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EN LOS LLANOS
DE LIRA
ANTOLOGÍA
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LOS LLANOS DE LIRA, ANTOLOGÍA Ediciones La Otra Costilla Diseño Begoña Suazo Edición de texto Jonathan Navarro Ruz Año 2020 Santiago de Chile Dibujo a lápiz mina (Garomi) Luis Peña Vásquez DDI -A- 308
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INDICE
Adeviki Prem ..................................................................... 9 (Claudia García) Evelynne Castro Romeror ................................................ 23 Srta Cronopio ................................................................... 35 (Yaritza Beiza Cerda) SemperFi Navajo ............................................................ 47 (Jonathan Navarro) Leticia Román .................................................................. 59 Begoña Suazo ................................................................... 67 Carmen Cares ................................................................... 77 Luis Cañio Malpu ............................................................. 89 Gabriel Miranda ............................................................... 101
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Adeviki Prem
La poesía me vuelve añosa, parturienta antigua y adolecente loca. Con la poesía me cimbreo cual ladera sinuosa los vientos me rasgan, con espasmo de roca y miel. La poesía no me gusta ¡Me embrabece! me moja me ambriaga, y me hace arder.
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Anécdotas y Reflexiones de una Espora Viajera Es que esta vez no iba por una o dos semanitas así que, entre las cosas mías y los encargos, la maleta había quedado, ¡uf!, realmente muy muy pesada. Los buses suelen tener el compartimiento para el equipaje grande a ras de suelo, y el señor que los recibe y acomoda, tradicionalmente está parado en el andén. Eso es lo habitual. Pero justo el bus que me tocó a mí tenía que ser una rara excepción (comentario aparte: mi vida siempre ha estado marcada por curiosas y hasta extrañas excepciones, pero de eso hablaré en otro momento). La cosa es que justo me tenía que tocar un bus cuyo maletero estaba como entarimado, y el señor acomodador de maletas estaba adentro de él, allá en lo alto. Eso implicaba que cada pasajero debía tomar en “upa” su maleta y levantarla unos 50 centímetros del suelo, para que él la agarrara en el aire y la guardara. Un acto que mis músculos supieron (inmediatamente), sería una proeza imposible de realizar. En la fila yo era la 4ª. Los 3 primeros eran hombres. Así que, sin perder tiempo, dije en voz alta: “voy a necesitar de la gentil ayuda de un par de hombres fuertes y musculosos”. ¡Claro! – Contestaron-, no se preocupe, alguno de nosotros la ayudamos. Llegó mi turno. El de mayor edad fue quien primero se acercó. Le advertí que de verdad estaba pesada, que no intentara levantarla solo, que su espaldita, que mejor entre dos… No sé si no me creyó o qué… Pero me lanzó una mirada que decía algo así como: “ay… es que usted es mujer, pero yo, que soy un hombre fuerte y grande…” Pero yo sabía que la apreciación del peso de mi maleta no respondía a una subjetividad vinculada a un tema de género. Le insistí en que la levantaran entre dos. Me ignoró. Trató de levantarla. 10
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Entonces cachó que era verdad. ¡La weá estaba realmente pesada! Me miró con ojos inquisitivos. Me limité a responder a su mirada con una dulce sonrisa de: “se lo dije”. Entonces uno de los hombres más jóvenes, rápidamente se acercó a colaborar y entre los dos lograron pasársela al señor acomodador quien, a duras penas, la metió para adentro. Entonces uno de ellos me dijo: “perdone que le pregunte, pero… ¿para dónde viaja?” -Para Pucón-, respondí con cara de ¡¡¡yupiiii!!! Entonces él agregó a todo pulmón: “¡Pero señorita! ¿¡Para qué lleva piedras desde Santiago si allá en Pucón hay un montón!?” El tono y la forma en que lo dijo le salió tan, pero tan chistoso, ¡que todos estallamos en risas! Todos… el señor acomodador, los dos hombres que me ayudaron, yo y todas las personas que venían atrás mío y que habían presenciado la situación. La risa se expandió como una ola. Todo el mundo reía y se sumaba haciendo creativos comentarios. Fueron unos poquitos minutos, pero bastaron. La clásica seriedad y distancia con la que la gente suele andar, había desaparecido. Y aunque yo era parte de la escena, a la vez miraba todo como desde afuera. Y lo que se veía, ¡era realmente lindo! Las risas sonaban como música, y la gente de la fila, que hasta antes de la explosión colectiva de risa se trataban como desconocidos, se habían convertido en buenos amigos. En el ambiente había una sensación casi de hermandad. Recordé aquella vieja revista que estaba en las estanterías de la casa de mi abuelo y que tenía un apartado especial llamado: “la risa… remedio infalible”. Si tan solo pudiéramos reírnos más y más a menudo, reflexioné… Todo sería tan y tanto más simple. 11
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Noticiero Verde (Me cambiaron a la Mamá) Después de mi largo viaje por las tierras intergalácticas del Satori, Brasil (enero-febrero 2018). Y un posterior –e inesperado- viaje hacia latitudes tan lejanas como escarpadas (Patagonia argentina, febrero-marzo del mismo año), finalmente, Chile me vio aterrizar cuando abril apenas despuntaba. El arribo capitalino –en casa de mi madre-, me recibía con hermosas noticias (de esas que hacen que a uno se le enraíce la esperanza). Hacía un par de días atrás, ella había extraviado su monedero en la calle. El evento había tenido un doble impacto: uno técnico y otro emocional, pues el monedero era un regalo que hacía muchos años le había hecho uno de sus nietos y adentro iban: su carnet de identidad y 27 mil pesos. Y, para una señora de la tercera edad, que solo recibe la pensión solidaria que el Estado entrega a las dueñas de casa, la cifra era para lamentarla. Mi madre… (la de siempre) La misma madre que durante toda su vida expresó una clara fascinación por el arte de reclamar (reclamar porque sí, reclamar porque no), junto a una especie de adicción por tomarse todo a lo tremendo. A ella, que siempre le gustó quedarse refunfuñando días enteros a propósito del más leve infortunio. De hecho, mi madre fue la primera persona con la que me convencí de la veracidad de mi teoría: que uno venía a este planeta, a esta encarnación, para sacar algún tipo de especialización. Y, en su caso –a todas luces-, había venido para sacar un Magíster en el ramo “Cara de Culo” (¡y lo estaba haciendo regio! De hecho, si seguía así, -pensaba yo-, ¡con 12
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certeza lograría egresar con distinción máxima y honores!) Ella, que siempre amó explotar por cualquier nimiedad, y con sus sobrerreacciones daba la posibilidad a ¡TODO de tener alas! Pues no solo volaban las palabrotas, las quejas y los gritos, sino también las radios (cuando se negaban a sintonizar la emisora deseada) y los tostadores (con tostadas incluidas), y solo porque las tostadas se le habían quemado UN POCO. No quemado del todo, sino solo un poco. Esa madre a la que ni la vejez ni –en su momento-, un diagnóstico severo de salud había sido capaz de hacerla claudicar en su curiosa fascinación por el arte de aprender a vivir con mal humor… Pues bien… aquella Madre… mientras yo andaba de viajera por los mundos extranjeros… ¡Había desaparecido! Y en su reemplazo me habían dejado otra mamá. Esta mamá nueva se parecía a la antigua sola y exclusivamente por el envase. Nada más. Parada frente a mí, la nueva mamá relatábame lo sucedido con una calma interior ¡nunca antes vista! Su narrativa tenía tal nivel de desapego, que por momentos me pareció estar en presencia de un Monje Zen. Con voz suave y pausada concluyó su relato (cito literal): “Pero no importa, hijita, porque… ¿qué más da? El universo es generoso y gracias a Dios no me falta nada. Solo deseo que, a quien lo haya encontrado, le sirva ese dinero, y si tú me puedes acompañar uno de estos días a renovar mi carnet de identidad, te lo agradeceré”. Yo miré y escuché todo en un estado de completo estupor. Consciente de que lo que estaba presenciando era una rareza máxima, un regalo. Una flor. Y mientras mi corazón degustaba el momento derretido de amor, a mi mente se le inspiró musicalizar (en secreto) la 13
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escena, y sacó del baúl de los recuerdos una canción “ad hoc” para la ocasión. Una alegre salsa que en una parte dice: “No hay mal que dure 100 años, ni weón que lo resista”. ¡¡Y me dieron unas ganas de bailar!! ¡Para agradecer, para festejar! La hermosa buena noticia con que estas tierras agasajaban mi regreso: que es cierto, que es una realidad. Aunque a distintos ritmos, pulsos, cadencias y tiempos, todos estamos, indefectiblemente… floreciendo. Y que lo único que está prohibido es perder(nos) la esperanza.
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Me declaro Escritora Aquel día, dos niñas –de unos 8 años aproximadamenteconversaban: “Cuando yo sea grande, quiero ser…”, (e iban nombrando un montón de posibilidades). Y me pillé pensando, como siguiendo en silencio el juego con ellas: “Cuando yo sea grande… quiero ser escritora”. Acto seguido: ¡¡Pero si ya soy grande!! ¡Y ya soy escritora! Fue ahí que tomé conciencia de que la única que no valida esa realidad es mi mente, pues para ella, nunca nada es suficiente. Mi escritura no alcanza -dice-, porque es una cosa así, tan nimia. Tan desprovista de cualquier tipo de rimbombancia literaria (tanto por su forma como por su contenido), que definitivamente no alcanza. Según ella, “ser escritora” es un oficio grande y elaborado. Y obvio, con mis textos cotidianos y sencillos, nunca estoy a su altura. Entonces vi operando en mí eso que me han ido mostrando los Satsang… Que el juego de la mente es hacerte creer que uno nunca es lo suficientemente adecuado o bueno. Porque en la mente no hay aceptación de lo que es, pues para ella todo está siempre en modo “por alcanzar”. Su mundo solo lo pueblan exigencias/aspiraciones. Autocríticas y comparaciones. Así que, siguiendo los consejos de Don Satyaprem, que nos ha dicho una y otra vez: “no escuches a tu mente. Todo lo que ella te dice es mentira”. Y como estoy enfocada (sin posibilidad de claudicar) en recu15
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perar mis alas… A partir de hoy me permito: ¡¡¡Declararme Escritora!!! Y mi mundo literario es así. ¡Qué le voy a hacer! ¡Si la rimbombancia nunca ha querido venirse a vivir aquí! Soy la que escribe acerca de lo sencillo. De lo que, de tan simple, suele pasar desapercibido. Porque a lo cotidiano se le suele homologar (erróneamente) con poco. Y se nos enseñó a interpretar lo “poco” como sinónimo de “opaco”. Tal vez por eso es que mis escritos surgen desde ese lugar. Porque mi corazón no puede evitar anhelar que volvamos todos a nuestro reino. Ese que no estaba en ninguna otra parte más que en nuestra humilde morada. En medio de cucharas y tenedores. Entre los cepillos de dientes y el pan tostado. En las micros, los ascensores, los supermercados y los computadores. Algo en mí intuye que es precisamente ahí (en toda esa aparente minucia) donde está Dios –jugando como un niño-, a disfrazarse de taza de café, de vecino, de conductor de micro o de plato de arroz. Además, si somos observadores (¡y honestos!), la matemática es sencilla. Nuestra vida transcurre en la sumatoria de esas miles de acciones cotidianas. Dormir. Levantarse. Bañarse. Comer. Cagar. Lavar ropa. Trabajar. Llevar a los niños a la escuela. Salir con amigos. Jugar al cara de libro (FB), al Instagram, al WhatsApp, ver TV, etc, etc, etc. Y es así, de minucia en minucia, como en un santiamén, ¡ya estamos listos para la tumba! 16
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Así que, le guste o no a mi mente, ¡soy una escritora! Que comparte lo que tiene… una vida pequeña y sencilla. Entre minucias y nimiedades voy caminando por esta tierra, homenajeando el altar de lo cotidiano que es donde (me parece a mí), se sientan a conversar amistosa y relajadamente, lo mundano con lo sacro. El cielo con la tierra. Lo visible con lo invisible. La forma con la no-forma. Seré la cronista de mi poco glamorosa vida. Y acaso a alguien le sirvan mis relatos. Para saberse acompañado en este viaje humano donde la vida canta improvisando ¡todo el rato! Acaso sirvan para sostenernos con humor y complicidad. Y que recordemos que las coordenadas de lo eterno están dibujadas por todos lados, esperando a que las notemos. Y que, así como poco no es opaco, intenso tampoco es complejo. Pues la vida, a pesar de su enorme intensidad, es profundamente sencilla. Y que para cuando nos llegue el momento de abandonar esta nave (cuerpo/planeta), lo único que realmente importará, es que nos llevemos el corazón llenito de contentos. Si mis textos logran aportar más que sea un trocito a ese contento, pues habrá tenido sentido compartir mi mundo “escritoril”. ¡Y que mi mente opine lo que quiera! Porque lo que es a mí, no haber conocido a esa señora vieja, estirada y tiesa llamada “alcurnia literaria” me importa, lo que se llama en buen chileno: ¡UNAREVERENDARAJA!
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Pucón City El arribo estaba calculado para eso de las 9 de la mañana. Eran las 8 y una rotunda noche oscura (nada veo) llenaba aún la carretera. 8:15 y nada. Ni un remoto atisbo del amanecer. Recién a eso de las 8:45 comenzó a desperezarse el cielo y el amanecer comenzó a hacer su entrada, pero en un formato tímido, nimio, escueto. De hecho, por sus colores y texturas, más que amanecer parecía la hora mágica (el ocaso), que es cuando el día ya ha acontecido y se retira, envuelto en una negrura adormilada, a su guarida. Había viento, pero no hacía frío. A las 10 de la mañana ya estaba en casa. El desayuno (seguro que debido a la influencia lumínica/ climática), agarró un sabor completamente distinto. Más que desayuno, sabía a once/comida. “Y a las 10:30, ¡zas! El cielo se oscureció”, y nubes gooooordas y neeeegras lo cubrieron todo. Curiosa experiencia esta de ser testigo de cómo una mañana sureña se despierta, se baja de la cama a regañadientes y, soñolienta, entre bostezos y con la torpeza propia de andar con la modorra viva, se da un par de vueltas erráticas por las esquinas y luego, simplemente, desaparece. Ese atisbo fue todo lo que se supo de ella. Solo un atisbo. Aquel día nunca llegó a ser “de mañana” (al menos no de la manera en que todos conocemos las mañanas). ¡Si ni siquiera se sacó el pijama! (Llevaba puesto uno de algodón grueso, en tonos celeste pastel y con un gorrito en punta que se alargaba hacia un 18
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costado y del que colgaba un pompón). En fin. Así fue como me recibió Pucón. Y a mí, que me gusta entender los sucesos como señales y mensajes que nos manda el universo y, en sintonía con el aprendizaje de “adaptación a las formas y los contextos”… Heme aquí, en “modo capullo”…
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Llena eres de gracia Pasé a saludar a mi santa madre (María llena eres de gracia, el Señor es contigo), a su casa. Estaba en su pieza (viendo su teleserie), así que con suerte me saludó. Cuando llegó la pausa de los comerciales, estuvo disponible para interactuar. Comenzó a contarme, con enorme entusiasmo, que en el programa de la mañana había estado un señor que hablaba de astrología y que había contado que hace un tiempo se habían descubierto ¡¡¡tres planetas nuevos en nuestro sistema solar!!! Estaba recostada sobre su cama, apoyada sobre su lado izquierdo, cual musa para un Di Caprio invisible. Y mientras me contaba eso, con un exaltado tono de hiper-entusiasmo, su brazo derecho danzaba en el aire como dibujando los tres planetas. Los dedos de su mano se contraían, expandían y giraban a intervalos, según iban pasando por cada uno de los planetas que, a esas alturas, casi parecían flotar y gravitar en la pieza, sobre nuestras cabezas. (Ya sabemos de dónde me viene la herencia del histrionismo). De pronto, su brazo se detuvo. Quedó en alto, estático, y sus dedos, desmayándose, dejaron a medio contar la historia de esta galaxia. Sus ojos se fugaron por la ventana hacia el cielo, que estaba furiosamente celeste gracias a la reciente lluvia. Me dio risa (la escena era divertida), pero no me reí. O sea sí, pero para mis adentros y pensé: “la perdimos”. Cuando volvió de sus profundas cavilaciones, me miró y me dijo: “¡Hijita! ¿Cómo es que flotan y no se caen siendo tan grandes? ¡Cómo es de misterioso todo esto!, ¿eh?” En su tono de voz y en sus ojos había ese asombro pueblerino, esas fragancias dulces de una niñez prístina que nada sabía de 76 años de antigüedad. 20
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Los comerciales terminaron. Rápidamente le subió el volumen al televisor y volvió a sumergirse en el mundo de su teleserie. Yo me quedé sentada, saboreando en silencio la escena, con cara de sonrisa redonda, ¡redonda como un planeta!
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Evelynne Castro Romero
No soy la que escribe poesía es la poesía escribiéndome. Ella me crea y reinventa porque soy esa mujer que brilla con cada verso que palpita en el poema. Soy lujuria, tempestad y calma
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Soy Soy la clase de mujer que ríe que llora, que se emociona solo con el sonido de la brisa por la mañana, aquella que siente con la piel y que ama con el corazón; la que vibra con cada amanecer, que lucha cada batalla con pasión, que vive cada momento con intensidad. ¡Ja!, aquella de la que huyes porque no te da el coraje de amar. Soy la clase de hembra que buscas en cada sábana. En mí hay buena adicción, hay pasión, sensualidad y lujuria. Soy una hembra difícil de olvidar, aquella con la que sueñas y suspiras. Soy lujuria, tempestad y calma, la clase de mujer que tú desees: solo pídelo y lo tendrás.
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Pieles
Deseo enredar mis manos en tu cabello, mirar tus ojos, acariciar tu sonrisa con las yemas de mis dedos sentir tu aliento y susurrar al oído tu nombre. Deseo hundirme en tu cuello, respirarte inhalar tu aroma probarte recorriendo con mis labios tu piel, sentirte. Besar tu boca, esa con la que cada noche sueño. Deseo llegar a tu sexo, hacerte perder la razón con cada caricia. Recorrerte, saborearte, besar cada espacio entre los dos, llegar al límite que nuestros cuerpos permitan sentir nuestro placer en cada agitada respiración. Deseo sentirte y que me sientas, mientras me hablas de aquella manera en la que me haces perder la razón; perderme en tu aroma en tu cuello besar tus labios y luego cobijarme en tu abrazo hasta el amanecer.
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Tentación Somos espectros de nuestros fantasmas, de demonios que nos hacen jugar en nuestros infiernos; somos el reflejo de un mal día que, al apagarse el sol, la luna reclama su lugar. Somos lo que deseamos enterrar en donde la conciencia nos persigue. Somos tú y yo, sin querer escapar, hundidos en un abrazo que clama libertad. Dos cuerpos palpados que prohibidos han de apostar, entre secretos y anonimatos nos debemos amar; es la ley que escogimos, dos amantes en la oscuridad. Ven y ríndete a mis caderas, permite que en un beso nuestras manos comiencen a jugar. Volvámonos locos en nuestro infierno al que deseamos huir. Por muy prohibido que sea, a tu lado quiero acabar.
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Condición
Gózame. Siente como mis dedos comienzan a tocar tu boca, mientras mis labios húmedos juegan en tu cuello y siento tu deseo que atraviesa mi ropa. Siente ese escalofrío que recorre tu piel, mientras jalo lentamente tu pelo hacia atrás y beso tus labios deseosos de mí. No me toques, no me mires, gózame. Piérdete en mí, yo tengo el control. Quédate quieto, siente como recorro tu piel con mis dedos. Déjate llevar, está prohibido tocar y mirar, solo puedes sentir. Disfrútame… mientras juego con tu desesperación y te excito con cada caricia, aguantando las ganas de tomarme de una vez. Ya sabes cuál es la única condición.
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Te Quise Te quise como se quieren los nuevos amores, con emoción y esperanza; yo te quise, como quiere la luz a la oscuridad. Yo te quise, quise tus demonios y tu calidez, tu risa, tus ojos, tu boca; te quise con tus miedos, tus problemas, tu carácter y tus burlas. Te quise con tu lado oscuro y tu lado tierno. Te quise con lo complejo que eras, con la incertidumbre constante de encontrarte al despertar. Yo te quise y aposté por ello. Te quise olvidándome incluso de mí. Yo te quise como se quieren los nuevos amores: intensos, sinceros, limpios. Te quise, aunque ya no estés. Te quise aunque sabía que no debía quererte.
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Ódiame Ódiame si te resulta fácil. Ódiame si no valgo nada. Ódiame si decides ignorarme y dejarme con el corazón destruido. Ódiame si te resulta fácil. Pero no regreses con excusas baratas. No llegues, no vuelvas a colarte en mis pensamientos si después volverás a aparecer. Mejor ódiame de una vez y punto final.
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Maldito Seas Arrasas con todo a tu alrededor, como un huracán te llevas lo que está a tu paso: los sueños, las esperanzas, las ilusiones. Pasas tan deprisa que, al cerrar los ojos, te pierdo sin poder retenerte entre mis manos. Te odio porque no tengo control sobre ti, huyes como el viento. Pasan los años y me miro en el espejo sintiendo miedo de no tenerte a mi lado. El reloj marca mi edad y siento, ¡oh, Dios!, siento que te pierdo que no alcanzo a retenerte, que me faltas como el aire.
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Nostalgia
Amé cada centímetro de tu piel; amé tus lunares, tus cicatrices. Quise también todas tus caricias. Deseé cada segundo a tu lado y, como una ermitaña de tu cuerpo, me refugié en nuestros recuerdos. Amé cada palabra de tu boca, que dulcemente las hacía mías, adorándolas como el mejor abecedario. Y tus labios, ¡oh, Dios!, mi mejor pecado, el cómplice perfecto de mis deseos. Amé todo lo que eras, todo lo que fui contigo. Te amé.
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Embrujo de una Noche
Ven y cíñete a las reglas del juego. Aléjate de los tapujos. Ríndete al placer. Cierra los ojos, escucha el murmullo del viento que se asoma por la ventana, y siente ese escalofrío que recorre tu piel cuando comienzo a posar mis dedos en ella. Bésame suavemente, hasta perder la noción del tiempo; mírame a los ojos mientras recorro tu espalda con mis dedos, deteniéndome en cada rincón. Abrázame fuerte, mientras desato las ataduras que aún impiden sentirnos. Tu piel en mi piel para caer en las sábanas que gritan nuestros nombres. Bésame sin control y hasta perder la cordura, luego acaricia cada resquicio de piel. Tómame de una vez hasta perdernos en nosotros mismos. Ven y juguemos hasta enloquecer. Hazlo una y otra vez.
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Srta Cronopio Yaritza Beiza Cerda
Sin ningún adorno, con mis ironías y mis desprecios. Metáforas escritas en mi espalda y mis ojos trazados en los tuyos.
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...a la antigua
Amarte a la antigua, disfrutar de una conversación bajo las velas, besarte bajo la lluvia o bajo una noche estrellada, gritar tu nombre a los cuatro vientos. Quiero amarte a la antigua, que seas eterno en estos poemas, escribirte sobre mi piel y ser el dulce néctar que beben tus labios. Amarte a la antigua y caminar tomados de la mano, recorriendo el mundo, dejando nuestras huellas en cada farola. Amarte a la antigua en una suave quimera, respirándonos, amándonos, para toda la vida.
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Mujer
Soy mujer, mujer y hembra. Más que hembra, ¡PUTA!, y bien puta. Puta por no rendirme a tus pies, puta por no llevarte el ¡amén!, puta por sentirme bizarra y aguerrida, puta por abrir mis alas y surcar el amplio cielo. Ven, bebe de mi cuerpo. Sacia tu hambre con mi carne abierta, desmiembra mi mente y escríbeme en tu cuerpo. Soy hembra y puta, la que te sonríe maquiavélicamente, la que te pone de cabeza fiera la que grita y llora. Anda, besa y quémate en el infierno de mis caderas. Anda, ¡ven!
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Pecado Dicen que amar es un pecado, mas yo vivo en este infierno desde que te conocí. En este infierno que solo tú prendes cuando me miras, cuando me tocas, cuando me aferro a tu cuerpo. Este infierno que he adornado para vivir, que me llena de amor, de pasión, de ese aroma llamado hogar. ¡Sí!, amarte es un pecado que quiero vivir siempre, por siempre así.
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Te Perdono
Por no amarme, por tus ciegas ganas de querer pasar una vida junto a mí. Te perdono, porque realmente nunca fui yo, sino tú. Perdono tus besos mentirosos, tu caricia sin amor, mi tiempo perdido. Te perdono, por haber arruinado mi vida, por esas lágrimas. Perdono tu desamor. Y me perdono, por haber creído y haber invertido tanto tiempo en vos. Me perdono, porque en las ruinas y, casi sin quererlo, encontré el amor.
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Sí, acepto
Volvería a decir que sí a tu boca impenetrable, a tus manos juiciosas, a tus ojos que persiguen mi silueta, como gato en celo. Le volvería a decir que sí a tu talante, a tu envolvente caricia, a tus sueños infinitos. Volvería a decir que sí a tus enormes alas, que me invitan a surcar el amplio cielo, al movimiento de tu cuerpo al caminar, a tu sonrisa donde se mece mi alma. Sí, a tu aura, a tu alma, a tus colores, a tu luz. Acepto tu paz, acepto tu pasión, acepto tu amor. Sí, volvería a decir ¡ACEPTO! Hoy… mañana y siempre.
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Oscuridad
Apaga la luz. Temo a enamorarme, a mirar tus ojos y dejarme llevar por tu suave y melodiosa voz. Apaga la luz, y restringe tu toque; limita tu cuerpo para no ser dueña de este delito. Apaga la luz y libera mi alma. Aviva mi cuerpo en llamas, pero no hables, apaga la luz. Sin mirarnos envuélveme con pasión. Solo bésame, no me enamores. Apaga la luz.
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Amy Quiero que seas feliz, pero no de esa falsa felicidad, esa que las personas suelen inventar. Quiero que seas realmente feliz. Quiero que agarres un avión sin ver el destino, que conozcas otras historias, otras sonrisas, otras culturas, otros atardeceres, otras lenguas. Decreto amor, pero nada tóxico ni nada seco. Quiero amor húmedo para ti, ese amor que te cala los huesos, que te engrandece el alma, que trae paz. Amor húmedo que te ayude a olvidar, que te hace florecer, que te envuelve en pasión, que sea incondicional, que te ame sin más. Quiero éxito que no te haga olvidar de dónde vienes ni te pudra el alma. Decreto que seas dueña de tu vida y que nadie te diga que no puedes solo por ser mujer. Quiero que te pongas esa falda corta sin miedo a que te juzguen, quiero que te empoderes de tu vida y que ningún comentario te destruya. Vive la vida 42
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sin prejuicios, libre de lĂos. Y si nada de esto funciona, decreto mis brazos para arrullarte y mi nido para calmarte.
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Deseo Serás mujer fuerte, segura, amada, amable y sensible. Serás esa mujer que no pude ser, aquella mujer que no temerá mirar a la oscuridad. Serás gigante en aquellos que te amen, mujer con carácter la que baile al son de este poema. Un pequeño pedazo de cielo, la palabra precisa, aquella que me faltaba, la hija de Venus. Mi vida
mi alma más…
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SemperFi Navajo Jonathan Navarro
Y en su infinita soberbia, el mundo sigue escupiendo millares de estrellas, como quien desafía a la gravedad lanzandoa su dios saliva y promesas. Yo, sin interés alguno en las más de mil putas noches que se recuestan sobre mi cama entintada, reparo en todas esas preguntas sin respuestas, interrogantes que oprimen mi pecho con desmedida y criminal fuerza, mirando hacia el fondo cósmico donde se suicidan mis certezas.
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Acta Est Fabula Somos palabras. Cúmulos inestables de energía, partículas cargadas que trazan órbitas infinitas. Somos la luz que se ha marchado de las vidriosas pupilas, la marca de nacimiento de quien no alcanza a la vida. Somos dulce y agraz, eterno y fugaz, noche y día, una piedra estéril y, a la vez, una vigorosa semilla. Somos el respiro de alivio y el aire perdido de un suspiro, las cartas nunca escritas y aquellas que aún no saben del destino. Somos la fuerza de un sueño perdido, y de tuercas un medio giro; somos la fuerza con que un revólver se deshace de sus seis tiros. La mortalidad de la vida y la vitalidad de la muerte, ¡oh, delirios! Somos vicio, somos pecado, somos veredicto del tribunal divino. Somos las lenguas confundidas en la Torre de Babel y los harapos de su prostituta cuya entrepierna destila hiel. Una mancha difusa sobre el blanco y puritano papel, la declaración de amor y cualquier guerra que acabe con él. A nada de ser todo y todo para ser la nada: tal es el poder que tenemos si avanzamos cuando debiéramos retroceder. Somos veneno y antídoto, la herida que llama a gritos pidiendo sal. Somos la roca con la que, a veces, queremos volvernos a tropezar. Somos ensayo y error, certeza y vacilación, fantasía y realidad; somos el lado oscuro de un espejo que no sabe a quien reflejar. 48
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Somos leones domados y perros dispuestos a morder hasta matar. Somos el fruto prohibido que, una vez mordido, nubla el juicio mental. Somos regla general y la excepción que nos confirma, la calma que trae la tristeza y el caos que causa la alegría. Somos equilibristas caminando sobre el filo de la cuchilla, la verdad de quien se engaña, un rey caído en sus rodillas. Y el mundo, a veces cauto, como puede nos mastica y a veces, grosero, nos escupe como verdaderas anomalías.
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Materia Oscura Camino entre mis recuerdos como un fantasma rodeado de niebla, mientras el esquizofrénico futuro recita, en voz baja, fórmulas complejas. Las posibilidades se multiplican, mas el presente solo sabe de restas: un día más es un día menos en este paraíso que todavía se quema. He tenido que contemplar en un espejo quebrado esta vida abyecta, este cielo mal pintado, el sucio retazo donde dibujo mis miserias. El reloj escribe sus historias sobre mi cuerpo destrozado, cantos sobre el paso de los años, purgando a otros de mis males, letanías a un ser malvado, a un ángel que nunca me ha amado, elegías de una vida moribunda, mis falsos pactos con el diablo. Soy su poema maldito, soy su verso más mordaz y putrefacto; soy la sombra eterna tras la cara que el sol jamás ha mostrado. Y sin embargo, nunca pude admitir que mi corazón es materia oscura, un ánfora para las cenizas de mis alegrías, de mis amantes la sepultura. Un grito de ayuda, ahogado por la sangre de estas heridas sin suturas; un cadáver iluminado por la trémula luz de una luna impura. Mi alma deambula, buscando palabras escritas en la oscuridad, 50
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en las páginas negras de esta biografía sin cordura. Y en su infinita soberbia, el universo sigue escupiendo millares de estrellas, como quien desafía a la gravedad lanzando a su dios saliva y promesas. Yo, sin interés alguno en las más de mil putas noches que se recuestan sobre mi cama entintada, reparo en todas esas preguntas sin respuestas, interrogantes que oprimen mi pecho con desmedida y criminal fuerza, mirando hacia el fondo cósmico donde se suicidan mis certezas.
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Fortis Est Ut Mors Dilectio Los confines de mi piel están dibujados con tus lágrimas, entre líneas queda un adiós escrito en el idioma del agua. Nos sobra un castillo de huesos de este imperio para dos, los fuegos fatuos danzan fugaces sobre la ciénaga del dolor y bajo el aliento frío del cadalso, veo alternarse en tu tez ondas de sangre virgen y la podredumbre en su dejadez. Las aguas del Leteo empaparon ávidamente tu cuerpo desnudo, la tela del tiempo se impregna a tu sexo como un deseo revulso. Y no habrá dioses caídos ni profanos reposando sobre este santuario, mientras yo esté en la cima clamando al sol que se ha desangrado por el relicto del amor que se niega a vivir sepultado junto a ti... ¡Deslízate por mi cuerpo esta noche, si ya has dictado que sea mi fin! ¡Ven y hazme el amor hasta que el crepúsculo conozca un amanecer! ¡No hagas caso al ojo furtivo del demonio mientras nos sobre el placer! ¡Si me ves dormir sobre la tumba donde yacen nuestras pesadillas, es por la angustia que me hiede al recordar que no estás viva! ¡Invierte la cruz en mi espalda, que yo prenderé fuego a tus alas! ¡Seas diabólica o divina, amada mía, sigo deseando entregarte mi alma!
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Exánime
Tracé en el cielo los destellos muertos de un sol que ha caído por influjos del futuro y del pasado en el que vivo recluido, en un exilio donde no existen palabras, sólo sonidos engullidos por un frágil pentagrama. Entre las ramas se desplazan los fantasmas del dolor y tras la ventana me reclaman por mi falta de atención. Y como no, si al corazón marchito no le importa nada; ni el cielo lo bendijo ni el infierno lo reclama. Rasgada mi garganta por el filo del mañana, me acompaña entre sonatas la mentira y su laúd. Aunque insistan las intrigas con entrar hasta mi casa, sé muy bien que traen los clavos para sellar mi ataúd, que es el baúl de los recuerdos: hijos bastardos de la soledad que trepa por mi cuerpo. Esto es todo lo que queda y hoy es todo cuanto tengo... Soy un criminal sin crimen, soy un genio sin cerebro.
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Acheronta Movebo Esfinge plúmbea, vienes a mí buscando muerte, amante voluptuosa de mirada vacua y sexo ardiente. El Cocito se abre camino entre tus senos rampantes y el vaho de tu aliento pinta la calígine en mi sangre. ¡Ven y aférrate a la rigidez de mi canto quejumbroso si es objeto de tu deseo la luz contenida en mis ojos! Diosa quimérica, con diabólica altivez decides quedarte reposando sobre mi pecho abierto, pletórico de males. ¡Fosfórica beldad! ¿Qué es este miedo inflamado, palpitante y doloroso al tacto etéreo de tus manos, y por qué siento que quieres verme muerto? ¡Tomaste el altar y el sacrificio de mi propio cuerpo! Vierte entonces mi osamenta en tu sarcófago de mármol si tienes la fuerza suficiente para despertarme del letargo. Ven y sube este peñón oscuro si quieres verme de baja, que si de peste será mi agonía, de tinta serán tus mortajas. No importa cuán lento se devane la madeja del tiempo: por vivir moveré hasta el último dios de los infiernos.
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Insomniac
Vuelan segundos suicidas frente a mis ojos, mientras el reloj se sigue desangrando en monótona cadencia. Los recuerdos se tienden en mi cama como si esta fuera un nicho y traen consigo las flores podridas de mis pasadas vivencias, recordatorio descompuesto de lo que fueron mis sentidos, ahora atrofiados e inútiles ante la oscuridad y su omnipresencia. La noche, malévola, respira con fuerza en mis oídos, al par que mis latidos se aceleran y mi cuerpo se retuerce. Soy una mancha de tinta entre las negras páginas de un libro: no distingo la vigilia de entre estas horas de insomnio, que enumeran, silentes, los errores que he cometido... como si desearan, sin descaros, mi juicio y mi muerte. Y a ratos el peso del mundo se deja caer sobre mi pecho, cortando mi respiración en un espasmo violento y brutal. Me incorporo bruscamente, guío mis ojos hacia el infinito techo y veo recreada cada escena en que viví haciendo el mal. Se ha quebrado el cielo sobre el que intento dormir, pues cada plegaria que maldije corta mi piel hasta sangrar. No sé si mis ojos están cerrados o si ya los abrí, así como tampoco sé si mis pesadillas dejaron de llorar. Mas ahora entiendo que el reloj se suicidaba por mí. ¡Oh, noche infernal! ¿Conoces algún dios insomne? ¿Sabes, acaso, si le cuesta conciliar el sueño, como yo? ¡Oh, maldita amante! Si lo ves, ¿lo reconoces? ¿Podrías decirle que venga y que me hable de redención? 55
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¡Oh, diabólica oscuridad! ¿Es que nadie responde al grito bestial que quiebra tu silencio y mi voz?
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Nocturnal
El dolor reverbera en los abismos del recuerdo, la tristeza escribe a ciegas la elegía a su silencio. La alegría habla sobre sí misma con algo de miedo: sabe que un dios la observa y que va vestido de negro. Pasado y futuro discuten sobre quien ha hecho menos en la labor de desvelar los secretos del vasto universo, mas olvidan que son solo gotas en un océano de tiempo... tan solo un parpadeo para que acaben desangrados, muertos. El desconsuelo alza su oscuro imperio entre cruces y sudarios; el orgullo, causando estragos, se lleva a los labios el trago amargo que aquellos ojos cansados le ofrecieron en un llanto solitario. Del otro lado, el espejo dibuja siluetas difusas de un mundo imaginario, donde un solo pensamiento encaminado hacia el pecado lleva al amor propio a desear morir rodeado de otros brazos. La melancolía, en tanto, contempla intranquila el calendario y profetiza, extasiada, el día que volvamos a encontrarnos. El reloj de arena se estrecha justo donde yace mi corazón, y no puedo contener la frustración de haber perdido la voz. No hay eco capaz de traer consigo el recuerdo frío de tu adiós: el sol apenas ilumina las brasas extintas del Edén. Dejaré el pecho abierto para que busques lo que nunca se perdió y los ojos cerrados para que sientas lo que nunca sentí... Tanta tinta lloraron las nubes, que ser sombra no era elección, sino la obligación de manifestar lo que llora en mi interior. 57
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Leticia RomĂĄn
La sabidurĂa es la que engrandece a las personas. Cuando se termina la humildad, comienza el final de la riqueza del alma.
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De la pobreza surge un gran escritor
Hay historias que deben ser contadas, más cuando son recuerdos del pasado. Además, es importante hacerlo cuando nos referimos a un personaje tan destacado como lo fue el escritor Manuel Rojas Sepúlveda. Ahora que me he dedicado a escribir, pensé que sería interesante dar a conocer algunas conversaciones que sostuvieron mi padre y el escritor. Pero antes, debo repasar algunos recuerdos cruciales tanto para esta generación como para quienes vivieron por aquella época (la información a revelar se remonta al San Bernardo del ayer). En la calle Covadonga, se ubicaba el “Teatro Venus”, cuya entrada se encontraba en la calle Freire (en la actualidad, este lugar está ocupado por una estación de servicio Copec). El cine sonoro no existía, por lo que los actores se expresaban mediante gestos. Esto representaba, en gran parte del mundo, la mayor entretención de la época. Una góndola de color amarillo representaba el medio de transporte por antonomasia, que luego sería reemplazada por la “micro”. Mi padre contó, por aquellos años, lo siguiente: “conocí a Manuel Rojas por casualidad”. Todos los días almorzaba en la pensión de la señora Nieves, ubicado en Covadonga con Freire y donde, justo al frente, se encontraba el mencionado Teatro Venus. La gente reía al ver a Charles Chaplin en la pantalla. Prosigue su relato, diciendo: “mientras almorzaba y veía distraído por la ventana, vi a Manuel Rojas, acompañado de otro hombre, bajarse de la góndola. La gente alrededor parecía sorprendida por su altura, pues con sombrero lucía más alto. El escritor se sentó en una mesa cercana a la ventana, y fue atendido inmediatamente por la señora Nieves, una dama de blanca cabellera y su peinado de moño, sujeto con unas horquillas grandes”. “Me sentí observado”, continuó. “Me di cuenta que el hombre alto me miraba fijamente y, sin saber qué fue lo que vio 60
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en mí, me invitó a su mesa. Tenía una voz de mando y sus palabras me impresionaron. –No es bueno sentarse solo. Venga con nosotros para que conversemos-, dijo el escritor”. Por aquella época, la gente era muy amistosa. Le contó a mi padre sobre las enseñanzas que dejan los viajes, que pueden ser, muchas veces, dolorosas y sorprendentes; que existían, además, personas buenas y malintencionadas. Conocer gente junto con sus experiencias, convierte las lecciones en algo valioso. Confesó, además, ser un aventurero, y se presentó a sí mismo como Manuel Rojas. Era un hombre sencillo, que reía poco. Mi padre correspondió aquella presentación con la suya, no sin antes sentir un poco de incomodidad. El escritor advirtió su reacción y, en un acto de amabilidad, le comentó que comprendía sus sentimientos, que la aventura era un punto que ambos tenían en común. Asimismo, le dijo que confiara en él y que, si tenía ganas de decir algo o de callar, respetaría su opinión. Mi padre, más tranquilo, le contó algunos pasajes de su vida. Le reveló que nació en Argentina, que su abuelo era arriero y que, de niño, durante sus viajes a Chile, venía acompañado de su madre. Un grupo de personas les acompañaba para cuidar el ganado y una de ellas, una señora alta, decía ser su madrina. Sentía miedo del viento porque daba la sensación de estar aullando. Sentía frío por las noches y calmaba su ansiedad al escuchar las voces del grupo. Algunas veces, oía gritos. Su abuelo decía que posiblemente eran bandidos que llegaban al país por San José de Maipo, y que debían apagar el “chonchón” para pasar desapercibidos. Tendría unos seis años cuando su abuelo adquirió unos terrenos en Las Vizcachas, donde se radicaron y aprendieron a vivir. En esos giros de la vida, se convirtió en aventurero y conoció mucha gente. El escritor y el hombre que lo acompañaba lo escuchaban con gran atención. Sin embargo, debían retirarse para volver a trabajar. Tal fue el interés del Manuel Rojas por saber la vida de mi padre, que él mismo concertó otra cita para que siguiera relatando sus vivencias. 61
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Tres veces se vieron y, durante esos encuentros, contó su vida, las cosas que guardaba en su corazón y otras que jamás a nadie le había confiado. La despedida se concretó con un abrazo y un apretón de manos. Fue ahí donde el escritor invitó a mi padre a su casa en Santiago, pero nunca se volvieron a ver. Cuando se enteró de la muerte del escritor, mi padre se dirigió al jardín caminando lentamente, mientras decía: “se ha muerto un gran hombre”. Nunca sabré lo que pasó por su mente, ni las confidencias que hizo al escritor. Conforme pasó el tiempo, pensé que sería atrayente contar estos episodios y sumergirme aún más en la vida de Manuel Rojas. Lo único que desconozco, es si la historia de mi padre está plasmada en alguno de sus relatos. Este escritor, nacido en Argentina y cuyos padres eran chilenos, tiene mucho que decir. Siendo niño, sufrió penurias en ambos países. Tal fue la necesidad que atravesó que, a los once años, se vio obligado a dejar de estudiar para buscar trabajo y llevar así el sustento del hogar y ayudar a su madre. Años más tarde, este joven valiente, en compañía de unos amigos, cruzó la cordillera y enfrentó al frío y a la muerte en cada paso que daba. Avalanchas, precipicios, las bajas temperaturas… fue capaz de enfrentar el peligro en todo momento. Conocer la pobreza, el hambre y la miseria en toda su magnitud; luchar por un trozo de pan, es el sello con el que uno puede identificarse con la vida de este muchacho. Líder nato, sabía de la necesidad de los otros solo con mirarlos. Todas las carencias las vivió en carne propia. Él mismo relata que empezó a escribir por necesidad. Trabajando en diversos oficios, sus manos conocieron la rudeza del chuzo y la pala. Su capacidad de responder a los desafíos del entorno, fueron desafíos que pudo superar y lo hacen digno de virtud. En cuanto a sus estudios, él leía muchísimos libros los que, a su vez, fueron sus mejores maestros y suplieron en gran medida su carencia académica. Corrigió sus textos más de una vez, para lograr que el lector comprenda su obra a cabalidad. Para 62
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un escritor autodidacta, es una labor exigente y difícil, pero su inteligencia y gran talento lo hicieron surgir. En otros aspectos, nunca negó su vida política ligada a la izquierda. Se asume que la pobreza impulsa a quienes tienen talento a surgir únicamente por sus necesidades. Por desgracia, no existe nada que acabe inmediatamente con la pobreza, siendo un tema de relevancia mundial. No se trata de dar vuelta la página, sino de remediar lo que, sabemos, es evidente. Él mismo lo cuenta en sus escritos: “soy hombre, soy pueblo, he vivido”. Aquí se refiere al amor, a los sueños, todo aquello que no registra la historia. Gritó contra la injusticia y la voz de sus personajes fue la suya todo este tiempo. Mientras la burguesía paseaba gozosa vestida de abrigos, estola y joyas de oro, la clase proletaria sucumbía al hambre, al frío y las enfermedades. Se puede escribir muchísimo sobre los clamores de este escritor y del valor que tiene para aquellos que le comprenden, que solo puedo limitarme a resumir que fue un escritor famoso, reconocido con el Premio Nacional de Literatura en el año 1957, galardonado y ovacionado más allá de su patria. Sus obras, como “Hijo de Ladrón”, serán legadas de una generación a otra. Su vida privada queda guardada para sí. Fallece el 11 de marzo de 1973 en Santiago de Chile.
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Dios lo Quiere (Reescritura) Esta tierra concebida es madrastra si tu vida vende mi vida. Arrastran un escalofrío de aflicción, las aguas. El universo fue más bello el día que me hiciste tu amada. Cuando cerca del árbol de espino ambos fuimos uno, sin palabras, ¡y el amor, como el espino, nos transmitió su perfume! Pero te va a salir serpiente de la tierra si entregas mi alma; estéril del hijo, quiebro mis rodillas apesadumbradas. Se extingue Cristo en mi pecho ¡y la puerta de mi casa quiebra la mano del pordiosero y la arroja a la tribulada! Besos que tu boca otorgue, a mis oídos llega, porque en las hondas cavernas el eco repite tus palabras. El polvoriento camino cuida el aroma de tus plantas y, observándolos como un ciervo, te sigo por esos montes. A la que tú ames, las nubes la trazan sobre mi casa. Ve cual salteador a besarla de la tierra a las entrañas mas, cuando alces su cara, verás mi rostro con lágrimas. Dios no quiere que el sol te alumbre 64
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si es que no caminas conmigo. Dios no quiere que tú bebas si yo no vibro en tu agua, no permite que tú duermas sino en mi cabello esponjado. Si te vas, hasta en los musgos del sendero quiebras mi alma. Te herirán la sed y el hambre en las montañas o campos, y en cualquier región las tardes se vestirán de sangre mis carnes y saliva de tu lengua, aunque otra mujer buscaras, yo me clavo y hiero tu garganta como un dejo de salmuera. Y aunque odies, cantes o ansíes, ¡por mí solamente clamas! Si te vas y mueres lejos, ¡yo dictaré tu sentencia! Tendrás la mano ensanchada diez años bajo la tierra para recibir mi llanto, sentirás como se retuercen tus carnes atormentadas ¡hasta que los polvos de mis huesos lo arrojen sobre tu cara!
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Begoña Suazo
El pájaro salió del huevo pero no sabe volar y al ver que tiene un ala rota aprende a comer de los buitres.
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Cuna Tocaste mi rincón herido que no vi por estar borracha. Tampoco vi tus ojos mientras lo hacías con determinación como pensando en tierra prometida. Tú revelaste el costado oculto de mi madre la que come de y se esconde en el desierto que es la seca herencia familiar donde duermen los huesos de sus hombres, sus hombros y mi espalda chueca.
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*** A nadie y al fin vuelvo a dejar hurgar en mi herida. Solo cuando la luna brille lo suficiente, dejaré correr la sangre del televisor encendido que seguirá llenando la poza en la que muerta descansaré –mientras nadie me recuerde– por toda la eternidad a dios gracias amén.
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El Cuchillo de Bobby Darín Un amor de poesía se hace razonable, cuando la belleza imperfecta orbita en cada ojo y compromete todo el cuerpo. Vuelve, melodía y verso, al paisaje en la ventana de un pequeño viaje perpetuo. Sostiene el vaivén de un péndulo con fantasía, como la complicidad de una infanta amiga. Pero se cae el péndulo y rompe el vidrio retorciendo las notas del canto. El viaje ya no existe ni tampoco el filtro.
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Reclamo Pertinente
Lo invitaré a ser libre e irse al punto más alto del cerro Monjuic. Lo ayudaré a guardar su par de zapatillas podridas a deambulares en celo nocturno. Las plantaré en el veredón de abajo con la misma astucia que su voluntad lisonjera quebró la tuya. Lo haré mientras la puerta, la ventana, las paredes y el balcón gritan tú también lo harás con ojo y llanto desorbitado. Qué duda cabe. Sí que lo harás sí que lo haré.
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Referencias de un pasado preciso Un invierno como otros con sabor a café quemado por el apuro, a noches lentas y ansiosas del día que le viene de la semana que le sigue del futuro no escrito. Imaginando un galpón florecido donde descanse la cabeza desmemoriada anclada solamente en palabras alguna vez escritas, alguna vez hechas sentido. Anclada en días fríos, días de sol tenue en ruido de agua que corre agua hervida agua detenida en tazas. Invierno entre jardines siempre verde y retazos de bosques colorados. Verde idilio, rojo sangre. Sangre en las palmas rasgadas por espinos y pies nuevamente fríos. Invierno en capullo en buses, noches carreteras silenciosas si no hay música en mis oídos.
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Paisaje en pugna No dejarán de retorcerse los órganos mientras sigan ellos recibiendo vibración y pulso. Por eso emergen de la tierra reclamando su espacio ocupado. Los cuerpos inertes puestos a humear chorreando grises el yermo aparente raíces en tubos y sus brotes ahogados bajo mantos rígidos. No es con sangre como lloran ni con muerte su extinción.
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Humos Grises Respiro vapor de agua hervida en cólera por las chimeneas que mantienen bajo techo los mil techos y los sin. Envuélve contenida en nube la cordillera y reflecta los arreboles quemados señal de espejo, bastión de vidrio.
Las tardes de grito profundo transforman al ruido blanco que calla ¿Lo escuchan? Lo ven
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Los Mercenarios Se toman la corona de los cerros con la irreverencia de un príncipe autoproclamado el labrador del tedio. Y al pudor de los edificios lo revisten con luces y colores meticulosamente estudiados. Encontraron los rincones los paraderos, bancos de plazas, también las palabras en el lujo del cotidiano viaje mental. Así urge ser feliz con casa, entretener el trabajo diario, distraer con sexo la desilusión amorosa, y transformar el chirrido de dientes y ojos desorbitados en estado zen. Un hormiguero cumpliendo el cometido de saciar, parcialmente, su lascivia de evangélicos del consumo.
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Carmen Cares
...la chiquilla linda, tejía sueños con sus palillos de mañio...
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*** Soy la hija de las circunstancias de un choque de galaxias. De cielos que murieron con estrellas y comparsas. Soy la hija de tantas cruces entre la vida y la muerte. Soy quien gira en torno al destino de un sueĂąo. Mientras ahondo el pensamiento en un suspiro que se enreda. Entre cielos que murieron en escollos repetidos. ÂĄSoy la hija, la misma hija! De tu vida y de la mĂa.
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Mientras Allí el viejo Daniel se rejuvenecía con su caldillo de chicharrones humeante bajo el parrón. Mientras… María Natividad entre mates y charqui organizaba el almuerzo. Su buen caldo de patas con ají, cacho de cabra, bien refregado para sacar el resfrío, decían ellos. Mientras la pequeña de trenzas largas era reacia al festín. ¡No soportaba la cebolla! Que también servía para la tosedera que traía. Eran tiempos de paz donde el reloj de arena atascaba los días de verano. A lo lejos en la pequeña isla al frente de Bío Bío, la chiquilla linda, tejía sueños con sus palillos de mañío.
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Edades No soy la edad que tengo ni tengo la edad que soy. Mas soy los años que represento hasta el día de mi nacimiento. Nacimiento que aún no conozco, pues me permito nacer todos los días. Días que voy atesorando como sueños alcanzando. Ya tendré los años con edad adquirida en aciertos y desaciertos. Allí naceré de nuevo. En mi lugar, en mi último momento.
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Libertad Qué es ser libre en el ahora. Todas las lenguas se encaminan. Quieren más. Desean más. Planifican más. Inventan más. Y el diente de león ya no es blanco. Sus esporas tienen colores café y trigo. El viento se encarga de esparcirlas libre. Pero las lenguas se sientan a la mesa con los de manos manchadas. Celebran y beben una cárcel maquillada de libertad.
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Chile País largo y angosto donde se pasea la solidaridad a su antojo ya sea por tsunami, tornado o terremoto. Chile, tú estás perdiendo la capacidad de asombro. Donde los políticos te dicen: ¡agáchate! y… ¡zas! Viene Macondo. Chile, estamos enfermos desde la eterna primavera hasta los hielos eternos. ¡Despierta! PATRIA LESA Y CIUDADANA. No des más ALPISTE a los BUITRES. Digno es dejar con hambre. No más tarde.
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Corazones Cada vez que entro a su cuarto es un lujo. Sus paredes de mármol, heladas como el desamor, penetran en mis ojos. Mi corazón late armonioso cuando me entrego a esa pasión tan mía, tan humana. Donde transcurrida la misión: sus ojos, sus manos, su cuarto, el entorno, todos ellos agradecen la alegría, el canto, la risa. Como primavera eterna sanadoras son mis manos. Entonces, solo ahí entonces, ellos y los otros entienden que el dinero no lo es todo. Y que como seres humanos tapizados efímeramente de clases sociales.
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Era Era, su rostro, lo mejor que veía en su espejo, cóncavo y convexo. Astuto, casi rapaz, como gato de espalda, se encaramaba en los tejados ajenos. Era dependiente de la gentileza de sus musas. Carente e ignorante de empatía y bondad fabricante de la ociosidad. Eso, era… su propia maldad.
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Bisagra
Allí permanece, disimulada y callada. Se baña en W40; es helada como témpano, hasta tiene ojos grandes. ¡Una diosa, para el oído de los demás! ¡Metálica bruñida, atrae al viento y con gracia lo invita a silbar! Es única, demasiado inerte, pasa piola escondida entre el marco y el tendal de la vítrea catedral con mantos sagrados. Y las lenguas lijas, las vidrierías, los vidrios cagados por las palomas, la ventana de nylon y la campana de goma. Hasta que se oxida con la lluvia o comienza a rechinar y se delata. Para cuando se viene Un remezón y se retuerce con su cristo roto nuevamente.
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Callejero del Tiempo Para ti, que deambulas en las calles, de estas ciudades o de secas tierras de pueblos lejanos. Para ti, que existes entre el vicio y el hambre. Vas, con tus manos vacías, caminando entre sueños sombríos. A tus cortos años, en un mundo egoísta de ambición y muerte, ¡que te deja a tu incierta suerte! ¡Tú, que los criticas por rateros! Drogadictos, agresivos, no aman, son escoria, ¡solo son niños no queridos! Tú, ¿qué sabes? ¿Qué haces por ellos? ¿¡Tú, qué has hecho!? Pregunto: ¿qué hemos hecho? ¿Por un solo individuo? ¿Para sanarles? ¡A ti, mi niño, vengo a evocarte! ¡Y que tus ojos sepan juzgarme! ¡Qué vergüenza siento! Por no saber despertarme de estas grises calles donde amaneces con hambre y te humilla la tarde.
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Luis CaĂąio Malpu
Soy la basura expuesta del crimen menor pero envuelto en tus nalgas.
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A Manera de un Enunciado En una noche cualquiera, en una sinuosa que concluye al traspaso de la irradiación del lapsus tan breve, como aquel instante donde fluyeron mis ganas de verte en mis mañanas y su dejo de ordinariez. Por los cuatro perfiles de la noche soy hallado con el corazón trizado que chorrea mi dispersión aburrido extenso del día que se rinde en sombras que me reafirma tu espacio restringido a mis observaciones deseosas. Mi cabeza da un fuerte estupor al leve contacto de tus recuerdos pasmados e indiferente estás desde la otra orilla. Un puente práctico cae al mínimo recurso del poema del veneno y en un estado etílico me miró en el espejismo del pasado que te pronuncia al fondo de tus prácticas semanales. Soy un sujeto para la erradicación del pliegue de tu invitación al más totalizante llanto.
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Invierno Adentro Las noches y el ensimismado que me habita desde el destierro total hacia mi locuaz vulneración en mutuo acuerdo por los destellos de un nombrado silencio que me recorre la espalda entera. Soy la basura expuesta del crimen menor, pero envuelto en tus nalgas, que descienden y se imponen a las irremediablemente lascivas miradas hechas por la fugacidad. En los retretes de una cotidiana casa terminó en las dimensiones equívocas para señalar a mi sobrecarga de haceres. Estoy en absoluto abandono. De bruces. De pie. De instantes. Me aparezco yo en el diálogo de la recíproca culpa.
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Rareza Fragmentos de una difamación rehecha con signos a los fulgores. Desastres me siguen me igualan a la franca renuncia de ocaso. La escritura mínima se enciende al lápiz descortés e indecoroso mis piernas fuera de lugar al contacto. Funcionó apelando al desagrado fluir en dosis moderadas del tedio concluyente no para las inactivas, todo lo no dicho en el margen indicado.
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Princesa Inmóvil Noches en el barco del evadir y la canción prostituida de modelo fálico. La borracha princesa y su caminata de la mano del ron de luca por las calles del sinsentido de la población. Te vas con los consejos del sufrir que nos juntan al pasar de la noche más oscura de la pobla. La imagen se repite y en cámara lenta en mi cama sola cuando fumó de cabeza con la mirada detenida en una tela de araña. Pienso en tu reino exótico y si te veré mañana viva con los huesos aún ahí. Con tu misma mirada puesta en esta intemperie fría e inmóvil. Cuando la muerte se pasea a las 12:00 de la noche con su traje más doloroso y una densidad que me contrae en el oficio más reiterado del arte de soñar contigo. Y la luz del día me anuncia que soy un objeto de consumo, alienado, entre los muros y cruces de un insomnio.
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Sin Freud Anoche te soñé tan hermosa desde los pies hasta siempre. Por fin aceptabas la invitación ya majadera del WhatsApp y nos veíamos en el centro. Allí te esperaba por varias horas. Hasta que al fin, por entre la muchedumbre enmohecida y funcional, emergiste con la simpleza de lo bello de las cosas definitivas. Caminando me contabas que habías vuelto con el huevón que te trataba de loca y la tarde se eclipsaba en tus ojos oscuros y mis arrugas no te detenían tan sencilla en tus huesos en tu pecho. Tomaste aquel metro con lo más telúrico del final y aquellos pasos un gusto triste me fragmentó sin antes darme un beso en la mejilla donde aquel carro te llevaba lejos de mis canas. Desperté al tedio prolongado y tendido en mi cama de soledad fría y rebuscada.
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En Mi Nombre De las frases de una ciudad agotada y la suma de sus circunstancias. Del hecho tácito y concreto de la cesantía más vulgar no obstante mis tres lucas. De mi finalidad del fracaso y su función mediática puesta de pie formateada. Yo en yoyoísmos al centro de las nadas.
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Conmigo Sin complicidad sin rebuscar sin rigurosidad sin erudición sin premeditación sin resolución sin censuras sin medidas sin anchos sin ajustes sin plan sin tendencia sin invitación… Al llamado de las voces en el transcurso aparente de mis delirios rehechos tiemblo y me uniformo al mal.
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Arte Poético Poesía en la venganza poesía en las basuras implantadas poesía en las ninfas de los cruces del olvido poesía con sangre en los pechos poesía del falo y la mano poesía con encajes y por parir poesía con cicatrices poesía con trasnoche y borracha poesía agendada poesía que no se escribe poesía en las clases de álgebra la cajera y la vendedora poesía en la muchacha del metro poesía en mi cama y desnuda poesía en el transeúnte y el cocainómano poesía ante el hecho irrefutable de la soga la pistola el cuchillo poesía que camina hace siglo poesía post-crisis poesía cirrótica poesía erudita poesía sin fórmulas poesía en los discursos y sin cursos poesía en derroche poesía que fluye poesía ignorante a las señales poesía vestida de paradoja poesía funcional y disfuncional poesía por escribir poesía sin fortunas poesía en las voces de la etiqueta 97
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poesía n.n POESÍA, POESÍA, POESÍA…
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Gabriel Miranda
El vaso con vino tinto desparramado en el cuaderno. Y el ayer anunciando las memorias este desdoblamiento en cuatro comunas para descifrar de una vez la cultura.
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Tiempo Actual La gatita Pelusa observa desde el ventanal el patio de mi padre y en ella, las murallas que alzó y la voz de mi madre sentada, esperando mi regreso del trabajo. San Joaquín es otra historia, aquí nacieron mis revistas y Patio del Sur bajo el tecleo de mi máquina Olympia escribiendo las últimas noticias. Mi imagen ha retratado un cómic en la plaza Salvador Allende de La Legua y también al veneno que vende helados por megáfono. El ruido de los aviones y helicópteros rodean la noche, su estertor policial de día en la feria del domingo películas americanas y un libro de José Guzmán premio Patio del Sur, habla de su vida y la radio a pilas ha perdido la locución del locutor, exceptuando la radio comunitaria que lleva y trae el periodismo de la vida. que va y viene dibujando las palabras al caer la noche. 102
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La gatita Pelusa, recorre mis libros, ronronea pidiendo algo para comer y, como un resorte de milagros, divisa a su amor gatuno en agosto llora y clama su instinto de felina. Y cuando llega la tarde, los motores del Transantiago traen a los trabajadores a su hogar, y la vida prosigue, recordando a mis padres como un niĂąo estudiante memorizando poemas de Gustavo Adolfo BĂŠcquer. La noche es una sinfonĂa mientras SudamĂŠrica se incendia, los aviones pasan llorando sus historias.
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Noche en Valparaíso La leyenda de Rubén Darío despidiéndose del puerto con una minuta de gastos de lavandería. El puerto era un ayer familiar; en la actualidad una chica sentada es la tapa de libro del “After Poetry”, ya es memoria quebrando las constelaciones. Desde la ventana del Brighton las luces de los cerros me parecen una navidad anticipada. Las lecturas de los poetas asoman su proclama de los recuerdos. Allá bajo la bohemia de la plaza Aníbal Pinto reúne a la juventud trasnochada y cesante bebiendo cerveza helada y fumando puchos. Sin tener un posible futuro por quien dibujar la luna desnuda con un espejo azul calmo que es Valparaíso cantando por el gitano Rodríguez. El ascensor de la Reina Victoria lleva a sus viajeros al paseo Arlington imaginando gente de los años locos, bailando Charleston y hablando inglés con Whisky. Hoy, antes de morirse la Bombal y Jorge Luis Borges, anduvieron por el cerro Concepción o el cerro Los Placeres buscando una picada de pescado frito y ensalada a la chilena, seleccionando la mejor botella de vino blanco, la Bombal prefiere el tinto, del más barato, 104
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contándole a carcajadas de los disparos que le dio a su piloto amado en el hotel Carillón. Mientras Joaquín Edwards Bello en sus crónicas habla de las pobres putitas que murieron solas en algún hospital del litoral o que las pitucas bebían vinagre para ajustarse la cintura y estar en un concierto en el Teatro Municipal del Puerto. Y leo actual en el Brighton también está Florylly Escobar y Matilde Huenchulaf; leo de Anita González mientras la noche empecina un baile de jazz y Emilio Barraza pregunta por qué a los de la ciudad les gusta tanto Valparaíso.
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Cuantificaciones No sé si la palabra jugaba en tus preguntas, lo cierto es: el pueblo se cae a pedazos. El mundo igual en los incendios programados. El vaso con vino tinto desparramado en el cuaderno. Y el ayer anunciando las memorias, este desdoblamiento en cuatro comunas, para descifrar de una vez la cultura. Hugo Cid en el restaurante de los socorros mutuos llora el adiós de Mario Ferrero, y pide a la audiencia que no lo olvidemos. Después, la defensa de Carlos Otárola, para que no se lleven a Baldomero Lillo, cubre de taimados la Casa de la Cultura arguyendo que no protestarán, solo irán a misa y en el artículo de periodistas Ronnie Muñoz, iracundo, agrega: ¡Hasta cuándo se pelean los huesos de Baldomero! No sé si la indiferencia se veía en la cofradía nadie hizo nada de nada. También se fue Laura Cuello, la profe periodista, Señalando que la vida solo es humo y ceniza. ¿Qué conversabas, maestra, con Manuel Rojas en la playa? Ella no quiso saber más de la vida; ella en silencio anunció su muerte y antes, en mis lágrimas de poeta legal, decía: “¿de qué me sirvieron tantas lecturas y tardes de sábado 106
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si no hablaban de los poetas muertos y se encerraban como diestros desaforados de la palabra?” No digan que esto era amistad; no digan que iban a ser famosos derribando estatutos. Solo envejecieron de tantos viajes y ayudaditas, mientras el café humeante ya no tenía nada que ver con las palabras del pueblo. Mejor me acordé de la perrita Laika pasando por los cielos del pueblo en 1957. Y la paz era una juventud vaticinando la muerte justa de las malas cofradías literarias.
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Poeta de Océanos Mario Ferrero fue amigo del océano y su mudez una respuesta. Raudo elaboraba revistas y arte porque venía Gabriela Mistral. Riéndose en la sala López Velarde decía: usted es el único que trabaja. Tormenta de angustia cuando su mujer se escapaba en la población Hugo Gálvez era la leyenda de un caballero maestro. En Cartagena hablaba con Vicente Huidobro esperando su prólogo. Y en Europa entra a la maleta a una exposición de Pablo Picasso diciendo “regreso a mi país, lo admiro, maestro” y esa lluvia de firmas para un libro El Cairo 1814, Estambul. Con su frente coronada de recuerdos, en la nieve buscaba a César Vallejos en Francia. A Teófilo Cid lo saca de las bancas y plazas de Chile, y se enojaron los actuales en la Sociedad de Escritores. Orfelina Bustos, alcaldesa de ese tiempo, en los Patios del Sur, lo lleva grave al Hospital El Pino. Agoniza pensando en viajes y se duerme eterno, apretando los dientes. Como un NN lo tienen en la morgue 108
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y una poeta de rieles lo viste, palpando sus manos frías de la muerte. El ayer ya es leyenda cuando, con una patada, quebraba un espejo de bar en San Diego. La crónica de Filebo es contundente, mientras Pablo de Rocka sale apurado diciendo “yo no fui”, después de hablar de los suicidios imperantes del Macho Anciano.
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Poema Memorándum Cuando dijeron que no tenía ni voz ni voto y desecharon la caminata literaria. Abrevio, humilde. No lloren ahora su rebote programado. Yo vengo ustedes dijeron chao. Aparezco en las calles desabrochando recuerdos. Ustedes no me amenacen porque traigo el memorándum de mi tiempo de esa generación del bolígrafo que ni siquiera defendieron. Nunca dije “ya no escribo” o “llévate los libros”. Simplemente se bajaron de los rieles; en cambio, yo seguí mis sueños. Patio del Sur es libro, gracias a Mónica y Moon. Por eso cuando vuelvo a San Bernardo mi pueblo no me finiquita, tampoco me dice adiós. Y me ofrece un café al llegar la tarde para quedarme en la plaza de armas y saludar a Beatriz Eugenia desde la distancia. Los Patios del Sur saben que la palabra escrita prosigue y no me bajo de los rieles. Soy andén histórico, aunque les duela.
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A Modo de Epílogo La escritura es aquello que nace en mi corazón, brota por mis venas y se materializa en mis manos. Le da vida y colores a mi amarga vida. Me salva de la muerte, me salva de la tristeza y me trae aquí, junto a ti. El lápiz el pecho las excusas los fracasos el poema. Escribo porque me gusta hacerlo. Me nace de corazón contar vivencias, poemas (elevan mi espíritu)… y dejo una herencia de mi imaginación para los que leen. Escribir es libertad, paz e imaginar. Me reinventa, me renueva, me hace vibrar. Escribir es volver a creer, tener fe. Poesía es omisión y una pala en barro, las botas en el barro con el poto al aire. Para aprender a vivir luchando y por morir libre, porque entre calaveras y huesos yace mi hogar, 111
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y si me oculto en el silencio, morirĂŠ como un astro. Porque la vida me duele, porque la vida me arde, me abre.
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