Colección digital del Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori- Siglo XIX Hecho el depósito que establece la Ley 11.723
Paisaje, ca. 1900. Eduardo Sívori. Óleo, 46x40 cm
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Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori. Colección Digital Dos fueron los objetivos planteados al encarar la realización de la digitalización de la colección del museo Eduardo Sívori. Por una parte, complementar a través de la redacción de biografías breves, la iniciativa que tuvo lugar en el año 2012 con la presentación del catálogo Colección del Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori, por medio de sus obras paradigmáticas. Por la otra, ofrecer textos de lectura rápida y fácilmente comprensible, a un público de carácter más masivo. Desde su fundación, en el año 1938, el Museo Sívori ha tenido como finalidad la promoción del arte argentino y su vinculación con el contexto de producción. Desde este punto de vista, su primer director el escultor Luis Falcini, quería destacar en la presentación de la colección una visión de conjunto que documentase el complejo social de su época, siendo la finalidad principal de este museo la reunión de obras de arte plástico y aplicado que se hubieren realizado en nuestro país o de artistas argentinos, para el conocimiento del desarrollo de estas disciplinas, y que las nuevas generaciones encuentren en este museo todos los antecedentes 1 de nuestra evolución artística. Falcini planteaba entonces conceptos absolutamente vigentes, 2 ya que hoy en día las practicas culturas como sostiene Griselda Pollock , no sólo “son sitios de producción de cosas hermosas […] sino de producción de significados y posiciones desde las cuales esos significados deben ser consumidos […] tienen una función de gran significación social en la articulación de sentidos para comprender el mundo, en la negociación de conflictos sociales, en la producción de sujetos sociales.” Una colección viva, como lo es la de esta institución, que se acrecienta permanentemente gracias la inclusión en su reserva de los premios otorgados en el Salón Manuel Belgrano, da cabida cuenta de que los intereses de Fernando Ghío y Luis Falcini continúan presentes. Desde una perspectiva actual un museo ya no se constituye a través de un relato único, oficial y lineal de la historia, sino por el contrario, da lugar a las diferentes voces, creando así un espacio no sólo de memoria e identidad, sino también de alteridad, de pluralidad de sentidos, en definitiva un discurso heterogéneo, abierto a las diferentes representaciones de lo real y sus memorias a través de las más diversas expresiones artísticas. Así, desde una idea de una institución cerrada, se pasa a otra de carácter activo y de continua interrelación con la sociedad a través de sus diferentes actores. El objetivo último es poder compartir ese patrimonio como un bien social, ya que es a su vez expresión de la comunidad, su marca identitaria, y que además, mantiene viva su memoria. Esta memoria compartida y construida por toda la comunidad, crea además una conciencia de responsabilidad hacia los bienes patrimoniales, 3 reforzando de esta manera las identidades comunitarias. De allí la importancia de un patrimonio disponible para las interpretaciones sucesivas que caracterizan a toda memoria viva. A esto se refería Luis Falcini en 1936 cuando destacaba a la que consideraba y es, aun hoy, una de las misiones impostergables del museo “Eduardo Sívori”. No podemos dejar de mencionar, en esta presentación, a los que fueran directores del museo y que con sus respectivas gestiones contribuyeron a dar sólida presencia al organismo. Ellos fueron el ya mencionado Luis Falcini (1934-1943), Carlos Abregú Virreira (1943-1947), Rafael Jijena Sánchez (1948), Domingo Mazzone (1950-1954), Guillermo Buitrago (19551964), José Armanini (1965-1969), José María Peña (1970), Adolfo Luis Rivera (1971-1975), Marta Grinberg (1976), Nelly Perazzo (1977-1983), Raúl Vera Ocampo (1984) y Hugo Monzón (1984-1995). En la actualidad y desde 1995 ocupa la dirección la Arq. María Isabel de Larrañaga, quien ha desarrollado como política curatorial las exhibiciones de las grandes figuras de artistas argentinos, en especial aquellos premiados en el Salón Manuel Belgrano, que se realiza en el museo y cuyos premios revisten el carácter de adquisición y pasan a formar parte de la colección. El proyecto curatorial diseñado por la dirección propone la contextualización de las producciones locales más allá de clasificaciones rígidas, ajenas al carácter ecléctico del arte argentino. Así, las exposiciones de artistas del interior, las grandes retrospectivas de los más destacados plásticos argentinos y los intercambios patrimoniales, demuestran una fecunda actividad y un verdadero proyecto federalista al momento de interpretar al arte nacional. Además, cabe destacar dos objetivos de suma relevancia en los 1
Luis Falcini, “Reflejará el proceso de nuestro arte el Museo Municipal de Bellas Artes”, El Diario, Buenos Aires, 18 de octubre de 1936, p. 15. 2 Griselda Pollock, Visión y Diferencia. Feminismo, feminidad e historias del arte, Fiordo, Argentina, 2013, 28-31 3 Joël Candau, Memoria e Identidad, Buenos Aires, Ediciones del Sol, 2001, p. 187. 2
cuales se focalizó su gestión como fueron la obtención de la sede definitiva del museo y la recuperación de las obras pertenecientes a la institución y que se hallaban cautivas en la 4 Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Hoy en día nuestra institución mantiene una fuerte presencia social que se ha ido legitimando a lo largo del tiempo por medio de sus actividades museográficas, de investigación, educativas y de difusión cultural. Pero en tiempos cambiantes y de vertiginosas tecnologías también deben modificarse los medios para acceder al público visitante y especialmente al potencial. Es así entonces, que se recurre a los nuevos recursos digitales, democráticamente igualitarios, para ampliar los posibles receptores y para continuar con la tarea de divulgación del arte argentino. Mgter. Silvia Marrube a/c Área Investigación y Archivo de Arte Argentino Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori
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Para ampliar este aspecto véase Silvia Marrube, “Historia de una colección pública: el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori”, en María Isabel de Larrañaga, Colección del Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori, Buenos Aires, Asociación Amigos del Museo Eduardo Sívori, 2012, pp. 20-21. 3
Siglo XIX en la Colección del Museo Eduardo Sívori El desarrollo de las artes plásticas durante el siglo XIX en el territorio nacional adquirió diversas modalidades, y es así que no puede hablarse de un bloque o de una tendencia que unifique el período en cuestión. Como todo proceso artístico su desarrollo estuvo íntimamente imbricado con las condiciones sociopolíticas de realización de las obras. En este sentido, es que se debe destacar los acontecimientos de emancipación territorial, en los cuales se inscribe la zona latinoamericana y su relación con la producción artística y la consecuente búsqueda de un arte local. El siglo XIX puede ser dividido en tres grandes ciclos: a) Inicios del siglo y Pintores viajeros, b) Período rosista y después de Caseros y c) Generación del Ochenta. Inicios del siglo y Pintores viajeros Esta etapa se define por los movimientos de Independencia en el hemisferio occidental, producto de una revolución intelectual, la “era de la Razón” o el Iluminismo. La época se caracterizó, desde mediados del siglo XVIII, por el avance del escepticismo y de la decadencia que mostraban las instituciones monárquicas. Consecuencia de ello fue la liberación de las políticas coloniales, especialmente de la corona española en el territorio americano. Estilísticamente significó un triunfo de tendencias neoclásicas provenientes de pintores españoles y franceses, y románticas, estas últimas traídas por artistas costumbristas europeos, quienes en su interés, no sólo artístico sino también científico y exótico, documentaron la región, en especial después de 1830. El impacto de la Revolución de Mayo (1810) no sólo fue de índole política, también ejerció su influencia en las artes plásticas locales. Implicó una secularización de temas y así de una pintura de carácter predominantemente religiosa, comenzaron a emerger otros géneros como el retrato, el paisaje y tópicos vinculados a cuestiones históricas y registros de costumbres. Dentro de este contexto no puede dejar de mencionarse el origen de la primera Escuela de Dibujo, creada por Manuel Belgrano, dependiente del Consulado, y si bien funcionó solamente durante un año esta misión fue continuada a partir de 1815 y hasta 1821, por la Academia de Dibujo dirigida por el fraile Francisco de Paula. Finalmente fue incorpora a la Universidad de Buenos Aires, en 1821, cuando se fundó esta casa de altos estudios. En ese momento se produjo la llegada de artistas provenientes del exterior, atraídos tanto por las nuevas posibilidades económicas, como por el interés científico que estas zonas despertaban. Así en las primeras décadas del siglo, se encontraban activos los llamados “pintores viajeros”. El repertorio de imágenes se manifestó fundamentalmente en una serie de retratos de personajes ilustres, que colaboraban en creación de una incipiente memoria nacional, junto al registro del paisaje local. Entre los más destacados se encontraba el marino inglés Emeric Essex Vidal (1816-1818). Sus composiciones reflejan los usos y costumbres de los habitantes de estas tierras. La presidencia de Bernardino Rivadavia, en 1826, y la asunción de Juan Manuel de Rosas, como gobernador de la provincia de Buenos Aires, en 1829, marcaron una etapa de estabilidad y progreso que contó con la necesidad de técnicos especializados, es así que entre ellos arribó el ingeniero Carlos Enrique Pellegrini, el ginebrino César Hipólito Bacle y Adolphe D’ Hastrel. En la década del ’20, y gracias a la temprana actividad de estos artistas, se incorporaron nuevas técnicas, innovadores sistemas de enseñanza, la incipiente inquietud de la creación de un museo de Bellas Artes y la necesidad de exposiciones de arte. La primera manifestación artística en Latinoamérica de la fase romántica del Iluminismo fue la pintura costumbrista. Era un arte de repertorio de pintores europeos no académicos ni profesionales pero involucrados con el registro minucioso del contexto social y físico de un continente recién revelado a los ojos europeos. El deseo inicial provino del interés científico por un mayor conocimiento recién revelado. En 1835 Rosas asumió la suma del poder público y si bien continuó esta dinámica de participación de artistas extranjeros, éstos mostraban un grado de profesionalización mayor. Es 4
notoria entre ellos la figura de Pellegrini, quien estuvo activo entre 1830 y 1837. Son característicos sus retratos de la sociedad porteña del momento junto a las vistas de la ciudad naciente. También, durante la gobernación de Rosas, surgieron los primeros pintores con formación local destacándose Fernando García del Molino y Carlos Morel. El primero de ellos fue considerado por José León Pagano como el “pintor de la Federación” ya que buena parte de su temática giró en torno al retrato de los personajes que conformaban la sociedad rosista y la del propio gobernador, creando una verdadera iconografía de la época. Prilidiano Pueyrredón constituye una figura bisagra entre la incipiente producción de comienzos del siglo XIX y la llamada Generación del Ochenta. Formado en el exterior, estuvo en contacto, durante su estancia en el Brasil, con la Academia de Río de Janeiro (1841-1843) y con artistas locales, completando sus estudios en el Instituto Politécnico de París, donde se recibió de arquitecto. Abarcó todos los principales géneros pictóricos, como el retrato, el paisaje y el desnudo femenino, logrando imágenes que se definen por su calidad técnica y especial punto de vista Después de Caseros La actividad de los artistas extranjeros no se detuvo durante este período y son de destacar las figuras de Ignacio Manzoni y Baltasar Verazzi. Ambos artistas concurrieron a la Academia Brera de Milán, sin embargo se diferenciaban en sus posicionamientos estéticos. El primero de ellos denota en sus pinturas una influencia de tipo romántica, con ciertos toques que remiten a la escuela flamenca. Verazzi, en cambio, presenta obras donde se observan tendencias que se orientan hacia posiciones más clásicas. Otro pintor extranjero prominente fue el francés León Pallière. Realizó sus estudios artísticos en la Academia de Bellas Artes de Río de Janeiro, su ciudad natal. Entre 1855 y 1866 residió en el país, recorriendo el interior, e incluso llegó a desplazarse hasta Chile. Las vistas obtenidas de sus dibujos y pinturas se publicaron con posterioridad, en el Álbum Pallière. Escenas americanas. Reproducción de cuadros, aquarelles y bosquejos (1865). Si bien se especializó en cuadros de historia, también adhirió al pintoresquismo del momento. No puede dejar de mencionarse la acción e influencia del uruguayo Juan Manuel Blanes. De formación autodidacta y dedicado en un principio a la pintura de historia, se convirtió en el paradigma del artista de fines del siglo XIX. Su perfección técnica, basada en modelos estilísticos europeos se constituyó en ejemplo a seguir por los artistas que integrarían la denominada “Generación del Ochenta”. La enseñanza del dibujo siguió constituyendo una necesidad y es así que Sarmiento, durante su presidencia, decidió apoyar la iniciativa de Martín Boneo para la creación de una Escuela Nacional de Dibujo y Pintura. El proyecto fue encargado a Giuseppe Aguyari pero quedó trunco. De todas formas, el pintor se vinculó, en 1876, con los jóvenes que estaban organizando la Sociedad Estímulo de Bellas Artes. Finalmente, la escuela que fue oficializada en 1905, pasando a constituirse en la Academia Nacional de Bellas Artes. Generación del Ochenta La organización del ambiente plástico argentino comenzó en el último tercio del siglo XX con la acción de los hombres de la llamada “Generación del Ochenta”. Su labor se extendió también a la creación de instituciones como la Asociación Estímulo de Bellas Artes, en 1876 y en 1878 la Academia, entre cuyos objetivos principales se destacaban las exposiciones regulares, la difusión de la producción de autores locales y la enseñanza artística. Los intereses se volcaron hacia la búsqueda de una identidad nacional, frente a la aparición de la inmigración. Se priorizó una imagen cuya temática se centraba en el paisaje, y las figuras del indio y del gaucho, como una necesidad de recuperar un pasado idealizado. Este proceso que alcanzará su climax en el período de entre centenarios. Dentro de esta corriente puede ubicarse la figura del escultor Correa Morales. Dentro de una actitud civilizatoria, el desarrollo 5
de las diversas disciplinas artísticas, indicaba un nivel de prestigio, indispensable para considerarse una nación civilizada. Plásticamente significó la europeización del arte argentino gracias al sistema de becas a Europa. Los becarios trajeron un estilo ecléctico académico, un cruce entre clasicismo, romanticismo y realismo. Utilizaron los recursos técnicos del realismo, la observación del natural, unido a la intención social que provenía de Courbet, con una interpretación anecdótica de la realidad, deteniéndose en la descripción de los objetos, típicamente naturalista. El arte francés era considerado como ejemplo de distinción. En el caso de Eduardo Sívori se observa un naturalismo crítico, en cambio Ernesto de la Cárcova practicó un naturalismo más de corte social. Posteriormente, ambos viraron hacia una pintura lumínica, atentos al problema de la luz natural y de los efectos atmosféricos y del plein air, como puede verse en los “bañados” de Sívori. Se ampliaron los motivos y se incorporaron otros géneros como el histórico, el desnudo, el paisaje y la alegoría. Cuestiones estas que se conectan con la idea de progreso subyacente en la ideología de la Generación del ’80, basadas fundamentalmente en conceptos positivistas y políticas económicas liberales. Sin embargo, el camino de implementación de ese modelo complejo y también traumático, como se puso de manifiesto en la crisis del ’90. El arte, supo dar respuesta a ese clima, en especial a través de las obras de Ángel Della Valle y de Carlos Ripamonte. Así emergió una un “pampa domesticada”, después de la conquista del desierto, no exenta de nostalgia por un paisaje romántico y salvaje. S.M.
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Carlos Enrique Pellegrini (1800, Chambery, Saboya - 1875, Buenos Aires, Argentina)
Estudió en la Universidad de Turín. Ingresó en la Academia de Ciencias Físicas y Matemáticas dependiente del Instituto de Francia. En 1825, a los 25 años de edad, se recibió de Ingeniero de Puentes y Caminos. Durante el gobierno de Bernardino Rivadavia, lo convocaron para llevar a cabo proyectos públicos en el Departamento de Ingenieros Hidráulicos. En 1828 arribó a Buenos Aires para suplantar a su hermano Jean-Claude, también ingeniero. Un año antes Rivadavia había dejado el poder. Días después de la llegada de Pellegrini estalló la revolución liderada por Lavalle. Dorrego fue fusilado y la situación política frustró las obras públicas que debía proyectar el saboyano. Del fracaso de proyectos del ingeniero nacieron el retratista, el litógrafo, el dibujante, el pintor de temas costumbristas, de vistas urbanas y de arquitecturas. Su nombre se incluye entre los primeros artistas argentinos del siglo XIX. Estuvo gran parte de su vida en Buenos Aires, profundamente involucrado con la sociedad y con la política local. Su hijo Carlos fue presidente de la nación entre 1890 y 1892. Pellegrini comenzó a producir gran parte de su obra en la ciudad; de la misma sólo se conservan dos óleos; el resto de sus producciones son acuarelas y témperas, y sus famosas litografías producidas en el taller de César Hipólito Bacle. En 1830 lo enviaron a la provincia de Santa Fe -durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas- para realizar el retrato de Estanislao López y su esposa. En 1837 adquirió la estancia La Figura en la localidad de Cañuelas y dedicó su vida a tareas rurales hasta su regreso a Buenos Aires, luego de la caída del gobernador federal. Entusiasmado por la técnica de la litografía, abrió su propio taller Litografía de las Artes, en donde se publicaron veinte láminas que conformaron el volumen Recuerdos del Río de La Plata. En la ciudad llevó a cabo diferentes tareas como por ejemplo la proyección del Teatro Colón en Reconquista y Rivadavia –actual Banco de la Nación-. En 1854 fundó el Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata, junto con Bartolomé Mitre, José Mármol, Dalmacio Vélez Sarsfield, Adolfo Alsina, entre otros. A partir de 1869 se desempeñó como Ingeniero Municipal, abandonando totalmente sus labores artísticas. Litógrafo, dibujante y pintor, Pellegrini conserva un lugar distinguido en la historia argentina por su legado documentalista. Su obra se compone básicamente de retratos y cuadros de costumbres de la época. Desde su país natal, trasladó las tendencias neoclásicas –en su obra temprana- que caracterizan a la Francia revolucionaria. También su obra da cuenta de un romanticismo con tintes localistas, sin la intervención del subjetivismo propio del estilo. Ambas corrientes coexisten en esta época, como gesto unificador de una expresión política. Por esta razón, el período rosista, posterior al gobierno unitario de Rivadavia, propició el abandono de la tendencia neoclásica, conjugando un nuevo modelo romántico y el regreso a las fuentes hispánicas. Pellegrini realizó varios trabajos de tipo costumbrista como la representación de las fiestas cívicas, que antes eran una muestra pública cargada de ornamentaciones clásicas como arcos de triunfo, columnas y carrozas. Luego con el éxito del federalismo, las festividades patrias cambian su enfoque de manera radical y se da una cierta polarización política y social. En las representaciones litográficas que realiza Pellegrini de la Plaza de la Victoria -actual Plaza de Mayo- se advierte esta dicotomía: por un lado las damas y los caballeros de traje, por el otro un gran abanico de arquetipos gauchescos que traen los modismos de la vida rural. En su obra también aparecen los salones literarios, la arquitectura urbana, los centros de comercio y actividades rurales. La producción de Pellegrini se manifiesta también en el retrato. Tuvo en su etapa porteña el hábito de frecuentar las tertulias más prestigiosas y comenzó a retratar a los personajes que participaban de los encuentros; así creció su fama hasta convertirse en profesión. Retrató a grandes personalidades de la aristocracia porteña tanto del mundo de la política como del arte y la literatura. Dichos retratos de un romanticismo atenuado reflejan los giros, las poses de una sociedad que buscó lograr cierta distinción social ostentando linajes y genealogías europeas. Siempre con un evidente manejo de la línea, el espacio, la proporción y la perspectiva como legado de su previa profesión Pellegrini otorgó, a través de su obra, la identidad de un pueblo en formación. A.F.
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Carlos Enrique Pellegrini Retrato de la Sra. de Masculino, ca. 1834 Témpera y acuarela sobre papel 40 x 27 cm
Carlos Enrique Pellegrini Retrato del señor Masculino, 1934 Témpera y acuarela sobre papel, 42 x 27.5 cm
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Emeric Essex Vidal (1791, Brentford, Inglaterra – 1861, Brighton, Inglaterra) Emeric Essex Vidal fue un marino inglés y pintor aficionado, autor de las primeras pinturas realizadas sobre la vida pública en Buenos Aires y Montevideo. De niño ingresó a la Marina Real Británica, en la que se desempeñó como oficial y escribiente hasta 1853. En el transcurso de sus viajes, realizó acuarelas con el fin de representar rápidamente, y con el mayor realismo posible lo que observó, realizando especialmente paisajes, tipos humanos, vestimenta y actividades características de los lugares y pueblos que frecuentó. En su primera visita a Buenos Aires y Montevideo entre 1816-1818, ejecutó la mayor parte de los dibujos y las acuarelas por las que se lo reconoció. A partir del interés que despertaron en Gran Bretaña se publicó, en 1820, un libro titulado Pictures queIl lustrations of Buenos Ayres and Montevideo (Ilustraciones pintorescas de Buenos Aires y Montevideo), editado por Richard Ackermann, que incluyó una serie de 22 acuarelas que llevó a cabo de regreso a Inglaterra, sobre la base de las ejecutadas en sus viajes. En ese libro, se pueden ver bocetos de algunos rasgos característicos de las ciudades de Buenos Aires y Montevideo, sus paisajes, y aquellas singularidades en las costumbres, tipos humanos, maneras e indumentarias. Esas láminas publicadas en 1820, fueron utilizadas varias veces en las décadas siguientes para ilustrar publicaciones relacionadas con el Río de la Plata. Si bien Essex Vidal no fue el primer artista que realizó pinturas del territorio argentino y uruguayo, sí fue el primero del que se tenga registro que representó a sus ciudades desde dentro, a sus pobladores gauchos, a los oficios y tareas características del Río de la Plata. También fue el primero en pintar la Plaza de Mayo. Representó el Fuerte, la Recova la Plaza de Toros, la Plaza del Mercado, el Cabildo, el Obelisco al cual llamó Altar de la Libertad. La Iglesia de Santo Domingo y el Matadero. Gracias a Essex Vidal sabemos qué tipo de prácticas llevaron a cabo los habitantes de Buenos Aires. Entre ellas encontramos las carretas aguateras tiradas por bueyes que, según el artista, fue lo primero que llamó la atención de quienes llegaron por primera vez al Buenos Aires de siglo XIX; los mataderos que describió como "repugnantes", los pescadores a caballo; los uniformes de las milicias; la vestimenta de los gauchos; los niños "lecheritos" (vendedores de leche), las lavanderas, etc. Es notoria, la presencia de los aborígenes –indios Pampa- que no se muestran en su hábitat sino vendiendo sus productos en el mercado de la actual Plaza de la Lorea. Una metrópoli de diversidad y de convivencia. De la ciudad ruralizada, Essex Vidal desplazó su mirada hacia las actividades del campo. En ellas registró al gaucho boleando ñandúes, viajeros en una pulpería, convoy de mulas vinateras, moras, así como carreras de caballos donde demostró la cultura ecuestre de los pobladores. Sus acuarelas están acompañadas de extensas descripciones sobre los oficios, procederes, diseño de las herramientas, entre otros motivos. Es notable que el artista no pintara interiores de las viviendas porteñas y montevideanas limitándose a las escenas públicas exteriores. Emeric Essex Vidal volvió a América en dos ocasiones más entre 1826 y 1829, y luego en 1835 hasta 1837. M.J.A.
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Emeric Essex Vidal En Buenos Aires carreta pasando un pantano (dibujando para Lady Ponsonby, impreso en 1931) Reproducci贸n al pochoir 32,2 x 47 cm
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Adolfo D´Hastrel de Rivedoux (1805, Neuwiller, Alsacia – 1875, París, Francia) Desde mediados de la segunda década del siglo XIX comenzaron a llegar al Río de la Plata, pintores viajeros que recorrieron el país para tomar apuntes de los lugares, las costumbres y los personajes exóticos. Los primeros en arribar fueron aficionados o profesionales. Sus obras, salvo excepciones, no se conocieron en Argentina hasta mucho tiempo después, cuando algunos coleccionistas las adquirieron en Europa. Ese fue el destino de las acuarelas, dibujos y litografías de Emeric Essex Vidal, Adolfo D´Hastrel, Henri Durand-Brager y otros. Adolfo D´Hastrel practicó la pintura no en forma profesional sino que su ocupación fue la marina, a la cual atendió principalmente. En 1825 realizó dibujos y pinturas que más tarde se litografiaron y constituyeron un álbum, el primero de los publicados por el marino-pintor. El 11 de abril de 1839 fue nombrado comandante de la isla Martín García. Durante sus ratos libres realizó excursiones en busca de motivos para pintar acuarelas y hacer dibujos de los distintos aspectos de la isla y sus alrededores. En esos trabajos exteriorizó su condición de paisajista. En estas ocasiones pintó Puerto del Carmelo (Las Vacas) firmada en 1839, y Puerto de la Colonia (en esta obra D´Hastrel aparece junto a Juan Lavalle donde se ve la fortaleza y las barracas, que sirven de fondo a un grupo de oficiales franceses, marinero y soldados orientales). El general argentino estuvo en la isla Martín García desde el comienzo de la organización de la Legión Libertadora junto a Juan Manuel de Rosas. En esta oportunidad le obsequió a Lavalle algunos de esos dibujos. Entre mayo y septiembre de 1839 pintó, desde la rada del puerto, Vista de Buenos Aires. Importante documento iconográfico de la ciudad con detalles de la edificación. Como un inquieto viajero D´Hastrel no se limitó a conocer la zona del estuario, sino que en algún momento se internó en el país y recorrió Córdoba, Entre Ríos, Corrientes y Paraguay tomó así conocimiento de sus costumbres, de las que hay prueba en sus dibujos y acuarelas: Vista de la ciudad de Córdoba, Gaucho de Córdoba, y algunos otros, entre los que se encuentran los que hay en el Álbum de John Le Long (Museo Histórico de Montevideo). Hasta septiembre de 1839 el destino de D´Hastrel estuvo ligado al de la isla Martín García. Una vez vencidas las fuerzas rosistas en Cagancha, pudo dedicar suficiente tiempo a la pintura de modo que esa nueva etapa es abundante en creaciones: Vista de Montevideo, tomada desde el cementerio nuevo; La iglesia Matriz, tomada desde las azoteas y Montevideo; Vista de las azoteas y la rada. En noviembre de 1840, luego de una escala en Río de Janeiro, registró escenas pintorescas que se reprodujeron en el álbum litográfico Río de Janeiro ou Souvenir du Bresil. D´Hastrel editó en Europa una gran cantidad de álbumes y de litografías dedicadas a temas sudamericanos, entre ellos: Álbum de la Plata o Colección de vistas y Costumbres (París, 1845). La Galerie Royale de Costumes, dedicada a las vestimentas utilizadas en diversas regiones del mundo, la cual contiene once tipos característicos rioplatenses dibujados por el marino, litografiados en color: Estanciero, Porteña, Carabinero de la escolta de Rosas, Gaucho de los alrededores de Buenos Aires, Soldado de infantería de Montevideo entre otras. En 1847 a los cuarenta y dos años se retiró de la armada por motivos de salud. No obstante, nuevos viajes le brindaban material a propósito para sus apuntes, que serían litografiados por él o por otros artistas. De ese extraordinario conjunto de ilustraciones, lo que interesa es aquello que el pintor observó directamente sobre el terreno y no lo que por encargo hizo en base a recuerdos no siempre fieles. Entre sus cuadernos litográficos, son importantes para nosotros el Álbum de la Plata y Costumes de l´Amérique du Sud (Buenos Aires et Montevideo). El recuerdo de D´Hastrel perdura en los coleccionistas rioplatenses y en los amantes del arte nacional. Murió siete años antes de que falleciera Henry Durand Brager, el otro marinopintor también vinculado a nuestro pasado cultural. I.S.
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Adolfo D´Hastrel de Rivedoux El baile gato, ca 1840 Acuarela sobre papel 19x33 cm
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Juan León Pallière, (1823, Río de Janeiro, Brasil – 1887, Lorris, Francia) Pintor y grabador. A pesar de haber nacido en Río de Janeiro debe ser considerado francés pues, recién nacido fue inscripto por su padre en el Registre de l’État Civil des Français, en La legislación de Francia. En 1830, a la edad de siete años, fue llevado por su padre a París. En esa ciudad inició en 1836 su educación artística bajo la dirección de Francisco Eduardo Picot (1786-1868), discípulo de Vincet y de David. Desde los trece años de edad, mostró aptitudes para la pintura. En 1848 realizó una breve visita a Río de Janeiro e ingresó a la Academia Imperial de Bellas Artes. Bajo la dirección de Emilio Taunay se especializó en pintura histórica. Al año siguiente obtuvo una beca para perfeccionarse en Europa. Durante 1850, se trasladó a Roma e ingresó en la Academia de Francia. Permaneció en Europa hasta 1855, para el perfeccionamiento de la técnica del grabado en relieve sobre acero. Al conocimiento de Italia y Francia, agregó el adquirido de España y Marruecos. Llegó a Buenos Aires en 1855 y vivió en la Argentina, con algunos intervalos, hasta 1870. En estos años su actividad coincidió con la de Prilidiano Pueyrredón. En su taller de la calle Cuyo se dedicó a la enseñanza particular donde también expuso sus cuadros. En 1858, por intermedio de su amiga Mariquita Sánchez de Mendeville fue nombrado profesor de dibujo, en la escuela que funcionaba en la Casa de Huérfanos. Durante el mismo año viajó por Chile, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba y Rosario, posteriormente retornó a Buenos Aires. Durante el viaje redactó e ilustró con croquis su diario y ejecutó dibujos y pinturas de gran precisión. Estudió sus tipos y modos de vida. Dejó de ello constancia en su copiosa obra, que penetra en lo íntimo de las costumbres y del carácter argentino. En 1859, en la muestra que compartió con el artista oriundo de Ranchos, Enrique Sheridan, expuso un conjunto de paisajes, cuadros de costumbres y trajes. En 1864 Sheridan inició la publicación del Álbum Palliére, Escenas Americanas. Reproducción de cuadros, acuarelas y bosquejos, que se imprimieron en la Litografía de Julio Pelvilain. La misma consta de 52 láminas y se completó a mediados de 1865. El álbum es de singular importancia iconográfica, aunque sus litografías son de mérito irregular. Contiene una selección de dibujos y pinturas realizadas en Buenos Aires. Una parte de la obra está dedicada a presentar aspectos de la ciudad; la otra, quizá la más importante, a la campaña y a las costumbres rurales. En algunas láminas muestra el extraño sistema de desembarque utilizado en Buenos Aires, tema ya tratado por Vidal, Bacle y Rugendas. Otras estampas están dedicadas a los sectores de la ciudad, como la Aduana, la Plaza de Mayo, la casa de Rosas en Palermo. Entre los tipos populares se ocupa del lechero y el panadero. Luego representa escenas como Cazuela del Teatro Colón, El Interior de la Catedral y La porteña en el Templo. Las obras más importantes que Palliére realizó en la Argentina, fueron sus óleos. Entre ellos puede mencionarse Idilio criollo (1860, MNBA).Una pintura de carácter ecléctico, en la que el academicismo se mezcla con rasgos románticos. El tema de esta tela se basa en unas décimas de Ricardo Gutiérrez. Palliére fue ante todo un pintor costumbrista, cautivado por el campo y el personaje del gaucho. En abril de 1866 regresó definitivamente a Francia. M.J.A
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Juan Le贸n Palli猫re Faenando, s/f Acuarela sobre papel 23,5 x 33 cm (arriba)
Juan Le贸n Palli猫re Retorciendo el hilo, s/f Acuarela sobre papel 22,5 x 28,5 cm (abajo) 14
Prilidiano Pueyrredón (1823, San Isidro, Argentina - 1870, San Isidro, Argentina) Prilidiano Pueyrredón fue uno de los pintores y arquitectos más notables del siglo XIX. En Buenos Aires realizó sus primeros estudios, específicamente en el Colegio de la Independencia. A pesar de sus innumerables viajes al exterior, la casona San Isidro fue el espacio de sus representaciones costumbristas y de mayor tinte local. Sus paisajes dejan claro que su talento excede los eximios retratos con los que se aseguró un lugar en la historia de la pintura argentina. A los 12 años realizó su primer viaje a Europa acompañando a sus padres quienes buscaron apartarse del clima político instalado en el país con la designación como gobernador de la provincia de Buenos Aires de Juan Manuel de Rosas y el otorgamiento a éste de la suma del poder público. Posteriormente en 1841 se trasladó y estableció durante tres años en la ciudad de Río de Janeiro. Si bien se desconoce todo lo referente a su formación artística en este período se cree que pudo haber realizado cursos de pintura y dibujo. Es posible que su contacto con la cultura europea, sumado al conocimiento de las manifestaciones artísticas de la corte imperial brasileña, durante su estancia en aquel país, le aportara al artista estímulo y aprendizaje. En 1844 se trasladó nuevamente a Europa y permaneció en la capital francesa hasta el año 1849. Es muy poco lo que se conoce de su formación y nada puede afirmarse de manera rotunda, se sospecha que es en París en donde comenzó a desarrollar su talento plástico. Estudió arquitectura en el Instituto Politécnico de París. Tres años permaneció en Cádiz antes de regresar definitivamente a Buenos Aires, ciudad que fue testigo de su máximo fruto artístico. Desde 1854 y hasta el año de su muerte, el artista ejecutó obras destacadas y reconocidas por su entorno y hasta nuestros días. Falleció a temprana edad. Su época expresó grandes cambios en los paradigmas estéticos y Pueyrredón no quedó exento en su manifestación. El eclecticismo en la tendencia urbana, en un sentido amplio, fue distintiva en su producción y refleja los inicios de un proceso de desarrollo moderno. Fue contemporáneo a los pintores europeos que visitaron Argentina en viajes de comercio y de los aventureros que recorrieron las pampas, en busca de nuevas experiencias. Sin la percepción europea de una representación horizontal abrumadora supo resignificar una creciente tradición rural, mediante tonos leves y espacios bucólicos. En sus inicios fue referente de un romanticismo que acompañó un cambio de sensibilidad y deleite sociales, sin modificar cierta postura política. Su obra está teñida de un romanticismo gestual minucioso, poco crítico con tintes aún del academicismo de mediados del siglo XIX. Luego del paisaje y el desnudo Pueyrredón se dedicó a escenas costumbristas y retratos. A.F.
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Prilidiano Pueyrredón Dama porteña, s/f Óleo s/ tela 123 x 101 cm
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José Aguyari (1840, Venecia, Italia - 1885, Buenos Aires, Argentina) José Aguyari estudió en la Academia de Bellas Artes de Venecia. Más tarde, en Trieste (Italia), completó su formación en el taller de su hermano quien fue director de esa institución. En su etapa inicial practicó la técnica de la acuarela dedicándose mayormente a la pintura histórica y al retrato. A un año de residir allí, el archiduque Maximiliano de Austria, futuro emperador de México, le encargó el diseño de los trajes de su séquito de guardias para la ceremonia de coronación. Luego de esa experiencia viajó a Egipto, donde retrató a personajes destacados y realizó pintorescas vistas del país. Por razones de salud, regresó a Venecia donde asistió al taller de paisaje que dictó la Academia. En su breve estadía en Londres, logró exhibir con gran éxito en la Royal Academy, una serie de acuarelas de vistas de Venecia. Más tarde en Paris llegó a un arreglo con la casa Goupil para la venta de sus obras. Nuevamente en Venecia, Francisco Bravo, un coleccionista español establecido en la Argentina, lo convenció de viajar a Buenos Aires. Aguyari llegó a nuestro país alrededor de 1869 cuando aún se sentían las secuelas de la fiebre amarilla. Expuso sus acuarelas en la casa Fusoni, y se relacionó con las familias más distinguidas de la sociedad porteña. Sin embargo, la invitación que recibió por parte de Don Emilio Martínez de Hoz, de pasar quince días en su estancia de Ramallo, terminó por determinar su residencia en el país. Aguyari permaneció allí por seis meses realizando escenas camperas y vistas del río Paraná. De regreso a Buenos Aires desarrolló su actividad docente en el Colegio Nacional. Dedicó gran parte de su vida a la enseñanza, siendo uno de los principales formadores de artistas de la escena local. Entre sus alumnos se encuentran: Juan María Gutiérrez, Eduardo Schiaffino, Rodríguez Etchart, y Eduardo Sívori. En 1871 participó en la Exposición de Córdoba con las obras: Un bosque, Un incendio en la pampa y El juego de la taba. Este último se reprodujo en su libro de litografías Álbum Aguyari de vistas y costumbres de la República Argentina, impreso por C. Grand. En 1876, por encargo del presidente Domingo F. Sarmiento, viajó a Italia para investigar acerca de los métodos de enseñanza, con el fin de organizar una Academia en Buenos Aires. A su regreso, tras la crisis política ocasionada por la revolución de 1874, el proyecto quedó trunco. No obstante, Aguyari canalizó sus intereses vinculados a la profesionalización de la actividad artística vinculándose con la creación de la Sociedad Estimulo de Bellas Artes, siendo el primer presidente de la misma. Sin embargo no participó de la Academia por disentir con su orientación. Se destacó en el manejo de la técnica de la acuarela. Sus obras, ya sean sus vistas venecianas especialmente las marinas, así como aquellas en las que representó las típicas escenas rurales y costumbres campestres de esencia criolla, se caracterizan por su factura naturalista, atenta al detalle anecdótico. Aguyari retomó el formato apaisado adoptado por Prilidiano Pueyrredón. En sus representaciones, la inmensidad de la llanura, es interrumpida por elementos naturales: barrancas y árboles que rompen la monotonía del paisaje. M.M
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JosĂŠ Aguyari Marina veneciana, 1880 Acuarela sobre papel. 16 x 40 cm
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Juan Manuel Blanes (1830, Montevideo, Uruguay - 1901 - Pisa, Italia) De formación autodidacta, sus primeros dibujos datan de sus catorce y quince años cuando se trasladó con su madre y hermanos al campo sitiador del General Manuel Oribe. Allí trabajó en la imprenta del periódico El Defensor de la Independencia Americana. Durante su estadía en el Cerrito no abandonó la pintura. A su regreso, su temática se centró en los temas históricos del Uruguay, la Argentina y Chile. Hacia 1853 se dedicó a pintar decoraciones, alegorías y retratos. En 1857 viajó a Buenos Aires debido a la epidemia de fiebre amarilla. Allí pintó y expuso el cuadro alusivo Un episodio de la fiebre amarilla en Montevideo. Poco después se trasladó a Concepción del Uruguay donde conoció al General Justo José de Urquiza, quien le encomendó la decoración del Oratorio del Palacio San José. Así, en sus comienzos, protegido por el caudillo, fue el cronista de su epopeya. Hacia 1858 pintó la serie de ocho telas de género histórico referidas a las batallas y combates en las que actuó como vencedor de Caseros. En esos años también intentó instalarse en Buenos Aires como maestro y como pintor, sin embargo no tuvo éxito. En 1860 una ley le otorgó a Blanes una pensión para estudiar en Europa, trasladándose un año más tarde junto a su familia. Una vez en Florencia ingresó al taller de Antonio Ciseri, pintor de historia y retratista. Regresó a Montevideo en 1864 Blanes llegó con un buen dominio de los recursos académicos. En los quince años siguientes llevó a cabo una intensa actividad como pintor retratista -destaca el Retrato de la madre del artista- desarrolló, además, temas costumbristas y otros referidos a hechos históricos sobre la formación nacional, o acontecimientos relevantes de la época. En diciembre de 1971 expuso, en el foyer del Teatro Colón, la tela que significó la piedra de toque de su trascendencia en el Río de la Plata: Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires, (1871); óleo sobre tela actualmente exhibido en el Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo, Uruguay. Eduardo Schiaffino señaló a Blanes como el precursor de los pintores de historia en las márgenes del Plata. Destacó el gran mérito de ser el primer artista en infundir confianza a los gobiernos, quienes le encomendaron en diversas ocasiones la ejecución de obras importantes. Blanes fue, en el Río de la Plata, el ideal del artista erudito de fines del siglo XIX con su fidelidad a la escena, a los personajes, a las vestimentas, a la reconstrucción histórica y a la teatralidad de los gestos. El período que finaliza con el segundo viaje a Europa en 1879 es el más característico de la obra del artista. Abundan las telas de motivos históricos, los retratos de personajes heroicos y los cuadros de documentación social. Gran parte de los motivos costumbristas que representan gauchos y paisanos rioplatenses fueron realizados también en esa época. Sus pinturas deslumbran al espectador con su convencionalismo, sus betunes, su aparatosa teatralidad, el preciosismo, la minuciosidad y la brillantez. Son obras que corresponden a la visión del mundo de ciertos grupos sociales. Entre 1879 y 1882 Blanes se dedicó a los temas alegóricos con referencias latinoamericanas. En esta época su paleta adquirió una calidad lumínica nueva, derivada de la escuela veneciana. Podemos observar en las obras de 1887, encargadas por los amigos de Julio Argentino Roca, características que lo ligaron a la concepción de la pintura de carácter realista. Esto es evidente en la manera en que describió con precisión los uniformes militares y los detalles documentales de un conjunto lleno de hombres y animales. Es de destacarse la ilusión de corporeidad, un artista evocador de las texturas y de las calidades de las superficies. Ya aquí, existen varias licencias históricas derivadas de la necesidad de consagrar un acontecimiento histórico trascendente y no de figurar una crónica precisa de los hechos. Blanes buscó llegar a un público amplio mediante la exhibición de grandes cuadros que reunieran los requisitos para resultar no sólo comprensibles sino también conmovedores o emocionantes. Su elección de un lenguaje académico y la aplicación de “recetas” a favor de la claridad compositiva y la veracidad histórica, adquieren sentido en la finalidad que él concibió para el arte: se consideró un “artista americano” y sintió la responsabilidad de dar forma sensible a hechos e ideas significativas de su presente y su pasado histórico. Para Blanes el arte debía ser útil y edificante, inculcando en las gentes grandes ideales. M.J.A 19
Juan Manuel Blanes Meseta de Artigas (Río Uruguay) Lugar donde gobernó Artigas y proclamó la independencia, 1880 Óleo sobre tela 72 x 90,5 cm
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Augusto Ballerini (1857, Buenos Aires, Argentina – 1902, Buenos Aires, Argentina) Augusto Ballerini inició sus estudios artísticos con Francisco Romero. A los veinte años realizó una primera exposición de dibujos y cuadros históricos en el almacén naval Fusoni Hermanos. Poco tiempo después viajó a Europa subsidiado por Leonardo Pereyra, terrateniente fundador de la Sociedad Rural. En Roma ingresó al Instituto Real de Bellas Artes, donde estudió con César Maccari y trabajó junto a Giacomo Favretti. Una segunda beca del gobierno de la Provincia de Buenos Aires le permitió establecerse posteriormente en Venecia. Ballerini recibió el impacto del aprendizaje académico, sin embargo, en obras como Aldeana romana en un establo (1879), persevera su interés por las escenas rurales y costumbristas. Al regresar a la Argentina participó como dibujante en la expedición científica Niederlein al norte de la Región Mesopotámica realizando acuarelas, conservadas actualmente en el Instituto Geográfico de Buenos Aires. Ballerini se afianzó en Buenos Aires como acuarelista. Realizó retratos, obras alegóricas, paisajes, entre las que se hallan La sombra de San Martín, Apoteosis de Mariano Moreno y El paso de los Andes. Sus obras resultaron requeridas por la burguesía porteña y por las nuevas elites políticas. También se destacó como escenógrafo realizando decoraciones para Ópera Pampa, de Arturo Berutti. Inmerso en los debates en torno a la construcción de un arte nacional, Ballerini participó como colaborador artístico en el diario La Nación y en la revista La Ilustración Argentina, donde inició su amistad con el poeta Rafael Obligado. En este contexto se inscribe su obra La apoteosis de Esteban Echeverría fiel a la postura sostenida por poeta, en su defensa de Esteban Echeverría como modelo de escritor nacional. En 1884 realizó La última voluntad del payador (1885), en la que se observa el desplazamiento del género alegórico e histórico en favor de la leyenda popular. Esta obra, que alude a la muerte de Santos Vega, responde a la elaboración de un discurso criollista que recupera el mundo rural, reservorio de la identidad nacional. Activo de la vida cultural porteña, participó junto Ernesto De la Cárcova y Ángel Della Valle en el grupo La Colmena, organizando exposiciones de pintura humorística. Miembro honorario de la Sociedad Estimulo de Buenos Aires, Ballerini fue nombrado corresponsal de la Asociación Artística de Roma y jurado de la Comisión Nacional de Bellas Artes. Ballerini alternó sus óleos y acuarelas de asunto internacional, con obras de temas nacionales. Recibió la influencia del folletín y recuperó el espíritu clásico a la hora de abordar el pasado rural, la representación del paisaje pampeano y la figura del gaucho. La última etapa de su producción se centró en la pintura de paisajes: vistas de Misiones, Tandil y las sierras de Córdoba. En 1902 durante la exposición con obras suyas en el Salón Freitas y Castillo en Buenos Aires, Ballerini murió repentinamente a los cuarenta y cinco años de edad. M.M.
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Augusto Ballerini Escena campera, 1875 Ă“leo sobre tela 81 x 119 cm
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Emilio Caraffa (1862, Catamarca, Argentina - 1939, La Cumbre, Provincia de Córdoba, Argentina) Emilio Caraffa comenzó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Rosario, donde el profesor Vignes lo inició en el dibujo. Al trasladarse a Buenos Aires continuó su formación artística durante tres años con el italiano Francisco Romero en la Sociedad Estímulo de Bellas Artes. En 1885, gracias a una pensión, viajó a Europa para perfeccionarse durante los seis años siguientes, residiendo en las ciudades de Nápoles, Roma y Madrid. En Nápoles frecuentó la Academia de Bellas Artes, donde se interesó por la obra de Domenico Morelli, no conforme con esa formación se dirigió a Madrid. De ese periodo son algunas de sus mejores obras, como Viejo orando, desnudo de medio cuerpo pintado con grueso empaste. Luego a su retorno a Argentina participó de la organización de El Ateneo de Buenos Aires, exponiendo en sus Salones en los años 1894 y 1895. En 1902 fundó y dirigió en Córdoba la Academia de Bellas Artes. El Gobierno de Entre Ríos en 1895 le encargó la obra El paso del Río Paraná por el General Justo José de Urquiza-24 de diciembre de 1851, gran composición de siete metros de ancho que se encuentra en el Palacio de Gobierno de la Capital de Entre Ríos. También realizó decoraciones en el interior de la catedral de Buenos Aires en el año 1882. Fue distinguido con una Medalla de Oro en la Exposición Internacional que se realizó con motivo de Centenario de la Revolución de Mayo en 1910. Emilio Caraffa fue un gran maestro, motor de la profesionalización e institucionalización del arte en Córdoba. Dentro del proceso de cambio de la ciudad tradicional a la ciudad moderna, participó en dos acontecimientos de relevancia: la creación del Museo Provincial de Bellas Artes en 1912, que hoy lleva su nombre, y la conclusión del programa decorativo y ornamental en el interior de la Catedral de Córdoba. Este último trabajo lo llevó a cabo durante los años 1910 y 1914, donde además de dirigir las tareas de ornamentación, pintó algunas importantes figuras, como La Gloria del Cielo en la bóveda central. También es obra suya la pintura del plafond de la sala principal del Museo Genaro Pérez de esa ciudad. Se valora a Caraffa como un artista “doblemente periférico”, dado que nació en Catamarca, eligió para sus estudios europeos a la entonces marginal Madrid y a su regreso optó por afincarse en Córdoba y no en Buenos Aires. Y si bien, a su retorno la crítica del momento subestimaba el arte español, por ende, sus realizaciones, logró imponerse con facilidad en el medio artístico local. Su producción plástica transitó por diferentes estilos, las primeras realizaciones en Madrid y en los primeros años aquí en Argentina, como por ejemplo Viejo orando, se identifican con el realismo europeo que se oponían a la pintura romántica y neoclásica. Allí se avizora un manejo extraordinario de la luz, otorgándole un sentido teatral a la obra con pinceladas rápidas y sueltas; en otras composiciones, en cambio, acentuó un estilo naturalista, con fuertes acentos expresivos gracias a los ricos y vigorosos empastes de su paleta. En su producción se distinguen los géneros históricos, religiosos, costumbristas y el retrato. Este último le valió un gran reconocimiento en la época, además de la poética transparencia de las aguadas. Así, en Autorretrato se puede observar una filiación con la pintura española. Su calidad y su técnica, a través del manejo de los tonos bajos y cálidos crean una atmósfera que invita a reconocer en éste y en otros retratos el carácter psicológico del modelo. En sus obras plein air fue donde encontró su tono más personal. Allí su paleta captó el paisaje en acuarelas de calidad pocas veces superadas y en óleos vibrantes. Fue una forma directa de sentir y ver el paisaje nativo. Pintó fervorosamente hasta sus últimos días; empleó colores con los que supo expresar su universo espiritual. En su búsqueda interpretó la naturaleza con gran sensibilidad y veracidad imprimiéndole un acento genuino. L.O.
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Emilio Caraffa Autorretrato, s/f Ă“leo sobre tela 52 x 65 cm.
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Eduardo Sívori (1847, Buenos Aires, Argentina – 1918, Buenos Aires, Argentina) Eduardo Sívori fue un artista prolífico. Se inició tardíamente en el arte luego de un viaje a Europa realizado en 1874 por motivos comerciales. A su retorno a Buenos Aires, luego de haber descubierto y admirado a los grandes artistas en los museos de Roma y Florencia especialmente a Jean-Baptiste Corot, decidió comenzar sus estudios de dibujo y pintura con Ernesto Charton, José Aguyari y Francisco Romero. Instaló un improvisado taller donde se reunió con algunos condiscípulos: Sixto José Quesada, Miguel Lanús, Marco del Pont y Alfred Paris. Allí, según Eduardo Schiaffino, nació la idea de fundar la Asociación Estímulo de Bellas Artes. El artista tuvo interés por los paisajes y las costumbres criollas. Hacia 1878-1880, con la colaboración de Alfred Paris, proyectó realizar una serie de aguafuertes sobre estos temas, incluso consiguió algunos suscriptores. Pero abandonó la empresa luego de grabar cuatro o cinco planchas, desalentado por la carencia de medios adecuados. Estos grabados son los primeros aguafuertes realizados entre nosotros. Se conservan En la tranquera y Tropa de carretas en la Pampa. Sívori integró la llamada “Generación del 80”, la cual trabajó intensamente en pos del desarrollo del ambiente artístico en el país. Lo hizo impulsando el trabajo de artistas nacionales y creando instituciones sólidas que permitieran la enseñanza y la difusión de la pintura y la escultura. Tanto la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, fundada en 1876, como los salones del Ateneo y el Museo de Bellas Artes fueron fundamentales a la hora de la organización, la difusión y la educación del gusto del público. Fueron los pintores Eduardo Schiaffino, Eduardo Sívori, Ernesto de la Cárcova, Reinaldo Giudici, Ángel Della Valle los que tuvieron un papel protagónico en ese proyecto. Ellos se destacaron no sólo por su actividad como organizadores, polemistas y educadores sino también por la calidad de su producción artística. Desde 1883 Sivorí residió en París por el término de ocho años. Allí asistió a los cursos libres de la academia Colarossi, en la que recibió las lecciones de Raphaël Collin y de Puvis de Chavanne. Posteriormente ingresó al taller de Jean Paul Laurens, pintor de historia, del cual tomó el vigor del dibujo y la energía del claroscuro. También frecuentó el taller del paisajista Héctor Hanoteau. Además frecuentó los talleres de los impresionistas no repitiendo aquellas experiencias, sino cambiando su óptica atraído por otros temas. Sívori expuso en los salones de París entre 1886 y 1891. En 1887 envió Le lever de la bonne–El despertar de la criada (MNBA)–Desnudo femenino pintado en el taller de Laurens. En octubre del mismo año ofreció esa tela en donación a la Sociedad Estímulo de Bellas Artes. La obra de orientación naturalista fue aceptada pero no pudo ser exhibida públicamente y sólo se mostró en forma privada pues, para la sociedad porteña de fines de siglo XIX, fue vista como algo insólito e inaceptable. Este cuadro monocromo de sombrío modelado, pleno en el claroscuro ciñe el volumen y contornea la figura robusta de una sirvienta. La criada de Sívori, como la Olympia de Édouard Manet, carece del exotismo de las odaliscas y también de la distancia histórica o mitológica de las Venus de la pintura pompier. La composición define al dibujante vigoroso en su etapa inicial. A esta obra le sucede un período más rico en el color en la que abandona los lineamientos de la academia, sin resignar por completo el naturalismo. Pintó y dibujó retratos de sus familiares, amigos, e incluso su propia imagen, además escenas costumbristas y paisajes. En estas últimas dominan los horizontes desiertos, con bañados, pastizales y animales representados muchas veces por manchas espontáneas. En algunos casos aparece el tema del trabajo de los paisanos. Su paisaje pampeano está muy alejado del conflictivo desierto pintado, una década antes, por Ángel Della Valle. Con gran sensibilidad su fina paleta se torna más clara, como se puede observar en su obra Pampa de 1902. En sus últimos años Sívori enseñó en su taller y desempeñó varios cargos en instituciones artísticas de Buenos Aires. En 1905 participó de la nacionalización de la Academia de Bellas Artes y Escuela de Artes Decorativas e Industriales nacida en la Sociedad de Estímulo de Bellas Artes, de la cual fue subdirector hasta 1908, durante la dirección de Ernesto de la Cárcova. Luego de su renuncia se mantuvo al frente de algunos cursos. Más tarde actuó como representante de la Comisión Nacional de Bellas Artes, dependiente del ente dedicado a organizar los festejos de los cien años de la Revolución de Mayo. Dicha comisión preparó la Exposición Internacional de Arte del Centenario, abierta al público en 1910. M.J.A
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Eduardo Sívori Pampa, ca. 1902 Acuarela sobre papel 25 x 45 cm
Eduardo Sívori Pampa, s/f. Acuarela s/papel. 25x45 cm
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Severo Rodríguez Etchart (1865, Buenos Aires, Argentina – 1903, Buenos Aires, Argentina) Rodríguez Etchart comenzó sus estudió artísticos con los maestros de origen europeo: el acuarelista veneciano José Aguyari y el francés Ernesto Charton, y los continúo hacia1878, con el italiano Francisco Romero en la Sociedad Estímulo de Bellas Artes. En 1879 viajó a Europa para perfeccionarse, siendo discípulo de Gianni y Gastaldi en la Academia Albertina de Turín. Al poco tiempo se trasladó a París, donde luego de unos primeros estudios en la Academia de Carolus Durán pasó a estudiar en la Academia Julien, con los maestros William Adolph Bouguereau y Tony Robert Fleuy. Instalado en París, desarrolló una intensa actividad artística, paralelamente a la participación constante y comprometida con el Salón del Ateneo. Rodríguez Etchart conformó la llamada “Generación del ‘80” entre cuyos objetivos fueron: fomentar el gusto por el arte argentino,diseñar estrategias de difusión y exhibición del arte en la ciudad y posicionar a Buenos Aires, como una gran metrópolis del arte en América. Junto a los pintores y escultores Eduardo Schiaffino, Eduardo Sívori, Ernesto de la Cárcova, Augusto Ballerini, Graciano Mendilaharzu, Ángel Della Valle y Lucio Correa Morales, crearon El Ateneo a fin de albergar conferencias, exposiciones y conciertos. Fue un ambiente de debate, de discusión de ideas estéticas, literarias y también científicas, donde compartieron un proyecto a la vez nacional y cosmopolita. La creación de instituciones como El Ateneo en 1892, el Museo Nacional de Bellas Artes en 1896 y la Academia Nacional de Estímulo de Bellas Artes en 1905, significaron un paso relevante hacia la profesionalización del arte en el medio local. El artista abordó diversos géneros: el retrato, desnudos, escenas de la vida cotidiana y el paisaje, los que fueron tratados dentro de estilos diferentes. Su pintura es buen ejemplo del naturalismo academicista que predominó en la pintura argentina de fines de siglo XIX. Sin embargo, habiéndose formado bajo pautas pictóricas tradicionales, tanto italianas como francesas, supo trascender posteriormente ese marco, en cuanto a la composición y la verosimilitud del retrato, con una impronta cercana al estilo utilizado por el movimiento de los macchiaioli, -italianos que gustaban de la pintura al aire libre, y que recurrieron a temas de la vida cotidiana utilizando el uso espontaneo de la mancha de color-. Ejemplo de esta inclinación hacia una pintura más conectada con los lenguajes modernos es Mujer sentada en la escollera. En la cual podemos observar que la pincelada es más evidente, espontánea y la paleta se enriquece con mayores contrastes de color. Entre sus obras podemos distinguir: La Toillette (1901), y Desnudo- Mujer oriental (1889), ambas en el MNBA. Esta última es una filiación de las obras expuestas en los salones parisinos de temática exóticas, una iconografía desarrollada durante el romanticismo, a través de los viajes de los artistas a lugares del Oriente o el norte de África como Marruecos. Así, los personajes orientales ocuparon un lugar destacado en las pinturas o esculturas de la segunda mitad del siglo XIX. En Niña con paloma (1887) el pintor pone de manifiesto su gran formación académica, generando a través del manejo claroscurista, una transición suave entre la claridad y oscuridad, otorgándole a la obra un clima de delicadeza exquisita que le confiere a la niña un aura especial. El dominio absoluto en el manejo del dibujo, la resolución de los problemas de la forma y la capacidad para manejar la sugestión de los claroscuros, lo coloca como un artista de técnica consumada. A la vez, en las concesiones que con cierta frecuencia hizo a la pintura por encargue aparece como un pintor decorativo y complaciente. Rodríguez Etchart se nos presenta como un pintor que, con una sólida formación académica, fue capaz de transitar por estéticas diversas sin priorizar ninguna de ellas.Así se enmarca dentro de un eclecticismo que, de alguna manera, caracterizó el desarrollo de las artes plásticas argentinas en el tránsito del siglo XIX al XX. L.O
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Severo Rodríguez Etchart Niña con paloma, 1887 Óleo sobre tela 48.5 x 33,5 cm 28
Antonio Alice (1886, Buenos Aires, Argentina – 1943, Buenos Aires, Argentina) Desde niño surgió en él la atracción por el dibujo. A los 11 años sus precoces bocetos movieron a Cupertino del Campo, joven pintor y posteriormente crítico y director del Museo Nacional de Bellas Artes, a hacerse cargo de sus estudios. Posteriormente lo incorporó al taller del maestro Decoroso Bonifanti, quien fue su admirado profesor durante varios años. En 1903 asistió a las clases de dibujo de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, donde expuso por primera vez tres cuadros, obteniendo su primera medalla de plata. En 1904 se presentó a concurso y logró el premio que lo llevó a Europa, más precisamente a Turín, donde continuó su aprendizaje junto a Giacomo Grosso, Francisco Gilardi y Andrea Tavernier. Para los festejos del Centenario, estando en Turín realizó por consejo de León Pagano la obra La Muerte de Guemes, y si bien sólo obtuvo un tercer premio y las criticas desalentaron al pintor, la obra fue adquirida por el Gobierno de Salta. Siendo trasladada a esa provincia en agradecimiento le posibilitó al artista el contacto con los paisajes argentinos. De este período hay una notable cantidad de composiciones con esa temática. En 1911 obtuvo la máxima recompensa en el Primer Salón Nacional de Bellas Artes con Retrato de Señora, y en 1915 se le otorgó la Gran Medalla de Honor en la Exposición de San Francisco de California. Alice se dedicó preferentemente al retrato, logrando una notable fidelidad al original. Su academicismo pictórico permitió que sea el elegido de muchos otros, que le encargaron sus retratos. Entre éstos se destacan: San Martín en Boulogne-sur-Meren 1913, Argentina, Tierra de promisión de 1918, inspirado en las palabras del preámbulo de la Constitución Nacional y Los Constituyentes de 1853-1922. Para llevarlo a cabo realizó largos estudios e investigaciones hasta llegar a la factura definitiva, contándose entonces, con gran cantidad de bocetos y apuntes, así como retratos de cada uno de los próceres que conformaron la gran composición final. En Una flor de Italia de 1908, las pinceladas son más sueltas, cortas, libres y contrastantes, acercándose al estilo de los macchiaioli. Este movimiento que se desarrolló en Italia en la segunda mitad del siglo XIX, se propuso renovar la cultura pictórica nacional, oponiéndose al romanticismo y al academicismo y afirmaron que la imagen de la realidad es un contraste de manchas de colores y de claroscuro. Si bien las grandes telas llevan el ritmo de una exaltación patriótica, fecunda e integral que le valió un amplio reconocimiento, es en las de pequeño tamaño donde radica su obra más valiosa, como en los paisajes resueltos con manchas de color y en los retratos intimistas que son trabajados con un lenguaje más contemporáneo. L.O
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Antonio Alice Una flor de Italia, ca 1908 Ă“leo sobre tela 56 x 43.5 cm
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Ernesto De la Cárcova (1866, Buenos Aires, Argentina – 1927, Buenos Aires, Argentina) Pintor y medallista. Una de las figuras más destacadas dentro del arte argentino. Fue discípulo de Francisco Romero en la Asociación Estímulo de Bellas Artes. A partir de 1885 continuó su formación en la Real Academia Albertina de Turín. Estudios de cabeza, desnudos masculinos y piezas de flores señalan los días de su aprendizaje en dicha Academia. Las visitas a Florencia, Roma y su breve paso por París completaron su formación. Junto a Eduardo Schiaffino, Eduardo Sívori, Reinaldo Giudici, Ángel Della Valle; Ernesto de la Cárcova fue uno de los pintores que tuvieron un papel protagónico en la “Generación del 80”.En ese proyecto trabajó intensamente en pos del desarrollo del ambiente artístico en el país. Lo hizo impulsando a los artistas nacionales y creando instituciones sólidas que permitieran la enseñanza y la difusión de la pintura y la escultura. Tanto la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, fundada en 1876, como los salones del Ateneo y el Museo Nacional de Bellas Artes (1896) fueron fundamentales a la hora de la organización, la difusión y la educación del gusto del público. En 1894 se estableció en Buenos Aires ya con una notable formación académica, y una definida intención militante se incorporó al Centro Obrero Socialista, derivado de la Agrupación Socialista. En ese mismo año fue jurado del segundo Salón del Ateneo, y presentó Sin pan y sin trabajo (1894, MNBA). Esta gran creación que proyectó en Turín y Roma y que finalizó en Buenos Aires, fue una de las primeras adquisiciones hechas por Eduardo Schiaffino para el Museo Nacional de Bellas Artes. Es el primer cuadro de tema obrero con intención de crítica social y un fuerte dramatismo acentuado por la iluminación y una concepción general fundada en el verismo -corriente italiana de fines de siglo XIX, que hizo más énfasis en la problemática social que en lo estilístico-. En Sin pan y sin trabajo gravitan ideas sociales, muy en boga en la sociedad argentina de fines del siglo XIX y a tono con los conflictos obreros que, para esa época, arreciaron en las ciudades industrializadas. Completaron su producción plástica retratos, naturalezas muertas y algunos desnudos de corte simbolista, muy alejados de aquella gran pintura inaugural con la que obtuvo una destacada notoriedad. En los retratos trasuntan los rasgos expresivos, apreciándose la representación de la sociedad burguesa que con beneplácito aplaudía la obra al artista y lo distinguía por su temperamento refinado y elegante. De la Cárcova fue el primer director de la Academia Nacional de Bellas Artes. La misma nació, cuando la Escuela de Bellas Artes fue nacionalizada en 1905. Renunció al cargo en 1908, luego de algunos meses de conflicto generados por la injerencia de la Comisión Nacional de Bellas Artes sobre la Academia. Lo reemplazo Pío Collivadino. Entre 1909 y 1919 se desempeñó como Director del Patronato de Becados Argentinos en Europa. En 1923 se hizo cargo de la dirección de la Escuela Superior de Bellas Artes, que se estableció cerca del balneario municipal y que, por la libertad que allí reinó bajo su mandato, fue conocida como “el balneario” o “el paraíso”. Integró el grupo de arquitectos y artistas que crearon la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires. Durante tres lustros perteneció a su claustro docente. Llevo a cabo una intensa actividad pública que le impidió dedicarse plenamente a la producción artística. Llevó adelante una intensa actividad pública. Por tres períodos fue miembro del Honorable Concejo Deliberante de Buenos Aires. También integró las comisiones de los monumentos al general Alvear, general Mitre, y a la Independencia, entre otros. Fue el creador de los premios municipales a la mejor fachada y se le encargó la adquisición de obras de arte en Europa para el embellecimiento de la ciudad de Buenos Aires. Fue además oficial de la Legión de Honor francesa. Se conserva obra suya en el Museo Nacional de Bellas Artes, Museo "Rosa Galisteo de Rodríguez" en Santa Fe, Museo de Paraná, Museo “Juan B. Castagnino” de Rosario, entre otras instituciones. M.J.A.
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Ernesto De la CĂĄrcova La esposa del artista, ca. 1910 Ă“leo sobre tela 58 x 50 cm
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Ángel Della Valle (1852, Buenos Aires, Argentina - 1903, Buenos Aires, Argentina) Ángel Della Valle es uno de los artistas representativos de la Generación del Ochenta. Hijo de inmigrantes italianos, su padre se instaló en la Argentina en 1842. Dedicado a la construcción, José Della Valle participó en la realización de edificios para el gobierno de Juan Manuel de Rosas, logrando una holgada posición económica. Así Ángel Inició su formación artística en Buenos Aires y en 1875 viajó a Florencia, donde estudió en la Sociedad Cooperativa de Estudiantes fundada por Antonio Ciseri. Allí recibió la influencia de la escuela verista italiana, y entro en contacto con las búsquedas de los macchiaioli, y los pintores del Risorgimiento Italiano. Sus obras de este período se alternan entre estudios de desnudos, asuntos orientales, exóticos y motivos pintorescos. En 1881 su obra Prometeo encadenado es seleccionada para la Exposición Continental. En 1883, Della Valle volvió a Buenos Aires y comenzó a colaborar en la revista La Ilustración Argentina, fundada por Pedro Bourel. Allí participó del debate local en torno a la posibilidad de llevar adelante un arte nacional. Con una técnica sólida, se dedicó principalmente al retrato realizando un importante número de cuadros. Sin embargo, inmediatamente centró su interés en el escenario pampeano, abordando escenas costumbristas que reflejan las actividades propias del campo en obras como Domando, Los troperos o El juego del pato. En noviembre de 1891 participó de la exposición colectiva de artistas a beneficio de la Sociedad de Nuestra Señora de Carmen, con Juan Moreira, basada en el folletín de Eduardo Gutiérrez. En esta obra, así como en La captura del bandido, el carácter documental cede a favor de una búsqueda de mayor dramatismo que se traduce en reconstrucciones detalladas no exentas de cierta teatralidad. En esta misma línea se inscribe La vuelta del malón, expuesta por primera vez en 1892, en la ferretería y pinturería de Nocetti y Reppeto. Pintada con el propósito de su posterior envió a la Exposición Universal de Chicago de 1893, la obra obtuvo una medalla y participó del segundo Salón del Ateneo en 1894. Probablemente inspirada en “La cautiva” de Esteban Echeverría esta temática de larga trayectoria en la literatura y en menor medida en el arte, fue abordada por primera vez en una tela de gran formato. Suerte de justificación simbólica de la campaña del desierto emprendida por general Julio A. Roca. La obra de Della Valle se caracteriza por un riguroso sentido de la estructura a base de diagonales, en la que se destaca el uso de la perspectiva atmosférica, los horizontes lejanos y una minuciosa observación de la naturaleza, que se traduce en un trabajo detallado de los cielos y los reflejos de agua. Eximio animalista, obras como Enlazando, Arreando, dan cuenta de su habilidad a la hora de representar escenas donde predomina el movimiento y la acción. Cabe destacar, que así como otros pintores del siglo XIX, Della Valle se sirvió a menudo de la fotografía para componer sus cuadros. Sus últimas obras tienden hacia una mayor síntesis y al uso de fuertes empastes que acentúan su dramatismo. A su legado artístico se suma la labor educativa que ejerció durante dieciocho años en la Asociación Estimulo de Bellas Artes junto a Reinaldo Giudici. M.M.
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Ă ngel Della Valle El rodeo (Enlazando), ca. 1897 Ă“leo sobre tela 72 x 103 cm
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Eduardo Schiaffino (1858, Buenos Aires, Argentina – 1935, Buenos Aires, Argentina) Pintor, dibujante, crítico e historiador de arte, auténtico “animador cultural” en el Buenos Aires de fines de siglo XIX. Perteneció a la “Generación del 80” grupo de artistas que dio a su época un carácter definido, pragmático, europeizado pero a la vez enraizado en lo nacional, durante el período que transcurrió entre 1880 y los años posteriores al Centenario. Con apenas 18 años, protagonizó hechos fundacionales como la creación de la Sociedad de Estímulos de Bellas Artes, que en 1905 pasó a ser la Academia Nacional de Bellas Artes. Su maestro en esta Institución fue el acuarelista veneciano José Aguyari, cuya influencia orientó sus primeros pasos como artista. Prosiguió su formación plástica en Italia, destino de su beca. En Venecia, estudió con Egisto Lancerotto. En París, entre 1885 y 1891, concurrió a la Escuela de Bellas Artes como alumno libre. En la Academia libre de Colarossi fue discípulo de Raphael Collin. Luego frecuentó asiduamente a Pierre Puvis de Chavannes, maestro del simbolismo. Donde tuvo la posibilidad de acercarse a la tendencia del “nuevo humanismo”, corriente opuesta al pensamiento impresionista y al naturalista. En 1883 publicó en El Diario los primeros “Apuntes sobre el arte en Buenos Aires”, artículos sobre temas artísticos. A su regreso a Buenos Aires, en 1891 formó parte del grupo que fundó El Ateneo, centro que reunió un importante grupo renovador de la cultura hispanoamericana, con la participación de destacadas figuras como el nicaragüense Rubén Darío y Leopoldo Lugones. Abordó la crítica de arte en las páginas del periódico La Nación. Organizó diversas exposiciones entre ellas la del Palacio Hume en 1893 donde se apreciaron las mejores obras existentes en las colecciones porteñas. Fue fundador y primer director del Museo Nacional de Bellas Artes de 1895 hasta 1910, ese mismo año, después de la Exposición del Centenario dejó la dirección del museo y como diplomático pasó a desempeñar tareas consulares en varias ciudades de Europa, como Sevilla, Madrid, Turín, Pau y Atenas. En el Salón de París de 1889 expuso por primera vez La toillete. Con esta obra obtuvo una Medalla de Bronce. Ese mismo año concurrió a la Exposición Universal de París con Reposo, un desnudo de mujer que escandalizó a muchos. Se trata de un bello desnudo yacente, prolijo estudio académico ejecutado con elegantes líneas y con la atmósfera gris del invierno europeo. La misma fue adquirida por el Museo Nacional de Bellas Artes en 1904. En 1890 Schiaffino presentó en el Salón de París una pequeña cabeza, Margot (MNBA). En esa tela el fondo se funde con la figura, no hay contornos que recorten nítidamente las formas, siendo una de las primeras pinturas realizadas por un argentino cuya representación se aleja del naturalismo académico. Sobrios y expresivos son los retratos que el artista realizó. Se destaca una serie donde manejó muy hábilmente la dinámica de la luz, borrando los contornos, espiritualizando sus personajes en climas simbolistas. En cuanto a sus dibujos, se destaca especialmente el de su amigo Rubén Darío que se difundió en el libro Los raros. En 1918 realizó en Buenos Aires la última exposición de sus pequeños y luminosos óleos. Sus últimos trabajos lo conforman composiciones de paisajes cuya técnica lo acercan a la pintura al aire libre, tendencia desarrollada en la Europa de fines de siglo XIX. Expuso por última vez en Buenos Aires en 1918, ocasión en la que presentó pequeños óleos luminosos. En 1933 se radicó en Buenos Aires y publicó su libro más importante, la primera historia del arte argentino: La pintura y la escultura en Argentina, de la cual sólo se publicó su primer tomo y jamás fue reeditada. Murió dos años después mientras preparaba el segundo volumen de la misma. M.J.A
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Eduardo Schiaffino Río San Antonio, s/f Óleo sobre tela 29 x 35,5 cm
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Reinaldo Giudici (1853, Lenno, Lago di Commo, Italia - 1921, Buenos Aires, Argentina) A los ocho años, Reinaldo Giudici abandona Italia y se traslada junto a familia a Montevideo. En esta ciudad, inició sus estudios artísticos de la mano de Juan Manuel Blanes, quien lo admite en su taller. En 1877, ya residiendo en Buenos Aires, recibió una beca del Ministerio de Instrucción Pública de la Argentina para completar su formación en Europa. En Roma estudió con Cesar Maccari, pintor verista y decorador. Regresó a la argentina por un breve periodo de tiempo, para luego retornar a Italia con un subsidio del gobierno provincial permaneciendo en Venecia hasta 1886. Allí realiza La Traicionada expuesta en la Galería de Arte Moderno de Roma, Maternidad y demás cuadros de temas paisajísticos. Estudió con Favretto, de quien recibió la influencia de la escuela verista italiana que se traduce en obras como La sopa de los pobres y Prerrogativas aristocráticas. La primera, participó en Salón de Paris, y resulta seleccionada para representar la sección italiana de la exposición Internacional de Bellas Artes de Berlín. Tras el éxito, regresó a Buenos Aires en 1886 y expusoLa sopa de los pobres en la casa Bossi y Botet. Alternando su actividad artística con la docencia, tarea que ejerció en la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, Giudici realizó retratos, escenas costumbristas, paisajes, marinas y pinturas históricas. Tal es el caso de La presentación del General José de San Martín al Soberano Congreso de Buenos Aires de mayo de 1818, donada al Senado de la Nación, en un gesto de gratitud por la pensión recibida para continuar sus estudios en Europa. También se dedicó a la decoración mural, realizando trabajos para el Mausoleo del General Urquiza en la Iglesia de Concepción del Uruguay, el Teatro Colón y los paneles de temática indígena, en el Museo de La Plata. En 1899 realizó el díptico Hogar feliz y Cabo de año con el que participó de la Exposición del Centenario, y en 1904 La sopa de los pobres es seleccionada para la exposición Internacional de Saint Louis, donde recibió una medalla de oro. En su obra se evidencia la influencia de la pintura veneciana de corte sentimental y costumbrista. Se destacan sus dotes de colorista, sus búsquedas ópticas a la hora de encarar las cualidades lumínicas del paisaje y los efectos de textura con una pintura espontánea y expresiva sirviéndose del empaste y la pincelada suelta. Hacia el final de su vida, su producción disminuyó. Su actividad se centró entonces, en la enseñanza, siendo maestro de pintores como Cesáreo Bernaldo de Quirós, Edgardo J. Arata y Miguel Carlos Victorica. M.M.
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Reinaldo Giudici Paisaje serrano, ca. 1914 Ă“leo sobre tela 33 x 51 cm
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Pío Collivadino (1869, Buenos Aires, Argentina – 1945, Buenos Aires, Argentina) Hijo de un carpintero lombardo, Pío Collivadino comenzó sus estudios en Buenos Aires en la Società Nazionale Italiana y en la Academia de Bellas Artes con Francesco Romero. Becado por el gobierno nacional viajó a Roma e ingresó a la Academia de Bellas Artes. Permaneció allí siete años, influido por el movimiento decorativista que primó en la península. Conoció a César Mariani quien lo inició en la pintura al fresco, posteriormente realizó los trabajos para el aula magna el Palacio de Justicia de Roma. En 1900 visitó la exposición Universal de Paris y recibió la influencia de la pintura francesa. Por esta época se inclinó por el tratamiento de escenas contemporáneas, centrándose en temáticas cotidianas. Ejemplo de ello son Plaza Romana, Santa María de la Pace y La Ciociara. En 1901 participó en la Exposición Internacional de Venecia con en el díptico Vida honesta, que aborda la temática de la miseria urbana, inscripta en la línea del anarquismo sentimental de Almafuerte (Pedro Bonifacio Palacios). También expuso La hora del Almuerzo (1903), premiada con una medalla de oro en la exposición de Estados Unidos. Esta obra pintoresquista, que representa a un grupo de albañiles en un momento de descanso, se caracteriza por el uso de pinceladas sueltas, toques de luz y un minucioso estudio de fisonomía. En 1904 la misma formó parte del envió oficial para la Louisana Purchase Exposition. A su regreso a Buenos Aires Collivadino continuó abordando tópicos urbanos como es el caso de El Farol (1907), Puente Alsina, Riachuelo y Futura avenida. Su vocación documentalista lo llevó a construir un taller rodante con el que recorrió las calles registrando la transformación de la ciudad. Sus obras señalan el contraste entre la vieja fisonomía de resabios coloniales y el surgimiento de modernas construcciones. También representa el interior del país en obras como Tormenta de verano y Paisaje de Tandil. En 1907 participó de la creación del grupo Nexus, que realizó tres exposiciones: dos en el Salón Costa y una en Witcomb. Collivadino fue el principal animador de esta agrupación que tuvo entre sus objetivos reemplazar a los viejos maestros de la pintura y propiciar la creación de un salón nacional, objetivo que se cumplió con la creación del Salón de Primavera años más tarde. La mayoría de los integrantes del grupo a excepción de Fernando Fader, Rogelio Yrurtia y Martín Malharro completaron sus estudios en Italia apuntando a una valorización de las temáticas regionales. En el caso Collivadino esto se plasma en su tratamiento de la temática urbana, no exenta de cierta idealización. Su pintura de caballete se caracteriza por el empleo de pequeñas manchas aplicando el color mediante pequeños toques generando vibraciones de luz y de atmósfera. Su paleta se reduce a tonos grises y pardos que contrastan con toques de color más vivos y animados. En 1908 Collivadino fue nombrado Director de la Academia Nacional de Bellas Artes y alternó estas actividades con sus trabajos de decoración. Desarrollando la labor para la capilla del Santísimo Sacramento de la Catedral de Montevideo y el Teatro Solís de la misma ciudad. En 1915 comenzó sus trabajos para el pabellón Argentino de la exposición Argentina de California, donde predominaron las figuras alegóricas afines a los modelos tradicionales. La enseñanza del grabado que ejerció en la Academia Nacional es uno de sus más importantes legados. Aquí difundió las técnicas gráficas aprendidas en Europa. Entre sus alumnos figuraban: Lino Enea Spilimbergo y Héctor Basaldúa. M.M
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PĂo Collivadino Usina, ca. 1914 Ă“leo sobre tela 82 x 106 cm
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Lucio Correa Morales (1852, Navarro, Provincia de Buenos Aires – 1923, Capital Federal, Argentina) Correa Morales fue enviado por sus padres a la Ciudad de Buenos Aires para realizar sus estudios primarios. Su capacidad para el dibujo y el dominio de las técnicas escultóricas fueron descubiertas por Rufino Varela, que gracias a la amistad que lo unía con Domingo F. Sarmiento, le consiguió una beca de capacitación en Europa. Se instaló en Italia y trabajó desde 1874 hasta 1882 en la Real Academia de Bellas Artes de Florencia con Urbano Lucchesi. De ese período es la pieza Ondina del Plata (ca.1880), ubicada en el Jardín Botánico de la Ciudad de Buenos Aires. En este mármol siguió el estilo de las ninfas de la fuente- espíritu elemental del agua- difundido por la escultura italiana. Se presentó por primera vez en la exposición Continental de 1882, obteniendo el premio por su yeso El Río de la Plata. En esa época, su obra respondió a las temáticas cultivadas por los escultores de la Academia. Son ejemplo La Agricultura y la Arquitectura (ca.1882) emplazadas en la Universidad Nacional de la Plata. Se dedicó a la enseñanza, siendo profesor en la Academia Estimulo de Bellas Artes, en la Escuela Normal de Profesoras Nº 1 y en la Escuela de Arquitectura de la UBA. Entre sus alumnos estuvieron Rogelio Yrurtia, Pedro Zonza Briano y Pablo Curatella Manes. Lucio Correa Morales realizó piezas funerarias, monumentos conmemorativos y escultura ornamental. Iniciador de la escultura en Argentina se basó en el legado occidental, adecuándose a la concepción y ejecución inspiradas en los artistas griegos y los romanos. Su formación en los cánones de un realismo costumbrista, género en boga en Italia por ese entonces, resultó adecuado a la realidad argentina que enfrentó a su regreso. Poco antes de los años noventa el país asistía a la culminación de un proceso que mostró sus propias contradicciones y limitaciones: la idea del progreso fue sometida a revisión, el concepto de “pampa bárbara” se invirtió y comenzó a ser rescatada en una nueva perspectiva del pasado, abriéndose el proceso de su idealización. Las nuevas ideas avanzaron y exigieron un lugar en la vida del país, en tal sentido el campo intelectual argentino trató de resguardar el prestigio de la tradición nacional. Lo fundamental fue la preocupación por la restauración de todo lo que constituía la tradición, como contraparte de la acción disolvente del anarquismo. En ese marco se situó y produjo denodadamente Correa Morales. Su relación con los naturalistas Eduardo Holmberg (primo hermano) geólogo, botánico y zoólogo, y Florentino Ameghino lo incentivó a viajar por el interior del país, especialmente al Chaco y a Sierra de la Ventana, donde tomó contacto con los criollos e indígenas, para posteriormente inmortalizarlos en sus más sensibles obras. Con esa temática trabajó los primeros años del siglo XX encontrándose representada en las esculturas La Cautiva (1905) y Los Señores de Onaisis (1912). Esta obra representa a los aborígenes, como señaló Payró, “con la nostalgia de los señoríos perdidos”. Por otra parte, La cautiva no integra la iconografía de las mujeres blancas víctimas de los malones, como la representara Ángel Della Valle, Johann Moritz Rugendas u Otto Grashof, al contrario muestra a una indígena que abraza a sus hijos mientras ve una larga fila de indios cautivos que anhela su tierra y su gente. Así, la formación naturalista y académica, con un acento sentimental, llevó a Correa Morales a exaltar la figura del gaucho y los indígenas. Entre los monumentos más destacados se encuentran al Deán Gregorio Funes (ca.1910, Parque Sarmiento de Córdoba), al doctor Ignacio Pirovano (1900, Bs. As- Hospital. De Clínicas), a Francisco Narciso de Laprida (ca. 1995, San Juan), al presbítero Manuel Alberti (1910- Buenos Aires-Barrancas de Belgrano). Una obra diversa es Caballo Herido (c. 1882) Museo Juan C. Castagnino - Rosario muestra un modelado con acentos románticos. L.O.
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Lucio Correa Morales Se単ores de Onaisin, ca. 1905 Bronce 100 x 56 x 44 cm
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Ignacio Baz (1826, Tucumán, Argentina, 1887, Tucumán, Argentina) Fue llevado de niño a Buenos Aires y allí asistió al Aula de Dibujo de la Escuela de Estudios Preparatorios de la Universidad donde concurrió a las clases de dibujo a cargo del pintor italiano Pablo Caccianiga. Continuó con sus estudios hasta 1837, retornando una vez finalizada su formación, a su provincia natal. De 1840 a 1845 residió en Córdoba donde se conectó con el pintor francés Amadeo Gras. Se estableció por un corto tiempo en Buenos Aires realizando retratos al óleo y miniaturas. Entre los años 1847 y 1848, con Juan Manuel de Rosas al gobierno, emigró a Chile donde estableció contacto con otros exiliados argentinos como Alberdi, Bartolomé Mitre, Faustino Sarmiento y el francés Monvoisin. Se trasladó al Perú, instalándose en Lima y ejerciendo su profesión de retratista, que alternaba con clases particulares. Finalmente, en 1852, luego de la caída de Rosas, regresó al país. Fue designado por Sarmiento profesor de Dibujo en el Colegio Nacional de Tucumán y también se dedicó a su labor de retratista, por la cual es reconocido en el panorama plástico argentino del siglo XIX. Sin embargo su producción registra diferentes niveles de calidad y si bien no se aparta de la resolución clásica de la pintura de retrato, puede observarse en sus telas, una factura que se aleja de lo académico para plantear resoluciones compositivas más simples. S.M.
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Ignacio Baz Retrato de Don Pedro de Garmendia (1º Período, antes de 1860) Óleo sobre tela 87 x 72 cm
Ignacio Baz Retrato de Doña Isabel Pondal de Garmendia Óleo sobre tela 87 x 72 cm
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Baltasar Verazzi (1819, Caprezzo, Italia –1886, Italia) Verazzi realizó sus estudios en la Academia de Brera, en Milán. Llegó a Buenos Aires en 1853. Fue discípulo de Franciso Hayez. Arribó al Río de la Plata, en 1853, por sugerencias del cónsul argentino, ya que el pintor había participado en las luchas de 1848 contra la dominación austríaca en su país. En su producción predomina un academicismo de corte clásico. Entre los géneros cultivados por el artista se encuentran el retrato y la pintura de historia. Su obras se difundían entre una minoría culta y adinerada de Buenos Aires. Fue contratado para pintar el plafond y el foyer del antiguo Teatro Colón, ya que era un conocido muralista por sus obras para la Academia de Brera, donde había representado al fresco, episodios de la vida de Leonardo da Vinci. En 1857 participó en la organización de una academia artística, con el patrocinio de la Universidad, intento que no logró concretarse. Entre 1862 y 1865 se trasladó al Uruguay donde pintó un mural en el Cementerio Central de Montevideo y también retrató a la sociedad uruguaya. Regresó nuevamente a Buenos Aires por un período breve y finalmente dejó el país. Sus realizaciones presentan una concepción académica que resalta el predominio del dibujo sobre el color y una composición rigurosa, de ajustado equilibrio, de luz uniforme y factura impersonal. Sin embargo, en el caso del Retrato de la colección del museo, es un ejemplo de un buen empleo de color, dado por el contraste de complementarios como en el caso de la cortina roja con el verde del mantel. Similar trabajo se observa con la oposición de los valores entre el negro del vestido y el blanco de las puntillas, recurso a su vez muy empleado entre los retratistas del siglo XIX. La figura emerge así de un fondo negro y posee un volumen destacado. S.M.
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Baltasar Verazzi Retrato, 1861 Ă“leo sobre tela 133 x 107 cm
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Fernando García del Molino (1813, Santiago de Chile, – 1899, Buenos Aires) Fue traído desde niño a Buenos Aires donde tuvo una amplía educación, que también abarcó el campo estético, aunque confesaba no haber estudiado con ningún maestro. Sin embargo no se cree que su formación haya sido autodidacta ya que figuraba, en 1828, inscripto en el Aula de Dibujo de la Universidad de Buenos Aires, siendo su maestro el italiano Pablo Caccianiga. Fue coetáneo de Carlos Morel. Comenzó a pintar desde muy joven constituyéndose en su principal medio de vida. Comenzó a ejercer la docencia artística tempranamente, en 1831. Desde 1832 hasta la fecha de su muerte, sucedida en 1899, retrató a lo más representativo de la sociedad bonaerense. Pagano lo definió como “el pintor del mundo federal”. Durante tres años trabajó haciendo miniaturas junto a Morel como socios. Después aquél se inclina hacia la pintura de historia y el costumbrismo, en cambio García del Molino se dedicó al retrato. Se vinculó a Goulu y frecuentó su taller asimilando sus enseñanzas técnicas. Esta relación comenzó en 1830 y se acentuó a partir de 1834. García del Molino fue otro protagonista del romanticismo porteño, del Salón Literario, de la Asociación de Mayo y de la del Joven Argentino. El retrato en el siglo XIX en muchas ocasiones, no se toma del original, sino de copias de modelos más antiguos de daguerrotipos, e incluso de apuntes de las facciones de difuntos y luego se continuaban en el taller. Sin embargo, Pagano, definió a García del Molino, como un escrutador de caracteres, concentrando en el rostro todo el interés del retratado. Las figuras eran colocadas en espacios reducidos, junto a muebles y objetos familiares que denotaban la categoría social del retratado, en otras ocasiones en cambio, planteaba una original resolución compositiva a través de ventanas que se abrían al exterior, registrando de esta manera, el paisaje local. Reflejó lo más selecto de la sociedad del período, incluso al mismo Juan Manuel de Rosas. En la obra aquí presentada se observa un típico retrato decimonónico con personaje de frente y ambientado en un interior. Presenta también, la clásica resolución de contrastes de negros contra rojos y oposiciones de claves de luz entre el negro del traje y el blanco de la mantilla. La figura se encuentra rodeada de sus objetos cotidianos como el abanico y quizás un libro de oraciones. S.M.
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Fernando García del Molino Retrato de Doña Teodora D’Aquibel de Ezcurra, 1837 Óleo sobre tela 89, 5 x 69, 5 cm
Fernando García del Molino Retrato de Doña Gregoria del Arca Saénz de Alonso Óleo sobre tela 115 x 87 cm
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Miembros del Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori Dirección Arq. María Isabel de Larrañaga Idea y Coordinación General de Proyecto Mgter. Silvia Marrube
Autoridades Universidad del Salvador Decano de la Facultad de Historia, Geografía y Turismo Prof. Pablo Maersk Nielsen Secretaria Académica de la Facultad de Historia, Geografía y Turismo Lic. Valeria Buglioni
Investigación Lorena Oporto Laura González Lic. Ivana Sicolo
Directora de la carrera de Gestión e Historia de las Artes Dra. María del Carmen Magaz
Archivo de Arte Argentino Prof. María Claudia de León
Asistente de Prácticas Educativas Lic. María Collado
Corrección de textos Agustina Fiorillo Departamento de Conservación, Restauración y Reserva Técnica Carlos Melo Reserva Técnica Juan Ángel Cónsoli Gabriel Kargieman Fotografía Otilio Moralejo
Convenio Interinstitucional Prácticas Educativas de Capacitación de la Universidad del Salvador Magdalena Mastromarino María Julia Aparicio Delfina Ante Baquela Melanie Casasco Sonia Soria Priscila Elena Bey
Agradecemos la colaboración del Sr. Marcelo Fornes
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Museo de Artes PlĂĄstica Eduardo SĂvori Av. Infanta Isabel 555 (frente al Rosedal) Ciudad de Buenos Aires 4774-9452/ 4778-3899 investigacion@museosivori.org www.museosivori.buenosaires.gob.ar
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