Revista DeMemoria N°2

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DeMemoria

Publicación del Museo Casa de la Memoria No.2 | Oct. - Nov. de 2015

¡LA PAZ ESTÁ CERCA! PERSPECTIVAS DE LA PAZ TERRITORIAL ENTREVISTA CON CARLOS RAÚL YEPES, PRESIDENTE DE BANCOLOMBIA

REVISTA


DeMemoria Revista Edición N°2. Octubre – Noviembre de 2015 Museo Casa de la Memoria (MCM) Alcalde de Medellín Aníbal Gaviria Correa Representación del Consejo Directivo del MCM Alexandra Peláez Botero Vicealcaldesa de Educación, Cultura, Participación, Recreación y Deporte Directora general del MCM Lucía González Duque

Colaboración Equipo humano de los proyectos Memorias para la Reconciliación, Maletas de Nuestra Historia, Medellín ¡Basta Ya!, La Escombrera, Garantías de No Repetición, del diplomado Memoria: Territorio Paz y Desarrollo; y de la Mesa Voces de Paz. Diseño y diagramación Carol Gil Comunicación digital Sara Gómez Realizadora DeMemoria Radio Denis Correa

Director de Comunicaciones Mauricio Ballesteros

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Editor – periodista Yeison Camilo García

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Fotógrafa – periodista Sirley Muñoz Murillo

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Redacción Diego Bautista; Sergio Guarín; Ariel Gómez; y Ma. Cristina Osorio

Museo Casa de la Memoria Calle 51 # 36-66 (Parque Bicentenario) Tel. (57 - 4) 383 40 01 museocasadelamemoria@medellin.gov.co

W W W. M U S E O C A S A D E L A M E M O R I A .O R G

DE MEMORIA

RADIO

SÁBADOS A LAS 9 A.M.| Dial 710 AM


CONTENIDOS Editorial. “El reto: ser profundamente humanos”

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Voz de la gente

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PAZ ¡La paz está cerca!

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Camino hacia una agenda de paz territorial

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Luces y sombras de la paz territorial

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“Hemos perdido mucho tiempo pero no podemos permanecer en la equivocación”: Carlos Yepes

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MUSEO VIVO

M

Fabiola Lalinde: una madre que aún espera por la justicia

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Verdad, un derecho que se construye en conjunto

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¿A vos te han matado a alguien?

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HISTORIA DEL MUSEO

H

La madre tierra: un oprimido más que grita

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DESDE EL TERRITORIO “Abandoné las armas para regresar a la vida en el campo”

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Educación, requisito para la construcción de paz

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DESDE EL CRAM

A tres décadas del Palacio de Justicia

NOTAS DE MEMORIA

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Medellín ¡Basta Ya!, La Escombrera, Garantías de No Repetición, Maletas de Nuestra Historia, Voces de Paz y Diplomado en Memoria

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GALERÍA

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Y recalcó que la sostenibilidad del proceso dependerá del nivel de participación, es decir, del cambio que seamos capaces de producir de abajo hacia arriba, y no al contrario como parece que lo estamos demandando. Si lo que hemos querido es que nos dejen vivir en paz, será necesario ayudar a construir condiciones reales y simbólicas de inclusión y reconocimiento de la igual dignidad de todos los seres humanos, porque la paz deviene de la convivencia y ésta no es posible para unos y para otros no.

EL RETO:

SER PROFUNDAMENTE HUMANOS

LUCÍA GONZÁLEZ DUQUE Directora del Museo Casa de la Memoria Asistimos a un momento histórico, no solo para la vida política del país sino también para nuestras vidas. Y es supremamente importante entenderlo, para experimentarlo con el entusiasmo, la altura y el compromiso que demanda. Pero para ello, hemos de movernos del lugar en el que nos acostumbramos a vivir. Movernos de los paradigmas, las prácticas, el lenguaje que se acostumbraron a habitar nuestra existencia en tantos años de guerra. Lo que requiere Colombia, y lo que se propone en La Habana, nos hará un país más decente, más democrático y más humano. Eso sí, y solo sí, nos proponemos entender que el dolor vivido en este país tiene que ver con cada uno de nosotros, y que lo que está en juego es el reconocimiento de las fallas de una sociedad, no solo las de quienes hicieron parte de uno u otro grupo armado. Como lo dijo John Paul Lederach, asesor del Gobierno Nacional para este proceso de paz - así como lo fue en muchos otros alrededor del mundo-: "será responsabilidad de la sociedad civil asumir nuevas posturas que reduzcan la violencia después de firmado el acuerdo en Cuba". Continuó diciendo que: "la paz se logrará cuando cada colombiano asuma respeto por la diferencia y establezca relaciones productivas con el otro, con ese otro al que por más de un siglo no ha querido ni podido escuchar". _ 2

Por eso, si lo que decimos defender es la democracia y sus derechos, y si nos preciamos de ser ciudadanos de esta patria, hemos de constituirnos en verdaderos sujetos políticos en el más amplio sentido de la palabra, es decir, actuar en la búsqueda del bien común, dejando de lado intereses e ideologías construidas para preservar privilegios. Aquí lo más complejo y difícil es que tenemos el inmenso reto de incluir en este nuevo universo de humanidad a esos otros: los que estuvieron en la guerra del lado de los ejércitos victimarios, no solo porque ellos también son seres humanos -que vivieron en un contexto y con una historia que van a ser necesarios de comprender-, sino porque si hemos decidido abrirles de nuevo un espacio en la sociedad, lo tendremos que hacer de corazón, así tengamos que hacer un enorme esfuerzo, demostrando que en nuestro corazón cabe la compasión, es decir, la capacidad de ponernos del lado del otro y ayudarlo en su tragedia. También tenemos que reconocer hoy que si no estuvimos de ese lado fue por un azar del universo, y que de alguna manera fuimos parte de esa sociedad que permitió que la guerra ocurriera, alentando muchas veces la conformación de ejércitos de niños y jóvenes que perdieron todas las batallas, incluida la de sus vidas. Porque la Ley de Justicia y Paz -un acuerdo legal y social que aceptó la sociedad- y ahora los 75 puntos sobre los que se avanza en los diálogos de La Habana en la denominada Jurisdicción Especial para la Paz, tienen como punto central la reincorporación de muchos hombres y mujeres a una vida de derechos, en las mismas condiciones que reclamamos para nosotros y para los nuestros. Y de eso se trata la paz. Y por eso hemos de movernos del lugar del juicio al de la comprensión, del lugar de la exclusión al de la inclusión, del lugar de la retaliación al de la reconciliación. Por todo eso, este momento de la historia nos reta a ser más humanos, profundamente humanos.


VOZ DE LA GENTE REDES SOCIALES El MCM invitó a sus seguidores en las redes sociales de Facebook y Twitter a que reflexionaran, a través de la pregunta ¿para qué la memoria?, acerca del tema que le da su sentido y misión. Estas fueron algunas de sus respuestas: Twitter

--- Álvaro Cano (@alcanocano). “Sin memoria repetimos la tragedia… comprendiendo lo que pasó no es una ofensa la reconciliación”. --- Héctor Barajas (@antilagom). “La memoria es fuente de fuerza para sin miedo, con pasos más seguros, avanzar en el camino de la historia”. --- E-lo-í-sa (@JarabeDeAmapola). “Para no repetir. Para dignificar” Facebook --- Andrés Camelo. “Para reconocer los hechos que no debieron ocurrir y garantizar su no repetición, para comprender la realidad de millones de colombianos, para potencializar lo construido, para gestionar el conocimiento en la memoria institucional y aplicar mejoras en la implementación de la política pública”. --- María Ofelia Orozco Giraldo. “Para dignificar a los seres queridos caídos en la guerra y dignificar a sus familias, para que la verdad de las víctimas sea escuchada y no prime la judicial y la de los victimarios, aunque son importantes para la historia”. DEMEMORIA RADIO Durante las emisiones del programa de radio del MCM, que se trasmite cada sábado entre las 9:00 y las 10:00 a.m. por Radio Red 710 AM, los oyentes llaman a opinar y aportar acerca de los distintos temas. Estos son algunos de sus comentarios: --- Lina Mar González. “La paz es un tema individual, no debemos uniformar su sentido con la educación, porque todos tenemos una forma diferente de entenderla”. --- Patricia Elena Oquendo. “Dejemos la indiferencia e insensibilidad. Nunca es tarde para comenzar de nuevo”. --- Luz Marina Vidal. “Conformando sociedad podemos hacer algo positivo sobre la paz”. --- Geraldine Parra. “La paz la construimos todos y cada uno”. --- Carolina Ramírez. “Para sanar, resignificar, trascender!”.

INVITADO El teólogo brasilero Leonardo Boff visitó el MCM. Estas fueron algunas de las percepciones que expresó al final del recorrido por la exposición permanente Medellín: memorias de violencia y resistencia. “Yo creo que el ejercicio de memoria que hacen en el Museo tiene un valor pedagógico: es una especie de toma de conciencia de los ciudadanos sobre lo que ocurre en el país y que no puede ocurrir en una sociedad mínimamente civilizada; de que tenemos que respetarnos, aceptarnos y no utilizar la violencia para la solución de los problemas, sino dialogar, conversar y llegar juntos al gana-gana, renunciando cada uno a algo para alcanzar un punto de equilibrio. Entonces es bueno que muchos pasen por aquí y vean cómo está el país; los centenares, millones de víctimas: muertos, desaparecidos que son parte de la patria de Colombia, pero de la parte oscura, la parte inhumana que uno tiene que superar y sentirse involucrado e impactado afectivamente. No se trata de mirar sencillamente como se mira un Museo. Aquí es mirar memorias vivas que requerimos mantenerlas así para mostrar que el futuro tendrá que ser diferente, donde la centralidad sea la vida, la dignidad, la existencia de las personas”. CARTA Luego del homenaje que se les hizo en el MCM a las ganadoras del Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos Diakonía: Mujeres Caminando por la Verdad y Fabiola Lalinde, esta última dirigió una carta en nombre propio y de su familia, agradeciendo a todas las personas e instituciones que las acompañaron. Estos son algunos fragmentos: “Queridísimas y admirables amigas: muy agradecidas e inmensamente agradecidas por tantos homenajes a esta mamá común y silvestre, como siempre lo he manifestado. Les comento, con toda sinceridad, que me sentí como una hormiguita ganadora del Diakonía en medio de personas muy inteligentes y admirables, como lo son los indígenas, afros, campesinos, sacerdotes, profesionales de diversas áreas de los derechos humanos con sentido de país, de humanidad, de respeto de honestidad y demás valores que corresponden a la especie humana. Este resto de mi vida, me queda corto para dedicarlo a los innumerables agradecimientos por tantos homenajes recibidos y, muy especialmente, por esa solidaridad incomparable, tanto nacional como internacional, que nos ha sostenido en la adversidad, en estos 31 años, de nuestro ausente siempre: Luis Fernando, porque, uno solo no llega a ninguna parte”.

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que permite afirmar que el fin del conflicto está cerca es que “por primera vez en la historia de las negociaciones entre el Gobierno y las Farc, la mesa -y no la guerra- es el escenario central de las partes”. Además, “nunca antes se había llegado a abordar la agenda”. Por su parte, Rafael Grasa, analista internacional y presidente del Instituto Catalán Internacional para la Paz, sostuvo que la paz -comprendida como la firma de un acuerdo final- está cerca porque “prácticamente el 70% de la agenda de construcción de paz, pactada para discutir en La Habana, ya está tratada y con grandes puntos de acordados”

¡LA PAZ ESTÁ CERCA! Desde el año 1991, cuando se convocó a la Asamblea Nacional Constituyente para promulgar una nueva Constitución Política de Colombia, los gobiernos de turno han realizado cuatro intentos de negociaciones de paz con la guerrilla de las Farc, que existe desde 1964. Sin embargo, nunca antes -como ahora- un gobierno había avanzado tanto hacia el fin del conflicto con ese grupo armado. Lo manifestado por el presidente Juan Manuel Santos da cuenta de ello, cuando desde Cuba y -acompañado por los negociadores- se reunió Timoleón Jiménez, alias ‘Timochenko’, para anunciar que ambas partes firmarían un acuerdo de paz a más tardar en seis meses: el 23 de marzo de 2016. Un mes después, el 28 de octubre, el gobernante les hizo un llamado a las Farc para que aceleraran la discusión en la mesa de diálogos. “Hagamos ese esfuerzo para que de aquí al 31 de diciembre podamos, por ejemplo, terminar el punto 5, el del fin del conflicto, y así poder decretar un cese al fuego bilateral y verificable internacionalmente a partir del primero de enero (2016)”. Esa celeridad en el proceso de negociación les ha hecho entender a algunos sectores del país que realmente la paz está cerca. Y así lo han entendido investigadores y analistas, quienes coinciden en calificar como un gran avance los acuerdos logrados hasta ahora en cuatro puntos: desarrollo agrario, participación política, sustitución de cultivos ilícitos y víctimas. Avances esperanzadores. Según expuso Max Yuri Gil, investigador y estudiante del doctorado en Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Nacional, uno de los aspectos _ 4

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Además, indicó, luego del acuerdo conseguido en torno a justicia transicional para los guerrilleros, ambas partes negociadoras “han quemado sus naves y han llegado a lo que técnicamente se denomina punto de no retorno, por lo tanto han aceptado que no hay reversa”. Asimismo, agregó, “han fijado un horizonte temporal de seis meses”, que admitiría, incluso, avances o retrasos inesperados. “De tal manera que podemos decir fácticamente hoy que la guerra con base en el cese al fuego y el desescalamiento del conflicto, la guerra que tiene que ver con las acciones bélicas, prácticamente se acabó. Y, desde el punto de vista político, las partes han avanzado a un punto en el cual realmente es más difícil devolverse que terminar en un acuerdo de paz”, afirmó Gil. Avances que -junto con los anunciados recientemente sobre la creación de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, y la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas- se deben, en parte, a las experiencias y aprendizajes heredados de procesos de paz realizados en Irlanda, Filipinas, Sudáfrica y Centroamérica, según comentó el sacerdote Francisco de Roux, provincial para Colombia de la Compañía de Jesús. Puntos pendientes. Para que en Colombia haya una paz estable y duradera, aún restan dos puntos por ser discutidos: el de terminación del conflicto, que incluye acciones como el cese al fuego y de hostilidades bilateral, la dejación de armas y la reintegración -con garantías de seguridad- de los guerrilleros a la vida civil; y el de implementación, verificación y refrendación del Acuerdo Final. Sobre la terminación del conflicto, el investigador Max Yuri Gil explicó que aún están pendientes procesos como establecer las condiciones para la concentración de las guerrillas de las Farc, la entrega de las armas para su disposición final, la transición de la ilegalidad a la constitución de un partido político y las garantías para que no sean victimizadas por grupos paramilitares.


Y añadió que aún deben diseñarse un conjunto de estrategias para hacer seguimiento a la implementación y verificación de los acuerdos. Eso, aclaró, teniendo en cuenta que quedaría pendiente el proceso de refrendación, para el cual el Gobierno Nacional propone convocar a una consulta popular, y las Farc, impulsar una Asamblea Constituyente. También, resaltó que aún después de pactar las condiciones de esos dos puntos, habría que abordar “la revisión de los elementos que fueron quedando a lo largo de la negociación como pendientes, la mayoría de los cuales creo que pasarán a la agenda política nacional y ya no serán objeto de discusión en La Habana. Aunque algunos de esos temas son importantes, como por ejemplo los tratados de libre comercio”. En ese sentido, puntualizó que la actual es “una agenda chiquita” que le apunta a la transformación social y política del país -más que al fin de la guerra- con medidas mesuradas, que se hubieran podido acordar hace décadas y, así, evitar miles de muertes y víctimas. Por eso, insistió Gil en que “muchos temas importantes para los sectores democráticos de la sociedad civil se van a quedar por fuera”. Dificultades previstas. A pesar de la confianza depositada por buena parte de sectores de la sociedad en el proceso de paz que se desarrolla en Cuba, este debe afrontar dificultades asociadas a factores la polarización política entre los gobernantes, decisores de la legislación y las condiciones estructurales (sociales, económicas, culturales, etc.) del país. Así lo reconoció Gil, quien señaló que ante los avances recientes “los enemigos del proceso de paz -no estoy hablando de los opositores políticos sino de los enemigos que actúan desde la ilegalidad o desde la legalidad con prácticas ilegales-, van a intentar entorpecer el proceso o generar un hecho político, por ejemplo en las elecciones presidenciales de 2018, que vaya en contra del proceso”.

A aquello, el jesuita De Roux sumó su preocupación por las condiciones en que el Acuerdo Final pactado en La Habana ingresará y saldrá del sistema legislativo, sea este el Congreso o el Congresito. “Me preocupa mucho que a esos acuerdos, que han sido hechos con tanto trabajo, seriedad y consulta internacional, se los coja, se les eche tijera y se los reduzca”, porque eso podría ocasionar desconfianza entre las Farc. Y más allá de ello, el analista Grasa advirtió que, a su modo de ver, una de las principales dificultades para el proceso de paz podría surgir cuando haya que “repasar y llegar a acuerdos en las salvedades de los puntos acordados, tanto en tierras y cultivos ilícitos como en participación política y víctimas, porque exigen una segunda y tercera lectura. Eso en algún punto será complejo, porque hay que volver a negociar”. No obstante, aseguró que a diferencia de hace seis meses, ahora todas esas dificultades podrían empezar a percibirse más como obstáculos superables: puertas que admiten ser abiertas para iniciar un tránsito que podría durar hasta 15 años posteriores a la firma del acuerdo de paz; tiempo para consolidar nuevas relaciones sociales y disminuir los riesgos de violencia generalizada por razones políticas. En últimas, expresó De Roux, la paz está cerca porque cada vez es más factible la transformación de Colombia: “un país que tiene una crisis espiritual muy profunda, que se rompió como sociedad humana, y que intenta superar la corrupción, la inequidad, la falta de respeto colectivo, la destrucción de la vida humana y la intromisión de las armas en la política, para llegar a la paz”.

Yeison Camilo García Periodista del Museo Casa de la Memoria PAZ |

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CAMINO HACIA UNA AGENDA DE PAZ TERRITORIAL La firma de los acuerdos que le pondrán fin al conflicto armado está cerca. Los colombianos estamos entonces a la víspera de iniciar un periodo de transición en el que deberemos aunar esfuerzos para iniciar, de manera vigorosa, el proceso de construcción de la paz. Una paz que se ha planteado como estable y duradera. Para emprender el camino hacia esa paz, más allá del texto de los acuerdos, más allá de enterrar para siempre el vínculo entre armas y política como el medio para resolver nuestros conflictos, debe ser imperativo que cada uno de nosotros entienda que estamos, desde cualquiera que sea el ámbito, ante una extraordinaria oportunidad para hacer las cosas mejor y de manera diferente. Sólo con ese compromiso basta. Y es así como deberemos enfrentar de manera directa y decidida los enormes desafíos y complejidades que se avecinan después de la firma. El peor escenario en este punto sería el del más de lo mismo o el del que no pase nada: el de no ser capaces de aprovechar la oportunidad que hoy nos ofrece la historia. El Alto Comisionado para la Paz ha propuesto como uno de los fundamentos de la implementación de los acuerdos el concepto de “paz territorial”. Una paz que debe construirse a partir de la voluntad real de hacer una transformación desde los territorios, que lleve beneficios y oportunidades a todos los pobladores que los habitan. Desde luego, con los énfasis poblacionales y regionales necesarios por la mayor intensidad de los efectos del conflicto, pero sin excepciones y sin exclusiones. Conseguir esa paz territorial implicará una construcción conjunta, que debe darse a partir de un proceso ampliamente participativo, en un diálogo nacional y regional que involucre al Gobierno y a las instituciones estatales, a las organizaciones sociales y a las comunidades en el territorio, y _ 6

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al sector privado y a sus empresas, pues la tarea es de tal magnitud que no será posible conseguir logros rápidos y avances estructurales sostenibles a partir de la acción en solitario de los gobiernos y las instituciones estatales. Con la firma de los acuerdos en un horizonte cercano -de meses-, es necesario afinar el ejercicio de preparación para lo que será la implementación. La agenda deberá traer acciones pero también será necesario desde ya emprender la tarea de generar unas mejores condiciones que las que existen hoy. Se ha venido proponiendo que la agenda de acciones deberá, en primer lugar, contemplar ajustes institucionales de fondo, no los inerciales y tecnocráticos de años recientes, sino los necesarios para el reconocimiento genuino de los territorios, con una lectura adecuada de las complejidades de su diversidad, los potenciales de su vocación y sus particularidades. Por ejemplo, se necesitará cambiar la lógica actual de la administración pública del nivel central -de énfasis especialmente sectorial y poblacional- por una que sitúe al territorio como la unidad básica para el diseño de las políticas, la planeación y la asignación de los presupuestos. En segundo lugar, una participación ciudadana vigorosa, activa, con incidencia en las decisiones; innovadora más allá de la reivindicación y orientada hacia una movilización positiva de la sociedad, para abordar -con actores afines y contrarios- las complejas problemáticas y conflictividades en los territorios. Y como una tercera pieza, se ha entendido que la agenda debe contemplar un elemento imprescindible: la reconstrucción de la confianza, la convivencia y la reconciliación entre los colombianos. Es este un intangible fundamental y poderoso para la construcción de paz, no sólo porque estamos ante una ruptura de la confianza en todos los espacios -desde el del ciudadano con las instituciones


hasta el del entorno familiar-, sino porque esa reconstrucción hará posible una implementación con menos fricción en los territorios. Pero la agenda deberá incluir, también, un cambio y mejoramiento de las condiciones actuales para adelantar la construcción de la paz. La primera de ellas es la seguridad. No sólo la seguridad de aquellos que dejarán las armas con estos acuerdos, o la de las comunidades donde habitarán los excombatientes, sino la seguridad en todas las zonas rurales y en las ciudades; seguridad necesaria para iniciar los ejercicios de diálogo que se requieren en el territorio, de manera legítima y sin constreñimientos. La justicia, por supuesto, es también otra condición necesaria que deberemos consolidar si se trata de recuperar la confianza en el Estado. En algunos territorios, este aspecto deberá ocupar un lugar central, especialmente en aquellos donde hoy es ejercida por actores ilegales que regulan incluso los aspectos más básicos y cotidianos de las relaciones de la comunidad. Desde luego que el propósito de avanzar hacia el cierre de las enormes brechas en las condiciones de vida de los colombianos y entre regiones deberá cabalgar ahora de manera menos retórica y con mayor decisión, con los planes y programas que harán parte de la implementación de los acuerdos. Y en la viabilidad para cumplir este propósito, se hacen visibles dos fantasmas cuyo recorrido hay que parar: el de la corrupción y el clientelismo.

Poner en marcha -desde el momento inicial- estrategias para promover dinámicas económicas en los territorios será otra condición, tal vez la primordial para hacer una paz sostenible y no asistencial. No sólo para asegurar la reparación efectiva de las víctimas y para el logro de unos procesos de reintegración exitosos, sino para capitalizar para todos los pobladores en el territorio lo que algunos llaman dividendos de la paz. Finalmente, está la transformación cultural: debemos entender que la agenda de paz no se debe limitar a implementar los acuerdos de La Habana o al abordaje de unos proyectos y programas. La construcción de la paz pasa por una paciente, profunda y dedicada reconstrucción interior; por una transformación mental a la que debemos también hacer tránsito, pues como individuos y como colectivo tenemos una forma de relacionarnos y de resolver nuestras diferencias que es resultado de que nos hemos adaptado y acostumbrado a convivir directa e indirectamente con el conflicto. Ahora, tendremos que desarrollar nuevas habilidades y herramientas para entendernos con los otros; tendremos que aprender a mirar con nuevos ojos.

Diego Bautista Asesor para Paz Territorial y Arquitectura Institucional para el Postconflicto de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz.

Paz, una construcción desde las regiones. Durante el segundo semestre de 2014 -y con continuidad en el 2015-, la Red Nacional de Programas Regionales de Desarrollo y Paz (Redprodepaz) convocó a miembros de la sociedad civil e instituciones de los municipios y departamentos más golpeados por el conflicto armado a participar en doce Encuentros Regionales de Paz. Según el documento que reúne las conclusiones de aquellos, las regiones tienen hojas de ruta que demuestran distintos niveles de preparación por parte de los actores locales para participar en la etapa de transición hacia la paz. Una paz que, afín con el modelo convenido por el Gobierno Nacional y las Farc en La Habana, se implementará con base en el concepto de paz territorial. En ese sentido, el archivo reseña que Sergio Jaramillo, alto comisionado para la Paz, ha reiterado que aquel concepto “está en el centro de la visión de la paz del Gobierno, unido a la preocupación por los derechos, que surge de reconocer las brechas en el territorio y la necesidad de un modelo de construcción diferenciada de Estado”. Aunque, agrega el texto, los componentes del modelo de paz a construir deben surgir a partir de las necesidades y particularidades de cada región, desde la Oficina del Alto Comisionado para la Paz -adscrita a la Presidencia de la República- se han planteado, en términos generales, cuatro componentes que el Gobierno considera esenciales en esa misión: enfoque territorial del desarrollo, participación política y ciudadana, relaciones con la institucionalidad, y construcción de ciudadanía y reconciliación. No obstante, los participantes en los Encuentros Regionales de Paz llegaron a un consenso en torno a que a en aquel listado se debe adicionar un quinto componente, que ellos denominaron “des-escalar el conflicto para ambientar la paz territorial”.

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LUCES Y SOMBRAS DE LA PAZ TERRITORIAL Comencemos por reconocer el enigma que supone la idea de la “paz territorial” y la enorme confusión que ha despertado en muchos sectores. Esta pequeña frase, que se ha convertido en una especie de mantra para los funcionarios de la Oficina del Comisionado para la Paz, contiene tanta miel como veneno. Primero lo primero. “Paz territorial” es un apócope. Un modo abreviado de decir que esta paz que pretendemos construir la queremos hacer con perspectiva territorial. Hasta ahora, ningún aporte a la comprensión. Intentemos profundizar un poco. “Paz territorial” es una invitación a hacer tres cosas: ajustar la acción del Estado a las necesidades específicas de cada territorio, diseñar y ejecutar las políticas públicas de manera participativa y descentralizada, y procurar que el postconflicto sea una oportunidad para fortalecer las capacidades locales, tanto las de las instituciones públicas como las de la comunidad. La propuesta emociona. ¿Cómo resistirse a un planteamiento tan sensato? ¿Cómo decir que no a un anhelo de tan larga data en estas tierras tan hermosas como sufridas? Efectivamente, muchos coincidimos con que el centralismo, la verticalidad y la falta de pertinencia son defectos terribles de nuestras políticas públicas. Ahora resulta que tenemos que inventar un nuevo concepto para lograr las metas que nos planteamos explícitamente en la Constitución del 91 y que tuvieron tantos antecedentes. Ya en la Comisión Nacional de Reconciliación y Rehabilitación, que impulsó el presidente Lleras Camargo en el lejano 1958, se hablaba de inversión para el desarrollo territorial con un alto componente de autonomía. Quizás por ello es que una de las cosas que más duele es que esta noción se venda como una idea original e innovadora, como si fuera un descubrimiento irrepetible y sin precedentes. No debemos olvidar que el país ha procurado, a través de muchas estrategias y con múltiples limitaciones, construir institucionalidad recurriendo a la descentralización, a la participación y la pertinencia. Hoy son exóticas las menciones sobre el Plan Nacional de Rehabilitación, que, al compás de un esfuerzo descomunal por la paz, generó un enorme dinamismo regional antes de la elección pública de los alcaldes. Uno entre muchos esfuerzos con una clara orientación a la participación ciudadana y el fortalecimiento de lo público. _ 8

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Si esto ha sido así, ¿por qué nos ha resultado tan complicado consolidar un modelo de construcción de Estado desde los territorios, y por qué aparece hoy la “paz territorial” como una novedosa propuesta? Sin duda, hay muchas explicaciones para ello. En este modesto texto quiero proponer dos. Una, la intromisión que la politiquería y el clientelismo han hecho en varios de los intentos que acabo de mencionar, y dos, la extraña y obsesiva costumbre que tiene el Gobierno colombiano (especialmente el nacional) de no cumplir lo que promete. Sobre el primer punto señalaré que nuestra historia muestra la enorme eficacia de los operadores políticos para extraer beneficios de las distintas rentas e ingresos. En ese sentido, los proyectos de participación ciudadana, que se plantearon inicialmente como antídotos contra la politiquería, terminaron en muchas ocasiones capturados por la misma y sirviendo a los intereses de grupos particulares. Muchos políticos, que no recibieron invitación formal -por miedo o por descuidoterminaron apoderándose de la fiesta. En cuanto al segundo punto, debemos reconocer con dolor que el nuestro es un Estado esencialmente incumplidor. El Departamento Nacional de Planeación (DNP) hizo un balance de los acuerdos hechos entre el Gobierno Nacional y los territorios entre los años 1975 y 2010. En aquel constató que el 80% de estos acuerdos ha sido incumplido. En esas condiciones, resulta completamente ilusorio pretender que exista algún tipo de legitimidad. Y ahora, que se nos viene la paz y que los acuerdos entre el Gobierno y las guerrillas de las Farc nos hablan de lo mismo que hemos escuchado por más de 25 años, ¿qué vamos a hacer para que los dos problemas que he mencionado no sucedan? Triste resulta ver la confianza inocente (y en otros casos el descaro) de algunos que creen que el país va a cambiar por efecto de una receta mil veces ensayada y poco reconocida. Esta Paz territorial, que no es otra cosa que desarrollo regional con equidad y seguridad integral en zonas vulnerables, requiere invitar a los políticos a participar y ponerles reglas estrictas y sobre la mesa. Al mismo tiempo, requiere el coraje de decir qué se puede y qué no. Estar dispuesto a quedar mal. Mal pero con sinceridad. ¿Estaremos dispuestos a ese esfuerzo? ¿Esta pela, quién se la va a dar?

Sergio Guarín Coordinador del Área de Postconflicto de la Fundación Ideas para la Paz


“HEMOS PERDIDO MUCHO TIEMPO PERO NO PODEMOS PERMANECER EN LA EQUIVOCACIÓN”: CARLOS YEPES Plantear una entrevista sobre temas de paz y reconciliación con el presidente del principal banco del país: Bancolombia -y uno de los mas importantes de América Latina-, puede suponer respuestas cargadas de una diplomática visión empresarial que redunden en compromisos y apoyos soportados sobre puestos de trabajo generados y el cumplimiento de obligaciones tributarias, como gran aporte al país. Pero cuando ese empresario se llama Carlos Raúl Yepes y su compromiso y apoyo lo llevan, incluso, a integrar la Comisión Asesora de Paz del Gobierno Nacional, cambia la perspectiva y desaparecen esas respuestas esperadas y entran en escena profundas reflexiones cargadas de interpelaciones para todos los sectores de la sociedad. En diálogo con DeMemoria Revista, el Presidente de Bancolombia presenta una serie de planteamientos que pasan por su perspectiva del proceso de paz en La Habana y las que son, a su juicio, las bases de la reconciliación en nuestro país.

una sociedad que se partió y se olvidó de lo rural, y esos espacios fueron copados por otros de manera indebida. Las bases de la reconciliación pasan por un reconocimiento de la sociedad de que todos somos culpables, y no estoy diciendo que de los asesinatos y las masacres, me refiero a que esta ha sido una sociedad inequitativa y desigual y ahí todos somos responsables, porque abrimos los espacios para que la rebelión y la sublevación contra el Estado surgieran. Si esta sociedad quiere reconciliarse tiene que reconocer primero que históricamente se ha equivocado, que ha sido indolente, injusta e inequitativa. Que la distribución de la riqueza la hicimos mal. Este es un momento para el cambio, yo creo en el cambio y la buena voluntad, en que todos desde cada una de nuestras posiciones -empresarios, iglesia, medios de comunicación, la sociedad civil expresada de mil maneras- tenemos un gran espacio para construir colectivamente la paz. ¿Cómo debe actuar esta sociedad, y el sector privado en particular, de cara a la reconciliación y la construcción de paz, en especial en ese campo donde están esas víctimas que lo perdieron todo, hasta la esperanza como usted dice? Nosotros hablamos de que la sociedad tiene que ser mas humana. Muchas veces lo que menos hacemos los seres humanos es, precisamente, ser humanos. En Bancolombia nos concebimos no solamente como un actor económico sino como un actor de la sociedad. Ese concepto de que las empresas son para dar plata está superado: la obligación de las empresas de ser rentables

Usted dice que estamos en mora de reconciliarnos, ¿cuáles considera que son las bases de esa reconciliación en Colombia? La reconciliación pasa por reconocer a las víctimas, por entender la tragedia de esta sociedad que permitió que pasaran el desplazamiento, el desarraigo, el sufrimiento… La guerra no se lee, la guerra no se escucha, la guerra se vive. Podemos encontrar escrito todo lo que queramos sobre la guerra, pero solo cuando yo he perdido a mi padre, a mi madre, a mis hermanos; cuando he perdido todo, hasta la esperanza, es que entiendo el significado de la guerra. Lo que yo he visto es que en Colombia se perdona más en el campo que en las ciudades, se está más de acuerdo con el proceso de paz en el campo que en las ciudades, esta es

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sigue pero cambió el de rentabilidad: un buen negocio es aquel que perdura en el tiempo y que es capaz de conectarse con la sociedad. Lo llaman economía de la empatía, relaciones basadas en el respeto y la confianza que son capaces de producir mayores y mejores resultados. ¿Estamos a tiempo de hacer las transformaciones necesarias para que las futuras generaciones puedan vivir en un país diferente? Hemos perdido mucho tiempo, siempre pudo haber sido antes, pero no podemos permanecer en la equivocación y en el error, hay que crear consciencia para el cambio y eso siempre será bienvenido. Hay muchas oportunidades, esta sociedad está en un momento histórico y tenemos que ser capaces de interpretarlo, entenderlo, planearlo y ejecutarlo. El país está en mora de tener un acuerdo sobre lo fundamental –como lo decía Álvaro Gómez Hurtado-, una agenda común por lo que nos une y no por lo que nos separa; una agenda como país por el desarrollo social y económico, independiente de lo que pase en La Habana. Entremos entonces en los temas de La Habana. ¿La Paz está cerca? Pues depende como uno lo quiera ver. Puede estar cerca un acuerdo de paz con las Farc que no es la paz. Este es un país de muchos conflictos históricos, mucha violencia, y yo creo que hay que empezar a solucionar poco a poco los problemas. Va a haber acuerdo de paz con las Farc pero aún quedan pendientes definiciones importantes en los puntos de la agenda. El de la justicia era uno muy importante y detrás de él están las víctimas lo que le da mayor valor; la verdad, la reparación, la no repetición tienen que seguir siendo el eje esencial. Es muy importante que las Farc entiendan que no están negociando con el Gobierno sino con la sociedad como un todo, con unidad de propósito de dirección, y esa sociedad tiene que expresarse. Creo que el proceso de La Habana es irreversible. Lo que pasa es que es muy complejo porque la paz que necesita este país tiene que ser construida desde las regiones, donde los conflictos son muy diferentes. _ 10

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Al final, decir que la paz está cerca es siempre un deseo: quererla ver cerca, tenerla cerca y, definitivamente, que la paz exista. La paz no se firma sino que se construye. Dicen que el diablo está en los detalles. Usted señala que hay asuntos pendientes. ¿Ve voluntad de las Farc para finiquitar este acuerdo o se puede atascar en esos detalles? La palabra voluntad es muy compleja. Yo creo que hay hechos y comportamientos que permitirían creer que la guerrilla alcanzó un grado de madurez para entender que la vía armada no es el camino para abrirse paso en la participación política. Si uno se va un año atrás encuentra unas Farc muy diferentes a las de ahora. Por eso, para mí es muy valioso el acuerdo sobre justicia transicional, porque muestra que las Farc, a pesar de ser tan duras, hacen parte de un proceso de negociación en el que están dando y recibiendo. A mí particularmente me dolieron mucho las declaraciones de “Timochenko” cuando dice que no se arrepiente de nada. Para mí eso es absolutamente contradictorio y muy preocupante, porque si nos devolvemos en un silogismo deberíamos entender que si queremos paz primero tenemos que pasar por reconciliación, si queremos reconciliación primero tenemos que pasar por perdón, y si queremos que haya perdón hay que pasar por arrepentimiento. Si nosotros no encadenamos el arrepentimiento con el perdón, la reconciliación y la paz, algo va a fallar y de manera grave.


Esos actos de lenguaje de guerra no benefician el proceso, minan la confianza, y si algo le ha faltado a este proceso es confianza y credibilidad, pero tampoco podemos desanimarnos. Reitero que es un proceso complejo y difícil. Hay que rodear al Gobierno como líder del Estado para que recoja las diferentes voces de la sociedad y siga por el camino de construir el mejor acuerdo posible. No va a ser ideal, pero al final será mejor estar en paz que en guerra. A propósito del perdón, un estudio reciente dice que la sociedad colombiana está encaminada a perdonar, en unas regiones más que en otras, pero el 60% de los encuestados dice estar dispuesto a perdonar a la guerrilla. ¿Cuál es la manera de alinear a la sociedad de manera definitiva en torno a la paz y la reconciliación? Reitero que al proceso le ha faltado generar confianza, credibilidad, y no ha sido bien comunicado. Hay que fortalecer mucho que el Estado tenga unidad de propósito y dirección. No puede ser que haya dos en la mesa negociando, y que las Farc aparentemente estén unidas y la sociedad civil esté tan partida. Lo que tiene que aflorar en este momento es el liderazgo del Gobierno para que la sociedad, como un todo, entienda que esta es una oportunidad histórica, que no tiene reversa; que la tenemos que construir entre todos, que tenemos que tener debates, conversaciones inteligentes, pero que no va a ser fácil.

Si hay acuerdo, muy bien. Si no hay acuerdo, la vida sigue y tenemos que seguir intentándolo, pero es el momento para que el Gobierno diga: aquí estamos, estamos juntos y esto es lo que nosotros queremos como sociedad. Al final el tema no es de reinserción de los actores del conflicto, lo que estamos buscando es un nuevo modelo de sociedad y los reinsertados vamos a ser todos. Si se alcanza el propósito de tener un acuerdo firmado en marzo de 2016, ¿se corre el riesgo de que no pase en el proceso de refrendación y quede en el aire el trabajo de estos años? El proceso, cualquiera sea su forma de terminación, y ojalá sea en un acuerdo, tiene que tener necesariamente ese proceso de refrendación popular. Es la única forma de legitimarlo, porque de resto sería un papel firmado pero no aceptado y eso sería muy grave para la democracia y la sociedad. Por eso es el llamado a la generación de confianza y credibilidad, por eso es que tiene que estar bien comunicado. Yo no estoy de acuerdo con que se corra el riesgo de que el proceso no sea aceptado por la sociedad, por eso hay que buscar unos mecanismos más ágiles para minimizar los riesgos. Siempre que existen riesgos hay que tratar de mitigarlos y la forma no es ignorando a la sociedad. Es fundamental un mecanismo donde todos los ciudadanos se expresen, y si salió bien es porque así tenía que ser, y si salió mal no es porque la sociedad no estaba preparada para la paz -porque todos queremos la paz-, sino porque no estaba preparada para entender el alcance de este proceso. Al final, lo que tenemos es que ayudar a construir un posconflicto que sea sostenible, y esa sostenibilidad depende de todos y no solo de unos actores. Tiene unos ingredientes que no son solamente políticos sino económicos y sociales. En la manera en que hagamos ese reconocimiento como sociedad de los diferentes elementos de esa agenda para la reconciliación, y que garanticemos que sea sostenible, es que realmente empieza la transformación del país. Antes no va a ser posible.

Mauricio Ballesteros G. Director de Comunicaciones del Museo Casa de la Memoria _ PAZ | 11


FABIOLA LALINDE: UNA MADRE QUE AÚN ESPERA POR LA JUSTICIA El 9 de octubre de este año, a un mes exacto de haber recibido el reconocimiento a “Toda una vida” del Premio a la Defensa de los Derechos Humanos Diakonía, Fabiola Lalinde y su hija, Adriana, me recibieron en su hogar: un apartamento pequeño y atestado de documentos, ubicado en el tercer piso de un edificio residencial del barrio Laureles Santa Gema (Medellín). Llegué a mitad de la tarde de ese viernes. Tenía la intención de escuchar el testimonio de esta madre, quien ha luchado durante más de tres décadas contra la burocracia estatal para desenterrar la verdad sobre la detención y posterior asesinato -a manos de militares- de su hijo Luis Fernando, y así evitar que su caso quede a la deriva: naufragando entre el olvido y la impunidad. *** Corría el segundo semestre del año 1984. Luis Fernando había cumplido 26 años en abril y recién había terminado su tesis -sobre el rol de las juntas de acción comunal-, para graduarse como sociólogo en la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín. Sus estudios lo habían acercado a la militancia en las juventudes comunistas (marxistas-leninistas). El Ejército Popular de Liberación (EPL), brazo armado del Partido Comunista, se hallaba en negociaciones de paz con el gobierno de Belisario Betancur. Por alguna razón, el cese al fuego con el Ejército se rompió y hubo combates. Luis Fernando acudió a la vereda Verdún, de Jardín (Antioquia), a auxiliar a un guerrillero herido. Allá fue retenido, torturado y asesinado el 4 de octubre por miembros del Ejército. A partir del momento de su desaparición, Fabiola y su familia iniciaron una travesía por batallones de Antioquia y Caldas, y las instalaciones del Ministerio de la Defensa en Bogotá. _ 12

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Visitó en varias ocasiones a las autoridades para que le dijeran qué había pasado con Luis Fernando; a cambio fue encarcelada junto con uno de sus hijos, acusados por narcotráfico, y otro fue enviado al exilio aún sin terminar sus estudios. *** Afuera había empezado a oscurecer. Adentro, Fabiola regresaba de su habitación con una libreta cuyos textos estaban escritos a mano. Sentada en una silla del comedor, ojeó sus páginas y reconoció su letra pegada. Después leyó: “Denuncia penal por la detención desaparición de Luis Fernando Lalinde ante el Juez 13 de Instrucción Criminal, Bernardo Jaramillo Uribe”. Con esa acción inició su lucha. Continuó leyendo y recordando que una vez agotó los recursos judiciales internos -y alentada por defensores de derechos humanos como Héctor Abad Gómez-, denunció en 1985 la desaparición de su hijo ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh). En septiembre de 1998, ese organismo emitió la Resolución N° 24/87, en la cual declaró como responsable al Estado colombiano. Fabiola se dirigió hacia su computador. Rebuscó entre sus archivos el documento y señaló con el dedo índice un fragmento resaltado en amarillo. Me pidió que lo leyera: “La Comisión resuelve declarar que el Estado de Colombia ha violado (…) el derecho a la integridad personal consagrado en el Artículo 5 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, a través de las acciones de sus agentes”. *** A mediados de abril, mes en que correspondió la Semana Santa de 1992, Fabiola encontró por fin parte de los restos de Luis Fernando. Era miércoles, el segundo día que ella, sus hijos y un grupo de forenses completaban


internados en una montaña que se halla en los límites entre Jardín y Río Sucio (Caldas). Bajo tierra de capote, descubrieron su ropa y parte de la osamenta.

comedor y me contaran cómo se sienten después de 31 años de lucha y con un proceso que este año volvió a iniciar luego de la posesión de la abogada que llevará el caso.

En esa ocasión no encontraron los huesos indispensables para el proceso de identificación, porque el cuerpo había sido desarticulado y diseminado. Eso obligó a que regresaran en mayo a seguir con la búsqueda. Ahí sí encontraron el cráneo, sembrado en la raíz del árbol más alto, que estaba -contra toda lógica- 100 metros más arriba del lugar del hallazgo anterior. “Le violaron hasta la ley de la gravedad”, escribiría Fabiola.

“Pues yo sigo trabajando por la causa de los derechos humanos, al costo que tenga que pagar”. Eso fue lo único que me respondió Fabiola; luego, prefirió guardar silencio y dejar que su hija hablara. Ella, al contrario, agradeció literalmente la pregunta e intentó expresar sus preocupaciones, similares a las que se han guardado para sí mismos su madre y sus hermanos.

El proceso de identificación de los restos, de quien hasta ese momento las autoridades denominaban como N.N. alias “Jacinto”, tardó cuatro años. En total transcurrieron 4.428 días (más de 12 años) desde que Luis Fernando desapareció hasta que el 18 de noviembre de 1996 le entregaron a su madre “69 huesos secos en una caja de cartón”. Ahora, estos reposan en una urna modelada por su hermana Adriana. *** Con la intención de compartirme la Resolución N° 24/87 de la Comisión, Fabiola abrió su correo electrónico. Antes de hallarlo entre mensajes con propuestas de entrevistas e invitaciones a eventos, me contó que a pesar de que ese organismo le recomendó al Estado colombiano investigar cómo ocurrió la desaparición y muerte de su hijo, para hallar a los responsables y sancionarlos, eso no se cumplió. Ese día en la mañana, mientras leía sobre el caso de Luis Fernando, había encontrado que el procedimiento -que pasó de la justicia ordinaria a la militar- por las agresiones en su contra, cesó en el año 1999. Esta vez su madre, con la mirada fija en la pantalla del computador, me contaba que por esa razón había presentado nuevamente el caso de su hijo ante la Comisión, alegando denegación de justicia.

Me miró a los ojos y respondió: “Desarticulados, esa es la palabra. Desarticulados humana, material y jurídicamente hablando”. Acto seguido, hizo con las manos una línea imaginaria y comentó: “Todo va y todo viene; todo se cruza. Por eso estamos aquí, en el presente, pero seguimos con una lucha de hace 30 años que ahora vuelve a empezar de cero. ¿Cómo me explican a mí eso?”. Antes de que me fuera, ya entrada la noche, Fabiola me recordó que “en el Ministerio de la Defensa siguen diciendo que Luis Fernando fue dado de baja por intento de fuga; eso no es cierto”. Por ello, continuará “insistiendo y persistiendo -como un pájaro cirirí- hasta el último suspiro, hasta que haya justicia” para su hijo en este país, al que había considerado la mayor parte de su vida como “la democracia más antigua y estable de América Latina”.

Yeison Camilo García Periodista del Museo Casa de la Memoria

Y, para tranquilidad de ella y su familia, la Comisión admitió nuevamente el caso. Insistiendo en que le gustaba demostrar lo que decía, abrió un correo y descargó su contenido: el Informe 40/13 de la Cidh, a través del cual ese organismo declaró admisible en julio de 2013 el proceso por denegación de justicia en el caso de la ejecución de Luis Fernando y los perjuicios ocasionados a sus familiares. *** Llevaba cuatro horas conversando con Fabiola y, esporádicamente, con Adriana. Había intentado comprender el montón de documentos que me entregaron. ¡Cuál de todos más complejo! Mientras pensaba en ello, les pedí que se sentaran en torno al _ MUSEO VIVO | 13


VERDAD, UN DERECHO QUE SE CONSTRUYE EN CONJUNTO Conocer la verdad es, en un país que se encuentra negociando la terminación de un conflicto político, social y armado de más de medio siglo, un proceso que debe abarcar la pluralidad de versiones, actores y territorios en torno a los cuales se desarrollaron hechos violentos y violaciones a los derechos humanos, para que al final “lleve no a una exacerbación de los odios sino a la tramitación de nuestras conflictividades”. Esta fue una de las conclusiones a las cuales se llegó en el foro Ley de Justicia y Paz: de Ralito a La Habana, realizado en el Museo Casa de la Memoria. Óscar Alberto Correa, director de Corporación Jurídica Libertad, expresó que “la verdad lo que se propone es auscultar las causas que determinaron los hechos victimizantes y develarlas para entender los contextos y la sistematicidad de los delitos”.

En todo caso, explicó, conocer la verdad: cómo sucedieron esos hechos que irrespetaron los derechos humanos -y los porqué y paraqué-, puede llegar a ser una garantía de no repetición, en la medida en que aporta a la obtención de información para abordar situaciones conflictivas similares, en algunos casos, y prevenir que vuelvan a ocurrir, en otros. Construcción colectiva Como aporte a la construcción y reconocimiento de la verdad, señala el director de Corporación Jurídica Libertad, los diferentes sectores de la sociedad pueden participar en escenarios jurídicos y alternativos como las comisiones de esclarecimiento-, en proyectos de investigación como el Nunca más, realizando ejercicios de memoria con víctimas y victimarios, entre otros. Y la información que en esos escenarios y a través de esos ejercicios se conozca, especificó, puede ser puesta a disposición de las organizaciones que analicen el conflicto armado y de las instancias judiciales. Además, podría servir como insumo cuando entre en funcionamiento una eventual comisión de la verdad.

Y esa verdad, puntualizó, ya sea jurídica -construida como parte de procesos penales-, o histórica -reconstruida por las víctimas, la academia y otros sectores de la sociedad-, tiene como propósito integrar las perspectivas de todos los actores para entender cómo ha ocurrido la guerra y superar las conflictividades que aún continúa generando.

Derecho de la sociedad Es importante resaltar que la verdad, más allá de una iniciativa colectiva o jurídica, es un derecho de la sociedad. Así lo reconoció la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en uno de sus informes del año 2006, en el cual dejó constancia de que la verdad “es un derecho inalienable y autónomo”.

Correa advirtió que existe una “disyuntiva” generalizada en torno a quién tiene la verdad: los perpetradores o las víctimas. “Creo que la verdad se construye desde ambas perspectivas: desde la de los perpetradores, porque ellos tienen claridades sobre el por qué ejercieron determinada acción frente a determinadas personas o comunidades, y la de las víctimas, quienes padecieron los hechos violentos”.

En ese documento, el Consejo de Derechos Humanos resaltó, a modo de ejemplo, que la Corte Constitucional colombiana reconoce la verdad como un derecho individual -de las víctimas y sus familiares- y de la sociedad, que les permite a todos estar informados de las circunstancias en que ocurrieron los hechos vinculados a las violaciones a los derechos humanos.

Comisión de la verdad. Así como en Chile, El Salvador, Guatemala, Perú y otros más de 30 países, en Colombia se creará una Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, que, en cabeza de once expertos y durante los tres años posteriores a la firma del acuerdo final de paz, se dedicará a indagar y contar qué es lo que ha ocurrido en el país -a raíz del conflicto armado- en las últimas cinco décadas. Aquel mecanismo de discusión pública y carácter extrajudicial, que fue anunciado por el Gobierno y las Farc en junio -cuando el punto de víctimas aún se hallaba estancado-, tendrá tres objetivos: contribuir al esclarecimiento de la verdad sobre los hechos ocurridos durante el conflicto, favorecer el reconocimiento de las víctimas para evitar la repetición de vulneraciones a sus derechos y promover la convivencia en los territorios.

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¿A VOS TE HAN MATADO A ALGUIEN? Con la música de un bar como fondo, y su pronunciación del español apenas entendible, Gerard Martin se acercó en una noche de 2008 a Kateryne Atehortúa. Mientras él -extranjero- le mostraba fotos de Castilla, ella -nacida en Medellín y conocedora de sus barrios- le contaba que ya había transitado por sus lomas. Así empezó la relación de amistad y profesional entre el sociólogo holandés -que ha investigado en la ciudad desde 1986- y la profesora de Lengua castellana y literatura en un colegio de Manrique; un diálogo que se ha tejido durante más de siete años y los ha llevado a indagar juntos por la violencia que ha causado, durante los últimos 35 años, más de 90.000 muertes en las distintas comunas. A instancias del Museo Casa de la Memoria, ellos presentaron el libro Muertos cercanos, para el cual visitaron entre 2009 y 2010 algunos barrios donde han ocurrido “hechos de sangre”, y entrevistaron a aproximadamente 200 testigos: estudiantes, choferes de taxi, tenderos…a quienes les preguntaron: “¿Cuál es la persona más cercana que le fue asesinada?”. “Parece una pregunta despiadada e inútil, pero no lo es: son las respuestas a esa pregunta las que nos dan las dimensiones de nuestra tragedia de violencia”, reseña el escritor Héctor Abad Faciolince en el prefacio del libro. También, agrega que esos testimonios revelan cómo en esta ciudad “nos acostumbramos a la muerte” y a hablar de ella con desparpajo. Y precisamente para conocer más sobre el contenido y la intención oculta tras esos relatos, que inicialmente fueron pensados para ser parte de una investigación académica, DeMemoria Revista conversó con los dos investigadores que lograron “representar cómo los medellinenses hablan de su relación con la violencia”.

contacto real, más allá de lo que dicen los informes y la prensa, y usted mismo se va a dar cuenta de sus expresiones y sensibilidad”. Entonces, creo que eso le dio la dupla chévere al trabajo. -¿Qué aporta este libro al análisis de la violencia en Medellín? Gerard Martin (G. M.): Da la palabra, sin catalogar a alguien como víctima o victimario, en un momento en el cual las personas afectadas por la violencia quieren contar, e inclusive acceder a una reparación: a una verdad. Aunque en el libro se trata de rescatar esencialmente la voz de las personas que viven en Medellín. -¿Podría considerarse como un documento de memoria? G. M.: La metodología del trabajo, recolección de testimonios sin intervenirlos mucho, es una manera de poner en escena las memorias que los familiares, amigos o vecinos de las víctimas de la violencia llevan consigo. Entonces hay un ejercicio de memoria individual, y a la vez colectivo, de lo que a ellos les ha pasado. Además, pone a pensar en cómo fue posible que eso pasara, qué significado ha tenido y cómo todos hemos sido afectados. Eso no lo debemos olvidar; al contrario, tenemos que trabajar juntos para evitar, por todos los medios, que esa barbaridad suceda otra vez en Medellín. -En ese sentido, ¿cuál sería la reflexión final que le plantea al lector? K. A.: Luego de leer los relatos, un lector podría, además de identificarse con otros a quienes les han sucedido cosas similares, reflexionar acerca de que hemos sido tantos los afectados que no podemos quedarnos así, paralizados. Y despertar en la gente la sensibilidad para aprender a valorar la vida y decir: “esto no puede seguir más”.

Yeison Camilo García Periodista del Museo Casa de la Memoria

-¿Cómo fue trabajar con una mirada local y otra extranjera? Kateryne Atehortúa (K. A.): Hay un sobrediagnóstico de la violencia que a uno como ciudadano de acá le pesa, porque muchos vienen de afuera a querer saber lo que ha pasado aquí y terminan por creer que saben de la ciudad. A Gerard le dije: “No, venga yo le muestro realmente a Medellín; vamos los dos a conversar con la gente, a estar en _ MUSEO VIVO | 15


LA MADRE TIERRA: UN OPRIMIDO MÁS QUE GRITA “La teología de la liberación nació escuchando el grito del oprimido, la mujer, el indígena, pero hoy nos hemos dado cuenta de que dentro de esa opción por los pobres hay que meter al gran pobre: la madre tierra, que es devastada, ofendida; que está colgada en la cruz y hay que bajarla”. Así describió el teólogo brasileño Leonardo Boff, quien visitó el Museo Casa de la Memoria, la razón de ser de la eco-teología, que tiene sus antecedentes en la reflexión teológica que inició en la década de los 70 en torno a los problemas sociales de la ecología, y que se preocupa por la madre tierra como hogar -en la medida en que proporciona el medio ambiente- de todos los sistemas vivos y no vivos que la pueblan. Este fraile franciscano, que abandonó en 1992 los hábitos debido a su constante defensa de tesis e ideales que diferían de la ortodoxia de la iglesia Católica, es considerado como uno de los principales renovadores de la teología de la liberación latinoamericana y el máximo representante de la llamada “teología de la ecología”.

Luego de recorrer la sala permanente del Museo Medellín: memorias de violencia y resistencia, comentó que “existe una continuidad -a modo de ‘ampliación’entre la teología de la liberación y la eco-teología”, que no consiste en la simple conservación del verde sino en “crear las condiciones para que la vida continúe y tenga capacidad de irradiar, difundirse”. En ese sentido, agregó que “la teología tiene que ayudar en esa misión, porque Dios es el soberano amante de la vida, el que no debe permitir que esa vida desaparezca”. Y así lo ha argumentado este catedrático, ganador en el 2001 del Premio Correcto Modo de Vida o “Nobel Alternativo”, instituido en la década de 1980 por la Academia Sueca para premiar las tareas en beneficio de la humanidad. Tierra, principio vital En su libro El cuidado esencial, publicado en el año 2002, Boff planteó que el hombre, como hijo de la tierra: madre generosa que concibe, gesta y da a luz vida, posee “elementos-tierra en el cuerpo, en la sangre, en el corazón, en la mente y en el espíritu”, que regresan y se unen a la naturaleza cuando cada ser humano muere y su materia y energía se transforman. Aunque, aclaró, la tierra no solo engendra al hombre; también “produce la diversidad incontable de seres vivos, animales, pájaros y peces, nuestros compañeros dentro de la unidad sagrada de la vida (…) y produce el agua, la capa verde con su infinita diversidad de plantas, frutos y flores”, a los cuales les proporciona las condiciones necesarias para su subsistencia y evolución, ya sea a través del suelo, el agua o el aire. Según expuso, esa red interdependiente de seres vivos y no vivos conforma una misma “comunidad terrenal” -con sus respectivos límites-, en la cual el ser humano tiene la oportunidad de habitar y hacerse, de algún modo, “prisionero de un lugar, una geografía, un tipo de clima, un régimen de lluvias y vientos, una manera de morar, trabajar y hacerse historia”. En esa medida, añadió en su texto que el hombre debe tener un cuidado especial con el planeta Tierra, al cual definió como “un sistema de sistemas y un superorganismo de complejo equilibrio, tejido a lo largo de millones y millones de años”. También, enfatizó que este es el único espacio que tiene el ser humano para establecer relaciones de mutualidad y reciprocidad, es decir, para vivir.

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Por ello, contó que parte de su misión consiste en realizar un llamado a la creación de una conciencia ecológica, para frenar la devastación de la madre tierra. “Si llevamos adelante esta manera nuestra de ser y dejamos vía libre a la lógica de nuestra máquina productivista, podremos llegar a efectos irreversibles para la naturaleza y para la vida humana”.

MEDIO AMBIENTE Y GUERRA

Entre esos efectos, listados en su libro Grito de la tierra, grito de los pobres, enumeró la desertización, la deforestación, la superpoblación, el calentamiento global (…). Y señaló que “apuntan en el horizonte aún otras consecuencias funestas para el sistema-tierra”, como lo son eventuales conflictos generalizados, resultado de las desigualdades sociales. Cuidado de la “casa común” Hace un par de meses, el papa Francisco presentó la encíclica Laudato si’, “sobre el cuidado de la casa común”, en la cual le recordó a la comunidad católica que la humanidad afronta actualmente el desafío urgente de proteger su hogar compartido, para lo cual es necesario buscar un desarrollo sostenible e integral que resarza los daños provocados a la tierra. “Entre los pobres más abandonados y maltratados está nuestra oprimida y devastada tierra, que ‘gime y sufre dolores de parto’”, escribió el sumo pontífice, a la vez que reconoció que el hombre aún posee la capacidad de colaborar, “luchando con vigor para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de los más pobres del mundo”, en la tarea de garantizar el cuidado de la casa común. Precisamente a la carta papal se refirió Boff minutos antes de abandonar el Museo Casa de la Memoria. Comentó que, tal como lo manifestó el santo padre, “hay que unir siempre el grito del pobre con el grito de la tierra, porque los dos son oprimidos; y el dolor de las florestas, de los ríos contaminados, de la tierra, uno tiene que sentirlo como propio, y dejarse involucrar, no mirarlo desde afuera”. Y concluyó recordando que, con palabras sabias y poéticas, el Papa dijo: “Tenemos que caminar como hermanos y hermanas junto con el hermano río, el hermano sol, la hermana montaña, la hermana luna, la hermana tierra…Si formamos esa gran comunidad de vida, podremos participar en el dolor del mundo e impedir que siga. Ese creo que es el gran desafío, pero está adentro de las posibilidades humanas hacerlo”.

En Colombia, además de las condiciones asociadas a la sobre-explotación de los recursos naturales para la extracción, producción y el consumo de bienes y servicios, la guerra -que inició hace más de cinco décadas- ha sido uno de los factores que históricamente ha contribuido, a través de diferentes acciones e impactos, al deterioro del medio ambiente. Según expuso hace algunos años el abogado Gustavo Wilches-Chaux, en su artículo El medio ambiente y la guerra en Colombia -publicado en la Revista Foro-, el entorno ha sido usado como escenario, arma, objetivo y motivo de guerra en el conflicto político, social y armado que inició a raíz de la distribución inequitativa de la tierra, por la cual se ha perdido hasta la vida. En efecto, indicó que el medio ambiente, sobre todo en el área rural, ha experimentado -por ejemplo- los efectos desfavorables de las voladuras de oleoductos y las fumigaciones contra los cultivos ilícitos, “actividades cuyo propósito directo no es el deterioro del entorno, pero como resultado de las cuales ese deterioro se produce de manera inevitable”. Así lo sintetizó recientemente el Centro Nacional de Memoria Histórica en el capítulo Impactos y daños del conflicto armado del informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, en el cual mencionó algunos de los impactos que la guerra le ha causado al medio ambiente, especialmente a partir de la década de 1980. A raíz del conflicto armado interno, “se han generado daños ambientales gravísimos y aún no calculados. Tierras erosionadas por el abandono o uso inadecuado, fuentes de agua contaminadas por el derrame de hidrocarburos, especies de la fauna y la flora extinguidas o en riesgo de extinción y reservas naturales invadidas”. _ HISTORIA DEL MUSEO | 17


“ABANDONÉ LAS ARMAS PARA REGRESAR A LA VIDA EN EL CAMPO” Testimonio de ‘Alfonso Úsuga’. Hombre de 70 años que perteneció a las guerrillas de las Farc y está finalizando su proceso de reintegración a la sociedad. Yo nací en Sabanalarga, Antioquia. Vivía con mis papas, que eran campesinos, en una vereda que se llama San Pedro. Teníamos una casa de bahareque y cultivábamos café, maíz, yuca…por eso desde pequeñito aprendí a trabajar la agricultura, no más. Allá apenas duré como hasta la edad de 16 años. A mí me empezaron a gustar las muchachas y quise ponerme mis pantalones largos; entonces me salí de la casa y estuve trabajando -cogiendo café- para comprármelos junto con un sombrero, que en esa época me costó 70 pesos y ahora, después de tanto tiempo, cuando me lo quito ni yo mismo me reconozco. Después me fui para el Valle del Cauca, allá presté servicio militar. Luego, estuve en el Tolima, donde me casé y la señora tuvo dos hijos; al tiempo ella resolvió irse con otro señor y yo ahí sí volví -eso hace por ahí 40 años- a Antioquia. Viví en Urabá 16 años y estudié 150 horas de Ebanistería en el Sena. A finales de los años 90, llegué desplazado de Ituango a Medellín y me fui a vivir a Manrique La Cruz. Desde allá, iba a trabajar a una carpintería en Barrio Triste. Por esos días un policía me cogió en la mala, porque creyó que yo estaba guardando dinamita en un cafetal que tenía de la casa para abajo, y me hizo ‘encanar’ por rebelión. Ya cuando salí de la cárcel de Bellavista, las AUC me empezaron a perseguir y me querían matar. Entonces, un comandante guerrillero, que conocí en prisión, me envió un pasaje para que me fuera hacia el Oriente del departamento a trabajar raspando coca.

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| DESDE EL TERRITORIO

“No iba para la guerrilla” Salí de Manrique como en el 2000. Iba para un punto que se llama Puerto Venus -eso es más bien como parte del Norte de Caldas, en límites con Antioquia-, donde la guerrilla me recibió. Pero cuando entré allá, los combatientes de ‘Karina’ estaban peleando con el Ejército. Por esas condiciones de seguridad del sector, se echaron para atrás y me dijeron que me tenía que ir con ellos. De ahí me llevaron para el monte. Ese era el Frente Urbano y Rural Jacobo Arenas -que se creó en 1994 en Medellín-. El primer mes estuve en puras clases de política, sobre Rusia, Cuba, Fidel Castro, la situación del país y los gobernantes, porque por ese lado es que le ‘entran’ a la guerrillerada; después sí empezaron los cursos militares, de defensa y combate. Uno allá andaba mucho, incluso hasta con cabecillas como ‘Iván Ríos’. Estuvimos en parte de Sonsón, Nariño, Abejorral, Santa Bárbara, La Pintada… íbamos a Aguadas, Caldas. Pero como hacíamos los recorridos de noche, uno no quedaba reconociendo las veredas. En ese tiempo que estuve allá, casi nueve años, me tocaron combates con las AUC cada ratico, con el Ejército casi no. También me tocaba ir por la plata para comprar la comida: tenía que salir a los pueblos a negociar con los tenderos para que nos enviaran las mercancías en mulas o en carros. Ya después no era sino mandar el pago. Cuando ya éramos poquitos, ocho unidades no más, un comandante me dijo que me fuera porque la zona se había vuelto insegura. Me quitó el fusil, me dio una tarjeta de $50 mil para que le metiera una recarga al celular y me mandó para una casa que estaba sola en Chagualal, una vereda de Abejorral. Después de unos días, yo era márquele y márquele al comandante pero nada que contestaba. Hasta que prendí un radiecito y me di cuenta que lo habían matado. Ya quedé solo y botado por ahí durante casi un mes. Igual, seguía llamando a otros comandantes, pero a todos los iban cogiendo o exterminando. Un día recibí una llamada de una señora que a veces me daba comida cuando pasaba por su casa. Me pidió que fuera a Aguadas por una plata; yo fui el domingo y esperé, pero al ver que se estaba haciendo tarde y me iba a deja la ‘escalera’ cogí un morral rojo que llevaba para irme. En esas alguien me puso una pistola en la cabeza y me dijo: “Quieto”. Era que ella, para ganar puntos, me había echado a los del DAS (Departamento Administrativo de Seguridad); tres


muchachos que venían de Manizales. Al principio a mí se me vinieron a la mente fueron los paramilitares, porque esa gente no le perdona a uno ni media, pero cuando me dijeron quiénes eran me tranquilicé un poquito. –¿Usted para dónde va? –me preguntó uno de ellos. –Yo voy a trabajar –les respondí con la sangre ya un poquito compuesta. –No sea mentiroso que usted no va a trabajar; está aquí porque vino a encontrarse con la guerrilla –dijo otro–. Pero perdió la venida porque aquí no va a llegar nadie. Entonces me ofrecieron invitarme a almorzar y yo acepté. Luego me dieron $300 mil y me llevaron en una camioneta, seguida por otra, hasta un extramuro a las afueras del pueblo. Por allá pararon.

Ahora vivo en el barrio Flores de Oriente (Comuna 1-Popular). Con la plata que me empezaron a dar en ese programa, compré un ‘trabajaderito’ en $200 mil. Más adelante compré un lote por un millón larguito. Allá construí el ranchito y tengo sembrado café, maíz, fríjol… lo malo es que la energía y el agua son contrabando. Y como la Agencia me dio la posibilidad de estudiar, me puse en esas los sábados y domingos. Hice primero y segundo en un colegio de San Javier, pero eso allá estaba muy violento. Ya desde tercero hasta que me gradué, en diciembre del año pasado, estuve fue en una escuelita de Flores de Oriente, a donde iban profesores de otros colegios y voluntarios de universidades a dar clase.

–Es mejor que siga con nosotros y nos ayude a coger a sus jefes –me propusieron–. Vea que usted ya estuvo condenado a seis años, que no pagó completos porque le dieron salida condicional, pero si sigue con la guerrilla son nueve años más.

Allá mismo, pagué las horas de acciones de servicio social que debía hacer, arreglando esa escuelita de tablillas. Junto con tres muchachos desmovilizados de las AUC y otro de las Farc, voleamos pico y pala para hacer un banqueo más grande, conseguimos más madera y construimos una nueva aula. Trabajamos inclusive los festivos y la Semana Santa, pero dejamos hasta el piso encementado.

Ese día del año 2008 me retuvieron hasta las 10 de la noche. Después me llevaron hasta el municipio de Santa Bárbara y me mandaron a que me fuera otra vez para la finca. Pero yo mejor me vine para Medellín, porque de pronto en el camino me alcanzaban para matarme y buscaban la forma de legalizarme.

También, hice un curso en Sistemas y Participación Ciudadana. Y en este momento, estoy, desde marzo hasta noviembre, en el proyecto Memorias para la reconciliación del Museo Casa de la Memoria. Los encuentros me han servido mucho porque he aprendido a botar el miedo y la desconfianza con que uno sale de las montañas.

Reintegración exitosa Un par de meses más tarde, en agosto, me desmovilicé en Bogotá y estuve ayudando a buscar a un jefe guerrillero. También ingresé al programa de la Agencia Colombiana para la Reintegración. Ya van siete años desde que estoy lejos de las armas y el monte.

Y todavía quiero seguir estudiando, así sea viejito. No pierdo la esperanza de hacer el próximo año la Técnica en Agricultura que tiene el Sena en Caldas, así sea solo para saber que me gradué de técnico; pero la hago porque la hago, antes de que termine el proceso de reintegración con la Agencia, a principios del año 2017.

Memorias para la reconciliación. Alejandra Cardona, directora del Área de Pedagogía del MCM, escribió que el objetivo del proyecto es “propender por la conciencia de la importancia de la memoria histórica en el proyecto de reintegración, como conciencia plena de la experiencia vivida, para poderla nombrar, sanar y comprometerse con la no repetición”, y que así los excombatientes se entiendan como “parte de un engranaje social en el que se tienen responsabilidades históricas”. Actualmente, ‘Alfonso Úsuga’ participa en los encuentros de Memorias para la reconciliación, del testimonio de la guerra a la defensa de la ciudadanía. En aquellos, ha comprendido que la reconciliación empieza “en uno mismo” y consiste en “aceptar los errores que se han cometido para dejarlos atrás y no volver a repetirlos, y así vivir una vida sin problemas de ninguna especie”. _ DESDE EL TERRITORIO | 19


para otorgar sostenibilidad sociocultural a ese tránsito de la guerra a la paz. De aquello surgen preguntas que quedan abiertas y que nos muestran la necesidad de incluir una agenda educativa en este proceso de transición. Entre ellas las siguientes:

EDUCACIÓN, REQUISITO PARA LA CONSTRUCCIÓN DE PAZ Pese a la importancia de los puntos de la agenda de negociación de la paz que debaten el Gobierno y las Farc en La Habana, aún hay un elemento que no goza de visibilidad en ese proceso: la educación. Los esfuerzos al respecto han estado centrados en una preocupación por una especie de “pedagogía de los acuerdos”, orientada a que la gente conozca lo que se pacta y así otorgar legitimidad social a lo acordado. Aunque no se trata de un asunto menor -toda vez que se hace necesaria la construcción de mecanismos para que la ciudadanía comprenda lo que se está negociando-, no es suficiente, pues la transición a la que nos estamos adentrando es bastante paradigmática y contiene un trasfondo cultural que nos obliga a generar condiciones para la transformación de imaginarios, valores, creencias, prácticas que han dado soporte ideológico a más de cinco décadas de guerra. No es posible construir paz dejando de lado una agenda programática respecto a la educación: la paz es, antes que nada, un hecho educativo. No sería correcto desconocer los esfuerzos reflejados en iniciativas como la Cátedra de la Paz o la Ley 1620 del 2013, que da origen al Sistema Nacional de Convivencia Escolar. Como estos ejemplos, encontramos incontables esfuerzos de docentes que a lo largo del país vienen liderando iniciativas importantes para aportar a eso que llamamos construcción de paz. No obstante, es necesario decir que la negociación de la paz requiere esfuerzos que sobrepasan el alcance jurídico de los acuerdos y evidencian la necesidad de proveer herramientas _ 20

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¿Cómo se prepara un sistema educativo ad portas de recibir más de 7.000 desmovilizados, gran parte de ellos analfabetas e históricamente carentes de oportunidades, para decidir su vida en libertad al margen de la guerra? ¿Cómo promover condiciones para que generaciones enteras de campesinos accedan a una educación que permita cerrar las brechas entre lo rural y lo urbano, sin tener que abandonar el campo para asegurar su sobrevivencia? ¿Cómo garantizar que ningún comando, brigada, estación o actor militar (legal o ilegal), ubique sus instalaciones o centro de operaciones en lugares aledaños a escuelas, tal y como lo estipula el Derecho Internacional Humanitario? Asimismo, exigen respuestas interrogantes sobre ¿cómo estimular una educación que promueva reconciliación en vez de una memoria de la guerra basada en la retaliación y la venganza? ¿Cómo superar los valores patriarcales que idealizan la producción de machos guerreros? ¿Qué recursos son necesarios para combatir la deserción de niños y jóvenes que deben abandonar la escuela para resolver necesidades fundamentales de su subsistencia y la de sus familias? ¿Cómo fortalecer la educación superior a la que solo pueden acceder la mitad de aspirantes en todo el país, teniendo en cuenta que de esa mitad no llega a graduarse ni siquiera el 50%? No se trata únicamente de un problema de cobertura, sino de capacidades que requiere el sistema educativo para acompañar este proceso de transformación de la violencia a través de recursos educativos, construcción y dotación de nuevas escuelas, enfoques pedagógicos novedosos, maestros bien formados o acompañamiento psicosocial a las víctimas de la guerra. Visto así, no es probable un cambio social de esta envergadura si no adoptamos un plan educativo que favorezca las transformaciones socioculturales intencionadas a ese propósito de construcción de paz. Además, para esto se necesita voluntad política y económica acorde a las circunstancias históricas.

Ariel Humberto Gómez

Docente investigador de la maestría en Educación y Derechos Humanos de la Universidad Autónoma Latinoamericana (Unaula) y coordinador de la línea de investigación: Conflictos, transiciones y construcción de paz.


A TRES DÉCADAS DEL PALACIO DE JUSTICIA Hace treinta años, tras haber parado los combates en el Palacio de Justicia, el presidente Betancur habló al país, asumiendo la responsabilidad de la manera en que procedió el Ejército Nacional los días 6 y 7 de noviembre de 1985 en plena Plaza de Bolívar en Bogotá. A partir de ese momento comenzó a tejerse una versión oficial sobre lo acontecido, que buscó no solo silenciar cualquier otra explicación posible, sino también borrar de la Historia las historias de quienes estuvieron allí presentes. Ahora, tres décadas después de ocurrida la tragedia, la identificación de Cristina Guarín, Luz Mary Portela y Lucy Amparo Oviedo, nos pone frente a la pregunta sobre qué fue lo que realmente sucedió esa tarde de noviembre dentro del Palacio de Justicia. Vale entonces acercarse a la investigación realizada por Ana Carrigan, El Palacio de Justicia. Una tragedia colombiana, en la cual la autora -a partir de testimonios judiciales, entrevistas, material fotográfico, videos, reportes forenses, testimonios de soldados e informes de las comisiones que investigaron el caso- intenta reconstruir los acontecimientos de ese día, tanto dentro del Palacio de Justicia como en los lugares de poder desde los cuales se estaban definiendo las acciones a seguir. El periodista Germán Castro Caycedo en su libro El Palacio sin máscara, busca desenredar los misterios que han rodeado el caso del Palacio de Justicia desde el mismo día de la tragedia. Basado en los documentos surgidos de las investigaciones adelantadas por la Fiscalía General de la Nación, la Comisión de la Verdad, el Consejo de Estado y juzgados penales, Castro Caycedo propone una reconstrucción de los acontecimientos que marcaron la toma y retoma del Palacio de Justicia, señalando de manera especial el rol jugado por las Fuerzas Armadas en el trágico desenlace de este capítulo de la historia nacional. --- Germán Castro Caycedo, El Palacio sin máscara. Editorial Planeta, Bogotá, 2008.

Este libro, más pertinente que nunca, nos confronta como sociedad y nos pone frente a esa compleja relación que hemos tejido con la justicia, los derechos humanos, con el otro. Y por eso, la invitación a leerlo no debe entenderse únicamente en la proximidad del aniversario de la toma del Palacio, sino también como parte del ejercicio que como sociedad nos debemos para entender, en medio de un proceso de paz cada vez más real, que la democracia debe ser asumida como un sistema de vida, una cultura que no necesita de las armas para ser defendida.

María Cristina Osorio

Directora del Centro de Recursos para la Activación de la Memoria (Cram), del Museo Casa de la Memoria.

Por su parte, Luis Alfonso Plazas Vega, militar que lideró la retoma del Palacio, ofrece en su libro El palacio de Justicia su versión de los acontecimientos. Escrito en un momento en el que los cuestionamientos a la manera en que las Fuerzas Armadas procedieron durante la toma del Palacio se hacían cada vez más fuertes, este relato, marcado por la experiencia personal, se constituye en una clara defensa de las acciones militares durante los hechos y un duro cuestionamiento al tratamiento que se le ha dado al caso. --- Luis Alfonso Plazas Vega, El Palacio de Justicia. Documento testimonial. Editorial Carrera 7a, Bogotá, 2004.

DESDE EL CRAM |

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MEDELLÍN, ¡BASTA YA!

Equipo de comunicaciones.

El proyecto Medellín ¡Basta Ya! es una iniciativa que pretende aportar a la construcción de la memoria colectiva del conflicto armado, a partir del reconocimiento de las voces de las víctimas y las lógicas, dinámicas, relacionamientos e impactos de la violencia en el contexto de la ciudad. Para ello, se articula a las acciones que se vienen adelantando en el MCM, que busca contribuir a la comprensión de la historia del conflicto armado en la ciudad y al reconocimiento de la memoria histórica, y a la Unidad de Víctimas, que está reflexionando sobre Medellín como sujeto de reparación colectiva. En el equipo del proyecto, estamos seguros de que esta historia de la violencia en ciudad la debemos construir de manera conjunta entre quienes la

habitamos, y de que cada habitante es un hilo vital en este tejido, un hilo que puede brindar información y hacer posible un relato colectivo. De ahí que estemos invitando a los ciudadanos de Medellín a que nos cuenten su historia, su recuerdo, su memoria de la violencia en la ciudad, a través de la plataforma: bastaya.museocasadelamemoria.org.

La diligencia que se adelanta en el Polígono 1 del sector La Arenera, como parte del componente de Búsqueda y prospección arqueológica con fines judiciales, registraba un movimiento de tierra acumulado superior a los 15.881,87 metros cúbicos en 48 días efectivos de excavación (30 de octubre de 2015).

LA ESCOMBRERA María Paola Álvarez, comunicadora.

El proyecto La Escombrera es una iniciativa interinstitucional que lideran la Fiscalía General de la Nación y la Alcaldía de Medellín, con el apoyo de otras entidades municipales y nacionales, y organizaciones sociales y de víctimas.

Y en lo que respecta a la implementación del Plan de Búsqueda, había avances en la construcción del universo único de desaparecidos, la revisión de la existencia de procesos judiciales asociados, la verificación de muestras genéticas relacionadas y la verificación de posibles fosas en el sector y sus alrededores, entre otras. Además, se avanza en actividades correspondientes a los otros tres componentes del proyecto: acompañamiento psicosocial (atención individual y grupal), memoria (elaboración de un documento de la violencia en la Comuna 13) e inhumación (adjudicación de la construcción de un mausoleo).

GARANTÍAS DE NO REPETICIÓN Jenny Echavarría y Jenny Giraldo, comunicadoras.

La Estrategia de Garantías de No Repetición y Cultura de Paz para Medellín, impulsada por el Comité de Posconflicto de la ciudad, es una apuesta que se construye con y desde la ciudadanía.

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Sus aportes, reflexiones y propuestas son las que nos permiten dimensionar las causas y los daños de las violencias y, al mismo tiempo, las posibles estrategias y propuestas que se pueden construir desde el ámbito institucional, social e individual para que estas violencias no se repitan.

de los lazos de confianza y la generación de procesos que nos lleven a la no repetición de las violencias.

Es por esto que encontrarnos para dialogar sobre las garantías de no repetición y la construcción participativa de paz debe consolidarse como un espacio de ciudad, en el que las diversas voces estén presentes para debatir y contribuir a la reconstrucción

Puedes participar en las redes sociales con la etiqueta #NoSeRepite y encontrar información en la fanpage de Facebook/GNRMedellín y en el micrositio www.noserepitemedellin.co

| NOTAS DE MEMORIA


VOCES DE PAZ

Juan Camilo Gallego, comunicador. La mesa de articulación interinstitucional Voces de Paz es una iniciativa que busca sumar esfuerzos, agendas, acciones, estrategias encaminadas a promover la movilización ciudadana y la incidencia política en torno a la construcción de una cultura de paz en Colombia, con un interés especial por el departamento de Antioquia. Este colectivo entiende que no hay una única forma de construir paz, que a ese desafío es necesario enfrentarse de manera compleja y multidimensional, articulando aspectos que van desde lo económico y lo político, y pasan por lo cultural y lo educativo. Además, se generan acciones de movilización social e incidencia política con enfoque territorial, a partir de principios como la institucionalidad, la legalidad, la transformación socio cultural, entre otros.

Como actor político, esta mesa asume que el desafío de paz marca un horizonte que tiene un importante soporte en los diálogos de paz llevados a cabo en La Habana, pero cuya realización dependerá principalmente de la vinculación de la ciudadanía a diferentes acciones de movilización y participación social en torno a la construcción aquella.

Unipluriversidad de la Facultad de Educación de La Universidad de Antioquia y El Instituto Popular de Capacitación-IPC. La primera cohorte fue la de Urabá en 2014, y en 2015 se han desarrollado la primera cohorte en el Bajo Cauca y la segunda en Urabá.

DIPLOMADO EN MEMORIA

Martha Peña Duque, coordinadora de Agendas Territoriales del IPC. El diplomado Memoria: Territorio Paz y Desarrollo ha sido un iniciativa de la alianza entre el Museo Casa de la Memoria de Medellín, el grupo

Con los diplomados se pretende fortalecer las capacidades de los actores sociales, para incidir en un escenario de posacuerdos en el cual la paz se construya desde los territorios. Allí, han tenido un lugar importante las víctimas del conflicto armado, fundamentalmente los reclamantes de tierras, para demandar sus derechos a la restitución de tierras, a la verdad, a la justicia, a la reparación integral y a las garantías de no repetición. Además, se ha buscado que el diplomado sea un escenario de diálogo entre expresiones diversas surgidas en los ámbitos étnico, generacional y de género, en el cual se escudriñen propuestas de futuro a nivel territorial.

MALETAS DE NUESTRA HISTORIA Diana Martínez Giraldo, investigadora.

El MCM, en su propuesta social y política de apoyar los procesos de construcción de memoria de las organizaciones sociales y de víctimas afectadas por el conflicto sociopolítico armado de la ciudad y la región, diseñó -con el apoyo de programas locales y de cooperación internacional- el proyecto Maletas de Nuestra Historia, una apuesta que reconoce el aporte social para la transformación social y la construcción de paz de estas organizaciones. Este primer momento del proyecto se desarrolla con las organizaciones Tierra y Paz, Movimiento Político Esperanza, Paz y Libertad, la Iniciativa de Mujeres colombianas por la Paz-Urabá y la Fundación Compartir. Un proceso de construcción participativa de sus memorias, que pretende

fortalecer el trabajo en red, el auto reconocimiento y sus proyecciones de futuro. Este ejercicio de construcción de memorias les permitirá documentar y organizar las memorias organizativas de los procesos que han liderado, que se publicarán en cartillas pedagógicas para hacer visibles sus procesos de construcción participativa de memoria y socializarlos en escenarios de análisis y reflexión.

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Ex

DE AGOSTO A DICIEMBRE


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