El rezo del niño en la casa de
Pasito campesino obra de Juan Hernández
Por Rodrigo Víquez
D
olores López fue un campesino sencillo de la ciudad de Heredia, dotado de una inmensa inteligencia social ¡Un gran comerciante, bueno para los negocios! Vivió en una casa antigua ubicaba 100 metros al este de lo que fue la vivienda de Juan León (hoy está allí el supermercado Jumbo). En ese lugar tenía una bonita y amplia propiedad, con abundantes árboles frutales donde destacaban unos naranjales
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muy cosecheros, de frondoso follaje, que se cargaban de abundantes y apetecibles frutos. Esta finca era atravesada por una paja de agua de curso permanente. Allá por la década de los 40, nuestra “barra” de La India acostumbraba frecuentar esos parajes, ya que era el sitio de tránsito obligado para ir a las pozas “El Cometa”, “Los Tres Chorros” y “El Tanque” del Beneficio Cafetalero Otoño. Casi todos los días, incluso en tiempo de lecciones, íbamos a esos balnearios donde aprendimos a nadar, a fumar y a realizar más de una diablura. Al pobre de don Dolores lo manteníamos casi histérico con los flechazos que lanzábamos al tejado de su casa y los robos de naranjas y guayabas en su propiedad. Cercano a esta vivienda estaba la finca de “Loco”, (donde hoy está el Ovsicori), conocida por la abundancia de árboles
Vivió en una casa antigua ubicaba 100 metros al este de lo que fue la vivienda de Juan León (derribada para construir un supermercado.)
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de guayaba, que eran nuestro inacabable abastecimiento de proyectiles (guayabitas celes muy redondas) para nuestras flechas (arco de madera de café, hules de neumático y cuerera de lengua de zapato). Interrogando a mi memoria y ayudado por las reminiscencias de mis hermanos Lalo y Alfredo, recuerdo que don Dolores acostumbraba prestarle dinero a los policías de Heredia y que cuando sonaba una corneta en el cuartel, anunciando el pago de la guardia, el tío Alfredo se ganaba una comisión yendo a avisarle para que le cayera a los uniformados y les cobrara la deuda con sus respectivos intereses. Como nosotros vivíamos al costado norte del parque González Flores (a 200 m del cuartel), podíamos oír el “cornetazo” del pago, que no se alcanzaba a escuchar hasta don Dolores. En cierta ocasión este señor no le dio al tío Alfredo el emolumento acostumbrado y entonces, en represalia, cuando se sucedió el próximo cornetazo el tío Alfredo no le avisó a don Dolores, a quien se le quedaron muchos policías sin pagarle. Muy enojado llegó a la pulpería de Nono (Papá) a reclamarle y acusar al tío Alfredo. Nono, sabedor del asunto, le preguntó si el anteriormente le había pagado al muchacho y al responderle negativamente, Nono le dijo: “Mire don Dolores, no hay nada que discutir. La culpa fue suya”. Dolores fue una persona tan sencilla que cierta vez le preguntaron que por qué teniendo recursos económicos no salía a pasear al extranjero, como a Panamá o México, a lo que él respondió: “Qué Panáma ni que Mejíco. De Puntarenas para allá lo que hay es solo un agualotal”.
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Me cuenta Antonio “Toño” Zumbado, tío de Olga mi esposa, que aunque regateaba mucho los precios en su pulpería, siempre fue muy cumplido en sus pagos. Eso sí, quería que una lata de sardinas se le vendiera a precio de docena. Dolores López fue muy famoso en todo Heredia por el portal que levantaba en el corredor frontal de su casa, con figuras mayormente móviles, lo cual lograba gracias a la paja de agua que surcaba su propiedad y que le permitía poner en movimiento una rueda tipo Pelton (como la de los trapiches antiguos) que, a través de algunos sencillos engranajes transmitía esa fuerza hidráulica, para dar movilidad a algunas de las figuras del portal. Destacaban una calavera (la muerte) y el diablo, que salían alternativamente de sus escondrijos. Para esa época esto
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representaba un gran avance, ya que estaba muy lejos de la tecnología que privaba en ese entonces. Ese portal hacía “bulla” en todo Heredia y era uno de los más visitados en esta ciudad, llegando a ser casi una obligación visitar esa casa y deleitarse con sus arreglos navideños y la abundancia de figuras alegóricas a la navidad. El eje central de ese nacimiento era un enorme y peculiar “pasito” de tipo artesanal donde las imágenes alegóricas de la Virgen María, San José, el buey y la mula estaban rodeadas por tres enormes reyes magos con sus respectivos camellos. Los pastorcillos, con sus rebaños de ovejas, hacían la vigilia de aquella “Noche Santa”, celebrando la llegada del divino Mesías que, entre las pajas del pesebre, nos traía aquel sagrado mensaje: “Ha llegado el Salvador del mundo”. Por allí cerca había un enorme espejo que simulaba un estanque donde nadaban varios carracos. El portal estaba adornado con abundante lana silvestre, llena de plantas parásitas y gran cantidad de follajes ornamentales como Mano de Tigre, Lotería y Helechos de varias especies. Allí, al abrigo de esa casa rústica se celebrara el Santo Rosario del Niño, dirigido por un rezador profesional que
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adornaba la ceremonia con abundantes jaculatorias, algunas de ellas en latín. Entre misterio y misterio se escuchaba el violín de Abelino Ramírez, acompañado de un par de guitarras y un acordeón. La atracción de este sitio era casi magnética, semejante a la que ejercen algunos lugares de sanación como el Santuario de Lourdes –guardando la distancia–. El peregrinaje de esas personas estaba motivado por diversos sentimientos de fe, curiosidad y redención. Dolores ese día no escatimaba gastos y además de la pólvora, ofrecía tamales, chicha y pan casero. En una ocasión, durante el rezo, varios compañeros de la “barra” nos alejamos un poco del tumulto para ir a orinar cerca de un estañón de madera. Rápidamente llegó Dolores y muy enojado nos increpó: “guevinches, no se orinen ahí porque es donde guardo la chicha”.
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