Ramรณn Sierra Lรณpez
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La capitulaciรณn del Castillo de San Diego en Acapulco
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La capitulaci贸n del Castillo de San Diego en Acapulco
La capitulaci贸n del Castillo de San Diego en Acapulco
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A mi esposa, con cari帽o, que salpic贸 de matices humanos los renglones de este libro. A mis hijos, que han compartido y apoyado mis trabajos. A mis hermanos, con los que hemos trabajado por Tecpan.
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PRÓLOGO
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INTRODUCCIÓN
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uchos son los motivos que nos decidieron a escribir este libro; uno de ellos, devolverle al Teniente Coronel Pablo Galeana el lugar preponderante que los libros de historia no le han dado, es decir, la narración del asalto a la isla La Roqueta en el puerto de Acapulco, cuyos alcances militares permitieron que el general Morelos tomara, por fin, el Castillo de San Diego, único baluarte —hacia 1813— en la región suriana en manos de los españoles; otro, rescatar las figuras de los héroes de la Independencia, originarios de Tecpan y de Costa Grande, como el General Hermenegildo Galeana y el mismo Pablo Galeana, Isidoro Montes de Oca, Julián de Ávila y Cesáreo Ramos, entre otros, para ubicarlos en los recintos del hoy Museo Fuerte de San Diego en Acapulco, por aquella epopeya que duró tanto tiempo. Cuando don José María salió de Michoacán para reunir tropas a lo largo de la Costa Grande y continuar con la lucha armada por las provincias del sur, ya traía su primera encomienda ordenada por el líder del movimiento independentista, don Miguel Hidalgo: la toma del Castillo de San Diego. Con el incipiente ejército que logró reunir, inició el asedio a la fortaleza desde el Pie de La Cuesta, luego desde la Sabana; la estuvo cañoneando durante más de cuatro meses sin lograr este propósito; a partir de mayo de 1811 abandonó la Costa para adentrarse en los valles de Chichihualco, Chilpancingo, Tixtla… Sin desa-tender ___________________________________________________________________________
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la consigna de su jefe, deja sitiando al Castillo al entonces coronel Julián de Ávila con tropas destacamentadas en el Cerro del Veladero. Así, por derroteros de la Sierra Madre del Sur, avanzó hacia el centro de lo que hoy es el estado de Guerrero, tomando ciudades con el incipiente ejército que poco a poco fue robusteciendo. Fueron cayendo poblaciones importantes como Tixtla, Chilapa, Cuautla, Taxco, Tenancingo, Cuernavaca, Huajuapan, Ozumba, Orizaba y Oaxaca, entre otras. Esta última, enclavada en el centro económico y militar de la Vieja Antequera, significaba uno de los triunfos más contundentes del ejército insurgente. Sin embargo, faltaba el más importante: el Castillo de Acapulco. Es así que el general Morelos decidió regresar, al cabo de dos largos años, nuevamente a la Costa para tomar, de una vez por todas, la inexpugnable fortaleza. Describir el viaje desde Yanhuitlán, ubicado en la Sierra Mixteca donde el general Morelos dejó encargado en defensa de la región a Mariano Matamoros, pasando por los pueblos de ese macizo montañoso, luego por las comunidades de la Costa Chica hasta llegar a la Sabana, es otro de los motivos para escribir este libro. Destacar los acontecimientos por los que atravesaron los soldados insurgentes cargando cañones y pertrechos, los primeros ataques a la fortaleza, la toma de la isla de La Roqueta y por último la capitulación del Castillo ha sido una tarea de alta responsabilidad, sobre todo, por hacer que esta descripción se apegara a la realidad histórica. Tarea que no iniciamos hasta reunir la documentación necesaria para ello. Así, conseguimos ubicar el Diario de la Expedición del señor Morelos de Oaxaca a ___________________________________________________________________
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Acapulco, del 9 de febrero al 18 de abril de 1813, narrado por su secretario Juan Nepomuceno Rosáinz; la carta escrita por Fray Pedro Ramírez, enviada al Virrey Calleja, en la que acusa al entonces Gobernador de la plaza de Acapulco y del Castillo, el capitán Pedro Antonio Vélez; la Colección de docu-entos para la Historia de la Guerra de Independencia de México de Juan E. Hernández y Dávalos, así como los documentos de general Morelos rescatados por Lemoine Villicaña en su obra “Morelos, su vida revolucionaria a través de sus escritos y de otros testimonios de la época.” Pero uno de los retos más difíciles, fue poner en labios del propio coronel Pablo Galeana de los Ríos, no sólo las vicisitudes por las que atravesó el ejército insurgente para lograr los objetivos de su líder, sino describir la realidad histórica y convertir los datos fríos de los historiadores en una obra que llegue al lector de hoy. Por ello, el hablar en primera persona en la voz de Pablo, nos orilló a ofrecer al lector una historia narrada por uno de sus protagonistas. El 21 de agosto de 1813, cuando por fin capituló el Castillo y Vélez puso en manos del General Morelos el bastón con que gobernaba y le expresó que sentía en el corazón que se hubiera derramado tanta sangre, hubo una ceremonia muy significativa e importante narrada por don Carlos María de Bustamante, en la que inserta una frase que resume en tres palabras la caída del imperio español en las costas del sur y la derrota definitiva del virrey Calleja que un año antes había perseguido despiadadamente a los sobrevivientes del Sitio de Cuautla. De esa descripción histórica de la entrega de la fortaleza en Acapulco, hemos tomado el nombre de este libro: “…pero su excelencia ___________________________________________________________________________
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le contestó que por su parte no se había derramado nada. Para romper el silencio que pesaba sobre todos y cambiar el semblante de los vencidos, la vergüenza, confusión, el orgullo humillado, las glorias desvanecidas, pidió se sentaran todos a una mesa que se había preparado con unas frugales viandas. Comieron juntos los jefes de ambos partidos, y el general Morelos brindó por España, diciendo con una entereza magnánima: ¡viva España! Pero España hermana, y no dominadora de América.” Finalmente, podemos decir que este trabajo trata de rescatar del olvido las figuras de Pablo Galeana y su tío Hermenegildo; de describir las hazañas y penalidades de las tropas insurgentes para tomar el Castillo de San Diego en Acapulco durante los 967 días que realmente duró el asedio, si tomamos en cuenta los dos años de sitio impuesto por el general Julián de Ávila, más los cuatro meses de combates que libró el general Morelos desde el 6 de abril que iniciaron los combates hasta la capitulación de la fortaleza el 20 de agosto de 1813. Y por último, homenajear a los héroes de esta hazaña a doscientos tres años de distancia. Ramón Sierra López Cronista del Municipio de Tecpan de Galeana, Gro.
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Entrada del Castillo, puente levadizo y foso.
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I Al cobijo de las estrellas
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a noche era fresca. El viento del sureste nos pegaba de lleno en la cara; remábamos en contra de su dirección con rumbo a la Roqueta con la misión de tomarla, de ser posible, a sangre y fuego. Cuando los remos salían del agua y tornaban a hundirse, un tenue destello blanco y luminoso los envolvía y nuestro silencio y el de la negra noche, eran interrumpidos por las olas del mar golpeando la canoa; no sé qué pensaban nuestros hombres viajando hacia la isla, pero a mí me atormentaban recuerdos del Sitio de Cuautla; y esta incertidumbre y el leve chasquido de los remos entrando y saliendo del agua, me trajeron imágenes de aquel día en que me encomendaron la misión de custodiar las trincheras del callejón del Encanto, cercanas al Convento de San Diego, en la ciudad de Cuautla, defendido por mi tío Hermenegildo; a mi mente llegaban frescos aún los episodios de aquel instante de angustia en que esperábamos en silencio el ataque de los batallones de Granada, Guanajuato y Patriotas de San Luis, comandados por Juan Nepomuceno Oviedo y el Conde de Casa Rul, que ya venían sobre nosotros solemnes y fieros al compás de redobles para luego iniciar un fuego despiadado contra Cuautla, sitiada por el ejército español, comandado por Félix María Calleja. Y mis soldados aguardando en silencio el grito de ¡fuego!, con el cañón preparado, el pedernal listo para la chispa, el corazón latiendo, el pensamiento dominando al miedo y los sentidos ___________________________________________________________________________
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despiertos esperando la orden. Entonces, como ahora, me acosaba la responsabilidad que en mí recaía el callejón, punto estratégico para detener al Conde de Casa Rul y al general Oviedo y a sus soldados españoles de boinas rojas y uniformes azules que llegaban, no menos fieros que sus jefes, cuando de pronto se escuchó el grito de mi tío desde los baluartes del convento: ¡fuegooooo! El mismo grito que de inmediato repetí a mis soldados: ¡fuegooo! El que se multiplicó casi al unísono en todas las trincheras: ¡fuego! ¡fuego!... Vi cuando el caballo del conde de Casa Rul se precipitaba a tierra y la mueca del jinete en angustia de muerte, y cuando el comandante Juan Nepomuceno Oviedo moría bajo los disparos de nuestras tropas insurgentes; vi cómo caían y resurgían y caían y volvían a surgir más y más soldados españoles y cómo, finalmente, fuimos rechazados del callejón. Tomamos los costados del convento de San Diego y resistimos nuevos embates de los españoles. Desde las cúpulas advertimos que tropas de refresco llegaban por el callejón del Encanto y que un jovencito solitario, apenas un niño, corría con una tea encendida en la mano hacia uno de los cañones que había quedado emplazado; y cuando tropas y cabalgaduras españolas irrumpían por la entrada del callejón, fueron recibidos por un fogonazo de humo y de metralla. El estruendo, más que ensordecedor, fue una sacudida de sorpresas, júbilo y de esperanza en medio de la confusión y del desencanto de nuestras tropas que creían perdida la batalla ante los sitiadores. El aire fresco de la madrugada, el rumor de los remos en el agua, las olas golpeando la canoa, me regresaban de nuevo a la Roqueta, transportando hacia ella diecisiete hombres bajo el cobijo de las estrellas, que multiplicaban su luz en un cielo más ___________________________________________________________________
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despejado de nubes; y en ese angustioso instante rogaba de cara al firmamento que esa nueva misión tuviera un milagro como el de Cuautla. Era una aventura desesperante la de conquistar el Castillo de San Diego; una tarea que no pudimos culminar desde hacía dos años en que llegamos por primera vez al puerto y sitiamos la fortaleza a la que estuvimos cañoneando por nueve días sin poder tomarla. La primera encomienda más importante, nos decía el general Morelos, que le había sido delegada por don Miguel Hidalgo y Costilla desde que salió de Carácuaro: la toma de la fortaleza de San Diego en Acapulco. Después de varios intentos fallidos, el General decidió que partiéramos al norte a tomar otras ciudades en manos de los españoles. Y ahora, al cabo de muchas batallas y de conquistar otras tierras, volvíamos al pie del castillo para tratar nuevamente de dominarlo. Hace más de tres meses que salimos de Oaxaca y casi dos que iniciamos los fuegos contra la fortaleza y no se han visto coronados nuestros esfuerzos. Los jefes han cambiado la estrategia: tomar por asalto la isla de la Roqueta, que es el punto de donde se proveen de víveres, leña y pertrechos los sitiados del castillo, cortar este suministro y minar su resistencia es parte del plan. El general Morelos, los generales Pedro Irrigaray, Felipe González, el brigadier don Julián de Ávila y mi tío Hermenegildo, entre otros jefes, decidieron comisionarme para tan riesgosa tarea. Siento una grande responsabilidad y no puedo permitir que me agobien las flaquezas. Desde que salimos de los valles oaxaqueños he venido sintiendo un ímpetu desbordante, no me pesaron ni pertrechos ni artillerías por tan penosos senderos; y es ahora que debo conservar el ánimo, la ___________________________________________________________________________
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decisión, el coraje para sacar adelante esta encomienda de los generales. El recuerdo de la última noche en Yanhuitlán me alienta para seguir, para redoblar esfuerzos; fue la víspera de nuestra partida a este puerto, no pude dormir pensando en esta aventura, para mí una de las más importantes; volver a la costa, estar a unas cuántas leguas de San Jerónimo, de la hacienda de mi padre, cerca de mi madre y mis hermanos. La madrugada estaba por llegar. Arriba, el negro del firmamento reñía con la luz aún intensa de las estrellas. Abajo, las penumbras del caserío y del bosque empezaban a ceder su paso a la luz; el silencio de la noche era perturbado por el canto en ascenso de las aves y la vacada, con sus mugidos, sacudía el cansancio del pueblo; mi entrecortado sueño se ahuyentó con el canto de la alondra, que ya se me había hecho familiar durmiendo en campo abierto; pero el canto de los gallos me despabiló definitiva-mente. Un tenue rosicler dibujaba la línea de los cerros por donde en breve asomaría el sol, y aunque aún no se sentían sus primeros rayos, una romería pueblerina en aumento con rumbo a las labores, empezaba a calentar la madrugada. De pronto sonaron alegres y claros los tañidos de las campanas del convento de Santo Domingo, en el que el capellán don Joaquín Gutiérrez oficiaría una misa antes de partir. Los moradores del pueblo se confundían con nuestras tropas a punto de partir; algunas mujeres nos obsequiaban envoltorios de tortillas recién salidas del comal, carne asada, salsa de molcajete, caldo de gallina criolla, consomé de chivo y café caliente con pan; otras, jarros con té de canela y téjate, una bebida de dulce sabor; para la larga jornada: gallinas y conejos vivos, mantas para las frescas noches; y no pocas, desde sus cocinas, seguían ___________________________________________________________________
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preparando bastimento para nuestro viaje. Los hombres nos ofrecían recipientes con mezcal, pienso para los caballos; otros, ayudaban a afianzar las cureñas de los cañones, las cargas sobre las mulas; y todo se estaba convirtiendo en un trajín humano de los que se quedaban alrededor de los que nos íbamos. Una semana de estancia llevábamos ya en Yanhuitlán desde que salimos de Oaxaca a mediados de febrero; su gente, agradecida con nosotros, aún sentía en carne propia las huellas del ultraje de las huestes del general español José María de Régules Villasante, con el que tuvimos experiencias de combate y a quien aún le dolía la derrota que le infringimos junto con sus jefes Bernardo Bonavia, Gabriel Esperón, Juan de La Vega y Juan José Caldelas, en Huajuapan. Hombre implacable, este Régules, contra todo movimiento rebelde desquitán-dose con los pueblos de la comarca que conocía en cada palmo; sus pobladores, indefensos, soportaron el suplicio y muerte de ochenta vecinos a manos de él y sus esbirros, que no obstante de haberlos pasado por las armas, arrojó a sesenta hacia una barranca profunda como si fueran animales, dolido por la derrota de Huajuapan. Después, dueño de la comarca, estableció su cuartel en San Francisco Huizo, a no menos de siete leguas de este bello lugar y su residencia en Nochistlán, distante cuatro. A pesar de la desazón que les dejó el ultraje de Régules y sus soldados, observé en ellos signos de jovialidad originada por nuestra presencia en su pueblo, un incipiente regocijo que después de varios días de convivir con ellos se fue transformando en alegría; tiempo que aprovecharon para demostrarnos su gratitud y para que desahogaran sus tribulaciones:
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—Ha de saber don Pablo, que a partir de ese descalabro que sufrió en Huajuapan, Régules volcó su odio en nuestra población. —Decían unos. —El convento de Santo Domingo lo convirtió en su fortaleza, en su residencia, y con dolor nuestro se quedó a vivir aquí. —Comentaban otros. —Usted puede ver, don Pablo, los baluartes y las trincheras que levantó, esos fosos con su puente levadizo a la entrada de la iglesia; convirtió en trincheras sus amplios muros, destruyó los altares, tan bellos; su ignorancia era tan grande, que no respetó una iglesia hermosa y antigua, sus retablos tallados en hoja de oro, sus pinturas del siglo dieciséis… porque ha de saber, don Pablo, que este convento fue construido en el año 1,550; es una reliquia antigua, ahora es nuestro orgullo. Aunque la hayan construido los conquistadores, nuestros antepasados dejaron su trabajo y la sangre de sus manos en esos muros. —La llegada de ustedes nos llena de tranquilidad, nos sentimos protegidos… Eran muchas las quejas que la gente de Yanhuitlán nos daba de Régules; nosotros tratábamos de restañar su tristeza y sus miedos con nuestra presencia. Precisamente esa noche, en el improvisado cuartel de mando, yo traía aún en mi mente el resabio que me dejó la conversación sobre las agresiones del comandante español, los ultrajes a su pueblo y a su gente; pero el general Morelos me apartó de mis cavilaciones cuando pidió atención para explicar sobre los preparativos de la marcha que en breve reanuda___________________________________________________________________
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ríamos, decía a los jefes que el siguiente punto de conquista era el Castillo de San Diego en el puerto de Acapulco; infundió nuevos bríos en el ánimo de todos, que la verdad es decirlo, estaba avivado por la victoria que acabábamos de lograr en Oaxaca, la Vieja Antequera, la región que daba orgullo y sostén al ejército español, ahora en nuestro poder. Ya no era lo mismo de cuando empezamos, teníamos un ejército poderoso y la confianza de los jefes en cada uno de nosotros era manifiesta. La misma confianza que también infundía seguridad en el general Morelos para la toma de decisiones: —Esta gente me preocupa, señores. Se portan bien con nosotros, nos proporcionan alimento y cobijo, sus campos dan pastura a nuestra caballada y acogen nuestra causa como si fuera la suya; por ello he determinado seguir en este punto estratégico de la región Mixteca y Yanhuitlán será parte de las operaciones de Mariano Matamoros. He decidido que sus tropas se queden a la expectativa; desde aquí trataremos de conservar la vieja Antequera y seguiremos protegiendo la región. —Es buena decisión, general, —le dijo mi tío Hermenegildo—, Yanhuitlán es un lugar estratégico para controlar la Mixteca y el valle de Oaxaca, y será un buen refugio para don Mariano, en caso de una derrota. La decisión de mi tío Hermenegildo de permitirme asistir a estas reuniones de los jefes, me llenaba de orgullo y trataba de poner atención, saber escuchar y de no hablar salvo cuando algo se me preguntase; y cuando escuchaba al general Morelos tomar decisiones, pedir la opinión de sus generales, ___________________________________________________________________________
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infundirles confianza, manifestarles su optimismo que se le salía por los ojos, me daban motivos para sentir admiración por él, sobre todo cuando dictó a su secretario algunas medidas que en el futuro fueran prerrogativas para los que servíamos a esta causa independentista en la que ya estábamos comprometidos, mayormente en los puestos de mando del ejército, como “…que siendo sin disputa mayor el mérito de los militares empleados en tropa viva que el de los demás empleados, debe obtener primer lugar el Intendente del Ejército al de Provincia; que el Contador del Ejército lo tiene respecto del Tesorero del mismo; y debe gozar el Contador General del Ejército el tratamiento de Brigadier, y el Tesorero de Coronel y aun vestir el uniforme, que por lo mismo son iguales con el Intendente de Provincia; que por la misma razón, son de mayor graduación los Contadores y Tesoreros de Ejército que los generales de las Provincias; que el Intendente de Provincia es mayor que los demás Ministros de Hacienda; que los Comandantes en Jefe de Plaza o División, tendrán primer lugar en las armas de su mando, aunque sean de coronel abajo…1 De pronto, se dirigió a mí para decirme: —Teniente Coronel Galeana, quiero que apoye al 1) AGN, Operaciones de Guerra. T. 939. F 196-7. (En Lemoine Villicaña, Doc. N° 62).
señor Rosáinz para que este documento se distribuya de inmediato en toda la Provincia. —Así lo haré, mi general, —le contesté. Cuando salimos de la junta y nos dirigimos a nuestros campamentos, observé a mi tío muy entu___________________________________________________________________
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siasmado y decidido, más alegre a pesar de su carácter serio en momentos apacibles. La comunicación constante con el general Morelos estimulaba su lealtad. Por otro lado, la misma gente del pueblo que demostraba cariño y bienestar por nuestra presencia hizo más placentera la estancia en este pueblo. Yanhuitlán está ubicado en un hermoso valle de la Mixteca a lo largo de una franja plana cercana a un río que le da vida al pueblo; hay abundante pesca y las mujeres y los niños acarrean agua para abastecer sus casas; sus aguas riegan extensas planicies del valle en el que los hombres siembran mucho maíz, del que una buena parte se vende en Oaxaca y en poblaciones comarcanas. Ya estaba trazado el plan, continuaríamos hacia el único punto del Pacífico en manos de los españoles que tan difícil nos había resultado conquistar; habían pasado casi dos años que abandonamos el cerro El Veladero en Acapulco, para internarnos en la sierra, la hacienda de Chichihualco, los lomeríos de Chilpancingo, el valle de Tixtla, Chilapa, Puebla, Tlaxcala, Orizaba… para terminar en el valle de Oaxaca. El recuerdo de cruentas batallas persistía en la memoria de todos; bastaba fijar la mirada en la campiña de Yanhuitlán para revivir las acciones que tuvimos en el río de Chichihualco, en el valle de Tixtla, en el cerro del Veladero, en los que dejamos el coraje, los gritos de guerra, los miedos a la muerte. Ahora se desbordaban las ganas por volver de nuevo al puerto de Acapulco, de ver su mar, de respirar sus aires. Al señor Morelos todavía lo acicateaba la determinación de cumplir la orden de don Miguel Hidalgo desde que ___________________________________________________________________________
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salió de Michoacán: la toma del Castillo de San Diego en Acapulco. Mi ánimo también estaba fresco aquel 23 de febrero de 1813, mi tío me aconsejaba para el largo viaje: —Pablo, prepara tus pertenencias, tus pertrechos, tu caballo, la jornada será dura; lo mismo instruye a tus soldados, a sus familias… avísame cuando estés listo. Y con el ánimo que me deparaba el nuevo reto alistaba mi montura, mis alforjas, mis armas… Yo tenía entre mis hombres a dos paisanos de la hacienda de los Arenales, Justino y Francisco, casi de mi edad, que trabajaron bajo las órdenes de mi padre por muchos años y con los que conviví casi desde niño en las labores de la hacienda, en las correrías por el campo; con ellos cazaba palomas silvestres con trampas de varas hechas por nosotros mismos; nos trepábamos a los árboles frutales que abundaban en la zona; me enseñaron a usar la honda, con la que cazábamos iguanas, chachalacas y otros animales del campo. Tino, astuto y dicharachero; Pancho, muy observador y más recatado. Los traía como elementos de mayor confianza entre mis tropas, inseparables en mis tareas; siempre conmigo en las misiones que me confiaban, con ellos compartía mis planes, mis estrategias en los combates, mis alegrías y mis tristezas. Me querían mucho y le guardaban respeto a mi grado militar; con ellos me di a la tarea de preparar el viaje con mis subalternos, nuestras cabalgaduras, los pertrechos y una culebrina a mi encomienda. Salíamos con rumbo a Teposcolula, situado a cuatro leguas de Yanhuitlán. ___________________________________________________________________
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Después de la misa en la iglesia de Santo Domingo, una columna de jinetes, cañones y mulas de carga atrás del retinto de mi tío Hermenegildo, a la vanguardia de aquel nutrido contingente, abandonaba la Mixteca.
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Iglesia y convento de Santo Domingo en Yanhuitlรกn, Oaxaca, alta Mixteca.
II Camino del puerto ___________________________________________________________________
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l derrotero hacia el puerto del Pacífico resultó muy largo y penoso. Cuando el señor Morelos determinó ascender hacia la sierra Mixteca, creímos que se había equivocado; pero no, quería conocer de cerca las condiciones de vida de sus habitantes, darles la confianza de un ejército que también defendía la lucha de castas, conocer de cerca a esos grupos indígenas que habían sufrido por el dominio español, al que nosotros combatíamos. Al cabo de cabalgar dos leguas, mi impresión fue muy grande cuando entramos al pueblo de San Juanico, sus casas abrasadas, en ruinas, sus paredes tiznadas mostraban las huellas de los ataques de las huestes del tiránico José María de Régules Villasante; el templo saqueado, la plaza y sus calles abandonadas… La cabalgadura del señor Morelos se acercó a la de mi tío Hermenegildo: —General Galeana, esto es un ejemplo del genio sanguinario y cruel de los gachupines. —Le dijo. —Sí señor. Y créame, me duele pensar en el sufrimiento y la angustia que han de haber sentido estas pobres gentes, abatidas por el fuego y los sables españoles, sin poder defenderse… —Opinó mi tío Hermenegildo. Transportar la pesada artillería nos resultó más difícil de cuando avanzamos desde Puebla a Oaxaca. En los estrechos senderos de la Mixteca, nuestras bestias de carga hacían demasiado lenta la travesía y en los abruptos desfiladeros, subiendo hacia Teposcolula por caminos difíciles, solamente su instinto animal nos daba confianza, pues únicamente ellos cruzaban seguros de sí mismos los cerrados senderos apenas trazados por el paso centenario de los indígenas de ___________________________________________________________________________
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aquella región. Pero el sacrificio estaba premiado, nuestra jornada terminaba en esta agra-dable ciudad de temperamento benigno. Ya en el pueblo, nos dieron datos que no conocíamos y que para mí resultaron sorprendentes: Teposcolula era cabeza de provincia y en ese momento tenía más de ciento veinte pueblos sujetos, su doctrina a cargo de los dominicos de Puebla y apreciable por sus vastos comercios de algodón, ganado y grana; de esta última aprendí muchas cosas en nuestra corta estancia, como de valorar los extensos sembradíos de nopal en las cañadas y en las laderas de los cerros en donde crecen hasta ocho plagas de cochinilla, el insecto que produce el rojo carmín o grana que los de Teposcolula utiliza-ban para colorear las mantas de algodón y la de este pueblo, nombrada Castilla, ya había adquirido buena fama por su calidad y alta concentración de carmín. Para la buena reproducción de la cochinilla y alejarla de corrientes de aire, tolvaneras, la radiación del sol o de la lluvia, utilizaban tapexcos de cañas de maíz, de carrizo o de tule, cubiertos con ramas secas de cebada; por ello, ver de lejos las extensas nopaleras yo no adivinaba de qué cultivo se trataba; con estas prácticas y el cuidado puesto en la cosecha, los habitantes mejoraron la calidad de su cochinilla y lograron que su comercio se extendiera hacia el valle de Oaxaca y las planicies de Puebla y Tehuacán. —Yo tengo ganas de conocer esto; —Dijo Tino. —Yo también. —Agregó Pancho. —¿Por qué no vamos don Pablito? Influenciado por ellos, no pude resistir el impulso de conocer los pormenores del hallazgo y nos ___________________________________________________________________
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acercamos a uno de los centros de acopio. Nos salió al paso el mayordomo del mismo, luego de darle a conocer nuestro propósito, de inmediato nos condujo a una nopalera. —Veo que tienen una grande actividad que me parece agradable, ¿cómo la llevan a cabo? —Le pregunté. —El punto de cosecha lo realizamos cuando en las pencas de los nopales se encuentran por lo menos cinco hembras en reproducción y checamos que se tenga una alta infestación de estos insectos, al que llamamos cochinilla. —Me contestó él. —Debe ser un trabajo laborioso, sobre todo recoger el insecto. —Le dije. —Lo que hacemos es cortar las pencas de arriba, como estas que usted ve aquí; las barremos con esta escobilla de ixtle para recoger los insectos, en seguida barremos las pencas más infestadas de abajo, pero sin cortarlas, mire ésta, cuántas cochinillas tiene. —Me mostró. —Y ¿en dónde las recolectan? —Ya que terminamos de cosechar, las metemos en bolsas de manta, como aquellas que ve allá, y las ponemos a asolear por varias horas, para que el insecto muera; y ya muerto, lo ponemos a secar a la sombra no más de cinco días. Luego lo limpiamos de impurezas y de un polvo con el cual el insecto cubre su cuerpo cuando está vivo. —El secado es un proceso muy largo. —Le opiné. ___________________________________________________________________________
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—Por supuesto, —Me aclaró— es lo que da origen a lo que se conoce como grana, para el teñido de cualquier tipo de manta. —¿Y en dónde la venden? —Insistí. —Hasta Oaxaca y Tehuacán. Bueno, con decirle que la hemos llevado hasta Puebla… —Terminó diciéndome. Al día siguiente emprendimos una travesía de ocho leguas al pueblo de Tlaxiaco. El ánimo de los soldados estaba en alto; a mí, como a los demás, me alentaba la confianza de una buena jornada. Tlaxiaco nos deparaba otra sorpresa, aquí aprendimos los trabajos de la producción de azúcar, la panela, el batidillo y el melao; aunque aquí le llamasen de otro modo. Sin quererlo, mi mente me trasladó a los trapiches de la sierra de Teypa y de Atoyaque. Tlaxiaco es un lugar hermoso, bien cimentadas, sólidas y espaciosas sus casas principales; una iglesia no menos bella y un soberbio convento en forma de castillo, que mostraba el ingenio de los monjes y el trabajo de los indígenas de esta región. Extasiado estaba con la visión, cuando don Juan Nepomuceno acercose a mí para decirme: —Aquí se nota la presencia de los gachupines para asegurar su tiránica dominación sobre los indios infelices. Al principio no entendí su opinión, pero se refería a la construcción del convento, porque agregó:
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—Los hacen trabajar sin paga alguna para construir estos edificios soberbios.2 A mi vez, le opiné que entendía que antes de la llegada de los españoles estas regiones padecían el dominio de los emperadores del reino mexica y que para librarse de ellos, con los que estaban en constante guerra, se unieron a los gachupines para que lo defendieran, y agregué: —Pero creo también, señor Rosáinz, como lo hemos visto, que no sólo aquí los doctrinaban, sino que estas soberbias construcciones también les servían de escuela donde les enseñaban las artes, las letras y la religión; y de defensa contra las tribus enemigas con quienes estaban constantemente en guerra. —Pues yo sigo pensando que los indios incurrieron en un grave error al construir estos templos sin estipendio alguno3. —Me dijo. —Pues yo opino lo contrario, y sostengo que construyeron con gusto y voluntariamente, dirigidos por los misioneros, estos templos acastillados que se 2) y 3) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo V, N° 11: Diario de la Exp. del señor Morelos de Oaxaca a Acapulco, del 9 de febrero al 18 de abril (Diario de Rosáinz).
ven en las cortas y lejanas poblaciones. —Le dije.
A punto estuvo de arruinarme el día el secre-tario del general Morelos, pero afortunadamente no fue así, pues a pesar de que sostuve mi tesis, no llegamos a confrontaciones mayores. Conforme experimentábamos la grata estancia, mi mente se ocupó de otros conocimientos, como que en Tlaxiaco se advertía muy activo su comercio, había también producción de ___________________________________________________________________________
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grana y la elaboración de azúcares que se hacían en abundancia; los extensos sembradíos de caña de azúcar, el acarreo y la molienda de la caña, los calderos en que hervían el jugo, el llenado de los moldes para la panocha, que aquí le llamaban piloncillo y el proceso de la obtención de los azúcares. Más tarde, el general determinó quedarnos todo el día en Tlaxiaco, que parte de la división aprovechó para alimentar las cabalgaduras y revisar pertrechos; otros en hacer recorridos por la población… Tino, Pancho y yo nos interesamos por la producción de azúcares. Una fresca madrugada de finales de febrero reanudamos la marcha. Cruzamos Juquita, un pueblito triste con muy pocas viviendas; luego pasamos por Chicahuaxtlaque, que tiene un curato sujeto a Teposcolula; esta población tendría como doscientas familias; sin embargo, había muchos sembradíos de maíz: las faldas de los cerros, los valles, las cañadas… al pasar frente a un grupo de lugareños me atreví a preguntar por qué tanta siembra, y me dijeron, —Son buenas tierras para el maíz, nos llaman el granero de la región, de aquí se vende a los pueblos de la comarca, hasta Oaxaca. Más adelante la jornada se hizo difícil, emprendimos una pendiente sinuosa, pedregosa y estrecha; las cinco leguas que recorrimos para llegar al trapiche de San Vicente, nuestra siguiente pernocta, fueron de penalidades no sólo para nosotros, pues había pedazos que ni a pie se podían andar, sino para las cabalgaduras. Penoso también resultó el transporte de la artillería, a pesar de ser pequeño nuestro cañón, hubo tramos en que resultó difícil avanzar. En el resto de la división hubo lastimados. Pero cuando llegamos al ___________________________________________________________________
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Trapiche, nos pareció el paraíso. La madrugada del veintisiete salimos de la Hacienda de San Vicente y después de cuatro leguas no muy gratas, llegamos a Putla, —Aquí empieza la Costa Chica4, —nos dijo mi tío Hermenegildo, que conocía estos lugares. Yo agudicé mis sentidos, mis ojos se llenaban de verdor… Cerca de este paraje está el punto conocido como la cuesta de Santa Rosa, una fortificación española que había sido atacada por las tropas del brigadier Julián de Ávila, por orden del general Morelos. Me resultaba increíble que un puñado de los nuestros hubiese derrotado a la guarnición española, con casi seiscientos hombres; y esto porque se trataba de un terreno inaccesible, al que era irremediable cruzar para poder avanzar hacia la costa. El señor Morelos dispuso un reconocimiento de la zona con un contingente escogido. Mi tío a la vanguardia. Cuando llegamos al pie del cerro, pensé que la naturaleza se había esforzado por hacer de esta eminencia temible un bastión natural, al que era pre4) Ibidem.
ciso encumbrar por una áspera y larga cuesta por la que sólo cabía un caballo; desde los baluartes, bien atinada la puntería hacia las veredas de forzoso tránsito, no había posibilidades de que alguien pasara sin ser acribillado; uno de los soldados del pequeño contingente traía un caballo muy nervioso, que en las cercanías de otras cabalgaduras daba de brincos; y sucedió lo inesperado: el animal se estrelló contra una de las faldas del estrecho sendero lastimando seriamente en una de las piernas a su jinete. No se le pudo dar auxilio de inmediato porque no había manera de ___________________________________________________________________________
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dar marcha atrás sobre todo en los de adelante, a menos que lo hicieran uno por uno. Pero los que estaban atrás de él reaccionaron de inmediato, el que estaba más cerca, trató de controlar a la bestia y otro, con dificultades, auxilió al soldado herido. Era un lugar extraordinario en medio de aquellos parajes “no cabe en la imaginación que un puñado de los nuestros hubiese derrotado a esos seiscientos gachupines. Encumbrada la cuesta, anduvimos después una difícil bajada, hasta llegar a un río que llamaban “de Las Desgracias”.5 Habíamos recorrido seis leguas de escabrosas pendientes por las que subimos, y después esa bajada casi imposible con la pesada artillería, hicieron más penoso el viaje. La tropa estaba cansada. Nuestra columna avanzaba bajo el calor de las primeras horas de la tarde, cuando avistamos que el retinto de mi tío venía de regreso hacia nosotros, se acercó a mí y me dijo: —Pablo, el señor Morelos ordenó que hagamos un descanso en estos parajes. Avisa a tu gente que 5) Ibidem.
aprovechen la estancia para revisar cabalgaduras y pertrechos, que se provean de suficiente dotación de agua, no sabemos cómo esté el camino más adelante. —Sí, Tío Gildo. —le contesté. La presencia de mi tío en todas las campañas que habíamos emprendido al mando del general me infundía confianza, me quería mucho y me protegía, sobre todo en los momentos difíciles que nos deparaban los combates o las misiones encomendadas por ___________________________________________________________________
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el general Morelos; y más cuando tenía que cumplir una orden suya, y a pesar de que se tratara de su sobrino, pedía que sus instrucciones se cumplieran al pie de la letra, pero siempre pendiente y a la expectativa de que todo saliera bien, es decir, que no tuviese algún daño, sobre todo en los trances más difíciles. Yo era uno de sus sobrinos más consentidos, pero debía tener cuidado, porque era demasiado estricto, sobre todo cuando algunas de sus órdenes no se cumplían al pie de la letra. Desde que llegó a la hacienda de Los Arenales le mostró mucho afecto a mi padre y a toda la familia, pero a mí me manifestó más cariño, me hizo diestro en las tareas del campo, a montar, a jinetear, a disparar con pistola y fusil; íbamos mucho al río que estaba cerca; pero también al mar, había que cabalgar casi media hora para llegar a su orilla, y ahí me enseñó a pescar, lo hicimos en la playa, pero también en mar adentro; y ahora, en esta aventura de la guerra me enseñó a cuidarme, a dirigir mi columna de costeños, las estrategias militares que debemos realizar en las batallas. Ahora que mi padre no estaba con nosotros, pues el general Morelos le encomendó otra misión, su presencia era reemplazada por la de mi tío Hermenegildo; los cuidados, segu-ridad y cariño que faltaban de mi padre, me los daba él… Hasta estos parajes llegó la noticia de la victoria que recientemente obtuvieron nuestras tropas acantonadas en el campamento del Veladero, en Acapulco; por ello, el capellán ofició una misa de acción de gracias en alusión a esa victoria; y para agradecer a todo el pueblo por tantas satisfacciones, el general Morelos mandó que se le pusiese el río de Las Fortunas y nunca más de las desgracias. Después de tomar ceniza, nos encaminamos a Zacatepec. ___________________________________________________________________________
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Anduvimos otras cinco leguas, nos informaron los del lugar que acababan de retirarse tropas enemigas por la noticia que se acercaba nuestra división. Aquí encontramos muchos sembradíos de plátano y abundantes palmeras de coco. El día 4 de marzo de 1813, arribamos al pueblo de Amusgos que a pesar de estar muy cerca de la costa, su tempe-ramento nos resultó bastante agradable, me dejó grata impresión en los oídos el acento de su lengua amusga, me remontó a su pasado antiguo, a nuestras raíces indígenas. Aquí el señor Morelos volvió a dictarle a su secretario Rosáinz: —Quiero que envíe esta misiva a D. Antonio Ibáñez de Corvera. Anote: Sr. Provisor de Oaxaca: la caridad práctica del prójimo exige que la provincia de Teipan se administre de la catedral de Oaxaca, por lo que conforme pida la necesidad, ocurrirán a V. S. por ministros y Santos Óleos, así como por dispensas, y lo participo a V. S. para que con tiempo solicite una provisión semidoble de óleos en Puebla o Goatemala, avisándome de su resolución para mi inteligencia. Dios Guarde a V.S. muchos años. Cuartel General en Amusgos, marzo 4 de 1813…6 En un trapiche que le decían Montalván encontramos frondosas arboledas, naranjas dulces y un cercano arroyuelo; recuerdo que fue el cinco de marzo porque después de andar dos leguas bajo el caliente sol, resultó un día agradable; reanudamos la marcha y a poco andar avistamos Cacamaltepec; y al cabo de casi seis leguas de jornada, llegamos a Huajintepec; que resultó un pueblo chico, de no más de ciento cincuenta almas, pero muy bonito. Ahí pernoctamos, en las riberas de un arroyo. Hubo abundante pastura para la caballada. ___________________________________________________________________
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Al siguiente día salimos con rumbo a Huistepec por un camino quebrado y pedregoso, un tanto difícil para el transporte de la artillería; es este un pueblo que pertenece a la doctrina de Ometepec. Desde las cumbres de Huistepec, divisamos el mar; yo, que soy dado al sentimiento, me acordé de mi costa, y no pude contener la nostalgia y me afloraron las lágrimas; desfilaban por mi mente la franja costera de San Jerónimo, nuestra hacienda en los Arenales, el rostro de mi madre, las voces de mis hermanos... Pero también sentí una alegría interior al ver de nuevo el mar. Habían pasado dos largos años desde que Salimos de Acapulco a emprender las campañas, que así llamó el señor Morelos a nuestra empresa militar por el centro y el sur del país, y de nuevo, volvíamos a encontrarnos con el mar. Ya sentía en las narices su grata presencia y empezaba a aspirar profundo el cálido aire de la cumbre, cuando mi mente fue interrumpida por una escandalosa gritería: eran mis 6) Infidencias. T 108. F 311-4. (En Lemoine Villicaña, Doc. N° 63). AGN.
paisanos, los valerosos costeños que con festiva algarabía saludaban al mar, nuestro mar… En Huistepec encontramos como a unas sesenta familias, que informaron al general Morelos pertenecer en lo eclesiástico a Ometepec y que en todo el año no se administraba otro sacramento más que cinco misas a causa de lo crecido del río. A esto, el señor Morelos ordenó la celebración de cuatro misas vestidas las tropas de uniforme, lo que regocijó a estos escasos habitantes. Tomamos el camino a Ometepec y al cabo de andar casi cuatro leguas nos encontramos con el Santa Catarina, un río con bastante caudal, y tan hermoso; que el general Morelos ordenó que ahí pasáramos el ___________________________________________________________________________
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día. Resultó “abundante en truchas y mojarras, y en los bajos, de robalo y lisa; pero los naturales son tan indolentes, que jamás echan la red y el anzuelo, siendo un renglón este, que podía no sólo surtirlos, sino formar un mediano comercio; tiene anchas y vastas vegas en las cuales se mira el algodón, el plátano, el melón y la sandía…”7 —¡Joven Pablo, joven Pablo, qué le parece si vamos a pescar…! Me gritaron Tino y Pancho, muy animados. La propuesta coincidía con lo que yo mismo estaba pensando y al punto le contesté: —Claro que sí. Tras un pequeño reconocimiento del lugar, escogí una orilla del río con mucha pastura para los animales y buena sombra para mi tropa. A lo largo de 7) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Indep. de México. Tomo V, N° 11: Diario de la Expedición del señor Morelos de Oaxaca a Acapulco, del 9 de febrero al 18 de abril (Diario de Rosáinz).
sus orillas descansó el ejército. El señor Morelos aprovechó para hacer su siesta bajo una enramada que los naturales de las chozas aledañas habilitaron para él; estaba ligeramente pálido y su semblante no era muy bueno; o estaba muy cansado o tenía la jaqueca que siempre lo acompañaba y lo atormentaba; se despojó de su sable y se aflojó el cinturón; se quitó el pañuelo de la cabeza y pidió que lo empaparan de agua fresca del río; no lo esperó: al corto tiempo se quedó dormido… Tino, Pancho y yo preparamos anzuelos y un zalapán, improvisamos redes y bajamos y nos hundimos en las aguas del Santa Catarina. Sacamos muchos pescados y camarones carnudos que aquí les llaman chacales; Tino atravesó un robalo grande con el ___________________________________________________________________
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zalapán; las mujeres se aprestaron para preparar viandas; se multiplicaron los fogones, se bajaron metates y ollas de las mulas de carga y se organizó un trajín de preparar comidas y hacer tortillas que parecía que iba a haber fiesta. Hubo caldo de robalo, caldo de camarón, pescado frito y carne de una vaca que nos regaló la misma gente que preparó la enramada para el general. No sé qué hubiéramos hecho sin las mujeres que nos acompañaron desde que salimos de Oaxaca, algunas venían desde Teypa, Atoyaque, El Zanjón, Los Arenales; otras se fueron uniendo desde Chilpancingo, Tixtla, Chilapa; las últimas, con sus hombres, se nos unieron desde Yanhuitlán abrazando y siguiendo nuestra causa; una de ellas, María Francisca Sarrasola, venía desde Tepecoacuilco, a quien le llamábamos “La Capitana de la Alegría”, era la compañera del señor Morelos, siempre estaba cerca de él, muy cerca, compartiendo decisiones, sensaciones y cuidados; ese día, como su nombre lo mencionaba, estuvo capitaneando la preparación de las viandas8; mujeres que padecían nuestras derrotas y festejaban nuestras victorias, mujeres que nos preparaban de comer, nos lavaban la ropa, la cosían, pero sobre todo, eran un alivio después de las batallas, un bálsamo que curaba todas nuestras heridas; la mayoría eran esposas e hijas de nuestros soldados, concubinas, amigas… compañeras de contentamientos y congojas. Cruzamos el río Santa Catarina y lo dejamos atrás muy a pesar nuestro, pues se trata de un río de buenas sorpresas: hermoso tanto en sus corrientes como en sus remansos, sus riberas, sus peces; yo aún sentía la agradable experiencia de sus aguas. El día siete nos enfilamos por una pesada cuesta de casi más de una legua, a cuyo término llegamos a ___________________________________________________________________________
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Ometepec, uno de los poblados más importantes de la Costa Chica, de mil almas aproximadamente; cabecera de subdelegación que corresponde a Puebla y de curato, perteneciente a Oaxaca; sus casas en su mayoría razonables, entre ellas la de Paris, el comandante español que más guerra nos dio en la costa y que había abandonado la población al saber de la proximidad de nuestro ejército. En los corredores de las casas había abundantes macetas que les daban mucho colorido con su gran variedad de flores; en algunos corrales había adelfos, jacarandas y árboles de cacao; con este último preparaban una bebida dulce y muy sabrosa. No obstante de lo agradable de sus casas, nos encontramos con la ingrata noticia de que no había ni un huevo que consumir, ni maíz, ni cosa alguna con 8) Arrebatos carnales.- Francisco Martín Moreno.- Editorial Planeta.José María Morelos, El sacerdote de la libertad.- p. 183. México 2009.
qué preparar alimentos; no produce este pueblo fruta alguna más que tamarindo; su agua es de malísima condición, y dista tres cuartos de legua; su temperamento es calidísimo, y fértil sólo en alacranes.9 Para alimento de las tropas, el señor Morelos ordenó se preparase una escolta con la tarea de conseguir abastos de los alrededores; yo me ofrecí para traer agua limpia y fresca del Santa Catarina. Los desabastos de Ometepec se debían a que las tropas de Paris sometieron a los habitantes a trabajos forzados y hecho tales extracciones de víveres, que no había carne ni fruta. Esa misma noche el General expuso sus planes a los jefes: ___________________________________________________________________
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—Mis estimados generales, desde que comuniqué a Ignacio Rayón la toma de Oaxaca, he estado recibiendo sus misivas en las que me dice sobre las desavenencias de algunos miembros de la Junta. Eso no se debe aceptar, si tomamos en cuenta que la Junta, hasta ahora, es nuestra máxima autoridad. Recordarán ustedes que por ello instruí al cabildo eclesiástico de Oaxaca a que se verificara el juramento a esta Junta Gubernativa y quiero que eso se lleve a cabo aquí también, en Ometepec; necesito que me ayuden a planear el formalismo que se requiere del mismo modo como lo hicimos en Oaxaca. Ordene señor Galeana que todo se lleve a cabo con la pompa posible, que los oficiales y tropas se vistan de uniforme con la decencia que nos permita el penoso viaje que hicimos desde que salimos de Oaxaca. Señor cura don Miguel, disponga usted e imponga su 9) Juan Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo V, N° 11: Diario de la Expedición del señor Morelos de Oaxaca a Acapulco, del 9 de febrero al 18 de abril (Diario de Rosáinz).
autoridad, para que previo a la celebración de la misa el cura de aquí, en el altar mayor, jure la Junta Gubernativa y a su vez éste las imponga sobre el resto de los feligreses. —Terminó diciendo. El siguiente día fue de preparativos: cabalgaduras, monturas, armamento; le sacamos brillo a los machetes, a los sables, a los fusiles; las mujeres nos lavaron y cosieron los uniformes y ellas vistieron sus mejores prendas. El día 11 de marzo de 1813, una salva de cañonazos ordenada por el general anunció la víspera del día solemne; a las primeras horas del doce, soldados de los regimientos iniciaron las labores de aseo, de uniformarse desde las botas hasta la última ___________________________________________________________________________
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botonadura. Los habitantes abarrotaron los corredores de sus casas también ataviados con sus mejores prendas; nuestras mujeres se cubrieron con mantillas y chalinas, otras con rebozo, y tanto ellas como nuestros niños se mezclaron con la gente del pueblo. En los corredores de las casas tomaban los mejores lugares para disfrutar el desfile. Nuestros soldados en marcado orden y paso marcial se formaron después de varias evoluciones en batalla por uno y otro costado, haciendo a manera de calle desde la iglesia hasta la habitación del señor general que distaba más de tres cuadras, colocando los estandartes y banderas en sus respectivas situaciones. Salió el general Morelos de la posada con uniforme de gala, y en el instante formó en columna la división de mi tío Hermenegildo, marchando ésta a vanguardia, y la escolta a retaguardia, hasta llegar a la iglesia; donde sentado el señor general en su dosel, y la oficialidad en las bancas, el señor cura brigadier don Miguel Gómez exigió el juramento en el altar mayor al cura del lugar; y éste a los de las inmediaciones. Puestas las manos sobre los evangelios10, expresó: “—¿Reconocéis la Soberanía de la Nación Americana, representada por la Suprema Junta Nacional Gubernativa de estos dominios?” —¡Sí reconocemos! Gritaron al unísono más de mil gargantas. “¿Juráis obedecer los decretos, leyes y Constitución que se establezca según los santos fines porque ha resuelto armarse y mandar observarlos y hacerlos ejecutar? ¿Conservar la Independencia y Libertad de la América? ¿La religión Católica, Apostólica Romana? ¿Y el gobierno de la Suprema Junta Nacional de la América? ¿Restablecer en el trono a nuestro amado Rey, Fernando VII? ¿Mirar en todo por el bien del Estado y particularmente de esta Provincia? —¡Sí, juramos! —Si así lo hiciereis, Dios os ayude, y si no, seréis responsables a Dios y a la Nación, ___________________________________________________________________
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que en este juramento os manda que proce-dáis con candor y buena fe sin anfibología ni restric-ción alguna, sino según el sentido natural de las expresiones que se os profieren.”11 Después comenzó la misa solemne, que ofició el capellán de honor don Joaquín Gutiérrez. Fue un acto emocionante. Vestidas las tropas de uniforme, limpios sus fusiles, su marcialidad y gallardía al marchar hacia la iglesia, la ceremonia del juramento, las arengas del sermón, mantuvieron absortos a los habitantes de aquel lugar que apoyaban en todo al ejército español pero que comprendían la importancia del ejército insurgente, formado por seres humanos como ellos, que no eran ni herejes, ni bárbaros, ni traidores como les habían dicho los realistas; sino que luchaban por una libertad que aún desconocían… 10) Ibídem. 11) AGN, Operaciones de Guerra, t. 914, f. 105. (En Lemoine Villicaña, Doc. N° 49).
El día catorce salimos de Ometepec con cierta prisa, sabíamos que Paris estaba en la Palizada y el general Morelos determinó darle alcance. Después de andar tres leguas llegamos al río Quesala, en cuyas riberas hicimos mansión; la caballada comió pasto verde. De madrugada salimos con rumbo a un potrero llamado El Reparo, por callejones de vegetación anduvimos cinco leguas, cabalgamos bajo gigantescas ceibas que en su copa se enredaban con las de otros árboles no menos grandes; más tarde, llegamos al campamento de la Palizada, situado a orillas del mar; pero no estaba Paris. Supimos luego, que lo abandonó antes de que llegáramos a Ometepec. El lugar no era seguro por tierra, pero por mar tiene un peñasco a cuyo pie hay extensión para casi doscientos hombres que atrincherados y con artillería se hacen inexpug-nables; ___________________________________________________________________________
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no hay agua dulce, los pastos están distantes a casi una legua, así como las rancherías. Su utilidad más importante era la de enviar provisiones al puerto de Acapulco como carne, arroz, maíz y otros víveres. Tocamos el día dieciocho los parajes Rancho Nuevo y Cruz Alta, todos los jacales que habitaban los lugareños estaban abandonados. Para el veintiuno de marzo ya estábamos en El Palomar, lugar que sabíamos estaba habitado por gente de color. Estaba completamente desierto, los moradores abandonaron sus chozas al saber de nuestra llegada. Entendí claramente que no comul-gaban con nuestra misión; luego nos enteramos que faltaban dos hombres que se habían quedado reza-gados en este rancho, al parecer se encontraron con diez de ellos a los que se acercaron en plan de amigos, pero los negros los atacaron machete en mano. Al punto, el general Morelos ordenó al Teniente Coronel Felipe González que con un pelotón se regresara de inmediato para buscarlos. Mi tío se dio cuenta de la situación y me pidió que formara parte del contin-gente. Me hice acompañar de Tino y Pancho más seis de tropa, y recorrimos la ruta de regreso. Don Felipe pidió que nos dispersáramos en dos columnas y fijó un punto de reunión para el tiempo aproximado de una hora en una parota solitaria y frondosa a las afueras de El Palomar. Al cabo de un rato y metido entre la maleza, Tino empezó a dar de gritos: ¡por aquí! ¡Vengan! ¡Vengan!... Había encontrado el cuerpo de uno de los soldados del batallón del Teniente Coronel; tenía una larga herida en el rostro, casi partido un brazo y completamente desangrado; más adelante, distante no más de veinte metros, el otro cuerpo; ambos muertos a machetazos. Regresamos a la parota de reunión y ambas columnas nos dispusimos a enterrar a los dos soldados. El ___________________________________________________________________
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teniente coronel pidió a uno de caballo que fuera de inmediato a avisar al general Morelos y que enviara al capellán brigadier don Miguel Gómez para celebrar los responsos. Al cabo de un tiempo llegaron con el brigadier las esposas y familiares de los soldados muertos, una con dos hijos y la otra con tres. Mientras se cavaban las fosas, todos seguimos en voz alta los rezos del capellán. Fue un cuadro muy triste. Algunos lloramos junto con las esposas y los hijos. Con mucha tristeza y desconfianza llegamos a la Hacienda de San Marcos, en las fachadas de sus casas se advertía la huella de la reciente batalla que sostuvo el capitán Montoro con sólo veintiocho fusiles y dos pequeños cañoncitos a las embestidas de casi mil gachupines. Tampoco hubo nadie que nos obse-quiara con un poco de agua o alimentos. Para el veintitrés de marzo ya estábamos en El Tamarindo, un pueblito pequeño y pobre y sin un habitante; no sólo se quedó sin comer la tropa, sino también el general, a quien nomás se le sirvió tantito chile y un añejo chicharrón de chivato sin pan ni tortillas; no obstante, todos descansamos resignados y en silencio bajo las escasas sombras que daban los árboles…12 Fue una tarde soleada la del día veinticuatro en que arribamos a Cacahuatepec; no sólo estaba habitado sino que su gente se acercó a nosotros, nos regalaron una vaca que sirvió de sustento a la tropa, también sandías y suficiente maíz para las tortillas. Informaron al señor Morelos que las tropas de Paris y Rubido incendiaron el pueblo y arruinaron sus casas; tuvieron que huir hacia el cerro cercano; sólo dejaron en pie el curato y su pequeña iglesia; el mismo cura los abandonó y se fue con los realistas. El ejército descansó aquí todo un día. Cuando nos despedimos de la gente ___________________________________________________________________________
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sentimos en carne propia su adhesión a nuestra causa, a pesar de las persecuciones sufridas y de estar rodeados de enemigos. El mediodía del veintiséis nos encontramos con el río Papagayo, majestuoso y claro; hubo que vadear un buen trozo para poder cruzarlo y una vez que lo hicimos, anduvimos casi tres leguas por lomas y laderas hasta encontrar un bello paraje llamado El Cuaulote, donde acampamos y hubo mucho pasto para los caballos y las bestias de carga; nos deleitamos con anonas que sin cultivo había en abundancia. El veintisiete fue día de gozo, de reencuentro, de ver coronados nuestros esfuerzos: habíamos llegado al Paso de La Sabana. Aquí el secretario del general no disimuló el regocijo y alzó la voz un tanto emocionado, para expresar: bendiga Dios la tierra en que se plantó el árbol de la 12) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo V, N° 11: Diario de la Expedición del señor Morelos de Oaxaca a Acapulco, del 9 de febrero al 18 de abril (Diario de Rosáinz).
libertad, fertilícela el cielo con rocíos saludables, temple el sol sus ardores para influirla, y anímense de tal suerte sus plantas, que siempre se vea en ellas el grueso grano, el rollizo ternero, el airoso caballo, y cuanto sea conducente a su completa prosperidad. Contigo hablo, Paso de la Sabana, en donde estamos. Cerros del Veladero, Aguacatillo y Tonaltepec, que están a nuestra vista. Vuestros nombres han sido desconocidos, y aun despreciados; hasta aquí; pero en la historia futura ya no se nombrarán sin terneza y sin exaltación. Aquí llegó el valiente, el benigno, el vencedor, el grande de todos modos don José María Morelos cuando no contaba más que con 400 hombres, 80 de armas de fuego y el resto con machetes, hondas y garrotes...13 En este punto de su perorata, el señor Rosáinz me hizo recordar las cruentas batallas que libramos contra ___________________________________________________________________
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las tropas de Paris, en estos mismos parajes dos años atrás: el enemigo armado con fusiles, flechas y machetes repartidos en diversos puntos; nosotros, en número reducido y con menor armamento, lejos de acobardarnos, luchamos con mucha fe, los honderos de mi tío Hermenegildo, los soldados de don Julián de Ávila, rechazamos tras su trinchera a los hombres de Paris, los replegamos en una loma y les quitamos una culebrina; les tomamos más de mil armas de fuego. Un espía nuestro, de nombre Pedro Petatano, a quien cogieron en una vereda estrechísima a tres fuegos, se abrió camino con los estribos por entre las trincheras y los fusiles, y eran tantos los balazos que le cruzaban, que el macho que montaba paraba a cada instante sacudiendo las orejas, por fin mata a uno de un tajo de revés y lejos de acobardarse cuando ya se ve libre de peligro, acude encolerizado que le dé una escopeta el 13) Ibídem.
general Morelos para ir a vengar su agravio; se metió sable en mano entre el enemigo, preguntando quién era el comandante; recorrió las filas, sin que nadie le contestara absortos de su arrojo, hasta que encontrando a uno, que por más decente creyó ser el que buscaba, descargó un mortal golpe sobre su cabeza, y cerrando todos contra él, murió dándonos a todos ejemplo de arrojo. En otro de los más vivos ataques que se dieron durante un sitio que nos impuso Paris en el Paso de la Sabana, era tanta nuestra confusión, que ni los oficiales sabían mandar ni la gente obedecer; entonces sucedió que un loro, posado en las ramas de una ceiba a las orillas del río del Marqués, no cesaba de gritar ¡fuego!, ¡fuego! Lo que originó que el enemigo dirigiera sus fuegos a la ceiba, pensando que ahí se encontraban los jefes. Con ese engaño se reanimaron los nuestros haciendo más certeros sus disparos. 14 ___________________________________________________________________________
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De pronto, cesaron mis recuerdos y volví a escuchar al secretario del general, terminando su emocionado discurso: …estos fueron los primeros ensayos militares del General del Sur, éstos los que le han granjeado tanto concepto en la nación, y en las potencias extranjeras; éstos los que han impuesto tal respeto al enemigo, que a donde quiera que su excelencia se encamina, lleva en una mano el terror y en otra la victoria. Alégrate pues, tierra feliz, de que hoy vuelve a pisarte lleno de gloria, dueño de dos provincias y de mayor parte de otra, señor de 300 leguas de mar, y caudillo de 20,000 soldados con más de 10,000 fusiles quitados al tirano…15 Después de este punto, anduvimos casi tres leguas y cruzamos el río del Marqués. Por la tarde nos 14) yb15) Ibídem.
enfilamos por el camino que llaman de las Cruces hacia un cerro alto. Ya en la cima, el general extrajo su catalejo y pudo admirar el puerto y el objeto de su peregrinaje: el Castillo de San Diego. Cuando el general se encontró con el brigadier Ávila, lo estrechó con mucho afecto, para él, don Julián era un buen soldado probo en la lealtad y la lucha. Ya estábamos en el 29 de marzo de 1813, y habían pasado dos largos años sin verse. Pero también hubo regocijo entre los otros jefes que no se habían visto durante tan largo tiempo; en seguida determinó que en la Sabana se quedara toda la división de mi tío Hermenegildo; el resto se dirigió al Veladero. Mi tío pidió que sus subalternos lo acompa-ñaran, incluyéndome a mí. Las dos leguas de camino que recorrimos se me fueron transformando en imágenes familiares: el paraje de Los Cajones, áspero y estrecho por el que no cabía más que un hombre y su caballo; a ___________________________________________________________________
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la izquierda el cerro y a la derecha la barranca profunda; recordé que aquí tuvimos un combate en el que el brigadier Ávila se batió con casi setecientos hombres de Paris y él con sólo nueve, y rescató una Culebrina que ya nos habían quitado. Cuando llegamos a las casitas que hace dos años había dejado, me encontré con que se habían multiplicado, además advertí una pequeña iglesita y una escuela. Los dos fortines ya tenían nombre: el primero a la izquierda el Carabalí; el segundo, Morelos y el tercero San Cristóbal. Al segundo le pusieron Morelos porque al mismo tiempo que los setecientos realistas atacaban al brigadier Ávila, lo hacían trescientos contra el señor Morelos, a quienes con dos disparos de cañón bastaron para batirse en retirada. En verdad, El Veladero conservaba aún su característica principal: el punto estratégico más temido por jefes españoles, por ello el señor Morelos continuó planeando desde aquí el ataque a la fortaleza.
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La bater铆a de uno de los baluartes del Castillo de San Diego
II El primer ataque
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pesar de la nostalgia que nos invadi贸 a todos, incluyendo al propio se帽or Morelos, convoc贸 a
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una reunión, como aquella del dos de mayo de dos mil once, todavía latente en nuestros recuer-dos. Y aunque no estaban los de entonces, expresó su preocupación por nuestra estancia en Acapulco, particularmente de las tropas alojadas en La Sabana. —Es necesario —dijo— establecer condiciones de vida para nuestras tropas y para la población; no es posible que nuestras ejércitos que están luchando por liberarnos del yugo opresor que por tanto tiempo nos ha sumergido con los más inauditos monopolios, se les tire el cordel tan apretadamente para venderles sus víveres y demás necesarios para su subsistencia a unos exorbitantes precios, de que con el sueldo diario le es imposible comprar y más cuando los vendedores logran ya el sosiego y comodidad de su casa, y que de aquéllos depende, con el auxilio de Dios, llevar a cabo la general felicidad. Anote usted, Licenciado Rosáinz: he venido a mandar, como por el presente mando, se vendan los víveres y demás necesarios, a los precios siguientes: manteca a un real la libra, maíz a dos reales el almud, arroz pilado a medio la libra, mojarras a tres por medio, frijol a cuatro reales el almud, tortillas a doce por medio, jabón a un real, cigarros a un real, panela a un real, velas al corriente… Y al tenor de esto y lo demás, regulándose a la equidad, pues es necesario que todos contribu-yamos en lo que nos toca para conseguir la felicidad, que por este rumbo, para que sea entera, sólo nos falte el puerto.16 Luego manifestó su preocupación por las desavenencias de los integrantes de la Junta Gubernativa, las disputas entre Liceaga y Berdusco estaban dividiendo al resto de los vocales, le llegaron tres correos que le confirmaron la noticia y no sólo estaba preocupado, sino molesto. Habló de su intención de escribir ___________________________________________________________________________
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de inmediato a Rayón de influir para terminar con las disputas, estaba dispuesto a sacrificarse en hacer obedecer a Su Majestad, la Suprema Junta, sin perjuicio de fomentar a un miembro de ella para que destruya al otro, porque sería destruir el sistema.17 Luego dijo de enviar de inmediato un planteamiento a Liceaga para que a través de los principales de Oaxaca se elija a un representante que llene el quinto número indispensable para que haya pluralidad de votos en la Suprema Junta, y agregó: —Completo este número, saldrá del mismo votado el presidente, pues hasta ahora todo ha sido precario y no parecía legítimo el voto de tres, porque el uno fácilmente podría conquistar al otro; con esta misma razón será muy conveniente que conquistadas las otras provincias u obispados ascienda el número de miembros quizás a siete o nueve, así estaría el reino mejor administrado en justicia; este es el plan que propuso desde un principio el señor Hidalgo, cuando habló de fomentar un Congreso integrado con representantes de las Provincias.18 16) AGN. Infidencias. T 144, f. 9. (En Lemoine Villicaña, Doc. N° 67). 17) AGN. Operaciones de Guerra, t 939, f 76. (En Lemoine V., Doc. N° 68). 18) Archivo Hernández y Dávalos, Op. Cit. T. p. 5. (En Lemoine Villicaña, Doc. N° 69).
Habló de la intimación de rendimiento al gobernador Vélez para que entregara la fortaleza, enviada desde Ometepec y nos hizo saber de la que envió este mismo día, que Vélez no sólo le contestó negativamente, sino que enfatizó: —“Sólo los bárbaros capitulan”. Finalmente dio instrucciones sobre la estrategia para tomar la población, hasta ahora defendida por el ___________________________________________________________________
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capitán Rubido con soldados en el Hospital y en el Padrastro; que esperaba que su estancia en el puerto no fuera más allá de una semana y estableció un plan de ataque muy rápido: el brigadier don Julián de Ávila acometerá el cerro de las Iguanas con la primera y cuarta compañía de mi escolta, advirtiéndoles que se formen ralos y no en pelotón. Lo demás ya está dicho, que el Mariscal Galeana acomete a la ciudad metiéndose en medio de ella y del Castillo. El comandante del Pie de la Cuesta, auxiliado de la Compañía de Tlapa, ataca el punto más alto por donde fueron abriendo la vereda, continuándola volteando para la Quebrada. El fuego se hará muy medido, sólo al bulto, guardando la pólvora. La primera y Cuarta Com-pañía, al mando del Teniente Coronel don Felipe González, todo sin falta y con buen orden.19 La suerte estaba echada. Mi tío concentró a los costeños y describió su plan de ataque, diferente a las instrucciones del General Morelos, tal vez debido a cambios de última hora, pues dijo: —Nuestros soldados tienen la ordenanza de con19) AGN. Operaciones de Guerra, t 939, f 224. (En Lemoine Villicaña, doc. Nº 72).
quistar el cerro de la Iguana. Y agregó:
—Marcharemos como en Tixtla, como lo hicimos en Oaxaca, en tres columnas: yo voy al centro, fusileros a la vanguardia con tiro a discreción; Pablo con sus soldados por la derecha, disparando sólo al bulto; el capitán Isidoro por la izquierda, más rezagado, ahorrando el parque. Si hay demasiada resistencia, estén alertas a mis órdenes para circundar la loma y luego cerrando pinzas, como en Orizaba: mis tropas atacarán por el centro. En cuanto tomemos el cerro, los ___________________________________________________________________________
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artilleros deberán emplazar los cañones con dos objetivos a la vista, el Castillo y el Hospital… La mañana de 6 de abril de 1813, al son marcial de clarines y tambores, en marcha guerrera y en medio de una algarabía indescriptible de nuestros paisanos, nos enfilamos al cerro de la Iguana. El enemigo inició los fuegos, que no eran nutridos y nos dejaron ver sus posiciones, avanzamos con confianza, disparando al bulto. A la hora, los fuegos arreciaron, la algarabía se había convertido en euforia, en ese momento los temores desaparecieron y nos desplazá-bamos más rápido; mi tío dio la orden de circundar el cerro; a las dos horas el ataque de los costeños se desbordó por completo, mis soldados se batían con tal coraje que sin medir consecuencias arrostraban las balas. De pronto, el enemigo abandonó en estampida el campo de batalla. A las tres horas el cerro era nuestro. Se realizó un rápido reconocimiento del lugar y se encontraron dos culebrinas abandonadas por los españoles, que de inmediato mi tío ordenó que se colocaran en posición de ataque al Castillo; se tomaron posiciones previniendo alguna ofensiva desde los baluartes de la fortaleza; pero algo extraño pasaba, pues no nos hacían ningún fuego los cañones del Castillo y los pocos estruendos de fusilería se escuchaban por el rumbo de las primeras casas, donde debían andar las tropas del teniente González y por el cerro de la Mira y de Casa Mata, por donde atacó el brigadier Ávila. El general Morelos, que se apostó con un pequeño contingente al norte de la fortaleza y al sur del Veladero, punto estratégico que no era observado desde la fortaleza, estuvo dirigiendo el asalto a la población por medio de mensajeros; al caer la tarde, ___________________________________________________________________
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envió un parte a todos los jefes; el que le fue entregado a mi tío Hermenegildo, nos lo leyó de inmediato: —…Felipe González, con mi escolta, penetró hasta las primeras casas de la ciudad; don Julián de Ávila se apoderó de la casa Mata y cerro de la Mira. Hemos tenido tres muertos. De ellos se ignora el número. Sólo cayó un prisionero, con quien envié una tercera intimación a Vélez. Nos concentraremos en el cerro de la Iguana.20 De inmediato, mi tío ordenó limpiar un área despejada del cerro que habíamos tomado, para que estuviera listo a la llegada del general Morelos y el resto de los jefes. Para la noche de este día, la ciudad ya estaba sitiada por nuestras tropas que, a decir verdad, no éramos muchos: nuestros costeños, el contingente del brigadier Ávila, el del teniente González y los que estaban en Acapulco, apenas llegábamos en número de mil quinientos; yo creía que esa empresa del señor Morelos era demasiado atrevi20) Diario Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo V, N° 11: Diario de la Expedición del Señor Morelos de Oaxaca a Acapulco, del 9 de febrero al 18 de abril (Diario de Rosáinz).
da, intuía que algo extraño estaba pasando con el enemigo que no intensificaba sus fuegos, pues tenía todas las ventajas: los sesenta cañones de la fortaleza, las lanchas cañoneras situadas a lo largo de la playa, el bergantín San Carlos, que acababa de llegar al puerto y nos hacía fuegos de cañón desde el mar, aunque esporádicos; y por si fuera poco, la artillería del Hospital que no nos permitía acercarnos al Castillo.
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Al día siguiente reanudamos el ataque sobre la ciudad, pero esta vez el general Morelos ordenaba que sólo la artillería hiciera fuego. —No quiero fusiles. Ordenen a sus hombres abstenerse de disparar. —Dijo a los jefes. Pero no había manera de controlar a la tropa: deseosos de entrar en acción, algunos soldados del regimiento del teniente coronel González y del brigadier Ávila, anduvieron merodeando cerca de las casas. Los fuegos del Castillo se concentraron en el cerro de la Iguana, por lo que los jefes aconsejaron al general a abandonar el punto. No quiso hacerlo, no obstante de que dos tiros hicieron blanco en las improvisadas trincheras alcanzando a algunos con guijarros, tierra y polvo. Nuestras culebrinas hacertaron en un bote con gente y tres tiros certeros afectaron las troneras del Hospital, el punto de la ciudad más defendido por los realistas. Esa misma noche, en el improvisado campamento, el general Morelos se mostró muy confiado, llamó a su secretario Rosáinz para dictarle una carta: —Excelentísimo Sr. Capitán General y Vocal, Don José María Liceaga. En la semana entrante, con el favor de Dios, concluyo esto de Acapulco y me dirijo para México, y si el tiempo me da lugar, será por Valladolid. Lo participo a Vuestra Excelencia para su inteligencia. Dios Guarde a Vuestra Excelencia muchos años. Acapulco, abril 7 de 1813, José María Morelos.21 Para el 8 de abril de 1813, se repitió la orden del General, todo mundo se mantuvo en sus puestos. Los fuegos del Castillo de San Diego eran en número ___________________________________________________________________
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menores que el día anterior, tan escasos, que como a las once los suspendieron; en el cuartel de mando, sobre una eminencia, el general ordenó se colocara un mono hecho de breñas y paja, muy a la vista del castillo, ataviado con sus mismas vestiduras. —Para despistar al enemigo. —Dijo. Luego pidió que lo acompañara una escolta y algunos jefes para hacer un recorrido por la playa. Por el rumbo de la Caleta se verificaron tres puntos estratégicos para el ataque a la ciudad. El día nueve, temprano, un emisario trajo noticias de que a la Sabana llegó una señora de nombre Manuela, deseosa de entrevistarse con el general. Al punto me ordenó que con una escolta marchara a su encuentro. Recorrimos la parte alta de los cerros y anduvimos por las faldas del Veladero. Por el camino de las Cruces nos topamos con su escolta: —Me envía el general Morelos —le dije— tengo órdenes de llevarla ante su presencia. De regreso, por el rumbo de La Cima, hicimos 21) AGN. Operaciones de Guerra, t 939, f 64. (En Lemoine Villicaña, Doc. N° 74).
un descanso. Tuvimos una amena charla: se llamaba María Manuela Medina y acompañada de los que militaban bajo sus órdenes nos dijo haber recorrido casi cien leguas desde Tasco, de donde era originaria. La Junta Gubernativa la premió con el nombramiento de Capitana por haber levantado una compañía de soldados con la que participó en más de siete com-bates en contra los españoles. La fama del general Morelos despertó en ella el deseo de conocerlo. ___________________________________________________________________________
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—Quiero saludar al Caudillo del Sur. Después de haber alcanzado este deseo, ya voy a poder morir tranquila, aunque me despedace una bala de cañón de Acapulco.22 En el mismo cerro de La Iguana, que se había convertido en nuestro cuartel, el general preparó un aposento, frutas y unas pequeñas viandas para doña Manuela: la recibió con muchísimo aprecio, platicaron largamente, sobre las batallas de Huitzuco, Tepecoacuilco y el Real de Tasco, en esta última cuando fusiló al comandante García Ríos, un realista de origen mexicano. Luego la invitó a comer. Al despedirse se abrazaron y doña Manuela lloró emocionada. El señor Rosáinz, que se encontraba cerca, le expresó: —“Ojalá que la décima parte de los americanos tuviera los mismos sentimientos.”23 Por la tarde de ese día me tocó acompañar a mi 22) Historia de Méjico, capítulo III. 23) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo V, N° 11: Diario de la Expedición del señor Morelos de Oaxaca a Acapulco, del 9 de febrero al 18 de abril (Diario de Rosáinz).
tío y al general Morelos a inspeccionar la casa de pólvora, por el rumbo de la Caleta; era muy espaciosa y de sólidos pilares; me llamó la atención la fina madera con que estaba forrada por dentro, desde el piso hasta la altura de un hombre; de amplios patios, un largo corredor y una alta barda de considerable espesor, ideal para abrir troneras en caso de defensa. Supimos después que la pólvora que en ella había, fue trasladada al Hospital y Casa Mata. ___________________________________________________________________
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Los recorridos del general por las inmediaciones de la Caleta, le permitieron ordenar un ataque bien medido hacia esta parte que nos faltaba por consolidar, además que había la sospecha de que ahí se apostaban soldados realistas; preparamos la ofensiva y al otro día nos acercamos al punto: fue una acción rápida ejecutada por nuestras tropas al mando de mi tío. Marchamos por la parte de la Quebrada. Nos ordenaron cubrirnos lo mejor posible, evitando ser observados por los artilleros del Castillo, pues se aseguraba que a este lado hacen certera puntería los cañones de la fortaleza; pero no hubo disparos, ni del Castillo ni de las tropas españolas emplazadas a lo largo de la estrecha playa; abordamos el lugar sin ninguna resistencia y no nos ocupamos en perseguir a los que huían, tal fue la orden que se nos dio. El día once, el general volvió a realizar un recorrido, esta vez por lugares abiertos a tiro de cañón de los baluartes del Castillo. Cinco balas de a veinticuatro cruzaron a menos de tres varas distante del lugar donde el general Morelos observaba los movimientos del enemigo. No se inmutó, a pesar del estruendo.24 Al día siguiente asistimos a una misa en honor a nuestra Patrona, Nuestra Señora de Guadalupe; el 24) Ibidem.
general le pidió en voz alta su protección para el ejército y le dijo que en su honor era la batalla de ese día; que con sumo dolor mandaría se incendiara la ciudad y que su gloria y veneración era precisamente la que alentaba aquella guerra. Habló de los principales puntos de ataque por parte del enemigo: los baluartes del Castillo, con su poderosa batería; el fortín del Padrastro, donde hacían trinchera los realistas con su emplazamiento de cañones; el Hospital, que convirtieron en una temible fortaleza con artillería de ___________________________________________________________________________
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cuatro cañones, y dos bergantines anclados en la bahía desde donde nos cañonearon también. Después de la acción de gracias a Santa María de Guadalupe, al son de tambores y de clari-nes, avanzamos nuevamente. La primera y segunda compañía de la escolta del general, junto con las tropas del brigadier Ávila marcharon hacia el Hos-pital; con mi tropa, dividida en tres frentes, acometí el cerro del Padrastro, en que se apostaron algunos grupos de realistas. Rodeamos el cerro, desde cuya loma nos hacían fuego intenso; parapetados tras las rocas avanzábamos muy lentamente hasta que por fin tomamos aquel punto. Las sesenta bocas de bronce desde del Castillo, los cañones del hospital y las de los bergantines hacían un estruendo ensordecedor; pero a cada disparo respondían los gritos de los costeños que lanzaban imprecaciones a la mala puntería de los artilleros y redoblaban los ataques con aquel ímpetu, que me alentaba a continuar, a precisar el mando, a reorientar el ataque de mis hombres. El fuego era vivísimo, los cañonazos formidables, los techos venían al suelo a cada instante y las paredes levantaban un polvo que nos cegaba.25 En medio del fragor nos llegó un recado del coro25) Ibidem.
nel González solicitando auxilios, porque se hallaba con menos de sesenta hombres. Luego supimos lo que estaba pasando cuando los jefes recalcaban las órdenes del señor Morelos de que las tropas entraran en combate, que los ataques se multiplicaran en todas las compañías, que no se dispersaran… Órdenes que no eran del todo obedecidas porque algunos de los nuestros encontraron en los almacenes del poblado cientos de litros de aguardiente y no resistieron la tentación de probarlo a pesar del fragor de los caño___________________________________________________________________
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nes; otros, estaban acarreando a los cerros aledaños, para esconderlos, harina, alquitrán y algodón que también hallaron; algunos más cargaban con marranos, corderos, gallinas que sacaban de los corrales de las casas. A las oraciones, con el crepúsculo encima, me ordenaron conducir al brigadier Ávila hacia el Veladero para darle atención médica por una bala que recibió en un muslo. Estaba pálido y sus pantalones empezaban a mancharse de sangre. Nos dimos prisa y en los preparativos para marchar estábamos mi escolta y yo, cuando escuchamos un estruendo ensordecedor, un espantoso estallido que venía del rumbo del Hospital, una llamarada de más de cien varas iluminó el poblado, los fuegos se suspendieron de pronto; entre nosotros reinó la confusión; observamos una angustiosa estampida de las tropas atrincheradas en el Hospital, un buen trozo corría sin sentido alguno, luego reorientaron su carrera con rumbo a la fortaleza, el caos se apoderó de todos ellos; de las casas salían mujeres y hombres en fuga y tras de los soldados españoles corrían a refugiarse en el Castillo. Cuando nuestra gente se percató de lo ocurrido, es decir, que un grande cajón de pólvora fue alcanzado por las llamas y su explosión hizo volar las paredes de la parte oriental del Hospital, un solo grito rugió de las gargantas insurgentes, era el grito posterior a la victoria que surgía de todos los frentes: ¡viva María Santísima de Guadalupe! ¡Viva la América!... Los acontecimientos se desenvolvieron como en torbellino, los que no habían pepenado nada, ahora se lanzaban en tropel sobre las casas en un completo desorden; ni el general Morelos, ni el coronel González, ni don Pedro Irrigaray ni mi propio tío, pudieron contener el río que se desbordaba sobre las calles con frenesí e inundaba las casas en busca de algo qué llevar, aguardiente qué beber. Si en ese instante hubiera atacado el enemigo, ___________________________________________________________________________
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una derrota de insospechadas consecuencias se hubiera volcado sobre nosotros. Hubo sorpresas: en la casa del tesorero se encontra-ron más de cinco mil rajas de leña; en los almacenes había harina que podía ser utilizada, aunque de mala calidad; mucho alquitrán; en el palacio mucho algo-dón; en el hospital, aparte de la artillería y municio-nes, había más de mil fanegas de maíz26 que no fueron alcanzadas por las llamas… El día trece fue de reflexión. El general Morelos reprendió a todos los de tropa que participaron en el saqueo; casi todo el ejército, excepto mando medios y jefes. Los regañó sin violentarse, sin levantar la voz, con palabras de patriarca que pesaban más que las órdenes militares; los soldados mostraban en su rostro las consecuencias de la embriaguez, los estra-gos del desvelo; los mantenía callados la meditación. Después del mensaje del general, aproveché un momento para felicitar a mi tío Hermenegildo, por el día de su santo: —Gracias, Pablo. Hoy es un día difícil para todos 26) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 174: Informe de Fray Pedro Ramírez.
esperemos que se componga y quizás más tarde tendremos un brindis. Una orden de atención y preparativos por parte del general Morelos rompió el letargo y el estado de arrepentimiento de las tropas. La acción de este día consistió en revisar minuciosamente lo que había quedado en el Hospital, último reducto de los españoles en la población. Estábamos ciertos de que ya no había gachupines después de la explosión, pero aún encontramos resistencia de algunos que disparaban ___________________________________________________________________
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con mucha confianza apoyados por los dos bergan-tines que nos hacían fuegos de cañón desde la bahía. Aún no serían las tres de aquella tarde, cuando los últimos soldados españoles abandonaban Casamata y emprendían retirada en desorden con dirección al Castillo. Los días que siguieron los destinó el general en emplazar cañones con dirección a la fortaleza, eran las piezas de artillería que el enemigo dejó aban-donadas en el Hospital, durante su huida al Castillo después de la explosión de la caja de pólvora. También determinó establecer campamento en la misma ciudad y en seguida ordenó que las tropas ocuparan las casas abandonadas. Todos los jefes manifestaron objeciones a esa orden: —Estamos a tiro de cañón, la artillería del Castillo es sumamente poderosa, en menos de un día acabaría con todas las casas… Opinó mi tío Hermenegildo con cierta preocupación. Pero no obstante esta objeción y la de los otros jefes, la orden se cumplió. El día siguiente se estableció un plan de ataque con la artillería de que disponíamos. Se propusieron todas las estrategias posibles para estrechar a la fortaleza. La primera, quemar las casas de paja que se encontraban aledañas al Castillo, muy cercanas a los fosos. Otra vez nuestros costeños comandados por mi tío, partimos con teas encendidas en una mano de cada soldado, en la otra el fusil, atado a la cintura el machete afilado, el corazón en ritmo ascendente, el ánimo desbordante… Nos dividimos en dos trozos, uno hacia la derecha y el otro hacia la izquierda frente al ___________________________________________________________________________
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puente levadizo. Corrimos zigzagueando entre veredas y montículos; se desplegó todo el valor de nuestros hombres, los ahogaba la cólera que en ellos excitaba la inmediación del enemigo; la segu-ridad que éste tenía por estar rodeado de anchas paredes; los puentes formadísimos y los dilatados fosos los tenía ciegos, hasta que no pudiendo conte-nerse, se arrojaron como un torrente a las casas que estaban alrededor del Castillo a menos de cincuenta varas distantes de sus cimientos.27 Los fuegos de la fortaleza no se hicieron esperar, a la vez que escu-chamos los estruendos de los cañones muy cercanos de nosotros, corrimos entre las pequeñas casas, más parecidas a enramadas, presas fáciles de nuestras teas cuya humareda nos envolvió de pronto y nos permitió evitar los certeros disparos de los soldados españoles atrincherados en las troneras. Esa vez sí que estuvimos a tiro de fusil, pero nuestros soldados hicieron una estrecha pausa para contestar el ataque y nuevamente reanudaron la carrera incendiándolo todo. La segunda estrategia fue tomar un pozo de agua cercano al Castillo, así que otra columna como 27) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo V, N° 11: Diario de la Expedición del señor Morelos de Oaxaca a Acapulco, del 9 de febrero al 18 de abril (Diario de Rosáinz).
de cien hombres llegó tras de nosotros y continuó por el lado sur del foso, iban sobre este pozo de agua del que se abastecía la guarnición; al mismo tiempo salió de la fortaleza un grupo de realistas dispuestos a protegerlo: vimos cómo avanzaban por una pendiente disparando sus fusiles. Nos ordenaron auxiliar a los nuestros y de inmediato preparé las acciones: adelantando siempre al contingente de cien hombres, poco a poco, corrimos hacia el venero, haciendo pausas para disparar a los españoles que bajaban pegados a la fortaleza; hubo momentos que había que arrastrarse ___________________________________________________________________
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para no ser blanco de los francotiradores de las troneras del castillo. Ya a pocas varas del pozo de agua, entramos en combate reñido, se sacaron los machetes y se blandieron y cortaron el aire y los cuerpos de los enemigos con la destreza que nos era característica. Al caer la tarde, el venero era nuestro. Los soldados de Vélez se replegaron al Castillo. Por la noche, en el Hospital convertido en cuartel, se hizo el recuento del día: tres muertos por parte nuestra; cuatro por parte de los de Vélez, esto último por lo que escuchamos de los mismos sitiados que se asomaron desde los baluartes y las troneras de la fortaleza cuando estuvimos cerca de los muros. A pesar del avance logrado, de las posiciones recuperadas, algo había que no nos gustaba del todo; se notaba en la actitud de nuestra gente alguna inconformidad relacionada con las acciones del día. Quizás no se disfrutaba el sabor de la victoria como en las anteriores batallas, la capitulación del Castillo aún se sentía lejana, no obstante del optimismo mostrado por el general Morelos, de que a lo más, en una semana, la fortaleza sería nuestra. La realidad mostraba lo contrario. A pesar de los cinco baluartes y la poderosa artillería, sus fuegos no causaban daños de infortunadas consecuencias, y para un ataque a sangre y fuego el foso y las troneras se antojaban un obstáculo insalvable, con la posibilidad de muchas pérdidas por nuestra parte. En la junta acostum-brada, el general determinó dinamitar el Castillo, propuso hacer una excavación que partiera desde el Padrastro hasta lo más cerca de la contraescarpa del foso. Al día siguiente se iniciaron los trabajos, el empeño era mayor, los esfuerzos se redoblaron. Se tomaron posiciones para lanzar metralla sobre el Castillo, pero nuestra artillería no era de grueso calibre. A medio día comenzó ___________________________________________________________________________
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un bombardeo inin-terrumpido sobre la población, donde estaban acanto-nadas nuestras tropas. El general Morelos ordenó a todos los jefes dijeran a su gente abandonar de inmediato los edificios, los puntos de mayor concen-tración. Uno de los disparos desde los baluartes hizo blanco en una de las casas habilitadas como cuartel de mando, que mató a don Felipe Hernández, de la escolta del señor Morelos, quien estaba a su lado, salpicándole de sangre. El general permaneció imper-turbable en su puesto. Él mismo se acercó al cuerpo inerte de don Felipe que yacía boca arriba y le cerró los ojos con gesto de tristeza. Así estuvimos por casi una semana, esquivando el bombardeo que nos hacía el Gobernador Vélez desde la fortaleza; ya estábamos a fines del mes de abril; fecha en que el señor Morelos le envió otro ultimátum al gobernador para que rindiera el castillo; en esta ocasión designó a su secretario llevar la intimación a través de una orden: “Comisión al señor Rosáinz para que pase a tratar con la fortaleza de Acapulco.- 30 de abril de 1813. Credencial.- Pasa el señor brigadier doctor D. Juan Nepomuceno Rosáinz a tratar de paz, y de guerra con el gobernador de la plaza de Acapulco con arreglo a las instrucciones que le tengo comunicadas; y según lo que se resolviere lo colmaré con los documentos necesarios, sirviendo ésta de credencial al efecto. Campo sobre el Castillo de Acapulco, abril treinta de mil ochocientos trece. A las cuatro de la tarde. José María Morelos.”28 Al respecto, el general Morelos me encomendó la misión de acompañar al Lic. Rosáinz. Portamos una bandera blanca con cinco de escolta y nos acercamos al puente levadizo de la fortaleza. Vélez y sus jefes nos recibieron con respeto. El pliego era dilatado y determinante: “Señor Gobernador, D. Pedro Antonio Vélez, escribí a Ud. desde Ometepec, haciendo la correspondiente intimación, cuya respues-ta fue ___________________________________________________________________
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rasgar y tapear, según me informó el correo que escapó por pies. El día 4 de este abril la repetí y no pudo entrar el correo, o a lo menos no ha vuelto. El día 6 del mismo, estando en la acción, la tripliqué con un prisionero herido que se vido llegar y nadie podrá desmentirme: mandé suspender el fuego tres horas; y con todo, no se sirvió Ud. responder, por lo que he omitido ya dirigir contestación al gobernador de una plaza que se niega a los derechos de gentes y de guerra. Por lo que el día de hoy, en caridad, me he dirigido a los europeos y personas que les acompañan. Yo soy ingenuo y no puedo usar otro lenguaje que el verdadero, ni diría bien a mi carácter la mentira. La Nación me ha condecorado con el título de Capitán General y Vocal de la Suprema Junta Nacional Americana Gubernativa de este Reino, para recobrar sus derechos ajados, por no decir usurpados. Y cedería en desprecio convenir en algunas proposiciones que un oficial de inferior graduación propuso en esta tarde, por lo que libré credenciales al Auditor de Guerra Lic. D. Juan Nepomuceno Rosáinz, para que pasase 28) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 112, Coordinación Alfredo Ávila y Virginia Guedea: Capitulación del Castillo de San Diego. Febrero a Noviembre de 1813.
a contestar con Ud. con arreglo a las instrucciones que le comuniqué; lo que no tuvo efecto por encontrar un solo teniente sin credenciales. A mí no me corresponde apersonarme, por lo que llevo expuesto; por lo demás, básteme decir que soy un hombre miserable, más que todos, y que mi carácter es servir al hombre de bien, levantar al caído, pagar por el que no tiene con qué y favorecer con cuanto pende de mis arbitrios al que lo necesita, sea quien fuere. Buen testigo es Oaxaca, en cuya capital sólo se pasaron por las armas al Teniente General González y a los tres comandantes Bonavia, Régules y Arruti, que debían muchas muertes: liber___________________________________________________________________________
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tando del tolletolle de un pueblo desangrado e irritado a más de doscientos europeos que allí quedaron indultados, y quitando de la vista un gran número de ellos para libertarles la vida, poniéndolos en lugar seguro, para que donde nadie los toque, sin embargo de haber hecho muertes a sangre fría, como Pardo y Padruno. No es nuestro sistema la desolación. Esto que Ud. llama Revolución, es para mí y será a los ojos de Dios, de los ángeles y de los hombres, ejercicio de virtud. Yo no hago otra cosa que empeñarme en que se le dé a cada uno lo que le fuere suyo y contener al pueblo para que no derrame la sangre, aún de los culpados. Tengo más compasión del extranjero que del paisano, por faltarle a aquél los recursos que a éste le sobran. No es santificarme, dígalo Portilla y cuantos europeos he traído a mi lado por escaparlos de las garras de otros. Y aunque algunos han pagado con la vida, como los cuatro expresados, ha sido a más no poder, como sucedió en Tixtla y Chilapa, en donde hubo mayor número de criollos que de europeos. De aquí se infiere que la guerra no es contra europeos, por razón de tales, sino por enemigos declarados de nuestra Nación, cuya razón es trascendental a mis paisanos, que del mismo modo se declaran. Ud. dice que ignora nuestro sistema y yo digo que es más claro que la luz. Y usando de mi venial ingenuidad, acom-paño a Ud. una copia de los Elementos de nuestra Constitución, firmada por el Sr. Presidente de la Suprema Junta, Lic. D. Ignacio Rayón, para que impuesto en su contenido me la devuelva con la misma integridad que la remito. En dos palabras: vuelvo a cifrar el designio. La Nación quiere que el gobierno recaiga en los criollos, y como no se ha querido oír, ha tomado las armas para hacerse entender y obedecer. Y, por tanto, a nombre de la Nación, o lo que es lo mismo, a nombre de su Majestad la Suprema Junta Nacional Americana Gubernativa, ___________________________________________________________________
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notifico a Ud. por primera, segunda y última vez, que como Gobernador del Castillo de Acapulco puesto por los europeos, me entregue el Gobierno Político y Militar, para ponerlo en manos de los criollos, electos por los mismos criollos; dejando a salvo el derecho de Ud. que como miembro de la misma nación pueda tener para continuar en el mismo empleo, o en otro de mayor graduación, como sucedió en Oaxaca y en infinitos lugares en que se han quedado gobernando los mismos individuos del lugar, siendo tan notable que en todo Oaxaca no se acomodó más de uno, que era del ejército, en las armas, y dos subdelegados. Los derechos de guerra me estrechan a no convenir en más de cuatro horas para volver a romper el fuego, lo que servirá a Ud. de gobierno. Dios guarde a Ud. muchos años. Campo sobre el Castillo, abril 30 de 1813.”29 Después de leer la intimación, Vélez ordenó le trajeran tinta y papel; nos pidió aguardásemos; y con voz recia para que lo oyéramos, dictó a su escribano: “Esta fortaleza no tiene más jefes que yo como goberna 29) AGN, Operaciones de Guerra, t. 939, ff. 209-10. (En Lemoine Villicaña, Doc. N° 76).
dor y castellano de ella; los europeos que la ocupan son cuatro y por tanto no imprimen carácter para su defensa. Ella me está confiada así como todo su pueblo por las legítimas autoridades que reconozco, y faltaría a los deberes del honor, que son tan sagrados, si abusara de esta confianza tenido como tengo suficiente potencia para ello, máxime cuando hasta ahora se ignoran los planes o fundamentos en que se consolida tan perniciosa revolución, es decir, el sistema sobre el que se funda; y por tanto, yo, y todo mi pueblo estamos en resuelto y decidido ánimo de defendernos hasta el caso de experimentar los resul-tados que se me proponen, dije mal, a los europeos que es a quienes ___________________________________________________________________________
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inmediatamente se dirigen las contes-taciones. Real fortaleza de San Diego de Acapulco, treinta de abril de mil ochocientos trece.- Pedro Antonio Vélez.”30 Terminado el dictado nos la entregó, al tiempo que ordenaba una escolta que nos acompa-ñase hasta cincuenta varas del foso. Esa misma noche, en junta de guerra, el señor Morelos mostró su descontento, no sólo por los giros que estaba experimentando el sitio de la fortaleza, sino por las noticias alrededor de la Junta Guber-nativa. Manifestó a los jefes su preocupación y la orden al Lic. Rosáinz de enviar de inmediato un comunicado a los Cabildos de Oaxaca, según el planeamiento que hizo a Liceaga el seis de abril pasado, para elegir al quinto vocal a través de una terna de personas de probidad y letras, teólogos o juristas, eclesiásticos o seculares… Puede aumentarse el número de siete o nueve, según el número de Provincias Episcopales. Así lo he acordado con los señores mis compañeros, Lic. D. Ignacio Rayón, Dr. D. 30) Juan E. Hernández y D. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 113.
José Sixto Berduzco y D. José María Liceaga, quienes aunque retardaron la condescendencia de mis instancias, acaso por el inmenso tracto de tierra, convinieron últimamente como consta en sus respuestas, cuyas fechas no cito por no tenerlas a la mano, ni puede aguardarlos la urgencia y el impaciente deseo que me impele a que este asunto tenga su más pronto verificativo…31 En la junta del dos de mayo el señor Morelos volvió a enviar a Vélez otra intimación que dictó a su secretario, y que al término le pidió nos la leyese: “Sr. Gobernador D. Pedro Vélez.- No obstante las ante___________________________________________________________________
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riores intimaciones y papeles públicos que declaman derechos y agravios en general, es preciso que entren las excepciones en particular, y aunque V. S. me dice que el corto número de europeos que hay en el castillo no imprimen carácter para su defensa, no puedo menos que explicar mi sentir. Ese corto número de europeos es para mí recomendable, ya por la notoria bondad de unos, como D. Simón Adrián, ya porque comprometidos han hecho la guerra otros como D. D. Francisco Paris. Yo soy ingenuo y lo mismo hubiera hecho en la ocasión. No hay agravio particular sobre uno solo; esta guerra es en general. Ahora bien, ¿qué negocia la Nación, ni menos yo, con el exterminio de unos pocos que empleados o comprometidos no han hecho más que cumplir con las órdenes superiores en las que ellos mismos eran interesados? Pero disuelta esta armazón, en poco o nada podrían perjudicarnos y es muy natural que quieran y apetezcan su bien, uniéndose a la mayor fuerza y a una Nación por quien tanto han laborado. Venegas, huyendo para Veracruz, no se sabe la suerte que ha corrido. Desunido éste de 31) AGN, Infidencias, t. 108, f. 309. (En Lemoine Villicaña, Doc. N° 75).
Calleja, Yermo y otros principales, dejó el mando, el que andando de Herodes a Pilatos ya recae en uno, ya en otro. Calleja, enmudecido por un año desde el famoso sitio de Cuautla, es mal visto; y, desunido, de Yermo y de los demás, han resultado todos divididos en partidos, con que si cuando estaban todos unidos con toda su fuerza no se dio el auxilio competente a las divisiones que guarnecían a este puerto, ¿cuál se puede esperar con la desunión y poca fuerza? ¿Y qué avanzaría yo con destruir un corto número de individuos, acaso parientes de mis progenitores? Más avanzaré sin duda a lo menos para con Dios, libertándolos y protegiéndolos. No puedo pasar en silencio ___________________________________________________________________________
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que hoy hace un año en que rompí la línea del sitio de Cuautla, y aunque la Gaceta de México dijo la historia al revés, los que la vieron la están publicando al derecho. Dice en su parte Calleja, que entró a Cuautla sin resistencia alguna, después de haber salido de aquella plaza Morelos con su ejército bien ordenado, y como poco antes había dicho y bien: que no podían salir ni las ratas, le faltó al parte confesar que salí por encima de su artillería, como así fue. También, el decir la verdad, que perdió más de tres mil hombres, y que los míos no pasaron de trescientos, inclusos setenta al rompimiento de la línea, y contando apestados y heridos. Buen testigo es inmediatamente el comandante D. Manuel del Cerro en Chilapa, Régules en Huajuapan, Labaqui en San Agustín del Palmar, Andrade en Orizaba, el sitio de Veracruz, todo el Obispado de Oaxaca, etcétera, etcétera. No traigo a colación la historia por jactancia, sino por desengaño de la Gaceta de México; esos papeles públicos que han perdido a los mismos interesados y socios. ¡Qué diferente se hubiera pensado en Acapulco, si esos papeles enemigos de la verdad y fuera del ardid de guerra, no hubieran engañado a estos habitantes desde sus principios! En ellos se dijo que se encontró muerto al señor Hidalgo en su coche en Las Cruces, y de este modo le dieron siete vidas y a mí me han dado setenta y siete. Es preciso confesar la verdad cuando la muerte se acerca, pues entonces ni a los ateístas les desagrada. Vamos, pues, procediendo como hombres y no como brutos, y más en un partido tan sano y seguro que no se puede perder el honor, único escollo que suele obstinar al hombre. El cerco de Veracruz lleva un año de puesto y me es preciso reducirlo a sitio; tengo fuerza para hacerlo. Los mexicanos y poblanos me llaman y citan con ansia; no puedo detenerme por este ángulo de tierra. Más claro: no puedo perder aquel avance ___________________________________________________________________
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definitivo por escapar la vida a un puñado de hombres que no quiere oír ni entender, para bien obrar, como dice el Profeta. Yo no podré retirarme tan fácil sin dejar en poder de la Nación el castillo de Acapulco, o el lugar en que éste ocupa, si fuere necesario volarlo. Por todo, de V. S., como gobernador, hacerlo saber a cuantos se hallen en el castillo y sus dependientes, para que se aprovechen de los momentos y de mi ingenuidad, porque yo no sé otra política que la claridad. Si V. S. no lo quiere así, será responsable a los ojos de Dios y de los hombres. Añádale V. S., con toda verdad, que los que gobiernan por España no son dueños sino del sitio que ocupan sus pies y en muy señalados lugares, como Acapulco, Guadalajara, México, Puebla, Perote, Veracruz, únicos y próximos a rendirse sin sangre. Esta última oferta asegura más mi conciencia, y pasando el término que las otras, comenzaré las hostilidades hasta llegar a la última irremisiblemente. Dios guarde a V. S. muchos años. Campo sobre el Castillo de Acapulco, mayo 2 de 1813.”32 Vélez contestó este ultimátum con más fue32) AGN, Operaciones de Guerra, t. 939, ff. 198-9. (En Lemoine Villicaña Doc. 77).
gos. También el señor Morelos protestó con una decisión determinante: redoblar los esfuerzos para terminar la mina y volar la fortaleza. En medio de la metralla del Castillo estable-cimos brigadas de trabajo. Nuestros costeños, acostumbrados al calor en pleno mes de mayo, tomaban muy a pecho la empresa, no así el resto de los hombres de las planicies o de las montañas, que empezaban a enfermarse. Con ellos abrimos zanjas, trincheras, parapetos; parte de la zanja desde el Padrastro hasta el pie del foso de la fortaleza. Mientras avanzábamos, me platicaron que durante la quemazón de los jacales ___________________________________________________________________________
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aledaños al Castillo, conver-saron con los sitiados; que se habían hecho amigos de algunos nativos de aquí; había muchos de la Costa Chica y de la nuestra; también me comentaron que había un negro de Coyuca y otro de Pie de La cuesta. Dijeron que no colaboraban con los gachupines, que eran pocos, y que sólo que les pagaran les hacían el quehacer; que la mayoría eran criollos; que un tal Concha era el jefe de los artilleros y que sólo disparaba si Vélez se lo ordenaba, pero que el goberna dor se la pasaba borracho; se habían enterado que estábamos haciendo zanjas en el plan y en el camino real para México, a tan corta distancia del Castillo, que se oía claramente cuando pasaban la palabra nuestros centinelas y vigilancias, sobre todo de noche; y que hurgáramos bien por las ramadas que quemamos porque había mucho aguardiente; que almacenaron muchas rajas de leña en la casa del tesorero, que éste tenía escondidas y que las vendía a altos precios; que el general Francisco Paris murió el quince de mayo, tenía muchos días muy enfermo de calenturas; lo sustituyó uno de los principales jefes, el Teniente de Milicias don Pablo Francisco Rubido, a quien seguían en rango don José Bobadilla y Concha, el artillero; el Gobernador Vélez estuvo en contacto con elementos de la Quinta División que comandaba el General Paris, se reunieron en diversos puntos de sus territorios, principalmente en la Palizada, a donde les envió a dos oficiales: don José Antonio Reguera y a don Luis Polanco, para que reunieran a los dispersos y les trajeran víveres; la batería del Castillo estaba compuesta de cuarenta y seis cañones, los más de grueso calibre; que el castillo tenía cinco baluartes, dos fortines y completaban la artillería seis piezas medianas sobre dos lanchas cañoneras; también supe por ellos que había casi mil quinientas almas en la ___________________________________________________________________
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fortaleza y se temían enfermedades por la entrada del tiempo de aguas que estaba cercano, no tenían leña y padecían ataques de escorbuto; que ya sabían que nuestras tropas estaban situadas muy cerca del Castillo y no desperdiciamos balas, pues tenemos buena puntería: que cuando no entran en la batería, plaza o pabellones, dan en las cortinas o contraescarpa, puente levadizo y puerta principal, por lo que Vélez ha tenido que atrincherar interiormente para no exponer a la guarnición a más daños, pues los insurgentes están cazando a los que incautamente se asoman por la troneras y a los que tienen precisión de servir la artillería y estar de vigilancia, sin poderlo remediar porque toda esta ventaja y oportunidad les proporciona la corta distancia; el Gobernador se queja de las desgracias que le hemos causado y de no temer a una fortaleza cuyo solo nombre impone respeto, y mantener en una situación muy lastimosa a las casi mil quinientas almas de ambos sexos que hay dentro, entre las que se encuentra la guarnición, aunque es muy poca, pues apenas llegan a trescientos treinta soldados; población que tiene que habitar en el corto recinto del Castillo y su foso, hallándose la mayor parte a la intemperie, sin tener siquiera con qué libertarse del sol, unas familias que por su fidelidad son dignas de mejor suerte; hasta ahora sus bajas han sido un cabo, once soldados, un español y tres mujeres; y los heridos, un oficial, dos cabos, doce soldados y ocho mujeres;33 me enteraron también de que muchos negros y costeños están con nosotros; hay mucha comunicación entre los nuestros y la guarni-ción del Castillo… Lo de Concha; lo de Vélez y lo de la reunión de los miembros de la Quinta División que comandaba Paris, me dio qué pensar; mis observa-ciones sobre los esporádicos y erráticos disparos desde el Castillo, me obligaban a pensar con malicia: Concha había sido ___________________________________________________________________________
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muy amigo de mi tío… El capitán Vélez, tomando en medio del combate… Por nuestra parte, algunos soldados enfermos fueron trasladados al Veladero; se rehabilitaron pabellones del hospital; se construyeron enramadas para guarecernos del sol; se trajeron cocos de Coyuca y de la Sabana; limones, toronjas, fruta fresca y agua limpia del río; se previno la comida de fácil descom-posición. En las reuniones con los jefes el General no sólo hablaba de su preocupación por la salud de las tropas temiendo una epidemia, sino que lo empezaba a invadir el mal humor por la tardanza de la capitulación del Castillo; y por añadidura, lo seguía acicateando la situación de la Junta Gubernativa. Esa noche fue muy manifiesta esta preocupación y le escucha-mos decir: la revolución que estamos emprendiendo no es para quitarles los bienes a los europeos, no es para saquear la ciudad de Oaxaca o el puerto de Acapulco; nuestra lucha es para mudar el gobierno político y militar que tienen los españoles porque lo 33) Informe de Vélez a Calleja. AGN, Virreyes (Calleja), t 268-A, ff. 50-7. (Documento 80, en Lemoine Villicaña).
tengamos los criollos, los americanos; a mí me queda claro desde que en mi pueblo leí aquel bando del señor Hidalgo en que se abolía la esclavitud, se suprimían las castas y se trastornaba por completo el sistema tributario del gobierno español; es decir, quitar a los nuestros toda carga tributaria, los diez-mos, las pensiones, las obligaciones. Por eso, cuando hace más de dos años que emití aquel bando en el Aguacatillo, fue como plantar la semilla de la emanci-pación por la que debemos esforzarnos; allí puse en claro que no se le llamaran indios, mulatos u otras castas, a los habitantes de este reino, sino america-nos; que no pagaran tributo ni hubiera más esclavos y que los ___________________________________________________________________
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indios percibieran los reales de sus tierras como suyas propias; esto es lo que debemos arrebatar por la fuerza de nuestras armas y no el saqueo, que para mí es un robo. Para consolidar nuestros logros militares debimos alcanzar un territorio desligado de las intendencias, una realidad geográfica que nos garantice ser independientes; ya la tenemos. La provincia de Teypan con Nuestra Señora de Guadalupe por capital, no sólo es ahora nuestro sostén militar y económico, sino también nuestra realidad política que debemos sostener con las armas; y más aún, la Junta Nacional Gubernativa, nuestro supremo gobierno, que debemos consolidar con las ideas, con hombres sabios, que promuevan y promulguen leyes suaves que dicte nuestro Congreso Nacional. Les pido todo su apoyo para lograrlo. Estábamos en la segunda mitad de mayo y Vélez no cedía, pero las intimaciones del General Morelos para que rindiera la fortaleza y su debilidad en el mando, le estaban causando problemas con sus oficiales. Por la comunicación entre nuestros soldados ubicados en las cercanías del Castillo y los centinelas del mismo, llegamos a saber que Vélez, por cierta incomodidad que recibió a causa de que se hacía sospechoso por darle nombramiento de excelencia y de general al señor Morelos en sus comunicados y de pedir la Constitución de la insurgencia, llamó a junta a todos los europeos expresándoles el motivo de semejante sesión, que contemplasen el estado deplo-rable de la plaza en razón de la poca agua, víveres, pólvora y una situación lamentable con mil y qui-nientas almas reducidas en un fuerte tan pequeño expuestas a una peste sin el preciso auxilio de las medicinas; y encaraba de que cualquiera europeo que quisiese embarcarse y partir a otro destino que lo dijese, y le daría el ___________________________________________________________________________
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correspondiente pasaporte; des-pués empezó a exclamar con sílabas lamentosas y quejarse de lo que se murmuraba por los parlamen-tarios de Morelos, y que en este concepto nombrasen otro por jefe, pues él renunciaba del mando, quitán-dose para esto la casaca de su uniforme, y tirándola con desprecio sobre una cama; todos los concurrentes se sorprendieron con semejante acción y don Simón Adrián, un veterano de armas, levantándose de su asiento y muy colérico le dijo: —Aunque se ha hecho usted un indigno en despojarse del uniforme se le permite vuelva a ponérselo. Como se verificó vistiéndose otra vez la casaca. Don Pablo Rubido, también colérico, le dijo: —Esta junta es pura chanfaina, y que nos haya invitado para formarla es completamente opuesto a las circunstancias de lo que nos está pasando. Esto bastó para que Vélez empezara a descomponerse y a lanzar improperios contra todos y levantar la voz en los términos más escandalosos, que casi termina la reunión en pelea.34
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34) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Número 200.- En carta particular don José Bobadilla hace una relación de las ocurrencias del sitio y estado de la fortaleza, del 6 de abril al 15 de mayo de 1813.
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La playas Caleta y Caletilla, en primer plano. La isla de La Roqueta, al fondo.
III El asalto a la isla
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a cercanía de nuestras tropas con la gente que se asomaba por los baluartes del Castillo entró en franca camaradería; a diario, Pancho y ___________________________________________________________________
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Tino me traían noticias de lo que pasaba al interior de la fortaleza: —Le traemos nuevos chismes, mi teniente coronel. —Me decían. Nos dijeron que “sólo hay en el Castillo un trozo de la Quinta División, un piquete de patriotas de Chilapa y tres familias de Acapulco; Vélez trató de enviar un destacamento a la isla de La Roqueta, al mando de un tal Miguel Nava para que cuidase del pronto despacho de agua y leña para el Castillo”35 porque ya se les acabó y están utilizando las puertas de madera para hacer comida; además se llevaron a muchas mujeres para la isla porque no cabe la gente y porque estas hacen mucho alboroto con los hombres; también se llevaron a muchos enfermos de calenturas y escorbuto, para que se aliviaran en la Roqueta; los del Castillo querían que se reforzara la vigilancia en la isla, y a pesar de que Vélez se comportaba remiso a dar la orden, finalmente partieron el capitán Pablo Rubido de Jefe y como oficiales los tenientes José María Vergara y don José Bobadilla; mandó un parte 35) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 174: Informe de Fray Pedro Ramírez.
Rubido en el que decía que “la isla era tomable por todas partes y no segura como se había dicho”; a esto, fray Pedro Ramírez, que asiste espiritualmente a las gentes del Castillo, demandó a Vélez que reforzara la vigilancia de la isla, sin conseguir mucho; pues Vélez solamente dio la orden a Rubido de custodiar el punto conocido como “la Rajada”… Por nuestra parte las tropas se encontraban bien de salud pues había control de alimentos, suficiente agua limpia para tomar, aunque racionalizada; había bastante carne y pescado; ___________________________________________________________________________
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limones, cajeles y cocos nos prevenían del escorbuto. Por otro lado, los bombardeos desde la fortaleza eran cada vez más esporádicos. La noche del dieciocho, el general Morelos volvió a dictar carta a su secretario, esta vez dirigida a Ignacio Rayón y a Liceaga: —Anote usted licenciado Rosáinz, con esta fecha digo al excelentísimo Sr. Liceaga lo siguiente: “el coronel don Ignacio Manuel me ha instruido lo bastante en los acontecimientos, hasta el último con el Comandante D. Rafael Rayón, y salida de Salva-tierra en donde aquél estaba nombrado Corregidor y Comandante de Armas. Si mis letras no han sido bastantes para contener la desavenencia, es indispensable la personalidad, la que para mí es imposible en las presentes circunstancias. El plan que me parece adaptable es que los vocales se releven o remuevan de la Junta con las mismas formalidades que entraron a ella, probado el motivo de su remoción así para satisfacción del pueblo como para elección de otros individuos o suplentes y honor de los que entran y salen; pues de lo contrario nadie, ningún hombre de honor, querrá entrar en constitución, sabiendo que ha de ser llamado con deshonor el día que como hombre cometa algún yerro, del que no estuvo exento ni el primer hombre ni el más sabio de los hombres. Si convenimos en este modo de proceder, debemos señalar un lugar en donde concurramos todos con el mayor número de oficialidad de plana mayor que sea posible, dejando cubiertos los puntos con tropas y personas de satisfacción, pues como que no vamos a dar batalla, no debemos llevar, digo, remover nues-tras divisiones, y sólo debemos llevar una escolta o guardia de honor capaz de marchar con seguridad por países seguros. El ___________________________________________________________________
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lugar debe proporcionarse a las distancias en que nos hallamos, contando con que debe asistir el vocal de Oaxaca, pues sin éste no se verificaría pluralidad de votos, y guardando propor-ción deberá ser el pueblo de Chilpancingo, lugar a propósito para el efecto. Y el día, que también debe proporcionarse, ha de ser ocho de este septiembre. Allí se traerán a mano las pruebas de las partes y se acordará todo con madurez, para librarnos en lo ulterior de iguales daños. Si V. E. fuere del mismo parecer, me lo participará a letra vista, para citar al de Oaxaca y disponer los necesarios, y en caso contrario se me participará con igual brevedad, para no perder tiempo en mis marchas sobre el enemigo, por estar en el concepto de que cualesquiera otro plan me será impracticable, sin fomentar al uno para que destruya al otro. Lo participo a V. E. para que en pro o en contra, me dé inmediato aviso. Campo sobre Acapulco, mayo 18 de 2013.”36 Era claro que el general Morelos estaba preocupado por establecer el Congreso en el pueblo de Chilpancingo y también por la tardanza que experimentaba el sitio sobre el Castillo. Vélez no cedía y las circunstancias se complicaban para nosotros. 36) Hernández y Dávalos, Op. Tit. T. IV, P. 925.
Estábamos viviendo la primera semana de junio. Llevábamos dos meses y ocho días desde que llegamos al Paso de La Sabana. En la junta de esa noche y acicateados por las noticias de la isla de La Roqueta los jefes opinaron: —La isla es una bodega natural para el Castillo, de ahí extraen la leña, la sal, allí abren pozos para extraer agua dulce para sustituir la falta en los aljibes del Castillo; —dijo el General Pedro Irrigaray. ___________________________________________________________________________
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—Pero lo más importante para nosotros, es que de la isla reciben pertrechos, pólvora y otros enseres para sostenerse. —Dijo mi tío. Yo dije lo que sabía: tenemos información de algunos de los sitiados que comulgan con nuestra causa, que en la isla se encuentra una guarnición de poco más de cien hombres comandados por jefes que relevaron hace algunos días: el capitán Pablo Rubido, sus segundos José María Vergara y un tal José Bobadilla; hay dos lanchas cañoneras, diez canoas y una goleta. Todos dijeron a la vez: —Debemos tomar la isla, señor Morelos. Y el General habló: —Estoy de acuerdo con ustedes. Yo también me he formado algunas opiniones sobre la isla que me han provocado mucha desconfianza, de inmediato debemos establecer un plan… Entonces se escucharon las propuestas: El General Irrigaray dijo que al amparo de la noche se tomara la isla. —¿Pero cómo? No tenemos una embarcación, dijeron todos al unísono. Entonces hablé: —Sé de buena fuente que hay dos canoas abandonadas por el lado de los Hornos. Lo puedo averiguar esta misma noche con dos de mi tropa, que han andado por ese rumbo. ___________________________________________________________________
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—Bien. Dijo el general Morelos. Y agregó: —Esperaremos el parte del teniente coronel Galeana… y la presencia de las canoas. Luego se escuchó una lluvia de opiniones: —Situemos tropas en la Caleta. —Escojamos cincuenta hombres diestros en la mar para un asalto rápido. —La sorpresa deberá ser prioridad. —Atacaremos por la madrugada para cogerlos dormidos… Esa noche, la pálida luz de la luna menguante opacada por una cerrazón en aumento, favorecía nuestra empresa. La concentración de nubes cargadas anunciaba la inminente llegada de las lluvias. Con Tino y Pancho rodeamos la fortaleza por la parte norte hasta llegar al río del Camarón; por su cauce descendimos hasta la playa; luego avanzamos hacia el poniente y en la orilla donde las habíamos avistado, ahí estaban las dos canoas volteadas sobre la arena. Eran grandes, y con muchísimo trabajo logramos ponerlas a flote. Subimos Pancho y yo en una, y en la otra Tino. A poco tiempo de remar, éste nos habló: —Esta canoa está haciendo agua… y mucha. Regresamos a la orilla y dejamos la canoa averiada, y los tres subimos en la otra, remamos hacia el centro de la bahía alejados de la fortaleza y luego tomamos rumbo al oeste; con pocas dificultades a pesar ___________________________________________________________________________
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de la oscura noche, al cabo de un rato, atracamos en la Caleta. Por la mañana del día ocho, a la orilla, la cubrimos con ramas. En la junta de ese mismo día, el General Morelos y el resto de los jefes, encomendaron la empresa a mi tío Hermenegildo; a mí la misión de tomar la isla y como mi segundo, el capitán Isidoro Montes de Oca: trasladaríamos ochen-ta hombres desde la Caleta, incluidos Faustino, Francisco y yo, es decir, haríamos cuatro viajes; mi tío se quedaría situado en la playa con doscientos hom-bres, por si algo salía mal. Iniciamos la misión: en el primer viaje subimos diecisiete a bordo de la canoa, sin fusiles, sólo armados de machetes y sables, reatas y garfios por si había que escalar riscos. Casi una hora llevábamos de remar, cuando escuchamos el oleaje rompiendo contra las rocas de la isla; no sabíamos de cierto el punto del atraco, sólo que por el rumbo que le decían “La Rajada” habían situado vigilancia. Pero dónde… Con diálogos ahogados para no ser descubiertos, seguimos remando hasta llegar a una reducida playita, ahí desembarcamos los primeros diecisiete soldados, con el capitán Isidoro al mando, costeños todos, conoce-dores de mar y pesca... y a estas alturas, expertos en batalla. Regresamos Tino, Pancho y yo remando de prisa; por el lado de los cerros se advertían algunas estrellas aisladas, lo que me permitió pensar en un posible despejamiento de nubes. Y sí, en el segundo viaje vimos más estrellas; los Tres Reyes de Orión cargados hacia el poniente, nos sirvieron de guía; aún sin aparecer la guadaña de la luna, las pocas estrellas que se avistaban, soberbias de luz en una noche oscura, nos permitían ver la línea blanca de las olas, estrellándose en la orilla rocosa de la isla. Con la débil luz de una tea encendida los nuestros nos hacían señales. Habían ___________________________________________________________________
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encontrado un lugar más propicio para el desembarco. Dejábamos otros dieci-siete pero esta vez, aparte de reatas y machetes, estaban armados de fusiles; al regreso, me dijo mi tío Hermenegildo que había que prevenirse de un posible ataque del enemigo. El tercer viaje fue más tranquilo. Un cuarto viaje más incluyó mi tío en aquellas altas horas de la madrugada de aquel 9 de junio de 1813, y me aconsejaba: —Pablo, divide tus tropas en dos columnas y ataca por dos frentes. No rodees la isla por la parte de afuera, porque el oleaje es muy alto; procura no acercarte a la playa del centro; que los más diestros escalen los riscos y una vez en el campamento, realizar un ataque silencioso con machete y cuchillo; distribuye hombres por la playa para cortar una posible huida; coloca vigías cerca de las lanchas cañoneras y de la goleta… que Dios te bendiga. Y partimos en el último viaje con una congoja más a cuestas, pero con ánimo, con decisión. Al atracar, me dijo el coronel Isidoro: —Somos cincuenta y uno, ¿cuántos trae a bordo? —Venimos veinte, —le contesté. —Bien, somos setenta y uno en la misión; el parte hasta ahora es el siguiente: hay centinelas en la playa, hacia el extremo oriente de la isla; tienen un campamento con una guarnición de no más de cincuenta hombres; hay muchas mujeres, parece que tienen fiesta… ___________________________________________________________________________
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—Gracias coronel, —Le dije— y en seguida di las órdenes: —Disponga de veinte hombres y que se tras-laden en la canoa a la parte oriente alejados lo más que puedan de la orilla; otros veinte a la espera en la playa; coloque vigías en las lanchas y en la goleta; me llevo el resto para el asalto al campamento; a los disparos, ataque a la guardia y aborde la goleta... En marcha. Escalamos un risco de no más de veinte metros de altura, anduvimos por una vegetación bastante tupida y a poco andar avistamos el campamento. Una débil fogata menguante nos ubicó la posición de la gente; había escasas chozas y varias tiendas. No hubo mucha resistencia y al percatarse de nuestra pre-sencia los hombres corrieron hacia sus armas, las mujeres empezaron a dar de gritos; a los primeros disparos de los centinelas, atacamos con machetes y fusiles; se inició una confusión: hombres y mujeres corrían hacia la playa, luego regresaban con mueca de angustia, perseguidos por soldados del capitán Isido-ro. Estaban perdidos. Después de rendirse, los forma-mos alrededor de la fogata; la luz de la madrugada empezaba a mostrarnos sus rostros asustados. Al cabo de un rato, el teniente Cesáreo Ramos me leyó el parte de guerra: 40 prisioneros, 20 mujeres, 8 niños, 14 enfermos que habían trasladado a la isla para su recuperación; una niña se encontró ahogada cerca de las canoas y otra muerta por bala en el campamento; los oficiales Bobadilla, Vergara, Nava y Pablo Rubido que no se encontraron por ningún lado, al parecer escaparon en dos lanchas cañoneras; quedaron detenidas once canoas y la balandra mercante nombrada Nuestra Señora de Guadalupe, procedente de Mazatlán con un corto cargamento de víveres;37 también ___________________________________________________________________
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quedaron en nuestro poder 3 cañones chicos, 7 cajones de parque, más de 50 fusiles y todo el material de hospital. Tres días después del asalto, me contaron mis hombres de confianza: —Ya supimos mi coronel lo que pasó con don Pablito Rubido y parte de su gente la madrugada del asalto. —¿Qué es, Tino? —Le dije. —Pues que el día que llegó a la isla las mujeres lo festejaron con bailongo y bebida; que apostó centinelas y canoas en el punto de La Rajada por donde escapó el día del Asalto. Se presentaron al Castillo los tres oficiales: Bobadilla que llegó enteramente vestido, Vergara en camisa y calzones, don Pablito se presentó hasta por la noche; luego llegaron todas las canoas y las dos lanchas cañoneras sin haber tirado 37) Juan E. Hernández y Dávalos. Nº 102. Relación de lo ocurrido en la fortaleza de Acapulco, del 23 de mayo al 20 de agosto en que capituló, fechada en Tepecuacuilco el 15 de septiembre por don Pedro Antonio Vélez.
un cañonazo porque no hubo jefe ni oficial que lo ordenase, que porque ya estaban de acuerdo en que se perdiese la isla; las mujeres prisioneras lo andan contando a nuestros soldados. Vélez ayer formó una junta para renunciar al mando, pues él no podía, con la isla perdida, responder por la plaza, y pidió que saltase al frente el que se hallase capaz de sostenerla; contestaron todos que pondrían su parecer por escrito, tomando este partido prudente temerosos de que Vélez botase por el suelo, como acostumbraba hacerlo cuando no le salían bien las cosas, la casaca y el bastón, cuando sus subalternos se ponían en contra de sus propuestas. ___________________________________________________________________________
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De los pareceres que tomaron, convinieron todos que se sostuviese la plaza hasta el último momento saliendo por garantes de ella el oficial Bobadilla y don Simón Adrián, quien le dijo a Vélez que a menos que no se consumiera la última rata no debía entregarse el Castillo y que no faltaba quién tomase el mando si no había alguno que quisiese defenderlo, con intención de salir él al frente. Pero no era la intención de Vélez que tomase alguno el mando sino que todos conviniesen en entregar el Castillo; y como no sucedió lo que quería, blasfemó, gritó, rabió, y subió llorando a la batería a decirles a los artilleros que si querían ser gobernados por otro que no fuera él; a lo que contentaron acordes que no, y el llanto se convirtió en risa y beber mucho. A todos atropelló demasiado, y en especial a los oficiales delante de todo el pueblo por cuyo motivo no le obedecían. El oficial Bobadilla sólo porque dijo que no entendía cómo con artillería de mayor calibre y con la distancia de un tiro de pistola o medio de fusil en que se hallaban distante del Castillo un cañón de a cuatro enemigo no se había podido desmontar, fue atropellado y maltratado del gobernador quien le dijo a vista de todo el pueblo: yo le compondré a usted por sabio. A todos los oficiales les quitó la facultad de mandar tirar un cañonazo y la dejó sólo a disposición de Concha con quien es compadre espiritual, de suerte que viendo todos que no acertaba Concha un tiro le dijeron al gobernador que aquel hombre ya no tenía vista y que permitiese que el artillero Garabito, que apuntaba bien, fuese el que en adelante había de dirigir la puntería con conocimiento del oficial de guardia quien nunca haría fuego sin necesidad. Contestó Vélez que todo eso era por enemistad a Concha y los sacudió bien a los de semejante propuesta. Posteriormente, a esfuerzos de los oficiales que con el anteojo en la mano observaban las ___________________________________________________________________
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operaciones del enemigo, iba concediéndoles unas veces que hiciesen fuego, y otras les negaba y cuando a él se le ponía subía a la batería y hacía fuego sin regla, de suerte que los insurgentes vecinos por una parte como medio tiro de fusil y por otras mucho menos, por cuyo motivo comunicaban a estos dicién-doles: veladores ¿está ya borracho Vélez, que gasta pólvora sin necesidad? Esto se lo decían en su cara y lo declaraban también los que venían a presentarse y los que habiendo sido prisioneros en la isla lograban volver al Castillo. Todo era un desorden, un comercio, un fornicio continuo, una desvergüenza grande, una total desesperación por los que pensando bien no podían remediar nada. A don Simón Adrián que era el vecino más acomodado y de mejores sentimientos le dio de puñaladas el gobernador con una cortaplumas de suerte que por ser corto no le alcanzó al cutis, pero sí le rompió la levita, centro, y camisa, y el motivo de todo esto no fue otro que haberle ido a enseñar a Vélez una carta cristiana que le dirigía a Morelos en parlamento que remitió al castillo, y cuyo contenido no era otro que hacerle ver los desastres que había ocasionado en una gente inocente. En otra ocasión, pocos días antes de morir Adrián, faltó muy poco para que Vélez le descargase una pistola, sólo porque aquél dijo estas palabras: “Vélez, yo me muero, pero lo suplico a usted no rinda el Castillo y tenga confianza en Dios, ya que si por las armas no ha caído Morelos puede suceder que el mes de septiembre inmediato y tan cruel para todo forastero lo quite del medio con unas calenturas malignas como las que vemos en dicho mes a más de que sabemos de fe que vienen barcos en nuestro auxilio como nos lo tiene ofrecidos el señor Cruz.”38 La toma de la isla nos permitió conocer a fondo la situación del Castillo. Una buena parte de los prisio___________________________________________________________________________
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neros se aliaron con nosotros, hubo encuentro con familiares, con paisanos y conocidos oriundos de este lugar; eran casi cien almas y había entre ellas, la mayoría, enfermos de ambos sexos; esposas e hijos de los oficiales de la guarnición del Castillo. En la fortaleza no había medicamentos, víveres ni leña para hacer el rancho; por eso Vélez determinó concentrar a la mayoría en la isla, unos para curarse, otros para aligerar la carga de la comida. Antes de llegar, se fabricaron unos jacales para hospital y otros para alojamiento de la tropa y oficiales, pero no tomó las providencias para guardarla, y destinó solamente al oficial Bobadilla al lugar que llaman La Rajada con un resto de gente para custodiar aquel punto y éste sólo fue el que salvó a la gente que estaba a su cargo porque tuvo vigilancia y los otros dos escaparon en calzones después de haber pasado la noche enfadados con las mujeres que festejaron la buena llegada de Rubido, quien antes de embarcarse en una canoa se 38) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 174: Informe de Fray Pedro Ramírez.
fue a un barquito del que también escapó luego que sintió nuestra presencia. Perdida ya la isla se trató de despachar una lancha a San Blas a dar parte de lo sucedido y otra lancha que saliera a voltejear por afuera para prevenir a cualquiera embarcación que ignorando la pérdida se metiese incautamente adentro, pero ambas lanchas con todas las canoas se perdieron el Día de la Santísima Trinidad a las tres de la tarde con el dolor de que conocido por todos los prácticos el temporal que había de sobrevenir le dijeron a Vélez que mandase gente para que varasen todas estas desamparadas embarcaciones, y no hizo más que irritarse y dormir las once hasta que a la oración recibió la noticia de lo sucedido a las tres;39 es decir, ___________________________________________________________________
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que el trece del mismo mes sobrevino un temporal tan despiadado que no bastaron ningunas amarras para asegurar las embarcaciones menores como lanchas y canoas que flotaban sobre peñas en el recinto de la fortaleza; las dos primeras se perdieron yéndose a pique sus cañones con todo y sus útiles, y de las segundas reconocieron cuatro para las playas de la población, nosotros las salvamos y las repara-mos. Era tan precaria la situación en el Castillo, que Vélez no sólo aprovechó como leña las canoas des-truidas sino que echó mano de puertas y muebles de poco uso; luego sobrevino su catástrofe: se presentó una epidemia en el Castillo, que el padre Pedro Ramírez administraba diariamente los santos óleos de quince a veinte cristianos. Medicinas, no había; facultativo, postrado en cama; alimentos, todo sanco-chado; por leña, todos los útiles menos necesarios.40 39) Ibid. 40) Juan E. Hernández y Dávalos. Nº 102. Relación de lo ocurrido en la fortaleza de Acapulco, del 23 de mayo al 20 de agosto en que capituló, fechada en Tepecoacuilco el 15 de septiembre por don Pedro Antonio Vélez.
Supimos también que el motivo de que la peste tomase tanto incremento fue el que las mujeres por la noche o al amanecer se emporcaban en el corto recinto del castillo, y así se quedaba por algunos días sin hacer Vélez otra cosa cuando más, que gritar en común a todas sin señalarse con alguna, por la mucha versación que desde muchos años había tenido con ellas especialmente con las rateras a quienes distin-guía con los auxilios de chocolate, aguardiente y otras cosas de que carecían todos. Como la situación en la fortaleza era alarmante, se aprovechó la estrecha comunicación que ya se estaba dando entre nuestras tropas y la guarnición del Castillo que nuestro general aprovechó un cargamento de sandías que llegó de Coyuca para ___________________________________________________________________________
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nuestras tropas y con el apoyo de mi tío hizo llegar algunas a los sitiados para refrescarlos; el señor Morelos envió cuatro docenas de perones de los que supimos por el mismo Fray Pedro Ramírez que Vélez disfrutó cuatro y él uno. Eran tantos los muertos por la peste en el Castillo, que por allá estaban tendidos dos o tres muertos, y por acá estaban seis u ocho envueltos con las mujeres, habiendo llegado a tal extremo la desvergüenza y poco miramiento que no se contenían ni cuando el Padre Ramírez elevaba la hostia y cáliz al tiempo de celebrar pues entonces gritaban más, y hablaban más obscenidades.41 Ante esa situación lastimosa por la que atravesaban, el señor Morelos envió otra propuesta a Vélez para que entregara la fortaleza, indicando en ella que ya les habíamos ganado la isla; único asilo y medio de alimentos y que no hicieran una tonta resistencia 41) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 174: Informe de Fray Pedro Ramírez.
cuando ni por mar ni por tierra les podían venir auxilios; a esto puso Vélez una contestación acorde con las miras de sus oficiales y vecinos, la que a todos manifestó; pero al señor Morelos le fue entregado un papel en el que le decía “Política y paciencia que todo queda al cuidado de Vélez.” Más tarde, el reverendo padre fray Manuel Fuentes, religioso del orden de San Diego a quien hizo prisionero el Señor Morelos en Huajuapan y quien quedó hecho cargo del curato en la ciudad por orden del mismo general Morelos; quien me dijo, ante soldados de mi tropa: —Me ven con mucho fastidio como sacerdote insurgente, pero yo sólo soy un prisionero y no adopto su indigno sistema, pero quiero que sepan que veo con ___________________________________________________________________
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mucha desconfianza a nuestro Gobernador Vélez, quien aseguró desde el doce de junio la posesión del castillo al General Morelos remitiéndole de noche por una de las garitas y por repetidas ocasiones unos papelitos contenidos en estos términos: política y confusas máximas harán llegar a vuestra excelencia al término de sus deseos;42 también me consta una carta remitida por el comandante de artillería Concha asegurando al general Morelos que no tuviese cuidado de los tiros del Castillo pues él los mandaría donde no pudiesen ofenderle. Por eso a Concha le guardo recelo porque dice que desde que llegó la insurrección a Acapulco fue acusado por delito de infidencia por cuyo motivo sufrió una larga prisión en el bergantín San Carlos, y últimamente estuvo en calidad de preso en el hospital, de donde lo sacó Vélez.43 42) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección Historia de la Guerra de Independencia de Papeles reservados de Vélez a Morelos. 43) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección Historia de la Guerra de Independencia de Informe de Fray Pedro Ramírez.
de documentos para la México. Tomo VI, N° 114: de documentos para la México. Tomo VI, N° 174:
Por la parte nuestra, se abrigaban esperanzas que de un momento a otro capitulara Vélez y tomáramos la fortaleza; de otro modo, con su guarnición desprotegida, podríamos atacar y tomarla por la fuerza. En medio de esta situación, los preparativos para fortalecer la Junta Gubernativa llegaron a un punto culminante cuando el general Morelos recibió un comunicado de don Carlos María de Bustamante; en él le daba los pormenores del acta de asamblea celebrada en la catedral de Oaxaca donde las corpo-raciones civiles y eclesiásticas de la ciudad proponían la creación de un congreso nacional. El señor Morelos nos volvió a reunir para comunicarnos que el muy ilustre ayuntamiento de la ciudad de Oaxaca, el Gobernador Militar de esa plaza y vecinos honrados de ella, ___________________________________________________________________________
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deseosos de poner término a los incalculables males de la guerra, nos dirigían sus votos y nos daban las gracias por nuestros servicios y nos suplicaban que continuáramos hasta que la nación recobrara de todo punto su libertad y fuera reconocida su inde-pendencia por la Europa; que los parlamentos de Londres y el Gobierno de Washington deseaban ansiosos perfeccionar esta obra en la que se intere-saba la humanidad; terminó diciendo que ellos no han mostrado aún su generosidad hacia nosotros, porque falta un cuerpo que siendo el órgano de nuestra voluntad lo sea también para entenderse con aquellas potencias. Pasó la época de una guerra sangrienta y de espada, —dijo— vamos a entrar en otra de astucia y política indeciblemente más peligrosa que la primera; presentemos pues a nuestros tiranos un congreso de sabios con el que captemos la benevolencia de las potencias extranjeras y la confianza de los pueblos de este continente. Ellos se apresuran de lanzar de su seno a los enemigos y acudirán al Congreso como a un asilo seguro de salvación. Ese es su voto y nos piden que no lo desatendamos en mengua de nuestra reputación militar lograda hasta ahora. Me informan en el acta que el Sr. Mariscal de Campo D. Mariano Matamoros, no obstante que no asistió, mandó su voto y estuvo de acuerdo que el Vicario Sr. Deán, el Cabildo y el ilustre Ayuntamiento de Oaxaca presentaran su firma para suscribir una representación dirigida a nosotros para que se establezca un Congreso Nacional compuesto de los representantes de las Provincias del Reino de Nueva España… 44 Cuanto antes puso a escribir misivas a su secretario Rosáinz: una, contestando al Inspector de Caballería Americana, Don Carlos María de Bustamante, en la plaza de Oaxaca; y la otra, una orden para ___________________________________________________________________
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que las transacciones comerciales al menudeo se hagan siempre en moneda nacional de cobre, sobre todo en los pueblos de la Provincia de Tecpan. Los preparativos de un congreso en Chilpancingo ponían en estado de euforia al General; sin embargo, la situación de la capitulación del Castillo era de ma yor interés, no podía abandonar la plaza cuando Vélez estaba a punto de capitular. Desde que tomamos la isla pusimos vigilancia a la bahía, estuvimos avis-tando la llegada de alguna embarcación que pudiera llegar a descargar víveres o pertrechos al Castillo. La orden del Señor Morelos era contundente: evitar la posibilidad de alguna ayuda exterior a los sitiados. Por tierra era imposible, pero por mar había posibilidades a través de los acantilados situados al 44) AGN. Indiferente General. Leg. 110, exp. 136-7-9. 1813, 31 de mayo, “Acta de asamblea efectuada en la catedral de Oaxaca…” En Lemoine Villicaña.
pie del mar, desde el sitio que llaman la Playita. A pesar de que no pudimos conservar las dos lanchas cañoneras, teníamos suficientes canoas; parte de mi tropa estaba conmigo en la misión de custodiar la isla y estar en alerta ante la cercanía de alguna vela. Después del mediodía del trece de julio, entró el bergantín Guadalupe, alias el Alcázar y, como lo teníamos planeado, con sábana blanca le hicimos señales para que se acercase, lo que dio resultado. Se detuvo a una distancia de tiro de pistola y a gritos pedimos que enviara una lancha para establecer parlamento; pero nuestros gritos no llegaron a su destino porque dio marcha atrás y echó vela mar adentro; es posible que su capitán don Nicolás José Cañarte nos haya tomado por enemigos. Por la oscuridad de esa noche, a pesar de poner vigilancia en ___________________________________________________________________________
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las cercanías de la fortaleza, no pudimos evitar que una canoa del bergantín llegara a la Playita; más tarde supimos que desembarcó alguna pólvora, víveres y madera, siendo estos dos últimos de la mayor necesidad, pues para cocinar sus alimentos ya quemaban hasta los muebles de uso, las puertas de todas las bóvedas y algunas cureñas. Atacamos el bote que iba de la Playita al buque, pero no tuvimos éxito; por ser más veloz, el bergantín escapó. Sabía-mos de cierto que estaría en algún punto de la bahía y esperamos que amaneciera. Al día siguiente avistamos al Alcázar a media bahía, remamos hacia él con diez canoas, dos con cañones chicos, al estar cerca iniciamos fuego continuo pero no pudimos tomarlo; dos días permaneció el bergantín navegando alrede-dor de la isla; el día diecisiete se ancló en medio de la bocana y permaneció ahí hasta la noche. Nos pre-paramos nuevamente para atacarlo. El tiempo era propicio, pues no soplaba viento alguno. Abordamos al buque con doce de mi tropa pero fuimos sor-prendidos; me mataron seis hombres y tuvimos que abandonar el bote con violencia; quedó herido a bordo uno de mis capitanes. Regresamos a la isla para hacer un recuento de los daños. Habíamos perdido seis hombres dos prisioneros y varios heridos, entre ellos Pancho con una herida de sable en el brazo izquierdo. A los cuatro días de estar afuera por barlovento y sotavento el buque regresó a la bahía, echó el bote al agua con dirección a la playita a desembarcar más provisiones; de regreso, atacamos el bote y lo hundimos con todo y tripulación y tratamos de abordar nuevamente al Alcázar con diez canoas que preparamos, pero echó vela con viento propicio y abandonó la bahía para ya no volver. Más tarde, un desertor del Castillo dio santo y seña del parte del capitán del Alcázar, don Nicolás José Cañarte, enviado al Gobernador Vélez, en donde ___________________________________________________________________
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le hacía ver que tomó rumbo a San Blas a encontrarse con el bergantín de guerra San Carlos que venía en auxilio de la fortaleza; que no regresó a la bahía por tener seis heridos y sólo ocho hombres de trabajo, y temeroso de que los insurgentes lo abordaran por segunda vez con todas las canoas que dijo ser dieciséis y que no podía resistirles. Agregó en su dicho que tales circunstancias lo precisaron a abandonarlo todo y largarse en busca del San Carlos para que lo auxiliara de gente y agua, de la que sólo tenía cinco pipas.45 Hoy 28 de junio de 1813, el General Morelos lanzó la primera convocatoria para la reunión del Congreso de Chilpancingo, programado para el ocho de septiembre. Tenía plena confianza que de un mo45) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Número 206: Parte a Cruz del comandante del Alcázar de las ocurrencias y estados de la fortaleza.— 4 de agosto de 1813.
mento a otro capitulara Vélez y entregara el Castillo, para dedicarse en tiempo completo a los preparativos del Congreso. Entendimos que la reunión de este día era de extrema importancia para él, porque no sólo convocó a los jefes sino a sus subalternos. Dos temas acapararon la atención: la capitulación de Vélez y el Congreso. El general Morelos hizo hincapié en que el sitio se había alargado demasiado. Llevábamos ya cuatro meses desde que llegamos al puerto, habíamos empleado todas las estrategias y el General había enviado más de cinco intimaciones para que Vélez se rindiera, pero éste no cedía. Se opinó sobre la posibilidad de volar la fortaleza con cargas de pólvora distribuidas de manera estratégica, aprovechando la mina que para ello ya se había terminado. Vélez ya tenía madera, el Alcázar había descargado dos tablones de alas para leña y sesenta y dos tablones de cedro; tenía pertrechos y pólvora, de la que habían ___________________________________________________________________________
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trasladado de la Playita al Castillo 19 barriles, más 95 espeques de cañón, un tercio de cuerda mecha, un cajón de piedras de chispa; y ya tenía víveres, pues por el padre Ramírez se sabe que descargaron manteca, sal y otras cosas frescas; aparte de sufi-ciente caudal, veinte botijas de vinagre y otras tantas de aguardiente.46 Con relación a los preparativos del Congreso, el señor Morelos leyó la misiva enviada por don Carlos María de Bustamante y habló sobre la importancia de acelerarlos; la fecha programada del ocho de septiembre estaba próxima y como sede el pueblo de Chilpancingo, que había erigido en Ciudad. La idea de un congreso no sólo estaba adquiriendo seguridad, sino 46) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la guerra de Independencia de México. Número 205: Noticia de lo desembarcado en la fortaleza. 21 de julio de 1813.
que su realización ya era inminente. En medio de la reunión, pidió al Lic. Rosáinz tomara nota de lo siguiente: “Habiendo ya la Divina Providencia proporcionado un terreno seguro y capaz de plantar en él algún gobierno, debemos comenzar por el prometido en el plan de nuestra santa insurrección, que es el de formar un Congreso, compuesto de representantes de las provincias que promuevan sus derechos. Y como cada uno deba ser electo por los pueblos de la misma provincia que representa, se hace preciso que en cada Subdelegación, el subdelegado, de acuerdo con el párroco, convoquen a los demás curas, comandantes de armas, repúblicas y vecinos principales para que, unidos en las cabeceras nombren a pluralidad de votos un elector de la Provincia de Teipan, demarcada por el río de las Balsas hasta su origen, y segundo por el río Verde, a entrar en el mar, rayando con Oaxaca. Y por cuanto las circunstancias del día estrechan el tiempo para ocurrir a los males que amenazan, circulará esta ___________________________________________________________________
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resolución con toda velocidad para que el elector de cada Subdelegación concurra al pueblo de Chilpancingo el día 8 del próximo septiembre, a la Junta General de Representantes, que el mismo día ha de celebrarse, para lo cual los electores deberán llegar dos o tres días antes; previniendo a los pueblos que no los despacharen culpablemente, que se tendrán como no partes en la Constitución; advirtiendo a los elec-tores que sus votos deberán recaer precisamente en sujeto americano de probidad y de conocidas luces, recomendable por su acendrado patriotismo y, si posible es, nativo de la misma Provincia, como que va a ser miembro del Congreso, defensor y padre de cada uno de los pueblos de su provincia, para quienes debe solicitar todo bien y defenderlos de todo mal. En esta votación deben entrar las personas eclesiásticas y seculares, teólogos y juristas, aunque no estén graduados; pero no deberá elegirse a los ausentes. El modo deberá ser: proponer tres individuos, llevando asentados sus nombres a la Junta General en cedulita como de rifa con las notas de primero, segundo y tercero, con lo cual, en no llevando más fin que el bien común, concluirán los electores bien y con brevedad su comisión, la cual manifestarán un día antes o luego que lleguen al lugar de la Junta, llevando credencial firmada de los que los eligieron. Y para que esta importantísima resolución tenga el puntual y debido cumplimiento, mando a los jefes y personas a quienes toque, que sin perdonar el reposo de la noche, pase del uno al otro, quedando copia en las subdelegaciones, de donde se podrán franquear a los pueblos que las pidan, pues la original no deberá detenerse con pretexto alguno, sobre que será responsable el que la atrase; y, por lo mismo, se acusarán los recibos y sentará razón al calce, de la hora en que llega y en que sale, no debiendo haber más intermedio en cada cabecera de ___________________________________________________________________________
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Subdelegación que el de tres horas para sacar una copia. Dado en el Cuartel General de Acapulco, a 28 de junio de 1813...”47 En seguida la firmó: José María Morelos. Y pidió a su secretario hiciera lo mismo. Para reforzar la importancia de la convocatoria, también dictó a su secretario una descripción de la Provincia de Teypan, como territorio libre en el que deberá instalarse el Congreso Nacional; Así, delante de todos los que asistimos a la junta de ese día, pidió al Lic. Rosáinz que escribiera lo que enseguida le dictaría: las razones por las que fue creada esta Provincia, recalcando: “Para que todo el vecindario 47) Primera Convocatoria de Morelos para la reunión del Congreso en Chilpancingo, el siguiente 8 de septiembre.- Hernández y Dávalos, Op. Cit. t. v. pp. 133-4. En Lemoine Villicaña.
que en él radique las conozca: Primera: porque hubo necesidad de comenzar la conquista del Sud con algún pie de gobierno, pues sin él no se podía haber progresado como se ha conseguido. Segunda: porque antes de la conquista de los españoles, era indepen-diente con el nombre de Provincia de Zacatula y con la demarcación del río de las Balsas. Tercera: porque nuestros conciudadanos tuvieran un asilo cuando todo cambio ocurriera. Cuarta: porque se compone de leguas de tierras, respecto de los obispados y demás intendencias de Valladolid, México, Puebla y Oaxaca, que por su distancia estaban mal administradas de justicias. Quinta: con el fin de ponerse mitra en el pueblo de Chilpancingo, que va a ser ciudad y coge el centro de la provincia, pues no alcanzando los cuatro obispados dichos a asistir en lo espiritual los pueblos de esta nueva provincia por su distancia, no tenía otro remedio que crear otro nuevo obispado, que con el favor de Dios lo conseguiremos a pocos pasos. Sexta: porque los pueblos que la componen han llevado el peso de la ___________________________________________________________________
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conquista del Sur y es de justicia que ellos comiencen a disfrutar la gloriosa independencia. Séptima: por la misma razón que se le dio el nombre de la Provincia de Teypan y a este pueblo el título de Ciudad, porque ella hizo el cimiento para la misma provincia, ministrando reales y gente para conseguir la victoria de las primeras batallas, así como toda la provincia para adquirir a la de Oaxaca, gran parte de la de Veracruz, Puebla y México, en tal grado, que estas tres últimas están en vísperas de nombrar un representante, y aun pueden ocurrir el día ocho de septiembre a la Junta General de Chilpancingo. Todo lo que debe servir de satisfacción a la Provincia de Tecpan. Todo americano, hombre de bien, que quiera poblar la Nueva Ciudad de Chilpancingo o los hermosos pueblos de Tixtla y Chilapa, se le propor-cionará casa y tierras de labor, y lo mismo en la Ciudad de los Reyes de Acapulco. Cuartel General en el dicho, junio 28 de 1813.48
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La fortaleza inexpugnable
48) AGN. Infidencias. t. 133, f. 85. Villica帽a.
Copia insurgente.
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La capitulaci贸n del Castillo ___________________________________________________________________
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n el bergantín Guadalupe, alias El Alcázar, procedente de San Blas, llegó un joven nombrado Faustino, tambor de milicias que había sido remitido meses antes a ese puerto por Vélez con comercio; a través de Faustino, en calidad de emisario, empezó Vélez a tener comunicación franca con nuestros soldados; sobre todo con Tino y Pancho, a quienes les dijo ser de las confianzas de Vélez porque lo mandó con cartas en cuya conducción iba y venía. El resultado de las relaciones fue que el mismo Faustino entró en desconfianza con la poca guarnición que había quedado buena después de la peste, misma gente cuya fidelidad se malogró por la forma en que Faustino se relacionaba con nosotros. Esto se supo por el sargento Juan Manuel, de la guarnición del Castillo, quien entregó una esquela del sargento Mariano Carrete cuyo contenido era decir a Rubido que se iba con sus compañeros no a los insurgentes, como lo hizo, sino donde Dios lo ayudara porque él no entendía de trácalas y que así se lo dijese al gobernador Vélez, que él no era acapulqueño y que ya estaba impuesto de las idas y venidas de Faustino. La situación iba de mal en peor, a tal grado que ni Rubido ni los demás oficiales pudieron evitar que trozos de gente se desertara hacia nuestro lado todas las noches; por cuyo motivo, nos aseguraron, que la poca gente que se quedaba convendría en la capitu-lación. Los otros pobres fieles especialmente un infeliz nombrado Coronado y conocido por el mejor buzo, maldecían la hora en que había venido aguardiente de San Blas, pues había ocasionado tanto desastre hasta verse en el estado estrecho el gobernador, según este pobre pensaba, de no hacer caso de la gente que se iba y juró, si el Castillo se rendía, pasar a cuchillo al gobernador y al tesorero, pues de este último había visto los obsequios de aguardiente y otras cosas que remitía a nuestras ___________________________________________________________________________
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tropas cercanas a la fortaleza. Todos los demás pobres fieles en vista de que se iban despidiendo los que se reconocían honrados entre sí, tomaban igual camino; esto lo advirtió Vélez y quiso persuadir a la superioridad de que toda la gente de la guarnición le había pedido la capitulación; por ello, formó un papel y mandó al que hacía de cabo de la compañía veterana, que era un mozo nombrado Tapia que ahora está con el mismo Vélez, a que lo firmasen todos los sargentos, de los cuales, habiéndolo rehu-sado el sargento nombrado José Ramón se le dijo que así lo mandaba el gobierno y tuvo que acceder contra su voluntad; y además accedió porque le dijo el emisario Faustino, al dicho José Ramón, que ya su mujer e hijos estaban con nosotros.49 La situación por la que atravesaba Vélez era realmente crítica; intuía yo que la capitulación del Castillo era inminente; sobre todo cuando Vélez trataba ahora de acercarse con nuestro General por medio de escritos, pero también con oficios que requería del general para que le sirviesen de documentos en caso de que la Inquisición lo sometiera a juicio; los propósitos de acercarse eran tantos que el día 16 de agosto fue conducido a nuestro cuartel, por49) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Número 174: Informe de Fray Pedro Ramírez de las ocurrencias del sitio de la fortaleza de Acapulco…
tando bandera blanca, el amanuense de nombre Lorenzo Liquidano, con cartas y prevenciones para el señor Morelos, cuyo contenido estaba relacionado con la situación que prevalecía al interior del Castillo. Esto, por supuesto, provocó enfrentamientos con los que se negaban a la capitulación, entre ellos los negros de la costa que estaban del lado español; tal situación originó que de la misma fortaleza mandaran llamar a ___________________________________________________________________
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otros negros que formaban parte de la batería y que ya estaban de nuestro lado, para que regresaran al Castillo a tomar el fusil para hacer la ceremonia de la rendición. La situación era tan lastimosa, que el mismo Vélez, desde el puente levadizo, llamó a uno de nuestros capitanes, de nombre Sabino, a pedirle gente de la suya para enterrar dos muertos que apestaban el foso, y también llamó por sus nombres a algunos de sus soldados que ya estaban con nosotros para que se presentaran a la dicha ceremonia. De los más renuentes a la capitulación, según nos lo platicó el mismo Faustino, eran Bobadilla, Pablo Rubido y el Cura Fray Pedro Ramírez; este último se dio cuenta de la decisión de Vélez de entregar la fortaleza cuando llegaban gentes a él para darle a guardar sus pertenencias: —Fray Pedro —le decían— guárdenos estas cajas, son las pocas cosas que tenemos, que de algo nos han de servir después de la rendición, ¿no se ha enterado que ya no tiene remedio la rendición del castillo? A usted no le van a registrar el equipaje los insurgentes. Otra de ellas le dijo: —Padre, nosotras no queremos hacer lo que hacen las rameras, por eso venimos con usted. —¿Y qué hacen ellas? —les preguntó Fray Pedro. —Esta misma mañana las rameras que hay en el Castillo y muchos de los artilleros y otros de la guarnición comenzaron a tirar desde la batería a los insurgentes vecinos muchos atados de ropa previniéndoles las guardasen hasta verse en el pueblo y también los insurgentes despedían desde el foso ___________________________________________________________________________
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tablillas de chocolate, queso, y otros comestibles, señalando el destino y entrega que habían de tener. Luego que recibió los atados que le encargaban, Fray Pedro subió a la batería a encarar a los artilleros, pero se encontró con don Pablo Rubido, quien le dijo: —Es de lamentarse, padre, entregarle a Morelos la fortaleza, es una persona que nunca cumple su palabra, sabemos de fe que vienen barcos en nuestro auxilio y ya poco deben tardar según la fecha del oficio del señor Cruz, ya está por llegar el bergantín de guerra San Carlos, voy a ver a Vélez y decirle que se espere hasta ver las resultas y a proponerle que si no quiere esperar yo tomo el mando y sostengo la plaza, aun así como está; después se puede tratar de otra cosa si los barcos no llegasen y la apuración fuese más estrecha. —Lindo pensamiento si llega a tener efecto —le contestó Fray Pedro—, pero ya veo esto de capa caída y a Vélez del todo resuelto y comprometido. —Sin embargo —agrega el capitán Rubido— voy a ver lo que avanzo; sé bien que es un pícaro que ha tratado de sacrificarme, y si no fuera gobernador ya no tuviera narices en la cara. Pero de esto yo mismo me di cuenta, después de que nos entregaron la fortaleza, pues el mismo Vélez había dicho a Rubido que no tuviese cuidado del señor Morelos, que él abonaba las resultas, que ya tenía onzas de oro del cuño insurgente destinadas a los gachupines, de quien tendrían que acordarse por su buen trato para con ellos. Esto lo decía refiriéndose a ___________________________________________________________________
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la dotación de recursos para trasladarse a la ciudad de México. Era tanto el alboroto de la capitulación del Castillo, que don Francisco Patiño, un habitante de la costa, desde Coyuca envió una carta a Vélez en la que le decía: “Señor gobernador don Pedro Vélez. Coyuca agosto doce de mil ochocientos trece.— Muy señor mío y de todo mi aprecio; habiendo llegado hasta acá la noticia de que algunas personas están sacando su ropa de ese castillo y hallándome yo en la necesidad que usted puede considerar por la escasez de efectos, me he determinado a poner a usted ésta suplicándole que si lo tuviere a bien se sirva mandar entregar mi baúl en lo más inmediato que me dicen es la zanja. Don Francisco Mangoy me ha escrito ofreciéndome el recibirlo y avisarme para que mande yo por él. El baúl estará en la vivienda de la esposa de don Pedro Piza a quien se lo dejé, junto con seis platos, jarro, braserito, recado de escribir y otras cositas de plata que estarán fuera del baúl y espero me remita si no hay inconveniente informándose de lo que es mío de dicha señora. Salúdeme usted, dispensando, a fray Pedro y demás conocidos y mande a su afectísimo y seguro servidor y capellán que besa su mano.― Francisco Patiño.”50 Enterado don Francisco Mangoy de la carta de Patiño a Vélez, me solicitó permiso para enviar recado a Vélez y ponerse de acuerdo: —“Señor gobernador don Pedro Vélez. Acapulco, agosto catorce de mil ochocientos trece. Muy señor mío, si vuestra excelencia tiene a bien la súplica del ___________________________________________________________________________
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señor cura Patiño, sírvase vuestra excelencia cuando guste me griten de la batería para salir a recibir los dichos bienes de que se me encargan. Dios guarde a vuestra señoría muchos años y mande cuanto guste a quien con el alma desea sus felicidades y su mano besa.— Francisco Mangoy.”51 En este mismo día diecisiete el capitán Verdejo estaba renuente a la capitulación y Rubido nada contestó a pesar de las insinuaciones de Vélez, quien viendo esto tomó el partido de llegarse con Morelos, y pedirle mandara su gente por los alrededores del Castillo para que hiciesen un ataque falso y se posesionasen de toda la circunferencia de la plaza, pues esto era muy conducente para que todos, en vista del apuro, acelerasen la capitulación; algunas mujeres que quedaron en la fortaleza decían que no eran tontas y que estaban bien seguras del emplasto del falso ataque; un negro al que llaman Gualillo dijo: —Ahora nos toca a nosotros quitar del medio 50) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 127: Carta de Patiño pidiendo su equipaje.— 12 de agosto de 1813. 51) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 126: Carta a Vélez para que se llame a Mangoy.— 14 de agosto de 1813.
cinco o cuatro y quedarnos dueños del Castillo hasta que vengan a socorrernos. Al primero que voy a poner en su lugar es al tal Faustino porque le dijo al cabo Lara que por órdenes de Vélez se concentre por el lado de los Hornos por frente y costados de la plaza y que esté prevenido porque va a escuchar tiros que van a salir por la espalda del fuerte; que se lleve un asistente para que lo acompañe; que habrá una ramada por aquella parte en donde se podrán refugiar, que no tuviera miedo, que todo era planeado. ___________________________________________________________________
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Hubo muchas confusiones con relación a lo que ellos llamaron el falso ataque. Ya no hubo espera. Ante la proximidad de la junta de Chilpancingo, las necedades de Vélez y la impaciencia de nuestras tropas, la noche del diecisiete de agosto, el general Morelos ordenó el ataque: las tropas de mi Tío Hermenegildo, en las que se incluían mis hombres, tenía la instrucción de circunvalar la fortaleza hacia la derecha por el rumbo de los Hornos. Sabíamos de cierto, que en los baluartes de esa parte muy raras veces sus cañones nos disparaban; sin embargo, era la parte más arriesgada por los acantilados pegados al Castillo. Con garfios y con cuerdas, unos desde la playita, otros desde el mar iniciamos la escalada, fusil a la espalda, machete a la cintura, el miedo atrás, el corazón al frente. Desde los mismos acantilados, las tropas del Teniente Coronel Felipe González iniciaron la escalada, pero en dirección opuesta, hacia la izquierda, sobre los baluartes cercanos al puente levadizo. A pesar de una cerrazón de nubes y la oscuridad de la noche queriendo ser adversas, nos sirvieron de aliados. Al cabo de una hora alcanzamos los fosos y con el mayor sigilo empezamos a escalar la muralla; cuando alcanzamos las troneras nos descubrieron de inmediato y comenzó el tiroteo: a poco, alcanzamos el primer baluarte. En la batería no había más de cincuenta hombres que nos lanzaban grana-das pero sin dirección, quienes dieron aviso de rendirse. A poco, por la distancia del fuego de fusiles que destellaba en la oscuridad y la gritería de los costeños, advertimos que mi tío Hermenegildo había dominado el siguiente baluarte y avanzaba de prisa sobre el otro. De manera sorpresiva nos encontramos con la gente del Teniente Coronel Felipe González caminando, ya no corriendo, en sentido contrario. Confundidos entre ___________________________________________________________________________
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la tropa, identificamos a los enemigos porque tenían las manos en alto y con la tenue luz del alba que ya llegaba, empezamos a reunirlos en la plazoleta central. El general Morelos había ordenado que al rendir la plaza el enemigo, la abandonáramos. Los acontecimientos que siguieron se suscitaron de manera vertiginosa: la tarde de ese mismo día Faustino estuvo con el capitán Pablo Rubido y con el padre Pedro, en que se comentaron algunos sucesos relacionados con el tiroteo que sostuvimos con gente de la fortaleza la noche anterior, hasta las siete u ocho de la mañana del dieciocho. Fray Pedro le decía a Rubido: —¿Será posible que sin acuerdo de antemano se ataquen dos hombres ya convenidos en sus pactos y obsequiados y correspondidos entre sí? —Pero eso no es todo, Padre, —decía Rubido— me pregunto, ¿será posible que le tengan tan poco respeto a una fortaleza que sin temor de sus fuegos se sitúen a tiro de pistola los enemigos metidos en las enramaditas y jacales despreciables incapaces de resistir un fuego vivo si no tuviesen la seguridad de que este no se les había de hacer? Y el otro también contestaba con otra pregunta: —¿Y será posible que en el fuerte tiroteo del enemigo pegado ya a las paredes del foso e indicando avance, se vaya a dormir Vélez cerca de las dos de la mañana cuando apuraban más los contrarios y se levantase a más de las nueve si no tuviera éste la satisfacción de que nada había que temer? ___________________________________________________________________
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—Así lo hizo don Pedro Vélez, Padre, sin reflexionar que con este procedimiento descubría su malicia como justo castigo de la ignorancia que cuanto es más empinada de cuerpo tanto más la debilidad de sus acciones indica la sospecha que incluyen. A los insurgentes también nos tenía sorprendidos la actitud del gobernador del Castillo, pues este mismo día tomó una borrachera que duró hasta que levantándose de una larga siesta hizo junta para manifestar a los oficiales los capítulos que había preparado para la rendición, pues la fortaleza ya estaba perdida; según supo Faustino por el tesorero; luego mandó llamar a Fray Pedro Ramírez, a don Francisco Barragán, a don Francisco Verdejo, don Blas Vidal, al teniente don Antonio Culebras, y a otros jefes, para darles a conocer los acontecimientos del día anterior: —Los he citado para darles a conocer mi lastimoso estado y comprometimiento, pues aun cuando no precediese este indebido manejo de la guarnición, bastaría sólo para que sucumbiese el castillo la falta de uso del foso y todas las penalidades que ustedes ya conocen; acabo de recibir la última intimación del principal caudillo de los rebeldes, Morelos, concediéndome seis horas de término para la entrega de la fortaleza, o si no pasar a cuchillo a toda la guarnición y pueblo. Convoco en su consecuencia a ustedes señores oficiales, ministro tesorero e individuos del comercio que tienen sus intereses en este Castillo. Les hago saber la intimación del enemigo, con la cual y el conocimiento de nuestra lamentable situación quiero escuchar de su propia voz su opinión al respecto. ___________________________________________________________________________
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Faustino refiere que todos a una voz y sin ninguna altercación pidieron se capitulase, por ver el mejor partido que se sacaba de nosotros tomando en cuenta la forzosa posibilidad de morir cual era el caso en que se hallaban, y que elegían con prudencia lo dudoso por lo cierto. —Sé que soy el único responsable ante el rey de esta penosa situación —les dijo Vélez—, pero ante ella no tengo inconveniente en poner en práctica su solicitud considerando que en lo humano ya no tengo alternativa. Con su anuencia, deseo se redacten algunas condiciones para la capitulación que no nos afecten y remitirlos a Morelos en respuesta... No terminó de hablar, fue interrumpido intempestivamente por Fray Pedro Ramírez quién le increpó: —Gobernador, le digo en delante de todos que yo no entro en nada de estos asuntos, no cuente conmigo en cosa alguna que tenga que ver con la entrega de la plaza; usted no hizo lo conveniente en su momento ni ha hecho nada para defenderla; así como que por su negligencia se perdió la isla, así estamos perdiendo una fortaleza que cuenta con una artillería más poderosa que la del enemigo... Don Pablo Rubido también intervino para decir que sabía de cierto que estaba por llegar el bergantín San Carlos y solicitó a Vélez le permitiera salir a su encuentro en una canoa. Pero la mayoría de los que se encontraban con Vélez, el tesorero don José María Giral, el capitán don Francisco Verdejo, don Blas Pablo Vidal, el teniente don Antonio Culebras, el capitán don ___________________________________________________________________
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José Miguel de Nava, el subteniente don Antonio Góngora, don José Bobadilla, el comerciante don Juan Puyol y don Francisco Barragán, entre otros, admitieron la propuesta y en ese mismo momento se redactaron los términos de la capitu-lación, que ya Vélez tenía preparada, y se remitieron de inmediato al general Morelos. Se trataba de una propuesta planeada con mucho tiempo por Vélez en la que venían los artículos de la entrega de la fortaleza, los que de inmediato nos hizo saber el general Morelos en junta convocada con urgencia, y en la que Vélez expresaba: —Días hace que estoy convencido de la dificultad de defender este importante puesto, sin incurrir en el comprometimiento de temerario que como a vuestra excelencia no se le puede ocultar, es preciso regular, y aun debido que el gobernador de una plaza, se defienda hasta el último extremo, tanto por su honor, cuanto para sacar con el brillo posible la guarnición, y demás personas de su cargo; de ahí es que antes perdería la vida, que atender a otras intimaciones que no demostrasen evidentemente los caracteres de bondad, seguridad de palabra, y nobleza de corazón que brota el oficio de vuestra excelencia de hoy que acabo de recibir. Fundado pues en estos principios, de cuya seguridad no dudo un momento, me atrevo, a la verdad, con una confianza americana, que es decir ingenua y generosa, a incluir a vuestra excelencia los adjuntos artículos de la capitulación, que me parece ha de hermanar bien con el corazón generoso de vuestra excelencia en cuya inteligencia espero que vuestra excelencia, a cuyos felices progresos, en nada se oponen ninguno de sus artículos, se servirá apro-barlos; en cuya virtud, no dude vuestra excelencia tampoco por ___________________________________________________________________________
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un momento que cumpliré su contenido. Y si para acordar esta capitulación se necesita de más tiempo, o de formalidad de parlamento, vuestra excelencia lo determinará como guste; en el firme concepto de que por mi parte se guardará toda formalidad y cesación de hostilidades. Dios guarde a vuestra excelencia muchos años, real fortaleza de San Diego de Acapulco, dieciocho de agosto de mil ochocientos trece.— Pedro Antonio Vélez.52 Y en seguida, pidió al Lic. Rosáinz nos leyera la propuesta adjunta: artículos de capitulación de la real fortaleza de San Diego de Acapulco: Primero.— Perpetua amnistía de cuanto se halla hecho de obra, palabra, o por escrito, relativo a la presente guerra, y sus causas pues todo queda en un profundo olvido sin que por ello se pueda denigrar o zaherir directa ni indirectamente a nadie. Segundo.— Que los señores gobernador, oficiales, y comisario de guerra, saldrán con sus espadas e insig52) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 122: Vélez remite a Morelos apuntes para la capitulación.— 18 de agosto de 1813.
nias respectivas con la guarnición a tambor batiente con todos los honores de ella, en cuyos honoríficos términos entregarán las armas en el Glasis, quedando dichos señores con las suyas, en atención a que así lo exige de la generosidad de la América, la noble y gloriosa defensa que han hecho. Tercero.— Se permitirá que cada cual respectivamente lleve sus equipajes, tanto por la precisa subsistencia, como para poder viajar hasta el punto de seguridad que se determine, proporcionándose por la ___________________________________________________________________
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generosidad americana, los bagajes, y demás auxilios de víveres que se necesiten por sus justos precios. Cuarto.— A nadie se violentará a que se vaya o quede, sino que a cada cual en particular, se le dejará, a su albedrío y voluntad para que siga el partido que quiera adoptar de los beligerantes. Quinto.― Como la Real Hacienda ha recibido inmensas sumas por vía de préstamos, que debe reintegrar algún día a muchos y diversos individuos de distintas partes se necesita que se permita al único ministro principal de ella, que es el comisario de guerra, lleve consigo los libros reales, y documentos comprobantes de tres años porque de lo contrario se inferiría un enorme perjuicio a las partes, sin provecho alguno de la América, para la que son indiferentes semejantes papeles. Sexto.— No se impedirá que de la misma Real Hacienda lleve el expresado señor comisario de guerra dos o tres mil pesos para socorrer en el camino, a los señores oficiales, dependientes y tropa que lo necesiten. Séptimo.— Consecuentemente a más del pasaporte general que se dará gratis a todos los individuos de este comercio y demás vecinos que quieran marchar con toda la comitiva, y sus respectivos equipajes, se espera de la virtud americana que librará las más estrechas órdenes en los respectivos tránsitos para que sean auxiliados y socorridos con cuanto necesiten por sus justos precios y que no padezcan detrimentos, ultrajes, ni robos, hasta dejarlos en salvo a su contento. Octavo.— Se entregará esta real fortaleza íntegra, según se halla con todas sus piezas de cañón, sin ___________________________________________________________________________
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inutilizarse ninguna, pólvora, balas, y en una palabra con cuantos pertrechos de guerra contiene, previo inventario que formará el comandante accidental de artillería exigiéndose recibo del señor comisario de guerra, que lo recibiere, para dar la debida satisfacción al gobierno. Noveno.— Lo propio se verificará, aunque por lista separada, con los víveres, y demás renglones depositados en los reales almacenes, pabellones, y lunetas, de diversas pertenencias, especificándose cuales sean, y sus consignaciones para que con tal claridad puedan los respectivos encargados dar la satisfacción debida a los dueños sin que se les impute malversación o manejo, por una entrega que ha dispuesto la Divina Providencia. En estos términos se concluyó la presente capitulación, sometiéndonos a la generosidad americana (que es la única garantía que exigimos) no dudando un momento que la que ennoblece el heroico corazón del excelentísimo señor generalísimo don José María Morelos, nos mandará tratar con la benig-nidad y beneficencia que a sus propios hermanos, pues al fin hemos tenido la dicha y satisfacción de no haber muerto a nadie a sangre fría. Real fortaleza de San Diego de Acapulco dieciocho de agosto de mil ochocientos trece.—53 Terminada la lectura, el general Morelos solicitó la opinión de los jefes y propuso se diera contestación inmediata a Vélez. Para el punto número dos la mayoría convino en agregar: si a algún soldado se le encontrare algún cartucho fuese pasado por las armas al instante. En el punto tres, agregar que: se propor___________________________________________________________________
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cionarán bagajes de acuerdo con las reservas que se tienen; en el punto cuatro, mi tío Hermenegildo opinó que sólo a los europeos se les franquee salida, no así a los criollos, teniendo la patria el derecho irrebatible de reclamar a sus hijos, esto porque ya muchos se han pasado del lado nuestro. Por lo que respecta a los puntos cinco y seis, quedaron como tales, más un agregado del que opinó la mayoría que se haga antes juramento de no volver a tomar las armas en favor del partido que han defendido, con la circunstancia de no detenerse más que lo muy necesario después de entregada la fortaleza. Todos estuvieron de acuerdo en el punto siete, y en el ocho, el general Morelos pidió agregar como fecha de entrega del castillo el día veinte y dos días para que quede evacuada la fortaleza de enfermos y arreglado todo lo interior de ella; en el noveno, todos estuvieron de acuerdo y el general agregó un artículo décimo en el que quedara esta-blecido la exacta descripción de los víveres y demás 53) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 121: Capitulación propuesta por Vélez.— 18 de agosto de 1813.
renglones depositados en los almacenes, pabellones y lunetas de diversas pertenencias… Puestos todos de acuerdo, dictó a su secretario los términos de la capitulación ya corregidos. Tome nota Licenciado Rosáinz: —Artículos de la capitulación en que se ha convenido la entrega de la fortaleza de Acapulco entre el excelentísimo, Sr. Capitán General D. José María Morelos, y el gobernador de ella D. Pedro Antonio Vélez: ___________________________________________________________________________
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1º Habrá un perpetuo olvido de cuanto se ha hecho de obra, palabra, o por escrito, relativo a la presente guerra, prohibiéndose severamente denigrar, o zaherir directa o indirectamente a ninguno. 2º Saldrán de la fortaleza los señores gobernador y demás oficiales con sus insignias y espada; formará la tropa en el glacis con culatas arriba, donde a la voz del gobernador echarán armas a tierra, al frente en cuya positura se irán a recibir, previniendo que al soldado a quien se le encontrare un cartucho será pasado por las armas en el instante. 3º Se permitirá que cada cual saque su respectivo equipaje, entendida esta voz en su sentido natural, que es decir, ropa de uso, cama y dinero suficiente para su transporte; en inteligencia que se hará lo posible para proporcionar bagajes, sin comprometerse, por la escasez que de ellos hay. 4º Teniendo la patria un derecho inconcuso para reclamar a sus hijos, no se dará pasaporte a criollo alguno para que se traslade a país enemigo, pero sí se franqueará a los europeos con todos los seguros necesarios para no ser perjudicados en los campamentos de su tránsito, designando éstos el punto a donde quieran dirigirse, y otro a los criollos que quieran salir del puerto a tomar aires menos infestados. 5º Para que el erario del gobierno satisfaga a sus acreedores los préstamos que le han hecho, y éstos tengan su comprobante de ellos, se permitirá al comisario de guerra llevar los libros de un cargo y cuentas de tres años a esta parte.
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6º Se permitirá que del tesoro dicho lleve el comisario de guerra cantidad abundante para la traslación de los europeos a lugar seguro según su número, haciendo antes juramento de no volver a tomar las armas en favor del partido que han defendido, con la circunstancia de no detenerse más que lo muy necesario después de entregada la fortaleza. 7º A más del pasaporte que se franqueará a los que salieren, se librará orden para que en todos los lugares por donde se encaminen se les ministre todos los auxilios y socorros necesarios por sus justos precios. 8º Mañana veinte a las nueve de día se ejecutará la ceremonia de entrega acordada en el artículo segundo; y desde aquel al veintidós quedará evacuada la fortaleza de enfermos, y arreglado todo lo interior de ella, para lo cual irán de ayuda algunos naturales. 9º Se entregará la fortaleza integra según se halla, con todas sus piezas de cañones sin inutilizar ninguna; pólvora, balas, y cuantos pertrechos y muni-ciones contiene previo inventario que formará el comandante accidental de artillería, quien percibirá recibo de mi auditor general, para dar la debida satisfacción a su gobierno. 10º En los mismos términos se hará exacta descripción de los víveres y demás renglones depositados en los almacenes, pabellones y lunetas de diversas pertenencias, especificando cuales sean, y sus consignaciones, para que con tal claridad y recibo del tesorero de ejército puedan los consignatarios satisfacer a los dueños y no se les impute mala versación. Y para que se efectúen estos tratados con la circunspección y solidez que es debida, y este acto entre otros ___________________________________________________________________________
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muchos sea un testimonio de que las tropas americanas saben guardar el derecho de gentes y tratan con indulgencia a los que se rinden, especialmente cuando sólo en acción de guerra usan de las armas. Lo firmamos en Acapulco, a 19 de agosto de 1813. José María Morelos. Pedro Antonio Vélez.54 El mismo diecinueve, cuando el general Morelos remitió la modificación a Vélez, vino Faustino para decirnos que don Pablo Rubido se llegó a clamar a Vélez para que le consiguiese de mi tío Hermenegildo, con quien tenía amistad, una canoa para irse solo a encontrarse con el bergantín San Carlos, que sabía estaba cerca, porque él tenía mucho recelo de entregarse a Morelos y que la contestación de Vélez fue consolarlo como antes, y decirle que tuviese fe en el general Morelos, que estaba seguro de que cumpliría su palabra. Ese mismo día llegó contestación de Vélez, que 54) AGN. Operaciones de Guerra, t. 939. ff. 209-12. Copia insurgente, sin firmas ni testificaciones, idéntica a varios ejemplares transcritos por escribanos realistas, que figuran en diversos expedientes del Archivo General. En Lemoine Villicaña.
decía: Excelentísimo señor.— En vista del apreciable oficio de vuestra excelencia de ayer, y de las modificaciones que se ha servido poner a los consabidos artículos de la capitulación de esta fortaleza, queda ya desde luego a la disposición de vuestra excelencia sin duda alguna, y yo confiando en que vuestra excelencia habida consideración, a las reflexiones del adjunto papel, tendrá a bien acceder a ellas, se las dirijo, esperando de su generoso y equitativo modo de pensar, no negará tales consuelos, ni menos los ulteriores, racionales, equitativos, y del caso, que cediendo en exequible alivio nuestro, en manera alguna pueden oponerse a los felices progresos de la América. Dios ___________________________________________________________________
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guarde a vuestra excelencia muchos años, castillo de San Diego de Acapulco, diecinueve de agosto de mil ochocientos trece.— Pedro Antonio Vélez.55 Ante la violencia con que se suscitaban los acontecimientos, el General Morelos convocó a reunión, en la que ordenó a los jefes que cada quien alistara sus tropas, limpieza de armas y uniforme, hasta donde las circunstancias lo permitieran, y agregó: —mañana habremos de participar en la ceremonia de entrega del Castillo por Vélez y su guarnición. Luego dispuso algunas tareas: —General Pedro Irrigaray, usted se encargará de hacer un inventario en los almacenes, pabellones y lunetas de diversas pertenencias, especificando quiénes son su dueños para que de acuerdo con el tesore55) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 123: Vélez a Morelos le pide acceda a las reflexiones que le hace.— 19 de agosto de 1813.
ro José María Giral, mediante un recibo, se entre-guen a sus consignatarios y no se llegue a mala versación; lo que no se reclame, se queda en la fortaleza. General Galeana, usted recibirá las llaves del Castillo y seleccione a los más versados de su gente para que levanten un inventario de pertrechos, armamento y artillería en el Castillo; el general Julián de Ávila hará lo mismo con lo que existe en las líneas de vanguardia y retaguardia más todo lo que hay en el parque de las Iguanas. El teniente coronel Felipe González con su gente harán una lista de los prisioneros, debiendo separar a los criollos de los extranjeros, a estos últimos, quienes se dirijan a la ciudad de México, se les ___________________________________________________________________________
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entregará un pasaporte para nuestros destacamentos ubicados en la ruta, es decir, en Dos Arroyos, El Peregrino, Dos Caminos, Acahui-zotla, Mazatlán, Petaquillas, Tixtla, Zitlala, Uacoa-huititlán, Copalillo, Cuautla; a otros, los enviaremos por Mezcala. El día 20 se concentró parte de las tropas en el Castillo; la ceremonia fue muy sencilla, más que solemne fue una formación militar por parte de nosotros; por la de ellos, un grupo de aproximadamente doscientas personas harapientas con no más de cien soldados y muy pocos oficiales; Vélez, con un semblante visiblemente triste, con voz entrecortada, en medio de la explanada de la fortaleza, entregó las llaves a mi tío; más que solemne, fue un acto lastimoso en medio de un silencio interrumpido solamente por las olas del mar que rompían en los acantilados pegados a la fortaleza y bajo un calor sofocante que nos imponía la canícula de agosto. El Gobernador entregó, además, “407 fusiles, buen número de armas blancas, 50 cajones de pólvora, 80 piezas de artillería de todo calibre con 20 mil balas, y gran botín de abarrote y lencería…56 El 21 de agosto de 1813, se presentó el general Morelos al interior del Castillo; Vélez puso en sus manos el bastón con que gobernaba y le expresó que sentía en el corazón que se hubiera derramado tanta sangre, pero su excelencia le contestó que por su parte no se había derramado nada. Para romper el silencio que pesaba sobre todos y cambiar el semblante de los vencidos, la vergüenza, confusión, el orgullo humillado, “las glorias desvanecidas”, pidió se sentaran todos a una mesa que habíamos preparado con unas frugales viandas. Comieron juntos los jefes de ambos partidos, y el general Morelos brindó por España, ___________________________________________________________________
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diciendo con una entereza magnánima: ¡viva España! Pero España hermana, y no dominadora de América. Mostró generosidad con varios oficiales europeos; elogió la honradez y valentía del gobernador Vélez, aun después que no quiso admitir la propuesta que le hizo de que se uniese al ejército americano, y dio en esta ocasión claros testimonios de que era digno de sus virtudes, de ponerse a la cabeza de una nación celosa de su libertad.57 Posterior a la comida, se presentó un altercado entre Fray Pedro Ramírez y mi tío Hermenegildo, quien había encontrado en los haberes de la capilla unos ornamentos eclesiásticos que de inmediato regaló al Padre Bernal, cura de la parroquia de Izúcar, que estuvo con nosotros en la campaña: —¡Estos ornamentos me los regaló el capitán del Alcázar, y no tienen por qué quitármelos! —gritaba el 56) y 57) Historia de México.- Carlos María de Bustamante.- Expedición de Morelos a Acapulco.- Cap. VIII.
Padre Ramírez, al momento que trataba de arrebatarselos al Padre Bernal. —Sí. —Contestaba éste—, pero usted va a México, allá tendrá oportunidad de conseguir otros mejores, nosotros no tenemos esto en Izúcar, y nos hacen falta para nuestras ceremonias. Vélez intervino, y habló con mi tío; quien finalmente cedió los ornamentos al Padre Ramírez, solo para evitar las voces y gritería que ya habían armado. Al día siguiente, por instrucciones de mi tío, ayudado por algunos soldados de mi tropa inicié un ___________________________________________________________________________
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riguroso inventario de pertrechos, armas, cañones y sus balas; no fue tarea fácil, pero en la junta del siguiente día informamos a Rosáinz: Estado que comprende la artillería. Pertrechos y municiones existentes en los almacenes de la fortaleza de San Diego de Acapulco con expresión de lo que se halla de buen servicio o inútil: Cañones de bronce montados Útiles Del calibre de a 24 5 Del de a 8 4 Del de a 6 8 Del de a 4 3 Cañoncitos 2 Cañones de fierro montados Útiles Del calibre de a 36 2 Del de a 24 5 Del de a 8 15 Del de a 6 2 Del de a 4 2 Morteros de bronce montados Útiles De a 12 pulgadas 1 Cañones de bronce desmontados Útiles Del calibre de a 24 1 Del de a 6 3 Del de a 4 10 Cañoncitos 3 Cañones de fierro desmontados Útiles Del calibre de a 8 17 Del de a12 1 Ajustes de morteros Útiles De a 12 pulgadas 3 Pertrechos para mover y montar las piezas Útiles Armones herrados 1
Inútiles 1 0 0 0 0 Inútiles 9 2 0 0 0 Inútiles 1 Inútiles 0 0 0 0 Inútiles 0 0 Inútiles 0 Inútiles 0
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Borriquetes 2 0 Cabrias con sus peones y cuadernales 1 0 Manibeles para cabrias 2 0 Espeques 5 2 0 Motones grandes 2 0 Idem pequeños 2 0 Pertrechos para el servicio de cañones Útiles Inútiles Atacadores del calibre de a 36 2 0 Cucharas de dicho calibre de a 36 1 0 Atacadores del calibre de a 24 8 0 Idem de a 12 2 0 Idem de a 8 8 0 Idem de a 6 9 0 Idem de a 4 6 0 Lanadas del calibre de a 36 3 0 Lanadas del calibre de a 24 6 0 Idem del de a 8 3 0 Guarda fuegos del calibre de a 36 1 0 Idem del de a 24 4 0 Tapabocas del calibre de a 36 2 0 Idem del de a 24 8 0 Rascadores del calibre de a 36 1 0 Rascadores del de a 24 2 0 Idem del de a 12 1 0 Idem del de a 8 1 0 Idem del de a 6 1 0 Idem del de a 4 1 0 Chifles de hasta 2 0 Sacatrapos para todos calibres 10 0 Agujas para romper cartuchos 13 0 Pertrechos para servicio de los morteros Útiles Inútiles Atacadores para los de 12 ___________________________________________________________________________
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pulgadas 5 0 Lanadas para idem 6 0 Tapas para idem 2 0 Pies de cabra 5 0 Escuadras de latón 1 0 Mordazas para conducir bombas 4 0 Crucetas de madera 4 0 Péndulos de cobre para apuntar 0 0 Efectos de parque Útiles Inútiles Romanas con sus pilones 1 0 Pergaminos 33 0 Alesnas grandes 2 0 Escobetas finas 8 0 Tamices con sus tambores 0 16 Mesas para hacer cartuchos 2 0 Pita para hacer lanada tres tercios 3 0 Faroles de cristal 4 0 Linternas secretas 0 5 Hilo de Campeche ocho madejas 8 0 Petacas grandes y chicas 4 0 Cuchillos 0 6 Tijeras grandes 3 0 Medidas de hoja de lata de 4, 3, 2 y media libra 5 0 idem de a 8 adarmes 8 0 Embudos grandes de boca ancha 8 0 Vitolas de latón con sus cabos para los calibres de 36, 24. 12,8 , 6 y 14, 8 0 Idem para calibrar balas de fusil 1 0 Azufre flor quintales 2 0 Salitre 10 libras 10 libras 0 Pez blanca 1 ½ arrobas 0 Pieles de chivo 0 18 Ollas de campaña que admiten composición 6 0 ___________________________________________________________________
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Baquetillas de bronce para cargar espoletas 28 0 Macetillas para idem de madera 8 0 Cucharitas para idem 3 0 Clavos arponados para clavar los cañones 60 0 Rempujos 9 0 Agujas capoteras grandes 75 0 Arboletas para los calibres de 8, 6 y 4 67 0 Espoletas desecadas para bomba 154 0 Idem para granadas de mano 2203 0 Cabezales de cotense 2685 0 Espumaderas para alquitrán 1 0 Bateas grandes 5 0 Arcones 3 0 Fierro platina 12 arrobas 15 libras 2,15 0 Pernos de todas menas 0 160 Instrumentos para reconocer las piezas Útiles Inútiles Compás de puntas curvas 1 0 Gatos con sus amillos de calibre de a 36 1 0 Instrumentos para minadores y zapadores Útiles Inútiles Asadas encabadas 43 0 Azadones idem 40 0 Idem sin encabar 46 0 Palas sin encabar 74 0 Zapapicos encabados 85 0 Barretas 5 0 Fierro, clavazón. Bronce y cobre Útiles Inútiles Sobremuñoneras de cobre de varios calibres 60 0 Idem de fierro 109 0 Chavetas de bronce con ___________________________________________________________________________
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sus cadenas Sotrozos grandes y chicos Arandelas idem, idem Planchas de cobre para las calderas Un cajón con pedazos de fierro para metralla con peso de 6 arrobas Tachuelas grandes y chicas Cordage Vetas gruesas de cañón para cabrias Idem más delgada Mechas 30 brazadas Cartuchos de cañón vacíos de todos calibres Del de a 36 Del de a 24 Del de a 8 Del de a 4 Del de a 6 Del de a 1 Balas rasas de todos calibres Del calibre de a 24 de bronce Idem del de a 24 de fierro Idem del de a 8 de fierro Idem del de a 4 de a idem Idem del de a 12 de idem Idem del de a 36 de fierro Idem del de a 6 de idem Palanquetas de todos calibres De los calibres de 8 y 6 de diferente construcción Del de a 24 de bronce Racimos de metralla Del calibre de a 36
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70 3 52
0 0 0
15
0
6 arrobas 0 3 arrobas 0 Útiles Inútiles 1 0 1 0 30 braz. 0 Útiles Inútiles 151 0 146 0 390 0 265 0 194 0 41 0 Útiles Inútiles 339 0 264 0 2294 0 83 0 166 0 284 0 399 0 Útiles Inútiles 14 0 14 0 Útiles Inútiles 7 0
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Idem del de a 24 0 0 Idem del de a 8 10 0 Idem del de a 6 25 0 Idem del de idem para tapa y salero 104 0 Sacatrapos para fusil 258 0 Municiones Útiles Inútiles Balas de fusil quintales 5 0 Idem más de medio barril ½ barril 0 2 hojas de plomo para plomadas de cañón 2 0 Piedras de chispa de Europa 348 0 Metralla de a 36 suelta 14 @ 0 Metralla de a 24 16 @ 0 Pólvora empaquetada en cartuchos de a todos calibres Útiles Inútiles Del de a 36 48 0 Del de a 24 168 0 Del de a 8 163 0 Del de a 6 194 0 Del de a 4 36 0 De cartuchos de fusil de 8 cajones con 11,000 cartuchos 1,000cart. 0 Un balero de bronce para fusil 1 0 Estopines 2,000 0 Pólvora en granel Útiles Inútiles Cajones 12 0 Barriles 17 0 Un cajón con herramienta de carpintería inútil 0 1 Uno de albañilería también inútil 0 1 Un armón inútil 0 1 Armas de fuego y blancas Útiles Inútiles Fusiles en buen estado 172 0 Carabinas y retacos 55 0 ___________________________________________________________________________
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Fusiles descompuestos 147 0 Idem inútiles 0 70 Bayonetas 215 0 -------------190 0 -------------108 0 Idem quebradas 0 16 Vainas 110 0 Lanzas 93 0 Machetes útiles 42 0 Cartucheras con talis 105 6 Idem sin talis 118 0 Porta cables útiles 143 0 Cinturones 40 0 Cañones tomados en la isla Útiles Inútiles Una culebrina de a 4 reforzada 1 0 Dos cañones de a 6 todos montados 2 0 Fusiles 25 0 Idem presentados 25 0 Tomados en el hospital Útiles Inútiles Tres culebrinas de a 6 y de a 4 todas montadas 4 0 Fusiles 5 0 Sacados del mar de las lanchas que se les hicieron pedazos Útiles Inútiles Un cañón de a 4 y otro de a 6 2 0 Cajones de pertrechos en la isla 10 0 En el hospital 2 2 0 Rosáinz anotó: Recibí el armamento y pertrecho que manifiesta el presente estado; y cumpliendo con lo prevenido en el artículo nono de la capitulación, di el presente en Acapulco a treinta y uno de agosto de mil ochocientos trece.— Licenciado Juan Nepomuceno Rosáinz, auditor general.58 ___________________________________________________________________
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58) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 104: Inventario de la artillería, armamentos y útiles existentes en el castillo al rendirse. 31 de agosto de 1813.
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Iglesia de Santa María de la Asunción, en Chilpancingo, en la que se llevó a cabo el Primer Congreso de Anáhuac y se leyeron los “Sentimientos de la Nación”
V La Partida ___________________________________________________________________
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l momento de abandonar el Puerto de Acapulco, había llegado. El general Morelos, es obvio decirlo, tenía prisa por partir a Chilpancingo, pero antes había que organizar la salida de los europeos, su trayecto a la Ciudad de México u otros lugares; para ello, ordenó se elaboraran listas de los contingentes. Me tocó organizarlos; para ello elaboramos una relación de individuos con nombres y lugares de destino, a fin de otorgarles un pasaporte; misma lista que se entregó al general Morelos, quien dio la orden “para salir de las posesiones enemigas, con noticia de sus familias y criados: el gobernador don Pedro Antonio Vélez; el señor ministro tesorero don José María Giral Gazne con su esposa y dos hijos; el señor cura Interino fray Pedro Ramírez, religioso agustino; Capitán don Francisco Verdejo de la sexta división; don Blas Pablo Vidal de patriotas volun-tarios con un hijo; Teniente don Antonio Culebras, ayudante mayor veterano de dragones; don José Miguel de Nava de la cuarta división; don Pablo Rubido, de la misma; Subteniente don Antonio Gón-gora, de la compañía fija de Acapulco; don José Bobadilla, segundo ayudante de la plana de Manila; comerciante don Juan Puyol, con su esposa y una criada, Dolores Nava; don Francisco Barragán; Sargento Juan Pleguina, veterano de Manila; Paisano Francisco Fernández, patrón de una lancha cañonera. En clase de criados: cabo primero veterano Juan de Tapia; tambor José Olivares; soldado Juan José Aparicio, de la quinta división; soldado Juan Pablo voluntario; Severo José, de la quinta división; paisano Manuel Jiménez; Ignacio Sánchez; Tomás Antonio.”59 Antes de la partida, Vélez decidió irse a Teypa:
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—Su excelencia —dijo al general Morelos— he pensado bien respecto de mi situación y mi deseo es ir a Teypa, mientras se arreglan todos los asuntos de la capitulación y se trasladan los capitulados a México. —Yo tengo una propuesta mejor, capitán Vélez, lo invito a unirse a nuestra causa, que se integre a mi ejército, finalmente, es usted un valiente mexicano originario de la villa de Córdoba en la Provincia de Veracruz, según me han informado; creo que usted defendió la fortaleza como un valiente, pero esa fidelidad no creo que sea bien recompensada por el gobierno virreinal, yo conozco a Calleja, es impla-cable. —No general Morelos, yo sólo necesito un tiempo para prepararme, mi deseo es someterme a un consejo de guerra. Quiero vindicarme. La situación precaria en que me encontraba, las inclemencias de la epide-mia que me mató muchos soldados, la falta de víveres, en fin, no son pretextos, pero en otras circunstancias hubiéramos resistido. —Como usted quiera, capitán, mi oferta no pretende disminuir sus dotes de militar, al contrario, creo que sería usted de mucho provecho en nuestro 59) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 101: Lista de los individuos a quienes se concedió pasaporte en Acapulco. Tepecoacuilco, septiembre trece de mil ochocientos trece.— Vélez.
ejército. Pero le sugiero, si es lo que usted desea, afronte de inmediato su comparecencia ante los tribunales inquisitoriales y vaya a la Ciudad de México; lo que sí le aseguro, es que cuente usted conmigo en todo lo que crea que puede ser usado para descarga de su situación; pero ante todo, creo que el haber sostenido un asedio por más de novecientos sesenta y siete días, según mis cuentas; es decir, si ___________________________________________________________________
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tomamos en cuenta los dos años que decidí se quedara en el puerto el mariscal Julián Ávila poniendo sitio a la fortaleza más los cuatro meses de nuestro asedio desde que llegamos de Oaxaca, aunque esté mal que yo lo diga, merece un elogio. Más tarde, el general Morelos firmó pasaportes especiales para los extranjeros que saldrían de Acapulco, en los que no sólo incluía a Vélez, sino al resto de los jefes, plasmados sus nombres en un documento para cuyo efecto, nos instruyó se llevara a cabo: Superior gobierno. Año de 1819. Testimonio de documentos relativos a la rendición de la fortaleza de Acapulco. Cuaderno 4°. Oficio más antiguo. Pasaporte. Pase (a) don Pedro Antonio Vélez, don José Antonio Góngora, don Miguel Nava, el reverendo padre Ramírez y don Juan Puyol con sus criados y equipajes para México por el marginal derrotero, sin que nadie les perjudique ni embarace su tránsito, antes bien los auxiliarán con cuanto necesiten por sus justos precios sobre cuyo encargo serán responsables los contraventores, advirtiendo que no sólo de obra pero ni de palabra les deben ofender, por convenir así a la práctica de caridad y artículos de capitulación, y del cumplimiento de todo dará aviso el comandante del último destacamento. Cuartel general en Acapulco, agosto veintisiete de mil ochocientos trece. Morelos. Al margen, Derrotero, Dos Arroyos, Peregrino, Dos Caminos, Acahuizotla, Petaquillas, Tixtla, Zitlala, Uacoahuititlán, Copalillo, Cuautla, Mazatlán. Septiembre ocho de trece. Sigue por justo motivo por Mezcala. Una rúbrica.60 Cuando les entregamos sus pasaportes, dialogaron al respecto Fray pedro Ramírez y el capitán Pablo Rubido: ___________________________________________________________________________
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—¿Sabe usted capitán? Que en lo de los pasaportes, consiguió Vélez para Teypa ya que recelaba venir a México, pero después animado por Morelos y otros insurgentes conocidos por el partido de los Guadalupes, se resolvió ir a la capital y sacó nuevo pasaporte para sí y otros compañeros separándose de los europeos en el que me hizo insertar a mí por la seguridad y recomendaciones que traía para el camino cuando antes por temor me había compro-metido a salir con Morelos desde Acapulco hasta Chilpancingo. —Sé también —dijo Rubido— que entre los compañeros de Vélez incluyó a don Juan Puyol a quien también se le dieron doscientos pesos para el viaje porque se la pegó de europeo a Morelos. Este ha sacrificado a todos, pobres y ricos con la harina del rey y es uña y carne con Vélez lo mismo que el oficial Góngora quienes desearon mucho la capitulación los dos últimos por su familia que tienen en México y el otro por convenir con Vélez. Éstos, Puyol y Góngora y también un dependiente de don José Peña nombrado Barragán, no deben ser creídos en nada de lo que produzcan en favor de Vélez porque 60) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 100: Pasaporte de Morelos a los jefes capitulados en Acapulco 27 de agosto de 1813.
además de lo que llevo dicho, la versación que había con el enemigo la sabían éstos, y aunque anteriormente dije que Góngora había hecho sus reales con sus diligencias y proporciones, ahora me acuerdo que él mismo dijo le vivía agradecido a Vélez por lo que lo había interesado en sus comercios, por este motivo me parece no debe hacer fe la atestación de Góngora en favor de Vélez. ___________________________________________________________________
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—Excluyó también Vélez del pasaporte para México al oficial don José Mario Vergara porque éste se las tenía todas apuntadas y consiguió que lo remitieran a Teypa. Lo mismo solicitó para mí, pero contestó Morelos que ya me había dado su palabra para pasar a México; esto me lo dijo la muchacha que tiene Morelos contándome lo mal que se producía Vélez de mí y se confirma bien con los consejos que me clavan Morelos y su secretario Rosáinz y que me llevase bien con Vélez. 61 Luego el día veintidós vino a visitarme esta misma muchacha que tiene consigo Morelos, que se nombra María Francisca Sarrasola, de Oaxaca, y que allí le decían Ortiz, diciéndome le había encargado éste que viniera a besarme la mano; la recibí con agasajo y me dijo del uso que de ella hacía y el destino de servir a Morelos y al hindizuelo coronel que tiene consigo; por ésta supe era cierto que semanalmente tenía Morelos un correo de México que ignoraba si le venía diario pero que cuando dicho correo venía, juntaba Morelos a los sargentos ma-yores, a su secretario Rosáinz, a Galeana, Ayala y al capitán Lara y allí leía en presencia de todos las noticias que le comunicaban: que Verduzco había lle61) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 174: Informe de Fray Pedro Ramírez, de las ocurrencias del sitio de la fortaleza de Acapulco.
gado derrotado y que después enfermó y se fue, que Morelos lo había recibido mal y para despedirse me suplicó la robara y quitase de esa compañía.62 —Hay algo más, Padre, sé de buena fuente que a Tepecoacuilco llegó una carta de Morelos dirigida a Chilpancingo, con fecha del doce de agosto, anunciando que el veinte del mismo tomaba posesión del Castillo, cuya conversación oí en casa de Armona e ___________________________________________________________________________
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inmediatamente la comuniqué a Vélez, quien me contestó que ya lo sabía, añadiéndome que con lo que yo había dicho de él, con el mal concepto que tenía para el señor Daoiz y con lo prevenido que estaba de que usted, Padre, se iba a quejar en México, lo acabarían; que no era regular que usted le tirase desentendiéndose de su calidad de sacerdote y de la generosidad con que él había perdonado a todos en Acapulco; que conocía lo mal que usted había hecho sin tener facultades, y que lo mejor que usted puede hacer por él es dictarle un borrador para dar parte a su excelencia, el general Calleja, de lo ocurrido en el sitio, las muertes por la epidemia, la falta de leña, la falta de víveres, la toma de la isla, etcétera. —Mire Capitán, no es posible defender a Vélez; aunque ya no se puede hacer nada por la capitulación, necesita este hombre de un enérgico y superior escarmiento para poderle significar sus errores; la verdad es que ya estoy escribiendo un informe pormenorizado a su excelencia el virrey, en que doy santo y seña de todo lo ocurrido en la isla y en la fortaleza, sobre todo, de la conducta de Vélez. —Por mi parte, Padre, no quiero omitir tampoco 62) Nº 175: Informe de Fray Pedro Ramírez sobre las conversaciones con Morelos y otros jefes independientes y de lo ocurrido en su marcha de Acapulco a México.— 11 de noviembre de 1813.
que para antes de salir del Castillo preguntándome Vélez qué haría con los papeles que allí tenían con el borrador los oficios con el gobierno y otros jueces, le dije que los quemara porque no se impusiese el enemigo de cosa alguna, que hiciese lo mismo con las señales de inteligencia que tenía para los barcos y que reservase los pareceres que le habían dado por escrito los oficiales y vecinos cuando perdida la isla formó junta, y también los tratados y contestaciones con Morelos ___________________________________________________________________
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pues todos debían hacer fe para los cargos que indispensablemente le habían de hacer y que no supe si así lo hizo con los primeros pero sí con los dictámenes de los patriotas y también con las contes-taciones de su parte a Morelos mas no con las de éste a él, las que estando ya fuera del Castillo las reformó Morelos como Vélez quiso sirviendo de empeño para esto Galeana, quien tenía mucho interés en que Vélez saliese bien en el consejo de guerra que le esperaba. —Sería cosa de nunca acabar, si tratase de emporcar más la conducta de Vélez, pero lo que sí le digo, capitán, es que lloré con amargura la pérdida de la fortaleza; no menos que con indignación oí los aplausos y vivas por la posesión que tomaba el enemigo; me causa rubor referir las villanías y bajezas que todos por su estilo hacían con diferencia de uno o dos, a cuyo semblante asomaba el senti-miento; el señor tesorero tuvo la debilidad de tomar la mano de Morelos y besarla, diciéndole padre santo, siendo tal su hipocresía que después de haber pretextado muchas ocasiones que el indio Morelos jamás le había quitado las ganas de comer bien, beber mejor y dormir, porque tenía toda su confianza en su dulcísima madre de la vida que era una imagen de su devoción; y de su idea él mismo la regaló a Morelos, luego que fue a reconocer el Castillo, ocasionando risa a todos con esta demostración; bien que esto y otros obsequios le tuvo cuenta para que no le quitasen nada, porque tenía el deseo de conducir los rasos para ponerlos a vender en Tepecoacuilco, cuando llegase allá, en la tienda del capitán don Juan Bernal. Aunque esto parece que nada conduce al intento, le hago presente señor capitán, que confirmé que todo era un comercio, y que es muy doloroso que el rey sufra atrasos ocasionados por los mismos a quienes mantiene y mucho más con ___________________________________________________________________________
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los fondos del mismo soberano como sé por oídas que no entraron en cajas reales los tantos por cientos de los efectos desem-barcados de la nao y que los mismos chinos, no teniendo numerario, ofrecieron pagar con géneros lo que correspondiese y que estos se los distribuyeron entre Vélez y el tesorero. Estas voces corrieron en Acapulco por los émulos de ambos caballeros e interesados en el buen orden y servicio. —También es preciso advertir que los señores que han venido de Acapulco, especialmente Vélez, a excepción de dos o tres como Vidal, Culebras, y etcétera, tienen la linda propiedad de acumular a otro el delito que se les prueba, esto es lo más común en ellos, el encubrirse delante del juez como lo hacían con el difunto gobernador el señor Camino. Sabemos bien que la soberbia y la malicia se revisten de buenas obras para invadir y triunfar de la inocencia. Vélez es uno de los que obran de este modo y acaso su residencia en México traiga muy malas resultas, mucho más cuando ya encuentra cultivado el terreno. Las voces que he oído estos días de que ha dicho que Morelos es hombre grande, pueden influir mucho en los partidarios de este infame. La sola estampa de Vélez acredita lo que puede ser como sucede en todo hombre que a primera vista envía especies de su corazón. Pero en fin, Padre, dispongámonos a partir. —Sí capitán, yo estoy tratando de irme con Morelos, para ver que puedo saber de los destacamentos de sus tropas. El día de la entrega del bastón de mando de la fortaleza por parte de Vélez, llegose ante el general Morelos el padre Pedro Ramírez. Después de los saludos en general le dijo: ___________________________________________________________________
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—Sea usted bienvenido Fray Pedro, como verá usted, las circunstancias son ahora diferentes de lo que hace algunos meses usted opinaba, ahora puedo decir cayó por fin el curita bravo en manos del indio Morelos. Pero tome asiento, por favor; sé que va a ser difícil ahora la situación para usted, pero créame, por los caminos que nos llevan a Dios, todos podemos transitar; y por el que nosotros vamos, también puede ir usted; a pesar que nuestro reino es diferente al de ustedes, es decir criollo, con una grande demarcación que llamamos La Provincia de Teypa; no quiero que se sienta usted deprimido, mucho más si es usted sacerdote y bien podría ejercer su apostolado en esta tierra. No lo quiero despojar de su curato, recoja todo lo que le pertenece y siga administrándolo en nuestra Provincia. —Gracias su excelencia, pero mi situación no me lo permite y de ningún modo lo puedo admitir. —Créame, Fray Pedro, estamos escasos de ministros y le ofrezco mi rebaño para predicar en él. No huya de mí, que yo no como a nadie y, por favor, visíteme con frecuencia; si usted quiere, podríamos viajar juntos una buena parte de su travesía a la Ciudad de México. El veintitrés me pidió su excelencia que fuera en busca de Fray Pedro, para continuar la conversación que había quedado pendiente; sólo para proponerle irse acompañado de un joven a quien decían El Licenciado de Yucatán, que este lo conduciría con bastante cuidado al pueblo de la Concepción, donde lo haría cura y mayordomo, o síndico de la cofradía de la Virgen. ___________________________________________________________________________
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—Agradezco mucho sus buenos propósitos, general —le contestó Fray Pedro— pero le suplico que no me obligue a abrazar ninguno de estos destinos… —Puedo dejarle, si prefiere, —lo interrumpió el señor Morelos— al padre Fuentes para que le ayude aquí mismo, en Acapulco, y remitimos a otro a La Concepción; es más, deseo que me acompañe en el ejército, pues me propongo, después de atacar Tepecoacuilco avanzar Puebla y en seguida avanzar a México en donde tengo muchos adeptos, y entonces ya veremos dónde lo acomodo con el favor de mis amigos del Coro; lo que yo quiero, Padre, es que no me tenga recelo, no quiero que pase malos momentos y que viva en todas partes lleno de sustos a cada momento. —Está bien, general, lo pensaré y le daré mi respuesta. —Pero vamos, Padre, no ponga esa cara, acompáñeme a comer, si gusta… Después de comer, continuó la conversación entre el Padre Ramírez y su excelencia, quien le decía: —En México han adoptado ya el plan de insurrección todos los que la rehusaron antes, pero desde el principio hemos tenido nuestros protectores, todos hombres de nervio; por ejemplo, el conde de Santiago ha puesto a nuestra disposición las pose-siones de tierras que tiene en el Aguacatillo para que las sembremos y arrendemos a beneficio de la América y sostener de ese modo a toda esa gente que vive en ellas y extender los beneficios a otras partes de la Provincia; otros nos han apoyado con dinero y arbitrios para seguir nuestro sistema de enseñanza a nuestros ___________________________________________________________________
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hermanos indígenas y convertirlos en indivi-duos útiles; finalmente, para la subsistencia de este reino, en el que no tendrán cabida los gachupines que no quieran seguir voluntariamente nuestro partido o que prefieran irse. Hay muchos que piensan que usted no estará dispuesto a seguirme… —Señor general, lo consultaré en mis oraciones y le prometo que mañana le daré una respuesta. Cinco días después de la capitulación del Castillo, se avistaron barcos entrando a la bahía, no se pudo saber de dónde venían, pero por las esperanzas de Rubido, Bobadilla, el Padre Pedro y otros jefes, se intuía que eran procedentes de San Blas, enviados por el Gobernador de Guadalajara, el Señor Cruz. Sabíamos que eso era muy favorable para los europeos; por ello, el Padre Ramírez solicitó al general Morelos permiso para salir en una balandra que estaba anclada en la bahía a ver qué barcos eran aquellos y que entonces sabría de su familia, que era el motivo que pretextaba el Padre Ramírez para embarcarse; pero por más súplicas que le hizo, el general no lo permitió, y le contestó que no, que entrasen ellos si querían, que se les comprarían sus efectos, si los ofrecieran. Al día siguiente el general Morelos se presentó en la fortaleza, hubo reunión con los jefes; para este momento, ya había dispuesto que el general Pedro Irrigaray quedase de gobernador del Castillo. A la reunión se acercó el padre Ramírez para decir al general Morelos: —Señor Morelos, no obstante las ventajas que me ha propuesto si me quedo con Usted, ya estoy resuelto ___________________________________________________________________________
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a ir a México; si usted no me lo concede, viviré siempre quejoso, pues temo quedar mal parado cuando el resto de mis compañeros ya tienen sus pasaportes; no quiero que usted me lo niegue pues tengo cosas que hacer en México. —Mire Padre, a los europeos se les ha dado el paso por un efecto de bondad y con habilitación para el camino y porque no se mezclen con la gente de la América que no necesita de ellos para maldita la cosa, pero sí tenemos necesidad de ministros para su servicio y quiero contar con usted para la Junta que se ha de celebrar en Chilpancingo, de la que quiero nombrarlo un vocal más, si no quiere quedarse en Acapulco. Mucho tiempo tiene usted para conocer México adonde no lleva otros negocios que los de tratar sobre el indio Morelos pues de esto tengo sobrada experiencia. —No quiero molestarlo su excelencia, me niego a aceptarlo, pero antes que eso quiero quedar como su amigo; le aseguro, jamás hablaré mal de usted; al contrario, creo que nos ha tratado muy bien y mi deseo es corresponderle en todo lo que sea y servirle en lo que pueda; por favor, acepte estos humildes obsequios, son seis pañuelos, una bilena de cristal y una manga de dos caras. —Gracias Fray Pedro, por favor, de mi parte acepte ese reloj, que creo usted sabrá apreciar. Yo quería algo mejor para usted, aprecio su negativa, y créame: considero que sigue usted siendo una moneda falsa si se va a México, y de más valor si se queda. De todas maneras, que sea en hora buena si se va, y si usted quiere, sigue en pie mi oferta de recomendarlo con mis amigos que tengo en el Coro, que en algo podrán serle útiles, sobre todo el señor Alcalá, quien se ___________________________________________________________________
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ha significado mucho con los insurgentes; también con “Los Guadalupes”, que son oficiales de mi entera confianza, quienes tienen buenos contactos en la Ciudad de México, ellos también le pueden decir si mis propósitos con usted son de buena voluntad o no. Entregue su inventario de todas las existencias del curato al padre fray Manuel Fuentes quien se quedará en su lugar, y espero que ahora no se excuse para que en la homilía predique un sermón de acción de gracias a la Virgen de Guadalupe por la toma del Castillo, y para que le pida a ella llevarse bien con Vélez, ya todo se ha terminado y lo mejor es que haya paz entre ustedes para que ambos tengan un feliz viaje a la Ciudad de México, pues para ello uní sus pasaportes. Yo he de saber, más adelante, si la Virgen le cumplió o no estos deseos; espero que se quite ya de tantos recelos. —Está bien su excelencia, le agradezco mucho todo lo que ha hecho por mí; sus buenos deseos a mi persona; mi conciencia me dicta que me encomiende a los designios de Dios¸ en quien deposito toda mi confianza; pero no quiero parecer un necio ante usted, créame que si esto me pide, eso haré…63 Cuando el Padre Ramírez se retiró, el general inició la reunión de esa tarde; dijo que era conve-niente emitir un informe a los habitantes de la Provincia y a todo el reino de los sucesos previos a la capitulación del Castillo; debo poner un agregado para su publicación en la gaceta, y es éste, anote usted Lic. Rosáinz: Toma del Castillo de Acapulco.- Estando al concluir la mina para volar el castillo, me acordé por séptima vez de la humanidad y caridad práctica del prójimo. Sabía que en él se encerraban más de diez ___________________________________________________________________________
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inocentes: non delebo propierdecem; quise más bien arriesgar mi tropa que ver la desolación de inocentes y culpados. El 17 en la noche, determiné que el señor mariscal D. Hermenegildo Galeana con una corta división ciñera el sitio por el foso por el lado de Los Hornos a la derecha del castillo, y el siempre valeroso Teniente Coronel D. Felipe González por la izquierda, venciendo éste los grandísimos obstáculos de profundos voladeros que caen al mar, rozando el pie de la muralla y dominado del fusil y la granada que le disparaban en algún número, no obstante la oscuri-dad de la noche; y el Sr. Mariscal la de pasar por Los Hornos, dominado del cañón y de todos los fuegos, sin más muralla que su cuerpo, hasta encontrarse el uno con el otro, sin más novedad que un capitán y un soldado herido de fusil; el enemigo sacó algunos mal heridos. Esta nunca bien alabada acción, aterró tanto 63) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, Nº 175: Informe de Fray Pedro Ramírez sobre las conversaciones con Morelos y otros jefes independientes y de lo ocurrido en su marcha de Acapulco a México.— 11 de noviembre de 1813.
al enemigo, que suspendió su fuego dando indicios de parlamento, que al efecto tenía ya trazado, respondiendo con los artículos de su capitulación a la última intimación que se le hizo. En obsequio de la humanidad se le admitió, con pocas modificaciones… El Señor Mariscal don Hermenegildo Galeana, una vez concertada la capitulación, recibió la orden de pasar al castillo para tomar posesión del cuartel y de los pertrechos que en poder de los vencidos se encontraban y que eran los que a continuación se mencionan: el día 20 entregó el Gobernador las llaves del Castillo, con 407 fusiles habilitados, 50 sables, 35 machetes, 146 lanzas, 50 cajones de pólvora labrada y en granel, 3 alcores surtidos, 80 piezas de artillería calibre de a 4 hasta de a 36, 2 morteros de a 12 pulgadas, banderas, 20,000 ___________________________________________________________________
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balas de dichos cañones y un gran botín de abarrote. Lo que se participa al público para su satisfacción y tributo de gracias al Señor de los Ejércitos por haberse concluido la conquista del sur con toda felicidad. Castillo de Acapulco, agosto 25 de 1813.64 Cuando arribamos a Tepecoacuilco, en el parte de Vélez, al respecto éste escribió: ...de día en día aumentaban mis apuros, hasta que llegó el último preciso y necesario en mis circunstancias; y fue, el que habiéndose desertado el destacamento o avanzada que conservaba en los Hornos y el glacis el día dieciséis de agosto; a la noche subsecuente del diecisiete, me atacó el enemigo con más de seiscientos hombres por la parte que flanqueaba la fortaleza, y hace frente a la marina, punto ventajoso y parapetado para su fusile64) AGN, Operaciones de Guerra, t. 939, ff. 209-12. Copia insurgente, sin firmas ni testificaciones, idéntica a varios ejemplares transcritos por escritores realistas, que figuran en diversos expedientes del Archivo General. (En Lemoine Villicaña, Documento N° 105).
ría, y en donde no podía obrar la artillería del Castillo; habiendo desalojado la nueva avanzada, que a cargo del capitán don Francisco Berdejo, volví a poner esa noche para cubrir puntos tan interesantes que ya me habían desamparado; sus fuegos fueron tan tenaces, que puedo asegurar, sin que peligre la verdad, que pasaron de doce mil cartuchos los que consu-mieron aquella noche, sin más daño por mi parte que la muerte de tres buenos soldados, un sargento vete-rano de la compañía fija, ejemplar en su patriotismo y fidelidad, y un muchacho herido; pérdida que debe reputarse por grande a vista de que sólo contaba en aquella hora en la batería con cuarenta hombres sanos y capaces de defensa; con ellos se les hizo algún daño, no tanto por la artillería como por las granadas de mano que arrojaban sin conocimiento, hombres inexpertos en el ___________________________________________________________________________
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manejo de esta arma, porque el único que la conocía por principios, y era granadero del fijo de Veracruz, fue uno de los muertos esa misma noche; amaneció el dieciocho y acabó de confundirme el ilegal procedimiento de los habitantes del Castillo viendo (con el dolor que se deja entender) el comercio y comunicación que descaradamente y sin reserva, enta-blaron en ambos sexos con el enemigo…65 La rapidez con que se desarrollaban los acontecimientos tenía a su excelencia en un estado de euforia, la fecha para la reunión en Chilpancingo estaba muy cercana y daba a entender que aún no estaba listo; en su correspondencia con don Carlos María de Bustamante le recordaba que necesitaba su presencia en Chilpancingo y a estas fechas no había noticias de él. 65) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 102: Relación de lo ocurrido en la fortaleza de Acapulco desde el 23 de mayo hasta el 20 de agosto que capituló, fechada en Tepecoacuilco el 15 de septiembre, por don Pedro Antonio Vélez.
Revisaba una y otra vez un proyecto de constitución que había recibido con anterioridad del propio Bustamante y en misiva de los últimos días de julio, le decía que por su contenido, denotaba su instrucción vasta en jurisprudencia y que había sido adoptada en lo esencial, por lo que lo emplazaba a estar en Chilpancingo en la fecha establecida y que esperaba su presencia.66 Sin embargo, comentaba que don Ignacio Rayón le había enviado con anterioridad los Elementos Constitucionales, un proyecto de Constitu-ción para que lo revisara y le opinara al respecto. Pero los avatares de la guerra y, sobre todo, los preparativos para avanzar al valle de Oaxaca, retar-daron la contestación; situación que se dio allá por el mes de noviembre cuando el general Morelos le recordaba de la urgencia de nombrar el quinto vocal de la Suprema ___________________________________________________________________
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Junta Gubernativa; pero ahora, el general Morelos contaba ya con un modelo de Consti-tución más depurado al eliminar de ella el nombre de Fernando VII, nombrar a varios protectores naciona-les y definir con cierto formalismo al encargado del poder ejecutivo. Parece que a don Ignacio no le gustaron mucho las enmiendas aplicadas por el general Morelos, y sus misivas se fueron retrasando, tanto, que ahora el general Morelos lo apuraba con las opiniones de don Ignacio respecto a la última carta enviada desde Acapulco, en la que le decía: “Por los últimos de V.E. de 20 y 23 del próximo pasado julio, veo que, reasumiendo en sí todos los poderes con el pretexto de salvar a la patria, quiere que ésta perezca, pues mirándola peligrar trata de atar las manos a todo ciudadano para que no ponga el remedio conveniente, ni aun provisional, como hasta aquí lo llevamos con la Junta Instalada en Zitácuaro, ni V. E. 66) Genaro García, op. Cit., p. 31. Documento 98, en Lemoine Villicaña.
lo pone a tiempo por guardar puntos de preferencia particular de su persona. En esta atención y en la de que no trato de asuntos peculiares míos, sino de los generales de la Nación, autorizado por ella, a ella sería yo responsable si suspendiera un instante su salvación por agradar a V. E., quien puede recobrar de la Nación misma los derechos que figuran usur-pados. De estas verdades resulta temerario el juicio que V.E. ha formado injustamente, imputándome la abrogación de su autoridad valido de la prepotencia de bayonetas quod ábsit, porque éstas las hace desaparecer un revés de fortuna y, por lo mismo, jamás se me ha llenado la cabeza de viento. La junta se ha de verificar en Chilpancingo, Dios mediante, en el siguiente mes, y en el modo posible, pues se ha convocado para ella cuatro meses antes. Por este hecho, ni V. E. queda desairado, ___________________________________________________________________________
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ni la patria perece, que es blanco de todo, ni la expresada Junta carecerá de legitimidad, ni menos será la mofa de nuestros antagonistas, como V. E. asienta en el citado de 20; y sí lo sería, no menos que grande absurdo, aguardar otro año, cuando ya no tengamos un pueblo libre del enemigo en qué celebrarla… Ya hemos visto que el enemigo se ha valido de la ocasión para nuestra ruina. Luego que V. E. resolvió atacar y destruir a nuestros compañeros, los señores Liceaga y Berdusco, se decidió a las derrotas de Salvatierra, Tlalpujagua y la de Villagrán; porque consideré que V. E. no podía ser auxiliado por unos compañeros a quienes perse-guía, y en cuyo empeño divagó la fuerza de Tlalpuja-gua. ¿Y será justo y puesto en razón que se deje la patria peligrar en medio de estas convulsiones y no se tome providencia, sólo porque a V. E. no se le usurpen esos decantados derechos? Ni a mí ni a ninguno le cabe en el juicio semejante cosa. Supongamos por un instante que a V. E. le ha sido todo lícito, conce-diéndole hasta el derecho a la corona ¿pero si en las actuales circunstancias V. E. aún no quiere o más bien no puede libertar a la patria, le hemos de juzgar tan tirano y tan injusto que por solo su capricho no ha de llevar a bien el que otro la libere? De ningún modo, porque eso sería ignominia para V. E. y en creerlo se le haría poco favor. No perdamos arbitrio para liber-tar a nuestra común madre, que los derechos de V. E. quedan a salvo; de otra suerte será hacer V. E. mismo ilegítimo el poder que reside en su persona, pues no puede ser legítimo el que reducido a fines personales impide los medios de que la patria se haga indepen-diente. Yo soy enemigo de fungir y estaré contento con cualquier destino en que sea útil a la religión y al suelo de mis hermanos. No pretendo la presidencia; mis funciones cesarán, establecida la Junta y me tendré por muy honrado con el epíteto de ___________________________________________________________________
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humilde Siervo de la Nación. Omito repetir a V. E. lo que le dije desde Tehuacán, pero sí le repito que en obvio de disturbios haré lo que Abraham con su sobrino, que es marchar al viento opuesto, sin que por esto se desenlace la unión del sistema. No me dejaré ultrajar de nadie, pero no seré injusto invasor de mis conciu-dadanos…67 Otro proyecto de constitución me tocó verlo con Fray Vicente Santa María, quién según Don Ignacio Rayón lo había enviado con tal proyecto para que lo revisase el señor Morelos, pero por las conversaciones que sostuve con Fray Vicente, éste me dio a entender que vino a ver al general por voluntad propia: —Joven Pablo, estoy sorprendido por los avances de ustedes en esta región suriana, el control que han 67) Hernández y Dávalos, op., cit., t., v., pp. 148-9, (Documento 101 en Lemoine Villicaña).
tenido sobre las ciudades más importantes como Chilpancingo, Tixtla, Chilapa; los logros bélicos que obtuvieron en Cuautla y Tehuacán, pero sobre todo, el haber conquistado y sostenido la región de la Antequera; tienen ustedes a un gran estratega en la figura del general José María; pero lo que más me sorpren- de son sus conceptos en lo que se refiere a la libertad, a la justicia; la libertad, me ha dicho, es un don innato del individuo; la esclavitud, en cambio, es un mal que debemos erradicar; es un gran acierto el haber erigido una provincia independiente de toda jurisdicción española y dotarla de leyes, de asiento de los ejércitos, de aplicación de justicia y de adminis-tración económica; la emisión de moneda nacional de cobre garantizada hasta ahora no por reservas de metales preciosos sino por la fuerza de las armas; devolverle al indígena sus derechos ancestrales, sobre todo las ___________________________________________________________________________
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tierras usurpadas hace siglos por los espa-ñoles; la idea de reglamentar las alcabalas y los estancos de tabaco, el control del cultivo y así lograr ingresos para sostener la revolución; pero lo más importante, joven Pablo, es haber concebido una junta gubernativa, transformarla en un congreso y estable-cer una constitución que nos rija para siempre, que nos haga libres para siempre, a través de esa reunión que yo considero la más importante que llegásemos a tener, la de Chilpancingo. Que el general Morelos está programando, Dios mediante, para el mes que entra. —Así es fray Vicente, yo he observado muy inquieto al general, a tal grado que ha puesto más empeño, según mi parecer, en las cuestiones del congreso que en las militares. Posterior a esta conversación con Fray Vicente, éste cayó enfermo; un clima hostil como el nuestro hizo estragos en su humanidad; él venía desde Ario, de la provincia michoacana, con un temperamento más benigno. El general Morelos, no sólo le había tomado mucho cariño durante su estancia en el puerto sino que pensaba llevárselo de auxiliar a la Ciudad de Chilpancingo; por ello, extremó cuidados y solicitó que se multiplicaran las atenciones médicas; pero todo fue inútil, el día veintitrés le escribía a don Carlos María de Bustamante: siento mucho que los achaques de V. S. no le permitan venir a Chil-pancingo, donde su literatura pudiese acelerarnos el tiempo y dar alguna ilustración a los puntos que allí deben tocarse. El R. P. Santa María peregrinó desde Ario hasta este puerto con el deseo de influir en cuanto estuviese de su parte a beneficio de la patria; pero su avanzada edad, su quebrantada salud y el temperamento maligno le quitaron la vida en la madrugada de ayer, con ___________________________________________________________________
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sentimiento mío y de cuantos conocieron la sanidad de sus intenciones.68 Sin darse tregua, el general reunió a los jefes para hacerles saber de la urgencia de que se llevase a cabo el Congreso y recalcar a los habitantes de la Provincia la importancia de la junta de Chilpancingo; por lo que dictó a Rosáinz una proclama, dando indicaciones, incluyéndome a mí, de que se tomaran la medidas necesarias para su inmediata distribución; proclama que entre otros puntos, destacaba: Agobiada (la Junta Soberana) con la inmensidad de atenciones a que debe dedicarse, se haya enervada para poder desempeñar todos y cada uno de los grandes objetos a que debían consagrarse sus tareas. Persuadido el reino todo de esta verdad, ha exigido de mí, con instancia repetida, la instalación de nuevo Congreso 68) Genaro García, op., cit., pp., (Documento 104 en Lemoine Villicaña).
en el que, no obstante ser más amplio por componerse de mayor número de vocales, no estén unidas las altas atribuciones de la soberanía. Por tanto, debiendo acceder a sus ruegos, he convocado a todas las provincias de las que tenemos ocupados algunos pueblos, designando el de Chilpancingo y todo el mes de septiembre próximo para la celebración de un acto, no menos útil que solemne y memorable. Una de las prerrogativas más propias de la soberanía, es el poder ejecutivo o mando de las armas en toda su extensión. El sujeto en quien éste recayere, debe ser de la confianza de toda o la mayor parte de la Nación y miembros principales de los que generosamente se han alistado en las banderas de la libertad; y para que su elección se haga patente a los señores diputados del nuevo Congreso, y para su medio a la Nación entera, votarán por escrito de coroneles para arriba, cuantos ___________________________________________________________________________
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estén al servicio de las armas, de los cuatro generales conocidos hasta ahora, el que juzguen más idóneo y capaz de dar completo lleno al pesado y delicado cargo que va a ponerse en sus manos; remitiendo sus sufragios a esta Capitanía General para presentarlos unidos con los de los electores que por cada parroquia han de concurrir, a los señores diputados, de cuya pluralidad de votos resultará legítimamente electo el Generalísimo de las Armas y asentado el Poder Ejecutivo, atributo de la soberanía, partido de los demás en el Ejército, enlazado con ellos en el objeto del fin primario.69 Los esfuerzos del general empezaban a tener eco, la Provincia en pleno daba visos de reanimación; los humildes votantes, habituados durante siglos a vivir 69) AGN, Virreyes (Calleja), t., 268-C, f. 117. Proclama expedida por Morelos e impresa en Acapulco. (en Lemoine Villicaña, documento 103).
bajo la opresión española, sujetos a malos tratos, sin un oficio más que la servidumbre, despertaron de pronto ante una realidad que nunca hubieran imaginado: el rescate de su libre albedrío.70 Los conceptos de que la América es libre e independiente de España y de toda otra nación y que la religión católica sea la única sin tolerancia de otra, eran términos entendibles y anhelados; pero de que la soberanía dimana inmediatamente del pueblo, el que sólo quiere depositarla en el Supremo Congreso Nacional Americano, compuesto de representantes de las provincias en igualdad de números, era un término con el que no estaban familiarizados; el último sí, como que ellos mismos los eligieron con su voto; pero nadie nunca antes que el señor Morelos, les había hablado de los Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, de su división entre sí y de su unión para fortalecer una ___________________________________________________________________
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patria nueva como su real garantía de defender la libertad que en breve estarían disfrutando y esta patria no sería del todo libre mientras no se reformase un gobierno donde no haya tiranos y desterrar a los gachupines que los habían explotado desde hacía más de tres siglos, y era aún más difícil para ellos entender que de una vez por todas ya no serían esclavos de nadie, que a partir de ahora seríamos todos iguales y sólo se distinguirá a uno del otro por su apego al vicio o su preferencia a la virtud; era imposible creer que se iba a moderar la opulencia, que ya no existirían indigentes, que recibirían más dinero por jornal, que iban a dejar de ser ignorantes y que se exterminaría la rapiña y el hurto…
70) Morelos, su vida revolucionaria a través de sus escritos y de otros testimonios de la época. Lemoine Villicaña. Publicaciones de la Coordinación de Humanidades. UNAM. México, 1965.
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Tomado de Costumes Civils, militaires et réligieus du Mexique. Dessinés d’aprés nature. Claudio Linati, 1828. (Morelos, su vida revolucionaria a través de sus escritos y de otros testimonios de la época. Lemoine Villicaña. Publicaciones de la Coordinación de Humanidades. UNAM. México, 1965).
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VI El Congreso
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l 31 de agosto de 1813 partimos a Chilpancingo. En todas las provincias se quedaban los jefes. No era una reunión de militares, sino una de hombres sabios, ilustrados en jurisprudencia. Yo formaba parte de la escolta del señor Morelos, y por ello, mi tío Hermenegildo, no sólo me dio instruc-ciones de partir sino que me encomendó al general: —Pablo, independientemente de lo que se lleve a cabo en el Congreso, no te separes del general Morelos; observa a la gente que se acerque a él; si hay un estrado o una mesa de diputados, permanece detrás de él lo más cercano a su persona; mantén alerta a toda tu gente, sobre todo en los tumultos. —Sí tío, —le contesté— pierda usted cuidado, que así lo haré. Cuando llegamos a Chilpancingo, me invadió un sentimiento que no puedo dejar de describir, no sé si fue la nostalgia por la falta de mi padre, si los sacrificios que hasta ahora habíamos experimentado por la crueldades de la guerra o el estar cerca de la meta que nos habíamos trazado desde que salimos de Los Arenales, es decir, la lucha por nuestra libertad; se estaba operando dentro de mí el sentimiento de un extraordinario cambio: la muerte definitiva de la Nueva España y el nacimiento de un estado mexi-cano, ___________________________________________________________________________
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regido por mexicanos… y la emoción de que yo formara parte de ese cambio. Una algarabía indescriptible nos recibió de pronto y me sacó de mis cavilaciones: arcos triunfales, ramadas de oloroso pino, lluvias de flores, vítores, músicas, aplausos y una concurrencia abigarrada y emocionada, fue el espectáculo que presenciamos los que acompañábamos al general Morelos a su arribo a la flamante aunque rústica Nueva Ciudad.71 Chilpancingo se vistió de fiesta y la alegría lo inundó. Los festejos fueron organizados en serie. Las campanas de su iglesia echaron a vuelo; bandas de música tocaban notas bullangueras; los cohetes estallaban en las diáfanas alturas; alegres niños corrían en busca de la feria; los jóvenes lucían sus mejores atuendos, y los hombres maduros salían a las inmediaciones para defender a los habitantes en caso que el enemigo se presentara.72 Una visión completamente diferente de la de Fray Pedro Ramírez, descrita con rencor de capitulado, cuando con la comitiva de los españoles que llevaban pasaporte a México, cruzaron por Chilpancingo: “cerca del pueblo se le formó a Morelos, presentándole las armas, una compañía de las mismas que estuvieron en Acapulco, bien indecente toda ella; y en el pueblo un trozo de granaderos uniformados y otro de infantería, que serían por todos como sesenta hombres, que decían eran de la división de Matamoros; entre estos habían bastantes hombres blancos. El pueblo estaba con tres trincheras en las 71) Morelos, su vida revolucionaria a través de sus escritos y de otros testimonios de la época. Lemoine Villicaña. Publicaciones de la Coordinación de Humanidades. UNAM. México, 1965. 72) Memoria del 1er. Encuentro de Cronistas: “Independencia y Revolución en el Estado de Guerrero.” Ponencia “El contexto histórico y la trascendencia de Los Sentimientos de la Nación”.- Jaime Salazar Adame.___________________________________________________________________
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bocacalles, todas de madera y sin cañones; en la torre sí los había y estaba bien fortificada…”73 Contraria, por cierto, a la que observó el Gobernador Vélez, en su derrotero hacia Mezcala: “…encontré fortificados los pueblos de Chilpancingo y Mezcala; en el primero, a pesar de que sólo permanecí de tres a cuatro horas, observé que había una reunión como de ochocientos hombres y entre ellos los caudillos Morelos, Verduzco, los dos Bravos, Ayala y otra multitud de oficiales de diversos grados, y los que aún esperaban como diputados de provincias, para celebrar allí, según oí decir, una junta o Congreso para instalar el gobierno y soberanía de sus ridículas maquinaciones; en ese mismo pueblo tienen cerradas y entroneradas todas las bocas calles del círculo de la plaza; oí hacer salva a dos cañones con motivo de la entrada de Morelos pero no vi su colocación; advertí de paso que tienen fortificada la torre de la iglesia…”74 A partir de este momento entramos en un torbellino de actividades sin darnos tregua alguna, el general Morelos, el secretario Rosáinz, los escribanos, los diputados, mis soldados escoltas del general. El señor Morelos iba de un lado a otro y nosotros detrás de él: a preparar la asamblea, a dictar acuerdos, a corregir el discurso que le escribió don Carlos María, atendiendo audiencias, cumpliendo sus órdenes, atendiendo las peticiones que le hacían…
73) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, Nº 175: Informe de Fray Pedro Ramírez sobre las conversaciones con Morelos y otros jefes independientes y de lo ocurrido en su marcha de Acapulco a México.— 11 de noviembre de 1813. 74) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 106: Declaración del comandante de la fortaleza don Pedro Antonio Vélez.13 de septiembre de 1813. ___________________________________________________________________________
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En una casa aledaña a la iglesia de Santa María de La Asunción, el general Morelos estableció discretamente un pequeño refugio, si así puede llamarse, donde por pequeños momentos se apartaba de la euforia callejera y de los preparativos del Congreso. A su llamado me presenté de inmediato al interior del recinto, lo encontré recostado en un catre y pensé que dormitaba, pero no, porque de pronto se apretaba las sienes con las manos, luego tomó una pañoleta, le dio vuelta en su cabeza y la apretaba con mucha fuerza, cuando se percató de mi presencia: —Coronel Pablo Galeana. —Sí señor. —Consígame de inmediato un té de hojas de naranjo, tengo la jaqueca, ya sabe usted… —En seguida, señor. El maremágnum tenía al general con un dolor de cabeza continuo. Aun así, no paraba de atender a la gente, a los diputados, la colocación de los congresistas al interior de la iglesia de Santa Ma. de La Asunción… Cuando salí en busca del té de hojas de naranjo, me di cuenta de la magnitud de la empresa que se ocupaba de dar de comer a tantísima gente. Ahí conocí a las señoras María de Jesús y Antonia Nava; esta última me auxilió con un té diferente del que me había pedido el general: —Éste le va a caer mejor —me dijo— es de toronjil. Ya verás cómo se sentirá mejor. Ellas también estaban en su propia euforia: mataron unas reses y en ollas grandes guisaron el caldo que comió la tropa y la gente del pueblo, que para ___________________________________________________________________
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las circunstancias tan precarias por las que atravesaban, tanto los chilpancinguenses como los insurgentes, fue un verdadero banquete, a pesar del rumor de que el caldo estaba envenenado, pero con el uso de una cuchara de plata se demostró que todo era una falsa alarma.75 Me acordé de las indicaciones de mi tío Hermenegildo, de todos los cuidados y precauciones que debería tomar en torno a la humanidad del general Morelos. A partir de esta experiencia agudicé mis observaciones. No obstante la algazara, los acontecimientos se suscitaron como el general los había planeado: Primero el Reglamento, que no era otro que un preámbulo al congreso en el que a través de 59 puntos en que el general Morelos explicaba qué y cómo debería llevarse a cabo la instalación, el funciona-miento y las atribuciones del Congreso, expedido con fecha 11 de septiembre de 1813; y segundo, una especie de preapertura del Congreso, para el día trece, con la elección del Doctor José Manuel de Herrera como diputado por la Provincia de Teypan, que aún estaba pendiente. El 14 fue el ansiado día de la solemne inauguración con el discurso del señor Morelos con algunos cambios que de último momento le hizo al original de puño y letra de don Carlos María de Bustamante: en el antepenúltimo párrafo susti-tuyó la palabra “fracmasonismo” por “fanatismo” y la fecha “8 de septiembre” por “14 de septiembre”; y en el último párrafo el cambio era más radical, pues la frase de Bustamante “Señor, vamos a restablecer el Imperio Mexicano; vamos a preparar el asiento que debe ocupar nuestro desgraciado príncipe Fernando 75) Memoria del 1er. Encuentro de Cronistas: “Independencia y Revolución en el Estado de Guerrero.” Ponencia “El contexto histórico y la trascendencia de Los Sentimientos de la Nación”.- Jaime Salazar Adame. ___________________________________________________________________________
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7°, recobrado que sea del cautiverio en que gime”, fue tachada por el general, y corrigió: “Señor, vamos a restablecer el Imperio Mexicano, mejorando el gobierno”. Con tal enmienda, el señor Morelos daba un paso de gigante en la marcha política del movi-miento insurgente; pero no sólo eso, era el nacimiento de una nación libre. En este mismo día la lectura de los Sentimientos de La Nación, por el Lic. Juan Nepomuceno Rosáinz y la designación de los demás diputados. El día 15 de septiembre, la elección del señor Morelos como Generalísimo de las fuerzas insurgentes encargado del Poder Ejecutivo:76 “El día 15 de septiembre de 1813 años, se juntaron en la iglesia parroquial de esta ciudad, el Soberano Congreso Nacional, con su presidente, el Sr. Capitán General Dr. D. José Sixto Berdusco, que momentoneamente se señaló para el presente acto; el Excmo. Sr. Capitán General D. José María Morelos; el Excmo. Sr. Teniente General, D. Manuel Muñiz; el Sr. Vicario General Castrense, Dr. y Prebendado, D. Francisco Lorenzo de Velasco; un número muy considerable de oficiales de los ejércitos de la Nación, y los electores para representante de la Provincia de Teypan, que a la sazón se hallaban aquí. Y habiéndose procedido al nombramiento de un Generalísimo, de los cuatro generales de la Nación, a cuyo cuidado quedase el mando general de las armas y el desempeño de cuantas funciones militares se ofreciesen en el reino, salió electo para el referido empleo de Generalísimo, por uniformidad de sufragios, tanto de los que estuvieron presentes, como de los que por ausencia remitieron sus votos, como consta de los oficios a que me refiero, el Excmo. Sr. Capitán de los Ejércitos 76) Morelos, su vida revolucionaria a través de sus escritos y de otros testimonios de la época. Lemoine Villicaña. Publicaciones de la Coordinación de Humanidades. UNAM. México, 1965. ___________________________________________________________________
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Americanos, D. José María Morelos. Se aprobó por el Congreso el nombramiento y en su consecuencia previno al Excmo. Sr. elegido que otorgase el juramento correspondiente. S. E., entonces por un movimiento de natural moderación y humildad, después de haber dado a la concurrencia gracias muy cumplidas por tan señalado favor, hizo dimisión del cargo con las protestas más sencillas de que era superior a sus fuerzas y de que no se juzgaba capaz de desempeñarlo como era necesario. El Sr. Presidente repuso en el momento que tal demostración dimanaba seguramente de su suma humildad, y no porque en la realidad fuese inepto para llenar los cargos del destino, por lo cual le suplicaba lo aceptase, como que este era el deseo de los pueblos. Dijo después el Excmo. Sr. Quintana, que el Congreso no podía en lo pronto determinar si se le admitía o no la renuncia hecha por el Excmo. Sr. Morelos, que era preciso tomarse algún tiempo para deliberar sobre el asunto… Y no habiendo quien le iguale entre los conocidos jefes de tan necesarias prendas, y fundado en la misma aclamación general, tan conforme a los sentimientos del Congreso, que en su debate con el pueblo ha tenido mil motivos de regocijo, decreta que la renuncia interpuesta por Excmo. Sr. Capitán General D. José Ma. Morelos, no es admisible ni puede diferirse por más tiempo la posesión que pide el pueblo, por lo que el Supremo Congreso, en uso de sus facultades soberanas, lo compele a la pronta admisión del empleo y reconoce en él el primer jefe militar en quien deposita el ramo ejecutivo de la administración pública, reservándose el Congreso dictar el trata-miento que ha de darse a este dignísimo jefe…77 El 18 de septiembre el general Morelos anunciaba a los 77) Ms. Cárdenas, pp., 59-64. Original, con las rúbricas de los signatarios. (Documento 112, en Lemoine Villicaña). ___________________________________________________________________________
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pueblos el nombramiento que el Congreso acababa de otorgarle: “Jefes militares de Teipan, Oaxaca, México, Puebla, Veracruz y Tlascala: sabed que en Junta General celebrada en 15 de septiembre corriente, por Voto Universal de la oficialidad de Plana Mayor y demás vecinos de mayor número de provincias, ha recaído en mí el cargo de Generalísimo de las Armas de Reino y la autoridad del Supremo Poder Ejecutivo. Y aunque en el instante sentí grabados mis hombros débiles por el peso enormísimo que recayó sobre mí, e hice por lo mismo dimisión de este gran distintivo con que la Nación me honraba ante el Supremo Congreso, como representante de su Soberanía, queriendo sólo denominarme Siervo y Esclavo de mi patria; pero no habiendo sido admitida esta renuncia, me he visto en la precisión de aceptar gustoso, por continuar con más ardor mis servicios a la Religión y a la Partria.”78 El 5 de octubre se promulgaba un nuevo decreto de abolición de la esclavitud y, por fin, el 6 de noviembre se expedía la Declaración de Independencia…79 A partir de este momento, el Congreso, se preocupó porque cada rincón del reino tuviera un representante en su asamblea, todo se convirtió en tarea política y legislativa, los diputados se incrementaron a dieciséis y el doctor Liceaga asumió la presidencia del Congreso; y mientras éste se quedaba trabajando en Chilpancingo, el general Morelos preparaba su siguiente campaña: la toma de la Ciudad de Valladolid. Entonces partí a Tepecoacuilco, a esperar las tropas que se habían quedado en Acapulco, al mando de mi tío Hermenegildo; más tarde se unirían las tropas de don Mariano Mata-moros y las de don Nicolás Bravo. 78) y 79) AGN, Virreyes (Calleja), t. 268-C, f. 118. Testimonio insurgente llegado a las manos del virrey… (Documento 114 en L. Villicaña). ___________________________________________________________________
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Cuando partía con mi gente a esta nueva aventura, resonaban en mi mente las palabras del general, pronunciadas en la iglesia de Santa María de la Asunción: “Señor. Nuestros enemigos se han empeñado en ocultarnos ciertas verdades que nosotros no ignorábamos, como que la soberanía reside esencialmente en los pueblos… Este pueblo oprimido semejante con mucho al de Israel, trabajado por Saraon, cansado de sufrir, elevó sus manos al cielo, hizo oír sus clamores ante el solio del eterno y, compadecido éste de sus desgracias, abrió su boca y decretó ante la corte de los serafines, que el Anáhuac fuese libre… Señor. Tal es la idea que me presenta V. M., cuando le contemplo en actitud honrosa de destruir a sus enemigos y arrojarlos hasta los mares de la Bética. Pero ¡ah! La libertad, ese don precioso del cielo, este patrimonio cuya adquisición y conservación no se consigue sino a merced de la sangre y de los más costosos sacrificios, cuyo precio está en razón del trabajo que cuesta su recobro, ha vestido a nuestros padres, hijos, hermanos y amigos de duelo y amargura… ¿Quién no registra entre el polvo y ceniza de nuestros campos de batalla la de algún padre deudo o amigo? ¿Quién el que en la soledad de la noche no ve su cara imagen y oye los heridos gritos con que clama por la venganza de sus asesinos? ¡Manes de las Cruces, de Aculco, Guanajuato y Calderón, Zitácuaro y Cuautla, unidos con los de Hidalgo y Allende! Vosotros sois testigos de nuestro llanto. Vosotros, digo, que sin duda presidís esta augusta asamblea, meciéndoos en derredor de ella, recibid el más solemne voto que a presencia hacemos este día, de morir o salvar a la Patria. ¡Morir o salvar a la Patria!... V. M. es esta águila tan majestuosa como terrible, que abre en este día sus alas para colocarnos bajo de ellas y desafiar ___________________________________________________________________________
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desde este sagrado asilo a la rapacidad de ese león orgulloso… Las plumas que nos cobijan serán las leyes protectoras de nuestra seguridad, sus garras terribles los ejércitos ordena-dos, sus ojos perspicaces la sabiduría profunda de V. M. que todo lo penetre y anticipe. ¡Día grande, día fausto, venturoso día en que el sol alumbra con la luz más pura, aun a los más apáticos e indiferentes! ¡Genios de Moctezuma, Cacama, Quautimozin, Xico-tencal y Calzontzin, celebrad en torno de esta augusta asamblea y como celebráis el Mitote en que fuisteis acometidos por la pérfida espada de Alvarado, el fausto momento en que vuestros ilustres hijos se han congregado para vengar vuestros ultrajes y desa-fueros y librarse de las garras de la tiranía y fanatismo que los iba a sorber para siempre! Al 12 de agosto de 1521 sucedió el 14 de septiembre de 1813; en aquél se apretaron las cadenas de nuestra servi-dumbre en México-Tenochtitlan; en éste se rompen para siempre en el venturoso pueblo de Chilpan-cingo… Señor, vamos a restablecer el Imperio Mexicano, mejorando el gobierno; vamos a ser el espectáculo de las naciones cultas que nos observan; vamos, en fin, a ser libres e independientes. Temamos al juicio de una posteridad justa e inexorable que nos espera. Temamos a la Historia que ha de presentar al mundo el cuadro de nuestras acciones… ¡Morir o salvar a la Patria…! —o— Cuando llegamos al campamento, me salieron al paso Pancho y Tino: —¡Joven Pablo! ¡Joven Pablo! ¡Nos vamos a Valladolid…! ___________________________________________________________________
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Bibliografía 1) “Hermenegildo Galeana”. Ubaldo Vargas Martínez. Boletín del Consejo Nacional Técnico de la Educación. México D. F., 1964. 2) AGN, Operaciones de Guerra. T. 939. F 196-7. (En Lemoine Villicaña, Doc. N° 62). 3) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo V, N° 11: Diario de la Expedición del señor Morelos de Oaxaca a Acapulco, del 9 de febrero al 18 de abril (Diario de Rosáinz). 4) Arrebatos carnales.- Francisco Martín Moreno.Editorial Planeta.- José María Morelos, El sacerdote de la libertad.- P. 183. México 2009. 5) AGN. Infidencias. T 108. F 311-4. (En Lemoine Villicaña, Doc. N° 63). 6) AGN, Operaciones de Guerra, t. 914, f. 105. (En Lemoine Villicaña, Doc. N° 49). 7) AGN. Infidencias. T 144, f. 9. (En Lemoine Villicaña, Doc. N° 67). 8) AGN. Operaciones de Guerra, t 939, f 76. (En Lemoine Villicaña, Doc. N° 68). 9) Archivo Hernández y Dávalos, Op. Cit. T. p %. (En Lemoine Villicaña, Doc. N° 69). ___________________________________________________________________________
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10) AGN. Operaciones de Guerra, t 939, f 224. (En Lemoine Villicaña, doc. Nº 72). 11) AGN. Operaciones de Guerra, t 939, f 64. (En Lemoine Villicaña, Doc. N° 74). 12) Historia de Méjico, capítulo III. 13) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 174: Informe de Fray Pedro Ramírez. 14) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 112, Coordinación Alfredo Ávila y Virginia Guedea: Capitulación del Castillo de San Diego. Febrero a Noviembre de 1813. 15) AGN, Operaciones de Guerra, t. 939, ff. 209-10. (En Lemoine Villicaña, Doc. N° 76). 16) Juan E. Hernández y D. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 113, Coordinación Alfredo Ávila y Virginia Guedea. Capitulación del Castillo de San Diego, Febrero a Noviembre de 1813. 17) AGN, Infidencias, t. 108, f. 309. (En Lemoine Villicaña, Doc. N° 75). 18) AGN, Operaciones de Guerra, t. 939, ff. 198-9. (En Lemoine Villicaña Doc. 77). 19) Informe de Vélez a Calleja. AGN, Virreyes (Calleja), t 268-A, ff. 50-7. (Documento 80, en Lemoine Villicaña). ___________________________________________________________________
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20) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Número 200: En carta particular don José Bobadilla hace una relación de las ocurrencias del sitio y estado de la fortaleza, del 6 de abril al 15 de mayo de 1813. 21) Hernández y Dávalos, Op. Tit. T. IV, P. 925. 22) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Nº 102: Relación de lo ocurrido en la fortaleza de Acapulco, del 23 de mayo al 20 de agosto en que capituló, fechada en Tepecoacuilco el 15 de septiembre por don Pedro Antonio Vélez. 23) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 114: Papeles reservados de Vélez a Morelos. 24) AGN. Indiferente General. Leg. 110, exp. 136-7-9. 1813, 31 de mayo, “Acta de asamblea efectuada en la catedral de Oaxaca…” (En Lemoine Villicaña). 25) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Número 206: Parte a Cruz del comandante del Alcázar de las ocurrencias y estados de la fortaleza.— 4 de agosto de 1813. 26) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Número 205: Noticia de lo desembarcado en la fortaleza. 21 de julio de 1813. ___________________________________________________________________________
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27) Primera Convocatoria de Morelos para la reunión del Congreso en Chilpancingo, el siguiente 8 de septiembre.- Hernández y Dávalos, Op. Cit. t. v. pp. 133-4. (En Lemoine Villicaña). 28) AGN. Infidencias. t. 133, f. 85. Copia insurgente. (En Lemoine Villicaña). 29) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI. Número 174: Informe de Fray Pedro Ramírez de las ocurrencias del sitio de la fortaleza de Acapulco. 30) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 127: Carta de Patiño pidiendo su equipaje.— 12 de agosto de 1813. 31) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 126: Carta a Vélez para que se llamé a Mangoy.— 14 de agosto de 1813. 32) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 122: Vélez remite a Morelos apuntes para la capitulación.— 18 de agosto de 1813. 33) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 121: Capitulación propuesta por Vélez.— 18 de agosto de 1813. ___________________________________________________________________
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34) AGN. Operaciones de Guerra, t. 939. ff. 209-12. Copia insurgente, sin firmas ni testificaciones, idéntica a varios ejemplares transcritos por escribanos realistas, que figuran en diversos expedientes del Archivo General. (En Lemoine Villicaña). 35) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 123: Vélez a Morelos le pide acceda a las reflexiones que le hace.— 19 de agosto de 1813. 36) Historia de México.- Carlos María de Bustamante.Expedición de Morelos a Acapulco.- Cap. VIII. 37) Historia de México.- Carlos María de Bustamante.- Expedición de Morelos a Acapulco.- Cap. VIII. 38) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 104: Inventario de la artillería, armamentos y útiles existentes en el castillo al rendirse. 31de agosto de 1813. 39) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 101: Lista de los individuos a quienes se concedió pasaporte en Acapulco. Tepecoacuilco, septiembre trece de mil ochocientos trece.— Vélez. 40) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 100: ___________________________________________________________________________
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Pasaporte de Morelos a los jefes capitulados en Acapulco 27 de agosto de 1813. 41) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, Nº 175: Informe de Fray Pedro Ramírez sobre las conversaciones con Morelos y otros jefes independientes y de lo ocurrido en su marcha de Acapulco a México.— 11 de noviembre de 1813. 42) AGN, Operaciones de Guerra, t. 939, ff. 209-12. Copia insurgente, sin firmas ni testificaciones, idéntica a varios ejemplares transcritos por escritores realistas, que figuran en diversos expedientes del Archivo General. (En Lemoine Villicaña, Documento N° 105). 43) Genaro García, op. Cit., p. 31. Documento 98, (en Lemoine Villicaña). 44) Hernández y Dávalos, op., cit., t., v., pp. 148-9, (Documento 101 en Lemoine Villicaña). 45) Genaro García, op., cit., pp., (Documento 104 en Lemoine Villicaña). 46) AGN, Virreyes (Calleja), t., 268-C, f. 117. Proclama expedida por Morelos e impresa en Acapulco. (En Lemoine Villicaña, documento 103). 47) Morelos, su vida revolucionaria a través de sus escritos y de otros testimonios de la época. Lemoine Villicaña. Publicaciones de la Coordina-ción de Humanidades. UNAM. México, 1965. 48) Memoria del 1er. Encuentro de Cronistas: “Independencia y Revolución en el Estado de ___________________________________________________________________
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Guerrero.” Ponencia “El contexto histórico y la trascendencia de Los Sentimientos de la Nación”.Jaime Salazar Adame. 49) Juan E. Hernández y Dávalos. Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México. Tomo VI, N° 106: Declaración del comandante de la fortaleza don Pedro Antonio Vélez.- 13 de septiembre de 1813. 50) Ms. Cárdenas, pp., 59-64. Original, con las rúbricas de los signatarios. (Documento 112, en Lemoine Villicaña). 51) AGN, Virreyes (Calleja), t, 268-C, f, 118. Testimonio insurgente llegado a las manos del virrey… (Documento 114 en Lemoine Villicaña).
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