En 2007, el antropólogo de la Universidad de Chile, Claudio Gómez, asumió como Director del Museo Nacional de Historia Natural. Desde entonces relata que la institución ha participado en distintos comités nacionales e internacionales con el fin de analizar cómo proteger el patrimonio natural. No obstante, aún faltan mayores iniciativas públicas en este ámbito, siendo una de las principales la creación del Servicio Nacional de la Biodiversidad.
Claudio Gómez, antropólogo social
“Si somos agentes públicos debiéramos dar el ejemplo en la preservación de los recursos que sabemos que no son renovables”
Proveniente de Valparaíso, Claudio Gómez (47) relata que lo que más quería era estudiar fuera de dicha ciudad. Conocía muy poco de Antropología hasta que la Universidad de Chile ofreció un programa propedéutico, y vino a Santiago a participar de charlas sobre diversas carreras. Específicamente en la Facultad de Derecho, un grupo de profesores expuso sobre las ciencias sociales, fue así cómo se interiorizó más en la Antropología. Al interior de su familia se solía hablar de política los días domingo, ya que su abuelo fue regidor del Partido Demócrata Cristiano por Limache. Egresó del Colegio Francés (que hoy es la Alianza Francesa de Valparaíso) para luego, en 1985, ingresar con 17 años a Antropología a la “Placa”, como era conocida en ese entonces la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. “Opté por esta ciencia social por permitir estudios acerca de la interacción humana. Me gustó mucho el trabajo en terreno, pudiendo interactuar con la gente, conocer culturas y modos de vida completamente distintos a los propios”, recuerda Gómez. Fue delegado de la carrera en tercer año en tiempos en que la escuela era pequeña. Claudio Gómez también posee el título de Máster de la Universidad de Pittsburgh (EE.UU), y es docente de la Universidad Católica de Valparaíso. Fue director del Museo Antropológico Padre Sebastián Englert de Isla de Pascua, y desde 2007 es Director del Museo Nacional de Historia Natural.
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-¿Qué importancia tiene la antropología en la actualidad y cuál es su impacto en el país? Yo creo que la Antropología es y debiera ser aún más importante, con aportes más profundos de los que ya hace en temas de género, antropología médica o etnias. Pienso que los(as) antropólogos(as) –lo mismo para los(as) arqueólogos(as)– debieran influir de mayor manera al estar vinculados(as) a la práctica de la cotidianeidad en términos de políticas públicas, desarrollo de proyectos, entre otros ámbitos. Creo, además, que la Antropología es relevante para cualquier país, y es que la práctica de dicha profesión, su ejercicio y enseñanza, son profundamente revolucionarias. La comprensión profunda de los procesos sociales lleva a cuestionar e imaginarse mejores realidades, y articular eso con un discurso político o con una práctica pública es un poco más complicado, pero sigo creyendo que el ejercicio de la Antropología siempre implica reflexión, introspección y un juicio. Yo creo que la Universidad me dejó eso, y cuando alguien es capaz de poner eso al servicio de las personas –en este caso a través de un museo– se cumple uno de los fines de haber estudiado esa ciencia social. En el Museo Nacional de Historia Natural tratamos como institución aportar nuestro conocimiento a la comunidad de la mejor manera posible, teniendo en cuenta que somos custodios y no dueños de la riqueza cultural, que permite construir diversos y sucesivos discursos y mensajes de identidad. No hay una identidad, hay múltiples identidades. Si bien los museos tienen la obligación de aludir a una identidad nacional, única y lo más consolidada posible, entendemos que nuestras colecciones reflejan variadas identidades y pueblos.
-A su juicio, ¿cuál es la valoración que se hace en nuestro país del patrimonio natural? Es una difícil pregunta. Yo creo que cada vez más personas toman conciencia que el patrimonio natural nos acoge, nos cobija y alimenta como especie humana, aunque a veces también nos atormenta sin el no podríamos existir. Como Museo Nacional de Historia Natural le damos especial importancia a la relación entre hombre y medio ambiente, cuyos desequilibrios en esa interacción, tanto desde el hombre como desde la naturaleza o de ambos lados, no solamente perjudican al hombre como especie sino que a todo el planeta. El contexto del patrimonio natural, entendido como patrimonio y medioambiente, es de vital importancia para la humanidad. La distinción que hacemos del patrimonio natural es que se colecta, se reúne, se cataloga e investiga, y también se transforma en patrimonio cultural. -En 2014, usted manifestó preocupación por el patrimonio arqueológico en Chile, citando como ejemplo el peligro que corren sitios milenarios en Bahía Inglesa y el desierto de Atacama. Actualmente, ¿qué sitios usted señalaría que permanecen en peligro y son necesarios de preservar? Si bien la arqueología no es mi especialidad con el Consejo de Monumentos observamos con preocupación la ampliación de la Ruta 5 entre La Serena y Vallenar, donde yace el famoso sitio El Olivar, ahí se ubica el camino que se pretende inaugurar en diciembre de 2015. También es preocupante lo que ocurrió con el Estadio Municipal de Ovalle en 2010, cuando el Ministerio de Obras Públicas (MOP) empezó a realizar ampliaciones sin esperar el estudio arqueológico, sabiendo que en dicho estadio en la década
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del 60 ya se habían encontrado cementerios diaguitas. Yo creo que, más que identificar lugares, la pregunta es cómo agencias del Estado como el Ministerio de Obras Públicas, el Metro o las municipalidades no son capaces de reaccionar ni aplicar la vieja máxima que dice que “la caridad parte por casa”. Si somos agentes públicos debiéramos ejercer la primera responsabilidad y dar el ejemplo en la preservación de estos recursos, que sabemos que no son renovables. A diferencia de otros recursos naturales, destruir un humedal no es renovable. En cambio, destruir un bosque –dependiendo de ciertas circunstancias– se puede renovar y reconstituir como ocurrió con el gran incendio de Torres del Paine. Pero un sitio arqueológico o paleontológico es algo que nunca más estará. Sucede lo mismo al demoler un conjunto arquitectónico. De esta manera el Estado no sólo puede hacer más, sino que debe hacer más. Lo que hacemos no tiene sentido si no co-
locamos a las personas en el centro. En la medida que las decisiones y las inversiones recuperen o adopten esta visión de los individuos y de las comunidades –incluyendo a nuestros pueblos indígenas– lo que tendremos (espero) es un país más justo, amable y equitativo, donde efectivamente el uso del tiempo libre motive a los(as) ciudadanos(as) a desarrollar actividades en los parques, así como visitar teatros y museos. La ciencia no es solamente para los(as) científicos(as) sino que es para la sociedad, eso no significa, como me dijo un Premio Nacional de Ciencias, tener más científicos(as) sino que más personas con pensamiento científico. -¿Cómo evalúa la política pública en relación al cuidado de la flora y fauna del territorio chileno? El Museo Nacional de Historia Natural participa de distintas instancias sobre el cuidado de la flora y fauna, a través de trabajos en comités nacionales o internacionales. Entonces, participamos de alguna u otra
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manera en políticas públicas de protección como entes científicos, aportando con una opinión técnica y científica. Sobre qué más podemos hacer como país, espero que podamos seguir progresando. Espero que estemos cada vez más cerca de un estado de desarrollo en el que las necesidades más importantes de las personas, e incluso las de segundo orden, puedan estar absolutamente satisfechas mediante un sistema justo y equitativo para todos(as). Deberíamos ser más conscientes de lo necesario que es proteger nuestros recursos naturales y culturales, y saber convivir mejor con
las prácticas productivas, especialmente las de naturaleza extractiva. La creación del Servicio Nacional de la Biodiversidad, anunciado durante el gobierno anterior de la Presidenta Michelle Bachelet, es un tema todavía pendiente dentro del Ministerio del Medio Ambiente. Esta iniciativa debiera darle una visión orgánica a la protección directa de la flora y fauna, labor que actualmente está repartida en el SAG, CONAF y otros organismos públicos. Al respecto, lo que interesa es tener un Estado cada vez más comprometido.
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“A diferencia de otros recursos naturales, destruir un humedal no es renovable”
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Como antropóloga física, Verónica Silva trabajó en el área forense estudiando casos emblemáticos de ejecutados políticos durante la dictadura militar para más tarde dedicarse a la bioarqueología. Actualmente, se encuentra afiliada y contratada en Departamento de Evolución Humana del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, donde reconstruye la dieta de las sociedades prehispánicas del norte de nuestro país. Verónica Silva (38) siempre ha estudiado becada, por lo que aboga firmemente por una educación gratuita para todos(as) los(as) estudiantes, ya que debiera ser entendida como un derecho y no un privilegio social. En 1997 ingresó a estudiar Antropología a la Universidad de Chile, tras abandonar sus estudios de Historia en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE).
Verónica Silva, antropóloga física
“Hay patrones de comportamiento en el pasado que muchas veces se reiteran en el presente y eso es lo que tenemos que evitar”
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Trabajó de manera voluntaria en los depósitos del área de bioantropología del Departamento de Antropología de la Universidad de Chile, por lo que al momento de elegir la especialidad ya tenía claro que continuaría con Antropología Física. Cuando cursaba tercer año de la carrera participó de numerosas investigaciones forenses, siendo su primer caso a analizar el de Eugenio Berríos, ex químico de la DINA. Un perito uruguayo informaba que la muerte se produjo por un disparo en la nuca, mientras que el Servicio Médico Legal (SML), informó dos o tres disparos. El peritaje a cargo de Verónica junto a otras dos asistentes arrojó que –a través del análisis de los restos óseos– Berríos falleció por un balazo en la nuca, lo que se llama muerte sumaria. Después, “lo terminaron de matar en el suelo con otro tipo de arma. Esa fue la conclusión que permitió dar un giro a la investigación”, recuerda. Silva es antropóloga física afiliada al Departamento de Evolución Humana del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, y estudiante de doctorado del Programa de Antropología de la Universidad de Tarapacá-Universidad Católica del Norte, en Chile. Sus principales áreas de interés son el crecimiento y desarrollo, nutrición, dieta, movilidad y paleopatología de las antiguas poblaciones humanas. También es miembro del Colegio de Arqueólogos de Chile y Directora Asociada de la Sociedad Chilena de Antropología Biológica (SOCHIAB). 71
-Durante tu trabajo en el área forense indagaste en las causas de muerte de ejecutados políticos, ¿qué tipo de casos te tocó analizar? A lo largo de siete años trabajé con casos emblemáticos de ejecutados políticos. Me tocó analizar el caso de la familia Valenzuela Velázquez, que me impactó mucho porque tuve que exhumar a la familia completa, conformada por el papá, la mamá y una niña de 6 años. Entonces, exhumar el cuerpo de un infante cuando sabes que se tratan de ejecutados políticos es muy duro. Nosotros(as), en general, trabajamos sin tener conocimiento de la causa previa para no influenciarnos en la determinación de sexo o edad para llegar en blanco. Generalmente, era la primera en introducirme en las fosas y cuando tuve que extraer de la tumba ese cráneo pequeño me sentí tan abrumada
que a raíz de ese caso decidí no seguir trabajando en la línea forense porque –aunque suene cliché– en antropología forense se tiende a buscar y reconstruir la muerte. En biorquerología, en cambio, se reconstruye la vida de las poblaciones o de las personas, por eso quise inclinarme por esa línea. -Según tu experiencia, ¿cuán amplio y variado es el abanico de posibilidades de trabajo en la antropología física? Bueno, yo pasé por distintas áreas de trabajo. Para mi tesis de Pregrado me enfoqué en la arsenicosis (enfermedad crónica por beber agua con altos niveles de arsénico) y las consecuencias que podría traer al sistema esquelético. Específicamente, estudié la espina bífida. Trabajé con la espina bífida oculta, cuyo nombre se debe a que en general las personas no se percatan que padecen
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la enfermedad hasta que se realizan algún examen médico; esto se puede apreciar, por ejemplo, en algunos restos arqueológicos de momias. La bioarqueología involucra diferentes áreas. En general, lo que hace es asociar procesos de adaptabilidad humana con los procesos biológicos y los funcionales para llegar a conclusiones y reconstrucciones. Ahí es donde la dieta y la nutrición cobran especial relevancia. La introducción de la agricultura es un proceso que ocurre en distintos momentos en todo el mundo, pero que en el norte de Chile es bastante particular porque guarda relación con los procesos de desarrollo que tiene también Perú y otros países vecinos.
-¿Cómo a través de la antropología física se puede analizar la alimentación y con ello la manera en que habita una determinada comunidad? Nosotros(as) hemos podido avanzar o evolucionar a partir del conocimiento acumulado. La principal causa de muerte de los(as) niños(as) en la actualidad es la desnutrición, al respecto, tenemos que entender que este tipo de fenómenos que afectan a los(as) infantes también los(as) afectaron en el pasado, sobre todo, durante los procesos de cambio como la transición a la agricultura o en episodios de violencia como las guerras, donde los(as) niños(as) han sido los(as) más afectados(as). Hay patrones de comportamiento en el pasado que muchas veces se reiteran en el presente y eso es lo que tenemos que evitar; repetir los errores precedentes, ahí es donde la antropología forense contribuye fuertemente.
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