Tendencias: Blanco absoluto

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BLANCO ABSOLUTO Con tanto ruido en el mundo —auditivo, visual, informativo— crear ambientes de tranquilidad, por más etéreos que estos resulten, es un acto-reflejo natural. En el caso de la moda, dichos espacios son portátiles: prendas blancas que ayudan a calmar la vista y el espíritu, nada más con su luz.

Valentino

FOTO: GETTYIMAGES

P or MÓN I CA I S A BE L P É RE Z

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Podría, sin ningún problema, ser el vestido de novia ideal para una gypset (término con el que la viajera Julia Chaplin se refiere a los trotamundos bohemios y poco convencionales que se caracterizan por su estilo exótico y aterrizado), quien se debatiría entre ese vestido o el de Erdem, también largo, también con encajes, pero con un tono más actual que retro. Chloé está ahí también, pero con un atuendo mucho más revelador acompañado por gladiadoras color nude que hace pensar en paseos matutinos por las también blancas calles de la isla de Mykonos. Michael Kors y DelPozo buscan algo más relajado, más fácil de llevar en el día a día, y presentan vestidos que se antojan por su comodidad tanto en la playa como en la ciudad. Pero si de una circunstancia más exigente se tratara, la elegancia está en Valentino, en sus diseños sobrios que siguen la línea de la máxima «menos es más». Hechos de encaje, tienen todo: ligereza, movimiento y sofisticación. Pareciera que son adecuados tanto para ir a una fiesta de jardín como para sentarse a meditar. Hacen que el blanco reconecte con la parte espiritual con la que siempre lo relacionamos y que, de momento, no pensemos en que otros colores son posibles, algo que —a decir de Coco Chanel—, deberíamos hacer más seguido: «Las mujeres piensan en todos los colores en la ausencia de color. He dicho antes que el negro lo tiene todo. Pues el blanco también. Ambos tienen una belleza absoluta. Son la armonía perfecta». Este verano, vale la pena llevar puesta la suma de todos los colores; ir por el lado claro del ying-yang.

DelPozo

Michael Kors

Givenchy

Roberto Cavalli

Chloé

Balenciaga

Alberta Ferretti

«… no sólo por que remite a la frescura que exige la vestimenta veraniega, sino porque aparece como símbolo de paz. Justo a la mitad de la década, los creativos levantan la bandera blanca para pedir tregua.»

Es «la luz al final del túnel». Simboliza, en nuestro lado del mundo, los inicios. En el México antiguo, fue para los mexicas el color de Quetzalcóatl, el dios de la vida, de la luz y de la sabiduría. No hay nada más aterrador y desafiante para un escritor, que una hoja en blanco; a un pintor le pasa lo mismo al enfrentarse a un lienzo ídem. El blanco impulsa a crear. Los diseñadores de moda hicieron maravillas con él. Alexander Wang para Balenciaga le dio frescura y vanguardia con su conjunto de top y short «cubierto» por mallas amplias que le dan un toque futurista, acento por el que también apuesta Riccardo Tisci para Givenchy —que parece inspirarse en un futuro postapocalíptico al combinar un vestido en capas hecho con encaje llano combinado con botas peep toe de piel negra que llegan más arriba de la rodilla—, y con el que quizá comulga Raf Simons para Dior, que se hace presente en la tendencia usando un tono más bien parecido al de los huesos, de los que también toma la forma, creando lo que pareciera un complejo esqueleto sobre el que, de otra manera, sería el vestido más sencillo del mundo. Más del lado de quienes prefieren llevarlo al estilo bohemio-chic, está la firma Alberta Ferretti con un conjunto vaporoso, ligero, cien por ciento femenino. Transparente, delicado y con encajes en hilo también blanco, es uno de los mejores ejemplos de esos «espacios de paz» que tanto buscamos. En esa misma ola se encuentra Cavalli, con un vestido largo interrumpido con suavísimos azul y rosa pastel: parece hecho para una mujer-elfo.

Erdem

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odo es una ilusión. Todo lo que vemos —los colores, por ejemplo—, no son más que una percepción, un poco de luz que entra por los ojos y que es interpretada por el cerebro. Lo que vemos cuando decimos que vemos colores, es luz. Luz en diferentes dosis. Y en su ausencia, entonces vemos negro, oscuridad. Pero es su presencia absoluta la que llama la atención esta temporada. No sólo porque remite de inmediato a la frescura que exige la vestimenta veraniega, sino porque también aparece como un símbolo de paz. Justo a la mitad de la década y desde su trinchera, los creativos levantan la bandera blanca para pedir tregua. Y es que ha sido un lustro complicado a nivel global. «Hay un movimiento creciente: salir y crear 'zonas quietas' para desconectarnos de la tecnología y relajarnos, para darnos —a nosotros mismos— tiempo para detenernos», apuntó Leatrice Eiseman, directora ejecutiva del Pantone Color Institute cuando presentó la paleta cromática de la temporada primavera/verano 2015. «Nuestras elecciones de color responden a esa misma búsqueda minimalista: tonalidades claras y sutiles que son como un escape del ajetreo que vivimos todos los días». Eso explica por qué el deseo de llevar sobre el cuerpo vestimentas de claridad máxima. Todo blanco, lo que en Occidente ha significado pureza, paz e inocencia. Es el color nupcial —al menos desde 1840, cuando lo popularizó la reina Victoria del Reino Unido en su boda real con el rey Alberto—. Es suavidad, frescura y esperanza.

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