PRESENTACIÓN DEL PREGONERO DE LAS FIESTAS EN HONOR A LA SANTA CRUZ PLAZA DE ESPAÑA, SANTA CRUZ DE LA PALMA VIERNES, 27 DE ABRIL DE 2017. 19:00 HORAS.
Dignísimas autoridades, estimado Sr. pregonero, vecinas y vecinos:
Convertida en símbolo de la ciudad hispana naciente, la Santa Cruz y sus fiestas han servido, durante estos cinco siglos, como instrumento de unión entre sus habitantes. Primero lo fueron como estandarte del nuevo orden establecido con el que hermanar a los legítimos y antiguos indígenas benahoaritas con los nuevos pobladores llegados de distintas regiones peninsulares durante e inmediatamente después de la conquista militar. De estos últimos fue el grupo andaluz —responsable de legarnos la variedad de nuestras hablas meridionales y la base de nuestra cultura— el más importante en número, seguido de castellanos, extremeños, valencianos, catalanes y gallegos.
Poco después, la villa capitalina, su onomástica y sus fiestas se vieron nutridas y reforzadas por nuevas aportaciones, en especial, la portuguesa, que vino a erigirse en una de las más destacadas influencias en el conjunto de marcas y modelos que han conformado nuestro carácter y forma de ser socarrona y burletera o nuestra peculiar entonación, reconocida en su singular cadencia por cualquier extraño. Por último, en este continuo ir y venir de gentes de Europa, los flamencos aportaron su vocación comercial y su refinamiento, entremezclado con las primeras oleadas de esclavos arrebatados en el norte y el noroeste
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africano. Y, en fin, gracias a la carrera indiana, La Palma lograría muy pronto hacerse con las primeras licencias y permisiones para el intercambio comercial entre las dos orillas y dejar en el Caribe a su hermana gemela.
Con un puerto establecido bajo la protección de una bahía que recogía a las embarcaciones de los embates del mar y de la acción de los vientos del norte, Santa Cruz de La Palma creció hasta el punto de haber sido apodado el Peruche (el pequeño Perú), en alusión a su prosperidad y a su abundante riqueza. Apenas en sesenta años de historia hispánica, el primer ataque pirático importante sufrido por la ciudad, el del verano de 1553, puso ante la mirada de sus habitantes y del resto del Estado la vulnerabilidad de sus defensas y nos enseñó la primera frustración colectiva.
Resulta curioso comprobar que desde ese momento el palmero ya había forjado buena parte de su carácter distintivo, ejemplificado en los programas de algunas obras públicas de aquellos años: la fachada de su nuevo Concejo (hoy, sede el Ayuntamiento capitalino) dibujó sobre piedra lecciones éticas sobre el sentido de la prudencia en el ejercicio del gobierno y la impartición de la justicia, nos alertó sobre cómo reaccionar ante los envidiosos, manteniéndonos en la integridad y la fortaleza de espíritu, o nos llamó la atención sobre los efectos perniciosos de la maledicencia… Un auténtico manual de educación para la ciudadanía —al decir de estos tiempos— que continúa ofreciéndole a quien quiera detenerse oportunidad para ilustrarse.
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La celebración de 525 años de historia en el contexto de una cultura que en sí misma ha sido de origen múltiple —gracias a las diferencias de procedencia, apasionamiento, vigor moral e intereses individuales— puede ser nueva oportunidad para redescubrirnos en capítulos históricos de gran trascendencia nacional, como manifiesta, por ejemplo, la resolución del Pleito de los Regidores Perpetuos: la unión de unos pocos hace la fuerza, la demostración de la verdad está por encima del interés partidista y ambas actitudes son recompensadas por el poder concedido al pueblo soberano para elegir a sus gobernantes.
Con este espíritu de convivencia Santa Cruz de La Palma se abre al presente con la seguridad de su pasado y la confianza en su porvenir. Lo explicaba muy bien la voz poética del escritor gomero Pedro García Cabrera (1905-1981) en su poema «La Palma» (1968):
«La Palma no es soledad. Es la cabeza de puente que sobre los océanos tendieron los continentes. Para ella no hay fronteras, no emigra nunca ni puede; mar y tierra son caminos y andarlos le pertenece».
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En el preámbulo de las fiestas, la lectura del Pregón viene en esta ocasión de la voz del reverendo D. José Francisco Concepción Checa, titular de las parroquias Matriz de El Salvador y del Santo Cristo de Calcinas de Santa Cruz de La Palma. Su formación eclesiástica se inició con estudios de Teología en el Centro de Estudios Teológicos de La Laguna, hoy Instituto Superior de Teología, que más tarde continuó en Salamanca, Roma y Jerusalén. Licenciado en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico romano, su primer destino parroquial fue en Tacoronte, continuando en Santa Cruz de Tenerife y actualmente en la capital palmera. Ha simultaneado las labores pastorales con su trabajo como docente en Enseñanza Secundaria y en el Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, donde ha impartido diferentes materias en el ámbito de los Estudios Bíblicos.
Dotado de una especial capacidad para el diálogo, afectuoso en el trato y cercano, su preparación intelectual no ha sido un obstáculo para su establecer un contacto directo con feligreses, estudiantes y ciudadanos, de manera que se ha ganado por propios méritos el cariño de sus paisanos y el respeto institucional. Considerado una autoridad en materia bíblica, José Francisco Concepción Checa ha mostrado desde su llegada a la parroquia de El Salvador un especial empeño por la conservación del riquísimo patrimonio artístico y documental que atesoran los templos que tiene bajo su custodia, propiciando su apertura al común como antes no lo habían estado y diseñando programas de rehabilitación que han contribuido a dignificar estos espacios. Especial interés ha demostrado por conservar con criterios científicos y por hacer accesible el legado del Archivo Parroquial de El Salvador, conjunto clave para cualquier acercamiento histórico a la evolución genealógica y social de esta ciudad y a su devenir artístico, www.mundolapalma.es 4
especialmente representado en este templo matriz, cabeza visible y referente indiscutible de nuestro pasado de raíces americanas, flamencas y andaluzas.
No menor importancia entraña su labor social, especializada en los más desfavorecidos y en las personas mayores, un sector a menudo situado no ya en un segundo plano sino, aún peor, directamente olvidados en el trajín cotidiano. El padre Checa, como es conocido popularmente, ha logrado hacer trascender sus obligaciones en este terreno, tomándoselo como algo personal, lo que ha contribuido por un lado a confirmar el papel destacado de la Iglesia en la sociedad actual y, por otro, esa vocación suya que unida a una incuestionable convicción, le sitúan en una tradición de eclesiásticos que como el padre Manuel Díaz, que preside nuestra plaza de España, lucharon en su posición ministerial por hacer una ciudad más amable, una ciudad más digna. De ahí que su figura, la de José Francisco Concepción Checa, haya sido reconocida unilateralmente por creyentes y no creyentes.
Constituye para mí un honor ceder la palabra a D. José Francisco Concepción Checa, Pregonero de las Fiestas en honor a la Santa Cruz de Santa Cruz de La Palma 2018.
PREGÓN DE LAS FIESTAS DE LA CRUZ 2018 www.mundolapalma.es 5
José Francisco Concepción Checa
Buenas tardes. Me gustaría, para comenzar,agradecer el gesto de confianza que supone haberme invitado a pronunciar este pregón de las Fiestas de mayo de 2018. Estoy seguro de que en nuestra ciudad sería larga la lista de personas que por formacióny capacidad para comunicar, podrían realizar esta tarea de un modo más cualificado que el que yo pueda ofrecer. Eso me ha llevado a hacerme un poco "el remolón" durante un tiempo, pero creo que haber aceptado ha sido un acto de justicia a la insistencia y al cariño que sé que hay detrás de esta invitación. Así que, de antemano y por encima de todo, gracias. Muchas gracias. Espero no estar demasiado lejos de las expectativas que hay detrás de este hermoso gesto. "Cada día se hace más difícil bajar los escalones de la guagua. No sé muy bien si por los años que llevo encima o por la prótesis de rodilla que me está dando más lata de lo que me gustaría. Ya sé que el médico me ha dicho que todo va bien y que tenga paciencia, pero lo cierto es que ya han pasado más de 6 meses desde la operación y yo me encuentro la mayor parte del día dolorida, mucho más torpe para moverme y tremendamente cansada". En esos pensamientos estaba Mercedes cuando llegóa casa después de su última sesión de rehabilitación. Disculpen. Había olvidado presentarles a Mercedes. Se trata de una mujer de las que podríamos llamar de antes. Una palmera, fruto del matrimonio de un palmero y de una gomera que convirtió esta isla en su patria de adopción. Mercedes tiene 87 años. Nunca ha salido de la isla ypocas oportunidades ha tenido para salir de la Santa Cruz de La Palma que la vio nacer, crecer y envejecer. Su edad la convierte ahora en un buen manojo de recuerdos de tantas vivencias pasadas y también, por qué no, de una buena colección de gente que ya no está y una lista de sueños, no todos cumplidos. Tiene, como su generación, la piel endurecida no solo por el sol (antes no se utilizabancomo hoy los protectores solares), sino, sobre todo, por los golpes que ha sufrido. Su cumpleaños, celebrado con mucha menos solemnidad que cuando llegó a los 80, fue el pasado 22 de abril. Hace unos días. Ahora cae en la cuenta de que su vida ha
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ido creciendo a golpe de fiesta de Cruz. De esas fiestas que están grabadas en su retina y mucho más en su corazón, desde sus primeros años de vida. ¡Qué diferente era todo cuando los vecinos del barrio, entonces mucho más numerosos que ahora, se reunían en torno a aquella cruz que durante 360 días vestía solo la madera pelada y las marcas del tiempo y era testigo silencioso de la vida de los vecinos. 360 días desnuda, interrumpidos solo para vestirse de gala con ocasión de la fiesta. Casi una semana en la que se convertía en el centro del barrio y abandonaba el silencio del resto del año. Mercedes sabe, como sabemos todos, que mayo revela que en el fondo de cada palmero y palmera se esconde un artista. Y esta fiesta nos regala la oportunidad de mostrarlo. Es cierto que ya no se envuelve la cruz con la seda que Antonio había traído de Cuba y que, con el paso del tiempo, se ha desgastado y ahora desluce. Todavía algunos la echan de menos. Pero sí se conservan los colgantes que traía Miguel cuando ella era niña y que ahora guarda su nieta Yaiza. ¡Cuántas veces los vio colocar de pequeña, de la mano de su madre! Ahora los verá coser desde el muro de enfrente, porque las rodillas ya no permiten los excesos que uno puede hacer cuando está abrazado a la juventud. ¡Qué recuerdos aquellos! Cuando, al calor del fuego que se colocaba delante de la cruz, se podía estar en la calle durante más tiempo y la cama podía esperar. Todos saben que el mayo, el único mayo que se preparaba en el barrio y al que los niños bautizaron con el nombre de Ernesto, tenía la función de vigilar la cruz. Pero esa noche casi nadie dormía, y a Mercedes, en su infancia, le gustaba imaginarse a sí misma, por unas horas, como un "mayo viviente" que no quitaba los ojos de su cruz. Porque quien cuidaba la cruz cuando estaba enramada era, sobre todo, el cariño que reflejaba la mirada atenta de todos y quien le daba calor a la cruz no era el fuego encendido, sino la reunión alegre de los vecinos, que convertían en plaza lo que el resto del año era una calle por la que, por aquel entonces, casi no pasaba ningún coche. Diríamos que no solo se convertía en plaza. Se convertía en hogar.
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Mercedes piensa que la única que no ha cambiado con el tiempo es la Cruz. Ella sigue siendo la misma y sigue estando casi igual. Al resto se le notan los años. La seda de Antonio ha sido sustituida por una nueva. Bueno... No todo ha cambiado. Las joyas siguen siendo las de siempre. Las que ahora trae Yaiza y que vinieron de Venezuela y alguna otra que se ha ido añadiendo con el tiempo. Se diría que en la Cruz, en esas joyas, están también presentes tantos que emigraron a otras tierras y que, en parte, hicieron posible que se celebrara nuestra fiesta. Y está presente también el recuerdo de los hijos e hijas de los que se fueron y que quizás no pasen por la misma suerte que tuvieron sus padres y jamás regresarán como indianos. Entre las nuevas joyas, hay una que es especial para Mercedes. Es la alianza que lleva siempre en su dedo anular, junto a la suya, y que le recuerda varias veces al día a Rafael, su marido. Un hombre al que conoció de niño, cuando ambos tenían 11 años y al que la vida le permitió disfrutar hasta hace 3. Esta alianza adornará de nuevo este año la cruz. Porque Mercedes está convencida de que a la cruz hay que adornarla con la vida. Y quien no sabe pintar o decorar puede convertirse en artista cuando hace del recuerdo del vacío una ocasión para la presencia; cuando hace de la tozudez para no olvidar una oportunidad para la fiesta. Porque es 3 de mayo. Y también es un recuerdo de aquel lejano 1493. Hace ya 525 años. Una de las pocas fechas que Mercedes recuerda de su corta estancia en el colegio con D. León. Él fue el que la enseñó a leer y a tener buena letra. Tan buena letra que ella era la que escribía las etiquetas de los productos de la venta de la esquina. También aprendió en la escuela las cuatro reglas. Bueno, más exactamente 3, porque nunca aprendió a dividir bien. Y esa carencia matemática se convirtió en una profecía de su vida porque, allí donde ha estado, Mercedes jamás ha sabido dividir, sino unir y congregar. Y, con el tiempo, su casa se ha ido convirtiendo en el hogar del barrio, en la casa de todos. Pero eso no quiere decir que los números no se le hayan dado bien. O, por lo menos, eso cree ella, que siempre supo manejarse con las cuentas necesarias para llegar a fin de mes, y para juntar unos ahorritos para mandar a los chicos a estudiar fuera. Bueno, a los chicos y a su niña, Isabel, aunque muchos le dijeran que bastaba con
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darle estudios solo a los varones. Todos, según ella, tendrían que tener la oportunidad de ser lo que ni ella ni su marido habían logrado ser. Y gracias a ello se fueron, y ninguno regresó, sino en vacaciones, como hacen tantos que tienen un trozo de sus raíces en esta isla. Es una pena, piensa Mercedes muchas veces, que estén tan lejos de este puñado de tierra que a ella la vio crecer, luchar y alegrarse y, probablemente, la verá morir. Este año, porque la cruz no se celebra próxima al fin de semana, tampoco podrán venir. Faltarán ellos. Y se verá que, año tras año, somos menos. Porque ahora faltan niños y no se forma la algarabía de antes y faltan tantos nombres a los que se recuerda al sacar un poquito de licor de naranja, que sigue siendo tradición compartir cuando se da el último retoque al mayo del barrio, Ernesto. Quizás todo este recuerdo tiene a Mercedes, una mujer alegre como las que más, un poco desanimada. Está más callada que de costumbre y se ha puesto a pensar no solo en la Cruz, sino en las cruces. Sí, en las cruces que no se adornan. Las cruces de los malos tragos que pasa tanta gente durante los 360 días del año en los que la cruz del barrio es testigo silencioso, a madera pelada, de la vida de los vecinos. Hoy Mercedes ha caído en la cuenta de que quizás jamás le dijo a su madre que, cuando era pequeña, en la seda de la cruz, a veces colocaba un papelito con un deseo, escrito con muy buena letra. El deseo de tener una muñeca, o de que mamá la llevara a la feria, o de que papá el fin de semana no tuviese tanto que hacer y jugase un rato con ella y sus hermanos. También hoy tendría ganas de escribir esos deseos. Hoy escribiría papeles por los enfermos. Esos con los que se encuentra cuando va a rehabilitación. Y expresaría un deseo por los que no tienen trabajo. Y por los jóvenes que han perdido la esperanza. Y por Carlos, sin duda. Sí, por Carlos, su hijo, que se le fue, pero no a una isla lejana, sino a otra tierra que dicen que está más allá de las nubes y a donde van los que han logrado hacer de la vida un camino para construir algo hermoso. ¡Cuánto te echo de menos, hijo mío! ha susurrado, aunque nadie habría logrado entender sus palabras.
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La fiesta y los recuerdos de este año han hecho que a Mercedes se le rayen los ojos. Y piensa que quién sabe si el próximo año podrá encontrarse con los vecinos que quedan. Y, mientras hace la cama, todos estos pensamientos se agolpan en su cabeza. Y, cuando se alza, se encuentra con la cruz. Pero esta vez no es ladel barrio, sino la de la cabecera de su cuarto. Un regalo de su abuela. Esa cruz que, aunque estemos de fiesta, siempre está en la madera desnuda. Y en ellasostiene a un hombre desnudo. ¡Ay, Señor! ¿Qué es primero? ¿Una cruz que habla de un crucificado o un crucificado que habla de cruz? ¡Qué pena!, se dice Mercedes a sí misma. Si las piernas me ayudaran, hoy también yo, como los más jóvenes, recorrería todas las cruces. Pero todas. No solo las adornadas, junto a las cuales hay luz y música. También las otras. Las que se viven más en silencio, y durante los 365 días del año no llevan seda, ni madera, sino vida, sentimientos, dolor... Cada hogar que sufredebería colocar en la puerta, bien visible, un cartel que dijera: "visita también esta cruz". Esas que nos enseñan también a reunirnos, a dejar salir la compasión, a aprender de la fragilidad de la vida, a combatir la negrura con esperanza,... ¿Quién nos iba a decir que el 3 de mayo de 1493sería una fecha que nospermitiera vivir experiencias tan hermosas? Mercedes se siente orgullosa no solo de recordar esa fecha, sino también de ser palmera, y de sus hijos y de todos los que hicieron posible la vida de esta isla desde nuestras calles o desde las tierras que en América los adoptaron como suyos. Y de su marido, al que tanto sigue echando de menos, aunque los últimos años de su vida lo haya acompañado sentado en un sillón con la cabeza ida por una enfermedad que ella jamás ha sabido pronunciar, pero que no impidió que de vez en cuando le guiñara el ojo como había hecho siempre en señal de complicidad y de cercanía. Y de sus nietos, que son buenos chicos. Y que le escriben mensajes que ella no sabe leer hasta que Leticia, su vecina más joven, le enciende el móvil que le han regalado y que ella no termina de entender. Pero Mercedes también se siente orgullosa de sí misma. Sí, han pasado los tiempos en los que se culpaba por todo lo que no había logrado. Han quedado atrás los momentos en los que se fijabaen lo que faltaba. Ahora no, porque los años dan la sabiduría necesaria para entender que la vida no es hermosa solo cuando nos regala
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una sonrisa. También lo es cuando nos permite seguir en pie, aunque llevemos una cruz sin adorno. Ya llega el olor de la cocina. Está a punto la carne que preparó para los que están adornando la cruz. Como tantas veces lo había hecho su madre. Vamos a la calle, se dice, pero todos entendemos que quiere decir a la plaza o al hogar que se forma en torno a la cruz cuando se cierra el tráfico en estos días. Y la cruz se hace barrio, y el barrio se hace familia, y la familia se hace ciudad. Y la ciudad se hace cruz. ¡Qué suerte vivir aquí! ¡Qué suerte encontrarte en casa! ¡Qué suerte celebrar la vida y qué suerte mirar los rostros y sentirlos parte de tu historia! ¡Qué suerte saber, en medio de la soledad, que tienes un hogar! -piensa ella. Vaya, Mercedes, vas a parecer melancólica. Pero los del barrio te conocen y saben que cuando se te baja la mirada no es porque se te haya apagado la alegría, sino porque estás mirando hacia dentro, que es hacia donde hay que mirar cuando se quiere descubrir el tesoro que llevamos escondido. Un poco de crema de la que te recomendó D. Mario para el dolor de rodilla y a la calle. ¡Quién te iba a decir cuando eras pequeñita y todos te llevaban de la mano o te cogían en brazos en la fiesta de la cruz que con el tiempo ibas a convertirte en la madre de los niños, en la madre de los vecinos, en la madre de los de siempre y de los que han ido llegando! Todos ahí te ven como a su madre, como a la madre de la fiesta, como a la madre de la Cruz. Feliz fiesta de la Cruz para ti, Mercedes, y para tus hijos, que este año no vendrán. Y para tu madre que tantas veces te trajo. Y para tu marido, que hoy con su alianza adorna la cruz. Y para Antonio, al que todavía recordamos aunque ya no traiga la seda.Y para tu hijo, Carlos. Disfruta, te lo mereces, porque en esta ciudad, hay un arte distinto en cada cruz, porque hay un artista en cada palmero y en cada palmera. Porque es mayo, porque es la Cruz. Feliz fiesta de la Cruz.
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