Y sin embargo, se mueve

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Lunes 28 de Diciembre de 2015 | MÁLAGA HOY

CULTURA Y OCIO

Exponen un impreso de 1661 sobre la inundación en Málaga EP MÁLAGA

P. PIÑEIRO

Rocío Molina, durante su actuación en el Centre Pompidou Málaga.

● La bailaora y coreógrafa Pablo Piñero MÁLAGA

Con ella se hizo el silencio. Llegó de negro. Sobria, seria, poderosa. Y con su sola presencia llenó el enorme espacio bajo el cubo del Pompidou que se olvidó de sus colores para no estorbar a la artista. Rocío Molina se movía a impulsos, eléctrica, sobrecogedora. Y el tiempo pareció detenerse en el museo malagueño ante la mirada de 250 personas afortunadas: las que consiguieron su entrada para disfrutar de una artista única a la que se echaba de menos en Málaga. Molina ha llevado sus impulsos por medio mundo, a los sitios más insospechados. Habitualmente lugares donde la danza no es especialmente habitual. Llevaba la artista veleña dos años sin actuar en casa y no hay en Málaga un territorio más idóneo para el espectáculo Impulso que el Centre Pompidou Málaga. Difícil encontrar un espacio que le acompañe en su vanguardia, que le rete en su propuesta, que la comprenda mejor.

malagueña Rocío Molina asombra con su espectáculo ‘Impulso’

Y sin embargo, se mueve Tras su primer impulso a modo de prólogo, la danzaora se desplazó hasta la entrada a la colección permanente del Pompidou para realizar una segunda propuesta. La improvisación más contemporánea fue dando paso al flamenco, a la tradición desde otro punto de vista. Y la voz de José Angel Carmona y las palmas de José Manuel Ramos El Oruco dieron un nuevo brío mientras Molina seguía a lo suyo dejando

alucinados a los presentes: a veces lo que cuenta no tiene ni nombre. Qué más da. Para disfrutar de Impulso no hace falta saber de danza contemporánea, de improvisación ni de flamenco: sólo es necesario dejarse llevar por el camino que Rocío Molina te muestra. Ella hace de guía para que el público sienta cosas que, quizás, nunca antes había sentido. Los silencios, las palmas, los taconeos, los

gestos, las miradas, su expresión corporal: todo tiene su razón, todo lleva hacia algún sitio. Y la artista te acompaña y guía; ya sea imitando las caras de la obra de Pierrick Sorin o improvisando movimientos mientras repta por el suelo. Su luz siempre se ve de maravilla gracias a su alma flamenca. Bajo la mirada de Bacon, Chagall, Pasckhe o Arroyo, Rocío Molina acabó su cuarto impulso en la sala de los autoretratos. Sala llena como nunca para soñar con la bailaora, que llegaba al éxtasis con la coplilla que dice que Si tus ojillos fueran /aceitunitas verdes / toa la noche estaría muele que muele. Mientras, a los espectadores, que durante todo el espectáculo a apenas unos metros de la artista, les recorrían escalofríos con un claro significado: difícil será encontrarse con un espectáculo que llegue tanto, que sea tan verdadero. La ovación final, sin duda, se quedó corta; quizás sea una invitación a las instituciones: traigan más a Rocío a su casa.

LEl Archivo Municipal de Málaga comienza el ciclo de micro exposiciones Un siglo en 12 meses. En los próximos meses serán expuestos diversos documentos originales vinculados con el siglo XVII. Para iniciar esta nueva etapa cronológica se ha seleccionado un ejemplar impreso en Zaragoza en el año 1661 que hace referencia a la inundación acaecida en Málaga. Este ejemplar estará expuesto en la Sala de Lectura del Archivo Municipal, junto a su estudio complementario, hasta el próximo 29 de enero. La catástrofe provocó en Málaga numerosos daños, tanto materiales como humanos. Esta inundación se cobró alrededor de 400 vidas, cifra que aumentó en los días posteriores al diluvio. Muchas personas fallecieron por heridas o diversas enfermedades y el desastre afectó a todo el núcleo urbano, al puerto y sus aledaños, así como a muchos lienzos de la muralla. El Cabildo remitió esta relación de pérdidas al rey, el cual, en respuesta, desembolsó en la ciudad más de 16.000 ducados y los daños se evaluaron por Real Orden. Las inundaciones en Málaga han estado presentes en varios periodos de la historia. No obstante, será tras la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos cuando este problema se agudiza. En ese momento, se inició una tala de árboles en los bosques que cubrían las vertientes del Guadalmedina para destinarlas fundamentalmente al cultivo de la vid y para su aprovechamiento dirigido a la fabricación de carbón. La primera referencia a las constantes crecidas del río datan de 21 de abril de 1559, en la que el Cabildo se propone desviar el cauce del río por encima del barrio de El Perchel.


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