Revista Trimestral del Centro INAH Campeche
AĂąo 6 No. 21
Septiembre 2019
DIRECTORIO Secretaria de Cultura Alejandra Frausto Guerrero Director General del Instituto Nacional de Antropología e Historia Diego Prieto Hernández Coordinador Nacional de Centros INAH Joel Omar Vázquez Herrera Encargada de la Coordinación Nacional de Difusión Rebeca Díaz Colunga Directora de Divulgación Mayra Mendoza Avilés
Consejo editorial Luis Fernando Álvarez Aguilar Iván Urdapilleta Caamal Ana Patricia Figueroa Balam Verenice Ramírez Rosado Coordinación editorial Verenice Ramírez Rosado Marilyn Domínguez Turriza Marco Antonio Salazar Gómez Antonio Benavides Castillo Diseño Editorial Fernando Ariel Daniel Bustillos
Directora del Centro INAH Campeche Adriana Velázquez Morlet
Glifos, año 6, No. 21, Septiembre 2019, es una publicación trimestral editada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, Córdoba 45, Colonia Roma, C.P. 06700, Delegación Cuauhtémoc, Ciudad de México, www.inah.gob.mx, revista.glifos@inah.gob.mx Editor responsable: Adriana Velázquez Morlet. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No.: 04-2013-092013430700-203., ISSN: 2007-9451, ambos otorgados por el Instituto Nacional de Derechos de Autor. Responsable de la última actualización de este Número, Centro INAH Campeche, Fernando Ariel Daniel Bustillos, Calle 59 #36 entre 14 y 16 col. Centro Histórico, C.P. 24000, Campeche, Campeche, fecha de última modificación, 27 de septiembre de 2019. Queda prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
ÍNDICE Editorial...............................................................................4 Adriana Velázquez Morlet
La guerra entre los mayas antiguos................................6 Julio Cruz
Campeche en el grabado holandés...............................12 Michel Antochiw
De la certidumbre a la incertidumbre..........................26 José Crisanto Franco Moo
Reseña de los cursos de verano....................................30 Verenice Ramírez Rosado
EDITORIAL
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Estimados lectores, estamos muy complacidos de presentarles la edición número 21 de GLIFOS, que en esta ocasión contiene artículos de especialistas que abordan diversos aspectos relacionados con la investigación y difusión de la historia y el patrimonio cultural del sureste mexicano.
De igual forma, refiere el desarrollo de los enfrentamientos bélicos y las características de los guerreros, sus armas y su indumentaria de protección, haciendo énfasis en la figura de los gobernantes y de los cautivos como puntos focales de estos sucesos recurrentes dentro de las sociedades mayas del pasado.
El arqueólogo Julio Cruz da la bienvenida a esta edición con el trabajo titulado La guerra entre los antiguos mayas, en el que abunda acerca de los conflictos bélicos en el periodo Clásico maya, proponiendo que su objetivo fue la dominación de ciudades vecinas para obtener tributos y cautivos. El autor también hace referencia a la guerra en el período Postclásico, como una actividad enfocada a la expansión de territorios, y concluye de manera general, que las guerras tuvieron un papel decisivo para el control de recursos básicos y de la población, eliminando enemigos, buscando ventajas estratégicas y expandiendo su sistema político.
A continuación, en el texto Campeche en el grabado holandés, el fallecido investigador, historiador y cartógrafo Michel Antochiw Kolpa, nos transporta al Campeche del periodo virreinal, por medio de dibujos y litografías de origen holandés que, como el autor describe, representan algunas edificaciones de la época, su paisaje urbano y batallas navales imaginarias, cuyo objeto era exaltar las proezas de piratas como Edward Mansvelt, Laurent Graff “Lorencillo” y Cornelius Corneliszoon Jol “Pata de palo”; además de disponer de la vista de este puerto y sus fortificaciones como parte de sus actividades de espionaje, aunque no siempre plasmadas de manera real y objetiva.
Su trabajo se extiende hasta las últimas décadas del siglo XIX, con ilustraciones de Campeche de B.M. Norman, Hildebrand y el campechano F.G. Barrera. El doctor José Crisanto Franco Moo, en el artículo De la certidumbre a la incertidumbre: cambios demográficos y diversificación económica 1915-1930, se traslada al Yucatán de la primera mitad del siglo XX para analizar la dinámica poblacional de la zona henequenera, en un período de transición económica entre la agricultura de monocultivo y la diversificación de actividades y, por lo tanto, de incertidumbre laboral, fenómeno que se acrecentó por procesos migratorios, tanto de otras latitudes como internos (campo-ciudad) entre 1910 y 1935. Asimismo, el autor habla de la economía de los regímenes socialistas yucatecos de la post revolución, así como la transformación de los sujetos sociales a través de sus actividades productivas.
Finalmente Rutas del Tiempo de Verenice Ramírez, invita a conocer el trabajo de divulgación de la cultura del Centro INAH Campeche, a través de sus cursos de verano, realizados en el Hogar de Ancianos “María Dolores Lanz de Echeverría” y en el Centro de Desarrollo Comunitario de San Francisco Kobén, en Campeche. El primero dirigido a adultos mayores y el segundo a niños de 6 a 12 años, cuyo objetivo fue conocer los aportes culturales que los religiosos legaron a México desde su llegada hace 500 años, así como nuestro quehacer institucional. Esperamos que disfruten la revista.
Adriana Velázquez Morlet Centro INAH Campeche
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LA GUERRA ENTRE LOS MAYAS ANTIGUOS Julio Cruz Durante el descubrimiento de la cultura maya en el siglo XIX y su posterior estudio, los investigadores definieron a los mayas como seres pacíficos que habitaban en ciudades de piedra, gobernados por sabios sacerdotes dedicados a la astronomía, creyendo haber encontrado esa sociedad utópica que describía Tomás Moro. Nada más lejos de la realidad. A partir de finales del siglo XX el estudio de los restos arqueológicos, así como los relatos de los cronistas españoles, nos describen comunidades tan beligerantes como cualquier otra civilización.
La guerra David Webster (1999) define las ‘guerras’ como confrontaciones planeadas por grupos organizados en combatientes, que comparten, o creen que comparten, intereses comunes y están dispuestos a perseguir sus intereses utilizando formas de intimidación y confrontación armada que pueden involucrar matanzas deliberadas. Esta definición es la más acertada cuando hablamos de guerra entre mayas antiguos, a pesar de que hay quienes tienen una visión sádica de la sociedad maya, de la cual piensan que únicamente realizaba incursiones con el fin de conseguir cautivos para sus sacrificios. Descartando la idea de que pudieran sostener guerras a gran escala. Esta visión de la guerra como simples incursiones queda completamente ausente durante el Posclásico cuando encontramos a pueblos como los quichés que bajo el mando de Quicab el Grande, llevaron a cabo una guerra expansionista, llegando a ocupar un extenso terreno en los altos de Guatemala. En las ciudades tomadas por los quichés los gobernantes eran sustituidos por nuevos señores que imponían el culto al dios Tohil (Grazioso, 2002, p. 220).
Esta idea podría mantenerse durante el período Clásico, donde la principal razón de la guerra era dominar a la ciudad vecina para obtener tributos y cautivos. De modo que el gobernante obtenía un rápido aumento de su riqueza y de prestigio por su liderazgo en la guerra. Sin embargo, conocemos enfrentamientos que duraron largos períodos de tiempo como las guerras declaradas entre Palenque y Toniná, Calakmul y Tikal o Quiriguá y Copán, entre muchas otras. Así como alianzas entre distintas ciudades, como el caso de Calakmul con El Perú, Dos Pilas, Cancuén y Caracol, siendo esta primera la de mayor influencia. Todas ellas buscaban controlar las rutas comerciales que surtían de artículos de lujo a las ciudades (Stuart, 2007, p. 42).
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A pesar de que la guerra estaba fuertemente ritualizada tanto en su preparación como durante las campañas o la celebración de la victoria, el fin último de la guerra siempre fue controlar los recursos básicos y a los subordinados de estos territorios, eliminar enemigos, buscar ventajas estratégicas y expandir su sistema político, dando lugar a una marcada estratificación social.
Desarrollo de la guerra Es probable que la guerra se produjese de forma estacional, antes o después de la época de cosechas, de forma que se pudiesen realizar levas de población, priorizando las estaciones secas frente a las lluviosas. Igual que el clima, el terreno influyó en las prácticas de guerra, utilizando los densos bosques para tácticas defensivas, mientras que los claros eran aprovechados para las maniobras ofensivas y emboscadas (Kettunen, 2011, pp. 410-412).
Figura 1. Dintel 3 Bonampak, Chiapas, México.
Respecto a las armas empleadas, predominaron en el corto alcance cuchillos, lanzas, hachas, garrotes, etc. Utilizando la obsidiana, el cuarzo y el pedernal para las armas de filo, y la piedra y madera para armas contundentes, de igual modo utilizaron conchas y dientes de peces como elementos cortantes. Las armas arrojadizas como arcos, hondas o cerbatanas cobraron mayor protagonismo a lo largo del Clásico y Posclásico. En ocasiones utilizaban el veneno de animales o arrojaban nidos de insectos cuya picadura era muy dolorosa. De igual modo empleaban tácticas de guerra psicológica por medio de instrumentos que produjesen sonidos intimidatorios como tambores, trompetas de concha de caracol o sus propias voces. Para atacar ciudades costeras o ciudades con ríos navegables llevaron sus canoas para un desplazamiento más rápido, también eran buenos puntos donde colocar a los mejores indios flecheros (Kettunen, 2011, pp. 406-407).
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Los guerreros ¿Existieron únicamente guerreros de élite o se realizaban levas de población?, ¿había centros donde se instruía en el arte de la guerra?, ¿cuál era la organización de los ejércitos?, ¿cuántos soldados formaban los ejércitos? Estas y muchas otras cuestiones siguen siendo un enigma para los investigadores. Sin embargo, conocemos mejor la función de los altos cargos del ejército ya que al ser los mayas antiguos una sociedad belicosa, los guerreros de élite formaban parte de la nobleza y por tanto dejaron registro epigráfico. Algunos de los títulos que conocemos son: b’aah pakal “el primer escudo” y b’aah tok’ “el primer pedernal”, ambos fueron títulos menores relacionados con la guerra. Lakam pudo tener una función determinante a la hora de realizar levas. B’aahte’ se ha identificado como una especie de capitán que en ocasiones los propios gobernantes añadían a su título de ajaw, b’aahte’ ajaw. Junto al B’aahte’, el nacón planeaba la estrategia militar, era una figura elegida cada tres años y durante este período debía guardar celibato, no comer carne ni emborracharse. El yajawk’ahk’ fue una figura ligada al sacerdocio pero con un importante rol en los actos bélicos. Es posible que fuera el sacerdote guerrero encargado de llevar las imágenes de los dioses al campo de batalla (García, 2011, pp. 419-423) (Grazioso, 2002, pp. 23-24).
La figura del gobernante en la guerra El gobernante maya era el k’uhul ajaw, el “señor sagrado”, por tanto el líder espiritual, el enlace entre dioses y humanos que podía comunicar ambos mundos por medio de distintos ritos para propiciar buenos augurios en guerras o cosechas. Asimismo, era el máximo líder militar que comandaba a sus guerreros hacia la victoria. El éxito en las empresas militares lo legitimaría como guardián del orden y el equilibrio. Aunque lo cierto es que normalmente delegaba las funciones militares en familiares y vasallos designados en lugares estratégicos.
Figura 2. Detalle del tablero en el Palacio de Palenque, Chiapas, México.
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El camino hasta convertirse en gobernante comenzaba desde muy pequeño. Una vez cumplía 6 años se le realizaba su primer sangrado de pene, rito en el que se abandonaba el mundo femenino, simbolizado por el cuidado de la madre para entrar al mundo masculino, ingresando en la “casa de los muchachos” donde sería preparado junto a otros jóvenes del linaje para su futuro cargo (Rodríguez, 2011, pp. 292-293).
Su entronización llegaba finalmente tras la muerte de su padre y las correspondientes ceremonias fúnebres. El príncipe heredero se convertía en ajaw o k’uhul ajaw dependiendo del rango de la ciudad.
Por lo general, el príncipe heredero (b’aah ch’ok) sería el primogénito del gobernante. No obstante, en el caso de fallecer podría ocupar su puesto algún hijo menor o hermano del gobernante. El príncipe heredero tenía que demostrar su fiereza en la batalla y al menos conseguir un prisionero antes de llegar al poder. En Palenque encontramos representaciones en la que el príncipe heredero es reconocido como tal por medio de una ceremonia en la que su padre le entrega un casco y su madre el escudo y la punta de pedernal, enfatizando la función de defensor del reino (Rodríguez, 2011, p. 293).
Figura 3. Monumento 172 Capturado Toniná, Chiapas, México
Cautivos (b’aak) Tras la conquista de una ciudad o pueblo por los mayas, estos capturaban rehenes que servían como trofeos de guerra y pasaban a ser propiedad de su captor o del gobernante de la ciudad vencedora. Los cautivos tuvieron una gran importancia en el ejercicio de la guerra tanto a nivel ritual, diplomático como artístico. Fueron elementos de gran prestigio tanto para los gobernantes como para los propios guerreros. Una vez capturados y llevados a la ciudad, eran desnudados y arrebatados de todos sus elementos ornamentales. En el caso de las orejeras eran sustituidas por tiras
de papel, como símbolo de humillación y sometimiento. Tras esto eran expuestos desnudos y atados públicamente mientras se les vejaba. De igual modo eran torturados antes de su cometido final, el sacrificio. (García, 2011, p. 424). Los cautivos de mayor estatus eran los generales o los propios gobernantes. La captura de uno de ellos podía poner fin a la batalla. Estos prisioneros con condición de nobleza, vivieron en las cortes como propiedad personal del gobernante o de su captor, expresando cierto estatus.
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El final de su cautiverio podía llegar de dos maneras; cumpliendo una función práctica y regresando a su ciudad de origen como señor (ajaw) subordinado a su k’uhul ajaw. O cumpliendo una función ritual, en este caso era sacrificado en alguna ceremonia especial. Cuando uno de estos gobernantes era capturado se referían a ellos como “no creación, no oscuridad” (ma’ ch’ab ma’ ak’ab) lo cual significaba que eran despojados de sus poderes rituales y de creación (Stuart, 2007, pp. 45-47).
Resulta difícil decir cuántas representaciones existen porque la mayoría son reproducciones, variantes o copias.
También existió un tipo de cautivo que podrían no ser sacrificados, como escribas o artistas que pasarían a formar parte del grupo de especialistas del bando vencedor, cumpliendo una función puramente práctica. Al igual que la calidad, la cantidad de cautivos adquiridos era importante pues esto daba acceso a distintos títulos. Estos cautivos podrían ser sacrificados o empleados como sirvientes. Normalmente los prisioneros tomados en la batalla pasaban a ser esclavos y los prisioneros de alto rango eran sacrificados. Podemos decir que había distintos tipos de cautivos en función de su posición o sus conocimientos dentro de la sociedad conquistada. A pesar de ello, todos tenían una utilidad, tanto desde el punto de vista ritual y simbólico como desde el punto de vista práctico.
Figura 4. Glifos que describen títulos bélicos en función de los cautivos tomados. Visto en Voces de Piedra (figura 292).
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Conclusión final Si repasamos cada uno de los elementos de la guerra entre los mayas, observamos que ni las motivaciones que la mueven ni su desarrollo varían demasiado de las del resto de civilizaciones. La guerra es un motor económico que cohesiona la sociedad en tiempos de crisis interna y que sirve como herramienta para justificar el poder de las élites. Las anecdóticas diferencias aparecen cuando es el medio el que influye, es decir, los materiales para la fabricación de armas y el terreno de combate; herramientas y tácticas.
Por tanto, deberíamos preguntarnos ¿es la guerra uno de los elementos que define al ser humano en sociedad?, ¿son éstas consecuencias de la búsqueda y acumulación de poder?, ¿existe una relación directa entre la guerra y el poder? O simplemente la guerra evidencia la maldad de nuestra especie y nos despoja de nuestra falsa bondad. Estas preguntas darían pie al eterno debate de si el ser humano es malo por naturaleza o si es la sociedad la que lo corrompe.
Bibliografía García, H. (2011), De armas y ataduras: guerrero y cautivos, en A. Martínez y M. E. Vega (coord. Eds.), Los mayas voces de piedra, México D. F.: Ámbar diseño, pp. 417-429. Grazioso, L. (2002), La guerra: religión o política, en M. de la Garza y M. I. Nájera (eds.), Religión maya, Madrid: Editorial Trotta, pp. 217-246. Kettunen, H. (2011), Las guerras: técnicas, tácticas y estrategias militares, en A. Mártinez y M. E. Vega (coord. Eds.), Los mayas voces de piedra, México D. F.: Ámbar diseño, pp. 401-416. Rodríguez, A. (2011), El señor sagrado: los gobernantes, en A. Martínez y M. E. Vega (coord. Eds.), Los mayas voces de piedra, México D. F.: Ámbar diseño, pp. 291-303. Stuart, D. (2007), Los antiguos mayas en guerra. Arqueología Mexicana, 84, 41-47. Webster, D. (1999), Ancient Maya Warfare, en K. Raaflaub y N. Rosenstein(eds.), War and Society in the Ancient and Medieval Worlds.Asia, The Mediterranean, Europe and Mesoamerica, Washington, D. C.: Center for Hellenic Studies, Trustees for Harvard University, HUP, pp. 333-360.
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Campeche en el grabado holandés Michel Antochiw
Campeche ha sido, junto con Veracruz y Acapulco, el puerto mexicano más dibujado y litografiado durante el largo período virreinal. Resulta difícil decir cuántas representaciones existen porque la mayoría son reproducciones, variantes o copias de anteriores, adornadas con pequeñas escenas tales como batallas navales imaginarias cuyo único propósito consistía en exaltar las proezas de aquellos que habían participado en los asaltos al puerto. Sin embargo, todas estas imágenes tienen algo en común: casi todas, con excepción de una, son de origen holandés. La más antigua representación gráfica del puerto de Campeche es posiblemente el plano o vista pintado por Nicolás Cardona, quien estuvo en Campeche en 1614. Cardona dibujó su códice algunos años más tarde a partir de los apuntes que tomó durante su breve estancia en este puerto cuando se dirigía a la Laguna de Tris en busca de ostras perlíferas1. En el fondo de una vasta bahía, a lo largo de la costa, está representada la Villa de San Francisco de Campeche, dispuesta casi en forma de tablero de ajedrez. Esta representación no pretende ser realista, sino que ubica la masa urbana cerca de la cual, por el rumbo de San Román cuya iglesia está a la orilla del mar, se perfila la Fuerza de San Benito (Figura 1). Este dibujo nos indica que, entre 1608 y antes de 1614, el proyecto de fortificación formulado por Carlos de Luna y Arellano se había materializado en la forma en que lo proyectó el gobernador.2 La fuerza de San Benito, junto con las fortificaciones de la Plaza de Armas, fueron las primeras obras defensivas edificadas en Campeche. Por encontrarse en el camino que desde Lerma conducía a Campeche, pasando por la playa de San Román, la Fuerza de San Benito llegó a constituirse en un obstáculo para los asaltantes que, sin detenerlos, permitía frenar su marcha y dar tiempo a los defensores de armarse y organizar su defensa.
Figura 1. San Francisco de Campeche. Nicolás Cardona. 1614. Biblioteca Nacional de Madrid. Manuscritos de América. 2468. 1
El códice se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid. Manuscritos de América, 2468. Ver: Michel Antochiw, Los viajes de Nicolás Cardona a América. 1613-1623. UDEM. Monterrey. 2007. 2 Michel Antochiw. “La Fuerza de San Benito”, en MATACAN. Núm. 4. Campeche. 2007.
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Esta situación, bien conocida por los invasores, los decidió a tomar una medida drástica: en 1663, Edward Mansfeld voló hasta sus cimientos la Fuerza de San Benito cuando tomó la Villa. El gobernador Francisco de Esquivel mandó reconstruir la fortificación, sin embargo, esto debió tardar bastante tiempo ya que en 1672 no se había concretado todavía.3 Desde mucho antes, debido al estado de abandono en que se encontraba la fortificación, el gobernador Francisco de Bazán, entre 1657 y 1658, la había hecho reconstruir. Ese mismo año, el mismo gobernador mandó edificar en el otro extremo de la Villa, el pequeño fuerte de San Bartolomé, ubicado entre el convento de San Francisco y la iglesia de Guadalupe. Finalmente, años más tarde, en 1676, se construyó el pequeño fuerte de San Carlos, ubicado 4 entre San Benito y la Fuerza vieja de la Plaza de Armas , y que serviría de punto de arranque para la construcción de la muralla. Ahora bien, ¿representan los grabados holandeses una imagen objetiva y real de lo que era Campeche vista desde el mar en el siglo XVII, o son imágenes creadas por la imaginación de algún artista? Una observación cuidadosa nos permite, comparando las diversas imágenes conocidas, llegar muy pronto a una conclusión: todas provienen de un prototipo o modelo común del que se derivan las distintas representaciones que se repiten durante casi dos siglos. Pero ¿Cuál es este prototipo? Entre los grabados y dibujos conocidos y comentados por algún estudioso, notamos uno en particular (Figura 2) que Calderón Quijano atribuye acertadamente al mismo autor que la vista de Veracruz ―conservados ambos en la Biblioteca Nacional de Paris―5, sobre la cual comenta:
Figura 2. Anónimo. “Campetie”. Bibliothèque National de Paris. C y P. 141, 8, 1.
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Calderón Quijano, José Antonio. Fortificaciones en Nueva España. Madrid. 1984. Ver pág. 262 y nota 27. En nuestro artículo ¿Quién fue el autor de la planta del recinto fortificado de Campeche?, publicado en MATACAN, 2, afirmamos erróneamente que el baluarte de San Carlos era el que popularmente se llamaba El Bonete. Esta palabra se aplicaba en realidad al antigua baluarte que ocupaba el espacio del actual baluarte de la Soledad. 5 Calderón Quijano, J. A. Op. cit. Figuras 130 y 17. Biblioteca Nacional de París. CyP. 141,6,1 y 141, 8,1. 4
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“De la misma época (diríamos que es anterior al siglo XVII) o un poco posterior, tenemos una vista de Veracruz y Ulúa, probablemente hecha por un autor nórdico que presenta las edificaciones cubiertas en la mayoría de los casos por un tejado a dos aguas, y hace pensar más bien en un puerto del norte de Francia o de los Países Bajos.”6 Discrepamos algo con la fecha, aunque aproximada, que Calderón Quijano atribuye a ambas vistas. El mismo Calderón Quijano en su obra, reproduce un tercer dibujo conservado también en la Biblioteca Nacional de París, con las mismas características y de la misma época que los dos anteriores pero a este último le atribuye una fecha de principio del siglo XVIII.7 Se trata de una vista del Puerto de Acapulco, adornada con una banda volante similar a las de los dos dibujos anteriores. Hemos localizado otro grabado con la misma vista de la Villa, también llamada “Campetie”, animada con un navío disparando sus cañones contra la plaza (Figura 3).
Figura 3. Anónimo holandés. s.f. Campetie.
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Idem. Pág. 44. Calderón Quijano, J.A. Op.cit. Figura 217. CyP. 171,1, 6/1.
Últimamente, hemos tenido la oportunidad de conocer un grabado que no habíamos visto antes, que como en la mayoría de los casos, carece de la información necesaria para su ubicación en el contexto en que se publicó. El título de las explicaciones VERGLARINGE DER SYFERGETALEN, parece indicar que estas se deben a un tal Syfer (con las reservas que esta traducción puede significar). Sin embargo, por la información que ofrece, resulta sumamente útil para darle una posición bastante precisa en la escala del tiempo (Figura 4). Aunque no hemos podido traducir todo el texto, impreso en viejo flamenco, este grabado lleva por título St. FRANCISCO DE CAMPECHE, escrito en parte en francés, y ostenta en el borde inferior izquierdo un mapa de la Península de Yucatán –con la ubicación de Campeche- y de gran parte de la costa atlántica de América Central, con una topografía escrita en español. Todas las demás inscripciones están en holandés antiguo, que difiere mucho del flamenco actual.
Figura 4. St. Francisco de Campeche. Anónimo holandés. 1672.
La escena abarca una vista de Campeche que cubre desde el convento de San Francisco hasta los límites de Lerma. Frente a la Villa, está anclada la flota enemiga y en primer plano, una escena representa a la manera de la época, la captura de un barco español perseguido por dos fragatas holandesas y rodeado luego de pequeñas naves que lo aprisionan. Las escenas más reveladoras se desarrollan en tierra firme donde los invasores desembarcados cerca de Lerma y formados en escuadrones, recorren la playa rumbo a la Villa y de paso, incendian y queman dos fragatas guardacostas ancladas cerca de la playa, entre San Román y Campeche. En su recorrido pasan frente a una “batería en pedazos”, la Fuerza de San Benito, que erróneamente llegamos a pensar que correspondía a la que fue destruida por Mansvelt, en 1663.
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Sobre la playa, los pobladores asustados huyen rumbo a San Francisco, junto a un pelotón de milicianos con su bandera. Estas escenas nos permiten sin duda alguna, fijar la fecha del evento descrito: se trata del amago a Campeche perpetrado por Laurent Graff, conocido como Lorencillo, el 31 de marzo de 1672. En esta ocasión, las huestes enemigas desembarcaron al anochecer cerca de Lerma, recorrieron la playa hasta el astillero donde incendiaron dos fragatas en construcción y por orden de su jefe, volvieron a embarcarse. En la mañana del día siguiente, una fragata de matrícula campechana que llegaba de Veracruz, fue perseguida y capturada frente al puerto, perdiéndose los 120,000 pesos en plata que traía. Por la amplitud del paisaje dibujado que se extiende desde el convento de San Francisco hasta más allá de San Román (Figura 5), es el único grabado que abarca esta extensión ya que todos los demás conocidos, sólo reproducen parte de este paisaje.
Figura 5. Detalle del asedio a la Villa de San Francisco de Campeche en 1672.
El más conocido de todos los grabados de Campeche es sin duda aquél que representa una batalla naval frente a la Villa. Una banda volante con la misma inscripción que en la figura 5: St. FRANCISCO DE CAMPECHE, ondea sobre la escena finamente grabada. Fue publicado en Ámsterdam en 1673, en el libro de Olfert Dapper, intitulado Die unbekante Neue Welt… (Figura 6).
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Figura 6. San Francisco de Campeche. O. Dapper. Ámsterdam. 1673.
El éxito de este grabado fue indudable ya que, con algunas ligeras modificaciones, fue publicado en Francia en 1728 (Figura 7) y en Ámsterdam, grabado por P. Schenk, con leyendas en flamenco y en italiano (Figura 8), adornado con un tranquilo paisaje naval dominado por galeones que ostentan la bandera holandesa. En la leyenda advertimos que, en Campeche, provincia de Yucatán, abunda la producción del “índigo”, refiriéndose al palo de tinte. Regresando a la figura 4, dos detalles resaltan: las ruinas de San Benito y la ausencia del fuerte de San Bartolomé. Revisando la historia de estas fortificaciones, recordamos que ambas son del año de 1657. Así mismo, el hospital y su iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, estuvieron en funcionamiento hasta años después de que los religiosos de la orden de San Juan de Dios se encargaran del Hospital en 1626 y que se construyera el nuevo edificio.
Tampoco se menciona la presencia de dos iglesias entre el convento de San Francisco y la Plaza de Armas. La más antigua era la capilla o ermita de Guadalupe, mencionada por Cogolludo y Cárdenas Valencia y que es descrita como “capilla” en la figura 4. No aparece la “Iglesia nueva de San Francisco” o sea La Mejorada, que sustituyó provisionalmente a la del Convento mientras éste se trasladaba al nuevo edificio conocido como San Francisquito, cuya construcción parece haberse iniciado en 1654 o 1655. En el Plano de Campeche de 1658, levantado por Francisco de Bazán, ya está la Iglesia nueva de San Francisco y desapareció el Hospital y su iglesia de los Remedios.
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Figura 7. Combate naval frente a Campeche. París. 1728.
Así pues, en la figura 4 que representa el asalto a Campeche por Lorencillo en 1672, el paisaje urbano no corresponde a la fecha del evento que describe. Las ruinas de San Benito no son el resultado de la destrucción hecha por Mansvelt en 1663, sino que representan el paisaje urbano anterior a las obras ejecutadas por Francisco de Bazán, quien reconstruyó el arruinado San Benito y edificó el fuerte de San Bartolomé, en 1657. Todos los grabados holandeses que representan el Puerto y Villa de Campeche, utilizan sin modificarlo, el mismo prototipo establecido durante el segundo cuarto del siglo XVII, a pesar de representar, como en el caso de la figura 4 y otras, escenas ocurridas décadas después y en otros casos, simplemente fantasiosas.
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Figura 8. Campeche. Grabado de P. Schenk. Ámsterdam. s.f.
¿Cuál ha sido el prototipo del paisaje urbano de Campeche en los grabados holandeses? Esta pregunta queda sin contestar ya que los dibujos existentes en la Biblioteca Nacional de París, no son más que dibujos que permanecieron fuera del alcance de los grabadores holandeses, copiados así mismo de otro original, posiblemente grabado o impreso, que sirvió de modelo durante casi dos siglos. Esperamos que un día próximo, alguien encuentre y difunda esta información. Finalmente, nos hacemos esta última pregunta: ¿A quien interesaba disponer de una vista tan detallada de Campeche en un país tan lejano como Holanda?
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La presencia holandesa en las costas americanas se inició al final del siglo XVI, pero se incrementó en forma importante desde el inicio del siglo siguiente. Después de que en 1602 se fundó la Compañía Holandesa de las Indias Orientales que arruinó y expulsó al comercio portugués de la India y dominó Indonesia, Holanda buscó establecer su presencia en América, mediante la creación, en 1621, de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales que, contrariamente a la otra, basó sus acciones en el comercio de esclavos y en la piratería. Sin embargo, esta Compañía quebró en 1675. Los holandeses se establecieron en varias islas de las Antillas y en Surinam, así como en un lugar de la costa atlántica de América del Norte que llamaron Nueva Ámsterdam. Años más tarde, cedieron este asentamiento a Inglaterra en 1667. Se le conoce actualmente como Nueva York. Alrededor de su colonia los holandeses levantaron un muro de protección, actualmente Wall Street, y fundaron en el vecindario un pequeño poblado llamado Breukelen, actualmente Brooklyn. Como otros, los holandeses alternaban el comercio de esclavos y del palo de tinte, a veces llamado índigo, con el contrabando y el asalto a los barcos españoles y a los puertos. Uno de sus piratas más famosos fue Piet Hein, quien capturó la flota de la Nueva España frente a las costas de Cuba, en 1628. El asalto a Campeche de 1633, fue perpetrado por el holandés Cornelius Corneliszoon Jol, conocido como Pata de Palo y por Diego el Mulato, originario de Cuba. Otro holandés, Mansvelt, saqueó Campeche en 1663 y su paisano Laurent Graff, Lorencillo, amagó Campeche en 1672 y lo saqueó en 1685. Otros marinos holandeses se hicieron famosos por sus depredaciones tales como Joris Van Spilbergen, Van Horn, etc. Lo interesante de todo este asunto es que los asaltos holandeses a Campeche coinci-
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den con la existencia de la Compañía de las Indias Occidentales, 1621-1675, aunque algunos de estos piratas permanecieron por su cuenta en la región, asociados con otros, después de la quiebra de la Compañía. Disponer de la vista del puerto y de sus fortificaciones era parte de las actividades de espionaje, comunes en esta época y muy bien logradas, diríamos. EL PAISAJE URBANO En la figura 5, en la que aislamos el paisaje urbano del grabado de 1672, vemos dibujado el Convento de San Francisco (1), las casas de los mayas (2) y la Iglesia de Guadalupe (3). Aunque Calderón Quijano cree que las casas son de tipo francés o nórdico, con tejados a dos aguas, en realidad son casas tradicionales de la región, con techos de palma o guano, que también era utilizado para techar casas de mampostería construidas por los españoles. No aparecen, sin embargo, el “fortín de San Bartolomé” ni “la iglesia nueva de S. Francisco” indicados ya en el plano de Francisco de Bazán, en 1658 (Figura 9). En el otro extremo del paisaje, vemos las ruinas de la Fuerza de San Benito (10), la Iglesia de San Román (9) y la ubicación del astillero (8) que no viene indicado en ningún plano de la época. La parte más importante de la figura 5, es sin duda la que corresponde a la Plaza de Armas, descrita ya en el plano de Carlos de Luna y Arellano, que representa los edificios existentes en 1604 (Figura 10), con las fortificaciones propuestas para la defensa de la Villa. Estas son: la Fuerza Vieja, también llamada El Bonete (A) después de su reconstrucción por Francisco de Bazán, la muralla frente al mar que desde la Fuerza corría hasta la Casa del Alcaide que, a su vez, por un pasillo permitía el acceso a la Plaza, y la otra muralla que, desde la Fuerza, corría perpendicularmente a la playa hasta otro pequeño fortín.
Figura 9. Detalle del plano de Francisco de Bazán. 1658.
En el plano mencionado de 1604, en la Plaza de Armas está la Iglesia Mayor, conocida también como la Parroquia, y el Hospital, cuya capilla estaba dedicada a Nuestra Señora de los Remedios. Entre el hospital y la Iglesia Mayor está una casa particular que sería demolida cuando se procediera al inicio de la construcción de una Iglesia Nueva que se convertiría en la Catedral de Campeche. Frente a la Plaza están las Casas Reales o Audiencia. Esta misma disposición aparece en la figura 11 que reproduce un detalle de la Plaza de Armas del grabado de 1672 tal y como existía antes del año de 1658, cuando se dibujó el Plano de Francisco de Bazán. En la figura 12, detalle del bello grabado de 1673, aparece el mismo frente fortificado de la Plaza de Armas, con las mismas construcciones. Este grabado tiene ya un avanzado sentido artístico. Los mismos edificios aparecen en los demás dibujos y grabados holandeses (Figuras 2, 3, 7 y 8), sin ninguna aportación o cambio y el mismo modelo se conserva inalterado en el grabado inglés de 1828 (Figura 13) mismo que veinte años después, en 1848, John Phillips reproduce en su bella litografía (Figura 14), sin nunca haber estado en Campeche, perpetuando quizás sin saberlo, un modelo que ya tenía dos siglos.
Figura 10. Detalle del plano de la Plaza de Armas de 1604.
Figura 11. Detalle del grabado holandés de 1672.
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Figura 12. Detalle del grabado de O. Dapper. 1673.
Figura 13. AnĂłnimo. Campeche. Grabado inglĂŠs. 1825.
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Figura 14. Campeche. Litografía de John Phillips. 1848.
No quisiéramos dejar pasar la oportunidad sin mencionar algunos de los dibujos y grabados del siglo XIX que, a pesar de su pobre calidad artística, aportan elementos nuevos como, por ejemplo, la imagen de la muralla que corre por todo el frente, con su Puerta de Mar y la guardia que vigila su muelle. La nueva Iglesia Mayor, hoy Catedral, deja ver todavía una sola torre y su cúpula. El Baluarte de la Soledad avanza en punta sobre la playa mirando, en el otro extremo de la muralla, al Baluarte de San Carlos. Por encima de la muralla aparecen tímidamente los perfiles de los edificios más altos de la ciudad junto a la bandera mexicana. El primero de estos dibujos (Figura 15), una pequeña litografía, se debe al oportunista viajero americano, B.M. Norman quien, en 1842, aprovechando el éxito editorial de la obra de Stephens, realizó un viaje relámpago a la Península para publicar en 1843, su pobre Ramblers in Yucatán. Sin embargo, la abreviada vista de Campeche fue entonces el retrato más actualizado del Puerto y, con algunas adiciones y un necesario toque artístico dado por el célebre Ignacio Cumplido, se lució en el Álbum Mexicano, publicado en 1849 (Figura 16).
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Figura 15. “Campeachy”. B.M. Norman, Ramblers in Yucatán. 1843.
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Figura 16. Campeche. El Álbum Mexicano. Ignacio Cumplido. México. 1849.
El grabado de Hildebrand para ilustrar en 1885, Les Anciennes Villes du Nouveau Monde, de Désiré Charnay, no es más que una vista del muelle frente a una muralla y una Puerta de Mar (Figura 17) que recuerda más las escenas fantásticas y maravillosas de Las Cruzadas, de Gustavo Doré, que las alegres y soleadas playas campechanas. Figura 17. Campeche, por Hildebrand. Les Anciennes Villes du Nouveau Monde, de D. Charnay. París. 1885.
Lleno de buenas intenciones, aunque desprovisto de técnica, F.G. Barrera dio en 1863 a la estampa una vista de su querido Campeche (Figura 18), para el Repertorio Pintoresco que se publicaba en Mérida. Sobre el muelle, una edificación posiblemente de madera, parece ofrecer un poco de sombra y de frescura a los rudos marinos agobiados por el ardiente sol.
Figura 18. Campeche, por F. G. Barrera. El Repertorio Pintoresco. Mérida. 1863.
Debajo de esta vista aparece un breve, pero muy ilustrativo Plano de 9 millas de la costa de Campeche, en el que pueden localizarse los baluartes y baterías de la segunda mitad del siglo XVIII, así como los baluartes de la muralla, que formaban en conjunto, el sistema defensivo de Campeche. Esta última vista dibujada por Barrera, anterior a la fotografía, es como el punto final que un artista campechano, como homenaje a su ciudad, logró obsequiarle para concluir la larga serie de las imágenes del Puerto de Campeche.
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De la certidumbre a la incertidumbre: cambios
demográficos y diversificación económica 1915-1930 José Crisanto Franco Moo
El presente artículo, lo mueve el interés por comprender la dinámica de la población de la zona henequenera de Yucatán en un período de transición económica entre agricultura de monocultivo y la diversificación de actividades y, por lo tanto, de incertidumbre laboral. Fenómeno acrecentado por la inmigración proveniente de otras latitudes y la emigración interna campo-ciudad entre los años 1910-1935. La disertación tiene como un segundo aliciente el contextualizar la economía de los regímenes socialistas yucatecos de la post revolución, así como la transformación de los sujetos sociales a través de sus actividades productivas. Considero que cualquier investigación histórica seria debe considerar además del espacio y el tiempo, la descripción de la población (demografía) sobre la cual se delimita el objeto de estudio. Ello es una de las características básicas de la ciencia histórica si consideramos que al historiar se registran actos humanos acontecidos en el tiempo. ¿Cómo se integraba la clase dirigente en el Yucatán de principios del siglo XX? ¿Cuáles eran las clases subalternas? ¿Cuántos hombres y mujeres componían la población yucateca entre 1910 y 1935? ¿De qué manera se integraba la estructura social? ¿Cómo se vio afectada la población en una época de cambio entre la agricultura monocultivo de exportación y la naciente industrialización como principal sustento de la economía de la entidad? Las anteriores son algunas de las interrogantes que se tratarán de esclarecer en las siguientes cuartillas del escrito. La orografía de gran parte de la península de Yucatán –exceptuando el territorio del actual estado de Campeche y la parte sur de Quintana Roo- es de naturaleza agreste, compuesto en su mayoría de roca calcárea, vestigio de su pasado marino. En estas condiciones, la agricultura que se practicó desde tiempos inmemorables fue de carácter rudimentario bajo el sistema de tumba, roza y quema, con un período de descanso conocido como barbecho de entre 8 y 12 años por cada área cultivada (Boserup, 1967: 26). A ello se añade el hecho de ser una agricultura sujeta a la irrigación temporal de las lluvias que se precipitan entre los meses de junio a octubre.
el uto er de es as la 4).
La circunstancia descrita en las líneas precedentes, nunca permitió en la época precolombina el cultivo comercial de algún producto agrícola del cual pudiera obtenerse -más allá de la autosuficiencia alimentaria bajo los principios de reciprocidad y redistribución- algún tipo de usufructo económico1. Al concluir los españoles la conquista militar de la península de Yucatán y establecer su dominio en la cuarta década del siglo XVI, los hispanos optaron por implementar un sistema de producción y de tributación que fuere acorde con la naturaleza del medio geográfico y que les permitiera obtener riqueza. En tal esquema -despótico tributario- a decir de Pedro Bracamonte, “las comunidades mayas quedaron subordinadas a la monarquía española, a la gobernación de la provincia y a diversos grupos colonizadores como fueron los encomenderos y los clérigos” (1993: 4). 1
La dieta básica de la etnia maya consistía en la siembra de maíz, frijol, calabaza y chile, además de tubérculos como el camote, el macal, la jícama y el sagú. De igual manera se incluían tallos y hojas de plantas como la yuca y la chaya. No obstante, el maíz era el alimento de mayor importancia.
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Sin embargo, en tres siglos de colonialismo español el sistema de producción evolucionó y hacia finales del virreinato el liderazgo en la propiedad de la tierra la ostentaban los criollos. La producción de ciertos cultivos comerciales (maíz, arroz o caña de azúcar) fue organizada en unidades de producción como las estancias, los ranchos y las haciendas. Estas últimas experimentaron una notable expansión entre el último cuarto del siglo XVIII (al final de la colonia) y la primera mitad del siglo XIX ya en la época independiente. La lectura que Gilbert Joseph ha hecho sobre la transición económica de la colonia al México independiente ofrece una visión del desarrollo de tres ciclos productivos. El primer ciclo lo asocia a la explotación forestal en la colonia temprana, en especial las maderas preciosas y el palo de tinte localizado en las costas, para luego transitar hacia la producción de maíz y crianza de ganado; el segundo ciclo atestigua la emergencia del cultivo de la caña de azúcar en la región sureste bajo el esquema de producción monocultivo de enclave, al cual se atribuye (por su agresiva apropiación de tierras comunales), el estallido de la guerra de castas; el último de los ciclos inicia en la segunda mitad del siglo XIX con el descubrimiento de las virtudes comerciales del henequén, el cual desplazó el centro de gravedad de la producción mediante el esquema de plantaciones en el seno de las haciendas (Joseph, 2010:42-45). La importancia de la reconstrucción de la historia de los sistemas de producción radica en la estrecha relación que la demografía comparte con la economía. Nadie podría negar la certeza de la formulación de Malthus desde el siglo XVIII, al plantear que la población es el motor de la economía y la economía se constituye en el motor del comportamiento demográfico (Reher, 2000: 2021). En la consolidación del liberalismo decimonónico antes y durante el porfiriato, la hacienda henequenera de Yucatán había desplazado en importancia todo tipo de cultivo en la generación de riqueza en la península. En lo que Bracamonte y Sosa (1993: 120-130) ha denominado períodos del régimen de servidumbre, particularmente el segundo y el tercero que abarcan la temporalidad 1850-1915, surgió y se consolidó una clase subalterna de trabajadores indígenas conocidos como “luneros”. Esta fuerza humana de trabajo en constante crecimiento se fue desplazando con sus familias al interior de las haciendas con el objetivo de producir maíz para sustentar la alimentación de toda la estructura laboral de las mismas, es decir, trabajadores asalariados encargados del cultivo del henequén, capataces, operadores de la tecnología para procesar las plantas y los amos con sus familias. Los luneros de facto devinieron a una condición de cuasi esclavitud.
Gráfica 1 Producción histórica del henequén en Yucatán.
En la medida en la que la demanda internacional de la fibra de henequén se fue incrementando, proporcionalmente la mano de obra experimentó un crecimiento sostenido. Al ser la técnica de cultivo del agave de característica extensiva, las haciendas se fueron expandiendo a expensas de las tierras de los pueblos cercanos a éstas mediante el recurso del deslinde de tierras (Ortiz Yam, 2014: 2328). La clase dirigente unida por sus intereses económicos, cometió todo tipo de arbitrariedades con tal de mantener cautivos a los trabajadores. Lo más usual fue la retención por endeudamiento por lo cual los trabajadores proto asalariados se transformaron en peones acasillados, al igual que los luneros cuya función proveedora de maíz ha sido descrita líneas arriba.
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No obstante, también se utilizó el castigo físico de manera recurrente y sistemática; de ello se dio cuenta (narrados con detalle) en las obras de periodistas, exploradores y científicos. No fue una denuncia aislada, aunque se conoce con mucha frecuencia únicamente el trabajo de Kenneth Turner2. En el seno de la clase dirigente convivían diversas facciones, distinguidas por la extensión de sus propiedades, por sus tendencias políticas conservadoras o liberales, y en la visión que tenían respecto a la forma de organizar la producción. Los había con predisposiciones oligárquicas (terratenientes proclives a la retención laboral) y medianos y pequeños productores partidarios de las relaciones asalariadas propias del capitalismo. Los últimos se acercaban más a la posición de una burguesía agraria. Amén de las condiciones de explotación bajo una esclavitud disfrazada, no es menos cierto que la agricultura de exportación vino a establecer certidumbre laboral y con ello un crecimiento poblacional lento pero sostenido en Yucatán. Ello puede leerse como un precepto malthusiano propio de los períodos en los que la certeza de la alimentación relaja los controles demográficos preventivos que tienden a restringir el incremento poblacional (Malthus, 1798: 56-67).
Gráfica 2 Evolución de la población del estado de Yucatán
Censos
Población
Total 1895 298,569 1900 309,652 1910 339,613 1921 358,221 1930 386,096 1940 418,210 Tanto en la tabla como en la gráfica, puede observarse en los tres primeros registros, el gradual crecimiento de la población yucateca en el porfiriato. Fuente: Elaboración propia con datos de Cien años de población, INEGI, México, 1996.
La llamada paz porfiriana trajo un crecimiento económico sostenido para Yucatán que se reflejó en la prosperidad de sus élites económicas y políticas. Sin embargo, ello no aconteció como un impulso productivo en la totalidad del territorio. La región de concentración de haciendas y de florecimiento del henequén, generaba la riqueza y, por ende, había un mayor porcentaje de población en el interior de las haciendas del noroeste. Población en haciendas/Municipio Municipio Porcentaje Izamal 30.1 % Maxcanú 43.7 % Mérida 31.8 % Motul 23.6 % Ticul 29.1 % Fuente: Bracamonte (1993:129).
Las haciendas eran unidades de producción cercanas a la autosuficiencia alimentaria con un elevado número de habitantes, aunque hay muchos casos en los cuales los pueblos de hacienda superaron en población a los pueblos tradicionales. Los poblados de hacienda tuvieron verdadera continuidad, éstos subsistieron a la caída del concepto hacienda como empresa agrícola o unidad de producción. Muchos de esos poblados existen hasta el día de hoy aunque no oficialmente clasificados como haciendas.3
Yucatán fue un modelo del orden y progreso propugnado en la filosofía positivista. Su evolución fue sostenida (véase la gráfica No. 2) y no presentó entre 1900 y 1921, grandes contrastes con respecto a otras entidades de la República Mexicana, máxime si se considera que el conflicto armado que estalló en 1910 estuvo focalizado en el centro y norte del país. La pérdida de vidas humanas como efecto de la guerra interna que tuviera cierto control positivo sobre la población no afectó a los estados de la península yucateca (Ordorica y Lezama, 1993: 40-48). Como se verá más adelante, Yucatán fue el último bastión del régimen oligárquico porfirista y su resistencia al cambio se manifestó al arribo de las tropas constitucionalistas con Salvador Alvarado a la cabeza (Paoli, 2001: 48-50). 2
Para leer sobre los autores que retrataron la situación del peonaje en Yucatán, véase Katz, Friedrich, La Servidumbre Agraria en México en la Época Porfiriana, Era, México. La obra México bárbaro, es una obra clásica que ha sido publicada por varias casas editoriales. 3 Al respecto, véase el trabajo detallado de Bernardo García Martínez Los poblados de hacienda: personajes olvidados en la historia del México rural. (1991) en donde da seguimiento a la transformación histórica de los pueblos de hacienda.
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Si bien es cierto que hasta principios del siglo XX las tres poblaciones más importantes de la península de Yucatán eran Campeche, Mérida y Valladolid, la modernidad porfiriana fue generosa en términos de acumulación originaria de capital, para la reducida pero muy poderosa oligarquía asentada mayoritariamente en la ciudad de Mérida o en las haciendas henequeneras de la hinterland4. La suntuosidad y crecimiento de la ciudad capital vino de la mano de la exportación del “oro verde”. La venta del agave costeaba las mansiones en el Paseo de Montejo y en el barrio de Itzimná; pero de igual manera permitió la inversión en otras actividades que a la postre diversificarían la economía. Los llamados por John Kenneth Turner 50 reyes del henequén, supieron tejer una red de complicidades económicas y políticas con Porfirio Díaz, con empresas nacionales y extranjeras, bancos locales, nacionales y extranjeros, así como agroempresas estadounidenses. Las cabezas más visibles del grupo fueron Olegario Molina Solís, Avelino Montes, Rafael Peón Losa, Joaquín Casus, y los hermanos Manuel y Justo Sierra Méndez (Villalobos González, 1993: 87-89). La acumulación de capitales en la ciudad de Mérida, fue nodal en el inicio de la industrialización que en la época post revolucionaria se convertiría en el principal detonante del fenómeno migratorio campo-ciudad. La agricultura monocultivo de exportación aún sería la mayor fuente de ingreso durante las siguientes tres décadas, empero, había iniciado su lento e inexorable declive. La incertidumbre económica se asomaba como nubarrones en el horizonte. Al arribar a tierras yucatecas en marzo de 1915, el general Alvarado pudo constatar que la sociedad se hallaba en manos de un reducido número de personas que tenía el dominio económico que se extendía a la esfera política. Alvarado realizó una serie de reformas sin precedentes. Se hicieron durante esta época importantes modificaciones políticas, económicas, sociales y legislativas (Paoli, 2001). Se integró desde luego al poder público la Comisión Reguladora del Mercado del Henequén, instrumento clave para el control de la principal actividad económica. Se modificó el sistema jurídico para decretar la liberación de los trabajadores domésticos que vivían en condición de esclavitud. Se reconocieron los derechos laborales, incluyendo el derecho de huelga. Se hizo lo mismo con los derechos de la mujer. Se reglamentó el salario mínimo. Se promulgaron leyes de gran contenido social que fueron precursoras de la Constitución de 1917, entre las que las más importantes fueron las denominadas “Cinco hermanas”: La ley Agraria, la de Hacienda, del Trabajo, del Catastro y la Ley Orgánica de los municipios del Estado5. Lo extraordinario de la obra de Alvarado es el hecho de que literalmente estaba partiendo de cero en materia de derechos civiles y laborales para los campesinos y la incipiente clase obrera de Yucatán. Los grupos subalternos tímidamente asomaban en el horizonte de la historia. La coyuntura de la Primera Guerra Mundial fue determinante en el generoso ingreso económico sobre el cual reposó el régimen alvaradista. La monumental obra política y social de Alvarado fue respaldada por la fracción progresista (pro relaciones salariales capitalistas) de la clase empresarial yucateca con lo cual se mantuvo la estabilidad económica. En los siguientes 20 años de los gobiernos denominados socialistas (1915-1942), el henequén, amén de un futuro incierto siguió fungiendo como la planta generadora de riqueza. Fue sustento de propietarios, comercializadores, banqueros, burócratas y políticos. Claro está que la producción estaba sujeta a las demandas del extranjero por lo tanto con altibajos. Empero, el panorama cambiaría drásticamente al inicio de la tercera década del siglo XX. Se avecinaban tiempos aciagos que marcarían la gestión de Felipe Carrillo Puerto y los subsiguientes gobernantes. La obra social, cultural y política, son siempre condicionadas por la certidumbre económica.
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Palabra de origen alemán que es utilizada para conceptualizar la tierra circundante a un espacio urbano de intercambio comercial. Al respecto, véase Ross Hassig (1990, 63-75). Olvidados en la historia del México rural. (1991) en donde da seguimiento a la transformación histórica de los pueblos de hacienda. 5 Archivo General del Estado de Yucatán, La revolución llega a Yucatán. General Salvador Alvarado 1915-1918 (Cuaderno II, PDF), S/F, Mérida, Yuc. 10 pp.
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Cuadro 2 Producción histórica de henequén yucateco Año de producción / Producción en pacas 1913 950 000 1914 964 862 1915 949 639 1916 1, 168 076 1917 733 832 1918 998 862 1919 782 712 1920 936 136 1921 565, 424 1922 461 515 1923 612 768 Fuente: Gilbert Joseph Revolución desde afuera (2010)
Nota: En la gráfica puede apreciarse que la producción alcanzó su cenit en el año 1916, correspondiente a la gestión de Alvarado (impulsada por la 1ª G.M.). La mínima del año 1922 corresponde a la gestión de Carrillo Puerto.
El principal problema que enfrentarán las administraciones socialistas es dotar de empleo u otras formas de obtener el sustento a las poblaciones liberadas del régimen de servidumbre. Debido a que la decadencia agroexportadora del henequén, era algo que se veía venir a mediano plazo, tres fueron las medidas adoptadas por los gobiernos de Carrillo Puerto (1922-1924), Iturralde Traconis (1924-1926), Torre Díaz (1926-1930) y García Correa (1930-1934): 1) La creación de nuevos municipios, 2) La dotación de tierras y 3) La diversificación de la economía.
La última de las tres tareas se implementó por la vía de la industrialización de la fibra del agave y la continuidad y el fomento de nuevas actividades industriales. De hecho, el reto era crear un mercado interno ante la dependencia total de la exportación del henequén, un claro ejemplo de crecimiento hacia afuera. Los cambios económicos en el período post revolucionario tendrían que dar respuesta a la dinámica de la población, cuyo incremento, aunque gradual, no se detuvo ni antes ni después de la revolución. Ello desde luego considerando los fenómenos migratorios internos y externos.
Fuente: Elaboración propia con datos de Cien años de población, INEGI, México, 1996
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Desafortunadamente, la estadística demográfica oficial de los cuatro primeros decenios del siglo XX no ofrece un desglose por grupos de edad. Empero, se puede observar que el patrón es el usual en los indicadores hombres/mujeres al menos hasta el censo de 1921. Para los dos últimos censos, es decir el de 1930 y el de 1940, la población masculina se eleva ligeramente por encima de la femenina. Esto puede ser explicado por el fenómeno de los inmigrantes que en su mayoría fueron trabajadores varones que en oleadas sucesivas fueron arribando desde finales del siglo XIX para trabajar en las haciendas y en el tendido de vías férreas. La inmigración masculina fue superior a la femenina debido a que esta última fue de un tercio con respecto a la primera (Malvido, 2006: 185). Esta tendencia se mantuvo a la alza hasta el censo de 1930. Del fenómeno migratorio podemos decir que existe registro de varias nacionalidades, empero destacan de manera especial los estudios sobre coreanos, cubanos, españoles y libaneses6. La dinámica de la población local se vio afectada en su patrón de comportamiento en los años post revolucionarios; sobre todo, se desató un fenómeno de emigración interna campo-ciudad tras la liberación de las poblaciones que estuvieron bajo el régimen de servidumbre. Mérida presentó un crecimiento poblacional sostenido tanto durante el porfiriato como en la post revolución. Ello nos lleva a pensar en una confirmación de la posible emigración campo-ciudad tras la extinción del régimen de servidumbre. La idea no es descabellada si se observa en un mapa de la zona henequenera que varios municipios se encuentran rodeando la ciudad capital en un esquema de hinterland. La incertidumbre económica en los periodos de crisis en la producción y exportación de la fibra pudo haber propiciado el abandono de las actividades agrícolas en la búsqueda de alternativas para ganarse el sustento. De ahí la posibilidad del aceleramiento de un proceso de transformación del campesinado maya a proletario industrial. Convendría en este punto que los historiadores dejaran de fijar identidades inmutables en los sujetos sociales que son objeto de estudio en sus trabajos de investigación.
Zona henequenera en el noroeste de Yucatán y los poblados que la integran. Fuente: Gilbert Joseph (2010). 6
Sobre los coreanos, véase Carolina Mera (2007) Diáspora coreana en América Latina, Universidad de Buenos Aires; para la migración cubana, consúltese Bojórquez, Carlos,
La emigración cubana en Yucatán, Ediciones Imágenes, La Habana, Cuba, 2000; lo correspondiente a los libaneses, se recomienda Cáceres y Fortuny (1977), La migración libanesa a Yucatán, Tesis de licenciatura, UADY, Yucatán, México.
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La distribución de la población por sexo en el municipio de Mérida, da la posibilidad de trazar una hipótesis en la cual pudiera sustentarse la emigración femenina de los pueblos hacia la ciudad de Mérida para insertarse laboralmente en trabajos domésticos, prestación de servicios e inclusive como obreras en algún tipo de industria no pesada. Tal fue el caso de las tabacaleras y cordeleras que se fueron estableciendo en Mérida, para procesar la fibra y no depender tanto de la exportación de materia prima. Algunas de las cordeleras en plena producción en el año 1925, correspondiente al período de Felipe Carrillo Puerto sustituido por José María Iturralde, fueron las siguientes: Compañía Cordelera Mayapán, Cordelería San Juan, Cordelería La Solidez y Fábrica de Artefactos de Henequén La Industrial (Sauri Riancho, 2012: 179).
Elaboración propia con datos de Rodríguez Losa (1991, III).
La ruptura de un paradigma casi exclusivo que se sustentaba en la producción de henequén al interior de las haciendas significó la necesaria reinvención para la diversificación de las actividades económicas. Indígenas, mestizos y otros grupos étnicos que fueron arribando a la región fueron experimentando -como se ha mencionado líneas arriba- un proceso de transformación identitaria. A la proletarización se añadía, habría que decirlo, un mestizaje étnico y cultural más complejo. Las mujeres también se vieron en la necesidad de un cambio en el rol tradicional que desempeñaban en el seno del hogar familiar. La necesidad económica generada en la dislocación del modelo extractivo del agave yucateco debió diversificar la fuente de ingreso, pero, sobre todo, llevó a las mujeres a coadyuvar en las responsabilidades de los hombres como sujetos proveedores de recursos monetarios. Esta es una materia de investigación en espera de una pluma dispuesta a investigar y rescatarla del olvido. En la imagen de abajo, mujeres obreras en huelga de las fábricas de cigarros establecidas en Mérida.
Fuente: Revolución Órgano Obrero Socialista, 24 de julio de 1915.
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La industrialización y el mercado interno fueron dos retos a los que se enfrentó tanto Alvarado en el periodo preconstitucional como los regímenes socialistas posteriores. La industrialización yucateca no era un asunto nuevo, ya desde antes y durante el porfiriato en la década de 1880 habían comenzado a despuntar en la entidad varios giros industriales; algunos de ellos desaparecieron durante el siglo XX, otros se transformaron o fueron absorbidos, y otros tantos, aún están vigentes. Algunas empresas distintas al henequén y sus derivados fueron las siguientes:
Industria Giro empresarial
Año de fundación
Estatus
La constancia Pólvora El porvenir Fósforos Sidra Pino Refrescos Luis Achurra Licores Gran cervecería Yucateca Cervezas Dondé Galletas y harinas Compañía harinera del golfo Harinas La Anita Condimentos Las dos caras Farmacias y talco
1845 1854 1880 1884 1886 1905 1912 1913 1932
Extinto Extinto Recién extinto Activo Absorbido Activo Extinto Activo Activo
Fuente: Elaboración propia con datos de Sauri Riancho (2012) y portales de las empresas activas.
Las industrias pudieron constituir el principal aliciente para el crecimiento poblacional sostenido de la ciudad capital y ciertas políticas públicas de los regímenes socialistas se orientaron a tratar de frenar el crecimiento de la población por la vía migratoria. Igualmente destacó el controlar la natalidad en prevención del acrecentamiento de la pobreza asociado a las familias numerosas. En el primer caso, la migración campo-ciudad se atacó con la diversificación económica. Fuera de la zona henequenera, a decir de Joseph (2010: 286), en el oriente y en el sur los agrónomos socialistas introdujeron sistemas de cultivo de maíz modernos, con variedades de simientes mejoradas y lograron convencer a los milperos para utilizarlas. También se fomentaron las cooperativas de producción y comercialización como parte de un proyecto integral que incluía escuelas-granjas. Por otra parte, el gobierno de Felipe Carrillo Puerto fue pionero en el fomento de la actividad turística con el rescate y divulgación de los sitios arqueológicos de Chichén Itzá y Uxmal, a los cuales dotó de infraestructura carretera. Su administración colaboró con la Secretaría de Agricultura y Fomento en cuya Sección de Arqueología se encontraba como director Manuel Gamio, el cual estableció convenios con el Instituto Carnegie para el rescate y restauración de ambos lugares (Cervera Fernández, 2012: 129-156).
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Comentarios finales. Toda sociedad humana es compleja como para aspirar a tener una descripción exhaustiva de la misma a manera de radiografía. El esfuerzo por comprender un período histórico de extraordinaria riqueza en eventos, fue el principal aliciente del presente escrito. Entiendo que la zona henquenera no es el todo, sino una parte de Yucatán, por lo cual aclaro que no pretendo cometer el error de la sinécdoque. Sin embargo, no es menos cierto que la producción de henequén fue el motor de la economía de la entidad por aproximadamente una centuria (1850-1950). La economía puede funcionar como aliciente al incremento de la población en épocas de bonanza, pero también puede actuar de manera inversa al activar los controles preventivos en tiempos de incertidumbre. La diversificación económica, el mestizaje y la inclusión de la mujer en el ámbito laboral obrero, deben verse como respuestas necesarias a las necesidades de subsistencia.
Referencias: Boserup, Ester 1967 Las condiciones del desarrollo en la agricultura, Tecnos, Madrid. Bracamonte, Pedro 1993 Amos y sirvientes. Las haciendas de Yucatán 1789-1860, UADY, Yucatán, México. Buck, Sarah A. 2001 “El control de la natalidad y el día de la madre: política feminista y reaccionaria en México 1922-1923”, en Signos históricos, No. 5, enero-julio, pp. 9-53, México. Cervera, José Juan 2012 “La exploración arqueológica en Yucatán durante el gobierno de Carrillo Puerto” en Gaspar Gómez Chacón (Comp.), La revolución en Yucatán. Nuevos ensayos, CEPSA, Mérida Yucatán. Hassig, Ross 1990 Comercio, tributo y transportes. La economía del valle de México en el siglo XVI, Alianza Editorial, M. García Martínez, Bernardo 1991 “Los poblados de hacienda: Personajes olvidados en la historia del México rural”, en Cincuenta años de historia en México: En el cincuentenario del Centro de Estudios Históricos (t. I), COLMEX, México. Joseph, Gilbert 2010 Revolución desde afuera. Yucatán, México y los Estados Unidos, 1880-1924, FCE, México. Katz, Friedrich 1976 La Servidumbre Agraria en México en la Época Porfiriana, Era, México. Malthus, Robert Thomas 1798 [1997] Primer ensayo sobre la población, Altaya, Barcelona España. Malvido, Elsa 2006, La población, siglos XVI al XX, México, UNAM-Océano, (Capítulo: Los censos modernos de población, pp. 167-198.
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Reseña de los cursos de verano Verenice Ramírez Rosado
Rutas en el Tiempo En julio y agosto se realizaron los cursos de verano organizados por el Centro INAH Campeche, titulados: Rutas en el Tiempo, teniendo como sedes el Hogar de Ancianos “María Dolores Lanz de Echeverría” y el Centro de Desarrollo Comunitario de San Francisco Kobén, en Campeche.
La temática En el marco de los 500 años del encuentro de dos culturas y de los 80 años de la creación del INAH, se planeó con meses de antelación las Rutas en el Tiempo, cuyo objetivo general fue que los participantes conocieran el legado cultural que las órdenes religiosas como los franciscanos, dominicos, agustinos y jesuitas, entre otras, heredaron a México, durante el periodo histórico del virreinato. Enfatizado en los siguientes puntos: •Las órdenes religiosas y sus características: Su advocación, principios religiosos, indumentaria y su ocupación, tratándose también el aspecto de la vida cotidiana (alimentación y salud, etc.). •Rutas de conventos: Ubicación de las diferentes rutas que los religiosos siguieron a lo largo y ancho del país, para realizar sus labores evangelizadoras. •La intervención del INAH en las edificaciones religiosas: Relación de las disciplinas del INAH con la función histórica y social, así como la conservación del inmueble desde las miradas de la arqueología histórica, historia, arquitectura, restauración y antropología social. •Legado arquitectónico de las órdenes religiosas: Análisis de las edificaciones religiosas, desde las capillas abiertas hasta las iglesias con plaza atrial, capillas posas, convento, claustro, habitaciones, cocina, botica y enfermería, jardines, patios y huertas. Amén de los diferentes estilos arquitectónicos que las órdenes religiosas imprimieron a sus templos, algunos sobrios, pero otros más profusamente ornamentados por dentro y por fuera.
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•Las monjas y su labor: Su advocación, principios religiosos, indumentaria y ocupación. •Legado gastronómico, educativo y medicinal: En lo que respecta a la gastronomía, recordando la fusión de los alimentos originarios con los que llegaron de España, que dieron como resultado una cocina única que se desarrolló en toda Nueva España, pero sobre todo en los conventos, de donde surgieron platillos como el mole, las dulces jericallas y los camotes, además de bebidas como el rompope; inspirando a más de uno a escribir recetarios, como fue el caso de la Décima Musa, Sor Juana Inés de la Cruz. En la educación se toman fragmentos de la historia de los jesuitas sobre sus métodos evangelizadores hacia los naturales, su adiestramiento en artes y oficios como la construcción, carpintería, pintura, etc., así como la propia formación religiosa y universitaria, en la que sólo hombres y mujeres privilegiados tuvieron participación.
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La medicina no era algo nuevo para los naturales, ya que conocían las bondades de las plantas y de otros elementos de la naturaleza para aliviar sus males, sin embargo, la llegada de los españoles y en especial de los religiosos, dio origen a una amalgama de conocimientos reflejados en los servicios médicos que se daban en las boticas y enfermerías de las iglesias. •Legado cultural (arte sacro) e histórico de las órdenes religiosas: Lo que se aprecia en los inmuebles religiosos, como son las esculturas, retablos, imágenes religiosas y pinturas, que en un primer momento fueron traídas de España y sus otras colonias, y posteriormente se integró la creación de la obra local. Hoy toda esta herencia es conocida como arte sacro y guarda un sinfín de significados iconográficos que han ayudado a los historiadores a entender los contextos religiosos y sociales, propios de la época en que se desarrollaron. Así mismo, se hizo referencia a la documentación contenida en los archivos parroquiales, que hoy son una fuente histórica muy importante. •Paleontología y arte rupestre: Este tema remontó a las pinturas rupestres que existen en diferentes partes de México, que hablan de las actividades cotidianas de los hombres del pasado y de su relación con la naturaleza, en las escenas de caza, por ejemplo.
La inclusión cultural Otro de los objetivos de los cursos de verano, es la inclusión cultural. En este caso particular, se priorizó la atención a los adultos mayores y a los niños de la comunidad campechana de San Francisco Kobén, que asisten al Centro de Desarrollo Comunitario del DIF Estatal. Ambos públicos muy diferentes en cuanto a edad y entorno social, pero vulnerables, y faltos de atención en cuanto a programas que pongan su herencia cultural a su alcance.
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Hogar de ancianos “María Dolores Lanz de Echeverría” Participaron 40 adultos mayores y se interactuó con ellos por espacio de dos semanas, del 15 al 26 de julio. Todos los días se impartieron pláticas inductivas que lograron despertar en los participantes sus experiencias de vida respecto a los temas tratados, como por ejemplo, en las cuestiones relacionadas con la religiosidad y su historia en el entorno local, logrando identificar el papel que los franciscanos, jesuitas y los religiosos de la orden de San Juan de Dios, tuvieron en el Campeche antiguo, no sólo en la cuestión evangelizadora sino también en la educación y salud. Los abuelitos identificaron la riqueza patrimonial contenida en las edificaciones religiosas desde sus aspectos constructivos, hasta lo que hay en su interior, como retablos, pinturas e imágenes, que arrojaron datos precisos del pasado campechano, como el temor a las enfermedades, aludiendo al culto de San Roque, en la iglesia de San Francisquito; o la segregación racial, como la que se evidencia en las fuentes históricas sobre la iglesia de El Dulce Nombre de Jesús, en donde se dio el culto a San Benito de Palermo.
Conocieron los antecedentes del Hospital de San Juan de Dios y del Instituto Campechano. Se deleitaron la memoria con la gastronomía, y avalaron la probada eficacia de la medicina tradicional. Contaron leyendas relacionadas con los temas, abundando las de los monjes aparecidos y las de mujeres que murieron por amor recluidas en los conventos. Todos estos contenidos académicos, se reforzaron mediante la implementación de talleres de materiales reutilizables (cartón, pet, papel) para la elaboración de candelabros, crucifijos, fachadas de iglesias para portallaves, maceteros y portarretratos. Al final, los participantes realizaron una visita al Museo de Arqueología Subacuática, Fuerte de San José el Alto, en donde reafirmaron también parte de las enseñanzas del curso de verano y externaron su deseo de que la experiencia se vuelva a repetir.
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Centro de Desarrollo Comunitario de San Francisco Kobén, Campeche Rutas en el Tiempo llego a Kobén y logró congregar a 40 pequeños entre 6 y 12 años de edad, del 5 al 16 de agosto. Las temáticas se impartieron mediante pláticas, recurriendo a presentaciones con imágenes y videos, que permitieran captar la atención de los infantes, que se mostraron atentos, participativos y perceptivos. Durante el desarrollo de los temas identificaron las órdenes religiosas de hombres y mujeres que llegaron al México virreinal, sus funciones y tareas en el pasado; las iglesias y lo que hay en ellas, viéndolas no desde el punto de vista de la religiosidad, sino desde el aporte cultural. Aprendieron que el proceso evangelizador trajo consigo cambios sustanciales en la historia de nuestro país, siendo el caso de la educación, alimentación, salud, enfermedad y medicina, entre muchos otros. Los niños escucharon atentamente las leyendas de la época, algunas de ellas contadas en el centro del país, pero también algunas locales, y se dieron cuenta que son muy parecidas entre ellas. El tema de la paleontología y el arte rupestre, les resultó de sumo interés al relacionarlo con los temas mediáticos sobre los dinosaurios. Aprendieron jugando, y conjugaron la cultura y cuidado del medio ambiente mediante la utilización de materiales didácticos elaborados con papel, cartón, pet y otros materiales reutilizables. Con gran alegría concluyeron los candelabros, maceteros, lapiceras y portarretratos en donde colocaron sus fotos grupales que formarán parte de sus recuerdos de esta experiencia llamada Rutas en el Tiempo.
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Conclusión Rutas en el Tiempo resultó un tema novedoso para los participantes de ambos cursos, el contacto con los adultos mayores favoreció el intercambio de conocimientos que siempre resulta enriquecedor. En el caso de los niños, constatamos la ingente necesidad de atender a las comunidades rurales cercanas a la capital campechana, porque a pesar de su cercanía, es casi nulo el conocimiento que tienen de su patrimonio cultural tangible e intangible, aunque en esta ocasión el ejercicio con ellos fue favorable en cuanto a la comprensión de su pasado.
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Centro INAH Campeche
GLIFOS Revista Trimestral del Centro INAH Campeche
Año 6 No. 21
Septiembre 2019