Predicación Cerro de las Rosas. 2º de adviento. Domingo 5 de diciembre de 2010. Texto: Mateo 3.112 Decime qué esperas y te cuento cómo vivís. Pensé de cuántas maneras contarles esta historia, y no fue algo sencillo. Pensé en este día tan especial de bautismo1 no sólo para ustedes dos como adolescentes, sino lo que significa para toda la iglesia este día. Un texto como el de Mateo creo que nos invita a vernos de muchos modos distintos. Quizás, la figura de Juan es en cierto sentido, una imagen que nos genere muchos sentimientos distintos y hasta encontrados en nuestra propia vida; de hecho, las respuestas que Juan el Bautista (primo de Jesús) va a obtener de la gente, también. Y para los evangelistas Juan fue importante en sus historias, Marcos, Lucas, Juan y Mateo lo cuentan con distintos detalles y coincidiendo en cosas fundamentales. Datos que hacen a la esencia de esta persona con tanta fuerza y poder en sus palabras. Quizás el pasaje más extenso es el de Lucas, donde Juan el bautista habla sucesivamente con la gente, los publicanos y soldados que se acercan a recibir este bautismo que Dios tiene para ofrecerles. Gente a la cual se le dice enfáticamente cómo cambiar de vida: los que tengan dos túnicas que den una, los publicanos que dejen de exigir más de la cuenta y los soldados que dejen de extorsionar y coimear a la gente. Juan es básicamente, alguien que Dios eligió para anunciar. Anunciar, preparar y contarles a otros lo que iba a venir. Aquello que habían esperado oír toda su vida. Un detalle elemental que se que ustedes saben pero que nunca está de más recordar es que, para anunciar cualquier cosa en este mundo, se necesita un mensaje, y a la vez, a aquel que lleve el mensaje, que termina siendo parte de ese anuncio. Así como no da lo mismo, decir las cosas de 1
En este domingo teníamos el bautismo de adolescentes dentro de la vida de la comunidad. ¡toda una alegría compartida por sus decisiones!
cualquier manera, tampoco es un detalle sin importancia la persona que lo dice. (por ej. “borrachos y niños, siempre dicen la verdad”) Deténganse un momento en la figura de Juan el bautista y piensen: ¿Qué cosas habrá visto Dios en Juan que otros no pudieron ver? “Si alguien vio algo en Juan... ese no debe haber sido Dios”. Habrán dicho algunos fariseos y saduceos viendo el espectáculo inusual de toda esa gente amontonándose, yendo y viniendo a través de las aguas del Río Jordán. Con su piel de camello y cinturón de cuero a la cintura, 1. ¿Sería esta la nueva moda que Dios impondría al mundo? 2. ¿Acaso el Salvador de Israel, poderoso en hecho y palabras, vencedor del ejército romano y restaurador del poder nacional de todo un pueblo elegido, vendría en esa forma, o sería anunciado con alguien con este aspecto? Si así era el precursor del que iba a venir, ¿Qué más podíamos esperar del Mesías? Quizás nuestra mayor dificultad para entender el mensaje que Dios tiene para nuestra vida es que éste, viene en los formatos más insólitos posibles, de mano de las situaciones menos pensadas y con la gente más insospechada. ¿Por qué es así? Porque el Señor es quién ordena y da sentido a nuestra vida y nos conoce profundamente, como si el mismo nos hubiese formado, como si el mismo tuviese el manual de instrucciones de cómo nos creó en algún momento (Ver Salmo 139.16). Dios va a usar todos los medios que estén a su alcance para que lo escuches, para que lo veas, para que vivas con El el proyecto que tiene preparado para vos. Cuesta definir a Juan, y si no podemos hacerlo por lo que es, podríamos decirlo por lo que no es. Si algo no era Juan para el mundo, eso era un buen producto y vendible al mismo tiempo... (Como embajador era impresentable).
Si algo no era Juan para los dirigentes de su tiempo, eso era un profeta, precursor del Altísimo que vendría. No de esa manera, con esas palabras. Pero, si algo no era Juan para el pueblo de Dios que se bautizaba, eso era un calumniador, extorsionador y un egoísta. Si algo era Juan, eso era un SER HUMANO INTEGRO dispuesto a jugarse la vida literalmente por su Fe en Dios y el anuncio que hacía. Yo, todas las mañanas que me levanto y me veo al espejo me hago la misma pregunta: ¿qué vio Dios en mi, para merecer el título de hijo suyo? ¿Qué vio Dios en nosotros todos, que fue capaz de enviar a Juan tan desprotegido y tan valiente, como primer precursor de la Buena Nueva? Solo preguntándonos esto, es posible entender el inmenso amor que Dios tiene por cada uno de nosotros. Un amor que por pura gracia nos permite ser hijos e hijas suyas a través de pasos tan importantes como este que hoy van a dar bautizándose. ¿Qué cosas esperás en tu vida?, ¿estás dispuesto a dejarte sorprender? Porque después de todo, la vida en Jesús es justamente esto, la sorpresa de estar en Sus manos y que El decida y nosotros actuemos. Que en este tiempo de adviento, que es tiempo de espera, de prepararse al amor incondicional del Señor, vos puedas preparar tu corazón para recibir las mejores noticias de su parte. Amén. P. Leonardo D. Félix Córdoba, Diciembre de 2010.