ECLESIOLOjí A UNA VISIÓN MUY SERIA SOBRE LA IGLESIA
Fernando Bernabé López
© Diseño, textos y dibujos: Fernando Bernabé López (Nano) ISBN: 84-8005-064-0 DL: MA-345-2004 www.nanocartoon.es
Índice Un prefacio en serio. Pedro Casaldáliga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7 Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .8 I. EL MOVIMIENtO dE JESúS. Reino de Dios, y no Iglesia, horizonte de Jesús . . . . . . . . . . . . . . . . . . .12 Los pobres, destinatarios del reino de Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .13 El movimiento de Jesús . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .14 Fraternidad e igualdad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .14 Las mujeres en el movimiento de Jesús . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .16 Contra toda discriminación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .20 II. MOdELOS dE COMUNIdAd CRIStIANA. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .24 La comunidad judeo-creyente palestina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .25 Comunidades paulinas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .27 Comunidades según Lucas y Hechos de los Apóstoles . . . . . . . . . .32 Comunidades del discípulo amado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .32 El modelo de las cartas pastorales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .34 III. CARISMAS Y MINIStERIOS EN LA COMUNIdAd CRIStIANA. Los carismas pertenecen a la estructura fundamental de la Iglesia . . . .40 Pluralidad de carismas y un sólo Espíritu . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .42 La comunidad, portadora de la responsabilidad eclesial . . . . . . . . .46 El binomio comunidad/carismas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .46 De la estructura carismática a los cargos eclesiales . . . . . . . . . . . . . . . .47 Participación de la comunidad en la elección de los responsables . . . . .50 Clericalización de la Iglesia y privatización del ministerio . . . . . . . . . . . .51 IV. IGLESIA Y pROfEtISMO. ...Y la Iglesia se convirtió en institución . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .56 Patología de la institución eclesiástica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .59 ¿Y los derechos humanos en la Iglesia? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .62 Los teólogos malditos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .68 Pérdida de influencia en las esferas del poder . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .69 Los profetas ponen el dedo en la llaga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .70 Dios y los profetas en sintonía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .70 ¿Demagogos o críticos radicales de la sórdida realidad? . . . . . . . .72 Iconoclasta y asaltante de la mente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .73 Censores de los malévolos y defensores de los desvalidos . . . . . .74 La imaginación y las víctimas del sistema . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .75 El culto, ¿perversión de la religión? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .79 ¿Puede ser profética la Iglesia-institución? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .80
V. IGLESIA dE LOS pOBRES. El profetismo, signo de credibilidad de la fe y entraña de la Iglesia . . . .84 La Iglesia, institución de libertad subversiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .85 Condición de posibilidad de una Iglesia en clave profética . . . . . . . . . . .87 Dar ejemplo en la práctica interna de los derechos humanos . . . . . .87 Una Iglesia en el horizonte del reino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .90 La Iglesia, bajo el seguimiento de Jesús . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .90 La Iglesia de los pobres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .92 La Iglesia, en la fuerza del Espíritu . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .99 VI. NI CLéRIGOS, NI LAICOS, SENCILLAMENtE CRIStIANOS. La Iglesia, “sociedad desigual”, por voluntad divina . . . . . . . . . . . . . . .102 El clero, una especie que no desaparece . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .103 ¿Teología del laicado? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .109 Los carismas y el concilio Vaticano II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .110 Una trampa en toda regla: los clérigos al mundo y los laicos a la Iglesia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .116 Revisión crítica de los actuales ministerios clericales . . . . . . . . . . . . . .117 Democratización y autonomía, signos de los tiempos . . . . . . . . . . . . . .118 FECHAS Y HECHOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .121 BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .125 PESCANDO EN LA RED . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .126
Un prefacio en serio Es normal que un prefacio o un sermón o cualquier actividad de un obispo vayan en serio. Serios somos los obispos... También es normal que un tratado sobre eclesiología vaya en serio. Los asuntos sagrados en serio deben tratarse: ¡Dios es presumiblemente serio! Así nos lo han hecho creer. Este libro de Nano sobre eclesiología va en serio también, pero en broma, con una deliciosa guasa evangélica de quien cree familiarmente lo que dibuja y anuncia. ¿No es buena noticia el Evangelio? ¿La buena noticia de la Vida y la Liberación, la entrada total de Dios en nuestra Humanidad, esa universal tertulia de seguidores y seguidoras de Jesús, que es, o debería ser, la Iglesia, todo eso no da alegría, no despierta exultación, no suelta las almas y los cuerpos? Dios va en serio, pero es alegre. En serio va la eclesiología de Nano, pero con broma, con esa “jota” saltarina que quiere hacer coro a la incontable muchedumbre que ya está en el banquete de la Gloria y a la creciente muchedumbre que, a pesar de todos los pesares, peregrina en esperanza, llena de la “sobria ebriedad” del Espíritu. Yo había dicho en no se qué ocasión que el Espíritu Santo es el buen humor de Dios. Y unas misioneras bien humoradas recogieron la frase en una tarjeta postal, de propaganda vocacional además, al pie de una compañera montada en una briosa mula, parienta venida a más de la jumentilla aquella que Jesús montó en el primer Domingo de Ramos. Lo cierto es que, incluso en el más ortodoxo de los catecismos, “el gozo y la paz” son “frutos del Espíritu Santo”. Nietzsche, decepcionado, nos pedía a los cristianos una “cara de Pascua” que correspondiese a la fe pascual que profesamos. Y nuestros ancestrales decían, con razón, que “un santo triste es un triste santo”. Dogmas y códigos, excomuniones y leyes, cortapisas y advertencias, ya los tenemos en abundancia, con reservas para muchos años. Fáltanos ahora crecer en la alegre ternura de la acogida, en la misericordiosa comprensión del Buen Pastor o del Padre/Madre de la muchachada “pródiga”, en el estímulo, en la libertad, en el saludable riesgo de la gran aventura del Reino de Dios.
fernando Bernabé López, que es el “Nano” (“nano” en mi catalán significa mozalbete), el Nano, digo, que nos ofrece este libro —después de haber prestado otros muy buenos servicios de evangelización con sus tiras— escribe eclesiolojía con jota, en broma, pero escribe muy seriamente. Trátase de un verdadero compendio, pero propio para los tiempos apresados que corremos hoy. Siguiendo un esquema lógico y actual y condensando un libro del teólogo Juan José tamayo Acosta: “Iglesia profética, Iglesia de los Pobres”. Desde los varios modelos de Iglesia y los diferentes carismas y ministerios hasta el desafío siempre mayor del seguimiento de Jesús y la gran profecíaservicio del Reino. Siendo Pueblo de Dios en Cristo, que eso es la Iglesia, y optando siempre por los pobres, que esa es la opción de Jesús. Una eclesiología para la calle, muy logradas todas las tiras, algunas geniales, siempre oportunas y con miga, con aquella sal de que hablaba el Maestro. Una eclesiología que critica con mucho amor-humor a la Iglesia de Jesús, que también es Nano (aunque sea en la milmillonésima parte que a un “nano” le corresponde) y que también somos nosotros y nosotras, los que lo seamos. Porque precisamente por ser Iglesia y porque amamos la Iglesia como cosa de Jesús de Nazaret y de su Padre y de su Espíritu, podemos y debemos criticarla y mejorarla, criticándonos y mejorándonos. El día en que no se permitiera, ancha y largamente, el buen humor y la autocrítica en la Iglesia, la Iglesia habría dejado de ser una comunidad fraterno-sororal, una comunión de esperanza pascual realizándose, una koinonía de liberación. Así como decimos que ya basta de represión e involución, queremos que ya baste de irritación y amargura. ¡”Gaudium et Spes”, de ahora en adelante!. Alegría y Esperanza, en medio del dolor humano, ya lo sabemos, y luchando contra la injusticia y arriesgando el sosiego y la piel; pero creyendo, confesando y cantando el encuentro vivo con el Dios Amor y el programa revolucionario de su Hijo, nuestro Hermano Jesucristo, el Resucitado. En tu correo electrónico del 12 de mayo de este año (que puede ser cualquier año del tiempo humano) decías, Nano, acertadamente: “La primavera sigue y Pentecostés está a la vuelta de la esquina...!Esto no hay quien lo pare!” Nano, gracias, majo. ¡Y dale! ¡Sigue evanjelizando con jota!
Pedro Casaldáliga, obispo de capa caída de São Félix do Araguaia
Presentación Para dejar las cosas claras desde el principio y evitar malos entendidos, os digo que estas páginas son un “hermano menor y alocado” del libro que Juan José Tamayo Acosta publicó en la editorial Trotta allá por el año 94, bajo el título “Iglesia profética, Iglesia de los pobres”, el cual era el segundo de la serie “Hacia la comunidad”. Por tanto, tengo que agradecer a Juan José y a Trotta su excelente disposición para dejar que me aproveche de tan valioso material, a partir del cual he extraído la mayoría del texto que figura en el libro. Mi labor “textualmente”, se ha limitado a resumir, extractar, adaptar y, en contadas ocasiones, a añadir. Ahora, eso sí, cualquier responsabilidad derivada de lo que aparece en el texto debe recaer sobre mi cabeza y las numerosas canas que en ella blanquean. Sin embargo, en lo que atañe a los dibujos, ya es otro cantar. De ellos, y de todo lo que esté relacionado con ellos, soy padre y madre. Estos dibujos no son simples garabatos que sirven para adornar el texto; son “golpes de humor” extraídos del contexto, con los que se pretenden clarificar las ideas e intuiciones más importantes que aparecen en el libro. Son, o pretenden ser, auténticas ilustraciones, en el sentido que las define el diccionario de la Real Academia Española: “dar luz al entendimiento”, o bien, “aclarar un punto o materia con palabras, imágenes, o de otro modo”. En no pocas ocasiones, también se convierten en un pretexto para profundizar y resaltar determinados aspectos o perspectivas de la cuestión que abordan. En suma, se trata de un humor serio que aspira a hacer más atractivos y cercanos los temas que se tocan en el libro.
Y aquí llego a lo nuclear en la génesis de este tipo de publicaciones: la necesidad urgente e importante de socializar —sacar de la esfera privada elitista del conocimiento especializado— todas aquellas cuestiones que nos atañen como personas y como creyentes. ¡Y qué mayor cuestión que la de ser y sentirse iglesia!… La socialización del conocimiento la defino como un divulgación de calidad, para distinguirla de aquella otra a que tan acostumbrados nos tienen los medios de información, donde la superficialidad y la chabacanería impregnan la dinámica divulgadora de noticias, acontecimientos y “reflexiones”. Socializar, por tanto, implica llegar a la “gente de a pie” o, al menos, salir de los círculos elitistas, de una manera seria, profunda, pero a la vez sencilla, creativa, atractiva y cuestionadora. Con mis modestos conocimientos de teología —apoyados en los escritos de Juan José Tamayo—, con mi carisma de dibujante humorístico y con ciertas habilidades en el manejo del diseño gráfico, es lo que he pretendido hacer con el presente librito “ECLESIOLOJÍA: Una visión muy seria sobre la Iglesia”. No puedo asegurar que lo haya conseguido. Las personas que lo lean y... lo vean me darán la respuesta, sobre todo aquellas que aún no se han atrevido a abrir esos “tochos” sobre Eclesiología que “sólo” contenían letras difíciles de digerir. No podré recibir mejor regalo que el de que este libro se convierta en un instrumento de socialización sobre ese árido y difícil tema del estudio de la Iglesia. Por eso también estoy dispuesto con sumo gusto a recibir todas aquellas críticas que me puedan ayudar a realizar mejor esta labor divulgadora. Por último, he de confesaros que, en contra de lo que puedan dar a entender ciertos chistes que tal vez resulten un tanto “fuertes” para ciertos hermanos en la fe, por su mordacidad o ironía, he trabajado este tema con un amor profundo hacia la Iglesia, procurando ser fiel a mi condición de bautizado y a mi humilde búsqueda como discípulo de Jesús. El amor y la crítica creativa van tan íntimamente unidos —también y ¿tan bien? en este libro—, que no se pueden dar el uno sin la otra y viceversa. Paz, fuerza y gozo. Fernando Bernabé López (Nano) Murcia, Cuaresma de 2002.
I. El movimiento de JesĂşs
EL MOVIMIENTO DE JESÚS
REINO dE dIOS, Y NO IGLESIA, hORIzONtE dE JESúS. Antes de meternos en mayores berenjenales es necesario y oportuno aclarar que a Jesús no le quitó el sueño la "cuestión" eclesial —y menos aún, la templaria, de Templo. Muy al contrario, lo que realmente le preocupaba era el asunto del reinado de dios. Pero miratúpordonde, después de su muerte y resurrección, lo que se dice llegar, llegar, no fue el reino, sino la Iglesia. Y ojo, no tengo nada en contra de la SMI (Santa Madre Iglesia), pero es evidente que ésta sólo se entiende adecuadamente en orden al reino.
Este reino o reinado de Dios —como más os guste— no se parece casi en nada a los conocidos hasta ahora. Y es que Dios no es como los demás reyes. Con su reinado se inaugura un orden nuevo en la historia. La utopía de la liberación, y más aún, de la salvación de todo y de todos es su santo y seña. Esta movida del reino YA ha comenzado con Jesús, PERO TODAVÍA NO ha alcanzado su plenitud; esto se logrará, si los pronósticos no nos fallan, al final de los tiempos. 12
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LOS pOBRES, dEStINAtARIOS dEL REINO dE dIOS. Sin embargo, esta noticia de la llegada del reino, tan buena para todos, sólo la saben captar los marginados de la sociedad judía —entiéndase pobres y desvalidos, enfermos y tullidos, publicanos, pecadores y prostitutas—. Los ricos, los poderosos, los autosuficientes, no están en onda con el mensaje, les cuesta renunciar a sus privilegios y otras mandangas. El reino, en cierto modo, está vedado para ellos.
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EL MOVIMIENtO dE JESúS. Aunque pueda parecerle inverosimil a muchos de nuestros estadistas, para llevar adelante el proyecto del reino, Jesús no funda ningún partido político que intente llegar al poder. Por tanto, no es de extrañar que tanto derechas como izquierdas lo vean con malos ojos, es decir, con cierto encegamiento. Su movimiento no sigue unas normativas claras, eso de "amarás a Dios y al prójimo como a ti mismo" no entra dentro de los esquemas institucionales de la época. La movida de Jesús cuestiona de raíz el apego a la familia, a la residencia estable, a la propiedad y a la propia seguridad. La clave está en el servicio; ya sabes, aquello de "el que quiera ser el primero…".
fRAtERNIdAd E IGUALdAd. En el movimiento de Jesús todos los miembros son iguales. La propia dinámica del movimiento, con sus valores y actitudes, impide la afloración de complejos, ya sean de superioridad o de inferioridad. Si en algún momento se rompe este equilibrio entre iguales, siempre se hará a favor de los pobres; Santiago lo deja bien claro en el capítulo 2 de su carta. Esta comunidad de iguales es también una comunidad de hermanos, sin paternalismos ni maternalismos que dirijan o impongan nada. 14
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La auténtica grandeza entre los miembros de esta comunidad fraterna de iguales se basa en la relación de amor con Jesús y no tanto en el campo o función que se ejerza dentro de ella. Ser discípulo de Jesús será la nota distintiva del cristiano. Y lleva implícito el seguimiento desde esa relación íntima y profunda con el Maestro.
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Realmente existe un auténtica "democracia espiritual" en este movimiento de Jesús; se siente y se acepta que el Espíritu "sopla donde quiere" y se derrama sobre TODO el pueblo, que será por tanto un pueblo profético. En esto de ser profeta no hay patentes —¡el disgusto que le hubiesen dado a la OMC(1)!—, ni exclusivismos, ni corporativismos. (1) Organización Mundial del Comercio. Organismo que apoya y promueve todo tipo de patentes, incluso de la vida.
LAS MUJERES EN EL MOVIMIENtO dE JESúS. Para comprender la revolución que supuso el papel que la mujer desempeñó en el movimiento de Jesús será conveniente echar un vistazo sobre el lugar que la mujer ocupaba en la sociedad judía de entonces. La discriminación que las mujeres sufrían en Israel se extendía a todos los ámbitos —familiar, religioso, político—, y era tal, que desde su nacimiento ya era considerada como una desgracia frente al nacimiento de un varón. En el ámbito religioso no tenía ningún derecho, y apenas deberes. 16
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Las mujeres judías estaban verdaderamente "jodías" y —que se me perdone la expresión—, carecían de derechos civiles. Más que sujetos eran consideradas objetos a los que se poseía, equiparables al esclavo, al asno o a cualquier otro bien. Por supuesto, su testimonio en los juicios no tenía valor alguno, ya que no se podía fiar uno de ellas.
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Por tanto, dentro de este contexto sacro-religioso, la actitud de Jesús hacia las mujeres al considerarlas como sujetos —no "sujetas" al varón y demás— de pleno derecho y no mero objetos, fue francamente revolucionaria y subversiva. En el movimiento de Jesús, las mujeres ocupan un lugar igual al de los varones.
Aún más, si estaba el grupo de los 12 —que posteriormente a la muerte de Jesús adquirirá suma importancia—, también es verdad que existía un grupo muy querido por Jesús y muy íntimo a él: las amigas de Jesús. Este grupo, integrado por María Magdalena y otras marías —y no va de "coña"—, acompañaban al maestro "desde Galilea", siendo ellas las únicas que se quedaron al pie de la cruz, mientras que los varones —muy valientes ellos— huyeron por temor a ser detenidos. ¡Menos mal que el "discípulo amado" salvó el honor del sexo masculino! (Aunque la cosa está por ver, porque últimas investigaciones al respecto equiparan al susodicho discípulo con cualquier discípulo que lea el cuarto evangelio, independientemente de si es varón o mujer). 18
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Aparte de discusiones sobre si fueron o no las primeras en ver al resucitado, y algunas otros acontecimientos donde Jesús se puso de parte de las mujeres —derrame de perfume en la unción en Betania, el apedramiento de la mujer adúltera …— , cabe destacar que Marta, en el evangelio joánico, realiza la misma confesión de fe que los sinópticos atribuyen a Pedro. "Yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que tenía que venir al mundo" (Jn 11, 27). Sin entrar a discutir quien debiera ser el poseedor del "copirrai", resulta un tanto extraña la discriminación realizada sobre Marta a favor de pedro: a la confesión de aquella se la recluyó en la esfera de lo anecdótico, mientras que a Pedro se lo premió con el primado de la Iglesia. ECLESIOLOjí A
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CONtRA tOdA dISCRIMINACIÓN. Esta igualdad entre hombres y mujeres que se vivía en el movimiento de Jesús continuó en la primera comunidad primitiva. Un hecho emblemático fue el desplazamiento de la circuncisión —no sin la oposición de amplios sectores judeocristianos— como señal distintiva de la pertenencia a la Iglesia, a favor del bautismo. No hay que olvidar que la circuncisión sólo se realizaba a varones, mientras que el bautismo es para todos.
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Si como se dice en Gálatas, una vez bautizados en Cristo ya no hay judío ni cristiano, varón ni hembra, esclavo ni libre; entonces lo que realmente distingue a la comunidad primitiva, al igual que al movimiento de Jesús, es el hecho de que todos son hijos de dios y por tanto hermanos. La carta a Filemón es un fiel exponente de esto: Pablo, tras bautizar a Onésimo, esclavo de Filemón, se lo devuelve a éste, no como esclavo sino "como un hermano querido".
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II. Modelos de comunidad cristiana
MODELOS DE COMUNIDAD CRISTIANA
INtROdUCCIÓN. Aunque "la cosa empezó en Galilea" y fue bastante fiel a sus principios durante un cierto tiempo, las comunidades cristianas acabaron institucionalizándose, y por tanto, cayendo en unas uniformidad, rigidez y verticalidad, que en poco se parecían a aquel movimiento de Jesús cuyas señas de identidad eran la pluralidad, el dinamismo y la horizontalidad. Como árbol silvestre cuyas ramas, unidas al tronco de Jesucristo, crecen aleatoriamente, las primeras comunidades cristianas respondían a diferentes modelos eclesiales —asambleas de creyentes—, unos más fieles que otros al mensaje original de Jesús, y algunos que francamente se alejaron de la causa de Jesús. Es conveniente estudiar los principales modelos de comunidad cristiana anteriores a la llegada del “podador institucional” y a su proceso "civilizador" sobre el “árbol” silvestre de la Iglesia, dejando apenas una o dos guías principales. Y digo que es conveniente porque nos puede ayudar a clarificar ese modelo de Iglesia que hoy necesitamos ante los retos de la globalización contemporánea.
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LA COMUNIdAd JUdEO-CREYENtE pALEStINA. Tras la muerte y resurrección de Jesús, la comunidad que se constituye como seguidora suya es la judeo-cristiana —y, por tanto, aún no totalmente cristiana— de Jerusalén. Al frente se encuentran Pedro y Santiago. Son todavía una pequeña secta dentro del marco religioso judío. Aunque tienen elementos nuevos en su fe, no rompen con las grandes líneas de la tradición judía: la ley, el templo, incluso la circuncisión. Aunque se practicaba la cena del Señor y se bautizaba en nombre de Jesús para recibir el Espíritu, su identidad y singularidad respecto al judaísmo no estaban muy claras.
En el seno de la comunidad de Jerusalén existe un grupo de mentalidad más abierta y dinámica: los helenistas. Son judeo-cristianos de habla griega que procedían de la diáspora —fuera de Palestina—. Su "estilo de vida y de fe” los hacía más distantes de la tradición judía, incluida la ley. Esteban, el primer mártir de la naciente Iglesia, fue uno de sus miembros más destacados. ECLESIOLOjí A
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Al principio, y ante las presiones judías, estos dos grupos judeo-cristianos forman un frente común. Después, en tiempos de más tranquilidad "exterior", empiezan los enfrentamientos internos: la continuidad o ruptura con las grandes líneas de la tradición judía va a ser el mayor motivo de sus enfrentamientos, a parte de pequeños problemillas de andar por casa (ver el caso de las viudas helenistas mal atendidas en la comunidad en Hch. 8,1).
Tras la lapidación de Esteban por las autoridades judías debido a las críticas vertidas por éste al judaísmo oficial en defensa del cristianismo liberal, el grupo de los helenistas será perseguido —no así el resto— y dispersado por toda la región, gracias a lo cual se convirtieron en los primeros misioneros entre los no-judíos. Se originaron comunidades propiamente cristianas sin apenas relación con las tradiciones judías. 26
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COMUNIdAdES pAULINAS Como su nombre indica, las comunidades paulinas tuvieron como exponente máximo de su creación a un tal pablo de tarso, que en un principio fue un fanático perseguidor de los cristianos, y que "tras caer del burro", o mejor dicho, tirarlo Jesús, se convirtió en un fanático del Evangelio y de su difusión por todo el imperio romano, muy especialmente por el nordeste de la cuenca mediterránea. Las Comunidades paulinas, que aparecen descritas en sus cartas, son pequeñas comunidades radicadas en las ciudades.
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Los cristianos helenistas que abandonaron Jerusalén tras la persecución sufrida por las autoridades judías, fundaron en Antioquía la primera comunidad surgida fuera de Palestina. En Antioquía es donde por primera vez se empezó a llamar —no sabemos con qué tono— "cristianos" a los seguidores de Jesús.
Una cuestión importante que se le planteaba a Pablo y compañía cuando llegaban a una nueva ciudad era por dónde empezar la evangelización, ¿por los paganos o por los judíos? porque es sabido que toda ciudad que se preciase tenía una sinagoga judía. Según el libro de los Hechos, Pablo comenzaba por la sinagoga; según el propio Pablo, parece que su misión era anunciar el evangelio a los paganos… Cuestión abierta. Una cosa es cierta, tanto judíos como paganos se enteraban de que Pablo había llegado, ¡ya se encargaba éste de darse a conocer! Las comunidades paulinas, parece ser, estaban integradas por una mayoría de clase baja y una minoría de clase media o media-alta. Esta minoría más culta en algunas ocasiones quería imponerse a la mayoría y surgían ciertos conflictos internos. 28
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La presencia de mujeres en la comunidad que desempeñaban un papel importante también generó algún que otro conflicto. No en vano, a pesar del progresismo del mundo romano, la mujer era considerada inferior al hombre.
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Entre los pilares que sustentaban la comunidad, destacaba la cena del Señor. Se celebraba el primer día de la semana, día de la resurrección, en casas particulares. El culmen de la celebración era el momento de compartir el pan y el vino, donde el personal participaba animadamente. Sin embargo, antes de la cena del Señor se realizaba una comida para todos los miembros de la comunidad, donde a veces se discriminaba a los más pobres, que apenas traían algo para comer, mientras los más pudientes se hartaban. Pablo va a denunciar estos hechos como un antitestimonio del evangelio y de la cena del Señor, cuyo centro es la solidaridad y el compartir fraterno. Ver 1 Cor 11, 17-22.
Las comunidades paulinas no estaban tan jerarquizadas como las comunidades judías locales o la comunidad cristiana palestina. Existe una estructura democrática, donde la corresponsabilidad de todos se armoniza con la iniciativa de los líderes, los cuales nunca fueron impuestos sino que se trataba de personas que destacaban por su entrega y servicio a la comunidad. 30
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Los carismas desempeñaban un papel importante en las comunidades paulinas, y todos sus miembros eran "carismatizables" —susceptibles de recibir carismas—. El Espíritu, pues, es el motor de estas comunidades, el cual no es monopolizable ni manipulable por instituciones o cargo eclesiástico alguno.
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Comunidades según Lucas y Hechos de los Apóstoles. El modelo de comunidades según Lucas y Hechos de los Apóstoles se sitúa dentro de la tradición paulina. Con el retraso de la parusía —la cual, por cierto, aún seguimos esperándola— la Iglesia pierde cierto dinamismo y urgencia en el anuncio de la venida del reino. Comienza una etapa de institucionalización donde el anuncio de Jesús hecho por Pablo va desplazando al de la inminente llegada del reino de Dios. A la Iglesia-institución se la empieza a ver como una mediación necesaria hasta el advenimiento del reino, entre otras cosas para evitar herejías y divisionismos. Los carismas aún no entran en conflicto con la institución, ya que el Espíritu goza todavía de cierta libertad.
COMUNIdAdES dEL dISCípULO AMAdO. Ante la inminente institucionalización de la Iglesia, para equilibrar la cosa, aparece el modelo de comunidad cristiana del cuarto evangelio. No se sabe con exactitud qué tipo de comunidades eran, ya que parte de ellas fueron absorbidas por la gran Iglesia, y el resto se desvinculó de la Tradición convirtiéndose en movimiento gnóstico. Sin embargo, hay una serie de rasgos que las definen y que sí aparecen con claridad en el cuarto evangelio y en las cartas de Juan. 32
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En estas comunidades se acentúa el ser "discípulo" frente al ser "apóstol" a la hora de seguir a Jesús. De hecho, la figura por excelencia del evangelio es "el discípulo que Jesús amaba", lo que choca con la corriente mayoritaria integrada por los otros modelos de iglesia donde el apostolado es el carisma principal. Frente a la importancia de una institución eclesial naciente, los "joánicos" abogan por la centralidad de Jesús. El igualitarismo, sin jerarquías; la importancia del Espíritu; el "pasotismo" sacramental; y la exaltación de la fraternidad cristiana, son otras de sus señas de identidad. Ponen un énfasis especial en la relación entre el cristiano individual con Cristo, pero sin caer en el individualismo, ya que la comunidad fraterna es un referente imprescindible. No son divisionistas —"Padre, que todos sean uno"—. Sin embargo los conflictos internos y con el resto de la Iglesia, la llevarán —como ya se ha dicho más arriba— a desaparecer como movimiento propio. En fin, un modelo que tener en cuenta —no en vano existen muchos grupos cristianos "neojoánicos"—, para rescatar y profundizar en sus acertadas intuiciones y no repetir sus errores.
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EL MOdELO dE LAS CARtAS pAStORALES. Este modelo aparece claramente en tres escritos del Nuevo Testamento (1 y 2 Tim, Tit) atribuidos a Pablo, pero casi con toda seguridad son posteriores a la muerte de éste. No se sabe si como respuesta a tanto heterodoxo "joánico", al relajamiento y consiguiente desmembranamiento comunitario por el retraso de la parusía, a la desaparición de la primera generación de cristianos relacionados directamente con Jesús, o a la propia dinámica de la historia, pero lo cierto y verdad es que la incipiente institucionalización y jerarquización de la Iglesia empezada en las comunidades paulinas se afianza al final del primer siglo cristiano. Las comunidades ya poseen un elevado grado de organización, cuya base son los cargos directivos: dirigentes (episkopoi), responsables (presbyteroi) y auxiliares (diakonai). La preocupación pastoral, disciplinar y organizativa —mirada hacia el interior de la Iglesia— desplaza a la preocupación misionera —salir a anunciar el evangelio.
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El que aspire a ocupar cargos directivos en la comunidad deberá poseer una moral por encima de cualquier duda: intachable, fiel a su mujer, juicioso, equilibrado, bien educado, hospitalario, hábil para enseñar, no dado al vino ni amigo de reyertas, sino comprensivo, pacífico y desinteresado, gobernador de su casa, hacerse obedecer por sus hijos, que no sea recién convertido, buena fama entre los de fuera, tener hijos creyentes, no estar casado en segundas nupcias (cif. 1Tim 3,1-13; Tit 1, 6). En fin, con este currículum parecen más unos funcionarios al servicio de la institución eclesiástica que líderes dinámicos animadores de la vida comunitaria.
La fuerza del Espíritu, que suscita profetas y regala carismas, está ausente en este modelo de Iglesia. El patriarcado se impone y la mujer pasa a desempeñar un papel secundario reducido a ser madre, eso sí "con fe, amor y una vida santa y modesta". Literalmente podemos leer: "La mujer, que escuche la enseñanza, quieta y con docilidad. A la mujer no le consiento enseñar ni imponerse a los hombres; le corresponde estar quieta, porque Dios formó primero a Adán y luego a Eva" (1 Tim 2, 11-13). Ciertamente, se respira en estas cartas pastorales un cierto tufillo judeo-farisaico con relación al sexo femenino. ECLESIOLOjí A
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Al perder la confianza en el Espíritu, estas comunidades, a través de sus responsables, se esfuerzan en conservar intacto el depósito de la fe, cuidar de que la sana doctrina no se desvirtúe.
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Después de presentar los diferentes modelos de iglesia que se dieron en los años posteriores a la muerte y resurrección de Jesús, cada cual que analice la situación actual de la Iglesia y que, salvando distancias históricas, compare los modelos. ¿Cuál se ha impuesto sobre los otros? ¿Qué de positivo y negativo hay en cada uno de ellos? ¿Qué modelo necesitaríamos hoy, aquí y ahora, para responder como creyentes adecuadamente a los desafíos que se nos presentan?
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III. Carismas y ministerios en la comunidad cristiana
CARISMAS Y MINISTERIOS EN LA COMUNIDAD CRISTIANA
LOS CARISMAS pERtENECEN A LA EStRUCtURA fUNdAMENtAL dE LA IGLESIA. Que la institución no se lleva muy bien con los carismas se hace evidente a lo largo de la historia de la Iglesia. Como también es cierto que la institución ha sido la que, en la mayoría de los casos, se ha impuesto sobre los carismas; aunque nunca, y esto también es verdad, ha logrado sofocarlos totalmente.
Los mayores obstáculos que pueden encontrar los carismas a la hora de desplegar su potencial dinamizador dentro de la Iglesia son el clericalismo y el juridicionismo. Uno hace descansar a la Iglesia en el clero; el otro sustenta la Iglesia en las leyes. Y de ambos ha estado sobrada la Iglesia durante estos 20 siglos de historia. 40
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Éste ha sido uno de los frutos del predominio eclesial-ministerial, basado en las Cartas Pastorales, sobre otro tipo de modelos más carismáticos como el de las comunidades paulinas.
Para profundizar en nuestro análisis de la Iglesia, nosotros vamos a fijarnos precisamente en este último modelo eclesial paulino, porque a nuestro entender se asemeja más al movimiento originario de Jesús y nos ofrece un estilo de iglesia demandado por un número mayor de creyentes. En las comunidades paulinas los carismas no son algo accesorio o accidental, sino que pertenecen a la estructura fundamental y permanente de la Iglesia. ECLESIOLOjí A
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pLURALIdAd dE CARISMAS Y UN SOLO ESpíRItU. Para Pablo, un carisma es un don gratuito del Espíritu que se concede a la persona. La gratuidad, pues, está en la base de la estructura eclesial de las comunidades paulinas.
La pluralidad de carismas es enorme, lo que muestra la generosidad del Espíritu y la receptividad de los creyentes. Con todo, podemos agruparlos en tres bloques: los relacionados con la palabra o predicación, los referentes a la asistencia y los relacionados con la dirección. Existen varias listas de carismas, cuyo orden podría variar según las necesidades específicas de cada comunidad. Algunos carismas se repiten, pero ninguno puede absorber ni dominar al resto. Los carismas se relacionan unos con otros desde el respeto y la intercomunicación. Por poner un ejemplo, en la cita de 1 Cor 12, 8-10, los carismas aparecen por este orden: sabiduría, ciencia, fe, curaciones, milagros, profecía, lenguas, interpretación de lenguas. 42
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Aunque los carismas son muchos y variados, todos proceden de un mismo Espíritu y, por tanto, todos también están entroncados en un mismo eje, en un mismo origen: el servicio. Un carisma que no se convierte en servicio no es carisma.
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No voy a repasar aquí el significado de todos y cada no de los carismas que se mencionan en las diversas listas, sólo voy a puntualizar en lo referente al carisma de gobierno. Éste no se trata de un carisma privilegiado que otorgaba prestigio y poder al que lo poseía; al contrario, dicho carisma adquiere su sentido pleno cuando se coloca al servicio y a la escucha de los demás carismas. Por supuesto, este carisma, no tiene significado sacerdotal alguno, ni lleva asociadas funciones cultuales. Así pues, el carisma de gobierno o de dirección del que habla Pablo, tiene muy poco que ver con lo que se ha dado en llamar "jerarquía eclesiástica".
Los carismas más "llamativos" o más "paranormales" no tienen por qué ser los más importantes. De hecho, en muchas ocasiones deben colocarse bajo el discernimiento de otros carismas menos espectaculares, como puede ser el carisma profético. Pablo, en su hermoso canto de 1 Cor 13 coloca al amor como condición indispensable para que cualquier carisma tenga valor. 44
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Las mujeres dentro de las comunidades paulinas gozaban de los mismos derechos que los hombres para tener carismas. ¡A ver quién le pone puertas al Espíritu! Hay mujeres, como Junia, con carismas, en este caso el de ser apóstol, similares a los de Pablo, Apolo, Bernabé, … (Rom 16, 7). Priscila, Lidia, Evodia, Síntique, Febe… son fieles exponentes del papel tan importante que las mujeres desempeñaban en la comunidad. No se trataba de simples auxiliares de Pablo o de cualquier otro dirigente, sino que ejercían cargos de responsabilidad al más alto nivel. ECLESIOLOjí A
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La comunidad, portadora de la responsabilidad eclesial. En la toma de decisiones, las llamadas al orden, la corrección fraterna, el discernimiento y la comunión con el resto de las comunidades, está implicada toda la comunidad –y no determinados líderes eclesiásticos–, la cual, reunida en nombre del Señor, participa corresponsablemente en todo lo que le afecta. Pablo respeta este estilo comunitario y procura alcanzar el mayor grado de consenso con lo decidido en la comunidad. Lo que no es óbice para que cuando sea necesario exprese de una manera clara, tajante y "amenazadora" su postura ante problemas e indefiniciones que aparecen en ciertas comunidades, muy especialmente a raíz de los conflictos con ciertos individuos "judaizantes" que se negaban a asumir la novedad del mensaje de Cristo (ver la carta a los Gálatas).
EL BINOMIO COMUNIdAd/CARISMAS. Las iglesias paulinas se articulan, pues, en torno al binomio comunidad/carismas, y no a otro tipo de binomios desgraciadamente tan conocidos, como clérigos y laicos, jerarquía y pueblo, Iglesia docente e Iglesia discente. Es toda la comunidad, y no sólo parte de sus miembros, la que se encuentra implicada y complicada en el anuncio del evangelio. Son inherentes a su esencia la misión y el servicio-diakonía. Y dentro de esta dinámica la relación entre la comunidad y sus responsables es bidireccional: tanto unos como otros tienen el derecho y el deber de llamarse al orden y corregirse fraternamente. 46
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dE LA EStRUCtURA CARISMátICA A LOS CARGOS ECLESIALES. Ahora vamos a abordar la metamorfosis acontecida a lo largo del primer siglo en torno a la estructura eclesial y que nos ayudará a comprender por qué nos encontramos donde nos encontramos en ese aspecto. En algunos escritos tardíos del Nuevo Testamento —Cartas Pastorales— los carismas entendidos al estilo paulino, empiezan a perder terreno frente a las llamadas funciones ministeriales. La imposición de manos es el único carisma que se menciona en dichas cartas y va a ser el que regule y someta al resto de posibles carismas, siempre en orden a conservar intacta la doctrina. Se da pues un institucionalización de los carismas, y por tanto, de la gracia. ECLESIOLOjí A
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Y, como es normal en una sociedad dominada por los hombres, también acontece una patriarcalización de los carismas. La comunidad cada vez se asemeja más a una familia donde el padre es el que únicamente posee funciones directivas y la mujer se ve reducida al papel de madre. Ver el mencionado y clarificador texto de 1 Tim 2, 11-14. El Espíritu pierde así el dinamismo liberador, y en cierto modo gratuito, del que gozaba. El carisma, fruto del Espíritu, según Pablo, ya no posee esa "autonomía" de la que disfrutaba sino que está estrechamente relacionado con la ordenación y la imposición de manos.
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La triada carismática paulina apóstoles-profetas-doctores es desplazada por la triada institucional de las pastorales obispos-presbíteros-diáconos.
Obispos, presbíteros y diáconos aparecen como parte constitutiva del orden eclesial. Los profetas y los maestros quedan excluidos de él, tanto es así que la proclamación de la palabra y la enseñanza dejan de ser carismas para convertirse en un oficio, y éste será otorgado siempre a través de la ordenación. Los misioneros que van de comunidad en comunidad pierden autoridad frente a los responsables de la comunidad a quienes se les han impuesto las manos. Todos estos procesos ocasionaron una auténtica metamorfosis que no afecta sólo a la forma —estructura— sino también al fondo —el ser y sentirse— de la Iglesia. Cada vez más las comunidades cristianas se asemejan en su organización a modelos sinagogales judíos y a modelos helénicos (griegos). ECLESIOLOjí A
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Lo pastoral va a primar sobre cualquier otra función ministerial. En cierto modo, la comunidad adulta de discípulos de Cristo, con múltiples y singulares responsabilidades, pasa a ser un rebaño de fieles dependientes de unos pastores responsables de cuidar y animar la fe. Durante la primera mitad del siglo II ya aparece un episcopado eminentemente monárquico donde el obispo supervisa todo lo que acontece en la comunidad eclesial. Las únicas eucaristías legítimas serán las presididas por el obispo o por aquél en el que él delegue.
pARtICIpACIÓN dE LA COMUNIdAd EN LA ELECCIÓN dE LOS RESpONSABLES. A pesar de la monarquización episcopal, hasta el siglo V, la comunidad creyente sigue desempeñando todavía un papel importante en la elección de sus responsables máximos. Los ministerios aún se entiende y practican como una realidad unida a la comunidad eclesial, no al margen de ella. El consentimiento y la aceptación del futuro ministro por la comunidad, deben ser previos a la imposición de manos de los obispos de las iglesias vecinas. Esta imposición de manos expresaba la comunión intereclesial con todas las comunidades. Lo esencial en la ordenación, por tanto, no es la imposición de manos —con toda la importancia que conlleva— sino la misión eclesial y el ser elegido ministro por toda la comunidad y destinado a una comunidad concreta. 50
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Por desgracia, la práctica comunitaria de la elección de los ministros fue cayendo en desuso, no tanto por motivos teológico-doctrinales, cuanto por la presión constante de los poderes políticos. La estructura eclesial cada vez se fue asemejando más al modelo imperial romano, con sus centralizaciones jurisdiccionales y funcionales. CLERICALIzACIÓN dE LA IGLESIA Y pRIVAtIzACIÓN dEL MINIStERIO. Era de prever: antes o después, los obispos en particular y los presbíteros y diáconos en general, concebidos al estilo de las Cartas Pastorales, se van a convertir en algo absoluto en sí mismo. Ya a finales del siglo III, el obispo goza de un poder tal, que absorbe al resto de los ministerios. A la vez se da una sacralización de los ministerios episcopal (¿diaconal?) y presbiteral.
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La estructura de la Iglesia se parece cada vez más a un feudo donde unos pocos mandan —obispos y cía.— y la mayoría obedece —laicos—, que a una comunidad. Esto es posible porque se pierde la vinculación de ministerio y comunidad concreta. La función del ministerio termina por reducirse a la celebración de la eucaristía. Se convierten de este modo los ministros en simples funcionarios del Templo y del altar.
El sacerdocio se entiende como una realidad en sí, como algo que se justifica en sí mismo sin referencia a otra realidad. Además, es un sacramento que imprime carácter: no se pierde ni al dejar de ejercerlo, ni al perder la fe. Los ministerios se autocomprenden más como estado de vida personal que como 52
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ministerio comunitario. A esto es a lo que se llama privatización del ministerio. Como podemos comprobar la Iglesia se adelantó en más de doce siglos a la ola actual de privatizaciones propugnada por el sistema neoliberal, ¡en algo teníamos que ser los primeros!
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IV. Iglesia y profetismo
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… Y LA IGLESIA SE CONVIRtIÓ EN INStItUCIÓN. Lo que empezó siendo un movimiento acabó siendo un estable-cimiento. El grupo dinámico en torno al profeta itinerante de Nazaret, se convirtió con el paso del tiempo en una institución estática con un fuerte componente centralista, burocrático y vertical. Los carismas que el Espíritu repartía libremente se ven encasillados y controlados por la institución eclesial cuyo culmen es la doctrina y la práctica de la sucesión apostólica.
Con el emperador Constantino, que se convierte —por decirlo de algún modo— al Cristianismo entorno al año 313, y no de manera gratuita precisamente —llegar a emperador fue la “condición” que puso para su conversión—, se produce un giro en la Iglesia, si no de ciento ochenta grados porque ya estaba algo "girada" respecto a la dirección marcada por Jesús y las primeras comunidades, sí bastante significativo. La Iglesia va dejando de ser "misterio" para convertirse en "imperio". De ser perseguida y excluida, pasa a ser, primero con Constantino, la religión privilegiada y, posteriormente con Teodosio, la religión oficial del Estado, perseguidora e intolerante con el resto de las religiones y formas religiosas no oficiales. La política y la religión se mezclan y entran en una dinámica por controlar el poder que en nada beneficia al conocimiento y la vivencia del Evangelio. 56
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La institución, para hacer un proyecto durable en el tiempo puede que sea necesaria y hasta positiva. Pero siempre se debe tener claro que es un medio, y no un fin en sí misma. Como medio será, pues, relativa y reformable. Una Iglesia desinstitucionalizada puede derivar en espiritualismos individualistas y anárquicos. Una salvación sin mediaciones históricas se puede esfumar en el horizonte celeste y celestial del "más allá" sin compromisos intrahistóricos. ECLESIOLOjí A
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Por desgracia, en numerosas ocasiones, la institución que es un medio se convierte en un fin. Así, la Iglesia institución desemboca en la identificación con el Cristianismo. Lo que no es más que mediación, al absolutizarse, se convierte en constitutivo del Cristianismo.
Los desplazamientos de esta con-fusión saltan a la vista: se pasa de la autoridad que emana del testimonio, al autoritarismo que se deriva de un ejercicio absolutista del poder; del respeto hacia la sabiduría que encierra la tradición, al imperio del tradicionalismo; de los dogmas como expresión precisa y concisa de la fe, al dogmatismo; de la ley al legalismo; de integridad de la fe, al integrismo; de la creatividad, a la repetición mimética; del mensaje vivo, a la ideología; de la doctrina, al indoctrinamiento; de la fe, a la creencia; del sentido crítico, a la sumisión; de la libertad, a la represión.
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pAtOLOGíA dE LA INStItUCIÓN ECLESIáStICA. Claro, cuando uno se desvía del camino, avanzar supone alejarse de donde se viene y a donde se quiere llegar. Algo parecido le ocurrió a una Iglesia que se aventuró por la ancha y "encorsetadora" vía de la institución: a medida que pasaban los siglos, lo que empezó siendo una leve enfermedad terminó siendo una patología cronificada. Como muestra de los muchos síntomas que una situación así ocasiona, veamos algunas manifestaciones "llamativas" — por no decir otra cosa— de la absolutización de la Iglesia-institución en diferentes momentos de la historia del cristianismo. En el periodo que va del año 1073 hasta el 1303: con Gregorio VII, Inocencio III y Bonifacio VIII, se desarrolla la teoría de la doble autoridad, temporal y espiritual, y se supedita aquélla a ésta que está bajo el poder eclesiástico. En el Dictatus papae, de Gregorio VII, número 22, podemos leer: "la Iglesia Romana jamás se equivocó y, según atestiguan las Escrituras, jamás podrá equivocarse". Y la bula de Bonifacio VIII Unam Sanctam termina afirmando con una prepotencia absoluta: "Declaramos, afirmamos y definimos que es de necesidad absoluta para la salvación el que toda criatura humana se someta al Romano Pontífice".
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La paradoja de las paradojas cristianas llega a su culmen con las Cruzadas. Si antes se testimoniaba la fe del creyente con el martirio, ahora la fe se muestra matando al infiel si fuese necesario —y por desgracia este tipo de necesidades se daba a menudo—. La militancia de la Iglesia lleva el sello de la violencia, la "militarizada" intransigencia y la hipocresía. La Inquisición es otro ejemplo de lo dicho.
Durante los siglos XVII-XIX no es necesario adivinar en qué acabó el conflicto entre verdad de fe y libertad humana: la objetivización y cosificación de lo doctrinal se impone a la subjetividad humana y singular de la fe.
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Ante las "amenazas" de la Ilustración y el modernismo, con sus críticas racionalistas y científicas, la absolutización del primado papal va a alcanzar su expresión máxima con Pio IX y el Concilio Vaticano I (año 1870), donde la constitución Pastor Aeternus afirma el primado y la infalibilidad del papa. Algunos testimonios de la época llegan a decir: "La infalibilidad del papa es la infalibilidad de Jesucristo mismo … Cuando piensa el papa, dios mismo piensa en él" (La Civiltà Cattolica).
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¿Y los derechos humanos en la Iglesia? Como es sabido, cuanto más se diviniza a alguien o a algo, más poder adquiere, por lo que también aumenta la centralización de toda cuestión relacionada con él. Así ocurrió con el papado, cuya divinización llevó parejo el control por parte del Vaticano de la administración, liturgia, doctrina, moral y nombramientos episcopales. Las sanciones a ciertos teólogos son una de las consecuencias de este centralismo que más resonancia tienen en los medios de información.
Resulta paradójico que la Iglesia apoye unos derechos humanos de cara a la sociedad, que ella misma en su interior no está dispuesta a reconocer. Los derechos dentro de la Iglesia, en muchas ocasiones, quedan reducidos al Derecho Canónico: y aun así, los grupos más afines a la jerarquía eclesiástica son los únicos que los disfrutan auténticamente. Igual ocurre con los teólogos o cualquier otro elemento intraeclesial.
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En este estado de cosas, donde no hay democracia y el poder está altamente centralizado, cabe esperar poco de los procesos judiciales, más aún teniendo en cuenta que el que acusa es juez y parte en el asunto. Los teólogos llamados a juicio por no tener, no tienen ni abogado para su defensa — ¡quién podría tener autoridad para defenderlos ante la autoridad divina papal! Sólo cabe esperar clemencia de las altas estancias—; se encuentran "solos ante el peligro", y ni siquiera pueden gritar como el "paciente" Job exigiendo su Goel. Por desgracia, muchos de ellos, al terminar el juicio, no acaban tan bien parados como Job.
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Bueno … y si el "doble rasero" con que la Iglesia trata los derechos humanos lo aplicamos a la mujer, entonces ocurre lo que ocurre y que, por desgracia, seguirá ocurriendo. La Iglesia, muy especialmente en su doctrina social, acepta la no discriminación por razones de sexo en el seno de las sociedades civiles; sin embargo, la estructura eclesiástica es machista, el discurso teológico, androcéntrico y los actores principales de la liturgia son varones. Las mujeres son excluidas sistemáticamente de la toma de decisiones; aun en asuntos que les afectan directamente, como son los referentes a la sexualidad y en la procreación.
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Las mujeres, por supuesto, no pueden participar de los ministerios ordenados (diaconado, presbiterado, episcopado).
Pero lo más chocante es que para defender esto se apela a argumentos teológicamente inconsistentes, como el de que Jesús no ordenó a ninguna mujer o el de que en la historia de la Iglesia no se encuentran mujeres ordenadas o, más pintoresco todavía, el de que no están preparadas ni poseen la discreción debida para el ejercicio de esos ministerios.
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En este contexto, las mujeres no son en esencia sujetos eclesialmente activos, sino más bien "objetos” pasivos, y, aunque son la mayoría dentro de la Iglesia, permanecen en un estado de invisibilidad y clausura. Gracias a Dios, se están articulando desde la propia mujer movimientos reivindicativos para salir de ese estado forzado de minoría de edad en que se encuentra la mujer dentro de la Iglesia.
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Algunos varones, tocados aún por el tic paternalista, aconsejan a las mujeres que no gasten energías en conseguir ciertos ministerios como el sacerdocio, con lo contaminado que está.
Lo suyo, dicen, es aportar a la Iglesia ese espíritu de gratuidad y de servicio callado tan propio de la mujer, y que tanto se necesita en una institución cada vez más marcada por intereses creados y luchas por el poder
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De este modo, los que piden a las mujeres que no se contaminen de esa realidad eclesial jerárquica tan llena de inmundicias, son muchas veces los mismos que se encuentran encaramados en los enclaves de poder donde se toman las decisiones sobre aspectos importantes de la Iglesia, incluidos los relacionados con la propia mujer.
LOS tEÓLOGOS MALdItOS. Durante los años cincuenta y bajo el pontificado de Pio XII hubo un grupo de teólogos aperturistas que fueron considerados "malditos". Entre ellos se encontraban Rahner, Congar, Chenu y Lubac. Apenas diez años, después Juan XXIII los tuvo como asesores principales de la asamblea ecuménica durante el Concilio Vaticano II. Su influencia fue decisiva en la elaboración de los textos más "avanzados" del Concilio. Sin embargo, con el paso del tiempo, el Concilio Vaticano II que tanto y tan bueno prometía, se ha ido "amortiguando", particularmente sus propuestas y apuestas más avanzadas relacionadas con lo ecuménico y la renovación intraeclesial. De nuevo, algunos de los teólogos asesores volvieron a entrar en el punto de mira de los jerarcas eclesíasticos, y otros que han seguido desarrollando las intuiciones del Concilio —como Küng, Schillebeeckxx, Pohier, Curran, Boff, Häring…— sufren las condenas del magisterio eclesiástico. El pensamiento crítico en 68
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teología, y más aún si está relacionado con la estructura de la Iglesia, parece no estar en la agenda de los actuales mandatarios eclesiáticos.
péRdIdA dE INfLUENCIA EN LAS ESfERAS dEL pOdER. Como cabe esperar cuando se da marcha atrás refugiándose en criterios estáticos y conservadores, dentro de una sociedad vertiginosamente dinámica, la Iglesia, pierde a marchas forzadas su influencia, y, por desgracia, también autoridad, tanto en el plano ideológico como en el ámbito político y económico. La secularización de las estructuras y del pensamiento se sacude de encima la tutela religiosa y deja los templos llenos de minorías, integradas en su mayor parte por ancianas, ancianos y niños.
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LOS pROfEtAS pONEN EL dEdO EN LA LLAGA. Antes de preguntarnos por la posibilidad —la necesidad está clara— de una Iglesia profética, veamos algunos rasgos que caracterizan a los profetas según la tradición bíblica. Dios y los profetas en sintonía. El profeta, según lo entiende la Biblia, no es el que adivina el porvenir o realiza actos maravillosos, el pro-feta, es el porta-voz de algo, el que habla en nombre de otro. En el caso que nos ocupa es el portavoz, el que habla de parte de dios. La misión es importante y arriesgada, por ello, quienes son llamados a profetizar no ocultan su inicial malestar, su desagrado e incluso su rechazo, poniendo todo tipo de excusas, objeciones y resistencias: Moisés, que era tartamudo; Jeremías, que no sabía hablar… Ahora, eso sí, cuando se pasa "el primer susto" y se acepta la misión, la persona del profeta sufre una transformación radical.
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Entre el profeta y Dios, una vez vencidos los obstáculos, se da una especie de sintonía a la hora de afrontar la misión profética: el profeta comprende y siente cada vez más lo que Dios espera de él, y Dios se adecua a las limitaciones de su profeta. Lo que hace el profeta, en definitiva, es interpretar a la luz de dios los hechos históricos del momento; le pone la palabra de Dios a la historia muda de los acontecimientos. Y todo en clave liberadora.
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¿Demagogos o críticos radicales de la sórdida realidad? Si los profetas tienen un oído puesto a la escucha de Dios, también tienen el otro a la escucha del pobre y del oprimido. Su compasión con las víctimas los lleva a descubrir y desvelar realidades injustas que "claman al cielo" allí donde otros ven algo normal o meramente anecdótico. Su denuncia, parcial y apasionada, de estas situaciones y, en especial, a los causantes de ellas, pretende desinstalar de su pasividad a los que activa o pasivamente las mantienen.
Más aún, los profetas ponen en evidencia a quienes buscan a Dios para evadirse o legitimar su estilo de vida al margen o en contra de los más débiles. Para este tipo de gente, el profeta pretende que dios, en vez de una respuesta ad hoc, se convierta en un interrogante. Su palabra es grito que interpela, saca del letargo y despierta las conciencias y las actitudes amodorradas.
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Iconoclasta y asaltante de la mente. Como ya se puede adivinar, el profeta no es un romántico ausente de la realidad y sus estructuras. Es un asaltante de la mente, un iconoclasta —rompedor de iconos— que desafía y desacraliza lo que en apariencia es sagrado, reverenciado, intocable. La solidaridad y fraternidad con el prójimo será la norma que introduzca cualquier acto en la esfera de lo sagrado. La hipocresía religiosa queda, pues, al descubierto.
No es de extrañar que mucha gente se convirtieran en sus enemigos, particularmente los poderosos, pero no sólo ellos, quedándose a veces solo e incomprendido. Su mensaje de parte de Dios resulta incómodo e inadmisible. Así, las autoridades lo consideran sedicioso; la gente piadosa lo califica de blasfemo; los patriotas lo acusan de pernicioso, sus familiares los tratan como a locos.
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Una de sus grandes críticas es a la seguridad depositada en la violencia y en el poder de las armas. La espada deja de ser símbolo de honor y es calificada de abominación. Isaías hace un cántico pacifista inigualable (Is 2,4) y realmente revolucionario, para entonces y para ahora. ética y utopía se dan la mano en el quehacer diario del profeta. Su vida anticipa aquello que anuncia, y a la vez dinamiza las fuerzas presentes en orden a conseguir ese futuro propuesto por Dios.
Censores de los malévolos y defensores de los desvalidos. Los profetas son hombres de dios y hombres del pueblo. Su mensaje de denuncia "en contra de" siempre va acompañado de un anuncio de esperanza "a favor de". No es que les plazca predecir desastres, pero ven la irreversibilidad de los acontecimientos futuros si no hay conversión presente y en los presentes. Su lenguaje es fuerte y duro, es verdad, pero no surge desde los abismos del odio y la agresividad, sino desde los torrentes del celo amoroso y la radical justicia. Por muy negra que se vea la cosa, al final, el mensaje profético termina con un halo de esperanza, porque Dios es Justo y confía en la capacidad humana para aceptar su salvación. 74
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La imaginación y las víctimas del sistema. Dice una canción brasileña: "sueño que se sueña juntos, ya empieza a ser realidad". Los profetas bíblicos la hubiesen coreado a gusto, y es que, cual revolucionarios estudiantes de los años 60, una de sus consignas parece ser, "la imaginación al poder". Sin imaginación, sin ser capaces de imaginar algo distinto, algo nuevo, algo realmente revolucionario, siempre estaremos anclados en lo conocido, lo seguro y, por desgracia, muchas veces en lo injusto. La imaginación es una característica fundamental en los profetas, porque saben que es el primer paso para aventurarse hacia esa utopía que hay que construir; es como una guía para moverse adecuadamente por los caminos que debemos recorrer. La imaginación profética no tiene nada que ver con lo de "tener pájaros en la cabeza", es una imaginación realista, muy "con los pies en la tierra". De hecho, se mueve en dos planos complementarios: el de una crítica radical de la conciencia dominante, mostrando su no-definitividad, y el de la dinamización de la comunidad, remitiendo a ésta a nuevas formas de vida y a una movilización activa de la esperanza. ECLESIOLOjí A
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El profeta es capaz de desencadenar procesos de cambio —personales y estructurales— porque ahonda en la memoria del pueblo, en sus raíces, en su esencia, para sacar a la luz el dinamismo interno que posee, y, en muchas ocasiones, desconoce o ha olvidado. Dinamismo con un fuerte potencial de cambio, especialmente si es liderado por el profeta; aunque en muchas ocasiones no es necesaria la presencia física de éste para que aflore dicho dinamismo, basta con el recuerdo de sus dichos y sus hechos para activar la memoria histórica que desencadena todo el proceso. De hecho, profetas rechazados en su momento, posteriormente fueron puntos de referencia para superar, de manera acorde con los designios de Dios, las dificultades que se presentaron al pueblo.
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El análisis socieconómico, político y jurídico que de la realidad hacen los profetas, dista bastante del que realiza la "oficialidad" del sistema. Muestra las contradicciones de una sociedad que desde el poder asegura que "todo va bien", mientras el número de empobrecidos y excluidos aumenta. La miseria y la posesión en medio del pueblo son para el profeta los fieles indicadores de que la ley de Dios se está incumpliendo, de que el proyecto liberador de Dios en medio de su pueblo está siendo abortado. Y las palabras del profeta son muy duras para aquellos que generan tal estado de cosas, que son los que ostentan el poder civil, militar, económico, religiosos y jurídico. Basta leer ciertos pasajes de Amós o Miqueas para hacernos una idea al respecto: "Escuchad esta palabra, vacas de Basán*, en el monte de Samaria: Oprimis a los indigentes, maltratáis a los pobres y pedís a vuestros maridos: "Trae de beber". El Señor lo jura por su santidad: os llegará la hora en que os cojan a vosotras con garfios, a vuestros hijos con ganchos, saldrán cada una por la brecha que tenga delante y os arrojarán al estiércol —oráculo del Señor" (Am 4, 1-3) (*Señoras de la alta sociedad).
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A la denuncia profética, aunque vaya dirigida a personas y a estamentos sociales concretos, no se le escapa que todo eso está dentro de una estructura injusta y corrupta que es necesario cambiar desde sus cimientos. Ante una sociedad donde los príncipes "detestan la justicia y tuercen el derecho" y edifican "con sangre y con crímenes" sus proyectos, donde "sus jefes juzgan por soborno, sus sacerdotes predican a sueldo y sus profetas adivinan por dinero" (cif. Miq 3, 9-11), no caben actitudes reformistas. El cambio, con la ayuda de Señor, tiene que ser radical si se quiere una sociedad nueva, para que, como dice Miqueas, "se siente cada uno bajo su parra y su higuera, sin sobresaltos" (4,4).
El profeta muestra tal estado de cosas porque ve la problemática desde las víctimas del sistema, y lo hace así porque el Dios del cuál es porta-voz es un Dios identificado con las víctimas y no con los verdugos, sean estos personas o estructuras.
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El culto, ¿perversión de la religión? Uno de los pilares sociales que más fuertemente critican los profetas es la perversión religiosa y la hipocresía a la hora de realizar el culto. El profeta, como buen conocedor de la realidad, sabe que en una sociedad profundamente religiosa, la religión se puede convertir en el medio más importante para manipular al pueblo. Los falsos profetas, los sacerdotes vendidos y los poderosos que van al culto con las manos manchadas de sangre, serán el centro de su denuncia. En el fondo, todas esas actitudes muestran una religión que ha hecho a Dios a su medida, fiel garante de los intereses de quien lo maneja y tranquilizador de conciencias. El Isaías post-exílico denuncia claramente este tipo de prácticas: "Mirad: el día del ayuno buscáis vuestro interés" (Is 58, 4 a.) y opone la relación directa entre prácticas religiosas y solidaridad que Dios desea: "El ayuno que yo quiero es éste —oráculo del Señor—: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte en tu propia carne" (Is 58, 6-7). Miqueas, ante la multiplicación de ofrendas y holocaustos por parte de los fieles para estar bien con Dios, responde con uno de los textos más bellos de todo el Antiguo Testamento: "Hombre, ya te he explicado lo que está bien, lo que el Señor desea de Ti: que defiendas el derecho y ames la lealtad, y que seas humilde con tu Dios". (Miq, 6, 8).
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¿pUEdE SER pROfétICA LA IGLESIA-INStItUCIÓN? Tras esta somera aproximación a la identidad del profetismo, y después de conocer la idiosincrasia de la Iglesia-institución, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿puede ser profética la Iglesia-institución? Y una cosa está clara, una Iglesia que no sea profética, poco o en nada se parece a Jesús y la "movida" y movimiento que él inauguró. La respuesta no es fácil. En un primer momento, la mayoría responderíamos que no (aunque posiblemente estemos respondiendo a la pregunta ¿es profética la Iglesia-institución actual? en vez de ¿puede ser …?), la institución se establece en el presente y sin mirar "hacia atrás". Si el profeta exige conversión y cambio, la institución mantiene y defiende el inmovilismo tradicional. La fluidez y espontaneidad profética, choca con la burocracia y la normativa institucional. Por eso, lo normal es que el profeta y la institución choquen, se enfrenten, y un muchos casos la institución sofoque el espíritu profético, e incluso acabe físicamente con el profeta. Es el lamento de Jesús sobre Jerusalén, capital y centro institucional de la nación: "¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!"(Lc 13, 34a). El enfrentamiento entre el pastor-profeta Amós y Amasías, sacerdote del santuario de Betel y al servicio del rey de Israel, Jeroboán, resulta paradigmático: "Amasías, ordenó a Amós: - Vidente, vete, escapa al territorio de Judá; allí puedes ganarte la vida y profetizar. Pero no vuelvas a profetizar contra Betel, que es el santuario real y nacional. Respondió Amós a Amasías: - Yo no soy profeta ni del gremio profético; soy ganadero y cultivo higueras. Pero el Señor me arrancó de mi ganado y me mandó ir a profetizar a su pueblo, Israel." (Am. 7, 12-15). Con todo, no es imposible que la Iglesia-institución sea profética; de hecho, puede y debe serlo si realmente se dice seguidora de aquél que las instituciones judías condenaron y las romanas crucificaron. Ahora bien, como ya hemos visto en páginas anteriores, esta Iglesia nuestra va a necesitar de cambios profundos tanto en el fondo como en la forma de sus instituciones. Es lo que abordaremos en los siguientes capítulos.
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V. Iglesia de los pobres
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EL pROfEtISMO, SIGNO dE CREdIBILIdAd dE LA fE Y ENtRAñA dE LA IGLESIA. La fe, que es gracia de Dios, nace desde lo más profundo de nuestro ser y nos une a la persona y al proyecto de Jesús, el Cristo. Por su propia naturaleza, la fe no se puede de-mostrar como se demuestra una ecuación matemática, lo único que se puede y debe hacer es mostrar, que como aparece en el diccionario de la Real Academia Española es "manifestar o poner a la vista una cosa". Y ¿cómo se "manifiesta" y "pone a la vista" la fe? A través del testimonio histórico concreto;en palabras del propio Jesús, “por sus frutos los conoceréis”. Los frutos de la fe cristiana, de cualquier persona o institución que se confiese seguidora de Jesús, pasan inevitablemente por el espíritu profético según nos lo presenta la Biblia. Por lo que podemos afirmar que el profetismo no es una actividad más de la Iglesia junto a otras de carácter burocrático, jurídico o cultural, pertenece a su misma esencia. La Iglesia o es profética, o es puro andamiaje, pura fachada, sacralizadora e idolátrica de unas creencias alejadas totalmente del proyecto de Jesús. El Concilio Vaticano II redescubre este aspecto esencial de la Iglesia al mostrar que todo el pueblo de Dios, y no unos pocos privilegiados, participa del ministerio profético de Cristo (Lumen Gentium, 12). Así pues, la Iglesia puede y debe convertirse en una institución profética, testigo de la justicia liberadora y de la gracia salvífica de Dios.
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LA IGLESIA, INStItUCIÓN dE LIBERtAd SUBVERSIVA. Ya escribía hace más de 30 años el teólogo alemán J.B. Metz: "La Iglesia debe comprenderse y acreditarse como una institución que lleva en sí el recuerdo de libertad subversiva, del que da testimonio público y cuya tradición asegura en el seno de los sistemas de nuestra sociedad emancipatoria". Libertad para ser crítica, tanto con los de dentro, como con los de fuera y defensora de las libertades públicas y los derechos de los ciudadanos y ciudadanas.
En cualquier institución, y particularmente en las religiosas, la tensa dialéctica entre libertad y autoridad no es difícil que desemboque en libertinaje — ausencia de autoridad— o en autoritarismo —ausencia de libertad—. La Iglesia deberá ser una institución cuya autoridad, por un lado evite la dispersión y la desintegración, y por otro favorezca y facilite todo dinamismo renovador y crítico. Una autoridad cuyo buque insignia sea el servicio, sin hipocresía y henchido de caridad: "el que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos" (cif. Mc 10, 43-45). La autoridad que no se base en el servicio será autoritarismo y nada tiene que ver con aquel que "no ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate de todos." ECLESIOLOjí A
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Una Iglesia profética desenmascarará todo fariseismo en el culto y en las prácticas religiosas, especialmente aquéllas que convivan y "connivan" — toleren— con situaciones de injusticia y muerte. La institución de la Iglesia debe saber que no es perfecta, que está necesitada de una conversión continua, y que es un medio, no el fin, para alcanzar la salvación escatológica, por lo que no debe caer en absolutismos, e incluso hacer una crítica severa de cualquier sistema que se quiera erigir en pensamiento único, globalizador y finalista de la historia.
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La Iglesia ciertamente ha perdido las muchedumbres que antaño llenaban templos y acompañaban acontecimientos; pero esta realidad en vez de verla como una amenaza y atrincherarse en su torre inexpugnable de dogmas y certezas, la Iglesia debe hacer como los profetas, sentirla como un reto y una oportunidad, acercarse a los marginados, los excluidos, y desde ahí, renovarse y renovar al mundo "por dentro con espíritu firme" como dice el salmista.
CONdICIONES dE pOSIBILIdAd dE UNA IGLESIA EN CLAVE pROfétICA. Dar ejemplo en la práctica interna de los derechos humanos. En lo referido a la aplicación de los derechos humanos, la Iglesia es un adalid de puertas para fuera y, ciertamente modesta, en su fuero interno. Y lo más significativo es que su postura excluyente de ciertos derechos humanos ad intra la apoya en argumentos teológicos que cree revelados. Este desfase, un tanto esquizofrénico, ya ha sido objeto de algunas autocríticas desde la propia institución eclesiástica, pero, como "del dicho al hecho hay un trecho", se ha plasmado muy poco en la práctica. ECLESIOLOjí A
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Es necesario elaborar una declaración de derechos y libertades de los cristianos, a la que apelar como criterio general de articulación eclesial sobre todo cuando los derechos de los cristianos y cristianas y de los colectivos eclesiales no se respeten. Esta declaración no sólo se sustenta en valores históricos, antropológicos y sociales, también y preferentemente, en el principio teológico del discipulado de iguales del que hablábamos más arriba. 88
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Para que los derechos y libertades de los cristianos no se queden en "papel mojado" y tengan operatividad, habrán de traducirse en la apertura de cauces de corresponsabilidad en todos los ámbitos de la comunidad cristiana, desde la elección de los responsables, coordinadores y animadores, hasta la participación en los órganos de decisión y en la elaboración de la doctrina moral. Habrán de materializarse en el ejercicio del derecho al voto y al veto, a la palabra y al silencio, lo que creará una opinión pública en la Iglesia
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Una Iglesia en el horizonte del reino. Ya lo hemos dicho más arriba, la Iglesia no es el fin, es un medio. Confundir como ha ocurrido muchas veces a lo largo de la historia, Iglesia y reino de Dios, ha sido nefasto para la Iglesia y para el reino. ¡Así nos ha ido!… La Iglesia está al servicio del reino, nunca por encima de él. La Iglesia no es la salvación; mediación, privilegiada, es verdad, pero no única, de la salvación. Y si las iglesias históricas son mediación, quiere decir que son caducas, perecederas; y, por tanto, provisionales en su organización, sus formas sociales, sus símbolos, e incluso en sus expresiones doctrinales, formuladas en un lenguaje propio de una cultura provisional.
La Iglesia, bajo el seguimiento de Jesús. El seguimiento de Jesús es un aspecto nuclear a la hora de plantearse un Iglesia en clave profética. Aparcado durante muchos años en el "baúl de los recuerdos", el seguimiento, ha sido rescatado y colocado en su lugar "faronil" por la teología de la liberación, que concibe la vida cristiana como seguimiento de Jesús, la moral cristiana como praxis de ese seguimiento y la Iglesia como comunidad de seguidores de Jesús. 90
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Pero ojo con confundir seguimiento con imitación, que en cierto modo es como confundir el original con la fotocopia. En bastantes ambientes eclesiales tradicionalmente con "imitación de Cristo” se ha querido significar la relación del cristiano con Cristo. Aunque cada uno puede hacer de su capa un sayo, "imitar a Cristo", que es pura actitud estática y estética, poco tiene que ver con el Evangelio, que es dinamismo y adaptación creativa a los cambios históricos y a las diferencias culturales. La imitación lleva al inmovilismo, al fundamentalismo y al espiritualismo individualista. ECLESIOLOjí A
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Por su parte, el seguimiento implica hacerse discípulo de Jesús, aquí y ahora; lo cual necesita de todo un proceso creativo, transformador y radicalmente revolucionario, que conmueve a menudo los cimientos de la vida personal y de la estructura eclesial. Una Iglesia animada por el espíritu del seguimiento es una Iglesia renovadora, que acepta los retos del presente como una oportunidad de actualizar continua y novedosamente el anuncio del Evangelio y la persona de Jesús. La Iglesia de los pobres. Tardó en llegar, pero al fin lo hizo. El concilio Vaticano II puso las bases, y la teología de la liberación latinoamericana la desarrolló y cimentó: la Iglesia de los pobres es un acontecimiento irreversible en el panorama de la Iglesia contemporánea. Toda reflexión teológica seria, toda praxis consecuente, tendrá que contar con ella para su correcta articulación y puesta en práctica.
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La Iglesia de los pobres no hay que confundirla con una Iglesia para los pobres. La Iglesia de los pobres no es asistencialista con los necesitados, manteniendo a la vez sus privilegios como institución y sus alianzas condescedendientes con el poder de este mundo. Tampoco es una Iglesia paralela, alternativa y contrapuesta a la Iglesia institucional, y menos aún como una secta que se desgaja de ésta. La Iglesia de los pobres implica un cambio de posición, un desplazamiento externo e interno, una conversión radical y una ruptura con otras formas no evangélicas de ser Iglesia, especialmente con la Iglesia de cristiandad y con la falsa Iglesia interclasista, condescendiente con los opresores y balsámica con los oprimidos. La Iglesia de los pobres se aleja de los que ostentan el poder y el tener y se acerca a los sectores marginados y excluidos del poder y del tener. Sus interlocutores privilegiados no serán las clases acomodadas ni los intelectuales de turno, sino los que sufran la opresión del sistema. Su forma de hacerse presente en la sociedad no es a través de pactos con el poder, es a través de la encarnación en el mundo de los pobres y desvalidos, anunciando la liberación y asumiendo la cruz como consecuencia de ello.
Como es lógico, el modelo de Iglesia de los pobres conlleva un cambio en las estructuras intra-eclesiales, que pasan de autoritarias, jerárquicas, asimétricas y verticales a serviciales —no serviles—, fraternales, simétricas y horizontales. Los pobres no son un apartado más dentro de esta Iglesia, son el centro. En función y a partir de ellos se estructuran la organización, el culto, las formulaciones doctrinales y la vida eclesial. No se trata tampoco de que los pobres toman el poder en la Iglesia, se trata más bien de renunciar al poder, para situarse en la periferia, en el lugar donde se encuentran los pobres. Los pobres no van a Roma, Roma va a los pobres. ECLESIOLOjí A
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La Iglesia de los pobres entra en comunión directa con las primeras comunidades cristianas a través de la cruz, al ser perseguida por amor a la justicia y contar con presos, amenazados de muerte y mártires. Esta Iglesia vive la cruz desde la experiencia vital, desde el sufrimiento, y no desde meras elucubraciones teológicas o beatíficos rezos. Una cruz en su más fuerte sentido histórico, como resultado de un proceso que termina en condena y ejecución, como final infeliz de una vida en clave liberadora. La cruz no significa conformismo con la realidad, sino subversión, agitación y rebeldía contra un orden sociopolítico injusto y contra una religión legitimadora de ese orden.
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La Cruz lleva a la Iglesia de los pobres a solidarizarse de forma efectiva con los crucificados de la tierra, cuyos rostros constituyen un fiel reflejo del rostro de Jesús Crucificado. Como gráficamente expresan los Documentos de Puebla (número 20), son rostros de indígenas, afroamericanos, campesinos, obreros, marginados y hacinados urbanos, subempleados y desempleados, jóvenes desorientados, niños empobrecidos, ancianos. Rostros de personas y pueblos crucificados por los crucificadores de turno, rostros que son el sacramento de Dios en la historia de los hombres.
Pero una Iglesia de los pobres como ésta ¿no será restrictiva y parcial al admitir en su seno sólo a los sociológicamente pobres y excluidos? Más aún, ¿cómo una Iglesia así puede ser una, santa, apostólica y universal? Sin desestimar las demás, parece ser la dimensión de la universalidad la más difícil de integrar en una, llamada, Iglesia de los pobres. Sin embargo, esto es sólo a primera vista. Si nos dejamos de tinglados teóricos y bajamos a la arena de la praxis, nos daremos cuenta de que la universalidad de la Iglesia de los pobres emana de la universalidad de la misión salvadora de Cristo y de la universalidad de las causas que defiende. Y está claro que las causas de la justicia, de la libertad y de la fraternidad son inconfundiblemente universales, como universales son las causas de la vida de los pobres. Se trata de una universalidad desde la perspectiva de los pobres.
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Ciertos sectores de la Iglesia se sienten atemorizados enormemente cuando surgen conflictos en su seno temiendo por la unidad y acusan a la Iglesia de los pobres como una posible fuente de ellos. Ante esto sólo cabe decir que el único lugar donde no se dan conflictos es entre los muertos en el cementerio. El conflicto es inherente a la vida, a su dinamismo y desarrollo, eludirlo es caer en la esterilidad y el anquilosamiento. De este modo, los conflictos bien llevados, no tienen por qué romper la unidad; al contrario, sacan a la luz potenciales motivos de fisura que al dejarlos sin abordar ocasionarían más adelante enormes grietas en la estructura que los quiere evitar. Por último, hay que decir que no es la Iglesia de los pobres la causante del conflicto, en todo caso es la que lo saca a la luz. El conflicto ya estaba incubado en las rígidas estructuras de la Iglesia que chocan de lleno con el mensaje cristiano. 96
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Por desgracia, muchos de los que se llenan la boca con la palabra unidad en la Iglesia tienen en sus mentes y en sus corazones la uniformidad como punto de referencia. Ciertamente, la Iglesia de los pobres está en las antípodas de lo que podríamos llamar una comunidad uniforme.
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Qué decir de la santidad. Sin amor la santidad es mera "hinchazón" del espíritu. Y a esta Iglesia de los pobres, si le sobra algo, es amor. Amor que la lleva a la santidad personal, testimoniado en la vida coherente y evangélicamente entregada de la inmensa mayoría de sus miembros; así como a la santidad comunitaria y social, al buscar la eficacia liberadora a la hora de cambiar estructuras y modelos para hacerlos más acordes con el reino.
La Iglesia de los pobres es también plenamente apostólica, en el sentido originario del término, ya que testimonia al Resucitado y su compromiso por la vida. Con sus palabras y sus hechos es testigo de la esperanza en medio de tanta desesperanza. Por supuesto que esta Iglesia se opone al concepto unilateralmente limitado de apostolicidad como sucesión apostólica, en el sentido verticalista y piramidal, entendido hasta ahora desde el poder eclesiástico.
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LA IGLESIA, EN LA fUERzA dEL ESpíRItU. Una Iglesia toda ella profética tiene su punto de apoyo arquimédico no en la burocracia de la institución, sino en la fuerza del Espíritu.
La Iglesia y el Espíritu no se encuentran en el mismo plano, aunque sí deben encontrarse en la misma onda. El Espíritu no es el Espíritu de la Iglesia, sino el Espíritu de Dios. Es dios quien dona el Espíritu a la Iglesia, pero no se limita sólo a ella; actúa en ella, pero también fuera de ella; sopla donde quiere conforme al criterio de la libertad. El Espíritu es, por así decirlo, ciudadano del mundo sin poseer documento nacional de identidad que lo encasille.
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VI. Ni clĂŠrigos, ni laicos, sencillamente cristianos
NI CLÉRIGOS, NI LAICOS,SENCILLAMENTE CRISTIANOS
LA IGLESIA, "SOCIEdAd dESIGUAL", pOR VOLUNtAd dIVINA. El Concilio Vaticano II supuso un cambio radical en muchos campos de la Iglesia, pero posiblemente ninguno tan sonado como el que se refiere a la concepción social de la Iglesia. Previamente al Concilio, aún se definía a la Iglesia como "sociedad desigual y jerárquica". El papa León XIII afirmaba en 1888 que "en la Iglesia hay dos órdenes bien distintos por su naturaleza: los pastores y el rebaño, es decir, los jefes y el pueblo. El primer orden tiene por función enseñar, gobernar, dirigir a los hombres en la vida, imponer reglas; el otro tiene que estar sometido al primero, obedecer, ejecutar sus órdenes y honrarlo". Teólogos como Joaquín Salaverri, en los años 60, no sólo mantenían esta visión, sino que agudizaban aún más la división: "Existe en la Iglesia —escribía—, por voluntad de su divino fundador, una discriminación en virtud de la cual unas personas, con exclusión de las más, que han sido llamadas a ejercer los poderes esenciales, según la ley establecida por el propio Cristo". Este texto supone una regresión clara respecto al de León XIII en lo tocante a la causa de esa división: "por naturaleza" dice uno, "por voluntad de su divido fundador", afirma el otro.
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NI CLÉRIGOS, NI LAICOS,SENCILLAMENTE CRISTIANOS
La oposición clérigos/laicos llega hasta tal punto que éstos se definen por contraposición a aquéllos; es decir, laico es aquél que no es clérigo. Mientras unos son los "productores" de bienes eclesiales, los otros son meros elementos pasivos que consumen y reciben los efectos de tales bienes.
EL CLERO, UNA ESpECIE qUE NO dESApARECE. El clero no es una "especie" que sólo ha surgido en la Iglesia Católica, se extiende por casi todas las religiones. Constituye, en la mayoría de los casos, una desviación de los ideales del fundador. Éste suele moverse en el plano carismático. El clericalismo surge cual hongo mortecino que cubre el árbol carismático caído. Cuando el fundador religioso desaparece, aparecen las primeras tendencias organizativas que objetivan el mensaje y concentra institucionalmente todo el poder en manos de un grupo reducido de personas con tendencia a monopolizarlo.
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NI CLÉRIGOS, NI LAICOS,SENCILLAMENTE CRISTIANOS
Es difícil de entender cómo el Cristianismo, que ni religión en el sentido clásico del término podía considerarse en sus orígenes, teniendo además los evangelios un fuerte carácter anticlerical, haya acabado por ser, particularmente en la Iglesia Católica, una de las clerecías más sólidas y mejor estructuradas. Una posible explicación es el de que ha sido el fruto de un extraño maridaje de la Iglesia católica occidental con la tradición jurídica romana. A lo largo de la historia la tendencia a identificar la acción de Dios con el poder jerárquico, y la pasión por el control como voluntad divina, ayudan a entender la mutación jerarquizante acaecida en la Iglesia. El Concilio Vaticano II, con su particular revolución eclesiológica, dio una fuerte sacudida a esta situación clericalizante de la Iglesia. El clero como estilo anacrónico —incluso como competición— de vida, sufrió un serio revés: desde la forma de vestir hasta la forma de servir cambiaron sensiblemente.
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NI CLÉRIGOS, NI LAICOS,SENCILLAMENTE CRISTIANOS
Aunque el clericalismo se vio aminorado, no lo fue hasta el punto de desaparecer. Por otra parte, en el terreno institucional, ideológico y organizativo, siguió vigente el "espíritu clerical", quintaesencia del clericalismo eclesiástico, que, sometido a toda clase de conversiones y metamorfosis, todavía pervive. La imagen del sacerdocio que ofrecen los documentos posteriores al concilio sigue reforzando las ideas de consagración y segregación, de persona del culto y de mediador entre Dios y el pueblo cristiano.
Es un hecho que existe un creciente conflicto entre clérigos y laicos en todos los ámbitos eclesiales. No sería extraño que en un futuro no muy lejano se crearan escisiones entre grandes bloques de creyentes con concepciones diferentes de ser Iglesia, y cuyo origen pivotara en torno a la pervivencia del espíritu clerical. Hay quien interpreta este conflicto como un simple problema de funcionamiento, de formas, en las relaciones entre clérigos y laicos. Todo se reduciría, en última instancia, a una incompatibilidad de caracteres. Así pues, la solución al problema consiste en movilizar —no eliminar— la rígida oposición clérigos/laicos, corrigiendo el reparto del poder hoy imperante, dando cancha a los laicos en ciertas tareas eclesiales y eclesiásticas. Acercar el clero a los laicos, mezclarlo con ellos, hacerlo más "normal", y a la vez, acercar el laico al clero, colocarlo más "al laíco" del cura, puede ser la salida a los conflictos actuales que enfrentan a ambos. ECLESIOLOjí A
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Hay, sin embargo, quien piensa —como nosotros—, que el conflicto es mas profundo y serio que una simple incompatibilidad de caracteres. Detrás de este malestar se esconde un problema estructural, y no sólo ni principalmente de funcionamiento. El paradigma vigente es estructural y organizativamente premoderno, tiene muchos elementos de la concepción patriarcal, estamental y clasista de la Iglesia y de la sociedad feudales. Junto a la oposición clérigos/laicos funcionan otras oposiciones como Iglesia docente/Iglesia discente, jerarquía con plenos poderes/feligresía sin poderes, arriba y abajo, etc. La imagen de la Iglesia sigue siendo vertical, no horizontal, clerical, no popular (del pueblo de Dios), unipersonal, no comunitaria, autoritaria, no corresponsable: todo el poder — el legislativo, el ejecutivo y el judicial — sigue estando en manos de la jerarquía (del clero).
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Toda praxis, para que se consolide, necesita ser respaldada por un andamiaje teórico e ideológico justificativo. El protagonismo del clero sólo fue y es posible al estar respaldado por un sistema doctrinal y simbólico invertido en sus orígenes, consistente en supervalorar el sacramento del orden y en minusvalorar los sacramentos del bautismo y de la confirmación. El orden sacerdotal se torna así fuente de derechos para los clérigos y base de la marginación para los laicos. El bautismo y la confirmación pasan a segundo plano, cuando realmente son los que igualan en derechos y responsabilidades a todos los creyentes y cuando hacen sujetos a quienes los reciben.
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La estructura eclesial basada en la dualidad clérigos-laícos es la concreción histórica de la "estructura" teológica que la sustenta. ésta concibe las relaciones dios-Jesús-jerarquía (clero)-pueblo de dios de una manera verticalista. De igual manera se concibe la revelación de Dios, confiada por Cristo a la jerarquía (el papa, los obispos, los sacerdotes) que la trasmite a toda la Iglesia.
Ante una situación patológica como la que se vive en la Iglesia, no basta con simples reformas, ya que la oposición clérigos/laicos no es algo concreto o aislado, sino que es el reflejo de la mentalidad dualista que aún persiste en el creyente y que se muestra en otras categorías como sagrado/profano, Iglesia/mundo, espiritual/material, que carecen de justificación teológica. por eso, eliminada la oposición clérigos/laicos, hay que suprimir también los términos mismos de la oposición: clérigos y laicos, que son correlativos. Entre ellos existe una relación de causa-efecto: hay laicos dominados porque hay clerigos dominadores; y yo añadiría aún más: hay clérigos dominadores porque hay laicos que se dejan dominar. Los términos enraízan los roles que desempeñar tanto en el dominador como en el dominado. Eliminarlo exige un esfuerzo conjunto y libera a ambas partes del corset limitante asignado. 108 ECLESIOLOjí A
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¿tEOLOGíA dEL LAICAdO? Si se elimina la oposición clérigos/laicos, y con ello la propia terminología, resulta un tanto anacrónico querer mantener y desarrollar, por muy "progresista" que se diga, una "teología del laicado". Una teología de este tipo implica a su vez una "teología del clero", y volvemos al principio del problema. Una teología del laicado al margen —o yuxtapuesta a— la teología del pueblo de Dios, suena más a ideología que a verdadera teología.
En este tipo de teologías del o para el laicado, la revalorización del laicado choca con unos techos muy bajos. Las llamadas a la colaboración en el apostolado están cargadas de paternalismo, incluso en el Concilio Vaticano II, que sigue colocando en el centro la figura de los obispos y sacerdotes.
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LOS CARISMAS Y EL CONCILIO VAtICANO II Aunque el Concilio ofrece más oportunidades a los laicos para, si no compartir, sí cooperar de una manera más inmediata con el apostolado de la jerarquía, la legitimidad fontal, sustancial, la sigue teniendo la jerarquía. Los laicos no pasan de ser simples "suplentes" en situaciones excepcionales. El poder es ejercido por los llamados "pastores", a quienes se aplica los verbos regir, gobernar, apacentar, enseñar, santificar.
Con todo, hay que valorar positivamente el reconocimiento explícito que hace el concilio de la igualdad, "de una verdadera igualdad entre todos en lo referente a la dignidad y a la acción común de todos los fieles para la edificación del Cuerpo de Cristo" (Lumen Gentium, 32). Igualdad que tiene su raíz en el bautismo.
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El bautismo es retomado como sacramento fontal de todo cristiano, puerta de entrada al resto de sacramentos. Así pues, la misión de los laicos en el mundo y en la Iglesia, según el Concilio, emana de su condición de bautizados. En el bautismo se fundamenta la participación de los laicos en la triple función de Cristo. De ahí emana el sacerdocio común o universal de los fieles (Lumen Gentium, 10), "meta a la que tiende el sacerdocio oficial —ministerial—" (K. Rahner).
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El Vaticano II incorpora y retoma la estructura carismática de la Iglesia en la línea de la más genuina tradición neotestamentaria, haciendo suyas las palabras de Pablo dirigidas a los Corintios y que aquí se aplican a todos los fieles, "A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad" (1 Cor 12, 7). En el decreto conciliar sobre apostolado seglar (Apostolicam Actuositatem), se reconoce el derecho de los fieles a ejercer los carismas.
La revalorización del bautismo y del papel desempeñado por los carismas no deben justificar una teología del laicado, sino más bien tiene que ser punto de partida para una eclesiología integradora y unitaria, donde no haya clérigos ni laicos. Superada estas categorías, hay que replantear creativamente los binomios comunidad/carismas y comunidad/ministerios desde otras categorías como bautizados y bautizadas, pueblo de Dios, comunidad de creyentes, hermandad, sororidad, igualdad radical y diferencia cultural. Todos los ministerios son eclesiales y están al servicio de la comunidad. Así pues, no hay más que un único estado y una única espiritualidad: aquel o aquella que se viven en el horizonte del seguimiento de Jesús con toda su radicalidad evangélica. 112 ECLESIOLOjí A
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Por tanto, los carismas, y no el apego al poder o el culto a la autoridad, constituyen el principio estructural de la Iglesia y el criterio de articulación de los diferentes servicios y funciones eclesiales.
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Hoy es necesario hacer un esfuerzo y redescubrir los múltiples y variados carismas que el Espíritu hace surgir en la comunidad cristiana.
Entre ellos —y no al margen ni por encima— se encuentran los ministerios ordenados: episcopado, presbiterado, diaconado, que deben ser liberados de su fuerte carga cultual, clerical y autoritaria. Además, no tienen por qué ser ejercidos de por vida.
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Hay que hacer hincapié en un aspecto muy importante para preservar la libertad del Espíritu. Los carismas surgidos o que puedan surgir en el futuro no existen porque sean reconocidos por los ministros ordenados, sino que más bien por el hecho de existir se imponen a su reconocimiento y al de los otros cristianos. La creatividad va a ser un carisma muy necesario a la hora de trabajar en esta dinámica carismática.
Una teología contextual de los carismas tiene que subrayar la relatividad de éstos, su dimensión funcional, su perspectiva relacional. Los carismas no son algo absoluto o aislado del medio; remiten a la realidad mayor de nuestra fe, que es el reino de Dios, a la Iglesia como mediación histórica de salvación, al mundo como espacio privilegiado de la liberación integral, a los pobres como lugar preferencial de la revelación de Dios.
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UNA tRAMpA EN tOdA REGLA: LOS LAICOS AL MUNdO Y LOS CLéRIGOS A LA IGLESIA. Una primera lectura, y la interpretación más inmediata, de los textos del Concilio Vaticano II, parece corroborar la distinción clara entre clérigos y laicos, atribuyéndole a cada uno de ellos funciones y tareas propias y peculiares. Para ello se basa en el decreto de Graciano —que data de 1140— que asignaba a los clérigos y religiosos la consagración a dios y el cuidado de los asuntos eclesiásticos y a los laicos la actividad en el mundo. Ver Lumen Gentium, 31.
Sin embargo, siguiendo la pista a la prehistoria del texto –los pasos seguidos hasta quedar por escrito de la forma como lo conocemos—, y leyendo los textos conciliares en su conjunto, hay quienes creen que la índole secular — lo de "ser para el mundo"— no es el elemento específico que define teológiamente a los laicos. Lo que definiría a éstos, entonces, sería la pertenencia a la Iglesia, el ser miembros del pueblo de Dios por el bautismo. Sea o no correcta esta última interpretación del Vaticano II, lo cierto es que resulta la más acertada teológicamente, pues supera la tendencia dualista precedente, que desposeía a los seglares de toda responsabilidad en la vida de la Iglesia. La identidad de todos los cristianos no es unidimensional, sino tridimensional: carismática, sacramental y secular. 116 ECLESIOLOjí A
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REVISIÓN CRítICA dE LOS ACtUALES MINIStERIOS CLERICALES. Existe un amplio consenso entre teólogos y teólogas, exegetas e historiadores, sociólogos y pastoralistas, en que es necesaria una revisión profunda de la existencia, de los fundamentos teológicos y del ejercicio de los actuales ministerios clericales; revisión que ha de tener como base un punto de referencia, la experiencia del movimiento de Jesús, las necesidades actuales de nuestras comunidades y la opción por los pobres.
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dEMOCRAtIzACIÓN Y AUtONOMíA, SIGNOS dE LOS tIEMpOS. Y para esta revisión de los ministerios nada hay mejor que prestar atención a los signos de los tiempos. Nos fijaremos en dos para ver cómo pueden influir positivamente en la renovación de la organización de la comunidad. La democracia, que significa el poder del pueblo, es uno de los grandes signos de los tiempos, que nos indica la aspiración de la mayor parte de los pueblos por alcanzar un sistema político donde quepan todas las personas. Por desgracia, la inmensa mayoría de las democracias son formales-representativas y no reales-directas. Sin embargo, no hay que desmerecer el alcance que supone respecto a otras sistemas políticos como dictaduras, monarquías, oligarquías… La Iglesia debe estar abierta a esta aspiración profunda y justa en su interior. Aún más, si la Iglesia es una fraternidad cuya base es el pueblo de Dios, la democracia como estilo de vida, es decir, como participación activa y consciente de este pueblo, se impone para un adecuado funcionamiento de la comunidad cristiana. Por otra parte, este comportamiento democrático se respira en el trasfondo de todo el Nuevo Testamento: libertad de los hijos de Dios, concesión del Espíritu a todos los creyentes, sentido de la fe y consentimiento de los fieles en la toma de decisiones, igualdad fundamental de todos los cristianos, compromiso radical con el prójimo…
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La democracia interna en la Iglesia no puede nacer desde el secretismo y el oscurantismo —a los que por desgracia tantas veces nos tiene acostumbrados— de jerarquías que se arrogan la voz y el voto de todo el pueblo de Dios. La democratización de la Iglesia sólo será posible con la "rotura de cerrojos” —como diría el profeta Isaías— y la apertura, para dejar entrar el aire fresco de la comunicación horizontal, el sentido crítico y el respeto a las minorías.
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Aunque pueda resultar paradógico en un mundo cada vez más globalizado y donde el "pensamiento único" se nos impone a marchas forzadas, como garante de esa globalización neoliberal, los pueblos, las comunidades humanas, buscan una mayor autonomía, se sienten celosos de su singularidad, aunque a la vez las relaciones e interconexiones con los demás pueblos crezcan en amplitud y profundidad. La Iglesia también debe dejarse inspirar por este signo de los tiempos que es el deseo de autonomía y descentralización de tantos pueblos. Las iglesias locales tendrían que gozar de una mayor autonomía, y deberían ser consideradas como "células vivas en cada una de las cuales se halla presente todo el misterio vital del único cuerpo que es la Iglesia" (Ratzinger, en 1965). Entender las iglesias locales como simples partes de un conjunto administrativo mayor, o de sometimiento a una, llamémosla, Iglesia universal es no entender el sentido teológico ni bíblico de ser iglesia. De hecho, en el Nuevo Testamento, el término ekklesia aparece referido, la mayoría de las veces, a las comunidades cristianas locales, y no a una Iglesia universal en abstracto. Ni qué decir tiene que la iglesia local, como toda célula viva sana, se caracteriza por su apertura múltiple "interactiva" con el resto de las otras iglesias "para sentir el mutuo consuelo de la común fe" (Rom 1, 12).
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Fechas y hechos 30 d.C. Muerte y resurrección de Jesús. Pentecostés. 36. Martirio de Esteban. 49. Concilio de Jerusalén: la Iglesia se hace “católica”, universal. 257. Persecución general: arresto de los jefes de la Iglesia. Valeriano, emperador. 260. Edicto de tolerancia para los cristianos. 303. Edictos de persecución contra los cristianos. Diocleciano, emperador. 313. Paz general para la Iglesia. Edicto de Milán: libertad religiosa. Constantino y Licinio, emperadores. 325. Concilio de Nicea: Padre e Hijo son dde la misma naturaleza. 330. Fundación de Constantinopla —antes Bizancio—, germen de división del Imperio y de la iglesia Católica. 380. El Catolicismo, religión de estado. Las otras religiones serán perseguidas. Teodosio, emperador. 381.Concilio I de Constantinopla. El Espíritu es igual al Padre y al Hijo. 386. Conversión de Agustín. 431. Concilio de Éfeso. María puede ser llamada “madre de Dios”. 451. Concilio de Calcedonia. Es la primera vez que el obispo de Roma preside un Concilio. Cristo es una sola persona en dos naturalezas: verdadero hombre y verdadero Dios. 476. Fin del Imperio Romano en occidente a consecuencia de las invasiones de los bárbaros. 500 (?). Bautismo de Clodoveo, rey de los francos, el nuevo Costantino para la Iglesia de occidente. 540. Regla de San Benito. 622. La Hégira, Mahoma huye de La Meca a Medina. nacimiento del Islam. 800. Carlomagno, emperador de occidente, coronado por el papa. León III (795-816). Nace la Cristiandad: cruz y espada se dan la mano. Reforma ECLESIOLOjí A
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litúrgica: la misa en latín —lengua desconocida para el pueblo—, la dimensión comunitaria de la oración desaparece, el pan natural es sustituido por el ázimo, el sacerdote celebra de espaldas al pueblo, se multiplican las misas privadas. 1054. Cisma entre la iglesia griega y la iglesia romana. Las razones son a la vez políticas, culturales y dogmáticas. 1075. Reforma de Gregorio VII, papa. Los obispos no podrán ser investidos por un laico —pero el pueblo tampoco participa en su elección como en la antigua tradición—. Los dictatus papae (decretos o afirmaciones del papa) lo encumbran por encima de todo poder laico y religioso. Empieza la guerra de la investiduras. 1095. En Clermont el papa Urbano II predica la cruzada. 1122. Concordato de Worms (fin de las investiduras). LA teoría de las “dos espadas”: la material —emperador— y la espiritual —iglesia—. 1170. Tomás Becket asesinado en Cantorbery. 1189. Comienza la tercera cruzada. Domingo, papa. 1209. Los franciscanos, vuelta a la sencillez y radicalidad evagélicas. 1216. Aprobación de la orden de los predicadores, los dominicos. 1232. Nace la Inquisición pontificia. 1302. Bula Unam Sanctam. La autoridad temporal tiene que estar sometida a la autoridad espiritual. Bonifacio VIII (1294-1303), papa. 1378. Comienza el Gran Cisma. División del papado (1378-1417): Clemente VII —Avignon— y Urbano VI —Roma—. 1455. La Biblia impresa por Gutemberg en Maguncia. 1493. Alejandro VI, papa, divide el mundo entre España y Portugal. 1506. Comienzo de la construcción de San Pedro de Roma. Julio II, papa. 1511. Se publica El elogio de la locura, de Erasmo. 1516. Fin del Concilio V de Letrán: la reforma fallida. León X (1513-1521), papa. 1517. Las 95 tesis de Lutero. 1521. Excomunión de Lutero. Dieta de Worms. 122 ECLESIOLOjí A
1529. Comienzo del protestantismo como tal. Los partidarios de la Reforma protestan en Espira. 1540. El grupo liderado por Ignacio de Loyola se convierte en la Compañía de Jesús. 1545. Concilio de Trento (1545-1563). Reforma católica.. 1610. Las primeras reducciones indias del Paraguay. 1751. Comienzo de la publicación de la Enciclopedia. Benedicto XIV, papa. 1773. Supresión de la Compañía de Jesús por el papa. Clemente XIV, papa. 1795. Separación de la Iglesia y del Estado en Francia. Pío VI, papa. 1832. Encíclica Mirari vos de Gregorio XVI. Se condenan la libertad de conciencia, la de prensa y rebelión contra el poder establecido. 1854. Dogma de la Inmaculada Concepción. Pío IX (1846-1878), papa. 1864. Primera Internacional obrera. El Syllabus de Pío IX: catálogo de 80 errores de la sociedad moderna condenados. 1869. Inauguración del Concilio Vaticano I. 1870. Definición de la infalibilidad del papa. 1891. Encíclica Rerum novarum de León XIII “sobre.la condición de los obreros”. Se condena el liberalismo económico. Inicio de la Doctrina Social de la Iglesia. 1910. Lamentabili Pascendi: condena del modernismo. Pío X (1903-1914), papa. 1917. Revolución rusa. Proposiciones de paz de Benedicto XV. 1931. La encíclica Quadregesimo anno de Pío XI amplía las propuestas de la Rerum novarum. 1950. Humani generis. Dogma de la Asunción. Pío XII (1939-1958), papa. 1954. En Francia, los sacerdotes-obreros son obligados a dejar su estilo de misión. 1961. Mater et Magistra de Juan XXIII (1958-1963). 1962. Comienza el Vaticano II (1962-1965). 1963. En cíclica Pacem in terris. ECLESIOLOjí A
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1967. Populorum progressio de Pablo VI (1963-1978). Primer Sínodo de obispos. 1968. Revolución de Mayo. Humanae Vitae. Medellín (Colombia), II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. 1974. IV Sínodo: Evangelización. Evangelii nuntiandi: la evangelización del mundo contemporáneo. 1978. El año de los tres papas: Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II. 1979. Puebla (México): III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. 1988. Encíclica Sollicitudo rei socialis —La preocupación social de la Iglesia— de Juan Pablo II. 1992. Santo Domingo (República Dominicana): IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.
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fernando Bernabé López, que es el “Nano” (“nano” en mi catalán significa mozalbete), el Nano, digo, que nos ofrece este libro —después de haber prestado otros muy buenos servicios de evangelización con sus tiras— escribe eclesiolojía con jota, en broma, pero escribe muy seriamente. Trátase de un verdadero compendio, pero propio para los tiempos apresados que corremos hoy. Siguiendo un esquema lógico y actual y condensando un libro del teólogo Juan José Tamayo Acosta: “Iglesia profética, Iglesia de los Pobres”. Desde los varios modelos de Iglesia y los diferentes carismas y ministerios hasta el desafío siempre mayor del seguimiento de Jesús y la gran profecía-servicio del Reino. Siendo Pueblo de Dios en Cristo, que eso es la Iglesia, y optando siempre por los pobres, que esa es la opción de Jesús. Una eclesiología para la calle, muy logradas todas las tiras, algunas geniales, siempre oportunas y con miga, con aquella sal de que hablaba el Maestro. Una eclesiología que critica con mucho amor-humor a la Iglesia de Jesús, que también es Nano (aunque sea en la milmillonésima parte que a un “nano” le corresponde) y que también somos nosotros y nosotras, los que lo seamos. Pedro Casaldáliga
Fernando Bernabé López, “Nano”. (1962, Murcia). Licenciado en Ciencias Químicas y diplomado en Teología. Tres años de laicado misionero en Potosí (Bolivia) y dos meses de voluntariado en Brasil marcaron indeleblemente su modo de ser y su modo de sentir a la iglesia. La animación de comunidades eclesiales de base así como la ilustración gráfica de publicaciones populares fueron sus principales actividades durante esos años. Es, desde hace varios años, profesor invitado en el Curso de Misionología en el Instituto Pontificio San Pío X de Madrid para impartir el taller de “Lectura Popular de la Biblia”. Actualmente trabaja como diseñador gráfico y dibujante. Ha publicado varios libros y cuadernos: “Las Sectas”(Bolivia, 1989; en colaboración), “KUASAYNINCHEJ YACHAYNINCHEJ. Nuestra cultura andina.” (Bolivia, 1996; en colaboración); “¿La Deuda Externa? ¿Y eso qué es?” (IEPALA, Madrid, 2001); “A VECES. Humor de ida y vuelta.” (Autoedición, 2002). Para conocer mejor su trabajo, www.nanocartoon.es. ¡ DESPUÉ S DE LEER ESTE LIBRO, TE RECOMIENDO QUE PASES POR EL CONFESIONARIO!