Andrea Francke Escuelas de arte, maternidad y activismo. La experiencia de Invisible Spaces of Parenthood Invisible Spaces of Parenthood (ISP)1 nació de una experiencia personal: un momento de rabia y enojo que, gracias a la solidaridad y el diálogo, permitió hacer visibles problemas sociales estructurales que, lamentablemente, todavía siguen siendo vistos como meramente personales. El proyecto es una investigación artística y política en torno a la práctica de la maternidad y la labor de crianza. Junto con la artista y escritora canadiense Kim Dhillon, integrante del proyecto desde 2014, hemos realizando una serie de actividades que incluyen la organización de eventos y discusiones colectivas, la reimpresión de libros infantiles publicados por las imprentas feministas en los años 60 y 70, y el diseño de juguetes en colaboración con guarderías gubernamentales, entre varias otras acciones. Pero empecemos por el principio, por la rabia. Yo soy peruana. Nací en Lima en 1978, pero emigré con mi familia materna al Brasil a fines de los años 80. Allí estudié la carrera de Arte, y en enero de 2007 me mudé a Londres para seguir un curso de posgrado en el Chelsea College of Arts and Design. Ese año decidí también tener un hijo con mi entonces pareja.2 Ya había optado por postergar el segundo año de la maestría, y Oscar nació en junio de 2008.3 Luego de ello, la decisión de volver a estudiar fue difícil en sí misma. La negociación entre mi práctica artística y mi vida personal se convirtió en una discusión más pública de lo que jamás había imaginado. Ser madre –y creo también que padre, o cualquier otra práctica de crianza– puede generar hacia nosotras formas de
1. Invisible Spaces of Parenthood puede ser traducido como “Espacios invisibles de crianza” o “Espacios invisibles de maternidad/paternidad”. Yo he optado por mantener el título en inglés en este ensayo, porque el término parenthood para mí tiene dos características que me interesan: carece de un género definido y, al mismo tiempo, presupone una conexión familiar. A mi entender, “crianza” es una práctica que puede ser llevada a cabo institucionalmente o profesionalmente. Si bien este proyecto se conecta con la crianza en ese sentido más amplio (es decir, con las guarderías, trabajadoras domésticas, profesores o niñeras), me parece importante dejar claro que el punto principal de origen es nuestra práctica como madres. 2. No sé por qué decidir tener un hijo. Hoy ésa es una pregunta clave para mí, para la cual me falta respuesta. De alguna forma, para nosotros, como pareja, en aquel momento, ése parecía ser el paso “natural”. No me arrepiento de tener a Oscar, pero reconozco las fuerzas sociales y culturales que me llevaron a tomar esa decisión en su momento. 3. Las personas tienen diferentes necesidades, deseos y orientaciones. Para mí, ese primer año cuidando a mi hijo fue una de las experiencias más violentas que he vivido. Me vi confrontada con una serie de ideas o comentarios que me decían, directa o indirectamente, que de pronto yo ya no existía, que no contaba como persona, que ese bebé debería ser lo único importante en mi vida. Esos comentarios aparecían como un eco constante a mi alrededor. Yo nunca me había dado cuenta de que tener un hijo o hija podía significar dejar de existir como sujeto. Por ese motivo, les tengo cierta desconfianza a las narrativas acríticas de la maternidad que elevan a la madre y a la experiencia de maternidad por encima de cualquier otra cosa.
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