Salamandra sorpresa
Escrito por Jennifer Beck Ilustrado por Ian Forss
Contenido Capítulo 1: Día de las mascotas
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Capítulo 2: ¡Qué desastre!
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Capítulo 3: Salamandra desaparecida 16 Capítulo 4: Rescate de mascotas
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Nota de la autora
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Capítulo 1
Día de las mascotas
—Eres precioso —le susurré mientras cepillaba su pelaje reluciente. Quería que Duque se viera en su mejor forma para el día de las mascotas.
Esa mañana no veía el momento de llegar a la escuela. Desde que habíamos recibido
—Todos en la escuela estarán celosos
en clase la noticia sobre el día de las
de mi mascota —le susurré.
mascotas, esperaba con ansias para mostrar a Duque a mis amigos. Mi papá no quería en realidad comprarme un perro, especialmente un labrador. Decía que comían mucho y que a veces se alejaban para buscar comida. Pero seguí pidiéndolo, y al fin papá me dijo que podía tener un perro. Por suerte tenemos un gran patio con suficiente espacio para que un perro pueda correr a gusto. Solo tengo que tener cuidado y mantener el portón cerrado para que Duque no se escape a la carretera. 4
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En el camino a la escuela, me encontré con
—¡Me encantaría! —dijo Isabela, y se inclinó
Isabela cuando salía del edificio de apartamentos
mientras dejaba con cuidado sobre el suelo
donde vive. Es una compañera de mi clase,
una caja de plástico que llevaba.
pero nunca nos vemos fuera de la escuela. Deberían haber visto la cara de Isabela cuando vio a Duque. Estaba realmente entusiasmada.
—Es hermoso —susurró, mientras acariciaba con suavidad la cabeza de Duque. Le dije que cuando Duque fuera mayor, lo
—¡No sabía que tenías un perro! ¿Cómo se
llevaría a exhibiciones, y que seguro ganaría
llama? —me preguntó.
muchos premios.
—Duque. Es un labrador de pura raza. ¿Quieres acariciarlo?
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Y entonces pensé que sería bueno preguntarle a Isabela sobre su mascota. —¿Qué tienes en esa caja? —le pregunté. —Mira —sonrió Isabela—. Lo llamo Sam. Y levantó la tapa. Recostada sobre unas hierbas estaba la criatura más extraña que había visto en mi vida. Era amarilla y negra con grandes ojos y una cola larga. —¡Puaj! —grité, y salté hacia atrás, casi tropezando con la correa de Duque—. ¿Qué es? ¿Una lagartija?
—No, Sam es una salamandra —se rio Isabela—. Lo sacaré de la caja cuando lleguemos a la escuela y así podrás verlo mejor. No sabía qué decir… En realidad no quería tocar a una criatura tan fea. Me alegré cuando llegamos a la escuela y pude dejar a Isabela y mostrar a Duque a mis amigos.
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Capítulo 2
¡Qué desastre!
Al final, el día de las mascotas fue un desastre. Duque se exaltó durante el “gran desfile” y tuvo una pelea con el perro de Andrés Soto. Ese
Después, de regreso en clase, las cosas empeoraron. Todos nos turnamos para hablar de nuestras mascotas. Mientras les contaba a todos sobre el papá de Duque, que era un gran campeón en la Exhibición Nacional de Perros, observé que algunos niños señalaban a Duque y se reían.
desaliñado perrito empezó la pelea, por supuesto, ¡y Andrés me dijo que debía llevar a Duque a tomar clases de obediencia!
Me di la vuelta y vi que tenía mi estuche de lápices en la boca y lo estaba sacudiendo, lo que hizo volar lápices en todas direcciones. Cuando intenté quitárselo, ¡comenzó a correr por todo el salón! ¡Todos se reían! 10
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Cuando la Srta. Flores finalmente calmó a todos, tuve que escuchar al resto de mis compañeros hablar de aburridas mascotas como pájaros y hámsters. Entonces Isabela se puso de pie para hablar de su salamandra. Genial, pensé. ¡Ahora sí que todos se van a aburrir! Pero no fue así. ¡Parecía resultarles interesante su charla! Isabela contó que las salamandras han
—Algunas son más pequeñas que mi dedo
estado en la Tierra desde el tiempo de los
meñique —dijo Isabela, mientras sostenía en
dinosaurios. Tiene unas cuantas de esas
alto su mano—. Otras, como la salamandra
extrañas criaturas y las guarda en su casa
gigante de Japón, pueden pesar lo mismo
en un tanque de vidrio llamado vivero.
que un hombre... pero no tengo una de esas.
(Solamente recuerdo la palabra porque la Srta. Flores la escribió en el tablero.)
Eso hizo reír a todos mis compañeros. Pero era una risa de buen humor; no reían en la forma en que se habían reído de Duque y de mí.
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Isabela continuó, y mostró una foto de
¡Oh, no! ¿Por qué teníamos que oír más sobre
algunas salamandras de México que son
feas lagartijas? Mi Duque era mucho más
especies protegidas. ¡Qué aburrido!
bello e interesante.
—¿Quién querría una de esas como mascota?
Me alegré cuando terminó el día de las
—susurré.
mascotas y pude jugar a la pelota con Duque
Pero los otros niños parecían fascinados.
en nuestro patio. Después, se acurrucó a mi lado mientras miraba mi programa de
—¿Por qué es de ese color blancuzco?
televisión favorito.
—¿Qué son esas cosas rosadas alrededor
¡No se puede hacer eso con una salamandra!
de su cuello? Por fin Isabela terminó de hablar. Pero entonces la Srta. Flores dijo: —Para la clase de ciencias de la semana próxima vamos a estudiar a los anfibios. Isabela, ¿podrías traer algunas de tus salamandras a la escuela? Así todos podrían observarlas, y podrías contarnos aún más sobre ellas.
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Capítulo 3
Salamandra desaparecida
La siguiente semana, el vivero de Isabela se convirtió en el centro de atención. Y ella tuvo oportunidad de darnos otra charla. Le contó a toda la clase sobre los diferentes trucos que han aprendido las salamandras para poder sobrevivir. —Algunas pueden sobrevivir a incendios porque corren a través de llamas —dijo—. Producen un tipo de espuma o mucosidad que protege a su piel del calor. —¡Vaya! —dijeron los niños de la primera fila.
—Y algunas salamandras dejan caer su cola cuando están en peligro —continuó Isabela—. Cuando hacen esto, su cola sigue moviéndose, lo que distrae al depredador y le permite escapar a la salamandra.
—Sí, y cuando la sustancia se seca, se la quitan raspándose con sus patas —explicó Isabela.
—¡Qué bueno! —gritaron Andrés Soto y sus amigos.
—¡Puaj! —dije en voz alta—. ¡Qué asqueroso! —¡Puf! —dije por lo bajo. 16
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Al día siguiente sufrimos una gran conmoción al llegar a la escuela. Nuestro salón de clases había sido asaltado por la noche. Habían robado algunas de nuestras computadoras. No faltaba nada más, pero se había volcado algo de agua del vivero y había plantas y piedras desparramadas por el salón. Era un desastre. Isabela corrió a ver si sus salamandras estaban bien. Notó que faltaba una. —¡Es Sam! —gritó—. ¡No está! Tal vez se ha escondido en alguna parte. ¡Podría morir de hambre! ¡Por favor, ayúdenme a encontrarlo!
La Srta. Flores dijo que todos debíamos ayudar a buscar a Sam. Fue repugnante. Tuvimos que arrastrarnos bajo los escritorios y revisar detrás de los estantes y dentro de los armarios. Todos los alumnos buscamos, pero nadie encontró a Sam. Isabela se veía muy afligida al final del día, cuando llegó la hora de irse a su casa sin él.
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A decir verdad, me sentía un poco culpable. Yo había buscado en el corredor fuera del salón, detrás del bebedero que estaba junto a unos casilleros, y tuve que agacharme para ver detrás. Justo ahí, donde goteaba una tubería, logré ver un rápido movimiento como el golpe de una cola.
Estaba bastante segura de que era Sam, pero no dije nada. Aún me molestaba que Isabela y su tonta salamandra hubieran obtenido toda la atención del día de las mascotas en lugar de Duque y yo. Pensé que ella podía sufrir un poco más. Al día siguiente simularía descubrir a Sam y todos estarían orgullosos de mí. 20
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Capítulo 4
Rescate de mascotas
Giré la cabeza y casi se detuvo mi corazón. Ahí estaba Duque, y corría suelto por la acera de enfrente.
En la mañana, aún me sentía culpable,
Yo había estado de mal humor al salir de
por lo que decidí caminar a la escuela con
casa por la mañana. ¿Habría olvidado cerrar
Isabela. La esperé en la entrada de su
el portón? Nuestro vecino acababa de sacar
edificio de apartamentos.
su bote de basura. Tal vez Duque olfateó algo y salió corriendo del patio.
Cuando la vi, se veía preocupada. Creía que aún estaba triste por Sam, pero entonces de repente ella señaló detrás de mí.
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Miré por la calle. Al final estaba la carretera principal, por donde los camiones pasaban muy rápido. Duque iba directo hacia allá. —¡Duque, regresa! —grité, pero Isabela fue más rápida. Antes de que pudiera moverme, ella cruzó la calle, corrió tras Duque y lo agarró del collar.
¡Duque podía haber muerto! Cuando intenté agradecérselo a Isabela, ella solo se encogió de hombros y le dio un abrazo a Duque. —No quería que perdieras a tu encantadora mascota —dijo. Pueden imaginar cómo me sentí entonces. Yo había sido mala con Isabela y ella acababa de salvar la vida de mi mascota. Rompí a llorar. —Lamento tanto lo de Sam —dije—. Estaba celosa de toda la atención que tenían tú y tus salamandras. Creo que tal vez sé dónde podría estar Sam. Déjame llevar a Duque de regreso a nuestro patio y luego nos vamos para la escuela.
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Como era de esperarse, la pequeña salamandra se ocultaba en el espacio húmedo detrás del bebedero. Isabela no hizo preguntas. Simplemente estaba feliz de hallar a Sam vivo e ileso. Ese día, después de clases, la ayudé a llevar el vivero de regreso a su casa, y desde entonces somos buenas amigas.
En días soleados, sacamos a Duque a dar un paseo juntas, y en días lluviosos a veces voy a casa de Isabela y la ayudo a cuidar a sus salamandras. A veces atrapamos gusanos e insectos para que coman. Ahora creo que las salamandras son criaturas sorprendentes, pero aún no he tocado ninguna en realidad. ¡Me aterra que pudieran dejar caer su cola movediza! 26
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Nota de la autora La idea de tener una salamandra como mascota data de mi primer año como maestra. Un niño de mi curso trajo un ajolote mexicano a la escuela. Nunca había visto una salamandra antes, y allí comencé a aprender un poco sobre ellas. Ahora, al investigar para escribir este cuento, sé mucho más sobre estas criaturas asombrosas y adaptables. Los días de las mascotas en la escuela son divertidos, pero la combinación de niños entusiasmados y una variedad de mascotas también puede ocasionar problemas. Algunos pequeños pueden sentirse celosos si la mascota de otro compañero recibe toda la atención. Sin embargo, las mascotas también ayudan a generar amistades mientras los niños comparten la alegría de cuidar de una mascota. 28