Penumbra

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IN S T IT U T O

A M IG O S

DEL

L IB R O

A R G E N T IN O


.• .• .• C • • • • V D

H'aTiutlCO

Peiium bra obra

no

de M arta

Tam pcco

Elena

Sam atan,

es un trabajo

En el concurso Peuser

prim era CBA

es la

reciente.

organizado

en 1953 esta

reció ser recom endada publieaeón.

Por

cunstancias

por

novela m epara

diversas

su cir-

no pudo ser editada

entonces.

El m anuscrito,

ralm ente,

ha sufrido

natu-

m uchas

co-

rrecciones.

Este libro no preten-

de resolver

problem as.

N inguna

novela

los resuelve.

contar

cosas de m ujeres,

gunos

sectores

de al-

de m ujeres

viven olvidados, m ediocridad,

Sólo quiere

en

Es el proletarado que nos habla

hundidos el

que en la

anonim ato.

espiritual

Em m anuel

de

M ou-

nier.

Los personajes dos por la autora.

han sido creaC ualquier

m ejanza

de nom bre,

parecido

que

cubrir

se

se deben

cualquier

pretenda a m era

dencia. KJIHGFEDCBA

se-

descoinci-

l


PENUMBRA


M ARTA

1I E s te lib r o im p r im ir de

s e te r m in ó el 30 de

1966 en de

B s . A ir e s ,

la

de

CBA

SAM ATAN

ELENA

PENUM BRA

KJIHGFEDCBA

M ayo

la s p r e n s a s E d ito r ia l.

R e p . A r g e n tin a

N° Inv. : 849

b r , • .,- . IN ST IT U T O @

Q ueda hecho el depósito que m arca la ley 11.723 Im preso en la R epública A rgentina

A M IG O S

DEL

L IB R O

Buenos A ires

A R G E N T IN O


IAoHICBA A ..c H

••

." . ' . . •o. •••

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,

1 srqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPON

Ese jueves, a fines de junio, se cum plía el décim o aniversario de la m uerte

de Pan chita A vendaño. R osalía C lerm ont

fue por

la tarde al cem enterio y estuvo largo rato frente a la tum ba su am iga. H abía llevado en su am plia cartera sam ente envuelto reluciente.

cuidado-

en papel de estraza y una bolsita llena de pol-

vo lim piador. N i bien llegó, se puso a fregar [arla

un trapo

de

Luego repartió

el ram o

floreros de bronce que flanqueaban las sobrinas parecían

haber

la lápida hasta de-

casero

entre

los dos

el nicho. N i los herm anos

recordado

ni

la fecha. Pero no era el

caso de extrañarse

ante ese olvido. R osalía lo esperaba y lo desea-

ha. N o le hubiera

causado ninguna

gracia encontrarse

con algún

m iem bro de la fam ilia, verse en la obligación de salud arlo, hablarle y escuchar esas estúpidas frases convencionales,

llenas de

falso sentim iento. La ausencia era preferible a todo ese despliegue de hipocresía. H acía frío y un nublado espeso apresuraba

el avance de la obs-

curidad. R osalía dio el últim o toque al arreglo de sus flores, rehizo el envoltorio con .el trapo y el polvo sobrante, ordenó todo en su cartera

y se encam inó hacia

largo el trayecto

la parada

hasta su barrio. Sentada contra

m irando distraídam ente

del tranvía.

Era

la ventanilla

y

hacia los feos suburbios que atravesaban,

tuvo tiem po holgado para hacerse m ás de una am arga

reflexión

-7


de

escena desagradable

que le había hecho una de las vecinas de la

sus cavilaciones cada vez que evocaba algún rasgo de la vida de

vereda de enfrente.

A todos esos disgustos venía

Panchita. V olvía a m achacar sobre lo m ism o y siem pre llegaba a

ahora, el penoso recuerdo

la m ism a

que había tenido en su vida. N unca había podido conform arse

sobre la negra ingratitud

conclusión

toda su absurda

hum ana. Era el tem a acostum brado

algo sim plista:

generosidad

a la

¿de que

pobre

le había

Panchita

valido

de su am iga m uerta,

a agregarse,

la única

con los hechos ocurridos y desde entonces una protesta

cuando tan

am iga anidaba

pronto se había borrado su m em oria de la m ente de los m ism os

en su pecho contra los poderes divinos y los procederes hum anos.

a quienes había favorecido?

V ivía adorm ecida contra

el grueso felpudo

largos m eses, pero de repente,

todos los m otivos de pena y rencor que yacían en el subsuelo de

del

zaguán, luego se puso la ropa de entrecasa, sacudió y colgó cui-

su espíritu. Entonces se aplastaba

dadosam ente

rodearan

la de salir y se fue a la cocina para prepararse

un

poco de café. Era m uy parca en sus com idas y jam ás se desvivía

m ás absoluta

dom inaba su vida, era la eterna

La uniform idad repetición

de los

esos períodos hasta

porque extrañara \

su trabajo

no tener la im prescindible tranvía

en su sillón y dejaba

que la

sus negros pensam ientos.

D urante

por confeccionar platos suculentos. A lguna bebida caliente, queso, pan y m anteca constitufan su cena habitual.

com o

en ese m om ento, se com placía en acicatearla y rem over de cuajo

Y a era casi de noche cuando llegó a su casa. R estregó a conciencia las suelas de sus zapatos

durante

y recorrer

le pesaba

de m aestra,

haberse

jubilado.

sino porque

No

lam entaba

obligación de salir a la calle, tom ar el

m edia ciudad para llegar a la escuela. N unca

m ism os actos. D urante las horas del día podían ocurrir hechos que

había

interrum pieran

dejar de ~scuchar sus charlas y así le llegaban noticias y com en-

ta -generalm ente sita-

ese hilo de m onotonía, algún llam ado a la puerun vendedor am bulante,

rarísim a vez una vi-

o alguna rápida salida para efectuar las com pras indispen-

intim ado

con sus com pañeras

tarios, se enteraba

de trabajo,

pero no podía

de algunas novedades y perm anecía

en con-

tacto con el m undo. A hora se quedaba enter.am ente sola, encerra-

sables, pero las veladas parecían copiadas unas de otras. D espués

da entre las paredes de su casa, rem oviendo constantem ente

de lavar la escasa vajilla y dejar cada utensilio en el preciso lugar

m ism as ideas, las m ism as viejas ideas que le trabajaban

que le correspondía,

en el viejo sillón del com edor,

desde hacía años y que no habían variado gran cosa a través del

junto a la m esita que en otro tiem po le había servido para pre-

tiem po. En sus días norm ales eso no le hacía m ella pues las ho-

parar sus tareas de m aestra, y se ponía a tejer y escuchar radio

ras eran rápidam ente

hasta que llegara la hora de acostarse, R ara vez leía. Su biblioteca

res hogareños, y por los que no eran tan indispensables, pero que

consistía en unos pocos m anuales

ella consideraba

se sentaba

escolares que no había vuelto

absorbidas por los indispensables

com o tales, haciendo

sus

la sesera

m eneste-

de su ejecución una espe-

a abrir desde su jubilación. D e vez en cuando com praba alguna

cie de cuestión de honor. C on ritm o

revista de tapa llam ativa

lim piezas a fondo de los distintos sectores de la casa, com o si la

que introducía

alguna variación

en sus

cortos entretenim ientos. y desalentada.

Ese m es de junio había

en m alos ratos de toda índole. D esde la rotura

sido pródigo

del caño de la co-

cina y la gotera que se había form ado en el dorm itori;;-hasta

8-

se sucedían las

natural acum ulación de un poco de polvo en algún rincón repre-

Esa noche R osalía no tenía ganas de escuchar radio. Se sentía deprim ida

im placable

la

sentarara

para ella una catástrofe irreparable.

do le entraba ese decaim iento, precursor

Lo m alo era cuan-

de una crisis de desgano

total, cuando se sentía triste, quejosa, llena de agravios

contra

el m undo entero. Eso no le sucedía con dem asiada frecuencia, fe-

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lizm ente. Tam poco se prolongaba su im potencia para cam biar resentim iento

de estado de ánim o, se llenaba de

consigo m ism a y, al final, se im ponía trabajos do-

m ésticos extraordinarios traían

con exceso. C om o la irritaba

que le absorbían

el rem edio al im pedirle

entregarse

ron nunca de m odo de vivir y jam ás se despojaron de su m anera ancestral de juzgar las cosas. R osalia había evolucionado, evidentem ente.

N o se frecuentan

sus actividades y le

otras gentes sin establecer con ellas un intercam bio, aunque sea

a la som bría ilación

m ínim o. Pero, en el fondo, se parecía a sus padres en form a ex-

de sus reflexiones.

traordinaria

y

en m uchas

oportunidades

actuaba

exactam ente

com o ellos lo hubieran hecho, aunque no siem pre había estado de acuerdo con los dictám enes R ecién eran las ocho. Rosalía tom ó su tejido y em pezó a m over

que ellos le im ponían. En m uchas

ocasiones se había rebelado abiertam ente

contra lo que ella con-

m ecánicam ente las agujas. Era m uy tem prano todavía para irse

sideraba un anticuado m odo de ser. M ás de una vez le habían

a la cam a, aunque en invierno solía hacerla a la hora en que los

brotado reproches

dem ás salen para ir al cine. Pero esa noche sentía que le iba a

encajarla. Sus triunfos habían sido efím eros. D espués de los cua-

ser difícil dorm ir con esa desazón que le había entrado. N unca

tro gritos de rigor que le correspondían com o indiscutido jefe del

am argos contra

ese m olde donde pretendían

se acostaba sin tener la seguridad de conciliar el sueño casi en

hogar, el padre se alzaba de hom bros com o ante un absurdo ca-

seguida, porque

para

pricho infantil. La m adre era m enos estentórea, pero m ás terca.

dorm ir y jam ás se le hubiera ocurrido m eterse entre sus cobijas

A l final tam bién le decía que hiciera lo que le diera la gana. Sin

para leer o tejer, com o hacía tanta gente. Prefería

m ayores 'alharacas

la cam a, según ella, era

exclusivam ente

andar de acá

le había dejado la ilusión de haberse salido

p.ara allá, ordenando cosas que ya estaban en orden, repasando

con la suya. D espués, poco a poco, arm ándose de una paciencia

vidrios o tratando

digna de em presa m ás noble, se entregaba a la tarea de socavar

Rosalía

de descubrir

despreciaba

ella, constituían

puro

telarañas.

profundam ente

esas prácticas

que, para

sibaritism o. Sus padres habían

los propósitos, las resoluciones de la hija. A l final era ella la ven-

sido así:

cedora. R osalía así lo com prendía, ahora, al volver la m irada

en entendi-

hacia el pasado. N otaba, adem ás, que los prejuicios que le ha-

m iento. Los dos eran franceses, de fam ilia cam pesina. Llegaron

bían m etido en el alm a desde su m ás rem ota infancia afloraban

rudos, sufridos, infatigables

y, tam bién,

lim itados

jóvenes a Santa Fe, recién casados, llam ados por una tía vieja

subrepticiam ente,

que contaba con algunos recursos. Trabajaron

rencia con sus progenitores

sin descanso, com o

bestias de carga, sin concederse los m ás elem entales entreteni-

enseñoreándose de su conducta. La gran diferesidía, em pero, en el hecho de que

y a ciegam ente la ley ancestral. ella no aceptaba KJIHGFEDCBA

La discutía,

m ientos que significaran un gasto. A lo sum o, los dom ingos, rea-

aunque fuera de m odo blando. A doptaba ante ella, en cierta for-

lizaban un paseo a la orilla del río, porque no quedaba m uy le-

m a, una tosca y, quizás, no del todo consciente actitud

crítica.

jos y no era necesario tom ar tranvía. Eso era cuando no consideraban que era m ás provechoso quedarse

en casa para adelantar

alguna labor (ella recibía costuras y él hacía de plom ero y hojalatero en sus horas libres). A sí redondearon que luego vino a sum arse la herencía

10 -

algunos pesos, a los

de la tía, pero no cam bia- CBA

La lana gris se deslizaba rítm icam ente por las agujas rojas de galalita. R osalía tejía sin atender su labor, casi sin m irarla, entregada de lleno a sus pensam ientos retrospectivos.

-11


Sí. Era inútil darle vueltas al asunto. H ay personas que nacen con m ala suerte y Pan chita había sido una de ésas. A l parecer, todo le sonreía desde niña:

era bonita, agraciada,

inteligente,

aprendía las cosas con rapidez sum a. N o había tarea que no hiciera bien: las labores dom ésticas, los deberes de la escuela, la costura. C uando andaba por los quince años em pezó a rondarIa Felipe Illanes, el joven m ás apuesto y codiciado de la cuadra, bachiller en cierne. Se le abrían alegres senderos hacia el porvenir. En breve plazo fueron llegando los fracasos hasta

culm inar en

esa agobiadora existencia de tr:abajos forzados que ella se había im puesto. R osaIía siem pre le había echado la m ayor culpa de todos esos m ales al carácter desgraciado de Panchita. Porque

una cosa es

ser buena, servicial, generosa, y otra m uy distinta dejar que a una la pongan en el prensalim ones

hasta

no dar ya una sola

gota de jugo. D esde chica se había destacado por lo com edida en la casa, en la escuela, entre las am iguitas del barrio. Todo el m undo sabía que a Panchita A vendaño

siem pre se le podía pedir

un favor, en cualquier m om ento, y ella siem pre lo prestaría gustosa, inm ediatam ente,

con la sonrisa en los labios. Y así, aten-

diendo necesidades ajenas, ayudando a los dem ás, no se le ocurrió nunca sacar provecho positivo de sus cualidades en su propio beneficio. R osaIía no le reprochaba su desinterés -posiblem ente no la habría

querido tanto si hubiese sido calculadora=-,

sino su m ansedum bre

para

dejarse despojar, para

perm itir

que

los otros abusaran de su buena voluntad. Jam ás se le oyeron protestas contra las im pertinencias de que era objeto, nunca intentó luchar en defensa de sus derechos, ni siquiera en defensa de su R osalía se sublevaba cuando la veía tan sum isa, tan sin agallas aun en m om entos trascendentales

de su vida. N o podía com pren-

de Panchita. Porque hasta

el no-

viazgo con Felipe Illanes se deshizo m ás por obra de su propia CBA

12 -

bre ignoraba los gestos de rebeldía. A gachaba la cabeza y seguía dando vueltas com o burro de noria, sin atreverse

a m irar m ás

allá del sem piterno círculo que trazaban sus pasos. A sí fue com o quedó atada a las obligaciones que los dem ás le inventaron. N o hizo m ás que trabajar ñarse hasta vivieran pesos

para otros. Llegó a endeudarse, a em pe-

los ojos para que su herm ana

de holgazanas. N o se perm itía pesos,

-sus

sus

bien ganados pesos-

nos de esos gustos que a cualquiera bían existido viajes de placer -el

Tránsito

distraer

y las hijas

algunos pocos

para satisfacer algu-

le nacen. Para ella no ha-

único viaje que hizo en su vi-

da fue aquella escapada a B uenos A ires con R osalia-,

ni siquiera

cortas excursiones. C ontadas veces había pisado el teatro y hasta se m ezquinaba las idas al cine para que las otras vivieran com o rentistas· despreocupadas. Su vestuario era pobre, pobrísim o, anticuado, podía calificárselo de m iserable. Y todo para que las so-

brinas no pensaran m ás que en renovar a cada rato sus trapitos KJIHGFE y

anduvieran

por ahí, luciendo novedades, com o si ellas fueran

las encargadas de lanzar la m oda en el barrio. La rabia ahogaba a R osalía cuando se ponía a rem em orar ciertos hechos. U no se ensartaba detrás del otro, casi autom áticam ente, e iban form ando largas y pesadas ristras. Eran siem pre los m ism os viejos recuerdos llenos de agravios, adobados con la m ism a salsa de indignación, aderezados con los m ism os calificativos denigrantes para aquellas m ujeres aprovechadas. Es que R osalía se sentía ofendida y m enoscabada en la persona de Panchita, su vieja am iga, su herm ana casi. Juntas habían ido a la escuela prim aria, juntas em pezaron la norm al y, m ás adelante, el destino las había vuelto a reunir en la m ism a escuela,

felicidad.

der esa inconcebible inercia

pasividad que por las intrigas de Tránsito y M agdalena. La po-

a una com o directora, a la otra com o m aestra. Sin contar el hecho de que nunca habían dejado de estar juntas pues vivían pared por m edio desde tiem po inm em orial. R osalía

y

Panchita habían sido com pañeras de juegos, de pa-

-1 3


seos, de estudios, de tr~bajos. Intercam biaban pedían consejos, pareceres, en sus respectivas recorridas

se prestaban

diligencias, así fueran

de tiendas.

C uando Felipe

tiernos y a buscar oportunidades R osalía la obligada

acom pañante

sus confidencias, se

libros. Se acom pañaban trám ites

oficinescos o

com enzó a poner los ojos

para arrim arse de la pareja.

a Panchita,

de sus padres de no frecuentar sa, pero m enos quería de

SU

la regla de conducta recibida

casas ajenas. N o quería ser intru-

que alguien pretendiera

rom per

el cerco

retraim iento.

era

D espués, fue su

paño de lágrim as cuando se produjo la ruptura.

y el saludo. Seguía estrictam ente

Pan chita nunca

de Tránsito KJIHGFEDCBA y las hijas había sido un alivio para

El alejam iento

ella. N o las podía soportar.

H ubiera

deseado que se fueran

al

se entregó a desahogos dram áticos en m edio de su vida desolada

otro extrem o de la ciudad para perderlas

-era

m entar y olvidarse de que existían. Pero se habían instalado re-

de las que se tragan todo y lo rum ian

de sum irlo en las tinieblas

en silencio, tratando

de la conciencia-

quizás porque R o-

de vista, no oirlas ni

cerca, en una casa con pretencíones

lativam ente

salía era el sólido tutor que le servía de apoyo y a ésta le bastaba m irarla para captar a vuelo sus slnsábores:

otra. M uchas veces las divisó en las inm ediaciones

do tan poca suerte Panchita

4Por qué había teni-

cuando todo la favorecía desde chi-

ca ? N ada le lució a la postre, absolutam ente a su alreddeor,

pero siem pre

nada. La felicidad

parecía

girar

siem pre

lo esquivó. ¿O era Pan chita quien lo esquivaba?

evitó el encuentro, V aya

situada

cuando ella salía para

en una

-la

m enos, las tenía-

hacer

fachada, al

calle m enos popular

alguna

que la

de la plaza

com pra e invariablem ente

volvió los ojos a las copas de los árboles para no saludarlas. decir, a Tránsito

gana. Parece que sus actividades

consistían

en poner en m ovi-

m iento con su cuerpo la m ecedora ubicada estratégicam ente

una a saber ...

to a la ventana

que daba a la calle y en alargar

jun-

la m ano hacia

el plato de bizcochos o tortas negras que ponía a su alcance le habían crecido las asentaderas, con ese ejercicio). R osalía m iró el despertador que siem pre colocaba al alcance de la vista

(usaba el reloj pulsera solam ente para salir)

recién cam inaba por las nueve y m edia. Para cuerda y se aseguró de que la cam panilla

y vio que

distraerse,

de alarm a

le dio

estuviese

colocada a las seis m enos cuarto. Todas las m añanas de su vida se levantaba

cuando aun no había em pezado a clarear,

el tiem po le fuera a escasear para

sus labores de ordenam iento

y lim pieza. D esde la casa vecina llegaba una radio que transm itía

com o si

el sonido apagado de

bailables. Esa había sido la casa de los

cuando sentía

la necesidad

de am pliar

la

presencia

de alguna

(así

D e vez en

sus atisbas y se dirigía

a la puerta de calle y desde el um bral sus ojos buscaban peradam ente

Es

nunca m ás las vio. Esta no salía de puro hara-

vecina

para

deses-

chism orrear

U n rato. Las callejeras

eran las hijas. Encarna

y C arm en con su arreglo de m ujer había faltado acom pañante,

con su fachita de hurón

de la vida. A ésta nunca le

solía cam biarlo con frecuencia y to-

dos los m ozalbetes del barrio se habían turnado

a su vera. D es-

pués aparecieron

galanes de m ás presencia que la invitaban a los

A vendaño. Los herm anos la habían vendido después de la m uerte

cines del centro

(ésa era la explicación que daba Tránsito

de Panchita

sus ausencias).

y ahora

la ocupaba una fam ilia

de origen italiano,

buena gente, poco ruidosa, activa y m adrugadora.

R osalía sentía

gran aprecio por ella, aunque la am istad se lim itaba a la sonrisa CBA 14 -

reluciente

para

H ubo uno que la esperab.a en un auto largo y

y la llevaba

tom ar aire por las afueras.

D ecían por

ahí que era casado, con tres hijos, pero tenía fam a de generoso

-1 5


con las que accedían a acom pañarlo en sus recorridas autom ovi-

do, pero (buena herm ana

lísticas por los alrededores.

a Encarna

A l pensar en C arm en, R osalia nunca dejaba de m ascullar entre dientes la m ala palabra. ¿Podía negarse que lo fuera?

hizo el pedido).

Siem pre

no se hubiera m uerto, tarde

o tem -

prano se iba a largar a la vida de cualquier m anera. N o era chi-

J

tes o los firuletes que se echaba encim a. Sus horas eran de ocio casi absoluto. D esde los um brales de la adolescencia le gustaron de ésta, se buscaba novios -o m ozos

y

recibía todo de m anos

lo que fueran-

jóvenes, buenos

bien vestidos, aunque de los bolsillos no les cayera una

sola m oneda. Esa fue su desinteresada

época rom ántica. A l cre-

cer en años se fue haciendo m ás am biciosa y ya no le bastaron los donativos de la tía. A l dar con pretendientes

de m ayor fuste

calculó que algún provecho m aterial podría sacar de ellos y se em peñó en obtenerlo. D espués de la m uerte de Panchita sus actividades cobraron m ayor im pulso gracias a un cam bio de pano-

Tránsito representaba

a las m il m aravillas su papel de la que

nada sabe. C uando se encontrab.a con alguna vieja conocida del barrio em pezaba a hacerce la m adre im portante

y se le llenaba

la boca con las am istades de relum brón de la hija, toda gente de lo m ejor que no se resignaba a prescindir de la presencia de C arm encita,

y

tan buena y generosa que la llenaba de regalos para

que pudiera alternar en un am biente de lujo sin desm erecer. Las m ujeres la dejaban hablar ya

10 sum o intercalaban algunos pun-

tos exclam ativos o interrogativos

que sirvieran

de estim ulante a

las jubilosas expansiones. Pero escuchaban con los ojos a m edio cerrar para que no les fuera a asom ar la risa que se retorcía por allá adentro. Sí. En eso había term inado la fam osa C arm encita. ¡V aya a saber a dónde iría a parar! C on los tiem pos que corrían cualquier cosa

se apresuró a conseguirle un

podía esperarse de la indecente falta de escrúpulos. D ecían que

a partir de un confite con el pe-

había em pezado a m eterse en política. Política oficialista, desde

con el alim ento de esas tres bocasronism o en vías de triunfo-, nada.

a quien

las salidas que

de verse obligado a correr

ram a. Su tío Juan A ntonio -tem eroso em pleíto de gobierno -andaba

influyente

Ella reservó sus fuerzas para

de m edia noche.

ca de hogar. C arecía de toda preocupación que no fueran los afei-

los hom bres. C om o en vida de Panchita

logró pasarle el em pleíto

la persona

efectuaba a eso de la oración y se prolongaban hasta m ás allá

y los hechos le habían dado le había visto pasta de m ujerzuela KJIHGFEDCBA

la razón. A unque Panchita

precavida)

(nada podía negarle

de esos en los que se hace poco o

luego.

:

!

R osalía se encogió de hom bros con una risita despreciativa ha-

C on todo, la nm a puso el grito en el cielo porque no queda

cia las dos sobrinas de Panchita. La una no valía m ás que la otra.

ni oír hablar de cum plir horario. A l fin se resignó porque Ilovían

Porque al cuquito de Encarna no debían faltarle ganas de seguir

cuentas, Juan A ntonio se había puesto firm e y ya nadie les fia-

la brillante carrera

ba. El sueldo le parecía irrisorio, bueno para quienes se resigna-

pudo enganchar a nadie con ese hocico de laucha que tenía. A un-

ran a suelas rem endadas

que las m alas lenguas del barrio

y repita

'

sufrida. Em pero, el quehacer

de la herm anita, sólo que la pobrecita nunca (capitaneadas por doña Eleu-

no la agobiaba y tuvo oportunidad de cultivar ciertas im portan-

teria) com entaban jocosam ente que solía perderse en las obscu-

tes am istades, caballeros

de la que fá-

ridades con el hijo de doña C arlota, la dueña del bazar. Pero ése

cilm ente se deslizaban algunos billetes gordos para su bolso. Le

era un sinvergüenza desocupado que se arrim aba a cualquier po-

fue tan bien que no tardó en considerar inútil seguir m adrugan- CBA

llera. y plata no le iba a sacar nadie porque la m adre no le

de cartera

bien repleta

16 -

17


aflojaba m ás que unos pocos pesos el día sábado. Lo m as proba-

pesa r de la negativa de la herm ana, porque todavía solía tener esos gestos desinteresados en obsequio de las personas que lo ro-

ble es que Encarna fuera la generosa. Tránsito podía estar satisfecha con el resultado las dos perlas de sus hijas. A parentem ente buscado al criarlas

alcanzado por

deaban, pero lo sujetaron las dos alm as negras de Tránsito y M ag-

eso era lo que había

en esa form a. A hora ella vivía tranquila:

dalena que andaban m etida

te-

supo R osalía exactam ente

nía casa, buena ropa, golosinas abundantes y hasta sirvienta. D ebía considerarse

m uerta?

esas

dos m ujeres envidiosas, porque de pura envidia se em pecinaron

feliz, m ás feliz que en la época de Panchita.

¿Para qué iba a acordarse de la herm ana

a fondo en toda esa intriga. N unca

qué clase de papel desem peñaron

en que Panchita rom piera su noviazgo y anduvieron ~

de m anejos turbios, m ensajes

en una serie

anónim os, habladas

por teléfono,

hasta que lograron m eter cizaña entre los novios.

Juan

A ntonio y M agdalena tam poco habían

dado señales de

recordarla. Pero ésos, al m enos, no habían com ido el pan de Panchita durante

años y años. Se trataba

de una pareja

El proceso de aquella ruptura

se fue presentando

con la nitidez

m ezquina,

que conservan los recuerdos vivos. El noviazgo de adolescencia

am iga de obtener ventajas a poco precio. La m ujer era peor que

había proseguido, afirm ándose en relaciones form ales. Los novios

el m arido en m ás de un aspecto, aunque los dos tiraban parejo en

se veían solam ente un rato por la noche porque ninguno de los

lo m iserables. Su extrem ada

dos hubiera

avaricia era ya proverbial

entre los

vecinos y circulaba una reseña de los recursos ingeniosos de que se valían para gastar

m enos, siem pre m enos.

bajaba en una escuela fiscal. Felipe tenía un em pleíto

Pese a todo, debía reconocerse que Ju~n A ntonio nunca había llegado a los extrem os

de Trá~ito.

dejado de cum plir las obligaciones de trabajo

Supo aprovechar siem pre la

o de

estudio que le incum bían. H acía com o tres años que Pan chita tram onta en los tribunales, una brillantísim a

pero le faltaba

de poca

m uy poco para rem atar

carrera de abogado y un de los profesores ya le

había propuesto incorporarlo

a su estudio. Era un m uchacho in-

ños servicios que ella valoraba m ás de lo justo. A dem ás, hubo

teligente'

que recogía

una época en que hasta fue francam ente

anduviera. A dem ás, era m ozo de vida arreglada, enem igo de [uer-

buena voluntad de la herm ana, pero le correspondía

con peque-

generoso con Panchita

y la m adre. N o era una generosidad loca y desenfrenada así y todo, era m ucho m ás de lo que esperaban

pero

las pobres m u-

jeres y bien felices fueron am bas en ese tiem po, cuando él em pezó

despejado,

alegre,

gas, no se le conocían aventuras

R osalía ten' . la m uy presente que Juan A ntO nIO hasta quiso intentar una com pone d F' . n a con elIpe cuando se produjo la ruptura Q . , . ' pero Panchita no 1 dei o ejo, uizas hubiera procurado hacerla, a CBA

por

donde

equívocas. Su única novia había

sido Panchita y desde m eses atrás le había anunciado que se com prom eterían

en cuanto obtuviera

pronto posible, ni bien 'term inara a hacer tan buenos negocios y llegaba a casa con regalos KJIHGFEDCBA y las sacaba a pasear en auto de vez en cuando. Entonces ni se le había ocurrido m irarla a M agdalena.

sim patías

otros en m archa.

Ella

conservaría

el título. Se casarían

lo m ás

él algunos asuntos y tuviera su puesto

de m aestra

hasta

ver qué ocurría con los pleitos de su m arido. Esos fueron los m ejores días en la vida de Panchita

porque

entonces se sintió novia de veras, lo de antes le había'~ecido cosa de ,adolescentes. A hora todo iba en serio. H asta se puso co-

18 -

-19


queta y cuidó de parecer bonita. Todos los m eses dejaba en las tiendas parte

de su sueldo

tenía pensión ferroviaria darla) y diariam ente

(no m uy grande, aunque

la m adre

ella se im ponía la obligación de ayu-

dedicaba algunas horas a la costura de su

ropa. D oña Paca y R osalia le ayudaban en todos esos m enesteres Tránsito jam ás pegó una hebra. Por ese tiem po Tránsito KJIHGFEDCBA y M agdalena, que nunca habían hecho

cuatro frescas era sólo por consideración a Panchita. En esa tem porada se le hicieron insoportables, odiosas, y no encontraba palabras bastante

duras

para

vituperar

su destestable

C on rencor se acordaba de aquellas interm inables

conducta.

tardes de cos-

tura, cuando ella debía reprim ir la rabia que le bullía por dentro al verlas ir y venir de la puerta

de calle al com edor, ociosas,

perdiendo el tiem po, m ientras ellas, encogidas sobre el trabajo,

buenas m igas (en la escuela llegaron a tirarse de las m echas m ás

echaban puntada tras puntada. A ndaban a los secreteos y las ri-

de una vez y no pasaba día sin que se acusaran m utuam ente

sotadas, cam biaban m iradas de entendim iento, se detenían junto

~

a la m esa Y se ponían a m anosear las telas con adem anes des-

Y

era que la en-

porque las dos reventaban

de despecho al

deñosos. M agdalena siem pre tenía esos desplantes de nueva ri-

ver que el noviazgo de Pan chita iba viento en popa. M agdalena

ca. Tránsito la im itaba com o una tonta y entre las dos rivaliza-

era la hija de un constructor que había ganado m ucha plata y

ban a quien tenía peores m odales. V aya y pase que la una tu-

la niña se había criado creyendo que todo puede conseguirse a

viera hum os al sentir repleto el portam onedas, pero la otra no

fuerza de pesos. Le había echado el ojo a Felipe cuando éste an-

tenía m ás que la ayuda de la m adre y la herm ana. N unca quiso

daba por los últim os años del C olegio N acional y trató de con-

estudiar, ni .coser, ni hacer nada.

sacarse la lengua),

se volvieron inseparables.

vidia las herm anaba

quistarlo

de cualquier

m anera. El m uchacho era buen m ozo y,

A R osalía le daba m ala espina verlas tan am igas y se le ocu-

adem ás, tenía don de gentes. Sería un caballero y la convertiría

rría que estaban tram ando algo tenebroso. A parentem ente

a ella en una señorona encum brada con ayuda de la libreta

ta en los detalles de su labor, no dejaba de observarlas. La m ira-

de

cheques de su papá. Esa era la única, am bición que la anim aba: superar

en el m arido la tosquedad del padre

(la m adre había

absor-

ban a Panchita de un m odo raro, con una sonrisita m ás de ojos que de labios, en la que se reflejaba

el anticipado goce de un

m uerto cuando ella tenía catorce años, elim inando del escenario

desquite largam ente

de su vida el acento napolitano, las pesadas caderas y las tortu-

una actitud de espera. Esa actitud se acentuó cuando em pezaron

radas chancletas que tanto la avergonzaban).

Sus artim añas

de

acariciado. A m bas parecían haber adoptado

los prim eros conflictos entre los novios y hasta se convirtió en

nada valieron y Felipe no se plegó a sus planes ni por asom o. Le

im paciencia. Las dos andaban

quedó una llaga abierta yeso

otra, cuchicheándose las presuntas

la fue tornando todavía m á~ m ala

de lo que siem pre había sido. En cuanto a Tránsito, lo único que la m ovía era la envidia. N o

enredos sentim entales

a las corridas, de una casa a la novedades de unos aparentes

en que andaban m etidas. C uando la rup-

tura fue ya un hecho irrem ediable, ninguna de las dos pudo di-

podía tolerar que la herm ana llegara a casarse con un "doctor"

sim ular la satisfacción que reventaba

cuando ella sólo había podido conseguir al pobre diablo de don

m aciones que prodigaban

Pepe, el del quiosco de la estación.

falsas que la hipocresía se veía a la legua. Tanto que R osalía ya

R osalía siem pre había encontrado m uy desagradables y m alignas a esas dos m ujeres y si les tenía paciencia y evitaba cantarles CBA 20 -

no pudo aguantar

por debajo de las excla-

delante de Panchita, y ésas eran tan

y una tarde les dijo lo que se m erecían -y

cuando R osalía perdía la paciencia de su boca salían las cien m il

-

21


barbaridades- KJIHGFEDCBA Y ellas, al principio, quisieron hacerle frente, pe-

m ente distribuido. N o sólo era im posible reprocharle

ro al final no tuvieron m ás rem edio que callarse porque el lastre

que se hacía acreedor a los m ayores elogios.

de la conciencia sucia les pesaba dem asiado para que tuvieran aliento para esa lucha.

nada, sino

Pero R osalia veía venir las cosas. Felipe ya no pertenecía al barrio. Los padres habían m uerto, la única herm ana se había casado con un com erciante rosarino y el m uchacho se había instalado en una pensión por el barrio sur. Tenía m uchos am igos entre los estudiantes. Estos lo invitaban para repasar el program a

Sin em bargo, a pesar del profundo encono que le habían despertado los tejem anejes de las dos m uchachas, R osalía no echa~ sobre ellas toda la culpa de la ruptura. La m ayor parte recaía sobre Felipe. N o podían los burdos enredos de dos chism osas de barrio tener fuerza suficiente para aniquilar un sentim iento profundo en un hom bre com o Felipe. M uchas veces R osalía se había puesto a exam inar los hechos -solía flexiones m ientras fregaba su casala m ism a conclusión desfavorable

entregarse a largas re-

y siem pre había llegado a para

el novio de Panchita.

N o era que su penetración fuese excesiva ni sus dotes de análisis

del próxim o exam en, lo llevaban a la casa, lo presentaban

a la

m adre, a las herm anas, a las prim as. El joven hum ilde conoció otros am bientes. Toda esa gente lo recibía con sum a am abilidad y fingía olvidar que su padre había sido lechero. Q uizás él fue el prim ero

en echar eso en olvido. N o faltó quien le dirigiera

m iradas insinuantes

y le hiciera com prender que las pretencio-

nes suyas serían bien recibidas. Su reserva

fue un acicate para

las voluntades fem eninas. La m ás pertinaz

debió ser Lola C o-

rrea, ya que al final se lo llevó. N o resultaba

difícil reconstruir

el proceso. Las redes que Lola

m uy finas, sino que poseia cierto don intuitivo para captar las

había tendido con gran habilidad alrededor de Felipe conm ovie-

situaciones y llegar a la m édula de algunos com portam ientos.

ron los cim ientos de sus proyectos sentim entales. Se vio en una encrucijada desde la cual se abrían perspectivas m ás brillantes

N unca le había tenido m ala voluntad a Felipe. M uy al contra-

para su vida. Era posible que una lucha se hubiera entablado en

rio. Lo había conocido de pantalón corto y había presenciado el

su interior y que la duda lo tironeara. A l final procedió cobarde-

nacim iento de ese noviazgo, am istad

sentim ental

de chiquilines,

m ente al barajar

al vuelo las historias de Tránsito y M agdalena

libros, com entaban sus estudios, a veces

para esgrim írlas com o pretexto de alejam iento. R osalía no le en-

en alguna dificultad. Felipe no tenía m iradas m ás

contraba atenuantes. Q ue no le contaran a ella que Felipe había

que para Panchita y sólo se sentía a gusto en su com pañía. Todos

podido tom ar en serio el argum ento de que G erardo cortejaba a

se hacían lenguas del estudiante

Panchita y ésta aceptaba los galanteos. Eso no lo podía creer na-

m ás bien. Se prestaban se ayudaban

de tanto

porvenir. A caso allí

residió todo el m al: en ser un joven de brillante porvenir. R osa-

die que no estuviese com pletam ente

la no estaba enam orada y fue percibiendo los cam bios que se pro-

la ofuscación fue la que se representó

dujeron desde el ingreso a la Facultad de D erecho. Eran casi im -

m eses. Felipe llegaba enfurruñado,

perceptibles. Su actitud con Panchita no variaba, al parecer. La

criado, y com enzaba la escena. Todas las noches agitaba

vio m enos, es cierto, pero el estudio le absorbía m uchas horas y,

ristra

adem ás, debía desem peñar su em pleo. Tenía el tiem po rigurosa-

Panchita estaba alarm ada, atribuía el m al hum or de su novio a CBA

22

-

ofuscado. Y esa com edia de diariam ente

durante

dos

con desplantes de niño m al una

de reproches que cada vez se hacía m ás larga. La pobre

-

23


exceso de trabajo y' le tenía una paciencia de santa, prodigándole aclaraciones y afanándose

por distraerlo.

Pero

el resultado

era

nulo. El otro ya no se apartaba del papel de juez que había asu-

verdadero enam orado sin esperanzas. Sólo después de la ruptura, cuando ya habían pasado m ás de seis m eses y todo hacía presum ir que era definitiva

-ya

Felipe

era novio de Lola-,

G erardo

m ido y con el ceño cada vez m ás adusto pedía cuentas y exigía

se atrevió a hablar. Lo hizo con sum a delicadeza, tratando

explicaciones. Las exigía, pero no las aceptaba. Se puso intrata-

paliar en toda form a el doloroso recuerdo de los hechos anterio-

ble. Panchita

res. N o tuvo éxito a pesar de sus rogativas. H asta doña Paca

se quedaba

N i un solo intervalo larga

serie de encuentros

convirtiendo Panchita

llorando

después de cada entrevista.

apacible vino a poner una tregua desagradables

en esa

y el noviazgo se fue

Y argum entó en favor intervino KJIHGFEDCBA

porque indirectam ente buena les parecía

en un suplicio. hizo todo lo que pudo para

rem ediar

las cosas. Es

del candidato

de

directam ente,

no quedó vecino que no lo hiciera, tan

a todos la pareja.

D e nada le valió a la pobre Pan chita vivir com o una m onja

decir, todo lo que consideró oportuno hacer, pero no lo que en

y adelantarse

realidad debería haber hecho, que era plantarse

Éste ya estaba desatado y en cuanto le daban gusto en algo salía

en su dignidad,

a com placer a Felipe en sus m enores exigencias.

m antenerse firm e y exigir ella las explicaciones acerca de esa in-

con algún otro capricho disparatado.

concebible actitud. En cam bio, con una m ansedum bre

insostenibles y Panchita

que desco-

razonaba, se lim itó a poner en práctica los m ás ingenuos y con-

Las relaciones se hicieron

llegó al lím ite de su resistencia. U n día

habló de acabar de una vez por todas. Q uizás no lo dijo m uy en

m ovedores procedim ientos. N o pisó m ás el alm acén de G erardo

serio, sino para

y doña Paca tuvo que encargarse

favorable que no había cesado de esperar. Y a era dem asiado tar-

dejó de asom arse a la puerta

de todas las com pras. H asta

para

que el otro no la saludara

probar

por

otro cam ino, buscando un cam bio

de. El otro no se lo hizo repetir y se despidió definitivam ente.

desde la esquina. M ás tarde aconsejó a su m adre que pidiera la m ercadería a una casa del centro, pero la señora no le hizo caso. Sus salidas eran nada m ás que para ir a la escuela. Evitaba detenerse para conversar con los vecinos y llegó a cam inar m irando el suelo para que nadie le hablara. c1austró, creyendo

Lisa y llanam ente,

que de esa m anera

se disiparía

se en-

la absurda

confusión. A bsurda

A R osalía le daba fastidio y conm iseración recordar la actitud de Panchita

en esos días. O tra m ujer hubiera peleado com o un

tigre, sobre todo al darse cuenta de la intriga de que había sido objeto. Ella agachó m ansam ente

y tonta, realm ente.

andaba enam orado de Panchita

Porque

era cierto que G erardo

desde hacía años. Era el secreto

la cabeza. D ejó que le arrebata-

ran de las m anos la felicidad sin intentar la agresión. N unca quiso tener

un gesto eficaz contra

una explicación con Felipe, una

a voces de toda la cuadra. Felipe conocía el episodio tan bien

verdadera explicación, sin arranques em otivos. R echazó la oferta

com o los dem ás y nunca se sintió m olesto porque el pobre G erar-

de Juan A ntonio y nada quiso saber de que R osalía sirviera de

do era la discreción en persona y, aunque los ojos se le ponían

interm ediaria

lánguidos cuando la veía, siem pre trató a Panchita com o a vieja

solución sentim ental

am iga del barrio. Jam ás insinuación siquiera 24 -

tuvo un requiebro

que exteriorizara

para ella o alguna

sus sentim ientos.

Era

el CBA

para una últim a entrevista. Ésta no creía en una favorable, pero consideraba necesario acla-

rar algunas cosas, poner los puntos sobre las íes y, sobre todo, separarse sobre una decisión definitiva, clara e irrevocable y no

-25


sobre un equívoco com pás de espera que aún podía favorecer el

A ndaban

brote de algunas ilusiones. Pan chita era dem asiado blanda para

m irándose

de lo m ás fruncidas,

saludándose

com o de lástim a

que pudiera servir de dique de contención a las am biciones so-

Tránsito se casó pronto con su pobre diablo de don Pepe y se m u-

ciales que se habían despertado en el advenedizo. Su papel había

dó a cierta distancia, porque de haber seguido la proxim idad

term inado y el gran error com etido fue no aceptar los hechos en

las tiranteces hubieran

su corazón Y persistir en su actitud de novia doliente que espera

tiem pos escolares.

con desconfianza y hasta repulsión.

y

M enos m al que y

llegado a m echearse com o en sus buenos

todavía aunque diga que ya nada espera. Si fue absurdo el com portam iento resignado y suplicante frente a Felipe, la absurdidez llegó al colm o en lo referente y M agdalena. Si R osalía hubiese nunca m ás las hubiera

estado en lugar

a Tránsito

de Panchita

m irado a la cara, ni dirigido la palabra,

ni alcanzado un vaso de agua aunque jadearan dem asiado se veía el papel de correveidiles peñado esas dos. Panchita

prefirió

de sed. Porque

que habían

echarle tierra

La m ás am argada, a todo eso, iba resultando

Y le M agdalena. KJIHGFEDCBA

sobraban razones, ya que en la em presa no había dejado de alentar la esperanza de quedarse con los despojos de la victoria, es decir con Felipe. La m uy estúpida todavía estaba convencida de

desem -

la m ágica eficacia de sus m ontones de pesos y la rabia la com ía

al asunto y se

por dentro al com probar su absoluto fracaso. Todo el despliegue

condujo con ellas com o si nada hubiera pasado. A cogió cordial-

de sus m aldades había sido de balde. El otro no se le había arri-

m ente a M agdalena com o cuñada cuando el tonto de Juan

A n-

m ado para nada y hasta llegó a negarle el saludo una vez que lo

a Trán-

encontró frente a la confitería de m oda. D esde entonces ya na-

dio com ienzo

bos lados de su casa y tuvo una pelotera con los de enfrente. Se

tonio se casó con ella y jam ás le hizo un solo reproche sito en todos los años transcurridos

a su am paro.

En cuanto dejó de verse con Felipe, Panchita a esa vida de trabajo ses antes de m orir, juventud.

y reclusión que s~lo interrum pió cuando pretendió

A parentem ente

com o m aestra

die le pudo aguantar

nada

no se resintió,

revivir

la había el trato

unos m e-

el rom ance de su

perturbado.

Su labor

con sus com pañeras

no

el m al genio. Peleó con los vecinos de am -

iba consum iendo en sus odios y llegó a ponerse flaca y am arilla com o si sufriera del hígado. A sí pasó m ás de año y m edio. H asta que de pura pica -R osalía

estaba segura de ello-

a Juan A ntonio y tanto hizo que acabó por ponerle la garra en-

acusó variante alguna, asum ió sus tareas en el hogar con el m is-

cim a. Eso no fue enam oram iento,

m o celo de siem pre. Su serenidad

lada por la inquina

m ente con los arranques

exterior

contrastaba

notable-

histéricos de Tránsito y las explosiones

frenéticas

de M agdalena. A R osalía la llegaba a divertir

pectáculo

de los desm anes

fueran

los rem ordim ientos

de esas dos m ujeres.

el es-

N o creía que

la causa de esos trastornos,

pero era

aguantaba

sino prem editación

feroz que siepre

No

que fuera m ás linda que ella, aunque anduviera

con

que no podía perdonarle,

en realidad, era el haber sido novia de

Felipe. N i siquiera la ruptura

del noviazgo la dejó apaciguada y

su despecho se tradujo

en perjuicio de doña Paca y su hija.

fueron

ruptura

em pezaron

los roces

entre

ellas,

después

choques de refilón y al final encontronazos cara a cara.

1

la cara lavada m ientras la suya estaba cargada de afeites. Pero lo

de agravios que desbordaban caso de la

le tuvo

bien calcu-

a Panchita.

evidente que la com plicidad en tanto lío sucio las había llenado com o vino ferm entado. A l m es es-

le echó el ojo

en ese casam iento

Porque en aquella época Juan

que vino a redundar

A ntonio había em pezado a tra-

bajar m uy bien y ganaba m ucho dinero. N o tenía pelo de tonto CBA

26 -

27


. " para los negocios. La m adre había pensado que poy era V IV ISlm o KJIHGFEDCBA '1 1 a ser m édico , pero el m uchacho le hacía ascos al esdría egar l padre optó por m andarlo a la escuela de com ercio con tu di o. E el propósito de que algún día se em pleara en el ferrocarril y

variados objetos de m etal blanco entre vistosos jarrones

cum pliera una honorable carrera burocrática. A l m orir el padre,

que dem ostraba M agdalena para todo lo que tuviera

el m uchacho abandonó los cursos y em pezó a trabajar. El sueldo

lación con él, el espíritu

era m ezquino, pero él aprovechaba sus horas libres para realizar

predisposición favorable, no al am or, sentim iento

llenos

de flores artificiales. Entre las copitas de licor casero que le brindaban, la buena voluntad del viejo para favorecer sus em presas y el hábil interés de Juan

alguna re-

A ntonio se fue llenando de que no podía

cam balaches, com prando por aquí, vendiendo por allá. Eso fue

existir entre esos dos seres, sino a la blanda m olicie que da la

prim ero

en una

seguridad económ ica. D e buenas a prim eras se com prom etió con

verdadera red de negocios de toda índole. A la legua se veía que

ella y desde esa fecha todo cam bió para las A vendaño. Se acaba-

el joven prosperaba. U n día apareció con un Ford de segunda

ron los paseos y los obsequios. A regaña dientes daba algunos pe-

m ano, bastante presentable. D ijo que había hecho una pichin~a

sos para sus gastos. A cada rato pedía m ás econom ía porque le

com o un juego divertido, luego se transform ó

y que le era indispensable para atender sus intereses,

cada vez

era im prescindible realizar

algunos ahorros para casarse. A l fi-

m ás am plios y lucrativos. A l poco tiem po, lar ó su m al retribuido

nal entregaba una sum a tan ridicula que doña Paca term inó por

em pleo que le com ía las m ejores horas de la jornada y se puso a

decirle que se la guardara.

trabajar

por su cuenta, sin depender de nadie. N o paraba de la

En eso se veía claram ente la m ano de M agdalena. Esta ya había

m añana a la noche y sus ganancias iban en aum ento. Por esos

descubierto la pasión que iba a llenar su vida:

dias no hubo estrecheces en la casa. Juan A ntonio le pasaba a la

lo había considerado com o m edio de satisfacer antojos, ahora ha-

m adre una bonita sum a m ensual y no había sem ana en quem o

bía pasado a la categoría de fin. Todos sus esfuerzos se encam i-

llegara con algún regalo. M uchas tardes

naban al atesoram iento sin tregua. Q uería ser rica. R iquísim a. N o

de dom ingo sacaba

a

1 pasear en auto a doña Paca y Pan chita y •las conviid a b a con ai-

guna golosina en cuanto veía la oportunidad.

el dinero. A ntes

porque se propusiera alguna vez hacer esto o aquello -ir

a Pa-

rís, dar la vuelta al m undo, pasar una tem porada en las islas del

Fue una lástim a, realm ente, que M agdalena se le cruzara en el

Pacífico, com o en esos proyectos insensatos que forjan

los que

cam ino, porque ella fue la que tom ó la iniciativa. Juan A ntonio

sueñan con sacarse la grande de N avidad-,

nunca la había considerado atractiva. A dem ás, le habían llegado

y señora de la plata, nada m ás. En Juan A ntonio encontró el aso-

los rum ores de su intervención en el caso de Felipe y Panchita y

ciado ideal. Su casam iento tuvo un éxito doble: fue una m anera

eso aum entaba

sino para ser dueña

sus prevenciones. Pero los hom bres son así. Se

de desquitarse de la pobre Panchita y una valiosa adquisición pa-

dejan enredar com o unos m ajaderos y se van de boca ante los

ra ella. D espacito lo. fue convirtiendo a sus m iras, a su culto. A l

relum brones desplegados para aturdirlos. Todo em pezó con unos

m ism o tiem po lo iba apartando

negocios que él tenía a m edias con el padre y lo llevaron con fre-

acaparándolo, tragándole

cuencia a la casa. La hija era quien lo recibía en el com edor, ha-

era irrem ediablem ente

bitación que hacía las veces de escritorio y sala -había

engendran la generosidad y ésta no podia condecir con sus pla-

m edorcito de diario junto a la cocina-,

28 -

un co-

donde relucían los m ás

de la fam ilia sin brusquedades.

la voluntad. N o sólo hacía eso porque m ala sino, sobre todo, porque los afectos

nes de avaricia. Esta vez triunfó am pliam ente. C uando Juan A n- CBA -

29


tonio se casó con ella fue para la fam ilia com o si se lo hubieran

de la cabecera. La m adre lo había traído de su pueblo natal y R o-

llevado a otro continente.

salía no lo había m ovido de su sitio, aunque ella no rezaba nunca. A com odó las alm ohadas hasta

Ese fue el epílogo de todos aquellos sucesos (unos días antes

obtener la inclinación que a

Felipe se había casado con Lola C orrea). M adre e hija se queda-

ella le gustaba, volvió a estirar las sábanas y aseguró las cobijas

ron solas. D oña Paca era una com pañera silenciosa, siem pre ata-

debajo del colchón, se desvistió, dobló su ropa y se m etió en el

reada, llena de buena voluntad, pero incapaz de infundir ánim o

lecho. Inm ediatam ente apagó la luz y esperó la llegada del sueño.

a nadie. R osalía las visitaba todas las tardes y de vez en cuando

Este no parecía acercarse. En cam bio, recuerdos y m ás recuerdos

lograba que Panchita la acom pañara a cam inar unas cuadras. Por

acudían precipitadam ente y se afanaban por m antenerla despierta.

esa fecha G erardo hizo la últim a intentona para ser aceptado y recibió el no rotundo y definitivo: Panchita no se casaría nunca, ni con él ni con nadie. Se puso a usar para diario su ropa de novia y rehuyó sistem áticam ente

.

las reuniones sociales. Todas las

incitaciones, las recom endaciones, los consejos de R osalía, de sus com pañeras fueron vanos. A sí com o había dem ostrado una blanda resignación en su conducta anterior, así fue su em pecinam iento en no aceptar lo ocurrido en lo hondo de su yo, en rechazarlo por dentro, en m antenerse en una perenne actitud de m uda protesta.

Eran las diez. R osalía no tenía sueño, pero decidió acostarse. H acía frío y ella no se sentía con ánim o para em prender ningún trabajo a esas horas. Term inó la vuelta de tejido ya em pezada, m idió el pedazo realizado y luego enrrolló la labor envolviéndola en el delantal de costura. C olocó el atado en el sitio de costum bre, encim a del estante que contenía sus viejos libros escolares. D espués fue a dar la últim a recorrida de inspección por la casa para asegurarse de que todo estaba herm éticam ente

cerrado -en

eso

era bien cam pesina francesa: sólo en verano adm itía una ventana abierta y siem pre que el aire no le llegara directam ente-,

las

luces apagadas y los pestillos corridos. N o era m iedosa, pero sí desconfiada. Puso el despertador

en la m esa de noche y prepa-

ró su cam a. U n corazón de Jesús con una inscripción en francés colgaba CBA

30 -

-

3 1 KJIHGFEDCBA


N o le h a b ía c o sta d o m a y o rm e n te in te n so

l'

tra b a jo

ya

que

d e sd e

so m e te rse

c h ic a se h a b ía

a e se re g irn e n

de

d e sta c a d o

su

por

a p lic a c ió n , su a c tiv id a d y su e m p e ñ o e n a y u d a r a to d o s lo s q u e la ro d e a b a n . R o sa lía re m e m o ra b a ria , c u a n d o P a n c h ita b a c o n stitu tid o e n se ñ a rle s

g u sto sa

ta re a s d e se c re ta ria . la s a lu m n a s P a n c h ita

e m p e z ó a v iv ir e sa e x tra ñ a

v id a su y a , sin h o riz o n te s,

sin p e rsp e c tiv a s d e fe lic id a d a lg u n a , sin re lie v e s d e n in g u n a se , c o m o si e lla m ism a se h u b ie ra m a u n a re c ó n d ita

c la -

c o n d e n a d o a e x p ia r e n e sa fo r-

1;

d ~ v i~ a fu e ro n o fre c id o s e n h o lo c a u sto p a ra p a g a r e sa d e u d a im a g m aría q u e c re ía te n e r c o n sig o m ism a . C o n sa g ra b a

la m a y o r p a rte

d e su s h o ra s a la p re p a ra c ió n

su s c la se s: fo rm a b a se rie s g ra d u a d a s d e p ro b le m a s, recogía so b re a n im a le s y p la n ta s, e n sa y a b a e x p e rie n c ia s físic a y q u ím ic a , b u sc a b a

ilu stra c io n e s

m a . C u a n d o n o la s e n c o n tra b a , ta rd e s d e d o m in g o e n c e rra d a lib ro s d e te x to e n c a rtu lin a s

la s h a c ía . P a sa b a

p a ra

i

I

p a d re s cuando

c a n ta b a n te n ía n

que

de

duda

e se s-

q u e m a s o m a p a s c o n tiz a s d e c o lo re s. C a si n u n c a sa lía lo s re c re o s, e n tre g á n d o se

a a lg u n a ta re a

H a sta la d ire c to ra

u n a v e z a l g ra d o y la lle v ó a la d ire c c ió n p a ra

la s c o m p a ñ e ra s

o n e c e sita b a n

re c u rría n

m a te ria l

a e lla

p a ra a lg u n a c la se , la d ire c to ra y la in sp e c to ra la c o n sid e ra b a n c a so e x c e p c io n a l e n lo s a n a le s m ag ísteriles.

un

en

la rg o , v o lv ió p o r la

ta rd e

y re c ié n

e ra m u y

se d e so c u p ó a la s c in c o . L a se ñ o rita

v ic e le d io

la b e só . L o s c h ic o s d e la c u a d ra , y

lo s d e la v u e lta , h a b ia n

to m a d o la c o stu m b re

d e ir e n su

b u sc a p a ra q u e le s e n se ñ a ra a h a c e r lo s d e b e re s c a d a v e z q u e te -

de

ilu stra tiv o

q u e p a sa ra

rio d e la se ñ o ra . C o m o e l e sc rito

d e g ra n ta m a ñ o . L o s p ro g ra m a s

lo s

fu e a b u sc a rla

e n e l m ism o e sc rito -

b o n d a d d e e sa c ria tu ra

m o d e lo :

a l p a tio

e n e l sa ló n d e

T o d a la m a ñ a n a e stu v o e sc rib ie n d o , se n ta d a

h a sta

c a d a te -

c a si to d a s su s

la m a e stra

q u e te n ía ,

e n e l p iz a rró n y tra z a r

n ía n u n tro p ie z o c o n e llo s. E ra d e m a ra v illa rse

su s a la b a n z a s, a lg u n a

c o n e sa m a g n ífic a le tra

e n e l c o m e d o r c o p ia n d o d ib u jo s d e

o fre c ía n . E ra

m a e stra

encom endaba

c rib ir e l e n u n c ia d o d e lo s p ro b le m a s

d o s b iz c o c h o s y la d ire c to ra

q u e to d a v ía h a lla b a

a n te la in a g o ta b le

tie m p o p a ra

ayudar

a la m a d re e n su s q u e h a c e re s y h a c e rle lo s m a n d a d o s. Y la s c o sa s

su g ra d o e ra n o b je to d e u n m in u c io so a n á lisis a fin d e a g o ta r to d a s la s p o sib ilid a d e s

le

lim p io u n in fo rm e q u e d e b ía m a n d a r a la in sp e c c ió n d e e sc u e la s.

d a to s

so b re p u n to s

adecuadas

de

y

T o d o s lo s m e se s le h a c ía c o p ia r la lista d e

e n lo s re g istro s

b a y re ía d e sp re o c u p a d a m e n te .

m ir p a ra e lla p ro p o rc io n e s d e p e c a d o . P o rq u e , e n re su m id a s c u e n im p u e sto . T o d o s su s a ñ o s

d ifíc ile s. L a

c o n d e sc e n d e n c ia

c la se m ie n tra s la m a e stra fo rm a b a g ru p o c o n la s d e m á s y c h a rla -

q u é re c o v e c o d e su c o n c ie n c ia . S u fra c a so c o m o n o v ia d e b ió a su ta s, fu e c o m o u n c a stig o q u e se h u b ie ra

lo s p ro b le m a s

ta n ta

q u e p a re c ía d ib u ja d a p o r lo p rim o ro sa . A e lla le c o rre sp o n d ía

d u ra n te

c u lp a q u e y a c ia p o r a llá d e n tro , q u ie n sa b e e n

a lu m n a y se h a -

d e l g ra d o . H a sta la s lle v a b a a su c a sa

a re so lv e r

nqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA a p ro v e c h a b a

p rim e ra

e n u n a e sp e c ie d e m o n ito r a Jle n a d e b u e n a v o lu n -

ta d h a c ia la s m á s a tra sa d a s p a ra

a q u e llo s d ía s d e e sc u e la p rim a -

e ra la in d isc u tid a

I

se c o m p lic a ro n

m á s to d a v ía

c u a n d o in g re só a la e sc u e la n o rm a l

y se le a g u d iz ó e sa v o c a c ió n d e m a e stra q u e se n tía . P u e d e d e c irse q u e e n to n c e s se re m a ta b a

a d ia rio p a ra sa tisfa c e r

to d o s lo s se r-

v ic io s q u e le p e d ía n y c u m p lir, a d e m á s, su s p ro p ia s ta re a s p e rfe c c ió n , p o rq u e

sig u ió sie n d o la p rim e ra

a la

d e l c u rso . Y a si fu e

h a sta e l fin a l, h a sta q u e le d ie ro n e l títu lo .

32 -

-

33


¿ P o r q u é h a b ría 'n a c id o P a n c h ita c o n e se a fá n d e m u ltip lic a rse p a ra d a r a b a sto a lo su y o y a 1 0 a je n o ? T o d a su v id a fu e d o b le su tra b a jo

¡C o m o si la g e n te fu e ra a g ra d e c id a ! L o s fa v o re s se p id e n

a l p rin c ip io , d e sp u é s, si se re p ite n d e m a sia d o , se c o n sid e ra n o b lig a c io n e s. L le g ó u n m o m e n to e n q u e a n a d ie se le h u b ie ra o c u rrid o p e n sa r q u e P a n c h ita p o d ía c o n te sta r c o n u n a n e g a tiv a . T o d o s d a b a n p o r se n ta d o q u e a e lla le a g ra d a b a m u c h ísim o p re sta r

se rv i-

c io s. C a si e sta b a n c o n v e n c id o s d e q u e e ra n e llo s lo s q u e m e re c ía n re c ib ir la s g ra c ia s p o r h a b e r te n id o la a m a b ilid a d d e d irig irse a e lla y n o a o tra . M e n u d a so rp re sa h a b ría n

re c ib id o si a lg ú n d ía

P a n c h ita h u b ie se p ro n u n c ia d o u n e n é rg ic o "[n o q u ie ro !". E l a so m b ro y la in d ig n a c ió n

ib a n a e m p a p a r

su s p rim e ra s

re a c c io n e s.

c u a n d o se le o fre c ía la o p o rtu n id a d :

1

~,

le lo s z a p a to s u n a q u e o tra v e z y h a sta la a c o m p a n o a e ra d e u n eg o ísm o

fe ro z . Ja m á s m o v ió u n so lo d e d o p a ra fa v o -

q u e a e lla le e n c o m e n d a b a n , n o v a c ila n d o e n re p re se n ta r la c.,o e d ia d e u n o s llo ríq u e o s o p o rtu n o s q u e d e sp e rta ra n la c o m p a sió n

m

.

d e la o tra . A l fin a l la c o n v e rtía e n u n a e sp e c ie d e S Ie rv a . R o sa lía re c o rd a b a

a q u e lo s le ja n o s d ía s e n q u e lo s d o s h e rm a -

n o s la s m o le sta b a n c o n su s in c e sa n te s im p e rtin e n c ia s. ~ o rq ~ e n o p o d ía n e n tre g a rse a u n ju e g o -só lo sie m p re

y h a c e rle se rv ic io s a e lla . B ie n q u e le h a b ía a c o n se -

c in e c u a n -

re c e r a la h e rm a n a . S ó lo se p re o c u p a b a d e e n d o sa rle lo s tra b a jo s

P e ro si e l "jn o q u ie ro !" se h u b ie ra se g u id o re p itie n d o c o n la m isre sp e ta rla

1 .

d o e lla a n d a v a n o v ia n d o c o n F e lip e Illa n e s. T rá n sito , e n c a m b io ,

m a e n e rg ía , la g e n te se h a b ría p u e sto m a n sita , te rm in a n d o

por

le sa c a b a p u n ta a lo s lá p ic e s,

e h a c ía a lg ú n m a n d a d o a c a sa d e la s c o m p a ñ e ra s, lle g ó a lu stra r-

p re fe rid o

a ju e g o s a p a c ib le s q u e e ra e l d e la e sc u e la -

ju g a ro n h a sta ~ im ita b a n

a lg u n a

d ie z .~ n o s y o c u p a c io n , e l

o a l c u m p lim ie n to d e u n a ta re a

ja d o R o sa lía q u e d ije ra a lg u n a v e z e se "¡n o q u ie ro !", q u e n o c e -

e sc o la r sin q u e fu e ra n b ru sc a m e n te

d ie ra su lu g a r p o r n a d a , q u e h ic ie ra v a le r lo s m é rito s q u e le c o -

sid e ra c ió n d e a lg u n o d e e llo s q u e re c la m a b a u rg e n te a y ~ d a p a -

rre sp o n d ía n . F u e c o m o q u ie n o y e llo v e r. P a re c ía q u e le g u sta b a e c h a rse c a rg a s e n c im a .

ra c u a lq u ie r c o sa . C u a n d o n o e ra T rá n sito c o n su v o z q u e ju m b ro -

P a n c h ita

e ra la m e n o r d e lo s tre s h e rm a n o s, p e ro so b re e lla

in te rru m p id a s

p o r la d e sc o n -

sa , e ra Ju a n A n to n io c o n su s c a ra n to ñ a s. L a m ism ~ d o ñ a P a ,c a , c u a n d o te n ía q u e p e d ir a lg ú n se rv ic io , ja m á s re c u rn a

a lo s z a n -

d e sc a n sa b a n T rá n sito y Ju a n A n to n io p a ra to d a s su s o b lig a c io n e s.

g a n a s d e lo s o tro s h ijo s, sin o a P a n c h ita . A c a so ? u e rí~ .e v ita r e l

E ra la c o m e d id a d e la fa m ilia , la q u e sie m p re a d e la n ta b a la s m a -

c la m o re o q u e se le v a n ta b a c a d a v e z q u e p re te n d ía

nos p a ra h a c e r la s c o sa s. S e le v a n ta b a te m p ra n ito , a n te s q u e la

fu e rz o d e lo s d o s m a y o re s. E n c a m b io , c o n P a n c h it l a , sa b íla a ,q u e

m a m á , y c u a n d o é sta lle g a b a a la c o c in a , a lo s a p u ro n e s, p a ra

a te n e rse y a e lla , c o m o a to d o s, le p a re c ía m u y n a tu ra l

h a c e r e l c a fé , y a e n c o n tra b a e l fu e g o e n c e n d id o y la p a v a c h illa n -

re b o sa ra g e n tile z a y e je c u ta ra

d o . E n c u a n to v o lv ía d e la e sc u e la , p o n ía - la m e sa , so lita , sin q u e

gaban.

le d ije ra n

e x ig ir u n e s~ q u e e sta

sin c h ista r to d o lo q u e le e n c a r-

n a d a . D e sp u é s d e c o m e r le c e p illa b a la ro p a a l p a d re

p a ra q u e v o lv ie ra re lu c ie n te a la o fic in a y le a y u d a b a a la m a d re a fre g a r y o rd e n a r la v a jilla . M ie n tra s ta n to lo s h e rm a n o s se re p a n tig a b a n

p o r a h í c o n a lg u n a re v ista , h a c ié n d o se lo s c a n sa d o s.

L a m á s a p ro v e c h a d a

d e lo s d o s sie m p re

h a b ía sid o T rá n sito .

P o rq u e Ju a n A n to n io , si b ie n c o n se g u ía to d o d e la h e rm a n a c o n su s z a la m e ría s, a l m e n o s n u n c a d e ja b a

d e h a c e rse

e l se rv ic ia l

L o s a ñ o s in m e d ia to s a la

ru p tu ra

d e l n o v ia z g o d e P a n c h ita fu e -

ro n d e re la tiv a p a z . T rá n sito h a b ía d a d o c o n u n m a rid o e x ig e n te y d e m a l g e n io , q u e la e m p re n d ía a g rito s d e sa fo ra d o s c u a n d o ~ o se c u m p lía e l ritu a l

d o m é stic. o .

A d e m á,s,

e ra e e lo so y le h a b la

~ ,a . A re g a n~a d iie n t e s la o tra h u b o d e p ro h ib id o sa lir sin su c o m p a m . a s y p 1u m e re o s , la v a d o s Y fre g a so m e te rse a sim u la c ro s d e b a rrid

34 -

85


/A°l-fl 4"CW''''D

"".TOtt,oa lIH IV f~

d o s (e ra m e jo r n o e x a m in a r a fo n d o la s c a c e ro la s n i m ira r m u y d e te n id a m e n te

e n lo s rin c o n e s)

lle d e sd e la p u e rta

y c o n te n ta rse c o n a c e c h a r la c a -

re c o rd ó p a ra

'.

e n se ñ a l d e a g ra d e c im i~

~

h a b e rle d e ja d o e se im p re sio n a n te m o n tó n d e d in e ro q u e la h a b ía

o la v e n ta n a . S ó lo d e ta rd e e n ta rd e lle g a b a

c o n v e rtid o e n m u je r ric a .

d e v isita c o n la fa m ilia a c a sa d e la m a d re . D e sp u é s d e l c a sa m ie n to d e Ju a n

n a d a , n i siq u ie ra

A u n q u e d e n a d a le se rv ía se rlo p u e sto q u e v iv ía c o m o u n a m i-

A n to n io la c a lm a fu e m a y o r

se ra b le . E ra d ifíc il e n c o n tra u n se r m á s c o m p lic a d o e n su m a ld a d

a u n . P a sa b a n m e se s sin q u e é ste a p a re c ie ra , re te n id o p o r la m u -

q u e M a g d a le n a . H u b ie ra p o d id o p a g a rse u n sin fin d e c o sa s a g ra -

je r. D o ñ a P a c a a v e c e s llo ra b a a n te ta m a ñ a 'in g ra titu d , te rm in a n -

d a b le s. P re fe ría

d o p o r o lv id a r su s p e n a s a l e n tre g a rse

(c u a n d o

d e sp e c h o a n te la s c a sa s lu jo sa s y la g e n te b ie n v e stid a la h a c ía

jo v e n h a b ía b o rd a d o p a ra u n a n u m e ro sa c lie n te la y to d a v ía a c e p -

p a lid e c e r d e ra b ia . O d ia b a a lo s q u e re a liz a b a n v ia je s y la s id a s

ta b a a lg u n o s tra b a jo s

a l te a tro

a su s b o rd a d o s

q u e n o re q u irie ra n

m u c h o d e sg a ste d e su s

e n v id ia rla s

e n lo s d e m á s. F ru n c ía

lo s la b io s d e

d e g e n te c o n o c id a p ro v o c a b a su s c o m e n ta rio s h irie n te s.

p o b re s o jo s). M á s ta rd e e l h ijo la e m p e z ó a v isita r c o n c ie rta e s-

L a s n o tic ia s q u e re c o g ía so b re la fe lic id a d a je n a le c a u sa b a n d is-

p a c ia d a re g u la rid a d , p e ro ¿ p o d ía d e c irse q u e é se e ra e l m ism o h ijo d e a n te s?

g u sto e n fe rm iz o y se p o n ía fre n é tic a c u a n d o e sc u c h a b a lo a s so b re g e n te g e n e ro sa y sim p á tic a . E ra u n a su e rte q u e n o h u b ie se n te n id o h ijo s. E ra p re fe rib le

E l triu n fo d e M a g d a le n a n o h a b ía p o d id o se r m á s ro tu n d o . L o c o n v e n c ió a Ju a n v iv ir

d e a p re ta r

el puño y

a la d e fe n siv a , c u id á n d o se m u c h o d e p a rie n te s

A n to n io d e la n e c e sid a d

y a m ig o s.

N a d a , n i u n a lfile r, d e b ía sa lir d e la c a sa e n o b se q u io d e n a d ie . E l

q u e lo s d o s se q u e d a ra n

so lo s, lle v a n d o

su s c u e n ta s m e z q u in a s, ju n ta n d o p e sito tra s p e sito y m ira n d o c o n

\,

fa stid io a c u a n to p a rie n te

o a m ig o se le s a c e rc a ra .

,

m a rid o a p re n d ió b ie n la le c c ió n . N u n c a m á s v o lv ió a sa c a r e n a u to E l tie m p o q u e m e d ió e n tre e l c a sa m ie n to d e Ju a n A n to n io y la

a d o ñ a P a c a y a P a n c h ita , n i siq u ie ra c u a n d o e stre n ó e l S tu d e b a k e r. L le g a b a a la c a sa d e re filó n , a le g a n d o q u e h a c e re s u rg e n te s

v iu d e z d e T rá n sito -u n o s

p a ra n o d e m o ra rse y sie m p re c o n la s m a n o s .v acías,

d a d e c o n ó m ic a p a ra la s A v e n d a ñ o . E s c ie rto q u e n o fa lta b a n

a sí fu e ra e se

d ie z a ñ o s-

fu e e l d e m a y o r tra n q u ili-

d ía e l c u m p le a ñ o s d e la m a d re o d e la h e rm a n a . P e ro é l n o se

g u n a s p e d ig ü e ñ e ría s

q u e d a b a c o rto p a ra c o m e rse lo s d u lc e s q u e p re p a ra b a

m o n ta . C o n su v id a d e re c lu sa , P a n c h ita lo g ró a h o rra r

d~a

Paca,

d e la h e rm a n a ,

y h a sta se lo s c o m ía c o n c u c h a ra so p e ra , y ja m á s tu v o la o c u rre n -

so s y lo s g a stó e n re p a ra r

c ia d e p re se n ta rse

c u a n d o L a u re n tin a

a lg u n a v e z c o n u n k ilo d e a z ú c a r siq u ie ra .

M a g d a le n a ra ra v e z a so m a b a la s n a ric e s y e so d o ñ a P a c a le p ro d ig a b a n a n ís, p e d a z o d e to rta ,

q u e P a n c h ita

y

c u m p lid o s e n c u a n to lle g a b a :

c o p ita d e

u v a d e la c a sa . E lla a c e p ta b a

to d o s lo s

p e ro to d a v ía

e ra n

unos pe, fu e Y m e jo ra r la c a sa . P o r e sa e p o c a

G Ó m e z .la s e n tu sia sm ó p a ra

q u e h ic ie ra n

v ia je a B u e n o s A ire s. N in g u n a d e la s d o s c o n o c ía la c a p ita l. S ó lo h a b ía n 1

a l-

de poca

un

to m a d o e l

tre n e n d o s o p o rtu n id a d e s:

u n a p a ra re c o rre r lo s q u in c e k iló m e 'd 1 R ' ó n y o tra v e z S a n ta F e d e S a n J o se e me

c o n v ite s y n o d a b a n i la s g ra c ia s. S e m a n te n ía fie l a su m a la v o -

tra s q u e se p a ra b a n

lu n ta d h a c ia la c u ñ a d a y n u n c a p u d o q u e re r a la su e g ra . A u n q u e

c u a n d o la s lle v a ro n a la p e re g rin a c ió n d e G u a d a lu p e , sie n d o .e lla s

la v e rd a d e s q u e ja m á s sin tió c a riñ o p o r n a d ie , n i p o r e l p o b re

n iñ a s a m e d io c re c e r. L o s a rg u m e n to s d e L a u re n tin a ro m p Ie ro n so la n e g a tiv 1 a opu .' a d e la re siste n c ia p u rita n a d e R o sa lila . P a n c h it

v ie jo d e su p a d re

q u e se d e slo m ó e n v id a p a ra

d a rle to d o s lo s

g u sto s, a l q u e n i llo ró e n la h o ra d e la m u e rte y a l q u e n u n c a m á s

36 -

c o stw n b re ,

p e ro

e l p re stig io

d e la

g ra n

c iu d a d e je rc ía

ín ñ u io

-

37


so b re su e sp íritu , ta r la p ro p u e sta . A p ro v e c h a ro n

e n c e n d ie n d o

su c u rio sid a d .

T e rm in ó

por acep-

a te n d ie n d o

e l q u io sc o q u e e ra b a sta n te

e ra u n tra b a jo la s

v a c a c io n e s

q u e p o r e sa fe c h a fa v o re c ía

d e ju lio

y la re b a ja

a lo s p ro v in c ia n o s

p o r c a lle F lo rid a . L a s a c o m p a ñ ó L a u re n tin a

d e p a sa je s

á v id o s d e p a se a r

(a u n q u e

d e n ig ra n te

v e n d ió , d ila p id a n d o

p ro d u c tiv o . C o n sid e ró q u e

y' e x c e siv o y , e n c u a n to p u d o , lo m a l-

e l d in e ro

a to d a

c a rre ra

con

in c o n sc ie n c ia

a so m b ro sa .

n o se a lo jó

c o n e lla s), d u c h a e n tra sla d o s, b u e n a c o n o c e d o ra d e la s c a lle s d e l c e n tro y d e lo s p rin c ip a le s

fo c o s d e a tra c c ió n

ro n se is d ía s c o m p le to s, p a ra n d o

p o rte ñ o s. E stu v ie -

e n u n h o te lito

d e c a lle S u ip a -

E n to n c e s nunca

e m p e z ó e l p e río d o

m á s v o lv ió

a le v a n ta r

peor

c h a q u e a e lla s le s p a re c ió lu jo so y n o p a sa b a d e se r u n m o d e sto

A u m e n ta ro n

a lb e rg u e p a ra a rtista s d e te rc e ra y p a ju e ra n o s d e c o rta fo rtu n a .

b ía c ria d o a la s h ija s ta n h a ra g a n a s

L a g ra n c iu d a d la s d e slu m b ró d ig n o

c a te g o ría

tre s p re sta b a a l p rin c ip io , to d o le s p a re c ía m a -

ra v illo so ,

in só lito ,

V isita ro n

to d o s lo s m u se o s sig u ie n d o

A l fin a l se m a re a ro n ,

(e ra z o n a d e te a tro s)

d e c o n te m p la rse .

q u e d a ro n

D e sp u é s

la s

a tu rd ió .

la lista d e la g u ía P e u se r.

d e rre n g a d a s,

c o n lo s p ie s d o lo ri-

d o s. E l c a n sa n c io h iz o q u e B u e n o s A ire s p e rd ie ra

to d o in te ré s p a -

ra e lla s. N o v e ía n la h o ra d e irse y fu e c o n u n a e sp e c ie d e a liv io q u e m ira ro n

d e sfila r

lo s su b u rb io s

d e sd e la v e n ta n illa

d c ltre n

q u e la s v o lv ía a lle v a r

a l n o rte . C a sa s, c a sa s, c a sa s. G e n te , g e n te

g e n te . N u n c a sin tie ro n

ta n p ro v in c ia n o

S in e m b a rg o , n o re g re sa ro n

b'

r

la a rn p la d o y tu v ie ro n

m u c h o q u e c o n ta r

d ía s, ta n ta s e ra n la s n o v e d a d e s se fu e ro n

o rd e n a n d o ,

~ e s~ v id a in te rio r.

su c o ra z ó n .

d e silu sio n a d a s.

d u ra n te

se h a -

lo s p rim e ro s

se c o n v irtie ro n

e ra la m á s e n tu sia sm a d a

e g o a p e n sa r q u e p o d ría c o m e n z a r u n a n u e v a d e su a m ig a .

C a rd a b a

d u ra n te

P e p e , e l m a rid o a Y u d a r a la h e r

d e v ia je

e n p a rte y R o sa lía

e ta p a e n la v id a

él

la s sie rra s

e l m e s d e e n e ro . P e ro e n d ic ie m b re d e T rá n sito .

P a n c h ita

Ya

lo s g a sto s y ta m b ié n lo s tra b a jo s c a se ro s. T rá n sito h a c o m o e lla y n in g u n a

d e la s

a y u d a e fic a z a la p o b re d o ñ a P a c a . E sta se c a n sa b a

m u c h o c o n ta n to

tra jín

ú n ic a q u e c o n trib u ía

y y a ra ra

a a liv ia rle

v e z b o rd a b a .

la ta re a

P a n c h ita

e ra la

e n su s h o ra s lib re s. S e

fu e ro n su m a n d o sacr-ificio s d e tie m p o y d in e ro p a ra e q u ilib ra r

la s

n e c e sid a d e s d e la c a sa . A l e m p e z a r e l in v ie rn o

sig u ie n te

d o ñ a P a c a d e c a y ó d e m a n e ra

ta n v isib le · q u e T rá n sito , d e su p ro p ia d e c isió n , in sistió e n h a c e rse c a rg o d e la c o c in a p a ra q u e la m a d re n o se fa tig a ra a la e sc u e la p o r la m a ñ a n a

y le h u b ie ra

sa lir). L a a n c ia n a se ñ o ra n o se re sig n a b a p re p e d ía a lg ú n

quehacer

(P a n c h ita

ib a

sid o im p o sib le o c u p a rse

de

m u rió d o n

d e d ic ó su s v a c a c io n e s

m a n a e n su s a su n to s. T a n to se a fa n ó e n se rv ir

a de

a p o y O q u e e n m a rz o la v iu d a e sta b a in sta la d a e n c a sa d e la s A vendaño con 1 d hí'i . as o s ija s. N I se le o c u rrió a T rá n sito se g u ir

pequeño

a e sta r d e b a ld e y sie m -

q u e p u d ie ra

re a liz a r

sin m o -

v e rse d e su silla . D e sd e fin e s d e a g o sto y a c a si n o se m o v ió d e la c a m a . M u rió e l q u in c e d e se p tie m b re , v e ra sa n ta fe c in a

h a b ía e n tra d o

d isp u e sta "¡P o b re que

a g ra v io s. A u n q u e

e sta n d o

P a n c h ita l

c o m o p o r su s p a d re s. E ra u n a

b u e n a , n o sa b ía d e lu c h a s y sie m p re

a p e rd o n a r

c ia . U n a ta rd e

c u a n d o y a la p re c o z p rim a -

d e lle n o e n su ja rd ín .

R o sa lía llo ró p o r e lla c a si ta n to m u je r in fin ita m e n te

,T O d o q u e d ó , e m p e ro , e n u n p ro y e c to

d e P a n c h ita .

d e l a lm u e rz o , n o o b sta n te , so lía d e ja r m u c h a s c o sa s lista s a n te s d e

Su m undo

q u e tra ía n . D e sp u é s lo s re c u e rd o s

se e m b e lle c ie ro n ,

P a n c h ita

d e la v id a

c a b e z a . S e a c a b ó la p a z h o g a re ñ a .

so la s, le d ijo

n o le fa lta b a a R o salía

a y u d a rla ... " N u n c a

re fu g io re c o n fo rta n te M a g d a le n a y Ju a n

fu e

e sc u d o

c o n tra

c la riv id e n -

en un

S u s h e rm a n o s se la v a n a tra g a r.

e sta b a

su su rro :

V a s a te n e r

lo s m a le s,

p e ro

y a p a c ib le . A n to n io lle g a ro n

e se d ía c o m o d e v isita y se

88 -

39


h ic ie ro n lo s d e se n te n d id o s

e n to d o s lo s g a sto s. A lo s d o s m e se s,

d o lo s A v e n d a ñ o y lo s C le rm o n t se in sta la ro n

e n la c u a d ra , la d o

c u a n d o y a P a n c h ita h a b ía sa ld a d o to d a s la s d e u d a s, p id ie ro n q u e

a la d o , la c a lle n o te n ía p a v im e n to . E se e ra u n b a rrio a tra sm a n o ,

se in ic ia ra la su c e sió n . R o sa lía se a su stó y v io lle g a r e l m o m e n to

m e n o sp re c ia d o p o r lo s q u e te n ía n

e n q u e p o r a rte d e b irlib irlo q u e

d e ra b a n

to d o ib a a p a sa r a m a n o s d e la

b ie n e s d e fo rtu n a

o se c o n si-

g e n te d e c ie rto ra n g o so c ia l. L a u b ic a c ió n n o e ra m a la ,

p a re ja . P e ro n o fu e a sí. U n a v e z fin a liz a d o s lo s trá m ite s, c o n g ra n

e m p e ro , só lo a d o s c u a d ra s

so rp re sa su y a y d e c u a n to s lo c o n o c ía n , Ju a n A n to n io d e c la ró q u e

n a d o , p o r c ie rto , p e ro d e in d u d a b le

n o q u e ría m o le sta r p a ra n a d a a su s h e rm a n a s

y su d e se o e ra q u e

c a te g ó ric a s a firm a c io n e s d e lo s v e n d e d o re s d e te rre n o s. E sto s e ra n

sig u ie ra n o c u p a n d o la c a sa (lo s tre s la p o se ía n e n c o n d o m in io ). E l

b a ra to s y e sta b a n a l a lc a n c e d e lo s m e d io s e c o n ó m ic o s d e u n m o -

m u y b e lla c o c o n o c ía d e so b ra la e sc ru p u lo sid a d

d e sto e m p le a d o d e la e sta c ió n fra n c e sa y u n o b re ro d e lo s ta lle re s

e sp e c u la b a m e n su a lid a d

so b re e lla . P a n c h ita g e n e ro sa m e n te

é l le c o rre sp o n d ía

y ja m á s

e n a rre g lo s

A lg ú n

e sta b a

d ía , ta rd e

una

h iz o m e n c ió n

d e lo s im p u e sto s

n a d a s a e d ific a r la s p ie z a s d e l fre n te . E l p a d re d e R o sa lía se o c u -

d e la v iv ie n d a

e ra só lo a p a re n te

e n la s so m b ra s, lista p a ra

o te m p ra n o ,

h a b ría

m á s ju sto

su y o y la s c u e n ta s q u e d a ra n

q u e e fe c tu a r

y

sa lta r.

d e fin itiv a m e n te

a rrin c o n a d o .

re c u rrir

a rre g la d a s. y p o d ía n

m ie n tra s

E sa a n g u stia d e p e rd e r la c a sa

a b re v e p la z o se re n o v ó a c a d a v isita d e la p a re ja ja b a

d e e c h a r su s je re m ia d a s

c la v a b a su s e s-

so b re la s d ific u lta d e s

en una

im p o r-

E l h e c h o e s q u e se sa c ó u n a b o n ita su m a p o r la

c a sa , la q u e c o rre sp o n d ió

c a si ín te g ra m e n te

a Ju a n

A n to n io . E s-

te le p re se n tó a T rá n sito u n a re n d ic ió n d e c u e n ta s d e ta lla d a

..

,

q u e fig u ra b a n

lo s g a sto s d e l e n tie rro

b le s d e u d a s d e é sta y lo s a d e la n to s

e n la

d e P a n c h ita , la s in n u m e ra e n e fe c tiv o q u e é l h a b ía h e -

c h o e n lo s ú ltim o s tie m p o s. L a o tra -p u so

e l g rito e n e l c ie lo , se

p ro c la m ó ro b a d a , d e sp o ja d a , lo a c u só a l h e rm a n o d e m a lv e rsa c io n e s, p e ro to d o fu e in ú til. N o h a b ía lu g a r a re c la m o s.

L a m u e rte d e d o ñ a P a c a m a rc a b a e l h ito se ñ a la d o r d e u n a é p o -

p ro p ie d a d

de

d e re a l

v a lo r g ra c ia s a lo s c o n tin u o s p ro g re so s d e e sa z o n a u rb a n a . C u a n -

40 -

re s d e te rre n o s.

a d q u irió e x tre m a

c ie rto lo a firm a d o p o r a q u e llo s v e n d e d o -

e c o n ó m ic a s

L a c a sa , a la p o stre , só lo se v e n d ió d e sp u é s d e la m u e rte c o n v e rtid o

tra n sfo r-

que nunca de-

q u e la a se d ia b a n . F u e e l ju e g o d e l g a to y e l ra tó n .

P a n c h ita , c u a n d o se h a b ía

a l m a trim o n io

q u ín , lo s b a ld ío s se lle n a ro n , e l B u le v a r ta n c ia . H a b ía re su lta d o

d e ia rlo

sa b ía lo q u e p o d ía p a sa r. A u n q u e é se se ría e l ú ltim o re c u rso q u e e m p le a ría n ...

la su y a c o n su s p ro p ia s m a n o s

d e la tía p e rm itió

m a rla c a si p o r c o m p le to . A n d a n d o lo s a ñ o s h a b ía lle g a d o e l a d o -

,

lo

n a d ie

d e m e jo ra r

h a sta q u e la h e re n c ia

C o n to -

P e ro c o n lo s tie m p o s ta n m a lo s q u e c o rría n

tile ta z o s. P a n c h ita e sta b a a te rra d a .

J

G ra c ia s a D io s, e llo s n o

a e se c a p ita l

y M a g d a le n a so n re ía p ro te c to ra m e n te

p a b a in c e sa n te m e n te

e sa d iv isió n

q u e c a d a c u a l re c ib ie ra

d o , n o h a b ía ta n to a p u ro p o r h a c e rlo ... p o r a h o ra

L a c o n stru c c ió n d e la s c a sa s c o n o c ió v a ria s e ta p a s. sie n d o c a si g e m e la s, c o n d o s p ie z a s c o rrid a s, g a le -

L o s p rim e ro s a h o rro s d e lo s b o rd a d o s d e d o ñ a P a c a fu e ro n d e sti-

d e im p o rta n c ia .

nada

c o n la s

ría , c o c in a y b a ñ o , a m b a s a b ie rta s a l v ie n to , a l p o lv o y a la llu v ia .

d e c o n d o m in io . M a g d a le n a h a b ía m e n c io n a d o e l a su n to c o n fin g i-

n e c e sita b a n

E m p e z a ro n

d e a c u e rd o

que

agazapada

d a d e sp re o c u p a c ió n :

d e l fe rro c a rril.

p o rv e n ir

abando-

n i d e lo s m u c h o s m ile s q u e h a b ía in -

S in e m b a rg o , la se g u rid a d la a m e n a z a

se c re y ó o b lig a d a a p a sa rle

y

c a lc u la d a p o r la p a rte d e c a sa q u e a

e lla p a g a b a re lig io sa m e n te v e rtid o

d e la h e rm a n a

d e l B u le v a r, p a se o b a sta n te

c a lle n a d e c o n g o ja s p a ra P a n c h ita . E x tin g u id a

la p e n sió n fe rro -

v ia ria d e la m a d re , fu e su su e ld o e l q u e d e b ió e stira rse n a lm e n te

p a ra

c u b rir

la s n e c e sid a d e s

d e sc o m u -

c a d a v e z m a y o re s

d e la

-

41


c a sa (y a e n to n c e s le h a b ía n d a d o e l fa m o so a sc e n so , n o ta n to p o r su s m é rito s c o m o p o r lo s tra b a jito s

d e Ju a n

c o m o sie m p re , d e v e rse o b lig a d o a a rrim a r si n o a u m e n ta b a n

la s e n tra d a s).

A n to n io , te m e ro so ,

e l h o m b ro a lg u n a v e z

T rá n sito tu v o u n so le m n e g e sto

d e a b n e g a c ió n Y a n u n c ió q u e se h a ría

c a rg o d e l tra b a jo

e n su to ta lid a d . E so fu e u n d e c ir. G e n e ra lm e n te P a n c h ita a te n d ía

c a se ro

n a d ie lo h a c ía .

d o s tu rn o s c o m o d ire c to ra y y a n o d isp o n ía d e

p o r a so m o se le s h a b ía c ru z a d o e l p e n sa m ie n to sa rio a y u d a r a la tía e n e l te r o d e p u ra p u e rta ra p la n ta rse le s e n c a rg a b a

o sté n d e la c a sa . S e p a sa b a n e l d ía e n -

o v e n ta n a y c u a n d o lle g a b a n a e n tra r

d e la n te

la c a ra , a rre g la rse

lo s ru lo e y a le g a r c a n sa n c io la ra ra v e z q u e se

a lg u n a

ta re a . N o p o d ía n n e g a r q u e e ra n h ija s d e

su m a d re e n e so d e sa b e r q u e ja rse a tie m p o . E n c u a n to lle g a b a la h o ra p ro p ic ia , se la rg a b a n

c a c e ro la ). C a rm e n y E n c a rn a

q u e C a rm e n se e n g a n c h a b a c o n e l m e q u e tre fe

p a ra n a -

a c a lle je a r c o m o d e se sp e ra d a s h a sta

d a . E n c u a n to a T rá n sito , n o p a sa b a d ía sin q u e h ic ie ra u n a tre -

sid o m u c h o p e d ir

m e n d a a lh a ra c a p o r la m a la o lla d e p u c h e ro q u e h a b ía p u e sto a

la stim o sa q u e D io s le h a b ía d a d o ).

h e rv ir,

c o m o si e so la h u b ie ra

d e slo m a d o , d e já n d o la

sin a lie n to

p a ra to d a o tra ta re a . e so s años sin q u e b u lle ra n

p ro te sta s

q u e E n c a rn a

h ic ie ra

d e tu rn o

d e lo s m u c h a c h ito s

d e d ie c isé is p a ra

e n g u a rd ia a su s h ijo s c o n tra la s m a la s a rte s

p a ra se d u c irlo s. L a ú n ic a p e lig ro sa , e n re a lid a d ,

je re s. D e b ié n d o le to d o a P a n c h ita

p o b re e s' e r e n to d e la h e rm a n a

ra , v ié n d o se

o b lig a d a la p o b re

m ism a la s p o c a s p re n d a s e n c o n tra b a

a la v a r,

p la n c h a r

ra íd a s q u e fo rm a b a n

SU

u n a c o m id a p a sa b le c u a n d o re g re sa b a

sa d a y m u e rta

y z u rc ir a ju a r.

e lla

Ja m á s

a su c a sa , c a n -

d e h a m b re , p o rq u e d e m a ñ a n a n i d e sa y u n o to m a -

b a p a ra n o m o le sta r

a n a d ie y se c o n te n ta b a

con un pedazo de

p a n se c o q u e c o m ía c u a n d o se a c o rd a b a . P e ro , e so sí, la m u y d e sc a ra d a d e T rá n sito

c o m p ra b a g o lo sin a s to d a s la s ta rd e s

c a p a z d e h a c e r n a d a c o n su s m a n o s, n i to rta s frita s)

(e ra in -

p a ra re g a -

la rse e lla y la s h ija s a la h o ra d e la m e rie n d a . L a c o m p ra se h a c ía c o n la p la ta d e P a n c h ita , n a tu ra lm e n te , to d a la c a sa , p e ro n i la s m ig u ita s q u e d a b a n

q u e n o h a b ía o tra e n p a ra

q u e é sta n o se

d ie ra c u e n ta . L a e stú p id a d e la m a d re h a b la b a sie m p re d e su s "n e n a s" c o m o

a rrib a

p o n ía n

q u e p o d ría n

e n su in te rio r. N o p o d ía p e rd o n a r e l c in ism o d e a q u e lla s tre s m u n i la ro p a le c u id a b a n siq u ie -

(h u b ie ra

lo m ism o c o n e sa fa c h a

L a s d o s h o lg a z a n a s y a se h a b ía n h e c h o fa m o sa s e n e l b a rrio y la s m a d re s

R o sa lía n o p o d ía re c o rd a r

e ra p a -

d e l e sp e jo , p a sa rse c re m ita s o c o lo re te s p o r

tie m p o (a sí y to d o e c h a b a su s b a rrid a s y fre g a b a d e p risa a lg u n a n o se rv ía n a b so lu ta m e n te

d e q u e e ra n e c e -

u sa r

e ra C a rm e n . E l

tra g a b a sa liv a , p e ro n o a b a n d o -

n a b a su p u e sto d e a c o m p a ñ a n te h a sta q u e lo s n o v io s le d a b a n e l e sq u in a z o y se p e rd ía n e n a lg u n a d e e sa s c a lle s d e e sp e sa a rb o le d a y p o c a lu z . E n to n c e s E n c a rn a d e sp re o c u p a d o y se ju n ta b a

v o lv ía so b re su s p a so s c o n air-e

c o n la b iz c a d e la le c h e ría

m á s a g ria q u e u n lim ó n . A h í se q u e d a b a n e l n e g o c io , m a n o so b re m a n o h a b la n d o

(n i siq u ie ra

m a l d e l p ró jim o o h a c ie n d o

so b re lo s a rtista s

se le s o c u rría te je r)

c o m e n ta rio s in te rm in a b le s

d e c in e o lo s m u c h a c h o s

c o n o c ía n .

q u e e ra

la s d o s e n u n rin c ó n

buenos

m ozos que

\

M ie n tra s ta n to , la o tra , ¡v a y a a sa b e r q u é h a ría ! N a d a in o c e n te d e b ía se r p o rq u e su b u e n ja le o h u b o u n a v e z a c a u sa d e e lla . E ra im p re sio n a n te

la m ú d e z d e P a n c h ita

rilla . P a re c ía

q u e lo s a ñ o s se le h a b ía n v e n id o e n c im a d e g o lp e ,

e n e so s d ía s y su c a ra a m a -

si h u b ie se n sid o d ije s d e p o rc e la n a . D e sd e c h ic a s le s h a b ía c u lti-

c a m in a b a

v a d o la in u tilid a d y n u n c a se p re o c u p ó d e q u e e stu d ia ra n

lle g ó a irse u n a h o ra a n te s d e la e sc u e la . R o sa lía re c ib ió su s c o n -

a p re n d ie ra n

a lg ú n o fic io . N o sa b ía n d a r u n a p u n ta d a , n i a g a rra r

la p la n c h a , n i su je ta r

42 --

a lg o o

u n a e sc o b a . Y a e ra n u n a s se ñ o rita s

y ni

e n c o rv a d a

y h a sta c a n a s le a p a re c ie ro n .

fid e n c ia s e n tre c o rta d a s p a sa d o . L a tra n q u ilid a d

p o r la v e rg ü e n z a

U na m añana

c u a n d o y a to d o h a b ía

le e sta b a v o lv ie n d o a l c u e rp o le n ta m e n -

-

43


te , p e ro n o b o rró lo s sig n o s d e p re m a tu ra re c id o .

v e je z q u e h a b ía n a p a -

"T o d o se h iz o c o n la m a y o r re se rv a . N a d ie sa b e u n a p a la b ra n a d a ". E so h a b ía a firm a d o

h a b ía

o íd o , la

de m ás

P a n c h ita m u y lle n a

a llá

se fu e ra

so la . T rá n sito

n o p o d ía a b a n d o n a r

a

d e ilu sio n e s. P e -

u n a h a b ía so sp e c h a d a , la o tra

h a b ía

q u e P a n c h ita

de

ro e l b a rrio e n te ro h e rv ía d e c u c h ic h e o s y la s c o m a d re s se p a sa b a n e l se c re to c o n lu jo d e d e ta lle s:

p re

la s "n e n a s" y la s "n e n a s" n o p o d ía n irse a v iv ir e n tre la s v a c a s.

v isto . N o fa lta b a

la

c u a rta

E l poder

d e a g u a n te

d e P a n c h ita

e ra

re a lm e n te

fo rm id a b le .

P o rq u e , a u n q u e p a re z c a in c re íb le , la c a rg a d e T rá n sito ja s n o le re su ltó su fic ie n te m e n te

y la s h i-

p e sa d a y h u b o q u e b u sc a r a la

q u e h a b ía re c ib id o lo s in fo rm e s d e quien sabía todo mejor que cualquiera. E l c u e n to ro d ó c o m o u n a b o la . Y si la s m u rm u ra c io -

tía C risa n ta ,

n e s n o a b a n d o n a ro n

h a b ría m o le sta d o a la so b rin a . E ra n su s h ijo s lo s m ise ra b le s. L a

e l to n o b a jo y c o n fid e n c ia l fu e p o r e sp e c ia l

c o n sid e ra c ió n h a c ia P a n c h ita , p o rq u e to d o s la re sp e ta b a n ría n .

y que-

la h e rm a n a

m a y o r d e l p a d re . E s c ie rto q u e la p o -

b re v ie ja n o e ra p e d ig ü e ñ a y , si p o r e lla h u b ie ra

sid o , ja m á s la

a n c ia n a re c ib ía u n a m e z q u in a p e n sió n q u e ib a a p a ra r

e n te rita a

m a n o s d e la s n u e ra s c o m o c o n trib u c ió n p a ra lo s g a sto s d e la c a -

L a tía c a si se m u rió d e l d isg u sto , p e ro lo q u e e s la v iu d a y la s

sa . N o le d e ja b a n

u n so lo p e so e n tre la s m a n o s y n o te n ía c o n

h ija s e n n a d a e sc a rm e n ta ro n . T o d o fu e c o m o si ta l c o sa . N o p a só

q u é c o m p ra rse a lg ú n re m e d io c u a n d o la a flig ía e l re u m a o c u a l-

m u c h o tie m p o sin q u e la b u sc o n a d e C a rm e n a n d u v ie ra

q u ie r o tro d o lo r, q u e a c h a q u e s n o le s fa lta n a lo s v ie jo s. L a p o -

c o n to d a in so le n c ia , lu c ie n d o o tro

in d iv id u o .

su c u e rp ito

T e n ía u n a c ie rto

é p o c a : e ra n tra sn o c h a d o re s, d id o s. T o d o s h a c ía n

v id a

e sta b a

P a n c h ita

g e n til y d e l b ra z o d e

e sp e c ia l p a ra

d a s, c o m o p a ra n o a v e rg o n z a r a lo s ta c a ñ o s d e lo s h ijo s, y a e s-

d e l b o le te ro

p ro fe sio n a l d e l c in e q u e

c o n su fa m ilia . L a s m a l a g ra d e c id a s v isib le m e n te

d e e sa tía d e sa li-

c o n la m o d a . T rá n sito

c o n u n a o b lig a c ió n a l m a n te n e rla s. y ja m á s

tu n id a d

h a b ía

fru ta le s,

44 -

a b so lu ta

in d ife -

p o r p ro b le m a s

de

su p ro p ia c o m o d id a d . E n c ie rta o p o r-

c a m p o , c o n b u e n a c a sa h a b ita c ió n sia sm o d e p a rte

S e n tía

se in q u ie ta b a

le o fre c ie ro n a P a n c h ita

c o n d id a s le d e ja b a a lg ú n b ille tito d e T rá n sito , q u e o tra

lle g a d o a c o n v e n c e rse d e q u e la h e rm a n a n o h a c ía m á s q u e c u m -

d in e ro . S ó lo le p re o c u p a b a

em pezó a

d e p in ta d o n ju a n e sc a y fa m a d e p e rd u d o sa , c o m o e l ju g a d o r

ñ a d a , m a l v e stid a , sie m p re re ñ id a

re n c ia p o r su tra b a jo

a tisa n a s y e m p la sto s c a se ro s. P a n c h ita

lle v a rle lo s re m e d io s q u e p o d ía n e c e sita r. S e lo s lle v a b a a e sc o n d i-

d e la s so b rin a s se a b o c h o rn a b a n

p lir

b re c ita re c u rría

e le g irlo s e n e sa

q u e te rm in ó p ro c e sa d o o e l a to rra n te e x p lo ta b a m u je re s. L u c id a

p o r a h í,

la d ire c c ió n d e u n a e sc u e la d e y a m p lio te rre n o . H u b o e n tu -

d e é sta , e la b o ró p ro y e c to s, h a b ó d e h u e rta ,

de

d e c ría d e g a llin a s. T o d o e so m e re c ió a p ro b a c ió n sie m -

d e re g a lo . T o d o e so a e sp a ld a s

se e n tie n d e , p u e s c u a lq u ie r

le . h ic ie ra

d ía ib a é sta

a to le ra r

la c o m p e te n c ia e n e so d e o rd e ñ a r

su v a c a

le c h e ra .

y n o e ra q u e lo s h ijo s d e la tía C risa n ta c a re c ie ra n d e re c u rso s p a ra a y u d a r e a n g u rria ,

a la m a d re . L o q u e p a sa b a c o m o M a g d a le n a y Ju a n

e ra q u e e sta b a n

A n to n io ,

t llo ra b a n

lle n o s so b re

c a d a c e n ta v o g a sta d o e n a lg o q u e se h a b ría p e d id o a h o rra r.

Los

d o s v a ro n e s e ra n m a q .u in ista s, c o n b u e n o s su e ld o s, y c o rría n

pa-

re jo c o n su s m u je re s,

ta m b ié n

ta m o n e d a s. S e h a b ía n in sta la d o h a b ía n

a rrin c o n a d o

h e rm a n a s,

e n n o a flo ja r

e n c a sa d e la m a d re y a é sta la

e n u n c u a rtito

d e m a la m u e rte .

h a b ía c a sa d o c o n u n tu rc o , d u e ñ o d e u n a tie n d ita . e n tre lo s d o s y g a n a b a n

e l p o r-

u n p la ta l

L a h ija

se

L a a te n d ía n

v e n d ie n d o tra p ito s

v isto so s y

-

45


z o n c e ríta s

d e a d o rn o . P e ro , se g ú n e llo s, sie m p re e sta b a n a l b o rd e

d e la q u ie b ra y só lo u n m ila g ro h a c ía q u e sig u ie ra n p e sa r

d e la s p é rd id a s

q u e su fría n .

te n ía n c a sa p ro p ia , o tra d e re n ta

a d e la n te

E so sí, n o c o n ta b a n

y p la ta

a

que ya

e n e l b a n c o . R a ra v e z

v isita b a n a d o ñ a C risa n ta .

e l d e re c h o y e l re v é s. D o s m e d ia s su e la s, p o r lo m e n o s, h a b ía n p a sa d o p o r su s z a p a to s m á s n u e v o s. L a ú n ic a p re n d a m e n te re c ie n te ro b án d o le

re la tiv a -

e ra u n sa c o d e la n a . E lla m ism a lo h a b ía te jid o ,

h o ra s a l su e ñ o , c o n u n a s m a d e ja s

q u e le h a b ía re g a -

la d o R o salía. ¿ Q u é v id a e sa é sa , m e z q u in á n d o se

la ro p a , p riv á n d o se

d e to d a

d iv e rsió n , p o n ie n d o u n a lá p id a so b re to d o s su s d e se o s? E ra in ú C a ía d e su p e so q u e u n m o d e sto su e ld o d e d ire c to ra d e te rc e ra

til p re te n d e r

convencer a Fanc

l a

e

a n é é é sid a d

d e u n c a m b io

c a te g o ría , p o r m u c h o q u e se lo e stire , n o p o d ía d a r p a ra a m p a ra r

d e a c titu d h a c ia lo s su y o s. E n m a n o s d e é sto s n o e ra m á s q u e u n

a ta n ta g e n te . P o r m á s q u e P a n c h ita se p riv a ra

p e d a z o d e c e ra .

d e to d o , la p la ta

n o le a lc a n z a b a y h a b ía te n id o q u e e n d e u d a rse . P o r p rim e ra se v io e n la o b lig a c ió n d e p e d ir so b rin a . y c u a n d o u n p o b re

d in e ro c u a n d o e l a su n to d e la

se m e te c o n p re sta m ista s

sa lv a d e e llo s? E s c o m o e m p a n ta n a rse

e n te rre n o

h u n d e m á s y m á s c a d a v e z . N o se h a b ía n a n g u stia s su frid a s p a ra p a g a r o tro a to d a c a rre ra ,

vez

¿ q u ié n lo

fa lso , u n o se

c a lm a d o to d a v ía

u n v e n c im ie n to

c u a n d o lle g a b a

c o m o si lo s p la z o s se a c o rta ra n

E n m e d io d e to d o s e so s d e sv e lo s F e lip e Illa n e s p a re c ía o lv id a d o . P a n c h ita lo n o m b ra b a

a v e c e s, c o n a p a re n te

in d ife re n c ia .

N unca

la s

d e la n te d e - T rá n sito o M a g d a le n a , e so sí. L o re c o rd a b a c o n m o tiv o

el

d e a lg u n a a so c ia c ió n d e id e a s, h a b la b a d e é l a l p a sa r, sin in sistir

p a ra

el que

m u c h o , c o m o si se tra ta ra

a n d a e n a p u ro s. E n m á s d e u n a o c a sió n la p o b re m u je r

se h a -

p e n sa r q u e y a e sa p e n a d e a m o r se h a b ía c u ra d o . R o sa lía , e m p e -

b ía v isto e n fig u rilla s p a ra c u m p lir c o n e llo s. L le g ó a v e n d e r q u e ría e m p e ñ a r) T ra n sc u rría n

(n o

lo p o c o d e v a lo r q u e p o se ía . S a c ó u n a m ise ria .

su s v a c a c io n e s e n m e d io d e u n a in te rm in a b le

su c e -

ro , sa b ía a q u é a te n e rse la s p a la b ra s

de un

e x tra ñ o . L a g e n te

y v islu m b ra b a

se p u so a

la h e rid a p o r d e b a jo d e

in su sta n c ia le s.

E lla n o le h a b ía p e rd o n a d o

a F e lip e

su c o n d u c ta , p re fe ría

no

sió n d e c la se s p a rtic u la re s, p a g a d a s a v il p re c io , a to d o s lo s a lu m -

p e n sa r e n é l y ja m á s fo m e n tó lo s re c u e rd o s c a n d o ro so s d e P a n -

n ~ s re z a g a d o s d e lo s a lre d e d o re s.

c h ita . S e lim ita b a

S e re m a ta b a

d la . e n . su s e stu d io s y lo g ra r q u e a p ro b a ra n c a si sie m p rs, p e ro n o re so lv ía

p a ra

p o n e rlo s a l

e l c u rso . L o c o n se g u ía

su s p ro b le m a s

e c o n ó m ic o s e x te -

n u á n d o se d e e sa m a n e ra p o rq u e la s so b rin a s se a b a la n z a b a n m o b u itre s sa n c io .

co-

so b re la s m a g ra s g a n a n c ia s. A c u m u ló so la m e n te c a n -

e sa fe c h a

que

a c u e sta s, a g u a n ta n d o h íl

hi

P a n c h ita

andaba

c o n e l m ism o

so le s y llu v ia s. L o s g u a rd a p o lv o s

l a c le n to s. L a s d o s p o lle ra s

46 -

fre n te

a l re n e g a d o

fu e a c o n su lta r re g re só

(e x c e p to d o n S a tu rn in o ,

a c titu d

SU

e l c a rb o n e ro , q u e lo

u n a v e z c o n m o tiv o d e u n e n re d o q u e te n ía y

e n c a n ta d o ,

c h o rre a n d o

a la b a n z a s

p o r to d o s

lo s p o ro s).

P o rq u e e ra e so , u n re n e g a d o , u n trá n sfu g a . H a b ía h e c h o a b a n d o -

R o sa Iía se e sp a n ta b a a n te e sa m a n e ra d e v iv ir. C in c o a ñ o s h a c ía p o r

a e sc u c h a rla y , e n c u a n to p o d ía , c a m b ia b a d e

c o n v e rsa c ió n . L o s v ie jo s v e c in o s d e l b a rrio c o m p a rtía n

q u e te n ía h a b ía n

a b rig o e sta b a n

sid o u sa d a s p o r

n o d e to d o lo su y o c o n ta l d e in tro d u c irse

e n e sa c a p a so c ia l q u e

c o n sid e ra b a m e jo r q u e la s o tra s. C o m o c u a lq u ie r d e slu m b ra d o

a n te

c o sa s q u e e ra n

e l fa lso b rillo

o n o e ra n

d e l p re stig io

b o b o , se h a b ía

m undano,

"b ie n ". H a b ía p e rd id o

con

d e la s

e so u n a

-

41


d e v e z e n c u a n d o p a ra

q u e n o se a c o stu m b ra ra

b u e n a p a rte d e sí m ism o . S u in fa n c ía y a d o le sc e n c ia y a n a d a sig -

m a n se d u m b re . E ra im p o isb le q u e v iv ie ra

n ü ic a b a n

m a te ria le s, p e ro ¿ p o d ía a firm a rse

e n e so s c írc u lo s, d e se n to n a b a n .

N o te n ía re c u e rd o s

m u n e s c o n e sa g e n te q u e a h o ra lo ro d e a b a . E n tre se ría e l e x tra ñ o , e l Ju a n S u m u je r In so le n te

fu e la

e n h a c é rse lo

d e p a la b ra

in fe rio re s,

e n m e jo re s c o n d ic io n e s e n su s a m b ic io n e s y n o

d e a q u e lla

d u lc e n o v ia d e su ju -

v e n tu d ?

n o h a b ía

a su m a rid o c o n u n d e sp a rp a jo

(a l c o m e n ta r lo s h e c h o s q u e lle g a ro n a l

b a rrio p o r b o c a d e u n a a n tig u a a p o rre a b a n

d e m o d o c ru e l.

a ra to s la p re se n c ia

a la

q u e e ra u n h o m b re fe liz ? ¿ N o

se se n tiría d e v e z e n c u a n d o d e fra u d a d o a ñ o ra ría

se n tir

y d e sb o c a d a c o n lo s q u e ju z g a b a

q u e lle n a b a d e a so m b ro

e llo s sie m p re

d e A fu e ra , e l in tru so .

p rim e ra

v a c ila d o e n m a ltra ta r

co-

d e m a sia d o

¡L a fe lic id a d !

m u c a m a d e la c a sa , lo s v e c in o s

a F e lip e p o r to n to , p e ro m á s la a p o rre a b a n

¿ T e n ía a lg ú n

re p a sa b a m in u c io sa m e n te

a e lla

sig n ific a d o

e sa p a la b r!l;? R o salía

su v id a e n su s m e n o re s d o b le c e s y h a -

lla b a e n e lla e sc a sa c a b id a p a ra la fe lic id a d . N u n c a h a b ía p a sa d o

p o rq u e to d o s se se n tía n h e rid o s p o r su s e x p re sio n e s d e sp e c tiv a s).

la s p e n u ria s

H a b ía q u e o ir'le la b o c a a la se ñ o ro n a , ta n

su s h o ra s, ta n e x e n ta s d e in q u ie tu d e s, la a c ic a te a b a n a lg u n a s d u -

c u a n d o le lle v a b a n

roñoso p o r a llá ...

la c o n tra :

e c h a d a p a ra

a trá s,

Gallego roñoso p o r a q u í, Gallego

R o sa lía p e n sa b a q u e e so n o e ra m á s q u e u n

c a stig o m e re c id o . lle g a d o a c o n v e rtirse

e n u n o d e lo s m e jo re s a b o g a d o s d e la c iu -

d a d , le llo v ía n a su n to s d e lo s c u a tro p u n to s g u la b a n

d a s ta rd ía s q u e p re fe ría ()/

~

c a rd in a le s

c u a n tio so s h o n o ra rio s. S u p o m a n e ja r

y le re -

b ie n lo s p e so s g a -

p e ro

e n m e d io d e la a p a c ib ilid a d

de

a c a lla r.

n a d a m á s q u e e so la e x iste n c ia h u m a n a ?

~ m e n te

E c o n ó m ic a m e n te le fu e m u y b ie n a F e lip e . E n p o c o s a ñ o s h a b ía

d e P a n c h ita ,

c ó m o d a , la c a m a a b rig a d a ,

.¿ L a c a sa re la ti-

e l fre g a d o m c e sa n te

d e la s

su p e rfic ie s, ~ l la v a d o d e p la to s y la s c u e n ta s d ia ria s e stric ta m e n te lle v a d a s? A sí h a b ía v iv id o sie m p re , d e sd e c h ic a , e n u n a m ó sfe ra d e o rd e n , lim p ie z a y e c o n o m ía . S u m a d re g a sto s c o tid ia n o s e n e l p rim e r

p a p e l q u e h a lla b a

a p u n ta b a a m ano

a tlo s (c o n

n a d o s y y a p o se ía u n a fo rtu n a . S ie m p re a n d a b a v e stid o d e lo m e -

ta l

jo r (p a ra q u é h a b la r d e la m u je r y la s h ija s)

e n lim p io la s a n o ta c io n e s, c a si c e re m o n io sa m e ~ te , e n u n a lib re ta

te . L a c a sa q u e se h iz o c o n stru ir

y c o n a u to fla m a n -

e n p le n o c e n tro le d e c ía a g ri-

d e q u e n o p u d ie ra

se rv ir

la s v e rd a d e ra s

e n in n u m e ra b le s

e x c u rsio n e s p o r e l b a rrio

p ie d a d e s q u e fig u ra b a n

a su n o m b re . H a b ía c o m p ra d o e n S a n Jo -

sé d e l R in c ó n u n a q u in ta fa m o sa p o r su s m a n d a rin a s

y h a sta d e -

c ía n q u e y a e ra d u e ñ o d e u n a e sta n c ia p o r e l la d o d e S a n Ju sto , S u s e n tra d a s

m e n su a le s d e b ía n

d e c u p lic a r c o n c re c e s e l to ta l d

la s d e u d a s q u e a g o b ia b a n a la p o b re P a n c h ita . d e c h e q u e s in sp ira re v e re n c ia ,

1p a d re s

c u y o sa lu d o e ra

so lic ita d o c o n a fá n , c u y a a m ista d e s c o n sid e ra d a c o m o u n h o n o r.

c o sa ), e l p a d re

ja b a n

h a b ía c ~ n o c id o (

a le g ría s d e la in fa n c ia , lo s ju e g o s e n p a n d illa , la s e n b u sc a d e n u e v o s h o riz o n te s. A su s

ju g a r

c o n tie rra

ni con agua, ni con nada

la s m a n o s y la ro p a . N o le p e rm itía n

S I,

a n o te n e r

in ic ia tiv a s,

q u e e n su c ia ra

m á s a m ista d e s e n e l b a rrio

q u e la d e P a n c h ita p o rq u e é sta e ra u n a

de por

p a sa b a

le s g u sta b a te n e rla b a jo su c o n sta n te v ig ila n c ia . N o la d e -

a c o stu m b ró

E n re su m id a s c u e n ta s e ra u n h o m b re ric o , d e é so s c u y a to d o p o d e ro sa lib re ta

o tra

e sp e c ia l. R o sa lía u sa b a la lib re ta d ire c ta m e n te /N 0

to s a q u ie n la m ira ra lo m u c h o q u e h a b ía c o sta d o . T e n ía in te re se s e m p re sa s c o m e rc ia le s, fu e ra d e l c ú m u lo d e p ro -

p a ra

petite fiU e bien éLevée. S e

su im a g in a c ió n , y a

apagada

se e m b o tó c a si c o m p le ta m e n te .

D e su n m e z so lita ria y re tra íd a , h a b ía sa lid o h o sc a e n e x tre m o y su m isa n tro p ía

se h a b ía

a c e n tu a d o

c o n e l c o rre r

d e l tie m p o .

H a sta la m u je r h a b ía d e ja d o d e d e sb o c a rse , si b ie n lo g rito n e a b a

48 -

49


D e sc o n fia b a d e la g e n te , le a trib u ía p ro p ó sito s m e z q u in o s, re c ib ía fría m e n te

la s d e m o stra c io n e s

le h a c ía a lg u n a a n tig u a dad

y

d e a m ista d

c o n o c id a , a p ia d a d a ,

d e se o sa d e p ro p o rc io n a rle

d a rse . In v a ria b le m e n te p u e rc o

que de vez en cuando

p re se n ta b a

a lg u n a

a lo s d e m á s

e sp ín y d e sp u é s d e p in c h a rlo s

c u e v a sin d ig n a r a so m a rse . N o h a b ía d e la c o n v iv e n c ia . S e c o n sid e ra b a

q u iz á s, d e su so le -

d istra c c ió n . N o sa b ía su c o sta d o

se re c o g ía e n su p ro p ia lo g ra d o a sim ila r la v irtu d

fe a , a n tip á tic a ,

d e sa g ra d a b le

y d a b a p o r se n ta d o q u e e lla sie m p re so b ra b a

e n to d a

a m a b le . P re fe ría

d e p e rm itir

a lg u ie n

h u rg a ra

P a n c h ita

de

g o z a r fa m a d e lu n á tic a

a n te s

re u n ió n que

e n su s "d e n tro s".

F u e e n to n c e s c u a n d o la s c o rre ría s d e C a rm e n e m p e z a ro n a h a c e rse p ro d u c tiv a s. P a n c h ita se re fu g ia b a e l a g o ta m ie n to

h u b ie ra

te n ía u n a p ro fu n d a

d e se sp e ra d a m e n te p o d id o a p la c a r

e n e l tra b a jo

re tra im ie n to ,

le g u sta b a c h a rla r c o n la g e n te q u e c o n o c ía . S ie m p re h a b ía sid o

le

lá stim a , p e ro n i b u e n a s p a la b ra s p o d ía o fre -

c e rle p o rq u e la o tra e v ita b a a to d o tra n c e h a b la r m a s. A re g a ñ a d íe n te s,

y lu e g o d e p o rfia r

d e su s p ro b le -

d u ra n te

m ás de una

h o ra , a c e p tó a y u d a p a ra re to c a r su ro p a , c u y o la stim o so p ro d u c ía p e n a . R o sa lía se p re g u n ta b a

e sta d o

c o n e sp a n to e n q u é iría a

p a ra r to d o e so . P o r e se tie m p o , p re c isa m e n te , h iz o su re a p a ric ió n

e ra m u y d istin ta . P e se a su v o lu n ta rio

c o m o si

su a n g u stia . R o sa lía

n e s.

F e lip e I

Illa ,J

1-

e x c e le n te c o m p a ñ e ra , ta n to e n e l ~ stu d io c o m o e n e l tra b a jo . L a c o rd ia lid a d

e ra su n o ta d o m in a n te . A l re v é s d e R o salía,

d u re z a c e n tu ó e n e lla la

so c ia b ilid a d

la m a -

(la a d o le sc e n c ia y la ju -

v e n tu d fu e ro n a b so rb id a s p o r la s a le g ría s y la s p e n a s d e su a m o r p o r F e lip e ). S u v id a p o d ría h a b e r sid o m á s a m e n a sin e sa m o n ta ñ a d e o b lig a c io n e s q u e p e sa b a so b re su s h o m b ro s.

R o salía

n o p o d ía o lv id a r lo s a je tre o s d e a q u e l ú ltim o a ñ o . L a

situ a c ió n n o h a c ía m á s q u e c o m p lic a rse . L a h a ra g a n e ría sito a lc a n z a b a y a e x tre m o s in c o n c e b ib le s y n a d a a ta ja b a

d e T rá n la d e s-

v e rg ü e n z a d e la s so b rin a s. N o h a b ía n e n c o n tra d o n a d a m e jo r q u e a b rir c u e n ta s a n o m b re d e la tía e n lo s n e g o c io s d e l b a rrio y sa c a b a n m e rc a d e ría s 9- fia d o sin re p a ra r c h ita se e n te ró h u b o u n a p e ro se p u so a llo ra r

e n p re c io s. C u a n d o P a n -

e sc e n a d ra m á tic a .

N o h iz o re p ro c h e s,

c o n ta l d e se sp e ra c ió n q u e la s o tra s lle g a -

ro n a a su sta rse . N o h a c ía m u c h o tie m p o q u e c a si le p ro te sta ro n u n d o c u m e n to y la p o b re se m o ría d e só lo p e n sa r q u e le p u d ie ra n e m b a rg a r

50 --

e l su e ld o .

-

61


d o p a ra

e lla . U n a

in c o m p re n sib le

a lu sió n

d o s o tre s fra se s p o c o c la ra s d e la p o rte ra le n c io s d e m a sia d o re p e n tin o s su a p a ric ió n , c o m o si

SU

d e P a lm ira

Sánchez,

m a l a g e sta d a , 1o s

d e la s m a e stra s

p re se n c ia in te rru m p ie ra

d e su tu rn o

S .I-

a n te

c o m e n ta rio s q u e

e lla d e b ía ig n o ra r, y , p o r ú ltim o , e l d ía a n te rio r n o m á s, la p o rfía d e T rá n sito e n re c a lc a r lo m u c h o q u e d e m o ra b a P a n c h ita g re sa r, q u e jo sa d e q u e p e rm a n e c ie ra

IIIqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA d e y p u d ie ra

p e rju d ic a r

e n re -

e n la e sc u e la h a sta ta n ta r-

su sa lu d c o n e l e x c e so d e tra b a jo . E lla

se h a b a a d m ira d o d e e sa in só lita d e sa z ó n p o r la fa tig a d e la h e rm a n a y se h iz o la re fle x ió n d e q u e T rá n sito se e sta b a v o lv ie n d o N a d a , a b so lu ta m e n te

n a d a h a b ía so sp e c h a d o R o sa lía h a sta

ta rd e e n q u e tro p e z ó e n e l c e n tro c o n M a rg a rita a n tig u a c o m p a ñ e ra d e e sc u e la su m a m e n te p o c a s p e rso n a s

q u e e lla re a lm e n e

ju n to a la v id rie ra

C ia m p o n i, u n a

b o n a c h o n a , u n a d e la s

e stim a b a . C h a rla ro n

d e u n a ju g u e te ría

e sa

u n ra to

(u n d e sc o m u n a l o so a m a ri-

llo q u e d ó a so c ia d o a lo s a c o n te c im ie n to s). Y a h a b ía n in te rc a m b ia d o a b u n d a n te n o tic ia s so b re su s re sp e c tiv a s p e rso n a s c u a n d o M a rg a rita b a jó la v o z p a ra to m a r u n to n o c o n fid e n c ia l, m iró a u n la d o y o tro , c o m o si lo s tra n se ú n te s

e stu v ie ra n

p e n d ie n te s

d e su s

la b io s, y le c o n tó lo d e P a n c h ita . E l a so m b ro 'd e R o sa lia n o tu v o lím ite s. In te n tó

d isc u tir.

¡E so n o e ra p o sib le ! D e sp u é s n o p u d o

d u d a r d e la se rie d a d d e la in fo rm a c ió n . M a rg a rita d e c h ism e s y n o le e sta b a ra c io n e s in c o h e re n te s. c o n c re to s. C re ía o c u rrie n d o

que

re p itie n d o

ru m o re s

n o e ra a m ig a

v a g o s o m u rm u -

C o n o c ía b ie n lo s h e c h o s y le d io d e ta lle s R o salía

d e b ía e n te ra rse

p o r se r la m á s in d ic a d a

p a ra

d e lo q u e e sta b a

d a r c o n se jo s. E ra u n a

lá stim a q u e P a n c h ita se p u sie ra e n b o c a d e la g e n te . E sta b a re a lm e n te a flig id a . R o sa lía re g re só c o n la c a rg a d e e sa n o tic ia in e sp e ra d a . L a so rp re sa

le im p e d ía c o o rd in a r

b ie n su s p e n sa m ie n to s.

ib a a ta n d o c a b o s. C u a n d o e l tra n v ía

g u n o s d e ta lle s o lv id a d o s h a b ía n e m p e z a d o a to m a r

52-

F e b rilm e n te

se d e tu v o e n su e sq u in a a lc ie rto sen tí-

h ip ó c rita

a d e m á s d e h o lg a z a n a . A h o ra c o m p re n d ía

q u e e se m o -

d o d e d a r v u e lta s a lre d e d o r d e l te m a e n c e rra b a u n a in te n to n a a v e rig u a c ió n ,

q u e ría

p in c h a rla ,

tira rle

la le n g u a . S e ñ a l

de

de que

T rá n sito a lg o sa b ía d e l a su n to . L a p e n u m b ra

d e l a ta rd e c e r

lía a rro jó 1 6 s p a q u e te s

h a b ía in v a d id o e l c o m e d o r. R o sa -

so b re la m e sa y se d e jó c a e r e n su v ie jo

silló n . Y a llí se q u e d ó , m a n o so b re m a n o , c o n tra su c o stu m b re . N o se in q u ie tó p o r la b lu sa q u e h a b ía d e ja d o e n ja b ó n n i p o r e l p a r d e m e d ia s q u e se h a b ía p ro p u e sto

z u rc ir a su re g re so . T a m -

b ié n

p ro y e c ta d o

o lv id ó la ta z a d e té q u e h a b ía

c u a n to lle g a ra . L a n e g ru ra p e ro n o q u iso e n c e n d e r

p re p a ra rse

d e la n o c h e fu e p e n e trá n d o lo

la lu z p o rq u e

la c la rid a d

en to d o ,

la in c ita b a

a

la a c c ió n . C o n la lu z p re n d id a se h a b ría p u e sto a o rd e n a r to d o lo q u e e sta b a fu e ra d e su sitio , a re p a sa r lo s m u e b le s c o n la fra n e la , a h a c e r a lg o c o n su s m a n o s, y e so

h u b ie ra

q u ita d o ila c ió n a

su s re fle x io n e s. N e c e sita b a e sta r tra n q u ila , p o rq u e e ra su v o lu n ta d e n fre n ta rse

d e lle n o c o n e sa re v e la c ió n q u e le so rb ía lo s se -

so s, q u e le c la v a b a a g u ijo n e s e n la s sie n e s: v o lv ía n e n e n te n d e rse , g o s p a se o s e n a u to .

se e n c o n tra b a n

P a n c h ita

y F e lip e

c a si a d ia rio y d a b a n la r-


Q u e d e L ib e ra ta

R e y e s o d e E te lv in a M a n fre d i,

p o r e je m p lo ,

L a in d e c isió n la to rtu ra b a .

L a c o n d u c ta d e su a m ig a v io la b a to -

se a firm a ra q u e sa lía n a p a se a r c o n c a b a lle ro s n a d a te n ía d e p a r-

d a s la s n o rm a s

tic u la r y a q u e e sa s d a m a s a c o stu m b ra b a n

h o n e sta y , sin e m b a rg o , se n tía q se n o p o d ía c o n d e n a rla d e b u e n a s

se d ije ra

d e P a n c h ita

v e ro sim ilitu d ,

a h a c e rlo , p e ro q u e e so

A v e n d a ñ o , y c o n in so sp e c h a b le s v iso s d e

e ra a lg o re a lm e n te

in c o n c e b ib le . P o rq u e

un

en-

a p rim e ra s

e sta b le c id a s

c o m o h u b ie ra

y a c e p ta d a s

p o r la

h e c h o c o n c u a lq u ie r

g e n te

d e v id a

o tra . S u p ro p ia

in d u lg e n c ia la a g o b ia b a p o rq u e lle g a b a a c o n sid e ra rse

c ó m p lic e ,

te n d im ie n to c o n F e lip e su p o n ía u n a re la c ió n c u lp a b le , v e rg o n z o sa ,

e n c ie rto m o d o , d e e se d e sv ío . T a m b ié n le d o lía su g ro se ra fa lta

u n a d u lte rio , lla m a n d o la s c o sa s p o r su n o m b re . R o sa lía se e stre -

d e se n sib ilid a d

m e c ió a n te e sa h o rrib le p a la b ra

y e l a lm a se le lle n ó d e a n g u s-

¿ C ó m o se h a b ría n

tia . N u n c a se h a b ía

p o r lo s g ra n d e s

su c e d ie ra ?

in q u ie ta d o

p ro b le m a s

que

al

no haber

in tu id o

e n tre la z a d o

lo q u e

e sta b a

o c u rrie n d o .

lo s a c o n te c im ie n to s p a ra q u e e so

¿ E n q u é tie m p o , si P a n c h ita

v iv ía

c o n sa g ra d a

a la

e n te ra d o

¿ p o d ría e lla h a -

c id o a m b ie n te e n q u e e lla se m o v ía . R e tro c e d ía , n o se se n tía c a p a z

b e r im p e d id o lo s h e c h o s? P o r lo v isto P a n c h ita

se h a b ía e n c o n -

d e e n fre n ta rlo s,

tra d o e n v u e lta e n u n to rb e llin o y c u a n d o lo s a c o n te c im ie n to s se

a g ita b a n a lo s h o m b re s y c u y o s c o la z o s lle g a b a n

h a sta

e l re d u -

c a re c ía d e e le m e n to s d e ju ic io , d e p re p a ra c ió n ,

e sc u e la ? Y a u n q u e R o sa lía se h u b ie ra

o p ta b a p o r e n c o g e rse p a ra q u e n o la ro z a ra n . S u m u n d o e ra ta n

encadenan,

p e q u e ñ o q u e la m a ra ñ a

c u e n ta . E n e se c a so ¿ v a le n d e a lg o lo s c o n se jo s? N a d ie to m a e n

a n to ja b a

e n q u e v e ía e n v u e lta

m u c h o m á s im p o rta n te

q u e to d a

a P a n c h ita se le

o tra c u e stió n d e c a -

A h o ra , m ira n d o lo s h e c h o s a tra v é s d e lo s a ñ o s tra n sc u rrid o s, R o sa lía lle g a b a a so n re irse a n te e l p ro fu n d o h a b ía a p o d e ra d o

d e e lla . L o s c a m b io s q u e

a z o ra m ie n to q u e se se h a b ía n

p ro d u c id o

a 1 0 la rg o d e to d o e se tie m p o la h a b ía n c u ra d o d e e sp a n to . P e ro e n to n c e s e l e p iso d io se le p re se n ta b a

c o n fu so ,' a b su rd o , iló g ic o ,

ta n to q u e p e n só q u e la c a b e z a le ib a a e sta lla r

si se g u ía in te n -

ta n d o v e r c la ro e n se m e ja n te e m b ro llo . N o p o d ía e n te n d e r 1 0 q u e h a b ía p a sa d o . P e ro n o h a b ía

m á s re m e d io

o rd e n e n e l tu m u lto d e su s p e n sa m ie n to s h e c h o s h a sta d e ja rlo s

q u e tra ta r y e n fre n ta rse

a c la ra d o s. L u e g o se tra z a ría

de poner c o n lo s

u n a lín e a d e

n u e stro ,

n o s a rra stra n

sin q u e n o s d e m o s

c u e n ta la o p in ió n a je n a , a m e n o s q u e c o in c id a c o n la p ro p ia . e l .año a n te rio r

H a sta

rá c te r g e n e ra l.

a p e sa r

R o sa lía

ib a a la e sc u e la p o r la ta rd e .

L e h u b ie ra sid o im p o sib le , e n to n c e s, n o d a rse c u e n ta d e c u a lq u ie r d e ta lle fu e ra d e lo c o m ú n

u e irru m p ie ra

d o s lo s d ía s d e D io s re g re sa b a n

e n la ru tin a

e lla

sie m p re e sp e ra b a h a sta q u e la o tra d ie ra fin a su s in te rm in a b le s tra jin e s

y le e c h a ra

P a n c h ita

e n c o n tra r

c o rre r

a l e n c u e n tro

lla v e a la d ire c c ió n . Ja m á s h a b ría u n a e x c u sa v á lid a

p a ra se p a ra rse

p o d id o

d e e lla y

d e F e lip e .

P o r m á s q u e e sc a rb a ra ta d o R o sa lía d u ra n te c e s q u e re c ié n a h o ra

e n su s re c u e rd o s n a d a ra ro h a b ía n o -

e l tu rn o d e la m a ñ a n a , sa lv o e sa s p e q u e ñ e c o b ra b a n v a lo r. L a c o n d u c ta d e P a n c h ita

h a b ía sid o c o m p le ta m e n te n o rm a l. H a b ía tra b a ja d o

c o n d u c ta , to m a ría u n a a c titu d .

d ia ria . T o -

ju n ta s. L lo v ie ra o tro n a ra ,

c o m o sie m p re

a se n tir u n a v a g a se n sa c ió n

y n a d a h a b ía a lte ra d o , e n a p a rie n c ia , e l ritm o d e su v id a e sc o la r.

d e m a re o . S u e sp íritu e ra lla n o e n e x tre m o , su s c o n c e p to s so b re

A n d a b a e n to d o s lo s p ro b le m a s c o n la m ism a d e d ic a c ió n d e c o s-

la v id a te n ía n la sim p lic id a d d e lo s a n tig u o s m a n d a m ie n to s. S ie m -

tu m b re

p re le h a b ía p a re c id o fá c il re so lv e rse a n te u n d ile m a : d e u n la d o

e sc rib ía su s in fo rm e s c o n to d a re g u la rid a d .

e sta b a e l b ie n , d e l o tro e l m a l, q u ie n a sí n o lo v ie ra c ie g o h a b ría

ta n te , q u e h u b ie ra d e b id o lla m a rle la a te n c ió n , p o n e rla so b re a v i-

d e se r. A h o ra e sta b a re to rc ie n d o

so . E ra e sa e x p re sió n a u se n te q u e a v e c e s to m a b a a l c o n te m p la r

A q u í e ra c u a n d o R o sa lía lle g a b a

54 -

su m e n te sin sa b e r q u é h a c e r.

o b se rv a b a e l d e sa rro llo

d e lo s p ro g ra m a s d e e stu d io s Y H a b ía a lg o , n o o b s-

-

515


lo s ro sa le s d e o to ñ o flo re c id o s, e sa m ira d a

risu e ñ a

so b re lo s n iñ o s, e se b rillo a le g re q u e d e sp re n d ía n D e m a ñ a n a P a n c h ita e se tu rn o

c o n ta b a

a n te s. P o r la ta rd e

d e u n a v ic e d ire c to ra ).

c o n e l p e rso n a l

la c o sa c a m b ia b a :

a l m e n o s e sa d ire c c ió n h u b ie ra

sid o u n a h a b ita c ió n

c o n u n b u e n so fá . [P e ro v a y a e l g u sto d e q u e d a rse

n o c u m p lía u n h o ra rio ta n re c a rg a d o

c o n la a siste n c ia

g a b a u n a m e d ia h o ra d e sp u é s d e l to q u e d e e n tra d a u n a h o ra

q u e p o sa b a

su s o jo s. (e n

c o n fo rta b le

,

d e sp u é s d e

h o ra , c o n e se frío , e n e sa c u e v a lle n a d e h u m e d a d !

L le -

¡C la ro ! ¡E ra ló g ic o ! ¿ Q u é o tra c o sa le p o d ría n h a b e r d a d o a su

y se re tira b a

a m ig a c o m o a sc e n so c o n e se c a rá c te r q u e te n ía ? S ie m p re re sig n a -

e n tra b a

ju n to

d a d e a n te m a n o ,

sie m p re

d isp u e sta

a to d o , sie m p re

o fre c ie n d o

su b u e n a v o lu n ta d c o m o e n u n a b a n d e ja , lle n a d e e x ig e n c ia s c o n -

y y a n o te n ía h o ra d e re g re so .

sig o m ism a y re z u m a n d o

in d u lg e n c ia

p a ra

lo s d e m á s.

¡V a y a si

e ra m a lo se r d e m a sia d o c o m p la c ie n te , y d e c ir sie m p re q u e sí, y n o E ra in ú til se rm o n e a rla

a c e rc a d e e sa c o stu m b re

d e a la rg a r

tra b a jo . B ie n se a c o rd a b a R o sa lía d e a q u e llo s a ta rd e c e re s n a le s. L e p a re c ía re v iv ir

el

in v e r-

a q u e lla s h o ra s d e e sp e ra . Y a se h a b ía

p ro te sta r n u n c a ! C u a n d o a u n a la v e ía n su m isa y tra b a ja d o ra , c il y se rv ic ia l, la re c o m p e n sa b a n

c o m o é sa q u e le h a b ía n d a d o a P a n c h ita :

p e rd id o to d o ra stro d e lo s c h ic o s, la n o c h e se a c e rc a b a y P a n c h ita

to s, a tra sm a n o

se g u ía m e tid a

e d ific io c a si in h a b ita b le

P a re c ía

e n la d ire c c ió n

c o m p la c e rse

sin p o d e r a rra n c a r

e n d e sc u b rir

p a ra

n u e v o s p a p e le s

su c a sa .

q u e o rd e n a r.

P o rq u e e sa P a n c h ita e ra la m u je r d e lo s p a p e le s. D e to d a s p a rte s b ro ta b a n p a p e le s, a lto s d e p a p e le s, se a m o n to n a b a n e l e sc rito rio , se ju n ta b a n ib a a so p o rta r

p a p e le s so b re e l silló n

e se silló n te m b le q u e ? )

p e le s d e la b ib lio te c a

(e sa b ib lio te c a

lib ro , sin o u n p a p e le ría

im p re sio n a n te

c o n u n p io lín ), y P a n c h ita lo s g u a rd a b a , d e re p e n te

o tro p a p e le ría

p a re c ía

e sa c a rte ra

e n c u a n d o p e rd ía

la p a c ie n c ia

la s m a n o s q u ie ta s,

e lla so la p o d ía e n te n d e rse v ía a su m e rg irse ra b a

e n p ila s a ta d a s

q u e h a b ía te rm in a d o ,

a b ría

con un

d e p ro b le m a s

a

c u a l m á s e n g o rro so . Y , to ta l, p a g a b a n

lo m ism o . Y lo m ism o c o n sid e ra b a n

b a jo . M e jo r d ic h o , n o lo c o n sid e ra b a n , m á s. Y u n a se q u e d a b a a llí, a ñ o tra s

se o lv id a b a n

e l tra -

de una, no

a ñ o , e n tre p a re d e s

q u e se

o lo r a m o h o q u e lo im p re g n a b a to d o , h a sta

e l c u e rp o d e u n a . E n to n c e s,a l

fin a l, se v e g e ta b a c o m o e l m u sg o

d e lo s rin c o n e s, se o lv id a b a n lo s a lto s id e a le s, se h a c ía la b o r o fic in e sc a y ru tin a ria .

Y R o sa lía se lle n a b a

h a sta m e d ia n o c h e . D e v e z

y o fre c ía a y u d a , e sta b a h a rta

de

le d a b a la s g ra c ia s p o rq u e

d e fu ria v a n a

al pen-

sa r e n la a b su rd a d e d ic a c ió n d e su a m ig a p o r e se e sté ril tra b a jo d e h o rm ig a , p o r e se in c e sa n te m a n ip u le o

d e p a p e le s. ¿ E ra n e c e -

sa rio p o n e r e l a lm a e n e sa s ta re a s c a si d o m é stic a s? P a n c h ita

p a re c ía

n o se n tir e l frío , n i la h u m e d a d , n i e l o lo r a

m o h o . T a m p o c o p a re c ía ' d a rse c u e n ta d e la o b sc u rid a d q u e a v a n z a b a so b re e sa s la rg a s y h o rrib le s

c u a d ra s q u e d e b ía n

re c o rre r

e n m e d io d e e se m a re m a g n u n . Y v o l-

a n te s d e lle g a r a l tra n v ía , c o n u n a s v e re d a s h e c h a s a la b u e n a d e

e n su d o c u m e n ta c ió n . E n to n c e s R o sa lía su sp i-

Dios y u n o s p o z o s e sp e c ia le s p a ra to rc e rse lo s to b illo s si n o se

y re z o n g a b a , se p a se a b a

d e a rrib a

a b a jo ,

m ira b a

e l re lo j,

a m e n a z a b a c o n irse y sie m p re se g u ía e sp e ra n d o h a sta e l fin a l. S i

56 -

y c o n to d a u n a tra ílla

ra s, y e se in to le ra b le

o rd e n a d o

a l m ism o tie m p o , q u e si n o h u -

y P a n c h ita

d e to d o , le jo s d e ó m n ib u s y tra n v ía s,

ib a n d e sm o ro n a n d o , y p iso s q u e se h u n d ía n , y te c h o s c o n g o te -

u n so lo

q u e se p o n ía a re v isa r y c la sific a r.

Y R o sa lía e sp e ra b a y a p u ra b a

e n lo s su b u rb io s re m o -

q u e n o e n c e rra b a

e n o rm e y d e ste ñ id a , y sa c a b a

b ie se sid o p o r e lla la o tra n o p a ra b a te n e r

(¿ q u é o tra c o sa

dó-

e sc u e la s

y sa lía n m á s fa ja s d e p a -

lo s m ira b a y re m ira b a , lo s o rd e n a b a y

y, cuando ya

la c a rte ra ,

p a p e le s so b re

d á n d o le c o m o p re m io

c a m in a b a h o ra

c o n p re c a u c io n e s. N o h a b ía p ro b a d o

b o c a d o d e sd e la

d e l a lm u e rz o , p e ro e so n o d ism in u ía su s b río s.

-

57


D e v e z e n c u a n d o h a lla b a p e d irle

tie m p o p a ra

so n re irle

a R o sa lía y

q u e tu v ie se p a c ie n c ia , m á s p a c ie n c ia , q u e y a p ro n to

ib a

c a ria , lo s g u a rd a ría , se h a rta ría d e h a c e r d e fre g o n a . y se a c o sta ría b ie n ta rd e , c o n lo s p ie s h e la d o s y e l c a n sa n c io e n c im a y t o d a v ra ' •.•••.

a te rm in a r. A u n q u e d e m a sia d o sa b ía q u e a R o sa lía le so b ra b a la

e ra c a p a z d e le v a n ta rse

p a c ie n c ia , a p e sa r d e l ta c o n e o y la s in te rje c c io n e s. Y p a ra a c a b a r

n o n e c e sita b a

d e c o n fo rm a rla

y tra ta r

d e n o c h e p a ra v e r si la p o b re T rá n sito

nada.

d e e n te rn e c e r la e m p e z a b a a e n u m e ra rle

to d o s lo s in c id e n te s q u e le h a b ía n to rn a d o la ta rd e p a rtic u la rm e n te p e n o sa y a b ru m a d o ra a b ru m a d o ra s p o rte ra s, h a ra c a s

(c o m o si to d a s su s jo rn a d a s n o fu e ra n

y p e n o sa s).

re c la m a c io n e s

H a b ía re n c illa s y re fre g o n e s fu e ra

d e lu g a r

d e a lg u n a s

d e v e c in o s q u e jo so s d e l p o c o re sp e to

su s fru ta le s,

p ro b le m a s

n o ta s y n o ta s

a l-

d e lo s n iñ o s p o r

d e d isc ip lin a d e p a rte

d e la In sp e c c ió n re c la m a n d o

e n tre la s

m a d re s,

d e u n a s m a e stra s, d a to s y m á s d a to s.

E sta b a lo c a d e c a n sa n c io , sí. L o c a . E n c u a n to lle g a ra

a su c a sa

R o sa lía te n ía la se n sa c ió n d e e n tra r se tra ta b a

d e a m o r. N u n c a h a b ía

e n te rre n o

vedado cuando

e sta d o e n a m o ra d a . A lo su m o

a lg u n a sim p a tía h a b ía b ro ta d o e n e lla , rá p id a m e n te

ahogada por

su c e lo p u rita n o . N o la m e n ta b a la fria ld a d d e su v id a . T o d o a m o r se g ú n su s c á n o n e s, d e b ía c o n d u c ir a l m a trim o n io . Y lo q u e sa b Í~ d e m u c h o s m a trim o n io s

d e m a e stra s

c o n o c id a s b a sta b a

p a ra

ib a a to m a r u n a ta z a d e c a fé c o n le c h e b ie n c a lie n te y se iría d e -

c ita y la m a m á se d e sv iv ía p o r d e sc u b rir

re c h ito a la c a m a . N i h a b la ría

siq u ie ra .

lo m e jo r h a b ría

m u y b ie n q u e é sa e ra u n a v a n a

m a rid o y lo s h ijo s. P e ro la se ñ o ra d e C le rm o n t p re sa g ia b a

C o m o si R o sa lía n o su p ie ra q u im e ra

d e P a n c h ita . P o rq u e

m u c h a s p e rso n a s

d ic e n q u e to m a -

ha-

c e rle b e n d e c ir su so lte ría . S i se h u b ie ra c a sa d o c u a n d o e ra jo v e n lle g a d o a d isfru ta r

su e g ra a lg o sa rg e n to n a

y a su sta b a

a lg ú n fu tu ro

y e rn o , a

d e a lg u n a fe lic id a d

e n tre e l una

a lo s p o sib le s p re te n d ie n te s,

rá n u n a ta z a d e c a fé y se irá n a la c a m a . Y a sí lo h a c e n , e fe c ti-

e n ta n to q u e la n iñ a e ra d e m a sia d o c a lla d a p a ra a le n ta r

v a m e n te . Y h a sta

A u n q u e d e n a d a v a lía h a c e r su p o sic io n e s so b re lo q u e p u d o se r y

se v a n p rim e ro

a la c a m a y se h a c e n lle v a r

lu e g o e l c a fé b ie n c a lie n te , e n u n a b a n d e ja , c o n u n a s b u e n a s ta ja d a s

de pan

c o n m a n te c a .

Y se c o m p la c e n e n a b a n d o n a rse

al

n o fu e . E ra m e jo r v o lv e r la h o ja so b re e se c a p ítu lo . N o ig n o ra b a

d e sc a n so , c o n lo s p ie s a b rig a d o s, y se o lv id a n d e to d o lo q u e tie -

h a b ía

n e n q u e h a c e r, y n o se a p re su ra n

e n tre g a n

P e ro

P a n c h ita

n i se in q u ie ta n

n o e ra a sí. ¡S i lo sa b ría

por nada.

R o sa lía ! N o a c a b a ría

d e lle g a r a la c a sa c u a n d o y a T rá n sito in ic ia ría la re ta h íla q u e ja s y la sa lm o d ia d e su s d o lo re s. Y se n e v a ría cabeza que ya

le re v e n ta b a ,

y a la c in tu ra ,

d e su s

la m a n o a la

d o n d e p a re c ía

que

a n a d ie .

e n c a m b io R o sa lía

e sta d o e n a m o ra d a

h a sta

d e F e lip e . E ra

u n a so la v e z a l a m o r y p a ra

q u é e x tre m o

P a n c h ita

d e e sa s m u je re s

q u e se

sie m p re . R o sa lía c o n o c ía

o tro s c a so s d e m u c h a c h a s q u e se h a b ía n q u e d a d o c o n e l n o v ia z g o tru n c o . A h í e sta b a N e lly , la h ija d e l p e lu q u e ro , y N o em í B a rrio s, y la m ism a L a u re n tin a

G ó m ez. L a s tre s h a b ía n llo ra d o a m a re s,

m u c h o m á s q u e P a n c h ita , h a b ía n

c la m a d o p o r la m u e rte , h a b ía n

te n ía u n a a g u ja c la v a d a , y a l b ra z o q u e te n ía d u ro d e l re u m a . Y

ju ra d o n o v o lv e r a e sc u c h a r p a la b ra s d e a m o r. Y la s tre s se h a -

a l fin a l se iría e lla a la c a m a , c o n la b o lsa d e a g u a c a lie n te . Y

b ía n

P a n c h ita

in c ré d u lo

se q u e d a ría

ro la s. P re p a ra ría

e n la c o c in a a rre g lá n d o se la s

c o n la s c a c e -

la c e n a c o n e l m ism o e sm e ro q u e p o n ía e n e l

c a sa d o , te n ía n

p a la b ra s

h ijo s, e ra n

fe lic e s. Y h a b ría n

a so m b ro si a lg u ie n le s h u b ie se re c o rd a d o

m a n ife sta d o su s le ja n a s

d e d e se sp e ra c ió n .

d e la s so -

P a n c h ita se h a b ía c o m p o rta d o d e o tra m a n e ra . N o e c h ó a v o la r

b rin a s y a la c o m o d o n a d e la h e rm a n a , la v a ría lo s p la to s, lo s se -

su s p e n a s e n g e m id o s y la m e n ta c io n e s. S e la s h u n d ió e n e l p e c h o

a rre g lo d e su s p a p e le s, se rv iría

58 -

a la s d o s h o lg a z a n a s

-

59


y tra tó

d e a h o g a rla s. N u n c a

n in g ú n h o m b re , a sí fu e ra

m á s v o lv ió a te n e r

m ira d a s

p a ra

u n c a n d id a to ta n se rio c o m o G e ra rd o ,

ta n d ig n o d e se r te n id o e n c u e n ta . P e ro d e sd e e n to n c e s P a n c h ita ya no

v iv ió p a ra

sí m ism a . R e su lta b a

d o lo ro so c o m p a ra r

a la

c u m p lie ra c u e n ta

un

rito

re c o rd a to rio .

d e q u e P a n c h ita

Y

a p ro p ó sito ,

a h o ra

n o h a b ía p ro n u n c ia d o

se d a b a

u n a so la v e z e l

n o m b re d e F e lip e d e la n te d e e lla d e sd e h a c ía m á s d e d o s m e se s. C o m o si lo h u b ie se o lv id a d o .

P a n c h ita fe liz d e su s tie m p o s d e n o v ia c o n e sa p o b re m u je r v e n c id a , v e rd a d e ro

g u iñ a p o sin re a c c io n e s. S e h a b ía

a n u la d o , d e s-

m o ro n a d o .

L a s a m a rg a s re fle x io n e s p rin c ip io s m o ra le s

R o sa lía re c o rd a b a p e rp le jid a d

c o n c ie rta

c o m p a siv a iro n ía

e sa s h o ra s

de

q u e h a b ía v iv id o a q u e l v ie rn e s p o r la n o c h e , d e sp u é s

d e su e n c u e n tro

c o n M a rg a rita

d e ro s té rm in o s d e la a v e n tu ra

e n tre v ista s

n a r e l a m b ie n te Ju a n

m a rl a , a l fin y a l c a b o ). Q u e n o le v in ie ra n d e la a m ista d . N u n c a h a b ía

fu rtiv a s

(p o rq u e

h a b ía q u e Ila -

a e lla c o n e l c u e n to

c re íd o e n la a m ista d

d e sin te re sa d a

se fu e ro n

c o m p lic a c io n e s in m in e n te s

C ia m p o n i. D e sc o n o c ía lo s v e rd a a v e n tu ra

q u e le su g e ría n a R o sa lía su s ríg id o s

d e P a n c h ita

fa m ilia r

a n te la id e a d e la s

a o rig in a r

e se e n re d o . L a s

y F e lip e a m e n a z a b a n

a b re v e p la z o . Y a T rá n sito

A n to n io y M a g d a le n a

in fo rm a c ió n

d e sv a n e c ie n d o

q u e ib a

c o n ta b a n

c o n n u m e ro so s

re v o lu c io a lg o sa b ía . m e d io s d e

(n o p a sa b a d ía sin q u e d e sfila ra g e n te p o r la c a sa a

p a g a r lo s in te re se s d e a lg ú n p ré sta m o ).

E n c u a n to a L o la C o rre a ,

d e h o m b re s y m u je re s, p o r lo m e n o s e n e sa a m ista d e stre c h a , ín -

n o fa lta ría

tim a , e x c lu siv a , q u e b u sc a lo s a p a rte s y la so le d a d . P re fe ría

a c e rc a d e la s a n d a n z a s d e su m a rid o c o n su a n tig u a n o v ia . N o se

p la n te a rse

no

in te rro g a n te s a c e rc a d e l g ra d o d e in tim id a d q u e p o d ía

e x istir e n la s re la c io n e s d e F e lip e y P a n c h ita .

A d e m á s, n o te n ía

fe e n lo s e n a m o ra d o s, y m e n o s e n lo s e n a m o ra d o s q u e n o p u e d e n lle g a r d e c e n te m e n te m u je r

e stá

a l m a trim o n io ,

e n a m o ra d a

puede

c o m o d e b e se r. C u a n d o u n a

c o m e te r

lo s m a y o re s

a u n q u e d e sp u é s le se a n p o c o s lo s d ía s d e v id a p a ra

d isp a ra te s, llo ra rlo s.

¿ C ó m o n o se le h a b ía o c u rrid o n u n c a a R o sa lía q u e e sa lla m a p o d ía re a v iv a rse

h a sta e se p u n to ? N o sa b e m o s v a lo ra r lo s se n ti-

m ie n to s a je n o s. C u a n d o e lla d e sc u b rió q u e P a n c h ita u n re tra to

d e F e lip e c u id a d o sa m e n te

n o s (e ra u n re tra to

c o n se rv a b a

e sc o n d id o e n tre su s c u a d e r-

p e q u e ñ o , d e su é p o c a d e e stu d ia n te )

e n c o g ió d e h o m b ro s y se d ijo q u e e ra u n a c h iq u ilin a d a . lle g ó a d a rle risa c ie rta v e z q u e e l re tra to p a p e le s y ro d ó p o r e l p iso . P a n c h ita

e lla se H a sta

se e sc a p ó d e e n tre su s

lo re c o g ió d e u n sa lto y n o

la p e rso n a d e b u e n c o ra z ó n q u e la p u sie ra so b re a v iso

n e c e sita b a .g ra n

p e rsp ic a c ia

p a ra

c o m p re n d e r

que m uy

p ro n to

se ib a n d e sa ta r fu e rz a s m o v id a s p o r in te re se s o p u e sto s, p e ro c o n id é n tic o p u n to d e c o n ju n c ió n . L a ú n ic a q u e te n ía d e re c h o a p o n e r e l g rito e n e l c ie lo e ra L o la C o rre a . F e lip e e ra su m a rid o y , si b ie n e lla so lía m a ltra ta rlo d e p a la b ra , n o ib a a p e rm itir q u e n a d ie se lo q u ita ra . P e ro h u b ie ra sid o u n a in g e n u id a d c re e r q u e lo s o tro s se ib a n a q u e d a r so se g a d o s p o rq u e

n o le s

P o r u n m o tiv o

a sistie ra

d e re c h o

a lg u n o

o p o r o tro , c o n sid e ra b a n

p a ra

lo s a c to s

in te rv e n ir. d e P a n c h ita

su je to s a su fisc a liz a c ió n y e l d ía e n q u e é sta o b ra ra a su c a p ric h o , h a c ie n d o in c u rsio n e s la v o z d e a la rm a riñ o lo s in c ita ra

fu e ra d e lo s c a m in o s trilla d o s,

y se u n iría n a v e la r

p a ra

su je ta rla .

N o p o rq u e

p o r e lla , p re c isa m e n te ,

d a ría n el ca-

sin o p o rq u e

le s

p u d o e v ita r u n su sp iro d e a liv io a l v e r q u e h a b ía c a íd o b o c a a b a -

c o n v e n ía q u e n o se a p a rta ra d e la s n o rm a s y h a lla ra g u sto e n la . o lo s Ib . a a h a c e r ChIa 'llr, p a t e a r , g e stic.u in d e p e n d e n c ia . E l eg o ism

jo . T a m b ié n

la r. S u s b u e n o s d o lo re s d e c a b e z a y re to rtijo n e s

R o sa lía h a b ía

d a d o u n a im p o rta n c ia

m u y se c u n d a -

ria a e se a fá n q u e te n ía su a m ig a d e d e sliz a r d e v e z e n c u a n d o e l n o m b re

d e F e lip e

e n la s c o n v e rsa c io n e s,

te n e r

c o n m o tiv o

d e e se re e n c u e n tro

d e trip a s ib a n a

d e lo s a n tig u o s n o v io s. A

c o m o si a l h a c e rlo

60 -

61


Tr~nsito le llegaría a doler el corazón al ver peligrar los privide su situación com o 11 d ' a ega a y estaría con el ojo alerta para no dejar escapar f su uente de recursos. Juan Antonio se o~u.scaría sólo al pensar que la conducta de la herm ana podría in-

Parecía divertirse extraordinariam ente

~ldlr sobre su bolsillo. M agdalena era la m ás tem ible. Los otros

jón, unirían sus lágrim as a las suyas, form ando un solo bloque de

Iban a obrar por puro egoism o. Ella, adem ás, lo haría por odio. Todos sus " vIeJos rencores adorm ecidos se iban a despertar en am oroso entre Felipe y Panchita. cuanto im aginara un díálcgo

por arrebatos

id Todo ese m undillo se iba a m ovilizar dentro de poco. Habría

m áxim a condenación para ese desvío de la sacrosanta senda del

I as y venidas, secreteo s, cam bios de pareceres, planes de ataque,

deber.

Iegios

ta altura del serm ón de Juan Antonio, Tránsito se echaría a llorar con grandes hipos y sollozos. Las dos hijas se precipitarían a consolar a la m adre con grandes aspavientos y, eso iba de casuspiros y m oqueadas. El desconsolado grupo no se dejaría llevar

dírígen los asuntos económ icos, tom an las decisiones im portantes, Adoptaría

enfáticam ente

otras y

cediera en toda la .línea y volviera al

Pero Rosalía tenía el presentim iento

de que esta vez las cosas

se iban a com plicar.

de las "conveniencias", del ho-

nor de la fam ilia, del prestigio que debe m antener

una directora

para conservar el respeto y la confianza de sus subalternos, del buen concepto que debe m erecer a sus superiores hincapié, seguram ente, porque debía alim entar de que la otra perdiera

otras hasta que Panchita

la

redil, m ansa y sum isa com o de costum bre.

ese

ono untuoso de predicador que creía adecuado a ciertas circunstancias y hablaría

su dolor y esa actitud encerraría

Ya le parecía estar viendo la escena. Después vendrían

. (~o~ varones siem pre son jefes de fam ilia, encabezan los duelos, KJIHGFEDCBA f de viudas y solteras).

de elocuencia para acusar a Panchita. Se lim ita-

ría a exhalar ruidosam ente

hasta llegar a la gran escena de fam ilia. Juan Antonio presidiría

asum en la representación

con ese jueguito. A cier-

Eran m ás de las ocho y m edia cuando Rosalía se levantó por

(en esto haría

el ridiculo tem or

el puesto por el hecho de salir sola en

auto con un caballero y tem blaba ante la perspectiva

fin de su sillón aquella noche. Encendió la luz, echó una m irada

,

circular m idiendo los quehaceres que la esperaban y 10 prim ero que atinó a hacer fue cam biarse de ropa. Era el acto prelim inar

de tener

indispensable pues jam ás hubiera pisado la cocina con sus pren-

que aflojar algún zoquete de pan de vez en cuando para que las

das de salir. Luego ordenó todo lo que podía andar suelto por el

herm anas no se m urieran de ham bre). Era probable que M agda-

com edor y el dorm itorio y se m archó a preparar

lena se sentara en un rincón, prudentem ente,

com o para indicar

que, deseaba m antenerse al m argen del asunto, que la discusión debla tener lugar

exclusivam ente

entre los herm anos. Era fre-

La palabra

la cena.

cena cuadraba sólo a m edias al plato de sopa, la

tajada de pan y la taza de leche con sém ola que hacía las veces de postre. En cuanto term inó, Rosalía se dispuso a lavar los en-

cuente que adoptara esas actitudes, en apariencia m uy discretas

seres. Acababa de retirar

porque ya lo había aleccionado en la casa a su m arido y éste ha:

bre de la puerta de entrada. Por la m anera de llam ar se le ocu-

blaba por boca suya. Eso sí, era difícil que pudiera con el genio

rrió que podría ser Panchita, pero al abrir se encontró con la na-

la pava del fuego cuando sonó el tim -

y, de vez en cuando, dejaría caer sus indirectas pinchudas y ve-

riz puntiaguda

nenosas, pero con voz tan m eliflua que sería com o para creer . que m tervenía en favor de la pobre cuñada acosada por los suyos.

las nueve y la tía no regresaba. Tránsito estaba m uy intranquila.

62 -

y los ojitos de laucha de Encarna. Eran m ás de

¿Alguna reunión

de la cooperadora

la podría haber

dem orado HGFEDCBA -

63


en esa form a? La pobre m am á estaba tan preocupada y IHGFEDCBA n e r vio s a que Carm en le había cargado.

¿No

te n id o

que preparar

una taza de tilo bien

Rosalía veía

c o n fi r m a d o s

sito andaba haciendo exploraciones.

Creyendo ser m uy ladina, su pensa-

por un lado y lo destapaba por el otro con toda

dad. Convendría

fría. Esa afuera, por ar ríba 1 , por aba] o , y los enjuagó . •con agua " era par , era la prim · te de su lavado la operacion prelim inar. M u-

sus tem ores. Era evidente que Trán-

obraba del m odo m ás torpe. Ocultaba triunfalm ente m ie n to

em pezó a refregar despaciosam ente cada trasto, por adentro, por

se podria hablar por teléfono a algún lado?

conversar con ella para

chas m ujeres se e on tentaban · r

in g e n u i-

saber a qué atenerse

que les hubo de corresponder por sus virtudes

en cuando cam biarían ojeadas de aprobación y asom bro an.te la

(una conversación con Tránsito siem pre lo era). Se lim itó a pro-

religiosa fidelidad con que la nieta seguía cum pliend~ en leJan~s

nunciar palabras tranquilizadoras.

No había por qué inquietarse.

tierras los viejos preceptos fam iliares que ellas hablan. transm i-

Panchita,

quedado

. en agua caliente y lo tido Rosalía volvió a em papar el es t ropaje

seguram ente,

se había

revolviendo

papeles

. .. jabonó otra vez a conciencia,

Cada t ras t o f u e refregado .de nuevo

. nunca lo hubiera sido y recibió su correspondiente encom o SI iilla el E l últim o toque consistía en verter sobre la v aji juague. HGFEDCBA

Acababa de pronunciar las últim as palabras cuando ella y Encarna divisaron la inconfundible silueta de Panchita

que avan-

zaba desde la esquina. Agitó la m ano en cuanto las vio, con apa-

. ca Iílen t e de la pava para que resto de agua . hiciera desaparecer • detodo im probable vestigio de jabón y grasitud, Ahora podía

rente despreocupación. Al acercarse, declaró que estaba rendida

jar que el líquido se escurriera

y anunció su decisión de irse a la cam a en seguida. Todo eso 10

.eadas circulares los labios todavía apretados se puso a ech ar OJ

dijo con un pie sobre el um bral de la puerta de su casa y el otro

por las cuatro paredes de su cocina para sorprender alguna nota

levantado a m edias com o para que Rosalía no la fuera a retener.

discordante en la arm onía que debía reinar en ella.

Esta se lim itó a lanzar las acostum bradas

tf-

caseras. De vez

Pero Rosalía no estaba esa noche para m ás cosas desagradables

com o era su costum bre, sin m irar el reloj y olvidando que su casa estaba situada en el otro extrem o de la c i u d a d .

(

con ese fregoteo som ero. Ella no.

Pertenecía• a un Iin a] e escogido de exim ias am as.• de casa. Sus . abuelas se d e leitarí el anan al contem plarla desde el rm con del cielo

/L

De vuelta a su cocina Rosalía se puso a lavar su vajilla con

y

los labios apretados y el ceño fruncido. Pero no om itió ninguna de las reglas acostum bradas. Buscó un papel flexible para lim r e s to s

de com ida que habían

Con

frases que utilizaban

en sus salu'dos y se m etió en su casa. Panchita daba la im presión de haber rejuvenecido.

piar los

antes de em pezar a s~ar.

quedado pegados y fue

onfusa

s itu a c ió n

de Panchita desconsolaba a Rosalía. De ~u KJIHGF

in;a:ccia dem asiado pegada a la pollera de la m adre y al pantalon del pad~e le había quedado el tem or a lo desconocido, el rece:o . cotidi 1 lana. No , habla por todo ,lo que alterara el r i t m o de la VIda sido niña atrevida ni curiosa. Por nada d e1 m un d o se habría

ale-

am ontonando los utensilios en la pileta. Abrió el grifo y dejó que

jado sola a m ás de una cuadra de su casa. Las personas m ayo~es

el chorro corriera un buen rato sobre cacerola, platos y taza, de

. . terpe 1a d o. Cuando alguien la intim idaban y jam ás las hubiera m

m odo que arrastrara

el estropajo con agua caliente y lo untó con jabón hasta que se

. cansala interrogaba sus pobres contestaciones m a 1 hilvanadas _ . ' ban al preguntón. Adem ás, le habían recom endado con m ucha m -

tornó sedoso y la espum a le blanqueó entre los dedos, entonces

sistencia que no diera

lo que el papel había dejado. Luego em papó

detalle

y, alguno re f ere nte a su hogar , ' s e torno m as

., cum pliendo al pie de la letra dicha recom en d ación,

64 -

65


herm ética Eleuteria

todavía. Las vecinas no podían

sacarle

nada. Doña

experim entó

llegó a creerla tonta.

Desde chica sus padres le habían inculcado un verdadero culto i l f a u t . Diariam ente por todo lo correcto, lo que era com m e KJIHGFEDCBA

repetían los principios fundam entales ra que los asim ilara

le

de ese catecism o laico pa-

y se convirtieran

suyo. Era necesario rehuir

escuelita del oeste. La prim era vez que recorrió ese largo cam ino

en algo definitivam ente

todo lo que im plicara

algún desvío

la sensación de llegar

a un m undo

una expedición a una zona enteram ente jarse del tranvía

distinto. Era

nueva para ella. Al ba-

quedaban aun seis cuadras de distancia a tra-

vés de un suburbio de m ala facha y peor fam a. Las hizo a buen paso, pero el corazón le desfallecía a ratos y no había rostro que no le inspirara

desconfianza. Suspiró con alivio al franquear

el

de conducta en una m ujer honesta. Leer obras frívolas (es decir

um bral de la escuela y encontrarse

poesía, cuentos o novelas), pasear en días de sem ana, salir sola,

la directora. Después el viaje se le hizo rutina y encajó dentro

conversar

de las norm as de la vida diaria. Dejó de ser algo insólito para

con m uchachos eran sendas abiertas

a la corrupción.

los pensam ientos turbios que luego arro-

convertirse

llaban a su paso las buenas enseñanzas y los sanos consejos que

su espíritu.

Por ahí se infiltraban los padres prodigaban

en su afán de labrar

la felicidad de sus

hijos. m adre, yeso

años Rosalía sólo salió de com pras con su

ocurría m uy de vez en cuando. La señora de Cler-

m ont la llevaba

consigo por espíritu

de rutina,

porque no se

avenía a dejarla sola en casa y le gustaba andar con una com pañera a quien hacía el sim ulacro de consultar. Rosalía se dejaba guiar, aprobaba todo lo elegido por la m adre y le ayudaba a cargar los paquetes. Por esa época fue cuando logró entrar en la escuela norm al y dio un paso adelante en el cam ino de la independencia

(esa pa-

labra era una de las m ás aborrecidas por el m atrim onio Clerm ont) al largarse por la ciudad en la sola com pañía de Panchita. Tam bién por esa fecha em pezó a aprender los nom bres de las calles que hasta entonces había ignorado (salvo algunas de su barrio y las dos o tres m ás im portantes del centro). Pero recién salió com sola con m otivo de la enferm edad

im prescindible

realizar

del padre.

Era

diligencias por bancos y oficinas y no

tuvo m ás rem edio que afrontar

la calle sin tutorías.

M ás tarde su prueba de fuego en m ateria de salidas llegó junto con el nom bram iento de m aestra de grado para aquella lejana HGFEDCBA 66

-

acto cotidiano. La tranquilidad

volvió a

La im agen que Rosalía se había form ado de la felicidad ideal era, entonces, la de una existencia apacible, sin sobresaltos de

Hasta los catorce

pletam ente

en vulgar

con la sonrisa académ ica de

em ociones violentas, sin ajetreos

de ninguna clase. Con regula-

ridad ejem plar tom aba siem pre el m ism o cam ino cuando salía de su casa (iba siem pre a los m ism os lugares) y jam ás se perm itía el m ás ligero desvío, una vuelta de m anzana, una variante cualquiera que fuera a introducir una alteración en su recorrido. La opinión pública la im presionaba. Se horrorizaba

~

al pensar que

su propia conducta podía ser objeto de com entarios. Llegaba a sentir verdadero odio por las personas que se atrevían a [uzgarla, aunque el juicio fuera favorable. Quería vivir en la penum bra, al abrigo de todas las m iradas. Se erizó entera al pensar

que

Panchita se había puesto bajo el foco de la m aledicencia. y no hay tarea que recoja m ás voluntarios

que la de censores de la

m oral. Rosalía se puso a secar los platos y a hacer conjeturas. capaz Panchita

de afrontar

resueltam ente

al m undo

/

¿Sería

entero

y

m archarse con Felipe? Pero ¿habría pensado Felipe en m archarse con ella? Se acordó de Lola. ¿Iría a perm itir que el m arido se le escurriera con esas agallas que tenía? No era m ujer de despre-

6....IHGFED t


lA o H ' ."" • .• • •

•.•Ivu '

••

IC t;1

ciar la lucha y jam ás iba a tom ar el cam ino de la resignación com o lo había hecho Pancihta

en otro tiem po.

Rosalía decidió poner freno a su im aginación. Ordenó en la alacena todos los utensilios que habían servido para la cena y aprontó lo necesario para el desayuno del día siguiente: la cafetera, el tarro de café, el azúcar, la tabla del pan. Tapó todo con el repasa dar y se dijo que lo m ejor sería acostarse. Eran cerca de Ias diez, hora excesivam ene

avanzada para

consejo", solía decir su padre.

Quizás viera

ella. "La noche da m ás claro en ese

em brollo al día siguiente. Rosalia se incorporó de inm ediato aquel sábado de m adrugada al oir el despertador. Saltó de la cam a sin dem ora y em pezó a vestirse

apresuradam ente,

com o si alguien la urgiera

desde la

pieza de al lado. Siem pre hacía lo m ism o, hasta en las m ás crudas m añanas de invierno, cuando la escarcha cubre la tierra

y

los m ás guapos para el frío dan un suspiro de pesar y vacilan un buen rato antes de arriesgar los brazos fuera de las cobijas. Hay gente que llega a adelantar acurrucarse

conscientem ente

el reloj para darse el gusto de

unos m inutos m ás entre las fraza-

das calentitas. Rosalía no entendía

de m im os pueriles

frente

a

lo que ella denom inaba IHGFEDCBA s u o b l i g a c i ó n . Esta com prendía dos sectores: la casa y la escuela. M adrugaba por principio, porque le parecía deshonesto perm anecer

en la cam a cuando había tanto

que hacer en una casa. Hasta cuando le correspondía el turno de la tarde ponía el despertador

a horas im posibles de tem pranas

con el pretexto de que debía sacar el cajón de la basura y atender al lechero. Ahora iba a la escuela de m añana y se levantaba de noche negra porque el program a de labor que se había trazado le indicaba que debía dejar la casa lim pia y la com ida a m edio hacer antes de salir en busca de su tranvía. y cuando ella determ inaba

un plan de trabajo

lo cum plía al pie de la letra,

con un rigor que el m ás severo capataz jam ás le hubiera exigido.

68 -HGFEDCBA

-

69


obligaciones. Indudablem ente habitando en ella.

El hecho de vivir sola había favorecido en Rosalía el cultivo de m il pequeñas m anías. La casa le resultaba un poco grande, pero prefería

su soledad

a cualquier

convivencia. Llevaba

el espíritu

de sus abuelas seguía .

Al plum ero y la escoba siguieron el cepillo y el trapo pasados

m uchos

años disponiendo los actos de su vida com o a ella se le antojara

con bríos sobre cuanto mosaico

había en la casa hasta dejarlo

para haber podido tolerar la presencia de una persona extraña

todo reluciente. Recién después de una m inuciosa lim pieza del

que com partiera sus horas y fuera testigo de su diaria existencia.

baño juzgó oportuno recom pensar su tem prana actividad con una

Jam ás se le había ocurrido tom ar una m ujer de servicio, aunque

buena taza de café con leche. Después de lavar la vajilla del de-

sus recursos le hubieran alcanzado para proporcionarse

sayuno con el esm ero habitual, se perm itió un leve, levísim o res-

esa ayu-

da. No la habría podido aguantar un solo día. Una vez, Tránsito

piro. Aparentem ente

le sugirió la conveniencia

nada.

de que lo hiciera. Le contestó que

cuando estuviera inválida, siem pre que no prefiriera

Todo relucía:

internarse

había cum plido la etapa inicial de la jor-

m uebles, paredes y pisos. Fue cerrando las puer-

tas para que el polvo no se colara si había viento, tapó las ren-

en un hospital, porque allá deben ir los que sólo sirven para dar trabajo.

dijas de los um brales con un viejo trapo de piso, m ojado y retorcido, echó ceniza al fuego para que las brazas y el calor se conservaran

Esa m añana Rosalía realizó las tareas de costum bre. Invariablem ente seguía un orden inalterable. Deshizo prim ero la cam a, sa-

I

el m ayor tiem po posible y la cocina no llegara

a

enfriarse. Su puchero ya estaba listo. A la vuelta no tendría m ás que calentarlo

y echar unos fideos al caldo. Todavía alcanzó a

cudió cada cobija por separado y la desplegó todo lo que pudo

dejar una ropa en jabón antes de ponerse el guardapolvo y dar

sobre un viejo sofá de m im bre para que se ventilara. Luego dio

los últim os toques a su peinado. Sus cuadernos y libros ya esta-

vuelta el colchón. Corrió después a la cocina, no a prepararse

ban ordenados en el cartapacio de cuero, recogió su cartera,

el

se

desayuno, sino a lim piar la verdura para el puchero. En un ra-

aseguró de que las persianas exteriores quedaban bien cerradas,

tito (su práctica era notable) estuvo la olla sobre el fuego y ella

echó llave a todo lo que pudo y, por fin, se m archó, no sin antes

se arm ó de plum ero y escoba para recorrer

com probar con una fuerte sacudida que la puerta de calle que-

punta en persecución de tierra

la casa de punta a

y telarañas. Partía

de la vereda

daba firm e con su doble cerrojo.

y lentam ente iniciaba su avance acorralando al enem igo hacia el patio posterior. Este enem igo era tan escaso en núm ero que no tardaba

en desaparecer. Una vez le aconsejaron que adquiriera

Al salir Rosalía m iró su reloj. Era m ujer que necesitaba ajus-

una aspiradora de polvo, pero rechazó la idea con cierta indigna-

tarse a horario y todo lo hacía calculando

ción. Eran dos los m otivos principales:

Com probó con satisfacción

prim ero, el aparato

era

SU

tiem po al segundo.

que no se había retrasado. Todos los

caro y ella jam ás hubiera aceptado pagarlo a plazos, y segundo,

días a esa hora ponía los pies en la vereda e iniciaba la m archa

sentía el m ás profundo desdén por todo lo que fuera m ecánico en

hacia el Bulevar. Tom ó holgadam ente el tranvía acostum brado, le

m ateria de tarea dom éstica. Había que hacer las cosas com o era

dio los buenos días al guarda, que siem pre era el m ism o desde ha-

debido y no buscar subterfugios de m ala fe para no cum plir las

cía m ucho tiem po, y se sentó en el m ism o lugar que ya conside-

70 -

-71


raba suyo, el segundo asiento contra la ventanilla, a la derecha.

tenía m ás rem edio' que rem over consigo m ism a los asuntos que

A esa hora podía elegir: los estudiantes y los em pleados tom aban

la preocupaban.

los vehículos posteriores. Ella salía con tiem po de sobra. Es cier-

en esa form a. ¿ Qué podía im portarle a ella, Rosalía, que su am iga

to que la escuela quedaba m uy lejos, casi a orillas del Salado, y

se portara a sabíendag com o una tonta, que se dejara trasquílar

debía cruzar toda la ciudad, de este a oeste, para llegar a ella.

com o un cordero o engatusar com o una colegiala? Sus irritados

Pero, por encim a de todo, le gustaba llegar tem prano, antes que

razonam ientos

las otras. Encontraba

cierta satisfacción en ser la prim era.

Or-

Se dirigía am onestaciones por dejarse ablandar

resultaban

ineficaces. De nada le valía la tran-

quila y segura existencia que se había im puesto: las incertidum -

denaba los papeles sueltos que podía haber sobre el escritorio y

bres acongojadas de Panchita

preparaba

ficado por una resquebrajadura

el libro de firm as para el personal. De paso, com pro-

irrum pían

dentro del cerco forti-

del sentim iento.

baba que la lim pieza de las porteras dejaba m ucho que desear. En cuanto aparecían sus com pañeras de trabajo

se m archaba

a

su salón de clase, dando com o pretexto urgentes quehaceres. Allí alistaba sus elem entos de labor, escribía problem as en el pizarrón o hacía algún dibujo ilustrativo. A veces corregía algún cuaderno. Cuando los niños entraban

ella tenía todo dispuesto para

em pezar su enseñanza. Aunque ya sabía de m em oria el recorrido efectuado por el tranvía, Rosalía no se hartaba

nunca de m irar por la ventanilla. Era

su distracción cotidiana, algo que retornaba

invariablem ente

co-

m o el alm uerzo o el desayuno. Personas y cosas se repetían, día

Rosalía no poseía gran im aginación y, sobre todo, no la poseía com plicada. No sabía de reflexiones

sutiles ni conocía las hon-

duras que pueden alcanzar los vericuetos internos

de una per-

sona. Era llana y sim ple en sus deducciones. Sus padres haban sido gente buena. Si concedían im portancia a los bienes m ateriales y se afanaban por reunir unos pesos no era, com o en

el

'taso de M agdalena y Juan Antonio, por exceso de

codicia, sino po"que desde chicos les habían m etido en la cabeza

tras día, en gestos y situaciones casi idénticas: las m ism as vecinas

esa necesidad

barrían sus veredas o chism orreaban, com o Tránsito, apoyándose

gencia, esa repugnancia a ser una carga para los dem ás. Trajeron

en su escoba; los m ism os m odestos com erciantes plum ereaban

consigo a tierra

vidrieras

sus

antes de que com enzara la jornada. Rosalía iba regis-

d I!

hogar y venerada

ahorrar para la vejez, ese horror hacia la indiargentina

la tradición

aldeana

recozida

en el

com o algo sagrado, intocable. No salieron de

trando los cam bios que observaba. Nada se le escapaba. De haber-

su terruño por espíritu de aventura, sino a pedido de la tía, her-

se puesto a escarbar en sus recuerdos hubiera podido escribir la

m ana m ayor de la m adre de la señora de Clerm ont, que habien-

relación

do quedado viuda y sin hijos, deseaba tener gente de su fam ilia

circunstanciada

de todas

las alteraciones

im portantes

ocurridas en ese largo trayecto durante los últim os veinte años.

al alcance de la m ano. El m atrim onio nunca vivió a sus expensas

Un carro de m udanzas la preocupaba, una pila de ladrillos, un

y sólo se alojó en su casa durante los prim eros m eses de estada.

m ontón de arena, despertaban

su curiosidad, un rostro nuevo la

intrigaba. Pero esa m añana iba engolfada en sus pensam ientos. Conversando tan poco con los dem ás y nunca en tono confidencial, no HGFEDCBA 72

-

El hom bre sabía desenvolverse

y no le hacía ascos al trabajo.

Entró en el taller del ferrocarril

y se las arregló para conseguir

algunas changas fuera de horario. La m ujer se dio m añana para atender a la tia (todas las tardes la visitaba y le ayudaba en al-7 3


gunos quehaceres), al hogar y a las costuras que em pezó a buscar por el barrio. No era m ucha la educación que habían recibido ni se am plió m ayorm ente su m undo con el cruce del Atlántico. Siguieron cha-

Se había decidido que Rosalía, después de com pletar la escuela prim aria aprendería

a coser. Al em pezar a cursar el sexto grado

la hija declaró que quería ser m aestra. El padre dio un respingo. La m adre le ordenó que se callara. Rosalía poseía la terquedad

pados a la antigua, sin evolucionar, m irando con recelo todas las

del cam pesino acostum brado a vérselas con heladas y sequías. De-

novedades que aparecían, buenas solam ente para echar a perder

jó pasar una sem ana y volvió a insistir. Esta vez hubo gritos es-

a la hum anidad. Hasta la tía solía reirse de sus ideas retrógadas

tentóreos. La niña dejó que se calm aran y volvió a la carga a los

porque la señora se había m odernizado en m uchas cosas bajo la

pocos días. Entonces los padres quedaron perplejos. Jam ás una

influencia de su m arido, un rnarsellés de cierta cultura. La sobri-

m ujer de la fam ilia había cursado estudios secundarios. ¿Qué sig-

na le confesó en secreto al suyo que la creía fem inista. Este se

nificaba esa revolución? La influencia

alzó de hom bros, declaró que no podía ser, que(una --¡;ujer ho-

ajena a la ocurrencia

nesta no es nada y que las cosas que decía eran fantasías de m u-

sus habituales

de Panchita no debía ser

de Rosalía. Trataron

razonam ientos.

de convencerla

con

¿Acaso necesitaba ganarse el pan

jer con plata

(para ellos la tía era la rica de la fam ilia). Nunca

que com ía? ¿No lo tenía a su padre, no tendría m ás adelante a

se apartaron

de los preceptos aprendidos cuando niños y se de-

su m arido? Era peligroso para una m ujer

dicaron a inculcárselos a la hija que les nació. Naturalm ente, peraban un varón y se lam entaron ruidosam ente

es-

de la m ala pa-

aprender

dem asiado.

Podía desviarse del cam ino recto. Rosalía escuchaba pacientem ente

los serm ones, pero persistía

sada que les había jugado la cigüeña. Luego la m adre, resignada,

en su propósito:

em prendió la tarea de form arla a su im agen y sem ejanza.

do a la tía vieja y ésta apoyó firm em ente a la niña. No hubo m ás

Rosalía creció oyendo repetir

siem pre

las m ism as cosas. Una

quería ser m aestra. Al final el caso fue som eti-

discusiones y al año siguiente Rosalía y Panchita

rindieron

m ujer honesta no es nada, no tiene opiniones, sigue las de su pa-

exam en de ingreso a prim er

dre, las de sus herm anos, las de su m arido. Al hom bre le corres-

obtuvo el m áxim o de puntos entre cuarenta y dos candidatas.

ponde salir a la calle para ganar el dinero necesario para el sus-

Rosalía recordaba

su

año y fueron aprobadas. Panchita

con cierta irónica

conm iseración

el fervor

tento del hogar. La casa es el destino de la m ujer. Podrá ejercer

que puso en esa lucha librada contra la voluntad de sus padres.

en sus m om entos libres

Estos nunca se conform aron. Se inclinaron, sí, ante los deseos de

beneficio

alguna

económ ico y acreciente

actividad

m anual

el bienestar

esos esfuerzos sólo pueden representar

que reporte

dom éstico, pero

una colaboración subalter-

la tía

(la consideraban

M em é)

,

com o una m adre,

pero nunca dieron su entera

Rosalía la llam aba KJIHGFEDCB

aprobación al, para

ellos,

na tolerada por el hom bre. Los estudios para la m ujer eran su-

insensato proyecto. Tem ían que la hija tom ara alas, que preten-

perfluos, un lujo de estos tiem pos, nada m ás. Ninguna aplicación

diera volar por su cuenta.

podían tener esos conocim ientos ya que el hom bre era quien de-

Lo cierto es que la m uchacha se había forjado un buen caudal

bía dar órdenes y tom ar decisiones. La señora de Clerm ont pre-

de ilusiones con la ayuda de Panchita. Era la única vez que se

dicaba con el ejem plo y siem pre sacaba a relucir las sacrosantas

había sentido llena de em oción ante el m undo nuevo que se le

opiniones de su m arido. Lo que jam ás ponía en claro era la par-

abría. .Los estudios

te que a ella lo correspondía en esas opiniones. HGFEDCBA

aquel caudal de ilusiones. No era lo que había esperado. Pasaba

74

-

hicieron

que m erm ara

de m odo alarm ante

-7 6


las tardes leyendo páginas y páginas de unos libros de texto que

que se interesaba

no despertaban

en ella el m enor interés y, a la m añana siguien-

rotundam ente.

te, oía recitar

esas m ism as páginas por alguna de sus com pa-

por la heredera

en cierne. Rosalía lo rechazó

No le gustaba.

Esa fue la gran derrota de la m adre. La única verdadera. Por

ñeras ante la displicente actitud del profesor que, lápiz en m ano,

nada se convenció la hija de los beneficios que reportaba un m a- IHGFEDCBA

m edía el fluir de palabras, listo para colocar el núm ero aprecia-

r ia g e

tivo en la libreta roja que tenía sobre el escritorio. La falta de

haría por am or. El idilio Panchita-Felipe

satisfacción, em pero, no im pidió que fuera una alum na m uy es-

do su apogeo.

tudiosa. Le fue útil saber respetar m ente sus lecciones de punta puntualidad

las reglas:

aprendía

a cabo, presentaba

diaria-

con rigurosa

los trabajos que le exigían y jam ás alternaba con el

grupo de las haraganas

y bullangueras.

No podía concebir que

se fuera a la escuela para portarse m al y sacar m alas notas. La señora de Clerm ont no dejó nunca de aprovechar todas las oportunidades posibles para m inar la voluntad de estudio de Rosalía. La presión se acentuó, con rara habilidad, cuando m urió la tía. Al heredar la m adre la pequeña fortuna

(la señora había he-

cho testam ento en cuanto ellos llegaron a la Argentina),

se creyó

de

r a is o n .

No sabía si se iba a casar, pero si se decidía lo estaba entonces en to-

No es fácil enam orarse ni que se enam oren de una cuando se hace vida retraída

y no se frecuentan

lugares adonde concurren

jóvenes. Fuera de que el carácter de la pobre Rosalía no era el m ás a propósito para envalentonar de razón la habían

a nadie. Desde que tenía uso

puesto en guardia contra

el "seductor", la

habían hecho tem erosa del hom bre, recelosa, encuevada. La señora de Clerm ont em pezó a desalentarse. N o tardaron

en llegar tiem pos difíciles. El problem a ',casar a

Rosalía" fue quedando arrinconado. Los pesos de la tía dism inuyeron a ojos vistas con la larga enferm edad del padre, las entradas

rica y apuró a la hija para que renunciara de una vez a esa ca-

m ensuales se redujeron

rrera tras ei diplom a de m aestra. ¿Para qué lo quería ahora? Ro-

tarse con la necesidad de buscar algún trabajo fuera de la órbi-

salía , que estaba cursando el tercer año, tenía el, ánim o Heno de

ta dom éstica que poco o nada rinde. Entonces fue cuando ella

fastidio contra la escuela por un desagradable

entredicho con la

lloró lágrim as am argas al pensar en ese diplom a de m aestra que

profesora de m atem áticas, m ujer altanera, dura y vengativa. Se

había tenido tan cerca. Y todavía, cada vez que se acordaba de

dejó arrastrar

eso, se le hacía com o un rem olino en el pecho. Porque, a la pos-

por el torbellino originado por el alboroto del cam -

bio de vida y renunció al estudio. en casa de los Clerm ont. Lo que había variado era la actitud ante la vida: ahora no necesitaban afanarse tanto por el porvenir, entre las m anos. La m am á había

echado sus cálculos para casar a la hija dentro de un par de años, a lo sum o. La fue adiestrando

com o dueña de casa, le enseñó a

esm erarse en las tareas de lim pieza, fracasó a m edias en el arte culinario. Después Rosalía aprendió

y hubo que enfren-

tre, había tenido que ir al Consejo de Educación a rendir un exa-

En realidad no existía tal cam bio de vida. Todo seguía igual

tenían la seguridad m aterial

en form a alarm ante

a

m en supletorio para poder em pelarse tras norm ales)

(escaseaban aun las m aes-

y le habían dado el puesto com o de lástim a, con

m enos sueldo que las otras y sin esperanzas de ascender nunca, a m enos que se fuera a enterrar

por ahí, en alguna chacra. y por

eso estaba arrinconada en un grado, en esa escuelucha perdida en el suburbio, y m enos m al que llegó Panchita a dirigirla y las incom odidades se hicieron m 'a-s fáciles de soportar.

coser. A los diecinueve

años los padres le hablaron de un candidato, un francés solterón HGFEDCBA 76

-

-

77


M uchos años habían pasado desde entonces. Se había quedado

solo punto del program a, en form a algo rutinaria, acaso, un poco

sola, sin parientes, casi sin am igos. No le pesaba su soledad ni se

parecida a la m anera en que lim piaba la casa o lavaba los platos,

arrepentía de no haberse casado. Pensaba que le podría haber to-

pero nadie podía negar que trabajara

cado la suerte de Gerarda López, por ejem plo, y en vez de m i-

a conciencia.

La m ayor parte de sus com pañeras de escuela podían envidiar

rar por sus cosas com o le diera la gana (siem pre hablaba de "lo

su estabilidad

que le daba la gana", de "lo que a ella se le antojara",

pequeña renta anual. Esta iba a parar íntegram ente

de su

económ ica. Tenía casa propia

y disponía de una a la caja de

"santa voluntad", com o si no viviera som etida a la férrea disci-

ahorros, pero, aun así, no necesitaba darle estirones al sueldo pa-

plina que ella m ism a se había

ra que alcanzara a cubrir sus gastos del m es, tanta era la parsi-

im puesto),

se vería obligada a

I tener en cuenta la opinión de un bellaco de m arido que lucía

m onia que ponía en ellos y tan rigurosa la adm inistración

que

hacía de sus pesos. Entre la gente que la conocía gozaba fam a de

con otras los pesos ganados por su m ujer. A veces su pensam iento llegaba a tom ar la form a de una vaga

tacaña. Ella no hacía m ás que cum plir la consigna de sus padres:

interrogación. ¿Viviría de la m ism a m anera si le fuera dado em -

pensar en el día de m añana. Si no disponía de una reserva para

pezar de nuevo? Generalm ente

gastos eventuales, se desesperaba. Jam ás contraía deudas, ni por

prefería

cam biar

sus reflexiones para no ponerse a profundizar

el rum bo de

en ese· "no" que

un día, ni por unas horas. Rosalía no recordaba

haber

sentía brotar. En su vida había algunos fracasos punzantes. Lo

nunca incertidum bres

sabía. Pero tam bién sabía o, m ejor dicho, sentía, que el peso de

im ponía la renovación de alguna prenda, aparecían

los m ism os no debía recaer

aparentem ente

fácil m anejarse

enteram ente

sobre ella. No resulta

a través de la existencia cuando se es m ujer.

Nunca se quejaba del trabajo

escolar. Encontraba que ésa era

sufrido

económ icas. Si alguien se enferm aba, si se los ahorro')

olvidados (la m adre tenía una alcancía para las

m onedas y una cajita de m adera para los billetes que lograba substraer

al gasto diario haciendo prodigiosas com binaciones en

la m ejor m anera de no sentirlo pesado. En cierto m odo, le gus-

la cocina). Durante la enferm edad del padre y el largo e infruc-

taba. Hallaba agradable la com pañía de los niños, al m enos por

tuoso peregrinar

unas horas, y la enseñanza le producía placer.

que disponían, sin vacilar en gastos que representaran

Al principio no había sido así. Su tropiezo con una directora llena de tiquis m iquis, capaz de agotar la paciencia de un santo, había tornado ingrata su tarea. La llegada de Panchita

alivió la

de un m édico a otro, echaron m ano de todo lo un alivio

para el enferm o. Cuando el viejo m urió todavía quedaban algunos títulos

de renta

años de ajustada

y

la casa libre

de todo gravam en.

Siguieron

econom ía para ceñirse a los tan m erm ados re-

atm ósfera y la hizo respirable. Su buen carácter, sus m odos sua-

cursos y poner de lado alguna sum a por si se presentaba otra en-

ves hacían que todas las m aestras trabajaran

ferm edad. La señora m urió de repente, de un ataque al. corazón.

A veces recom endaba

alguna

práctica

gustosas a su lado.

nueva,

seducida por la

Rosalía siguió ahorrando por lo que pudiera ocurrir.

prédica de los renovadores escolares, pero sin insistir dem asiado ni ím ponerla.

Rosalía consideraba

m ás prudente

no introducir

reform as en sus m étodos de enseñanza (com o su padre, se encogía de hom bros frente a las novedades) y se contentaba con cum plir su deber estrictam ente,

al pie de la letra, sin descuidar un HGFEDCBA

78

-

79


dedores. Doña M arcelina barría con desgano la galería. Era vieja y sufría de reum atism o. No veía la hora de jubilarse y realizaba todo su trabajo com o algo pasajero que se va im provisando a la espera de una situación definitiva. Rosalía la saludó al pasar, pero no se detuvo. Fue a firm ar el registro de asistencia y luego buscó refugio en su salón. Con el trapo que guardaba entre sus efectos em prendió la tarea de hacer desaparecer todo vestigio de tierra y polvo de tiza de su escritorio. Tam bién refregó la silla antes de sentarse. Luego procedió a ordenar sus cosas y

v

a planear el trabajo del día. Resolvió dar clases pasivas esa m añana. Le iba a ser" difícil concentrarse en algún tópico. Estaba inquieta, con los nervios de hacia la escuela.

punta. Rápidam ente llenó el pizarrón de problem as y ejercicios

Se sentía deprim ida. La rígida arm azón de sus principios había

de aritm ética. Los niños tendrían ocupación de sobra para la pri-

sufrido una conm oción dem asiado fuerte y en su estrechez de m i-

m era hora de clase. Si alguien se le acercaba invocaría algún

ras m agnificaba absurdam ente

m alestar físico, un dolor de cabeza, un am ago de gripe, para

Bajó del tranvía y echó a andar lentam ente

el episodio de Pan chita. Sentía

que le iba a ser difícil soportar la presencia de m aestras y por-

justificar la m ala cara que debía tener.

teras, presuntas cóm plices en las habladurías. En el rostro endu-

Los patios de la escuela se llenaron de niños y Rosalia aun no

recido le iban a leer la am argura, la indignación. Se m irarían

se había asom ado. Ni de lejos quería ver a las otras. Recién

de reojo, con m al disim ulada im paciencia, y en cuanto ella se

apareció cuando se oyó el toque de cam pana y sus alum nos for-

m etiera en su salón com enzaría el rosario de com entarios bur-

m aron filas. Los problem as eran suficientes para absorber toda

lones y suposiciones aventuradas. M uchas sem anas de expecta-

atención y actividad. Ella se lim itaba a circular entre los bancos

tiva debían llevar para esa fecha. La vida de varias debía girar

y echar ojeadas sobre los cuadernos. De tanto en tanto señalaba

en esos días alrededor de las posibles novedades en el apasionan-

un error y ponía sobre la buena senda. El prim er

te asunto de la directora. No creía en la m aldad de ninguna de ellas, salvo de Palm ira Sánchez. Todas, unas m ás, otras m enos, debían alguna atención

recreo fue tranquilo. Los niños salieron al patio y

ella se quedó revisando algunos cuadernos. Al entrar de nuevo al salón uno de los alum nos se acercó para com unicarle:

a Panchita, sabían que podían contar con sU apoyo com o direc-

-Ya

tora en cualquier dificultad en que se encontraran. Pero el ser

Era un anuncio que le hacían por turno todos los días. Para

hum ano es así -pensaba

Rosalía-,

ingrato por naturaleza. Sólo

llegó la señorita" directora.

ellos ese acontecim iento equivalía a la llegada del personaje m ás

espera el m om ento oportuno para dar el tarascón a la m ano que

im portante

lo ayuda.

hito. Este le sonrió y volvió a repetirle el inform e. Creía que no

Era tan tem prano que ni un solo alum no se veía por los alre- HGFEDCBA

80

-

de la escuela. Rosalía m iró al pequeño de hito en

había entendido. -

81


Resolvió pedir la confección de un m apa. Quería que los niños se distrajeran

con el trabajo así no reparaban

en su nervio-

sidad. Se le ocurrió que Panchita podia pasar a saludarla

(casi

siem pre lo hacía) y com enzó a estudiar la actitud que debía asum ir. Pero Panchita parecía haberse incrustado en su sillón de di-

a salir bien parada. Le conocía dem asiado el genio brusco y la franqueza

áspera

para

correr

el riesgo de que la avergonzara

sin m iram ientos delante de quien fuera. Rosalía la despreciaba por prim era

profundam ente.

Se habían

encontrado

vez al rendir exam en en el Consejo de Educación

rectora, Nadie la vio esa m añana, excepto doña M arcelina Y el

(Palm ira sólo había cursado hasta segundo año en la Norm al de

padre de un alum no. Antes de las once se m archó con unos pa-

Esperanza). S~e~pre le tocó andar cerca de ella y desde el pri-

peles al Consejo de Educación. De ahí se iría directam ente

m er m om ento le fue desagradable. Lo que encontraba m ás odio-

a su

so en ella era la m irada. Una vez que la observaba m ientras ha-

casa.

blaba con alguien, sintió que se ilum inaba

el m otivo de su re-

pulsa: sus ojos tenían la frialdad del reptil. Y recordando la m alDespués del segundo recreo Rosalía

dejó el grado en la clase

dad que le rebosaba, se dijo interiorm ente:

de canto. Saludó de lejos a la profesora y en cuanto los niños

-¡Es

em pezaron a entonar el KJIHGFEDCBA H im n o a l á r b o l, dio m edia vuelta y, con

Se lo repitió a Panchita. Esta hizo un gesto de extrañeza ante

un suspiro de alivio, corrió a su salón. Allí la esperaba Palm ira

una víbora!

el duro calificativo y expresó su incredulidad:

Sánchez. Debió hacer un gesto de sorpresa, acaso de repugnancia,

-¿Te

porque Palm íra recogió el labio superior en algo que podía ser

Rosalía tuvo uno de sus m om entos de im paciencia e insistió con

una sonrisa y preguntó si m olestaba. Com o sus alum nos estaban

ruda energía. Sí, era una víbora, una yarará, siem pre lista para

en el taller de trabajo

inocular veneno, siem pre agazapada en la som bra, siem pre hi-

para

m anual ella aprovechaba

la oportunidad

hacerle algunas consultas sobre problem as

de geom etría.

Si alguien podía irritar

a Rosalía con su 'presencia era Palm i-

ra Sánchez. No la podía ver. Carecía de razones valederas justificaran

el odio que le tenía, porque era verdadero

que

odio el

parece?

riendo a traición. ¿Era capaz, Panchita, de no conocerle las m añas todavía después de tantos años de tenerla cerca? Palm ira no cultivaba am istades y m antenía sus relaciones con las dem ás m aestras

dentro de un plano de estricta y casi fría

que le despertaba esa m ujer. No poda reprocharle ninguna ofen-

cam aradería. Tenía sus razones para llevar encim a una carga de

sa personal. Solía perm itirse

resentim iento.

alguna chanza a sus expensas, pero

Hasta pasados los quince años su apellido había

nunca lo había hecho cara a cara. Era burlona, glacial m ente bur-

sido Arce, hija única de una pareja

lona. Sus ojitos indios sabían captar el rasgo cóm ico de una per-

establecida en Esperanza. Com o Palrnira Arce fue inscripta _en

sona -aunque

Con cuatro térm inos acer-

la escuela norm al, cursó todos los estudios prim arios e inició la

tados lo definía, lo esbozaba, parecía dejarlo en exhibición fren-

carrera del m agisterio. Su infancia no había sido feliz. Su m adre

te a los dem ás com o lám ina clavada en el pizarrón con una ta-

vivía recluida la m ayor parte del tiem po y ella no tenía am iguitas

chuela. Pero era sum am ente

con quienes jugar. Nadie les ofrecía am istad. Había com o un tá-

ella rara vez se reía-o

cobarde. Jam ás se hubiera atrevido

de procedencia entrerriana,

a provocar un altercado de frente con Rosalía. Sabía que si ésta

cito entendim iento para apartarlas

perdía la paciencia le iba a dar una em bestida de la que no iba

algún vínculo social para ellas. Con el padre no ocurría lo m is- HGFEDCBA

82 -

de todo lo que pudiera crear

-

8S


m o. Rara vez se quedaba en casa, frecuentaba m ucha gente poi' sus asuntos com erciales (tenia algo que ver con m áquinas agrícolas) y se veía con un buen núm ero de am igos en el café o en el club. La m uchacha tardó algo en com prender la irregularidad

de la

situación fam iliar. Cuando cursaba el sexto grado le entraron las prim eras

dudas. Com paró su m odo de vivir con el de sus

com pañeras y echó de ver las diferencias. Le hubiera curiosear la libreta

gustado

del registro civil, pero hurgó sin éxito en

todos los cajones. En la casa, aparentem ente, no había docum entos ni retratos de fam ilia. Cuando ya era alum na m aestra de prim er año, a poco de iniciarse las clases, una com pañera perteneciente a una de las viejas fam ilias del lugar, la interpeló de buenas a prim eras. ¿Su apellido era Arce? ¿Estaba segura? ¿Era Arce? ¿No había alguna equivocación al respecto? La intención era aviesa, el tono de voz prem editadam ente

elevado, tres o cuatro m uchachitas form aron

círculo a su .alrededor para ver qué iba a pasar. Quedaron defraudadas. Toda la m aligna ironía de la otra se estrelló contra los rasgos im pasibles del rostro de Palm ira. Era difícil arrostrar esa m irada im pávida sin sentir incom odidad, desazón. El grupo se disolvió. Palm ira ya ;abía a qué atenerse. Renunció a buscar esa inexistente

libreta

del registro civil.

Por ese tiem po com enzaron las ausencias del padre. Se iba de viaje -por

negocios, decía la m adre-

y tardaba en volver. Una

vez estuvo tres m eses afuera. Finalizaba Palm ira su segundo año cuando se m archó definitivam ente. El hecho no la sorprendió. La m adre, en cam bio, vivía prendida a la esperanza del regreso. M ediaba enero, estaban casi sin recursos y con deudas de proveedores encim a. La hija se encaró con la m adre y le habló claro. Era inútil seguir esperando m ano sobre m ano un retorno que ya no se produciría. Ese hom bre estaba harto de ellas, las había abandonado. Tenian que m overse, tom ar resoluciones, no aguardar HGFEDCBA

que los acontecim ientos las acorralaran.

Consideraba preferible

dejar Esperanza, irse a otro lugar, a Santa Fe, si fuera posible. Ella podría term inar la carrera y em pezar a trabajar. Esa época fue dura y tuvo influencia decisiva sobre el carácter de la m uchacha. El corazón se le llenó de rencor y am argura. M alvendieron sus cosas y nadie les hizo ascos, entonces, con tal de aprovecharse de sus apuros. Fueron a dar a una pieza de inquilinato y la m adre se puso en cam paña para conseguir algunas costuras. Hubo días en que apenas com ieron. Con todos sus preparativos hechos para la inscripción en tercer año en la norm al de Santa Fe, Palm ira le planteó a la m adre el dilem a de su apellido: no podía seguir llam ándose Arce, no le asistía ningún derecho para ello ya que su padre nunca la había reconocido. La m adre habló de pedir consejo a un abogado, pero la hija no la dejó. No quería saber nada, absolutam ente

nada

con ese ho~bre. Desde ese día se llam aría Palm ira Sánchez y se bastaría a sí m ism a con su trabajo. Las costuras conseguidas por la m adre eran escasas y tan m al pagadas que les iba a ser im posible aguantar dos años m ás en esas condiciones sin m orirse de ham bre. Felizm ente ya había cum plido dieciocho años y pudo recurrir al expediente del exam en supletorio para

em plearse

cuanto antes. No tardaron

Todos esos detalles le fueron proporcionados a Pan chita por Laurentina

Góm ez quien, a su vez, los había recibido de boca

de la m ism a Palm ira. Fue a raíz de un ataque sufrido por la m adre de ésta. Laurentina

consiguió asistencia inm ediata para la

enferm a (tenía un herm ano m édico) yeso

le salvó la vida. Las

confidencias íntim as de la hija fueron, quizás, una m anera de dem ostrar el profundo agradecim iento que sentía, ya que Palm ira no era afecta a abrirle su corazón a nadie. Eran contadas las com pañeras que habían llegado hasta la m odesta vivienda que ocupaba con la m adre en una callecita apartada

(en cuanto em -

84

-

en

nom brarla en la m ism a escuela de Rosalía.

85


pez6 a cobrar sueldo, vol6 del inquilinato).

Allí se deslizaba la

ba y com enzó a disertar

sobre ciertos aspectos ofrecidos por la

vida de las dos m ujeres en form a m on6tona y triste. La m adre

superficie y el volum en del cono. Dio una serie de ejem plos de

había dejado la direcci6n de todos los asuntos en m anos de la

conos truncados en la vida corriente y esbozó problem as que se

hija y se lim itaba a atender el hogar y unas pocas costuras que

podían plantear acerca de los m ism os. Parecía hablar con estudia-

la distraían y le perm itían unos ahorritos para los casos de apu-

da lentitud, se detenía placenteram ente

ro. Entraban m uy pocas alegrías en esa casa: sólo silencio carga-

sultaba sobre el desarrollo de los pasos.

en los detalles y la con-

do de pesadum bre y resentim iento. Sin em bargo, Pa1m ira adora-

Rosalía asentía con la cabeza y de vez en cuando m urm uraba

ba a su m adre. La adoraba con la m ism a intensidad conque odia-

una aprobación sin prestar ninguna atención a sus palabras. Todo

ba al padre. Habría dado cualquier cosa por hacerla feliz. Pero

su ser se sublevaba contra el recurso hallado por esa intrusa pa-

jam ás exteriorizaba sus sentim ientos y la pobre m ujer vivía m or-

ra som eterla a un careo desvergonzado. Jam ás la había consulta-

tificada en su presencia por el reproche que creía adivinar en su

do para

m irada.

naturales

nada. Ni necesitaba para

hacerlo

todo lo que fuera

porque

m atem ática,

tenía

condiciones

m ucho m ás que

Panchita se enterneció cuando se enteró de la historia y decla-

las otras m aestras y sobre todo que Rosalía, m al dotada para las

de Pa1m ira. Rosalía

fórm ulas y operaciones com plicadas. Todo eso no era m ás que una

se contentó con un gesto displicente que indicaba sus dudas al

indigna com edia, un sim ulacro que le perm itía observar sus reac-

respecto.

ciones para "luego com entarlas con las otras. Conociéndole el ge-

r6 que eso aclaraba

el com plicado carácter

nio, quería hacerla

caer en algún desplante. Optó por hundir

la

cabeza entre las m anos y declarar con voz plañidera que no esEl prim er im pulso de Rosalfa al ver a Palm ira junto a su m esa

taba en condiciones, en ese m om ento, para nada que requiriera

fue de intensa furia. Logró dom inarse y, dejándose caer en la

reflexión y razonam iento. Tenía la inteligencia em botada. El lu-

silla con un gesto de m áxim o cansancio, arrojó la excusa de su

nes podrían volver sobre ese asunto.

estado grípal: sentía la cabeza pesada y el cuerpo m alo, no sabía com o había podido dar clase hasta ese m om ento. La calm a de Palm ira era im perturbable.

La m iró fijam ente, co-

m o escrutándole las facciones, luego declaró que, en ese caso, lo m ás prudente sería irse a la casa, no había que exagerar el sentim iento del deber al punto

de perjudicar

Palm ira

volvió a m irarla

jeza, y luego cerró

detenidam ente,

con insoportable

el cuaderno despaciosam ente.

fi-

Con una voz

tan suave que parecía una caricia le dijo, intercalando

pausas

sugestivas: -Sí.

Com prendo. Te com prendo bien. Es natural que estés ner-

la salud. Rosalia se

viosa en estos m om entos.

encogió de hom bros. No podía saber si la otra hablaba en serio

Rosalía dio un respingo:

o, sim plem ente, se divertía siguiéndole el juego. Contestó con su

-¡No

m odo brusco y tajante.

La voz pausada se hizo oir de nuevo. No parecía haber repara-

No. No se iría. Ya había hecho 10 m ás,

bien podía agu~~tar la hora y m edia que faltaba. Y sin dilaciones le pidió que expusiera el m otivo de su consulta. Con tranquilidad

86 -

irritante

Palm ira abrió el cuaderno que lleva-

se trata de nervios! ¡M e duele la cabeza!

do en la creciente irritación -Estás

de su interlocutora:

nerviosa porque te duele la cabeza y no podés trabajar

com o de costum bre. Eso es 10 único que he querido decirte. HGFEDCBA 87


Se levantó, recogió el labio en su sonrisa peculiar y con un KJIHGFEDCBA te

¡q u e

m e jo r é s !

cargado de ironía se alejó hacia su salón de

y la buena señora bajó del tranvía la perspectiva

henchida de orgullo ante

de la visita de las "señoritas".

clase. Rosalía se quedó rabiosa y hum illada. No se hallaba capaz de seguir soportando ese papel de disim ulo que se había im puesto.

No debió faltar algún vecino que la viera llegar después de la

A ella le gustaban las cosas claras y se le ofuscaba la m ente al

hora

acostum brada

pensar

¿qué

p a s a rá ? ,

que podría verse obligada a un fingim iento

dem asiado

tan

y com entara puntuales

luego el suceso lanzando

un

eran siem pre los m ovim ientos

de

Rosalía.

prolongado. Dio gracias al cielo cuando oyó el toque de salida. Despachó

Al pasar, golpeó la puerta de las A vendaño. Quería hablar de

a los chicos con increíble rapidez y volvió a m eterse en el aula

una vez con Panchita. Se oyó una corrida y apareció Carm en.

hasta que la escuela se vaciara. Quería que las otras se alejaran

Tuvo una elocuente expresión de desencanto.

sin posibilidad alguna de alcance.

que la buscaban a ella. La tía había llegado un poco indispuesta,

¡A h ,

R o s a lí a !

Creía

En la esquina solitaria subió al tranvía ensim ism ada en sus re-

no había querido alm orzar. Ahora estaba recostada y dorm ía. Sí,

flexiones y se sentó junto a una m ujer corpulenta que se aplastó

pensaba ir lo m ism o a la escuela porque había recom endado que

contra la ventanilla para dejarle lugar, al m ism o tiem po que le

la llam aron un poco antes de las dos. Le diría que pasara a verla

sonreía y la saludaba. Reconoció a la m adre de uno de los alum -

antes de -ir a tom ar el tranvía. M ientras hablaba, la cabeza de la

nos del año anterior. Se inició la inevitable

m uchacha se volvía de una esquina a la otra por si aparecía el tan

conversación sobre

la salud y el tiem po y luego la m ujer preguntó -¿Y

la señorita directora?

a quem arropa:

Rosalía alm orzó, lavó la vajilla y aguardó en vano la llegada de

¡Hace tanto que no la veo!

Rosalía la odió en ese m om ento, y se odió a sí m sim a por no poseer la calm a de Palm ira

Sánchez. Sin esperar su respuesta la

m ujer siguió hablando de Panchita con toda naturalidad.

esperado m ensajero.

enum e-

Panchita. Carm en con su cabeza de estopa podía haberse olvidado de advertirla. Pero lo m ás probable era que la m ism a Panchita rehuyera el encuentro.

ró los servicios que le debía, detalló la form a en que había ayu-

Aunque se sentía cada vez m ás perpleja y desconcertada ante

dado al hijo m ayor para que com pletara el sexto grado, 10 bien

los hechos que se iban presentando, Rosalía no se hundió en el

que había aconsejado a la hija, todo eso recalcando a cada paso

sillón del com edor com o la víspera, para am asar preocupaciones

lo agradecida que le estaba y 10 m ucho que la apreciaba. Dentro

echándoles la levadura de cuanto recuerdo ingrato acudiera a su

de unos días le iba a m andar las m ejores naranjas de su huerta.

m ente. Se puso a trabajar

A la legua se veía que esa m ujer ignoraba por com pleto el nudo

vo la casa desde la puerta de calle hasta el fondo com o si duran-

de chism es que rodaba por ahí. Rosalía, tranquilizada,

arrojó pu-

te una sem ana no hubiera pasado ni escoba ni plum ero. Luego la-

ñados de cordialidad a la conversación. Al final recibió una invi-

vó todo lo que encontró digno de ir a la pileta y después planchó

tación form al, extensiva

a Panchita,

para

que fueran

a com er

pan con chicharrones uno de esos días: -Es

m i especialidad. Les avisaré la tarde antes con el chico. HGFEDCBA

com o una desesperada. Lim pió de nue-

un m ontón de ropa. Al final, com o la luz del día no se acababa nunca, hizo una lim pieza a fondo de la alacena de la cocina. Sacó todos los trastos uno por uno, los refregó hasta dejarlos re89

88

-


lucientes, pasó sucesivos trapos por el interior del m ueble

(uno,

húm edo, para la suciedad gruesa, otro, tam bién húm edo, para lo que podía haber quedado, un tercero, seco esta vez, para dar el últim o toque).

Luego ordenó m inuciosam ente

los enseres, exac-

tam ente en el m ism o lugar que ocupaban antes. Entonces se concedió un breve

descanso para adm irar su obra y extasiarse

la contem plación de sus cacerolas de alum inio

en

(de las que usaba

una sola). Su m adre le había descripto m ás de m il veces la cocina de su hogar de Francia, con sus cobres que brillaban

com o el oro, y le

había inculcado esa especie de pasión por el lujo en las cosas dom ésticas. El m ism o sentim iento bargaba

de vanidad casi pueril la em -

cuando abría el gran ropero de cedro y m iraba

los es-

tantes repletos de ropa blanca, la m ayor parte de ella sin usar. Sin darse cuenta

(nunca se le haba ocurrido calcular

el valor

m aterial de esos bienes) poseía una pequeña fortuna en su ajuar casero. El núcleo principal le llegaba por herencia de la tía vieja y los padres, pero ella se había preocupado de que el caudal no dism inuyera, descendientes

de que se m antuviera fueran a disfrutar

intacto, com o si num erosos

de esos objetos. En eso conti-

nuaba el proceder de sus padres, tan poco am igos de gastar en lo que reportaba

placer, pero llenos de afán de alm acenar

rigurosam ente

útiles, sólidas, de esas que se transm iten

dres a hijos durante

cosas

L t' h bí . ala ala vuelto com o nunca de tem prano, antes de las seis , pero se gula ' con dolor de cabeza. Ya debía estar durm iendo a esas h oras porque había corrido a m eterse en la cam a . Para colm o habíla una reunión de padres en la escuela, al día siguiente, y no podría descansar por la m añana com o hubiera querido. Rosalía había olvidado por com pleto esa reunión. Tam poco po-

dría m antener

una conversación con Pan chita com o había pen-

sado. Ya em pezaban a irritarla

esas dilaciones. Decidió proseguir

su vida com o si nada fuera y si alguien se atrevía a hablarle del asunto contestaría en form a contundente que ni a ella ni a nadie le im portaba un bledo de la conducta privada de Panchita. Con esa decisión se fue a la cam a y, aunque tuvo sus peleas con el sueño, durm ió pasablem ente. M adrugó com o siem pre. Ni siquiera los dom ingos se liberaba del yugo' del despertador.

La única concesión era que sonara

una hora m ás tarde. A eso de las diez se presentaron las dos con sus trapos

Carm en y Encarna

de gala a recorrer

el Bulevar)

(se iban con un

m ensaje de la m adre. Panchita ya se había ido y Tránsito quería hablar urgentem ente ella inm ediatam ente.

con Rosalía. Si ésta no podía ir, vendría

Se trataba

de algo en extrem o im portante.

de pa-

largas generaciones.

Llegó el anochecer, pero Panchita

sin aguardar preguntas, le dio noticias de Panchl'ta

\A -H

no apareció. i.Hahría salido

.a C

\

. . ., l I I O

>j.flT'''''D''

de nuevo con Felipe esa tarde? Se le hizo cuesta arriba preguntar otra

vez por

ella. No quería

Tránsito ni suscitar com entario ciente expectativa.

afrontar

las interrogaciones

de

alguno con su actitud de im pa-

Con todo, contra su costum bre. a eso de las

nueve se asom ó a la puerta

de calle en el preciso m om ento en

que llegaba Encarna m uy em perifollada

(debía regresar

de al-

guna de IHGFEDCBA s u s sesiones con la bizca de la lechería, señal de que Carm en andaba de program a por ahí). Fue la prim era en saludar y, HGFEDCBA 90

-'

-

gl


do y, a ser posible, detenido. Los hom bres eran m ás escurridizos. Los niños tam bién. Pero no escaseaban las m ujeres que regresaban de com pras y se prestaban

gustosas a una pequeña

charla

antes de sum ergirse en el m ontón de ingratos quehaceres que las esperaban en la casa. Algunas se lim itaban al intercam bio de noticias generales y aprovechaban el prim er hueco que surgía en la conversación para deslizarse por él y correr al encuentro de sus

VI

ocupaciones. Otras, en cam bio, eran de su m ism a calaña. Entonces las lenguas se trenzaban relegado a la categoría Tránsito la aguardaba sentada en la m ecedora, descansando de no hacer nada. Esa era su condición habitual. Así com o era m uy

en tupido parloteo y el tiem po era

de sim ple m arco para

tan

im portante

contrapunto. Tránsito era envidiosa. Lo había sido siem pre:

de las vecinas,

difícil encontrar a Rosalía m ano sobre m ano, era casi im posible

de las am igas, de la herm ana, de la cuñada, hasta de la m ism a

tropezar

co-

Rosalía, Nunca se había conform ado con su destino y el tiem po

de sus pocas fuerzas,

se le iba en lam entarse sobre su m ala suerte. No quiso estudiar ni

con una Tránsito

en actividad. Desde tem pranito

m enzaba a lanzar jerem iadas.

Se quejaba

de su cabeza, de sus piernas. Cuando Pan chita salía para la es-

trabajar.

cuela, m adre e hijas seguían en la cam a m uy orondas, com o si

y, al final, se casó, por no dejar, con una pobre m ala facha de

Esperó al novio apuesto que debía aparecer

algún día

un ejército de servidoras anduviera por la casa. Tránsito se le-

hom bre, m ucho m ayor que ella, parsim onioso en sus gastos, am i-

vantaba a las cansadas, se dem oraba un m undo en preparar el de-

go de tener libreta de ahorros y exigente en el trabajo

sayuno y, por fin, bien m ediada la m añana, aparecía en la ve-

sa. La viudez fue un alivio para

reda con la escoba en la m ano. Porque ésa era la gran tarea que

siem pre iba a llorar com o m uy breve, gastó a m anos llenas, se

ella. Durante

de la ca-

un tiem po, que

de vereda que se

dio todos los gustos y hasta tuvo sirvienta. A la postre se encon-

prolongaba hasta que se agotaban las posibilidades de com adreos ,

tró pobre de solem nidad, con las dos hijas a cuestas y unas cuan-

ya que llegaba un m om ento en que todas las m ujeres del barrio

tas deudas encim a. Llorando m iserias corrió a refugiarse en casa

se habían m etido en sus respectivas cocinas para preparar m uerzo.

la som bra del sueldo de Panchita.

se im ponía diariam ente:

un presunto barrido

el al-

de la m adre, al am paro de su pensión de viuda de ferroviario, a

Aunque era raro que se la viera barrer. De vez en cuando eje-

Ya había pasado la edad de las ilusiones y toda su am bición

cutaba algunos m ovim ientos sim bólicos, pero, generalm ente, se la

frustrada se volcó sobre las dos hijas. Decidió que harían la vida

veía apoyada en su herram ienta,

que ella había soñado para sí m ism a: no trabajarían

oteando el horizonte para hus-

nunca, so-

m ear las novedades del barrio. Sólo le faltaba hacerse una visera

bre todo en labores serviles, se vestirían bien, a la últim a m oda,

con la m ano para tener el aspecto acabado de un vigía. Nadie

y se casarían con hom bres ricos y buenos m ozos.

de su relación podía pasar al alcance de su voz sin ser interpela- HGFEDCBA

Es siem pre fácil hacer proyectos. Carm en no era fea con sus lindos ojos y su pelo sedoso y ondulado, Tuvo m uchos novios, casi

92

-

93


..,

, - . HGFEDCBA A.CHlva

" '." 'Ó .'D O

todos buenos m ozos, ninguno

adinerado

y ninguno form al. En

cam bio, la pobre Encarna era un cuco, igualita a su padre, flaca, encorvada, el rostro com o hocico de hurón. ¿Quién se iba a fijar en ella? En lo que respecta al trabajo, eso sí, las dos se esm eraron en cum plir los anhelos m aternos y jam ás hicieron nada útil con sus m anos.

conm ovían a Rosalía sino que le causaban irritación. Sin m ucho protocolo la urgió para que precisara

sus noticias.

El largo y circunstanciado inform e de M agdalena había ocupado durante esos dos días el prim er plano de los pensam ientos de Tránsito, desalojando y ahogando cuanto chism e y brote de chism e rondaba por ahí. Le torturaba

los sesos. Se descargó recitán-

doselo a Rosalía casi palabra por palabra, tanto lo había rum iado en su interior. Los detalles eran m uchos. Las coincidencias abrum adoras.

acogió a Rosalia poco m enos que lloriqueando.

Tránsito prim eros

gem idos fueron para

Los

disculparse. Le daba vergüenza

recibirla en m edio de ese desorden. La casa estaba sucia, las ca-

-¡Quién

!

I

se lo hubiera im aginado! ¡Después de tantos años!

Y Tránsito

consideró

oportuno

volver a ahogar sus sollozos

entre sus m anos.

m as sin hacer, la cocina patas arriba, pero ella no tenía ánim o

M agdalena le había jurado por todos los santos del cielo que

para nada, se sentía com o un trapo. Era indispensable que m antu-

todo eso lo sabía de fuente m uy segura. Ni siquiera les quedaba

vieran

la esperanza de que se tratara

esa conversación. La com ida no im portaba.

fuera no probaría

Si por ella

bocado con el disgusto tan grande que tenía

encim a. Ya habría tiem po de echar algún zoquete de carne a la

de alguna calum nia levantada por

m otivos inconfesables. ¡La gente era tan m ala! Lo que Tránsito

no m encionó fue el tono hiriente

adoptado

olla junto con una cebolla y unas papas. Y ése sería el puchero.

por M agdalena desde el principio. Aprovechó la oportunidad pa-

Ni siquiera

ra arrojar quintales de desprecio sobre las dos cuñadas, confun-

sabía si habría papas. En todo ca~o le pediría a la

chica de enfrente que fuera de una corrida hasta la verdulería. Doña Justa no se iba a negar a despachárselas aunque fuera doI, "1 l. Rosalía pensó que era m uy de Tránsito eso de descansar siem -

m ingo.

I

pre en los dem ás, com o si a todo el m undo le incum biese la obligación de servirla. Echó una ojeada a su alrededor y com pro-

didas ahora en la m ism a m ala opinión: -No

le he dicho una palabra

haga m ala sangre.' Ya bastante

Con algún esfuerzo Tránsito se tragó la alusión. En parte por lo abrum ada

seguía gim iendo. M agdalena

estúpida aventura

había venido dos días antes, bien

barrer la vereda. Se había pasado las noches llorando. Esa m añana había com prendido que era m ejor hablar -¡Te

con Rosalía:

habrás enterado de ese horrible asunto!

se la hizo la vez pasada con el

asunto de Carm en. ¡Es un hom bre tan delicado en esas cosas!

bó que el estado de la casa era el de incuria habitual. Tránsito tem prano. Las cosas que le dijo le quitaron hasta el aliento para

de esto a Juan Antonio con la

esperanza de que todo pueda taparse. N o quiero que el pobre se

que la había dejado la inesperada

noticia de esa

de su herm ana y tam bién porque era preferi-

ble no rem over aquel episodio. Le dolía. M agdalena ignoraba cóm o y cuándo habían em pezado las cosas, pero calculaba que no podían rem ontarse

a m ás de un par

de m eses. Tránsito creía lo m ism o. Se haba puesto a pensar

y

Y Tránsito se puso a sollozar con am bas m anos sobre el rostro.

recordaba

Hacía m ucho tiem po que las lágrim as de Tránsito no sólo no

cada vez m ás tarde. Supuso que le faltaba el freno de Rosalía.

94 -

que por ese entonces, ciertos días, Pan chita llegaba

-

95


Ella se afliga por su salud y le recom endaba tanto, que no se rem atara

que no trabajara

por esos desagradecidos

del Consejo

de Educación. Pero ¿para qué le iba a hablar a Rosalía del carácter de PancJ:Íita cuando ella se la sabía de m em oria? m uy presente

Tenía

cierta noche que Carm en las había invitado para

ir al cine. Casi le dejaron la llave a Rosalía porque se acercaba el m om ento de irse y Panchita

no aparecía. Por fin llegó, sofo-

cada, en el preciso m om ento en que abrían

la puerta

to s

de ham bre que sólo servían para com prom eterla. Encarna, la

pobre, no tenía suerte. A lo m ejor no se casaba nunca ... Su corazón de m adre se enterneció al evocar a las hijas y una ola de indignación vino a rom per contra sus pensam ientos. ¿Cóm o podia Panchita

olvidarse

de los suyos hasta

el punto

arriesgar el porvenir de las pobras niñas en esa aventura tenía nom bre? Si sólo se tratara

de

que no

de un capricho, vaya y pase.

de calle,

No sería la prim era en dejarse llevar por un am or tardío. Todo

hablando de planillas, inform es y tranvías que siem pre dem ora-

acabaría el día m enos pensado y nadie hablaría m ás del asunto.

ban. Tránsito pasó por alto otro recuerdo que surgió de su escon-

Salvo los chism osos, naturalm ente.

dite. Panchita no volvía esas noches con esa cara de cansancio,

bre Panchita siem pre tom aba las cosas dem asiado en serio y te-

esos ojos llenos de desesperanza y resignación, sino anim ada, son-

nía el prurito de la fidelidad en los sentim ientos. Prueba de ello

riente, alegre, feliz, en una palabra. Y ella, la estúpida, no había

era esa constancia absurda hacia Felipe a través de tantos años.

com prendido que esa felicidad tenía que ser de m al agüero.

Pero lo m alo era que esa po-

¿Y si el enredo era algo realm ente serio? ¿Si el otro se divorciaba en M éxico o en Bolivia y se casaba con Panchita? Cualquier cosa podía ocurrir en unos tiem pos en que el m undo anda con el paso cam biado.

Las inquietudes

de Tránsito no eran fingidas, su congoja era

real y sus sollozos verdaderos. Pero no era la suerte de la herm ana el m otivo de su preocupación, sino la suya propia y la de sus hijas. Estaban frente a un peligro, un peligro vital. La pensión de doña Paca se había extinguido junto con su vida y todas ellas vivían prendidas

del sueldo de Panchita.

¿Qué pasaría si

ésta perdía la cabeza por ese hom bre y hacía abandono del puesto? (Tránsito no concebía pasiones am orosas sin fugas que dejaran regueros de desastres).

¡Si al m enos Carm en se casara! La

tonta se había m etido con ese boletero de cine, un lindo m uchacho, pero con un sueldito de ham bre y am igo de juergas. Aunque ciertas frases oídas desde la cocina le hacían sospechar que el boletero andaba en desgracia. ¡Ojalá! ¿Cuándo asentaría la cabeza esa m uchacha? Con la figura que tenía ya podría haber conseguido un buen partido, en vez de andar perdiendo el tiem po con esos m equetrefes carilindos y m uer-

96 - IHGFEDCBA

Tránsito

exhalaba

suspiros, acum ulaba

detalles y aventuraba

hipótesis en su fuero interno. La del divorcio em pezó a torturarla. Se hizo la triste reflexión de que Felipe jam ás iba a tolerar su proxim idad. aquella ruptura

Frunció el entrecejo

se presentaron

en ristra

porque los detalles de a recordarle

la inter-

vención que ella y M agdalena habían tenido en el asunto. Hizo un gesto de im paciencia

ante esos huéspedes inoportunos

y se

afirm ó frente a ellos con un enérgico KJIHGFEDCBA ¡ F u e p o r s u b ie n ! que pronunció a m edia voz, m otivando un

¿ Q u é d ijis t e ?

de Rosalía. Sacó

a relucir para sí m ism a uno de sus argum entos de m ala fe. ¿Acaso lo acontecido no había llevado el sello de la Providencia? ¿Qué hubiera

hecho ella, sola, viuda, sin recursos, con las po-

bres nenas a cuestas? Adem ás ¿quién aseguraba

que Felipe se

hubiera casado con Panchita? Lo m ás probable era que el otro la plantara en vísperas de la boda. Entonces los sufrim ientos habrían resultado m ucho m ayores. Ella veía venir las cosas y no

97


se había cansado de lam entar que su herm ana perdiera el tiem po

atajaba Rosalía y le colocaba la com puerta de otra interrogación

con ese m uchacho m al agradecido. Lo m alo era que la tonta se

que la obligaba a detenerse, a recapacitar y a buscar un lenguaje

haba em pecinado en su enam oram iento

m enos pegajoso para sus contestaciones.

nada aceptarlo

y no había querido por

a Gerardo. Las m ujeres

enam oradas se vuelven

com o topos.

Los datos proporcionados por M agdalena eran numerosisimos.

Entonces se puso a representar

el papel de herm ana desconso-

lada y, sin aliento casi, declam ó dos o tres parrafadas

sobre el

am or fraternal, las asechanzas de la vida, los peligros que aguardan en todas las edades ... interior para ahuyentar

Estaba em peñada en agitar su m undo

algo parecido a un fantasm a que estaba

m etido m uy hondo por allá adentro, y la hincaba y le producía ¡ F u e p o r s u b ie n ! y acuinsoportable escozor. Tenía que repetir KJIHGFEDCBA

m ular razones en pro, para im pedir que tom ara fuerzas, irrum piera triunfante

y le gritara socarronam ente:

¡F u e

por

e l tu y o !

No podía ignorar que había m uchas cosas turbias en la conducta que ella había observado en aquellas circunstancias. Tránsito siem pre

había

creído tapar

los rem ordim ientos

echándole

toda la culpa a M agdalena, esa engreída que andaba desesperada detrás de Felipe y estaba convencida de que podía conseguir lo que se le ocurriera

con los pesos que había

juntado

el padre

levantando paredes. Pero en lo profundo de' su yo, no podía negar los secretos pensam ientos que la habían im pulsado a obrar, tenía

en su interior.

Sí. La verdad

era que se m oría de rabia al ver a la herm ana

que soportar

esa presencia

tan feliz, tan

llena de ilusiones, tan cerca de cum plir sus sueños de adolescente. Sólo cuando ese noviazgo quedó desbaratado

le fue posible a

ella, Tránsito, aceptarlo en firm e a don Pepe y casarse con él. Rosalía cortó bruscam ente

el chorro de elocuencia. No quería

Provenían de diversas fuentes y abarcaban dístintos aspectos del asunto. Si bien nadie había logrado llegar al punto preciso del reencuentro

(circulaban

distintas

versiones

veían dos y hasta tres veces por sem ana. El ingenuo disim ulo em pleado por los actores del rom ance para pasar inadvertidos hubiera hecho sonreir a las colegialas de prim er año. Felipe esperaba con el auto en el lugar convenido de antem ano, nunca el m ism o, pero sin alejarse dem asiado de la zona de la escuela, tal vez para evitarle

a Panchita

m olestias de traslado. Los encuentros

siem pre ocurrían al atardecer, m ás o m enos una hora después de la salida de clase. Por supuesto, de nada valían las precauciones y no faltaba quien hubiera presenciado la llegada a la cita desde algún reparo circunstancial. Lo que nadíe había hecho, por falta de m edios, no de ganas, era seguir el auto. ¿Adónde irían? A lo m ejor se lim itaban a pasear, no m ás. Al llegar a ese punto M agdalena había hecho risotada llena La aventura

una m ueca desdeñosa que rem ató

de intencionada

am orosa de la directora

se había convertido en

la com idílla de m aestras y porteras, aunque los com entarios, por razones de jerarquía,

se hacían por separado, salvo algunas sa-

ciones concretas. Asum ió el papel de la clásica m aestra que so-

del baño o del cuartito de las ilustraciones.

te de frases sentim entales gS

-

en una im petuosa corrien-

salpicadas con gim oteos, pero ahí la HGFEDCBA

en una

grosería.

divagaciones. Com enzó a form ular preguntas y a exigir contesta-

una respuesta e intentaba precipitarse

todas

hasta la

saciedad que era absoluam ente positivo que Panchita y Felipe se

brosas justas

m ete a exam en riguroso a uno de sus alum nos. Tránsito lanzaba

al respecto,

cargadas de rom anticism o), los testim onios dem ostraban

confidenciales que tenían

lugar

en algún

rincón

¿Cóm o era posible que Rosalía no se hubiera percatado de esa efervescencia? Era de no creerlo. Pero de Rosalía era dado esperar sem ejante cosa con ese com portam iento hosco que usaba con -

99


la corriente se deslizara en m edio de un tum ulto de epítetos deel projim o. Tránsito se guardó m ucho de decir e~o en voz alta. de

nigrantes. Una vez aliviado su corazón Tránsito retornó a su actitud ge-

Rosalía, pero evitaba los ataques de frente. En su fuero interno,

m ebunda y con voz tem blona pronunció ante Rosalía un alegato

sentía un ligero m enosprecio por una persona tan basta, tan sim -

en defensa de los derechos que le incum bían para intervenir m a-

plata, tan apegada a la prosa de la vida. Tránsito recordaba

ternalm ente

A veces se entretenía

en irritar

levem ente la susceptibilidad

época en que ella tenía su cuaderno de versos

la

(todavía lo con-

junto a Panchita en su carácter de herm ana m ayor.

¿No era acaso indispensable tratar

de salvarla de com eter algún

servaba, con la tinta desteñida, en el fondo de uno de los cajo-

desvarío? Echaría m ano de todos los recursos y lograría im pedir

nes de la cóm oda). Panchita

que el nom bre de las Avendaño anduviera rodando de boca en

tam bién tenía el suyo, escrito con

una letra que parecía de libro. Rosalía se burlaba de esa costum bre y decía que era perder papel y tiem po.

boca, m anoseado por la gentuza. Aquí Tránsito detuvo bruscam ente dó de Carm en. Adem ás, vislum bró

su perorata porque se acorotro escollo. ¿En qué form a

podría ella encarar con Panchita el tem a de Felipe? Desde aquePor unos instantes

pareció aplacarse

el afán oratorio. Luego

llos días lejanos jam ás había sido m encionado entre ellas, com o

Tránsito volvió a tom ar bríos para exponer el m otivo principal de

si hubiese

su consulta. Con entonación patética habló del grave problem a de

cuenta de que no era posible rom per las reglas que se habían

conciencia que se le planteaba.

¿Qué debía hacer, ella, ante esas

establecido por sí solas sin provocar alguna violenta llam arada

M agdalena le había ordenado, o poco m enos, in-

de ese fuego que, por lo visto, aún ardía sin m iras de apagarse.

circunstancias? terpelar

a Panchita y casi le había dictado los térm inos en que

existido

una

convención

Com prendió que su papel tutelar

expresa. Tránsito

se daba

se derrum baba. Bajó el diapa-

debía hacerla. De paso, la había am enazado con una enérgica in-

són y hum ildem ente

le pidió parecer a Rosalía. ¿No sería m ejor

tervención de Juan Antonio si el vergonzoso épisodio no tom aba

callarse, -al fin y al cabo? Una cam paña de oposición podría servir

fin dentro de un plazo m uy breve. Eso la había irritado profun-

de incentivo, era com o echar leña a una hoguera. ¿No sería pre-

dam ente. ¿Qué derecho tenía ese papanatas

ferible que ésta se consum iera sola?

para m eterse en lo

¿Qué favores les había hecho alguna vez

En el fondo de su corazón Tránsito confiaba en que am bos ena-

para que viniera, ahora; a hacerse el tutor lleno de rem ilgos?

m orados re editaran su actitud de antaño. Ya Felipe había dem os-

¿Y a qué venía ese excesivo celo de M agdalena por la fam ilia

trado que no era hom bre de jugarse por un sentim iento. Ahora

de su m arido, cuando siem pre la había hecho a un lado, de m iedo,

él tenía el contrapeso de la m ujer, los hijos ya crecidos y la posi-

sin duda, de que le fueran

ción social que ocupaba. En cuanto a la pobre Panchita,

que no le im portaba?

a arrebatar

algún peso? Com o si al-

era de-

guna vez hubieran precisado de ellos para llevarse un pedazo de

m asiado notorio que carecía de tem ple para librar un com bate de-

pan a la boca o echarse encim a algún trapito de abrigo.

cisivo contra su propia fam ilia y la de Felipe. M al podía espe-

Aquí el viejo rencor de Tránsito rom pió todos los diques y se desbordó en un torrente

de frases enconadas que pusieron a la

cuñada de oro y azul. Rosalía no intentó contenerlo y dejó que

rarse alguna resistencia

de su parte

cuando se había entregado

sin lucha veinticinco años atrás. ¿A qué venía ese resurgir de las cenizas? Ese am or tardío no

-101 100-


~III~

tenía explicaciones, era un verdadero lidad del hogar, contra

atentado

contra la estabi-

los sagrados derechos de la esposa y los

hijos, y tam bién, por qué no decirlo, de la herm ana

viuda y las

m enos pensado se les iban a caer encim a esas pared~~com idas por la vejez y la hum edad. Al principio, hasta grado debía atender junto con la dirección, yeso

sobrinas huérfanas. No era posible que el tronco fam iliar se des-

anterior

gajara por un capricho ridículo, por el egoísm o absurdo

ba a hacer la guardia com o vigilante. Todo para ganar un sueldo

de dos

seres que ya se habían desengañado el uno del otro. Tránsito llegó a enternecerse

con su propia

hum edecieron

elocuencia interior,

y al final le rodaron

los ojos se le

unos lagrim ones.

Rosalía se

m entaciones

con su pañuelo, la m ujer

sobre el desgraciado

era que le hiciera reproches,

com enzó a arrojar

carácter

de su herm ana.

porque la escuela re-

el personal

y m andaron

con

que podían servir de m odelo a la m ism a directora? Fue la últim a de todo su curso, yeso

porque

el tío Ram ón era

íntim o con el diputado Pérez, Lo que es las clasificaciones, el fade 9,80, ni 10 m entaron

siquiera. Y después de

eso la pobre no escarm entó. ¿Le sirvió de algo trabajar

com o si le pagaran

el doble? ¡Va-

liente recom pensa la que le habían dado después de tantos años de calificaciones!

A las cansadas,

después de m uchas prom esas y alabanzas -porque

la lengua la

tienen bien suelta, eso sí, todos los señorones del Consejo-, porque intervino decididam ente

pero

un politiquero que tenía negocios

con Juan Antonio, le había llegado el ascenso yeso

fue, ni m ás ni m enos, un parto de los m ontes. Otra que Pan chita lo habría rechazado con indignación. Rosalía sabía m uy bien que un pelo ya que hacía veinte años que trabajaba

esa covacha y siem pre se la había pasado afirm ando

a la cara a los que hacían la repartija.

en

que el día HGFEDCBA

Tránsito cordaba

hacía flam ear

su despecho

que todas las com pañeras

de Panchita,

ganas a quienes ella había ayudado que habían

escalado

tenía la vicedirección

sin disim ulo

cuando re-

todas esas zán-

en sus estudios, hacía rato

posiciones m ucho

m ejores.

Celm ira

Rojas

de la m ejor escuela de la ciudad y Lilia

Burello dirigía una escuela m ás chica, pero recién construida, con una regia casa para ella, con vestíbulo y baño instalado. Y esas dos, si no hubiese sido por Panchita, jam ás habrían m atem áticas

aprobado las

de tercer año ni la cosm ografía de cuarto. Todas le

debían algún favor a Panchita, no se salvaba ni una. Y allí estaba la otra pavota, arrinconada

en ese cuchitril de los arrabales.

-

¿Có-

m o no la iban a m irar con lástim a sus com pañeras cuando la encontraban

en el Consejo, las otras bien echadas para atrás, com o

si el cargo las hubiera

atiesado, y ella hecha una pobrecil1a, to-

da encogida y com o pidiendo disculpas por atreverse No bastaban Panchita

a hablar?

los ojos para llorar sobre todo lo que esa pobre

prodigó a m anos llenas, sin dem ostrar

jam ás am bicio-

nes de ninguna clase. Tránsito llegaba a sentirse despojada por la d a díivosídad . de su herm ana. Era inconcebible, con todas sus dotes, que nunca hiciera alarde de nada, ni levantara

la voz, ni -

102

una

Pero el edificio no m ejoró, ni m ejoró el barrio, ni

No

¿De qué le había valido estudiar toda su vida com o una deses-

no exageraba

aum entaron

dism inuyó su labor. El aum ento de sueldo que le dieron era co-

perada, ser siem pre la prim era de la clase, presentar unos deberes

im portantes

de alum nos,

m o para tirárselo

personas que no lo m erecían.

de servicios con el m áxim o

que era por sus m éritos, pero en realidad ventaba

y dando a entender

la-

en haber sido de-

m asiado buena con los de afuera, dem asiado condescendiente

m oso prom edio

de chicos cada salón y se lim ita-

¡no! ¡tan buena com o siem pre ha-

bía sido! Pero ahí estaba el m al, precisam ente,

que nom braron

atiborraba

ridículo. Después, com o una gran concesión

vicedirectora.

asom bró de la facilidad con que le brotaron. Gesticulando

directora

de pura com edida, porque la

103


se le ocurriera lucirse en alguna reunión. Ponía todo su afán en

despertar

perm anecer escondida, tapada por el brillo de los dem ás. Cuando,

los superiores jerárquicos

por casualidad, se veía proyectada hacia el prim er

plano, lige-

retahila de actuaciones m ás o m enos im aginarias, m ás o m enos

rito corría a disim ularse com o si le diera vergüenza ser objeto de

sazonadas y guisadas para uso de fojas de servicios, pero nunca

alguna consideración. ¿Podía una extrañarse hubiese acostum brado

de que la gente se

a hacerla a un lado sin m ayores cerem o-

nias?

el interés de las altas esferas. Le habían

contado que

solían escuchar con oreja distraída la

les faltaba' el ojo avizor para apreciar el físico de la postulante a ascensos. Tam bién le habían dicho -y

hasta le habían dado

nom bres y m ás de un detalle, aunque Panchita siem pre tachaba

¡Ah, si a ella, Tránsito, le hubiese dado por el estudio, jam ás

esos díceres de m entiras-

que todos esos caballeros poseían cier-

¡ N o ! Nadie se la iba a llevar por hubiera obrado de esa m anera! IHGFEDCBA

ta m asculina perspicacia para distinguir de inm ediato a las que

delante, com o si tal cosa, com o quien ladea una silla o el banquito de la cocina. La iban a respetar, la iban a oir, le iban a dar

no eran esquivas, a las de virtud endeblem ente fortificada. De ahí la inexplicable carrera vertiginosa de m ás de cuatro que an-

el lugar que le correspondía. El Consejo entero iba a saber quién

daban por ahí, con m uchas ínfulas

era ella y en ningún m om ento le iban a salir con alguna excusa

aprobaba esos procederes. No había que llegar hasta ahí.

de personajes. Pero ella no

ridícula para posponerla. Porque ella no iba a tener la santa can-

Rosalía encontró que la charla de Tránsito se iba extraviando

didez de aguardar que le fueran a valorar su labor espontánea-

por los senderos algo borrosos de las suposicioerls. Creyó oportu-

m ente. Una se llenaba de canas con esa espera. Y de rabia. Sólo

no volver a em puñar el tim ón y, sin m ayores contem placiones, le

Panchita

ordenó concretar su pensam iento

podía creer todavía que el excesivo cum plim iento

deber, la absoluta consagración al trabajo

del

sobre ese asunto

de Panchita.

traen com o corolario

Era, por lo visto, un problem a dem asiado serio para la pobre

forzoso un reconocim iento de m éritos y una recom pensa lógica.

m ujer porque volvió .a sus conjeturas, exclam aciones y lloriqueos.

Por eso la tenían perdida por esos andurriales.

Al final, se le ocurrió

Tránsito habría

procedido con m ás habilidad, su carrera hubiera sido m ucho m ás brillante

y de resultados m ucho m ás positivos.

m irar

el reloj, se horrorizó

al ver que

eran m ás de las once y m edia y se puso a hacer aspavientos sobre su puchero sin hacer.

Lanzó al galope su fantasía y en un santiam én form ó una im agen m agisterial de sí m ism a y se contem pló em belesada, frecuentando las oficinas públicas, asediando las antesalas oficiales, bien KJIHGFEDCBA 1

em perifollada,

dejando detrás de sí un reguero

de perfum e

y

cantando a voz en cuello las loas de sus hazañas docentes. En eso había que m achacar de firm e, hasta incrustar

esas autopondera-

cienes en la sesera de los dem ás. Era la única m anera de im ponerse. ¿Acaso no era ésa la práctica em pleada por todas las que querían seguir adelante?

¿No

era lo que habían hecho Eurídice

Cabañas, Felipa Torres y Valentina M ontes? Esas rotundas afirm aciones, unidas a cierto arreglo personal, siem pre acababan por HGFEDCBA 104

-

-

105


M ás de una vez Rosalía

se sintió secretam ente

esas prevenciones que le resultaban

irritada

ante

hum illantes. Por un lado, se

rebeló contra ellas, no m uy abiertam ente,

pero con eficaz perti-

nacia: intentó seguir estudios secundarios, rehusó el m arido que sus padres le ofrecían y, al final, salió a la calle a ganarse el pan. Por el otro, se había som etido totalm ente eternam ente V II

frenada

por el sentim iento

y había vivido

de su im potencia.

zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA Se había enjaulado a sí m ism a, se había envueÚo en una tupida red de preceptos, los m ism os que le habían sido dictados por sus progenitores y que ella había adobado a su m odo, im po-

Rosalía volvió m uy desalentada

niéndoselos de nuevo com o algo de su propia creación. Su rigor

a su casa.

Hasta entonces su vida había avanzado en línea recta. Nunca se había planteado

interrogantes

con respecto a su propia

con-

ducta y ahora se veía perpleja, en un terreno resbaladizo, lleno de grietas, orillando abism os insospechados. M ientras hervían los fideos de la sopa se sentó en el taburete de la cocina y trató de poner algún orden en ese caos que sentía bullir en su interior. No sólo estaba desorientada,

sino que le

brotaba de adentro una penosa sensación de am argura.

le había hecho rechazar am istades que hubieran podido ser m uy agradables y adoptar una m anera de vivir que repelía a los dem ás. No había conocido la verdadera

alegría de la juventud, ni

su despreocupación,

ni su esperanzado

precoz m ente

llena

adulta,

optim ism o. Había

sido

de recelos y desconfianza hacia

prójim o y pronta a juzgar severam ente

el

todo lo que se apartara

I

1/

¿No ha-

-----'

., KJIHGF

de las norm as inflexibles que ella se había trazado.

IHGFEDCBA

; /'í

bía errado su vida? ¿No estaba ante el fracaso de su existencia?

Se le presentó a Rosalía un episodio ocurrido cuando ella tenía

¿Qué significado tenían esos actos suyos que se habían sucedido

dieciséis años. Se habían reunido una tarde en casa de una de las

invariablem ente

com pañeras de curso para tom ar algunos apuntes de la

desde su m ás lejana

infancia,

siem pre

encua-

drados dentro de un m arco de rectitud y honorabilidad? Sus padres le habían repetido hasta el cansancio que la educaban com o se debe educar a una m ujer decente. Desde chica le habían recordado su sexo a cada instante, con cualquier m otivo y hasta sin ningún m otivo: Una m ujer no dice esas cosas, una m ujer no cam ina de esa m anera, una m ujer no hace esos gestos, una m ujer no lee esos libros, una m ujer nunca debe discutir, esa

m ía

de Testut

A n a to -

(el padre de la niña era m édico). Eran seis nor-

m alístas que trabajaron

a conciencia durante un par de horas,

escribiendo térm inos científicos en sus cuadernos y m em orizando de paso lo que copiaban. Antes de las seis habían puesto punto final a su trabajo. El libro fue cerrado con un suspiro de alivio y alejado con adem án de fastidio de la vista de las circunstantes. Rosalía ordenó sus papeles y la convidó a Panchita

para m ar-

clase de trabajos no son para la m ujer, una m ujer no debe ir por

charse. Hubo un griterío de protesta. Era dem asiado tem prano y

esa calle ni por esa otra, ni pasar por delante de determ inada

ahora tenían que divertirse un rato. La dueña de casa se le en-

casa, ni hablar con tal o cual persona.

frentó con presunta

106

-

indignación, le declaró que no la dejaría sa-

107


lir , la am enazó con cerrar la puerta con llave, ¡que se fuera por el balcón si quería! Panchita buenos ojos la perspectiva

se reía a m ás no poder y veía con

de una hora de recreo. Rosalía siguió

su ejem plo y aceptó de buena gana la prolongación am ena de la reunión. Trajeron

gado el m om ento de retirarse, pero el caballero no perm itió que de ningún m odo lo hicieran hasta no haber presenciado dos o tres bailes m odernos, porque a él le gustaba "estar al día". Luego pidió que ejecutaran un vals y lo bailó con su esposa en m edio del entusiasm o juvenil.

golosinas y unas inofensivas copitas de licor casero:

Eran m ás de las siete y m edia cuando em prendieron

el cam ino

un poco de alm íbar perfum ado con anís. Luego una de ellas se

de regreso. Rosalía se había abandonado por com pleto a la ale-

sentó frente a un viejo piano de estudio y em pezó a tocar aires de

gría de los pasados m om entos, había cantado con ingenuo fervor

m oda. No tardó e nim provisarse pio, pero logró encarrilarse

un coro, desafinado

al princi-

m erced a los esfuerzos de Dom itila

Pereyra, el m ejor oído de la clase (¿Qué habría

sido de Dom iti-

la? Tenía una voz adm irable y decían los profesores que era una

y lanzado estridentes

carcajadas

al intentar

m over

su cuerpo

torpe al com pás de la m úsica. Hasta había conversado y reído con los m uchachos. Al salir a la calle em pezó a tom ar conciencia de lo tarde que

lástim a que no tom ara lecciones de canto. Pero era pobre y nunca

se había hecho y un sentim iento de angustia invadió su corazón.

pudo ir al conservatorio. Alguien dijo una vez que estaba en una

L~ noche se le antojó m ás negra que nunca. Era la prim era vez

com pañía de operetas).

que regresaba a su casa con tanto retraso. Según los cánones pa-

Esa tarde se entonaron toda clase de canciones: populares, es-

ternos debía estar de vuelta a las seis en invierno y a las siete

colares, rom ánticas. Hasta Rosalía tom ó parte en el coro. Nunca

en verano. Le m anifestó

se había destacado por su sentido m usical, pero consiguió no des-

abusado al quedarse tanto? ¿No le parecía que era horriblem en-

entonar dem asiado y todas festejaron

te tarde? Su am iga iba tarareando

sus esfuerzos para acertar

sus tem ores a Panchita.

¿N o habrían

el estribillo de una canción de

con la m elodía y la letra. Cuando las voces com enzaron a lan-

am or y se echó a reir al oirla. ¡Que se dejara de pam plinas! ¿No

guidecer la pianista atacó denodadam ente

se acordaba que ya había em pezado el m es de m ayo? Era natu-

nocidos. Inm ediatam ente

los bailables m ás co-

cesaron los gorgorito s y los cuerpos em -

ral que fuera ya de noche cuando el sol se ponía cada vez m ás

pezaron a m overse al ritm o de la m úsica. Rosalía fue em pujada

tem prano.

al centro del grupo y todas trataron

una vez? ¿Acaso hacían eso todos los dias? No había ningún m o-

aprendizaje

por turno de iniciarla en el

de la danza. Todo era ebullición en la sala y se su-

cedían risas y exclam aciones. La m am á y la abuela habían venido a instalarse cada una en un sillón y participaban de las risas de la juventud. herm anos,

ya estudiantes

am igo. Festejaron

No tardaron universitarios,

ruidosam ente

alegrem ente

en aparecer los dos

acom pañados

por

un

la presencia de tanta niña y la

anim ación de la tertulia llegó a su punto culm inante. Recién cuando el padre se asom ó, anunciando su aparición el térm ino de la consulta m édica, alguien declaró perentoriam ente 108

-

que había Ile- HGFEDCBA

¿Qué im portaba

tivo para arrepentirse bían preparado

volver con un poco de retardo

por

del lindo rato que habían pasado. ¿No ha-

la m ayor parte

de las lecciones antes de salir?

¿No estaban ya listos y estudiados, bien estudiados entre todas, los apuntes

que habí~n tom ado para la clase de anatom ía?

Lo

que aun les quedaba por hacer era una nim iedad. Hoy se acostarían m ás tem prano Esas reflexiones franqueara

que nunca. Y m ás contentas, despreocupadas

no im pidieron

de paso. que

Rosalía

el um bral de su puerta agobiada por un pesado sen-

tim iento de culpa. La cara de los padres llegaba a ser trágica,

-

109


tan grande era el horror' con que la contem plaron silenciosam en-

de las aceras que ella no debía pisar). Hacía m uchos años que

te durante unos instantes, com o si ella fuera una verdadera apa-

residía en el barrio. Los vecinos la m iraban de reojo, pero com o

rición satánica. Luego el padre

la m ujer era discreta y no podían reprocharle ninguna m anüesta-

pareció

considerarla

otra

vez

com o un ser hum ano y le habló con frío desprecio: -Estas

no son horas para que una niña decente vuelva a su

hogar. Vas a conseguir que te confundan con una m ujerzuela ..• La m adre tuvo una reacción m ás brusca y preguntó con furia

se lim itaban a tratar de ignorarla. Era una m ujer baja, regordeta, de rostro vulgar, con el pelo de un rubio m uy fuerte supo que era oxigenado). Se asom aba a la puerta

(después

de calle en-

vuelta en unos batones largos, sueltos, de colores extrem adam en-

reconcen trada: -¿Dónde

ción exterior de inconducta, salvo su facha un tanto pecam inosa,

te chillones. Tenía la tez m uy blanca y usaba polvo y colorete en

estuviste?

Rosalía detalló punto por punto sus actividades de la tarde, in-

abundancia. Cuando chica Rosalía había term inado por sorpren-

sistió en el trabajo llevado a cabo, dio cuenta de la pequeña ter-

der los cuchicheos que suscitaba su paso entre las com adres. Una

tulia que había am enizado el final de una tarde laboriosa, invocó

vez preguntó quién era esa señora y quedó m uy desconcertada

el testim onio de Panchita, en resum idas cuentas quiso buscar una

cuando la m adre le ordenó violentam ente que se callara, com o si

justificación y casi im ploró una aprobación para su conducta.

hubiera pronunciado

Todo fue inútil. Los rostros perm anecieron cerrados. Las cabe-

rrogó a Panchita

zas se m eneaban con la m ism a tozudez en señal de condenación.

com o si se tratara

Las bocas repetían al unísono:

m isterio:

-¡Eso

no se hace! ¡Una niña decente tiene que obedecer a sus

padres al pie de la letra!

-Tránsito

una m ala palabra. Esa m ism a tarde inte-

al respecto, Esta le dijo el nom bre en voz baja, de algo m uy vergonzoso, y agregó con aire de

dice que es una loca.

Todo eso le dio m ucho que pensar. M ás adelante aprendió a

Rosalía se sintió desgarrada por los rem ordim ientos ante la li-

distinguir las clases de locura que pueden atacar a las m ujeres.

gereza de su conducta y se juró a sí m ism a que nunca m ás vol-

Se horrorizaba al pensar que alguna vez ella pudiera entregarse

vería a caer en la tentación

a una existencia sin decoro y convertirse en objeto de m urm u-

de divertirse

sin el expreso visto

bueno de sus padres. Com ió de m ala gana unos restos de guiso

ración.

que le habían dejado sobre la plancha de la cocina, le fue casi im posible concentrarse sobre la lección de historia, se m etió en cam a con una lam entable confusión de nom bres en la cabeza y

Rosalía se sirvió la sopa, cortó una tajada de pan y em pezó a

se desveló hasta m uy tarde, torturada por el recuerdo del ingrato

alm orzar siem pre sum ergida en sus reflexiones. M ientras pelaba

episodio.

su naranja se form uló concretam ente los térm inos del problem a

Cum plió su palabra y nunca m ás volvió a m erecer los acres

personal que la preocupaba. ¿Qué actitud debía ella adoptar si

reproches de sus padres. Se convenció acabadam ente de que era

Panchita rom pía con todas las norm as corrientes y daba un paso

preferible perder la vida antes que la buena reputación.

aventurado en sus relaciones con Felipe?

En sím bolo de la m ujer caída se había convertido para ella una tal Brunilda que vivía a m edia cuadra del Bulevar (era una HGFEDCBA 110 -

M edía con toda clarividencia

la im portancia

de su decisión.

Dar su aprobación era renegarse a sí m ism a, echar por el suelo

-

111


todas las convicciones que le habían sido caras, declarar tácitam ente que su vida entera había sido asentada

sobre principios

que no tenían m ayor valor. Eso significaba su propia bancarrota m oral. En cam bio, si se encastillaba en sus viejos preceptos, si m antenía u igid . s ri 1 ez, SI rechazaba de plano la actuación de su am iga y se alejaba de ella COnadem án de horror y conm iseración, entonces se condenaba sin rem edio al total desam paro espiritual, a la am argura de la perpetua soledad. Calentó el agua para lavar la vajilla (sólo un cataclism o le hubiera podido im pedir el cum plim iento

de ese rito

VIII

dom éstico).

Recogió cuidadosam ente hasta el m enor resto de com ida inutilizable dentro de un papel de diario, hizo un envoltorio y lo llevó al cajón de la basura. Luego se dedicó a la tarea

de jabonar sus

tiestos con m inuciosa prolijidad. Sus m anos se m ovían tan diestras com o de costum bre, pero tenía la m ente sum ida en los interrogantes que se había planteado. Apenas em pezaba a secar los platos cuando se dejó oír el llam ado característico de Panchita. Era ella, en efecto. Su rostro grave, su adem án decidido indicaban que venía dispuesta a las confidencias. y así fue. Toda la tarde hablaron. Com enzaron en la cocina y luego se instalaron en el com edor. Anochecía cuando decidieron suspender la conversación. No haban llegado a ninguna conclusión, todo seguía com o antes, pero Rosalía com prendió que ahora podría encarar las cosas desde un punto de vista m ás hum ano. HGFEDCBA

Lo que Panchita no contó fue que estaba sin alm orzar. La reunión de padres se había prolongado m ás de lo debido. Com o era su costum bre- retrasarse,

pensó que esa vez, por lo m enos, ten-

dría una excusa válida. Tránsito la recibió en m edio de un torbellino de lam entaciones:

el puchero recién em pezaba a hervir,

el carbón parecía endem oniado y la cocina estaba com o encaprichada. Las sobrinas no se habían quitado las galas del paseo m atinal y, sin inm utarse

por las quejas de la m adre, hojeaban fi-

gurines sobre la m esa del com edor (por lo visto nadie pensaba en ponerla), Aunque la actitud gem ebunda de su herm ana era la habitual, algo había en la atm ósfera que a Pan chita no le gustó. Iban para dos o tres días que notaba cierta tirantez en los rostros, algo así com o una expresión de velado reproche. Intentó un saludo jovial, lleno de falso regocijo, saludo que quiso ser despreocupado y cordial y sólo reveló la aprensión nas apenas levantaron

que la poseía. Las sobri-

la cabeza para contestarle y, no obstante,

creyó sorprender entre ellas una ojeada de entendim iento. Tránsito

interrum pió

¡C o m e re m o s ta rd e !

sus quejas,

¡ P a c ie n c ia !

dejó escapar un resignado KJIHGFEDC

y se quedó m irándola de hito en

hito, com o para que no se le escapara la m ás leve contracción 112

-

-113


de su rostro. Luego le dijo bruscam ente, sin apartar su m irada escrutadora: ':'Rosalía

vino a buscarte

dos veces. Quiere hablar te con ur-

gencia. Panchita

que se oreara. Entonces se encar6 resueltam ente con su visitante: -¿Venís

a contarm e lo de Felipe?

Panchita

olvidó por

com pleto su preám bulo; pero sintió un

alivio enorm e. El dique de contención se había roto y ahora era captó inm ediatam ente

la situación. Nunca se había

hecho ilusiones acerca de los com entarios que podían andar ro-

fácil deslizarse aguas abajo. Con voz queda, suave, tím ida, pronunció un som ero IHGFEDCBA S i , y esperó que la otra hablara.

dando sobre sus encuentros con Felipe Illanes. Las citas eran en

La conversación fue prim ero algo caótica y destem plada. Pan-

la vía pública, sin m ayores disim ulas, m ás de algún conocido po-

chita trató por todos los m edios de calm ar las susceptibilidades

día haberlos visto. Y con m enores datos la gente ata cabos, re-

de su am iga, le hacía todas las concesiones im aginables, recono-

construye porm enores y forja novelas. Tarde o tem prano las ha-

cía su culpa, recitaba fervorosos actos de contrición. Por otra

bladurías iban a salvar las distancias entre los barrios y llegarían

parte, hacía esfuerzos inauditos por explicar su situación y echa-

a oídos de Tránsito y Rosalía. Se le ocurrió que M agdalena podía

ba m ano de los m ás inesperados argum entos.

haber sido el conducto de inform ación: su m em oria era una com -

Las réplicas fueron vivas al principio, luego los nervios se apa-

pilación de sucesos desagradables ocurridos en los cuatro rinco-

ciguaron. La discusión se prolongó por horas en form a tranquila.

nes de la ciudad. Estaba resignada

a las escenas

Panchita oeupaba el sillón del com edor. Rosalía se había insta-

tem pestuosas que se producirían. Tam bién sabía que Rosalía le

lado en una silla baja que usaba para coser. Am bas escuchaban

iba a lanzar una andanada

con paciencia sus m utuos alegatos y los replicaban

de antem ano

de reproches. Dem asiado conocía la

con calm a,

rigidez m oral de su am iga para esperar benevolencia por lo que

si bien, en cierto m om ento, Pan chita com enzó a lagrim ear

ella calificaría de locura im perdonable. Pero no podía dejar de

final se le cortó la voz con los sollozos.

y al

tener una explicación con ella en nom bre de su vieja am istad. La espera del alm uerzo le iba a resultar insoportable y resolvió m archarse en seguida. De acuerdo con sus cálculos Rosalía debía

Aunque los hechos se habían ido presentando de m anera m uy

su riguroso lavado de platos. Tránsito se

confusa, Rosalía pudo ordenarlos en los días que siguieron. Con

encogió de hom bros al oir el anuncio y con voz desganada le dijo

toda paciencia, com o quien va eligiendo y colocando las piezas

de estar term inando

que se iba a debilitar. Pero se guardó m ucho de insistir para que

de un rom pecabezas, así fue reconstruyendo en su m ente los por-

se quedara.

m enores de las fam osas entrevistas. El m ás enternecedor fue, quizás, el afán de Panchita por com ponerse el peinado antes de salir a la calle, frente al espejo opaco y m ohoso que colgaba cerca de

Sentada en un esca}>el.d e la cocina de Rosalía, Panchita acom e-

la percha. Este era utilizado todos los días por las m aestras para

tió la tarea de reconstruir m entalm ente la frase que iba a servir

el últim o arreglo de m echas y un apresurado toque de cisne y ni

de exordio para

una vez siquiera dejaban de protestar

con gran alharaca por lo

inservible que resultaba

vid r io

entrar

en m ateria. Rosalía repasó cuidadosa-

m ente el últim o vaso, lo ubicó en la alacena, en el preciso lugar que le correspondía, y colgó el repasador 114

-

bien extendido para HGFEDCBA

ese

p e d a zo

de

s u c io .

Sí. En ciertos atardecer es Panchita había tratado de arreglarse

-115


unos instantes. Porque nunca faltaban

los bruscos retornos a la

las ondas. No era m ucha su destreza para esa clase de m eneste-

cruda realidad. Com o esa vez, por ejem plo, cuando al alargar el

res, pero algo conseguía, ayudada por la docilidad de su pelo.

brazo para pagar el boleto observó el puño raído de su pobre y

Después se em polvaba cuidadosam ente con un pequeño cisne que

m ezquino tapado

llevaba oculto en las profundidades

antes con esa brusquedad

de su bolso. Nunca llegó a

(ya Rosalía

se lo había hecho notar unos días

suya tan característica, con esa insis-

pintarse. Sin duda se acobardó ante una audacia tan grande. Pero

tencia en obligarla im placablem ente a enfrentarse con los hechos

le fue anotado el uso diario de una crem a para el cutis. Con es-

que se le venían encim a para buscarles solución). Se había con-

m ero desusado sacudía su ropa, tratando de hacer desaparecer los últim os vestigios de tierra y tiza, se alisaba el cuello de la blusa, enderezaba el m oñito de cinta que cerraba el escote y arreglaba los pliegues de la falda. Recogía su vieja cartera hacía poco, una m ano de lustre)

(le había dado,

y se dirigía hacia la puerta

de

salida con paso reposado y expresión indiferente. Con un cordial IHGFEDCBA ¡ H a s ta

mañana,

L u c in d a !

se despedía de la portera

joven que

estaba aguardando su partida para cerrar. Esta retribuía

su sa-

ludo y se quedaba plantada en el um bral, m irando cóm o ella se alejaba rápidam ente

en dirección al asfalto. Iba a tom ar el óm -

nibus, por lo visto, no el tranvía. Sólo que ese óm nibus no iba en dirección a su casa. La m ujer sonreía con desdén ante tam afia ingenuidad y en los ojos le brillaba una llam a perversa. El restringido vocabulario le bailoteaba

por dentro del m agín, inten-

tando form ar el parte que al día siguiente iba a pasar a la señorita Cepeda. Su deseo hubiera sido seguir a la directora, pero no se atrevía. Un día de éstos le encargaría a uno de sus prim os que la hiciera. Panchita revivía esas horas m ientras hablaba con Rosalía. Siem pre apresuraba

tentado en ese m om ento con cortar la hilacha que estaba colgando. Pero luego había aparecido otra, y otra, y otra. Por fin les había hecho un doblez a las m angas y así habían seguido aguantando. Los episodios de esa índole la volvían a sum ir en el m ar de sus preocupaciones. Hacía m ucho tiem po que Panchita había cesado de m irar hacia el porvenir. Ya no se entretenía sueños con hilos de oro y plata. Se había entregado

en tejer al trabajo

puro y sim ple, sin prom esas de alboradas radiantes. Com prendía, entonces, que su vida sentim ental

estaba bien m uerta,

con una

lápida encim a. La perspectiva de encontrarse con Felipe la llenaba de dicha, pero le era im posible olvidar que ella no era ya la adolescente que eleva cada día un nuevo andam ia j :

para sus qui-

m eras. Se sentía con fuerzas para olvidar el pasado, pero ya nunca podría m irar hacia adelante con esa confianza ciega y gozosa de sus veinte años. Esa aventura sentim ental ñana, sólo podía disfrutar

suya no tenía m a-

de la felicidad presente, sólo el hoy

podía contar.

el paso al llegar a la esquina de la escuela para

no perder el óm nibus. El tiem po transcurría dez com o para desperdiciar

con dem asiada rapi-

un solo m inuto. Se sentía eufórica,

Llegaba siem pre a la, cita con el tem or no confesado de que se frustrara.

Al bajar de su vehículo cam inaba anhelante

hacia el

rejuvenecida. Una colegiala hubiera podido envidiar sus ilusiones.

lugar convenido. Se le llegaba a cortar la respiración. Allí estaba

Volvía a ser por unos instantes la m uchacha de antaño, alegre y

Felipe, siem pre puntual,

confiada, la m uchacha que trabajaba

jeado. Al distinguir desde lejos su silueta le llegaba a dar ver-

concienzudam ente, sin om i-

tir un solo detalle en sus obligaciones, pero para quien existía

joven aun, apuesto, erguido, bien tra-

güenza su deslucida indum entaria.

Se sentía poca cosa. Su po- HGFEDCBA

un m añana lum inoso. Por unos instantes, sí. Nada m ás que por -

116-

117


I

breza le dolía en ese tnom ento. Pero ya Felipe la había visto y

to de nota, un teórico del derecho, un innovador. Nunca había

avanzaba hacia ella con IHGFEDCBA e s e adem án acogedor y esa cautivadora

podido entregarse

sonrisa que había persistido en él a través de los años, ya la sa-

proyectos habían quedado convertidos en esbozos o, a lo sum o,

ludaba por su nom bre con esa voz profunda y cálida que era com o una caricia para el oído. El auto nunca estaba lejos. Se instalaban

rápidam ente

de lleno al trabajo

desinteresado.

Todos sus

en fragm entos arrum bados en el últim o cajón de su m esa, el que rara vez se abre. No le quedaba tiem po para verse a solas consigo

en él y

m ism o. Las exigencias del hogar eran m uchas. A su m ujer le

,

partían. Generalm ente iban lejos, dejaban atrás el tránsito urba-

agradaba la figuración social, reclam aba su com pañía, y él debía

no, se m etían por los cam inos de salida y llegaban al cam po. To-

perder sus ';eladas

m aban cualquier carretera insaciablem ente.

a velocidad m oderada y conversaban

m editar entre sus libros. Los hijos ya eran grandes y se necesi-

Es decir, Felipe hablaba y Panchita escuchaba. Siem pre había

que se pide incesantem ente. El m uchacho am enazaba convertirse

en frívolas reuniones

en vez de quedarse

a

taba cada vez m ás dinero para atenderlos. Estaban en la edad en

sido así. Felipe necesitaba un auditorio para el m onólogo de sus confidencias, pero un auditorio

com prensiva,

en crónico estudiante

atento, devoto, y

de derecho. Felipe dudaba de que alguna

vz pudiera contar con la colaboración de ese taram bana. I

Pan chita excedía en el arte de saber atender, de captar detalles,

Jam ás

lo había visto int~resarse por las obras de su biblioteca. Las dos

m atices, de retener porm enores, de seguir las digresiones y acep-

niñas poseían una insaciable avidez por todo lo que fuera diver-

tar las reflexiones hechas al m argen. En otro tiem po ella había

sión intrascendente

recogido todos los m agnos proyectos forjados por el estudiante

nes serias. Seguían yendo a la escuela porque él se había im pues-

am bicioso y tesonero. Ahora recibía el canto elegíaco del hom bre que se siente defraudado por la vida.

,

Felipe le contaba todo, le m ostraba sU alm a al desnudo, no te-

1,

m ía exhibirle las fallas de su existencia ni plantearle

to inexorablem ente

y m area la term inación de los estudios secundarios. Cum plían con

los proble-

adelante. El no aprobaba ese afán de lujo y relum brón

tudes espirituales. Pese a todas las apariencias exteriores de éxito,

parecía que lo alentaba. Nunca habló concretam ente de su m ujer.

'\

Era a través de sus quejosos relatos com o surgían los reparos que

analizó

él debía hacerle en el fondo de su corazón. Se entreveía una m u-

su situación. Trabajaba m ucho com o abogado, m uchísim o. Los expedientes

de su estudio eran, acaso, los m ás im portantes

l'

I

de la

ciudad. Horas y horas se le iban sobre códigos, tratados de juris-

,1

prudencia y papel de oficio. Pero el objeto de esa tarea era casi exclusivam ente

el de ganar

dinero, rara

vez entraban

ier altanera, nena de prejuicios, de corazón frío, en m edio de un hogar vacío de todos esos afectos que se vuelcan sobre las cosas nim ias y crean una atm ósfera de cariño alrededor de uno. Sólo dijo una vez, suspirando: KJIHGFEDCBA ¡N o me c o m p re n d e !

en ella

A veces Felipe detenía el auto en alguno de los m ás solitarios

los ideales. El hubiera am bicionado ser otra cosa: un [urisconsul- HGFEDCBA 1 118 -

que de-

m ostraban desde chicas, pero a Lola eso no le disgustaba y hasta

I

en lo m ás intim o de su corazón, el hom bre se consideraba un fraam argura

cada m añana ante

les sobraría tiem po para lucir m odelos y concurrir a bailes m ás

sus desengaños sociales.

y destilando

y lloriqueaban

la obligación de m adrugar. Pero en eso él se m antenía firm e. Ya

Le habló de sus trabajos jurídicos, de sus lecturas, de sus inquie-

casado. Con increíble sinceridad

en ese punto y les iba a exigir contra viento

sus lecciones a regañadientes

m as dolorosos de su vida em otiva. Le expuso los sinsabores de su m atrim onio, sus desilusiones paternales,

y se espantaban frente a todas las ocupacio-

cam inos transversales, lejos de la ruta principal. Allí podía hablar

J

-119


·

que pasaban juntos, Felipe sólo parecía buscar esos encuentros zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA m ás a sus anchas, desplegar m ejor su elocuencia, m atizarla con am istosos com o un descanso espiritual, com o un alivio para el gestos adecuados, ahondar sus discursos con silencios em otivos. En eso consistía hasta entonces toda la aventura. No habían sido renovadas las palabras de am or de otros tiem pos, no se hacía ninguna

alusión al pasado rom ance, ni siquiera

se m encionaba

el

porvenir en térm inos que pudieran significar un posible destino com ún. Tenía razón Panchita, en cierto m odo, cuando le aseguraba a Rosalía que aquello era am istad lisa y llana. Si Felipe insistía en esas entrevistas,

afirm aba ella, era porque le resultaba

aislam iento

gozaba al rem em orar

lladuras de su corazón un poco m altratado por la aspereza de los suyos. Le gustaba sentirse escuchado, acom pañado en sus inquietudes. Nadie com o Pan chita sabía darle la sensación de ser tan am pliam ente com prendido, hasta la últim a fibra. Sus relaciones con Pan chita no habían sido reanudadas radam ente. Fue una m era casualidad

delib~-

la que los puso frente

a

a su vida de antaño. Sufría

frente en el gran hall del Consejo de Educación. Ella estaba so-

en el m edio que ahora era el suyo y

la, haciendo tiem po hasta que llegara el inspector, y él no pudo

confiar en alguien que perteneciera de verdadero

grato

cúm ulo de sus preocupaciones, com o un lenitivo para las m agu-

sus años de infancia y adolescencia con

resistir la tentación

de acercarse para saludarla. Desde los días

quien los había com partido. Nunca habían surgido equívocos y to-

de la ruptura

do parecía indicar que la situación iba a seguir sin m odificaciones,

siem pre desde lejos. La encontró envejecida, m archita, opaca, pe-

sólo la había divisado m uy de vez en cuando y

indefinidam ente.

ro sus ojos siem pre tenían esa acogedora suavidad que había llenado de ternura

sus años de adolescente. Panchita

respondió

afablem ente a su saludo. Estuvieron casi m edia hora conversando Ingenuam ente, Panchita proseguía sus confidencias. A pesar de

Hablaron de todo un poco, rem em oraron

el barrio, desfilaron re-

la am bigüedad del papel que desem peñaba, sentada junto a Fe-

cuerdos de todos los vecinos. Sólo se abstuvieron de tocar tem as

lipe y recogiendo ávidam ente

m ente feliz. Se olvidaba de sí m ism a, olvidaba su ropa raída, su

personales. La breve charla hizo que Felipe se llenara de nostalgia y a los

fatiga, sus vencim ientos en los bancos, el egoísm o de Tránsito, la

pocos días tuvo la ocurrencia de esperarla cerca del lugar donde

poca afabilidad de las sobrinas, la m ezquindad de Juan Antonio,

ella debía tom ar el tranvía al salir de la escuela. Quería conver-

la m aldad de M agdalena. Nunca interrum pía

sar otro rato con su vieja am iga. Y así com enzaron esas entrevis-

sus palabras, se sentía profunda-

los largos párrafos

bien construidos de su acom pañante para intercalar

sus propias

tas periódicas que eran com o un bálsam o para su jornada de tra-

reflexiones. Eso lo hacía después, con prudencia, siem pre girando

bajo. Nadie m ejor que él conocía a bondad de Panchita, su

alrededor de los hechos que él había referido. Jam ás hablaba de

bleza, su desinterés. Era un pedazo de su infancia, un sueño de

sus propias penas, de sus tantos problem as, de su larga desespe-

su adolescencia. Se sentía reconfortado al hablar con ella, al des-

1l0-

ranza. No se quejaba nunca. Presentaba siem pre un rostro sereno.

cansar en ella. panchita nada exigía de él, jam ás le había pedido

Los ojos le sonreían a Felipe a la par de los labios, esos lindos

la m enor aclaración, se contentaba con su com pañía y sus confi-

ojos de Panchita,

dencias. Si a m ás de todos los bienes que ya le había deparado, el

claros, lum inosos, suaves, apaciguadores.

La situación no dejaba de perfilarse con cierta claridad. M ientras Panchita 120

estaba poniendo su vida entera en esos instantes HGFEDCBA

destino le ofrecía por añadidura

esa dulce am istad sentim ental

para desahogo de su corazón, ¿la iría a rechazar? -1 2 1


Todo eso Rosalía lo fue adivinando

a través de su conversa-

si ella fuera la única responsable de esas lágrim as. Trató de con-

ción con Panchita y lo com probó después por diferentes conduc-

solar a su am iga. Pero lejos de serenarse, Panchita

tos (hasta Felipe fue a buscarla una vez para hablarle del asun-

m entos a sus lágrim as. Estaba desesperada,

to, queriendo justificarse).

Esos encuentros estaban constituyendo

bía visto Rosalia. Parecía haber descubierto, de pronto, la m ag-

para Panchita su razón de ser. Su desteñida existencia había te-

nitud de su desgracia. Vació su corazón de cuanta congoja había

nido com o un resurgim iento.

Se entregaba

sin reservas

am istad, m ejor dicho a ese am or, que am or era para

a esa

ella ese

en él desde hacía largos años. Lloró sobre su vida entera, sobre su juventud

perdida, sobre sus luchas estériles. Lloró sobre las

sentim iento, aunque no se lo confesara, y jam ás había concebido

horas felices que le querían arrebatar,

E l m al no residía tanto en el hecho de el am or en otra form a. HGFEDCBA

a todo el m undo im portunaban,

que se forjara

que todo el m undo pretendía

ilusiones o com prom etiera

su reputación, sino en

la hondura m ism a de ese sentim iento que la exponía nuevam ente a convertirse en víctim a silenciosa en cuanto se rom piera el estado de hechizo en que vivía.

añadió la-

com o jam ás la ha-

esas inofensivas horas que

que a todo el m undo ofendían, destruir.

Pero ése era el destino

del pobre, que le m aten el único cordero que posee. Rosalía estaba im presionada. Por m ás que conociera hasta sus raíces el desam paro de Panchita, nunca hubiera sospechado que

Bien dicen que nadie escarm ienta

jam ás ni en cabeza ajena

ésta tenía tan clara conciencia de él. Quedó tan anonadada que

ni en la propia. Rosalía m iraba el rostro de su am iga que irradia-

tam bién ella com enzó a lagrim ear,

ba una especie de beatitud, escuchaba su voz que prodigaba ex-

llanto porque sus grandes dolores nunca le salían por los ojos, sino

plicaciones candorosas y no se cansaba de repetirse

que la horadaban por dentro sin asom arse a la superficie.

que la po-

yeso

bre Panchita había nacido para caer en la tram pa del sentim ien-

Insistió en proferir

to. Tem bló por ella desde ese instante y, con ese afán razonador

consiguió que Panchita

que le venía de su extirpe

e invocara su testim onio para corroborar

francesa, trató de hacerle com pren-

der la equívoca situación en que se hallaba. Ur:a singular clarividencia se apoderó de ella al plantear consum ada m aestra

el problem a y, com o una

de lógica, fue separando

los puntos sujetos

a discusión, escalonándolos por orden de im portancia. Se estrelló contra un m uro. Pan chita se aferró con tozudez infantil al argum ento

de la am istad para rechazar

todas las con-

algunas

palabras

redoblara

que era dura para el

de confortación

sus m anifestaciones

y sólo

de dolor

sus som brías declara-

ciones. ¿No era acaso una fracasada, una absoluta fracasada

en todos

los aspectos de la vida? ¿A qué negarlo com pasivam ente si lo sabía tan bien com o ella m ism a? Había fracasado com o m ujer en su vida sentim ental

y consideraba

que tam bién había fracasado

com o m aestra. Sí, que no pusiera esa cara de asom bro. Dirigir una

sideraciones que se le hicieron. Se encogía de hom bros ante la

escuelita de suburbio con m inuciosa prolijidad

opinión pública, ante los juicios de las m aestras,

ñar el m agisterio com o ella había soñado hacerla en sus años de

de los padres

no era desem pe-

de los alum nos y hasta de sus herm anos. Pero tuvo una m irada de

estudiante.

desesperación cuando Rosalía nom bró a la esposa de Felipe y a los

notas insípidas en los cuadernos de sus m aestras y una vulgar y

tres hijos.

m ecánica llenador a de planillas. ¿Para qué iba a hablar de su

Esta vez no hubo contestación. Panchita agachó la cabeza y se puso a llorar desconsoladam ente. Rosalía se sintió apenada com o

Se había' convertido

en una rutinaria

redactora

de

vida afectiva? ¿Acaso no la conocía a Tránsito? Desde la m uerte de la m adre vivía en estado de orfandad. Creyó encontrar com pensaciones de m aternidad junto a las sobrinas, trató de guiarlas,

122 -

-

123


de form arlas

¿y qué había conseguido? Cualquier alum na suya

estaba m ás cerca de ella espiritualm ente

Panchita seguía

callada. Se había enjugado los ojos, pero con-

que las hijas de su her-

servaba el pañuelo apretado en el puño, com o previendo un nue-

m ana. Ni siquiera le tenían agradecim iento, vivían despegadas del

vo y copioso rodar de lágrim as. Rosalía la m iraba con desaliento,

hogar, absortas en intereses tan distintos que se llegaba a asom -

casi con desconsuelo. No se atrevía a seguir adelante con sus ra-

brar de que pertenecieran

a la m ism a fam ilia. ¿Qué podía espe-

zonam ientos porque tem ía causar daño al rem over esa m araña de

rarse de ellas com o no fueran disgustos y dolores de cabeza? Y

am argura

Juan Antonio, su herm ano preferido, tan com pañero con ella en

aferrada a ese hilito de felicidad que había brotado en su vida y,

otra época, ¿en qué se había convertido? En una especie de gro-

por el m om ento, parecía resuelta a no soltarlo. La terquedad casi

sero m ecanism o para hacer dinero. Todos los actos de su vida te-

infantil de Panchita para defender su posición la desconcertaba.

nían en vista la ganancia," había term inado por perder la noción

Hasta había en la voz com o un dejo de desafío. Rosalía no pudo

de las actividades desinteresadas, era un hom bre vulgar, m ateria-

m enos que establecer com paraciones con el pasado. Lo que estaba

lista, horrendam ente

m ezquino, de una m ezquindad tal que la

que agitaba a su am iga. La sentía desesperadam ente

ocurriendo rezum aba ironía. ¿Por qué no habría actuado Panchi-

llenaba de pavor y vergüenza. Y para colm o de m ales lo flan-

ta con esa firm eza cuando se trató de librar la batalla

queaba siem pre su m ujer, m ala hasta la saciedad. Esa era la fa-

por el am or de Felipe? Había entonces preferido m architarse co-

m ilia que le iba a pedir cuentas de su conducta. Realm ente, re-

m o planta m al regada y, en plena juventud, había quedado ago-

conocía que una tontería m uy grande había ella com etido al no

biada, aplastada, sin valor para

casarse con Gerardo. Ahora veía la poca im portancia que tenía el

era el m om ento que ella hubiera

hecho de no haber estado enam orada de él en ese tiem po. Lo hu-

denodada. No éste, que sólo albergaba una efím era felicidad pres-

biera llegado a querer com o tantas m ujeres quieren a sus m ari-

tada, felicidad espuria, bastarda, que había surgido com o traída

dos, al fin y al cabo, porque era bueno, generoso, prudente y hon-

de los pelos en esa pobre vida hecha de soledad y renuncia-

rado. No se estaría lam entando com o una pobre m ujer si lo hu-

m iento. Rosalía encendió la luz porque ya la habitación estaba dem a-

biese hecho.

decisiva

rehacer su vida trunca.

Aquel

debido elegir para una pelea

La aflicción de Rosalía iba subiendo punto por punto a m edida

siado obscura, luego volvió a sentarse frente a Panchita y pro-,

que escuchaba esa dolorosa confesión. No creyó nunca que la

nunció las últim as frases de la tarde relativas al asunto. Se lim i-

explicación iba a term inar en esa explosión de sufrim iento com -

tó a recom endar

prim ido. Era la prim era

ninguna de sus decisiones. En cualquier

vez que Panchita

abría su corazón en

calm a y reflexión.

No debía precipitarse circunstancia,

en

siem pre

esa form a y exhibía hasta el últim o repliegue de sus intim idades.

podría contar con su apoyo de vieja am iga. Sus palabras resona-

Pareció calm arse después de haber dejado escapar tanta cosa que

ban gravem ente, im pregnadas de sinceridad. Las había m editado

le dolía. Rosalía no quiso interrum pir

y las pronunciaba con plena conciencia del com prom iso que im -

la prolongada pausa y evi-

tó hasta m overse para no turbarla. HGFEDCBA

plicaban. Panchita

le estrechó las m anos conm ovida. Conocía el

valor de esa sencilla declaración. Porque es m ucha la gente que . t d IHGFEDCBA m o m e n to ' dice ¡ E s t o y a t u s ó r d e n e s ! o ¡ C u e n t a c o n m t g o e n o o . ¡No

124 -

d e je s

de

busca r m e

cua ndo

necesites!, pero llegado el caso -1 2 5


se escurre com o anguila. Si Rosalía prom etía ayuda, esa prom esa no quedaba en m eras fórm ulas y, cuando 'fuera necesario

alar-

garía el brazo vigoroso para sostener al que necesitaba auxilio. Rosalía m iró el reloj Y lanzó una exclam ación de asom bro al ver lo tarde que era. Indicó la conveniencia de trasladarse

a la

cocina para com er alguna cosa. Era m ejor que Panchita se quedara. M ientras m ás dem orara en regresar a su casa, m enos probabilidades de escena habría. Ganaría la noche Y unas horas m ás de tranquilidad y reflexión.

IX

Decidieron tom ar café con leche. Rosalía sacó dos tazas de la alacena, colocó el azúcar al alcance de la m ano, buscó dulce de m em brillo, queso y m anteca, sacó la panera del cajón que le co-

No se equivocaron, por cierto. Los acontecim ientos se precipi-

rrespondía, preparó con esm ero el café fuerte que a ella le gus-

taron uno detrás de otro. En realidad, hacía tiem po que se había

taba Y calentó la leche. Com ieron con bastante apetito e intenta-

iniciado el trabajo

ron charlar

m iento definitivo de los sueños de Panchita. Porque era verdad

perdía

com o de costum bre. De vez en cuando Panchita

en obscuras m editaciones

Y debía realizar

se

subterráneo

que iba a culm inar en el hundi-

un esfuerzo

que la pobre m ujer había estado forjando proyectos descabella-

consciente para reintegrarse al tem a que trataban. Rosalía no iba

dos sobre un posible renacim iento de aquel am or lejano y hasta

a olvidar jam ás esa velada porque, a pesar de sus m uchos desco-

llegó a suponer que Felipe era capaz de cortar las am arras que

sidos, esa fue en realidad la últim a conversación que tuvo con su

lo retenían

am iga sobre tem as ajenos al asunto de Felipe.

albures de inciertas navegaciones. Sus desvaríos habían tom ado

Eran m ás de las once cuando se separaron.

al seguro puerto

de su bienestar

para

correr

los

No hicieron m en-

insospechadas proporciones, se había m ecido al arrullo de esos

ción alguna del m añana, pero am bas sabían que las horas veni-

cuentos de hadas, y se había portado com o una solterona ingenua

deras iban a traer m ás de un suceso im portante. HGFEDCBA

y rom ántica. Todo eso se lo contó ella m ism a a Rosalía, sin om itir detalle alguno -hasta

se com placía sobre los m ás hum illantes

para lastim arse con ellos y castigarse por su tontería-,

después

de la visita que Lola Correa le hizo el m artes por la tarde, en la escuela, cuando tuvieron

esa única y definitiva

explicación

sobre el caso de Felipe. Ese lunes la tensión fam iliar llegó a su punto m áxim o a raíz de la grosera intervención de Juan Antonio. Éste llegó a m ediodía, en com pañía de su m ujer. Recién acababan de sentarse a la m esa ante el desabrido arroz que preparaba

Tránsito cuando,

por pereza, no iba al m ercado a com prar carne. 126

-

-1 2 7


I~ :~ I

..··~.OQ

En un tiem po Juan

Antonio había sido un m uchacho sum a-

su avaricia había

ido elim inando

todo m anjar

~

apet~~~

m ente buen m ozo, alto, de cabello ondeado, rasgos finos y ojos

porque el desprecio era uno de los elem entos im portantes

claros com o los de Panchita. Era el soñado galán de todas las

su com portam iento.

Panchita

m uchachitas

acercaba la tem ida

escena fam iliar, pero nunca creyó que iba

todavía h bí

a la

'd

1

estudiantes

que tom aban su m ism o tranvía

él iba a la escuela o trabajando

cuando

de com ercio. Después la vida

el físico, no precisam ente

le

para m ejorarlo.

Si es cierto que el alm a tiene alguna influencia sobre el cuerpo que la aloja, Juan Antonio .era el m ás convincente ejem plo de ello. Desde que com enzaron

sus tejem anejes

para

ganar

vez m ás y m ás dinero, su aspecto se fue transform ando nam ente. Prim ero perdieron

se le em pañó la m irada,

esa reciedum bre

cada

paulati-

después las m anos

que poseen las del hom bre

de una

com prendió

de inm ediato que se

a ser provocada en esa form a tan extem poránea, sin delicadeza alguna. Porque no había acabado el herm ano de sentarse cuando, m irándola con el ceño fruncido, le dijo a quem arropa: -¡He

venido a ver qué pasa con ese Felipe Illanes!

a perm itir

que

el nom bre de m i fam ilia

Dio un golpe enérgico sobre la m esa com o para subrayar dujo por la sencilla razón de que Panchita salió de la habitación sin pronunciar

de M agdalena pa:eció intensificar los cam bios sufridos. Tam bién

los lo

dicho y se quedó aguardando una aclaración que nunca se pro-

sola pieza, luego el cuerpo perdió su esbeltez y los m ovim ientos ser cautos. La com pañía

¡No voy

ande barriendo

suelos!

se hicieron lerdos •• fuerza

de querer

de

se puso de pie y

una palabra.

El gesto fue tan inesperado que los dejó atónitos y todos tar-

ella perdió con rapidez su frescura juvenil y se tornó pesada y

daron en reaccionar. Recién desde el dorm itorio

torpe com o su m arido. Toda gracia había

oír el alboroto que se produjo, los sollozos convulsivos de Trán-

desaparecido

de su

cuerpo y las m anos se le habían puesto com o garras. Hacía m uchos años que a Panchita le resultaba con su herm ano. Juan

ella alcanzó a

sito. los gritos iracundos de Juan Antonio, los chillidos destem pla-

penoso hablar

dos de M agdalena, las voces lacrim osas de las sobrinas. En ese

Antonio era uno de sus grandes dolores

m om ento se apoderó de ella el dem onio de la rebeldía y decidió

yacentes. Se habían entendido siem pre a la perfección, ayudán-

hacer frente

al m undo entero si fuera

necesario. Las voces se

dose cuando era necesario, com placiéndose m utuam ente en cuan-

apaciguaron y fruto de los posibles conciliábulos fue la aparición

to podían. Fue el casam iento con M agdalena el que lo transform ó

de Tránsito que venía lim piándose ojos y narices con la punta

en otro ser hum ano, un saco de m aterialism o, avidez y cicatería.

de su delantal. Panchita

Ese era uno de los pecados que Panchita jam ás podría perdonar

m edor, recogió sus cosas con prem ura

a su cuñada -la

Rosalía hasta

ofensa personal que le había inferido con sus

intrigas pasaba a segundo planolutam ente de Juan

porque lo consideraba

abso-

irredim ible. El envilecim iento, la ruindad, la sordidez Antonio le inspiraban

verdadero

rehusó term inantem ente

que llegara

salió para tom ar el tranvía

volver al co-

y se m archó a casa de

la hora de ir a la escuela. Cuando el auto del herm ano había desapa-

recido.

horror y com prendía

que éste nunca podría ya lim piarse de esas lacras. Las visitas llegaron con el aire habitual instalaron

de suficiencia y se

cerca de la m esa, echando m iradas desdeñosas sobre

la m agra fuente. No porque se alim entaran m ucho m ejor, ya que HGFEDCBA 128

-

KJIHGFEDCBA

Esa tarde

fue

de lo m ás agitada

para

Rosalía,

Al escaso

cuarto de hora de haberse ido Pan chita se le presentó Tránsito hecha un m ar de lágrim as. Esta vez llevaba un gran pañuelo en -1 2 9


la m ano. Durante un rato largo estuvo representando

la escena

que si él le ofrecía el veinte por ciento era porque debía sacar

del desconsuelo. Le contó lo del alm uerzo, despotricó

contra la

por lo m enos el treinta, sino el cuarenta.

grosería del herm ano y la bellaquería de la cuñada, pero vitupeó severam ente la terquedad tres para

de Panchita y auguró los peores desas-

sus adentros que su actitud era la m ism a de la otra vez. Al final,

todo lo que pudo, le prom etió hacer lo posible para

con una m irada que quiso ser hum ilde y hasta suplicante, y sólo

que las cosas se arreglaran

y logró, al fin, que se fuera, siem pre

Los suspiros de alivio de Rosalía fueron de corta duración. Se había sentado a zurcir unos repasadores oyó el ruido

de un

auto

en el com edor cuando

que se detenía

frente

a su puerta.

Jam ás iba gente de auto a su casa, ni siquiera levantó la vista para m irar a través de los visillos, pero fue su tim bre el que sonó y no tuvo m ás rem edio

que acudir al llam ado. Tuvo la m uy

poco grata sorpresa de encontrarse

frente

a Juan Antonio. Fe-

Las prim eras

porque am bos interlocutroes nes. Rosalía se guardaba franqueza y Juan

frases fueron

de lo m ás alm ibaradas.

tuvieron

repulsiva que ponen los hom bres ordinarios en

sus palabras cuando quieren resultar La pegajosa introducción

en el caso de Panchita.

cuidaban celosam ente sus expresio-

m ucho de hablar con su acostum brada

Antonio andaba com o de puntillas en terreno

vedado. Pero éste no dejó de descargar su furia sobre Felipe, el causante de todo ese desbarajuste, m ildes, el poderoso arribista, les. Lo que no contó -y

lizm ente venía solo. esa dulzarronería

resultó solapada, le pidió que interviniera

Allí em pezó un ir y venir de opiniones que a nada conducían

agitando su pañuelo com o sím bolo de dolor.

entrevista

m ism o Felipe-

el perturbador

socia-

que Rosalía supo después por boca del

era que una vez tam bién había ido a proponerle

su eficaz ayuda para colocar ventajosam ente

su dinero y había

recibido una negativa m uy cortés y m uy categórica.

finos.

recordó a Rosalía otra desagradable

que había tenido con su visitante

unos tres o cuatro

La oratoria de Juan Antonio se hizo aprem iante. cuenta

Rosalía

de que era

necesario

obrar

que Panchita

ponerle, m uy suelto de cuerpo, un negocio ventajosísim o. Trató

de com eter la bajo el influjo

de endulzarle la propuesta

Felipe. Lo único que él deseaba era evitarle

repugnancia.

de hogares hu-

envanecido por sus triunfos

años atrás. Había llegado una tarde, a eso de la oración, a pro-

a sentir

el preám bulo

la

la fam ilia. Rosalía le tuvo una Paciencia infinita,

tranquilizó

Ahora, a m edida que Juan Antonio desarrollaba

de su visita, Rosalía lo observaba con ojo crítico y pensaba para

de un m odo tan burdo que ella llegó

Después, cuando le aconsejó que sacara

no com etiera una locura? Porque de ese siniestro

¿No se daba

con rapidez

era m uy capaz gavilán

que era

m alos ratos a su

fam ilia. ¿Qué pasaría si su herm ana hacía abandono del puesto?

toda su platita de la caja de ahorros y se la confiara a él -bajo

¿Si se le ocurría irse con él a cualquier parte?

recibo, naturalm ente-

de la situación en que iban a quedar Tránsito y las hijas?

porque así le iba a rendir un provechoso

veinte por ciento y no esa m iseria que le daba, vaciló entre insultarlo o reírse. Optó por lo últim o. La m iel de Juan Antonio se fue convirtiendo

entrevista

tiva. Faltó poco para que la tratara grada, incapaz de com prender

si bien risueña nega-

de m ujer estúpida y retró-

el m anejo

del dinero. Ella pre-

firió seguir tom ando a brom a las cosas, pero calculaba espantada

130 -

¿Se daba cuenta

La voz se le puso llorosa y hasta consiguió que los ojos se le hum edecieran.

en hiel ante la rotunda

para

Rosalía .se llenó de asco y decidió poner fin a la

que a nada

conducía, salvo a dem ostrarle

una vez

m ás la clase de guiñapo m oral que era Juan Antonio. Le habló en térm inos tajantes.

Esa gestión suya era superflua.

¿Cóm o se

le podía haber ocurrido que ella se iba a quedar de brazos cru-

-

131


zados ante la situación de su am iga? Ella no necesitaba siquiera

sus actos se hubiesen

afirm ar que ayudaría a Panchita hasta sus últim as posibilidades,

sendero sum ido en el crepúsculo. Por prim era

pero, desde ya, le advertía

tiem po, le entraron anhelos vehem entes de cam inar por la orilla

que nada haría a sus espaldas.

Esa rotunda declaración pareció defraudar

al hom bre. Se m or-

Rosalía se quedó con la im presión de que Juan Antonio había

siem pre a lo largo

de un

vez, en m ucho

del río, a plena luz, contem plando las verdes riberas de la isla, lejos de toda

dió los labios com o con despecho y se despidió secam ente.

desarrollado

preocupación,

sin prem uras

por el regreso, sin

m irar el reloj una sola vez. Pensó que sus m ejores años ya se

ido a pedirle algo m ás que su m era ayuda a Panchita. Después

habían ido, pero se dijo que bien podría

com prendió que en ese m om ento ya tenía planeada la entrevista

dedicándose a labores que le dieran verdadera

con Lola Correa y pretendía enviarla a ella com o em isaria. Ante

horizonte no era m uy am plio y el proyecto que m ás la seducía

su fracaso, debió recurrir

a M agdalena.

aprovechar

los otros

satisfacción. Su

era el de irse a vivir al cam po, el de liberar a la cam pesina que llevaba adentro. Rosalía creció escuchando la descripción de los trabajos

Al regresar de la escuela Panchita fue directam ente a casa de Rosalía. Estaba cansada, ojerosa, con dolor de cabeza. Se dejó

ru-

anjevina. M ás tarde asistió'

a la elaboración del proyecto de com prar una quinta en los al-

caer en el sillón y perm aneció silenciosa largo rato. Una enorm e

rededores, de la ciudad para vivir en ella y cultivarla

tristeza brotaba

de todo su ser y una expresión de desaliento

francés. Los padres hablaban con fruición de renovar la antigua

cubría su rostro. Rosalía no le hizo ninguna pregunta. Luego de

vida cam pestre. Varios factores fueron retardando el cum plim ien-

una prudente espera, la invitó a m erendar y pasaron a la cocina.

to del proyecto y, al final, la m uerte

Com entaron

para siem pre.

brevem ente

los sucesos del día. Pan chita parecía

haber abando~ado su actitud de terquedad y 'estar entregada un profundo

sentim iento de m elancolía, com o si presintiera

a el

desenlace que se aproxim aba. En cierto m om ento declaró: -Es

posible que m e haya com portado com o una criatura. To-

A veces, cuando Rosalía se hartaba desenterrar

del padre

al estilo

lo desbarató

de la escuela, volvía a

a solas el proyecto de la quinta y se com placía en

trazar program as para su atención. Entreveía los trabajos agrestes com o un re encuentro con su yo m ás hondo. Se le ocurría

davía no lo sé. Pero lo que te puedo asegurar es que, sea lo que

que el m agisterio

fuere, ya no volveré a vivir com o antes. Para bien o para m al

por ser m ujer' (eso no lo acababa de ver claro)

algo va a cam biar en m i vida.

el cam ino que debla conducirla al total acuerdo consigo m ism a.

Las

palabras

vio abrirse

eran

en cierto m odo reconfortantes

y Rosalía

ante ella una enorm e rosa de esperanza. La crisis

parecía estar en vías de superación. Esa noche, después de la partida (:/ /

rales realizados día a día en tierra

apartarse a cavilar

gustaba enfrentarse

132

-

Rosalía quiso

destino. Rara vez lo hacía. No le

con su existencia. La veía confusa, com o si HGFEDCBA

cierto regocijo

pueril

en forjar

vocación. Quizás había errado

sueños com o aquella

lecherita que rom pió 'su cántaro. Se veía criando pollos, podando frutales,

de Panchita,

de los problem as de su am iga, pero fue para ponerse sobre su propio

Hallaba

no constituía su verdadera

cultivando

hortalizas

y recogiendo grandes

ram os de

flores para adornar su casa. Solía agregar la vaca y el cerdo. Trataría

de poner

en práctica

algunos de los procedim ientos

enum erados por su m adre en las veladas fam iliares. Esa noche, lo que nunca había hecho, contó los años que le

_183


faltaban para [ubilarse y com probó que no eran tantos, después de todo. Con sus ahorros -no que sacara de la venta

tan despreciables-

y los pesos

de su casa ¿cóm o no le iba a alcanzar

para la com pra de una quinta no dem asiado grande ni dem asiado lejos? Debía pagarIa al contado, eso sí, porque m uy difícilm ente hubiera

entrado ella por el aro de contraer una deuda. No con-

cebía el crédito com o un bien utilizable

y no podía entender

x

que nada bochornoso había en firm ar una obligación cuando se tenía la seguridad de levantarla

a breve plazo.

Para disipar sus preocupaciones y dar a su espíritu una inyección de fortaleza, dejó libre su fantasía. Aunque no tan libre, porque poco fue lo que tardó en tom ar unas hojas de papel para escribir en ellas, a toda prisa, núm eros y m ás núm eros que representaban raciones

sus concretas

resultaron

posibilidades

satisfactorias

y

económ icas. Las ope-

contribuyeron

a calm arla.

Entonces, se puso a trazar el plano de su quinta. Todo lo tuvo en cuenta. Distribuyó los gallineros ubicó el chiquero

(sólo criaría

(prefería las Rhode Island) ,

un cerdo por año porque

quería rnalos olores), seleccionó los árboles frutales no poder llenarla

no

(lam entaba

de cerezos com o la finca del recuerdo m ater-

no), rodeó el cerco de paraísos que daban linda som bra y proporcionaban

abundante

leña

cuando se los podaba.

Colocó la

Tuvo un sueño largo esa noche, un sueño triste que, en cierto m om ento, llegó a tom ar carácter de pesadilla. Se veía en su quinta, tal com o la había ideado, y trataba

de

convencerse de que era feliz puesto que se habían cum plido sus deseos, se lo repetía la atorm entaba,

incansablem ente

para disipar la duda que

que persistía frente a las afirm aciones rotundas.

En vano recorría

la propiedad, adm iraba los naranjos

de fruta, contem plaba el m uestrario daba deslum brada

ante la blancura

albergaba la Íntim a certidum bre no tenía realidad. De repente

cargados

de verdes de la huerta, quede los gallineros. Su alm a

de que todo eso era algo que

sobrevino una transform ación

que

huerta a poca distancia de la casa y después se m etió en la m ism a

confirm ó sus tem ores: los gallineros sólo ofrecieron m aderos car-

casa. Soñaba con tener una enorm e cocina com o la descrita

com idos y cubiertos de telarañas, la huerta se convirtió en yuyal,

por

su m adre, pieza de estar, m ás bien, donde se pudiera hacer de

los árboles tom aron

todo: cocinar, lavar, coser, planchar, escuchar radio.

langosta. Todo se tornó irreconocible.

Se acostó m ucho después de la hora acostum brada rara vez le acontecía, se durm ió casi en seguida.

y, lo que

el aspecto de haber sido devorados por la

encontró sola, desam parada,

Al final

ella m ism a se

en m edio de un páram o

ilim itado.

Sollozaba de angustia cuando sonó el despertador. Todo el día la persiguió esa sensación de congoja y fue inútil que tratara

de disiparla con sus razonables reflexiones

de cos-

tum bre. La zozobra venía de su interior. La escuela daba esa m añana la im presión de paz absoluta. Las m aestras

atendían a

. 'rtenecer a los días sus chicos con una serenidad que parecía pe HGFEDCBA -

135


de antaño. Tránsito y sus hijas no dieron señales de vida. Era

m endó discreción desde tanta altura que, de haberse abandonado

com o para pensar que había vuelto la calm a de otros tiem pos.

a sus sentim ientos, hubiese pateado de rabia. Las oficiosas confidencias de M agdalena, en realidad, no am pliaban m ayorm ente

No obstante, a pesar de su engañosa apacibilidad, ésa fue la jornada

decisiva. Aunque Rosalía no lo supo hasta las cinco de

los datos que habían

sido proporcionados

a la esposa de Felipe por distintos conductos. Lola conocía de vista a Panchita desde hacía m uchos años -una

la tarde, hora en que vio llegar a Pan chita con el sem blante de-

hecho señalar

m udado. Era dem asiado tem prano para un regreso norm al de la

Felipe y ella nada m ás que su pretendiente--

expresam ente

vez se la había

cuando ésta era todavía

novia de

y no la creía de

escuela y en el prim er m om ento creyó que su am iga no se sentía

talla suficiente para quitarle

bien y venía a pedir atención. No tardó en com prender que algo

ciones. No sentía inquietudes, pero tam poco se resignaba a per-

grave había pasado. Sus ojos eran los de una desesperada, las

m anecer im pasible ante ese desliz. por 10 m enos m oral. Porque,

a su m arido. Tuvo algunas vacila-

m anos le tem blaban, no podía hablar. Rosalía la condujo hasta

a diferencia de M agdalena, Lola no creía que Felipe y Panchita

el sillón, com o quien conduce a una anciana, y la obligó a sen-

fueran

tarse. Tuvieron que pasar unos cuantos m inutos hasta que sus

saba por el espíritu de su m arido porque 10 conocía m ejor de 10

labios pudieran

que él nunca hubiera

articular

enteró de lo ocurrido:

algunas palabras. Entonces Rosalía se

Lola Correa había ido a verla esa tarde

a la escuela. Acababan de hablar durante

dos horas, encerradas

en la dirección.

alarm antes

narle era .la infidelidad

com prendía

10 que pa-

sospechado. Lo que m enos podía perdoal m edio social que ella le había dado.

¿Por qué debía volver sus nostálgicas

m iradas hacia un pasado

que nada tenía de glorioso, donde todo era de una oscura m edio-

En ese m om ento Rosalía supuso lo que era en ese caso:

am antes. Con clara penetración

le habían

llegado

a la m ujer

lógico suponer

algunos rum ores

sobre las escapatoria s de su m arido y había reaccio-

cridad? La visita de la horrenda

cuñada la decidió. Era m ejor

que no se prolongara una situación que la exponían a ella y a sus hijos a recibir contactos desagradables.

nado en consecuencia, a im pulso de los celos, de la vanidad ofendida' del despecho, o de algo por el estilo. Lo que nunca pensó fue que la m ano de M agdalena había andado m etida en el fondo del pastel.

Preparó

cuidadosam ente

la entrevista. A pesar de las im per-

tinencias que a veces se perm itía, Lola consideraba que le es-

Aunque la gestión no le resultó m uy grata a la entrem etida.

taban vedados los desplantes de verdulera.

Ni por un instante

Lola Correa no era persona fácil de m anejar m ediante los burdos

se le ocurrió

una actitud

de com bate. La frecuencia

recursos

con que iba al teatro le procuraba

m uchos ejem plos de situa-

de M agdalena. Los inform es susurrados

por

ésta con

m ucho m isterio y m ayores aspavientos, le fueron agradecidos con insolente desdén y por poco se la invitó a retirarse

en cuanto dio

las noticias fundam entales. En ningún m om ento se la dejó em itir juicios ni explayarse

sobre las suposiciones que ella hacía por

cuenta propia acerca de los fam osos paseos. Al final se HGFEDCBA l e enco136 -

adoptar

ciones sim ilares a la suya. Hizo una com binación de todas ellas y dedicó la m añana de ese m artes a repasar su papel con un entusiasm o de joven principiante

en vísperas de la prueba de fuego

de su carrera artística. La divertía bastante el proyecto de tener una

conversación privada

con la antigua novia de su m arido, -1 3 7


su desgraciada y vencida rival, a la que siem pre había califica-

suavem ente las dudas que la habían asaltado al enterarse

do con una conm iseración infinita de "pobre m uchacha".

am istad que la señorita directora había reanudado con su esposo.

Desechó en absoluto la idea de ir a la casa. No le gustaba m e-

Hablaba

sencillam ente,

casi con afabilidad,

sin apuro, com o a

terse en dom icilios de gente que no conocía y, adem ás, no quería

quien le sobre el tiem po. M ientras tanto observaba

correr el riesgo de dar con otro ejem plar

y preveía sus reacciones.

de la fam ilia por el

estilo de esa cuñada. Decidió, por tanto,

ir directam ente

a la

de la

a Panchita

Casi se alegró de que no hubiera m otivo para sentir por ella

escuela en horas de clase. Una escuela fiscal es un edificio pú-

ese desprecio m ortal

blico en donde cualquiera

dalena. Hasta le brotó sim patía por esa pobre m ujer prem atu-

puede entrar

sin llam ar la atención.

La tom arían por alguna m adre o por una inspectora inspectoras

(aunque las

debían ser todas viejas y m al vestidas).

m ente, al internarse abandonadas

el taxi que ocupaba por las callejas

de ese barrio, cuya existencia

chado, y dejarla

junto

nunca había

al baldío de la esquina

de no llegar en auto hasta la puerta), ser sum am ente

Probable-

difícil que

la

casi

sospe-

(tuvo el pudor

llegó a pensar que iba a

confudieran

con alguna

de las

ram ente

que, de entrada,

le había inspirado

ajada, ingenua hasta decir basta, sin pizca de m aldad,

sin asom o de m alicia. Bien podía darse el lujo de tratar guante de terciopelo

a esa tesonera

lado no podía dejar de adm irar por el otro se le antojaba prefería

no tom ar

y fiel enam orada.

su absurda

la heroína

porque consideraba tan breve su trato!)

las m iradas

de Lucinda.

sorprendidas

le tuviera

un

constancia, aunque

que la m ucha seriedad siem pre se torna ri-

ya era tarde para retroceder. cuando afrontó

con

dem asiado en serio los grandes sentim ientos

dícul~. De todos m odos, decidió respetar

todo su aplom o

Por

de una novela cursi. Lola

m adres que se estilaban por esos arrabales. De cualquier m anera Había recuperado

M ag-

y conversar

a Panchita

(¡iba a ser

con ella com o si realm ente

estim ación.

Las azoradas y confusas explicaciones de la pobre directora casi la hicieron Panchita no podía quejarse de la actitud de' su visitante. Había franqueado

la puerta

m om ento, había

con la sonrisa en los labios y, en ningún

dejado

entrever

interior. Fue su presunta tan inesperadam ente.

el rastro

Pero el exquisito

tacto de Lola, unido a

su irreprochable

discreción, restablecieron

am bas

conversar

pudieron

de alguna borrasca

rival la sobrecogida al verla aparecer

largam ente

la calm a espiritual

sobre el tem a

y

que las

preocupaba.

daba de su verdad.

Se dijo para

un cachafaz al abusar

sus adentros que Felipe

en esa form a de la enternecedora

didez de una solterona de pensam ientos

era can-

puros y hasta lam entó

que la aventura no hubiera tenido m ás sal y pim ienta para condim entar

esos días desabridos. Resolvió vengarse de su m arido

y se dedicó a d;struir

el ídolo que la otra había colocado sobre

un pedestal. Sin alterar la dulzura de la voz, le repitió una conversación -nunca

Q u ie r o h a b la r c o n Después de la consabida frase teatral: KJIHGFEDCBA

sonreír. Las aceptó sin discutir porque no du-

se supo si real o im aginaria-

que había tenido

us-

con Felipe. Los térm inos de la m ism a corroboraban la inocencia

o algo por el estilo, Lola tom ó asiento

de las relaciones, pero señalaban con insistencia el escaso signi-

con m ovim ientos pausados (com probó que el sillón tenía el brazo

ficado dado por el m arido a esos encuentros. Ella le había indi-

te d

de

m u je r

a m u je r ,

roto y cuidó de no enganchar

su vestido en una gruesa astilla

que había quedado sujeta por un tornillo)

138

y com enzó a exponer HGFEDCBA

cado entonces la conveniencia de ponerles fin, por el bien de todos, y él había aceptado sU punto de vista, com prendiendo que 139


insistir

en ellos hubiera

sido una torpeza

parte. Hasta le había encargado servir yar el punto final del episodio.

im perdonable

de su

de m ensajera y subra-

peligro de un derrum be. Entonces se apartó del tem a para que

rrencia diabólica. No se le había

disipado el fastidio producido

por la bajeza de la gestión de M agdalena y le fue difícil resistir

presencia. Le habló a Panchita

a la tentación de darle un zarpazo con todas las de la ley. Luego

de su hogar, de sus hijos, la interrogó sobre la escuela y sus pro-

de una pausa corta, algo teatral, com o si vacilara ante lo que iba

blem as. Después le confió el proyecto de un próxim o viaje a

a decir, siguió adelante:

!"f0

se rom piera en

tornaban falsa la situación. Al llegar a esta altura de sus reflexiones tuvo Lola una ocu-

Socavó el terreno con elegancia hasta que vio aproxim arse el el equilibrio

le habían venido encim a). Eran esos com entarios torpes los que

SU

Europa, a fines de noviem bre o com ienzos de diciem bre a m ás tardar, en cuanto term inaran

las clases de las chicas.

-Hasta

la propia fam ilia puede inquietarse

ante los hechos

y juzgarlos de m odo equivocado. Puedo darle el ejem plo de su cuñada, sin ir m ás lejos. La pobre está convencida de que usted ha tom ado por m al cam ino yeso para suplicarm e

Si bien tuyo a su m erced a la pobre Panchita durante casi dos horas, era preciso reconocer que Lola no abusó dem asiado de la superioridad

de sus arm as. Se sentía cóm oda, llena de civilidad,

que interpusiera

la desespera. Fue a verm e ayer m is derechos en este asunto.

M e dio lástim a, se lo aseguro. La tranquilicé todo lo que pude y creo que la m andé a su casa m ás apaciguada. Ahora bien, le confieso que después de su visita fue cuando m e decidí a venir

con deseos de ser am able y charlar hasta por los codos. La otra

porque com prendí que era preferible

en cam bio, estaba cohibida, avergonzada, con la m irada gacha, el

ya que la principal perjudicada

corazón había perdido su ritm o regular, casi podía verse el progresivo avance del dolor que la penetraba. Lola no dejó de com prender

que había cierta crueldad

pero se justificó pensando

en lo que estaba haciendo ,

que ella no tenía

la culpa de esa

excesiva blandura de sentim ientos y era preferible el sufrim iento agudo de unos instantes a la prolongación estéril de una esperanza vana. Lola insistió hasta el cansancio en que com prendía perfecta-

cortar todo m alentendido

iba a ser usted. No estam os en

Norteam érica, tenem os otra m anera de ver las cosas y no vale la pena agotar su vida rem ando contra la corriente. Ese fue el golpe de gracia y Lola tem ió haber ido dem asiado lejos com o para asistir a un desm ayo. Pero Pan chita pudo aguantar y hasta

agradecer la buena voluntad

dem ostrada.

La des-

pedida fue casi em ocionante. Las dos m ujeres se estrecharon la m ano, pero Lola atrajo

a la otra y la tom ó en sus brazos con

adem án efusivo. Hubo algunas lágrim as, elocuentes y discretísi-

m ente la especial situación que se había creado. No estaba celo-

m as. Luego la señora se retiró sin percatarse del revuelo que su

sa. Se declaró m ujer de criterio am plio, elogió al pasar la calidad

prolongada visita había causado.

m oral de una educadora com o Panchita, volvió a recalcar que no abrigaba ningún recelo acerca de la am istad platónica con su m arido, pero, no obstante, volvía a rogarle que le pusiera

fin.

Pan chita había

quedado anonadada.

Una inverosím il

confu-

Era m ejor evitar los com entarios m alévolos (aquí Lola entornó

sión de sentim ientos la había cogido en espesa m araña y para-

los ojos com o abrum ada por la m ontaña de m urm uraciones que se HGFEDCBA

lizaba hasta sus reacciones. Sintió vahidos com o si se hallara al

140

-

-

141


borde de un precipicio. Tuvo que cerrar a llam ar a Lucinda para que le trajera sentada

aguardando

a que pasara

había calculado m atem áticam ente En cuanto recuperó no podía perm anecer ponerse

su presencia

los ojos. No se anim ó

el m om ento

com prendió que casi con voz

hacia la esquina

Una cosa le llam ó la atención esa tarde a Rosalía:

en ningún

sus m anos, Panchita

con voz m onocorde. Se juzgó despiadada-

m ente, sin m isericordia,

se calificó duram ente,

casi con odio.

la arrastró hasta la cocina y la sentó junto ella preparaba un poco de té.

al fuego m ientra~ era de

profu~do decaim iento. A la par que vigilaba su pava y su leche, de disipar los nuba-

qne se habían am onton~do.

Se oyó el chillar de la pava. Rosalía hizo el té, lo dejó rem ojar

Con una voz que trató' de hacer m aternal, algunos consejos. Era indispensable

zaba la resignación.

com enzó a darle

que se acostara

tem prano

y

cosa. Pero

esa noche tenía

que descansar, los sin-

de que

Al regresar

de la escuela

no había aparecido por allá-

m ientras

dorm ía. Carm en

convulsivam ente

Góm ez y una enferm erá

vio el

aplastada

a la tía le había

abrazaba

a Tránsito

en un sillón. El doctor

se ocupaban de Pan chita.

De repente Rosalía se vio frente a Laurentina, m ortalm ente

pá-

lida. Esta se la llevó a un rincón de la galería y allí se llenó de llas para

-

dos

la necesi-

el pensam iento

m arse, apareció el rostro contraído de Encarna:

horror al enterarse

142

llevar

auto del doctor Góm ez frente a la casa de las Avendaño. Al aso-

que gem ía

o cualquier

-debía

que sintiera

a que se quedara en su com -

Aquí sus recuerdos se arrem olinaban. al día siguiente -Panchita

dado un ataque

tenía que dorm ir. El sueño era el m ejor rem edio para sabores. HGFEDCBA

tan

la idea de irse a la cam a cansada

y halló natural a invitarla

Al

que com en-

pañía acaso la tragedia no se habría producido.

ir a la escuela, pues que no fuera. Podría gripada,

sabía sum am ente

atinado

de Panchita.

un poco de que escuchara

dad de acostarse. M uchas veces la torturó

descansara bien. Si al día siguiente no se sentía con ánim o para decir que estaba en-

Se extrañó

noches casi sin dorm ir-

apoderado

creyó ingenuam ente

sus consejos y aceptara

cuanto antes. La

si ella hubiera

de acuerdo con las reglas, luego llenó las tazas y se sentó frente a su am iga.

que se había

verla callada y sin arranques, dócilm ente

quedado silenciosa. Toda su actitud

Rosalia hablaba de todo un poco, tratando

Al evocar los hechos a través de los años se asom braba Rosalía de lo ciega que estuvo al no darse cuenta cabal esa noche del espantoso decaim iento

Rosalía trató de calm arla. Cuando se agotaron las confidencias

rrones de pesadum bre

X I

A pesar de la desespe-

ración que le salía por los ojos y agitaba

se ~a

.,~A 'aD

un m inuto m ás en la escuela. Atinó a com -

m om ento hubo llanto ni lam entaciones.

Panchita

••• 1 ••.

del derrum be.

de espíritu,

el rostro y logró dar órdenes a la portera

quedam ente,

\

." C H t V D

esa sensación de m areo. Lola

norm al antes de salir con la cabeza erguida de su tranvía.

hablaba

\A ·H

agua y prefirió quedarse

de lo que había pasado: un exceso de pasti-

dorm ir. Quizás no hubo m ás

que ese deseo:

dorm ir. -

143


El estado de Panchita, era gravísím o y su herm ano tenía m uy po-

Las prim eras luces del día hicieron resaltar la palidez ojerosa de los rostros cansados y dolidos.

cas esperanzas de salvarla. En m edio de su dolorosa estupefacción, Rosalía entrevió la fi-

Pocas veces se había presentado tan linda la m añana. Era una

gura de Juan Antonio cam inando por el patio con el pañuelo en

jornada invernal de las herm osas, llena de sol, sin el m ás leve

los ojos y sollozando com o una criatura. Su m ujer no estaba y él

soplo de brisa, con un cielo transparente.

debía ceder al influjo de recuerdos de niño y de adolescente que

Una hora antes del entierro se produjo un rem olino entre la

M agdalena no había conseguido destruir. Fue la últim a vez que

gente. Se oyeron unas lam entaciones

observó en él una actitud

Antonio se dirigió apresuradam ente

de ternura

profundam ente

hum ana.

Eran cerca de las dos de la tarde cuando el doctor Góm ez salió de la habitación y anunció con m ucha pena que sus esfuerzos

agudas de Tránsito. Juan hacia la cám ara m ortuoria.

Había hecho su aparición el hom bre del soplete. Rosalía recordaba

sus gestos con sorprendente

precisión. Ro-

deado por el profundo silencio de los circunstantes se desem peña-

habían sido vanos.

ba, en ese m om ento, com o único actor, ya que el otro, el cadáver, iba a quedar para siem pre encerrado en el ataúd. La m em oria de Rosalía se hacía borrosa al llegar a ese punto.

El hom bre procedía con calm a, sus gestos eran pausados, len-

Esa penosa jornada se le aparecía com o a través de una neblina.

tos, seguros, com o de quien sabe su oficio. Con un pincelito que

Había ido llegando gente, cada vez m ás gente. Cerraba los ojos y

sacó de su caja de herram ientas

fue untando los bordes de la ta-

veía desfilar rostros graves, taciturnos, oía sollozos, veía correr

pa de cinc con una substancia brillante. Lo hizo con lentitud

lágrim as y tenía que hacer un esfuerzo para darse cuenta de que

prolijidad. Después tom ó el soplete y lo repasó con un m azacote

la m uerta a quien lloraban

blanco. Luego preparó

era Panchita.

Desfiló la cuadra entera, luego llegaron vecinos del barrio, las

y

la barra de estaño. Em puñó ésta con la

m ano izquierda, el soplete con la derecha, hizo sus cálculos a

m aestras de la escuela, padres y m adres de los alum nos, delega-

ojo y com enzó a soldar. Prim ero unió dos o tres puntos estraté-

ciones de niños. Todos parecían

gicos, espaciados, para lograr que la tapa se sujetara

m aestra

llorarla

'de corazón:

su vieja

de sexto grado, sus condiscípulas, m uchos profesores,

una línea. De vez en cuando se detenía, observaba

alum nos casi olvidados, am igos, sim ples conocidos. De vez en cuando los alaridos de Tránsito retum baban

por las

habitaciones. Entonces M agdalena juzgaba oportuno hacer alguLas flores se fueron am ontonando en la capilla ardiente hasta la atm ósfera pesada. Al atardecer

unas cuantas vecinas

form aron un grupo para rezar. Se fueron sum ando devotas y desde ese m om ento las oraciones casi no se interrum pieron.

y retocaba

algún punto flojo. A m edida que el soplete avanzaba en su trabajo, Rosalía iba com probando que la separación se hacía definitiva. Hasta hacía

nos aspavientos. Encarna y Carm en se le acoplaban. tornar

y ya no se

m oviera. Luego inició la soldadura a lo largo, com o quien traza

La gente

unos m inutos Panchita

estaba allí, inanim ada, es cierto, pero se

la podía ver, tocar. Ahora se interponía una barrera infranqueable. Una vez term inada' la soldadura, tapita que estaba

el hom bre destornilló

una

en un extrem o, tapita tan insignificante

que

parecía hallar un alivio en la m onótona repetición de palabras

pasaba inadvertida,

cuyo sentido parecía escapársele. HGFEDCBA

contenido de uan botellita que form aba parte de su equipo. Ro-

144

-

y por el agujerito

vació cuidadosam ente

-

el

145


1 salía pensó que debía tratarse

de algún producto quimico regla-

m entario para esos casos. Cum plido el requisito, la tapa de m adera fue ajustada con esm ero. Pan chita estaba bien m uerta. Lista para deshacerse en su nicho sin causar m olestias a nadie. A las tres en punto el cortejo se puso en m archa hacia el cem enterio. Rosalía hubiera

querido olvidar

bre y ese regreso desolado. Laurentina

esa cerem onia fúne-

y otras dos m aestras so-

X lI

llozaban quedam ente en el coche que las traía de vuelta.

Lo que Rosalía recordaba con toda nitidez era la extraña

im -

Siguieron una serie de días tan extraordinariam ente

tristes que

presión que le produjo su casa cuando se quedó sola en ella des-

Rosalía no podía pensar en ellos sin suspirar.

pués del entierro. La fuerza de la costum bre, acaso, se la hizo

llorona y con m ucha facilidad, ante cualquier suceso em otivo, ae

recorrer

le em pañaba la vista y se le hum edecían

com o para inspeccionar el estado en que se encontraba

después de dos días de abandono. Aparentem ente

no había m odi-

m undo salir de la desorientación

Hasta se volvió

los ojos. Le costó un

en que la había

sum ido la

ficaciones. Tal vez un poco de tierra se había colado por debajo

m uerte de Panchita y, sobre todo, la duda espantosa de que ésta

de la puerta

hubiera tom ado prem editadam ente

del patio

(había olvidado poner contra el um bral

esa dosis excesiva de som ní-

el acostum brado trapo de piso), quizás alguna araña había apro-

fero. Se acusó de no haber sido suficientem ente com prensiva co-

vechado la tregua para tejer tranquilam ente

m o para servir

su tela en un rin-

de am paro a esa pobre existencia

vencida. En

cón. Pero nada de eso se veía a sim ple vista. Para descubrirlo iba

sus cavilaciones se repetía hasta el cansacio que ya ninguna im -

a ser necesario em plear

portancia

a fondo sus dotes de observación. Por

consiguiente, su presencia vigilante, su prurito

de pasar escobas,

tenían

-si

alguna

vez la tuvieron-

conflictos m orales que la habían atorm entado

esos ingenuos frente

a la única

plum eros y trapos, su actividad infatigable de cum plida dueña de

certeza irrem ediable que era la m uerte. Se sentía abrum ada y le

casa eran cosas que podían ser suspendidas sin que sobreviniera

costó reaccionar contra la m elancólica apatía que la había inva-

ninguna

dido. Pasaron por lo m enos dos sem anas antes de que iniciara

catástrofe

dom éstica.

Sintió un descorazonam iento cansada para entregarse

infinito, pero estaba dem asiado

a. las am argas reflexiones

cansada que se quedó profundam ente

del caso. Tan

dorm ida en cuanto se arro-

pó entre las frazadas de su cam a. HGFEDCBA

ninguna lim pieza general. La que em prendió tuvo carácter

ex-

traordinario y consiguió disipar en parte su abulia. Volvió a caer, así, dentro de la cinta sin fin de las labores dom ésticas y los días dejaron de alargar indefinidam ente sus horas llenas de penosas reflexiones. Diariam ente

estableció su progra-

m a de acción y lo cum plió al pie de la letra. Casi se desdobló en dos personalidades: la que se esm eraba con sus m anos com o cum -

146 -

-1 4 7


pliendo órdenes categóricas y la que inspeccionaba con ceño adusto el trabajo re Ii d , a Iza o. Cuando tuvo su casa com pletam ente al día en m a tería d lim . , . ., e pIeza, se entrego a la costura con una dedlCaclOn aue a ll' . , e a m Ism a terminó por asom brarla. Trataba de no darse respir . , o, en realIdad, y m as de una vez llegó a confesarse que su ' it propOSI o era no extraviarse por las sendas retorcidas del pensam ient Q' . o. uerra aturdirse con ese tráfago incesante y darse la ilusión de q t b . , ue es a a cum plIendo una existencia útil Con ese cum ulo de actividades. S~bía dem asiado bien que no lograba

engañarse.

a diario de la com ida y exigía cuidados especiales para su ropa. En cua~to a-Juan

Antonio, se ocupaba solícitam ente

de todo lo

relativo a la sucesión, asistido por un procurador am igo suyo, un ': l'

hom brecito sucio y m al entrazado. Rosalía se lim itaba a observar. Sus espaciadas visitas transcurrían en escuchar con toda paciencia las lam entaciones

crónicas

de Tránsito y en hacer consideraciones de carácter m uy general sobre cualquier acontecim iento

de dom inio público. Jam ás apa-

recía cuando sospechaba la presencia

de Juan

Antonio. Porque

Los dem ás

éste llegaba con frecuencia para revisar los papeles de la herm a-

podían adm irar sus form idables disposiciones para el trabajo pero ella no ignorab ' ' a que eso eran tan solo una cortina destinada par l a ta .: profundo hueco de su vida. Porque había llegado a la

na, se hacía cebar m ate y aseguraba que todo iba a quedar pronto

!: ¡

conclUsIOn de que ni ella ni Panchita

habían sabido vivir. Las

dos, a su m anera, habían fracasado lam entablem ente hum anos.

arreglado.

"com o recuerdo

m ayor valor

I

com o seres

definitivam ente chuchería

De vez en cuando se llevaba alguna de la pobrecita".

(ya en la casa no quedaba

No eran

cosas de

nada de valor),

pero

algunas de ellas tenía cierto significado em otivo que la pareja '\

M agdalena-Juan

Antonio era incapaz de percibir. A Rosalía se

le partía el alm a cada vez que desaparecía alguno de los objetos fam iliares.

De vez en cuando se asom aba a la casa de al lado, m ás por res~eto a la ~em oria podía

~ro~uclrle

. Las lagrl~aS

de Panchita

una entrevista

La verdad

que por el escaso placer que con Tránsito

habían sido abundantes

tonta de rem ate. Juan Antonio no tuvo reparos en llegar a esa

al principio en la fam i-

creencia- y, por lo visto, con m ucho acierto. Porque sólo una m ujer architonta pudo creer que ese avaro redom ado iba a hacer las

penar~n con cierta dignidad su papel de deudos condolidos. Al

de Pan chita y dejar de aprovechar la oportunidad que se le pre-

p~co tIem po. Carm en com enzó a concurrir al em pleo que le habla consegUIdo el tío yeso le sirvió de . , paso, para am pliar el cam po de sus correrías. Salía por la m añana m uy e if 11 d . . m per o a a para .la oilcm a y por la tarde volvía a em perifollarse para ir sa-

sentaba. La gran pelea se produjo después de la venta de la casa y a raíz de la fam osa rendición de cuentas de Juan I

de indignación y los gritos del herm ano para dom inarlos parecían

I

cañonazos. La cuadra l '

Tránsito añoraba la vida plácida de la época de ~anchita. Car-

148 -

Antonio. Ante

la m agra sum a que le entregaron 'I'ránsito dio verdaderos rugidos

be DIOS dónde. Encarna recom enzó sus sesiones con 1 bi d 1 1 h ' a izca e a ec erra, Em pezaba a com erla la envidia hacía 1 h ' . a erm ana m as favorecIda. Se volvió agria y se puso m ás fea el desayuno por las m añanas

nunca había tenido m uy elevada

opinión de las luces de Tránsito, sin llegar, em pero, a creerla

y las hijas.

lIa_Avendano y todos, hasta M agdalena y Juan Antonio, desem -

m en no le perdonaba

era que Rosalía

quedó perturbada

y se m antuvo

alerta, presagiando alguna trifulca descom unal. Pero no hubo na-

ij

da, fuera de los alaridos. Las cuentas estaban claras, con sus re-

:

cibos correspondientes.

. b , se queJa a HGFEDCBA \

entera

Las m alas lenguas dijeron

que habían -1 4 9


, l'

sido abultadas, por ~jem plo la. del entierro,

pero ¿quién podía

probarlo? Tránsito derrochó los pocos pesos recibidos en cortinas y alfom bras para la nueva casa y cortó definitivam ente

las rela-

ciones con su herm ano y su cuñada. Rosalía se sintió feliz cuando se m udaron.

Lo que m ás cuesta arriba se le hizo a Rosalía fue volver a la escuela después de la m uerte de Panchita. Hasta se propuso gestionar en fecha próxim a

su traslado a algún establecim iento

de

su barrio. No tardó en desistir del proyecto. Sus com pañeras de trabajo le dem ostraron

tan evidente sim patía, se esforzaron en

tal form a por tributarle

un recibim iento que le fuera grato y le

hiciera olvidar los pasados chism ecillos, que resolvió quedarse y hasta creer en la solidaridad el retraím iento

hum ana. No cam bió por com pleto

de sus hábitos, pero se la vio alternar

grupos de m aestras

durante

los recreos y hasta participar,

algunas ocasiones, de la tertulia

Se trataba

en

m atinal.

Al m es del entierro de Panchita nom braron tora y las dudas que atorm entaban rablem ente.

con los

a la nueva direc-

al personal se disiparon favo-

de una excelente personas, de buen ca-

rácter, reposada y serena. La vida escolar se reanudó sin m ayores variantes y Rosalía abrigó el anhelo de que todo continuara

en

esa m ism a form a hasta que le llegara la jubilación. Por supuesto, abundaron

los com entarios de toda índole sobre

la m uerte de Panchita. ¿Quién podía atajarlos? m uchos los que la querían

Felizm ente eran

de verdad y ese sentim iento general

hizo que las interpretaciones m alévolas se fueran borrando y sólo persistiera el perfum e rom ántico de un am or im posible. Hasta se form ó una especie de leyenda en torno a su figura. La gente es así, al final siem pre sim patiza con la m ujer

enam orada.

Toda la ciudad sabía que Lola Correa había llevado a su m arido a Córdoba, precipitadam ente, 150

-

en cuanto se enteró de lo ocurrido. HGFEDCBA

, d un m es. Una sola vez se encontró Re. n ausentes m as e Estuviera eró desde tem prano en el barrio oeste , n Felipe. Este la esp 1 b .ó del tranvía. Hubiera preferido no salia co e le acercó cuando el a a] . y s . . ti 1 otro que se avm o a escuchar sus 1 era tanto lnSIS 10 e hablar e. p. .' ., E tuvo discreto Y hasta llegó a convend ]UstlflcaclO n . s inten t os e "d d de su pesadum bre. Se despidieron edias de la sm cen a cerla a m m ás se volvieron a ver. Fue la . t cordialidad Y nunca . con cier a . tuvo contacto con alguien de su antiguo últim a vez que Fellpe m an barrio.

. ., a Europa de acuerdo con 1 fam ilia Illanes viajo .' b En dícíem re a 1 S le hicieron dem ostraciones de d por Lo a. e los planes traza os d en la sección "Sociales" . arecieron en recua ro despedida que ap di t m bién m ucho que hablar. . . 1 1 s El regreso o a hii revolucionaban el teatro, de los dianas oca e . , ier y las ijas Los "m odelos' de la muj d la calle San M artín. El auto ft ' de rno a y . los cines, las con 1 en as if ncia la IHGFEDCBA vo itu r e tte del hib por su m agro Ice , . de Felipe· deslum b ra a t b la envidia de los ]0.~ desper a a jo hacía suspirar a las nm as y venzuelos. de los m ejores abogados , .arse con uno Felipe no tardo en aSOCI 1 d' la cauital. De vez 1 f m ilia se tras a o a. , de Buenos Aires y toda a a ~ d u fortuna creCIa n o que s di noticias senala ~ en cuando se d if un tan d na diario porteno apa1 to ilustrado e u . sin cesar. En el sup em en d 1 Plata en una revIsta , h tet de M ar e ' , reció la fotografla de SU c KJIHGFEDCBA a . otra de caracterz d u estancIa, en , y se detallaban las anadera elogiaban los toros e s . , g d su m ans lOn m undano, se veían los salones e .. . . y las hl]as. . actividades sociales de la m u]er, 1 Illanes. Si Fellpe had m as de os Rosalía prefería no acor arse 1 m brón, allá él. Pero . .d d n todo ese re u bía encontrado la fel~cl a e dudaba de que así fuera. . Era difícil distinguir su vida gn s . , seguía adelante con . lar de ahí no saha. Rosalía t ba]O escO , otro: trabajo casero, ra un día de

_151


Daba vueltas alrededor

de los m ism os quehaceres y se consum ía

en la repetición de los 'm ism os actos.

fin de pequeñeces de la vida diaria y prom etían una visita a corto plazo.

Otro acontecim iento vino a traerle un poco m ás de am argura. Desde hacía varios años la única diversión

anual de Rosalía

Fue recién

después que acabaron

quedó inaugurada

el cam ino pavim entado

y

la línea de óm nibus cuando Rosalía se decidió

había consistido en hacer una escapada de algunos días a Rosa-

a visitar a su vieja am iga. El paseo fue m uy de su agrado. Des-

rio, a casa de una vieja francesa del m ism o pueblo que sus pa-

de entonces reservaba

unos pesitos para irse todos los años por

t a n t e , aunque ningún parentesco existía entre ellas. dres. Le decía IHGFEDCBA

una sem ana. Preparaba

la ropa y los regalos con un m es de anti-

Su m adre le había enseñado a llam arla

así. Ella seguía con la

cipación. Llevaba dulces, alfajores y algunas chucherías que pu-

costum bre im puesta y hasta le agradaba hacerse la ilusión de que

dieran ser del gusto de la anciana señora. Nada que fuera visto-

de veras era tía suya, pues le pesaba a ratos esa ausencia tan ab-

so ni dem asiado m oderno ni que oliera a gasto excesivo para no

soluta de fam ilia a su alrededor. La

ta n te

estaba casada con un

provocar consternación.

Una vez se le ocurrió agregar un frasco

m aquinista y había llegado a la Argentina unos años después que

de agua de colonia a sus obsequios. La vieja lo m iró y rem iró,

los Clerm ont. Vivía m uy cerca de la casa de éstos y, com o no tu-

m oviendo la cabeza con perplejidad:

eso no era para ella, hon-

vo hijos, se encariñó con Rosalía. Le enseñó el punto cruz y los

rada m ujer de trabajo, a la que no afectaban los quehaceres del

rudim entos útil.

fogón, sino para esas haraganas

del tejido, para cada cum pleaños le hacía un regalo

avergüenzan

Los am igos se trasladaron

a Rosario cuando ella andaba cerca

de llevar

que andan con m il rem ilgos y se

encim a olor a guiso. Lo m ism o le pasó

cuando le .llevó el pañuelo de seda para el cuello yeso

que era

de sus catorce años, luchando a brazo partido para que la deja-

enteram ente negro, sin una sola hebra de color, pero encontró que

ran ingresar

relucía dem asiado para una m ujer de sus años.

en la escuela norm al. Nunca hubo cruce de cartas

entre ellos, salvo a fines de diciem bre en que se intercam biaban tarjetas

con paisajes de brillantes

coloridos cargadas

deseos para Navidad y Año Nuevo. El m aquihista

de buenos

hacía algunas

El placer de esas visitas habría

sido m uy lim itado para cualta n te

nunca había logrado

m ás que el español indispensable

para discutir con los

quiera otra que no fuera Rosalía. La aprender

apariciones de vez en cuando y se encargaba de traer y llevar no-

proveedores y no dejarse engañar en las com pras cotidianas. To-

ticias. Los instaba, adem ás, para que fueran

das sus conversaciones

con ellos. Tam bién prom etía

a pasar unos días

llegar alguna vez con su m ujer

en

cuanto le dieran vacaciones.

abundantes

las hacía

exclam aciones en el

en un francés

p a to is

am ena. Vivía casi en función del pasado y em prendía relatos in-

La prom esa no fue cum plida. En cuanto al viaje de los Cler-

term inables

y m onótonos sobre su pueblo anjevino, a orillas del

rnont, m uchas veces decidido y otras tantas postergado, jam ás se

M ayenne. Algunos recuerdos presentaban

realizó. Llegaron años de prueba,

rés de docum ento

lía se quedó sola. La rrum pieron,

ta n te

152

-

enferm edades,

m uertes. Rosa-

enviudó. Las relaciones no se inte-

sin em bargo, m ás bien se estrecharon.

de fin de año fueron reem plazadas form ulaban

los rituales

salpicado con

de sus pagos. No era m uy

Las postales

por cartas de dos carillas que

votos de prosperidad,

relataban

un sin HGFEDCBA

fam iliar,

acabaron por convertirse

luego fueron

para Rosalía un intetan

m achacados

que

en insulsa papilla. Hacia el final de su

vida los confundía lam entablem ente

y sólo conseguía ofrecer unos

m al hilvanados retazos que no conseguía ensam blar. Rosalía,

en-

tonces, la ayudaba con todo lo que había alm acenado en su m e-

153


lA .•.• , " IItC :" "

va

" '.e " 6 " 'O D

m oria durante sus años de fiel auditora y la sacaba del paso con gran regocijo de la anciana. La pobre Rosalía apenas llegó a conocer Rosario en esos viajes. La señora vivía por el lado de Arroyito y no era am iga de hacer paseos. Tam poco le hacía

gracia que su visitante

saliera

XIII

sola.

Llegaban hasta el centro solam ente para com prar el pasaje de regreso. No era necesario volver porque Rosalía se em barcaba a tres cuadras de la casa, sobre la avenida Alberdi. De la ciudad le quedó una confusa y dislocada visión a través de la ventanilla del tranvía. Y no siem pre lograba sentarse junto a ésta.

Siguieron para

Rosalía largos m eses de vida opaca. A veces

proyectaba el paréntesis

de alguna visita, de algún paseo hasta

En esos últim os años la pobre vieja estaba ya m uy dism inuida

Guadalupe, de alguna recorrida por el centro para distraerse m i-

y no resultaba nada placentero estar encerrada con ella durante

rando vidrieras. Al final siem pre hallaba excusas válidas para

una sem ana. A cada regreso Rosalía se preguntaba si no estaría

una postergación. Lo haría, después, un día de éstos, la sem ana

haciendo las de Panchita al elegir solam ente el lado desagrada-

que viene.

ble de la vida sin buscar ningún otro m otivo de solaz. La señora m urió de un ataque pocos m eses después de Pan-

De vez en cuando se veía con Laurentina Gómez, Si sus com pañeras de trabajo había sido gentiles con ella, contribuyendo a

chita. No había hecho testam ento, de m odo que todos sus m odes-

disipar en parte -m uy

tos bienes pasaron al fisco. Rosalía guna parte.

tina se le había arrim ado con el corazón en la m ano, dispuesta

ya no volvió a viajar a nin-

Eso era la vida: una sucesión de gente que pasaba, que se iba

pequeña parte-

a darle el apoyo de una verdadera ella una singular

gratitud.

su m isantropía, Lauren-

am istad. El gesto encendió en

No abusó del ofrecim iento por esa

del otro lado y dejaba un fugaz recuerdo que se perdía del todo

condición especial de su carácter

con el correr de los años. HGFEDCBA

sirvió de m ucho la certidum bre

de retraerse

siem pre, pero le

de contar con una am iga de ese

valor en su vida tan vacía de afectos. Laurentina

era una m uchacha inteligente y culta, con bienes

de fortuna y excelentes relaciones de fam ilia. Su infancia había quedado entristecida por la m uerte de la m adre. Su adolescencia transcurrió

en m edio de un desgraciado noviazgo con un estu-

diante crónico de derecho que la tiranizaba hasta lo indecible y que regresó un buen día a su provincia porque el padre se había hartado de m andar giros bancarios sin ningún resultado visible. La pena fue grande porque se le había ocurrido que estaba enam orada de ese badulaque. Pero no procedió com o Panchita. Al cabo de un tiem po decidió vivir su vida com o lo creyera conve-

154

-

-1 5 5


niente y se trazó, al m argen de su labor escolar, un program a de estudio de idiom as, lecturas, conciertos, espectáculos y hasta deportes. En cuanto se presentaban unas vacaciones se iba a Buenos Aires, a Rosario, a Córdoba, lugares en donde tenía parien-

gunas personas que le fueran agradables. Le insistió en el valor de un refugio espiritual com o la m úsica y la lectura. Le dio una lista de autores y le prom etió facilitarle algunos libros.

tes o am igos siem pre dispuestos a acogerla con los brazos abiertos, tan agradable resultaba

su com pañía. Conservó siem pre un alto

le prodigaba.

Tenía unos treinta

Todos esos consejos dieron m iles de vueltas dentro de la ca-

atenciones que

beza de Rosalía. Llegó a encontrarlos razonables y hasta se pro-

años cuando se casó con un

puso ponerlos en práctica. Aunque no sabía cóm o em pezar. Trató

aprecio por Panchita, traducido en las m últiples

com o m aestra.

de leer con toda aplicación el prim er libro que le prestó Lauren-

cada dos o tres

tina. Lo entendió sólo a m edias y ningún placer sacó de esa tra-

m eses, portadora de sonrisas, de frases am ables y de un gran paquete de dulces.

que la radio le facilitaba las cosas. El prim er concierto que es-

m édico, am igo del herm ano, y dejó de trabajar Solía llegar de visita a casa de las Avendaño

Laurentina

nunca había logrado sim patizar m ucho con la po-

bajosa ~ectu~a.Decidió intentar algo por el lado de la m úsica ya cuchó le dejó una im presión bastante confusa. El segundo resultó

bre Rosalía, en realidad. La encontraba dem asiado ruda para su

m ás halagüeño. Tom ó la costum bre de sintonizar

gusto, poco flexible espiritualm ente,

con unas lagunas pavorosas

m ientras tejía, aunque sin encontrar

en su form ación y unas verdaderas

ideas fijas que llegaban

espiritual -prom etido por Laurentina.

a

causarle m alestar. Pero estaba convencida de su bondad, de su conducta leal, y la apenaba cada rato para establecer

esa incapacidad que dem ostraba

relaciones con quienquiera

buena m úsica

en ella, todavía, el refugio

No intentó ir ni al cine ni al teatro. No la seducía la idea de

a

sentarse entre un m ontón de gente de todas layas. Una tarde se

que fuese.

fue al m useo de bellas artes y pasó m ás de una hora m irando

Llegó de visita a los tres días del entierro de Panchita y aquella

cuadros. Algunos le gustaron m ucho. Otros la horrorizaron. No

tarde se em peñó en abrirle

se explicaba el m otivo de que estuviesen colgados en ese lugar.

tividades que significaran día llam arse

vieja

algunas perspectivas. Le sugirió acalgo constructivo

¡qué diablos! Todavía

en su vida. No pole quedaban

m uchos

años por delante. Si se proponía seguir con esa existencia

de

reclusa, ¿por qué no se m etía en un convento de Carm elitas? Allí

Parecía que el pintor los había hecho m al adrede. Volvió perpleja a su casa y se dijo que ya era tarde para que ella pudiese entender ciertas cosas. Laurentina

no la abandonaba. Cuando com prendió que Rosalía

iba a vivir de acuerdo con sus gustos, levantándose de noche ne-

no lograría nunca superar su estrecho m undo, se lim itó a invitar-

gra y con un riguroso horario de ocupaciones para cada día. Se

la periódicam ente

aguantaría

por los alrededores.

los rezos, naturalm ente,

y, de paso, se aseguraría

la

a tom ar el té y a dar largos paseos en auto .

salvación eterna. Com o Rosalía le festejó la ocurrencia, Laurentina siguió insistiendo am ablem ente en el tem a. De ningún m odo debía quedarse encerrada,

sin m ás horizonte que las paredes de

su casa. Le recom endó salir con m ás frecuencia, concurrir al teatro, al cine, a exposiciones. Le aconsejó cultivar el trato de al- HGFEDCBA 156

-

Rosalía se sentía cruelm ente

insatisfecha. Veía que se le esca-

paban todas las actividades constructivas. Ya ni la escuela le estaba quedando porque la política peronista dirlo todo. Contaba angustiosam ente

com enzaba a inva-

los días que le faltaban pa-

157


ra retirarse ineptitud

y se sentía com o barco desm antelado.

Sufría

con su

para tom ar un rum bo cierto.

Entonces fue cuando Laurentina alguna niñita desam parada

le aconsejó hacerse cargo de

y le propuso ponerse en cam paña pa-

ra descubrir alguna que fuese de su agrado. Estaban

sentadas

en la salita

de Laurentina,

llena de luz, libros y flores. De la pared cuadros extravagantes

una

habitación XIV

colgaba uno de esos

que la desorientaban

en m ateria

artística.

Al escucharla, Rosalía sintió que el corazón recibía com o un baño de frescura y llegó a extrañarse

de que no se le hubiera ocurrido

. y m edia. Co. que eran las em co Rosalía encendió la luz y VIO onara la cam panilla 1 des ertador para que no s rrió la traba del p. dé de espaldas en el e. ' había ocurndo, se que o y, lo que Jam as

antes una cosa tan sencilla. Siem pre tendría sentido la ocupación de cuidar

a una niña, sacarla

acostar la, arroparla,

dirigirla

dujo inm ediatam ente.

a pasear,

prepararle

la com ida,

en sus estudios. El proyecto

Laurentina

llegó a asom brarse

la se-

de la entu-

siasta acogida que le dispensó. Pero, por lo visto, la cosa no era tan sencilla. Pasado el prim er arrebato contra.

de entusiasm o, El resultado

en un m ar

de vacilaciones.

de la escuela se enteraron

de su propósito

una serie de consejos contradictórios,

Unas la incita-

Cuando las m aestras em itieron

Rosalía com enzó a pesar los pro y los

ron a que lo llevara

fue perderse

a cabo cuanto antes. Otras le dijeron

con

m ucha circunspección que lo pensara dos veces ¿No se expondría a recoger ingratitudes? criatura

Era m uy arriesgado hacerse cargo de una

de padres desconocidos que podrían haberle transm itido

quién sabe qué lacras físicas y m orales. Palm ira pronunció cansina

Sánchez no se

ni en favor ni en contra. Se lim itó a relatar

un m edia docena de casos desgraciados

con voz

de adopciones

de esa índole. No renunció m ientras

al proyecto,

sin em bargo.

Lo siguió cultivando

cosía o tejía. Llegaba a acariciarlo

en ciertos m om entos

de retozo de su im aginación. Pero siem pre encontraba un pretexto para posponerlo. Al final, decidió esperar nerlo en práctica. HGFEDCBA

158

la jubilación

para po-

¡

cho con los ojos abiertoS. . do recuerdos, estruján, d , t d 1 noche rem ovlen Había pasado o a a 1 confuso m onton e rroí ándolos de nuevo a . doles la am argura y a J h d tom ar una determ l.. ya era ora e su vida pasada. Se dIJO que ., t blecer el balance exacto . 't'l 1 pretenclOn de es a nación. Era m u l a drí ver las cosas con . . Ella nunca po la de su obscura eXIstencIa.. fundizar en ellas. 'ncapacItaba para pro m ucha claridad, algo la I ., f t de carácter? No lo sad educaclOn de ec os e .Ignorancia, fal I as e ' h er cualquier cosa qu ¿ día era obrar, ac bia Lo que le correspon . ·t·cara una colabora. d tina que slgm I la sacara de su tre~e~ ~ r~ l' con alguna labor de hum ana fuera lllflllIteslm a, CJQn, aunque solidaridad. " verla para ofrecerle s días antes LaU1:entina habla I~O a 'd la m adre de Tre . ~ Ella habla conocí o a una huerfanita de cinco anos. 1 presentaría m ejor opor, difí 'lm ente se e d b tante pero si no le a la niñita y creía que I ICI ara no o stanv=. d d tunidad. Convenía que lo pens .'.. la niña sería trasla a a ba pronto una contestación deflllItlva tío que se había som e .' cla ntregada a un l al norte de la provlll Ye . ne de tutor. tido de m ala gana a las funclO s _159


Rosalía

ya había tom ado su decisión. A las nueve y m edia eS-

taría en casa de Laurentina e irían juntas en busca de la niña. Sintió que la invadía una gran tranquilidad

y le brotaba un senti-

m iento que casi había olvidado, el de la esperanza. La niñita la iba a alegrar con sus juegos, la obligaría a repasar

sus conoci-

m ientos cuando fuera a la escuela. Iba a ser m aestra, naturalm ente, pero siem pre le ayudaría en las tareas dom ésticas. Aquí Rosalía tuvo un leve sobresalto. Después pensó que m ientras hubiera casas no habría m ás rem edio que barrer y fregar, que lo esencial era saber a ciencia cierta que había algo m ás en la vida que barridos y fregados. Con un suspiro de satisfacción se enderezó Rosalía y buscó su ropa para vestirse. Se sentía prodigiosam ente

ágil esa m añana.

Cuando vigilaba el hervor de la leche se sorprendió tarareando una vieja canción de am or. Era un recuerdo de adolescencia que la hizo sonreir. A las nueve en punto, cuanto toda la casa estuvo en orden, la vajilla lavada y secada, las puertas

cerradas y reforzadas

m e-

diante sus trapos protectores, los pasadores corridos y los cerrojos echados, Rosalía Clerm ont salió a la calle. Había endosado sus m ejores ropas. Antes de correrse

a la esquina del tranvía

entró al alm acén para com prar un paquete de caram elos. HGFEDCBA

160

-


INSTITUTO A DEL

M

I

G LIBRO

ARGENTINO

O

S


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