Málaga hoy
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● LUNES, 26 DE NOVIEMBRE DE 2007
Málaga
FOTOGRAFÍAS: VICTORIANO MORENO
Decenas de personas almuerzan en este restaurante a diario.
La presión urbanística puede con La Media Luna El restaurante, con más de 75 años de historia en el centro urbano de Málaga, debe abandonar su local de alquiler porque el propietario quiere remodelar el edificio Nacho Sánchez / MÁLAGA
Aún recuerda Boujemma El Founti lo que fue su infancia en el restaurante que su padre abrió en 1932 en la histórica calle Camas del centro de Málaga. Justo encima, había dos pisos donde vivía toda la familia y, alrededor, un tenebroso universo de prostíbulos, drogadictos o trabajadores portuarios. “Pero nunca tuvimos un problema. Me respetaban y yo los respetaba”, asegura El Founti, que recuerda como la Policía o la Guardia Civil iban de vez en cuando a recabar información a su casa de comidas, “pero no contábamos nada. Cada uno tiene su vida”, añade. El extraño ambiente de aquella calle Camas no fue inconveniente para que legionarios, malagueños, marroquíes, viejos o jóvenes acudieran diariamente a tomar cous-cous a La Media Luna. Lo que sobrevivió durante décadas a enfrentamientos del Gobierno de España con el de Marruecos, a la Guerra Civil o a la Dictadura de Franco, no aguantó la presión urbanística:
el Ayuntamiento planteó hacer un parking bajo el suelo donde se había criado Boujemma. Entonces, en 1997, cuando ya él era el regente del restaurante de su padre, le indemnizaron con cuatro millones de pesetas y le dieron una Vivienda de Protección Oficial. Eso, a cambio de todo lo que había tenido en su vida. Ahora, se enfrenta al segundo proceso ligado con la presión urbanística. Diez años después de abandonar calle Camas y trasladarse a la cercana calle Márquez, vuelve a tener que dejar el local alquilado en el que La Media Luna sirve 10 kilos de cous-cous de media al día. Le ofrecieron 37 millones de pesetas por el inmueble completo, pero el poco dinero recibido por la expropiación se lo impidió y le obligó a pedir un préstamo de 14 millones para reformar el bajo, que sólo pudo alquilar. Ahora, el propietario del edificio –que lo compró en 2002– quiere reformarlo para construir nueve minipisos y un ático, además de bajo comercial. Y el próximo día 11 de diciembre, Boujemma se enfrenta a un juicio por
que no quiere perder. En el restaurante trabajan tres de sus siete hijos, además de él mismo y otros tres empleados fijos. Del negocio dependen muchas familias y buscar un local de dimensiones similares (200 metros cuadrados en total de los que 140 metros pertenecen al salón principal) en el centro histórico es ahora “imposible”. “Los precios son una barbaridad y aquí viene mucha gente a comer. No puedo irme a un sitio pequeño”, explica. Allí es difícil encontrar un hueco en el comedor del restaurante casi cualquier fin de semana. La Media Luna se ha convertido en uno de los puntos de encuentro multicultural del casco histórico Boujemaa El Founti Propietario de La Media Luna
Jóvenes, viejos, árabes, españoles, ricos, pobres... aquí viene todo el mundo”
El personal del local prepara la comida.
desahucio en el que tiene todas las de perder: ya se le cumplió el contrato y el arrendador no quiere ni siquiera oír de alargarlo. “Ni siquiera aunque sea pagando más dinero”, dice el marroquí. Además de la demanda, el regente de La Media Luna afirma que el arrendador no ha parado de enviarle inspecciones de Sanidad o
Empleo para pillarlo “pero aquí está todo correcto”. Incluso la Policía ha ido a comprobar si el tabaco era de contrabando, “pero nada, todo legal”. “También ha terminado echando a los vecinos del bloque. Todos por aquí conocen sus formas”, añade. A pesar de la presión, Boujemma se aferra a una esperanza
malagueño, así como de las pocas referencias que quedan de la comida tradicional a precios populares en una zona en la que proliferan restaurantes de semi-lujo. Allí comparten mesa y té moruno con chubaquias desde una empleada de Zara hasta gente que sólo puede pedir un plato de couscous de verduras de cinco euros porque no tienen más recursos. “Jóvenes, viejos, árabes, españoles, ricos, pobres... aquí viene todo el mundo”, explica el marroquí. Pero parece que por poco tiempo. Si nadie lo impide, La Media Luna tiene los días contados.