IN S T IT U T O
A M IG O S
DEL
L IB R O
A R G E N T IN O
.• .• .• C • • • • V D
H'aTiutlCO
Peiium bra obra
no
de M arta
Tam pcco
Elena
Sam atan,
es un trabajo
En el concurso Peuser
prim era CBA
es la
reciente.
organizado
en 1953 esta
reció ser recom endada publieaeón.
Por
cunstancias
por
novela m epara
diversas
su cir-
no pudo ser editada
entonces.
El m anuscrito,
ralm ente,
ha sufrido
natu-
m uchas
co-
rrecciones.
Este libro no preten-
de resolver
problem as.
N inguna
novela
los resuelve.
contar
cosas de m ujeres,
gunos
sectores
de al-
de m ujeres
viven olvidados, m ediocridad,
Sólo quiere
en
Es el proletarado que nos habla
hundidos el
que en la
anonim ato.
espiritual
Em m anuel
de
M ou-
nier.
Los personajes dos por la autora.
han sido creaC ualquier
m ejanza
de nom bre,
parecido
que
cubrir
se
se deben
cualquier
pretenda a m era
dencia. KJIHGFEDCBA
se-
descoinci-
l
PENUMBRA
M ARTA
1I E s te lib r o im p r im ir de
s e te r m in ó el 30 de
1966 en de
B s . A ir e s ,
la
de
CBA
SAM ATAN
ELENA
PENUM BRA
KJIHGFEDCBA
M ayo
la s p r e n s a s E d ito r ia l.
R e p . A r g e n tin a
N° Inv. : 849
b r , • .,- . IN ST IT U T O @
Q ueda hecho el depósito que m arca la ley 11.723 Im preso en la R epública A rgentina
A M IG O S
DEL
L IB R O
Buenos A ires
A R G E N T IN O
IAoHICBA A ..c H
••
TÓ
." . ' . . •o. •••
.::Q
,
1 srqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPON
Ese jueves, a fines de junio, se cum plía el décim o aniversario de la m uerte
de Pan chita A vendaño. R osalía C lerm ont
fue por
la tarde al cem enterio y estuvo largo rato frente a la tum ba su am iga. H abía llevado en su am plia cartera sam ente envuelto reluciente.
cuidado-
en papel de estraza y una bolsita llena de pol-
vo lim piador. N i bien llegó, se puso a fregar [arla
un trapo
de
Luego repartió
el ram o
floreros de bronce que flanqueaban las sobrinas parecían
haber
la lápida hasta de-
casero
entre
los dos
el nicho. N i los herm anos
recordado
ni
la fecha. Pero no era el
caso de extrañarse
ante ese olvido. R osalía lo esperaba y lo desea-
ha. N o le hubiera
causado ninguna
gracia encontrarse
con algún
m iem bro de la fam ilia, verse en la obligación de salud arlo, hablarle y escuchar esas estúpidas frases convencionales,
llenas de
falso sentim iento. La ausencia era preferible a todo ese despliegue de hipocresía. H acía frío y un nublado espeso apresuraba
el avance de la obs-
curidad. R osalía dio el últim o toque al arreglo de sus flores, rehizo el envoltorio con .el trapo y el polvo sobrante, ordenó todo en su cartera
y se encam inó hacia
largo el trayecto
la parada
hasta su barrio. Sentada contra
m irando distraídam ente
del tranvía.
Era
la ventanilla
y
hacia los feos suburbios que atravesaban,
tuvo tiem po holgado para hacerse m ás de una am arga
reflexión
-7
de
escena desagradable
que le había hecho una de las vecinas de la
sus cavilaciones cada vez que evocaba algún rasgo de la vida de
vereda de enfrente.
A todos esos disgustos venía
Panchita. V olvía a m achacar sobre lo m ism o y siem pre llegaba a
ahora, el penoso recuerdo
la m ism a
que había tenido en su vida. N unca había podido conform arse
sobre la negra ingratitud
conclusión
toda su absurda
hum ana. Era el tem a acostum brado
algo sim plista:
generosidad
a la
¿de que
pobre
le había
Panchita
valido
de su am iga m uerta,
a agregarse,
la única
con los hechos ocurridos y desde entonces una protesta
cuando tan
am iga anidaba
pronto se había borrado su m em oria de la m ente de los m ism os
en su pecho contra los poderes divinos y los procederes hum anos.
a quienes había favorecido?
V ivía adorm ecida contra
el grueso felpudo
largos m eses, pero de repente,
todos los m otivos de pena y rencor que yacían en el subsuelo de
del
zaguán, luego se puso la ropa de entrecasa, sacudió y colgó cui-
su espíritu. Entonces se aplastaba
dadosam ente
rodearan
la de salir y se fue a la cocina para prepararse
un
poco de café. Era m uy parca en sus com idas y jam ás se desvivía
m ás absoluta
dom inaba su vida, era la eterna
La uniform idad repetición
de los
esos períodos hasta
porque extrañara \
su trabajo
no tener la im prescindible tranvía
en su sillón y dejaba
que la
sus negros pensam ientos.
D urante
por confeccionar platos suculentos. A lguna bebida caliente, queso, pan y m anteca constitufan su cena habitual.
com o
en ese m om ento, se com placía en acicatearla y rem over de cuajo
Y a era casi de noche cuando llegó a su casa. R estregó a conciencia las suelas de sus zapatos
durante
y recorrer
le pesaba
de m aestra,
haberse
jubilado.
sino porque
No
lam entaba
obligación de salir a la calle, tom ar el
m edia ciudad para llegar a la escuela. N unca
m ism os actos. D urante las horas del día podían ocurrir hechos que
había
interrum pieran
dejar de ~scuchar sus charlas y así le llegaban noticias y com en-
ta -generalm ente sita-
ese hilo de m onotonía, algún llam ado a la puerun vendedor am bulante,
rarísim a vez una vi-
o alguna rápida salida para efectuar las com pras indispen-
intim ado
con sus com pañeras
tarios, se enteraba
de trabajo,
pero no podía
de algunas novedades y perm anecía
en con-
tacto con el m undo. A hora se quedaba enter.am ente sola, encerra-
sables, pero las veladas parecían copiadas unas de otras. D espués
da entre las paredes de su casa, rem oviendo constantem ente
de lavar la escasa vajilla y dejar cada utensilio en el preciso lugar
m ism as ideas, las m ism as viejas ideas que le trabajaban
que le correspondía,
en el viejo sillón del com edor,
desde hacía años y que no habían variado gran cosa a través del
junto a la m esita que en otro tiem po le había servido para pre-
tiem po. En sus días norm ales eso no le hacía m ella pues las ho-
parar sus tareas de m aestra, y se ponía a tejer y escuchar radio
ras eran rápidam ente
hasta que llegara la hora de acostarse, R ara vez leía. Su biblioteca
res hogareños, y por los que no eran tan indispensables, pero que
consistía en unos pocos m anuales
ella consideraba
se sentaba
escolares que no había vuelto
absorbidas por los indispensables
com o tales, haciendo
sus
la sesera
m eneste-
de su ejecución una espe-
a abrir desde su jubilación. D e vez en cuando com praba alguna
cie de cuestión de honor. C on ritm o
revista de tapa llam ativa
lim piezas a fondo de los distintos sectores de la casa, com o si la
que introducía
alguna variación
en sus
cortos entretenim ientos. y desalentada.
Ese m es de junio había
en m alos ratos de toda índole. D esde la rotura
sido pródigo
del caño de la co-
cina y la gotera que se había form ado en el dorm itori;;-hasta
8-
se sucedían las
natural acum ulación de un poco de polvo en algún rincón repre-
Esa noche R osalía no tenía ganas de escuchar radio. Se sentía deprim ida
im placable
la
sentarara
para ella una catástrofe irreparable.
do le entraba ese decaim iento, precursor
Lo m alo era cuan-
de una crisis de desgano
total, cuando se sentía triste, quejosa, llena de agravios
contra
el m undo entero. Eso no le sucedía con dem asiada frecuencia, fe-
-9
lizm ente. Tam poco se prolongaba su im potencia para cam biar resentim iento
de estado de ánim o, se llenaba de
consigo m ism a y, al final, se im ponía trabajos do-
m ésticos extraordinarios traían
con exceso. C om o la irritaba
que le absorbían
el rem edio al im pedirle
entregarse
ron nunca de m odo de vivir y jam ás se despojaron de su m anera ancestral de juzgar las cosas. R osalia había evolucionado, evidentem ente.
N o se frecuentan
sus actividades y le
otras gentes sin establecer con ellas un intercam bio, aunque sea
a la som bría ilación
m ínim o. Pero, en el fondo, se parecía a sus padres en form a ex-
de sus reflexiones.
traordinaria
y
en m uchas
oportunidades
actuaba
exactam ente
com o ellos lo hubieran hecho, aunque no siem pre había estado de acuerdo con los dictám enes R ecién eran las ocho. Rosalía tom ó su tejido y em pezó a m over
que ellos le im ponían. En m uchas
ocasiones se había rebelado abiertam ente
contra lo que ella con-
m ecánicam ente las agujas. Era m uy tem prano todavía para irse
sideraba un anticuado m odo de ser. M ás de una vez le habían
a la cam a, aunque en invierno solía hacerla a la hora en que los
brotado reproches
dem ás salen para ir al cine. Pero esa noche sentía que le iba a
encajarla. Sus triunfos habían sido efím eros. D espués de los cua-
ser difícil dorm ir con esa desazón que le había entrado. N unca
tro gritos de rigor que le correspondían com o indiscutido jefe del
am argos contra
ese m olde donde pretendían
se acostaba sin tener la seguridad de conciliar el sueño casi en
hogar, el padre se alzaba de hom bros com o ante un absurdo ca-
seguida, porque
para
pricho infantil. La m adre era m enos estentórea, pero m ás terca.
dorm ir y jam ás se le hubiera ocurrido m eterse entre sus cobijas
A l final tam bién le decía que hiciera lo que le diera la gana. Sin
para leer o tejer, com o hacía tanta gente. Prefería
m ayores 'alharacas
la cam a, según ella, era
exclusivam ente
andar de acá
le había dejado la ilusión de haberse salido
p.ara allá, ordenando cosas que ya estaban en orden, repasando
con la suya. D espués, poco a poco, arm ándose de una paciencia
vidrios o tratando
digna de em presa m ás noble, se entregaba a la tarea de socavar
Rosalía
de descubrir
despreciaba
ella, constituían
puro
telarañas.
profundam ente
esas prácticas
que, para
sibaritism o. Sus padres habían
los propósitos, las resoluciones de la hija. A l final era ella la ven-
sido así:
cedora. R osalía así lo com prendía, ahora, al volver la m irada
en entendi-
hacia el pasado. N otaba, adem ás, que los prejuicios que le ha-
m iento. Los dos eran franceses, de fam ilia cam pesina. Llegaron
bían m etido en el alm a desde su m ás rem ota infancia afloraban
rudos, sufridos, infatigables
y, tam bién,
lim itados
jóvenes a Santa Fe, recién casados, llam ados por una tía vieja
subrepticiam ente,
que contaba con algunos recursos. Trabajaron
rencia con sus progenitores
sin descanso, com o
bestias de carga, sin concederse los m ás elem entales entreteni-
enseñoreándose de su conducta. La gran diferesidía, em pero, en el hecho de que
y a ciegam ente la ley ancestral. ella no aceptaba KJIHGFEDCBA
La discutía,
m ientos que significaran un gasto. A lo sum o, los dom ingos, rea-
aunque fuera de m odo blando. A doptaba ante ella, en cierta for-
lizaban un paseo a la orilla del río, porque no quedaba m uy le-
m a, una tosca y, quizás, no del todo consciente actitud
crítica.
jos y no era necesario tom ar tranvía. Eso era cuando no consideraban que era m ás provechoso quedarse
en casa para adelantar
alguna labor (ella recibía costuras y él hacía de plom ero y hojalatero en sus horas libres). A sí redondearon que luego vino a sum arse la herencía
10 -
algunos pesos, a los
de la tía, pero no cam bia- CBA
La lana gris se deslizaba rítm icam ente por las agujas rojas de galalita. R osalía tejía sin atender su labor, casi sin m irarla, entregada de lleno a sus pensam ientos retrospectivos.
-11
Sí. Era inútil darle vueltas al asunto. H ay personas que nacen con m ala suerte y Pan chita había sido una de ésas. A l parecer, todo le sonreía desde niña:
era bonita, agraciada,
inteligente,
aprendía las cosas con rapidez sum a. N o había tarea que no hiciera bien: las labores dom ésticas, los deberes de la escuela, la costura. C uando andaba por los quince años em pezó a rondarIa Felipe Illanes, el joven m ás apuesto y codiciado de la cuadra, bachiller en cierne. Se le abrían alegres senderos hacia el porvenir. En breve plazo fueron llegando los fracasos hasta
culm inar en
esa agobiadora existencia de tr:abajos forzados que ella se había im puesto. R osaIía siem pre le había echado la m ayor culpa de todos esos m ales al carácter desgraciado de Panchita. Porque
una cosa es
ser buena, servicial, generosa, y otra m uy distinta dejar que a una la pongan en el prensalim ones
hasta
no dar ya una sola
gota de jugo. D esde chica se había destacado por lo com edida en la casa, en la escuela, entre las am iguitas del barrio. Todo el m undo sabía que a Panchita A vendaño
siem pre se le podía pedir
un favor, en cualquier m om ento, y ella siem pre lo prestaría gustosa, inm ediatam ente,
con la sonrisa en los labios. Y así, aten-
diendo necesidades ajenas, ayudando a los dem ás, no se le ocurrió nunca sacar provecho positivo de sus cualidades en su propio beneficio. R osaIía no le reprochaba su desinterés -posiblem ente no la habría
querido tanto si hubiese sido calculadora=-,
sino su m ansedum bre
para
dejarse despojar, para
perm itir
que
los otros abusaran de su buena voluntad. Jam ás se le oyeron protestas contra las im pertinencias de que era objeto, nunca intentó luchar en defensa de sus derechos, ni siquiera en defensa de su R osalía se sublevaba cuando la veía tan sum isa, tan sin agallas aun en m om entos trascendentales
de su vida. N o podía com pren-
de Panchita. Porque hasta
el no-
viazgo con Felipe Illanes se deshizo m ás por obra de su propia CBA
12 -
bre ignoraba los gestos de rebeldía. A gachaba la cabeza y seguía dando vueltas com o burro de noria, sin atreverse
a m irar m ás
allá del sem piterno círculo que trazaban sus pasos. A sí fue com o quedó atada a las obligaciones que los dem ás le inventaron. N o hizo m ás que trabajar ñarse hasta vivieran pesos
para otros. Llegó a endeudarse, a em pe-
los ojos para que su herm ana
de holgazanas. N o se perm itía pesos,
-sus
sus
bien ganados pesos-
nos de esos gustos que a cualquiera bían existido viajes de placer -el
Tránsito
distraer
y las hijas
algunos pocos
para satisfacer algu-
le nacen. Para ella no ha-
único viaje que hizo en su vi-
da fue aquella escapada a B uenos A ires con R osalia-,
ni siquiera
cortas excursiones. C ontadas veces había pisado el teatro y hasta se m ezquinaba las idas al cine para que las otras vivieran com o rentistas· despreocupadas. Su vestuario era pobre, pobrísim o, anticuado, podía calificárselo de m iserable. Y todo para que las so-
brinas no pensaran m ás que en renovar a cada rato sus trapitos KJIHGFE y
anduvieran
por ahí, luciendo novedades, com o si ellas fueran
las encargadas de lanzar la m oda en el barrio. La rabia ahogaba a R osalía cuando se ponía a rem em orar ciertos hechos. U no se ensartaba detrás del otro, casi autom áticam ente, e iban form ando largas y pesadas ristras. Eran siem pre los m ism os viejos recuerdos llenos de agravios, adobados con la m ism a salsa de indignación, aderezados con los m ism os calificativos denigrantes para aquellas m ujeres aprovechadas. Es que R osalía se sentía ofendida y m enoscabada en la persona de Panchita, su vieja am iga, su herm ana casi. Juntas habían ido a la escuela prim aria, juntas em pezaron la norm al y, m ás adelante, el destino las había vuelto a reunir en la m ism a escuela,
felicidad.
der esa inconcebible inercia
pasividad que por las intrigas de Tránsito y M agdalena. La po-
a una com o directora, a la otra com o m aestra. Sin contar el hecho de que nunca habían dejado de estar juntas pues vivían pared por m edio desde tiem po inm em orial. R osalía
y
Panchita habían sido com pañeras de juegos, de pa-
-1 3
seos, de estudios, de tr~bajos. Intercam biaban pedían consejos, pareceres, en sus respectivas recorridas
se prestaban
diligencias, así fueran
de tiendas.
C uando Felipe
tiernos y a buscar oportunidades R osalía la obligada
acom pañante
sus confidencias, se
libros. Se acom pañaban trám ites
oficinescos o
com enzó a poner los ojos
para arrim arse de la pareja.
a Panchita,
de sus padres de no frecuentar sa, pero m enos quería de
SU
la regla de conducta recibida
casas ajenas. N o quería ser intru-
que alguien pretendiera
rom per
el cerco
retraim iento.
era
D espués, fue su
paño de lágrim as cuando se produjo la ruptura.
y el saludo. Seguía estrictam ente
Pan chita nunca
de Tránsito KJIHGFEDCBA y las hijas había sido un alivio para
El alejam iento
ella. N o las podía soportar.
H ubiera
deseado que se fueran
al
se entregó a desahogos dram áticos en m edio de su vida desolada
otro extrem o de la ciudad para perderlas
-era
m entar y olvidarse de que existían. Pero se habían instalado re-
de las que se tragan todo y lo rum ian
de sum irlo en las tinieblas
en silencio, tratando
de la conciencia-
quizás porque R o-
de vista, no oirlas ni
cerca, en una casa con pretencíones
lativam ente
salía era el sólido tutor que le servía de apoyo y a ésta le bastaba m irarla para captar a vuelo sus slnsábores:
otra. M uchas veces las divisó en las inm ediaciones
do tan poca suerte Panchita
4Por qué había teni-
cuando todo la favorecía desde chi-
ca ? N ada le lució a la postre, absolutam ente a su alreddeor,
pero siem pre
nada. La felicidad
parecía
girar
siem pre
lo esquivó. ¿O era Pan chita quien lo esquivaba?
evitó el encuentro, V aya
situada
cuando ella salía para
en una
-la
m enos, las tenía-
hacer
fachada, al
calle m enos popular
alguna
que la
de la plaza
com pra e invariablem ente
volvió los ojos a las copas de los árboles para no saludarlas. decir, a Tránsito
gana. Parece que sus actividades
consistían
en poner en m ovi-
m iento con su cuerpo la m ecedora ubicada estratégicam ente
una a saber ...
to a la ventana
que daba a la calle y en alargar
jun-
la m ano hacia
el plato de bizcochos o tortas negras que ponía a su alcance le habían crecido las asentaderas, con ese ejercicio). R osalía m iró el despertador que siem pre colocaba al alcance de la vista
(usaba el reloj pulsera solam ente para salir)
recién cam inaba por las nueve y m edia. Para cuerda y se aseguró de que la cam panilla
y vio que
distraerse,
de alarm a
le dio
estuviese
colocada a las seis m enos cuarto. Todas las m añanas de su vida se levantaba
cuando aun no había em pezado a clarear,
el tiem po le fuera a escasear para
sus labores de ordenam iento
y lim pieza. D esde la casa vecina llegaba una radio que transm itía
com o si
el sonido apagado de
bailables. Esa había sido la casa de los
cuando sentía
la necesidad
de am pliar
la
presencia
de alguna
(así
D e vez en
sus atisbas y se dirigía
a la puerta de calle y desde el um bral sus ojos buscaban peradam ente
Es
nunca m ás las vio. Esta no salía de puro hara-
vecina
para
deses-
chism orrear
U n rato. Las callejeras
eran las hijas. Encarna
y C arm en con su arreglo de m ujer había faltado acom pañante,
con su fachita de hurón
de la vida. A ésta nunca le
solía cam biarlo con frecuencia y to-
dos los m ozalbetes del barrio se habían turnado
a su vera. D es-
pués aparecieron
galanes de m ás presencia que la invitaban a los
A vendaño. Los herm anos la habían vendido después de la m uerte
cines del centro
(ésa era la explicación que daba Tránsito
de Panchita
sus ausencias).
y ahora
la ocupaba una fam ilia
de origen italiano,
buena gente, poco ruidosa, activa y m adrugadora.
R osalía sentía
gran aprecio por ella, aunque la am istad se lim itaba a la sonrisa CBA 14 -
reluciente
para
H ubo uno que la esperab.a en un auto largo y
y la llevaba
tom ar aire por las afueras.
D ecían por
ahí que era casado, con tres hijos, pero tenía fam a de generoso
-1 5
con las que accedían a acom pañarlo en sus recorridas autom ovi-
do, pero (buena herm ana
lísticas por los alrededores.
a Encarna
A l pensar en C arm en, R osalia nunca dejaba de m ascullar entre dientes la m ala palabra. ¿Podía negarse que lo fuera?
hizo el pedido).
Siem pre
no se hubiera m uerto, tarde
o tem -
prano se iba a largar a la vida de cualquier m anera. N o era chi-
J
tes o los firuletes que se echaba encim a. Sus horas eran de ocio casi absoluto. D esde los um brales de la adolescencia le gustaron de ésta, se buscaba novios -o m ozos
y
recibía todo de m anos
lo que fueran-
jóvenes, buenos
bien vestidos, aunque de los bolsillos no les cayera una
sola m oneda. Esa fue su desinteresada
época rom ántica. A l cre-
cer en años se fue haciendo m ás am biciosa y ya no le bastaron los donativos de la tía. A l dar con pretendientes
de m ayor fuste
calculó que algún provecho m aterial podría sacar de ellos y se em peñó en obtenerlo. D espués de la m uerte de Panchita sus actividades cobraron m ayor im pulso gracias a un cam bio de pano-
Tránsito representaba
a las m il m aravillas su papel de la que
nada sabe. C uando se encontrab.a con alguna vieja conocida del barrio em pezaba a hacerce la m adre im portante
y se le llenaba
la boca con las am istades de relum brón de la hija, toda gente de lo m ejor que no se resignaba a prescindir de la presencia de C arm encita,
y
tan buena y generosa que la llenaba de regalos para
que pudiera alternar en un am biente de lujo sin desm erecer. Las m ujeres la dejaban hablar ya
10 sum o intercalaban algunos pun-
tos exclam ativos o interrogativos
que sirvieran
de estim ulante a
las jubilosas expansiones. Pero escuchaban con los ojos a m edio cerrar para que no les fuera a asom ar la risa que se retorcía por allá adentro. Sí. En eso había term inado la fam osa C arm encita. ¡V aya a saber a dónde iría a parar! C on los tiem pos que corrían cualquier cosa
se apresuró a conseguirle un
podía esperarse de la indecente falta de escrúpulos. D ecían que
a partir de un confite con el pe-
había em pezado a m eterse en política. Política oficialista, desde
con el alim ento de esas tres bocasronism o en vías de triunfo-, nada.
a quien
las salidas que
de verse obligado a correr
ram a. Su tío Juan A ntonio -tem eroso em pleíto de gobierno -andaba
influyente
Ella reservó sus fuerzas para
de m edia noche.
ca de hogar. C arecía de toda preocupación que no fueran los afei-
los hom bres. C om o en vida de Panchita
logró pasarle el em pleíto
la persona
efectuaba a eso de la oración y se prolongaban hasta m ás allá
y los hechos le habían dado le había visto pasta de m ujerzuela KJIHGFEDCBA
la razón. A unque Panchita
precavida)
(nada podía negarle
de esos en los que se hace poco o
luego.
:
!
R osalía se encogió de hom bros con una risita despreciativa ha-
C on todo, la nm a puso el grito en el cielo porque no queda
cia las dos sobrinas de Panchita. La una no valía m ás que la otra.
ni oír hablar de cum plir horario. A l fin se resignó porque Ilovían
Porque al cuquito de Encarna no debían faltarle ganas de seguir
cuentas, Juan A ntonio se había puesto firm e y ya nadie les fia-
la brillante carrera
ba. El sueldo le parecía irrisorio, bueno para quienes se resigna-
pudo enganchar a nadie con ese hocico de laucha que tenía. A un-
ran a suelas rem endadas
que las m alas lenguas del barrio
y repita
'
sufrida. Em pero, el quehacer
de la herm anita, sólo que la pobrecita nunca (capitaneadas por doña Eleu-
no la agobiaba y tuvo oportunidad de cultivar ciertas im portan-
teria) com entaban jocosam ente que solía perderse en las obscu-
tes am istades, caballeros
de la que fá-
ridades con el hijo de doña C arlota, la dueña del bazar. Pero ése
cilm ente se deslizaban algunos billetes gordos para su bolso. Le
era un sinvergüenza desocupado que se arrim aba a cualquier po-
fue tan bien que no tardó en considerar inútil seguir m adrugan- CBA
llera. y plata no le iba a sacar nadie porque la m adre no le
de cartera
bien repleta
16 -
17
aflojaba m ás que unos pocos pesos el día sábado. Lo m as proba-
pesa r de la negativa de la herm ana, porque todavía solía tener esos gestos desinteresados en obsequio de las personas que lo ro-
ble es que Encarna fuera la generosa. Tránsito podía estar satisfecha con el resultado las dos perlas de sus hijas. A parentem ente buscado al criarlas
alcanzado por
deaban, pero lo sujetaron las dos alm as negras de Tránsito y M ag-
eso era lo que había
en esa form a. A hora ella vivía tranquila:
dalena que andaban m etida
te-
supo R osalía exactam ente
nía casa, buena ropa, golosinas abundantes y hasta sirvienta. D ebía considerarse
m uerta?
esas
dos m ujeres envidiosas, porque de pura envidia se em pecinaron
feliz, m ás feliz que en la época de Panchita.
¿Para qué iba a acordarse de la herm ana
a fondo en toda esa intriga. N unca
qué clase de papel desem peñaron
en que Panchita rom piera su noviazgo y anduvieron ~
de m anejos turbios, m ensajes
en una serie
anónim os, habladas
por teléfono,
hasta que lograron m eter cizaña entre los novios.
Juan
A ntonio y M agdalena tam poco habían
dado señales de
recordarla. Pero ésos, al m enos, no habían com ido el pan de Panchita durante
años y años. Se trataba
de una pareja
El proceso de aquella ruptura
se fue presentando
con la nitidez
m ezquina,
que conservan los recuerdos vivos. El noviazgo de adolescencia
am iga de obtener ventajas a poco precio. La m ujer era peor que
había proseguido, afirm ándose en relaciones form ales. Los novios
el m arido en m ás de un aspecto, aunque los dos tiraban parejo en
se veían solam ente un rato por la noche porque ninguno de los
lo m iserables. Su extrem ada
dos hubiera
avaricia era ya proverbial
entre los
vecinos y circulaba una reseña de los recursos ingeniosos de que se valían para gastar
m enos, siem pre m enos.
bajaba en una escuela fiscal. Felipe tenía un em pleíto
Pese a todo, debía reconocerse que Ju~n A ntonio nunca había llegado a los extrem os
de Trá~ito.
dejado de cum plir las obligaciones de trabajo
Supo aprovechar siem pre la
o de
estudio que le incum bían. H acía com o tres años que Pan chita tram onta en los tribunales, una brillantísim a
pero le faltaba
de poca
m uy poco para rem atar
carrera de abogado y un de los profesores ya le
había propuesto incorporarlo
a su estudio. Era un m uchacho in-
ños servicios que ella valoraba m ás de lo justo. A dem ás, hubo
teligente'
que recogía
una época en que hasta fue francam ente
anduviera. A dem ás, era m ozo de vida arreglada, enem igo de [uer-
buena voluntad de la herm ana, pero le correspondía
con peque-
generoso con Panchita
y la m adre. N o era una generosidad loca y desenfrenada así y todo, era m ucho m ás de lo que esperaban
pero
las pobres m u-
jeres y bien felices fueron am bas en ese tiem po, cuando él em pezó
despejado,
alegre,
gas, no se le conocían aventuras
R osalía ten' . la m uy presente que Juan A ntO nIO hasta quiso intentar una com pone d F' . n a con elIpe cuando se produjo la ruptura Q . , . ' pero Panchita no 1 dei o ejo, uizas hubiera procurado hacerla, a CBA
por
donde
equívocas. Su única novia había
sido Panchita y desde m eses atrás le había anunciado que se com prom eterían
en cuanto obtuviera
pronto posible, ni bien 'term inara a hacer tan buenos negocios y llegaba a casa con regalos KJIHGFEDCBA y las sacaba a pasear en auto de vez en cuando. Entonces ni se le había ocurrido m irarla a M agdalena.
sim patías
otros en m archa.
Ella
conservaría
el título. Se casarían
lo m ás
él algunos asuntos y tuviera su puesto
de m aestra
hasta
ver qué ocurría con los pleitos de su m arido. Esos fueron los m ejores días en la vida de Panchita
porque
entonces se sintió novia de veras, lo de antes le había'~ecido cosa de ,adolescentes. A hora todo iba en serio. H asta se puso co-
18 -
-19
queta y cuidó de parecer bonita. Todos los m eses dejaba en las tiendas parte
de su sueldo
tenía pensión ferroviaria darla) y diariam ente
(no m uy grande, aunque
la m adre
ella se im ponía la obligación de ayu-
dedicaba algunas horas a la costura de su
ropa. D oña Paca y R osalia le ayudaban en todos esos m enesteres Tránsito jam ás pegó una hebra. Por ese tiem po Tránsito KJIHGFEDCBA y M agdalena, que nunca habían hecho
cuatro frescas era sólo por consideración a Panchita. En esa tem porada se le hicieron insoportables, odiosas, y no encontraba palabras bastante
duras
para
vituperar
su destestable
C on rencor se acordaba de aquellas interm inables
conducta.
tardes de cos-
tura, cuando ella debía reprim ir la rabia que le bullía por dentro al verlas ir y venir de la puerta
de calle al com edor, ociosas,
perdiendo el tiem po, m ientras ellas, encogidas sobre el trabajo,
buenas m igas (en la escuela llegaron a tirarse de las m echas m ás
echaban puntada tras puntada. A ndaban a los secreteos y las ri-
de una vez y no pasaba día sin que se acusaran m utuam ente
sotadas, cam biaban m iradas de entendim iento, se detenían junto
~
a la m esa Y se ponían a m anosear las telas con adem anes des-
Y
era que la en-
porque las dos reventaban
de despecho al
deñosos. M agdalena siem pre tenía esos desplantes de nueva ri-
ver que el noviazgo de Pan chita iba viento en popa. M agdalena
ca. Tránsito la im itaba com o una tonta y entre las dos rivaliza-
era la hija de un constructor que había ganado m ucha plata y
ban a quien tenía peores m odales. V aya y pase que la una tu-
la niña se había criado creyendo que todo puede conseguirse a
viera hum os al sentir repleto el portam onedas, pero la otra no
fuerza de pesos. Le había echado el ojo a Felipe cuando éste an-
tenía m ás que la ayuda de la m adre y la herm ana. N unca quiso
daba por los últim os años del C olegio N acional y trató de con-
estudiar, ni .coser, ni hacer nada.
sacarse la lengua),
se volvieron inseparables.
vidia las herm anaba
quistarlo
de cualquier
m anera. El m uchacho era buen m ozo y,
A R osalía le daba m ala espina verlas tan am igas y se le ocu-
adem ás, tenía don de gentes. Sería un caballero y la convertiría
rría que estaban tram ando algo tenebroso. A parentem ente
a ella en una señorona encum brada con ayuda de la libreta
ta en los detalles de su labor, no dejaba de observarlas. La m ira-
de
cheques de su papá. Esa era la única, am bición que la anim aba: superar
en el m arido la tosquedad del padre
(la m adre había
absor-
ban a Panchita de un m odo raro, con una sonrisita m ás de ojos que de labios, en la que se reflejaba
el anticipado goce de un
m uerto cuando ella tenía catorce años, elim inando del escenario
desquite largam ente
de su vida el acento napolitano, las pesadas caderas y las tortu-
una actitud de espera. Esa actitud se acentuó cuando em pezaron
radas chancletas que tanto la avergonzaban).
Sus artim añas
de
acariciado. A m bas parecían haber adoptado
los prim eros conflictos entre los novios y hasta se convirtió en
nada valieron y Felipe no se plegó a sus planes ni por asom o. Le
im paciencia. Las dos andaban
quedó una llaga abierta yeso
otra, cuchicheándose las presuntas
la fue tornando todavía m á~ m ala
de lo que siem pre había sido. En cuanto a Tránsito, lo único que la m ovía era la envidia. N o
enredos sentim entales
a las corridas, de una casa a la novedades de unos aparentes
en que andaban m etidas. C uando la rup-
tura fue ya un hecho irrem ediable, ninguna de las dos pudo di-
podía tolerar que la herm ana llegara a casarse con un "doctor"
sim ular la satisfacción que reventaba
cuando ella sólo había podido conseguir al pobre diablo de don
m aciones que prodigaban
Pepe, el del quiosco de la estación.
falsas que la hipocresía se veía a la legua. Tanto que R osalía ya
R osalía siem pre había encontrado m uy desagradables y m alignas a esas dos m ujeres y si les tenía paciencia y evitaba cantarles CBA 20 -
no pudo aguantar
por debajo de las excla-
delante de Panchita, y ésas eran tan
y una tarde les dijo lo que se m erecían -y
cuando R osalía perdía la paciencia de su boca salían las cien m il
-
21
barbaridades- KJIHGFEDCBA Y ellas, al principio, quisieron hacerle frente, pe-
m ente distribuido. N o sólo era im posible reprocharle
ro al final no tuvieron m ás rem edio que callarse porque el lastre
que se hacía acreedor a los m ayores elogios.
de la conciencia sucia les pesaba dem asiado para que tuvieran aliento para esa lucha.
nada, sino
Pero R osalia veía venir las cosas. Felipe ya no pertenecía al barrio. Los padres habían m uerto, la única herm ana se había casado con un com erciante rosarino y el m uchacho se había instalado en una pensión por el barrio sur. Tenía m uchos am igos entre los estudiantes. Estos lo invitaban para repasar el program a
Sin em bargo, a pesar del profundo encono que le habían despertado los tejem anejes de las dos m uchachas, R osalía no echa~ sobre ellas toda la culpa de la ruptura. La m ayor parte recaía sobre Felipe. N o podían los burdos enredos de dos chism osas de barrio tener fuerza suficiente para aniquilar un sentim iento profundo en un hom bre com o Felipe. M uchas veces R osalía se había puesto a exam inar los hechos -solía flexiones m ientras fregaba su casala m ism a conclusión desfavorable
entregarse a largas re-
y siem pre había llegado a para
el novio de Panchita.
N o era que su penetración fuese excesiva ni sus dotes de análisis
del próxim o exam en, lo llevaban a la casa, lo presentaban
a la
m adre, a las herm anas, a las prim as. El joven hum ilde conoció otros am bientes. Toda esa gente lo recibía con sum a am abilidad y fingía olvidar que su padre había sido lechero. Q uizás él fue el prim ero
en echar eso en olvido. N o faltó quien le dirigiera
m iradas insinuantes
y le hiciera com prender que las pretencio-
nes suyas serían bien recibidas. Su reserva
fue un acicate para
las voluntades fem eninas. La m ás pertinaz
debió ser Lola C o-
rrea, ya que al final se lo llevó. N o resultaba
difícil reconstruir
el proceso. Las redes que Lola
m uy finas, sino que poseia cierto don intuitivo para captar las
había tendido con gran habilidad alrededor de Felipe conm ovie-
situaciones y llegar a la m édula de algunos com portam ientos.
ron los cim ientos de sus proyectos sentim entales. Se vio en una encrucijada desde la cual se abrían perspectivas m ás brillantes
N unca le había tenido m ala voluntad a Felipe. M uy al contra-
para su vida. Era posible que una lucha se hubiera entablado en
rio. Lo había conocido de pantalón corto y había presenciado el
su interior y que la duda lo tironeara. A l final procedió cobarde-
nacim iento de ese noviazgo, am istad
sentim ental
de chiquilines,
m ente al barajar
al vuelo las historias de Tránsito y M agdalena
libros, com entaban sus estudios, a veces
para esgrim írlas com o pretexto de alejam iento. R osalía no le en-
en alguna dificultad. Felipe no tenía m iradas m ás
contraba atenuantes. Q ue no le contaran a ella que Felipe había
que para Panchita y sólo se sentía a gusto en su com pañía. Todos
podido tom ar en serio el argum ento de que G erardo cortejaba a
se hacían lenguas del estudiante
Panchita y ésta aceptaba los galanteos. Eso no lo podía creer na-
m ás bien. Se prestaban se ayudaban
de tanto
porvenir. A caso allí
residió todo el m al: en ser un joven de brillante porvenir. R osa-
die que no estuviese com pletam ente
la no estaba enam orada y fue percibiendo los cam bios que se pro-
la ofuscación fue la que se representó
dujeron desde el ingreso a la Facultad de D erecho. Eran casi im -
m eses. Felipe llegaba enfurruñado,
perceptibles. Su actitud con Panchita no variaba, al parecer. La
criado, y com enzaba la escena. Todas las noches agitaba
vio m enos, es cierto, pero el estudio le absorbía m uchas horas y,
ristra
adem ás, debía desem peñar su em pleo. Tenía el tiem po rigurosa-
Panchita estaba alarm ada, atribuía el m al hum or de su novio a CBA
22
-
ofuscado. Y esa com edia de diariam ente
durante
dos
con desplantes de niño m al una
de reproches que cada vez se hacía m ás larga. La pobre
-
23
exceso de trabajo y' le tenía una paciencia de santa, prodigándole aclaraciones y afanándose
por distraerlo.
Pero
el resultado
era
nulo. El otro ya no se apartaba del papel de juez que había asu-
verdadero enam orado sin esperanzas. Sólo después de la ruptura, cuando ya habían pasado m ás de seis m eses y todo hacía presum ir que era definitiva
-ya
Felipe
era novio de Lola-,
G erardo
m ido y con el ceño cada vez m ás adusto pedía cuentas y exigía
se atrevió a hablar. Lo hizo con sum a delicadeza, tratando
explicaciones. Las exigía, pero no las aceptaba. Se puso intrata-
paliar en toda form a el doloroso recuerdo de los hechos anterio-
ble. Panchita
res. N o tuvo éxito a pesar de sus rogativas. H asta doña Paca
se quedaba
N i un solo intervalo larga
serie de encuentros
convirtiendo Panchita
llorando
después de cada entrevista.
apacible vino a poner una tregua desagradables
en esa
y el noviazgo se fue
Y argum entó en favor intervino KJIHGFEDCBA
porque indirectam ente buena les parecía
en un suplicio. hizo todo lo que pudo para
rem ediar
las cosas. Es
del candidato
de
directam ente,
no quedó vecino que no lo hiciera, tan
a todos la pareja.
D e nada le valió a la pobre Pan chita vivir com o una m onja
decir, todo lo que consideró oportuno hacer, pero no lo que en
y adelantarse
realidad debería haber hecho, que era plantarse
Éste ya estaba desatado y en cuanto le daban gusto en algo salía
en su dignidad,
a com placer a Felipe en sus m enores exigencias.
m antenerse firm e y exigir ella las explicaciones acerca de esa in-
con algún otro capricho disparatado.
concebible actitud. En cam bio, con una m ansedum bre
insostenibles y Panchita
que desco-
razonaba, se lim itó a poner en práctica los m ás ingenuos y con-
Las relaciones se hicieron
llegó al lím ite de su resistencia. U n día
habló de acabar de una vez por todas. Q uizás no lo dijo m uy en
m ovedores procedim ientos. N o pisó m ás el alm acén de G erardo
serio, sino para
y doña Paca tuvo que encargarse
favorable que no había cesado de esperar. Y a era dem asiado tar-
dejó de asom arse a la puerta
de todas las com pras. H asta
para
que el otro no la saludara
probar
por
otro cam ino, buscando un cam bio
de. El otro no se lo hizo repetir y se despidió definitivam ente.
desde la esquina. M ás tarde aconsejó a su m adre que pidiera la m ercadería a una casa del centro, pero la señora no le hizo caso. Sus salidas eran nada m ás que para ir a la escuela. Evitaba detenerse para conversar con los vecinos y llegó a cam inar m irando el suelo para que nadie le hablara. c1austró, creyendo
Lisa y llanam ente,
que de esa m anera
se disiparía
se en-
la absurda
confusión. A bsurda
A R osalía le daba fastidio y conm iseración recordar la actitud de Panchita
en esos días. O tra m ujer hubiera peleado com o un
tigre, sobre todo al darse cuenta de la intriga de que había sido objeto. Ella agachó m ansam ente
y tonta, realm ente.
andaba enam orado de Panchita
Porque
era cierto que G erardo
desde hacía años. Era el secreto
la cabeza. D ejó que le arrebata-
ran de las m anos la felicidad sin intentar la agresión. N unca quiso tener
un gesto eficaz contra
una explicación con Felipe, una
a voces de toda la cuadra. Felipe conocía el episodio tan bien
verdadera explicación, sin arranques em otivos. R echazó la oferta
com o los dem ás y nunca se sintió m olesto porque el pobre G erar-
de Juan A ntonio y nada quiso saber de que R osalía sirviera de
do era la discreción en persona y, aunque los ojos se le ponían
interm ediaria
lánguidos cuando la veía, siem pre trató a Panchita com o a vieja
solución sentim ental
am iga del barrio. Jam ás insinuación siquiera 24 -
tuvo un requiebro
que exteriorizara
para ella o alguna
sus sentim ientos.
Era
el CBA
para una últim a entrevista. Ésta no creía en una favorable, pero consideraba necesario acla-
rar algunas cosas, poner los puntos sobre las íes y, sobre todo, separarse sobre una decisión definitiva, clara e irrevocable y no
-25
sobre un equívoco com pás de espera que aún podía favorecer el
A ndaban
brote de algunas ilusiones. Pan chita era dem asiado blanda para
m irándose
de lo m ás fruncidas,
saludándose
com o de lástim a
que pudiera servir de dique de contención a las am biciones so-
Tránsito se casó pronto con su pobre diablo de don Pepe y se m u-
ciales que se habían despertado en el advenedizo. Su papel había
dó a cierta distancia, porque de haber seguido la proxim idad
term inado y el gran error com etido fue no aceptar los hechos en
las tiranteces hubieran
su corazón Y persistir en su actitud de novia doliente que espera
tiem pos escolares.
con desconfianza y hasta repulsión.
y
M enos m al que y
llegado a m echearse com o en sus buenos
todavía aunque diga que ya nada espera. Si fue absurdo el com portam iento resignado y suplicante frente a Felipe, la absurdidez llegó al colm o en lo referente y M agdalena. Si R osalía hubiese nunca m ás las hubiera
estado en lugar
a Tránsito
de Panchita
m irado a la cara, ni dirigido la palabra,
ni alcanzado un vaso de agua aunque jadearan dem asiado se veía el papel de correveidiles peñado esas dos. Panchita
prefirió
de sed. Porque
que habían
echarle tierra
La m ás am argada, a todo eso, iba resultando
Y le M agdalena. KJIHGFEDCBA
sobraban razones, ya que en la em presa no había dejado de alentar la esperanza de quedarse con los despojos de la victoria, es decir con Felipe. La m uy estúpida todavía estaba convencida de
desem -
la m ágica eficacia de sus m ontones de pesos y la rabia la com ía
al asunto y se
por dentro al com probar su absoluto fracaso. Todo el despliegue
condujo con ellas com o si nada hubiera pasado. A cogió cordial-
de sus m aldades había sido de balde. El otro no se le había arri-
m ente a M agdalena com o cuñada cuando el tonto de Juan
A n-
m ado para nada y hasta llegó a negarle el saludo una vez que lo
a Trán-
encontró frente a la confitería de m oda. D esde entonces ya na-
dio com ienzo
bos lados de su casa y tuvo una pelotera con los de enfrente. Se
tonio se casó con ella y jam ás le hizo un solo reproche sito en todos los años transcurridos
a su am paro.
En cuanto dejó de verse con Felipe, Panchita a esa vida de trabajo ses antes de m orir, juventud.
y reclusión que s~lo interrum pió cuando pretendió
A parentem ente
com o m aestra
die le pudo aguantar
nada
no se resintió,
revivir
la había el trato
unos m e-
el rom ance de su
perturbado.
Su labor
con sus com pañeras
no
el m al genio. Peleó con los vecinos de am -
iba consum iendo en sus odios y llegó a ponerse flaca y am arilla com o si sufriera del hígado. A sí pasó m ás de año y m edio. H asta que de pura pica -R osalía
estaba segura de ello-
a Juan A ntonio y tanto hizo que acabó por ponerle la garra en-
acusó variante alguna, asum ió sus tareas en el hogar con el m is-
cim a. Eso no fue enam oram iento,
m o celo de siem pre. Su serenidad
lada por la inquina
m ente con los arranques
exterior
contrastaba
notable-
histéricos de Tránsito y las explosiones
frenéticas
de M agdalena. A R osalía la llegaba a divertir
pectáculo
de los desm anes
fueran
los rem ordim ientos
de esas dos m ujeres.
el es-
N o creía que
la causa de esos trastornos,
pero era
aguantaba
sino prem editación
feroz que siepre
No
que fuera m ás linda que ella, aunque anduviera
con
que no podía perdonarle,
en realidad, era el haber sido novia de
Felipe. N i siquiera la ruptura
del noviazgo la dejó apaciguada y
su despecho se tradujo
en perjuicio de doña Paca y su hija.
fueron
ruptura
em pezaron
los roces
entre
ellas,
después
choques de refilón y al final encontronazos cara a cara.
1
la cara lavada m ientras la suya estaba cargada de afeites. Pero lo
de agravios que desbordaban caso de la
le tuvo
bien calcu-
a Panchita.
evidente que la com plicidad en tanto lío sucio las había llenado com o vino ferm entado. A l m es es-
le echó el ojo
en ese casam iento
Porque en aquella época Juan
que vino a redundar
A ntonio había em pezado a tra-
bajar m uy bien y ganaba m ucho dinero. N o tenía pelo de tonto CBA
26 -
27
. " para los negocios. La m adre había pensado que poy era V IV ISlm o KJIHGFEDCBA '1 1 a ser m édico , pero el m uchacho le hacía ascos al esdría egar l padre optó por m andarlo a la escuela de com ercio con tu di o. E el propósito de que algún día se em pleara en el ferrocarril y
variados objetos de m etal blanco entre vistosos jarrones
cum pliera una honorable carrera burocrática. A l m orir el padre,
que dem ostraba M agdalena para todo lo que tuviera
el m uchacho abandonó los cursos y em pezó a trabajar. El sueldo
lación con él, el espíritu
era m ezquino, pero él aprovechaba sus horas libres para realizar
predisposición favorable, no al am or, sentim iento
llenos
de flores artificiales. Entre las copitas de licor casero que le brindaban, la buena voluntad del viejo para favorecer sus em presas y el hábil interés de Juan
alguna re-
A ntonio se fue llenando de que no podía
cam balaches, com prando por aquí, vendiendo por allá. Eso fue
existir entre esos dos seres, sino a la blanda m olicie que da la
prim ero
en una
seguridad económ ica. D e buenas a prim eras se com prom etió con
verdadera red de negocios de toda índole. A la legua se veía que
ella y desde esa fecha todo cam bió para las A vendaño. Se acaba-
el joven prosperaba. U n día apareció con un Ford de segunda
ron los paseos y los obsequios. A regaña dientes daba algunos pe-
m ano, bastante presentable. D ijo que había hecho una pichin~a
sos para sus gastos. A cada rato pedía m ás econom ía porque le
com o un juego divertido, luego se transform ó
y que le era indispensable para atender sus intereses,
cada vez
era im prescindible realizar
algunos ahorros para casarse. A l fi-
m ás am plios y lucrativos. A l poco tiem po, lar ó su m al retribuido
nal entregaba una sum a tan ridicula que doña Paca term inó por
em pleo que le com ía las m ejores horas de la jornada y se puso a
decirle que se la guardara.
trabajar
por su cuenta, sin depender de nadie. N o paraba de la
En eso se veía claram ente la m ano de M agdalena. Esta ya había
m añana a la noche y sus ganancias iban en aum ento. Por esos
descubierto la pasión que iba a llenar su vida:
dias no hubo estrecheces en la casa. Juan A ntonio le pasaba a la
lo había considerado com o m edio de satisfacer antojos, ahora ha-
m adre una bonita sum a m ensual y no había sem ana en quem o
bía pasado a la categoría de fin. Todos sus esfuerzos se encam i-
llegara con algún regalo. M uchas tardes
naban al atesoram iento sin tregua. Q uería ser rica. R iquísim a. N o
de dom ingo sacaba
a
1 pasear en auto a doña Paca y Pan chita y •las conviid a b a con ai-
guna golosina en cuanto veía la oportunidad.
el dinero. A ntes
porque se propusiera alguna vez hacer esto o aquello -ir
a Pa-
rís, dar la vuelta al m undo, pasar una tem porada en las islas del
Fue una lástim a, realm ente, que M agdalena se le cruzara en el
Pacífico, com o en esos proyectos insensatos que forjan
los que
cam ino, porque ella fue la que tom ó la iniciativa. Juan A ntonio
sueñan con sacarse la grande de N avidad-,
nunca la había considerado atractiva. A dem ás, le habían llegado
y señora de la plata, nada m ás. En Juan A ntonio encontró el aso-
los rum ores de su intervención en el caso de Felipe y Panchita y
ciado ideal. Su casam iento tuvo un éxito doble: fue una m anera
eso aum entaba
sino para ser dueña
sus prevenciones. Pero los hom bres son así. Se
de desquitarse de la pobre Panchita y una valiosa adquisición pa-
dejan enredar com o unos m ajaderos y se van de boca ante los
ra ella. D espacito lo. fue convirtiendo a sus m iras, a su culto. A l
relum brones desplegados para aturdirlos. Todo em pezó con unos
m ism o tiem po lo iba apartando
negocios que él tenía a m edias con el padre y lo llevaron con fre-
acaparándolo, tragándole
cuencia a la casa. La hija era quien lo recibía en el com edor, ha-
era irrem ediablem ente
bitación que hacía las veces de escritorio y sala -había
engendran la generosidad y ésta no podia condecir con sus pla-
m edorcito de diario junto a la cocina-,
28 -
un co-
donde relucían los m ás
de la fam ilia sin brusquedades.
la voluntad. N o sólo hacía eso porque m ala sino, sobre todo, porque los afectos
nes de avaricia. Esta vez triunfó am pliam ente. C uando Juan A n- CBA -
29
tonio se casó con ella fue para la fam ilia com o si se lo hubieran
de la cabecera. La m adre lo había traído de su pueblo natal y R o-
llevado a otro continente.
salía no lo había m ovido de su sitio, aunque ella no rezaba nunca. A com odó las alm ohadas hasta
Ese fue el epílogo de todos aquellos sucesos (unos días antes
obtener la inclinación que a
Felipe se había casado con Lola C orrea). M adre e hija se queda-
ella le gustaba, volvió a estirar las sábanas y aseguró las cobijas
ron solas. D oña Paca era una com pañera silenciosa, siem pre ata-
debajo del colchón, se desvistió, dobló su ropa y se m etió en el
reada, llena de buena voluntad, pero incapaz de infundir ánim o
lecho. Inm ediatam ente apagó la luz y esperó la llegada del sueño.
a nadie. R osalía las visitaba todas las tardes y de vez en cuando
Este no parecía acercarse. En cam bio, recuerdos y m ás recuerdos
lograba que Panchita la acom pañara a cam inar unas cuadras. Por
acudían precipitadam ente y se afanaban por m antenerla despierta.
esa fecha G erardo hizo la últim a intentona para ser aceptado y recibió el no rotundo y definitivo: Panchita no se casaría nunca, ni con él ni con nadie. Se puso a usar para diario su ropa de novia y rehuyó sistem áticam ente
.
las reuniones sociales. Todas las
incitaciones, las recom endaciones, los consejos de R osalía, de sus com pañeras fueron vanos. A sí com o había dem ostrado una blanda resignación en su conducta anterior, así fue su em pecinam iento en no aceptar lo ocurrido en lo hondo de su yo, en rechazarlo por dentro, en m antenerse en una perenne actitud de m uda protesta.
Eran las diez. R osalía no tenía sueño, pero decidió acostarse. H acía frío y ella no se sentía con ánim o para em prender ningún trabajo a esas horas. Term inó la vuelta de tejido ya em pezada, m idió el pedazo realizado y luego enrrolló la labor envolviéndola en el delantal de costura. C olocó el atado en el sitio de costum bre, encim a del estante que contenía sus viejos libros escolares. D espués fue a dar la últim a recorrida de inspección por la casa para asegurarse de que todo estaba herm éticam ente
cerrado -en
eso
era bien cam pesina francesa: sólo en verano adm itía una ventana abierta y siem pre que el aire no le llegara directam ente-,
las
luces apagadas y los pestillos corridos. N o era m iedosa, pero sí desconfiada. Puso el despertador
en la m esa de noche y prepa-
ró su cam a. U n corazón de Jesús con una inscripción en francés colgaba CBA
30 -
-
3 1 KJIHGFEDCBA
N o le h a b ía c o sta d o m a y o rm e n te in te n so
l'
tra b a jo
ya
que
d e sd e
so m e te rse
c h ic a se h a b ía
a e se re g irn e n
de
d e sta c a d o
su
por
a p lic a c ió n , su a c tiv id a d y su e m p e ñ o e n a y u d a r a to d o s lo s q u e la ro d e a b a n . R o sa lía re m e m o ra b a ria , c u a n d o P a n c h ita b a c o n stitu tid o e n se ñ a rle s
g u sto sa
ta re a s d e se c re ta ria . la s a lu m n a s P a n c h ita
e m p e z ó a v iv ir e sa e x tra ñ a
v id a su y a , sin h o riz o n te s,
sin p e rsp e c tiv a s d e fe lic id a d a lg u n a , sin re lie v e s d e n in g u n a se , c o m o si e lla m ism a se h u b ie ra m a u n a re c ó n d ita
c la -
c o n d e n a d o a e x p ia r e n e sa fo r-
1;
d ~ v i~ a fu e ro n o fre c id o s e n h o lo c a u sto p a ra p a g a r e sa d e u d a im a g m aría q u e c re ía te n e r c o n sig o m ism a . C o n sa g ra b a
la m a y o r p a rte
d e su s h o ra s a la p re p a ra c ió n
su s c la se s: fo rm a b a se rie s g ra d u a d a s d e p ro b le m a s, recogía so b re a n im a le s y p la n ta s, e n sa y a b a e x p e rie n c ia s físic a y q u ím ic a , b u sc a b a
ilu stra c io n e s
m a . C u a n d o n o la s e n c o n tra b a , ta rd e s d e d o m in g o e n c e rra d a lib ro s d e te x to e n c a rtu lin a s
la s h a c ía . P a sa b a
p a ra
i
I
p a d re s cuando
c a n ta b a n te n ía n
que
de
duda
e se s-
q u e m a s o m a p a s c o n tiz a s d e c o lo re s. C a si n u n c a sa lía lo s re c re o s, e n tre g á n d o se
a a lg u n a ta re a
H a sta la d ire c to ra
u n a v e z a l g ra d o y la lle v ó a la d ire c c ió n p a ra
la s c o m p a ñ e ra s
o n e c e sita b a n
re c u rría n
m a te ria l
a e lla
p a ra a lg u n a c la se , la d ire c to ra y la in sp e c to ra la c o n sid e ra b a n c a so e x c e p c io n a l e n lo s a n a le s m ag ísteriles.
un
en
la rg o , v o lv ió p o r la
ta rd e
y re c ié n
e ra m u y
se d e so c u p ó a la s c in c o . L a se ñ o rita
v ic e le d io
la b e só . L o s c h ic o s d e la c u a d ra , y
lo s d e la v u e lta , h a b ia n
to m a d o la c o stu m b re
d e ir e n su
b u sc a p a ra q u e le s e n se ñ a ra a h a c e r lo s d e b e re s c a d a v e z q u e te -
de
ilu stra tiv o
q u e p a sa ra
rio d e la se ñ o ra . C o m o e l e sc rito
d e g ra n ta m a ñ o . L o s p ro g ra m a s
lo s
fu e a b u sc a rla
e n e l m ism o e sc rito -
b o n d a d d e e sa c ria tu ra
m o d e lo :
a l p a tio
e n e l sa ló n d e
T o d a la m a ñ a n a e stu v o e sc rib ie n d o , se n ta d a
h a sta
c a d a te -
c a si to d a s su s
la m a e stra
q u e te n ía ,
e n e l p iz a rró n y tra z a r
n ía n u n tro p ie z o c o n e llo s. E ra d e m a ra v illa rse
su s a la b a n z a s, a lg u n a
c o n e sa m a g n ífic a le tra
e n e l c o m e d o r c o p ia n d o d ib u jo s d e
o fre c ía n . E ra
m a e stra
encom endaba
c rib ir e l e n u n c ia d o d e lo s p ro b le m a s
d o s b iz c o c h o s y la d ire c to ra
q u e to d a v ía h a lla b a
a n te la in a g o ta b le
tie m p o p a ra
ayudar
a la m a d re e n su s q u e h a c e re s y h a c e rle lo s m a n d a d o s. Y la s c o sa s
su g ra d o e ra n o b je to d e u n m in u c io so a n á lisis a fin d e a g o ta r to d a s la s p o sib ilid a d e s
le
lim p io u n in fo rm e q u e d e b ía m a n d a r a la in sp e c c ió n d e e sc u e la s.
d a to s
so b re p u n to s
adecuadas
de
y
T o d o s lo s m e se s le h a c ía c o p ia r la lista d e
e n lo s re g istro s
b a y re ía d e sp re o c u p a d a m e n te .
m ir p a ra e lla p ro p o rc io n e s d e p e c a d o . P o rq u e , e n re su m id a s c u e n im p u e sto . T o d o s su s a ñ o s
d ifíc ile s. L a
c o n d e sc e n d e n c ia
c la se m ie n tra s la m a e stra fo rm a b a g ru p o c o n la s d e m á s y c h a rla -
q u é re c o v e c o d e su c o n c ie n c ia . S u fra c a so c o m o n o v ia d e b ió a su ta s, fu e c o m o u n c a stig o q u e se h u b ie ra
lo s p ro b le m a s
ta n ta
q u e p a re c ía d ib u ja d a p o r lo p rim o ro sa . A e lla le c o rre sp o n d ía
d u ra n te
c u lp a q u e y a c ia p o r a llá d e n tro , q u ie n sa b e e n
a lu m n a y se h a -
d e l g ra d o . H a sta la s lle v a b a a su c a sa
a re so lv e r
nqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA a p ro v e c h a b a
p rim e ra
e n u n a e sp e c ie d e m o n ito r a Jle n a d e b u e n a v o lu n -
ta d h a c ia la s m á s a tra sa d a s p a ra
a q u e llo s d ía s d e e sc u e la p rim a -
e ra la in d isc u tid a
I
se c o m p lic a ro n
m á s to d a v ía
c u a n d o in g re só a la e sc u e la n o rm a l
y se le a g u d iz ó e sa v o c a c ió n d e m a e stra q u e se n tía . P u e d e d e c irse q u e e n to n c e s se re m a ta b a
a d ia rio p a ra sa tisfa c e r
to d o s lo s se r-
v ic io s q u e le p e d ía n y c u m p lir, a d e m á s, su s p ro p ia s ta re a s p e rfe c c ió n , p o rq u e
sig u ió sie n d o la p rim e ra
a la
d e l c u rso . Y a si fu e
h a sta e l fin a l, h a sta q u e le d ie ro n e l títu lo .
32 -
-
33
¿ P o r q u é h a b ría 'n a c id o P a n c h ita c o n e se a fá n d e m u ltip lic a rse p a ra d a r a b a sto a lo su y o y a 1 0 a je n o ? T o d a su v id a fu e d o b le su tra b a jo
¡C o m o si la g e n te fu e ra a g ra d e c id a ! L o s fa v o re s se p id e n
a l p rin c ip io , d e sp u é s, si se re p ite n d e m a sia d o , se c o n sid e ra n o b lig a c io n e s. L le g ó u n m o m e n to e n q u e a n a d ie se le h u b ie ra o c u rrid o p e n sa r q u e P a n c h ita p o d ía c o n te sta r c o n u n a n e g a tiv a . T o d o s d a b a n p o r se n ta d o q u e a e lla le a g ra d a b a m u c h ísim o p re sta r
se rv i-
c io s. C a si e sta b a n c o n v e n c id o s d e q u e e ra n e llo s lo s q u e m e re c ía n re c ib ir la s g ra c ia s p o r h a b e r te n id o la a m a b ilid a d d e d irig irse a e lla y n o a o tra . M e n u d a so rp re sa h a b ría n
re c ib id o si a lg ú n d ía
P a n c h ita h u b ie se p ro n u n c ia d o u n e n é rg ic o "[n o q u ie ro !". E l a so m b ro y la in d ig n a c ió n
ib a n a e m p a p a r
su s p rim e ra s
re a c c io n e s.
c u a n d o se le o fre c ía la o p o rtu n id a d :
1
~,
le lo s z a p a to s u n a q u e o tra v e z y h a sta la a c o m p a n o a e ra d e u n eg o ísm o
fe ro z . Ja m á s m o v ió u n so lo d e d o p a ra fa v o -
q u e a e lla le e n c o m e n d a b a n , n o v a c ila n d o e n re p re se n ta r la c.,o e d ia d e u n o s llo ríq u e o s o p o rtu n o s q u e d e sp e rta ra n la c o m p a sió n
m
.
d e la o tra . A l fin a l la c o n v e rtía e n u n a e sp e c ie d e S Ie rv a . R o sa lía re c o rd a b a
a q u e lo s le ja n o s d ía s e n q u e lo s d o s h e rm a -
n o s la s m o le sta b a n c o n su s in c e sa n te s im p e rtin e n c ia s. ~ o rq ~ e n o p o d ía n e n tre g a rse a u n ju e g o -só lo sie m p re
y h a c e rle se rv ic io s a e lla . B ie n q u e le h a b ía a c o n se -
c in e c u a n -
re c e r a la h e rm a n a . S ó lo se p re o c u p a b a d e e n d o sa rle lo s tra b a jo s
P e ro si e l "jn o q u ie ro !" se h u b ie ra se g u id o re p itie n d o c o n la m isre sp e ta rla
1 .
d o e lla a n d a v a n o v ia n d o c o n F e lip e Illa n e s. T rá n sito , e n c a m b io ,
m a e n e rg ía , la g e n te se h a b ría p u e sto m a n sita , te rm in a n d o
por
le sa c a b a p u n ta a lo s lá p ic e s,
e h a c ía a lg ú n m a n d a d o a c a sa d e la s c o m p a ñ e ra s, lle g ó a lu stra r-
p re fe rid o
a ju e g o s a p a c ib le s q u e e ra e l d e la e sc u e la -
ju g a ro n h a sta ~ im ita b a n
a lg u n a
d ie z .~ n o s y o c u p a c io n , e l
o a l c u m p lim ie n to d e u n a ta re a
ja d o R o sa lía q u e d ije ra a lg u n a v e z e se "¡n o q u ie ro !", q u e n o c e -
e sc o la r sin q u e fu e ra n b ru sc a m e n te
d ie ra su lu g a r p o r n a d a , q u e h ic ie ra v a le r lo s m é rito s q u e le c o -
sid e ra c ió n d e a lg u n o d e e llo s q u e re c la m a b a u rg e n te a y ~ d a p a -
rre sp o n d ía n . F u e c o m o q u ie n o y e llo v e r. P a re c ía q u e le g u sta b a e c h a rse c a rg a s e n c im a .
ra c u a lq u ie r c o sa . C u a n d o n o e ra T rá n sito c o n su v o z q u e ju m b ro -
P a n c h ita
e ra la m e n o r d e lo s tre s h e rm a n o s, p e ro so b re e lla
in te rru m p id a s
p o r la d e sc o n -
sa , e ra Ju a n A n to n io c o n su s c a ra n to ñ a s. L a m ism ~ d o ñ a P a ,c a , c u a n d o te n ía q u e p e d ir a lg ú n se rv ic io , ja m á s re c u rn a
a lo s z a n -
d e sc a n sa b a n T rá n sito y Ju a n A n to n io p a ra to d a s su s o b lig a c io n e s.
g a n a s d e lo s o tro s h ijo s, sin o a P a n c h ita . A c a so ? u e rí~ .e v ita r e l
E ra la c o m e d id a d e la fa m ilia , la q u e sie m p re a d e la n ta b a la s m a -
c la m o re o q u e se le v a n ta b a c a d a v e z q u e p re te n d ía
nos p a ra h a c e r la s c o sa s. S e le v a n ta b a te m p ra n ito , a n te s q u e la
fu e rz o d e lo s d o s m a y o re s. E n c a m b io , c o n P a n c h it l a , sa b íla a ,q u e
m a m á , y c u a n d o é sta lle g a b a a la c o c in a , a lo s a p u ro n e s, p a ra
a te n e rse y a e lla , c o m o a to d o s, le p a re c ía m u y n a tu ra l
h a c e r e l c a fé , y a e n c o n tra b a e l fu e g o e n c e n d id o y la p a v a c h illa n -
re b o sa ra g e n tile z a y e je c u ta ra
d o . E n c u a n to v o lv ía d e la e sc u e la , p o n ía - la m e sa , so lita , sin q u e
gaban.
le d ije ra n
e x ig ir u n e s~ q u e e sta
sin c h ista r to d o lo q u e le e n c a r-
n a d a . D e sp u é s d e c o m e r le c e p illa b a la ro p a a l p a d re
p a ra q u e v o lv ie ra re lu c ie n te a la o fic in a y le a y u d a b a a la m a d re a fre g a r y o rd e n a r la v a jilla . M ie n tra s ta n to lo s h e rm a n o s se re p a n tig a b a n
p o r a h í c o n a lg u n a re v ista , h a c ié n d o se lo s c a n sa d o s.
L a m á s a p ro v e c h a d a
d e lo s d o s sie m p re
h a b ía sid o T rá n sito .
P o rq u e Ju a n A n to n io , si b ie n c o n se g u ía to d o d e la h e rm a n a c o n su s z a la m e ría s, a l m e n o s n u n c a d e ja b a
d e h a c e rse
e l se rv ic ia l
L o s a ñ o s in m e d ia to s a la
ru p tu ra
d e l n o v ia z g o d e P a n c h ita fu e -
ro n d e re la tiv a p a z . T rá n sito h a b ía d a d o c o n u n m a rid o e x ig e n te y d e m a l g e n io , q u e la e m p re n d ía a g rito s d e sa fo ra d o s c u a n d o ~ o se c u m p lía e l ritu a l
d o m é stic. o .
A d e m á,s,
e ra e e lo so y le h a b la
~ ,a . A re g a n~a d iie n t e s la o tra h u b o d e p ro h ib id o sa lir sin su c o m p a m . a s y p 1u m e re o s , la v a d o s Y fre g a so m e te rse a sim u la c ro s d e b a rrid
34 -
85
/A°l-fl 4"CW''''D
"".TOtt,oa lIH IV f~
d o s (e ra m e jo r n o e x a m in a r a fo n d o la s c a c e ro la s n i m ira r m u y d e te n id a m e n te
e n lo s rin c o n e s)
lle d e sd e la p u e rta
y c o n te n ta rse c o n a c e c h a r la c a -
re c o rd ó p a ra
'.
e n se ñ a l d e a g ra d e c im i~
~
h a b e rle d e ja d o e se im p re sio n a n te m o n tó n d e d in e ro q u e la h a b ía
o la v e n ta n a . S ó lo d e ta rd e e n ta rd e lle g a b a
c o n v e rtid o e n m u je r ric a .
d e v isita c o n la fa m ilia a c a sa d e la m a d re . D e sp u é s d e l c a sa m ie n to d e Ju a n
n a d a , n i siq u ie ra
A u n q u e d e n a d a le se rv ía se rlo p u e sto q u e v iv ía c o m o u n a m i-
A n to n io la c a lm a fu e m a y o r
•
se ra b le . E ra d ifíc il e n c o n tra u n se r m á s c o m p lic a d o e n su m a ld a d
a u n . P a sa b a n m e se s sin q u e é ste a p a re c ie ra , re te n id o p o r la m u -
q u e M a g d a le n a . H u b ie ra p o d id o p a g a rse u n sin fin d e c o sa s a g ra -
je r. D o ñ a P a c a a v e c e s llo ra b a a n te ta m a ñ a 'in g ra titu d , te rm in a n -
d a b le s. P re fe ría
d o p o r o lv id a r su s p e n a s a l e n tre g a rse
(c u a n d o
d e sp e c h o a n te la s c a sa s lu jo sa s y la g e n te b ie n v e stid a la h a c ía
jo v e n h a b ía b o rd a d o p a ra u n a n u m e ro sa c lie n te la y to d a v ía a c e p -
p a lid e c e r d e ra b ia . O d ia b a a lo s q u e re a liz a b a n v ia je s y la s id a s
ta b a a lg u n o s tra b a jo s
a l te a tro
a su s b o rd a d o s
q u e n o re q u irie ra n
m u c h o d e sg a ste d e su s
e n v id ia rla s
e n lo s d e m á s. F ru n c ía
lo s la b io s d e
d e g e n te c o n o c id a p ro v o c a b a su s c o m e n ta rio s h irie n te s.
p o b re s o jo s). M á s ta rd e e l h ijo la e m p e z ó a v isita r c o n c ie rta e s-
L a s n o tic ia s q u e re c o g ía so b re la fe lic id a d a je n a le c a u sa b a n d is-
p a c ia d a re g u la rid a d , p e ro ¿ p o d ía d e c irse q u e é se e ra e l m ism o h ijo d e a n te s?
g u sto e n fe rm iz o y se p o n ía fre n é tic a c u a n d o e sc u c h a b a lo a s so b re g e n te g e n e ro sa y sim p á tic a . E ra u n a su e rte q u e n o h u b ie se n te n id o h ijo s. E ra p re fe rib le
E l triu n fo d e M a g d a le n a n o h a b ía p o d id o se r m á s ro tu n d o . L o c o n v e n c ió a Ju a n v iv ir
d e a p re ta r
el puño y
a la d e fe n siv a , c u id á n d o se m u c h o d e p a rie n te s
A n to n io d e la n e c e sid a d
y a m ig o s.
N a d a , n i u n a lfile r, d e b ía sa lir d e la c a sa e n o b se q u io d e n a d ie . E l
q u e lo s d o s se q u e d a ra n
so lo s, lle v a n d o
su s c u e n ta s m e z q u in a s, ju n ta n d o p e sito tra s p e sito y m ira n d o c o n
\,
fa stid io a c u a n to p a rie n te
o a m ig o se le s a c e rc a ra .
,
m a rid o a p re n d ió b ie n la le c c ió n . N u n c a m á s v o lv ió a sa c a r e n a u to E l tie m p o q u e m e d ió e n tre e l c a sa m ie n to d e Ju a n A n to n io y la
a d o ñ a P a c a y a P a n c h ita , n i siq u ie ra c u a n d o e stre n ó e l S tu d e b a k e r. L le g a b a a la c a sa d e re filó n , a le g a n d o q u e h a c e re s u rg e n te s
v iu d e z d e T rá n sito -u n o s
p a ra n o d e m o ra rse y sie m p re c o n la s m a n o s .v acías,
d a d e c o n ó m ic a p a ra la s A v e n d a ñ o . E s c ie rto q u e n o fa lta b a n
a sí fu e ra e se
d ie z a ñ o s-
fu e e l d e m a y o r tra n q u ili-
d ía e l c u m p le a ñ o s d e la m a d re o d e la h e rm a n a . P e ro é l n o se
g u n a s p e d ig ü e ñ e ría s
q u e d a b a c o rto p a ra c o m e rse lo s d u lc e s q u e p re p a ra b a
m o n ta . C o n su v id a d e re c lu sa , P a n c h ita lo g ró a h o rra r
d~a
Paca,
d e la h e rm a n a ,
y h a sta se lo s c o m ía c o n c u c h a ra so p e ra , y ja m á s tu v o la o c u rre n -
so s y lo s g a stó e n re p a ra r
c ia d e p re se n ta rse
c u a n d o L a u re n tin a
a lg u n a v e z c o n u n k ilo d e a z ú c a r siq u ie ra .
M a g d a le n a ra ra v e z a so m a b a la s n a ric e s y e so d o ñ a P a c a le p ro d ig a b a n a n ís, p e d a z o d e to rta ,
q u e P a n c h ita
y
c u m p lid o s e n c u a n to lle g a b a :
c o p ita d e
u v a d e la c a sa . E lla a c e p ta b a
to d o s lo s
p e ro to d a v ía
e ra n
unos pe, fu e Y m e jo ra r la c a sa . P o r e sa e p o c a
G Ó m e z .la s e n tu sia sm ó p a ra
q u e h ic ie ra n
v ia je a B u e n o s A ire s. N in g u n a d e la s d o s c o n o c ía la c a p ita l. S ó lo h a b ía n 1
a l-
de poca
un
to m a d o e l
tre n e n d o s o p o rtu n id a d e s:
u n a p a ra re c o rre r lo s q u in c e k iló m e 'd 1 R ' ó n y o tra v e z S a n ta F e d e S a n J o se e me
c o n v ite s y n o d a b a n i la s g ra c ia s. S e m a n te n ía fie l a su m a la v o -
tra s q u e se p a ra b a n
lu n ta d h a c ia la c u ñ a d a y n u n c a p u d o q u e re r a la su e g ra . A u n q u e
c u a n d o la s lle v a ro n a la p e re g rin a c ió n d e G u a d a lu p e , sie n d o .e lla s
la v e rd a d e s q u e ja m á s sin tió c a riñ o p o r n a d ie , n i p o r e l p o b re
n iñ a s a m e d io c re c e r. L o s a rg u m e n to s d e L a u re n tin a ro m p Ie ro n so la n e g a tiv 1 a opu .' a d e la re siste n c ia p u rita n a d e R o sa lila . P a n c h it
v ie jo d e su p a d re
q u e se d e slo m ó e n v id a p a ra
d a rle to d o s lo s
g u sto s, a l q u e n i llo ró e n la h o ra d e la m u e rte y a l q u e n u n c a m á s
36 -
c o stw n b re ,
p e ro
e l p re stig io
d e la
g ra n
c iu d a d e je rc ía
ín ñ u io
-
37
so b re su e sp íritu , ta r la p ro p u e sta . A p ro v e c h a ro n
e n c e n d ie n d o
su c u rio sid a d .
T e rm in ó
por acep-
a te n d ie n d o
e l q u io sc o q u e e ra b a sta n te
e ra u n tra b a jo la s
v a c a c io n e s
q u e p o r e sa fe c h a fa v o re c ía
d e ju lio
y la re b a ja
a lo s p ro v in c ia n o s
p o r c a lle F lo rid a . L a s a c o m p a ñ ó L a u re n tin a
d e p a sa je s
á v id o s d e p a se a r
(a u n q u e
d e n ig ra n te
v e n d ió , d ila p id a n d o
p ro d u c tiv o . C o n sid e ró q u e
y' e x c e siv o y , e n c u a n to p u d o , lo m a l-
e l d in e ro
a to d a
c a rre ra
con
in c o n sc ie n c ia
a so m b ro sa .
n o se a lo jó
c o n e lla s), d u c h a e n tra sla d o s, b u e n a c o n o c e d o ra d e la s c a lle s d e l c e n tro y d e lo s p rin c ip a le s
fo c o s d e a tra c c ió n
ro n se is d ía s c o m p le to s, p a ra n d o
p o rte ñ o s. E stu v ie -
e n u n h o te lito
d e c a lle S u ip a -
E n to n c e s nunca
e m p e z ó e l p e río d o
m á s v o lv ió
a le v a n ta r
peor
c h a q u e a e lla s le s p a re c ió lu jo so y n o p a sa b a d e se r u n m o d e sto
A u m e n ta ro n
a lb e rg u e p a ra a rtista s d e te rc e ra y p a ju e ra n o s d e c o rta fo rtu n a .
b ía c ria d o a la s h ija s ta n h a ra g a n a s
L a g ra n c iu d a d la s d e slu m b ró d ig n o
c a te g o ría
tre s p re sta b a a l p rin c ip io , to d o le s p a re c ía m a -
ra v illo so ,
in só lito ,
V isita ro n
to d o s lo s m u se o s sig u ie n d o
A l fin a l se m a re a ro n ,
(e ra z o n a d e te a tro s)
d e c o n te m p la rse .
q u e d a ro n
D e sp u é s
la s
a tu rd ió .
la lista d e la g u ía P e u se r.
d e rre n g a d a s,
c o n lo s p ie s d o lo ri-
d o s. E l c a n sa n c io h iz o q u e B u e n o s A ire s p e rd ie ra
to d o in te ré s p a -
ra e lla s. N o v e ía n la h o ra d e irse y fu e c o n u n a e sp e c ie d e a liv io q u e m ira ro n
d e sfila r
lo s su b u rb io s
d e sd e la v e n ta n illa
d c ltre n
q u e la s v o lv ía a lle v a r
a l n o rte . C a sa s, c a sa s, c a sa s. G e n te , g e n te
g e n te . N u n c a sin tie ro n
ta n p ro v in c ia n o
S in e m b a rg o , n o re g re sa ro n
b'
r
la a rn p la d o y tu v ie ro n
m u c h o q u e c o n ta r
d ía s, ta n ta s e ra n la s n o v e d a d e s se fu e ro n
o rd e n a n d o ,
~ e s~ v id a in te rio r.
su c o ra z ó n .
d e silu sio n a d a s.
d u ra n te
se h a -
lo s p rim e ro s
se c o n v irtie ro n
e ra la m á s e n tu sia sm a d a
e g o a p e n sa r q u e p o d ría c o m e n z a r u n a n u e v a d e su a m ig a .
C a rd a b a
d u ra n te
P e p e , e l m a rid o a Y u d a r a la h e r
d e v ia je
e n p a rte y R o sa lía
e ta p a e n la v id a
él
la s sie rra s
e l m e s d e e n e ro . P e ro e n d ic ie m b re d e T rá n sito .
P a n c h ita
Ya
lo s g a sto s y ta m b ié n lo s tra b a jo s c a se ro s. T rá n sito h a c o m o e lla y n in g u n a
d e la s
a y u d a e fic a z a la p o b re d o ñ a P a c a . E sta se c a n sa b a
m u c h o c o n ta n to
tra jín
ú n ic a q u e c o n trib u ía
y y a ra ra
a a liv ia rle
v e z b o rd a b a .
la ta re a
P a n c h ita
e ra la
e n su s h o ra s lib re s. S e
fu e ro n su m a n d o sacr-ificio s d e tie m p o y d in e ro p a ra e q u ilib ra r
la s
n e c e sid a d e s d e la c a sa . A l e m p e z a r e l in v ie rn o
sig u ie n te
d o ñ a P a c a d e c a y ó d e m a n e ra
ta n v isib le · q u e T rá n sito , d e su p ro p ia d e c isió n , in sistió e n h a c e rse c a rg o d e la c o c in a p a ra q u e la m a d re n o se fa tig a ra a la e sc u e la p o r la m a ñ a n a
y le h u b ie ra
sa lir). L a a n c ia n a se ñ o ra n o se re sig n a b a p re p e d ía a lg ú n
quehacer
(P a n c h ita
ib a
sid o im p o sib le o c u p a rse
de
m u rió d o n
d e d ic ó su s v a c a c io n e s
m a n a e n su s a su n to s. T a n to se a fa n ó e n se rv ir
a de
a p o y O q u e e n m a rz o la v iu d a e sta b a in sta la d a e n c a sa d e la s A vendaño con 1 d hí'i . as o s ija s. N I se le o c u rrió a T rá n sito se g u ir
pequeño
a e sta r d e b a ld e y sie m -
q u e p u d ie ra
re a liz a r
sin m o -
v e rse d e su silla . D e sd e fin e s d e a g o sto y a c a si n o se m o v ió d e la c a m a . M u rió e l q u in c e d e se p tie m b re , v e ra sa n ta fe c in a
h a b ía e n tra d o
d isp u e sta "¡P o b re que
a g ra v io s. A u n q u e
e sta n d o
P a n c h ita l
c o m o p o r su s p a d re s. E ra u n a
b u e n a , n o sa b ía d e lu c h a s y sie m p re
a p e rd o n a r
c ia . U n a ta rd e
c u a n d o y a la p re c o z p rim a -
d e lle n o e n su ja rd ín .
R o sa lía llo ró p o r e lla c a si ta n to m u je r in fin ita m e n te
,T O d o q u e d ó , e m p e ro , e n u n p ro y e c to
d e P a n c h ita .
d e l a lm u e rz o , n o o b sta n te , so lía d e ja r m u c h a s c o sa s lista s a n te s d e
Su m undo
q u e tra ía n . D e sp u é s lo s re c u e rd o s
se e m b e lle c ie ro n ,
P a n c h ita
d e la v id a
c a b e z a . S e a c a b ó la p a z h o g a re ñ a .
so la s, le d ijo
n o le fa lta b a a R o salía
a y u d a rla ... " N u n c a
re fu g io re c o n fo rta n te M a g d a le n a y Ju a n
fu e
e sc u d o
c o n tra
c la riv id e n -
en un
S u s h e rm a n o s se la v a n a tra g a r.
e sta b a
su su rro :
V a s a te n e r
lo s m a le s,
p e ro
sí
y a p a c ib le . A n to n io lle g a ro n
e se d ía c o m o d e v isita y se
88 -
39
h ic ie ro n lo s d e se n te n d id o s
e n to d o s lo s g a sto s. A lo s d o s m e se s,
d o lo s A v e n d a ñ o y lo s C le rm o n t se in sta la ro n
e n la c u a d ra , la d o
c u a n d o y a P a n c h ita h a b ía sa ld a d o to d a s la s d e u d a s, p id ie ro n q u e
a la d o , la c a lle n o te n ía p a v im e n to . E se e ra u n b a rrio a tra sm a n o ,
se in ic ia ra la su c e sió n . R o sa lía se a su stó y v io lle g a r e l m o m e n to
m e n o sp re c ia d o p o r lo s q u e te n ía n
e n q u e p o r a rte d e b irlib irlo q u e
d e ra b a n
to d o ib a a p a sa r a m a n o s d e la
b ie n e s d e fo rtu n a
o se c o n si-
g e n te d e c ie rto ra n g o so c ia l. L a u b ic a c ió n n o e ra m a la ,
p a re ja . P e ro n o fu e a sí. U n a v e z fin a liz a d o s lo s trá m ite s, c o n g ra n
e m p e ro , só lo a d o s c u a d ra s
so rp re sa su y a y d e c u a n to s lo c o n o c ía n , Ju a n A n to n io d e c la ró q u e
n a d o , p o r c ie rto , p e ro d e in d u d a b le
n o q u e ría m o le sta r p a ra n a d a a su s h e rm a n a s
y su d e se o e ra q u e
c a te g ó ric a s a firm a c io n e s d e lo s v e n d e d o re s d e te rre n o s. E sto s e ra n
sig u ie ra n o c u p a n d o la c a sa (lo s tre s la p o se ía n e n c o n d o m in io ). E l
b a ra to s y e sta b a n a l a lc a n c e d e lo s m e d io s e c o n ó m ic o s d e u n m o -
m u y b e lla c o c o n o c ía d e so b ra la e sc ru p u lo sid a d
d e sto e m p le a d o d e la e sta c ió n fra n c e sa y u n o b re ro d e lo s ta lle re s
e sp e c u la b a m e n su a lid a d
so b re e lla . P a n c h ita g e n e ro sa m e n te
é l le c o rre sp o n d ía
y ja m á s
e n a rre g lo s
A lg ú n
e sta b a
d ía , ta rd e
una
h iz o m e n c ió n
d e lo s im p u e sto s
n a d a s a e d ific a r la s p ie z a s d e l fre n te . E l p a d re d e R o sa lía se o c u -
d e la v iv ie n d a
e ra só lo a p a re n te
e n la s so m b ra s, lista p a ra
o te m p ra n o ,
h a b ría
m á s ju sto
su y o y la s c u e n ta s q u e d a ra n
q u e e fe c tu a r
y
sa lta r.
d e fin itiv a m e n te
a rrin c o n a d o .
re c u rrir
a rre g la d a s. y p o d ía n
m ie n tra s
E sa a n g u stia d e p e rd e r la c a sa
a b re v e p la z o se re n o v ó a c a d a v isita d e la p a re ja ja b a
d e e c h a r su s je re m ia d a s
c la v a b a su s e s-
so b re la s d ific u lta d e s
en una
im p o r-
E l h e c h o e s q u e se sa c ó u n a b o n ita su m a p o r la
c a sa , la q u e c o rre sp o n d ió
c a si ín te g ra m e n te
a Ju a n
A n to n io . E s-
te le p re se n tó a T rá n sito u n a re n d ic ió n d e c u e n ta s d e ta lla d a
..
,
q u e fig u ra b a n
lo s g a sto s d e l e n tie rro
b le s d e u d a s d e é sta y lo s a d e la n to s
e n la
d e P a n c h ita , la s in n u m e ra e n e fe c tiv o q u e é l h a b ía h e -
c h o e n lo s ú ltim o s tie m p o s. L a o tra -p u so
e l g rito e n e l c ie lo , se
p ro c la m ó ro b a d a , d e sp o ja d a , lo a c u só a l h e rm a n o d e m a lv e rsa c io n e s, p e ro to d o fu e in ú til. N o h a b ía lu g a r a re c la m o s.
L a m u e rte d e d o ñ a P a c a m a rc a b a e l h ito se ñ a la d o r d e u n a é p o -
p ro p ie d a d
de
d e re a l
v a lo r g ra c ia s a lo s c o n tin u o s p ro g re so s d e e sa z o n a u rb a n a . C u a n -
40 -
re s d e te rre n o s.
a d q u irió e x tre m a
c ie rto lo a firm a d o p o r a q u e llo s v e n d e d o -
e c o n ó m ic a s
L a c a sa , a la p o stre , só lo se v e n d ió d e sp u é s d e la m u e rte c o n v e rtid o
tra n sfo r-
que nunca de-
q u e la a se d ia b a n . F u e e l ju e g o d e l g a to y e l ra tó n .
P a n c h ita , c u a n d o se h a b ía
a l m a trim o n io
q u ín , lo s b a ld ío s se lle n a ro n , e l B u le v a r ta n c ia . H a b ía re su lta d o
d e ia rlo
sa b ía lo q u e p o d ía p a sa r. A u n q u e é se se ría e l ú ltim o re c u rso q u e e m p le a ría n ...
la su y a c o n su s p ro p ia s m a n o s
d e la tía p e rm itió
m a rla c a si p o r c o m p le to . A n d a n d o lo s a ñ o s h a b ía lle g a d o e l a d o -
,
lo
n a d ie
d e m e jo ra r
h a sta q u e la h e re n c ia
C o n to -
P e ro c o n lo s tie m p o s ta n m a lo s q u e c o rría n
tile ta z o s. P a n c h ita e sta b a a te rra d a .
J
G ra c ia s a D io s, e llo s n o
a e se c a p ita l
y M a g d a le n a so n re ía p ro te c to ra m e n te
p a b a in c e sa n te m e n te
e sa d iv isió n
q u e c a d a c u a l re c ib ie ra
d o , n o h a b ía ta n to a p u ro p o r h a c e rlo ... p o r a h o ra
L a c o n stru c c ió n d e la s c a sa s c o n o c ió v a ria s e ta p a s. sie n d o c a si g e m e la s, c o n d o s p ie z a s c o rrid a s, g a le -
L o s p rim e ro s a h o rro s d e lo s b o rd a d o s d e d o ñ a P a c a fu e ro n d e sti-
d e im p o rta n c ia .
nada
c o n la s
ría , c o c in a y b a ñ o , a m b a s a b ie rta s a l v ie n to , a l p o lv o y a la llu v ia .
d e c o n d o m in io . M a g d a le n a h a b ía m e n c io n a d o e l a su n to c o n fin g i-
n e c e sita b a n
E m p e z a ro n
d e a c u e rd o
que
agazapada
d a d e sp re o c u p a c ió n :
d e l fe rro c a rril.
p o rv e n ir
abando-
n i d e lo s m u c h o s m ile s q u e h a b ía in -
S in e m b a rg o , la se g u rid a d la a m e n a z a
se c re y ó o b lig a d a a p a sa rle
y
c a lc u la d a p o r la p a rte d e c a sa q u e a
e lla p a g a b a re lig io sa m e n te v e rtid o
d e la h e rm a n a
d e l B u le v a r, p a se o b a sta n te
c a lle n a d e c o n g o ja s p a ra P a n c h ita . E x tin g u id a
la p e n sió n fe rro -
v ia ria d e la m a d re , fu e su su e ld o e l q u e d e b ió e stira rse n a lm e n te
p a ra
c u b rir
la s n e c e sid a d e s
d e sc o m u -
c a d a v e z m a y o re s
d e la
-
41
c a sa (y a e n to n c e s le h a b ía n d a d o e l fa m o so a sc e n so , n o ta n to p o r su s m é rito s c o m o p o r lo s tra b a jito s
d e Ju a n
c o m o sie m p re , d e v e rse o b lig a d o a a rrim a r si n o a u m e n ta b a n
la s e n tra d a s).
A n to n io , te m e ro so ,
e l h o m b ro a lg u n a v e z
T rá n sito tu v o u n so le m n e g e sto
d e a b n e g a c ió n Y a n u n c ió q u e se h a ría
c a rg o d e l tra b a jo
e n su to ta lid a d . E so fu e u n d e c ir. G e n e ra lm e n te P a n c h ita a te n d ía
c a se ro
n a d ie lo h a c ía .
d o s tu rn o s c o m o d ire c to ra y y a n o d isp o n ía d e
p o r a so m o se le s h a b ía c ru z a d o e l p e n sa m ie n to sa rio a y u d a r a la tía e n e l te r o d e p u ra p u e rta ra p la n ta rse le s e n c a rg a b a
o sté n d e la c a sa . S e p a sa b a n e l d ía e n -
o v e n ta n a y c u a n d o lle g a b a n a e n tra r
d e la n te
la c a ra , a rre g la rse
lo s ru lo e y a le g a r c a n sa n c io la ra ra v e z q u e se
a lg u n a
ta re a . N o p o d ía n n e g a r q u e e ra n h ija s d e
su m a d re e n e so d e sa b e r q u e ja rse a tie m p o . E n c u a n to lle g a b a la h o ra p ro p ic ia , se la rg a b a n
c a c e ro la ). C a rm e n y E n c a rn a
q u e C a rm e n se e n g a n c h a b a c o n e l m e q u e tre fe
p a ra n a -
a c a lle je a r c o m o d e se sp e ra d a s h a sta
d a . E n c u a n to a T rá n sito , n o p a sa b a d ía sin q u e h ic ie ra u n a tre -
sid o m u c h o p e d ir
m e n d a a lh a ra c a p o r la m a la o lla d e p u c h e ro q u e h a b ía p u e sto a
la stim o sa q u e D io s le h a b ía d a d o ).
h e rv ir,
c o m o si e so la h u b ie ra
d e slo m a d o , d e já n d o la
sin a lie n to
p a ra to d a o tra ta re a . e so s años sin q u e b u lle ra n
p ro te sta s
q u e E n c a rn a
h ic ie ra
d e tu rn o
d e lo s m u c h a c h ito s
d e d ie c isé is p a ra
e n g u a rd ia a su s h ijo s c o n tra la s m a la s a rte s
p a ra se d u c irlo s. L a ú n ic a p e lig ro sa , e n re a lid a d ,
je re s. D e b ié n d o le to d o a P a n c h ita
p o b re e s' e r e n to d e la h e rm a n a
ra , v ié n d o se
o b lig a d a la p o b re
m ism a la s p o c a s p re n d a s e n c o n tra b a
a la v a r,
p la n c h a r
ra íd a s q u e fo rm a b a n
SU
u n a c o m id a p a sa b le c u a n d o re g re sa b a
sa d a y m u e rta
y z u rc ir a ju a r.
e lla
Ja m á s
a su c a sa , c a n -
d e h a m b re , p o rq u e d e m a ñ a n a n i d e sa y u n o to m a -
b a p a ra n o m o le sta r
a n a d ie y se c o n te n ta b a
con un pedazo de
p a n se c o q u e c o m ía c u a n d o se a c o rd a b a . P e ro , e so sí, la m u y d e sc a ra d a d e T rá n sito
c o m p ra b a g o lo sin a s to d a s la s ta rd e s
c a p a z d e h a c e r n a d a c o n su s m a n o s, n i to rta s frita s)
(e ra in -
p a ra re g a -
la rse e lla y la s h ija s a la h o ra d e la m e rie n d a . L a c o m p ra se h a c ía c o n la p la ta d e P a n c h ita , n a tu ra lm e n te , to d a la c a sa , p e ro n i la s m ig u ita s q u e d a b a n
q u e n o h a b ía o tra e n p a ra
q u e é sta n o se
d ie ra c u e n ta . L a e stú p id a d e la m a d re h a b la b a sie m p re d e su s "n e n a s" c o m o
a rrib a
p o n ía n
q u e p o d ría n
e n su in te rio r. N o p o d ía p e rd o n a r e l c in ism o d e a q u e lla s tre s m u n i la ro p a le c u id a b a n siq u ie -
(h u b ie ra
lo m ism o c o n e sa fa c h a
L a s d o s h o lg a z a n a s y a se h a b ía n h e c h o fa m o sa s e n e l b a rrio y la s m a d re s
R o sa lía n o p o d ía re c o rd a r
e ra p a -
d e l e sp e jo , p a sa rse c re m ita s o c o lo re te s p o r
tie m p o (a sí y to d o e c h a b a su s b a rrid a s y fre g a b a d e p risa a lg u n a n o se rv ía n a b so lu ta m e n te
d e q u e e ra n e c e -
u sa r
e ra C a rm e n . E l
tra g a b a sa liv a , p e ro n o a b a n d o -
n a b a su p u e sto d e a c o m p a ñ a n te h a sta q u e lo s n o v io s le d a b a n e l e sq u in a z o y se p e rd ía n e n a lg u n a d e e sa s c a lle s d e e sp e sa a rb o le d a y p o c a lu z . E n to n c e s E n c a rn a d e sp re o c u p a d o y se ju n ta b a
v o lv ía so b re su s p a so s c o n air-e
c o n la b iz c a d e la le c h e ría
m á s a g ria q u e u n lim ó n . A h í se q u e d a b a n e l n e g o c io , m a n o so b re m a n o h a b la n d o
(n i siq u ie ra
m a l d e l p ró jim o o h a c ie n d o
so b re lo s a rtista s
se le s o c u rría te je r)
c o m e n ta rio s in te rm in a b le s
d e c in e o lo s m u c h a c h o s
c o n o c ía n .
q u e e ra
la s d o s e n u n rin c ó n
buenos
m ozos que
\
M ie n tra s ta n to , la o tra , ¡v a y a a sa b e r q u é h a ría ! N a d a in o c e n te d e b ía se r p o rq u e su b u e n ja le o h u b o u n a v e z a c a u sa d e e lla . E ra im p re sio n a n te
la m ú d e z d e P a n c h ita
rilla . P a re c ía
q u e lo s a ñ o s se le h a b ía n v e n id o e n c im a d e g o lp e ,
e n e so s d ía s y su c a ra a m a -
si h u b ie se n sid o d ije s d e p o rc e la n a . D e sd e c h ic a s le s h a b ía c u lti-
c a m in a b a
v a d o la in u tilid a d y n u n c a se p re o c u p ó d e q u e e stu d ia ra n
lle g ó a irse u n a h o ra a n te s d e la e sc u e la . R o sa lía re c ib ió su s c o n -
a p re n d ie ra n
a lg ú n o fic io . N o sa b ía n d a r u n a p u n ta d a , n i a g a rra r
la p la n c h a , n i su je ta r
42 --
a lg o o
u n a e sc o b a . Y a e ra n u n a s se ñ o rita s
y ni
e n c o rv a d a
y h a sta c a n a s le a p a re c ie ro n .
fid e n c ia s e n tre c o rta d a s p a sa d o . L a tra n q u ilid a d
p o r la v e rg ü e n z a
U na m añana
c u a n d o y a to d o h a b ía
le e sta b a v o lv ie n d o a l c u e rp o le n ta m e n -
-
43
te , p e ro n o b o rró lo s sig n o s d e p re m a tu ra re c id o .
v e je z q u e h a b ía n a p a -
"T o d o se h iz o c o n la m a y o r re se rv a . N a d ie sa b e u n a p a la b ra n a d a ". E so h a b ía a firm a d o
h a b ía
o íd o , la
de m ás
P a n c h ita m u y lle n a
a llá
se fu e ra
so la . T rá n sito
n o p o d ía a b a n d o n a r
a
d e ilu sio n e s. P e -
u n a h a b ía so sp e c h a d a , la o tra
h a b ía
q u e P a n c h ita
de
ro e l b a rrio e n te ro h e rv ía d e c u c h ic h e o s y la s c o m a d re s se p a sa b a n e l se c re to c o n lu jo d e d e ta lle s:
p re
la s "n e n a s" y la s "n e n a s" n o p o d ía n irse a v iv ir e n tre la s v a c a s.
v isto . N o fa lta b a
la
c u a rta
E l poder
d e a g u a n te
d e P a n c h ita
e ra
re a lm e n te
fo rm id a b le .
P o rq u e , a u n q u e p a re z c a in c re íb le , la c a rg a d e T rá n sito ja s n o le re su ltó su fic ie n te m e n te
y la s h i-
p e sa d a y h u b o q u e b u sc a r a la
q u e h a b ía re c ib id o lo s in fo rm e s d e quien sabía todo mejor que cualquiera. E l c u e n to ro d ó c o m o u n a b o la . Y si la s m u rm u ra c io -
tía C risa n ta ,
n e s n o a b a n d o n a ro n
h a b ría m o le sta d o a la so b rin a . E ra n su s h ijo s lo s m ise ra b le s. L a
e l to n o b a jo y c o n fid e n c ia l fu e p o r e sp e c ia l
c o n sid e ra c ió n h a c ia P a n c h ita , p o rq u e to d o s la re sp e ta b a n ría n .
y que-
la h e rm a n a
m a y o r d e l p a d re . E s c ie rto q u e la p o -
b re v ie ja n o e ra p e d ig ü e ñ a y , si p o r e lla h u b ie ra
sid o , ja m á s la
a n c ia n a re c ib ía u n a m e z q u in a p e n sió n q u e ib a a p a ra r
e n te rita a
m a n o s d e la s n u e ra s c o m o c o n trib u c ió n p a ra lo s g a sto s d e la c a -
L a tía c a si se m u rió d e l d isg u sto , p e ro lo q u e e s la v iu d a y la s
sa . N o le d e ja b a n
u n so lo p e so e n tre la s m a n o s y n o te n ía c o n
h ija s e n n a d a e sc a rm e n ta ro n . T o d o fu e c o m o si ta l c o sa . N o p a só
q u é c o m p ra rse a lg ú n re m e d io c u a n d o la a flig ía e l re u m a o c u a l-
m u c h o tie m p o sin q u e la b u sc o n a d e C a rm e n a n d u v ie ra
q u ie r o tro d o lo r, q u e a c h a q u e s n o le s fa lta n a lo s v ie jo s. L a p o -
c o n to d a in so le n c ia , lu c ie n d o o tro
in d iv id u o .
su c u e rp ito
T e n ía u n a c ie rto
é p o c a : e ra n tra sn o c h a d o re s, d id o s. T o d o s h a c ía n
v id a
e sta b a
P a n c h ita
g e n til y d e l b ra z o d e
e sp e c ia l p a ra
d a s, c o m o p a ra n o a v e rg o n z a r a lo s ta c a ñ o s d e lo s h ijo s, y a e s-
d e l b o le te ro
p ro fe sio n a l d e l c in e q u e
c o n su fa m ilia . L a s m a l a g ra d e c id a s v isib le m e n te
d e e sa tía d e sa li-
c o n la m o d a . T rá n sito
c o n u n a o b lig a c ió n a l m a n te n e rla s. y ja m á s
tu n id a d
h a b ía
fru ta le s,
44 -
a b so lu ta
in d ife -
p o r p ro b le m a s
de
su p ro p ia c o m o d id a d . E n c ie rta o p o r-
c a m p o , c o n b u e n a c a sa h a b ita c ió n sia sm o d e p a rte
S e n tía
se in q u ie ta b a
le o fre c ie ro n a P a n c h ita
c o n d id a s le d e ja b a a lg ú n b ille tito d e T rá n sito , q u e o tra
lle g a d o a c o n v e n c e rse d e q u e la h e rm a n a n o h a c ía m á s q u e c u m -
d in e ro . S ó lo le p re o c u p a b a
em pezó a
d e p in ta d o n ju a n e sc a y fa m a d e p e rd u d o sa , c o m o e l ju g a d o r
ñ a d a , m a l v e stid a , sie m p re re ñ id a
re n c ia p o r su tra b a jo
a tisa n a s y e m p la sto s c a se ro s. P a n c h ita
lle v a rle lo s re m e d io s q u e p o d ía n e c e sita r. S e lo s lle v a b a a e sc o n d i-
d e la s so b rin a s se a b o c h o rn a b a n
p lir
b re c ita re c u rría
e le g irlo s e n e sa
q u e te rm in ó p ro c e sa d o o e l a to rra n te e x p lo ta b a m u je re s. L u c id a
p o r a h í,
la d ire c c ió n d e u n a e sc u e la d e y a m p lio te rre n o . H u b o e n tu -
d e é sta , e la b o ró p ro y e c to s, h a b ó d e h u e rta ,
de
d e c ría d e g a llin a s. T o d o e so m e re c ió a p ro b a c ió n sie m -
d e re g a lo . T o d o e so a e sp a ld a s
se e n tie n d e , p u e s c u a lq u ie r
le . h ic ie ra
d ía ib a é sta
a to le ra r
la c o m p e te n c ia e n e so d e o rd e ñ a r
su v a c a
le c h e ra .
y n o e ra q u e lo s h ijo s d e la tía C risa n ta c a re c ie ra n d e re c u rso s p a ra a y u d a r e a n g u rria ,
a la m a d re . L o q u e p a sa b a c o m o M a g d a le n a y Ju a n
e ra q u e e sta b a n
A n to n io ,
t llo ra b a n
lle n o s so b re
c a d a c e n ta v o g a sta d o e n a lg o q u e se h a b ría p e d id o a h o rra r.
Los
d o s v a ro n e s e ra n m a q .u in ista s, c o n b u e n o s su e ld o s, y c o rría n
pa-
re jo c o n su s m u je re s,
ta m b ié n
ta m o n e d a s. S e h a b ía n in sta la d o h a b ía n
a rrin c o n a d o
h e rm a n a s,
e n n o a flo ja r
e n c a sa d e la m a d re y a é sta la
e n u n c u a rtito
d e m a la m u e rte .
h a b ía c a sa d o c o n u n tu rc o , d u e ñ o d e u n a tie n d ita . e n tre lo s d o s y g a n a b a n
e l p o r-
u n p la ta l
L a h ija
se
L a a te n d ía n
v e n d ie n d o tra p ito s
v isto so s y
-
45
z o n c e ríta s
d e a d o rn o . P e ro , se g ú n e llo s, sie m p re e sta b a n a l b o rd e
d e la q u ie b ra y só lo u n m ila g ro h a c ía q u e sig u ie ra n p e sa r
d e la s p é rd id a s
q u e su fría n .
te n ía n c a sa p ro p ia , o tra d e re n ta
a d e la n te
E so sí, n o c o n ta b a n
y p la ta
a
que ya
e n e l b a n c o . R a ra v e z
v isita b a n a d o ñ a C risa n ta .
e l d e re c h o y e l re v é s. D o s m e d ia s su e la s, p o r lo m e n o s, h a b ía n p a sa d o p o r su s z a p a to s m á s n u e v o s. L a ú n ic a p re n d a m e n te re c ie n te ro b án d o le
re la tiv a -
e ra u n sa c o d e la n a . E lla m ism a lo h a b ía te jid o ,
h o ra s a l su e ñ o , c o n u n a s m a d e ja s
q u e le h a b ía re g a -
la d o R o salía. ¿ Q u é v id a e sa é sa , m e z q u in á n d o se
la ro p a , p riv á n d o se
d e to d a
d iv e rsió n , p o n ie n d o u n a lá p id a so b re to d o s su s d e se o s? E ra in ú C a ía d e su p e so q u e u n m o d e sto su e ld o d e d ire c to ra d e te rc e ra
til p re te n d e r
convencer a Fanc
l a
e
a n é é é sid a d
d e u n c a m b io
c a te g o ría , p o r m u c h o q u e se lo e stire , n o p o d ía d a r p a ra a m p a ra r
d e a c titu d h a c ia lo s su y o s. E n m a n o s d e é sto s n o e ra m á s q u e u n
a ta n ta g e n te . P o r m á s q u e P a n c h ita se p riv a ra
p e d a z o d e c e ra .
d e to d o , la p la ta
n o le a lc a n z a b a y h a b ía te n id o q u e e n d e u d a rse . P o r p rim e ra se v io e n la o b lig a c ió n d e p e d ir so b rin a . y c u a n d o u n p o b re
d in e ro c u a n d o e l a su n to d e la
se m e te c o n p re sta m ista s
sa lv a d e e llo s? E s c o m o e m p a n ta n a rse
e n te rre n o
h u n d e m á s y m á s c a d a v e z . N o se h a b ía n a n g u stia s su frid a s p a ra p a g a r o tro a to d a c a rre ra ,
vez
¿ q u ié n lo
fa lso , u n o se
c a lm a d o to d a v ía
u n v e n c im ie n to
c u a n d o lle g a b a
c o m o si lo s p la z o s se a c o rta ra n
E n m e d io d e to d o s e so s d e sv e lo s F e lip e Illa n e s p a re c ía o lv id a d o . P a n c h ita lo n o m b ra b a
a v e c e s, c o n a p a re n te
in d ife re n c ia .
N unca
la s
d e la n te d e - T rá n sito o M a g d a le n a , e so sí. L o re c o rd a b a c o n m o tiv o
el
d e a lg u n a a so c ia c ió n d e id e a s, h a b la b a d e é l a l p a sa r, sin in sistir
p a ra
el que
m u c h o , c o m o si se tra ta ra
a n d a e n a p u ro s. E n m á s d e u n a o c a sió n la p o b re m u je r
se h a -
p e n sa r q u e y a e sa p e n a d e a m o r se h a b ía c u ra d o . R o sa lía , e m p e -
b ía v isto e n fig u rilla s p a ra c u m p lir c o n e llo s. L le g ó a v e n d e r q u e ría e m p e ñ a r) T ra n sc u rría n
(n o
lo p o c o d e v a lo r q u e p o se ía . S a c ó u n a m ise ria .
su s v a c a c io n e s e n m e d io d e u n a in te rm in a b le
su c e -
ro , sa b ía a q u é a te n e rse la s p a la b ra s
de un
e x tra ñ o . L a g e n te
y v islu m b ra b a
se p u so a
la h e rid a p o r d e b a jo d e
in su sta n c ia le s.
E lla n o le h a b ía p e rd o n a d o
a F e lip e
su c o n d u c ta , p re fe ría
no
sió n d e c la se s p a rtic u la re s, p a g a d a s a v il p re c io , a to d o s lo s a lu m -
p e n sa r e n é l y ja m á s fo m e n tó lo s re c u e rd o s c a n d o ro so s d e P a n -
n ~ s re z a g a d o s d e lo s a lre d e d o re s.
c h ita . S e lim ita b a
S e re m a ta b a
d la . e n . su s e stu d io s y lo g ra r q u e a p ro b a ra n c a si sie m p rs, p e ro n o re so lv ía
p a ra
p o n e rlo s a l
e l c u rso . L o c o n se g u ía
su s p ro b le m a s
e c o n ó m ic o s e x te -
n u á n d o se d e e sa m a n e ra p o rq u e la s so b rin a s se a b a la n z a b a n m o b u itre s sa n c io .
co-
so b re la s m a g ra s g a n a n c ia s. A c u m u ló so la m e n te c a n -
e sa fe c h a
que
a c u e sta s, a g u a n ta n d o h íl
hi
P a n c h ita
andaba
c o n e l m ism o
so le s y llu v ia s. L o s g u a rd a p o lv o s
l a c le n to s. L a s d o s p o lle ra s
46 -
fre n te
a l re n e g a d o
fu e a c o n su lta r re g re só
(e x c e p to d o n S a tu rn in o ,
a c titu d
SU
e l c a rb o n e ro , q u e lo
u n a v e z c o n m o tiv o d e u n e n re d o q u e te n ía y
e n c a n ta d o ,
c h o rre a n d o
a la b a n z a s
p o r to d o s
lo s p o ro s).
P o rq u e e ra e so , u n re n e g a d o , u n trá n sfu g a . H a b ía h e c h o a b a n d o -
R o sa Iía se e sp a n ta b a a n te e sa m a n e ra d e v iv ir. C in c o a ñ o s h a c ía p o r
a e sc u c h a rla y , e n c u a n to p o d ía , c a m b ia b a d e
c o n v e rsa c ió n . L o s v ie jo s v e c in o s d e l b a rrio c o m p a rtía n
q u e te n ía h a b ía n
a b rig o e sta b a n
sid o u sa d a s p o r
n o d e to d o lo su y o c o n ta l d e in tro d u c irse
e n e sa c a p a so c ia l q u e
c o n sid e ra b a m e jo r q u e la s o tra s. C o m o c u a lq u ie r d e slu m b ra d o
a n te
c o sa s q u e e ra n
e l fa lso b rillo
o n o e ra n
d e l p re stig io
b o b o , se h a b ía
m undano,
"b ie n ". H a b ía p e rd id o
con
d e la s
e so u n a
-
41
d e v e z e n c u a n d o p a ra
q u e n o se a c o stu m b ra ra
b u e n a p a rte d e sí m ism o . S u in fa n c ía y a d o le sc e n c ia y a n a d a sig -
m a n se d u m b re . E ra im p o isb le q u e v iv ie ra
n ü ic a b a n
m a te ria le s, p e ro ¿ p o d ía a firm a rse
e n e so s c írc u lo s, d e se n to n a b a n .
N o te n ía re c u e rd o s
m u n e s c o n e sa g e n te q u e a h o ra lo ro d e a b a . E n tre se ría e l e x tra ñ o , e l Ju a n S u m u je r In so le n te
fu e la
e n h a c é rse lo
d e p a la b ra
in fe rio re s,
e n m e jo re s c o n d ic io n e s e n su s a m b ic io n e s y n o
d e a q u e lla
d u lc e n o v ia d e su ju -
v e n tu d ?
n o h a b ía
a su m a rid o c o n u n d e sp a rp a jo
(a l c o m e n ta r lo s h e c h o s q u e lle g a ro n a l
b a rrio p o r b o c a d e u n a a n tig u a a p o rre a b a n
d e m o d o c ru e l.
a ra to s la p re se n c ia
a la
q u e e ra u n h o m b re fe liz ? ¿ N o
se se n tiría d e v e z e n c u a n d o d e fra u d a d o a ñ o ra ría
se n tir
y d e sb o c a d a c o n lo s q u e ju z g a b a
q u e lle n a b a d e a so m b ro
e llo s sie m p re
d e A fu e ra , e l in tru so .
p rim e ra
v a c ila d o e n m a ltra ta r
co-
d e m a sia d o
¡L a fe lic id a d !
m u c a m a d e la c a sa , lo s v e c in o s
a F e lip e p o r to n to , p e ro m á s la a p o rre a b a n
¿ T e n ía a lg ú n
re p a sa b a m in u c io sa m e n te
a e lla
sig n ific a d o
e sa p a la b r!l;? R o salía
su v id a e n su s m e n o re s d o b le c e s y h a -
lla b a e n e lla e sc a sa c a b id a p a ra la fe lic id a d . N u n c a h a b ía p a sa d o
p o rq u e to d o s se se n tía n h e rid o s p o r su s e x p re sio n e s d e sp e c tiv a s).
la s p e n u ria s
H a b ía q u e o ir'le la b o c a a la se ñ o ro n a , ta n
su s h o ra s, ta n e x e n ta s d e in q u ie tu d e s, la a c ic a te a b a n a lg u n a s d u -
c u a n d o le lle v a b a n
roñoso p o r a llá ...
la c o n tra :
e c h a d a p a ra
a trá s,
Gallego roñoso p o r a q u í, Gallego
R o sa lía p e n sa b a q u e e so n o e ra m á s q u e u n
c a stig o m e re c id o . lle g a d o a c o n v e rtirse
e n u n o d e lo s m e jo re s a b o g a d o s d e la c iu -
d a d , le llo v ía n a su n to s d e lo s c u a tro p u n to s g u la b a n
d a s ta rd ía s q u e p re fe ría ()/
~
c a rd in a le s
c u a n tio so s h o n o ra rio s. S u p o m a n e ja r
y le re -
b ie n lo s p e so s g a -
p e ro
e n m e d io d e la a p a c ib ilid a d
de
a c a lla r.
n a d a m á s q u e e so la e x iste n c ia h u m a n a ?
~ m e n te
E c o n ó m ic a m e n te le fu e m u y b ie n a F e lip e . E n p o c o s a ñ o s h a b ía
d e P a n c h ita ,
c ó m o d a , la c a m a a b rig a d a ,
.¿ L a c a sa re la ti-
e l fre g a d o m c e sa n te
d e la s
su p e rfic ie s, ~ l la v a d o d e p la to s y la s c u e n ta s d ia ria s e stric ta m e n te lle v a d a s? A sí h a b ía v iv id o sie m p re , d e sd e c h ic a , e n u n a m ó sfe ra d e o rd e n , lim p ie z a y e c o n o m ía . S u m a d re g a sto s c o tid ia n o s e n e l p rim e r
p a p e l q u e h a lla b a
a p u n ta b a a m ano
a tlo s (c o n
n a d o s y y a p o se ía u n a fo rtu n a . S ie m p re a n d a b a v e stid o d e lo m e -
ta l
jo r (p a ra q u é h a b la r d e la m u je r y la s h ija s)
e n lim p io la s a n o ta c io n e s, c a si c e re m o n io sa m e ~ te , e n u n a lib re ta
te . L a c a sa q u e se h iz o c o n stru ir
y c o n a u to fla m a n -
e n p le n o c e n tro le d e c ía a g ri-
d e q u e n o p u d ie ra
se rv ir
la s v e rd a d e ra s
e n in n u m e ra b le s
e x c u rsio n e s p o r e l b a rrio
p ie d a d e s q u e fig u ra b a n
a su n o m b re . H a b ía c o m p ra d o e n S a n Jo -
sé d e l R in c ó n u n a q u in ta fa m o sa p o r su s m a n d a rin a s
y h a sta d e -
c ía n q u e y a e ra d u e ñ o d e u n a e sta n c ia p o r e l la d o d e S a n Ju sto , S u s e n tra d a s
m e n su a le s d e b ía n
d e c u p lic a r c o n c re c e s e l to ta l d
la s d e u d a s q u e a g o b ia b a n a la p o b re P a n c h ita . d e c h e q u e s in sp ira re v e re n c ia ,
1p a d re s
c u y o sa lu d o e ra
so lic ita d o c o n a fá n , c u y a a m ista d e s c o n sid e ra d a c o m o u n h o n o r.
c o sa ), e l p a d re
ja b a n
h a b ía c ~ n o c id o (
a le g ría s d e la in fa n c ia , lo s ju e g o s e n p a n d illa , la s e n b u sc a d e n u e v o s h o riz o n te s. A su s
ju g a r
c o n tie rra
ni con agua, ni con nada
la s m a n o s y la ro p a . N o le p e rm itía n
S I,
a n o te n e r
in ic ia tiv a s,
q u e e n su c ia ra
m á s a m ista d e s e n e l b a rrio
q u e la d e P a n c h ita p o rq u e é sta e ra u n a
de por
p a sa b a
le s g u sta b a te n e rla b a jo su c o n sta n te v ig ila n c ia . N o la d e -
a c o stu m b ró
E n re su m id a s c u e n ta s e ra u n h o m b re ric o , d e é so s c u y a to d o p o d e ro sa lib re ta
o tra
e sp e c ia l. R o sa lía u sa b a la lib re ta d ire c ta m e n te /N 0
to s a q u ie n la m ira ra lo m u c h o q u e h a b ía c o sta d o . T e n ía in te re se s e m p re sa s c o m e rc ia le s, fu e ra d e l c ú m u lo d e p ro -
p a ra
petite fiU e bien éLevée. S e
su im a g in a c ió n , y a
apagada
se e m b o tó c a si c o m p le ta m e n te .
D e su n m e z so lita ria y re tra íd a , h a b ía sa lid o h o sc a e n e x tre m o y su m isa n tro p ía
se h a b ía
a c e n tu a d o
c o n e l c o rre r
d e l tie m p o .
H a sta la m u je r h a b ía d e ja d o d e d e sb o c a rse , si b ie n lo g rito n e a b a
48 -
49
D e sc o n fia b a d e la g e n te , le a trib u ía p ro p ó sito s m e z q u in o s, re c ib ía fría m e n te
la s d e m o stra c io n e s
le h a c ía a lg u n a a n tig u a dad
y
d e a m ista d
c o n o c id a , a p ia d a d a ,
d e se o sa d e p ro p o rc io n a rle
d a rse . In v a ria b le m e n te p u e rc o
que de vez en cuando
p re se n ta b a
a lg u n a
a lo s d e m á s
e sp ín y d e sp u é s d e p in c h a rlo s
c u e v a sin d ig n a r a so m a rse . N o h a b ía d e la c o n v iv e n c ia . S e c o n sid e ra b a
q u iz á s, d e su so le -
d istra c c ió n . N o sa b ía su c o sta d o
se re c o g ía e n su p ro p ia lo g ra d o a sim ila r la v irtu d
fe a , a n tip á tic a ,
d e sa g ra d a b le
y d a b a p o r se n ta d o q u e e lla sie m p re so b ra b a
e n to d a
a m a b le . P re fe ría
d e p e rm itir
a lg u ie n
h u rg a ra
P a n c h ita
de
g o z a r fa m a d e lu n á tic a
a n te s
re u n ió n que
e n su s "d e n tro s".
F u e e n to n c e s c u a n d o la s c o rre ría s d e C a rm e n e m p e z a ro n a h a c e rse p ro d u c tiv a s. P a n c h ita se re fu g ia b a e l a g o ta m ie n to
h u b ie ra
te n ía u n a p ro fu n d a
d e se sp e ra d a m e n te p o d id o a p la c a r
e n e l tra b a jo
re tra im ie n to ,
le g u sta b a c h a rla r c o n la g e n te q u e c o n o c ía . S ie m p re h a b ía sid o
le
lá stim a , p e ro n i b u e n a s p a la b ra s p o d ía o fre -
c e rle p o rq u e la o tra e v ita b a a to d o tra n c e h a b la r m a s. A re g a ñ a d íe n te s,
y lu e g o d e p o rfia r
d e su s p ro b le -
d u ra n te
m ás de una
h o ra , a c e p tó a y u d a p a ra re to c a r su ro p a , c u y o la stim o so p ro d u c ía p e n a . R o sa lía se p re g u n ta b a
e sta d o
c o n e sp a n to e n q u é iría a
p a ra r to d o e so . P o r e se tie m p o , p re c isa m e n te , h iz o su re a p a ric ió n
e ra m u y d istin ta . P e se a su v o lu n ta rio
c o m o si
su a n g u stia . R o sa lía
n e s.
F e lip e I
Illa ,J
1-
e x c e le n te c o m p a ñ e ra , ta n to e n e l ~ stu d io c o m o e n e l tra b a jo . L a c o rd ia lid a d
e ra su n o ta d o m in a n te . A l re v é s d e R o salía,
d u re z a c e n tu ó e n e lla la
so c ia b ilid a d
la m a -
(la a d o le sc e n c ia y la ju -
v e n tu d fu e ro n a b so rb id a s p o r la s a le g ría s y la s p e n a s d e su a m o r p o r F e lip e ). S u v id a p o d ría h a b e r sid o m á s a m e n a sin e sa m o n ta ñ a d e o b lig a c io n e s q u e p e sa b a so b re su s h o m b ro s.
R o salía
n o p o d ía o lv id a r lo s a je tre o s d e a q u e l ú ltim o a ñ o . L a
situ a c ió n n o h a c ía m á s q u e c o m p lic a rse . L a h a ra g a n e ría sito a lc a n z a b a y a e x tre m o s in c o n c e b ib le s y n a d a a ta ja b a
d e T rá n la d e s-
v e rg ü e n z a d e la s so b rin a s. N o h a b ía n e n c o n tra d o n a d a m e jo r q u e a b rir c u e n ta s a n o m b re d e la tía e n lo s n e g o c io s d e l b a rrio y sa c a b a n m e rc a d e ría s 9- fia d o sin re p a ra r c h ita se e n te ró h u b o u n a p e ro se p u so a llo ra r
e n p re c io s. C u a n d o P a n -
e sc e n a d ra m á tic a .
N o h iz o re p ro c h e s,
c o n ta l d e se sp e ra c ió n q u e la s o tra s lle g a -
ro n a a su sta rse . N o h a c ía m u c h o tie m p o q u e c a si le p ro te sta ro n u n d o c u m e n to y la p o b re se m o ría d e só lo p e n sa r q u e le p u d ie ra n e m b a rg a r
50 --
e l su e ld o .
-
61
d o p a ra
e lla . U n a
in c o m p re n sib le
a lu sió n
d o s o tre s fra se s p o c o c la ra s d e la p o rte ra le n c io s d e m a sia d o re p e n tin o s su a p a ric ió n , c o m o si
SU
d e P a lm ira
Sánchez,
m a l a g e sta d a , 1o s
d e la s m a e stra s
p re se n c ia in te rru m p ie ra
d e su tu rn o
S .I-
a n te
c o m e n ta rio s q u e
e lla d e b ía ig n o ra r, y , p o r ú ltim o , e l d ía a n te rio r n o m á s, la p o rfía d e T rá n sito e n re c a lc a r lo m u c h o q u e d e m o ra b a P a n c h ita g re sa r, q u e jo sa d e q u e p e rm a n e c ie ra
IIIqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA d e y p u d ie ra
p e rju d ic a r
e n re -
e n la e sc u e la h a sta ta n ta r-
su sa lu d c o n e l e x c e so d e tra b a jo . E lla
se h a b a a d m ira d o d e e sa in só lita d e sa z ó n p o r la fa tig a d e la h e rm a n a y se h iz o la re fle x ió n d e q u e T rá n sito se e sta b a v o lv ie n d o N a d a , a b so lu ta m e n te
n a d a h a b ía so sp e c h a d o R o sa lía h a sta
ta rd e e n q u e tro p e z ó e n e l c e n tro c o n M a rg a rita a n tig u a c o m p a ñ e ra d e e sc u e la su m a m e n te p o c a s p e rso n a s
q u e e lla re a lm e n e
ju n to a la v id rie ra
C ia m p o n i, u n a
b o n a c h o n a , u n a d e la s
e stim a b a . C h a rla ro n
d e u n a ju g u e te ría
e sa
u n ra to
(u n d e sc o m u n a l o so a m a ri-
llo q u e d ó a so c ia d o a lo s a c o n te c im ie n to s). Y a h a b ía n in te rc a m b ia d o a b u n d a n te n o tic ia s so b re su s re sp e c tiv a s p e rso n a s c u a n d o M a rg a rita b a jó la v o z p a ra to m a r u n to n o c o n fid e n c ia l, m iró a u n la d o y o tro , c o m o si lo s tra n se ú n te s
e stu v ie ra n
p e n d ie n te s
d e su s
la b io s, y le c o n tó lo d e P a n c h ita . E l a so m b ro 'd e R o sa lia n o tu v o lím ite s. In te n tó
d isc u tir.
¡E so n o e ra p o sib le ! D e sp u é s n o p u d o
d u d a r d e la se rie d a d d e la in fo rm a c ió n . M a rg a rita d e c h ism e s y n o le e sta b a ra c io n e s in c o h e re n te s. c o n c re to s. C re ía o c u rrie n d o
que
re p itie n d o
ru m o re s
n o e ra a m ig a
v a g o s o m u rm u -
C o n o c ía b ie n lo s h e c h o s y le d io d e ta lle s R o salía
d e b ía e n te ra rse
p o r se r la m á s in d ic a d a
p a ra
d e lo q u e e sta b a
d a r c o n se jo s. E ra u n a
lá stim a q u e P a n c h ita se p u sie ra e n b o c a d e la g e n te . E sta b a re a lm e n te a flig id a . R o sa lía re g re só c o n la c a rg a d e e sa n o tic ia in e sp e ra d a . L a so rp re sa
le im p e d ía c o o rd in a r
b ie n su s p e n sa m ie n to s.
ib a a ta n d o c a b o s. C u a n d o e l tra n v ía
g u n o s d e ta lle s o lv id a d o s h a b ía n e m p e z a d o a to m a r
52-
F e b rilm e n te
se d e tu v o e n su e sq u in a a lc ie rto sen tí-
h ip ó c rita
a d e m á s d e h o lg a z a n a . A h o ra c o m p re n d ía
q u e e se m o -
d o d e d a r v u e lta s a lre d e d o r d e l te m a e n c e rra b a u n a in te n to n a a v e rig u a c ió n ,
q u e ría
p in c h a rla ,
tira rle
la le n g u a . S e ñ a l
de
de que
T rá n sito a lg o sa b ía d e l a su n to . L a p e n u m b ra
d e l a ta rd e c e r
lía a rro jó 1 6 s p a q u e te s
h a b ía in v a d id o e l c o m e d o r. R o sa -
so b re la m e sa y se d e jó c a e r e n su v ie jo
silló n . Y a llí se q u e d ó , m a n o so b re m a n o , c o n tra su c o stu m b re . N o se in q u ie tó p o r la b lu sa q u e h a b ía d e ja d o e n ja b ó n n i p o r e l p a r d e m e d ia s q u e se h a b ía p ro p u e sto
z u rc ir a su re g re so . T a m -
b ié n
p ro y e c ta d o
o lv id ó la ta z a d e té q u e h a b ía
c u a n to lle g a ra . L a n e g ru ra p e ro n o q u iso e n c e n d e r
p re p a ra rse
d e la n o c h e fu e p e n e trá n d o lo
la lu z p o rq u e
la c la rid a d
en to d o ,
la in c ita b a
a
la a c c ió n . C o n la lu z p re n d id a se h a b ría p u e sto a o rd e n a r to d o lo q u e e sta b a fu e ra d e su sitio , a re p a sa r lo s m u e b le s c o n la fra n e la , a h a c e r a lg o c o n su s m a n o s, y e so
h u b ie ra
q u ita d o ila c ió n a
su s re fle x io n e s. N e c e sita b a e sta r tra n q u ila , p o rq u e e ra su v o lu n ta d e n fre n ta rse
d e lle n o c o n e sa re v e la c ió n q u e le so rb ía lo s se -
so s, q u e le c la v a b a a g u ijo n e s e n la s sie n e s: v o lv ía n e n e n te n d e rse , g o s p a se o s e n a u to .
se e n c o n tra b a n
P a n c h ita
y F e lip e
c a si a d ia rio y d a b a n la r-
Q u e d e L ib e ra ta
R e y e s o d e E te lv in a M a n fre d i,
p o r e je m p lo ,
L a in d e c isió n la to rtu ra b a .
L a c o n d u c ta d e su a m ig a v io la b a to -
se a firm a ra q u e sa lía n a p a se a r c o n c a b a lle ro s n a d a te n ía d e p a r-
d a s la s n o rm a s
tic u la r y a q u e e sa s d a m a s a c o stu m b ra b a n
h o n e sta y , sin e m b a rg o , se n tía q se n o p o d ía c o n d e n a rla d e b u e n a s
se d ije ra
d e P a n c h ita
v e ro sim ilitu d ,
a h a c e rlo , p e ro q u e e so
A v e n d a ñ o , y c o n in so sp e c h a b le s v iso s d e
e ra a lg o re a lm e n te
in c o n c e b ib le . P o rq u e
un
en-
a p rim e ra s
e sta b le c id a s
c o m o h u b ie ra
y a c e p ta d a s
p o r la
h e c h o c o n c u a lq u ie r
g e n te
d e v id a
o tra . S u p ro p ia
in d u lg e n c ia la a g o b ia b a p o rq u e lle g a b a a c o n sid e ra rse
c ó m p lic e ,
te n d im ie n to c o n F e lip e su p o n ía u n a re la c ió n c u lp a b le , v e rg o n z o sa ,
e n c ie rto m o d o , d e e se d e sv ío . T a m b ié n le d o lía su g ro se ra fa lta
u n a d u lte rio , lla m a n d o la s c o sa s p o r su n o m b re . R o sa lía se e stre -
d e se n sib ilid a d
m e c ió a n te e sa h o rrib le p a la b ra
y e l a lm a se le lle n ó d e a n g u s-
¿ C ó m o se h a b ría n
tia . N u n c a se h a b ía
p o r lo s g ra n d e s
su c e d ie ra ?
in q u ie ta d o
p ro b le m a s
que
al
no haber
in tu id o
e n tre la z a d o
lo q u e
e sta b a
o c u rrie n d o .
lo s a c o n te c im ie n to s p a ra q u e e so
¿ E n q u é tie m p o , si P a n c h ita
v iv ía
c o n sa g ra d a
a la
e n te ra d o
¿ p o d ría e lla h a -
c id o a m b ie n te e n q u e e lla se m o v ía . R e tro c e d ía , n o se se n tía c a p a z
b e r im p e d id o lo s h e c h o s? P o r lo v isto P a n c h ita
se h a b ía e n c o n -
d e e n fre n ta rlo s,
tra d o e n v u e lta e n u n to rb e llin o y c u a n d o lo s a c o n te c im ie n to s se
a g ita b a n a lo s h o m b re s y c u y o s c o la z o s lle g a b a n
h a sta
e l re d u -
c a re c ía d e e le m e n to s d e ju ic io , d e p re p a ra c ió n ,
e sc u e la ? Y a u n q u e R o sa lía se h u b ie ra
o p ta b a p o r e n c o g e rse p a ra q u e n o la ro z a ra n . S u m u n d o e ra ta n
encadenan,
p e q u e ñ o q u e la m a ra ñ a
c u e n ta . E n e se c a so ¿ v a le n d e a lg o lo s c o n se jo s? N a d ie to m a e n
a n to ja b a
e n q u e v e ía e n v u e lta
m u c h o m á s im p o rta n te
q u e to d a
a P a n c h ita se le
o tra c u e stió n d e c a -
A h o ra , m ira n d o lo s h e c h o s a tra v é s d e lo s a ñ o s tra n sc u rrid o s, R o sa lía lle g a b a a so n re irse a n te e l p ro fu n d o h a b ía a p o d e ra d o
d e e lla . L o s c a m b io s q u e
a z o ra m ie n to q u e se se h a b ía n
p ro d u c id o
a 1 0 la rg o d e to d o e se tie m p o la h a b ía n c u ra d o d e e sp a n to . P e ro e n to n c e s e l e p iso d io se le p re se n ta b a
c o n fu so ,' a b su rd o , iló g ic o ,
ta n to q u e p e n só q u e la c a b e z a le ib a a e sta lla r
si se g u ía in te n -
ta n d o v e r c la ro e n se m e ja n te e m b ro llo . N o p o d ía e n te n d e r 1 0 q u e h a b ía p a sa d o . P e ro n o h a b ía
m á s re m e d io
o rd e n e n e l tu m u lto d e su s p e n sa m ie n to s h e c h o s h a sta d e ja rlo s
q u e tra ta r y e n fre n ta rse
a c la ra d o s. L u e g o se tra z a ría
de poner c o n lo s
u n a lín e a d e
n u e stro ,
n o s a rra stra n
sin q u e n o s d e m o s
c u e n ta la o p in ió n a je n a , a m e n o s q u e c o in c id a c o n la p ro p ia . e l .año a n te rio r
H a sta
rá c te r g e n e ra l.
a p e sa r
R o sa lía
ib a a la e sc u e la p o r la ta rd e .
L e h u b ie ra sid o im p o sib le , e n to n c e s, n o d a rse c u e n ta d e c u a lq u ie r d e ta lle fu e ra d e lo c o m ú n
u e irru m p ie ra
d o s lo s d ía s d e D io s re g re sa b a n
e n la ru tin a
e lla
sie m p re e sp e ra b a h a sta q u e la o tra d ie ra fin a su s in te rm in a b le s tra jin e s
y le e c h a ra
P a n c h ita
e n c o n tra r
c o rre r
a l e n c u e n tro
lla v e a la d ire c c ió n . Ja m á s h a b ría u n a e x c u sa v á lid a
p a ra se p a ra rse
p o d id o
d e e lla y
d e F e lip e .
P o r m á s q u e e sc a rb a ra ta d o R o sa lía d u ra n te c e s q u e re c ié n a h o ra
e n su s re c u e rd o s n a d a ra ro h a b ía n o -
e l tu rn o d e la m a ñ a n a , sa lv o e sa s p e q u e ñ e c o b ra b a n v a lo r. L a c o n d u c ta d e P a n c h ita
h a b ía sid o c o m p le ta m e n te n o rm a l. H a b ía tra b a ja d o
c o n d u c ta , to m a ría u n a a c titu d .
d ia ria . T o -
ju n ta s. L lo v ie ra o tro n a ra ,
c o m o sie m p re
a se n tir u n a v a g a se n sa c ió n
y n a d a h a b ía a lte ra d o , e n a p a rie n c ia , e l ritm o d e su v id a e sc o la r.
d e m a re o . S u e sp íritu e ra lla n o e n e x tre m o , su s c o n c e p to s so b re
A n d a b a e n to d o s lo s p ro b le m a s c o n la m ism a d e d ic a c ió n d e c o s-
la v id a te n ía n la sim p lic id a d d e lo s a n tig u o s m a n d a m ie n to s. S ie m -
tu m b re
p re le h a b ía p a re c id o fá c il re so lv e rse a n te u n d ile m a : d e u n la d o
e sc rib ía su s in fo rm e s c o n to d a re g u la rid a d .
e sta b a e l b ie n , d e l o tro e l m a l, q u ie n a sí n o lo v ie ra c ie g o h a b ría
ta n te , q u e h u b ie ra d e b id o lla m a rle la a te n c ió n , p o n e rla so b re a v i-
d e se r. A h o ra e sta b a re to rc ie n d o
so . E ra e sa e x p re sió n a u se n te q u e a v e c e s to m a b a a l c o n te m p la r
A q u í e ra c u a n d o R o sa lía lle g a b a
54 -
su m e n te sin sa b e r q u é h a c e r.
o b se rv a b a e l d e sa rro llo
d e lo s p ro g ra m a s d e e stu d io s Y H a b ía a lg o , n o o b s-
-
515
lo s ro sa le s d e o to ñ o flo re c id o s, e sa m ira d a
risu e ñ a
so b re lo s n iñ o s, e se b rillo a le g re q u e d e sp re n d ía n D e m a ñ a n a P a n c h ita e se tu rn o
c o n ta b a
a n te s. P o r la ta rd e
d e u n a v ic e d ire c to ra ).
c o n e l p e rso n a l
la c o sa c a m b ia b a :
a l m e n o s e sa d ire c c ió n h u b ie ra
sid o u n a h a b ita c ió n
c o n u n b u e n so fá . [P e ro v a y a e l g u sto d e q u e d a rse
n o c u m p lía u n h o ra rio ta n re c a rg a d o
c o n la a siste n c ia
g a b a u n a m e d ia h o ra d e sp u é s d e l to q u e d e e n tra d a u n a h o ra
q u e p o sa b a
su s o jo s. (e n
c o n fo rta b le
,
d e sp u é s d e
h o ra , c o n e se frío , e n e sa c u e v a lle n a d e h u m e d a d !
L le -
¡C la ro ! ¡E ra ló g ic o ! ¿ Q u é o tra c o sa le p o d ría n h a b e r d a d o a su
y se re tira b a
a m ig a c o m o a sc e n so c o n e se c a rá c te r q u e te n ía ? S ie m p re re sig n a -
e n tra b a
ju n to
d a d e a n te m a n o ,
sie m p re
d isp u e sta
a to d o , sie m p re
o fre c ie n d o
su b u e n a v o lu n ta d c o m o e n u n a b a n d e ja , lle n a d e e x ig e n c ia s c o n -
y y a n o te n ía h o ra d e re g re so .
sig o m ism a y re z u m a n d o
in d u lg e n c ia
p a ra
lo s d e m á s.
¡V a y a si
e ra m a lo se r d e m a sia d o c o m p la c ie n te , y d e c ir sie m p re q u e sí, y n o E ra in ú til se rm o n e a rla
a c e rc a d e e sa c o stu m b re
d e a la rg a r
tra b a jo . B ie n se a c o rd a b a R o sa lía d e a q u e llo s a ta rd e c e re s n a le s. L e p a re c ía re v iv ir
el
in v e r-
a q u e lla s h o ra s d e e sp e ra . Y a se h a b ía
p ro te sta r n u n c a ! C u a n d o a u n a la v e ía n su m isa y tra b a ja d o ra , c il y se rv ic ia l, la re c o m p e n sa b a n
c o m o é sa q u e le h a b ía n d a d o a P a n c h ita :
p e rd id o to d o ra stro d e lo s c h ic o s, la n o c h e se a c e rc a b a y P a n c h ita
to s, a tra sm a n o
se g u ía m e tid a
e d ific io c a si in h a b ita b le
P a re c ía
e n la d ire c c ió n
c o m p la c e rse
sin p o d e r a rra n c a r
e n d e sc u b rir
p a ra
n u e v o s p a p e le s
su c a sa .
q u e o rd e n a r.
P o rq u e e sa P a n c h ita e ra la m u je r d e lo s p a p e le s. D e to d a s p a rte s b ro ta b a n p a p e le s, a lto s d e p a p e le s, se a m o n to n a b a n e l e sc rito rio , se ju n ta b a n ib a a so p o rta r
p a p e le s so b re e l silló n
e se silló n te m b le q u e ? )
p e le s d e la b ib lio te c a
(e sa b ib lio te c a
lib ro , sin o u n p a p e le ría
im p re sio n a n te
c o n u n p io lín ), y P a n c h ita lo s g u a rd a b a , d e re p e n te
o tro p a p e le ría
p a re c ía
e sa c a rte ra
e n c u a n d o p e rd ía
la p a c ie n c ia
la s m a n o s q u ie ta s,
e lla so la p o d ía e n te n d e rse v ía a su m e rg irse ra b a
e n p ila s a ta d a s
q u e h a b ía te rm in a d o ,
a b ría
con un
d e p ro b le m a s
a
c u a l m á s e n g o rro so . Y , to ta l, p a g a b a n
lo m ism o . Y lo m ism o c o n sid e ra b a n
b a jo . M e jo r d ic h o , n o lo c o n sid e ra b a n , m á s. Y u n a se q u e d a b a a llí, a ñ o tra s
se o lv id a b a n
e l tra -
de una, no
a ñ o , e n tre p a re d e s
q u e se
o lo r a m o h o q u e lo im p re g n a b a to d o , h a sta
e l c u e rp o d e u n a . E n to n c e s,a l
fin a l, se v e g e ta b a c o m o e l m u sg o
d e lo s rin c o n e s, se o lv id a b a n lo s a lto s id e a le s, se h a c ía la b o r o fic in e sc a y ru tin a ria .
Y R o sa lía se lle n a b a
h a sta m e d ia n o c h e . D e v e z
y o fre c ía a y u d a , e sta b a h a rta
de
le d a b a la s g ra c ia s p o rq u e
d e fu ria v a n a
al pen-
sa r e n la a b su rd a d e d ic a c ió n d e su a m ig a p o r e se e sté ril tra b a jo d e h o rm ig a , p o r e se in c e sa n te m a n ip u le o
d e p a p e le s. ¿ E ra n e c e -
sa rio p o n e r e l a lm a e n e sa s ta re a s c a si d o m é stic a s? P a n c h ita
p a re c ía
n o se n tir e l frío , n i la h u m e d a d , n i e l o lo r a
m o h o . T a m p o c o p a re c ía ' d a rse c u e n ta d e la o b sc u rid a d q u e a v a n z a b a so b re e sa s la rg a s y h o rrib le s
c u a d ra s q u e d e b ía n
re c o rre r
e n m e d io d e e se m a re m a g n u n . Y v o l-
a n te s d e lle g a r a l tra n v ía , c o n u n a s v e re d a s h e c h a s a la b u e n a d e
e n su d o c u m e n ta c ió n . E n to n c e s R o sa lía su sp i-
Dios y u n o s p o z o s e sp e c ia le s p a ra to rc e rse lo s to b illo s si n o se
y re z o n g a b a , se p a se a b a
d e a rrib a
a b a jo ,
m ira b a
e l re lo j,
a m e n a z a b a c o n irse y sie m p re se g u ía e sp e ra n d o h a sta e l fin a l. S i
56 -
y c o n to d a u n a tra ílla
ra s, y e se in to le ra b le
o rd e n a d o
a l m ism o tie m p o , q u e si n o h u -
y P a n c h ita
d e to d o , le jo s d e ó m n ib u s y tra n v ía s,
ib a n d e sm o ro n a n d o , y p iso s q u e se h u n d ía n , y te c h o s c o n g o te -
u n so lo
q u e se p o n ía a re v isa r y c la sific a r.
Y R o sa lía e sp e ra b a y a p u ra b a
e n lo s su b u rb io s re m o -
q u e n o e n c e rra b a
e n o rm e y d e ste ñ id a , y sa c a b a
b ie se sid o p o r e lla la o tra n o p a ra b a te n e r
(¿ q u é o tra c o sa
dó-
e sc u e la s
y sa lía n m á s fa ja s d e p a -
lo s m ira b a y re m ira b a , lo s o rd e n a b a y
y, cuando ya
la c a rte ra ,
p a p e le s so b re
d á n d o le c o m o p re m io
c a m in a b a h o ra
c o n p re c a u c io n e s. N o h a b ía p ro b a d o
b o c a d o d e sd e la
d e l a lm u e rz o , p e ro e so n o d ism in u ía su s b río s.
-
57
D e v e z e n c u a n d o h a lla b a p e d irle
tie m p o p a ra
so n re irle
a R o sa lía y
q u e tu v ie se p a c ie n c ia , m á s p a c ie n c ia , q u e y a p ro n to
ib a
c a ria , lo s g u a rd a ría , se h a rta ría d e h a c e r d e fre g o n a . y se a c o sta ría b ie n ta rd e , c o n lo s p ie s h e la d o s y e l c a n sa n c io e n c im a y t o d a v ra ' •.•••.
a te rm in a r. A u n q u e d e m a sia d o sa b ía q u e a R o sa lía le so b ra b a la
e ra c a p a z d e le v a n ta rse
p a c ie n c ia , a p e sa r d e l ta c o n e o y la s in te rje c c io n e s. Y p a ra a c a b a r
n o n e c e sita b a
d e c o n fo rm a rla
y tra ta r
d e n o c h e p a ra v e r si la p o b re T rá n sito
nada.
d e e n te rn e c e r la e m p e z a b a a e n u m e ra rle
to d o s lo s in c id e n te s q u e le h a b ía n to rn a d o la ta rd e p a rtic u la rm e n te p e n o sa y a b ru m a d o ra a b ru m a d o ra s p o rte ra s, h a ra c a s
(c o m o si to d a s su s jo rn a d a s n o fu e ra n
y p e n o sa s).
re c la m a c io n e s
H a b ía re n c illa s y re fre g o n e s fu e ra
d e lu g a r
d e a lg u n a s
d e v e c in o s q u e jo so s d e l p o c o re sp e to
su s fru ta le s,
p ro b le m a s
n o ta s y n o ta s
a l-
d e lo s n iñ o s p o r
d e d isc ip lin a d e p a rte
d e la In sp e c c ió n re c la m a n d o
e n tre la s
m a d re s,
d e u n a s m a e stra s, d a to s y m á s d a to s.
E sta b a lo c a d e c a n sa n c io , sí. L o c a . E n c u a n to lle g a ra
a su c a sa
R o sa lía te n ía la se n sa c ió n d e e n tra r se tra ta b a
d e a m o r. N u n c a h a b ía
e n te rre n o
vedado cuando
e sta d o e n a m o ra d a . A lo su m o
a lg u n a sim p a tía h a b ía b ro ta d o e n e lla , rá p id a m e n te
ahogada por
su c e lo p u rita n o . N o la m e n ta b a la fria ld a d d e su v id a . T o d o a m o r se g ú n su s c á n o n e s, d e b ía c o n d u c ir a l m a trim o n io . Y lo q u e sa b Í~ d e m u c h o s m a trim o n io s
d e m a e stra s
c o n o c id a s b a sta b a
p a ra
ib a a to m a r u n a ta z a d e c a fé c o n le c h e b ie n c a lie n te y se iría d e -
c ita y la m a m á se d e sv iv ía p o r d e sc u b rir
re c h ito a la c a m a . N i h a b la ría
siq u ie ra .
lo m e jo r h a b ría
m u y b ie n q u e é sa e ra u n a v a n a
m a rid o y lo s h ijo s. P e ro la se ñ o ra d e C le rm o n t p re sa g ia b a
C o m o si R o sa lía n o su p ie ra q u im e ra
d e P a n c h ita . P o rq u e
m u c h a s p e rso n a s
d ic e n q u e to m a -
ha-
c e rle b e n d e c ir su so lte ría . S i se h u b ie ra c a sa d o c u a n d o e ra jo v e n lle g a d o a d isfru ta r
su e g ra a lg o sa rg e n to n a
y a su sta b a
a lg ú n fu tu ro
y e rn o , a
d e a lg u n a fe lic id a d
e n tre e l una
a lo s p o sib le s p re te n d ie n te s,
rá n u n a ta z a d e c a fé y se irá n a la c a m a . Y a sí lo h a c e n , e fe c ti-
e n ta n to q u e la n iñ a e ra d e m a sia d o c a lla d a p a ra a le n ta r
v a m e n te . Y h a sta
A u n q u e d e n a d a v a lía h a c e r su p o sic io n e s so b re lo q u e p u d o se r y
se v a n p rim e ro
a la c a m a y se h a c e n lle v a r
lu e g o e l c a fé b ie n c a lie n te , e n u n a b a n d e ja , c o n u n a s b u e n a s ta ja d a s
de pan
c o n m a n te c a .
Y se c o m p la c e n e n a b a n d o n a rse
al
n o fu e . E ra m e jo r v o lv e r la h o ja so b re e se c a p ítu lo . N o ig n o ra b a
d e sc a n so , c o n lo s p ie s a b rig a d o s, y se o lv id a n d e to d o lo q u e tie -
h a b ía
n e n q u e h a c e r, y n o se a p re su ra n
e n tre g a n
P e ro
P a n c h ita
n i se in q u ie ta n
n o e ra a sí. ¡S i lo sa b ría
por nada.
R o sa lía ! N o a c a b a ría
d e lle g a r a la c a sa c u a n d o y a T rá n sito in ic ia ría la re ta h íla q u e ja s y la sa lm o d ia d e su s d o lo re s. Y se n e v a ría cabeza que ya
le re v e n ta b a ,
y a la c in tu ra ,
d e su s
la m a n o a la
d o n d e p a re c ía
que
a n a d ie .
e n c a m b io R o sa lía
e sta d o e n a m o ra d a
h a sta
d e F e lip e . E ra
u n a so la v e z a l a m o r y p a ra
q u é e x tre m o
P a n c h ita
d e e sa s m u je re s
q u e se
sie m p re . R o sa lía c o n o c ía
o tro s c a so s d e m u c h a c h a s q u e se h a b ía n q u e d a d o c o n e l n o v ia z g o tru n c o . A h í e sta b a N e lly , la h ija d e l p e lu q u e ro , y N o em í B a rrio s, y la m ism a L a u re n tin a
G ó m ez. L a s tre s h a b ía n llo ra d o a m a re s,
m u c h o m á s q u e P a n c h ita , h a b ía n
c la m a d o p o r la m u e rte , h a b ía n
te n ía u n a a g u ja c la v a d a , y a l b ra z o q u e te n ía d u ro d e l re u m a . Y
ju ra d o n o v o lv e r a e sc u c h a r p a la b ra s d e a m o r. Y la s tre s se h a -
a l fin a l se iría e lla a la c a m a , c o n la b o lsa d e a g u a c a lie n te . Y
b ía n
P a n c h ita
in c ré d u lo
se q u e d a ría
ro la s. P re p a ra ría
e n la c o c in a a rre g lá n d o se la s
c o n la s c a c e -
la c e n a c o n e l m ism o e sm e ro q u e p o n ía e n e l
c a sa d o , te n ía n
p a la b ra s
h ijo s, e ra n
fe lic e s. Y h a b ría n
a so m b ro si a lg u ie n le s h u b ie se re c o rd a d o
m a n ife sta d o su s le ja n a s
d e d e se sp e ra c ió n .
d e la s so -
P a n c h ita se h a b ía c o m p o rta d o d e o tra m a n e ra . N o e c h ó a v o la r
b rin a s y a la c o m o d o n a d e la h e rm a n a , la v a ría lo s p la to s, lo s se -
su s p e n a s e n g e m id o s y la m e n ta c io n e s. S e la s h u n d ió e n e l p e c h o
a rre g lo d e su s p a p e le s, se rv iría
58 -
a la s d o s h o lg a z a n a s
-
59
y tra tó
d e a h o g a rla s. N u n c a
n in g ú n h o m b re , a sí fu e ra
m á s v o lv ió a te n e r
m ira d a s
p a ra
u n c a n d id a to ta n se rio c o m o G e ra rd o ,
ta n d ig n o d e se r te n id o e n c u e n ta . P e ro d e sd e e n to n c e s P a n c h ita ya no
v iv ió p a ra
sí m ism a . R e su lta b a
d o lo ro so c o m p a ra r
a la
c u m p lie ra c u e n ta
un
rito
re c o rd a to rio .
d e q u e P a n c h ita
Y
a p ro p ó sito ,
a h o ra
n o h a b ía p ro n u n c ia d o
se d a b a
u n a so la v e z e l
n o m b re d e F e lip e d e la n te d e e lla d e sd e h a c ía m á s d e d o s m e se s. C o m o si lo h u b ie se o lv id a d o .
P a n c h ita fe liz d e su s tie m p o s d e n o v ia c o n e sa p o b re m u je r v e n c id a , v e rd a d e ro
g u iñ a p o sin re a c c io n e s. S e h a b ía
a n u la d o , d e s-
m o ro n a d o .
L a s a m a rg a s re fle x io n e s p rin c ip io s m o ra le s
R o sa lía re c o rd a b a p e rp le jid a d
c o n c ie rta
c o m p a siv a iro n ía
e sa s h o ra s
de
q u e h a b ía v iv id o a q u e l v ie rn e s p o r la n o c h e , d e sp u é s
d e su e n c u e n tro
c o n M a rg a rita
d e ro s té rm in o s d e la a v e n tu ra
e n tre v ista s
n a r e l a m b ie n te Ju a n
m a rl a , a l fin y a l c a b o ). Q u e n o le v in ie ra n d e la a m ista d . N u n c a h a b ía
fu rtiv a s
(p o rq u e
h a b ía q u e Ila -
a e lla c o n e l c u e n to
c re íd o e n la a m ista d
d e sin te re sa d a
se fu e ro n
c o m p lic a c io n e s in m in e n te s
C ia m p o n i. D e sc o n o c ía lo s v e rd a a v e n tu ra
q u e le su g e ría n a R o sa lía su s ríg id o s
d e P a n c h ita
fa m ilia r
a n te la id e a d e la s
a o rig in a r
e se e n re d o . L a s
y F e lip e a m e n a z a b a n
a b re v e p la z o . Y a T rá n sito
A n to n io y M a g d a le n a
in fo rm a c ió n
d e sv a n e c ie n d o
q u e ib a
c o n ta b a n
c o n n u m e ro so s
re v o lu c io a lg o sa b ía . m e d io s d e
(n o p a sa b a d ía sin q u e d e sfila ra g e n te p o r la c a sa a
p a g a r lo s in te re se s d e a lg ú n p ré sta m o ).
E n c u a n to a L o la C o rre a ,
d e h o m b re s y m u je re s, p o r lo m e n o s e n e sa a m ista d e stre c h a , ín -
n o fa lta ría
tim a , e x c lu siv a , q u e b u sc a lo s a p a rte s y la so le d a d . P re fe ría
a c e rc a d e la s a n d a n z a s d e su m a rid o c o n su a n tig u a n o v ia . N o se
p la n te a rse
no
in te rro g a n te s a c e rc a d e l g ra d o d e in tim id a d q u e p o d ía
e x istir e n la s re la c io n e s d e F e lip e y P a n c h ita .
A d e m á s, n o te n ía
fe e n lo s e n a m o ra d o s, y m e n o s e n lo s e n a m o ra d o s q u e n o p u e d e n lle g a r d e c e n te m e n te m u je r
e stá
a l m a trim o n io ,
e n a m o ra d a
puede
c o m o d e b e se r. C u a n d o u n a
c o m e te r
lo s m a y o re s
a u n q u e d e sp u é s le se a n p o c o s lo s d ía s d e v id a p a ra
d isp a ra te s, llo ra rlo s.
¿ C ó m o n o se le h a b ía o c u rrid o n u n c a a R o sa lía q u e e sa lla m a p o d ía re a v iv a rse
h a sta e se p u n to ? N o sa b e m o s v a lo ra r lo s se n ti-
m ie n to s a je n o s. C u a n d o e lla d e sc u b rió q u e P a n c h ita u n re tra to
d e F e lip e c u id a d o sa m e n te
n o s (e ra u n re tra to
c o n se rv a b a
e sc o n d id o e n tre su s c u a d e r-
p e q u e ñ o , d e su é p o c a d e e stu d ia n te )
e n c o g ió d e h o m b ro s y se d ijo q u e e ra u n a c h iq u ilin a d a . lle g ó a d a rle risa c ie rta v e z q u e e l re tra to p a p e le s y ro d ó p o r e l p iso . P a n c h ita
e lla se H a sta
se e sc a p ó d e e n tre su s
lo re c o g ió d e u n sa lto y n o
la p e rso n a d e b u e n c o ra z ó n q u e la p u sie ra so b re a v iso
n e c e sita b a .g ra n
p e rsp ic a c ia
p a ra
c o m p re n d e r
que m uy
p ro n to
se ib a n d e sa ta r fu e rz a s m o v id a s p o r in te re se s o p u e sto s, p e ro c o n id é n tic o p u n to d e c o n ju n c ió n . L a ú n ic a q u e te n ía d e re c h o a p o n e r e l g rito e n e l c ie lo e ra L o la C o rre a . F e lip e e ra su m a rid o y , si b ie n e lla so lía m a ltra ta rlo d e p a la b ra , n o ib a a p e rm itir q u e n a d ie se lo q u ita ra . P e ro h u b ie ra sid o u n a in g e n u id a d c re e r q u e lo s o tro s se ib a n a q u e d a r so se g a d o s p o rq u e
n o le s
P o r u n m o tiv o
a sistie ra
d e re c h o
a lg u n o
o p o r o tro , c o n sid e ra b a n
p a ra
lo s a c to s
in te rv e n ir. d e P a n c h ita
su je to s a su fisc a liz a c ió n y e l d ía e n q u e é sta o b ra ra a su c a p ric h o , h a c ie n d o in c u rsio n e s la v o z d e a la rm a riñ o lo s in c ita ra
fu e ra d e lo s c a m in o s trilla d o s,
y se u n iría n a v e la r
p a ra
su je ta rla .
N o p o rq u e
p o r e lla , p re c isa m e n te ,
d a ría n el ca-
sin o p o rq u e
le s
p u d o e v ita r u n su sp iro d e a liv io a l v e r q u e h a b ía c a íd o b o c a a b a -
c o n v e n ía q u e n o se a p a rta ra d e la s n o rm a s y h a lla ra g u sto e n la . o lo s Ib . a a h a c e r ChIa 'llr, p a t e a r , g e stic.u in d e p e n d e n c ia . E l eg o ism
jo . T a m b ié n
la r. S u s b u e n o s d o lo re s d e c a b e z a y re to rtijo n e s
R o sa lía h a b ía
d a d o u n a im p o rta n c ia
m u y se c u n d a -
ria a e se a fá n q u e te n ía su a m ig a d e d e sliz a r d e v e z e n c u a n d o e l n o m b re
d e F e lip e
e n la s c o n v e rsa c io n e s,
te n e r
c o n m o tiv o
d e e se re e n c u e n tro
d e trip a s ib a n a
d e lo s a n tig u o s n o v io s. A
c o m o si a l h a c e rlo
60 -
61
Tr~nsito le llegaría a doler el corazón al ver peligrar los privide su situación com o 11 d ' a ega a y estaría con el ojo alerta para no dejar escapar f su uente de recursos. Juan Antonio se o~u.scaría sólo al pensar que la conducta de la herm ana podría in-
Parecía divertirse extraordinariam ente
~ldlr sobre su bolsillo. M agdalena era la m ás tem ible. Los otros
jón, unirían sus lágrim as a las suyas, form ando un solo bloque de
Iban a obrar por puro egoism o. Ella, adem ás, lo haría por odio. Todos sus " vIeJos rencores adorm ecidos se iban a despertar en am oroso entre Felipe y Panchita. cuanto im aginara un díálcgo
por arrebatos
id Todo ese m undillo se iba a m ovilizar dentro de poco. Habría
m áxim a condenación para ese desvío de la sacrosanta senda del
I as y venidas, secreteo s, cam bios de pareceres, planes de ataque,
deber.
Iegios
ta altura del serm ón de Juan Antonio, Tránsito se echaría a llorar con grandes hipos y sollozos. Las dos hijas se precipitarían a consolar a la m adre con grandes aspavientos y, eso iba de casuspiros y m oqueadas. El desconsolado grupo no se dejaría llevar
dírígen los asuntos económ icos, tom an las decisiones im portantes, Adoptaría
enfáticam ente
otras y
cediera en toda la .línea y volviera al
Pero Rosalía tenía el presentim iento
de que esta vez las cosas
se iban a com plicar.
de las "conveniencias", del ho-
nor de la fam ilia, del prestigio que debe m antener
una directora
para conservar el respeto y la confianza de sus subalternos, del buen concepto que debe m erecer a sus superiores hincapié, seguram ente, porque debía alim entar de que la otra perdiera
otras hasta que Panchita
la
redil, m ansa y sum isa com o de costum bre.
ese
ono untuoso de predicador que creía adecuado a ciertas circunstancias y hablaría
su dolor y esa actitud encerraría
Ya le parecía estar viendo la escena. Después vendrían
. (~o~ varones siem pre son jefes de fam ilia, encabezan los duelos, KJIHGFEDCBA f de viudas y solteras).
de elocuencia para acusar a Panchita. Se lim ita-
ría a exhalar ruidosam ente
hasta llegar a la gran escena de fam ilia. Juan Antonio presidiría
asum en la representación
con ese jueguito. A cier-
Eran m ás de las ocho y m edia cuando Rosalía se levantó por
(en esto haría
el ridiculo tem or
el puesto por el hecho de salir sola en
auto con un caballero y tem blaba ante la perspectiva
fin de su sillón aquella noche. Encendió la luz, echó una m irada
,
circular m idiendo los quehaceres que la esperaban y 10 prim ero que atinó a hacer fue cam biarse de ropa. Era el acto prelim inar
de tener
indispensable pues jam ás hubiera pisado la cocina con sus pren-
que aflojar algún zoquete de pan de vez en cuando para que las
das de salir. Luego ordenó todo lo que podía andar suelto por el
herm anas no se m urieran de ham bre). Era probable que M agda-
com edor y el dorm itorio y se m archó a preparar
lena se sentara en un rincón, prudentem ente,
com o para indicar
que, deseaba m antenerse al m argen del asunto, que la discusión debla tener lugar
exclusivam ente
entre los herm anos. Era fre-
La palabra
la cena.
cena cuadraba sólo a m edias al plato de sopa, la
tajada de pan y la taza de leche con sém ola que hacía las veces de postre. En cuanto term inó, Rosalía se dispuso a lavar los en-
cuente que adoptara esas actitudes, en apariencia m uy discretas
seres. Acababa de retirar
porque ya lo había aleccionado en la casa a su m arido y éste ha:
bre de la puerta de entrada. Por la m anera de llam ar se le ocu-
blaba por boca suya. Eso sí, era difícil que pudiera con el genio
rrió que podría ser Panchita, pero al abrir se encontró con la na-
la pava del fuego cuando sonó el tim -
y, de vez en cuando, dejaría caer sus indirectas pinchudas y ve-
riz puntiaguda
nenosas, pero con voz tan m eliflua que sería com o para creer . que m tervenía en favor de la pobre cuñada acosada por los suyos.
las nueve y la tía no regresaba. Tránsito estaba m uy intranquila.
62 -
y los ojitos de laucha de Encarna. Eran m ás de
¿Alguna reunión
de la cooperadora
la podría haber
dem orado HGFEDCBA -
63
en esa form a? La pobre m am á estaba tan preocupada y IHGFEDCBA n e r vio s a que Carm en le había cargado.
¿No
te n id o
que preparar
una taza de tilo bien
Rosalía veía
c o n fi r m a d o s
sito andaba haciendo exploraciones.
Creyendo ser m uy ladina, su pensa-
por un lado y lo destapaba por el otro con toda
dad. Convendría
fría. Esa afuera, por ar ríba 1 , por aba] o , y los enjuagó . •con agua " era par , era la prim · te de su lavado la operacion prelim inar. M u-
sus tem ores. Era evidente que Trán-
obraba del m odo m ás torpe. Ocultaba triunfalm ente m ie n to
em pezó a refregar despaciosam ente cada trasto, por adentro, por
se podria hablar por teléfono a algún lado?
conversar con ella para
chas m ujeres se e on tentaban · r
in g e n u i-
saber a qué atenerse
que les hubo de corresponder por sus virtudes
en cuando cam biarían ojeadas de aprobación y asom bro an.te la
(una conversación con Tránsito siem pre lo era). Se lim itó a pro-
religiosa fidelidad con que la nieta seguía cum pliend~ en leJan~s
nunciar palabras tranquilizadoras.
No había por qué inquietarse.
tierras los viejos preceptos fam iliares que ellas hablan. transm i-
Panchita,
quedado
. en agua caliente y lo tido Rosalía volvió a em papar el es t ropaje
seguram ente,
se había
revolviendo
papeles
. .. jabonó otra vez a conciencia,
Cada t ras t o f u e refregado .de nuevo
. nunca lo hubiera sido y recibió su correspondiente encom o SI iilla el E l últim o toque consistía en verter sobre la v aji juague. HGFEDCBA
Acababa de pronunciar las últim as palabras cuando ella y Encarna divisaron la inconfundible silueta de Panchita
que avan-
zaba desde la esquina. Agitó la m ano en cuanto las vio, con apa-
. ca Iílen t e de la pava para que resto de agua . hiciera desaparecer • detodo im probable vestigio de jabón y grasitud, Ahora podía
rente despreocupación. Al acercarse, declaró que estaba rendida
jar que el líquido se escurriera
y anunció su decisión de irse a la cam a en seguida. Todo eso 10
.eadas circulares los labios todavía apretados se puso a ech ar OJ
dijo con un pie sobre el um bral de la puerta de su casa y el otro
por las cuatro paredes de su cocina para sorprender alguna nota
levantado a m edias com o para que Rosalía no la fuera a retener.
discordante en la arm onía que debía reinar en ella.
Esta se lim itó a lanzar las acostum bradas
tf-
caseras. De vez
Pero Rosalía no estaba esa noche para m ás cosas desagradables
com o era su costum bre, sin m irar el reloj y olvidando que su casa estaba situada en el otro extrem o de la c i u d a d .
(
con ese fregoteo som ero. Ella no.
Pertenecía• a un Iin a] e escogido de exim ias am as.• de casa. Sus . abuelas se d e leitarí el anan al contem plarla desde el rm con del cielo
/L
De vuelta a su cocina Rosalía se puso a lavar su vajilla con
y
los labios apretados y el ceño fruncido. Pero no om itió ninguna de las reglas acostum bradas. Buscó un papel flexible para lim r e s to s
de com ida que habían
Con
frases que utilizaban
en sus salu'dos y se m etió en su casa. Panchita daba la im presión de haber rejuvenecido.
piar los
antes de em pezar a s~ar.
quedado pegados y fue
onfusa
s itu a c ió n
de Panchita desconsolaba a Rosalía. De ~u KJIHGF
in;a:ccia dem asiado pegada a la pollera de la m adre y al pantalon del pad~e le había quedado el tem or a lo desconocido, el rece:o . cotidi 1 lana. No , habla por todo ,lo que alterara el r i t m o de la VIda sido niña atrevida ni curiosa. Por nada d e1 m un d o se habría
ale-
am ontonando los utensilios en la pileta. Abrió el grifo y dejó que
jado sola a m ás de una cuadra de su casa. Las personas m ayo~es
el chorro corriera un buen rato sobre cacerola, platos y taza, de
. . terpe 1a d o. Cuando alguien la intim idaban y jam ás las hubiera m
m odo que arrastrara
el estropajo con agua caliente y lo untó con jabón hasta que se
. cansala interrogaba sus pobres contestaciones m a 1 hilvanadas _ . ' ban al preguntón. Adem ás, le habían recom endado con m ucha m -
tornó sedoso y la espum a le blanqueó entre los dedos, entonces
sistencia que no diera
lo que el papel había dejado. Luego em papó
detalle
y, alguno re f ere nte a su hogar , ' s e torno m as
., cum pliendo al pie de la letra dicha recom en d ación,
64 -
65
herm ética Eleuteria
todavía. Las vecinas no podían
sacarle
nada. Doña
experim entó
llegó a creerla tonta.
Desde chica sus padres le habían inculcado un verdadero culto i l f a u t . Diariam ente por todo lo correcto, lo que era com m e KJIHGFEDCBA
repetían los principios fundam entales ra que los asim ilara
le
de ese catecism o laico pa-
y se convirtieran
suyo. Era necesario rehuir
escuelita del oeste. La prim era vez que recorrió ese largo cam ino
en algo definitivam ente
todo lo que im plicara
algún desvío
la sensación de llegar
a un m undo
una expedición a una zona enteram ente jarse del tranvía
distinto. Era
nueva para ella. Al ba-
quedaban aun seis cuadras de distancia a tra-
vés de un suburbio de m ala facha y peor fam a. Las hizo a buen paso, pero el corazón le desfallecía a ratos y no había rostro que no le inspirara
desconfianza. Suspiró con alivio al franquear
el
de conducta en una m ujer honesta. Leer obras frívolas (es decir
um bral de la escuela y encontrarse
poesía, cuentos o novelas), pasear en días de sem ana, salir sola,
la directora. Después el viaje se le hizo rutina y encajó dentro
conversar
de las norm as de la vida diaria. Dejó de ser algo insólito para
con m uchachos eran sendas abiertas
a la corrupción.
los pensam ientos turbios que luego arro-
convertirse
llaban a su paso las buenas enseñanzas y los sanos consejos que
su espíritu.
Por ahí se infiltraban los padres prodigaban
en su afán de labrar
la felicidad de sus
hijos. m adre, yeso
años Rosalía sólo salió de com pras con su
ocurría m uy de vez en cuando. La señora de Cler-
m ont la llevaba
consigo por espíritu
de rutina,
porque no se
avenía a dejarla sola en casa y le gustaba andar con una com pañera a quien hacía el sim ulacro de consultar. Rosalía se dejaba guiar, aprobaba todo lo elegido por la m adre y le ayudaba a cargar los paquetes. Por esa época fue cuando logró entrar en la escuela norm al y dio un paso adelante en el cam ino de la independencia
(esa pa-
labra era una de las m ás aborrecidas por el m atrim onio Clerm ont) al largarse por la ciudad en la sola com pañía de Panchita. Tam bién por esa fecha em pezó a aprender los nom bres de las calles que hasta entonces había ignorado (salvo algunas de su barrio y las dos o tres m ás im portantes del centro). Pero recién salió com sola con m otivo de la enferm edad
im prescindible
realizar
del padre.
Era
diligencias por bancos y oficinas y no
tuvo m ás rem edio que afrontar
la calle sin tutorías.
M ás tarde su prueba de fuego en m ateria de salidas llegó junto con el nom bram iento de m aestra de grado para aquella lejana HGFEDCBA 66
-
acto cotidiano. La tranquilidad
volvió a
La im agen que Rosalía se había form ado de la felicidad ideal era, entonces, la de una existencia apacible, sin sobresaltos de
Hasta los catorce
pletam ente
en vulgar
con la sonrisa académ ica de
em ociones violentas, sin ajetreos
de ninguna clase. Con regula-
ridad ejem plar tom aba siem pre el m ism o cam ino cuando salía de su casa (iba siem pre a los m ism os lugares) y jam ás se perm itía el m ás ligero desvío, una vuelta de m anzana, una variante cualquiera que fuera a introducir una alteración en su recorrido. La opinión pública la im presionaba. Se horrorizaba
~
al pensar que
su propia conducta podía ser objeto de com entarios. Llegaba a sentir verdadero odio por las personas que se atrevían a [uzgarla, aunque el juicio fuera favorable. Quería vivir en la penum bra, al abrigo de todas las m iradas. Se erizó entera al pensar
que
Panchita se había puesto bajo el foco de la m aledicencia. y no hay tarea que recoja m ás voluntarios
que la de censores de la
m oral. Rosalía se puso a secar los platos y a hacer conjeturas. capaz Panchita
de afrontar
resueltam ente
al m undo
/
¿Sería
entero
y
m archarse con Felipe? Pero ¿habría pensado Felipe en m archarse con ella? Se acordó de Lola. ¿Iría a perm itir que el m arido se le escurriera con esas agallas que tenía? No era m ujer de despre-
6....IHGFED t
lA o H ' ."" • .• • •
•.•Ivu '
••
IC t;1
ciar la lucha y jam ás iba a tom ar el cam ino de la resignación com o lo había hecho Pancihta
en otro tiem po.
Rosalía decidió poner freno a su im aginación. Ordenó en la alacena todos los utensilios que habían servido para la cena y aprontó lo necesario para el desayuno del día siguiente: la cafetera, el tarro de café, el azúcar, la tabla del pan. Tapó todo con el repasa dar y se dijo que lo m ejor sería acostarse. Eran cerca de Ias diez, hora excesivam ene
avanzada para
consejo", solía decir su padre.
Quizás viera
ella. "La noche da m ás claro en ese
em brollo al día siguiente. Rosalia se incorporó de inm ediato aquel sábado de m adrugada al oir el despertador. Saltó de la cam a sin dem ora y em pezó a vestirse
apresuradam ente,
com o si alguien la urgiera
desde la
pieza de al lado. Siem pre hacía lo m ism o, hasta en las m ás crudas m añanas de invierno, cuando la escarcha cubre la tierra
y
los m ás guapos para el frío dan un suspiro de pesar y vacilan un buen rato antes de arriesgar los brazos fuera de las cobijas. Hay gente que llega a adelantar acurrucarse
conscientem ente
el reloj para darse el gusto de
unos m inutos m ás entre las fraza-
das calentitas. Rosalía no entendía
de m im os pueriles
frente
a
lo que ella denom inaba IHGFEDCBA s u o b l i g a c i ó n . Esta com prendía dos sectores: la casa y la escuela. M adrugaba por principio, porque le parecía deshonesto perm anecer
en la cam a cuando había tanto
que hacer en una casa. Hasta cuando le correspondía el turno de la tarde ponía el despertador
a horas im posibles de tem pranas
con el pretexto de que debía sacar el cajón de la basura y atender al lechero. Ahora iba a la escuela de m añana y se levantaba de noche negra porque el program a de labor que se había trazado le indicaba que debía dejar la casa lim pia y la com ida a m edio hacer antes de salir en busca de su tranvía. y cuando ella determ inaba
un plan de trabajo
lo cum plía al pie de la letra,
con un rigor que el m ás severo capataz jam ás le hubiera exigido.
68 -HGFEDCBA
-
69
obligaciones. Indudablem ente habitando en ella.
El hecho de vivir sola había favorecido en Rosalía el cultivo de m il pequeñas m anías. La casa le resultaba un poco grande, pero prefería
su soledad
a cualquier
convivencia. Llevaba
el espíritu
de sus abuelas seguía .
Al plum ero y la escoba siguieron el cepillo y el trapo pasados
m uchos
años disponiendo los actos de su vida com o a ella se le antojara
con bríos sobre cuanto mosaico
había en la casa hasta dejarlo
para haber podido tolerar la presencia de una persona extraña
todo reluciente. Recién después de una m inuciosa lim pieza del
que com partiera sus horas y fuera testigo de su diaria existencia.
baño juzgó oportuno recom pensar su tem prana actividad con una
Jam ás se le había ocurrido tom ar una m ujer de servicio, aunque
buena taza de café con leche. Después de lavar la vajilla del de-
sus recursos le hubieran alcanzado para proporcionarse
sayuno con el esm ero habitual, se perm itió un leve, levísim o res-
esa ayu-
da. No la habría podido aguantar un solo día. Una vez, Tránsito
piro. Aparentem ente
le sugirió la conveniencia
nada.
de que lo hiciera. Le contestó que
cuando estuviera inválida, siem pre que no prefiriera
Todo relucía:
internarse
había cum plido la etapa inicial de la jor-
m uebles, paredes y pisos. Fue cerrando las puer-
tas para que el polvo no se colara si había viento, tapó las ren-
en un hospital, porque allá deben ir los que sólo sirven para dar trabajo.
dijas de los um brales con un viejo trapo de piso, m ojado y retorcido, echó ceniza al fuego para que las brazas y el calor se conservaran
Esa m añana Rosalía realizó las tareas de costum bre. Invariablem ente seguía un orden inalterable. Deshizo prim ero la cam a, sa-
I
el m ayor tiem po posible y la cocina no llegara
a
enfriarse. Su puchero ya estaba listo. A la vuelta no tendría m ás que calentarlo
y echar unos fideos al caldo. Todavía alcanzó a
cudió cada cobija por separado y la desplegó todo lo que pudo
dejar una ropa en jabón antes de ponerse el guardapolvo y dar
sobre un viejo sofá de m im bre para que se ventilara. Luego dio
los últim os toques a su peinado. Sus cuadernos y libros ya esta-
vuelta el colchón. Corrió después a la cocina, no a prepararse
ban ordenados en el cartapacio de cuero, recogió su cartera,
el
se
desayuno, sino a lim piar la verdura para el puchero. En un ra-
aseguró de que las persianas exteriores quedaban bien cerradas,
tito (su práctica era notable) estuvo la olla sobre el fuego y ella
echó llave a todo lo que pudo y, por fin, se m archó, no sin antes
se arm ó de plum ero y escoba para recorrer
com probar con una fuerte sacudida que la puerta de calle que-
punta en persecución de tierra
la casa de punta a
y telarañas. Partía
de la vereda
daba firm e con su doble cerrojo.
y lentam ente iniciaba su avance acorralando al enem igo hacia el patio posterior. Este enem igo era tan escaso en núm ero que no tardaba
en desaparecer. Una vez le aconsejaron que adquiriera
Al salir Rosalía m iró su reloj. Era m ujer que necesitaba ajus-
una aspiradora de polvo, pero rechazó la idea con cierta indigna-
tarse a horario y todo lo hacía calculando
ción. Eran dos los m otivos principales:
Com probó con satisfacción
prim ero, el aparato
era
SU
tiem po al segundo.
que no se había retrasado. Todos los
caro y ella jam ás hubiera aceptado pagarlo a plazos, y segundo,
días a esa hora ponía los pies en la vereda e iniciaba la m archa
sentía el m ás profundo desdén por todo lo que fuera m ecánico en
hacia el Bulevar. Tom ó holgadam ente el tranvía acostum brado, le
m ateria de tarea dom éstica. Había que hacer las cosas com o era
dio los buenos días al guarda, que siem pre era el m ism o desde ha-
debido y no buscar subterfugios de m ala fe para no cum plir las
cía m ucho tiem po, y se sentó en el m ism o lugar que ya conside-
70 -
-71
raba suyo, el segundo asiento contra la ventanilla, a la derecha.
tenía m ás rem edio' que rem over consigo m ism a los asuntos que
A esa hora podía elegir: los estudiantes y los em pleados tom aban
la preocupaban.
los vehículos posteriores. Ella salía con tiem po de sobra. Es cier-
en esa form a. ¿ Qué podía im portarle a ella, Rosalía, que su am iga
to que la escuela quedaba m uy lejos, casi a orillas del Salado, y
se portara a sabíendag com o una tonta, que se dejara trasquílar
debía cruzar toda la ciudad, de este a oeste, para llegar a ella.
com o un cordero o engatusar com o una colegiala? Sus irritados
Pero, por encim a de todo, le gustaba llegar tem prano, antes que
razonam ientos
las otras. Encontraba
cierta satisfacción en ser la prim era.
Or-
Se dirigía am onestaciones por dejarse ablandar
resultaban
ineficaces. De nada le valía la tran-
quila y segura existencia que se había im puesto: las incertidum -
denaba los papeles sueltos que podía haber sobre el escritorio y
bres acongojadas de Panchita
preparaba
ficado por una resquebrajadura
el libro de firm as para el personal. De paso, com pro-
irrum pían
dentro del cerco forti-
del sentim iento.
baba que la lim pieza de las porteras dejaba m ucho que desear. En cuanto aparecían sus com pañeras de trabajo
se m archaba
a
su salón de clase, dando com o pretexto urgentes quehaceres. Allí alistaba sus elem entos de labor, escribía problem as en el pizarrón o hacía algún dibujo ilustrativo. A veces corregía algún cuaderno. Cuando los niños entraban
ella tenía todo dispuesto para
em pezar su enseñanza. Aunque ya sabía de m em oria el recorrido efectuado por el tranvía, Rosalía no se hartaba
nunca de m irar por la ventanilla. Era
su distracción cotidiana, algo que retornaba
invariablem ente
co-
m o el alm uerzo o el desayuno. Personas y cosas se repetían, día
Rosalía no poseía gran im aginación y, sobre todo, no la poseía com plicada. No sabía de reflexiones
sutiles ni conocía las hon-
duras que pueden alcanzar los vericuetos internos
de una per-
sona. Era llana y sim ple en sus deducciones. Sus padres haban sido gente buena. Si concedían im portancia a los bienes m ateriales y se afanaban por reunir unos pesos no era, com o en
el
'taso de M agdalena y Juan Antonio, por exceso de
codicia, sino po"que desde chicos les habían m etido en la cabeza
tras día, en gestos y situaciones casi idénticas: las m ism as vecinas
esa necesidad
barrían sus veredas o chism orreaban, com o Tránsito, apoyándose
gencia, esa repugnancia a ser una carga para los dem ás. Trajeron
en su escoba; los m ism os m odestos com erciantes plum ereaban
consigo a tierra
vidrieras
sus
antes de que com enzara la jornada. Rosalía iba regis-
d I!
hogar y venerada
ahorrar para la vejez, ese horror hacia la indiargentina
la tradición
aldeana
recozida
en el
com o algo sagrado, intocable. No salieron de
trando los cam bios que observaba. Nada se le escapaba. De haber-
su terruño por espíritu de aventura, sino a pedido de la tía, her-
se puesto a escarbar en sus recuerdos hubiera podido escribir la
m ana m ayor de la m adre de la señora de Clerm ont, que habien-
relación
do quedado viuda y sin hijos, deseaba tener gente de su fam ilia
circunstanciada
de todas
las alteraciones
im portantes
ocurridas en ese largo trayecto durante los últim os veinte años.
al alcance de la m ano. El m atrim onio nunca vivió a sus expensas
Un carro de m udanzas la preocupaba, una pila de ladrillos, un
y sólo se alojó en su casa durante los prim eros m eses de estada.
m ontón de arena, despertaban
su curiosidad, un rostro nuevo la
intrigaba. Pero esa m añana iba engolfada en sus pensam ientos. Conversando tan poco con los dem ás y nunca en tono confidencial, no HGFEDCBA 72
-
El hom bre sabía desenvolverse
y no le hacía ascos al trabajo.
Entró en el taller del ferrocarril
y se las arregló para conseguir
algunas changas fuera de horario. La m ujer se dio m añana para atender a la tia (todas las tardes la visitaba y le ayudaba en al-7 3
gunos quehaceres), al hogar y a las costuras que em pezó a buscar por el barrio. No era m ucha la educación que habían recibido ni se am plió m ayorm ente su m undo con el cruce del Atlántico. Siguieron cha-
Se había decidido que Rosalía, después de com pletar la escuela prim aria aprendería
a coser. Al em pezar a cursar el sexto grado
la hija declaró que quería ser m aestra. El padre dio un respingo. La m adre le ordenó que se callara. Rosalía poseía la terquedad
pados a la antigua, sin evolucionar, m irando con recelo todas las
del cam pesino acostum brado a vérselas con heladas y sequías. De-
novedades que aparecían, buenas solam ente para echar a perder
jó pasar una sem ana y volvió a insistir. Esta vez hubo gritos es-
a la hum anidad. Hasta la tía solía reirse de sus ideas retrógadas
tentóreos. La niña dejó que se calm aran y volvió a la carga a los
porque la señora se había m odernizado en m uchas cosas bajo la
pocos días. Entonces los padres quedaron perplejos. Jam ás una
influencia de su m arido, un rnarsellés de cierta cultura. La sobri-
m ujer de la fam ilia había cursado estudios secundarios. ¿Qué sig-
na le confesó en secreto al suyo que la creía fem inista. Este se
nificaba esa revolución? La influencia
alzó de hom bros, declaró que no podía ser, que(una --¡;ujer ho-
ajena a la ocurrencia
nesta no es nada y que las cosas que decía eran fantasías de m u-
sus habituales
de Panchita no debía ser
de Rosalía. Trataron
razonam ientos.
de convencerla
con
¿Acaso necesitaba ganarse el pan
jer con plata
(para ellos la tía era la rica de la fam ilia). Nunca
que com ía? ¿No lo tenía a su padre, no tendría m ás adelante a
se apartaron
de los preceptos aprendidos cuando niños y se de-
su m arido? Era peligroso para una m ujer
dicaron a inculcárselos a la hija que les nació. Naturalm ente, peraban un varón y se lam entaron ruidosam ente
es-
de la m ala pa-
aprender
dem asiado.
Podía desviarse del cam ino recto. Rosalía escuchaba pacientem ente
los serm ones, pero persistía
sada que les había jugado la cigüeña. Luego la m adre, resignada,
en su propósito:
em prendió la tarea de form arla a su im agen y sem ejanza.
do a la tía vieja y ésta apoyó firm em ente a la niña. No hubo m ás
Rosalía creció oyendo repetir
siem pre
las m ism as cosas. Una
quería ser m aestra. Al final el caso fue som eti-
discusiones y al año siguiente Rosalía y Panchita
rindieron
m ujer honesta no es nada, no tiene opiniones, sigue las de su pa-
exam en de ingreso a prim er
dre, las de sus herm anos, las de su m arido. Al hom bre le corres-
obtuvo el m áxim o de puntos entre cuarenta y dos candidatas.
ponde salir a la calle para ganar el dinero necesario para el sus-
Rosalía recordaba
su
año y fueron aprobadas. Panchita
con cierta irónica
conm iseración
el fervor
tento del hogar. La casa es el destino de la m ujer. Podrá ejercer
que puso en esa lucha librada contra la voluntad de sus padres.
en sus m om entos libres
Estos nunca se conform aron. Se inclinaron, sí, ante los deseos de
beneficio
alguna
económ ico y acreciente
actividad
m anual
el bienestar
esos esfuerzos sólo pueden representar
que reporte
dom éstico, pero
una colaboración subalter-
la tía
(la consideraban
M em é)
,
com o una m adre,
pero nunca dieron su entera
Rosalía la llam aba KJIHGFEDCB
aprobación al, para
ellos,
na tolerada por el hom bre. Los estudios para la m ujer eran su-
insensato proyecto. Tem ían que la hija tom ara alas, que preten-
perfluos, un lujo de estos tiem pos, nada m ás. Ninguna aplicación
diera volar por su cuenta.
podían tener esos conocim ientos ya que el hom bre era quien de-
Lo cierto es que la m uchacha se había forjado un buen caudal
bía dar órdenes y tom ar decisiones. La señora de Clerm ont pre-
de ilusiones con la ayuda de Panchita. Era la única vez que se
dicaba con el ejem plo y siem pre sacaba a relucir las sacrosantas
había sentido llena de em oción ante el m undo nuevo que se le
opiniones de su m arido. Lo que jam ás ponía en claro era la par-
abría. .Los estudios
te que a ella lo correspondía en esas opiniones. HGFEDCBA
aquel caudal de ilusiones. No era lo que había esperado. Pasaba
74
-
hicieron
que m erm ara
de m odo alarm ante
-7 6
las tardes leyendo páginas y páginas de unos libros de texto que
que se interesaba
no despertaban
en ella el m enor interés y, a la m añana siguien-
rotundam ente.
te, oía recitar
esas m ism as páginas por alguna de sus com pa-
por la heredera
en cierne. Rosalía lo rechazó
No le gustaba.
Esa fue la gran derrota de la m adre. La única verdadera. Por
ñeras ante la displicente actitud del profesor que, lápiz en m ano,
nada se convenció la hija de los beneficios que reportaba un m a- IHGFEDCBA
m edía el fluir de palabras, listo para colocar el núm ero aprecia-
r ia g e
tivo en la libreta roja que tenía sobre el escritorio. La falta de
haría por am or. El idilio Panchita-Felipe
satisfacción, em pero, no im pidió que fuera una alum na m uy es-
do su apogeo.
tudiosa. Le fue útil saber respetar m ente sus lecciones de punta puntualidad
las reglas:
aprendía
a cabo, presentaba
diaria-
con rigurosa
los trabajos que le exigían y jam ás alternaba con el
grupo de las haraganas
y bullangueras.
No podía concebir que
se fuera a la escuela para portarse m al y sacar m alas notas. La señora de Clerm ont no dejó nunca de aprovechar todas las oportunidades posibles para m inar la voluntad de estudio de Rosalía. La presión se acentuó, con rara habilidad, cuando m urió la tía. Al heredar la m adre la pequeña fortuna
(la señora había he-
cho testam ento en cuanto ellos llegaron a la Argentina),
se creyó
de
r a is o n .
No sabía si se iba a casar, pero si se decidía lo estaba entonces en to-
No es fácil enam orarse ni que se enam oren de una cuando se hace vida retraída
y no se frecuentan
lugares adonde concurren
jóvenes. Fuera de que el carácter de la pobre Rosalía no era el m ás a propósito para envalentonar de razón la habían
a nadie. Desde que tenía uso
puesto en guardia contra
el "seductor", la
habían hecho tem erosa del hom bre, recelosa, encuevada. La señora de Clerm ont em pezó a desalentarse. N o tardaron
en llegar tiem pos difíciles. El problem a ',casar a
Rosalía" fue quedando arrinconado. Los pesos de la tía dism inuyeron a ojos vistas con la larga enferm edad del padre, las entradas
rica y apuró a la hija para que renunciara de una vez a esa ca-
m ensuales se redujeron
rrera tras ei diplom a de m aestra. ¿Para qué lo quería ahora? Ro-
tarse con la necesidad de buscar algún trabajo fuera de la órbi-
salía , que estaba cursando el tercer año, tenía el, ánim o Heno de
ta dom éstica que poco o nada rinde. Entonces fue cuando ella
fastidio contra la escuela por un desagradable
entredicho con la
lloró lágrim as am argas al pensar en ese diplom a de m aestra que
profesora de m atem áticas, m ujer altanera, dura y vengativa. Se
había tenido tan cerca. Y todavía, cada vez que se acordaba de
dejó arrastrar
eso, se le hacía com o un rem olino en el pecho. Porque, a la pos-
por el torbellino originado por el alboroto del cam -
bio de vida y renunció al estudio. en casa de los Clerm ont. Lo que había variado era la actitud ante la vida: ahora no necesitaban afanarse tanto por el porvenir, entre las m anos. La m am á había
echado sus cálculos para casar a la hija dentro de un par de años, a lo sum o. La fue adiestrando
com o dueña de casa, le enseñó a
esm erarse en las tareas de lim pieza, fracasó a m edias en el arte culinario. Después Rosalía aprendió
y hubo que enfren-
tre, había tenido que ir al Consejo de Educación a rendir un exa-
En realidad no existía tal cam bio de vida. Todo seguía igual
tenían la seguridad m aterial
en form a alarm ante
a
m en supletorio para poder em pelarse tras norm ales)
(escaseaban aun las m aes-
y le habían dado el puesto com o de lástim a, con
m enos sueldo que las otras y sin esperanzas de ascender nunca, a m enos que se fuera a enterrar
por ahí, en alguna chacra. y por
eso estaba arrinconada en un grado, en esa escuelucha perdida en el suburbio, y m enos m al que llegó Panchita a dirigirla y las incom odidades se hicieron m 'a-s fáciles de soportar.
coser. A los diecinueve
años los padres le hablaron de un candidato, un francés solterón HGFEDCBA 76
-
-
77
M uchos años habían pasado desde entonces. Se había quedado
solo punto del program a, en form a algo rutinaria, acaso, un poco
sola, sin parientes, casi sin am igos. No le pesaba su soledad ni se
parecida a la m anera en que lim piaba la casa o lavaba los platos,
arrepentía de no haberse casado. Pensaba que le podría haber to-
pero nadie podía negar que trabajara
cado la suerte de Gerarda López, por ejem plo, y en vez de m i-
a conciencia.
La m ayor parte de sus com pañeras de escuela podían envidiar
rar por sus cosas com o le diera la gana (siem pre hablaba de "lo
su estabilidad
que le daba la gana", de "lo que a ella se le antojara",
pequeña renta anual. Esta iba a parar íntegram ente
de su
económ ica. Tenía casa propia
y disponía de una a la caja de
"santa voluntad", com o si no viviera som etida a la férrea disci-
ahorros, pero, aun así, no necesitaba darle estirones al sueldo pa-
plina que ella m ism a se había
ra que alcanzara a cubrir sus gastos del m es, tanta era la parsi-
im puesto),
se vería obligada a
I tener en cuenta la opinión de un bellaco de m arido que lucía
m onia que ponía en ellos y tan rigurosa la adm inistración
que
hacía de sus pesos. Entre la gente que la conocía gozaba fam a de
con otras los pesos ganados por su m ujer. A veces su pensam iento llegaba a tom ar la form a de una vaga
tacaña. Ella no hacía m ás que cum plir la consigna de sus padres:
interrogación. ¿Viviría de la m ism a m anera si le fuera dado em -
pensar en el día de m añana. Si no disponía de una reserva para
pezar de nuevo? Generalm ente
gastos eventuales, se desesperaba. Jam ás contraía deudas, ni por
prefería
cam biar
sus reflexiones para no ponerse a profundizar
el rum bo de
en ese· "no" que
un día, ni por unas horas. Rosalía no recordaba
haber
sentía brotar. En su vida había algunos fracasos punzantes. Lo
nunca incertidum bres
sabía. Pero tam bién sabía o, m ejor dicho, sentía, que el peso de
im ponía la renovación de alguna prenda, aparecían
los m ism os no debía recaer
aparentem ente
fácil m anejarse
enteram ente
sobre ella. No resulta
a través de la existencia cuando se es m ujer.
Nunca se quejaba del trabajo
escolar. Encontraba que ésa era
sufrido
económ icas. Si alguien se enferm aba, si se los ahorro')
olvidados (la m adre tenía una alcancía para las
m onedas y una cajita de m adera para los billetes que lograba substraer
al gasto diario haciendo prodigiosas com binaciones en
la m ejor m anera de no sentirlo pesado. En cierto m odo, le gus-
la cocina). Durante la enferm edad del padre y el largo e infruc-
taba. Hallaba agradable la com pañía de los niños, al m enos por
tuoso peregrinar
unas horas, y la enseñanza le producía placer.
que disponían, sin vacilar en gastos que representaran
Al principio no había sido así. Su tropiezo con una directora llena de tiquis m iquis, capaz de agotar la paciencia de un santo, había tornado ingrata su tarea. La llegada de Panchita
alivió la
de un m édico a otro, echaron m ano de todo lo un alivio
para el enferm o. Cuando el viejo m urió todavía quedaban algunos títulos
de renta
años de ajustada
y
la casa libre
de todo gravam en.
Siguieron
econom ía para ceñirse a los tan m erm ados re-
atm ósfera y la hizo respirable. Su buen carácter, sus m odos sua-
cursos y poner de lado alguna sum a por si se presentaba otra en-
ves hacían que todas las m aestras trabajaran
ferm edad. La señora m urió de repente, de un ataque al. corazón.
A veces recom endaba
alguna
práctica
gustosas a su lado.
nueva,
seducida por la
Rosalía siguió ahorrando por lo que pudiera ocurrir.
prédica de los renovadores escolares, pero sin insistir dem asiado ni ím ponerla.
Rosalía consideraba
m ás prudente
no introducir
reform as en sus m étodos de enseñanza (com o su padre, se encogía de hom bros frente a las novedades) y se contentaba con cum plir su deber estrictam ente,
al pie de la letra, sin descuidar un HGFEDCBA
78
-
79
dedores. Doña M arcelina barría con desgano la galería. Era vieja y sufría de reum atism o. No veía la hora de jubilarse y realizaba todo su trabajo com o algo pasajero que se va im provisando a la espera de una situación definitiva. Rosalía la saludó al pasar, pero no se detuvo. Fue a firm ar el registro de asistencia y luego buscó refugio en su salón. Con el trapo que guardaba entre sus efectos em prendió la tarea de hacer desaparecer todo vestigio de tierra y polvo de tiza de su escritorio. Tam bién refregó la silla antes de sentarse. Luego procedió a ordenar sus cosas y
v
a planear el trabajo del día. Resolvió dar clases pasivas esa m añana. Le iba a ser" difícil concentrarse en algún tópico. Estaba inquieta, con los nervios de hacia la escuela.
punta. Rápidam ente llenó el pizarrón de problem as y ejercicios
Se sentía deprim ida. La rígida arm azón de sus principios había
de aritm ética. Los niños tendrían ocupación de sobra para la pri-
sufrido una conm oción dem asiado fuerte y en su estrechez de m i-
m era hora de clase. Si alguien se le acercaba invocaría algún
ras m agnificaba absurdam ente
m alestar físico, un dolor de cabeza, un am ago de gripe, para
Bajó del tranvía y echó a andar lentam ente
el episodio de Pan chita. Sentía
que le iba a ser difícil soportar la presencia de m aestras y por-
justificar la m ala cara que debía tener.
teras, presuntas cóm plices en las habladurías. En el rostro endu-
Los patios de la escuela se llenaron de niños y Rosalia aun no
recido le iban a leer la am argura, la indignación. Se m irarían
se había asom ado. Ni de lejos quería ver a las otras. Recién
de reojo, con m al disim ulada im paciencia, y en cuanto ella se
apareció cuando se oyó el toque de cam pana y sus alum nos for-
m etiera en su salón com enzaría el rosario de com entarios bur-
m aron filas. Los problem as eran suficientes para absorber toda
lones y suposiciones aventuradas. M uchas sem anas de expecta-
atención y actividad. Ella se lim itaba a circular entre los bancos
tiva debían llevar para esa fecha. La vida de varias debía girar
y echar ojeadas sobre los cuadernos. De tanto en tanto señalaba
en esos días alrededor de las posibles novedades en el apasionan-
un error y ponía sobre la buena senda. El prim er
te asunto de la directora. No creía en la m aldad de ninguna de ellas, salvo de Palm ira Sánchez. Todas, unas m ás, otras m enos, debían alguna atención
recreo fue tranquilo. Los niños salieron al patio y
ella se quedó revisando algunos cuadernos. Al entrar de nuevo al salón uno de los alum nos se acercó para com unicarle:
a Panchita, sabían que podían contar con sU apoyo com o direc-
-Ya
tora en cualquier dificultad en que se encontraran. Pero el ser
Era un anuncio que le hacían por turno todos los días. Para
hum ano es así -pensaba
Rosalía-,
ingrato por naturaleza. Sólo
llegó la señorita" directora.
ellos ese acontecim iento equivalía a la llegada del personaje m ás
espera el m om ento oportuno para dar el tarascón a la m ano que
im portante
lo ayuda.
hito. Este le sonrió y volvió a repetirle el inform e. Creía que no
Era tan tem prano que ni un solo alum no se veía por los alre- HGFEDCBA
80
-
de la escuela. Rosalía m iró al pequeño de hito en
había entendido. -
81
Resolvió pedir la confección de un m apa. Quería que los niños se distrajeran
con el trabajo así no reparaban
en su nervio-
sidad. Se le ocurrió que Panchita podia pasar a saludarla
(casi
siem pre lo hacía) y com enzó a estudiar la actitud que debía asum ir. Pero Panchita parecía haberse incrustado en su sillón de di-
a salir bien parada. Le conocía dem asiado el genio brusco y la franqueza
áspera
para
correr
el riesgo de que la avergonzara
sin m iram ientos delante de quien fuera. Rosalía la despreciaba por prim era
profundam ente.
Se habían
encontrado
vez al rendir exam en en el Consejo de Educación
rectora, Nadie la vio esa m añana, excepto doña M arcelina Y el
(Palm ira sólo había cursado hasta segundo año en la Norm al de
padre de un alum no. Antes de las once se m archó con unos pa-
Esperanza). S~e~pre le tocó andar cerca de ella y desde el pri-
peles al Consejo de Educación. De ahí se iría directam ente
m er m om ento le fue desagradable. Lo que encontraba m ás odio-
a su
so en ella era la m irada. Una vez que la observaba m ientras ha-
casa.
blaba con alguien, sintió que se ilum inaba
el m otivo de su re-
pulsa: sus ojos tenían la frialdad del reptil. Y recordando la m alDespués del segundo recreo Rosalía
dejó el grado en la clase
dad que le rebosaba, se dijo interiorm ente:
de canto. Saludó de lejos a la profesora y en cuanto los niños
-¡Es
em pezaron a entonar el KJIHGFEDCBA H im n o a l á r b o l, dio m edia vuelta y, con
Se lo repitió a Panchita. Esta hizo un gesto de extrañeza ante
un suspiro de alivio, corrió a su salón. Allí la esperaba Palm ira
una víbora!
el duro calificativo y expresó su incredulidad:
Sánchez. Debió hacer un gesto de sorpresa, acaso de repugnancia,
-¿Te
porque Palm íra recogió el labio superior en algo que podía ser
Rosalía tuvo uno de sus m om entos de im paciencia e insistió con
una sonrisa y preguntó si m olestaba. Com o sus alum nos estaban
ruda energía. Sí, era una víbora, una yarará, siem pre lista para
en el taller de trabajo
inocular veneno, siem pre agazapada en la som bra, siem pre hi-
para
m anual ella aprovechaba
la oportunidad
hacerle algunas consultas sobre problem as
de geom etría.
Si alguien podía irritar
a Rosalía con su 'presencia era Palm i-
ra Sánchez. No la podía ver. Carecía de razones valederas justificaran
el odio que le tenía, porque era verdadero
que
odio el
parece?
riendo a traición. ¿Era capaz, Panchita, de no conocerle las m añas todavía después de tantos años de tenerla cerca? Palm ira no cultivaba am istades y m antenía sus relaciones con las dem ás m aestras
dentro de un plano de estricta y casi fría
que le despertaba esa m ujer. No poda reprocharle ninguna ofen-
cam aradería. Tenía sus razones para llevar encim a una carga de
sa personal. Solía perm itirse
resentim iento.
alguna chanza a sus expensas, pero
Hasta pasados los quince años su apellido había
nunca lo había hecho cara a cara. Era burlona, glacial m ente bur-
sido Arce, hija única de una pareja
lona. Sus ojitos indios sabían captar el rasgo cóm ico de una per-
establecida en Esperanza. Com o Palrnira Arce fue inscripta _en
sona -aunque
Con cuatro térm inos acer-
la escuela norm al, cursó todos los estudios prim arios e inició la
tados lo definía, lo esbozaba, parecía dejarlo en exhibición fren-
carrera del m agisterio. Su infancia no había sido feliz. Su m adre
te a los dem ás com o lám ina clavada en el pizarrón con una ta-
vivía recluida la m ayor parte del tiem po y ella no tenía am iguitas
chuela. Pero era sum am ente
con quienes jugar. Nadie les ofrecía am istad. Había com o un tá-
ella rara vez se reía-o
cobarde. Jam ás se hubiera atrevido
de procedencia entrerriana,
a provocar un altercado de frente con Rosalía. Sabía que si ésta
cito entendim iento para apartarlas
perdía la paciencia le iba a dar una em bestida de la que no iba
algún vínculo social para ellas. Con el padre no ocurría lo m is- HGFEDCBA
82 -
de todo lo que pudiera crear
-
8S
m o. Rara vez se quedaba en casa, frecuentaba m ucha gente poi' sus asuntos com erciales (tenia algo que ver con m áquinas agrícolas) y se veía con un buen núm ero de am igos en el café o en el club. La m uchacha tardó algo en com prender la irregularidad
de la
situación fam iliar. Cuando cursaba el sexto grado le entraron las prim eras
dudas. Com paró su m odo de vivir con el de sus
com pañeras y echó de ver las diferencias. Le hubiera curiosear la libreta
gustado
del registro civil, pero hurgó sin éxito en
todos los cajones. En la casa, aparentem ente, no había docum entos ni retratos de fam ilia. Cuando ya era alum na m aestra de prim er año, a poco de iniciarse las clases, una com pañera perteneciente a una de las viejas fam ilias del lugar, la interpeló de buenas a prim eras. ¿Su apellido era Arce? ¿Estaba segura? ¿Era Arce? ¿No había alguna equivocación al respecto? La intención era aviesa, el tono de voz prem editadam ente
elevado, tres o cuatro m uchachitas form aron
círculo a su .alrededor para ver qué iba a pasar. Quedaron defraudadas. Toda la m aligna ironía de la otra se estrelló contra los rasgos im pasibles del rostro de Palm ira. Era difícil arrostrar esa m irada im pávida sin sentir incom odidad, desazón. El grupo se disolvió. Palm ira ya ;abía a qué atenerse. Renunció a buscar esa inexistente
libreta
del registro civil.
Por ese tiem po com enzaron las ausencias del padre. Se iba de viaje -por
negocios, decía la m adre-
y tardaba en volver. Una
vez estuvo tres m eses afuera. Finalizaba Palm ira su segundo año cuando se m archó definitivam ente. El hecho no la sorprendió. La m adre, en cam bio, vivía prendida a la esperanza del regreso. M ediaba enero, estaban casi sin recursos y con deudas de proveedores encim a. La hija se encaró con la m adre y le habló claro. Era inútil seguir esperando m ano sobre m ano un retorno que ya no se produciría. Ese hom bre estaba harto de ellas, las había abandonado. Tenian que m overse, tom ar resoluciones, no aguardar HGFEDCBA
que los acontecim ientos las acorralaran.
Consideraba preferible
dejar Esperanza, irse a otro lugar, a Santa Fe, si fuera posible. Ella podría term inar la carrera y em pezar a trabajar. Esa época fue dura y tuvo influencia decisiva sobre el carácter de la m uchacha. El corazón se le llenó de rencor y am argura. M alvendieron sus cosas y nadie les hizo ascos, entonces, con tal de aprovecharse de sus apuros. Fueron a dar a una pieza de inquilinato y la m adre se puso en cam paña para conseguir algunas costuras. Hubo días en que apenas com ieron. Con todos sus preparativos hechos para la inscripción en tercer año en la norm al de Santa Fe, Palm ira le planteó a la m adre el dilem a de su apellido: no podía seguir llam ándose Arce, no le asistía ningún derecho para ello ya que su padre nunca la había reconocido. La m adre habló de pedir consejo a un abogado, pero la hija no la dejó. No quería saber nada, absolutam ente
nada
con ese ho~bre. Desde ese día se llam aría Palm ira Sánchez y se bastaría a sí m ism a con su trabajo. Las costuras conseguidas por la m adre eran escasas y tan m al pagadas que les iba a ser im posible aguantar dos años m ás en esas condiciones sin m orirse de ham bre. Felizm ente ya había cum plido dieciocho años y pudo recurrir al expediente del exam en supletorio para
em plearse
cuanto antes. No tardaron
Todos esos detalles le fueron proporcionados a Pan chita por Laurentina
Góm ez quien, a su vez, los había recibido de boca
de la m ism a Palm ira. Fue a raíz de un ataque sufrido por la m adre de ésta. Laurentina
consiguió asistencia inm ediata para la
enferm a (tenía un herm ano m édico) yeso
le salvó la vida. Las
confidencias íntim as de la hija fueron, quizás, una m anera de dem ostrar el profundo agradecim iento que sentía, ya que Palm ira no era afecta a abrirle su corazón a nadie. Eran contadas las com pañeras que habían llegado hasta la m odesta vivienda que ocupaba con la m adre en una callecita apartada
(en cuanto em -
84
-
en
nom brarla en la m ism a escuela de Rosalía.
85
pez6 a cobrar sueldo, vol6 del inquilinato).
Allí se deslizaba la
ba y com enzó a disertar
sobre ciertos aspectos ofrecidos por la
vida de las dos m ujeres en form a m on6tona y triste. La m adre
superficie y el volum en del cono. Dio una serie de ejem plos de
había dejado la direcci6n de todos los asuntos en m anos de la
conos truncados en la vida corriente y esbozó problem as que se
hija y se lim itaba a atender el hogar y unas pocas costuras que
podían plantear acerca de los m ism os. Parecía hablar con estudia-
la distraían y le perm itían unos ahorritos para los casos de apu-
da lentitud, se detenía placenteram ente
ro. Entraban m uy pocas alegrías en esa casa: sólo silencio carga-
sultaba sobre el desarrollo de los pasos.
en los detalles y la con-
do de pesadum bre y resentim iento. Sin em bargo, Pa1m ira adora-
Rosalía asentía con la cabeza y de vez en cuando m urm uraba
ba a su m adre. La adoraba con la m ism a intensidad conque odia-
una aprobación sin prestar ninguna atención a sus palabras. Todo
ba al padre. Habría dado cualquier cosa por hacerla feliz. Pero
su ser se sublevaba contra el recurso hallado por esa intrusa pa-
jam ás exteriorizaba sus sentim ientos y la pobre m ujer vivía m or-
ra som eterla a un careo desvergonzado. Jam ás la había consulta-
tificada en su presencia por el reproche que creía adivinar en su
do para
m irada.
naturales
nada. Ni necesitaba para
hacerlo
todo lo que fuera
porque
m atem ática,
tenía
condiciones
m ucho m ás que
Panchita se enterneció cuando se enteró de la historia y decla-
las otras m aestras y sobre todo que Rosalía, m al dotada para las
de Pa1m ira. Rosalía
fórm ulas y operaciones com plicadas. Todo eso no era m ás que una
se contentó con un gesto displicente que indicaba sus dudas al
indigna com edia, un sim ulacro que le perm itía observar sus reac-
respecto.
ciones para "luego com entarlas con las otras. Conociéndole el ge-
r6 que eso aclaraba
el com plicado carácter
nio, quería hacerla
caer en algún desplante. Optó por hundir
la
cabeza entre las m anos y declarar con voz plañidera que no esEl prim er im pulso de Rosalfa al ver a Palm ira junto a su m esa
taba en condiciones, en ese m om ento, para nada que requiriera
fue de intensa furia. Logró dom inarse y, dejándose caer en la
reflexión y razonam iento. Tenía la inteligencia em botada. El lu-
silla con un gesto de m áxim o cansancio, arrojó la excusa de su
nes podrían volver sobre ese asunto.
estado grípal: sentía la cabeza pesada y el cuerpo m alo, no sabía com o había podido dar clase hasta ese m om ento. La calm a de Palm ira era im perturbable.
La m iró fijam ente, co-
m o escrutándole las facciones, luego declaró que, en ese caso, lo m ás prudente sería irse a la casa, no había que exagerar el sentim iento del deber al punto
de perjudicar
Palm ira
volvió a m irarla
jeza, y luego cerró
detenidam ente,
con insoportable
el cuaderno despaciosam ente.
fi-
Con una voz
tan suave que parecía una caricia le dijo, intercalando
pausas
sugestivas: -Sí.
Com prendo. Te com prendo bien. Es natural que estés ner-
la salud. Rosalia se
viosa en estos m om entos.
encogió de hom bros. No podía saber si la otra hablaba en serio
Rosalía dio un respingo:
o, sim plem ente, se divertía siguiéndole el juego. Contestó con su
-¡No
m odo brusco y tajante.
La voz pausada se hizo oir de nuevo. No parecía haber repara-
No. No se iría. Ya había hecho 10 m ás,
bien podía agu~~tar la hora y m edia que faltaba. Y sin dilaciones le pidió que expusiera el m otivo de su consulta. Con tranquilidad
86 -
irritante
Palm ira abrió el cuaderno que lleva-
se trata de nervios! ¡M e duele la cabeza!
do en la creciente irritación -Estás
de su interlocutora:
nerviosa porque te duele la cabeza y no podés trabajar
com o de costum bre. Eso es 10 único que he querido decirte. HGFEDCBA 87
Se levantó, recogió el labio en su sonrisa peculiar y con un KJIHGFEDCBA te
¡q u e
m e jo r é s !
cargado de ironía se alejó hacia su salón de
y la buena señora bajó del tranvía la perspectiva
henchida de orgullo ante
de la visita de las "señoritas".
clase. Rosalía se quedó rabiosa y hum illada. No se hallaba capaz de seguir soportando ese papel de disim ulo que se había im puesto.
No debió faltar algún vecino que la viera llegar después de la
A ella le gustaban las cosas claras y se le ofuscaba la m ente al
hora
acostum brada
pensar
¿qué
p a s a rá ? ,
que podría verse obligada a un fingim iento
dem asiado
tan
y com entara puntuales
luego el suceso lanzando
un
eran siem pre los m ovim ientos
de
Rosalía.
prolongado. Dio gracias al cielo cuando oyó el toque de salida. Despachó
Al pasar, golpeó la puerta de las A vendaño. Quería hablar de
a los chicos con increíble rapidez y volvió a m eterse en el aula
una vez con Panchita. Se oyó una corrida y apareció Carm en.
hasta que la escuela se vaciara. Quería que las otras se alejaran
Tuvo una elocuente expresión de desencanto.
sin posibilidad alguna de alcance.
que la buscaban a ella. La tía había llegado un poco indispuesta,
¡A h ,
R o s a lí a !
Creía
En la esquina solitaria subió al tranvía ensim ism ada en sus re-
no había querido alm orzar. Ahora estaba recostada y dorm ía. Sí,
flexiones y se sentó junto a una m ujer corpulenta que se aplastó
pensaba ir lo m ism o a la escuela porque había recom endado que
contra la ventanilla para dejarle lugar, al m ism o tiem po que le
la llam aron un poco antes de las dos. Le diría que pasara a verla
sonreía y la saludaba. Reconoció a la m adre de uno de los alum -
antes de -ir a tom ar el tranvía. M ientras hablaba, la cabeza de la
nos del año anterior. Se inició la inevitable
m uchacha se volvía de una esquina a la otra por si aparecía el tan
conversación sobre
la salud y el tiem po y luego la m ujer preguntó -¿Y
la señorita directora?
a quem arropa:
Rosalía alm orzó, lavó la vajilla y aguardó en vano la llegada de
¡Hace tanto que no la veo!
Rosalía la odió en ese m om ento, y se odió a sí m sim a por no poseer la calm a de Palm ira
Sánchez. Sin esperar su respuesta la
m ujer siguió hablando de Panchita con toda naturalidad.
esperado m ensajero.
enum e-
Panchita. Carm en con su cabeza de estopa podía haberse olvidado de advertirla. Pero lo m ás probable era que la m ism a Panchita rehuyera el encuentro.
ró los servicios que le debía, detalló la form a en que había ayu-
Aunque se sentía cada vez m ás perpleja y desconcertada ante
dado al hijo m ayor para que com pletara el sexto grado, 10 bien
los hechos que se iban presentando, Rosalía no se hundió en el
que había aconsejado a la hija, todo eso recalcando a cada paso
sillón del com edor com o la víspera, para am asar preocupaciones
lo agradecida que le estaba y 10 m ucho que la apreciaba. Dentro
echándoles la levadura de cuanto recuerdo ingrato acudiera a su
de unos días le iba a m andar las m ejores naranjas de su huerta.
m ente. Se puso a trabajar
A la legua se veía que esa m ujer ignoraba por com pleto el nudo
vo la casa desde la puerta de calle hasta el fondo com o si duran-
de chism es que rodaba por ahí. Rosalía, tranquilizada,
arrojó pu-
te una sem ana no hubiera pasado ni escoba ni plum ero. Luego la-
ñados de cordialidad a la conversación. Al final recibió una invi-
vó todo lo que encontró digno de ir a la pileta y después planchó
tación form al, extensiva
a Panchita,
para
que fueran
a com er
pan con chicharrones uno de esos días: -Es
m i especialidad. Les avisaré la tarde antes con el chico. HGFEDCBA
com o una desesperada. Lim pió de nue-
un m ontón de ropa. Al final, com o la luz del día no se acababa nunca, hizo una lim pieza a fondo de la alacena de la cocina. Sacó todos los trastos uno por uno, los refregó hasta dejarlos re89
88
-
lucientes, pasó sucesivos trapos por el interior del m ueble
(uno,
húm edo, para la suciedad gruesa, otro, tam bién húm edo, para lo que podía haber quedado, un tercero, seco esta vez, para dar el últim o toque).
Luego ordenó m inuciosam ente
los enseres, exac-
tam ente en el m ism o lugar que ocupaban antes. Entonces se concedió un breve
descanso para adm irar su obra y extasiarse
la contem plación de sus cacerolas de alum inio
en
(de las que usaba
una sola). Su m adre le había descripto m ás de m il veces la cocina de su hogar de Francia, con sus cobres que brillaban
com o el oro, y le
había inculcado esa especie de pasión por el lujo en las cosas dom ésticas. El m ism o sentim iento bargaba
de vanidad casi pueril la em -
cuando abría el gran ropero de cedro y m iraba
los es-
tantes repletos de ropa blanca, la m ayor parte de ella sin usar. Sin darse cuenta
(nunca se le haba ocurrido calcular
el valor
m aterial de esos bienes) poseía una pequeña fortuna en su ajuar casero. El núcleo principal le llegaba por herencia de la tía vieja y los padres, pero ella se había preocupado de que el caudal no dism inuyera, descendientes
de que se m antuviera fueran a disfrutar
intacto, com o si num erosos
de esos objetos. En eso conti-
nuaba el proceder de sus padres, tan poco am igos de gastar en lo que reportaba
placer, pero llenos de afán de alm acenar
rigurosam ente
útiles, sólidas, de esas que se transm iten
dres a hijos durante
cosas
L t' h bí . ala ala vuelto com o nunca de tem prano, antes de las seis , pero se gula ' con dolor de cabeza. Ya debía estar durm iendo a esas h oras porque había corrido a m eterse en la cam a . Para colm o habíla una reunión de padres en la escuela, al día siguiente, y no podría descansar por la m añana com o hubiera querido. Rosalía había olvidado por com pleto esa reunión. Tam poco po-
dría m antener
una conversación con Pan chita com o había pen-
sado. Ya em pezaban a irritarla
esas dilaciones. Decidió proseguir
su vida com o si nada fuera y si alguien se atrevía a hablarle del asunto contestaría en form a contundente que ni a ella ni a nadie le im portaba un bledo de la conducta privada de Panchita. Con esa decisión se fue a la cam a y, aunque tuvo sus peleas con el sueño, durm ió pasablem ente. M adrugó com o siem pre. Ni siquiera los dom ingos se liberaba del yugo' del despertador.
La única concesión era que sonara
una hora m ás tarde. A eso de las diez se presentaron las dos con sus trapos
Carm en y Encarna
de gala a recorrer
el Bulevar)
(se iban con un
m ensaje de la m adre. Panchita ya se había ido y Tránsito quería hablar urgentem ente ella inm ediatam ente.
con Rosalía. Si ésta no podía ir, vendría
Se trataba
de algo en extrem o im portante.
de pa-
largas generaciones.
Llegó el anochecer, pero Panchita
sin aguardar preguntas, le dio noticias de Panchl'ta
\A -H
no apareció. i.Hahría salido
.a C
\
. . ., l I I O
>j.flT'''''D''
de nuevo con Felipe esa tarde? Se le hizo cuesta arriba preguntar otra
vez por
ella. No quería
Tránsito ni suscitar com entario ciente expectativa.
afrontar
las interrogaciones
de
alguno con su actitud de im pa-
Con todo, contra su costum bre. a eso de las
nueve se asom ó a la puerta
de calle en el preciso m om ento en
que llegaba Encarna m uy em perifollada
(debía regresar
de al-
guna de IHGFEDCBA s u s sesiones con la bizca de la lechería, señal de que Carm en andaba de program a por ahí). Fue la prim era en saludar y, HGFEDCBA 90
-'
-
gl
do y, a ser posible, detenido. Los hom bres eran m ás escurridizos. Los niños tam bién. Pero no escaseaban las m ujeres que regresaban de com pras y se prestaban
gustosas a una pequeña
charla
antes de sum ergirse en el m ontón de ingratos quehaceres que las esperaban en la casa. Algunas se lim itaban al intercam bio de noticias generales y aprovechaban el prim er hueco que surgía en la conversación para deslizarse por él y correr al encuentro de sus
VI
ocupaciones. Otras, en cam bio, eran de su m ism a calaña. Entonces las lenguas se trenzaban relegado a la categoría Tránsito la aguardaba sentada en la m ecedora, descansando de no hacer nada. Esa era su condición habitual. Así com o era m uy
en tupido parloteo y el tiem po era
de sim ple m arco para
tan
im portante
contrapunto. Tránsito era envidiosa. Lo había sido siem pre:
de las vecinas,
difícil encontrar a Rosalía m ano sobre m ano, era casi im posible
de las am igas, de la herm ana, de la cuñada, hasta de la m ism a
tropezar
co-
Rosalía, Nunca se había conform ado con su destino y el tiem po
de sus pocas fuerzas,
se le iba en lam entarse sobre su m ala suerte. No quiso estudiar ni
con una Tránsito
en actividad. Desde tem pranito
m enzaba a lanzar jerem iadas.
Se quejaba
de su cabeza, de sus piernas. Cuando Pan chita salía para la es-
trabajar.
cuela, m adre e hijas seguían en la cam a m uy orondas, com o si
y, al final, se casó, por no dejar, con una pobre m ala facha de
Esperó al novio apuesto que debía aparecer
algún día
un ejército de servidoras anduviera por la casa. Tránsito se le-
hom bre, m ucho m ayor que ella, parsim onioso en sus gastos, am i-
vantaba a las cansadas, se dem oraba un m undo en preparar el de-
go de tener libreta de ahorros y exigente en el trabajo
sayuno y, por fin, bien m ediada la m añana, aparecía en la ve-
sa. La viudez fue un alivio para
reda con la escoba en la m ano. Porque ésa era la gran tarea que
siem pre iba a llorar com o m uy breve, gastó a m anos llenas, se
ella. Durante
de la ca-
un tiem po, que
de vereda que se
dio todos los gustos y hasta tuvo sirvienta. A la postre se encon-
prolongaba hasta que se agotaban las posibilidades de com adreos ,
tró pobre de solem nidad, con las dos hijas a cuestas y unas cuan-
ya que llegaba un m om ento en que todas las m ujeres del barrio
tas deudas encim a. Llorando m iserias corrió a refugiarse en casa
se habían m etido en sus respectivas cocinas para preparar m uerzo.
la som bra del sueldo de Panchita.
se im ponía diariam ente:
un presunto barrido
el al-
de la m adre, al am paro de su pensión de viuda de ferroviario, a
Aunque era raro que se la viera barrer. De vez en cuando eje-
Ya había pasado la edad de las ilusiones y toda su am bición
cutaba algunos m ovim ientos sim bólicos, pero, generalm ente, se la
frustrada se volcó sobre las dos hijas. Decidió que harían la vida
veía apoyada en su herram ienta,
que ella había soñado para sí m ism a: no trabajarían
oteando el horizonte para hus-
nunca, so-
m ear las novedades del barrio. Sólo le faltaba hacerse una visera
bre todo en labores serviles, se vestirían bien, a la últim a m oda,
con la m ano para tener el aspecto acabado de un vigía. Nadie
y se casarían con hom bres ricos y buenos m ozos.
de su relación podía pasar al alcance de su voz sin ser interpela- HGFEDCBA
Es siem pre fácil hacer proyectos. Carm en no era fea con sus lindos ojos y su pelo sedoso y ondulado, Tuvo m uchos novios, casi
92
-
93
..,
, - . HGFEDCBA A.CHlva
" '." 'Ó .'D O
todos buenos m ozos, ninguno
adinerado
y ninguno form al. En
cam bio, la pobre Encarna era un cuco, igualita a su padre, flaca, encorvada, el rostro com o hocico de hurón. ¿Quién se iba a fijar en ella? En lo que respecta al trabajo, eso sí, las dos se esm eraron en cum plir los anhelos m aternos y jam ás hicieron nada útil con sus m anos.
conm ovían a Rosalía sino que le causaban irritación. Sin m ucho protocolo la urgió para que precisara
sus noticias.
El largo y circunstanciado inform e de M agdalena había ocupado durante esos dos días el prim er plano de los pensam ientos de Tránsito, desalojando y ahogando cuanto chism e y brote de chism e rondaba por ahí. Le torturaba
los sesos. Se descargó recitán-
doselo a Rosalía casi palabra por palabra, tanto lo había rum iado en su interior. Los detalles eran m uchos. Las coincidencias abrum adoras.
acogió a Rosalia poco m enos que lloriqueando.
Tránsito prim eros
gem idos fueron para
Los
disculparse. Le daba vergüenza
recibirla en m edio de ese desorden. La casa estaba sucia, las ca-
-¡Quién
!
I
se lo hubiera im aginado! ¡Después de tantos años!
Y Tránsito
consideró
oportuno
volver a ahogar sus sollozos
entre sus m anos.
m as sin hacer, la cocina patas arriba, pero ella no tenía ánim o
M agdalena le había jurado por todos los santos del cielo que
para nada, se sentía com o un trapo. Era indispensable que m antu-
todo eso lo sabía de fuente m uy segura. Ni siquiera les quedaba
vieran
la esperanza de que se tratara
esa conversación. La com ida no im portaba.
fuera no probaría
Si por ella
bocado con el disgusto tan grande que tenía
encim a. Ya habría tiem po de echar algún zoquete de carne a la
de alguna calum nia levantada por
m otivos inconfesables. ¡La gente era tan m ala! Lo que Tránsito
no m encionó fue el tono hiriente
adoptado
olla junto con una cebolla y unas papas. Y ése sería el puchero.
por M agdalena desde el principio. Aprovechó la oportunidad pa-
Ni siquiera
ra arrojar quintales de desprecio sobre las dos cuñadas, confun-
sabía si habría papas. En todo ca~o le pediría a la
chica de enfrente que fuera de una corrida hasta la verdulería. Doña Justa no se iba a negar a despachárselas aunque fuera doI, "1 l. Rosalía pensó que era m uy de Tránsito eso de descansar siem -
m ingo.
I
pre en los dem ás, com o si a todo el m undo le incum biese la obligación de servirla. Echó una ojeada a su alrededor y com pro-
didas ahora en la m ism a m ala opinión: -No
le he dicho una palabra
haga m ala sangre.' Ya bastante
Con algún esfuerzo Tránsito se tragó la alusión. En parte por lo abrum ada
seguía gim iendo. M agdalena
estúpida aventura
había venido dos días antes, bien
barrer la vereda. Se había pasado las noches llorando. Esa m añana había com prendido que era m ejor hablar -¡Te
con Rosalía:
habrás enterado de ese horrible asunto!
se la hizo la vez pasada con el
asunto de Carm en. ¡Es un hom bre tan delicado en esas cosas!
bó que el estado de la casa era el de incuria habitual. Tránsito tem prano. Las cosas que le dijo le quitaron hasta el aliento para
de esto a Juan Antonio con la
esperanza de que todo pueda taparse. N o quiero que el pobre se
que la había dejado la inesperada
noticia de esa
de su herm ana y tam bién porque era preferi-
ble no rem over aquel episodio. Le dolía. M agdalena ignoraba cóm o y cuándo habían em pezado las cosas, pero calculaba que no podían rem ontarse
a m ás de un par
de m eses. Tránsito creía lo m ism o. Se haba puesto a pensar
y
Y Tránsito se puso a sollozar con am bas m anos sobre el rostro.
recordaba
Hacía m ucho tiem po que las lágrim as de Tránsito no sólo no
cada vez m ás tarde. Supuso que le faltaba el freno de Rosalía.
94 -
que por ese entonces, ciertos días, Pan chita llegaba
-
95
Ella se afliga por su salud y le recom endaba tanto, que no se rem atara
que no trabajara
por esos desagradecidos
del Consejo
de Educación. Pero ¿para qué le iba a hablar a Rosalía del carácter de PancJ:Íita cuando ella se la sabía de m em oria? m uy presente
Tenía
cierta noche que Carm en las había invitado para
ir al cine. Casi le dejaron la llave a Rosalía porque se acercaba el m om ento de irse y Panchita
no aparecía. Por fin llegó, sofo-
cada, en el preciso m om ento en que abrían
la puerta
to s
de ham bre que sólo servían para com prom eterla. Encarna, la
pobre, no tenía suerte. A lo m ejor no se casaba nunca ... Su corazón de m adre se enterneció al evocar a las hijas y una ola de indignación vino a rom per contra sus pensam ientos. ¿Cóm o podia Panchita
olvidarse
de los suyos hasta
el punto
arriesgar el porvenir de las pobras niñas en esa aventura tenía nom bre? Si sólo se tratara
de
que no
de un capricho, vaya y pase.
de calle,
No sería la prim era en dejarse llevar por un am or tardío. Todo
hablando de planillas, inform es y tranvías que siem pre dem ora-
acabaría el día m enos pensado y nadie hablaría m ás del asunto.
ban. Tránsito pasó por alto otro recuerdo que surgió de su escon-
Salvo los chism osos, naturalm ente.
dite. Panchita no volvía esas noches con esa cara de cansancio,
bre Panchita siem pre tom aba las cosas dem asiado en serio y te-
esos ojos llenos de desesperanza y resignación, sino anim ada, son-
nía el prurito de la fidelidad en los sentim ientos. Prueba de ello
riente, alegre, feliz, en una palabra. Y ella, la estúpida, no había
era esa constancia absurda hacia Felipe a través de tantos años.
com prendido que esa felicidad tenía que ser de m al agüero.
Pero lo m alo era que esa po-
¿Y si el enredo era algo realm ente serio? ¿Si el otro se divorciaba en M éxico o en Bolivia y se casaba con Panchita? Cualquier cosa podía ocurrir en unos tiem pos en que el m undo anda con el paso cam biado.
Las inquietudes
de Tránsito no eran fingidas, su congoja era
real y sus sollozos verdaderos. Pero no era la suerte de la herm ana el m otivo de su preocupación, sino la suya propia y la de sus hijas. Estaban frente a un peligro, un peligro vital. La pensión de doña Paca se había extinguido junto con su vida y todas ellas vivían prendidas
del sueldo de Panchita.
¿Qué pasaría si
ésta perdía la cabeza por ese hom bre y hacía abandono del puesto? (Tránsito no concebía pasiones am orosas sin fugas que dejaran regueros de desastres).
¡Si al m enos Carm en se casara! La
tonta se había m etido con ese boletero de cine, un lindo m uchacho, pero con un sueldito de ham bre y am igo de juergas. Aunque ciertas frases oídas desde la cocina le hacían sospechar que el boletero andaba en desgracia. ¡Ojalá! ¿Cuándo asentaría la cabeza esa m uchacha? Con la figura que tenía ya podría haber conseguido un buen partido, en vez de andar perdiendo el tiem po con esos m equetrefes carilindos y m uer-
96 - IHGFEDCBA
Tránsito
exhalaba
suspiros, acum ulaba
detalles y aventuraba
hipótesis en su fuero interno. La del divorcio em pezó a torturarla. Se hizo la triste reflexión de que Felipe jam ás iba a tolerar su proxim idad. aquella ruptura
Frunció el entrecejo
se presentaron
en ristra
porque los detalles de a recordarle
la inter-
vención que ella y M agdalena habían tenido en el asunto. Hizo un gesto de im paciencia
ante esos huéspedes inoportunos
y se
afirm ó frente a ellos con un enérgico KJIHGFEDCBA ¡ F u e p o r s u b ie n ! que pronunció a m edia voz, m otivando un
¿ Q u é d ijis t e ?
de Rosalía. Sacó
a relucir para sí m ism a uno de sus argum entos de m ala fe. ¿Acaso lo acontecido no había llevado el sello de la Providencia? ¿Qué hubiera
hecho ella, sola, viuda, sin recursos, con las po-
bres nenas a cuestas? Adem ás ¿quién aseguraba
que Felipe se
hubiera casado con Panchita? Lo m ás probable era que el otro la plantara en vísperas de la boda. Entonces los sufrim ientos habrían resultado m ucho m ayores. Ella veía venir las cosas y no
97
se había cansado de lam entar que su herm ana perdiera el tiem po
atajaba Rosalía y le colocaba la com puerta de otra interrogación
con ese m uchacho m al agradecido. Lo m alo era que la tonta se
que la obligaba a detenerse, a recapacitar y a buscar un lenguaje
haba em pecinado en su enam oram iento
m enos pegajoso para sus contestaciones.
nada aceptarlo
y no había querido por
a Gerardo. Las m ujeres
enam oradas se vuelven
com o topos.
Los datos proporcionados por M agdalena eran numerosisimos.
Entonces se puso a representar
el papel de herm ana desconso-
lada y, sin aliento casi, declam ó dos o tres parrafadas
sobre el
am or fraternal, las asechanzas de la vida, los peligros que aguardan en todas las edades ... interior para ahuyentar
Estaba em peñada en agitar su m undo
algo parecido a un fantasm a que estaba
m etido m uy hondo por allá adentro, y la hincaba y le producía ¡ F u e p o r s u b ie n ! y acuinsoportable escozor. Tenía que repetir KJIHGFEDCBA
m ular razones en pro, para im pedir que tom ara fuerzas, irrum piera triunfante
y le gritara socarronam ente:
¡F u e
por
e l tu y o !
No podía ignorar que había m uchas cosas turbias en la conducta que ella había observado en aquellas circunstancias. Tránsito siem pre
había
creído tapar
los rem ordim ientos
echándole
toda la culpa a M agdalena, esa engreída que andaba desesperada detrás de Felipe y estaba convencida de que podía conseguir lo que se le ocurriera
con los pesos que había
juntado
el padre
levantando paredes. Pero en lo profundo de' su yo, no podía negar los secretos pensam ientos que la habían im pulsado a obrar, tenía
en su interior.
Sí. La verdad
era que se m oría de rabia al ver a la herm ana
que soportar
esa presencia
tan feliz, tan
llena de ilusiones, tan cerca de cum plir sus sueños de adolescente. Sólo cuando ese noviazgo quedó desbaratado
le fue posible a
ella, Tránsito, aceptarlo en firm e a don Pepe y casarse con él. Rosalía cortó bruscam ente
el chorro de elocuencia. No quería
Provenían de diversas fuentes y abarcaban dístintos aspectos del asunto. Si bien nadie había logrado llegar al punto preciso del reencuentro
(circulaban
distintas
versiones
veían dos y hasta tres veces por sem ana. El ingenuo disim ulo em pleado por los actores del rom ance para pasar inadvertidos hubiera hecho sonreir a las colegialas de prim er año. Felipe esperaba con el auto en el lugar convenido de antem ano, nunca el m ism o, pero sin alejarse dem asiado de la zona de la escuela, tal vez para evitarle
a Panchita
m olestias de traslado. Los encuentros
siem pre ocurrían al atardecer, m ás o m enos una hora después de la salida de clase. Por supuesto, de nada valían las precauciones y no faltaba quien hubiera presenciado la llegada a la cita desde algún reparo circunstancial. Lo que nadíe había hecho, por falta de m edios, no de ganas, era seguir el auto. ¿Adónde irían? A lo m ejor se lim itaban a pasear, no m ás. Al llegar a ese punto M agdalena había hecho risotada llena La aventura
una m ueca desdeñosa que rem ató
de intencionada
am orosa de la directora
se había convertido en
la com idílla de m aestras y porteras, aunque los com entarios, por razones de jerarquía,
se hacían por separado, salvo algunas sa-
ciones concretas. Asum ió el papel de la clásica m aestra que so-
del baño o del cuartito de las ilustraciones.
te de frases sentim entales gS
-
en una im petuosa corrien-
salpicadas con gim oteos, pero ahí la HGFEDCBA
en una
grosería.
divagaciones. Com enzó a form ular preguntas y a exigir contesta-
una respuesta e intentaba precipitarse
todas
hasta la
saciedad que era absoluam ente positivo que Panchita y Felipe se
brosas justas
m ete a exam en riguroso a uno de sus alum nos. Tránsito lanzaba
al respecto,
cargadas de rom anticism o), los testim onios dem ostraban
confidenciales que tenían
lugar
en algún
rincón
¿Cóm o era posible que Rosalía no se hubiera percatado de esa efervescencia? Era de no creerlo. Pero de Rosalía era dado esperar sem ejante cosa con ese com portam iento hosco que usaba con -
99
la corriente se deslizara en m edio de un tum ulto de epítetos deel projim o. Tránsito se guardó m ucho de decir e~o en voz alta. de
nigrantes. Una vez aliviado su corazón Tránsito retornó a su actitud ge-
Rosalía, pero evitaba los ataques de frente. En su fuero interno,
m ebunda y con voz tem blona pronunció ante Rosalía un alegato
sentía un ligero m enosprecio por una persona tan basta, tan sim -
en defensa de los derechos que le incum bían para intervenir m a-
plata, tan apegada a la prosa de la vida. Tránsito recordaba
ternalm ente
A veces se entretenía
en irritar
levem ente la susceptibilidad
época en que ella tenía su cuaderno de versos
la
(todavía lo con-
junto a Panchita en su carácter de herm ana m ayor.
¿No era acaso indispensable tratar
de salvarla de com eter algún
servaba, con la tinta desteñida, en el fondo de uno de los cajo-
desvarío? Echaría m ano de todos los recursos y lograría im pedir
nes de la cóm oda). Panchita
que el nom bre de las Avendaño anduviera rodando de boca en
tam bién tenía el suyo, escrito con
una letra que parecía de libro. Rosalía se burlaba de esa costum bre y decía que era perder papel y tiem po.
boca, m anoseado por la gentuza. Aquí Tránsito detuvo bruscam ente dó de Carm en. Adem ás, vislum bró
su perorata porque se acorotro escollo. ¿En qué form a
podría ella encarar con Panchita el tem a de Felipe? Desde aquePor unos instantes
pareció aplacarse
el afán oratorio. Luego
llos días lejanos jam ás había sido m encionado entre ellas, com o
Tránsito volvió a tom ar bríos para exponer el m otivo principal de
si hubiese
su consulta. Con entonación patética habló del grave problem a de
cuenta de que no era posible rom per las reglas que se habían
conciencia que se le planteaba.
¿Qué debía hacer, ella, ante esas
establecido por sí solas sin provocar alguna violenta llam arada
M agdalena le había ordenado, o poco m enos, in-
de ese fuego que, por lo visto, aún ardía sin m iras de apagarse.
circunstancias? terpelar
a Panchita y casi le había dictado los térm inos en que
existido
una
convención
Com prendió que su papel tutelar
expresa. Tránsito
se daba
se derrum baba. Bajó el diapa-
debía hacerla. De paso, la había am enazado con una enérgica in-
són y hum ildem ente
le pidió parecer a Rosalía. ¿No sería m ejor
tervención de Juan Antonio si el vergonzoso épisodio no tom aba
callarse, -al fin y al cabo? Una cam paña de oposición podría servir
fin dentro de un plazo m uy breve. Eso la había irritado profun-
de incentivo, era com o echar leña a una hoguera. ¿No sería pre-
dam ente. ¿Qué derecho tenía ese papanatas
ferible que ésta se consum iera sola?
para m eterse en lo
¿Qué favores les había hecho alguna vez
En el fondo de su corazón Tránsito confiaba en que am bos ena-
para que viniera, ahora; a hacerse el tutor lleno de rem ilgos?
m orados re editaran su actitud de antaño. Ya Felipe había dem os-
¿Y a qué venía ese excesivo celo de M agdalena por la fam ilia
trado que no era hom bre de jugarse por un sentim iento. Ahora
de su m arido, cuando siem pre la había hecho a un lado, de m iedo,
él tenía el contrapeso de la m ujer, los hijos ya crecidos y la posi-
sin duda, de que le fueran
ción social que ocupaba. En cuanto a la pobre Panchita,
que no le im portaba?
a arrebatar
algún peso? Com o si al-
era de-
guna vez hubieran precisado de ellos para llevarse un pedazo de
m asiado notorio que carecía de tem ple para librar un com bate de-
pan a la boca o echarse encim a algún trapito de abrigo.
cisivo contra su propia fam ilia y la de Felipe. M al podía espe-
Aquí el viejo rencor de Tránsito rom pió todos los diques y se desbordó en un torrente
de frases enconadas que pusieron a la
cuñada de oro y azul. Rosalía no intentó contenerlo y dejó que
rarse alguna resistencia
de su parte
cuando se había entregado
sin lucha veinticinco años atrás. ¿A qué venía ese resurgir de las cenizas? Ese am or tardío no
-101 100-
~III~
tenía explicaciones, era un verdadero lidad del hogar, contra
atentado
contra la estabi-
los sagrados derechos de la esposa y los
hijos, y tam bién, por qué no decirlo, de la herm ana
viuda y las
m enos pensado se les iban a caer encim a esas pared~~com idas por la vejez y la hum edad. Al principio, hasta grado debía atender junto con la dirección, yeso
sobrinas huérfanas. No era posible que el tronco fam iliar se des-
anterior
gajara por un capricho ridículo, por el egoísm o absurdo
ba a hacer la guardia com o vigilante. Todo para ganar un sueldo
de dos
seres que ya se habían desengañado el uno del otro. Tránsito llegó a enternecerse
con su propia
hum edecieron
elocuencia interior,
y al final le rodaron
los ojos se le
unos lagrim ones.
Rosalía se
m entaciones
con su pañuelo, la m ujer
sobre el desgraciado
era que le hiciera reproches,
com enzó a arrojar
carácter
de su herm ana.
porque la escuela re-
el personal
y m andaron
con
que podían servir de m odelo a la m ism a directora? Fue la últim a de todo su curso, yeso
porque
el tío Ram ón era
íntim o con el diputado Pérez, Lo que es las clasificaciones, el fade 9,80, ni 10 m entaron
siquiera. Y después de
eso la pobre no escarm entó. ¿Le sirvió de algo trabajar
com o si le pagaran
el doble? ¡Va-
liente recom pensa la que le habían dado después de tantos años de calificaciones!
A las cansadas,
después de m uchas prom esas y alabanzas -porque
la lengua la
tienen bien suelta, eso sí, todos los señorones del Consejo-, porque intervino decididam ente
pero
un politiquero que tenía negocios
con Juan Antonio, le había llegado el ascenso yeso
fue, ni m ás ni m enos, un parto de los m ontes. Otra que Pan chita lo habría rechazado con indignación. Rosalía sabía m uy bien que un pelo ya que hacía veinte años que trabajaba
esa covacha y siem pre se la había pasado afirm ando
a la cara a los que hacían la repartija.
en
que el día HGFEDCBA
Tránsito cordaba
hacía flam ear
su despecho
que todas las com pañeras
de Panchita,
ganas a quienes ella había ayudado que habían
escalado
tenía la vicedirección
sin disim ulo
cuando re-
todas esas zán-
en sus estudios, hacía rato
posiciones m ucho
m ejores.
Celm ira
Rojas
de la m ejor escuela de la ciudad y Lilia
Burello dirigía una escuela m ás chica, pero recién construida, con una regia casa para ella, con vestíbulo y baño instalado. Y esas dos, si no hubiese sido por Panchita, jam ás habrían m atem áticas
aprobado las
de tercer año ni la cosm ografía de cuarto. Todas le
debían algún favor a Panchita, no se salvaba ni una. Y allí estaba la otra pavota, arrinconada
en ese cuchitril de los arrabales.
-
¿Có-
m o no la iban a m irar con lástim a sus com pañeras cuando la encontraban
en el Consejo, las otras bien echadas para atrás, com o
si el cargo las hubiera
atiesado, y ella hecha una pobrecil1a, to-
da encogida y com o pidiendo disculpas por atreverse No bastaban Panchita
a hablar?
los ojos para llorar sobre todo lo que esa pobre
prodigó a m anos llenas, sin dem ostrar
jam ás am bicio-
nes de ninguna clase. Tránsito llegaba a sentirse despojada por la d a díivosídad . de su herm ana. Era inconcebible, con todas sus dotes, que nunca hiciera alarde de nada, ni levantara
la voz, ni -
102
una
Pero el edificio no m ejoró, ni m ejoró el barrio, ni
No
¿De qué le había valido estudiar toda su vida com o una deses-
no exageraba
aum entaron
dism inuyó su labor. El aum ento de sueldo que le dieron era co-
perada, ser siem pre la prim era de la clase, presentar unos deberes
im portantes
de alum nos,
m o para tirárselo
personas que no lo m erecían.
de servicios con el m áxim o
que era por sus m éritos, pero en realidad ventaba
y dando a entender
la-
en haber sido de-
m asiado buena con los de afuera, dem asiado condescendiente
m oso prom edio
de chicos cada salón y se lim ita-
¡no! ¡tan buena com o siem pre ha-
bía sido! Pero ahí estaba el m al, precisam ente,
que nom braron
atiborraba
ridículo. Después, com o una gran concesión
vicedirectora.
asom bró de la facilidad con que le brotaron. Gesticulando
directora
de pura com edida, porque la
103
se le ocurriera lucirse en alguna reunión. Ponía todo su afán en
despertar
perm anecer escondida, tapada por el brillo de los dem ás. Cuando,
los superiores jerárquicos
por casualidad, se veía proyectada hacia el prim er
plano, lige-
retahila de actuaciones m ás o m enos im aginarias, m ás o m enos
rito corría a disim ularse com o si le diera vergüenza ser objeto de
sazonadas y guisadas para uso de fojas de servicios, pero nunca
alguna consideración. ¿Podía una extrañarse hubiese acostum brado
de que la gente se
a hacerla a un lado sin m ayores cerem o-
nias?
el interés de las altas esferas. Le habían
contado que
solían escuchar con oreja distraída la
les faltaba' el ojo avizor para apreciar el físico de la postulante a ascensos. Tam bién le habían dicho -y
hasta le habían dado
nom bres y m ás de un detalle, aunque Panchita siem pre tachaba
¡Ah, si a ella, Tránsito, le hubiese dado por el estudio, jam ás
esos díceres de m entiras-
que todos esos caballeros poseían cier-
¡ N o ! Nadie se la iba a llevar por hubiera obrado de esa m anera! IHGFEDCBA
ta m asculina perspicacia para distinguir de inm ediato a las que
delante, com o si tal cosa, com o quien ladea una silla o el banquito de la cocina. La iban a respetar, la iban a oir, le iban a dar
no eran esquivas, a las de virtud endeblem ente fortificada. De ahí la inexplicable carrera vertiginosa de m ás de cuatro que an-
el lugar que le correspondía. El Consejo entero iba a saber quién
daban por ahí, con m uchas ínfulas
era ella y en ningún m om ento le iban a salir con alguna excusa
aprobaba esos procederes. No había que llegar hasta ahí.
de personajes. Pero ella no
ridícula para posponerla. Porque ella no iba a tener la santa can-
Rosalía encontró que la charla de Tránsito se iba extraviando
didez de aguardar que le fueran a valorar su labor espontánea-
por los senderos algo borrosos de las suposicioerls. Creyó oportu-
m ente. Una se llenaba de canas con esa espera. Y de rabia. Sólo
no volver a em puñar el tim ón y, sin m ayores contem placiones, le
Panchita
ordenó concretar su pensam iento
podía creer todavía que el excesivo cum plim iento
deber, la absoluta consagración al trabajo
del
sobre ese asunto
de Panchita.
traen com o corolario
Era, por lo visto, un problem a dem asiado serio para la pobre
forzoso un reconocim iento de m éritos y una recom pensa lógica.
m ujer porque volvió .a sus conjeturas, exclam aciones y lloriqueos.
Por eso la tenían perdida por esos andurriales.
Al final, se le ocurrió
Tránsito habría
procedido con m ás habilidad, su carrera hubiera sido m ucho m ás brillante
y de resultados m ucho m ás positivos.
m irar
el reloj, se horrorizó
al ver que
eran m ás de las once y m edia y se puso a hacer aspavientos sobre su puchero sin hacer.
Lanzó al galope su fantasía y en un santiam én form ó una im agen m agisterial de sí m ism a y se contem pló em belesada, frecuentando las oficinas públicas, asediando las antesalas oficiales, bien KJIHGFEDCBA 1
em perifollada,
dejando detrás de sí un reguero
de perfum e
y
cantando a voz en cuello las loas de sus hazañas docentes. En eso había que m achacar de firm e, hasta incrustar
esas autopondera-
cienes en la sesera de los dem ás. Era la única m anera de im ponerse. ¿Acaso no era ésa la práctica em pleada por todas las que querían seguir adelante?
¿No
era lo que habían hecho Eurídice
Cabañas, Felipa Torres y Valentina M ontes? Esas rotundas afirm aciones, unidas a cierto arreglo personal, siem pre acababan por HGFEDCBA 104
-
-
105
M ás de una vez Rosalía
se sintió secretam ente
esas prevenciones que le resultaban
irritada
ante
hum illantes. Por un lado, se
rebeló contra ellas, no m uy abiertam ente,
pero con eficaz perti-
nacia: intentó seguir estudios secundarios, rehusó el m arido que sus padres le ofrecían y, al final, salió a la calle a ganarse el pan. Por el otro, se había som etido totalm ente eternam ente V II
frenada
por el sentim iento
y había vivido
de su im potencia.
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA Se había enjaulado a sí m ism a, se había envueÚo en una tupida red de preceptos, los m ism os que le habían sido dictados por sus progenitores y que ella había adobado a su m odo, im po-
Rosalía volvió m uy desalentada
niéndoselos de nuevo com o algo de su propia creación. Su rigor
a su casa.
Hasta entonces su vida había avanzado en línea recta. Nunca se había planteado
interrogantes
con respecto a su propia
con-
ducta y ahora se veía perpleja, en un terreno resbaladizo, lleno de grietas, orillando abism os insospechados. M ientras hervían los fideos de la sopa se sentó en el taburete de la cocina y trató de poner algún orden en ese caos que sentía bullir en su interior. No sólo estaba desorientada,
sino que le
brotaba de adentro una penosa sensación de am argura.
le había hecho rechazar am istades que hubieran podido ser m uy agradables y adoptar una m anera de vivir que repelía a los dem ás. No había conocido la verdadera
alegría de la juventud, ni
su despreocupación,
ni su esperanzado
precoz m ente
llena
adulta,
optim ism o. Había
sido
de recelos y desconfianza hacia
prójim o y pronta a juzgar severam ente
el
todo lo que se apartara
I
1/
¿No ha-
-----'
., KJIHGF
de las norm as inflexibles que ella se había trazado.
IHGFEDCBA
; /'í
bía errado su vida? ¿No estaba ante el fracaso de su existencia?
Se le presentó a Rosalía un episodio ocurrido cuando ella tenía
¿Qué significado tenían esos actos suyos que se habían sucedido
dieciséis años. Se habían reunido una tarde en casa de una de las
invariablem ente
com pañeras de curso para tom ar algunos apuntes de la
desde su m ás lejana
infancia,
siem pre
encua-
drados dentro de un m arco de rectitud y honorabilidad? Sus padres le habían repetido hasta el cansancio que la educaban com o se debe educar a una m ujer decente. Desde chica le habían recordado su sexo a cada instante, con cualquier m otivo y hasta sin ningún m otivo: Una m ujer no dice esas cosas, una m ujer no cam ina de esa m anera, una m ujer no hace esos gestos, una m ujer no lee esos libros, una m ujer nunca debe discutir, esa
m ía
de Testut
A n a to -
(el padre de la niña era m édico). Eran seis nor-
m alístas que trabajaron
a conciencia durante un par de horas,
escribiendo térm inos científicos en sus cuadernos y m em orizando de paso lo que copiaban. Antes de las seis habían puesto punto final a su trabajo. El libro fue cerrado con un suspiro de alivio y alejado con adem án de fastidio de la vista de las circunstantes. Rosalía ordenó sus papeles y la convidó a Panchita
para m ar-
clase de trabajos no son para la m ujer, una m ujer no debe ir por
charse. Hubo un griterío de protesta. Era dem asiado tem prano y
esa calle ni por esa otra, ni pasar por delante de determ inada
ahora tenían que divertirse un rato. La dueña de casa se le en-
casa, ni hablar con tal o cual persona.
frentó con presunta
106
-
indignación, le declaró que no la dejaría sa-
107
lir , la am enazó con cerrar la puerta con llave, ¡que se fuera por el balcón si quería! Panchita buenos ojos la perspectiva
se reía a m ás no poder y veía con
de una hora de recreo. Rosalía siguió
su ejem plo y aceptó de buena gana la prolongación am ena de la reunión. Trajeron
gado el m om ento de retirarse, pero el caballero no perm itió que de ningún m odo lo hicieran hasta no haber presenciado dos o tres bailes m odernos, porque a él le gustaba "estar al día". Luego pidió que ejecutaran un vals y lo bailó con su esposa en m edio del entusiasm o juvenil.
golosinas y unas inofensivas copitas de licor casero:
Eran m ás de las siete y m edia cuando em prendieron
el cam ino
un poco de alm íbar perfum ado con anís. Luego una de ellas se
de regreso. Rosalía se había abandonado por com pleto a la ale-
sentó frente a un viejo piano de estudio y em pezó a tocar aires de
gría de los pasados m om entos, había cantado con ingenuo fervor
m oda. No tardó e nim provisarse pio, pero logró encarrilarse
un coro, desafinado
al princi-
m erced a los esfuerzos de Dom itila
Pereyra, el m ejor oído de la clase (¿Qué habría
sido de Dom iti-
la? Tenía una voz adm irable y decían los profesores que era una
y lanzado estridentes
carcajadas
al intentar
m over
su cuerpo
torpe al com pás de la m úsica. Hasta había conversado y reído con los m uchachos. Al salir a la calle em pezó a tom ar conciencia de lo tarde que
lástim a que no tom ara lecciones de canto. Pero era pobre y nunca
se había hecho y un sentim iento de angustia invadió su corazón.
pudo ir al conservatorio. Alguien dijo una vez que estaba en una
L~ noche se le antojó m ás negra que nunca. Era la prim era vez
com pañía de operetas).
que regresaba a su casa con tanto retraso. Según los cánones pa-
Esa tarde se entonaron toda clase de canciones: populares, es-
ternos debía estar de vuelta a las seis en invierno y a las siete
colares, rom ánticas. Hasta Rosalía tom ó parte en el coro. Nunca
en verano. Le m anifestó
se había destacado por su sentido m usical, pero consiguió no des-
abusado al quedarse tanto? ¿No le parecía que era horriblem en-
entonar dem asiado y todas festejaron
te tarde? Su am iga iba tarareando
sus esfuerzos para acertar
sus tem ores a Panchita.
¿N o habrían
el estribillo de una canción de
con la m elodía y la letra. Cuando las voces com enzaron a lan-
am or y se echó a reir al oirla. ¡Que se dejara de pam plinas! ¿No
guidecer la pianista atacó denodadam ente
se acordaba que ya había em pezado el m es de m ayo? Era natu-
nocidos. Inm ediatam ente
los bailables m ás co-
cesaron los gorgorito s y los cuerpos em -
ral que fuera ya de noche cuando el sol se ponía cada vez m ás
pezaron a m overse al ritm o de la m úsica. Rosalía fue em pujada
tem prano.
al centro del grupo y todas trataron
una vez? ¿Acaso hacían eso todos los dias? No había ningún m o-
aprendizaje
por turno de iniciarla en el
de la danza. Todo era ebullición en la sala y se su-
cedían risas y exclam aciones. La m am á y la abuela habían venido a instalarse cada una en un sillón y participaban de las risas de la juventud. herm anos,
ya estudiantes
am igo. Festejaron
No tardaron universitarios,
ruidosam ente
alegrem ente
en aparecer los dos
acom pañados
por
un
la presencia de tanta niña y la
anim ación de la tertulia llegó a su punto culm inante. Recién cuando el padre se asom ó, anunciando su aparición el térm ino de la consulta m édica, alguien declaró perentoriam ente 108
-
que había Ile- HGFEDCBA
¿Qué im portaba
tivo para arrepentirse bían preparado
volver con un poco de retardo
por
del lindo rato que habían pasado. ¿No ha-
la m ayor parte
de las lecciones antes de salir?
¿No estaban ya listos y estudiados, bien estudiados entre todas, los apuntes
que habí~n tom ado para la clase de anatom ía?
Lo
que aun les quedaba por hacer era una nim iedad. Hoy se acostarían m ás tem prano Esas reflexiones franqueara
que nunca. Y m ás contentas, despreocupadas
no im pidieron
de paso. que
Rosalía
el um bral de su puerta agobiada por un pesado sen-
tim iento de culpa. La cara de los padres llegaba a ser trágica,
-
109
tan grande era el horror' con que la contem plaron silenciosam en-
de las aceras que ella no debía pisar). Hacía m uchos años que
te durante unos instantes, com o si ella fuera una verdadera apa-
residía en el barrio. Los vecinos la m iraban de reojo, pero com o
rición satánica. Luego el padre
la m ujer era discreta y no podían reprocharle ninguna m anüesta-
pareció
considerarla
otra
vez
com o un ser hum ano y le habló con frío desprecio: -Estas
no son horas para que una niña decente vuelva a su
hogar. Vas a conseguir que te confundan con una m ujerzuela ..• La m adre tuvo una reacción m ás brusca y preguntó con furia
se lim itaban a tratar de ignorarla. Era una m ujer baja, regordeta, de rostro vulgar, con el pelo de un rubio m uy fuerte supo que era oxigenado). Se asom aba a la puerta
(después
de calle en-
vuelta en unos batones largos, sueltos, de colores extrem adam en-
reconcen trada: -¿Dónde
ción exterior de inconducta, salvo su facha un tanto pecam inosa,
te chillones. Tenía la tez m uy blanca y usaba polvo y colorete en
estuviste?
Rosalía detalló punto por punto sus actividades de la tarde, in-
abundancia. Cuando chica Rosalía había term inado por sorpren-
sistió en el trabajo llevado a cabo, dio cuenta de la pequeña ter-
der los cuchicheos que suscitaba su paso entre las com adres. Una
tulia que había am enizado el final de una tarde laboriosa, invocó
vez preguntó quién era esa señora y quedó m uy desconcertada
el testim onio de Panchita, en resum idas cuentas quiso buscar una
cuando la m adre le ordenó violentam ente que se callara, com o si
justificación y casi im ploró una aprobación para su conducta.
hubiera pronunciado
Todo fue inútil. Los rostros perm anecieron cerrados. Las cabe-
rrogó a Panchita
zas se m eneaban con la m ism a tozudez en señal de condenación.
com o si se tratara
Las bocas repetían al unísono:
m isterio:
-¡Eso
no se hace! ¡Una niña decente tiene que obedecer a sus
padres al pie de la letra!
-Tránsito
una m ala palabra. Esa m ism a tarde inte-
al respecto, Esta le dijo el nom bre en voz baja, de algo m uy vergonzoso, y agregó con aire de
dice que es una loca.
Todo eso le dio m ucho que pensar. M ás adelante aprendió a
Rosalía se sintió desgarrada por los rem ordim ientos ante la li-
distinguir las clases de locura que pueden atacar a las m ujeres.
gereza de su conducta y se juró a sí m ism a que nunca m ás vol-
Se horrorizaba al pensar que alguna vez ella pudiera entregarse
vería a caer en la tentación
a una existencia sin decoro y convertirse en objeto de m urm u-
de divertirse
sin el expreso visto
bueno de sus padres. Com ió de m ala gana unos restos de guiso
ración.
que le habían dejado sobre la plancha de la cocina, le fue casi im posible concentrarse sobre la lección de historia, se m etió en cam a con una lam entable confusión de nom bres en la cabeza y
Rosalía se sirvió la sopa, cortó una tajada de pan y em pezó a
se desveló hasta m uy tarde, torturada por el recuerdo del ingrato
alm orzar siem pre sum ergida en sus reflexiones. M ientras pelaba
episodio.
su naranja se form uló concretam ente los térm inos del problem a
Cum plió su palabra y nunca m ás volvió a m erecer los acres
personal que la preocupaba. ¿Qué actitud debía ella adoptar si
reproches de sus padres. Se convenció acabadam ente de que era
Panchita rom pía con todas las norm as corrientes y daba un paso
preferible perder la vida antes que la buena reputación.
aventurado en sus relaciones con Felipe?
En sím bolo de la m ujer caída se había convertido para ella una tal Brunilda que vivía a m edia cuadra del Bulevar (era una HGFEDCBA 110 -
M edía con toda clarividencia
la im portancia
de su decisión.
Dar su aprobación era renegarse a sí m ism a, echar por el suelo
-
111
todas las convicciones que le habían sido caras, declarar tácitam ente que su vida entera había sido asentada
sobre principios
que no tenían m ayor valor. Eso significaba su propia bancarrota m oral. En cam bio, si se encastillaba en sus viejos preceptos, si m antenía u igid . s ri 1 ez, SI rechazaba de plano la actuación de su am iga y se alejaba de ella COnadem án de horror y conm iseración, entonces se condenaba sin rem edio al total desam paro espiritual, a la am argura de la perpetua soledad. Calentó el agua para lavar la vajilla (sólo un cataclism o le hubiera podido im pedir el cum plim iento
de ese rito
VIII
dom éstico).
Recogió cuidadosam ente hasta el m enor resto de com ida inutilizable dentro de un papel de diario, hizo un envoltorio y lo llevó al cajón de la basura. Luego se dedicó a la tarea
de jabonar sus
tiestos con m inuciosa prolijidad. Sus m anos se m ovían tan diestras com o de costum bre, pero tenía la m ente sum ida en los interrogantes que se había planteado. Apenas em pezaba a secar los platos cuando se dejó oír el llam ado característico de Panchita. Era ella, en efecto. Su rostro grave, su adem án decidido indicaban que venía dispuesta a las confidencias. y así fue. Toda la tarde hablaron. Com enzaron en la cocina y luego se instalaron en el com edor. Anochecía cuando decidieron suspender la conversación. No haban llegado a ninguna conclusión, todo seguía com o antes, pero Rosalía com prendió que ahora podría encarar las cosas desde un punto de vista m ás hum ano. HGFEDCBA
Lo que Panchita no contó fue que estaba sin alm orzar. La reunión de padres se había prolongado m ás de lo debido. Com o era su costum bre- retrasarse,
pensó que esa vez, por lo m enos, ten-
dría una excusa válida. Tránsito la recibió en m edio de un torbellino de lam entaciones:
el puchero recién em pezaba a hervir,
el carbón parecía endem oniado y la cocina estaba com o encaprichada. Las sobrinas no se habían quitado las galas del paseo m atinal y, sin inm utarse
por las quejas de la m adre, hojeaban fi-
gurines sobre la m esa del com edor (por lo visto nadie pensaba en ponerla), Aunque la actitud gem ebunda de su herm ana era la habitual, algo había en la atm ósfera que a Pan chita no le gustó. Iban para dos o tres días que notaba cierta tirantez en los rostros, algo así com o una expresión de velado reproche. Intentó un saludo jovial, lleno de falso regocijo, saludo que quiso ser despreocupado y cordial y sólo reveló la aprensión nas apenas levantaron
que la poseía. Las sobri-
la cabeza para contestarle y, no obstante,
creyó sorprender entre ellas una ojeada de entendim iento. Tránsito
interrum pió
¡C o m e re m o s ta rd e !
sus quejas,
¡ P a c ie n c ia !
dejó escapar un resignado KJIHGFEDC
y se quedó m irándola de hito en
hito, com o para que no se le escapara la m ás leve contracción 112
-
-113
de su rostro. Luego le dijo bruscam ente, sin apartar su m irada escrutadora: ':'Rosalía
vino a buscarte
dos veces. Quiere hablar te con ur-
gencia. Panchita
que se oreara. Entonces se encar6 resueltam ente con su visitante: -¿Venís
a contarm e lo de Felipe?
Panchita
olvidó por
com pleto su preám bulo; pero sintió un
alivio enorm e. El dique de contención se había roto y ahora era captó inm ediatam ente
la situación. Nunca se había
hecho ilusiones acerca de los com entarios que podían andar ro-
fácil deslizarse aguas abajo. Con voz queda, suave, tím ida, pronunció un som ero IHGFEDCBA S i , y esperó que la otra hablara.
dando sobre sus encuentros con Felipe Illanes. Las citas eran en
La conversación fue prim ero algo caótica y destem plada. Pan-
la vía pública, sin m ayores disim ulas, m ás de algún conocido po-
chita trató por todos los m edios de calm ar las susceptibilidades
día haberlos visto. Y con m enores datos la gente ata cabos, re-
de su am iga, le hacía todas las concesiones im aginables, recono-
construye porm enores y forja novelas. Tarde o tem prano las ha-
cía su culpa, recitaba fervorosos actos de contrición. Por otra
bladurías iban a salvar las distancias entre los barrios y llegarían
parte, hacía esfuerzos inauditos por explicar su situación y echa-
a oídos de Tránsito y Rosalía. Se le ocurrió que M agdalena podía
ba m ano de los m ás inesperados argum entos.
haber sido el conducto de inform ación: su m em oria era una com -
Las réplicas fueron vivas al principio, luego los nervios se apa-
pilación de sucesos desagradables ocurridos en los cuatro rinco-
ciguaron. La discusión se prolongó por horas en form a tranquila.
nes de la ciudad. Estaba resignada
a las escenas
Panchita oeupaba el sillón del com edor. Rosalía se había insta-
tem pestuosas que se producirían. Tam bién sabía que Rosalía le
lado en una silla baja que usaba para coser. Am bas escuchaban
iba a lanzar una andanada
con paciencia sus m utuos alegatos y los replicaban
de antem ano
de reproches. Dem asiado conocía la
con calm a,
rigidez m oral de su am iga para esperar benevolencia por lo que
si bien, en cierto m om ento, Pan chita com enzó a lagrim ear
ella calificaría de locura im perdonable. Pero no podía dejar de
final se le cortó la voz con los sollozos.
y al
tener una explicación con ella en nom bre de su vieja am istad. La espera del alm uerzo le iba a resultar insoportable y resolvió m archarse en seguida. De acuerdo con sus cálculos Rosalía debía
Aunque los hechos se habían ido presentando de m anera m uy
su riguroso lavado de platos. Tránsito se
confusa, Rosalía pudo ordenarlos en los días que siguieron. Con
encogió de hom bros al oir el anuncio y con voz desganada le dijo
toda paciencia, com o quien va eligiendo y colocando las piezas
de estar term inando
que se iba a debilitar. Pero se guardó m ucho de insistir para que
de un rom pecabezas, así fue reconstruyendo en su m ente los por-
se quedara.
m enores de las fam osas entrevistas. El m ás enternecedor fue, quizás, el afán de Panchita por com ponerse el peinado antes de salir a la calle, frente al espejo opaco y m ohoso que colgaba cerca de
Sentada en un esca}>el.d e la cocina de Rosalía, Panchita acom e-
la percha. Este era utilizado todos los días por las m aestras para
tió la tarea de reconstruir m entalm ente la frase que iba a servir
el últim o arreglo de m echas y un apresurado toque de cisne y ni
de exordio para
una vez siquiera dejaban de protestar
con gran alharaca por lo
inservible que resultaba
vid r io
entrar
en m ateria. Rosalía repasó cuidadosa-
m ente el últim o vaso, lo ubicó en la alacena, en el preciso lugar que le correspondía, y colgó el repasador 114
-
bien extendido para HGFEDCBA
ese
p e d a zo
de
s u c io .
Sí. En ciertos atardecer es Panchita había tratado de arreglarse
-115
unos instantes. Porque nunca faltaban
los bruscos retornos a la
las ondas. No era m ucha su destreza para esa clase de m eneste-
cruda realidad. Com o esa vez, por ejem plo, cuando al alargar el
res, pero algo conseguía, ayudada por la docilidad de su pelo.
brazo para pagar el boleto observó el puño raído de su pobre y
Después se em polvaba cuidadosam ente con un pequeño cisne que
m ezquino tapado
llevaba oculto en las profundidades
antes con esa brusquedad
de su bolso. Nunca llegó a
(ya Rosalía
se lo había hecho notar unos días
suya tan característica, con esa insis-
pintarse. Sin duda se acobardó ante una audacia tan grande. Pero
tencia en obligarla im placablem ente a enfrentarse con los hechos
le fue anotado el uso diario de una crem a para el cutis. Con es-
que se le venían encim a para buscarles solución). Se había con-
m ero desusado sacudía su ropa, tratando de hacer desaparecer los últim os vestigios de tierra y tiza, se alisaba el cuello de la blusa, enderezaba el m oñito de cinta que cerraba el escote y arreglaba los pliegues de la falda. Recogía su vieja cartera hacía poco, una m ano de lustre)
(le había dado,
y se dirigía hacia la puerta
de
salida con paso reposado y expresión indiferente. Con un cordial IHGFEDCBA ¡ H a s ta
mañana,
L u c in d a !
se despedía de la portera
joven que
estaba aguardando su partida para cerrar. Esta retribuía
su sa-
ludo y se quedaba plantada en el um bral, m irando cóm o ella se alejaba rápidam ente
en dirección al asfalto. Iba a tom ar el óm -
nibus, por lo visto, no el tranvía. Sólo que ese óm nibus no iba en dirección a su casa. La m ujer sonreía con desdén ante tam afia ingenuidad y en los ojos le brillaba una llam a perversa. El restringido vocabulario le bailoteaba
por dentro del m agín, inten-
tando form ar el parte que al día siguiente iba a pasar a la señorita Cepeda. Su deseo hubiera sido seguir a la directora, pero no se atrevía. Un día de éstos le encargaría a uno de sus prim os que la hiciera. Panchita revivía esas horas m ientras hablaba con Rosalía. Siem pre apresuraba
tentado en ese m om ento con cortar la hilacha que estaba colgando. Pero luego había aparecido otra, y otra, y otra. Por fin les había hecho un doblez a las m angas y así habían seguido aguantando. Los episodios de esa índole la volvían a sum ir en el m ar de sus preocupaciones. Hacía m ucho tiem po que Panchita había cesado de m irar hacia el porvenir. Ya no se entretenía sueños con hilos de oro y plata. Se había entregado
en tejer al trabajo
puro y sim ple, sin prom esas de alboradas radiantes. Com prendía, entonces, que su vida sentim ental
estaba bien m uerta,
con una
lápida encim a. La perspectiva de encontrarse con Felipe la llenaba de dicha, pero le era im posible olvidar que ella no era ya la adolescente que eleva cada día un nuevo andam ia j :
para sus qui-
m eras. Se sentía con fuerzas para olvidar el pasado, pero ya nunca podría m irar hacia adelante con esa confianza ciega y gozosa de sus veinte años. Esa aventura sentim ental ñana, sólo podía disfrutar
suya no tenía m a-
de la felicidad presente, sólo el hoy
podía contar.
el paso al llegar a la esquina de la escuela para
no perder el óm nibus. El tiem po transcurría dez com o para desperdiciar
con dem asiada rapi-
un solo m inuto. Se sentía eufórica,
Llegaba siem pre a la, cita con el tem or no confesado de que se frustrara.
Al bajar de su vehículo cam inaba anhelante
hacia el
rejuvenecida. Una colegiala hubiera podido envidiar sus ilusiones.
lugar convenido. Se le llegaba a cortar la respiración. Allí estaba
Volvía a ser por unos instantes la m uchacha de antaño, alegre y
Felipe, siem pre puntual,
confiada, la m uchacha que trabajaba
jeado. Al distinguir desde lejos su silueta le llegaba a dar ver-
concienzudam ente, sin om i-
tir un solo detalle en sus obligaciones, pero para quien existía
joven aun, apuesto, erguido, bien tra-
güenza su deslucida indum entaria.
Se sentía poca cosa. Su po- HGFEDCBA
un m añana lum inoso. Por unos instantes, sí. Nada m ás que por -
116-
117
I
breza le dolía en ese tnom ento. Pero ya Felipe la había visto y
to de nota, un teórico del derecho, un innovador. Nunca había
avanzaba hacia ella con IHGFEDCBA e s e adem án acogedor y esa cautivadora
podido entregarse
sonrisa que había persistido en él a través de los años, ya la sa-
proyectos habían quedado convertidos en esbozos o, a lo sum o,
ludaba por su nom bre con esa voz profunda y cálida que era com o una caricia para el oído. El auto nunca estaba lejos. Se instalaban
rápidam ente
de lleno al trabajo
desinteresado.
Todos sus
en fragm entos arrum bados en el últim o cajón de su m esa, el que rara vez se abre. No le quedaba tiem po para verse a solas consigo
en él y
m ism o. Las exigencias del hogar eran m uchas. A su m ujer le
,
partían. Generalm ente iban lejos, dejaban atrás el tránsito urba-
agradaba la figuración social, reclam aba su com pañía, y él debía
no, se m etían por los cam inos de salida y llegaban al cam po. To-
perder sus ';eladas
m aban cualquier carretera insaciablem ente.
a velocidad m oderada y conversaban
m editar entre sus libros. Los hijos ya eran grandes y se necesi-
Es decir, Felipe hablaba y Panchita escuchaba. Siem pre había
que se pide incesantem ente. El m uchacho am enazaba convertirse
en frívolas reuniones
en vez de quedarse
a
taba cada vez m ás dinero para atenderlos. Estaban en la edad en
sido así. Felipe necesitaba un auditorio para el m onólogo de sus confidencias, pero un auditorio
com prensiva,
en crónico estudiante
atento, devoto, y
de derecho. Felipe dudaba de que alguna
vz pudiera contar con la colaboración de ese taram bana. I
Pan chita excedía en el arte de saber atender, de captar detalles,
Jam ás
lo había visto int~resarse por las obras de su biblioteca. Las dos
m atices, de retener porm enores, de seguir las digresiones y acep-
niñas poseían una insaciable avidez por todo lo que fuera diver-
tar las reflexiones hechas al m argen. En otro tiem po ella había
sión intrascendente
recogido todos los m agnos proyectos forjados por el estudiante
nes serias. Seguían yendo a la escuela porque él se había im pues-
am bicioso y tesonero. Ahora recibía el canto elegíaco del hom bre que se siente defraudado por la vida.
,
Felipe le contaba todo, le m ostraba sU alm a al desnudo, no te-
1,
m ía exhibirle las fallas de su existencia ni plantearle
to inexorablem ente
y m area la term inación de los estudios secundarios. Cum plían con
los proble-
adelante. El no aprobaba ese afán de lujo y relum brón
tudes espirituales. Pese a todas las apariencias exteriores de éxito,
parecía que lo alentaba. Nunca habló concretam ente de su m ujer.
'\
Era a través de sus quejosos relatos com o surgían los reparos que
analizó
él debía hacerle en el fondo de su corazón. Se entreveía una m u-
su situación. Trabajaba m ucho com o abogado, m uchísim o. Los expedientes
de su estudio eran, acaso, los m ás im portantes
l'
I
de la
ciudad. Horas y horas se le iban sobre códigos, tratados de juris-
,1
prudencia y papel de oficio. Pero el objeto de esa tarea era casi exclusivam ente
el de ganar
dinero, rara
vez entraban
ier altanera, nena de prejuicios, de corazón frío, en m edio de un hogar vacío de todos esos afectos que se vuelcan sobre las cosas nim ias y crean una atm ósfera de cariño alrededor de uno. Sólo dijo una vez, suspirando: KJIHGFEDCBA ¡N o me c o m p re n d e !
en ella
A veces Felipe detenía el auto en alguno de los m ás solitarios
los ideales. El hubiera am bicionado ser otra cosa: un [urisconsul- HGFEDCBA 1 118 -
que de-
m ostraban desde chicas, pero a Lola eso no le disgustaba y hasta
I
en lo m ás intim o de su corazón, el hom bre se consideraba un fraam argura
cada m añana ante
les sobraría tiem po para lucir m odelos y concurrir a bailes m ás
sus desengaños sociales.
y destilando
y lloriqueaban
la obligación de m adrugar. Pero en eso él se m antenía firm e. Ya
Le habló de sus trabajos jurídicos, de sus lecturas, de sus inquie-
casado. Con increíble sinceridad
en ese punto y les iba a exigir contra viento
sus lecciones a regañadientes
m as dolorosos de su vida em otiva. Le expuso los sinsabores de su m atrim onio, sus desilusiones paternales,
y se espantaban frente a todas las ocupacio-
cam inos transversales, lejos de la ruta principal. Allí podía hablar
J
-119
·
que pasaban juntos, Felipe sólo parecía buscar esos encuentros zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA m ás a sus anchas, desplegar m ejor su elocuencia, m atizarla con am istosos com o un descanso espiritual, com o un alivio para el gestos adecuados, ahondar sus discursos con silencios em otivos. En eso consistía hasta entonces toda la aventura. No habían sido renovadas las palabras de am or de otros tiem pos, no se hacía ninguna
alusión al pasado rom ance, ni siquiera
se m encionaba
el
porvenir en térm inos que pudieran significar un posible destino com ún. Tenía razón Panchita, en cierto m odo, cuando le aseguraba a Rosalía que aquello era am istad lisa y llana. Si Felipe insistía en esas entrevistas,
afirm aba ella, era porque le resultaba
aislam iento
gozaba al rem em orar
lladuras de su corazón un poco m altratado por la aspereza de los suyos. Le gustaba sentirse escuchado, acom pañado en sus inquietudes. Nadie com o Pan chita sabía darle la sensación de ser tan am pliam ente com prendido, hasta la últim a fibra. Sus relaciones con Pan chita no habían sido reanudadas radam ente. Fue una m era casualidad
delib~-
la que los puso frente
a
a su vida de antaño. Sufría
frente en el gran hall del Consejo de Educación. Ella estaba so-
en el m edio que ahora era el suyo y
la, haciendo tiem po hasta que llegara el inspector, y él no pudo
confiar en alguien que perteneciera de verdadero
grato
cúm ulo de sus preocupaciones, com o un lenitivo para las m agu-
sus años de infancia y adolescencia con
resistir la tentación
de acercarse para saludarla. Desde los días
quien los había com partido. Nunca habían surgido equívocos y to-
de la ruptura
do parecía indicar que la situación iba a seguir sin m odificaciones,
siem pre desde lejos. La encontró envejecida, m archita, opaca, pe-
sólo la había divisado m uy de vez en cuando y
indefinidam ente.
ro sus ojos siem pre tenían esa acogedora suavidad que había llenado de ternura
sus años de adolescente. Panchita
respondió
afablem ente a su saludo. Estuvieron casi m edia hora conversando Ingenuam ente, Panchita proseguía sus confidencias. A pesar de
Hablaron de todo un poco, rem em oraron
el barrio, desfilaron re-
la am bigüedad del papel que desem peñaba, sentada junto a Fe-
cuerdos de todos los vecinos. Sólo se abstuvieron de tocar tem as
lipe y recogiendo ávidam ente
m ente feliz. Se olvidaba de sí m ism a, olvidaba su ropa raída, su
personales. La breve charla hizo que Felipe se llenara de nostalgia y a los
fatiga, sus vencim ientos en los bancos, el egoísm o de Tránsito, la
pocos días tuvo la ocurrencia de esperarla cerca del lugar donde
poca afabilidad de las sobrinas, la m ezquindad de Juan Antonio,
ella debía tom ar el tranvía al salir de la escuela. Quería conver-
la m aldad de M agdalena. Nunca interrum pía
sar otro rato con su vieja am iga. Y así com enzaron esas entrevis-
sus palabras, se sentía profunda-
los largos párrafos
bien construidos de su acom pañante para intercalar
sus propias
tas periódicas que eran com o un bálsam o para su jornada de tra-
reflexiones. Eso lo hacía después, con prudencia, siem pre girando
bajo. Nadie m ejor que él conocía a bondad de Panchita, su
alrededor de los hechos que él había referido. Jam ás hablaba de
bleza, su desinterés. Era un pedazo de su infancia, un sueño de
sus propias penas, de sus tantos problem as, de su larga desespe-
su adolescencia. Se sentía reconfortado al hablar con ella, al des-
1l0-
ranza. No se quejaba nunca. Presentaba siem pre un rostro sereno.
cansar en ella. panchita nada exigía de él, jam ás le había pedido
Los ojos le sonreían a Felipe a la par de los labios, esos lindos
la m enor aclaración, se contentaba con su com pañía y sus confi-
ojos de Panchita,
dencias. Si a m ás de todos los bienes que ya le había deparado, el
claros, lum inosos, suaves, apaciguadores.
La situación no dejaba de perfilarse con cierta claridad. M ientras Panchita 120
estaba poniendo su vida entera en esos instantes HGFEDCBA
destino le ofrecía por añadidura
esa dulce am istad sentim ental
para desahogo de su corazón, ¿la iría a rechazar? -1 2 1
Todo eso Rosalía lo fue adivinando
a través de su conversa-
si ella fuera la única responsable de esas lágrim as. Trató de con-
ción con Panchita y lo com probó después por diferentes conduc-
solar a su am iga. Pero lejos de serenarse, Panchita
tos (hasta Felipe fue a buscarla una vez para hablarle del asun-
m entos a sus lágrim as. Estaba desesperada,
to, queriendo justificarse).
Esos encuentros estaban constituyendo
bía visto Rosalia. Parecía haber descubierto, de pronto, la m ag-
para Panchita su razón de ser. Su desteñida existencia había te-
nitud de su desgracia. Vació su corazón de cuanta congoja había
nido com o un resurgim iento.
Se entregaba
sin reservas
am istad, m ejor dicho a ese am or, que am or era para
a esa
ella ese
en él desde hacía largos años. Lloró sobre su vida entera, sobre su juventud
perdida, sobre sus luchas estériles. Lloró sobre las
sentim iento, aunque no se lo confesara, y jam ás había concebido
horas felices que le querían arrebatar,
E l m al no residía tanto en el hecho de el am or en otra form a. HGFEDCBA
a todo el m undo im portunaban,
que se forjara
que todo el m undo pretendía
ilusiones o com prom etiera
su reputación, sino en
la hondura m ism a de ese sentim iento que la exponía nuevam ente a convertirse en víctim a silenciosa en cuanto se rom piera el estado de hechizo en que vivía.
añadió la-
com o jam ás la ha-
esas inofensivas horas que
que a todo el m undo ofendían, destruir.
Pero ése era el destino
del pobre, que le m aten el único cordero que posee. Rosalía estaba im presionada. Por m ás que conociera hasta sus raíces el desam paro de Panchita, nunca hubiera sospechado que
Bien dicen que nadie escarm ienta
jam ás ni en cabeza ajena
ésta tenía tan clara conciencia de él. Quedó tan anonadada que
ni en la propia. Rosalía m iraba el rostro de su am iga que irradia-
tam bién ella com enzó a lagrim ear,
ba una especie de beatitud, escuchaba su voz que prodigaba ex-
llanto porque sus grandes dolores nunca le salían por los ojos, sino
plicaciones candorosas y no se cansaba de repetirse
que la horadaban por dentro sin asom arse a la superficie.
que la po-
yeso
bre Panchita había nacido para caer en la tram pa del sentim ien-
Insistió en proferir
to. Tem bló por ella desde ese instante y, con ese afán razonador
consiguió que Panchita
que le venía de su extirpe
e invocara su testim onio para corroborar
francesa, trató de hacerle com pren-
der la equívoca situación en que se hallaba. Ur:a singular clarividencia se apoderó de ella al plantear consum ada m aestra
el problem a y, com o una
de lógica, fue separando
los puntos sujetos
a discusión, escalonándolos por orden de im portancia. Se estrelló contra un m uro. Pan chita se aferró con tozudez infantil al argum ento
de la am istad para rechazar
todas las con-
algunas
palabras
redoblara
que era dura para el
de confortación
sus m anifestaciones
y sólo
de dolor
sus som brías declara-
ciones. ¿No era acaso una fracasada, una absoluta fracasada
en todos
los aspectos de la vida? ¿A qué negarlo com pasivam ente si lo sabía tan bien com o ella m ism a? Había fracasado com o m ujer en su vida sentim ental
y consideraba
que tam bién había fracasado
com o m aestra. Sí, que no pusiera esa cara de asom bro. Dirigir una
sideraciones que se le hicieron. Se encogía de hom bros ante la
escuelita de suburbio con m inuciosa prolijidad
opinión pública, ante los juicios de las m aestras,
ñar el m agisterio com o ella había soñado hacerla en sus años de
de los padres
no era desem pe-
de los alum nos y hasta de sus herm anos. Pero tuvo una m irada de
estudiante.
desesperación cuando Rosalía nom bró a la esposa de Felipe y a los
notas insípidas en los cuadernos de sus m aestras y una vulgar y
tres hijos.
m ecánica llenador a de planillas. ¿Para qué iba a hablar de su
Esta vez no hubo contestación. Panchita agachó la cabeza y se puso a llorar desconsoladam ente. Rosalía se sintió apenada com o
Se había' convertido
en una rutinaria
redactora
de
vida afectiva? ¿Acaso no la conocía a Tránsito? Desde la m uerte de la m adre vivía en estado de orfandad. Creyó encontrar com pensaciones de m aternidad junto a las sobrinas, trató de guiarlas,
122 -
-
123
de form arlas
¿y qué había conseguido? Cualquier alum na suya
estaba m ás cerca de ella espiritualm ente
Panchita seguía
callada. Se había enjugado los ojos, pero con-
que las hijas de su her-
servaba el pañuelo apretado en el puño, com o previendo un nue-
m ana. Ni siquiera le tenían agradecim iento, vivían despegadas del
vo y copioso rodar de lágrim as. Rosalía la m iraba con desaliento,
hogar, absortas en intereses tan distintos que se llegaba a asom -
casi con desconsuelo. No se atrevía a seguir adelante con sus ra-
brar de que pertenecieran
a la m ism a fam ilia. ¿Qué podía espe-
zonam ientos porque tem ía causar daño al rem over esa m araña de
rarse de ellas com o no fueran disgustos y dolores de cabeza? Y
am argura
Juan Antonio, su herm ano preferido, tan com pañero con ella en
aferrada a ese hilito de felicidad que había brotado en su vida y,
otra época, ¿en qué se había convertido? En una especie de gro-
por el m om ento, parecía resuelta a no soltarlo. La terquedad casi
sero m ecanism o para hacer dinero. Todos los actos de su vida te-
infantil de Panchita para defender su posición la desconcertaba.
nían en vista la ganancia," había term inado por perder la noción
Hasta había en la voz com o un dejo de desafío. Rosalía no pudo
de las actividades desinteresadas, era un hom bre vulgar, m ateria-
m enos que establecer com paraciones con el pasado. Lo que estaba
lista, horrendam ente
m ezquino, de una m ezquindad tal que la
que agitaba a su am iga. La sentía desesperadam ente
ocurriendo rezum aba ironía. ¿Por qué no habría actuado Panchi-
llenaba de pavor y vergüenza. Y para colm o de m ales lo flan-
ta con esa firm eza cuando se trató de librar la batalla
queaba siem pre su m ujer, m ala hasta la saciedad. Esa era la fa-
por el am or de Felipe? Había entonces preferido m architarse co-
m ilia que le iba a pedir cuentas de su conducta. Realm ente, re-
m o planta m al regada y, en plena juventud, había quedado ago-
conocía que una tontería m uy grande había ella com etido al no
biada, aplastada, sin valor para
casarse con Gerardo. Ahora veía la poca im portancia que tenía el
era el m om ento que ella hubiera
hecho de no haber estado enam orada de él en ese tiem po. Lo hu-
denodada. No éste, que sólo albergaba una efím era felicidad pres-
biera llegado a querer com o tantas m ujeres quieren a sus m ari-
tada, felicidad espuria, bastarda, que había surgido com o traída
dos, al fin y al cabo, porque era bueno, generoso, prudente y hon-
de los pelos en esa pobre vida hecha de soledad y renuncia-
rado. No se estaría lam entando com o una pobre m ujer si lo hu-
m iento. Rosalía encendió la luz porque ya la habitación estaba dem a-
biese hecho.
decisiva
rehacer su vida trunca.
Aquel
debido elegir para una pelea
La aflicción de Rosalía iba subiendo punto por punto a m edida
siado obscura, luego volvió a sentarse frente a Panchita y pro-,
que escuchaba esa dolorosa confesión. No creyó nunca que la
nunció las últim as frases de la tarde relativas al asunto. Se lim i-
explicación iba a term inar en esa explosión de sufrim iento com -
tó a recom endar
prim ido. Era la prim era
ninguna de sus decisiones. En cualquier
vez que Panchita
abría su corazón en
calm a y reflexión.
No debía precipitarse circunstancia,
en
siem pre
esa form a y exhibía hasta el últim o repliegue de sus intim idades.
podría contar con su apoyo de vieja am iga. Sus palabras resona-
Pareció calm arse después de haber dejado escapar tanta cosa que
ban gravem ente, im pregnadas de sinceridad. Las había m editado
le dolía. Rosalía no quiso interrum pir
y las pronunciaba con plena conciencia del com prom iso que im -
la prolongada pausa y evi-
tó hasta m overse para no turbarla. HGFEDCBA
plicaban. Panchita
le estrechó las m anos conm ovida. Conocía el
valor de esa sencilla declaración. Porque es m ucha la gente que . t d IHGFEDCBA m o m e n to ' dice ¡ E s t o y a t u s ó r d e n e s ! o ¡ C u e n t a c o n m t g o e n o o . ¡No
124 -
d e je s
de
busca r m e
cua ndo
necesites!, pero llegado el caso -1 2 5
se escurre com o anguila. Si Rosalía prom etía ayuda, esa prom esa no quedaba en m eras fórm ulas y, cuando 'fuera necesario
alar-
garía el brazo vigoroso para sostener al que necesitaba auxilio. Rosalía m iró el reloj Y lanzó una exclam ación de asom bro al ver lo tarde que era. Indicó la conveniencia de trasladarse
a la
cocina para com er alguna cosa. Era m ejor que Panchita se quedara. M ientras m ás dem orara en regresar a su casa, m enos probabilidades de escena habría. Ganaría la noche Y unas horas m ás de tranquilidad y reflexión.
IX
Decidieron tom ar café con leche. Rosalía sacó dos tazas de la alacena, colocó el azúcar al alcance de la m ano, buscó dulce de m em brillo, queso y m anteca, sacó la panera del cajón que le co-
No se equivocaron, por cierto. Los acontecim ientos se precipi-
rrespondía, preparó con esm ero el café fuerte que a ella le gus-
taron uno detrás de otro. En realidad, hacía tiem po que se había
taba Y calentó la leche. Com ieron con bastante apetito e intenta-
iniciado el trabajo
ron charlar
m iento definitivo de los sueños de Panchita. Porque era verdad
perdía
com o de costum bre. De vez en cuando Panchita
en obscuras m editaciones
Y debía realizar
se
subterráneo
que iba a culm inar en el hundi-
un esfuerzo
que la pobre m ujer había estado forjando proyectos descabella-
consciente para reintegrarse al tem a que trataban. Rosalía no iba
dos sobre un posible renacim iento de aquel am or lejano y hasta
a olvidar jam ás esa velada porque, a pesar de sus m uchos desco-
llegó a suponer que Felipe era capaz de cortar las am arras que
sidos, esa fue en realidad la últim a conversación que tuvo con su
lo retenían
am iga sobre tem as ajenos al asunto de Felipe.
albures de inciertas navegaciones. Sus desvaríos habían tom ado
Eran m ás de las once cuando se separaron.
al seguro puerto
de su bienestar
para
correr
los
No hicieron m en-
insospechadas proporciones, se había m ecido al arrullo de esos
ción alguna del m añana, pero am bas sabían que las horas veni-
cuentos de hadas, y se había portado com o una solterona ingenua
deras iban a traer m ás de un suceso im portante. HGFEDCBA
y rom ántica. Todo eso se lo contó ella m ism a a Rosalía, sin om itir detalle alguno -hasta
se com placía sobre los m ás hum illantes
para lastim arse con ellos y castigarse por su tontería-,
después
de la visita que Lola Correa le hizo el m artes por la tarde, en la escuela, cuando tuvieron
esa única y definitiva
explicación
sobre el caso de Felipe. Ese lunes la tensión fam iliar llegó a su punto m áxim o a raíz de la grosera intervención de Juan Antonio. Éste llegó a m ediodía, en com pañía de su m ujer. Recién acababan de sentarse a la m esa ante el desabrido arroz que preparaba
Tránsito cuando,
por pereza, no iba al m ercado a com prar carne. 126
-
-1 2 7
I~ :~ I
..··~.OQ
En un tiem po Juan
Antonio había sido un m uchacho sum a-
su avaricia había
ido elim inando
todo m anjar
~
apet~~~
m ente buen m ozo, alto, de cabello ondeado, rasgos finos y ojos
porque el desprecio era uno de los elem entos im portantes
claros com o los de Panchita. Era el soñado galán de todas las
su com portam iento.
Panchita
m uchachitas
acercaba la tem ida
escena fam iliar, pero nunca creyó que iba
todavía h bí
a la
'd
1
estudiantes
que tom aban su m ism o tranvía
él iba a la escuela o trabajando
cuando
de com ercio. Después la vida
el físico, no precisam ente
le
para m ejorarlo.
Si es cierto que el alm a tiene alguna influencia sobre el cuerpo que la aloja, Juan Antonio .era el m ás convincente ejem plo de ello. Desde que com enzaron
sus tejem anejes
para
ganar
vez m ás y m ás dinero, su aspecto se fue transform ando nam ente. Prim ero perdieron
se le em pañó la m irada,
esa reciedum bre
cada
paulati-
después las m anos
que poseen las del hom bre
de una
com prendió
de inm ediato que se
a ser provocada en esa form a tan extem poránea, sin delicadeza alguna. Porque no había acabado el herm ano de sentarse cuando, m irándola con el ceño fruncido, le dijo a quem arropa: -¡He
venido a ver qué pasa con ese Felipe Illanes!
a perm itir
que
el nom bre de m i fam ilia
Dio un golpe enérgico sobre la m esa com o para subrayar dujo por la sencilla razón de que Panchita salió de la habitación sin pronunciar
de M agdalena pa:eció intensificar los cam bios sufridos. Tam bién
los lo
dicho y se quedó aguardando una aclaración que nunca se pro-
sola pieza, luego el cuerpo perdió su esbeltez y los m ovim ientos ser cautos. La com pañía
¡No voy
ande barriendo
suelos!
se hicieron lerdos •• fuerza
de querer
de
se puso de pie y
una palabra.
El gesto fue tan inesperado que los dejó atónitos y todos tar-
ella perdió con rapidez su frescura juvenil y se tornó pesada y
daron en reaccionar. Recién desde el dorm itorio
torpe com o su m arido. Toda gracia había
oír el alboroto que se produjo, los sollozos convulsivos de Trán-
desaparecido
de su
cuerpo y las m anos se le habían puesto com o garras. Hacía m uchos años que a Panchita le resultaba con su herm ano. Juan
ella alcanzó a
sito. los gritos iracundos de Juan Antonio, los chillidos destem pla-
penoso hablar
dos de M agdalena, las voces lacrim osas de las sobrinas. En ese
Antonio era uno de sus grandes dolores
m om ento se apoderó de ella el dem onio de la rebeldía y decidió
yacentes. Se habían entendido siem pre a la perfección, ayudán-
hacer frente
al m undo entero si fuera
necesario. Las voces se
dose cuando era necesario, com placiéndose m utuam ente en cuan-
apaciguaron y fruto de los posibles conciliábulos fue la aparición
to podían. Fue el casam iento con M agdalena el que lo transform ó
de Tránsito que venía lim piándose ojos y narices con la punta
en otro ser hum ano, un saco de m aterialism o, avidez y cicatería.
de su delantal. Panchita
Ese era uno de los pecados que Panchita jam ás podría perdonar
m edor, recogió sus cosas con prem ura
a su cuñada -la
Rosalía hasta
ofensa personal que le había inferido con sus
intrigas pasaba a segundo planolutam ente de Juan
porque lo consideraba
abso-
irredim ible. El envilecim iento, la ruindad, la sordidez Antonio le inspiraban
verdadero
rehusó term inantem ente
que llegara
salió para tom ar el tranvía
volver al co-
y se m archó a casa de
la hora de ir a la escuela. Cuando el auto del herm ano había desapa-
recido.
horror y com prendía
que éste nunca podría ya lim piarse de esas lacras. Las visitas llegaron con el aire habitual instalaron
de suficiencia y se
cerca de la m esa, echando m iradas desdeñosas sobre
la m agra fuente. No porque se alim entaran m ucho m ejor, ya que HGFEDCBA 128
-
KJIHGFEDCBA
Esa tarde
fue
de lo m ás agitada
para
Rosalía,
Al escaso
cuarto de hora de haberse ido Pan chita se le presentó Tránsito hecha un m ar de lágrim as. Esta vez llevaba un gran pañuelo en -1 2 9
la m ano. Durante un rato largo estuvo representando
la escena
que si él le ofrecía el veinte por ciento era porque debía sacar
del desconsuelo. Le contó lo del alm uerzo, despotricó
contra la
por lo m enos el treinta, sino el cuarenta.
grosería del herm ano y la bellaquería de la cuñada, pero vitupeó severam ente la terquedad tres para
de Panchita y auguró los peores desas-
sus adentros que su actitud era la m ism a de la otra vez. Al final,
todo lo que pudo, le prom etió hacer lo posible para
con una m irada que quiso ser hum ilde y hasta suplicante, y sólo
que las cosas se arreglaran
y logró, al fin, que se fuera, siem pre
Los suspiros de alivio de Rosalía fueron de corta duración. Se había sentado a zurcir unos repasadores oyó el ruido
de un
auto
en el com edor cuando
que se detenía
frente
a su puerta.
Jam ás iba gente de auto a su casa, ni siquiera levantó la vista para m irar a través de los visillos, pero fue su tim bre el que sonó y no tuvo m ás rem edio
que acudir al llam ado. Tuvo la m uy
poco grata sorpresa de encontrarse
frente
a Juan Antonio. Fe-
Las prim eras
porque am bos interlocutroes nes. Rosalía se guardaba franqueza y Juan
frases fueron
de lo m ás alm ibaradas.
tuvieron
repulsiva que ponen los hom bres ordinarios en
sus palabras cuando quieren resultar La pegajosa introducción
en el caso de Panchita.
cuidaban celosam ente sus expresio-
m ucho de hablar con su acostum brada
Antonio andaba com o de puntillas en terreno
vedado. Pero éste no dejó de descargar su furia sobre Felipe, el causante de todo ese desbarajuste, m ildes, el poderoso arribista, les. Lo que no contó -y
lizm ente venía solo. esa dulzarronería
resultó solapada, le pidió que interviniera
Allí em pezó un ir y venir de opiniones que a nada conducían
agitando su pañuelo com o sím bolo de dolor.
entrevista
m ism o Felipe-
el perturbador
socia-
que Rosalía supo después por boca del
era que una vez tam bién había ido a proponerle
su eficaz ayuda para colocar ventajosam ente
su dinero y había
recibido una negativa m uy cortés y m uy categórica.
finos.
recordó a Rosalía otra desagradable
que había tenido con su visitante
unos tres o cuatro
La oratoria de Juan Antonio se hizo aprem iante. cuenta
Rosalía
de que era
necesario
obrar
que Panchita
ponerle, m uy suelto de cuerpo, un negocio ventajosísim o. Trató
de com eter la bajo el influjo
de endulzarle la propuesta
Felipe. Lo único que él deseaba era evitarle
repugnancia.
de hogares hu-
envanecido por sus triunfos
años atrás. Había llegado una tarde, a eso de la oración, a pro-
a sentir
el preám bulo
la
la fam ilia. Rosalía le tuvo una Paciencia infinita,
tranquilizó
Ahora, a m edida que Juan Antonio desarrollaba
de su visita, Rosalía lo observaba con ojo crítico y pensaba para
de un m odo tan burdo que ella llegó
Después, cuando le aconsejó que sacara
no com etiera una locura? Porque de ese siniestro
¿No se daba
con rapidez
era m uy capaz gavilán
que era
m alos ratos a su
fam ilia. ¿Qué pasaría si su herm ana hacía abandono del puesto?
toda su platita de la caja de ahorros y se la confiara a él -bajo
¿Si se le ocurría irse con él a cualquier parte?
recibo, naturalm ente-
de la situación en que iban a quedar Tránsito y las hijas?
porque así le iba a rendir un provechoso
veinte por ciento y no esa m iseria que le daba, vaciló entre insultarlo o reírse. Optó por lo últim o. La m iel de Juan Antonio se fue convirtiendo
entrevista
tiva. Faltó poco para que la tratara grada, incapaz de com prender
si bien risueña nega-
de m ujer estúpida y retró-
el m anejo
del dinero. Ella pre-
firió seguir tom ando a brom a las cosas, pero calculaba espantada
130 -
¿Se daba cuenta
La voz se le puso llorosa y hasta consiguió que los ojos se le hum edecieran.
en hiel ante la rotunda
para
Rosalía .se llenó de asco y decidió poner fin a la
que a nada
conducía, salvo a dem ostrarle
una vez
m ás la clase de guiñapo m oral que era Juan Antonio. Le habló en térm inos tajantes.
Esa gestión suya era superflua.
¿Cóm o se
le podía haber ocurrido que ella se iba a quedar de brazos cru-
-
131
zados ante la situación de su am iga? Ella no necesitaba siquiera
sus actos se hubiesen
afirm ar que ayudaría a Panchita hasta sus últim as posibilidades,
sendero sum ido en el crepúsculo. Por prim era
pero, desde ya, le advertía
tiem po, le entraron anhelos vehem entes de cam inar por la orilla
que nada haría a sus espaldas.
Esa rotunda declaración pareció defraudar
al hom bre. Se m or-
Rosalía se quedó con la im presión de que Juan Antonio había
siem pre a lo largo
de un
vez, en m ucho
del río, a plena luz, contem plando las verdes riberas de la isla, lejos de toda
dió los labios com o con despecho y se despidió secam ente.
desarrollado
preocupación,
sin prem uras
por el regreso, sin
m irar el reloj una sola vez. Pensó que sus m ejores años ya se
ido a pedirle algo m ás que su m era ayuda a Panchita. Después
habían ido, pero se dijo que bien podría
com prendió que en ese m om ento ya tenía planeada la entrevista
dedicándose a labores que le dieran verdadera
con Lola Correa y pretendía enviarla a ella com o em isaria. Ante
horizonte no era m uy am plio y el proyecto que m ás la seducía
su fracaso, debió recurrir
a M agdalena.
aprovechar
los otros
satisfacción. Su
era el de irse a vivir al cam po, el de liberar a la cam pesina que llevaba adentro. Rosalía creció escuchando la descripción de los trabajos
Al regresar de la escuela Panchita fue directam ente a casa de Rosalía. Estaba cansada, ojerosa, con dolor de cabeza. Se dejó
ru-
anjevina. M ás tarde asistió'
a la elaboración del proyecto de com prar una quinta en los al-
caer en el sillón y perm aneció silenciosa largo rato. Una enorm e
rededores, de la ciudad para vivir en ella y cultivarla
tristeza brotaba
de todo su ser y una expresión de desaliento
francés. Los padres hablaban con fruición de renovar la antigua
cubría su rostro. Rosalía no le hizo ninguna pregunta. Luego de
vida cam pestre. Varios factores fueron retardando el cum plim ien-
una prudente espera, la invitó a m erendar y pasaron a la cocina.
to del proyecto y, al final, la m uerte
Com entaron
para siem pre.
brevem ente
los sucesos del día. Pan chita parecía
haber abando~ado su actitud de terquedad y 'estar entregada un profundo
sentim iento de m elancolía, com o si presintiera
a el
desenlace que se aproxim aba. En cierto m om ento declaró: -Es
posible que m e haya com portado com o una criatura. To-
A veces, cuando Rosalía se hartaba desenterrar
del padre
al estilo
lo desbarató
de la escuela, volvía a
a solas el proyecto de la quinta y se com placía en
trazar program as para su atención. Entreveía los trabajos agrestes com o un re encuentro con su yo m ás hondo. Se le ocurría
davía no lo sé. Pero lo que te puedo asegurar es que, sea lo que
que el m agisterio
fuere, ya no volveré a vivir com o antes. Para bien o para m al
por ser m ujer' (eso no lo acababa de ver claro)
algo va a cam biar en m i vida.
el cam ino que debla conducirla al total acuerdo consigo m ism a.
Las
palabras
vio abrirse
eran
en cierto m odo reconfortantes
y Rosalía
ante ella una enorm e rosa de esperanza. La crisis
parecía estar en vías de superación. Esa noche, después de la partida (:/ /
rales realizados día a día en tierra
apartarse a cavilar
gustaba enfrentarse
132
-
Rosalía quiso
destino. Rara vez lo hacía. No le
con su existencia. La veía confusa, com o si HGFEDCBA
cierto regocijo
pueril
en forjar
vocación. Quizás había errado
sueños com o aquella
lecherita que rom pió 'su cántaro. Se veía criando pollos, podando frutales,
de Panchita,
de los problem as de su am iga, pero fue para ponerse sobre su propio
Hallaba
no constituía su verdadera
cultivando
hortalizas
y recogiendo grandes
ram os de
flores para adornar su casa. Solía agregar la vaca y el cerdo. Trataría
de poner
en práctica
algunos de los procedim ientos
enum erados por su m adre en las veladas fam iliares. Esa noche, lo que nunca había hecho, contó los años que le
_183
faltaban para [ubilarse y com probó que no eran tantos, después de todo. Con sus ahorros -no que sacara de la venta
tan despreciables-
y los pesos
de su casa ¿cóm o no le iba a alcanzar
para la com pra de una quinta no dem asiado grande ni dem asiado lejos? Debía pagarIa al contado, eso sí, porque m uy difícilm ente hubiera
entrado ella por el aro de contraer una deuda. No con-
cebía el crédito com o un bien utilizable
y no podía entender
x
que nada bochornoso había en firm ar una obligación cuando se tenía la seguridad de levantarla
a breve plazo.
Para disipar sus preocupaciones y dar a su espíritu una inyección de fortaleza, dejó libre su fantasía. Aunque no tan libre, porque poco fue lo que tardó en tom ar unas hojas de papel para escribir en ellas, a toda prisa, núm eros y m ás núm eros que representaban raciones
sus concretas
resultaron
posibilidades
satisfactorias
y
económ icas. Las ope-
contribuyeron
a calm arla.
Entonces, se puso a trazar el plano de su quinta. Todo lo tuvo en cuenta. Distribuyó los gallineros ubicó el chiquero
(sólo criaría
(prefería las Rhode Island) ,
un cerdo por año porque
quería rnalos olores), seleccionó los árboles frutales no poder llenarla
no
(lam entaba
de cerezos com o la finca del recuerdo m ater-
no), rodeó el cerco de paraísos que daban linda som bra y proporcionaban
abundante
leña
cuando se los podaba.
Colocó la
Tuvo un sueño largo esa noche, un sueño triste que, en cierto m om ento, llegó a tom ar carácter de pesadilla. Se veía en su quinta, tal com o la había ideado, y trataba
de
convencerse de que era feliz puesto que se habían cum plido sus deseos, se lo repetía la atorm entaba,
incansablem ente
para disipar la duda que
que persistía frente a las afirm aciones rotundas.
En vano recorría
la propiedad, adm iraba los naranjos
de fruta, contem plaba el m uestrario daba deslum brada
ante la blancura
albergaba la Íntim a certidum bre no tenía realidad. De repente
cargados
de verdes de la huerta, quede los gallineros. Su alm a
de que todo eso era algo que
sobrevino una transform ación
que
huerta a poca distancia de la casa y después se m etió en la m ism a
confirm ó sus tem ores: los gallineros sólo ofrecieron m aderos car-
casa. Soñaba con tener una enorm e cocina com o la descrita
com idos y cubiertos de telarañas, la huerta se convirtió en yuyal,
por
su m adre, pieza de estar, m ás bien, donde se pudiera hacer de
los árboles tom aron
todo: cocinar, lavar, coser, planchar, escuchar radio.
langosta. Todo se tornó irreconocible.
Se acostó m ucho después de la hora acostum brada rara vez le acontecía, se durm ió casi en seguida.
y, lo que
el aspecto de haber sido devorados por la
encontró sola, desam parada,
Al final
ella m ism a se
en m edio de un páram o
ilim itado.
Sollozaba de angustia cuando sonó el despertador. Todo el día la persiguió esa sensación de congoja y fue inútil que tratara
de disiparla con sus razonables reflexiones
de cos-
tum bre. La zozobra venía de su interior. La escuela daba esa m añana la im presión de paz absoluta. Las m aestras
atendían a
. 'rtenecer a los días sus chicos con una serenidad que parecía pe HGFEDCBA -
135
de antaño. Tránsito y sus hijas no dieron señales de vida. Era
m endó discreción desde tanta altura que, de haberse abandonado
com o para pensar que había vuelto la calm a de otros tiem pos.
a sus sentim ientos, hubiese pateado de rabia. Las oficiosas confidencias de M agdalena, en realidad, no am pliaban m ayorm ente
No obstante, a pesar de su engañosa apacibilidad, ésa fue la jornada
decisiva. Aunque Rosalía no lo supo hasta las cinco de
los datos que habían
sido proporcionados
a la esposa de Felipe por distintos conductos. Lola conocía de vista a Panchita desde hacía m uchos años -una
la tarde, hora en que vio llegar a Pan chita con el sem blante de-
hecho señalar
m udado. Era dem asiado tem prano para un regreso norm al de la
Felipe y ella nada m ás que su pretendiente--
expresam ente
vez se la había
cuando ésta era todavía
novia de
y no la creía de
escuela y en el prim er m om ento creyó que su am iga no se sentía
talla suficiente para quitarle
bien y venía a pedir atención. No tardó en com prender que algo
ciones. No sentía inquietudes, pero tam poco se resignaba a per-
grave había pasado. Sus ojos eran los de una desesperada, las
m anecer im pasible ante ese desliz. por 10 m enos m oral. Porque,
a su m arido. Tuvo algunas vacila-
m anos le tem blaban, no podía hablar. Rosalía la condujo hasta
a diferencia de M agdalena, Lola no creía que Felipe y Panchita
el sillón, com o quien conduce a una anciana, y la obligó a sen-
fueran
tarse. Tuvieron que pasar unos cuantos m inutos hasta que sus
saba por el espíritu de su m arido porque 10 conocía m ejor de 10
labios pudieran
que él nunca hubiera
articular
enteró de lo ocurrido:
algunas palabras. Entonces Rosalía se
Lola Correa había ido a verla esa tarde
a la escuela. Acababan de hablar durante
dos horas, encerradas
en la dirección.
alarm antes
narle era .la infidelidad
com prendía
10 que pa-
sospechado. Lo que m enos podía perdoal m edio social que ella le había dado.
¿Por qué debía volver sus nostálgicas
m iradas hacia un pasado
que nada tenía de glorioso, donde todo era de una oscura m edio-
En ese m om ento Rosalía supuso lo que era en ese caso:
am antes. Con clara penetración
le habían
llegado
a la m ujer
lógico suponer
algunos rum ores
sobre las escapatoria s de su m arido y había reaccio-
cridad? La visita de la horrenda
cuñada la decidió. Era m ejor
que no se prolongara una situación que la exponían a ella y a sus hijos a recibir contactos desagradables.
nado en consecuencia, a im pulso de los celos, de la vanidad ofendida' del despecho, o de algo por el estilo. Lo que nunca pensó fue que la m ano de M agdalena había andado m etida en el fondo del pastel.
Preparó
cuidadosam ente
la entrevista. A pesar de las im per-
tinencias que a veces se perm itía, Lola consideraba que le es-
Aunque la gestión no le resultó m uy grata a la entrem etida.
taban vedados los desplantes de verdulera.
Ni por un instante
Lola Correa no era persona fácil de m anejar m ediante los burdos
se le ocurrió
una actitud
de com bate. La frecuencia
recursos
con que iba al teatro le procuraba
m uchos ejem plos de situa-
de M agdalena. Los inform es susurrados
por
ésta con
m ucho m isterio y m ayores aspavientos, le fueron agradecidos con insolente desdén y por poco se la invitó a retirarse
en cuanto dio
las noticias fundam entales. En ningún m om ento se la dejó em itir juicios ni explayarse
sobre las suposiciones que ella hacía por
cuenta propia acerca de los fam osos paseos. Al final se HGFEDCBA l e enco136 -
adoptar
ciones sim ilares a la suya. Hizo una com binación de todas ellas y dedicó la m añana de ese m artes a repasar su papel con un entusiasm o de joven principiante
en vísperas de la prueba de fuego
de su carrera artística. La divertía bastante el proyecto de tener una
conversación privada
con la antigua novia de su m arido, -1 3 7
su desgraciada y vencida rival, a la que siem pre había califica-
suavem ente las dudas que la habían asaltado al enterarse
do con una conm iseración infinita de "pobre m uchacha".
am istad que la señorita directora había reanudado con su esposo.
Desechó en absoluto la idea de ir a la casa. No le gustaba m e-
Hablaba
sencillam ente,
casi con afabilidad,
sin apuro, com o a
terse en dom icilios de gente que no conocía y, adem ás, no quería
quien le sobre el tiem po. M ientras tanto observaba
correr el riesgo de dar con otro ejem plar
y preveía sus reacciones.
de la fam ilia por el
estilo de esa cuñada. Decidió, por tanto,
ir directam ente
a la
de la
a Panchita
Casi se alegró de que no hubiera m otivo para sentir por ella
escuela en horas de clase. Una escuela fiscal es un edificio pú-
ese desprecio m ortal
blico en donde cualquiera
dalena. Hasta le brotó sim patía por esa pobre m ujer prem atu-
puede entrar
sin llam ar la atención.
La tom arían por alguna m adre o por una inspectora inspectoras
(aunque las
debían ser todas viejas y m al vestidas).
m ente, al internarse abandonadas
el taxi que ocupaba por las callejas
de ese barrio, cuya existencia
chado, y dejarla
junto
nunca había
al baldío de la esquina
de no llegar en auto hasta la puerta), ser sum am ente
Probable-
difícil que
la
casi
sospe-
(tuvo el pudor
llegó a pensar que iba a
confudieran
con alguna
de las
ram ente
que, de entrada,
le había inspirado
ajada, ingenua hasta decir basta, sin pizca de m aldad,
sin asom o de m alicia. Bien podía darse el lujo de tratar guante de terciopelo
a esa tesonera
lado no podía dejar de adm irar por el otro se le antojaba prefería
no tom ar
y fiel enam orada.
su absurda
la heroína
porque consideraba tan breve su trato!)
las m iradas
de Lucinda.
sorprendidas
le tuviera
un
constancia, aunque
que la m ucha seriedad siem pre se torna ri-
ya era tarde para retroceder. cuando afrontó
con
dem asiado en serio los grandes sentim ientos
dícul~. De todos m odos, decidió respetar
todo su aplom o
Por
de una novela cursi. Lola
m adres que se estilaban por esos arrabales. De cualquier m anera Había recuperado
M ag-
y conversar
a Panchita
(¡iba a ser
con ella com o si realm ente
estim ación.
Las azoradas y confusas explicaciones de la pobre directora casi la hicieron Panchita no podía quejarse de la actitud de' su visitante. Había franqueado
la puerta
m om ento, había
con la sonrisa en los labios y, en ningún
dejado
entrever
interior. Fue su presunta tan inesperadam ente.
el rastro
Pero el exquisito
tacto de Lola, unido a
su irreprochable
discreción, restablecieron
am bas
conversar
pudieron
de alguna borrasca
rival la sobrecogida al verla aparecer
largam ente
la calm a espiritual
sobre el tem a
y
que las
preocupaba.
daba de su verdad.
Se dijo para
un cachafaz al abusar
sus adentros que Felipe
en esa form a de la enternecedora
didez de una solterona de pensam ientos
era can-
puros y hasta lam entó
que la aventura no hubiera tenido m ás sal y pim ienta para condim entar
esos días desabridos. Resolvió vengarse de su m arido
y se dedicó a d;struir
el ídolo que la otra había colocado sobre
un pedestal. Sin alterar la dulzura de la voz, le repitió una conversación -nunca
Q u ie r o h a b la r c o n Después de la consabida frase teatral: KJIHGFEDCBA
sonreír. Las aceptó sin discutir porque no du-
se supo si real o im aginaria-
que había tenido
us-
con Felipe. Los térm inos de la m ism a corroboraban la inocencia
o algo por el estilo, Lola tom ó asiento
de las relaciones, pero señalaban con insistencia el escaso signi-
con m ovim ientos pausados (com probó que el sillón tenía el brazo
ficado dado por el m arido a esos encuentros. Ella le había indi-
te d
de
m u je r
a m u je r ,
roto y cuidó de no enganchar
su vestido en una gruesa astilla
que había quedado sujeta por un tornillo)
138
y com enzó a exponer HGFEDCBA
cado entonces la conveniencia de ponerles fin, por el bien de todos, y él había aceptado sU punto de vista, com prendiendo que 139
insistir
en ellos hubiera
sido una torpeza
parte. Hasta le había encargado servir yar el punto final del episodio.
im perdonable
de su
de m ensajera y subra-
peligro de un derrum be. Entonces se apartó del tem a para que
rrencia diabólica. No se le había
disipado el fastidio producido
por la bajeza de la gestión de M agdalena y le fue difícil resistir
presencia. Le habló a Panchita
a la tentación de darle un zarpazo con todas las de la ley. Luego
de su hogar, de sus hijos, la interrogó sobre la escuela y sus pro-
de una pausa corta, algo teatral, com o si vacilara ante lo que iba
blem as. Después le confió el proyecto de un próxim o viaje a
a decir, siguió adelante:
!"f0
se rom piera en
tornaban falsa la situación. Al llegar a esta altura de sus reflexiones tuvo Lola una ocu-
Socavó el terreno con elegancia hasta que vio aproxim arse el el equilibrio
le habían venido encim a). Eran esos com entarios torpes los que
SU
Europa, a fines de noviem bre o com ienzos de diciem bre a m ás tardar, en cuanto term inaran
las clases de las chicas.
-Hasta
la propia fam ilia puede inquietarse
ante los hechos
y juzgarlos de m odo equivocado. Puedo darle el ejem plo de su cuñada, sin ir m ás lejos. La pobre está convencida de que usted ha tom ado por m al cam ino yeso para suplicarm e
Si bien tuyo a su m erced a la pobre Panchita durante casi dos horas, era preciso reconocer que Lola no abusó dem asiado de la superioridad
de sus arm as. Se sentía cóm oda, llena de civilidad,
que interpusiera
la desespera. Fue a verm e ayer m is derechos en este asunto.
M e dio lástim a, se lo aseguro. La tranquilicé todo lo que pude y creo que la m andé a su casa m ás apaciguada. Ahora bien, le confieso que después de su visita fue cuando m e decidí a venir
con deseos de ser am able y charlar hasta por los codos. La otra
porque com prendí que era preferible
en cam bio, estaba cohibida, avergonzada, con la m irada gacha, el
ya que la principal perjudicada
corazón había perdido su ritm o regular, casi podía verse el progresivo avance del dolor que la penetraba. Lola no dejó de com prender
que había cierta crueldad
pero se justificó pensando
en lo que estaba haciendo ,
que ella no tenía
la culpa de esa
excesiva blandura de sentim ientos y era preferible el sufrim iento agudo de unos instantes a la prolongación estéril de una esperanza vana. Lola insistió hasta el cansancio en que com prendía perfecta-
cortar todo m alentendido
iba a ser usted. No estam os en
Norteam érica, tenem os otra m anera de ver las cosas y no vale la pena agotar su vida rem ando contra la corriente. Ese fue el golpe de gracia y Lola tem ió haber ido dem asiado lejos com o para asistir a un desm ayo. Pero Pan chita pudo aguantar y hasta
agradecer la buena voluntad
dem ostrada.
La des-
pedida fue casi em ocionante. Las dos m ujeres se estrecharon la m ano, pero Lola atrajo
a la otra y la tom ó en sus brazos con
adem án efusivo. Hubo algunas lágrim as, elocuentes y discretísi-
m ente la especial situación que se había creado. No estaba celo-
m as. Luego la señora se retiró sin percatarse del revuelo que su
sa. Se declaró m ujer de criterio am plio, elogió al pasar la calidad
prolongada visita había causado.
m oral de una educadora com o Panchita, volvió a recalcar que no abrigaba ningún recelo acerca de la am istad platónica con su m arido, pero, no obstante, volvía a rogarle que le pusiera
fin.
Pan chita había
quedado anonadada.
Una inverosím il
confu-
Era m ejor evitar los com entarios m alévolos (aquí Lola entornó
sión de sentim ientos la había cogido en espesa m araña y para-
los ojos com o abrum ada por la m ontaña de m urm uraciones que se HGFEDCBA
lizaba hasta sus reacciones. Sintió vahidos com o si se hallara al
140
-
-
141
borde de un precipicio. Tuvo que cerrar a llam ar a Lucinda para que le trajera sentada
aguardando
a que pasara
había calculado m atem áticam ente En cuanto recuperó no podía perm anecer ponerse
su presencia
los ojos. No se anim ó
el m om ento
com prendió que casi con voz
hacia la esquina
Una cosa le llam ó la atención esa tarde a Rosalía:
en ningún
sus m anos, Panchita
con voz m onocorde. Se juzgó despiadada-
m ente, sin m isericordia,
se calificó duram ente,
casi con odio.
la arrastró hasta la cocina y la sentó junto ella preparaba un poco de té.
al fuego m ientra~ era de
profu~do decaim iento. A la par que vigilaba su pava y su leche, de disipar los nuba-
qne se habían am onton~do.
Se oyó el chillar de la pava. Rosalía hizo el té, lo dejó rem ojar
Con una voz que trató' de hacer m aternal, algunos consejos. Era indispensable
zaba la resignación.
com enzó a darle
que se acostara
tem prano
y
cosa. Pero
esa noche tenía
que descansar, los sin-
de que
Al regresar
de la escuela
no había aparecido por allá-
m ientras
dorm ía. Carm en
convulsivam ente
Góm ez y una enferm erá
vio el
aplastada
a la tía le había
abrazaba
a Tránsito
en un sillón. El doctor
se ocupaban de Pan chita.
De repente Rosalía se vio frente a Laurentina, m ortalm ente
pá-
lida. Esta se la llevó a un rincón de la galería y allí se llenó de llas para
-
dos
la necesi-
el pensam iento
m arse, apareció el rostro contraído de Encarna:
horror al enterarse
142
llevar
auto del doctor Góm ez frente a la casa de las Avendaño. Al aso-
que gem ía
o cualquier
-debía
que sintiera
a que se quedara en su com -
Aquí sus recuerdos se arrem olinaban. al día siguiente -Panchita
dado un ataque
tenía que dorm ir. El sueño era el m ejor rem edio para sabores. HGFEDCBA
tan
la idea de irse a la cam a cansada
y halló natural a invitarla
Al
que com en-
pañía acaso la tragedia no se habría producido.
ir a la escuela, pues que no fuera. Podría gripada,
sabía sum am ente
atinado
de Panchita.
un poco de que escuchara
dad de acostarse. M uchas veces la torturó
descansara bien. Si al día siguiente no se sentía con ánim o para decir que estaba en-
Se extrañó
noches casi sin dorm ir-
apoderado
creyó ingenuam ente
sus consejos y aceptara
cuanto antes. La
si ella hubiera
de acuerdo con las reglas, luego llenó las tazas y se sentó frente a su am iga.
que se había
verla callada y sin arranques, dócilm ente
quedado silenciosa. Toda su actitud
Rosalia hablaba de todo un poco, tratando
Al evocar los hechos a través de los años se asom braba Rosalía de lo ciega que estuvo al no darse cuenta cabal esa noche del espantoso decaim iento
Rosalía trató de calm arla. Cuando se agotaron las confidencias
rrones de pesadum bre
X I
A pesar de la desespe-
ración que le salía por los ojos y agitaba
se ~a
.,~A 'aD
un m inuto m ás en la escuela. Atinó a com -
m om ento hubo llanto ni lam entaciones.
Panchita
••• 1 ••.
del derrum be.
de espíritu,
el rostro y logró dar órdenes a la portera
quedam ente,
\
." C H t V D
esa sensación de m areo. Lola
norm al antes de salir con la cabeza erguida de su tranvía.
hablaba
\A ·H
agua y prefirió quedarse
de lo que había pasado: un exceso de pasti-
dorm ir. Quizás no hubo m ás
que ese deseo:
dorm ir. -
143
El estado de Panchita, era gravísím o y su herm ano tenía m uy po-
Las prim eras luces del día hicieron resaltar la palidez ojerosa de los rostros cansados y dolidos.
cas esperanzas de salvarla. En m edio de su dolorosa estupefacción, Rosalía entrevió la fi-
Pocas veces se había presentado tan linda la m añana. Era una
gura de Juan Antonio cam inando por el patio con el pañuelo en
jornada invernal de las herm osas, llena de sol, sin el m ás leve
los ojos y sollozando com o una criatura. Su m ujer no estaba y él
soplo de brisa, con un cielo transparente.
debía ceder al influjo de recuerdos de niño y de adolescente que
Una hora antes del entierro se produjo un rem olino entre la
M agdalena no había conseguido destruir. Fue la últim a vez que
gente. Se oyeron unas lam entaciones
observó en él una actitud
Antonio se dirigió apresuradam ente
de ternura
profundam ente
hum ana.
Eran cerca de las dos de la tarde cuando el doctor Góm ez salió de la habitación y anunció con m ucha pena que sus esfuerzos
agudas de Tránsito. Juan hacia la cám ara m ortuoria.
Había hecho su aparición el hom bre del soplete. Rosalía recordaba
sus gestos con sorprendente
precisión. Ro-
deado por el profundo silencio de los circunstantes se desem peña-
habían sido vanos.
ba, en ese m om ento, com o único actor, ya que el otro, el cadáver, iba a quedar para siem pre encerrado en el ataúd. La m em oria de Rosalía se hacía borrosa al llegar a ese punto.
El hom bre procedía con calm a, sus gestos eran pausados, len-
Esa penosa jornada se le aparecía com o a través de una neblina.
tos, seguros, com o de quien sabe su oficio. Con un pincelito que
Había ido llegando gente, cada vez m ás gente. Cerraba los ojos y
sacó de su caja de herram ientas
fue untando los bordes de la ta-
veía desfilar rostros graves, taciturnos, oía sollozos, veía correr
pa de cinc con una substancia brillante. Lo hizo con lentitud
lágrim as y tenía que hacer un esfuerzo para darse cuenta de que
prolijidad. Después tom ó el soplete y lo repasó con un m azacote
la m uerta a quien lloraban
blanco. Luego preparó
era Panchita.
Desfiló la cuadra entera, luego llegaron vecinos del barrio, las
y
la barra de estaño. Em puñó ésta con la
m ano izquierda, el soplete con la derecha, hizo sus cálculos a
m aestras de la escuela, padres y m adres de los alum nos, delega-
ojo y com enzó a soldar. Prim ero unió dos o tres puntos estraté-
ciones de niños. Todos parecían
gicos, espaciados, para lograr que la tapa se sujetara
m aestra
llorarla
'de corazón:
su vieja
de sexto grado, sus condiscípulas, m uchos profesores,
una línea. De vez en cuando se detenía, observaba
alum nos casi olvidados, am igos, sim ples conocidos. De vez en cuando los alaridos de Tránsito retum baban
por las
habitaciones. Entonces M agdalena juzgaba oportuno hacer alguLas flores se fueron am ontonando en la capilla ardiente hasta la atm ósfera pesada. Al atardecer
unas cuantas vecinas
form aron un grupo para rezar. Se fueron sum ando devotas y desde ese m om ento las oraciones casi no se interrum pieron.
y retocaba
algún punto flojo. A m edida que el soplete avanzaba en su trabajo, Rosalía iba com probando que la separación se hacía definitiva. Hasta hacía
nos aspavientos. Encarna y Carm en se le acoplaban. tornar
y ya no se
m oviera. Luego inició la soldadura a lo largo, com o quien traza
La gente
unos m inutos Panchita
estaba allí, inanim ada, es cierto, pero se
la podía ver, tocar. Ahora se interponía una barrera infranqueable. Una vez term inada' la soldadura, tapita que estaba
el hom bre destornilló
una
en un extrem o, tapita tan insignificante
que
parecía hallar un alivio en la m onótona repetición de palabras
pasaba inadvertida,
cuyo sentido parecía escapársele. HGFEDCBA
contenido de uan botellita que form aba parte de su equipo. Ro-
144
-
y por el agujerito
vació cuidadosam ente
-
el
145
1 salía pensó que debía tratarse
de algún producto quimico regla-
m entario para esos casos. Cum plido el requisito, la tapa de m adera fue ajustada con esm ero. Pan chita estaba bien m uerta. Lista para deshacerse en su nicho sin causar m olestias a nadie. A las tres en punto el cortejo se puso en m archa hacia el cem enterio. Rosalía hubiera
querido olvidar
bre y ese regreso desolado. Laurentina
esa cerem onia fúne-
y otras dos m aestras so-
X lI
llozaban quedam ente en el coche que las traía de vuelta.
Lo que Rosalía recordaba con toda nitidez era la extraña
im -
Siguieron una serie de días tan extraordinariam ente
tristes que
presión que le produjo su casa cuando se quedó sola en ella des-
Rosalía no podía pensar en ellos sin suspirar.
pués del entierro. La fuerza de la costum bre, acaso, se la hizo
llorona y con m ucha facilidad, ante cualquier suceso em otivo, ae
recorrer
le em pañaba la vista y se le hum edecían
com o para inspeccionar el estado en que se encontraba
después de dos días de abandono. Aparentem ente
no había m odi-
m undo salir de la desorientación
Hasta se volvió
los ojos. Le costó un
en que la había
sum ido la
ficaciones. Tal vez un poco de tierra se había colado por debajo
m uerte de Panchita y, sobre todo, la duda espantosa de que ésta
de la puerta
hubiera tom ado prem editadam ente
del patio
(había olvidado poner contra el um bral
esa dosis excesiva de som ní-
el acostum brado trapo de piso), quizás alguna araña había apro-
fero. Se acusó de no haber sido suficientem ente com prensiva co-
vechado la tregua para tejer tranquilam ente
m o para servir
su tela en un rin-
de am paro a esa pobre existencia
vencida. En
cón. Pero nada de eso se veía a sim ple vista. Para descubrirlo iba
sus cavilaciones se repetía hasta el cansacio que ya ninguna im -
a ser necesario em plear
portancia
a fondo sus dotes de observación. Por
consiguiente, su presencia vigilante, su prurito
de pasar escobas,
tenían
-si
alguna
vez la tuvieron-
conflictos m orales que la habían atorm entado
esos ingenuos frente
a la única
plum eros y trapos, su actividad infatigable de cum plida dueña de
certeza irrem ediable que era la m uerte. Se sentía abrum ada y le
casa eran cosas que podían ser suspendidas sin que sobreviniera
costó reaccionar contra la m elancólica apatía que la había inva-
ninguna
dido. Pasaron por lo m enos dos sem anas antes de que iniciara
catástrofe
dom éstica.
Sintió un descorazonam iento cansada para entregarse
infinito, pero estaba dem asiado
a. las am argas reflexiones
cansada que se quedó profundam ente
del caso. Tan
dorm ida en cuanto se arro-
pó entre las frazadas de su cam a. HGFEDCBA
ninguna lim pieza general. La que em prendió tuvo carácter
ex-
traordinario y consiguió disipar en parte su abulia. Volvió a caer, así, dentro de la cinta sin fin de las labores dom ésticas y los días dejaron de alargar indefinidam ente sus horas llenas de penosas reflexiones. Diariam ente
estableció su progra-
m a de acción y lo cum plió al pie de la letra. Casi se desdobló en dos personalidades: la que se esm eraba con sus m anos com o cum -
146 -
-1 4 7
pliendo órdenes categóricas y la que inspeccionaba con ceño adusto el trabajo re Ii d , a Iza o. Cuando tuvo su casa com pletam ente al día en m a tería d lim . , . ., e pIeza, se entrego a la costura con una dedlCaclOn aue a ll' . , e a m Ism a terminó por asom brarla. Trataba de no darse respir . , o, en realIdad, y m as de una vez llegó a confesarse que su ' it propOSI o era no extraviarse por las sendas retorcidas del pensam ient Q' . o. uerra aturdirse con ese tráfago incesante y darse la ilusión de q t b . , ue es a a cum plIendo una existencia útil Con ese cum ulo de actividades. S~bía dem asiado bien que no lograba
engañarse.
a diario de la com ida y exigía cuidados especiales para su ropa. En cua~to a-Juan
Antonio, se ocupaba solícitam ente
de todo lo
relativo a la sucesión, asistido por un procurador am igo suyo, un ': l'
hom brecito sucio y m al entrazado. Rosalía se lim itaba a observar. Sus espaciadas visitas transcurrían en escuchar con toda paciencia las lam entaciones
crónicas
de Tránsito y en hacer consideraciones de carácter m uy general sobre cualquier acontecim iento
de dom inio público. Jam ás apa-
recía cuando sospechaba la presencia
de Juan
Antonio. Porque
Los dem ás
éste llegaba con frecuencia para revisar los papeles de la herm a-
podían adm irar sus form idables disposiciones para el trabajo pero ella no ignorab ' ' a que eso eran tan solo una cortina destinada par l a ta .: profundo hueco de su vida. Porque había llegado a la
na, se hacía cebar m ate y aseguraba que todo iba a quedar pronto
!: ¡
conclUsIOn de que ni ella ni Panchita
habían sabido vivir. Las
dos, a su m anera, habían fracasado lam entablem ente hum anos.
arreglado.
"com o recuerdo
m ayor valor
I
com o seres
definitivam ente chuchería
De vez en cuando se llevaba alguna de la pobrecita".
(ya en la casa no quedaba
No eran
cosas de
nada de valor),
pero
algunas de ellas tenía cierto significado em otivo que la pareja '\
M agdalena-Juan
Antonio era incapaz de percibir. A Rosalía se
le partía el alm a cada vez que desaparecía alguno de los objetos fam iliares.
De vez en cuando se asom aba a la casa de al lado, m ás por res~eto a la ~em oria podía
~ro~uclrle
. Las lagrl~aS
de Panchita
una entrevista
La verdad
que por el escaso placer que con Tránsito
habían sido abundantes
tonta de rem ate. Juan Antonio no tuvo reparos en llegar a esa
al principio en la fam i-
creencia- y, por lo visto, con m ucho acierto. Porque sólo una m ujer architonta pudo creer que ese avaro redom ado iba a hacer las
penar~n con cierta dignidad su papel de deudos condolidos. Al
de Pan chita y dejar de aprovechar la oportunidad que se le pre-
p~co tIem po. Carm en com enzó a concurrir al em pleo que le habla consegUIdo el tío yeso le sirvió de . , paso, para am pliar el cam po de sus correrías. Salía por la m añana m uy e if 11 d . . m per o a a para .la oilcm a y por la tarde volvía a em perifollarse para ir sa-
sentaba. La gran pelea se produjo después de la venta de la casa y a raíz de la fam osa rendición de cuentas de Juan I
de indignación y los gritos del herm ano para dom inarlos parecían
I
cañonazos. La cuadra l '
Tránsito añoraba la vida plácida de la época de ~anchita. Car-
148 -
Antonio. Ante
la m agra sum a que le entregaron 'I'ránsito dio verdaderos rugidos
be DIOS dónde. Encarna recom enzó sus sesiones con 1 bi d 1 1 h ' a izca e a ec erra, Em pezaba a com erla la envidia hacía 1 h ' . a erm ana m as favorecIda. Se volvió agria y se puso m ás fea el desayuno por las m añanas
nunca había tenido m uy elevada
opinión de las luces de Tránsito, sin llegar, em pero, a creerla
y las hijas.
lIa_Avendano y todos, hasta M agdalena y Juan Antonio, desem -
m en no le perdonaba
era que Rosalía
quedó perturbada
y se m antuvo
alerta, presagiando alguna trifulca descom unal. Pero no hubo na-
ij
da, fuera de los alaridos. Las cuentas estaban claras, con sus re-
:
cibos correspondientes.
. b , se queJa a HGFEDCBA \
entera
Las m alas lenguas dijeron
que habían -1 4 9
, l'
sido abultadas, por ~jem plo la. del entierro,
pero ¿quién podía
probarlo? Tránsito derrochó los pocos pesos recibidos en cortinas y alfom bras para la nueva casa y cortó definitivam ente
las rela-
ciones con su herm ano y su cuñada. Rosalía se sintió feliz cuando se m udaron.
Lo que m ás cuesta arriba se le hizo a Rosalía fue volver a la escuela después de la m uerte de Panchita. Hasta se propuso gestionar en fecha próxim a
su traslado a algún establecim iento
de
su barrio. No tardó en desistir del proyecto. Sus com pañeras de trabajo le dem ostraron
tan evidente sim patía, se esforzaron en
tal form a por tributarle
un recibim iento que le fuera grato y le
hiciera olvidar los pasados chism ecillos, que resolvió quedarse y hasta creer en la solidaridad el retraím iento
hum ana. No cam bió por com pleto
de sus hábitos, pero se la vio alternar
grupos de m aestras
durante
los recreos y hasta participar,
algunas ocasiones, de la tertulia
Se trataba
en
m atinal.
Al m es del entierro de Panchita nom braron tora y las dudas que atorm entaban rablem ente.
con los
a la nueva direc-
al personal se disiparon favo-
de una excelente personas, de buen ca-
rácter, reposada y serena. La vida escolar se reanudó sin m ayores variantes y Rosalía abrigó el anhelo de que todo continuara
en
esa m ism a form a hasta que le llegara la jubilación. Por supuesto, abundaron
los com entarios de toda índole sobre
la m uerte de Panchita. ¿Quién podía atajarlos? m uchos los que la querían
Felizm ente eran
de verdad y ese sentim iento general
hizo que las interpretaciones m alévolas se fueran borrando y sólo persistiera el perfum e rom ántico de un am or im posible. Hasta se form ó una especie de leyenda en torno a su figura. La gente es así, al final siem pre sim patiza con la m ujer
enam orada.
Toda la ciudad sabía que Lola Correa había llevado a su m arido a Córdoba, precipitadam ente, 150
-
en cuanto se enteró de lo ocurrido. HGFEDCBA
, d un m es. Una sola vez se encontró Re. n ausentes m as e Estuviera eró desde tem prano en el barrio oeste , n Felipe. Este la esp 1 b .ó del tranvía. Hubiera preferido no salia co e le acercó cuando el a a] . y s . . ti 1 otro que se avm o a escuchar sus 1 era tanto lnSIS 10 e hablar e. p. .' ., E tuvo discreto Y hasta llegó a convend ]UstlflcaclO n . s inten t os e "d d de su pesadum bre. Se despidieron edias de la sm cen a cerla a m m ás se volvieron a ver. Fue la . t cordialidad Y nunca . con cier a . tuvo contacto con alguien de su antiguo últim a vez que Fellpe m an barrio.
. ., a Europa de acuerdo con 1 fam ilia Illanes viajo .' b En dícíem re a 1 S le hicieron dem ostraciones de d por Lo a. e los planes traza os d en la sección "Sociales" . arecieron en recua ro despedida que ap di t m bién m ucho que hablar. . . 1 1 s El regreso o a hii revolucionaban el teatro, de los dianas oca e . , ier y las ijas Los "m odelos' de la muj d la calle San M artín. El auto ft ' de rno a y . los cines, las con 1 en as if ncia la IHGFEDCBA vo itu r e tte del hib por su m agro Ice , . de Felipe· deslum b ra a t b la envidia de los ]0.~ desper a a jo hacía suspirar a las nm as y venzuelos. de los m ejores abogados , .arse con uno Felipe no tardo en aSOCI 1 d' la cauital. De vez 1 f m ilia se tras a o a. , de Buenos Aires y toda a a ~ d u fortuna creCIa n o que s di noticias senala ~ en cuando se d if un tan d na diario porteno apa1 to ilustrado e u . sin cesar. En el sup em en d 1 Plata en una revIsta , h tet de M ar e ' , reció la fotografla de SU c KJIHGFEDCBA a . otra de caracterz d u estancIa, en , y se detallaban las anadera elogiaban los toros e s . , g d su m ans lOn m undano, se veían los salones e .. . . y las hl]as. . actividades sociales de la m u]er, 1 Illanes. Si Fellpe had m as de os Rosalía prefería no acor arse 1 m brón, allá él. Pero . .d d n todo ese re u bía encontrado la fel~cl a e dudaba de que así fuera. . Era difícil distinguir su vida gn s . , seguía adelante con . lar de ahí no saha. Rosalía t ba]O escO , otro: trabajo casero, ra un día de
_151
Daba vueltas alrededor
de los m ism os quehaceres y se consum ía
en la repetición de los 'm ism os actos.
fin de pequeñeces de la vida diaria y prom etían una visita a corto plazo.
Otro acontecim iento vino a traerle un poco m ás de am argura. Desde hacía varios años la única diversión
anual de Rosalía
Fue recién
después que acabaron
quedó inaugurada
el cam ino pavim entado
y
la línea de óm nibus cuando Rosalía se decidió
había consistido en hacer una escapada de algunos días a Rosa-
a visitar a su vieja am iga. El paseo fue m uy de su agrado. Des-
rio, a casa de una vieja francesa del m ism o pueblo que sus pa-
de entonces reservaba
unos pesitos para irse todos los años por
t a n t e , aunque ningún parentesco existía entre ellas. dres. Le decía IHGFEDCBA
una sem ana. Preparaba
la ropa y los regalos con un m es de anti-
Su m adre le había enseñado a llam arla
así. Ella seguía con la
cipación. Llevaba dulces, alfajores y algunas chucherías que pu-
costum bre im puesta y hasta le agradaba hacerse la ilusión de que
dieran ser del gusto de la anciana señora. Nada que fuera visto-
de veras era tía suya, pues le pesaba a ratos esa ausencia tan ab-
so ni dem asiado m oderno ni que oliera a gasto excesivo para no
soluta de fam ilia a su alrededor. La
ta n te
estaba casada con un
provocar consternación.
Una vez se le ocurrió agregar un frasco
m aquinista y había llegado a la Argentina unos años después que
de agua de colonia a sus obsequios. La vieja lo m iró y rem iró,
los Clerm ont. Vivía m uy cerca de la casa de éstos y, com o no tu-
m oviendo la cabeza con perplejidad:
eso no era para ella, hon-
vo hijos, se encariñó con Rosalía. Le enseñó el punto cruz y los
rada m ujer de trabajo, a la que no afectaban los quehaceres del
rudim entos útil.
fogón, sino para esas haraganas
del tejido, para cada cum pleaños le hacía un regalo
avergüenzan
Los am igos se trasladaron
a Rosario cuando ella andaba cerca
de llevar
que andan con m il rem ilgos y se
encim a olor a guiso. Lo m ism o le pasó
cuando le .llevó el pañuelo de seda para el cuello yeso
que era
de sus catorce años, luchando a brazo partido para que la deja-
enteram ente negro, sin una sola hebra de color, pero encontró que
ran ingresar
relucía dem asiado para una m ujer de sus años.
en la escuela norm al. Nunca hubo cruce de cartas
entre ellos, salvo a fines de diciem bre en que se intercam biaban tarjetas
con paisajes de brillantes
coloridos cargadas
deseos para Navidad y Año Nuevo. El m aquihista
de buenos
hacía algunas
El placer de esas visitas habría
sido m uy lim itado para cualta n te
nunca había logrado
m ás que el español indispensable
para discutir con los
quiera otra que no fuera Rosalía. La aprender
apariciones de vez en cuando y se encargaba de traer y llevar no-
proveedores y no dejarse engañar en las com pras cotidianas. To-
ticias. Los instaba, adem ás, para que fueran
das sus conversaciones
con ellos. Tam bién prom etía
a pasar unos días
llegar alguna vez con su m ujer
en
cuanto le dieran vacaciones.
abundantes
las hacía
exclam aciones en el
en un francés
p a to is
am ena. Vivía casi en función del pasado y em prendía relatos in-
La prom esa no fue cum plida. En cuanto al viaje de los Cler-
term inables
y m onótonos sobre su pueblo anjevino, a orillas del
rnont, m uchas veces decidido y otras tantas postergado, jam ás se
M ayenne. Algunos recuerdos presentaban
realizó. Llegaron años de prueba,
rés de docum ento
lía se quedó sola. La rrum pieron,
ta n te
152
-
enferm edades,
m uertes. Rosa-
enviudó. Las relaciones no se inte-
sin em bargo, m ás bien se estrecharon.
de fin de año fueron reem plazadas form ulaban
los rituales
salpicado con
de sus pagos. No era m uy
Las postales
por cartas de dos carillas que
votos de prosperidad,
relataban
un sin HGFEDCBA
fam iliar,
acabaron por convertirse
luego fueron
para Rosalía un intetan
m achacados
que
en insulsa papilla. Hacia el final de su
vida los confundía lam entablem ente
y sólo conseguía ofrecer unos
m al hilvanados retazos que no conseguía ensam blar. Rosalía,
en-
tonces, la ayudaba con todo lo que había alm acenado en su m e-
153
lA .•.• , " IItC :" "
va
" '.e " 6 " 'O D
m oria durante sus años de fiel auditora y la sacaba del paso con gran regocijo de la anciana. La pobre Rosalía apenas llegó a conocer Rosario en esos viajes. La señora vivía por el lado de Arroyito y no era am iga de hacer paseos. Tam poco le hacía
gracia que su visitante
saliera
XIII
sola.
Llegaban hasta el centro solam ente para com prar el pasaje de regreso. No era necesario volver porque Rosalía se em barcaba a tres cuadras de la casa, sobre la avenida Alberdi. De la ciudad le quedó una confusa y dislocada visión a través de la ventanilla del tranvía. Y no siem pre lograba sentarse junto a ésta.
Siguieron para
Rosalía largos m eses de vida opaca. A veces
proyectaba el paréntesis
de alguna visita, de algún paseo hasta
En esos últim os años la pobre vieja estaba ya m uy dism inuida
Guadalupe, de alguna recorrida por el centro para distraerse m i-
y no resultaba nada placentero estar encerrada con ella durante
rando vidrieras. Al final siem pre hallaba excusas válidas para
una sem ana. A cada regreso Rosalía se preguntaba si no estaría
una postergación. Lo haría, después, un día de éstos, la sem ana
haciendo las de Panchita al elegir solam ente el lado desagrada-
que viene.
ble de la vida sin buscar ningún otro m otivo de solaz. La señora m urió de un ataque pocos m eses después de Pan-
De vez en cuando se veía con Laurentina Gómez, Si sus com pañeras de trabajo había sido gentiles con ella, contribuyendo a
chita. No había hecho testam ento, de m odo que todos sus m odes-
disipar en parte -m uy
tos bienes pasaron al fisco. Rosalía guna parte.
tina se le había arrim ado con el corazón en la m ano, dispuesta
ya no volvió a viajar a nin-
Eso era la vida: una sucesión de gente que pasaba, que se iba
pequeña parte-
a darle el apoyo de una verdadera ella una singular
gratitud.
su m isantropía, Lauren-
am istad. El gesto encendió en
No abusó del ofrecim iento por esa
del otro lado y dejaba un fugaz recuerdo que se perdía del todo
condición especial de su carácter
con el correr de los años. HGFEDCBA
sirvió de m ucho la certidum bre
de retraerse
siem pre, pero le
de contar con una am iga de ese
valor en su vida tan vacía de afectos. Laurentina
era una m uchacha inteligente y culta, con bienes
de fortuna y excelentes relaciones de fam ilia. Su infancia había quedado entristecida por la m uerte de la m adre. Su adolescencia transcurrió
en m edio de un desgraciado noviazgo con un estu-
diante crónico de derecho que la tiranizaba hasta lo indecible y que regresó un buen día a su provincia porque el padre se había hartado de m andar giros bancarios sin ningún resultado visible. La pena fue grande porque se le había ocurrido que estaba enam orada de ese badulaque. Pero no procedió com o Panchita. Al cabo de un tiem po decidió vivir su vida com o lo creyera conve-
154
-
-1 5 5
niente y se trazó, al m argen de su labor escolar, un program a de estudio de idiom as, lecturas, conciertos, espectáculos y hasta deportes. En cuanto se presentaban unas vacaciones se iba a Buenos Aires, a Rosario, a Córdoba, lugares en donde tenía parien-
gunas personas que le fueran agradables. Le insistió en el valor de un refugio espiritual com o la m úsica y la lectura. Le dio una lista de autores y le prom etió facilitarle algunos libros.
tes o am igos siem pre dispuestos a acogerla con los brazos abiertos, tan agradable resultaba
su com pañía. Conservó siem pre un alto
le prodigaba.
Tenía unos treinta
Todos esos consejos dieron m iles de vueltas dentro de la ca-
atenciones que
beza de Rosalía. Llegó a encontrarlos razonables y hasta se pro-
años cuando se casó con un
puso ponerlos en práctica. Aunque no sabía cóm o em pezar. Trató
aprecio por Panchita, traducido en las m últiples
com o m aestra.
de leer con toda aplicación el prim er libro que le prestó Lauren-
cada dos o tres
tina. Lo entendió sólo a m edias y ningún placer sacó de esa tra-
m eses, portadora de sonrisas, de frases am ables y de un gran paquete de dulces.
que la radio le facilitaba las cosas. El prim er concierto que es-
m édico, am igo del herm ano, y dejó de trabajar Solía llegar de visita a casa de las Avendaño
Laurentina
nunca había logrado sim patizar m ucho con la po-
bajosa ~ectu~a.Decidió intentar algo por el lado de la m úsica ya cuchó le dejó una im presión bastante confusa. El segundo resultó
bre Rosalía, en realidad. La encontraba dem asiado ruda para su
m ás halagüeño. Tom ó la costum bre de sintonizar
gusto, poco flexible espiritualm ente,
con unas lagunas pavorosas
m ientras tejía, aunque sin encontrar
en su form ación y unas verdaderas
ideas fijas que llegaban
espiritual -prom etido por Laurentina.
a
causarle m alestar. Pero estaba convencida de su bondad, de su conducta leal, y la apenaba cada rato para establecer
esa incapacidad que dem ostraba
relaciones con quienquiera
buena m úsica
en ella, todavía, el refugio
No intentó ir ni al cine ni al teatro. No la seducía la idea de
a
sentarse entre un m ontón de gente de todas layas. Una tarde se
que fuese.
fue al m useo de bellas artes y pasó m ás de una hora m irando
Llegó de visita a los tres días del entierro de Panchita y aquella
cuadros. Algunos le gustaron m ucho. Otros la horrorizaron. No
tarde se em peñó en abrirle
se explicaba el m otivo de que estuviesen colgados en ese lugar.
tividades que significaran día llam arse
vieja
algunas perspectivas. Le sugirió acalgo constructivo
¡qué diablos! Todavía
en su vida. No pole quedaban
m uchos
años por delante. Si se proponía seguir con esa existencia
de
reclusa, ¿por qué no se m etía en un convento de Carm elitas? Allí
Parecía que el pintor los había hecho m al adrede. Volvió perpleja a su casa y se dijo que ya era tarde para que ella pudiese entender ciertas cosas. Laurentina
no la abandonaba. Cuando com prendió que Rosalía
iba a vivir de acuerdo con sus gustos, levantándose de noche ne-
no lograría nunca superar su estrecho m undo, se lim itó a invitar-
gra y con un riguroso horario de ocupaciones para cada día. Se
la periódicam ente
aguantaría
por los alrededores.
los rezos, naturalm ente,
y, de paso, se aseguraría
la
a tom ar el té y a dar largos paseos en auto .
salvación eterna. Com o Rosalía le festejó la ocurrencia, Laurentina siguió insistiendo am ablem ente en el tem a. De ningún m odo debía quedarse encerrada,
sin m ás horizonte que las paredes de
su casa. Le recom endó salir con m ás frecuencia, concurrir al teatro, al cine, a exposiciones. Le aconsejó cultivar el trato de al- HGFEDCBA 156
-
Rosalía se sentía cruelm ente
insatisfecha. Veía que se le esca-
paban todas las actividades constructivas. Ya ni la escuela le estaba quedando porque la política peronista dirlo todo. Contaba angustiosam ente
com enzaba a inva-
los días que le faltaban pa-
157
ra retirarse ineptitud
y se sentía com o barco desm antelado.
Sufría
con su
para tom ar un rum bo cierto.
Entonces fue cuando Laurentina alguna niñita desam parada
le aconsejó hacerse cargo de
y le propuso ponerse en cam paña pa-
ra descubrir alguna que fuese de su agrado. Estaban
sentadas
en la salita
de Laurentina,
llena de luz, libros y flores. De la pared cuadros extravagantes
una
habitación XIV
colgaba uno de esos
que la desorientaban
en m ateria
artística.
Al escucharla, Rosalía sintió que el corazón recibía com o un baño de frescura y llegó a extrañarse
de que no se le hubiera ocurrido
. y m edia. Co. que eran las em co Rosalía encendió la luz y VIO onara la cam panilla 1 des ertador para que no s rrió la traba del p. dé de espaldas en el e. ' había ocurndo, se que o y, lo que Jam as
antes una cosa tan sencilla. Siem pre tendría sentido la ocupación de cuidar
a una niña, sacarla
acostar la, arroparla,
dirigirla
dujo inm ediatam ente.
a pasear,
prepararle
la com ida,
en sus estudios. El proyecto
Laurentina
llegó a asom brarse
la se-
de la entu-
siasta acogida que le dispensó. Pero, por lo visto, la cosa no era tan sencilla. Pasado el prim er arrebato contra.
de entusiasm o, El resultado
en un m ar
de vacilaciones.
de la escuela se enteraron
de su propósito
una serie de consejos contradictórios,
Unas la incita-
Cuando las m aestras em itieron
Rosalía com enzó a pesar los pro y los
ron a que lo llevara
fue perderse
a cabo cuanto antes. Otras le dijeron
con
m ucha circunspección que lo pensara dos veces ¿No se expondría a recoger ingratitudes? criatura
Era m uy arriesgado hacerse cargo de una
de padres desconocidos que podrían haberle transm itido
quién sabe qué lacras físicas y m orales. Palm ira pronunció cansina
Sánchez no se
ni en favor ni en contra. Se lim itó a relatar
un m edia docena de casos desgraciados
con voz
de adopciones
de esa índole. No renunció m ientras
al proyecto,
sin em bargo.
Lo siguió cultivando
cosía o tejía. Llegaba a acariciarlo
en ciertos m om entos
de retozo de su im aginación. Pero siem pre encontraba un pretexto para posponerlo. Al final, decidió esperar nerlo en práctica. HGFEDCBA
158
la jubilación
para po-
¡
cho con los ojos abiertoS. . do recuerdos, estruján, d , t d 1 noche rem ovlen Había pasado o a a 1 confuso m onton e rroí ándolos de nuevo a . doles la am argura y a J h d tom ar una determ l.. ya era ora e su vida pasada. Se dIJO que ., t blecer el balance exacto . 't'l 1 pretenclOn de es a nación. Era m u l a drí ver las cosas con . . Ella nunca po la de su obscura eXIstencIa.. fundizar en ellas. 'ncapacItaba para pro m ucha claridad, algo la I ., f t de carácter? No lo sad educaclOn de ec os e .Ignorancia, fal I as e ' h er cualquier cosa qu ¿ día era obrar, ac bia Lo que le correspon . ·t·cara una colabora. d tina que slgm I la sacara de su tre~e~ ~ r~ l' con alguna labor de hum ana fuera lllflllIteslm a, CJQn, aunque solidaridad. " verla para ofrecerle s días antes LaU1:entina habla I~O a 'd la m adre de Tre . ~ Ella habla conocí o a una huerfanita de cinco anos. 1 presentaría m ejor opor, difí 'lm ente se e d b tante pero si no le a la niñita y creía que I ICI ara no o stanv=. d d tunidad. Convenía que lo pens .'.. la niña sería trasla a a ba pronto una contestación deflllItlva tío que se había som e .' cla ntregada a un l al norte de la provlll Ye . ne de tutor. tido de m ala gana a las funclO s _159
Rosalía
ya había tom ado su decisión. A las nueve y m edia eS-
taría en casa de Laurentina e irían juntas en busca de la niña. Sintió que la invadía una gran tranquilidad
y le brotaba un senti-
m iento que casi había olvidado, el de la esperanza. La niñita la iba a alegrar con sus juegos, la obligaría a repasar
sus conoci-
m ientos cuando fuera a la escuela. Iba a ser m aestra, naturalm ente, pero siem pre le ayudaría en las tareas dom ésticas. Aquí Rosalía tuvo un leve sobresalto. Después pensó que m ientras hubiera casas no habría m ás rem edio que barrer y fregar, que lo esencial era saber a ciencia cierta que había algo m ás en la vida que barridos y fregados. Con un suspiro de satisfacción se enderezó Rosalía y buscó su ropa para vestirse. Se sentía prodigiosam ente
ágil esa m añana.
Cuando vigilaba el hervor de la leche se sorprendió tarareando una vieja canción de am or. Era un recuerdo de adolescencia que la hizo sonreir. A las nueve en punto, cuanto toda la casa estuvo en orden, la vajilla lavada y secada, las puertas
cerradas y reforzadas
m e-
diante sus trapos protectores, los pasadores corridos y los cerrojos echados, Rosalía Clerm ont salió a la calle. Había endosado sus m ejores ropas. Antes de correrse
a la esquina del tranvía
entró al alm acén para com prar un paquete de caram elos. HGFEDCBA
160
-
INSTITUTO A DEL
M
I
G LIBRO
ARGENTINO
O
S