URDIMBRE DE CONJUROS
PREMIO EN EL CONCURSO “LOS TRANSTEXTUALES EN MÉXICO”, CONVOCADO POR LITERALIA EDITORES EN 2009
“Un conjuro es esa magia que traspasa las urdimbres del corazón...” PABLO ORTIGOZA
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ÍNDICE EN EL PRINCIPIO……………………….....4 MESHIA Y MEHSIANA………………….....9 LA MUERTE DE SIAMEK………………...11 ANTES DEL FUEGO……………………….15 EN EL CONJURO DEL MUNDO…………16 LA DAMA DE NEGRO……………………..19 EL ARROZ……………………………….......21 TODOS LOS FULGORES…………………..23 EL ENORME PEZ……………………….......25 APENAS EL ALIENTO……………………...30 EL DRAGÓN DE LAS OCHO CABEZAS…36
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María Elena Solórzano
EN EL PRINCIPIO I Durante la primera emanación todo se ilumina y aparece Ormuz, en cada célula de su cuerpo la luz violeta del conocimiento, cada poro de su piel sabe de los misterios de los enigmas. El mundo fue creado por el primer hijo del tiempo, (listón interminable sin límite, ni fin, inasible como el éter azul del universo). II Seis genios merodean su trono iluminado por el alba del mundo, por el incendio del sol tan puntual en su peregrinar. Seres celestiales hilvanan las congojas de la mujer que llora al hijo masacrado en las tinieblas del mundo subterráneo. Seres celestiales reciben la sangre que destila cada luna. Veintidós espíritus velan por la inocencia, (tiene la transparencia del cristal, duerme en la roca y nadie la adivina). Veintidós espíritus velan por el frágil espejo para que el mundo no muera, para que el hombre ruede con los guijarros por los caminos bordeados de romero. Ellos arraciman las plegarias, las interpretan para que sean escuchadas, y no se pierdan en el aire amargo de los días, ni en la viscosidad del limo en los azogues. III Los pensamientos de Él son espíritus puros, el Verbo antes de todos los nombres, de los seres, de las cosas tangibles e intangibles. IV Ahrimán también es hijo de la Luz, lo dominó la envidia, en las tinieblas más espesas libra mil batallas. Ahrimán crea la miseria, carcome las entrañas de los niños, roe la córnea de los ojos. Crea la impureza, 3
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empaña la mirada de la virgen. La violencia le cercena el corazón, la mezquindad le pudre el alma, el frío congela las amapolas de su carne. La calumnia mancha el alba de los cisnes V Ormuz forma la tierra dorada de trigos, el agua que susurra en las cascadas, la luz que hiende las tinieblas. Para regocijo del hombre deshebra resplandores.
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TAMURAS I Cuando Tamuras reina en Persia, desciende un mago con ojos de encendido carbón, sus pupilas fosforecen a cada instante en contraste con el lóbrego damasco que cubre su cuerpo de mustio pergamino. “Tú eres el rey de reyes, algo falta en tus vitrales, en tu abanico de virtudes. Falta la magia, la urdimbre del prodigio. Descifrar el código sagrado”. II Siete días y siete noches enclaustrados, en total ayuno de corderos y de peces. devoran hierbas colectadas en las rocas, donde deambula la mujer de negro, donde pacen los corderos de dos cabezas. Beben ácidos fermentos para que los ojos miren más allá de las cosas, y la lengua suelte atávicas amarras. Con su vómito manchan las paredes de verde y amarillo, alunados dibujan sirenas y góndolas de plata. III Por fin el viejo abandona el palacio, la alforja llena de preciosos minerales, cada ojo de paloma convertido en turquesa, cada corazón de pez convertido en ágata marina. IV Un ejército de sombras prepara el rey. de día invisible como la oración que cruza la galerna de la tarde, como un mal pensamiento. Ahora ya puede vencer a los mortales, a los demonios, a los Dius. 5
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V Invisible, aliento de torcaz, desliza en el palacio de humos y de sombras. Ahrimán siente el hálito de su presencia y también se vuelve inmaterial, brisa marina en constante movimiento. VI Tamuras toma a su enemigo como si fuera un fardo de leña, como si fuera un haz de secas ramas. Vuela como un recio halcón, con la ardentía entre las piernas y lo lleva a la mansión donde se maceran los arándanos. VII Lo encierra en la cámara donde todavía flotan las invocaciones y las lagartijas dormitan en los resquicios del tejado. Quema en un sahumerio brazos de sábila y pétalos de rosa, endrino el humo todo lo satura. Pronuncia los conjuros aprendidos en las noches de insomnio. Convierte al terrible Ahrimán en un hermoso caballo de azabache (pelambre lleno de espejos donde cabrillea la luz de la Luna). Enseguida monta al brioso animal y después de la doma dice: “Este es mi caballo favorito, el que tiene los belfos calientes y una desesperanza de salitre en los ojos. VIII Los hijos de Ahrimán atacan con furia, pero son derrotados.
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Los ojos nublados de borrina, engrillados manos y pies, la lengua llena de amargor. Con el primer canto del gallo, se cumplen los presagios. IX Se mesan los cabellos. Se arrancan las uñas con los dientes. Sus lágrimas mojan el polvo de todos los caminos. “Tamuras. Tamuras. Tamuras perdona a nuestro anciano padre. Te daremos el más valioso de los secretos: la escritura. Florecerán en tu reino los almendros, y la sabiduría colmará todos los aljibes” El rey toca el negro pelambre del corcel y recobra su humana forma, su figura de encorvado viejo. X Los tres demonios se refugian en la caverna donde los años dejan sus secretos. Gimen. Gimen Gimen. Piel llena de espinas, alma cubierta de borrasca, corazón donde anida la ponzoña, ojos encapotados por el odio. Algún día, brotará en sus manos la negra flor de la venganza.
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MESHIA Y MESHIANA Viven como hermano y hermana contemplándose, complaciéndose. Ahrimán seduce a la mujer, seduce al hombre. Comen los frutos de la sabiduría, adquieren la malicia que da el conocimiento, la conciencia de saberse finitos: serán un día fragmento de velamen, nimbo de Luna solamente, orquídea carnívora, soplo en toda la galaxia, nombre pronunciado en la llanura, plegaria inconclusa, piel con sed de lujuriosos roces, ojos vacíos de horizonte, borde lleno de alazor. El dolor se extiende como mancha por todo el orbe, sube como trepan los líquenes el más recio paredón, atraviesa los desiertos donde se calcinan los ojos. Llega a las profundidades de los mares donde se arremolinan los peces cuando se triza el alba. El dolor se extiende por todo el orbe, viaja a todos los confines en las orlas del viento, dentro de las semillas que ruedan por el verde sendero. invade las grutas más inexpugnables. Doce mil años pasan y el frío criba por todos los resquicios, el hambre llega hasta las damajuanas, el veneno pudre del lago los cristales. El hombre monta en una cáscara de nuez y enfrenta la furia de los mares, las ondas multiplicadas veinte veces. Vendrán los profetas con los ojos habitados por la luz y el corazón floreciendo en azucenas a devolver la bondad y la belleza, 8
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a levantar los mástiles del cielo después de la tormenta. Vendrán con un poco de mirra entre las manos. Los espíritus justos, los que no han engrillado a su mujer, ni renegado de los hijos. Los que han sembrado la tierra sin veneno, los que han enseñado a su prójimo los ciclos de la luna, los que sudan junto al surco bajo la lámpara del alba, los que saben del germen oculto en la semilla, los que guardan el agua de lluvia en los aljibes. Esos volarán a la región del bien eterno. Ahrimán y sus hermanos, los tiranos, los asesinos de orugas y crisálidas, los aduladores, los que lucran con la semilla en el invierno, los que no siembran almácigos de sueños y dicen negro cuando es blanco porque el rey quiere que sea negro. Los injustos que miden con diferente vara serán arrojados en un mar que borbotea, donde hierve la sangre del violento.
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LA MUERTE DE SIAMEK I Aún no surge la flor del fuego, aún no se desgranan sus pétalos en medio del hogar y de los templos. El mundo verdiazul esplende en el universo, Iridiscente lentejuela en la negrura. El peregrino Sol ilumina una cara de la Luna, el flotante placton y la turquesa quebrada de los mares. II Kaiumur vive en la montaña donde retumba el eco y la roca destila rojo vino. Su palacio toca el vaho de los cielos. Su rostro resplandece, rosal en floración. Gorriones anidan en su boca,. Reverberan sortilegios en sus pupilas de ónix y azabache. A la gente deslumbra su granate. Se acercan a mirar a las aves de viento, las que tienen una turquesa entre los ojos. A las fieras de hocicos espumeantes. A las flores que devoran sangre y pulpa. III El Señor le dio por hijo a Siamek, Varón: con transparencia de amatista, con la nobleza del hierro y la generosidad de una mata de sorgo. Lo quería más que a la sal, más que a la olorosa hierba, más que al rumor del abejorro, más que al pequeño pájaro que siempre anida en su pupila.
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IV María Elena Solórzano
El hijo de Ahriman llamado Div tiene la piel recamada de estrías, cuatro rostros de lobo, ocho garras de tigre, el aliento quemante de una fumarola, la mirada alucinada del buitre cuando merodea a la gacela moribunda para vaciarle las cuencas aún con vida. Los gusanos de la envidia carcomen su alma y la belleza de Siamek es una astilla enterrada en la uña del dedo índice de su mano derecha. Dispone el filo de su espada. V Desciende Seroshe (heraldo de los dioses) con su voz de címbalo y arpegio dice: “Cubran sus cuerpos con la gamuza de los tigres sacrificados durante el plenilunio de marzo.” Siamek propone una pelea entre los dos príncipes, cuerpo a cuerpo. Para que los suspiros atraviesen el alma, las lenguas se colmen de salitre las manos reciban a la muerte, la luz de los ojos derrame sobre el polvo, los poros de la piel ardan con el sol y las uñas se quiebren antes del tiempo de las uvas. Una pelea para que los fluidos de sus soldados-niños no rueden por la calle en un río interminable. ni broten en todas las esquinas los cardos de la sangre.
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VI Ahrimán se lanzó sobre Siamek, con sus colmillos de siete filos le rasgó el vientre y afloraron las entrañas. Ahora la muerte sueña con fantasmas. Ese día las sorpresas fueron cayendo en el lóbrego escenario. VII El mundo ensombreció, negro festón cubrió la aurora. Todo ser con sangre y corazón lloró la muerte de Siamek. Más de un año rodaron lágrimas. Hilos interminables de sal cubrieron las veredas. VIII Repentinamente como si toda la luz llegara al despuntar el alba como si se arracimaran las estrellas llegó el espíritu de Seroshe y con su voz de címbalo y arpegio, dijo: No llorar más por Siamek. La indolencia es como el vinagre, carcome y macera las almas” IX Huscheng, ilustre vástago, poseé la fortaleza del hierro, la sagacidad del zorro y el espíritu del guerrero más valiente. Dispuesto a demostrar bravura de león, entabla un combate con los Div. La espada vengadora atravesó las almas y las carnes, los buitres se alimentaron de rojos corazones. Div fue vencido, su cuerpo ya deshabitado por el vaho divino fue fragmentado con daga de plata. 12
Ese dĂa las fieras dieron cuenta de su carne y de sus apagados ojos.
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ANTES DEL FUEGO El rocío todas las mañanas borda diamantes en la grama. Las arañas tejen mantras de risco a filo. Sin remedio se desbordan las arenas. Huscheng mide con sus pies el borde azul del precipicio. De pronto aparece un ofidio con la piel de azabache y Luna, ojos colorados como el rescoldo de la tarde, los orificios de la nariz fuentes de sangre, babas fosforescentes en las fauces de carbón. Arranca el corazón de una piedra y lo lanza contra la serpiente, en la boca del abismo se detiene, se congela el aliento, el aire se estaciona. El corazón de piedra se estrella en el basalto, en forma de chispa salta el alma de la roca, anida en los brazos sedientos de las matas. Se inicia el fuego y lenguas rojas se extienden, manojos de granate queman el aire. La antorcha sigue el camino del pan. Desde entonces la fermentación del trigo comienza en la lengua del hombre para convertirse en la sangre que alimenta al feto. Desde entonces el fuego es centinela del templo, alma del hogar, señal de vida en todo el orbe.
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EN EL CONJURO DEL MUNDO Todo emerge del divino huevo. Blanco y negro se unen y nace Pan Ku (el romero infatigable). Él muere en el filo de la sombra, cielo y tierra nacen de su entraña. II Aparece el milagro de la clorofila: guardianes con hojas y brotes de berilo, matorral con flores encarnadas, espigas donde chisporrotea el amarillo. Nacieron del vello de Pan- Ku. Sus huesos y sus dientes se convierten en el oro y en la plata que ciñe la testa de los reyes. En el florido hierro que resguarda los palacios. En el acero que forja las espadas con filos de sangre, de lamentos, estigmas de muerte. De su cabeza los riscos que guardan los secretos. De su tronco los volcanes que braman con el magma y las montañas de donde vienen intemperantes ecos. Sus venas se transforman en lagunas, en las manos lúdicas del limo. Medran los microbios del agua. Cristales imantados por los resplandores de la Luna. Trasparentes aguas donde salmodian los batracios.
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El sudor de su cuerpo es lluvia que tintinea el barro, sobre la espalda del granito. sirimiri que hincha la simiente y la germina. Los gusanos que deambulan por su cuerpo trasmutan en seres vulnerables y finitos. III Aparece el hombre: el que acomoda el mundo, el que modifica la altura de los montes, el que cambia el cauce de los ríos, el que hunde continentes y al conjuro de su voz nacen caracolas. IV De un gran movimiento surge el cielo. La explosión del Universo forma galaxias insondables, planetas con lunas en exilio. En otra conjunción se modela la tierra. V Al tercer conjuro aparece el parásito que un día soñará con ser igual a Dios. Aparece el hombre: el que acomodará el mundo, el que modificará la altura de los montes, el que cambiará el cauce de los ríos, el que hundirá continentes y al conjuro de su voz nacerán las centellas. Hoang, el primer hombre con cuerpo de serpiente, piel escamosa y lengua bífida. El segundo con cara de mancebo, cabeza de dragón, torso de serpiente y extremidades de caballo.
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El tercero con rostro de gentil y cuerpo de pequeño dragón. VI Los hombres se transforman, sufren metamorfosis dolorosas. Aún no termina el ensayo en la artesa del tiempo. En la inhóspita tierra aparece un mono sin pelaje, de corta vista y titubeante marcha. Tiempo de vivir en cuevas perfumadas con ocote, con humedades de líquenes y musgo. El parásito se siente Dios, conquista las copas de los árboles, edifica nidos entre el jade de las hojas, febril monta ciervos apenas destetados. Ojos nublados con gencianas. Monta dragones con pupilas destellantes y fauces abiertas por la lumbre. Los reyes pasean en sus carros alados por unicornios con pelambre de miel. El agua no era dulce ni fresca, sobrevivieron con los cogollos de las hierbas. Para cubrir su cuerpo sin escamas matan a las bestias de suave pelambre. Desde entonces el hombre declara la guerra al mundo natural. Desde entonces los ríos arrasan con sus pueblos y los lobos devoran sus anhelos. Desde aquel instante el hombre y la naturaleza están en pugna.
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LA DAMA DE NEGRO La raza humana es inmortal, nacen y nacen los renuevos y no llega la salvadora muerte. El mundo ya no puede contenerlos. El mar amenaza con devorar los pueblos. Entonces se escucha el alarido de una mujer pariendo oscuridades. . Entre el bramido de las altas olas el Señor del Cielo lo percibe. La ira lo revuelve, desprende de su cuerpo un fuego que todo lo devora. Los dioses le piden: “Ya cesa tu castigo”. Modela con su argentino vaho a una extraña diosa: Pálida como la cera del panal de las abejas del Jardín del Este; los ojos, cuentas de azabache; la nariz afilada como cuchillo de nácar. En la boca hay una delgadez de Luna. Porta, vestido de seda negra con rojas mariposas. Un manto de viento cubre su friolenta espalda. De pie, con las manos congeladas, con los párpados plegados y en reposo espera la orden del Señor del Cielo para cumplir su misión. “Tú serás la dueña de la vida: Segarás los trigos antes de cosecha. Arrojarás niños al abismo. Tomarás a la doncella y la llevarás a la senda sin retorno. Ahogarás al nonato en el vientre entumecido. Tú serás la que alivie los dolores de los viejos” 18
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La diosa rompió los diques del sollozo y de rodillas le pidió a su padre que no le diera esa misión tan cruel. Sus lágrimas formaron un caudal tan grande que descendió a todas las veredas de la tierra y cubrió las oquedades donde los líquenes reposan. El Señor del Cielo convirtió sus lágrimas en un mar de enfermedades para transportar a los humanos por el camino de la sombra. La muerte sonrió y bajo a la tierra a cumplir su misión triste y necesaria. Anunciar el fin del tránsito terrestre. Revelar la transmutación de carne en polvo, Proclamar el llamado del vientre de la tierra.. El jugo de los muertos es la vida, los huesos alimentan a las frondas más hermosas y a los hinchados ovarios de las flores. El Señor de los Cielos sentado en su trono de zafiros contempla el verdor del mundo. A su diestra la Estrella del Sur (lleva cuenta de los nacimientos), a su izquierda la Estrella Polar (en un telar de nubes registra las muertes cotidianas). El mundo gira en perfecto equilibrio.
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EL ARROZ Convertido en un pájaro con un plumaje tan rojo que parece de fuego, el Señor del Cielo desciende a la Tierra y la encuentra triste y amarilla. Crisantemo moribundo, reseca pupila sin el brillo del amor. Ordena a Kun Luang: “Monta en el arco iris, desciende al mundo por el cordón azul. Arroja este manojo de perfumada hierba: tallo por tallo, hoja por hoja”. Cruza trizados jades, la espuma de las cascadas salpica su túnica de luz, el alazor de las arenas entinta de amarillo sus dedos y su cara. Kun-Lang desobedece, arroja el manojo de hierba sin desatar, sin separar las ramas, al caer una mancha de jade cubre toda la tierra. Esto pasará con el arroz –se dice. Siente temor y sólo arroja un grano, el otro lo degusta bajo la luz de las luciérnagas, le extrae la esencia, lo saborea con todas sus papilas. Kun estropea la tarea más preciosa: cubrir la tierra con plantas de arroz. Cuando el Pájaro de Fuego desciende a la tierra para formar a la humanidad, 20
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descubre con enojo: que el arroz es más escaso que la hierba, . Llama a King- Luang y lo convierte en búfalo. Sentencia: “Atado a la tierra, comerás hierba por siglos y siglos”.
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TODOS LOS FULGORES El Señor del Cielo concede al día todos los fulgores. Los resplandores invaden los resquicios, deslíen lo negro de las formas y surgen los matices. Con su presencia el trabajo es más leve, Los niños corren, persiguen rojos papalotes o mariposas de iridiscentes alas, la alegría asoma por sus pupilas de agua Con la caricia del Sol las matas desatan sus olores, en los tejados se desgrana la luz, llega el calor a los huesos y a las almas. La noche quedó triste en sus profundas lobregueces. Tinu, gigante de cetrina piel, el de los ojos como abismos, arranca un pedazo al Sol, (lámpara votiva entre sus manos), desea ofrendarlo a la noche para que cese su obcecado llanto. Encierra el fragmento de sol, en una alforja hecha de neblina y llena de agujeros. El perro Pao lo persigue, Tinu escapa. Corre, corre dejando resplandores a su paso. Las sombras se agazapan en los árboles, enormes gatos ronronean, rozan los troncos que parecen piernas, trepan y alucinan, necesitan de un tejado y de la noche, para cohabitar con las hembras de ojos amarillos.
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Tinu corre, corre por los campos, cae muchas veces entre las zarzas, por los orificios de su talega salen esquirlas de luz y se forman las estrellas. La Mujer de la Inmensidad, ordeña la cabra, con parsimonia vierte la leche. Tinu tropieza con el balde, el pedazo de Sol cae dentro de la leche, pierde su fulgor, queda redondo con una luz muy débil como la sonrisa de un niño enfermo, como una azucena cercenada. El gigante lo arroja a las entrañas de la noche. Tinu con ese fragmento de sol crea el firmamento con las estrellas titilantes y la luna con su palidez de adelfa y de granizo.
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EL ENORME PEZ I Es la Tierra una nave peregrina bogando en el polvo del ayer. Arriba, en el azor están los dioses. El Cielo y la Tierra se separan, la materia más ligera y pura forma el Cielo, la materia más pesada la Tierra. El cereal, alimento divino se transfigura en Kamú. II Del líquido cristal surge la isla del Japón, es un enorme pez nadando sobre el azogue de los mares. III Un río de leche cruza el firmamento, en sus orillas se refrescan las deidades y se reúnen para atisbar las llanuras de la Tierra. Los dioses descienden a la playa para hurgar la sonrosada carne de las caracolas y atrapar con el arco de su mirada el azul quebrado del mar. Pero un día se deshace la escalera de niebla y ya no descienden a los riscos ni a los valles. IV En lo más profundo se encuentra “El país de las tinieblas”, de sus fauces fluyen agua y sal. El agua salada late en cada corazón, el agua palpita en la linfa del insecto. el agua forma la esencia de las flores. V Dioses hermafroditas 24
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con dos enigmas en el vientre. VI Izanagi se parte en dos se forma la primera pareja. Izanagi e Izanani construyen su hogar, con perfumadas maderas de cedro, lecho de hojas y tallos de bambú. Pero, la mujer habló primero y hubo desencuentro en la vereda. VII Volvieron a concurrir donde cruzan los caminos, esta vez el varón habló: “Eres bella, brote de cerezo, atardecer de cobre junto al mar, árbol de ciruelo en floración”. Él pregunta: ¿Tienes algo que ofrecer para modelar un hijo? Ella contesta: “Una vulva con encendidos labios y un útero que espera tu semilla.” Él dice: “Yo tengo un pene enhiesto para abrir tu pistilo y dejar mi esencia de magnolia. VIII Dos aves con sus danzas les mostraron el arte del amor. El primer hijo nació imbécil, lo colocaron en una cáscara de nuez y con lágrimas lo entregaron al clamor del océano. IX El segundo parto fue de espuma, todo se deshizo como la niebla, 25
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entregaron sus ópalos al Sol. ¿Por qué dioses? La mujer se ofreció primero, y descubrió sus dormidas caracolas. X Esta vez Izanagi inicia el cortejo, ella cierra los ojos y espera paciente. Él retira el manto que la cubre, le abre la boca con su lengua, succiona sus pezones todavía con leche, separa sus piernas donde tiemblan alcatraces, abre su vulva y la penetra varias veces. Cabalgan ciegos y mudos por los acantilados hasta quedar exhaustos. Nacieron las islas más hermosas del Japón. XI Él la toma nuevamente con la misma ardentía en los testículos, su semen apaga la lumbre que sube de las entrañas de la hembra hasta calcinar su sexo. Nacen los dioses de los vientos, las montañas, los árboles. Renace la Tierra en los cogollos y en la germinación de la semilla. XII Él la domeña con violencia, la quiere beber en un trago de vino, la quiere deshacer como nieve entre los dedos, la quiere santificar en la fornicación. Nace el Dios del Fuego, Izanani muere al dar a luz. El padre decapita al recién nacido, de cada gota de sangre nace un nuevo Dios. 26
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se multiplican por todo el orbe, iluminan los caminos, las montañas, las cavernas, pero también el hogar. XIII Busca a su amada en la Región de las Tinieblas. Su mujer ya había saboreado los manjares del reino de los muertos y ya no puede encarnar entre los vivos. La del fétido aliento, promete regresar a la Tierra y ofrecer sus mejores uvas, su rosada carne de molusco, sus muslos donde crecen siemprevivas. Amamantarlo con su dulce leche y brindarle el fuego de su vientre. Los cerezos se cubrieron de flores durante muchas primaveras, su apasionado amante espera… Desesperado vuelve a la Región de las Tinieblas, al llegar junto a ella la abraza con ardor y rompe el filo de su peineta. La mujer se transforma en un montón de carne agusanada y putrefacta. Izanagi huye horrorizado y logra escapar del lugar de los Ocho Truenos, con el alma anegada de tristeza. XIV Llega hasta la isla de Kyusshu donde se encuentra el río de los Naranjos. Se sumerge en las vivificantes aguas, purifica su carne y florece su espíritu. Vuelve a ser un Dios, 27
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a tener la luz en medio de su frente. Sus lágrimas son divinas. Cae una gota de su ojo derecho y nace la Diosa de la Luna con su vestido de argentina grama. Cae una gota de su ojo izquierdo y nace el Dios Sol que cada mañana deshebra luz sobre el cabrilleo de los trigales. Cae una gota de su nariz: nace el Dios de la Tempestad que rompe las turquesas, brama en medio del océano, saca de madre al más tranquilo río, gruñe entre las frondas más espesas y se arrastra como sierpe entre los matorrales espinosos del desierto.
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APENAS EL ALIENTO I Inicia el bing-bang, Se expande la materia, se disparan las bengalas celestes donde la luz todavía no es. Los hoyos negros todo lo devoran. Arriba no tiene nombre, abajo la tierra es apenas aliento, nada se mueve, nada germina, los ríos y las flores no son ni siquiera un sueño. Nada ni nadie tiene nombre. El nombre delimita y designa, el nombre abarca, cerca y dice cualidades. II Sólo existe Apsú, el océano, con el misterio de su profundidad y las aguas tempestuosas llamadas Tiamat. Cabellera de turquesa y espuma. Las aguas se juntaron, revolvieron sus cristales y formaron un solo cuerpo transparente y fresco como el pensamiento de una virgen. Germinaron todos los seres en el útero de cristal: protozoarios con un pulsar de vida, lágrimas reunidas en una sola cuenca, sal vivificante. III Primero fue Mummú: olas de espuma sollozante. Después emergieron dos víboras de pegajosa piel, de ojos infinitos. IV 29
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Las serpientes llamadas Lahmú y Lakamú dieron origen a: Anshar, el mundo celeste, donde el éter gira y aún no se hace la luz. Al mundo terrestre, Kisnar, donde las barrancas están vacías, donde todavía no remontan águilas ni hacen nido los topos semiciegos. V Nacieron Anú (el más poderoso de los dioses) y Bel Marduk (el que mira a través de la arcilla) Viven entre los índigos del agua, en las cálidas profundidades de la tierra donde más tarde harán su nido los más venenosos escorpiones. El aire satura sus pulmones, salmodian y cantan por la tarde. VI Ea es el dios anfibio de gran inteligencia. El que todo lo sabe. El que tiene los enlaces. El que desenreda los ovillos. El que rompe la red de los prodigios. El que esconde perlas en el mar. El que mira a través de la madera. El que siente el latido del sol. VII Son los Igigi los pobladores del cielo, los que brillan y son puros. Y los Anumaki los pobladores grises de la tierra y el infierno, los que enhebran las lágrimas, los que se muerden la lengua, los que se entierran espinas en los párpados. Apsú y Tiamat deciden destruirlos, desaparecerlos como granos indeseables, 30
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“Qué desaparezca su inteligencia sus notas y sus cánticos”. VIII Ea todo lo sabe El secreto escondido en el topacio, los enigmas que guardan las pupilas de los dioses. el palpitar oculto bajo la piel de los reptiles. Entiende el murmullo del agua subterránea, descifra los signos tatuados en la boca del tiempo. Entre la llovizna busca anillo de esposales, el insondable espejo de la memoria. Recóndido aletear de madreselvas. En la amada grey de los insectos es favorito el amarillo, En la amada grey de los insectos se estridula por la tarde. IX La naturaleza prueba una y otra vez. Hombres peces de aletas argentadas, de mirada sin párpados. El hombre-pez nunca duerme, se desliza entre esquirlas de cristal, después nadará envuelto en la placenta, entre las sales del líquido amniótico que forma el cuerpo de la madre. X A los hombres escorpión se les secaron las lágrimas, sus líquidos vitales formaron los venenos. se volvieron negros y quitinosos como grillos sin canto ni resuello, les nacieron ocho extremidades formadas por artejos, múltiples facetas en los ojos. Nunca miraron la aurora boreal ni el arco iris XI Hombres carnero. En sus ojos lágrimas de bálsamo bendito, la mirada austral de las violetas. Corazón: ígneo volcán en erupción. 31
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Las manos primigenias de la especie. Ambrosía en la lengua que pregona claridades. La liturgia de la vida en el centro de la frente. Una quemazón inusitada en la mejilla izquierda. Se inmolan en la tarde cuando crece el burbujeo de la cascada. XII Perros furiosos en el naufragio del odio. Desliza la mirada, la llaga supura… Desata el frío estepario entre los huesos. Estremecimiento de aljibe en el verano, los girasoles esperan su derrame. XIII Tiamat reunió a varios dioses y nacieron enormes serpientes. Monstruos de la tempestad: los que alborotan los vientos, los que reúnen los relámpagos, los que disparan las centellas, los que gimen con los árboles. Ante ellos dócil se inclina el hierbazal. Con ellos viaja el fuego. Con ellos nace el ronquido del viento. Los huracanes que todo arrasan. Los huracanes con látigos de obsidiana. Los huracanes con bramido de agua. Los huracanes con clavos enredados en la cabellera espesa y nocturnal. Los huracanes duermen en las grandes aguas. XIV Contra otras deidades lucha Tiamat, les arrebata la sagrada luz, el bastón de mando y disciplina. Elige como jefe a Kingú y tatúa en su pecho las tablas del destino, para vislumbrar el camino de los hombres, descubrirlo es lo propio de su oficio. Será un áspid entre la hierba, un lobo estepario merodeando mujeres. Un luminoso martirio en la alborada del mundo 32
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cuando empieza el hervor en el pecho de la virgen, cuando la rosada pulpa se estremece. Cuando se hinchan los ovarios de la hembra el semen vivificador se derrama cubriendo el laberinto del deseo. XV Anshar y Ea nombran al valeroso Bel Marduk. Marduk ilumina su casa con celeste fuego, de centellas cubre su rostro y cuelga en la única ventana la cintilación de los luceros. Colecciona sueños que ofrecerá a los hombres para después encerrarlos en la barranca de los negros días. Desencadena los vientos y los pone a su lado. Desata diluvios. XVI Sube a su carro celeste, redondo como un plato de oro, gira tan rápido como el pensamiento. Precedido de una terrible tempestad, se viste de espanto para desafiar a Tiamat y con una flecha parte su corazón. XVII Bel Marduk secciona el cuerpo de Tiamat como si fuera un pez Parte su cráneo a la mitad como si fuera un toro. Con una parte forma la bóveda celeste, y con la otra construye la tierra, En el cielo queda la morada de los dioses, los de mirada azul y cabellera de estrellas. los eternos peregrinos extienden su pelambre de luz, las galaxias giran con sus soles en incendio. XVIII La tierra está bajo el mar. Teje una urdimbre de conjuros. Forma el polvo y lo arroja sobre la tupida red, una parte se hunde y otra queda encima con ondulación de cabellera. Así forma la tierra. 33
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XIX Enraiza al mundo para que no vuelen los árboles, y en la superficie germinen las semillas y el verde se extienda con sus dedos de humedad y clorofila. XX Amasa al hombre y a la mujer con su propia sangre. Tacto de mariposa en vuelo. Corazón donde se fraguan sueños. Llegará a su nariz el olor de los jazmines, a su boca el sabor de los dátiles maduros, a sus oídos el frutal tintineo de los címbalos celestes. Los pájaros anidarán en sus aleros. La mujer tendrá cabellera de cascada, en su regazo anidarán las golondrinas en invierno, sus manos tejerán con calina y rocío los celajes de la aurora y tomarán a ras de piso el rojo que despinta la salvia. XXI Anú, el cielo, párpado de cobalto y leche. Marduk, la tierra, reino de golosos gusanos Ea, el agua, donde crece la vida roja y amarilla. El placton tiene colores de arco iris. Anú, el cielo. Bel Marduk, la tierra. Ea, las aguas. Divina Trinidad.
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EL DRAGÓN DE LAS OCHO CABEZAS Su residencia el mar, ancló en tierra, con sus pies de trueno escaló las altas cimas, descendió a los floridos valles, a las arenas doradas del desierto. a los extensos humedales donde habitan las frágiles criaturas del limo y del renegrido barro. El príncipe Susano al pasar por las orillas de berilo del río Ki escuchó tristes canciones y sollozos, lamentos puntiagudos como espinas. Encontró a un hombre con los cabellos llenos de ceniza; una anciana con todas las cruces en su rostro y los ojos secos por la sal de la tristeza. Una doncella con los ojos pletóricos de líquidos diamantes, río de sombras el iris; su cabellera una cascada de azabache, su piel resplandeciendo entre las lágrimas. El dragón engullirá a Kamsaba, El dragón engullirá a Kamsaba repetían padre y madre. El dragón de las ocho cabezas, El dragón de las ocho colas. El dragón de los ocho valles. El dragón de las ocho colinas. El dragón de los dieciséis ojos. El dragón de las dieciséis llamas. El dragón de los dieciséis resplandores. La bestia devoró: a las ovejas con sus crías a los rumiantes del hierbazal, bebió la leche de las recién paridas. El dragón devoró: a los ciervos, a los mastines del Rey, 35
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a los gatos traídos desde Egipto Susano tomó por esposa a Kasaba para protegerla de las ocho fauces, de los cientos de filosos dientes, de los cientos de brillantes llamas. de las uñas de cuerno y fuego. En la noche colocó en el pórtico ocho recipientes con licor. El dragón los olfateó con sus ocho narices, los miró con sus ocho ojos, los saboreó con sus ocho lenguas. Después de beber todas las artesas entró en un profundo letargo y el príncipe enterró en su vientre, un sable cubierto de diamantes; atravesó su corazón y de su sangre nacieron los ciruelos de hojas y flores ardorosas.
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