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Eficiencia energética

NUESTRO PLANETA ESPERA LA COP28 EN LA SALA DE URGENCIAS

Mirari Otero | Ingeniera ambiental En una realidad en la que los eventos climáticos adversos son cada vez más frecuentes, se hace necesaria una mayor voluntad política que defina objetivos y acciones con agendas concretas. Sin embargo, la última cumbre del clima de la ONU celebrada en Sharm el Sheijen (Egipto) concluye con pocos compromisos reales, haciendo así, la brecha entre los objetivos de cero emisiones netas a 2050 y la situación en la que nos encontramos cada vez mayor. Si bien el balance general tras la COP27 no ha sido muy satisfactorio, ha dejado algunos avances positivos que dan cabida a cierto sentimiento de esperanza: 1. El principal éxito fue la creación de un fondo de compensación para la reparación de los daños provocados por la crisis climática en los países más vulnerables, que marca un hito importante para la acción colectiva. El reto consiste ahora en definir la estructura de apoyo financiero y hacerlo operativo antes de la siguiente cumbre. 2. El aumento de dos puntos porcentuales en los objetivos de reducción de emisiones de la UE para 2030, situándolo en un 57% respecto a 1990. 3. El llamado plan maestro para acelerar la descarbonización de cinco grandes sectores (energía, transporte por carretera, acero, agricultura e hidrógeno). 4. Se hizo énfasis en que la crisis climática y la pérdida de biodiversidad están intrínsecamente relacionadas, poniendo el foco en Cumbre de la biodiversidad de

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Montreal. 5. Tolerancia cero al greenwashing, mediante la regulación de los compromisos de las empresas sobre la reducción de emisiones. En el otro lado de la moneda, las resoluciones adoptadas apenas avanzaron en cuestiones clave relacionadas con atajar las causas del calentamiento global y la necesidad de combatirlas en el origen, especialmente urgentes en el actual contexto de crisis energética y climática. Destacan, por una parte, la falta de acuerdo respecto a la eliminación progresiva de los combustibles fósiles y, por otra, la ausencia de un lenguaje más estricto sobre la limitación del aumento de temperatura en 1,5ºC para finales de siglo, ante la advertencia por parte de la evidencia científica de la necesidad de aumentar esfuerzos. En cuanto a la mitigación del cambio climático, se ha abierto la puerta al término de “bajas emisiones” en materia energética, en lugar de hacer una apuesta clara por las energías renovables. Resultado que contrarresta el acuerdo alcanzado en la COP26 de Escocia de reducir progresivamente el uso del carbón. Queda en evidencia, una vez más, la dificultad existente para lograr un consenso político, marcando la COP27 como una cumbre de transición hacia la próxima y una nueva oportunidad perdida para avanzar en adaptación y mitigación. Este “business as usual” no parece ser suficiente cuando lo que se necesita son acciones urgentes. Como enunció William Ruto, Presidente de Kenia, “una acción débil es imprudente. Ninguna, es peligrosa”. Está por ver si en la siguiente COP28, que se celebrará en los Emiratos Árabes Unidos, gigante del petróleo y el gas, lograremos alcanzar ese punto de inflexión hacia la economía descarbonizada que nuestro planeta necesita.

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