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Recuperando el tiempo perdido
a Europa, todo resulta bastante familiar excepto el idioma, aunque a mí me gusta explorar los diferentes elementos que tiene cada lengua. Puedes hacer la música que quieras, pero para esa gente eres otro como ellos. Cada persona tiene su propia historia detrás”.
TEXTO Toni Castarnado
BRANDON BOYD lo tiene claro: no quiere estar en la cresta de la ola. Por un lado es consciente de que su mayor momento de popularidad ya pasó. Por el otro, no le apetece entrar de nuevo en la rueda del éxito y todo lo que eso conlleva. La vida para él es otra cosa. Está bien tal cual está. Sin embargo, promete que grabará un nuevo disco con Incubus, pero cuando las circunstancias sean las adecuadas. De momento, el grupo va haciendo giras y con eso tiene suficiente. A pesar de eso, mantiene intacto el aliciente de viajar por el mundo. “Para mí una de las cosas más interesantes de estar en una banda es viajar por el mundo. Además, como cuando giramos no soy de los que se ha pegado grandes fiestas y apenas bebía, tengo claro cada recuerdo. Me encanta conocer el planeta y ver a gente nueva constantemente. Cuando viajo me doy cuenta de que el ser humano es igual en todas partes. Por distinto que sea el lugar, nos gustan las mismas cosas: comer bien, hacer el amor, dormir... Cuando vas
GRACIAS A QUE NUESTRA CHARLA se desarrolla por zoom puedo ver cara a cara al entrevistado. En esta ocasión, Brandon Boyd está sentado en postura de yoga. Lleva ropa cómoda y tiene un té en la mano. Vive en un permanente estado zen, con una actitud positiva y con ganas de conversar. “Me atrae la cultura de la metodología. Al menos a mí me abre la mente. Es fascinante enfrentarse así a la vida. Cuando voy a Europa me fijo en la gente, tomando una copa de vino o un cappuccino, y a muchos viendo un partido de fútbol en la calle. Pero claro, luego están los tópicos. Los que llegan por pri- mera vez a Los Angeles se creen que aquí todo el mundo está haciendo surf a todas horas, cuando en realidad es una parte muy pequeña de la población la que lo hace. Lo que si es cierto de Estados Unidos es que tenemos esos grandes espacios en los que no hay nada. Puedes pasarte dos días conduciendo hasta encontrarte con un pueblo o una gasolinera. Disfrutas del paisaje y luego, cuando llegues al sitio, ya verás si eres o no bienvenido. Por ejemplo, recuerdo una vez en Texas en la que llegamos a un pequeño pueblo llamado Marfa en el que hay galerías de arte, cafeterías bonitas y sitios maravillosos para comer con sus grandes chefs. Y ese es un lugar que está en medio de la nada”.
AHORA VOLVAMOS al momento actual de Incubus. Lo cierto es que la banda no genera ahora mismo demasiadas noticias. Aunque eso es algo que no parece incomodar a Brandon Boyd. Para él, todo tiene su momento. “No tenemos ninguna prisa. Ahora estamos pendientes de Bent Kenney, el bajista de la banda. Tuvo un tumor cerebral y necesita reposo. Se encuentra mucho mejor, pero debe ir poco a poco y este año no se podrá incorporar al grupo. Por tanto veréis a una sustituta, Tal Winkelfeld. Tocó con Jeff Beck y es una instrumentista extraordinaria. Con esto te quiero decir que, para generar ideas y grabar, debemos estar serenos y encontrarnos todos en sintonía”. A Brandon no le inquieta en absoluto escapar de esa espiral disco-gira que atrapa a muchas bandas hasta asfixiarlas. “Ni necesito ni quiero estar en esa rueda. Por primera vez en mi vida me siento tranquilo con mi posición. A ver, conseguir éxito y estar en la cima es excitante. Diría más, ¡es increíble! Pero eso no es real. A estas alturas no quiero el éxito a cualquier precio. Te das cuenta cuando sufres tragedias familiares. Es entonces cuando te olvidas del negocio de la música y de lo que supone estar expuesto a todas horas. En esta industria, la mayoría de gente no es feliz. Lo quieras o no, cuando estás metido en esa vorágine, surgen los problemas. Las relaciones entre compañeros, las drogas... sin quererlo entrar en ese bucle. Así que nosotros nos planteamos qué tipo de experiencia queríamos vivir. En estos momentos yo me encuentro cómodo en este punto más meditativo. Pasar tanto tiempo en casa me da paz y me ha permitido reencontrarme conmigo mismo. En estos momentos sé exactamente dónde estoy. Me apetece levantarme temprano e ir a dar un paseo con mis perros”.
Pese a todo ello, el año pasado Boy publicó su tercer disco en solitario, “Echoes & Cocoons”. Una colección variada y muy particular. “Fue un disco que surgió fruto de tener la perspectiva de pasar mucho tiempo en casa. Habíamos publicado un epé con Incubus, pero sentía la necesidad de componer. De hecho, eso es lo que más me gusta de mi oficio. Así que, como tenía mucho tiempo por delante y habiendo descartado la idea de correr para hacer cosas, me centré en escuchar música nueva junto a mi mujer. A todo esto hubo un disco que me deslumbró, ‘All Mirrors’ de Angel Olsen. Me encantó la producción de John Congleton. Contacté con él y coincidió con que justo en ese momento acababa un disco, con lo que empezamos a hablar sobre la posibilidad de hacer uno juntos. Y eso hicimos, aunque nos lo tomamos más como un experimento”. T C
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