Despegando hacia la lectura: Niveles Q–S (40) Rescate en el mar
Rescate
en el mar
Escrito por Mary-Anne Creasy Ilustrado por Meredith Thomas
okapi educational publishing
D
Rescate en el mar
DESPEGANDO HACIA LA LECTURA
Tipo de texto: Narrativo Nivel: R (40)* Cantidad de palabras: 2,752
Fluido avanzado: Niveles Q–S (40)* Libros asociados
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Fluido avanzado: Niveles T–V (50)* © 2021 EC Licensing Pty Ltd. Este trabajo está protegido por la ley de derechos de autor de los EE. UU., y en virtud de las convenciones internacionales de derechos de autor, se aplica en las jurisdicciones en las que se publica. Todos los derechos reservados. La marca “Despegando hacia la lectura” y el logo de la estrella son una marca registrada de EC Licensing Pty Ltd en los EE. UU. Quienes compren este libro pueden tener ciertos derechos para copiar partes de él según la ley vigente sobre derechos de autor. Los compradores deben realizar las averiguaciones necesarias en la jurisdicción en que lo usarán para determinar si tienen esos derechos y su alcance. Todos los demás derechos reservados.
Desarrollado por Eleanor Curtain Publishing Impreso y encuadernado en China por Colorcraft Ltd, Hong Kong Distribuido en los EE. UU. por Okapi Educational Publishing Inc. Teléfono: 866-652-7436 Fax: 800-481-5499 Correo electrónico: info@myokapi.com www.myokapi.com www.flyingstarttoliteracy.com www.despegando-hacia-la-lectura.com ISBN: 978-1-76107-027-3 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 21 22 23 24 25
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* Los niveles indicados con letras son medidas exclusivas de Okapi y son comparables con los niveles de Lectura Guiada de Fountas and Pinnell. Los valores numéricos que están entre paréntesis están alineados con DRA/EDL. * Los niveles indicados con letras son medidas exclusivas de Okapi y son comparables con los niveles de Lectura Guiada de Fountas and Pinnell. Los valores numéricos que están entre paréntesis están alineados con DRA/EDL.
Rescate en el mar
Escrito por Mary-Anne Creasy Ilustrado por Meredith Thomas
Contenido CapĂtulo 1: Unas vacaciones terribles
4
CapĂtulo 2: ¡Falla del sistema!
10
CapĂtulo 3: ¡SOS, SOS!
16
CapĂtulo 4: El rescate de la guardia costera
24
Nota de la autora
32
CapĂtulo 1
Unas vacaciones terribles Nunca me gustĂł el agua. Aunque soy un buen nadador, la idea de estar en altamar me llena de temor. AsĂ que cuando mamá y papá dijeron que el abuelo nos llevarĂa a Sophie, Peter y a mĂ a navegar una semana, no me gustĂł nada. —¿Me puedo quedar en la casa? —preguntĂ©. —No, lo siento, Joe. Tu mamá y yo tenemos que viajar por trabajo —dijo papá—. El abuelo me llevaba a navegar cuando era pequeño y creo que unas vacaciones en el mar les divertirán. Sophie y Peter estaban emocionados. Peter tenĂa un año y medio más que yo, catorce. Él tenĂa muchas ganas de hacer esnĂłrquel y Sophie querĂa ver una sirena, pero ella tenĂa solo ocho años. Su emociĂłn por el viaje hacĂa que mi angustia se viera peor. —Si sabes que las sirenas no existen —dije, tratando de apagar la alegrĂa de Sophie.
4
En cuanto llegamos al barco del abuelo, el Nimbus, me fui directito a la cabina. Todo estaba bien cuando zarpamos, pero cuando llegamos a mar abierto y cruzamos un canal turbulento, el barco se zangoloteó mientras surcaba las olas. Me asusté. Estaba convencido de que el barco se iba a hundir. Y me mareé con el movimiento de las olas picadas. Subà a cubierta, pálido y temblando.
5
El abuelo navegaba a travĂ©s del agitado mar. Cuando vio mi mala cara se rio. —SĂ, es mejor estar en la cubierta si te sientes mal. AsĂ que tuve que sentarme en el viento y ver el mar, pensando que querĂa estar en mi casa. El abuelo le enseñó a Peter el sistema de navegaciĂłn GPS. —Es mucho mejor que los mapas porque la informaciĂłn se actualiza constantemente. El problema es que si falla el sistema es como navegar a ciegas. Cuando el abuelo dijo eso, me puse aĂşn más nervioso. Cada tanto, sin que nadie me viera, iba a asegurarme de que el GPS todavĂa funcionaba.
6
Pasamos toda la semana navegando. A Sophie y Peter les encantĂł. Se asomaban por los lados del Nimbus mientras cortaba las aguas azul claro. Se tiraban sin miedo al mar para nadar y hacer esnĂłrquel en los arrecifes de coral. Al principio intentaron que me metiera al agua: —¡Vamos, Joe, no tengas miedo! —me gritaban juntos. Pero no quise. El mar parecĂa no tener fondo y estábamos muy lejos de la tierra. Se dieron por vencidos y me dejaron en paz.
7
DespuĂ©s de una semana en el mar, al fin regresábamos a casa. El abuelo dijo que navegarĂamos la ruta rápida. Dijo que tomarĂa solo cinco horas si el viento estaba bien. A las siete en punto estarĂamos en la costa. —Abuelo, Âżpuedo llevar el barco antes de que entremos al canal? —preguntĂł Peter. —Claro —dijo el abuelo. Le enseñó a Peter la ruta en el GPS y cĂłmo navegar. —Lo haces muy bien —dijo el abuelo—. QuĂ©date en la ruta. Voy abajo a ayudar a Joe y a Sophie a empacar.
8
Casi terminábamos de empacar cuando Peter gritĂł: —¡Abuelo! ¡Hay un problema con el GPS! Dice Falla del Sistema. El abuelo tirĂł la mochila que tenĂa en la mano y todos corrimos a la cubierta. La panza se me agitaba de miedo. El abuelo revisĂł los interruptores y los controles, pero definitivamente el GPS no funcionaba.
9
CapĂtulo 2
¡Falla del sistema! —¿Estamos perdidos, abuelo? —preguntĂł Sophie nerviosa. El abuelo le acariciĂł la cabeza. —Claro que no, pequeña. AquĂ tenemos mapas, tenemos la radio. Vamos a estar bien. Le mirĂ© la cara al abuelo, pero se volteĂł muy rápido. ParecĂa preocupado. —Peter, Âżpuedes llamar por radio a la guardia costera y decirles lo que pasa? —preguntĂł el abuelo—. Voy a buscar esos mapas. Peter prendiĂł la radio y apretĂł el botĂłn del micrĂłfono como nos habĂa enseñado el abuelo que debĂamos hacer en una emergencia. No hubo más que estática.
10
El abuelo subió a cubierta cargando unos mapas enrollados. —¿Nada? —preguntó. Peter negó con la cabeza. El abuelo agarró el micrófono, apretó el botón de Llamar y lo intentó de nuevo. Nada. —Seguiremos intentando —dijo. Desenrolló los mapas en la mesa y señaló un punto en uno de ellos. —Creo que estamos por aquà y parece que tenemos un paso libre entre estas dos islas, asà que seguiremos ese curso. Cuando las hayamos pasado, estaremos en camino.
11
Hubo una ráfaga de viento frĂo y las velas se llenaron de aire. El abuelo navegaba el Nimbus mientras corrĂamos rumbo a mar abierto. De pronto, sin previo aviso, el viento cesĂł y soplĂł desde otra direcciĂłn. —¡Agárrense! —gritĂł el abuelo cuando la botavara girĂł hasta el otro lado y el barco se inclinĂł hacia un lado. Nos agarramos fuerte mientras la espuma de las olas nos mojaba la cara.
12
El abuelo y Peter bajaron rápidamente la vela principal. Sin tanta vela que atrapara el viento, el barco bajĂł la velocidad. —Ok, quiero que se pongan la ropa impermeable y los salvavidas. ¡AHORA! Vamos a preparar todo en caso de que el viento empeore —dijo el abuelo, observando las temibles nubes oscuras. CorrĂ al armario donde se guardaban los salvavidas y le di uno a cada uno. Pronto estuvimos calentitos y me sentĂ mucho más seguro con mi salvavidas puesto. —¿No nos va a pasar nada? —le preguntĂ© al abuelo. —Claro que no, vamos a estar bien. Solo hay que pasar esas islas y entraremos al canal profundo. Esta es la parte más peligrosa por el arrecife, por eso aquĂ hay varios naufragios. De pronto hubo un chirrido por debajo de nosotros y sentĂ que el barco se estremecĂa. —¿QuĂ© es ese ruido? —gritĂ©.
13
—Creo que hemos chocado con algo. Voy a nadar bajo el barco para ver —dijo el abuelo. Se puso la máscara de buceo y el esnĂłrquel y luego se quitĂł el salvavidas. Vimos al abuelo desaparecer por un costado, con su máscara de buceo y sus aletas. Sophie comenzĂł a llorar. —Me quiero ir a la casa. Yo tambiĂ©n querĂa estar lejos del Nimbus y sentirme seguro en casa, pero no lo dije para no asustar más a Sophie. —¿QuĂ© pasa si nos hundimos, Peter? —le preguntĂ© bajito para que Sophie no me oyera, pero me oyĂł. —¿Hundirnos? ÂżNos vamos a hundir? Peter apretĂł los labios y me mirĂł. —No, no nos vamos a hundir. Todo está bien. Pero se veĂa nervioso.
14
Por fin el abuelo saliĂł a la superficie y se subiĂł a cubierta. Se veĂa preocupado. —Pues no, niños, malas noticias. La quilla se rompiĂł. —¿La quilla? —preguntĂł Peter—. ÂżEs la cosa esa larga de abajo que hace que el barco no se voltee? —Sip —asintiĂł el abuelo—. Tenemos que prepararnos para abandonar el barco.
15
CapĂtulo 3
¡SOS, SOS! El abuelo nos llamó a su lado. —A ver, quiero que todos se preparen. Por lo pronto, estamos bien, pero si el viento empeora, el Nimbus puede volcarse. Tenemos que subirnos rápido al bote salvavidas, asà que hagan lo que les digo con calma y estaremos bien. Justo entonces, sopló una ráfaga de viento y el barco se empezó a inclinar. Sophie gritó y se tropezó. Se puso a llorar. Peter se estiró y la agarró. El abuelo señaló el frente del barco. —Peter, ve al armario y saca el bote salvavidas. Es la bolsa naranja de plástico que pesa mucho.
16
DespuĂ©s volteĂł hacia Sophie y la abrazĂł. —Sophie, tĂş siĂ©ntate en la cubierta. ÂżVes esta radio? Quiero que presiones el botĂłn y digas “¡Mayday! ¡Mayday!” y esperes. Si alguien contesta, me avisas. Sophie se secĂł las lágrimas de la cara y fingiĂł ser valiente. —Okey —asintiĂł. El abuelo se puso el chaleco y volteĂł hacia mĂ. —Joe, baja y agarra todas las botellas de agua que puedas. ¡Rápido!
17
La cabeza me daba vueltas y el corazĂłn me latĂa con fuerza. BajĂ© a la cabina, agarrĂ© desesperadamente algunas botellas y las llenĂ© de agua. SentĂa un nudo en la garganta. QuerĂa regresar a cubierta, ahĂ abajo no era seguro. ÂżY si el Nimbus comenzaba a hundirse? SentĂa como las olas empujaban el barco mientras abrĂa todos los estantes de la cocina a tropezones buscando una bolsa. EncontrĂ© una bolsa de plástico y metĂ rápido las botellas de agua. El barco se empezĂł a inclinar y yo me arrastrĂ© para subir los escalones. Cuando subĂ a la cubierta, el abuelo tenĂa algo en las manos. ParecĂa una botella de agua con una antena. —¿QuĂ© es eso? —preguntĂ©. —Es una baliza de emergencia —dijo el abuelo—. Manda una señal de nuestra ubicaciĂłn a los satĂ©lites en el espacio. La señal se transmite a la guardia costera. Van a poder ver dĂłnde estamos y mandar ayuda.
18
—¿Cuánto tiempo van a tardar en rescatarnos? ÂżVan a venir enseguida? El abuelo asintiĂł. —Sip, estarán aquĂ enseguida. —PrendiĂł la baliza y se iluminĂł. La puso en un compartimento en el que se podĂa ver y se volviĂł a ayudar a Peter. Una ráfaga de viento hizo que las olas fueran más altas y el barco se inclinĂł aĂşn más. —Okey muchachos, vamos para la parte trasera del barco.
19
El abuelo amarrĂł la bolsa naranja a una argolla de metal en la parte trasera del barco. EchĂł la bolsa al agua y jalĂł la cuerda que pendĂa en el aire. La bolsa se abriĂł de golpe y se llenĂł de aire. En segundos, se convirtiĂł en un pequeño bote salvavidas con una pequeña carpa para cubrirnos. La jalĂł hacia el Nimbus y echĂł la bolsa de botellas de agua adentro. —Ahora, Peter, quiero que pases primero para ayudar a los otros dos. Peter asintiĂł. SaliĂł del barco y cayĂł por la abertura de la carpa. —¡Ay! —gritĂł.
20
—¿Estás bien? —preguntĂł el abuelo. —Sà —dijo Peter—. Es solo que mi brazo chocĂł con las botellas de agua. El mar picado hacĂa que el bote salvavidas golpeara el Nimbus y el abuelo lo empujĂł con el pie. Le gritĂł a Peter: —¡Voy a tener que dejar que el bote salvavidas se aleje un poco! No quiero que se dañe con el barco. Peter lo mirĂł atento, asustado: el abuelo aflojĂł la cuerda un poco y Peter se alejĂł flotando.
21
—Bueno, Joe, sigues tĂş —dijo el abuelo. MirĂ© el agua allá abajo. Estaba picada e imaginĂ© que las olas se estrellaban contra mĂ y me hundĂan. NeguĂ© con la cabeza. —¡No puedo brincar tan lejos! —dije. —No, Joe, vas a tener que nadar —dijo el abuelo—. No está lejos, son solo unas yardas. —Joe, ve por favor. ¡Tengo miedo! —dijo Sophie. Estaba llorando y se abrazaba al abuelo. Me parĂ© en el escalĂłn y el agua me llegĂł a los pies. Supe que no tenĂa opciĂłn. El bote salvavidas no se veĂa tan lejos. —¡Brinca y luego nadas! —gritĂł el abuelo. Contuve la respiraciĂłn y brinquĂ©. Esperaba que la cabeza se me hundiera pero no pasĂł. El chaleco salvavidas me mantuvo fuera del agua y oscilĂ© de arriba abajo unos segundos. Peter se inclinĂł hacia el frente y gritĂł: —¡Nada, Joe, nada!
22
Era difĂcil nadar con el chaleco. Cuando estuve cerca, Peter se agachĂł y estirĂł un brazo para ayudarme. Me desplomĂ© dentro de la balsa, jadeando de miedo. —¡Lo lograste! Ya estás a salvo —dijo Peter mientras me abrazaba fuerte.
23
Me di cuenta de que Peter se estaba agarrando el brazo. —¿QuĂ© pasĂł? ÂżEstás bien? —preguntĂ©. —Nada, solo caĂ mal sobre mi brazo —dijo Peter, pero se estaba sujetando la muñeca y estaba pálido. Antes de que pudiera decir nada, el abuelo gritĂł: —Oigan, voy a jalar el bote salvavidas para que Sophie no tenga que nadar tan lejos. Peter gritĂł: —¡No pasa nada, Sophie! Es fácil, y eres muy buena nadadora. Sophie asintiĂł pero se veĂa asustada. El abuelo empezĂł a revisarse los bolsillos.
24
—Niños, ¡se me olvidĂł la baliza de emergencia! —VolteĂł para mirar a Sophie—. Está bien. No me tardo. EspĂ©renme tantito. El abuelo se trepĂł de nuevo al Nimbus mientras Sophie se agarraba del barandal de metal. El tiempo empeorĂł, el viento era más fuerte y las olas más altas. Una ola enorme se estrellĂł contra un lado del barco. Nosotros veĂamos cĂłmo se inclinaba el barco más sin poder hacer nada. Sophie gritĂł mientras se sumergĂa en el agua.
25
CapĂtulo 4
El rescate de la guardia costera —¡Peter, ayúdame! —gritó Sophie, y comenzó a nadar hacia nosotros torpemente con su chaleco, aunque no se acercaba. —Peter, tienes que ir y ayudarla —dije con urgencia. Peter negó con la cabeza. —No puedo, mi muñeca. Debe estar rota. Vas a tener que ir tú. —Joe, por favor, ¡ayúdame! —gritó Sophie. Me asomé y miré el agua. Estaba picada. Luego vi la carita asustada de Sophie. —Está bien, no te preocupes, ya voy. —Brinqué al agua y nadé hasta Sophie. Las olas chocaban contra nosotros y tuve que escupir el agua. Pero al final, llegamos al bote salvavidas. Ayudé a Sophie a subir y Peter usó su brazo bueno para jalarla.
26
El bote salvavidas seguĂa amarrado al Nimbus y la cuerda se tensĂł de un jalĂłn. Si el barco comenzaba a hundirse, nos iba a sumergir. —¡Tenemos que desamarrar la cuerda! —dijo Peter—. Joe, ¡te toca! NadĂ© de regreso al barco y desamarrĂ© la cuerda. De inmediato, comenzamos a alejarnos. —¡Abuelo! —gritĂ©, pero no hubo respuesta—. ¡Tengo que encontrarlo! —ComencĂ© a nadar hacia la parte trasera del Nimbus. —Joe, ÂżquĂ© haces? —gritĂł Peter—. RegrĂ©sate al bote salvavidas. Podemos dar la vuelta remando.
27
Entonces vimos que el abuelo nadaba hacia nosotros desde el otro lado del barco. —¡AquĂ, abuelo, aquĂ! —le gritamos. El abuelo nos hizo señas con la mano y despacito se fue acercando a nosotros. —Listo, abuelo, te tengo —dije estirándome para agarrar su chaleco salvavidas. —Ya veo, Joe, gracias! —dijo el abuelo cuando lo ayudaba a subir al bote salvavidas.
28
—Iba por la baliza cuando el Nimbus se inclinó y me caà al agua por el otro lado —dijo el abuelo jadeando. Nos abrazó a todos. —¡Lo logramos! Bien hecho, niños. Y entonces me fijé en que la baliza estaba amarrada al chaleco del abuelo. —Abuelo, ¿crees que funcionó? ¿Crees que vendrá pronto la guardia costera? —Seguro que funcionó —dijo el abuelo—. Pero tal vez tengamos que esperar un buen rato. Al menos ya estamos seguros.
29
Pasamos las siguientes horas flotando por ahĂ en el pequeño bote salvavidas, tomando traguitos de las botellas. El viento perdiĂł su fuerza gradualmente y el mar se calmĂł. Las nubes desaparecieron y salieron la luna y las estrellas al oscurecer. Finalmente, un poco despuĂ©s de medianoche, vimos un puntito de luz a lo lejos. Poco a poco fue creciendo y pudimos oĂr el ruido sordo del motor de un barco. TambiĂ©n oĂmos una voz atronadora desde un altavoz. —¡Guardia costera a la tripulaciĂłn del Nimbus, prepárense para el rescate! ¡Nos salvaron!
30
Muy arriba de nosotros, entre las estrellas, habĂa un satĂ©lite que recibiĂł nuestra señal y la mandĂł a la guardia costera para nuestro rescate de emergencia. Esa señal nos salvĂł la vida. Conforme se acercaba el barco de la guardia costera, su enorme reflector brillaba con fuerza ante nuestros ojos. El motor se apagĂł y un miembro de la tripulaciĂłn bajĂł por la escalera y se asomĂł con un palo largo para jalar nuestro bote salvavidas. —Hola, niños, ÂżquiĂ©n quiere bajar primero? —preguntĂł. —¡Ya estamos a salvo, niños! —dijo el abuelo cuando estuvimos en el barco de la guardia costera, y nos abrazĂł a los tres bien fuerte. —¡Estuviste fantástico, Joe, quĂ© valiente! Ya no le tienes miedo al mar, Âżverdad? Le sonreĂ al abuelo y neguĂ© con la cabeza. —No, ni tantito. Y entonces, de pronto, una ola chocĂł contra el barco. Di un bandazo y me quedĂ© sin aliento agarrado al brazo de Peter. —Bueno, tal vez un poquito —admitĂ.
31
Nota de la autora Cuando hice la investigación para este libro, pasé mucho tiempo en Internet viendo videos de gente que vive en yates y navega grandes distancias por todo el mundo. Hay niños que crecen en barcos y aprenden a navegar y a vivir en una pequeña casita en el agua. Se ve divertido, pero a veces debe dar miedo, especialmente si hay una tormenta o si chocan contra algo en el agua. Los niños tienen que aprender qué hacer durante una emergencia porque si algo sale mal, todos tienen que ayudar.
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Rescate en el mar
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