Asilah sabe a sal

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En la página anterior, vista de la ciudad y sus murallas. Arriba, camellos en la Playa de las Cuevas, e interiores de Asilah.

ASILAH SABE A SAL

ÈLA GUÍA PARA DORMIR Hotel Riad Al Alba www.hotelalalba.com

TEXTO Y FOTOS NACHO SÁNCHEZ

Exóticas y preciosas playas atlánticas rodean este pequeño pero ajetreado pueblo del norte de Marruecos.

A

silah es un lugar donde cumplir un sueño: visitar el paraíso. Y conseguirlo es más sencillo de lo que parece. Basta preguntar por él: allí todos lo han visitado alguna vez. Sorprendente. Pero claro, la historia tiene truco. Paraíso es como llaman a las playas ubicadas al sur de este pequeño pueblo de muros tanto blancos como coloridos. Un sereno lugar que sabe a mar y que cambia drásticamente del invierno al verano, cuando puede multiplicar por diez su población de poco más de 10.000 habitantes. Al paraíso se puede llegar de muchas maneras. Y, al contrario de cómo proponía Dante, en Asilah no hace falta pasar ni por el infierno ni por el purgatorio. Viajar en camello o caballo puede ser parecido. Son unos cuantos dirhams, pero el traqueteo del viejo carro del

que tiran los animales desde el casco urbano hasta la playa es una aventura inolvidable y algo inquietante: no se sabe bien si se está cometiendo una imprudencia. Pero al poco rato probablemente tenga su mayor anécdota del viaje, por la imparable risa durante los tres cuartos de hora de paseo y por la maravillosa aparición de la Playa de las Cuevas. Es ésa a la que bautizaron un día como El Paraíso. Extensa, de arena fina y clara, asoma pronto apetitosa en el horizonte. Entonces se olvida el ajetreo del camino. Y un baño confirma que es un acierto llegar hasta ésta, claro, paradisíaca zona costera. PARA TODOS LOS GUSTOS Subirse a uno de estos carros tan numerosos en los alrededores de Asilah es sólo una de las opciones para mo-

PARA COMER En la Playa de las Cuevas La perla del atlántico En Asilah Casa García, Casa Pepe SOBRE LA CIUDAD www.assilah.com

CÓMO LLEGAR Asilah está a una hora en coche desde el puerto de Tánger Med, que Baleària une con Algeciras con cuatro salidas al día.

verse hasta la amplia y atrayente costa de playas deliciosas. Coche, taxi o motocarro son sus alternativas. Quizás sea ello un ejemplo de lo mejor de Marruecos: siempre hay opciones para todos los gustos, bolsillos, estómagos y estados de humor. Asilah lo confirma. Hay hoteles de alto nivel, preciosos y

económicos para un turista occidental. También hay casas particulares, dormitorios y hostales casi regalados que a algunos daría miedo pisar. Pero algo tendrá este salino pueblo de la costa atlántica marroquí cuando consigue poner de acuerdo a unos y otros. Y no es broma: políticos españoles y mochileros de medio planeta comparten allí toalla bajo el incansable sol marroquí. BELLA MEDINA Por sus dimensiones es difícil perderse rincones mágicos de la pequeña y cuidada medina, pero merece la pena intentarlo. Aunque terminaremos topando una y otra vez con los coloridos murales que pueblan fachadas y muros o el blanco inmaculado de la gran mezquita de puertas verde floresta. En Asilah la vida parece fluir con una calma y una candidez especial. Las horas tras las puertas de la medina pasan lentas, diferentes, permiten soñar. Como también lo hacen los frescos pescados y sabrosísimos platos locales de restaurantes como Casa García o Casa Pepe, símbolos de la huella española en la zona.

Más allá de la bella medina, es Asilah sinónimo de claras y sinceras playas que surgen en el camino casi de forma espontánea. Tanto la ubicada en el casco urbano como las que se extienden al norte –fácilmente accesibles– son merecedoras de un buen baño. Aunque son las del sur las que hacen del viaje algo nuevo, inesperado, muy local. Donde es tan fácil olvidarse del ruido del día a día como comer un exquisito tajín de verduras o unas sardinas asadas en simples y originales chiringuitos a unos pocos metros de las olas chisporroteantes de espuma y sal. Y de los exóticos camellos, que aseguran, al menos, una salida del paraíso, si es que éste no cumple las expectativas. Quien sabe. Las sorpresas nunca cesan en Marruecos


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