosques, los que fueron reemplazados por sistemas de cultivo extensivos en diversos sectores de la isla, incluyendo la península del Poikeiii (ver artículos de Rauch y Orliac en este mismo catálogo). Este proceso estuvo asociado a un aumento de la población, la cual terminó de ocupar todos los rincones de la isla, y se caracterizó también por la construcción y/o ampliación de varios ahu, lo que a su vez implicó un mayor consumo de recursos naturales. Este incremento en la demanda de recursos terminó por volverse en contra de la propia gente, quienes debieron adaptarse a un medio ambiente completamente modificado por ellos mismos y cuya mayor consecuencia fue la escasez de vegetación que protegiera los suelos, sirviera de leña y proveyera de troncos y otras materias primas necesarias para trasladar los moai a través de la isla. Una sociedad en cambio Se ha hecho común citar a la isla como un ejemplo a escala de lo que puede suceder al planeta si se continúa sobreexplotando sus recursos naturales de la manera en que se ha hecho hasta ahora. La imagen de devastación de Rapa Nui ha sido reforzada a partir de relatos de la historia oral sobre guerras internas que habrían devenido en episodios de hambruna e incluso canibalismo. De esta manera, el concepto de colapso cultural quedó asociado de manera permanente al pasado de Rapa Nui y se usó sin mayor cuestionamiento para explicar el cambio histórico que experimentó su sociedad. Es un hecho innegable que Rapa Nui estaba casi completamente deforestada a la llegada de los primeros europeos en el siglo XVIII. Distintos estudios sugieren que ya alrededor del siglo XV gran parte de los bosques había desaparecido, dando paso a un paisaje dominado por matorrales bajos y
praderas. También es claro que en ese período hubo conflictos entre las distintas tribus que habitaban la isla. No obstante, las causas de este proceso de deforestación, así como la magnitud del conflicto intertribal, están siendo estudiadas al margen del paradigma del colapso cultural y ecológico. Lentamente, se empieza a instalar la noción que pese a las graves restricciones ambientales a las que se vieron enfrentados los Rapa Nui, ya sea producto de sus propias acciones o por causas externas, como por ejemplo, cambios climáticos causados por el fenómeno de El Niño, la sociedad Rapa Nui fue capaz de adaptarse y continuar desarrollándose, aunque no a la escala megalítica del período anterior. Al revisar el debate actual sobre las causas de la deforestación y la velocidad con que este proceso ocurrió podemos distinguir dos posturas principales. Por una parte, están aquellos que piensan que fue la propia gente Rapa Nui la principal responsable de la deforestación debido a la alta demanda de recursos que requería una población en constante aumento y en especial, las necesidades de materia prima de las actividades relacionadas con el tallado y transporte de los moai. Evidencia de este tipo se encuentra en el sector de la península del Poike, donde los alemanes Mieth y Borkiv , han logrado reconstruir con bastante precisión la evolución del paisaje de la península, desde las primeras fases de cultivo entre el bosque de palmeras hasta las fases más severas de erosión, causadas en primera instancia por el clareo de dichos bosques por medio de tala y roza y luego por la actividad ganadera llevada a cabo a partir del siglo XIX con la instalación de los primeros colonos occidentales. La posición contraria, si bien no desconoce el impacto causado por el ser humano, enfatiza que factores externos limitaron aún más las restrictivas condiciones medioambientales de la isla, e impidieron que ésta se recuperara del impacto generado por la explotación humana. Así, por ejemplo, Hunt y Lipov plantean que la rata polinesia (Rattus exulans) introducida por los navegantes polinesios en todas las islas que colonizaron, fue responsable de disminuir la capacidad de regeneración de la palmera de Isla de Pascua al comerse sus frutos. Debido a la alta tasa de reproducción de la rata, su impacto sobre la vegetación de la isla habría superado en velocidad y extensión al causado por la explotación del ser humano para sus diferentes necesidades. De cualquier modo, es indiscutible que los humanos, el clima y las ratas fueron responsables conjuntamente de la deforestación de Isla de Pascua, y también podemos estar seguros que una parte importante de la responsabilidad en la desaparición de los bosques les cabe a quienes habitaron la isla en aquel tiempo. Sin embargo, analizar ese hecho sólo desde la perspectiva del desastre ecológico, cuya consecuencia principal fue el colapso de la cultura Rapa Nui, es negar el resto de la historia, como si nada tuviera valor más allá de la sombra protectora de los grandes moai; como si la gente Rapa Nui, al dejar de tallar el rostro de sus antepasados, hubiera perdido cualquier sentido de la vida para transformarse en improvisados náufragos a la deriva en una isla desierta, esperando ser rescatados.
Como señalan Mieth y Borkvi, incluso si consideramos que el período megalítico de la isla tuvo una duración de trescientos años y lo comparamos con el número de moai que fueron transportados fuera de la cantera de Rano Raraku (288 emplazados en los ahu y 92 repartidos por la isla), entonces apenas uno o dos moai se trasladaron por año. Esto lleva a reflexionar sobre la dimensión real que alcanzó el tallado de los moai, muy lejos de la imagen de un grupo de gente fanática y desquiciada empeñada en tallar moai más y más grandes, como si hubiese sido su único objetivo en la vida, relativizando así el papel que jugó esta actividad en la deforestación de la isla. Pese a reconocer la escasez de recursos naturales de Rapa Nui y de señalar en algunos casos evidencia de conflictos internos, los relatos de los navegantes europeos que visitaron la isla durante el siglo XVIII son consistentes en señalar la existencia de campos de cultivos en distintos sectores, así como la disposición de la gente para intercambiar comida por los distintos bienes que traían los marineros, especialmente sombreros y ropa. Ninguno de los navegantes describió a los Rapa Nui como víctima de alguna hambruna generalizada. Además, los grabados hechos durante esas expediciones nos entregan un registro gráfico que demuestra que aún en aquella época, muy posterior al “colapso cultural”, muchos ahu continuaban con sus estatuas en pie, mientras que los relatos describen algunas prácticas ceremoniales que se realizaban frente a ellos, aunque no lo suficientemente detalladas como para poder recrearlas y comprenderlas en toda su riqueza simbólica. Lo anterior es coincidente con la evidencia arqueológica que en las últimas dos décadas se ha ido recuperando sobre los sistemas de cultivo desarrollados por los antiguos Rapa Nuivii. Gracias a ellos, el pedregoso paisaje de la isla, por tanto tiempo asociado a la aridez, hoy recupera la vida en la forma de grandes campos de cultivo adaptados para preservar la humedad y proteger los suelos. La empresa de crear estas grandes extensiones de “jardines de piedra”, como se les ha llamado, puede ser equiparada fácilmente -si es que no supera- a la tarea de tallar y trasladar los moai hasta sus plataformas. Quienes estudian este tema ven que el verdadero colapso cultural de la isla no se produjo sino hasta el arribo de los primeros colonos y misioneros europeos a Rapa Nui, cuando las formas ancestrales de uso del territorio, así como los aspectos intangibles de su cultura son permanentemente afectados por la evangelización y el inicio de la actividad ganadera. En estas visiones actuales de la antigua sociedad Rapa Nui, es importante señalar que un equipo de investigación del Museo Real de Arte e Historia de Bélgica, liderado por el arqueólogo Nicolas Cauweviii ha encontrado evidencia de que los moai no fueron simplemente derribados de sus altares, sino que habrían sido recostados con cuidado sobre algunas estructuras construidas especialmente para recibirlos a los pies de las plataformas. Si bien no es posible afirmar que todos los moai fueron tratados de la misma manera y aún falta recopilar mucha información que sustente un cambio de paradigma, la importancia de este trabajo radica en la capacidad de acercarse al pasado de la isla con un espíritu más abierto, lo que permite interpretar de manera distinta
los datos y ofrecernos una visión más rica y compleja del pasado de la cultura Rapa Nui. El Patrimonio Podemos incluir dentro de los avances en investigación todos los trabajos que se están realizando con el fin de proteger y difundir el patrimonio arqueológico de la isla. Son destacables todos los trabajos que realiza el Parque Nacional Rapa Nui en la puesta en valor de distintos sitios arqueológicos, preparándolos para recibir una cantidad siempre creciente de turistas, entregando información adecuada en términos de interpretación de la historia de cada uno de ellos, así como también del adecuado comportamiento de los visitantes. De esta manera, se espera disminuir el efecto negativo que la gran mayoría de las veces tiene el turismo sobre la preservación de los sitios arqueológicos, fenómeno que no es exclusivo de Isla de Pascua. Ha sido fundamental el desarrollo tecnológico en el área de los sistemas de información geográfica y de posicionamiento para poder ubicar con precisión los restos arqueológicos en el terreno y poder contar así con bases de datos precisas para administrar el patrimonio de la isla. Además, estas tecnologías permiten compartir fácil y rápidamente la información entre investigadores y también con el público general a través de Internet. Hoy en día, en sitios como www.terevaka.net/dc/ la gente puede ver sobre una imagen satelital de Google Earth las capas de datos de distintos trabajos de investigación. Por último, es relevante insistir en la necesidad de educar y capacitar gente local para que se haga cargo de las tareas más cotidianas de documentación y monitoreo del patrimonio. Para lograrlo se han llevado a cabo varias iniciativas de talleres y cursos de capacitación. Una apuesta al futuro dentro de estas iniciativas es el trabajo realizado por el Museo Antropológico P. Sebastián Englert (MAPSE) con estudiantes de enseñanza media de Rapa Nui. Desde el 2001 en adelante, el MAPSE ha buscado enseñar los fundamentos de la arqueología para que más adelante estos jóvenes puedan tomar decisiones informadas sobre su propia herencia cultural. Desde el año 2003, se ha buscado además que los estudiantes desarrollen un proyecto concreto de documentación del patrimonio local. Algunos de sus resultados pueden ser vistos en el sitio web del programa http://www.terevaka.net/apo/directory.htm. No tiene sentido, desde mi punto de vista, el querer comprender la historia de un pueblo, si permitimos que su cultura desaparezca en frente de nuestros ojos. Por ello es prioritario pensar en el futuro de Rapa Nui y proteger de la mejor manera posible, las evidencias que han sobrevivido al paso del tiempo, sean éstas materiales o inmateriales.
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Storey et al. 2007. Hunt y Lipo 2006. iii Mieth y Bork 2004. iv IbĂd. v Hunt y Lipo 2008. vi Mieth y Bork 2004. vii Mulrooney et al. 2007, 2008; Stevenson y Haoa, 1999; Wozniak, 2003. viii Cauwe 2008. ii