Patricia Belli No enseñar, aprender. Los experimentos educativos en EspIRA. Entrevista por Miguel A. López El trabajo artístico de Patricia Belli se ha caracterizado, desde mitad de los años 80, por traducir preocupaciones tanto íntimas como sociales. Desde 2001, su labor se combina con la creación de programas pedagógicos experimentales que se han convertido en espacios de renegociación crítica de la educación artística en América Central, impulsando formas distintas de intercambio y movilidad a través de la formación de cientos de jóvenes de todos los países de la región. Esta conversación reflexiona sobre las posibilidades de la educación como una práctica transformadora, así como los desafíos de generar espacios de formación cuyo punto de partida sean la vivencia personal y el compromiso de dialogar críticamente con el propio contexto.
Miguel A. López: Los lenguajes del arte se han transformado de forma drástica en los últimos veinte años en Nicaragua, particularmente con la incorporación de otros sistemas de representación que quiebran las disciplinas tradicionales de pintura o escultura. Ese proceso ha ocurrido con muchas resistencias, y creo que algo decisivo para que esa transformación haya sucedido es la presencia de una nueva generación de jóvenes artistas educados en programas alternativos al de la tradicional Escuela de Bellas Artes. Tú has sido el principal motor de esos nuevos programas y experimentos educativos, que además han tenido un impacto enorme en toda Centroamérica. Me gustaría que conversemos sobre los efectos de una educación crítica desde el arte. En 2001 creaste el primero de estos programas, llamado TAJo (Taller de Arte Joven), que ocurría en tu propia casa. ¿Cómo surge ese programa? Patricia Belli: TAJo surgió a partir de comprender que una nueva generación de artistas no se iba a dar espontáneamente; se necesitaba otro andamiaje educativo. De hecho, eso lo entendí dos años antes, en julio de 1999, cuando la II Bienal de Pintura Nicaragüense fue el escenario de una batalla entre lo que podríamos llamar los artistas contemporáneos y los pintores tradicionales. En aquella oportunidad una obra mía, titulada Vuelo difícil (1999), fue distinguida con el primer lugar de los premios que entregaba la bienal. La obra era un ensamblaje de un vestido del cual colgaban pequeños portarretratos con imágenes; utilizaba técnicas
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