Somos herederos de las revoluciones del mundo Josué Benavides Esteva Graduado de Física e investigador de la Universidad de la Habana
Decía el viejo de la barba blanca, nuestro viejo de la barba blanca, que en aquel momento, en 1959, no era blanca aún, pero sí era barba, que quizás el problema más difícil que tendría que resolver la sociedad cubana en su interior era el problema racial, y posteriormente en aquel discurso del 25 de marzo agregó: «tenemos que luchar muy fuertemente contra nosotros mismos». Se sabía de las condicionantes históricas, que eran en definitiva el peso colonial. Mas se sabía también que la nueva sociedad guardaba en su interior un desprecio profundo al negro, al negro del barrio marginado, del barrio indigente, el negro condenado al trabajo precario, el negro desnutrido, enfermo, harapiento y sublimemente feo. Desde entonces el reto de hilvanar una sociedad cubana blanquinegra se asumió con una responsabilidad inmensa. Hemos los cubanos abierto trillos con nuestras propias manos, «los negros sus manos negras, los blancos sus blancas manos». Solo un pueblo lleno de epicidad es capaz de discernir en estos tiempos determinadas estructuras racistas en la sociedad, condenarlas, y seguir abriendo el trillo a través de la lucha sistemática y coherente. Pero los esfuerzos por tratar la problemática negra,