Forjadoras de Valparaíso

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Dirección: Rafael Torres A. / Magíster en Patrimonio

Textos e investigación: Tamara Candia A. / Encargada de Comunicación Fernando Vergara B. / Doctor en Sociología y Profesor de Historia y Geografía

Diseño: Nadín Cruz D. / Diseñadora gráfica

Equipo Museo Baburizza:

Director Ejecutivo: Rafael Torres A.

Administración: Soledad Carmona A. - Mabel González R.

Contenidos y Colecciones: Javier Muñoz A.

Mediación: Valentina Sagredo U.

Diseño: Nadín Cruz D.

Comunicaciones: Tamara Candia A.

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© 2024 - Museo de Bellas Artes de Valparaíso, Palacio Baburizza Se autoriza la reproducción parcial o total de este material citando la fuente correspondiente. Prohibida su venta.

Créditos fotografías

Mary Graham: Biblioteca del Congreso Nacional de Chile

Isabel Caces Bravo: Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Juana Ross de Edwards: Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Mary Franck de Mac Dougall: Liceo N°1 de niñas María Franck de Mac Dougall

Micaela Cáceres de Gamboa: Monumento Micaela Cáceres, Valparaíso

Celia Castro: Obra “Retrato hablado” del artista Carlos Pardo

Matilde Brandau: Liceo Matilde Brandau de Ross

Myriam Waisberg: Fondo Myriam Waisberg de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Valparaíso

Margot Loyola: Fondo Margot Loyola PUCV

Sara Vial: Biblioteca Nacional Digital de Chile

Lucy Briceño: Ilustre Municipalidad de Valparaíso

Para nosotros como DuocUC Valparaíso, es muy importante ser parte de la exposición “Forjadoras de Valparaíso”. Acá no solo se da a conocer el legado de importantes mujeres, con sus trayectorias personales tan interesantes, sino que también se nos presenta, como si fuese un ameno relato, cómo es que ellas ayudaron a edificar los cimientos de la ciudad, convirtiéndose en referentes indiscutibles.

Lamentablemente, sabemos que quizás muchas de ellas no sean reconocidas por todos los estudiantes, ni siquiera por todos los habitantes, pero con esta muestra queremos ayudar a saldar una deuda que permanece en la historia y lograr a través de esta muestra itinerante y pedagógica, una mayor visibilidad de este puñado de edificadoras.

Estamos seguros que a través de la educación se puede construir un mundo mejor, y mejor también es aquél mundo en el que se visibilizan los diferentes actores y actrices que contribuyeron a construir la ciudad que habitamos y que admiramos. La educación es el pilar fundamental para transmitir este saber y para poner en valor la vida de personas admirables desde su obra y quehacer. Este pequeño esfuerzo, es, si se me permite, un humilde, pero sincero homenaje, pero también un ejercicio cívico. Creo que nos debemos siempre a la educación, esta es la herramienta que mejor podemos utilizar para compartir la historia y reconocer nuestra identidad.

La exposición Forjadoras de Valparaíso, invita a todos los y las estudiantes a conocer a un grupo de mujeres que con sus acciones marcaron una profunda huella en la ciudad. Algunas han sido porteñas de nacimiento, mientras que otras eligieron este lugar para establecer sus vidas.

El objetivo principal de esta muestra es reivindicar a mujeres que, por diversos motivos, no han sido tan reconocidas. Queremos que niños, niñas y jóvenes sepan que en tiempos pasados, mujeres que efectuaron distintas acciones, contribuyeron a hacer una mejor ciudad, y en algunos un mejor país.

Estamos seguros que la educación es el camino para construir una mejor sociedad, recordando y relevando figuras que no deberían quedar en el olvido.

Si bien, entendemos que esta exposición sólo recoge un grupo de mujeres importantes en Valparaíso, consideramos que su rol fue fundamental para entender la ciudad tal y como es. Agradecemos a Duoc UC Sede Valparaíso por su colaboración y contribución.

Esperamos que disfruten la exposición y cientos de estudiantes de la región de Valparaíso, pueden sentirse inspirados por ellas, para crear un mundo mejor.

Torres Arredondo Director Museo de Bellas Artes de Valparaíso

La exposición itinerante “Forjadoras de Valparaíso”, enseña sobre la vida y obra de 11 mujeres que se relacionaron directamente con la ciudad en los siglos XIX y XX. Algunas de ellas al ser nacidas en el puerto son verdaderas hijas de esta tierra y proyectaron sus vidas y obras a nivel local, nacional e incluso internacional, como, por ejemplo, Lucy Briceño, quien ha extendido la música porteña por todo el país. Otras si bien no nacieron en Valparaíso, sí desplegaron su vida y legado en esta ciudad y ayudaron decisivamente a forjar la identidad y rasgos ineludibles de la “Joya del pacífico”, tal es el ejemplo de Juana Ross de Edwards, Mary Graham, Isabel Caces de Brown, Margot Loyola, entre otras.

Cada una de ellas representa una trayectoria y una vida que, desde Valparaíso, contribuyó a la construcción de la ciudad, o bien, permitió su desarrollo como punto urbano y político estratégico para la historia del país. Resulta, por último, importante destacar que a la ciudad

se puede pertenecer tanto por nacimiento, como por una especie de adopción afectiva, y que, en cualquiera de ambas formas, lo relevante a considerar es el aporte que estas mujeres entregaron a la ciudad, ayudando con sus vidas y obras a constituirla como tal.

En la exposición podremos encontrar exponentes dedicadas al mutualismo, al arte, el naturalismo, la educación, política, poesía, música, filantropía, entre diversas disciplinas, las cuales podremos conocer en detalle al dar a conocer sus biografías.

Finalmente, se espera que al desarrollar esta muestra que recorrerá diversos establecimientos educacionales de la región, -lugar reconocido por ser un polo educativo y centro de conocimiento-, se pueda extender el legado de mujeres que fueron pioneras y referentes.

A pesar de haber nacido en las islas británicas, fue bautizada con el nombre de María, una de las mujeres cronistas más célebres que visitó y recorrió el país después de lograda la Independencia en el siglo XIX. Nació el 19 de julio de 1785. En edad temprana, los viajes de su padre, el vicealmirante Jorge Dundas, la llevaron de visita a la Compañía Británica de las Indias Orientales. Fue en ese lugar en el cual desarrolla su pasión por la literatura, las artes y las ciencias y conoce al capitán de la marina real inglesa, Thomas Graham, con quien contrajo matrimonio en 1809.

En 1821 se embarca junto a su marido -en el velero Doris- rumbo a América. A comienzos de 1822, mientras estaban en el extremo sur del continente americano, un cuadro febril afectó al capitán Graham, provocando su muerte. Fue enterrado en un fuerte a su llegada a Valparaíso.

Al quedar viuda, las autoridades la intentaron convencer de retornar a su país de origen, pero María Graham se negó y prefirió quedarse en Valparaíso, precisamente, en un barrio alejado de la comunidad británica. En su “Diario de una residencia en Chile”,

publicado en 1824, testimonia lo que fue su estancia por casi diez meses en la ciudad.

En el libro describe la flora nativa, las comidas y los alimentos; las fiestas y diversiones locales, el modo de vestir, el de habitar, el comportamiento de sus habitantes y caracterizó a las principales autoridades de la época (O’Higgins, San Martín, Cochrane, Zenteno, entre otros políticos y oficiales). Esto, sumado a las demás descripciones ambientales y sociales de Valparaíso, Quintero, Concón, Viña del Mar, Casablanca y Santiago.

En su estadía en nuestro país, le tocó vivir el terremoto de noviembre de 1822, el cual relató con bastante detalle. La sorprendió en Quintero, pero luego se trasladó al Puerto y pudo constatar las pérdidas humanas y materiales que dejó el sismo.

“La frecuencia de temblores aquí de ninguna manera hace que la gente sea insensible a su ocurrencia. En las calles de Valparaíso, recuerdo haberlas visto correr, caer en sus rodillas y orarles a todos los santos. Aquí, en el campo, los campesinos dejan el trabajo, se sacan sus sombreros, se golpean el pecho, y piden misericordia, y todos abandonan sus casas” (1824:181).

[…] “El Almendral presenta un triste espectáculo; ninguna casa permanece habitable; todos los techos y paredes del deslizamiento están destruidas; las del litoral están seriamente dañadas. La torre de la iglesia -La Matriz- es un cúmulo de arena y de ladrillos quebrados, de dorado y de yeso, y todo eso es feo y doloroso por la ruina reciente: parte del techo todavía permanece sus-

pendida entre algunas de los contrafuertes laterales, y sus horrendos santos y demonios sólo hace que la devastación luzca más horrible” (1824:315-316).

Días antes de la abdicación de Bernardo O’Higgins, ocurrida en enero de 1823, María Graham decidió abandonar Chile, e irse a Brasil junto a su amigo, el almirante Thomas A. Cochrane.

En 1827, contrajo matrimonio con el pintor August Callcott, con quien viajó por Europa y tuvo la oportunidad de seguir escribiendo sobre historia, arte, literatura infantil, botánica. Tras una larga e importante carrera, Lady Callcott falleció un 28 de noviembre de 1842.

La escritora, naturalista y artista dejó un valioso legado en el que destacan sus viajes a Italia, Brasil, India y Chile. A esta ilustrada escocesa se la ha estudiado bastante, en especial por su contribución a la ciencia europea, donde se destaca su aporte a la botánica y a la geología, pero recientemente, se la valora como etnógrafa, artista, escritora profesional, pensadora política y “exploratriz social”.

El Estado chileno financió en 2008 la restauración de su tumba en el cementerio Kensal Green, de Londres.

Isabel Caces nació en el año 1825. Fue una importante benefactora de la ciudad de Valparaíso. Fue hija de Josefa Bravo y José Caces Leal, un comerciante valenciano. En agosto de 1845 se casó con John Brown Diffin (1808-1877), un acaudalado rentista, accionista de varias empresas y hombre de negocios de origen norteamericano, célebre por la construcción de la Aduana y los Almacenes Fiscales del puerto. Se dice que pudieron conocerse en alguna de las visitas que el empresario realizaba a la pequeña tienda de telas, géneros y paños, que poseía la familia Caces en Valparaíso.

Vivían en lo que hoy se conoce como la plaza Aníbal Pinto. Pese al incremento de su fortuna llevaron una vida libre de ostentación, sin grandes lujos. La señora Caces de Brown, participaba activamente de obras de beneficencia que se realizaban en la ciudad y tenía una intensa actividad social.

Al morir su esposo en 1877, la viuda y sus hijos (Guillermo, Juan, Isabel y María Teresa) figuraban entre las cinco fortunas familiares más relevantes del país. Junto a otros descendientes, heredaron una gran cantidad de documentos y escrituras (valo-

res, bonos, letras, créditos hipotecarios) muebles, dinero, y alrededor de 20 inmuebles y otros bienes.

Posteriormente, se casó en segundas nupcias con Alfredo Cox Bustillos (1882), hijo del destacado médico inglés Nataniel Cox, y apoderado de la señora Caces en los asuntos relativos a la partición, adjudicación y protocolización de los bienes heredados. De inmediato, el señor Cox se incorporó a los negocios de la familia Brown. Luego de tres décadas de trabajo, consiguió establecer una sólida posición económica y aumentar el patrimonio familiar.

Al morir su segundo esposo en marzo de 1913, la señora Isabel Caces recibió una cuantiosa herencia. Tres años más tarde, doña Isabel murió a los 91 años de edad, rodeada del afecto familiar y la consideración de la ciudad.

En su testamento de marzo de 1916, establecía su voluntad que sus hijas realizaran obras de beneficencia:

"Deseando hacer algunas asignaciones con objeto de beneficencia, instrucción o piedad y poder modificarlas sin llenar formalidad alguna, nombró albaceas fiduciarios a mis hijas María Teresa e Isabel o a la que de éstas me sobreviva, y les asignó, con cargo a la cuarta de libre disposición de mis bienes, la suma de un millón quinientos mil pesos de que dispondrán conforme a las instrucciones que privadamente les impartiré. En caso de cualquier dificultad la indicada suma de dinero se considerará un legado puro y simple, con derecho de acrecer y de cargo a la cuarta de libre disposición de mis bienes en favor de mis hijas Isabel y

María Teresa, pues estoy cierta de que ellas las emplearán íntegramente en obras de beneficencia, instrucción o piedad, sin dar cuenta a nadie".

Después de repartir medio millón de pesos entre diversas instituciones de beneficencia, ambas hermanas resolvieron dejar un millón de pesos para establecer las bases de un establecimiento de educación superior, bajo la nominación de la Fundación Isabel Caces de Brown.

Muy pronto, con la ayuda del párroco de Quillota (Pbro. Rubén Castro Rojas), de don Rafael Ariztía y de otros miembros de la familia, cobró forma la idea de fundar en Valparaíso una Universidad, dependiente de la autoridad eclesiástica local. El establecimiento estaría consagrado a la formación en las áreas de comercio e industria, para ahí formar a técnicos y profesionales que pudieran servir al Puerto de Valparaíso.

Nacía así la Universidad Católica de Valparaíso, hoy Pontificia, casa de estudios que abriría sus puertas en marzo de 1928, con las Facultades de Ciencias Físicas Aplicadas, y la de Comercio y Ciencias Económicas.

Los restos de doña Isabel Caces, al igual que los de Juan Brown Diffin, Alfredo Cox Bustillos y sus hijos, descansan en el mausoleo familiar que está ubicado en el Cementerio Nº 1 del Cerro Panteón de Valparaíso.

Juana Ross Edwards es una figura emblemática en la historia de Chile. Por su testamento inscrito en 1910, sabemos que su vida estuvo marcada por profundas tragedias personales, pero también por un incansable compromiso con la caridad y el servicio a los más necesitados. Nacida en La Serena, su legado perdura a través de numerosas instituciones que ayudó a fundar y sostener a lo largo del país, especialmente, en Valparaíso.

Juana Ross nació el 2 de agosto de 1830. Fue hija de David Ross Gillespie, un comerciante escocés que luego sería cónsul del Imperio británico en Coquimbo, y de Carmen Edwards Ossan-

dón, descendiente de un médico inglés. Juana fue la mayor de diez hermanos y desde joven mostró una inclinación hacia el servicio y la piedad, ayudando a su madre en el cuidado de sus hermanos y en actividades pías.

En 1851, Agustín Edwards Ossandón, un empresario minero y fundador del Banco de Valparaíso, pidió en matrimonio a su sobrina y secretaria. Una vez casados, la pareja se trasladó a Valparaíso, donde Agustín consolidó una considerable fortuna y Juana Ross comenzó a destacar por sus actividades benéficas. La vida de Juana Ross estuvo llena de pérdidas. De los siete hijos que tuvo con Agustín Edwards, cinco murieron en

la infancia y los dos restantes fallecieron en la adultez. En 1868, perdió a su padre y diez años después, a su marido, Agustín. Estas tragedias, lejos de quebrantarla, fortalecieron su determinación de dedicarse al servicio de los demás, y al engrandecimiento de la dignidad de los más desposeídos.

Más que en la caridad, Juana Ross fue una figura central en la filantropía y la beneficencia de la ciudad. Fundó junto a otras damas, la Sociedad de Beneficencia de Señoras. Esta organización se dedicaba a la asistencia de enfermos y huérfanos, y la Señora Ross participaba activamente en las labores de socorro o instruyendo a otros para que las pudieran realizar. Con el tiempo, dio forma a la Junta de Beneficencia de Valparaíso, lo que comprometía al Estado en la ayuda a los demás.

Su correspondencia con mandatarios y altas autoridades eclesiásticas, dan cuenta de la tenacidad con las cuales gestionaba esas ayudas y compromisos. El 9 de marzo de 1884, por ejemplo, fue recibida en audiencia privada por el Papa León XIII, en compañía de su hijo Arturo y otros familiares.

Entre las muchas otras contribuciones se encuentran: la adquisición -y luego donación la ciudad- de los terrenos para construir el Hospital San Agustín de Valparaíso (futuro Hospital Enrique Deformes). Lo “mejor de Europa” era encargado a sus cercanos para equipar aquel recinto hospitalario que se pierde en la memoria del barrio El Almendral. También, se cuenta la fundación y reedificación del Asilo del Salvador; el Colegio Salesiano de los Salesianos, la Escuela Arturo Edwards y otras Escuelas, no sólo en Valparaíso; el Curso de Leyes de los SS.CC., la Casa de Dolores; el Asilo Santa Ana, el Asilo de las Hermanitas de los Pobres; la Iglesia de Llay-Llay, la Capilla del Hospicio, la Iglesia de Rancagua, la de Tierra

Amarilla, la de la Providencia (La Serena), de la Candelaria (Copiapó); los Sanatorios de Peñablanca y Los Andes, para atender a tuberculosos; la Población Unión Obrera en el Cerro Cordillera, ejemplo de vivienda social, y un gran número de otras instituciones, como bomberos, capillas, parroquias y órdenes religiosas (femeninas y masculinas).

Durante el terremoto de 1906, ya viuda y de avanzada edad, organizó y financió la distribución de alimentos y recursos desde sus haciendas para ayudar a la reconstrucción de Valparaíso y a levantar a su gente. Su determinación y su generosidad fueron cruciales en esos y otros momentos de crisis.

La señora Juana Ross de Edwards falleció el 25 de junio de 1913 a los 83 años. Su funeral en Valparaíso fue multitudinario. Asistieron muchísimas personas que su caridad había bendecido. En 1992, sus restos fueron trasladados del Cementerio N°1 del Cerro Panteón a la cripta de la Catedral de Valparaíso, como un acto de gratitud y reconocimiento a su labor, dado el mal estado en que se encontraba el mausoleo familiar.

Juana Ross destinó grandes sumas de dinero y dedicó su vida a mejorar las condiciones de los más desfavorecidos. Se dice que evitaba asistir a homenajes, inauguraciones y actos de reconocimiento. Como se puede ver, el legado de Juana Ross de Edwards es mucho más amplio que su aporte material. Su compromiso con la caridad y su fe cristiana la convirtieron en una figura inspiradora, que debiera ser recordada por sus cualidades, como su humildad y su dedicación a los demás. Hoy, varias instituciones en Chile llevan su nombre y recordar su ejemplo puede ser el mejor homenaje que podamos brindarle.

Mary Elizabeth Franck fue una figura fundamental para la educación femenina en Valparaíso y en Chile. Nacida en 1851 en Alemania, obtuvo el título de Profesora de Ciencias e Idiomas Extranjeros en 1870 y ejerció la docencia en diversos establecimientos de su país.

En 1884, Chile buscaba reorganizar las Escuelas Normales encargadas de la formación de docentes. Para ello contrató pedagogos alemanes, célebres por sus métodos de enseñanza desde la primera infancia y la innovación en los programas

de estudio. Fue así como fräulein Franck se radicó en nuestro país. Contrajo matrimonio en Valparaíso en 1888, con el capitán inglés de la Compañía Sud Americana de Vapores, Archibald Duncan MacDougall, de quien enviudó diez años más tarde.

Desde 1885, organizó y dirigió la Escuela Normal de Preceptoras de Concepción. En efecto, en Chile se comprendió -algo tardeque el Estado debía garantizar que las mujeres recibieran la formación necesaria para ingresar a la Universidad, tarea que solo realizaban algunos establecimientos

particulares, sobre todo de varones. Uno de los acontecimientos más importantes que realizó esta docente fue formar parte de la creación del Instituto Carlos Waddington (nombre del vecino que había donado el predio para edificar el establecimiento) que, con el tiempo será llamado Liceo N°1 de Niñas de Valparaíso, primer liceo fiscal femenino del país que abrió sus puertas el 19 de abril de 1892.

De acuerdo con el decreto, fechado en diciembre de 1891, el colegio para señoritas tendría un internado con capacidad para 150 estudiantes, medio pupilaje y una sección de 200 externas. En su primer año, recibió 66 estudiantes.

Las gestiones realizadas por la directora Franck ante las autoridades locales y ministeriales para contar con la infraestructura, equipamiento y presupuesto idóneos para realizar las tareas por las cuales fue levantado el Liceo femenino son elogiables. Su argumento era que, tratándose de una ciudad de extensión considerable, y existiendo sólo un establecimiento de este tipo, se requería con urgencia recibir y acoger la alta demanda.

Lo realizado por la docente alemana causó grata impresión en la sociedad. Esto quedó demostrado en 1897, cuando Jorge Olivos, visitador de colegios de niñas subvencionados por el Estado, envió una carta al Ministerio de Instrucción Pública, señalando lo siguiente:

"Me es grato manifestar al Gobierno la satisfacción con que he visto la marcha técnica y científica de este Instituto. El

cuerpo de profesoras está a la altura de la difícil misión que le está encomendada, su competencia es completa y su asiduidad al cumplimiento de sus deberes no deja nada que desear [...]. El país puede estar cierto de que en manos de un personal docente como el del 'Instituto Carlos Waddington' se obtendrá el más lisonjero éxito desiderátum tan tenazmente perseguido, de hacer de la mujer chilena una mujer instruida, educada y virtuosa".

El Liceo N°1 de Niñas de Valparaíso, en su sede original de calle Victoria, estaba compuesto principalmente por profesoras europeas, quienes compartían labores con algunos docentes chilenos. Entre las primeras profesoras figuraron: Teresa Marzell, Ifigenia Arratia, Fanny Biber, Emilia Raddatz, Babette Courret, Valeria Micksch y Margarita Young.

En 1905, la directora Franck, una referente en la historia de la educación en Chile, formaba parte de la comisión examinadora encargada de seleccionar a las postulantes a la Escuela Normal de Preceptoras de Valparaíso.

Micaela Cáceres puede ser considerada como precursora del mutualismo femenino chileno y sudamericano. Sus padres fueron Francisco Cáceres e Ignacia Naranjo.

Nació en 1865, en una ciudad muy cosmopolita, conectada a la capital por el reciente ferrocarril, con afluencia de capitales y representantes de países extranjeros, pero con muchas desigualdades y precariedades en su población. En ese Chile, la fuerza laboral femenina se repartía entre el lavado de ropa ajena, el servicio doméstico, la cos-

tura, el comercio callejero de alimentos, entre otros. Para fines del siglo XIX, nuevos oficios vinculados a diversas actividades industriales y comerciales aparecieron en ciudades como Valparaíso.

Se sabe que Micaela trabajó como costurera en el taller de la Casa Gunter, en calle Esmeralda. Se trataba de un oficio incipiente, pues a mediados del siglo XIX, una máquina de coser importada costaba alrededor de 100 pesos. Para comienzos de 1880, su precio había bajado a 7 pesos y se

habían importado alrededor de 48.000 de estos artefactos.

Probablemente, fue en ese entonces que tomó conciencia de las necesidades y penurias de las y los trabajadores del Puerto. En noviembre de 1887, tras la muerte de una compañera de labores, Cáceres creó el primer sindicato de mujeres chileno, llamado “Sociedad de Obreras N°1 de Valparaíso”.

Este hecho repercutió a nivel nacional y permitió, por un lado, la proliferación de instituciones similares de ayuda y cooperación entre mujeres. Por otro, que comenzará a esbozarse lo que más tarde se denominará Movimiento Obrero. En organizaciones como esta se procuraba la defensa y protección social, la promoción del ahorro, el acceso a la educación, la atención en salud, entre otros beneficios para las trabajadoras. Estas demandas fueron totalmente pioneras para la época, abriendo así también las bases de la lucha feminista en el país.

En 1889, cuando vivía en la calle Yungay del barrio El Almendral, contrajo matrimonio con Juan Gamboa, también porteño, dedicado a la venta de cigarrillos. El 19 de mayo de 1940, Micaela Cáceres viuda de Gamboa fallece en el Hospital Enrique Deformes, producto de una insuficiencia cardiaca. Fue sepultada en el Cementerio N°2 de Playa Ancha.

Debido a su importante contribución a los derechos de las mujeres trabajadoras, en mayo de 1955, la Municipalidad de Valpa-

raíso inauguró un busto en honor a la sindicalista porteña, realizado por el artista Heraldo Orrego Soto. Esta escultura se encuentra en la Avda. Argentina, entre las calles Colón e Independencia.

Celia Castro nació en Quillota, en la Región de Valparaíso, en 1860. Fue maestra de un grupo de pintores que se conoció con el nombre de “Generación Porteña”. Por la importancia que posee en la historia de la pintura de nuestro país, se le considera una de las precursoras femeninas en el ámbito del arte.

Sus primeros estudios sobre pintura los hizo en esta misma ciudad. En 1877 ingresó a la Academia de Pintura de Santiago, primer instituto chileno en impartir la ense-

ñanza profesional de arte en Chile. Castro estudió pintura, primero con Pedro Ohlsen y, luego, con Pedro Lira. Con este último, se perfeccionó en la pintura al óleo, realizando paisajes, retratos y naturalezas muertas.

En 1878, obtuvo la segunda medalla en escultura en un concurso del Museo Nacional de Bellas Artes, bajo el seudónimo de Lucrecia Cáceres. Este fue su primer premio.

Celia Castro se transformó en una de las

discípulas más importantes de Pedro Lira, destacando en los certámenes anuales de toda esa década de 1880 y siendo reconocida por la prensa nacional pon sus naturalezas muertas. “Las playeras”, un óleo en tela de 1889 fue premiada en el Certamen Edwards. El reconocimiento le permitió viajar el mismo año junto a su maestro a la Exposición Universal de París, donde también obtuvo una medalla por su talento. Años más tarde, esta obra y “La Vieja” fueron adquiridas por la comisión del Museo Nacional de Bellas Artes, quien valoró la audacia de trabajar con figuras humanas.

A principios de 1901 retornó a Europa para estudiar pintura, producto de una beca asignada por el Gobierno de Chile. Fue así como, luego de Ernestina Pérez, se convirtió en una de las primeras mujeres becadas en la historia del arte chileno, participando en salones internacionales y abriendo camino a las futuras artistas.

En París su técnica se refinó y se amplió. Comenzó allí a pintar las calles y rincones de la ciudad, a participar en varios Salones y Academias, a pesar de sus recursos económicos limitados y sus relaciones complejas con las personas de su entorno. Su obra “Techos de París” es de este período y, en sus cartas, da cuenta de lo feliz que la hace su arte. “La Poda” se convierte en su obra cumbre. En este óleo, aparecen un hombre y una mujer cortando las ramas secas de un árbol en un paisaje campestre. Se conjugan en esta tela el uso de las técnicas aprendidas de sus maestros y se ob-

serva la sutil técnica melancólica que hereda de su estadía en París. Estuvo hasta 1927 viviendo en Francia, cuando regresó a Chile e instaló un taller de pintura en Valparaíso. Algunos de sus alumnos fueron René Tornero, Jim Mendoza y Graciela Lira, pertenecientes a la “Generación Porteña”. Estos jóvenes, que se

caracterizaban por su origen humilde, fueron formados por Castro, quien contribuyó a su desarrollo artístico..

Tras una exitosa carrera artística, Celia Castro –tía abuela del presidente Allende y viuda de Luis Tixier- falleció en Viña del Mar, el 12 de junio de 1930. Sus restos descansan en el Cementerio General de Santiago, donde fue trasladada.

Su legado se puede encontrar en importantes instituciones del país, tales como el Museo de Bellas Artes de Valparaíso, Museo Nacional de Bellas Artes, Pinacoteca de la Universidad de Concepción, Pinacoteca del Banco Central de Chile, Museo O’higgiano y el de Bellas Artes de Talca, entre otras instituciones y colecciones privadas.

Matilde Brandau Galindo fue una destacada defensora de los derechos de la mujer y fervorosa defensora de la educación femenina. Nació en Los Ángeles, en la actual Región del Biobío, en 1879. Fue hija del matrimonio de Valentín Brandau y Emilia Galindo.

En 1877, el entonces Ministro de Instrucción Pública firmó un decreto que marcaría un punto de inflexión en la participación de las mujeres en la educación y en la vida pública del país. Se trató, por cierto, de una medida no exenta de polémicas y debates

en la prensa. A contar de esa fecha, en gran medida reflejado en el Decreto Amunategui, las chilenas pudieron concretar una antigua demanda: su derecho a la educación superior. Poco a poco, la sociedad fue comprendiendo la necesidad e importancia de las demandas del “sexo femenino” .

Fue en este contexto que, en 1893, la señorita Brandau ingresó a la Facultad de Leyes de la Universidad de Chile, convirtiéndose en la segunda mujer en obtener el título de abogada en el país, y la quinta

en terminar los estudios universitarios. En 1898, la Imprenta Cervantes de Santiago publicó la tesis de grado defendida por la abogada, que lleva por título “Derechos Civiles de la Mujer” y que hace un prolijo examen comparado de los derechos que gozan las mujeres en diversas materias y en varios países de Europa y América.

Sus conclusiones tienen el espíritu, la valentía y el compromiso propios de las grandes mujeres de este país:

“El problema de la igualdad civil de ambos sexos no ha tenido, pues, en el trascurso de los siglos una solución que, guardando conformidad con las leyes eternas de la justicia, se imponga a todos como un principio indiscutible: aquí se concede a la mujer el ejercicio de un derecho sin traba alguna; allá se le concede, pero con ciertas limitaciones; i mas allá se le niega en absoluto. I ésto porque la fórmula de los derechos de la mujer suena tan mal todavía, como sonó antaño a los privilejiados del antiguo rejimen la f6rmula celebre: los derechos del hombre.

¿Cómo conceder, se dice, iguales derechos a ambos sexos?

La mujer está destinada por la Providencia a vivir recluida en su hogar: hai, un p eligro, se agrega, en manifestarle su derecho a ser considerada como un ser igual en derechos a1 hombre.

Salta a la vista el poco valor de este argumento. Desde luego, según é1, la mujer no carece de derechos, sino que, mui al contrario, tiene los mismos derechos que

el hombre; pero, no debe ejercerlos porque es peligroso para la sociedad. En otros términos: la mujer tiene capacidad jurídica, i el hombre, apoyándose en falsos principios, en aparentes razones, se la niega. ¿Es esto justo? ¿Es esto conforme a la equidad que manda dar a cada cual lo que le corresponde?

No, absolutamente. Permítase a la mujer el ejercicio libre de sus derechos civiles i, supuesto el caso remoto de que en él exista el peligro que alegan los adversarios de la capacidad de la mujer, búsquense los medios cómo evitar o atenuar ese peligro; pero, no se arrebate a aquella lo que le pertenece”.

Su investigación fue tan importante, que muchas de sus ideas fueron fundamentales para la posterior Constitución Política de Chile.

Desde 1905 su vida dio un giro y se consagró a la educación femenina, comenzando su carrera en el Liceo de Niñas de Linares, donde fue su primera directora. En 1907 y 1927, bajo el gobierno de Pedro Montt, primero, y Carlos Ibáñez del Campo, después, fue enviada a Europa para aprender sobre la educación femenina.

En junio de 1907, la abogada casó con el periodista Luis Ross Mujica, en Recoleta (Santiago). Semanas después, el matrimonio se mudó a Europa, ella para ganar experiencia en colegios de señoritas, él como diplomático chileno. Al poco tiempo de su residencia en España, el 23 de octubre de 1908, El Heraldo de Madrid publica en su portada la siguiente noticia:

“Joven •— sin llegar aún á los veinticinco años—, cultísimo, inteligente, siendo la bondad una de las formas de su inteligencia. acaba de extinguirse en el sanatorio del Rosario, de Madrid, Luis Ross, periodista chileno que viajaba por España estudiando las cuestiones sociales especialmente. La nación chilena, tan querida de España, ha perdido en él, para el porvenir, un hombre glorioso. A su joven esposa, D. Matilde Brandau, enviamos nuestro sentido pésame”.

Pero la tragedia no terminó ahí. En noviembre del mismo año, fallecería también en Madrid, el único hijo del matrimonio. Fue así como estos dolores trajeron a Matilde de regreso a su patria.

En 1908, fue nombrada directora del Liceo de Constitución, cargo que ocuparía por 5 años. Posteriormente, fue nombrada directora del Liceo Nº2 de Valparaíso, el cual lleva su nombre debido a su importante labor en la construcción del edificio.

Si bien, Brandau no se dedicó a la abogacía, destacó en el ámbito intelectual en Chile. Fue una de las primeras mujeres en participar en El Ateneo, círculo eminentemente masculino, que tenía por objetivo el cultivo de las ciencias y de las bellas artes. En este escenario, donde su hermano Valentín procuraba comprobar la pseudocientífica hipótesis de la inferioridad de la mujer, ella reivindicó la causa femenina y la igualdad de derechos respecto sus congéneres.

Matilde Brandau de Ross fue amiga y devota de Gabriela Mistral. En una carta de

noviembre de 1945, saludándola por la obtención del Nobel de Literatura, le comenta: “Dios ha querido mantenerla para darme, entre otros bienes, esta inefable satisfacción de saberla junto a Madame Curie, a Madame Joliot-Curie, a Selma Lagerlöf, etc. etc., en la pequeña pero maravillosa constelación de mujeres geniales”.

Luego de más de 40 años contribuyendo a la educación femenina y ocupando importantes roles en la vida cultural e intelectual del país, Matilde Brandau falleció en Viña del Mar, en diciembre de 1948. Sus restos fueron trasladados al Cementerio de Santiago.

Myriam Waisberg Izacson es una de las pioneras de la investigación patrimonial en el país. Sus textos, conocidos ampliamente, se han convertido en la base de cátedras de arquitectura y en un valioso legado para generaciones de arquitectos, historiadores, urbanistas y otros interesados en Valparaíso. Además, fueron un importante aporte al proceso de declaratoria de Valparaíso como Sitio de Patrimonio Mundial ante UNESCO.

La “Señorita Myriam” , como todos la llamaban cariñosamente, nació en Men-

doza, Argentina, el 11 de septiembre de 1919. Desde 1927, residió en nuestro país, adoptando con los años la nacionalidad chilena. Estudió arquitectura en la Universidad de Chile, titulándose en 1950. Un año más tarde se convirtió en docente de la sede porteña de esa casa de estudios. Quienes compartieron con ella señalan que se trataba de una persona “reservada, estricta y silenciosa” , pero “de buen humor y afectuosa con sus más cercanos”.

A lo largo de su vida profesional, la arqui-

tecta destacó por su vocación docente, su capacidad de investigación y el compromiso por proteger y difundir el patrimonio arquitectónico y cultural de Chile, transformándose en una de las primeras personas que se dedicó a los estudios patrimoniales en nuestro medio.

Entre los cursos que enseñó, figuran Historia colonial; Metodología de Investigación Científica; Seminarios de Arquitectura chilena; etc. Allan Browne, destacado académico y diseñador, destacó que se trataba de una mujer de ánimo indestructible. “El trabajo investigativo permitió llegar a las fuentes y fundamentos de aquellos códigos, invariantes constructivas y particularidades ambientales que definían el carácter de la arquitectura chilena. El rigor científico y metodológico de su trabajo logró sentar sólidas bases de comprensión y conocimiento de la historia chilena a través del estudio y comportamiento de la arquitectura y el espacio urbano en el tiempo”

Entre sus proyectos de investigación que culminaron en publicaciones, cabe destacar “El Inventario del Patrimonio Arquitectónico de la Quinta Región”, “La Arquitectura Religiosa de Valparaíso”, “Las Casas de Playa Ancha”, “La traza Urbana, patrimonio consolidado de Valparaíso”, “Los terrenos del antiguo Castillo de San José”, entre otros libros de gran valor para los estudios patrimoniales de la ciudad.

Myriam Waisberg fue miembro del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOM), de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía y del Colegio de Arquitectos de

Chile. En 1989 recibió el Premio del III Concurso Iberoamericano Instituto Eduardo Torroja, gracias a la recuperación de la Iglesia La Matriz de Valparaíso.

La arquitecta falleció en junio de 2004, dejando un gran legado que se puede conocer en el Fondo Myriam Waisberg de la Universidad de Valparaíso, el cual contiene una importante colección documental sobre el patrimonio arquitectónico de la ciudad.

Margot Loyola nació un 15 de septiembre de 1918. Si bien nació en Linares, fue una viajera permanente por el país, aunque le tuvo siempre un cariño especial al Puerto. Ella solía decir: “Aquí me hicieron maestra” refiriéndose a la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. “La Maestra” fue también recopiladora, intérprete, compositora e investigadora del folklore chileno, que amó y difundió como nadie en su tierra. En 1994, recibió el Premio Nacional de Arte en reconocimiento a su gran labor.

Si bien tuvo 3 hermanos, fue con Estela

con quien formó en la trastienda de la farmacia propiedad de su padre, el dúo musical Las Hermanas Loyola, que alcanzó gran repercusión mediática a mediados del siglo XX. Margot Loyola tuvo grandes maestros durante su vida. Estudió en Perú con Porfirio Vásquez y con José María Arguedas; en Uruguay, con Lauro Ayestarán y María Fornaro; en Argentina, con Ercilia Moreno Cha, Antonio Barceló y Carlos Vega. En Chile, con Rosita Renard, Elisa Gayán, Carlos Isamit, Oreste Plath, Eugenio Pereira Salas, Malucha Solari, Pablo Garrido, Luis Advis y una cantidad

no precisada de cultores, creadores, cantoras y cantores, de los valles, del desierto, del campo y de cada rincón del universo mapuche, chilote, rapanui, patagónico, pampino, etc. Mención especial de su amistad con Violeta Parra, con quien se denominaban comadres.

A temprana edad comenzó su formación musical. Partió tocando la guitarra y luego incursionó en el canto y en el piano. Debido a que en su tierra natal no había maestro que pudiera enseñarle, su familia contrató a un docente que venía de Talca. Posteriormente, continuó su formación en el Conservatorio Nacional de Música (Santiago), lugar donde aprendió obras de Chopin, Mozart y Haydn.

La carrera profesional de Margot comenzó cuando tenía 14 años, luego de presentarse en el concurso de la radio Pacífico para músicos aficionados. El público eligió al dúo de Las Hermanas Loyola por unanimidad, logrando que la emisora las contratara para que actuaran tres veces por semana.

Con el tiempo, se inició como docente en las Escuelas de Temporada de la Universidad de Chile (1949). Continuó estas labores de enseñanza en el Puerto y se incorporó como profesora en el Instituto de Música de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, que entonces se ubicaba en el Cerro Barón.

Margot Loyola es figura central en la formación de grupos folclóricos como

Cuncumén, Millaray, Palomar, Las del Puerto, y un gran número de ballets. Gracias a su enorme labor investigando, documentando y difundiendo la música chilena, en 1998, la casa de estudios la nombró Profesora Emérita. Posteriormente, dos universidades la distinguieron con el grado de Doctora Honoris Causa. En la actualidad, el Fondo Margot Loyola preserva parte de su legado académico y producción fonográfica y se ubica en el Campus Sausalito de la PUCV.

Por su enorme contribución al patrimonio cultural de este país, fue nombrada Hija Ilustre de diversas ciudades de Chile (Valparaíso, Linares, La Reina). El poeta Pablo Neruda la denominó como “emperatriz absoluta de Chile y sus canciones” . Entre sus principales publicaciones figura: “La cueca, danza de la vida y de la muerte”, “La Tonada, testimonios para el futuro”, “Bailes de Tierra en Chile” y “el Cachimbo, danza tarapaqueña de pueblos y quebradas”.

Margot Loyola falleció a los 97 años, luego de una próspera vida ligada a la Cultura. Tras su muerte, ocurrida un 3 de agosto de 2015, el gobierno de Chile decretó que el Día Nacional de la Cultura Tradicional y Popular fuera instaurado el 15 de septiembre, fecha de su nacimiento. Anualmente, en torno a su aniversario se entrega el Premio Nacional que lleva su nombre y que reconoce a los cultores y formadores más relevantes de la Cultura Tradicional.

Sara Vial fue una escritora porteña que tuvo una gran carrera como poeta, crítica literaria, narradora y ensayista. La totalidad de su obra literaria la desarrolló en Valparaíso.

Nació en el Cerro Alegre en 1927, y vivía en una antigua casona con sus padres. Se sabe que estudió en la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar y que se desempeñó como redactora del Diario La Unión, como corresponsal de La Nación de Santiago y como columnista de los diarios La Segunda de Santiago y La Estrella de Valparaíso.

Su primera publicación fue "La ciudad indecible" (1958) –con Prólogo de Pablo Neruda- al cual le siguieron otras obras como: “Un modo de cantar” (1962), "Viaje a la arena" (1970), “En la orilla del vuelo" (1973) –con Prólogo de María Luisa Bombal-, "Mi patria tiene forma de esperanza" (1981), “Neruda en Valparaíso” (1983), “La abeja de fuego” (1986) y “Valparaíso, el violín de la memoria” (2001).

Sara Vial fue descubierta por el poeta Neruda en 1955, a quien Camilo Mori le había entregado unos poemas de la escri-

tora. Con él entabla una amistad que durará hasta 1973. Una década después, le homenajea con un libro dedicado a “la ciudad que más amó” y con enorme gratitud. En palabras de Vial: “Gracias en especial al propio Neruda, que confió en mí y me sostuvo con una curiosidad provocadora, al esperar leer juntos esta obra” .

Por su participación en la inscripción del Área Histórica de Valparaíso en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO (2003) fue reconocida junto a otros creadores. Con justicia la Municipalidad de Valparaíso la nombró Hija Ilustre (2007) por haberse consagrado como una de sus más valiosas representantes culturales y literarias.

Producto de un paro cardiorrespiratorio, falleció en septiembre de 2016, a los 89 años. La poetisa fue reconocida durante su trayectoria con un buen número de galardones, entre los que cuentan el Premio Gabriela Mistral (1976) de la Municipalidad de Santiago; el Regional de Literatura y Periodismo “Joaquín Edwards Bello” (1980), el Premio de Periodismo “Daniel de la Vega” (1985) y el Premio “Alejandro Silva de la Fuente” de la Academia Chilena de la Lengua (2003).

Como homenaje a su producción literaria, Andrés Sabella la bautizó como “Sara Vialparaíso” y la Marina de Chile tiene algunos de sus poemas en varias reparticiones, mención especial en el Cabo de Hornos, su poema Albatros.

Lucinda Briceño Riquelme, nació en Valparaíso un 26 de enero de 1936. Vivió en el Cerro Polanco hasta 1985, año en que el terremoto derribó su casa y tuvo que trasladarse a Tierras Rojas. Ha dedicado su vida a la costura y al folklore.

Desde temprana edad comenzó a bailar. En 1966, fue campeona nacional de Cueca en un certamen organizado en Viña del Mar. Luego, formó parte del elenco estable del Casino de Viña del Mar, lo que permitió viajar al extranjero e interactuar con importantes artistas internacionales.

Su entorno siempre estuvo vinculado a la música y, según ella misma cuenta, nunca imaginó que terminaría dedicándose al canto. Las cuecas, los boleros, las tomadas y los valses peruanos, entre otros géneros, eran parte del repertorio que utilizaba en eventos y que heredó de sus reuniones familiares.

Su talento la llevó a ganar un concurso de canto a inicios de los años ‘70. Participó en diversas agrupaciones musicales, en los que cantaba cueca, música mexicana y tonadas. En los años 80, fue parte del

grupo llamado “Lucy Briceño y los Sureños” , luego fundó “Los Paleteados del Puerto” , con quienes estuvo durante largos años.

Para Lucy “nadie toca el pandero o baila la cueca de la misma manera” . Ella, como nadie, era capaz de “cantar ciento veinte cuecas, sin repetir ninguna” .

Por su importante trayectoria, el 2012, la Municipalidad de Valparaíso la nombró Patrimonio Vivo, debido a su fundamental rol al ser exponente de la música bohemia tradicional de la ciudad. El 2017, el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, la reconoció como Tesoro Humano Vivo, por su gran contribución a la identidad de la ciudad. Cuatro años más tarde, la Municipalidad porteña la declaró Hija Ilustre de Valparaíso, debido a su contribución en la promoción de las artes y el patrimonio inmaterial de la ciudad.

Lucy Briceño es uno de los máximos referentes de la música bohemia tradicional porteña y una de las voces autorizadas para situar su resurgimiento en años recientes. Tanto el “Rincón de las Guitarras” , “El Cinzano” o la “Isla de la Fantasía” se cuentan entre los principales escenarios porteños que han sido testigos de la pasión de esta mujer por la cueca, la cual ha cautivado a muchas generaciones. Según ha dicho “pienso cantar y coser hasta que Dios quiera” .

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AGRADECIMIENTOS

- DuocUC Sede Valparaíso

- Fondo Margot Loyola PUCV

- Fondo Myriam Waisberg de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Valparaíso Ilustre Municipalidad de Valparaíso

- Biblioteca del Congreso Nacional de Chile

- Biblioteca Nacional Digital de Chile

- Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

- Carlos Pardo - artista

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