“Impulsas tu lengua blanda y metálica Rompiendo la cerradura de mi boca. Tu lengua, la llave Mi boca, la puerta. Nazco en el ápice de tu órgano Que me transita los labios Queriendo encontrar el camino. Los succionas dentro de ti; Te abrazas a ellos para estudiar meticulosamente cada borde, Los halas, los muerdes, los chupas, los mojas; Y para entonces sabes que me he rendido, Ya soy una casa que necesita ser habitada Y tú, el huésped suicida Que busca siempre morir en mí. Tu lengua baja como una cascada Que se rompe entre dos rocas, Las envuelves en tus manos, Para que no se ablanden, La empuñas, las dibujas, las hundes, Eres el sediento que se sacia en mi seno. Sigues cayendo cuesta abajo Exploras mi abdomen blando y montañoso Con tus dientes afilados de deseos Lo arañas, lo acaricias, lo escarbas. Yo te digo ¡Ven! Entra y habítame Siente mi carne blanda, Lléname el vacío. Y tú te ciñes a mis piernas Y te internas en tu hogar Colmas mi útero de sublimidad. Entras y sales para morir de a poco, Te meces para que la casa sea derribada. Eres el navegante, el huésped moribundo, Me anclo a tu nuca para morir contigo, Y ambos sin palabras Cantamos la sonata de invierno, Y morimos entre cuatro brazos. NATALIA MONTOYA CARDONA