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Guillermo Bonilla ArĂŠvalo

La seguridad ciudadana, desafĂ­o actual Una experiencia, un nuevo enfoque

Con el apoyo de


La seguridad ciudadana, desafío actual Una experiencia, un nuevo enfoque © Guillermo Bonilla Arévalo Lima, Perú, agosto del 2008 © Instituto de Defensa Legal Área de Seguridad Ciudadana Manuel Villavicencio 1191 Lima - 14, Perú Teléfono: 617-5700 Fax: 422-1832 www.idl.org.pe www.idl-sc.org Cuidado de la edición: Rocío Moscoso Diagramación y diseño de carátula: Francisco Borjas Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, podrá ser reproducida o transmitida por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico o impreso, sin el consentimiento expreso de su autor. Primera edición, agosto del 2008 Impreso en el Perú 1.000 ejemplares Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2008-08812 ISBN: 978-603-45094-7-4 Guillermo Bonilla Arévalo La seguridad ciudadana, desafío actual. Una experiencia, un nuevo enfoque, Lima: IDL, 2008. Seguridad ciudadana, Policía comunitaria, participación vecinal, GEIN, Monsefú, Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza. FO6


A mis hijos y mi esposa, por el apoyo incondicional que me brindaron.



Í nd i ce

19 Monsefú, mi tierra linda

23 Ser comisario en Monsefú

27 Primera tarea: acercarnos a la población

33 Una marcha contra los abigeos

37 La Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza

41 Policía para el centro poblado menor de Cayanca

47 Concertando por ellos

55 Un espacio para las esposas

59 Buzones que hablan

65 Las juntas vecinales

69 El Club Canino de Monsefú

73 Un proyecto truncado

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Primera parte: Testimonio de vida

C i u d a d a n a ,

11 Introducción

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9 Agradecimiento

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G u i ll e r m o B o n i lla A r ĂŠ v al o

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Segunda parte: Seguridad humana,

seguridad ciudadana, inseguridad ciudadana

81 Los conceptos

87 La inseguridad ciudadana

99 La seguridad ciudadana

123 Las oficinas de coordinaciĂłn para la seguridad ciudadana de la PolicĂ­a Nacional (Ocseci)

131 Fuentes


Agra d e c i miento

A c t u al ] D e s a f í o C i u d a d a n a ,

A mis amigos policías que trabajaron conmigo en la Comisaría de Monsefú y a mis paisanos monsefuanos y monsefuanas, porque sin ellos no hubiera sido posible vivir la experiencia de seguridad ciudadana que pretendo perennizar en este libro.

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A mis hermanos de largas horas de lucha que integraron el Grupo Especial de Inteligencia de la Dirección contra el Terrorismo (GEINDircote), de quienes aprendí enormes lecciones de vida.

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A los miembros de la GTZ-Chiclayo.



I ntrod u cció n El nuevo desafío de todos los peruanos y peruanas es, sin lugar a dudas, lograr una verdadera seguridad ciudadana.

Muchos hemos sido testigos de excepción de esa violencia irracional que hizo tanto daño al renaciente sistema democrático peruano de aquellos años, violencia que, por lo demás, fue empobreciendo la economía, abrió una brecha aún mayor entre las clases sociales y contribu­yó a incrementar las dramáticas estadísticas de mor­tandad en el país.

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El Perú entero sufrió hasta la década de 1990 la barba­rie de los seguidores de Abimael Guzmán Reinoso y Víctor Polay Campos, cabecillas de las organizaciones terroristas conocidas como Sendero Luminoso y Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. Así también, sufrió la equivocada actuación de algunos miembros de las fuerzas del orden, que utiliza­ron la violencia desenfrenada para combatir al terrorismo, convirtiendo al Perú en uno de los países con mayor índice de inseguridad. El sombrío panorama de entonces produjo preocupación en los organismos internacionales de dere­chos humanos y llamó la atención de los gobiernos de la región.

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Todos los peruanos nos hermanamos victoriosamente aquel glorioso 12 de septiembre del año 1992, día en el que la insania terrorista escribió sus últimas páginas después de largos y cruentos años de violencia que afectaron al país desde 1980.


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Más de una década ha pasado desde que experimentáramos aquella indescrip­tible vorágine de emociones el 12 de septiembre de 1992. Aquel día, un puñado de valerosos policías capturó a la cú­pula senderista sin disparar un solo tiro, con lo cual dio un certero golpe a Sendero Luminoso y desarticuló el aparato subversivo. La amenaza terrorista ha desaparecido casi en su to­talidad, pero los peruanos de hoy tienen aún la sensa­ción de inseguridad. Los esfuerzos de la Policía y de las autoridades e instituciones encargadas de administrar justicia y brindar seguridad no satisfacen las expectativas. El gobierno viene impulsando normas y creando nuevos organismos para enfrentar el gran fenómeno social llamado insegu­ridad ciudadana, que se ha convertido en uno de los principales problemas del país, pero la población no vis­lumbra el sosiego, sino, por el contrario, percibe una mayor inseguridad. La inseguridad ciudadana se ha convertido en un mal crónico en Lima y otras grandes ciudades, y se observa con preocupación cómo el fenómeno aparece paulatina­mente en pueblos alejados de los principales centros del país. Paradójicamente, la inseguridad se evidencia más en los lugares donde hay presencia policial y existen autoridades con el poder de decisión suficiente para enfrentarla. Es posible señalar algunos factores y demandas que tienen incidencia en la seguridad ciudadana. Por ejem­plo, se requiere una partida presupuestaria mucho mayor; es necesario fomentar una cultura de paz entre los ciudadanos; es imperativo impulsar la lucha contra la corrupción y la pobreza; y, sobre todo, es fun­damental elaborar un plan integral de seguridad ciudadana capaz de asegurar que la Policía, las autoridades y la ciudadanía trabajen, en forma concertada y participativa, desde el planeamiento y la ejecución de las acciones hasta su evaluación. Observamos y escuchamos a diario cómo a nuestro alrededor se producen asaltos a mano armada, asesinatos, secuestros, robos, actos


de pandillaje, violencia familiar, violaciones sexuales, tráfi­co de drogas, contrabando, tráfico de armas de fuego, estafas, accidentes de tránsito, prostitución clandestina, piratería, actos vandálicos y un sinnúmero de otros hechos delictivos que conforman el alto índice de inseguri­dad ciudadana.

La lucha contra este nuevo fenómeno social requiere unión y solidaridad, el involucramiento cívico de todos los peruanos y, sobre todo, una verdadera voluntad políti­ca que parta desde el más alto nivel, así como un planeamiento estratégico concertado y participativo que despolitice el tema.

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Algunos ejemplos de esta situación son los sucesos de Ilave (Puno); los conflictos en torno a la explotación mi­nera en varios puntos del territorio peruano; los reclamos violentos de campesinos, trabajadores y obreros por reivin­dicaciones laborales; las protestas comunales y barriales por lograr el acceso a los servicios básicos. Todos estos hechos, definitivamente, también constituyen factores de inseguri­dad ciudadana.

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Además de los elementos mencionados, se viene obser­vando que el Estado tiene dificultades para cumplir su rol de garantizar el respeto por los derechos de toda la población y distribuir con justicia los beneficios. Ello está desencadenando una serie de acontecimientos que cues­tionan la posibilidad de diálogo y entendimiento entre los peruanos, acontecimientos que llevan oculta la ame­naza de un sector de la población, que pretende estable­cer como regla de conducta el enfrentamiento y la into­lerancia.

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Pero también debemos tomar en cuenta que, en de­finitiva, hay otros factores que impulsan la inseguridad ciu­dadana que se observa en nuestro país. La pobreza y la extrema pobreza, la falta de recursos públicos y la centralización de éstos en el nivel gubernamental, la dis­paridad regional, la debilidad institucional, la efervescen­cia social por ausencia de canales de diálogo, la escasa par­ticipación ciudadana, la necesidad de transparencia y ga­rantía en el uso de los recursos públicos son, entre otros, los factores que alimentan el fenómeno.


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«La historia no se debe repetir», como dice la Comisión de la Verdad y Reconciliación refiriéndose al fenómeno subversivo que, aunque diferente del de la inseguridad ciudadana, ha dejado lecciones que nunca se deben olvidar y que pueden convertirse en el faro que ilumine el camino para lu­char en ese tema. La creación de espacios de concertación es una nece­sidad. De esta manera se logrará que las autoridades, los ciudadanos y los poli­cías nos comprometamos juntos en una lucha frontal por la seguridad ciudadana, siempre en el marco de la ley y el respeto por los derechos fundamentales de las personas. Debemos entender que la seguridad ciudadana es un reto para la gobernabilidad democrática y una oportu­nidad para la participación ciudadana, y que es un elemento esencial de la vida cotidiana de todos los peruanos y peruanas. Este libro contiene conceptos y conclusiones respecto a la seguridad ciudadana y se sustenta en la experiencia llevada a cabo por la Comisaría del dis­trito de Monsefú —provincia de Chiclayo, departamento de Lambayeque— en el período comprendido entre el 19 de diciembre del 2001 y el mes de febrero del 2003. Durante ese período, se puso en práctica un proceso de concertación, vigilancia y participación de la población en su conjunto. Se desarrolló una serie de actividades relaciona­das con la seguridad ciudadana que, desde el inicio, tuvo como meta lograr los siguientes objetivos: • • • •

Acercarse a la población Sensibilizar a las autoridades y dirigentes de las instituciones públicas y privadas Impulsar la organización de la ciudadanía Defender los derechos ciudadanos


• • • • •

Fortalecer la identidad local Mejorar la calidad de vida, especialmente de los pobres y marginados Optimizar el servicio policial Fomentar la transparencia y la lucha contra la corrupción Promover y mejorar las actividades socioeconómicas de las poblaciones menos favore­cidas

Todos estos objetivos estratégicos estaban enmarcados en una gran misión expresada en términos muy simples: «Optimizar la seguridad ciudadana con participación y en concertación con la población para el fortalecimiento de la democracia y el desarrollo local».

Esta experiencia demostró que es posible poner en prác­tica un nuevo estilo de trabajo policial y recibir la aceptación y aprobación de las instituciones, así como de la ciudadanía en general. Esto fue así porque no sólo se utilizaron los métodos policiales tradicionales, sino que se trabajó en función de los objetivos de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza, con un enfoque netamente humano, y se actuó procurando poner de manifiesto la sensibilidad social.

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Sin embargo, sí se puede sostener que se dio inicio a un largo y esperado proceso que busca satisfacer las necesida­des de seguridad, pese a algunos obstáculos que se presentaron.

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Al final de la experiencia, no se puede afirmar que Monsefú se haya convertido en el lugar más seguro y ordenado del norte del país, con un alto índice de seguridad ciudadana, ni que la sostenibilidad de la experiencia esté garantizada.

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Y en una visión de futuro: «Monsefú, distrito con alto índice de seguridad ciudada­na basada en la participación, la concertación y la vigilancia ciudadana».


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Es preciso señalar que la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza de Monsefú se convirtió en el espacio ciudadano ideal y adecuado, en el que se debatieron los innumerables problemas de la inseguridad ciudadana. Es verdad que este libro se basa, fundamentalmente, en la experiencia de Monsefú, pero también se refuerza con lo que aprendí en el distrito de Huarmaca, Piura, en el año 2003, y en el departa­mento de Loreto, en el 2005 y el 2006, así como con las lecciones recogidas durante mi paso por la Dirección Nacional contra el Terroris­mo, las divisiones antidrogas de los conos norte y sur de la VII Dirección Territorial de Policía (Dirtepol)Lima, las divisiones de investiga­ción criminal de la I Dirtepol-Piura y II Dirtepol-Chiclayo, y las divisiones contra el terrorismo de Ayacucho y Ucayali. Finalmente, espero que los conceptos, los criterios y las conclu­siones en materia de seguridad ciudadana y la experiencia de Monsefú que presento en este libro contribuyan a lograr los objetivos planteados.

El autor


Pr i me ra par te

Testimonio de vida



Monsefú, mi tierra linda Emprendedora, laboriosa y eterna ciudad de las flores.

La destreza en la confección de sombreros y tejidos de te­lar, el sabor inigualable de las comidas típicas, el patrimonio musical —en el que desta­ ca la marinera— forman parte de las características más resaltantes de esta tierra.

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La alegría de sus fiestas, la fuerte tradición del trabajo comu­nal, la voluntad de mantener unido al grupo y la fe en el Señor Jesús Nazareno Cautivo son sentimientos innatos en sus ciudadanos, quienes se sienten orgullos de su tierra y constantemente ponen de manifiesto su identidad y liderazgo con el único objetivo de mantener vigente la denominación, bien ganada, de ser uno de los pueblos líderes del norte del país.

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Monsefú, originalmente, estaba ubicado en lo que hoy es el caserío de Alican, para muchos simplemente Cayanca. Algunos historiadores y también visitantes han considerado que Monsefú, a pesar de los años trans­ curridos, sigue representando la cultura viviente de los mochicas y muchik. Si bien sus pobladores ya no conservan el idioma original, mantienen vivas diversas costumbres y tradiciones que constituyen un hermoso y fabuloso potencial de desarrollo cultural y so­cioeconómico, capaz de convertirse en una gran atracción turística. Monsefú es un lugar donde se palpa el cariño y la hospitalidad de sus habitantes.


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Victorino Tullume Chancafe, José Delgado Bravo, Limber Chero Ballena y Luis Castro, entre otros, son en este momento los profesionales monsefuanos más destaca­dos, que hacen denodados esfuerzos por llevar adelante los proyectos de conservación de esta cultura, sin dejar de tomar en cuenta los adelantos de la tecnología y la modernidad. Manuel Uceda, antes de partir a la eterni­dad, con admirable intensidad y ternura escribió poe­mas e historias que, con mucha claridad, destacan las bondades de Monsefú. Sin embargo, la «Emprendedora, laboriosa y eterna ciudad de las flores» también presenta una serie de proble­mas sociales y culturales que influyen negativamente en la seguridad ciudadana. Si bien es cierto que las celebraciones de las festividades son un gran atractivo turístico y una tradición ancestral, es necesario señalar que el abuso en el consumo de bebidas alcohólicas, el exagerado gasto econó­ mico y la falta de com­promiso responsable en los asuntos públicos por parte de un sector de la población están poniendo en riesgo el desarrollo de Monsefú. Tuve la dicha de llegar a ser comisario de Monsefú, lo cual represen­ tó para mí una experiencia enriquecedora y singular en el tema de seguri­ dad ciudadana, y me sirvió como piedra angu­lar para el elaboración de este modesto trabajo. En primer lugar, hay que señalar que es esencial que el efectivo de una comisaría conozca a la población y su historia, a fin de que se sienta como un miembro más de la comunidad y no como un desconocido fun­ cionario público que cumple una labor específica sin comprender, muchas veces, la conducta y el comportamiento de sus habitantes. Saber lo que sienten, piensan y quieren los ciudadanos de la localidad donde funcio­ na una comisaría resulta fundamental para brindar una mayor seguridad ciudadana. Si el policía no llega a compenetrarse con la comunidad, le


resultará difícil cumplir la misión y los objetivos de ésta, más aún en estas épocas, en las que la ciudadanía exige mayor seguridad. Aprovecharé la oportunidad para explicar la estrecha relación que encontramos entre el trabajo de la comisa­ría de Monsefú y la labor de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza, alianza institucio­ nal que permitió no sólo llevar a cabo acciones importantes en beneficio de la seguridad ciudadana, sino que, a la vez, mejoró sustancialmente la calidad de vida de muchos ciudadanos, especialmente de los más pobres y excluidos.

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Pobladores del caserio de Pomape. Abajo: comandante de la II Dirtepol y autoridades locales.


Ser comisario de Monsefú Soy monsefuano y vengo a trabajar por mi pueblo; quiero saber si ustedes están dispuestos a ayudarme en esta esforzada y delicada tarea.

Me pareció un sueño el convertirme en el comisario de mi pueblo, pues jamás imaginé que podía ser así. Días después me enteré de que el cam­ bio se había producido gra­cias a las gestiones de un grupo de monsefuanos,

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Eso significaba que mis días de investigador de homicidios habían terminado. Me dio mucha pena, pero de pronto todo cambio al enterar­ me de que mi nuevo destino era la Comisaría de Monsefú. La verdad es que no indagué más ni quise saber las razones de mi cambio. No lo pen­sé dos veces e inmediatamente recogí los pocos objetos per­sonales que tenía en el escritorio y comencé a despedir­me de mis compañeros y amigos de trabajo.

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Definitivamente, el 19 de diciembre del 2001 es una fecha que queda­ rá para siempre grabada en mi memoria. En horas de la mañana de ese día caluroso, me encontraba en una de las oficinas del Departamento de Investigación de Ho­micidios de la ciudad de Chiclayo, donde me desem­ peñaba como jefe de esa área policial desde el mes de abril de ese año. Muy apresurado, ingresó un efec­tivo policial, encargado de la secretaría de la División de Investigación Criminal (Divincri), con una hoja de papel en la mano. No sabía si entregármela o decirme su contenido. Finalmente, en voz baja y entrecortada me dijo: «Mayor, está cambiado de colocación a otra unidad».


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deseo­sos de que la comisaría del distrito fuera dirigida por un lugareño. Estas gestiones fueron lideradas por el general en retiro del Ejército Perua­ no Carlos Sánchez Diez, un distinguido monsefuano que, luego de haber servido a la patria durante más de treinta años, había retornado a su tierra con el legítimo anhelo de mejorarla. Al salir de la Divincri, caminé por la avenida Salaverry pensando en cómo podría ser útil a mi pueblo desde el cargo de comisario. En el centro de la ciudad, a unas pocas cuadras de la Plaza de Armas, me encontré con el suboficial César Escajadillo, quien traba­jaba en la comisaría de Monsefú. Sorprendentemente, ya sabía de mi cambio y juntos enrumbamos hasta mi nuevo puesto de trabajo. La otra sorpresa fue que los efectivos policiales ya me estaban esperando para hacer el saludo protocolar. Para mí todo eso era nuevo, nunca antes ha­bía trabajado en una comisaría ni muchos menos había sido comisario. Desde el año 1987 en que egresé de la Escuela de Oficia­les de la Poli­ cía de Investigaciones del Perú, me había dedicado a investigar únicamente delitos de terrorismo, tráfico ilícito de drogas y homicidios. Por ello, ser comisario definitivamente se convertía en un reto muy grande. Sabía que, no obstante carecía de experiencia en este campo policial, me sobraban el entusiasmo y las ganas; además, era un reto poner en práctica en este nuevo ámbito los tres componentes que había aprendido: iniciativa, creatividad y astucia. Coincidentemente, dos meses antes, la Municipalidad de Monsefú me había distinguido como Hijo Predilecto en una ceremonia pública de­ sarrollada en el marco del aniversario del dis­trito. La razón era que yo había participado en la captura de la cúpula senderista y de su líder, Abimael Guzmán Reinoso.

Así empezó este capítulo de mi vida que dio origen a este libro.


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Dos meses antes de ser comisario. Abajo: el comandante de Lambayeque y los integrantes de la Comisaría recibiendo la motocicleta comprada por el Comité de Damas de Monsefú.

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Primera tarea: acercarnos a la población Ser transparentes, tolerantes y tener sensibilidad social nos permitirá lograr ser aceptados por la población.

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José Campos Ayasta, un profesor jubilado, hizo la pri­mera denun­ cia preocupante. En los últimos años, los abigeos venían robando el poco ganado vacuno que aún quedaba en Cayanca. Los delincuentes llegaban a bordo de vehículos y subían a viva fuerza a los animales, incluso a plena luz del día, ante la impotente mirada de sus dueños, indefensos y amenazados con armas de fuego. Por si fuera poco, los delincuentes llegaban a las casas de los pobladores y se llevaban todo lo que podían.

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Los antiguos y nuevos amigos y amigas me ayudaron mucho en esta tarea. Los visité en pequeños grupos o en forma individual y sostuve con ellos largas conversa­ciones. Tuve reuniones con los miembros de la comu­ nidad campesina San Pedro, de las instituciones deportivas, transportistas, comerciantes, artesanos, campesinos, profesores y otros más. Ello me per­ mitió construir un diagnóstico bastante certero de lo que pasaba en Mon­ sefú con relación a la labor policial y la seguridad ciudadana.

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Sabía que nos esperaba una ardua y complicada tarea. Como en gran parte del país, la comunicación entre la Policía y el ciudadano no era tan buena. ¿Cómo lograr un acercamiento adecuado con la población y ser aceptado por ella para ganar su confianza? Ésa era la gran preocupa­ción y una de las principales tareas por realizar. Era el pri­mer objetivo.


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Por otra parte, en una visita a los profesores del colegio particular Carlos Weiss y a los vecinos constaté que en las noches de los fines de semana y los días feriados los adolescentes y jóvenes que salían de una dis­ coteca se enfrentaban en grupos, rompían botellas, golpeaban las puertas de las casas y generaban todo tipo de escándalos. Los vecinos de la calle Manuel María Ízaga y los alrededores del colegio habían enviado varios memoriales, pero las autoridades no resolvían el problema, por lo cual la comunidad ya había perdido la esperanza de recuperar la tranquilidad. Otro grupo de padres de familia había ido a la comisa­ría a denun­ ciar que el nivel académico de los centros escolares nacionales estaba deca­ yendo enormemente y que incluso algunos malos profesores estaban ha­ ciendo cobros indebidos: exigían pagos por los certificados, por las copias xerográficas, obligaban a comprar rifas, bingos, etcétera. El desorden era de tal magnitud que algunos jóvenes no llegaban a sus centros de estudios sino que se iban a beber licor o simplemente a caminar por las calles en horas de clase. Y por si fuera poco, algunas directivas de asociaciones de padres y madres de familia no estaban siendo transparentes en las rendi­ ciones de cuentas. Los mototaxistas, por su parte, solicitaban que la Policía Nacional llevara a cabo una labor más intensa de patrullaje, para evitar que delin­ cuentes provenien­tes de otros lugares se llevaran sus vehículos y asaltaran a los pasajeros. En cierta ocasión, una profesora, Nelly Písfil, perte­neciente al Frente de Defensa de Monsefú, relató que la ausencia de las tapas de los buzones de desagüe se ha­bía convertido en una trampa mortal para los ciudada­nos, mientras las autoridades hacían oídos sordos a los reclamos. Otro agricultor se quejaba por la negligencia de una fábrica de ladri­ llos, cuyos trabajadores habían cerrado un canal que, con mucho esfuerzo, él había construido para que los volquetes pudieran pasar a recoger tierra.


De pronto, la comisaría se había convertido en un lugar al que los ciu­ dadanos de cualquier sector del distrito entraban con frecuencia y confianza para dar a conocer sus problemas de seguridad y buscar una pronta solución.

¿Cómo atender a los ciudadanos, especialmente a los de las zonas rurales y alejadas, con un servicio más efi­ciente y eficaz, si la comisaría era la única entidad pública de Monsefú que no tenía presupuesto para su funcionamien­to? Ésa era una de las preocupaciones que se iba acrecen­ tando cada día, alimentada por las exigencias de la propia población.

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Estas entrevistas costumbristas y propias de Monsefú permitieron percibir que uno de los deseos más intensos de los pobla­dores era que la Policía los visitara en sus propios centros de trabajo, de recreación y de vivienda, en sus barrios, cua­dras o caseríos.

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Por las tardes, es tradicional tomarse un champú, dulce típico de la región hecho a base de frutas y maíz, a un costado de la Plaza de Armas de la ciudad. Ese espacio costumbrista resultó un excelente lugar para conver­ sar con los pobladores. Solo faltaban los escritorios para atender al público: conversábamos de todo y retorná­bamos a la comisaría enterados de las acciones que deseaba la población de sus policías. Otro espacio, también ubicado en la plaza y muy similar al anterior, era sentarse a deleitar el pala­ dar con una «raspadía» de hielo con esencia de tamarindo.

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Involucrar a los policías de la comisaría en la recolección de informa­ ción también permitió que ellos mismos conocieran, de primera mano, lo que la población opinaba acerca de su trabajo. No se trataba de buscar res­ ponsables. El propósito era claro: ellos debían tomar conciencia de la nece­ sidad de realizar un servicio policial con eficacia y eficiencia, pero también con mucho cariño y entrega. Lo más importante de estas visitas fue que los policías entendieron que la población les guardaba un gran respeto y que esperaba mucho de ellos. En consecuencia, comprendieron que superar el alejamiento con respecto a la población dependía de ellos.


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Por ello, como primera medida, se elaboró el Plan de Patrullaje Mó­ vil, que consistía en realizar un recorrido de seguridad y vigilancia por toda la jurisdicción de Monsefú. Sin embargo, había un problema para lograr que la unidad pudiera cumplir con este objetivo. Se trataba del insuficiente combustible con el que se contaba, que sólo alcanzaba para recorrer un promedio de setenta kilómetros por día, lo cual significaba que en unas pocas horas se iba a consumir del todo. Con el tiempo, el patrullaje se fue extendiendo debido a la buena voluntad de los propios pobladores, prin­ cipalmente de los ganaderos, que llegaban en forma voluntaria hasta la comisaría llevando una cuota de gasolina. Pero no sólo los ganaderos apoyaron en esta tarea, sino también los mo­ totaxistas, los propietarios de los restauran­tes de Cayanca y el propio alcalde, Boris Bartra. De esa manera, fue posible ampliar el servicio de ronda en las zonas urbanas y rurales del distrito. Estas rondas no permitieron únicamente brindar seguridad a la población, sino acercar a la Policía a la comunidad, especialmente a la que vivía en las zonas más alejadas y olvidadas. El vehículo policial se esta­cionaba y los policías entablaban largas conversaciones con los pobladores y tomaban nota de sus problemas de seguridad. Lo más importante de este plan de servicio de patrullaje móvil fue que permitió conocer no sólo los problemas relativos a la seguridad sino también preocupaciones so­bre educación, salud, familiares, laborales, etcétera. La información recogida era valiosa y permitía elaborar un diagnós­ tico interesante que, a la vez, representaba un reto, pues la Policía pasó a atender problemas relacionados con la mejora de las condi­ciones de vida de los pobladores. En una ocasión, la teniente gobernadora del pueblo joven El Tanque reunió a los pobladores de su sector para que le expliquen a la Policía una serie de preocupaciones, como la urgencia de contar con alumbrado públi­ co. Después de algunas se­manas, este objetivo se concretó con el apoyo de


la comisaría y la zona pasó a ser un lugar alumbrado por las noches y por consiguiente más seguro. Lo más importante fue el decidido esfuerzo eco­ nómico que realizó la población, que fue canalizado por sus representantes. En unas de esas rondas, llegamos al caserío de Valle Hermoso, donde fuimos invitados por el teniente gobernador a participar en una reunión. En ésta los vecinos acordaron limpiar los caminos para que los vehículos —entre ellos el patrullero— pudieran ingresar sin problemas hasta el cen­ tro de su caserío.

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Las actividades de acercamiento a la población adoptaron numerosas formas, se realizaron en diferentes lugares y con dis­tintos auditorios. Esa primera etapa permitió llegar a la conclusión de que los policías no estaban solos en el nuevo reto de hacer de Monsefú un lugar seguro, sino que la población también estaba dispuesta a cooperar y terminar con el distan­ ciamiento entre policías y ciuda­danos. Así fue como comenzó a formarse el binomio po­licía-ciudadano para trabajar juntos por el bien común y luchar mancomunadamente contra la inseguridad ciudadana.


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Las reuniones de acercamiento con los diversos sectores sociales de Monsefú se sostuvieron a través del tiempo. Como parte de esta tarea, se organizaron campeonatos deportivos con la participación de niños de las zonas urbanas y rurales.


Una marcha contra los abigeos Hoy les declaramos la guerra a los abigeos y juntos vamos a derrotarlos.

En una oportunidad, aborde una combi con destino a Chiclayo. A mi costado viajaba un campesino que me reconoció al instante y comen­ zó a comentarme que él se había dedicado a la crianza de ganado desde muy pequeño, y que esta actividad venía de familia. Su padre, ya fallecido, había hecho lo mismo, al igual que sus abuelos. Pero hacía dos años, él

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Con los años, el tren desapareció igual que la antigua estación, pero aún persiste esta actividad que es fuente de tra­bajo para muchos hogares, sobre todo para los habitantes del campo, que siguen subsistiendo gracias a la crianza de ganado y la venta de sus productos. Toda una cultura de vida que se mantiene a través del tiempo.

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Años atrás, cuando aún existía el ferrocarril, Monsefú tenía una her­ mosa estación construida de madera y ubi­cada en la avenida Venezuela, donde actualmente está el parque artesanal. Cuentan que antes de que el sol saliera, este importante lugar se colmaba de monsefuanas vestidas con sus trajes típicos, que llegaban con sus burros carga­dos con grandes depó­ sitos de metal plateado que contenían leche fresca de vaca. Ellas utilizaban este medio de transporte para llegar a los pueblos cer­canos, y especialmente a Chiclayo, ofreciendo sus excelen­tes productos lácteos. No solo vendían leche fresca, sino también una exquisita mantequilla cremosa y sabrosos quesillos. Es decir, le daban valor agregado a la materia prima.


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había vendido las pocas cabezas de ganado que le quedaban para evitar que se las siguieran ro­bando los abigeos. Contó que en una oportunidad, in­ dignados por los permanentes robos, él y otros campesinos se organizaron y cap­turaron a varios abigeos que estaban en un auto, literalmente con «las manos en la vaca». Algunos campesinos terminaron en la cárcel por haber hecho justicia con sus propias manos, al dar muerte a los abigeos e incen­ diar el vehículo en el que ellos perpetraban el robo. Este relato me estremeció sobremanera. El solo hecho de pensar que mis paisanos, cansados de las tropelías de los abigeos, pretendieran repetir esta penosa experiencia era preocupante. La sección de Investigación Criminal de la comisaría registraba casi todos los días denuncias por robos de ga­nado. Las estadísticas iban en au­ mento. Por ello, decidi­mos iniciar un trabajo contra este delito. En los días siguientes, sostuvimos reuniones con campesinos y diri­ gentes. Como primera medida, se decidió realizar una marcha que sirviera para unificar el sentimiento de rechazo contra los abigeos. En esta activi­ dad participaron los campesinos, sus familiares y algunas autori­dades que se comprometieron con la problemática. La marcha recorrió buena parte de la ciudad portando grandes pancartas, y al día siguiente los medios de comunicación regional dieron cuenta de esta acción valerosa de los campe­ sinos mosefuanos, respaldados por su comisaría. Se había dado el primer paso firme para sensibilizar a pobladores y autoridades sobre este grave problema que venían sufriendo los campesi­ nos. Luego, se formó el Co­mité de Lucha contra el Abigeato, integrado por los pro­pios ganaderos y campesinos, quienes mandaron ela­borar el primer volante impreso, que fue distribuido en todos los rincones de Monsefú. Nada se puede alcanzar si uno no está convencido de lograr sus ob­ jetivos, pero también es muy necesario estar fortalecidos por la unión y el


sacrificio. Eso fue lo que los campesinos comprendieron cuando conver­ samos sobre las estrategias que utilizaríamos a partir de ese momento. La movilización de los campesi­nos, los ganaderos y las autoridades permitió reducir ostensiblemente el robo de ganado, a tal punto que en algunos meses no se presentó ni un solo caso. La experiencia no fue perfecta porque el descuido o la terquedad de algunos campesinos que no se sumaron al proyecto los dejó vulnerables frente a los delincuentes.

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A la Policía, definitivamente, le resultaría muy difícil enfrentar y re­ solver sola todos los problemas de seguridad, pero cuando logra que los propios agraviados participen en algunas acciones que coadyuven a resolver el problema, entonces se avanza en la dirección correcta. Los campesinos monsefuanos jamás se negaron a colaborar y, junto con la Policía, lograron disminuir enormemente el flagelo social del abigeato. Lo más importante de la experiencia fue que, a partir de entonces, se originó una cultura de seguri­ dad entre los campesinos monsefuanos. Sin ellos, nada habría sido posible.

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El patrullaje policial en las zonas rurales era una de las tareas más importantes en ese momento, pero como resultaba difícil cubrir toda la juris­dicción de Monsefú con un solo vehículo, el Comité de Damas y el Comité Cívico de la Comisaría de Monsefú organizaron una actividad y, con los fondos, adqui­rieron una motocicleta para reforzar el patrullaje ru­ ral. La entrega de la motocicleta a la comisaría fue todo un acon­tecimiento, y se llevó a cabo en una ceremonia pública realizada en la Plaza de Armas, en la que participaron los pobladores y sus autoridades. Ahí quedó sellado el pacto entre la población y la Comisaría de Monsefú.

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En plena ejecución del proyecto, un campesino de­nunció el robo de dos cabezas de ganado vacuno. La res­puesta no se hizo esperar y, en una acción preestablecida que respondía al plan que se había diseñado, se coordi­nó con las demás comisarías cercanas. Luego de una ar­dua búsqueda, se halló a las dos vacas en una casa aban­donada. Los delincuentes, al notar la presen­cia policial, no tuvieron otra alternativa que abandonar el ganado y darse a la fuga.


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La participación de los campesinos fue fundamental en la lucha contra el robo de ganado. Abajo: efectivos de la Comisaría realizan tareas conjuntas de acción cívica con la población.


La Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza A nosotros los policías el destino nos ha encomendado una gran tarea: trabajar por una vida digna para los pobres y marginados de este distrito. Ser policía significa también luchar por los pobres y marginados de Monsefú.

Al día siguiente, con gran número de asistentes —entre autoridades, funcionarios y ciudadanos— se dio inicio el evento, dirigido por Pedro Alva Mariño, coordinador regional de la Mesa de Concertación. Estaban presentes varios grupos de ciudadanos con sus dirigentes a la cabeza. Eran los primeros meses de la campaña para elegir a los gobiernos

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Soy sincero en reconocer que ignoraba por completo qué era la Mesa de Concertación y qué papel jugaría en Monsefú, pero en mi condición de comisario me había tra­zado varias metas, y una de ellas consistía en participar en toda reunión a la que se me invitara para tratar temas sobre la problemática del distrito. En el camino me enteré de que en otras oportu­ nidades se habían cursado invitaciones simi­lares, pero que por diferencias entre los asis­tentes no había sido posible elegir al monsefuano o monsefua­ na que asumiría la conducción de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza.

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A las ocho y media de la mañana del 1.° de febrero del 2002 recibí una invitación del alcalde de la ciudad para participar al día siguiente en una reunión de autoridades, fun­cionarios y pobladores que se realizaría en el Palacio Municipal con el objetivo de elegir al coordinador distrital de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza.


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regionales y locales, y, definitiva­mente, la tarea que tenía por delante Pedro Alva le iba a resultar muy difícil. En todo momento, él trataba de explicar que en esa oportunidad de todas maneras se elegiría al coordinador distrital. Pedro Alva utilizó una metodología muy práctica que permitió la intervención de muchos dirigentes y ciuda­danos, quienes explicaron a su manera la problemática de la pobreza en Monsefú. Algunos orien­taron sus intervenciones hacia posiciones político-partida­rias, otros trataron muy sutilmente de no hacer notar sus inclinaciones por algún partido político, y tam­bién hubo intervenciones que sólo buscaban encontrar soluciones al problema de la pobreza, sin ningún tinte político. Me invitaron a hablar e hice una invoca­ción para que en esa reunión se eligiera de una vez al coor­ dinador de la Mesa de Concertación. Al transcurrir los minutos, crecía la expectativa y el interés. Los inte­ grantes de las diversas agrupacio­nes políticas que venían participando en el proceso de elección municipal consideraban extremadamente beneficioso que uno de sus militantes fuera el elegido como coordinador de la Mesa, pues se trataría de la primera victoria política. Alva propuso una nueva ronda de intervenciones de las autoridades presentes y nuevamente cada una expuso sus puntos de vista con mayor profundidad. Se dijo que cualquiera de ellas podría resultar elegida para el cargo. Para el gobernador, Pedro Salazar, ésta representaba una opor­ tunidad, pues pertenecía a la agrupa­ción política Perú Posible, que estaba participando en las elecciones municipales. El párroco de la ciudad se ha­ bía retirado momentos antes. El representante de la municipalidad, José Sánchez Diez, cumplió con opinar en una forma muy técnica, fiel a su estilo intelectual. Luego continua­ron otros dirigentes que a lo largo de la reunión habían sido propuestos para el cargo.


Hasta ese momento, yo había puesto mucha atención al contenido de todas las intervenciones de los ciudadanos y autoridades, cuando en eso llegó nuevamente mi turno de exponer. Fue una intervención de otro corte. Narré mis experiencias como oficial de la Policía Nacional en la dura lucha contra el fenómeno terrorista. Minutos después, no sólo tenía la responsabilidad de responder como comisario de Monsefú, sino que me habían encomendado la coordinación distrital de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza. Era el primer policía, a nivel nacional, que asumía ese cargo.

Hoy en día, la Policía Nacional tiene un nuevo reto frente al país y la sociedad, y el nuevo paradigma no sólo es la seguridad ciudadana, sino también la lucha contra la pobreza.

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«¿Que hace un miembro de la Policía convertido en coor­dinador distrital de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza?», fue la sorprendida pregunta que me hizo Susana Villarán en una entrevista en su programa Mesa de Debate, por canal TNP, en Lima. Recuerdo que, entusiasmado y convencido, respondí que también noso­tros los policías podemos luchar por los pobres y margina­dos del país y ¿por qué no hacerlo en Monsefú, el lugar donde nací, donde aprendí a dar mis primeros pasos, donde forjé mi personalidad sobre la base de las costumbres y tradi­ciones de mis paisanos? Dije que había luchado contra el terrorismo y que si la vida me daba la oportunidad de luchar contra el peor enemigo de la huma­ nidad, la pobreza, también lo iba a hacer.

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Al final del evento, todos quedaron contentos. Pedro Alva había lo­ grado instalar la Mesa de Concertación en Monsefú y el primer coordi­ nador, yo, tenía la convicción de que todos participarían y apoya­rían esta tarea.


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Nombramiento del mayor PNP Guillermo Bonilla como coordinador de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza.

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Población de Monsefú participando en las capacitaciones de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza.


PolicíaparaelcentropobladomenordeCayanca Cayanca ya tiene su Policía para cumplir con ustedes, y a partir de ahora buscaremos cumplir esa ansiada meta de lograr el binomio policía-ciudadano.

Un amigo nos decía que el éxito de El Refugio estaba relacionado con las camisas de color verde que usaba a diario don Fidel, quien se cons­ tituyó en un verdadero amigo de la Policía. Sus ideas y su apoyo fueron muy importantes para todos nosotros. En horas de la madrugada, incluso antes del amane­cer, era normal ver salir de Cayanca gran cantidad de ve­hículos que llevaban a los

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El Refugio es otro restaurante campestre muy visitado todos los fines de semana. Su lema es: «Que Dios te dé el doble de lo que tú me deseas». Como si esta frase ejerciera magnetismo sobre las personas, los sábados, domin­gos y feriados se forman colas de personas que quieren ser atendidas. «No acep­tamos a envidiosos», dice el propietario, don Fidel Guzmán, muy contento por la buena marcha de su negocio.

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Quien visite Villa Saúl de Cayanca e ingrese al restaurante campes­ tre El Paraíso, de don José Campos Ayasta, po­drá observar un letrero que anuncia el menú divino, como llamando a consumirlo gratis: «Sol, aire, tierra agua y luna». «De ese modo, no sólo promocionamos nuestras co­ midas y bebidas, sino que también les decimos a nues­tros visitantes que el solo hecho de llegar a Cayanca ya es beneficioso para su salud», comenta don José.


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mercados de Chiclayo las verdu­ras recientemente cosechadas, productos de calidad que tienen gran demanda Desde hace muchos años, Cayanca viene buscando desarrollarse como centro poblado menor de Monsefú. Quienes co­nocen Cayanca, po­ drán afirmar que en este lugar existe un gran potencial turístico, costum­ brista y ecológico, pues es la cuna del distrito. Ahí vivieron los primeros habitantes de Monsefú, que luego se trasladaron donde actualmente está la ciudad. Pero su potencial turístico no sólo se basa en su historia, sino en sus hermosos paisajes y su imponente río. Además, en la zona aún habitan curanderos y tejedoras y, lo más importante, sigue siendo escenario de la cultura viva de los mochicas. Hoy en día, Cayanca es un pujante centro poblado menor que se ha convertido en un núcleo turístico cos­tumbrista y ecológico. El mérito es de sus propios po­bladores, quienes aprovechando las bondades del lugar y las cualidades innatas de cada uno, han hecho posible que hoy en día funcione un promedio de veinte luga­res donde disfrutar, beber y comer comidas típi­ cas de la zona a precios muy económicos. Son miles los turistas que llegan a este lugar. Podemos decir con certeza que la gas­tronomía cayancana es una actividad productiva y favore­ce a muchos vecinos. Sin embargo, la zona no tenía un servicio de seguridad, ni mucho menos un local policial, a pesar de que está ubicada a tan solamente siete kilómetros de la ciudad de Monsefú. Luego de algunas reuniones con los pobladores, acor­damos instalar un servicio policial en forma permanen­te para que custodiara Cayanca. Un poblador, muy gene­roso y desprendido, nos brindó su local, Los Ge­ melos, y en ese lugar se instaló la Policía. Los propios pobladores, con mucho entusiasmo, lo pintaron de un color similar al de una comisaría, es decir verde, y le añadieron un gran letrero que decía: «Policía Nacional del Perú-Junta Vecinal de Cayanca-Comisaría de Monsefú». Para ellos, nuestra presencia significaba que Cayanca ya tenía su propia comisaría y esto era un paso adelante en sus deseos de desarrollo.


El almuerzo, el desayuno y la cena para el personal poli­cial esta­ ban garantizados. Se estableció una alianza con los pro­pietarios de los res­ taurantes, quienes le brindaban los ali­mentos. Cuando le preguntaba al teniente gobernador de Cayanca, don Gregorio Velásquez, si el personal ya ha­bía pasado por sus alimentos, me contestaba: «Uhhhh, mayor, no se preocupe, que su personal está bien atendido: ni con sus padres». Resultaba que eran atendidos con mu­cho respeto y cariño. Los cayancanos estaban felices de ver a los policías rondando a pie por sus casas y chacras, visitando los colegios y cuidando a los turistas.

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Llegar hasta Monsefú desde Cayanca para asentar una denuncia por maltrato familiar resultaba complicado para las víctimas que, en su ma­ yoría, eran las madres de familia. Cuando la Policía empezó a visitar los hogares, hizo una labor de concientización para que ellas conocieran sus derechos y denunciaran cualquier maltrato físico o psicológico del que fueran objeto. Al poco tiempo, comenzaron a llegar las de­nuncias por mal­ tratos, al principio un poco tímidas, pero más tarde con mayor fuerza y seguridad. Estas denuncias eran atendi­das muchas veces en los propios hogares y resueltas inmediatamente. Al pasar el tiempo, notamos que las de­nuncias dejaron de llegar y eso nos preocupó, así que empezamos a ave­ riguar qué estaba pasando. Con sorpresa, nos enteramos del motivo: las señoras habían aprendido cuáles eran sus derechos, y cuando sus esposos intentaban golpearlas, ellas, con su dejo característico, les decían: «Pégame nomás, cholo de cuernos, que será para traerte a la Policía hasta la puerta de la casa, carajo». Algunos campesinos, muy sorprendidos, se acercaban a contarnos: «Jefe, mi esposa ya no es la de antes, ahora se me empala, hasta chúcara se pone pe’, y todo lo ve la Policía».

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Esta acción, solicitada por los propios po­bladores, no solamente hizo de Cayanca un lugar más seguro y permitió que aumentara el turismo —y, por ende, que mejo­raran los ingresos económicos de muchos hogares—, sino que también hizo posible brindar un mejor servi­cio de transporte público y mejorar las relaciones fami­liares.


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Ningún policía que hubiera cumplido su servicio en Cayanca retor­ naba molesto, no obstante que la tarea implicaba caminar durante horas, ron­dando de un sitio a otro. Muy por el contrario, volvían a la comisaría felices de haber co­nocido a mucha gente, y en algunas oportunidades, lle­ vando verduras o frutas que les habían regalado. «Lle­ve, jefecito, un poco de lechuga y tomate para su esposa, y un poquito más para la otra», les decían los pobladores. Al otro lado del río se ubican las chacras del distrito de Reque, cuyos campesinos sufrían constantes robos de ganado. Un día, un delincuente que solía transitar por esa zona se llevó a una ternera por una ruta que siempre utilizaba para llegar hasta un corral ubicado en La Victoria. Cruzó el río e ingreso a territorio de Cayanca, siempre arrastrando a la ternera, hasta que pasó frente al local policial, donde fue fácilmente capturado. El delincuente, muy sorprendido, narró que jamás se había enterado de que existiera Policía en Cayanca y que esa siempre había sido la ruta ideal para robar el ganado de Reque. El propietario del animal era un anciano que ya había perdido la cuenta de cuántas cabezas de ganado le habían sustraído en los últimos años. Los cayancanos nos dieron una gran lección: gracias a sus grandes deseos de superación, habían logrado, por encima de los problemas eco­ nómicos del país, convertir este lugar en un centro turístico al exponer al mundo sus virtudes y fortalezas naturales. Además, gracias a su perseverancia y entusiasmo, entendimos que no debemos esperar a que las víctimas lleguen hasta la comisaría para de­ nunciar un hecho, sino que la Policía debe ir hacia donde están los pobla­ dores para impedir que los hechos delictivos o violentos se lleven a cabo, terminen im­punes o sigan ofendiendo la dignidad de los ciudadanos. Pero también apren­dimos que nosotros los policías, a través de nuestro servicio, podemos mejorar las condiciones de vida de muchos pobladores.


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La Policía de la Comisaría de Monsefú realizando acciones cívicas: servicios de salud, desayuno, corte de pelo y actividades deportivas. Abajo: Junta Vecinal del P. J. Jesús Nazareno Cautivo, una de las que participó activamente en todas las acciones de prevención.

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Concertando por ellos Concertando, un espacio democrático para debatir la problemática monsefuana. No solamente los que llegan a la comisaría son los que necesitan de nosotros, sino que la mayoría de vícti­mas están afuera y es ahí donde debemos estar.

Concertando, un espacio democrático para debatir la pro­blemática monsefuana, comenzó a escucharse en los hogares. Los entrevistados eran las autoridades, los funcio­narios, los dirigentes, los ciudadanos y también

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Sobre este tema conversé con mi amigo Raúl Flo­res, de radio San Valentín. Sin pensarlo mucho, me dio todas las facilidades para llevar a cabo un programa ra­dial sabatino desde las 12 hasta las 14 horas. En mi condición de coordinador de la Mesa de Concertación de Lucha contra la Pobreza y de comisa­rio, salí al aire.

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También estaba presente la preocupación de que los pobladores co­ nocieran las propuestas de sus candidatos y la necesi­dad de darlas a conocer por los medios de comunica­ción. Por suerte, Monsefú tenía tres emisoras de radio: Radio Superior, de la familia Yaipén; Radio San Valentín, de la familia Flores; y Radio San Juan, de la familia Uceda. Ya se habían desata­ do algunas campa­ñas que calentaban el ambiente político, con riesgo de ter­minar en enfrentamientos violentos.

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Se aproximaban los feriados de Fiestas Patrias y las organizaciones políticas fortalecían sus pretensiones de ganar las elecciones municipales de Monsefú. Por tanto, era necesario garantizar el orden público para que los comicios se desarrollaran en forma pacífica.


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los propios candidatos. Los temas: la problemática monsefuana y las pro­ puestas de solución. La dinámica estaba basada en la concertación y la tolerancia, y la finalidad era crear una cultura de paz y de seguridad para los ciudadanos. Sin ingresar al tema de la política partidaria, Concer­tando fue ocu­ pando un lugar preferente entre los ciudada­nos y las ciudadanas, pues era un espacio para debatir acerca de los principales proble­mas del distrito. Pero lo más importante fue que se lo­gró un debate de nivel, respetuoso y democrático, y lle­gamos a conocer en profundidad los innumerables pro­ blemas sociales de Monsefú. Esto permitió orientar de mejor manera los esfuerzos tanto de la comisaría como de la Mesa de Concertación para coadyuvar aportando soluciones. Las visitas de los pobladores a la comisaría para profundizar sobre los problemas de Monsefú comenzaron a ser muy frecuentes. Los policías no sólo combatían la delincuencia y la violencia, sino que también apoyaban a la población a solucionar sus problemas vecinales. Para profundizar el compromiso de los candidatos en caso de que llegaran a la alcaldía, se llevó a cabo un evento público en plena Plaza de Armas, donde se convocó a toda la población. Los can­didatos expusieron públicamente sus planes de gobierno y sus propuestas municipales. De esta manera, por iniciativa de la Mesa de Concertación de Lucha contra la Pobreza, se hizo realidad uno de los principales pedidos que rea­ lizó la población en el programa radial Concertando. En mi condición de coordinador de la Mesa, fui nom­brado para abrir y dirigir el evento que, felizmente, se desarrolló con mucha tranqui­ lidad y participación democrática. De los doce candidatos, solo uno no partici­pó; nunca se supieron los motivos por los cuales prefirió no asistir a esta fiesta democrática.


Al final del acontecimiento, los asistentes tenían una idea más clara de lo que podía significar su voto a la hora de acudir a las urnas. Los can­ didatos sabían que a partir de ese momento tenían que ordenar mejor sus ideas y hacer innovadoras propuestas para sus próxi­mas presentaciones, porque el tiempo era cada vez más corto y lograr el objetivo de llegar a la municipalidad, cada vez más difícil.

Sin embargo, han pasado varios años de esas prome­sas y hasta ahora Cayanca no tiene ni municipalidad de­legada ni alcalde delegado. Una vez más, los cayancanos, por su deseo de superación, se han organizado y cuen­ tan con el llamado Frente de Defensa de Cayanca, cuya meta es lograr el desarrollo de esta parte de Monsefú. Otras de las propuestas que se debatieron en el programa radial Concertando fue la necesidad de cons­truir la carretera de Cayanca. El mal estado de esta vía originaba muchos accidentes de tránsito y otros problemas más.

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Al llegar el día, el local de la comisaría estuvo muy concurrido y fue otra fiesta democrática. Todos los can­didatos se comprometieron a instalar su municipalidad delegada apenas llegaran al sillón municipal.

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Fue muy reconfortante ver a los cayancanos entusias­mados con la organización del encuentro. Nuevamente, se puso de ma­nifiesto el gran desprendimiento del señor Guzmán, pro­pietario del local Los Gemelos, donde venía funcionan­do la comisaría.

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Luego de unos días, surgió en Concertando otra necesidad, planteada de nuevo por los ciudadanos. Se trataba de que los pobladores de las zonas rurales tam­bién querían escuchar los planteamientos de sus candi­datos. La Mesa de Concertación decidió organizar otro encuentro, esta vez en el centro poblado menor de Cayanca.


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Con los dirigentes cayancanos visitamos en varias oportunidades las instalaciones del Consejo Transitorio de Administración Regional (CTAR), hoy gobier­no regional, y conversamos con el presidente de aquel entonces, Germán Sarmiento. En esta tarea también estu­vo comprometido el gober­ nador, Pedro Salazar. Logramos que el presidente del CTAR visitara Cayanca y, en cere­ monia pública, con participación de las autori­dades locales y pobladores, se comprometiera a la cons­trucción de la soñada carretera. A los pocos días, se observó la llegada de maquinaria y de obreros, y se dio inicio a los primeros trabajos de la carretera, pero luego nos informa­ ron que el expediente técnico presentaba algunas deficiencias que tenían que corregirse. Así que la maquinaria terminó siendo retirada y, poco tiem­ po después, Germán Sarmiento fue sustituido en el cargo. El expediente quedó listo, pero los trabajos no se retomaron durante ese año. Felizmente, hoy en día esa carretera ya es una realidad, gracias a la perseverancia de las autoridades y los pobladores. En junio del 2003, el programa radial Concertando tuvo que ser in­ terrumpido por mi alejamiento de la co­misaría de Monsefú, pues desde el mes de febrero de ese año yo había pasado a trabajar al penal de Picsi y desde abril me convertí en el comisario de Huarmaca, un distrito de la se­ rranía de Piura, donde tuve la oportunidad de conocer otra cru­da realidad: la población rural vivía atemorizada por las acciones terroristas. Meses después, en septiembre de ese mismo año, Concertando nuevamente logró salir al aire, esta vez por gentileza de la familia Uceda, propietaria de Radio San Juan. A partir de entonces, el conductor del programa fue Marco Custodio Ballena, gobernador de Monsefú. Posteriormente, Concertando retornó a radio San Valentín. Es preciso mencionar a los principales colaboradores del programa: José Sánchez


Diez, Victorino Chancafe Tullume, Benito Azabache, Elmer Custodio, Juan Puicon, Karina Cuyate, José Cuyate y otros grandes amigos.

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La necesidad de contar con autoridades que realizaran una gestión concertadora, participativa, transparente y con alta calidad La ausencia de espacios para la participación ciuda­dana La poca transparencia y garantía de la inversión y el gasto público La falta de inversión y de políticas para mejorar la educación, la cul­ tura y el arte La inexistencia de lugares públicos para la práctica del deporte y la recreación, especialmente para los niños y jóvenes La ausencia de una estrategia integral en el tema de la seguridad ciu­ dadana por parte de las autoridades El insuficiente apoyo a actividades productivas como la agricultura, la ganadería, la artesanía y el co­mercio La escasez de iniciativas para conservar y fomentar las costumbres y tradiciones populares en el ámbi­to local, regional, nacional e inter­ nacional

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Los problemas y las necesidades que se identificaron fueron numero­ sos, pero entre ellos destacaron los siguientes:

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Uno de los valores más importantes del programa radial Concertando fue y seguirá siendo el hecho de que dio una oportunidad para que se escuchara la voz de muchas personas, hombres y mujeres que venían realizando un trabajo silencioso a favor del desarrollo de Monsefú y que ne­cesitaban un espacio para hacer conocer a la colectivi­dad lo que estaban haciendo, no con un afán protagónico, sino más bien con la sana intención de in­volucrar a las personas en sus nobles objetivos. Tam­bién nos permi­ tió conocer la problemática de cerca y apoyar a la población en encontrar respuestas, renovando la fe en el sistema democrático y demostrando que la Policía Nacional también está con ella en la búsqueda de mejorar sus condiciones de vida.


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La pobre implementación de los servicios básicos en las zonas rurales Los reducidos esfuerzos por incentivar y fortale­cer a las instituciones La ausencia de planes de captación de capital ex­terno para enfrentar una serie de problemas que afectaban el desarro­llo y, por ende, la seguridad de los ciudadanos.

Estos problemas de la sociedad monsefuana fueron saliendo a la luz por la participación de los propios po­bladores, muchos de los cuales jamás habían tenido la oportunidad de expresar su opinión. Después de esta rica experiencia, estamos en condiciones de afirmar que el desarrollo de Monsefú y el mejoramiento de la ca­lidad de vida de sus ciudadanos no será posible si no se empieza por planificar acciones en las que participen todos los sectores, de todos los niveles. Definitivamente, la postergación afecta la seguridad ciudadana, pues los factores socioeconó­ micos están íntimamente ligados a los demás problemas.


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Las actividades de concertaci贸n jugaron un papel preponderante para la seguridad ciudadana.

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Un espacio para las esposas Invitemos a nuestras esposas a conocer nuestro trabajo de cerca. Quizá eso nos permita ser mejores con ellas y nuestros hijos, y también con la colectividad.

A los pocos días, ellas juramentaron como integrantes del Comité de Damas de la Comisaría de Monsefú y se ins­talaron en un ambiente. Su

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Bastó una invitación que cada uno de los efectivos le hizo a su esposa para que la mayoría de ellas acudiera entu­siasmada, y así por primera vez las tuvimos juntas. En la comisaría conversamos de todo: del trabajo, del comportamiento de sus esposos, de sus preocupaciones, sus temores, sus aspiraciones, sus frustraciones, y también sus alegrías como esposas. Pero yo noté que ellas, en el fondo, no sabían exactamente cómo es el trabajo que realiza un policía en una comisaría y les propuse acercarse para cono­ cerlo directamente, lo cual les interesó mu­cho.

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En la comisaría de Monsefú nos trazamos una meta: lograr que nuestras esposas nos ayudaran directamente en nuestro trabajo, o sea, te­ nerlas cerca de nosotros por lo menos unas horas a la semana, realizando algunas ta­reas.

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Muchas veces, los policías nos preguntamos si nuestras es­posas com­ prenden el trabajo que realizamos. Seguramen­te, ellas se sienten orgullosas de lo que hace­mos, aunque el temor de casi todas es lo que nos pueda pa­ sar. Nosotros no sabemos si luego de una jornada de trabajo retornaremos a nuestros hogares sanos y salvos.


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misión estaba bien definida: «Realizar actividades de apoyo a la población, especialmente a los sectores más necesitados». La gran tarea que desarrollaron estas mujeres fue lle­var alegría y es­ peranza a muchos lugares de Monsefú y realizar actividades con los princi­ pales protagonistas, los pobladores del sector. Ellas, con gran en­tusiasmo y responsabilidad, organizaban las llamadas acciones cívicas. Los días domin­ gos en especial, las veíamos trajinar con mucho gozo por las zonas rurales, acompañadas por nuestros hijos y otros familiares que, poco a poco, fue­ ron también involucrándose. «Nos vamos a Valle Hermoso, este domingo tenemos una acción cívica», decían, y elaboraban los documentos necesa­rios para dar cuenta del evento. A las 6 de la mañana de ese día, el personal, a bordo del pa­ trullero, llegaba con el pan y la leche para el desayuno que se iba a ofrecer a los niños de Valle Her­moso. En el lugar los esperaban los pobladores organi­zados en diferentes grupos que tenían tareas específicas, entre ellas la limpieza de los caminos rurales. A las 8 ya se estaba repartiendo el desayuno a los niños, mientras se pre­paraban los ambientes para que la población recibiera atención médica gra­tuita por parte de los profesionales del Centro Médico de Monsefú o de la Sanidad de la Policía. El Centro de Formación Laboral de Monsefú también se hacía presente ofreciendo cortes de cabello, y algunas madres de familia se atrevían a pedir que les hicieran algunos retoques. A las 10 de la mañana arrancaba el campeonato de fútbol entre los re­ presentantes de los caseríos de Pómape, Cúsupe, Larán y el anfitrión, Valle Hermoso. Se disputaban varios trofeos donados por don Gaspar Agapito, Martín More, otra persona y una institución amiga. Al llegar el medio día, las madres de familia daban los toques finales al almuerzo de confraternidad que se servía luego de culminar las demás


actividades, y todos los participantes terminaban confundidos en una fies­ ta social animada por los equipos de sonido llevados desde Monsefú, cuyos propietarios se habían convertido también en colaborado­res de la comi­ saría. Se contaba incluso con decoración, que corría por cuenta de César Sánchez Chavesta.

Ése era el trabajo de las esposas de los policías, un tra­bajo comple­ mentario al de la comisaría. Es un ejemplo que puede repetirse en otros lugares.

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Al llegar la Navidad, el Comité de Damas organizó una fiesta infan­ til para mil niños monsefuanos, especialmente para los hijos de los inte­ grantes de las diferentes juntas vecinales.

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En la ceremonia por el aniversario del distrito —que se celebró en la Plaza de Armas de la ciudad y contó con la participación del flamante jefe de la II Dirtepol-Chiclayo, general PNP Jorge Cateriano Portocarrero y de muchas otras au­toridades regionales y locales— se llevó cabo la entrega a la comisaría de una motocicleta adquirida por el Comité de Damas. Más tar­de, este vehículo recorrió todos los rincones de Monsefú.­

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De esta forma, el Comité de Damas llegó a diferentes lugares de Monsefú organizando sus acciones cívicas y comprometiendo a otras insti­ tuciones como el Comité de Damas del CTAR, la Beneficencia, el Centro Médico, el Instituto Tecnológico y las empresas de transportes. También se contaba con la infaltable participación de los tenientes gobernadores y las directivas de las juntas vecinales de la comisaría.


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Diversas actividades con la participaci贸n activa de las juntas vecinales, plenamente identificadas con las acciones de prevenci贸n.


Buzones que hablan Busquemos nuevas formas de comunicación para que los ciudadanos nos expresen sus inquietudes.

Este cambio de lugar se convirtió en una provocación positiva para que se expresaran las inquie­tudes ciudadanas. Al principio, los vecinos ob­ servaban el buzón con recelo, pero después entendieron el mensaje de la Policía: queríamos que nos dijeran sus problemas también en forma reserva­ da. Al día siguiente, con asombro, pude constatar que se habían depositado varias cartas dirigidas a la comisaría. Algunas felici­taban al personal policial

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Los suboficiales Caicedo, Baca y Dávila buscaron la for­ma de insta­ larlo en el lugar más aparente del frontis del local. Pronto se pudo observar que los pobladores se dete­nían a mirar el buzón y leer detenidamente el letrero que se colocó encima de este, en el que se solicitaba a los ciudadanos que depositaran sus quejas y sugerencias para ser mejor atendidos.

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Durante todo el tiempo, pensábamos que seguramente algunos ciudadanos querían comunicar­se con sus policías, pero se les hacía difí­ cil hacerlo. El reto, pues, era incrementar los canales de comunicación. En Monsefú ya contábamos con el programa radial, teníamos una línea telefónica, existía una buena relación con la pobla­ción, las puertas de la comisaría estaban abiertas las 24 horas del día, pero insistíamos en que algo más fal­taba. Se decidió, entonces, reubicar el buzón de sugeren­cias, que se encontraba en el interior de la comisaría y que, por años, había estado ahí sin cumplir su cometido.


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por el trabajo que venía realizando; otras sugerían que se llevaran a cabo acciones para mejorar la seguridad; finalmente, estaban las que presentaban quejas acerca de la actuación policial, incluso con nombres y detalles.

Una de las cartas decía: Señor comisario Polly [nom­bre de cariño con el que siempre me llaman mis familiares y paisanos]: Nosotros somos monsefuanos y sabrá que cocinamos chicha de jora desde hace muchos años, pero resulta que los camiones que nos traen la leña ya no quieren venir porque la Policía los detie­ ne permanentemente y esto nos perjudica a todos los que nos dedicamos a la venta de chicha. Por favor, ayúdenos en esto.

La chicha es la bebida favorita de los monsefuanos, la que más con­ sumen desde el tiempo de los mochicas. Hasta la fecha, la chicha se sigue preparando con técnicas ancestrales, y para ello es imprescindible utilizar leña, especialmente de algarrobo. Resulta que la venta de leña es controla­ da, y cuando se realiza sin el permi­so respectivo, está prohibida. Posible­ mente, a los comerciantes les resultaba muy engorro­so realizar los trámites, pero otros no los hacían porque de este modo se beneficiaban. Luego de recibir esa carta, tomamos la medida de llevar a la comi­ saría todos los camiones de leña que ingresaban a la jurisdicción de Mon­ sefú. Una vez que tuvimos varios camiones estacionados en el frontis de la comisaría, constatamos que toda la leña que transportaban era ilegal, pues no con­taba con los permisos correspondientes. Sin embargo, era comer­ cializada a precios muy elevados, como si los vendedores hubieran pagado todos los derechos correspondientes. Después de una larga y franca con­versación con ellos, entendieron que les resultaba bene­ficioso contar con la documentación respectiva y así evitar que su leña fuera decomisada. Probablemente muchos no lo hi­ cieron, pero los que sí cumplieron con su deber ingresaban a Monsefú a


comercializar su leña con toda confianza. De esta manera se lo­gró el ob­ jetivo de no desabastecer a los hogares monsefuanos, que no sólo utilizan este insumo para preparar chi­cha sino también otros alimentos esenciales; incluso los panaderos usan leña de algarrobo en sus hornos.

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Inmediatamente se en­vió un oficio a la oficina de la Empresa Ad­ ministradora de Servicio de Agua Potable de la ciudad, haciéndole sa­ber el grave peligro que significaba para un sector de la población la presencia de ese hoyo. A los pocos días, la señora llamó por teléfono a la comisaría para agradecer porque el hue­co había sido tapado. En esta oportunidad sí se identifico plenamente e hizo notar su alegría.

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Una vecina nos informó en una carta anónima: Fren­te a mi casa, hace tres semanas, han hecho un enorme hueco para arreglar las tuberías de agua, y hasta la fecha no lo han tapado. Y he visto que en varias oportunidades, jóvenes y adul­tos se han caído en su interior, incluso un vehículo. Ha­ gan algo, por favor.

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Así, por las comunicaciones que recibíamos a través del buzón nos enterábamos de lo que pasaba en los cole­gios, en las instituciones públicas, en los barrios y hasta en los caseríos, lo cual significaba que la Policía tenía más trabajo.

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Respecto a este tema, recuerdo una anécdota que da cuenta con pre­ cisión de cuán importante es la leña de algarrobo para los monsefuanos. Una vez escuché que un profesor que había enseñado durante años en el colegio Labarthe de Chiclayo decía, con mucho cariño, que cuando se paseaba por el aula y sentía en el ambiente el aroma a leña de algarrobo, podía decir, sin temor a equivocarse, que estaba frente a un alumno mon­ sefuano, pues su ropa y sus cuadernos estaban impregnados con el olor del humo. No se equivocaba, pues cuando le preguntaba de dónde venía, él le respondía: «Yo soy de Monsefú, profesor».


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«Si las demás entidades públicas y privadas de Monsefú colocaran un buzón como ustedes, estoy seguro de que se entera­rían del mal servicio que vienen prestando», decía una carta de un monsefuano residente en Estados Unidos que había llega­do después de muchos años a visitar a sus familiares por Fiestas Patrias. Hay una serie de herra­mientas que pueden utilizarse con fines de seguridad ciudadana. Los buzones de sugerencias son un elemento que no sólo permite cono­cer cuáles son los problemas de inseguridad, sino tam­ bién acercarnos a los ciudadanos y hasta salvar una vida. Los buzones son herramientas sencillas que, sin embargo, pueden prestar un gran servicio al ciudadano.


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El mayor Bonilla y la teniente gobernadora Paula Sánchez, con quien trabajó estrechamente a favor de su comunidad. Abajo: entrega de trofeo donado por el Sr. Víctor Incio, activo colaborador de todas las actividades de la Comisaría.

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Las juntas vecinales Si no logramos entender que necesitamos estar organi­zados, nuestra propia seguridad y la de nuestros bienes siempre estará en peligro.

Habitualmente, las juntas vecinales estaban conforma­das por un presidente, un vicepresidente, un secretario de actas, un tesorero, un secre­ tario logístico y dos o tres fiscales, pero otras consideraban distintos cargos. Es decir, los integrantes de las juntas vecinales sentían que su directiva de­ bía organizarse de acuerdo con sus propias necesidades, siguiendo ciertos

A c t u al ] D e s a f í o C i u d a d a n a , s e g u r i d a d

Hacer realidad el proyecto de las juntas vecinales permi­tió que, sobre todo en el área rural, disminuyeran considerablemente los robos de gana­ do, de herramientas y de aves de corral, y en algunas oportunidades se de­ tuviera en flagrante delito a los ladrones. Las reuniones con los pobladores, en sus propios lugares de residencia, pasaron a ser amenas y provechosas, pues nos acompañaban profesionales de diferentes especialidades cuya par­ ticipación enriquecía los debates. Así, poco a poco, las ideas para mejorar la calidad de vida de los pobladores tomaban cuerpo.

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El teniente Cotrina y los técnicos Dávila, Neyra, Mora y Gonzales La Torre, acompañados de don Benito Azaba­che, fueron los encargados de visitar todos los caseríos y barrios y organizar a las juntas vecinales, con sus tenientes gobernadores a la cabeza y sus principales dirigentes. Sus inte­ grantes comprendieron que estaban organizándose para abordar el tema de seguridad, pero que también estaban velando por el desarrollo y bienestar de su vecindario.


A r é v al o B o n i lla G u i ll e r m o

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lineamientos para que no existiera una marcada diferencia respecto a otras instancias similares. De esta forma, se lograron conformar veinticuatro grupos —entre rurales, urbanos y especiales— en los siguientes lugares: • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •

Jesús Nazareno Cautivo Miraflores Túllume Micarcape Valle Hermoso Puente Nuevo Alican Cayanca Larán Cúsupe San Isidro La Victoria Pómape San José Muysil El Tránsito El Tanque Barrantes El Palmo Calazán Misericordia Los Algarrobos Asociación de Mototaxistas «JNC» Asociación de Taxis

Todas las juntas vecinales estaban compuestas por los habitantes de un ca­ serío o barrio, a excepción de las dos últimas, integradas por los miembros de las asociaciones de mototaxistas y taxistas de Monsefú, que conforma­ ban las llamadas juntas vecinales especiales.


Los últimos días del año 2002 se organizó un evento denominado «Primer encuentro distrital de juntas vecinales», que se llevó a cabo en un local ubicado en la Plaza de Armas de la ciudad y que pertenece a uno de los prin­cipales ganaderos de Monsefú, el señor Ballena.

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Todos se comprometieron a apoyar a las juntas vecina­les, pero la promesa no se mantuvo. En la actualidad, las pintas que se hicieron en cada barrio y caserío, en las que se anunciaba que ahí existía una junta vecinal or­ganizada por la comisaría, ya casi no se notan; las ha borrado el transcurso del tiempo y también el abandono. Las frecuentes reuniones de sus integrantes, en las que se discutían los problemas y se buscaba concer­ tadamente una solución, ya no se realizan. Pero lo que no se ha borrado es la volun­tad de sus habitantes por retomar este proyecto y sentir nueva­ mente que en sus barrios o caseríos existe una junta vecinal organizada para hacer frente a los actos de inseguridad.

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Durante esta reunión, que se inició con el izamiento del pabellón nacional y duró toda una mañana, se realizó un balance del trabajo rea­ lizado hasta ese momento por las juntas vecinales. Pero más que eso, la intención era darle sostenibilidad al proyecto, lograr que nuestras nuevas autoridades se comprometieran a continuar apoyando la organización y el desarrollo de las juntas vecinales, que no era más que la participación ciu­ dadana hecha realidad en el tema de seguridad, y que por ningún motivo se debía detener.


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Pobladores de MonsefĂş de los distintos caserĂ­os participando en una actividad deportiva. Abajo: juntas vecinales en el desfile por aniversario.


El Club Canino de Monsefú La participación de los niños y jóvenes no solo nos permite alejarlos de los actos antisociales, sino también los sensibilizamos antes los problemas de su comunidad.

A c t u al ] D e s a f í o C i u d a d a n a ,

El entusiasmo de Martín More Diez e Iván Chanduví y del técnico de la PNP Dávila hizo posible que los niños y jóvenes, entre ellos mi hijo Guiller­ mo, encontra­ran un espacio de sano esparcimiento y demostraran su cariño por los animales. La comisaría era el lugar donde los protagonistas —niños y jóvenes— se reunían para acor­dar la manera de llevar a cabo las sesiones de entrena­miento. El alcalde de la ciudad cedió gentilmente las ins­talaciones del coliseo. La recaudación de propinas que los menores entregaban en forma voluntaria y otros aportes cubrían los pasajes y otros gastos del instructor, un

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Todos los ocupantes del estrado de honor, donde estaba el alto oficial junto con las autoridades, coincidieron en señalar que era un lindo espec­ táculo ver a los canes de diferentes razas marchar correctamente, vestidos con chalecos de tela que decían «Club Canino de la Comisaría de Monse­ fú». Pero las simpáticas mascotas no sólo desfilaron ale­gremente, sino que también hicieron una demostración de destreza dando saltos, saludando y haciendo una serie de piruetas que en­cantaron a todos los asistentes, quie­ nes premiaron el espectáculo con calurosos aplausos.

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El día central del aniversario de Monsefú, el gene­ral PNP Jorge Ca­ teriano Portocarrero, jefe de la II Dirtepol, se sintió gratamente sorpren­ dido cuando vio desfilar a unos cuarenta canes acompañados de sus due­ ños, en su mayoría niños y jóvenes monsefuanos.


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policía retirado, amante de los canes, quien los entrenaba con el apoyo de su menor hijo, de apenas unos 12 años, pero que ya conocía bien el oficio. Los logros de esta iniciativa se vieron muy rápido. Cada día aumentaba el entusiasmo y todos los niños y jóvenes que criaban un perro querían incor­ porarse al Club Canino. Cierto día, recibie­ron la primera invitación para par­ ticipar en un concurso regional de canes. El joven estudiante de Medicina Vete­ rinaria Custodio Lores retornó en horas de la noche, triunfante y feliz, pues el can de Martín More, que repre­sentaba al Club Canino y que él se encargó de llevar al concurso, había ganado el premio regional al «Can me­jor cuidado». Los canes que pertenecían al club podían ser observados no sólo en pleno entrenamiento, sino también cuando estaban descansando o pa­ seando por las calles conducidos por sus propietarios. De esta manera, se convirtieron en un atractivo para gran­des y chicos, y constantemente eran invitados a par­ticipar en presentaciones en diferentes lugares. Así, los canes estuvieron presentes en la primera feria costumbrista de Pómape y en otras actividades realiza­das por el Comité de Damas de la Comisaría. Pero tam­bién participaron en algunos servicios policiales de seguridad, pues acompañaban a los policías en sus recorridos. Que un do­ berman, un rottweiler, un boxer o un pas­tor belga o siberiano acompañara a un policía, defini­tivamente ayudaba mucho a mantener el orden públi­co, sobre todo cuando se trataba de ferias en la ciudad, a las que llegan miles de visitantes. Además, los perros eran también todo un atractivo turístico. Inicialmente, el programa de instrucción estaba previsto sólo para dos meses, pero ante el pedido de muchos niños y jóve­nes, se prolongó por dos meses más. A la vez, la directiva del club se enfrentó al problema de cómo sufragar la mensualidad del instructor. Afortunadamente, las ideas sobraron, y pronto se vio a los integrantes del club reunidos en la pérgola de la Plaza de Armas anunciando, a través de


un potente equipo de sonido, que se iba a realizar una rifa organizada por el Club Canino de la Comisaría de Monsefú. El resultado fue que lograron recaudar su­ficiente dinero para cancelar gran parte del sueldo del instructor de los siguien­tes dos meses y con esto cum­plieron su objetivo. Posiblemente, muchas comisarías querrían tener un cuerpo canino para la seguridad ciudadana, pero por razones económicas les resulta difícil contar con ca­nes propios y un entrenador. Es más, en la actualidad resul­ta imposible contar con canes de diferentes razas y que estén disponibles en el momento necesario.

En Monsefú, como en muchos otros lugares, existen policías intere­ sados en impulsar un pro­yecto como éste. Espero que esta experiencia les sirva para repetir y mejorar lo que se hizo en su momento.

A c t u al ] D e s a f í o C i u d a d a n a ,

Hoy en día, muchos niños y jóvenes que ya se van haciendo adultos recuerdan con cariño los días en que participaban en el Club Canino y también acudían al local de la comisaría, donde ingresaban con confianza para conversar lar­gamente con los policías, de quienes, seguramente, reci­ bieron más de un consejo.

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Días antes de las fiestas navideñas del 2004, visité Monsefú y consta­ té que algunos amigos que habían integrado el Club Canino aún paseaban por la ciudad con sus mascotas y enseñando con mucho orgullo lo que sus queridos animales habían aprendido y que, a pesar del tiempo, no olvida­ ban. Muy por el contrario: los dueños de las mascotas habían aprendido varias técnicas del instructor, que enseñaban a otras mascotas.

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La experiencia de Monsefú enseñó que tener canes preparados y dis­ ponibles mejora el servicio de seguridad ciudadana de cualquier lugar y, también, permite unir a niños y jóvenes que aman a los animales y que pueden realizar su aporte ciudadano poniendo a sus mascotas a disposición de la seguridad.



Un proyecto truncado Nadie tiene derecho a truncar el sueño de los monsefuanos de sentirse libres de amenazas y peligros.

Cuando iniciamos la convocatoria con el fin de co­menzar a elabo­ rar el proyecto para presentarnos al con­curso, una de las personas más comprometidas era mi esposa, quien apoyaba constantemente todas las acti­vidades de la Mesa de Concertación. Debo indicar que como las mesas distritales no disponían de un presupuesto, todo el apoyo era voluntario y, lamentablemen­te, no había muchas personas dispuestas a brindarlo. Así, a

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Con GTZ habíamos iniciado una relación a partir del proyecto For­ talecimiento del Diálogo Político (Fodipo), que en convenio con la Uni­ versidad Na­cional Pedro Ruiz Gallo buscaba apoyar y fortalecer el trabajo de las mejores Mesas de Concertación para la Lucha contra la Pobreza de la re­gión Lambayeque. Tuvimos la suerte de ser elegi­dos como una de ellas, y por esta razón manteníamos una constante coordinación con Sheyla Fa­ lleen y otras personas en­cargadas de concretar este apoyo.

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A fines del 2003, cuando me desempeñaba como co­misario de Huar­ maca pero aún continuaba siendo coor­dinador de la Mesa de Concerta­ ción para la Lucha contra la Pobreza de Monsefú, me informaron, a través de GTZ-Cooperación Alemana al Desarrollo, que el gobierno alemán, en el marco de su programa de canje de deuda por desarrollo del Fondo Con­ travalor Perú Alemán, estaba convocan­do a un concurso de proyectos, uno de cuyos rubros era el fortalecimiento de la democracia.


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las dos primeras sesiones a las que se convocó para la elaboración del pro­ yecto asistió una veintena de profesionales, pero luego uno a uno fueron desertando al enterarse de que el trabajo se iba a realizar ad honórem. Visitamos la Municipalidad del distrito y les explicamos a los princi­ pales funcionarios por qué era necesario que Monsefú contara con un plan de desarrollo concertado tal como muchos distritos ya lo habían hecho con la participación de sus ciudadanos. La respuesta era: «Yo me comunico con ustedes». Pero pasaban los días sin que llegara una respuesta, con lo cual se perdía un tiempo muy valioso. Con mi esposa sosteníamos largas conversaciones sobre la problemáti­ ca del distrito. Ella, a través del trabajo del Comité de Damas, había logrado un importante acerca­miento con las juntas vecinales, cuya labor consideraba sumamente valiosa. Por ello, concluimos que lo mejor era elaborar un pro­ yecto sobre seguridad y vigilancia ciudadana basado en la experiencia del 2002, al cual denominamos «Fortalecimiento de los sistemas de seguri­dad y vigilancia ciudadana en Monsefú». Con el apoyo constante de la GTZ y del ingeniero Efraín Písfil, logramos culminar este proyecto y entregarlo el últi­ mo día del plazo establecido, el 20 de diciembre del 2003. El concurso era a nivel nacional y se presentaban muchos proyectos, pero nosotros confiába­ mos en el éxito del nuestro por las propuestas innovadoras que contenía. El 4 de febrero del 2004 se nos anunció que el proyecto había sido aprobado y reconocido como uno de los más creativos, lo que significaba que Monsefú iba a poder contar con un sistema de seguridad y vigilancia ciuda­ dana bien organiza­do. De este modo, tenía la posibilidad de con­vertirse en el primer distrito de Lambayeque que tuviera una población organizada en torno a estos dos temas fundamenta­les para el crecimiento de la democracia y el mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos. Lo que a continuación narraré es una experiencia que, segura­mente, ha sucedido en otras partes del país. De ella debemos sacar lecciones para


aprender de nuestros errores, especialmente de los yerros de algunas per­ sonas que, sin pensar en el daño que hacen, terminan perjudicando a todo un pueblo por tratar de obtener beneficios para sí mismas. Como mencioné anteriormente, me encontraba tra­bajando en Huar­ maca, gestionando ante el Fondo Contravalor el pedido de mi reasigna­ ción, por ser el autor intelectual del proyecto, pedido que no se concre­tó. Sin embargo, la distancia geográfica no impedía que me mantuviera infor­ mado de los acontecimientos, pues viajaba constantemente para participar en las reuniones de coordinación.

Como es lógico, este hecho generó bastante malestar y nuestra reac­ ción fue enérgica y unáni­me. El comisario, mayor PNP Fernando Zamora Corrales, el presidente de la Asociación de Mototaxistas Jesús Na­zareno Cautivo y yo, en mi condición de coordinador de la Mesa de Concerta­ ción, comunicamos inmediatamente el problema al Fondo Contravalor y le pedimos que bloqueara la cuenta corriente.

s e g u r i d a d

Segundo Mora es una persona ejemplar. Siempre ha demostrado un alto gra­do de profesionalismo y una conducta transparen­te. Sus cualidades son reco­ nocidas por todos los monsefuanos y por eso fue elegido por unanimidad. Sin embargo, nos dimos con la sorpresa de que el recientemente nombrado jefe del proyecto había abierto una cuenta corriente reemplazando a Mora por un fami­ liar suyo a quien ninguna de las personas participantes en el proyecto conocía.

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Justamente en una de esas reuniones, cuando llegó la hora de defi­ nir quiénes debían hacerse cargo del manejo económico del proyecto, se nombró como jefe de éste a un cola­borador de la Mesa de Concertación, que tenía experiencia en el área de proyectos. Asimismo, se acordó que el suboficial PNP Segundo Mora acompa­ñaría a esa persona y se encargaría de demostrar, no sólo a los monsefuanos sino a la comunidad internacio­ nal, que en Monsefú se es­taba desarrollando un proyecto de una manera absoluta­mente transparente respecto al manejo de los fondos eco­nómicos.


A r é v al o B o n i lla G u i ll e r m o

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La Mesa de Concertación realizó varios eventos en los que se expuso la problemática del proyecto. Mientras tan­to, el desembolso del dinero por parte del Fondo Perú-Alemania había sido suspendido a pedido nuestro, hasta que se encontrara un camino correcto. La Comisión Andina de Juristas, con sede en Lima, aceptó llevar a cabo el proyecto y, por supuesto, manejar los fondos económicos, lo cual representaba una formidable oportunidad, pero la inje­rencia de la Munici­ palidad terminó privando a Monsefú de la participación de esta importante institución de nivel internacional. Penoso es para mí, siendo monsefuano, tener que mencionar todas las artimañas que se tejieron para desvirtuar las verdaderas razones por las cuales estaba suspen­dido el proyecto. A todos los monsefuanos de buena voluntad les quedó un sabor amargo al ver cómo, una vez más, los intereses subalternos de algunas per­ sonas hicieron tanto daño. Por ello, se decidió que las tres instituciones so­ licitantes retiraran el proyecto. Merece un agradecimiento especial el mayor Zamora, quien, con mucho coraje, afrontó este tema ante su comando. Otra persona que demostró su valentía fue el presidente de la Asocia­ ción de Mototaxistas, quien sufrió una serie de agravios en varias reuniones públicas. La actitud vacilante del coordinador regional de la Mesa de Con­ certación empeoró la situación y, en una reunión bastante criticada por la ciudadanía, se terminó eligiendo al párroco de la ciudad como el nuevo coordina­dor distrital de la Mesa de Concertación. Entonces se inició una serie de acciones, con la intención de que el presupuesto para el proyecto nuevamente fuera entregado a Monsefú, pero en esas circunstancias eso quería decir a las manos de las personas que fueron cuestionadas. Al transcurrir varios meses, el Fondo Contravalor Perú Alemán les hizo entrega de la primera partida para que pusieran en ejecución el pro­ yecto, pero con ello también se dio inicio a una serie de cuestionamientos a las personas que lo manejaban, entre ellas el jefe. El párroco y coordinador


de la Mesa de Concertación no tuvo el res­paldo de la ciudadanía y fue cambiado a otro lugar. La directiva de los mototaxistas valientemente de­ nunció los ma­los manejos económicos. La ciudadanía y los medios de co­ municación se sintieron una vez mas traicionados y, finalmente, el Fondo Contravalor Perú Alemán dejó sin efecto la entrega de la segunda partida, por haberse presentado malos manejos.

Esta lucha también me permitió conocer a personas generosas y ho­ nestas que, sin dudarlo, nos brindaron su confianza y apoyo. Pienso espe­ cialmente en los miembros de GTZ. Mencio­nar a todos sería largo, y no me perdonaría si olvidara a alguno de ellos, pero va a cada uno mi infinito agradecimiento.

A c t u al ] D e s a f í o C i u d a d a n a ,

Sin embargo, la experiencia tuvo también resultados positivos. Entre ellos, a muchos policías dispuestos a poner en práctica los conocimientos adquiridos con ese nuevo enfoque de llegar a la ciudadanía mediante actos de sensibili­dad social. Y también a un sinnúmero de pobla­dores compro­ metidos con el tema de la seguridad y vi­gilancia ciudadana, que ahora saben que existen organismos internacionales dispuestos a proporcionar los fondos necesarios para combatir la inseguridad ciudadana.

s e g u r i d a d

Pero además, es necesario entender que cuando sabe­mos que alguna persona se encuentra involucrada en actos que perjudican el desarrollo de nuestro pueblo, es impor­tante adoptar una postura de rechazo y de pro­ testa. No podemos ser indiferentes, ni mucho menos encubrir estos actos dolosos que han hecho y siguen haciendo tanto daño.

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Hoy en día, el fortalecimiento de los sistemas de se­guridad y vigi­ lancia ciudadana es un sueño que espe­ran alcanzar los monsefuanos, pero, seguramente, con otros actores y personajes. Si eso sucede, querrá decir que, de alguna forma, esta ingrata experiencia ha servido para tomar con­ ciencia de que todos los ciudadanos tenemos que involucrarnos en el tema dejando de lado intereses mezquinos y subalternos.


A r 茅 v al o B o n i lla G u i ll e r m o

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Juramentaci贸n de las juntas vecinales. Abajo: reuni贸n de aniversario patrio con autoridades del distrito.


S e gu nda par te

Seguridad humana, seguridad ciudadana, inseguridad ciudadana



Los conceptos No puede haber seguridad ciudadana sin tutelar todos los otros derechos que también componen la seguridad humana. La seguridad ciudadana es inherente a la seguridad humana y ésta es inherente al desarrollo humano.

El estudio más representativo es el que publicó el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 1994, en su Informe sobre el desarrollo humano, en el cual precisa los conceptos de seguridad huma­ na, seguridad ciudadana y especialmente inseguridad ciudadana, conforme deta­llamos a continuación.

A c t u al ] D e sa f í o C i u d a d a n a ,

Asimismo, debemos tener en cuenta que los estudios de la última década sobre el fenómeno de la inseguridad ciu­dadana toman como base la realidad de cada país.

s e g u r i d a d

En general, podemos decir que, inicialmente, aquellas luchas estu­ vieron orientadas a lograr la libertad. Poste­riormente, el objetivo fue la independencia, después la soberanía y, más adelante, la convivencia en democra­cia. En ese mismo sentido, se afirma que en la actualidad las socie­ dades luchan para combatir la inseguridad ciuda­dana.

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A través de la historia, se puede determinar que las sociedades han pasado por diversas etapas, tránsito que ha significado una brega constante por superar las dificultades que se iban presentando en cada una de ellas.


G u i ll e r m o B o n i lla A r é v al o

1.

Seguridad humana

Es la condición de encontrarse libre de temor y libre de necesidad, y considera siete dimensiones: • Seguridad económica • Seguridad alimenticia • Seguridad de la salud • Seguridad ambiental • Seguridad personal • Seguridad comunitaria • Seguridad política

82 2.

Seguridad ciudadana

Es la condición personal, real e imaginaria, de encon­trarse libre de amenaza de violencia por parte de otro. Según la Ley del Sistema de Seguridad Ciudadana, Ley N.° 27933, del 11 de febrero del 2003, se entiende por seguridad ciudadana la acción integrada que desarrolla el Estado, con la colaboración de la ciudadanía, destinada a asegurar la convivencia pacífica, la erradicación de la violen­ cia y la utilización pacífica de las vías y los espacios públicos. Del mismo modo, busca contribuir a la prevención de la comisión de delitos y faltas. El objeto de esta ley es, asimismo, proteger el libre ejer­cicio de los derechos y las libertades, y garantizar la seguridad, la paz, la tranquilidad y el cum­ plimiento y el respeto de las garantías indi­viduales y sociales a nivel nacio­ nal, lo que comprende a las perso­nas naturales y jurídicas, sin excepción, que conforman la nación peruana. Igualmente, se puede mencionar la séptima política de Estado del Acuerdo Nacional, que contempla la erradica­ción de la violencia y el for­ talecimiento del civismo y de la seguridad ciudadana.


Seguridad Humana

Tercera generación de DD.HH. Derechos de los pueblos: paz, ambiente sano, desarrollo

Seguridad ciudadana

Dimensiones íntimamente relacionadas con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM)

A c t u al ] D e sa f í o C i u d a d a n a ,

Segunda generación de DD. HH. Derechos económicos y sociales

s e g u r i d a d

Primera generación de DD. HH. Libertades y garantías individuales

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[ L A

Núcleo “duro” del DD. HH. Derecho a la vida y a la integridad personal


G u i ll e r m o B o n i lla A r テゥ v al o

テ[bito de la violencia, la seguridad ciudadana y el delito

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Violencia

Seguridad ciudadana (violencia mテ。s despojo

Seguridad ciudadana no es igual a criminalidad o delito

Delito (excluye formas de violencia no punibles; incluye delitos que no generan vulnerabilidad social)


Conexiones entre la inseguridad ciudadana y el desarrollo humano

Consecuencias para la salud

Amenaza real de violencia y despojo

Percepción de amenaza de violencia y despojo

Consecuencias sociales y culturales

D e sa f í o

Consecuencias políticas y jurídicas

C i u d a d a n a ,

Desarrollo humano

s e g u r i d a d

Inseguridad ciudadana

[ L A

Consecuencias económicas

A c t u al ]

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G u i ll e r m o B o n i lla A r é v al o

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3.

Inseguridad ciudadana

Es el fenómeno social que resulta del acaecimiento de actos de vio­ lencia y despojo patrimonial, sumado a la percepción subjetiva de las per­ sonas respecto a su vulnerabilidad frente a tales situaciones. El aumento de la inseguridad ciudadana es una amena­za real contra el desarrollo humano, por cuanto limita las posibilidades individuales de concebir y concretar un proyecto de vida, y erosiona la cooperación social y la vida cívica necesarias para tal efecto. La inseguridad ciudadana afecta el desarrollo huma­no por dos vías: limitando las decisiones que toma el individuo sobre su propia vida, y de­ bilitando el tejido social que define el rango de decisiones posibles y facilita su ejecución. Finalmente, podemos decir que es un problema cul­tural y social que erosiona el valor de la tolerancia y ge­neraliza el temor.


La inseguridad ciudadana

Los elementos constitutivos de la inseguridad ciudadana afectan gra­ vemente la integridad física, psicológica y moral de las personas, así como la propiedad pública y privada. Sin embargo, en muchos sectores de la so­ ciedad peruana estos elementos aún no son percibidos con claridad, lo que genera graves proble­mas, especialmente para los integrantes de la Policía Nacional y las autoridades. Por otro lado, debemos mencionar la falta de identificación por parte de la población, factor que influye negativamente y no hace más que acrecentar la inseguridad ciudadana. Para entender mejor el problema, ponemos como ejem­plo los asal­ tos, los secuestros, los asesinatos, las violacio­nes, la drogadicción, el terro­ rismo, el abigeato, entre otros actos tipificados por nuestro Código Penal como figuras delictivas que crean inseguridad ciudadana.

A c t u al ] D e sa f í o

Los actos delictivos Los actos que generan violencia Las situaciones que crean miedo

C i u d a d a n a ,

• • •

s e g u r i d a d

Elementos que constituyen la inseguridad ciudadana

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A continuación, se presentan tres secciones en las que se grafica lo expuesto.


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Pero también son elementos de la inseguridad ciu­dadana los acci­ dentes de tránsito, las peleas callejeras, las manifestaciones públicas con enfrentamientos con las fuerzas del orden, los actos de los pandilleros, las agre­siones violentas al interior de las familias, etcétera. Hay más elementos: las calles oscuras con huecos y ba­ches, los cables de energía eléctrica peligrosamente abandonados en el suelo, los postes de alumbrado deteriorados, los puentes peatonales sin mantenimiento, los vehículos de carga y de transporte en malas condiciones, los profeso­res que asustan y amenazan a sus alumnos, etcétera, dibujan situaciones que crean temor en la población y, por lo tanto, también generan mayor inseguridad ciudadana. En conclusión, si queremos combatir eficazmente la inseguridad ciu­ dadana, tenemos que tomar en cuenta con claridad estos tres elementos: la delincuencia, la violen­cia y el miedo. Y sobre esa base, buscar las estrategias adecuadas para contrarrestar este fenómeno social. Elementos impulsores de la inseguridad ciudadana • • • • • • • • • • •

La pobreza La marginación y exclusión social La carencia de recursos públicos La centralización de los procesos decisorios a nivel gubernamental La disparidad regional La debilidad institucional La efervescencia social por los escasos canales de diálogo La escasa participación ciudadana La falta de transparencia y garantía en el uso de los recursos públicos Los problemas económicos (insuficiencia de recursos materiales, fal­ ta de capacidad de ahorro, etcétera). La baja autoestima


La pobreza y la extrema pobreza agudizan la delincuen­cia, la violen­ cia y los actos que generan temor en la ciu­dadanía. Difícilmente se podrá combatir la inseguridad ciudadana si no tomamos en cuenta que la pobre­ za debe ser vista como un factor determinante que requiere ser revertido adoptando programas sostenibles en el tiempo, capaces de generar una sociedad más igualitaria. Así estaríamos sentando verdaderas bases para establecer la seguridad ciudadana.

Uno de los cuatro grandes objetivos del Acuerdo Nacio­nal, referido a la competitividad del país, contempla la am­pliación de la base tributaria

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La carencia de los recursos públicos afecta la seguridad ciudadana, en la medida en que no puede satisfacer logísticamente a las instituciones, en especial a la Policía Nacional. Actualmente, en el Perú no existe un compromiso político real para aten­der y entender a la Policía como uno de los pilares de la seguridad ciudadana.

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La marginación y la exclusión social generan que los ciudadanos y las ciudadanas se sientan desplazados, excluidos y, en el peor de los casos, ignorados ya sea por su condición económica, religiosa o sexual. Esto tam­ bién se torna en un factor determinante de la inseguridad ciudadana. La marginación y la exclusión devienen, muchas veces, en actos que buscan la reivindicación de los derechos que son negados, y que empie­zan como fal­ tas y acaban en delitos. Al respecto, debemos precisar que la Comisión de la Verdad y Reconciliación, en la cuarta conclusión de su informe, constata que existe un notorio vínculo entre situación de pobreza y exclusión social y la posibilidad de ser víctima de violencia.

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El Acuerdo Nacional, en la décima política de Estado —«Reducción de la pobreza»— pone énfasis en este tema. No po­demos dejar de men­ cionar los importantes aportes de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza. En su Carta social, esta instancia plasma su compromiso por el desarrollo y la superación de la pobreza.


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hasta alcanzar una recaudación no menor de 18% del PBI, que permita financiar adecua­damente el presupuesto nacional y aumentar los recursos públicos. La meta todavía está lejana. La participación de la empresa priva­ da y un papel más protagónico de los municipios, en cum­plimiento de la Ley 27933, permitirían alcanzar los objetivos trazados en este campo. La centralización de los procesos decisorios a nivel gubernamental retrasa innecesariamente la toma de decisiones oportunas, la burocratiza. Al respecto, el Acuer­do Nacional, en su octava política de Estado, plasma el com­promiso de impulsar una descentralización política, económica y administrativa para propiciar el de­sarrollo integral, armónico y sostenido del Perú. Es cierto que se están dando los primeros pasos en ese sentido, pero el camino todavía es largo. La disparidad regional ha originado mucho descon­tento. Poblacio­ nes enteras sienten que sus derechos de integración, sus valores, su patri­ monio milenario y su diversidad étnica y cultural no son respetados. Sus le­gítimas aspiraciones al desarrollo no han sido atendi­das debidamente por el proceso de descentralización. Para superar el grave problema de la dispa­ ridad regional, el proceso de descentralización debe continuar basándose en un mayor compromiso de las clases políticas. La debilidad institucional genera en la ciudadanía un profundo des­ concierto y desconfianza. A diario somos testigos de ca­sos de corrupción y desorden en las diversas instituciones públicas, que de esta manera pierden la credibilidad en la población. Los sondeos de opinión son un referente eviden­ te de este fenómeno. El ciudadano ha perdido el respeto por sus instituciones. Urge esta­blecer mecanismos de control más eficaces. Existen los llamados co­ mités de vigilancia ciudadana, pero aún no cumplen cabalmente su objetivo. El proceso de participación ciudadana todavía marcha muy lentamente. La efervescencia social debido a los escasos canales de diálogo ha llegado a originar enfrentamientos y desorden pú­blico. En consecuencia,


urge institucionalizar el diálogo y la concertación sobre la base de la afir­ mación de las coincidencias y el respeto por las diferencias, estableciendo mecanismos de control que garanticen la participación ciudadana en el proceso de toma de decisiones públicas. La concertación, como instrumen­ to de gobernabilidad, tam­bién sirve para construir la democracia y para idear formas de convivencia social aceptadas consensualmente. Asimismo, es como una escuela de formación ciudadana y de liderazgo socialmente compartido, que sirve para construir el poder democrático de manera le­ gítima, en concordancia con el desarrollo de la ciudadanía, conforme lo plantea la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza.

No se pueden elaborar estrategias basadas solamente en el combate contra la delincuencia, la violencia o todo acto que ge­nere temor en la

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Esto sucede cuando un sector de la población siente que no vale nada, que no tiene nada o que tiene muy poco, y que lo poco que tiene no le alcanza ni siquiera para cubrir sus necesidades más básicas. Si a esto se le suma una débil autoestima, tenemos el cuadro que impulsa el estallido de la delincuencia, la violencia y el temor, todo lo cual agrava la inseguridad ciudadana.

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El Acuerdo Nacional, en su cuarto objetivo —«Estado eficiente, transparente y descentralizado»— y en su vigésimo cuarta política —«Afir­ mación de un Estado eficiente y trans­parente»—, sienta las bases para su­ perar este gran reto. La postergación del proceso orientado al cumplimento de las metas empuja a que los ciudadanos, cansados de exigir transparencia en el manejo de los recursos públicos, termi­nen alterando el orden público en busca de justicia.

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La falta de transparencia en el uso de los recursos públicos ha llevado a comunidades enteras a realizar actos ilega­les en casos como el de Ilave, en Puno. Estas acciones merecen una profunda reflexión por parte de todos los actores de la sociedad.


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población. Es necesario considerar programas que enfrenten los elementos impulsores de la inseguridad ciudadana. No habrá sociedad segura y desa­ rrollada si persisten estos elementos, y no habrá Policía ni autoridad que pueda combatir la inseguridad en una so­ciedad que no comprenda ni tome en cuenta estos aspectos. Sensaciones que genera en la población la inseguridad ciudadana • • •

Temor Indignación Desconfianza

Cuando una sociedad vive en un ambiente de inseguri­dad ciudada­ na, los pobladores sienten temor constantemente y de esta manera dismi­ nuye su calidad de vida. Por lo demás, el temor permanente genera indig­ nación e impotencia, pues el ciudadano siente que no puede hacer nada para superar la inseguridad. La impotencia se refleja en la desconfianza en las autorida­des encargadas de brindarle seguridad. En el Perú hay numerosos ejemplos en los que los pobladores de diferentes sectores se organizan de motu proprio en torno a su autodefen­ sa. Para ello constituyen juntas vecinales y otras formas de organización ciudadana, llegando incluso a obtener armas de fuego. Otros optan por colocar rejas en sus casas, en los centros de estudio y trabajo, y hasta en las calles. Pero quienes no tienen posibilidades económicas de asumir medidas de seguridad por cuenta propia, viven en el temor creciente. Se han visto casos de comunidades enteras que han preferido aban­donar sus lugares de origen para trasladarse a otros en los que, supuestamente, están más seguras. En nuestro país existen lugares denominados zonas rojas en los que, definitivamente, un ciudadano no puede vivir seguro. En muchas grandes ciudades del interior del país, a pesar de contar con policías, servicios de


vigilancia particular y autoridades encargadas de la seguridad, aún no ha disminuido la sensación de temor. La desconfianza en las autoridades está haciendo que la insegu­ ridad gane las calles día a día y crezca. Es un peli­groso círculo vicioso, pues la sensación de temor genera indignación y más desconfianza en la población. La inseguridad hace mucho daño y puede causar huellas imbo­ rrables en las personas, pero además genera el empobrecimiento de las sociedades.

Muchos pobladores no se sienten seguros para cumplir sus activida­ des cotidianas y ello genera una grave altera­ción de sus formas de vida. Por lo demás, la inseguridad viene amenazando peligrosamente la consolidación de la democracia. Así lo han entendido hasta las diversas fuerzas políticas, que han plasmado su preocupación en la séptima política de Estado del Acuerdo Nacional, en la que se comprometen a erradicar la violencia y fortalecer el civismo y la seguridad ciudadana como una de las

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Afecta el normal desenvolvimiento de la vida de los ciudadanos Amenaza el fortalecimiento de la democracia Deteriora el nivel de vida de los ciudadanos Impide la vigencia plena de los derechos humanos y las garantías constitucionales Con toda certeza, se puede asegurar que la inseguri­dad ciudadana es, en definitiva, un grave problema del nuevo milenio. Debemos conven­ cernos de que la inseguridad ciudadana no solo afecta la integridad física, psi­cológica y moral, además del patrimonio público y privado, sino que, asimismo, perturba el normal desenvolvimiento de la vida ciudadana.

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Las graves consecuencias de la inseguridad ciudadana


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formas de consolidar la demo­cracia y el Estado de Derecho. Por supuesto, no sólo se debe comprender el problema, sino reaccionar eficazmente con estrategias integrales y coherentes. El reto de combatir la inseguridad ciudadana pasa, tam­bién, por ga­ rantizar a los ciudadanos el desarrollo de las formas de vida que han elegido, por consolidar el respeto de los derechos que como ciudadanos se merecen. Un diario capitalino publicó una carta enviada por un ciudadano, en la cual él refería que, en la avenida Abancay, dos sujetos de mal aspecto merodeaban por el lo­cal de la Biblioteca Nacional con un perro pitbull en bra­zos sin correa ni bozal. El lector caminó cuatro cuadras buscando a al­ gún policía o sereno, y al encontrarlo, él le dijo que no había delito alguno, aun cuando el animal no tuviera bozal. Una cuadra más adelante encontró a otro sereno que le respondió lo mismo. Finalmente, este ciudadano ter­ minaba su misiva con una gran verdad: «La inseguridad ciudadana podría estar iniciándose en el relajamiento de las normas por parte de algunos elementos que asumen ser autoridad». En definitiva, el problema de la inseguridad se agra­va cuando los que tienen la responsabilidad de combatirla sólo atinan a tomar medidas paliativas de las que, finalmente, no surgen efectos positivos sino que, por el contrario, empeoran la situación. Principales ámbitos en los que se desarrolla la inseguridad ciudadana • • • • • • •

El hogar El barrio Los espacios y escenarios públicos Las instituciones educativas Las vías públicas y carreteras Los medios de transporte Los centros de trabajo y comercio


Saber cuáles son los escenarios donde impera la insegu­ridad ciudada­ na nos permitirá darnos cuenta hacia dónde te­nemos que orientar nuestros esfuerzos en el tema de seguridad ciudadana.

Algunos niños o adolescentes evitan retornar a sus hogares porque temen ser víctimas de maltrato o de abuso sexual, y desde temprana edad prefieren vivir en las calles integrando las llamadas pandillas, consumir drogas, prostituirse o conformar bandas de asaltantes. Los hogares bien constituidos, con claras normas de con­vivencia pa­ cífica, también se ven afectados si están estable­cidos en vecindarios donde la inseguridad campea. Los miembros de esas familias se convierten en personas vulne­rables que pueden ser víctimas de agresiones en cualquier momento.

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Grave es saber que la inseguridad impera en muchos hogares pe­ ruanos y más grave aún constatar que las autoridades y la so­ciedad en su conjunto observan con indiferencia esta triste realidad.

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Existe otro tipo de inseguridad que también se presenta con fre­ cuencia en los hogares. Se trata del abuso sexual contra los más débiles, especialmente menores de edad, las agresiones físicas y psicológicas, la in­ timidación y, por último, las ame­nazas de muerte.

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Es en los propios hogares donde inicialmente ocurren situaciones que generan inseguridad y que, muchas veces, son tomadas con indife­ rencia por los integrantes de la familia. Se trata de situaciones tal vez mi­ núsculas, sin mucha importancia, como el uso de drogas o algún pequeño hurto. De hecho, la ocurrencia de tales incidentes ya pertur­ba las normas de la buena convivencia en un hogar. Pero lo más grave viene después, cuando esos sucesos, aparentemente inocuos, degeneran en robos mayores o en agresiones a los propios integrantes de la familia o del vecindario, por ejemplo en el caso de los individuos adictos a la droga.


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Existen numerosos vecindarios en los que funcionan cen­tros de mi­ crocomercialización de droga. Muchas personas van incorporando a sus familiares en este ilícito negocio y atrincherándose en sus viviendas para evitar la intervención policial. Los vecinos tienen que soportar la presencia de los consumidores de droga, caracterizados por sus malos instintos. Los efectos colaterales son múltiples: hay una mala imagen de la zona, las pro­ piedades se desvalorizan y la calidad de vida es precaria. De igual forma ocurre en los vecindarios donde se ejerce la prosti­ tución, donde funcionan negocios que venden licor hasta altas horas de la madrugada y donde habitan familias conflictivas. En suma, la inseguridad puede presentarse en múlti­ples formas. Está en las plazas o calles tomadas por prostitutas, maleantes y asaltantes, así como en las vivien­das precarias donde algún delincuente ha establecido su refugio. Durante las últimas décadas, la inseguridad ciudadana se ha exten­ dido a los centros educativos. Muchos casos lamenta­bles han ocurrido en años recientes. Se presentan casos de acoso sexual, seducción y violacio­ nes, por un lado, y de drogadicción, hurtos y pandillaje, por el otro. Lo que es peor es que algunos docentes y padres de familia, lejos de poner coto a esos hechos delictivos, han ahondado la crisis de ciertos centros educativos mediante malos manejos y actos de co­rrupción. Antes, los pa­ dres solían decir: «Cuando mis hijos van al colegio, están seguros». Ahora eso no siempre es cierto. Las vías públicas, las carreteras y las autopistas son también lu­gares inseguros. Las enormes cifras de accidentes de tránsito así lo prueban. Lo lamentable es que los ciudadanos sólo acatan las medidas de seguridad cuando sienten la amenaza de una fuerte sanción, como es el caso del uso obligatorio de los cinturones de seguridad. Una enérgica campaña con­ cientizadora, además de las multas impuestas por la Policía, han logrado este importante avance.


Es necesario aplicar una reorganización general en el ordenamiento vehicular, concertada entre todos los municipios. Se requiere llevar adelan­ te el empadronamiento de los servicios de taxis y mototaxis, así como la debida señalización de las carreteras y vías. Las autoridades municipales pretenden alcanzar la seguridad ciuda­ dana con un serenazgo represivo, pero eso no es todo. No toman conciencia de que, por ejemplo, el otorgamiento de una licencia de funcionamiento a una licorería mal situada o de un permiso para que se realice un espectácu­ lo en un local sin garantías son factores que ahondan en la inseguridad.

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Identificar los escenarios donde impera la inseguridad de los ciuda­ danos nos dará nuevos elementos que contribuyan a planificar las estrate­ gias adecuadas.

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En los centros de trabajo no se suelen aplicar las normas de seguri­ dad que se requieren para evitar que las personas sean víctimas de un delito o de un acto de violencia, o que vivan en un temor constante. Igual ocurre en muchos lugares donde se desarrollan actividades comerciales. Son esca­ sos e insuficientes los esfuerzos por organizar adecuadamente los centros de trabajo y los negocios, en los que a diario ocurren hechos de inseguridad ciudadana. El caso de Mesa Redonda, en el que se perdieron centenares de vidas, es un ejemplo lamentable que todos debemos tener en cuenta.

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Lugares aparentemente inocentes como las cabinas de Internet pueden, también, ser centros de inseguridad. En la mayoría de estas cabinas no existe un estricto control en el uso de la red por parte de los niños y adolescentes.



La seguridad ciudadana

El informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, en su conclusión décimo primera, indica haber encontrado una precaria vigencia del orden constitucional y el Estado de Derecho, los que en momentos de crisis fueron vulnerados. El Acuerdo Nacional, en su primera política de Estado, se compro­ mete a consolidar el régimen democrático y el Estado de Derecho para

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La necesidad de respetar plenamente los derechos de las personas está expre­sada en nuestra Constitución Política, en el Título Primero, «De la persona y la sociedad». En sus cuatro capítulos, se desglosan minucio­ samente todos los derechos inherentes a la persona humana. Sin embargo, constatamos que en el día a día los ciudadanos ven vulnerados sus dere­ chos, por lo cual es de vital importancia que se cumpla el artículo 162 de la Constitución Política. La Defensoría del Pueblo tiene un rol fundamental en este punto.

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El pleno respecto por los derechos de las personas La defensa del Estado de Derecho El fortalecimiento de la democracia

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Elementos fundamentales de la seguridad ciudadana


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asegurar un clima de estabilidad y cooperación política, promover la com­ petencia democráti­ca y garantizar elecciones libres y transparentes, el plura­ lismo y la alternancia en el poder. Ésa es una declaración fundamental en el tema que nos ocupa. El fortalecimiento de la democracia garantizará a todos los ciudada­ nos el respeto constitucional de sus derechos básicos y, además, brindará un ambiente de confianza y protección. En este ámbito, la Mesa de Concerta­ ción para la Lucha contra la Pobreza realiza esfuerzos importantes y consi­ dera que la concertación apunta hacia la consolidación de la democracia. Esto significa que el respeto por los derechos de las personas, la defensa del Estado de Derecho y el fortalecimiento de la democracia se constituyen en los elementos fundamentales de la seguridad ciudadana. La lucha por la vigencia plena de estos elementos debe ser una práctica natural de nuestras autoridades, Policía y ciudadanía en general. Elementos perturbadores de la seguridad ciudadana • • •

Politización de las juntas vecinales Bajo nivel de compromiso de los integrantes de los comités de segu­ ridad ciudadana Limitado presupuesto para la seguridad ciudadana

Si existen una ley y un sistema de seguridad ciudada­na, ¿entonces por qué el país vive en un clima de inseguridad? Tratemos de identificar cuáles son esos elementos perturbadores que están impidiendo a la ciuda­ danía mejorar su seguridad. En primer lugar, se observa que a lo largo de los últimos años las juntas vecinales han sido tratadas con un sentido político partidario. Al­ gunos gobiernos regiona­les, provinciales y distritales han arrastrado a los pobla­dores a situaciones que, posteriormente, en vez de fortalecer a las


organizaciones, han terminado por desactivarlas y de este modo se ha des­ perdiciado la buena voluntad que tuvieron los ciudadanos al constituirlas. Muchos integrantes de juntas vecinales se han sentido utilizados, mientras que otros se han decepcionado ante la falta de interés de sus auto­ ridades, que, lejos de promover la participación para mejorar la seguri­dad, la han empleado con otros fines.

Otro elemento perturbador es, nada menos, el poco compromi­ so que demuestran muchos integrantes de las comités de seguridad ciu­ dadana. No basta organizarse, pues si no hay una participación acti­va, constante y permanente, de nada sirve constituir una organización de ese tipo. En muchos lugares del país, ésta es una sombría realidad. Por ello, se requiere encontrar formas para lograr el compromiso de la ciudadanía y sus autoridades, especialmente de las que componen los comités de se­ guridad ciudadana. De no ser así, tendríamos un elemento perturba­dor sumamente dañino. El compromiso con la participación plena debe ser com­plementado con la capacitación. Si los ciudadanos no tienen un conocimiento cabal

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En consecuencia, podemos decir que la politización parti­daria de las juntas vecinales es un elemento perturbador que impide el avance de la seguridad ciudadana.

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Es conveniente que las comisarías asu­man el asesoramiento de las juntas vecinales debido a que la Policía Nacional es una institución que puede garan­tizar la despolitización.

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Hoy en día se puede afirmar que es un grave error otorgar a los go­ biernos regionales, provinciales y distritales facultades para que organicen las juntas vecinales. Esta responsabilidad debe recaer solamente en la pro­ pia población, pues ella es la dueña de sus organizaciones.


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del tema, su aporte podría verse sumamente disminuido. Las autoridades están haciendo muy poco en este tema. Deben organizar escuelas, talleres, seminarios y otros eventos de capacitación. Finalmente, el otro elemento perturbador es la falta de presupuesto para la seguridad ciudadana. Desde el nivel del gobierno central hasta los gobiernos locales, la ley no define quién debe proporcionar los recursos eco­ nómicos para que funcionen los llamados comités de seguridad ciudadana. Los presidentes regionales y los alcaldes provinciales y distritales no han puesto, con algunas excepciones, un presupuesto a disposición de los comités para garantizar que los planes de seguridad ciudadana tengan fi­ nanciamiento. La pregunta entonces es ¿con qué dinero van a trabajar los comités? En todo caso, ¿cuál es el organismo que debe proporcionar los recursos necesarios? ¿Acaso se consi­dera que la seguridad ciudadana no requiere recursos económicos? Cuando más tarde se defina esta responsabilidad, mayor será el pro­ blema de la seguridad ciudadana. Ini­ciemos ahora las acciones necesarias para eliminar los elementos perturbadores que se han citado. Propuesta de planeamiento estratégico para los comités de seguridad ciudadana • Necesidad de llevar a cabo un planeamiento estratégi­co para la seguridad ciudadana • Fundamentos del planeamiento estratégico para la seguridad ciudadana Lograr que la ciudadanía sienta que su integridad física, psicológica y moral —así como sus propiedades y los bienes que la rodean— están fuera de todo peligro se ha convertido en uno de los principales retos del nuevo milenio para los gobiernos, las autoridades y la Policía. Se trata de una de las mayores exigencias que hoy en día hacen los habitantes de todas partes


del país, más aún cuando sienten que la materialización de esta exigencia les permitirá acceder a una vida digna, sin sobresaltos, con proyecciones y metas de futuro. En el Perú se viene activando el Sistema Nacional de Seguridad Ciu­ dadana como política de gobierno, de con­formidad con la séptima política del Acuerdo Nacional, con el objeto de proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades, y garantizar la seguridad, la paz, la tranquili­dad y el cumplimiento y respeto de las garantías indivi­duales y sociales de los ciudadanos y ciudadanas.

Se considera que todo planeamiento sobre el tema de seguridad ciu­ dadana debe obedecer a fundamentos válidos, universales y aplicables a nuestra realidad.

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El modelo de planeamiento estratégico debe estar fun­damentado en la séptima política del Acuerdo Nacio­nal, la Ley de Seguridad Ciu­ dadana, la Ley de Participación y Control Ciudadano, la Ley de Trans­ parencia y Acceso a la Información Pública, la Ley Orgánica de Muni­ cipalidades, los ejes de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza, los últimos informes sobre desarrollo humano de la ONU, entre otros instrumentos.

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Para lograr la seguridad ciudadana que todos reclaman, se requiere iniciar un planeamiento estratégico concertado y participativo, que permi­ ta contar con planes aplicables a cada situación concreta.

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Para ello, se han conformado los comités regionales de seguridad ciudadana en todas las regiones del país, así como numerosos comités pro­ vinciales y distritales. Sin embargo, en este momento, la gran mayoría de la población peruana vive inmersa en una sensación de miedo ante los sucesos de insegu­ridad que se presentan en casi todo el país, especialmente en Lima y en las principales ciudades.


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Todos sabemos que la criminalidad, la violencia y los actos que gene­ ran temor afectan el normal desenvolvimien­to de la vida de las sociedades, amenazan la consolida­ción de la democracia, deterioran los niveles de vida e impiden la vigencia plena de los derechos humanos y las garantías de las personas. En ese contexto, hoy en día, los diferentes sectores de la sociedad vie­ nen reclamando un tratamiento integral en el tema de seguridad ciudadana, dado que las acciones emprendidas hasta el momento han resultado insufi­ cientes. El Sistema Nacional de Seguridad Ciudadana, cuyos órganos ejecu­ tivos son los comités regionales, provin­ciales y distritales, no ha rendido sus frutos aún. Muchos de los comités regionales han diseñado sus planes de ma­ nera aislada. Sus procesos de planeamiento no han sido los más adecuados. Es necesario que se entienda que los planes de seguridad ciudadana formulados o por formular por los comités de seguridad ciudadana de una región, provincia o distrito deben obedecer a un verdadero planeamiento estratégico y que éste debe contener, como uno de sus principales elemen­ tos, la participación de los actores comprometidos. Líneas estratégicas del Plan de Seguridad Ciudadana a. b. c. d. f. g. h.

Concertación y participación Comités de vigilancia para la seguridad ciudadana El enfoque del desarrollo humano Eliminar los elementos impulsores de la inseguridad ciudadana Defender y fomentar el desarrollo de la democracia Alianzas estratégicas para la seguridad ciudadana Participación ciudadana sin exclusión

El planeamiento estratégico debe exigir que los actores intervengan con un alto grado de concertación y participación, así como de responsa­ bilidad, iniciativa, creatividad y empoderamiento.


A continuación, desarrollaremos las líneas estratégi­cas que deben considerarse al momento de llevar a cabo el planeamiento y que permitirán la formulación de un Plan de Seguridad Ciudadana, sin que esto signifique que no puedan existir otras. a. Concertación y participación Los planes estratégicos deben ser concertados y participativos en to­ dos los niveles. Se deben mejorar los planes de seguridad ciudadana actual­ mente existentes, que probablemen­te fueron formulados con escasa parti­ cipación de la ciudada­nía, a causa de lo cual no cuentan con la legitimidad que el tema exige.

En la actualidad existe gran cantidad de planes de se­guridad ciu­ dadana. Sin embargo, al no haber un organis­mo de vigilancia nacido del consenso de la población organizada, estos planes no vienen dando resul­

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b. Comités de vigilancia para la seguridad ciudadana Como segundo aspecto estratégico, se debe proponer la creación de los comités de vigilancia para la seguridad ciudadana en el nivel de cada región, provincia y distrito. Ello permitirá que los pobladores elegidos democráticamente cuenten con la autoridad para llevar a cabo el seguimiento y la evaluación de los planes, programas y proyectos elabora­dos.

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Para lograr la participación de la ciudadanía es necesario que ésta se organice a través de las juntas vecinales y a partir de las comisarías. De esta manera se cambiará el tradicional sentido político par­tidario que, equívo­ camente, le han conferido algunas autoridades.

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La formulación de este tipo de planes permitirá, desde el primer mo­ mento, la participación plena de los ciudada­nos y las ciudadanas. De esta manera, se logrará una herramienta con sentido democrático, concertador y participativo, actualmente inexistente.


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tados ni son sostenibles en el tiempo y en el espacio para los que fueron dise­ñados. Incluso, varios de ellos ni siquiera han sido puestos en ejecución en su fase inicial porque nadie ha realizado una labor de vigilancia y, final­ mente, la propia ciudadanía se ha perjudicado. Los comités de vigilancia permitirán que los comités de seguridad ciudadana estén activos y funcionen adecuada­mente, y que los planes for­ mulados cuenten con el seguimiento correspondiente. Además, permitirán vigilar la participación de cada uno de sus miembros y exigirles que cum­ plan el rol que les corresponde. Los responsables por el éxito o el fracaso estarán a la vista de los ciudadanos. Al haber sido elegidos en forma democrática por las instituciones y los pobladores de determinado lugar, los comités de vigilancia contarán con la autoridad y el respaldo que requieren para cumplir sus funciones. Lo concreto y real es que, en la actualidad, son muy pocos los comités de se­ guridad ciudadana que están funcionando adecuada­mente y satisfaciendo las exigencias de los ciudadanos. Ello se debe a varios factores, pero sobre todo a la ausencia de un organismo que los vigile y los controle en nombre de los ciudadanos. c. El enfoque de desarrollo humano La tercera línea estratégica propone que los planes de seguridad ciu­ dadana se guíen, en todo momento, por un en­foque basado en el desa­ rrollo humano, que permita la de­fensa de los derechos fundamentales y mejore la calidad de vida de los ciudadanos y ciudadanas. A través de ese enfoque, los planes necesariamente es­tarán compues­ tos por elementos que la población exige para solucionar sus problemas de seguridad. Por ejem­plo, los ciudadanos quieren caminar por la calle con seguridad, que su barrio sea protegido, que la escuela en la que estudian sus hijos esté custodiada, que al concurrir a un espectáculo no resulten lesio­ nados o estafados, que sus autoridades no cometan abusos y no violen sus


derechos, que los servicios de auxilio estén en óptimas condiciones, que se brinde atención a los programas sociales, que el gasto público se oriente al bien­estar colectivo, que se priorice la protección de los niños, las mujeres y los ancianos, etcétera. En resumen, el enfoque debe orientarse a la aplicación de estrategias que valoren a la persona y no en estrategias que prioricen gastos cuantiosos en infraestructura y medios logísticos.

g. Alianzas estratégicas para la seguridad ciudadana Es preciso realizar alianzas estratégicas, principalmente con las mesas de concertación para la lucha contra la pobreza, las iglesias y otros organis­ mos e instituciones de la sociedad civil. Así se logrará articular los planes de segu­ridad ciudadana con los programas de apoyo social del Estado y de las instituciones privadas. Los planes deben estar articulados con otros de instituciones que, en forma directa o indirecta, sean afines a la problemática. Los comités de

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Todos los planes, sin excepción, deben fomentar estos elementos fundamentales de la seguridad ciudadana.

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f. Defender y fomentar el desarrollo de la democracia Colocar a la seguridad ciudadana como un elemento fun­damental para la gobernabilidad democrática, el Estado de Derecho y la defensa de los derechos ciudadanos permitirá fortalecer los planes de seguridad ciudadana.

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d. Eliminar los elementos impulsores de la inseguridad ciudadana El planeamiento estratégico para la seguridad ciu­dadana debe, además, contener elementos de lucha con­tra la pobreza y la extrema pobreza, la exclu­sión y marginación social, la corrupción, el abuso de autoridad, el bajo nivel institucional, etcétera. Si una sociedad convive con estos elementos, difícilmente podrá contrarrestar la inse­guridad ciudadana.


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seguridad ciudadana deben lograr una amplia convocatoria al momento de for­mular sus planes. No hay que olvidar a los organismos internacionales que en este momento vienen financiando la ejecución de proyectos sobre seguridad ciudadana. En el distrito de Monsefú, Lambayeque, el Fondo Contravalor Perú Alemán aprobó, en febrero del 2004, el financiamiento del proyecto «Fortalecimiento de los sistemas de seguridad y vigilancia ciudadana». Cabe precisar que, muchas veces, las medidas en materia de seguri­ dad ciudadana no se ejecutan por falta de financiamiento. Sin embargo, no se toma en cuenta la exis­tencia de entidades nacionales y extranjeras que podrían financiarlas. h. Participación ciudadana sin exclusión Al formular los planes de seguridad ciudadana, no se debe excluir a los ciudadanos más vulnerables y de bajos niveles socioeconómicos. Por el contrario, se les debe dar prioridad y acoger sus demandas en seguridad ciudadana. La Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza, en su VI Encuentro Nacional, denomina­do «De la exclusión a la inclusión», brinda significativos alcances al respecto. Objetivos estratégicos del plan de seguridad ciudadana a. b. c. d. e. f.

Modernización de la Policía Nacional Transparencia pública y vigilancia ciudadana Correcta administración de justicia Educación sobre seguridad ciudadana en las escuelas y a través de los medios de comunicación Participación de la ciudadanía Combate contra la delincuencia


Es necesario que las líneas estratégicas mencionadas estén claramen­ te presentes en los objetivos estratégicos. a. Modernizar a la Policía Nacional La Policía Nacional debe iniciar un proceso de modernización que la lleve a adecuarse a las actuales circunstancias y que cuente con la parti­ cipación de las autoridades regionales y provin­ciales, así como de las insti­ tuciones públicas y privadas. Es menester que este proceso involucre a los colegios profesionales y las universidades.

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b. Transparencia pública y vigilancia ciudadana Las autoridades y los funcionarios públicos deben ren­dir cuentas claras y proporcionar la información del gasto público en forma volun­ taria, proceso que está normado por la Ley de Transparencia y Acceso a la Información. Implementar la cultura de la transparencia permitirá combatir la corrup­ción, uno de los principales elementos generadores de la in­seguridad ciudadana. El comité de vigilancia hará posible una ma­yor transparencia y realizará el seguimiento a los planes, programas y proyec­ tos que se aprueben.

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Los comités de seguridad ciudadana deben conside­rar que su primer objetivo estratégico es buscar la mo­dernización de la Policía Nacional de su jurisdicción, pues si este proceso no se produce, será di­fícil combatir la inseguridad ciudadana.

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La modernización deberá bosquejar un perfil adecua­do del policía idóneo que la sociedad requiere. Por otro lado, el proceso comprende, también, la dotación de mayor presupuesto, que permita incrementar el número de efectivos policiales y mejorar la logística y los pertrechos. Es necesario poner énfasis en la capacitación del personal de acuerdo con su especialización. Ello permitirá tener unidades especiali­zadas de amplia tra­ yectoria y comisarías con carácter comunitario.


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Cuanto mayor sea la transparencia con la que actúen las autoridades en la gestión publica y, sobre todo, en el manejo de los recursos destinados a la se­guridad ciudadana, mayor será la confianza de la ciudada­nía. c. Correcta administración de justicia La correcta administración de justicia en los niveles policiales, judiciales y penitenciarios es un objetivo funda­mental en cualquier plan estratégico. Para lograr este objetivo, se propone la instalación de juzgados de paz en las comisarías, como ya ha venido ocu­rriendo en algunas dependen­ cias policiales, como parte de un plan piloto impulsado por la Defensoría del Pueblo. El proceso de moralización al interior de la Policía Nacional, el Minis­ terio Público y el Poder Judicial permitirá mejorar las percepción ciudadana. La lentitud en la administración de justicia es el caldo de cultivo de muchos vicios e inmoralidades. d.

Educación sobre seguridad ciudadana en las escuelas y a través de los medios de comunicación Los medios de comunicación, en tanto formadores de la opi­nión pública, están llamados a participar en los temas de seguridad ciudadana. Es de suma importancia que las personas vinculadas al quehacer comu­ nicacional cuenten con una capacitación adecuada en el tema y sean las prin­cipales divulgadoras de una cultura de paz y orden. Los medios de comunicación deben tener un espacio en los planes y programas dedicados a la seguridad ciudadana. La labor fiscalizadora que ellos realizan es un elemento que se debe tener en cuenta en muchísimos aspectos: transparencia pública, moralización, campañas de prevención, entre otros.


Por otro lado, la participación de las instituciones educa­tivas es una pieza clave en la consolidación de la cultura de paz y orden. Es tarea de las escuelas formar a nuevos ciudadanos, con nuevas perspectivas y una nueva vi­ sión de la sociedad en la que la seguridad ciudadana ocupe un lugar central. e. Participación ciudadana Como se ha dicho enfáticamente en este trabajo, el involucramiento de la población a través de las juntas veci­nales representa un objetivo bási­ co para el éxito de cual­quier plan de seguridad ciudadana.

• • • •

Acercamiento a la población y a las autoridades Impulso a la organización de la población Lucha contra la delincuencia. Mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos

Es de presumir que un gran sector de la población pe­ruana no está conforme con el desempeño de la Policía Nacional en materia de seguridad ciudadana, pese a los esfuerzos realizados. Como ya señalamos, la ciudada­ nía desconfía de ella. En ese contexto, proponemos que la Policía Nacional realice cuatro tareas fundamentales.

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Propuesta de objetivos estratégicos para la Policía Nacional en materia de seguridad ciudadana

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La PNP tiene una gran responsabilidad en el cumplimiento de este objetivo. En ese marco, utilizará todos los medios que tenga a su alcance para hacer frente a la delincuencia.

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f. Combatir la delincuencia Todos los planes de seguridad ciudadana contemplan como principal objetivo estratégico el combate frontal contra cualquier hecho delictivo.


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En primer lugar, que logre un verdadero acercamiento con la po­ blación. La población debe sentir que su Policía esta cada vez más cerca de ella, sobre todo en los momentos en los que más la necesita. Para ello, es necesario realizar un trabajo de campo en forma constante y permanente. Es necesario que la Policía Nacional elabore y ponga en ejecución progra­ mas de acercamiento que permitan recuperar la con­fianza y el respeto de la población. La Policía debe llegar a los hogares para que no sea necesario, como común­mente se observa, que la población tenga que ir a buscar a la Policía. Pero lo más lamentable es que un gran sector de la población ni siquiera acude a la Policía por temor, desconfianza o porque siente que es en vano, pues su situación de inseguridad no cambiará. Por estas razones, la Policía Nacional debe ha­cer todos los esfuer­ zos para acercarse adecuadamente a la población, así como también a las autorida­des y funcionarios de todos lo niveles y jerarquías. ‘ Las comisarías son el primer eslabón de la Policía Nacional para cum­ plir con este objetivo. No sería correcto que se inten­te llegar a la población, a las autoridades y a los funcionarios solamente a través de las direcciones especializadas y las direc­ciones territoriales. Este proceso de acercamiento debe empezar en las comisarías, con la debida prepa­ración y capacitación de los efectivos policiales en este nuevo reto. Sin dejar de hacer su trabajo, las unidades especiali­zadas de la Policía Nacional deben optimizar el acercamiento. Es decir, la Policía Nacional debe mantenerse abierta a los vecinos. Sus efectivos deben salir y tocar cada puerta, y mantenerse dispuestos a es­cuchar y solucionar los problemas de inseguridad de los ciudadanos. Se debe tener presente que existe un sinnú­ mero de situaciones de inseguridad que permanecen en el entorno social sin ser identificadas, y es justamente este acercamiento el que permitirá sacar­las a la luz para solucionarlas.


Segundo paso: la Policía Nacional debe impulsar la organización de la población a través de las llamadas juntas vecinales y otras formas de or­ ganización. La Policía Nacional debe ser ca­paz de lograr que la población, en forma consciente y voluntaria, se organice y se capacite para trabajar conjuntamente en el tema de seguridad ciudadana. El comisario juega un papel importante y preponderante en esta tarea; se debe notar su lide­ razgo, pues sin éste, no se avanzaría. El liderazgo debe estar basado en el conocimiento del tema, en actos responsables y ejemplares, así como en el espíritu de sacrificio y la sensibilidad social.

• • • • •

Hogar seguro Barrio seguro Instituciones educativas seguras Espacios y escenarios públicos seguros Vías y transporte público y seguros

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Propuesta de programas para la Policía Nacional en materia de seguridad ciudadana

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El cuarto y último paso es que la Policía Nacional con­tribuya a mejo­ rar las condiciones de vida de los ciuda­danos, tomando la iniciativa en este tema. Por ejemplo, deben llevarse a cabo programas sociales que ayuden especialmente a las víctimas de la inseguridad ciudadana y a las personas vulnerables.

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El tercer paso consiste en que la Policía Nacional, es­pecialmente en las comisarías, esté dispuesta a contra­rrestar todo tipo de amenazas para el ciudadano. Sería perjudicial lograr el acercamiento y la organización de la población sin, al mismo tiempo, actuar y brindar protección efectiva a los ciuda­danos. La lucha por la seguridad ciudadana debe contar con el apoyo de la población y sus autoridades, y debe ser una acción firme, cuyos resul­ tados se puedan calificar y cuantificar. La ciudadanía tiene que sentir que se está avanzando por la ruta co­rrecta.


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• Turismo seguro • Industrias y comercio seguros

A continuación, recomendamos algunos programas que pueden ser aplicados desde una comisaría para mejorar la seguridad ciudadana. Primero. Llevar a cabo un programa de seguridad denominado «Hogar seguro», que consiste en visitar cada una de las viviendas de la jurisdicción de una comisaría. Si el ámbito es muy amplio, entonces es recomendable acudir a las zonas de mayor incidencia de inseguridad. Estas visitas deben tener como finalidad buscar un acer­camiento con los vecinos para recoger sus inquietudes y sugerencias, y juntos buscar la solución de los problemas de inseguridad. Como ya hemos dicho, en mu­ chos casos la inseguridad ciudadana parte del propio hogar. Lograr ho­gares seguros es la primera meta que se debe emprender. ¿Qué elementos podemos encontrar en un hogar que nos lleven a pensar que éste es inseguro? Pueden ser numerosos, si es que nos sumer­ gimos en él. Podemos encontrar que algunos miembros del hogar están delinquiendo o son propensos a hacerlo, que otros son víctimas o poten­ ciales víctimas de algún evento de inseguridad, que tienen requerimientos médicos no cubiertos, que son personas indocumentadas, desempleadas o que padecen fuertes cuadros depresivos, que hay niños que no van al cole­ gio y están en grave peligro moral y social, etcétera. Segundo. Hacer realidad un programa que podríamos llamar «Ba­ rrio seguro», que consiste en organizar a los ciuda­danos por barrios a través de las juntas vecinales. Así, se puede llevar a cabo una serie de acti­ vidades orientadas a convertir los barrios en lugares de mayor seguridad. Para ello, es necesario identificar situaciones de inseguridad con la parti­ cipación de los vecinos, que es una de las principales herramientas para lograr el objetivo.


En los barrios probablemente encontraremos una serie de proble­ mas. El programa «Barrio seguro» tiene por objeti­vo, justamente, buscar soluciones vecinales incorporando la participación de los propios habi­ tantes. Tercero. Poner en ejecución el programa «Instituciones educativas seguras», con el fin de brindar protección al alumnado de los niveles ini­ cial, primaria y secundaria de todos los colegios en la jurisdicción de una co­misaría. En esta tarea deben estar comprendidos, además de la Policía, los padres y madres de familia, los docentes y el alumnado en general.

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La ciudadanía debe sentir que al concurrir a espectáculos, parques o simplemente al caminar por las calles, está fuera de todo peligro. Los lugares públicos deben contar con la pre­sencia policial y, en algunos ca­ sos, ser asistidos por perso­nas comprometidas con la seguridad, como los integrantes de las juntas vecinales o policías particulares, siempre bajo la coordinación de la comisaría del sector.

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Cuarto. La Policía Nacional debe poner en ejecución el programa «Espacios y escenarios públicos seguros», para lograr que los lugares públi­ cos estén libres de todo tipo de elementos de inseguridad ciudadana.

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Parte de este programa debe ser la capacitación de los alumnos, pa­ dres y docentes en materia de seguridad ciu­dadana. De esta manera, ellos se convertirán en voluntarios que actúen en be­neficio de la colectividad. El voluntariado debe incluir a la Policía Escolar, que puede cumplir un nuevo rol de apoyo en aspectos como la sanidad y el cuidado del medio ambiente.

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Este programa requiere mucha iniciativa y creativi­dad de las perso­ nas comprometidas, a fin de llevar a cabo una serie de actividades que fa­ vorezcan al alumnado y lo hagan sentirse protegido de cualquier elemento que pudiera atentar contra su seguridad física, psicológica y moral.


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Quinto. Se trata del programa «Vías y transporte pú­blico seguros». En este programa, la Policía de Tránsito, las áreas de Transporte de los mu­ nicipios, los diferentes comités de servicio de transporte y el Ministerio de Transporte deben elaborar un plan de trabajo conjunto que permita una reducción de los accidentes de tránsito. Las campañas de educación tam­ bién pueden lograr avan­ces importantes en este ámbito. Aquí volvemos a recordar el uso del cinturón de seguridad como ejemplo de la aplicación adecuada de una campaña de educación vial. Sexto. El programa «Turismo seguro» beneficiaría económicamente a la comunidad, en la medida en que los visitantes se sientan seguros al recorrer las localidades. Un lugar seguro propicia el turismo. El Perú es un país con un enorme potencial turístico que debemos explotar. Las diversas instituciones encargadas de propiciar el turismo deben actuar en coordinación directa con la Po­licía Nacional. Todas las cam­ pañas por atraer turistas tienen que contemplar como punto básico la seguridad del visitante. Séptimo. Programa «Comercio e industrias seguros», en el que de­ ben interactuar, además de la Poli­cía Nacional, los municipios, Defensa Civil y los bombe­ros del lugar. Hay que tener en cuenta que sólo podremos avanzar en este terreno cuando se den licencias exclusivamente a los lugares que cumplan con todos los re­querimientos de seguridad. Esto permitirá que el comercio y la indus­tria sean actividades seguras, y sobre todo, que su funcionamiento no signifique ningún riesgo para el distrito o los vecinos de los locales donde funcionan los negocios. En algunos casos, se requerirán incluso estudios de impacto ambien­ tal para que el funcionamiento de las actividades comerciales o industriales no ponga en riesgo la salud de los habitantes de la zona.


Principales sectores que deben comprometerse para lograr la seguridad ciudadana • • •

La ciudadanía Las autoridades y funcionarios La Policía Nacional del Perú

En el Perú, todavía son escasas y limitadas las políticas y estrategias en torno a la seguridad ciudadana que se hayan planteado la acción conjunta y concertada de la ciudadanía organizada, sus autoridades y la Policía Nacional.

Los pobladores de algunas localidades vienen organizándose para convertirlas en espacios seguros y han obtenido avances en esta materia. Por su parte, la mayoría de nuestras autoridades han realizado esfuerzos en este sentido, pero siempre resultan insuficientes. Por otro lado, la Policía

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Además, se necesita una Policía con carácter netamente comunita­ rio, capaz de trabajar para la comunidad, con la comunidad y por la comu­ nidad, que se mantenga lista para atender los problemas más álgidos.

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Las autoridades locales, distritales y regionales deben tener la sufi­ ciente voluntad política como para llevar a cabo las medidas que la po­ blación exige. Tal como lo fija la Ley 27933, los alcaldes deben asu­mir el protagonismo en el Sistema de Seguridad Ciudadana, siempre según el criterio de que el tema no sólo se enfrenta a partir de la represión, sino de modo preventivo y participativo, con prontitud y eficiencia.

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En este contexto, es necesario llevar a cabo un trabajo orientado a fortalecer la ciudadanía en las aulas de las instituciones educativas, los espacios de participación ciudadana, los centros de trabajo, los hogares y todos los lugares en los que sea necesario abordar temas relacionados con la seguridad ciudadana. La participación de la ciudadanía es fundamental; sin ella, no sería posible lograr una verdadera seguridad.


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no deja de aplicar estrategias que, sin embargo, no logran los resultados que todos espe­ran. Es lógico suponer que si seguimos trabajando en forma ais­ lada e individual nos mantendremos lejos de encontrar la ruta adecuada. El trabajo conjunto de la ciudadanía, las autoridades y la Policía es el único que conduce al éxito. Planos en los que se deben desarrollar las estrategias de seguridad ciudadana • • • •

Político-sociológico Legal Sociológico Operacional

Buscar políticas y estrategias para la seguridad ciu­dadana con la par­ ticipación de la ciudadanía, las autorida­des y la Policía es, en definitiva, la gran tarea que se debe desarrollar. Para poder abordarla, es necesario considerar cuatro planos. El primero es el político-sociológico. Las autoridades y los funciona­ rios deben demostrar un amplio interés político por el tema de seguridad ciudadana, adoptando una postura firme y decidida. En todo momento tienen que evidenciar su voluntad política por enfrentar y resolver los pro­ blemas de inseguridad. Este primer plano es esencial, posiblemente el más importante de to­ dos. Quienes ejercen cargos públicos deben estar completamente compro­ metidos con la lucha por la seguridad ciudadana como principal objetivo institucional. La ciudadanía debe estar convencida de que las autorida­des en su conjunto tienen la firme convicción de proteger­la frente a la inseguridad


ciudadana. Solamente así la población respaldará las medidas que se adop­ ten. No habrá éxito en materia de seguridad ciudadana si las autoridades no lideran este proceso. El segundo plano es el legal. En este campo, se debe apli­car la ley con el máximo rigor que las circunstancias exi­gen. Además, se debe analizar constantemente cuáles son los efectos de su aplicación; así, en caso necesa­ rio, se podrán sugerir ajustes con el fin de que la norma beneficie de mejor manera a la colectividad. El aspecto legal debe permitir que la justicia y el debido proceso estén garantizados, y que la sociedad sienta que la ley se cumple cabalmente.

Los cuatro planos se deben aplicar en forma simultánea. La ausencia de alguno de ellos puede poner en peligro el éxito de todo el proyecto. La Ley de Seguridad Ciudadana contempla la aplicación de estos planos. La voluntad, la práctica y el respaldo polí­tico de las autoridades,

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Y por último, en el plano operacional, es necesario que las estrategias estén dirigidas a resolver los problemas de inseguridad, es decir, a desterrar los hechos delictivos, violentos y que generan temor. La efectividad de las estrategias debe comprobarse en forma permanente. Es en este plano en el que la Policía Nacional juega un papel importante, pues las actividades policiales son las que permiten luchar directamente contra la inseguridad ciudadana. La Policía ejerce esta labor patrullando las calles, controlando el transporte, interviniendo a los delincuentes, enfrentando a las pandillas, rescatando a las víctimas, investigando los delitos y las faltas, etcétera.

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En tercer lugar está el plano psicológico. Se deberán realizar las acciones necesarias con la finalidad de dar confianza y seguridad a la población, que tiene que sentir que la aplicación de las estrategias es exitosa. Si no se toma en cuenta este factor, se corre el riesgo de perder la guerra antes de haber luchado, porque si imperan la desidia y el temor, los esfuerzos serán vanos.


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la aplicación y el debate de la ley, las operaciones psicológicas y la lucha implacable contra la delincuencia, la violencia y el terror son los ámbitos en los que se deben concentrar las estrategias de seguridad ciudadana. Instituciones estratégicas de la sociedad civil que están llamadas a participar en la seguridad ciudadana • • • • • • • • •

Las juntas vecinales Los comités de vigilancia ciudadana Las mesas de concertación para la lucha contra la pobreza Las rondas campesinas y los comités de autodefensa Las comunidades campesinas y nativas Los comités de Defensa Civil Las instituciones educativas Las asociaciones de padres de familia Las compañías de bomberos voluntarios

Hemos mencionado ya que la ciudadanía juega un papel importan­ te en la lucha por la seguridad ciudadana. Para ello, se debe organizar a la población involucrando a las instituciones ya existentes. Actualmente, muchas de ellas no son consideradas en este proceso participativo. Tanto la Ley de Seguridad Ciudadana como la Ley Orgánica de las Municipalidades consideran a las juntas vecina­les como organismo base de la ciudadanía para la lucha contra la inseguridad. Existen numerosas juntas vecinales a nivel nacional, mu­chas de ellas organizadas por la Policía Nacional, específicamente por las comisarías. Otras han nacido por la propia iniciativa de los pobladores. Algunos distritos del país pueden exponer buenas expe­riencias en el tema de seguridad con la participación de las juntas vecinales, pero otras jurisdicciones aún no logran organizarse adecuadamente. Tenemos que


considerar que las juntas vecinales son la base de toda organización vecinal y que merecen la más rigurosa atención para incorporarlas y convertirlas en protagonistas de la seguridad ciudadana. Lamentablemente, los comités de vigilancia ciudadana han sido so­ metidos a un proceso muy lento en nuestro país. Las autoridades hacen muy poco por fortalecerlos, y la población aún no comprende que a través de esta organiza­ción se pueden obtener muchos logros en beneficio de la seguridad ciudadana. Observar, controlar y fiscalizar que los recursos des­ tinados a la seguridad ciudadana sean optimizados constituye un impor­ tante avance.

Muchas instituciones de la sociedad civil fácilmente podrían inte­ grarse al sistema de seguridad ciudadana y su participación sería estratégi­ ca. Sin embargo, aún no son tomadas en cuenta por los comités de seguri­ dad ciudadana.

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Al respecto, debo mencionar una experiencia importante que realizan los bomberos voluntarios. En los meses de vacaciones, organizan cursos de «bomberitos», fomentando en los más pequeños una cultura de seguridad.

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Las rondas campesinas y los comités de autodefensa, las comunida­ des campesinas y nativas, los comités de Defensa Civil, las instituciones educativas, las asociacio­nes de padres y madres de familia, y las compañías de bomberos voluntarios son otras instancias llamadas a involucrarse en el trabajo de seguridad ciudadana.

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Las mesas de concertación para la lucha contra la pobreza aportan mucho y pueden hacerlo aún más. Su trabajo está orientado a buscar pun­ tos de coincidencia sobre la base de los cuales se pueden unificar criterios y lograr importantes acuerdos. El combate contra la ex­clusión y la organiza­ ción de la sociedad en torno al control de los re­cursos públicos son algunas de sus importantes tareas.


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Instancias y eventos para el debate y la sostenibilidad de la seguridad ciudadana • • •

Los presupuestos participativos Los planes de desarrollo concertado Los consejos de coordinación regional y local

Los presupuestos participativos son procesos abiertos que permiten, como su nombre lo dice, que la sociedad organizada intervenga en la determi­ nación de qué gastos públicos son prioritarios. Asimismo, la ciudadanía puede vigilar cómo se gastan esos recursos, lo que garantiza su adecuada utilización. Los planes de desarrollo concertado y participativo constituyen otra oportunidad para que la comunidad organizada participe en la gestión de su propio espacio. La Ley de Municipalidades obliga a éstas a convocar a la población para que participe en la elaboración de los planes, dando prioridad a los proyectos en la medida en que sean necesarios y urgentes para la mayoría. Los consejos de coordinación regional (CCR) forman par­te de los gobiernos regionales. Se trata de instancias de consulta y concertación en­ tre la autoridad regional, las municipalida­des y los representantes de las or­ ganizaciones de la sociedad civil. Son órganos de concertación y consulta a nivel municipal, cuyo objetivo es opinar y concertar las tareas que deman­ den los planes de desarrollo concertado y los presupuestos participativos, así como el Plan de Desarrollo Regional Concertado. Además, deben pro­ mover los fondos de estímulo a la inversión privada en apoyo del desarrollo local sostenible. Todo este mecanismo de participación esta regulado en la Ley Orgánica de Municipalidades. Estas instancias permiten debatir, llegar a acuerdos y lograr la sos­ tenibilidad de los planes de seguridad ciudadana de determinada región, provincia o distrito. Sin embargo, su empleo es muy limitado.


Las oficinas de coordinación para laseguridadciudadanadelaPolicíaNacional (Ocseci)

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La primera Oficina de Coordinación para la Seguridad Ciudadana fue creada el 15 de septiembre del 2005 por el director de la V Dirección Territorial Policial, general PNP Julio Coa Mariño. Esta acción respondía a la necesidad de en­frentar en forma integral los problemas principales y los factores asociados en materia de delito, delincuencia y violencia, con el fin de diseñar, en forma participativa y concertada, políticas y estrategias, así como de sugerir la normatividad legal que permitiera prevenir, atender y reducir el número de estos hechos, contribuyendo al mejoramiento de los niveles de seguridad ciudadana y posibilitando una mejor calidad de vida para los habitantes de la región Loreto.

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Creación de las Ocseci Misión Estructura orgánica Integrantes Unidades policiales que apoyarán el trabajo de la Ocseci Funciones Atribuciones Objetivo general Objetivos específicos

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• • • • • • • • •


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La misión de la Ocseci consiste en coordinar las acciones necesa­ rias para optimizar la labor policial en materia de seguridad ciudadana, en el marco de la ley del mismo nombre. Se constituye en el espacio de confluencia de las iniciativas de todas las unidades policiales, así como de las instituciones del sector público y privado y de la sociedad civil, para impulsar la elaboración y el seguimiento de planes, programas y proyectos que permitan asegurar la convivencia pacifica, la erradicación de la vio­ lencia y la utilización positiva de las vías y espacios públicos. Del mismo modo, busca contribuir a prevenir la comisión de delitos y faltas, así como a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y ciudadanas. La Ocseci debe tener como objeto coordinar eficaz­mente la acción de la Policía Nacional con el sector público y privado, así como promover la participación ciudadana para garantizar una situación de paz social.

La estructura orgánica de la Ocseci comprende las siguientes áreas:

1.

Área de Planeamiento Estratégico y Operativo en Seguridad Ciudadana Esta área tiene la responsabilidad de impulsar las políticas, las es­ trategias y los planes de seguridad ciudadana al interior de PNP, especial­ mente en el nivel de jurisdicción de las direcciones territoriales policiales y/o en el ám­bito de las regiones de la Policía Nacional o donde se requiera su aplicación, así como en los comités de seguridad ciudadana a nivel re­ gional, provincial y distrital. Está encargada, además, de realizar un seguimiento de los planes, programas y proyectos de seguridad ciudadana de la Policía Nacional y de todos los niveles de los comités de seguridad ciudadana. Tiene que coordinar con los comités de seguridad ciudadana y con las instituciones públicas y privadas, con la finalidad de for­talecer la parti­ cipación de la ciudadanía en el tema de seguridad.


Por último, tiene la tarea de evaluar la ejecución de la política, los planes y los proyectos de seguridad ciudadana de la Policía Nacional y de los comités de seguridad ciudadana. 2. Área de Inteligencia Operativa en Seguridad Ciudadana Tiene la responsabilidad de realizar las ac­ciones de inteligencia en seguridad ciudadana a través de sus grupos operativos, y coordinar con las comisarías y unidades especializadas de la Policía Nacional la ejecución de las operaciones policiales.

La Ocseci debe estar conformada por personal policial y por profe­ sionales de las demás insti­tuciones de los sectores público y privado con las

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Asimismo, debe buscar la celebración de convenios en materia de seguridad ciudadana con organismos del sector público y privado, y con organismos nacionales e internacionales. Esta acción contribuirá a mejorar el conocimiento y las activi­dades de seguridad ciudadana que realice la Policía Nacional.

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Coordina con los comités de seguridad ciudadana, las instituciones públicas y privadas, así como con las juntas vecinales, para fomentar una cultura de paz y seguridad en la ciudadanía.

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También se encargará de realizar el análisis operativo de las acciones de inteligencia y elaborar la documenta­ción correspondiente, mantenien­ do una estrecha relación con las áreas de inteligencia de las diferentes uni­ dades especializadas y de las comisarías. 3. Área de Estudios en Seguridad Ciudadana Esta área se encarga de promover la investigación en materia de se­ guridad ciudadana. Su trabajo se desarrolla especialmente al interior de la Policía Nacional, en instituciones públicas y privadas, y con los comités de seguridad ciudadana en sus diferentes niveles.


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que la Policía Nacional haya realizado alianzas estratégicas en materia de seguri­dad ciudadana. El trabajo de la Ocseci será realizado en el marco de la concertación y la participación ciudadana, para que sus miembros se comprometan a contribuir en for­ma constante y permanente en los principios fundamen­ tales de la seguridad ciudadana. La Ocseci, además, contará con el apoyo de las ofici­nas de Partici­ pación Ciudadana de todas las comisarías, así como de las demás unidades especializadas de la Policía Nacional. Es preciso impulsar, promover y desarrollar un abordaje integral frente a los problemas y los factores asociados en materia de delito, delin­ cuencia y violen­cia. Este trabajo debe partir desde la perspectiva policial y contar con la colaboración de las autoridades, del sector público y el priva­ do, así como de la sociedad civil organizada. El objetivo es diseñar políticas y estrategias, así como aportar la normatividad legal que permita prevenir, atender y reducir el número de delitos, contribuyendo de esta manera al mejoramiento de los niveles de seguridad ciudadana y coadyuvando a una mejor calidad de vida de la población. Esta labor se realiza para: •

• •

Contribuir a la prevención, contención y reducción de la criminali­ dad, en particular la relacionada con los problemas principales, bus­ cando disminuir la inci­dencia de estos hechos. Contribuir a elevar el sentimiento de seguridad de la población. Contribuir a atender las dimensiones primaria —población en gene­ ral y entornos sociales—, secundaria —poblaciones en situación de vulnerabilidad y en ries­go— y terciaria —centrada en la rehabilita­ ción de los delin­cuentes y en la atención de la población victimiza­ da— ­de la prevención del delito, la delincuencia y la violencia.


• •

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s e g u r i d a d

Impulsar y lograr la coordinación y articulación de las instituciones públicas y privadas, los gobiernos y la Policía Nacional. Estimular la participación activa de la sociedad civil y su articulación con las instituciones de la región y la Policía Nacional. Promover activamente en la sociedad una cultura de respeto basada en los principios del imperio de la ley, la paz y la tolerancia. Promover el acercamiento entre Policía y comuni­dad a través de la profundización de las instancias formales e informales. Hacer más efectiva la labor policial frente al delito, la violencia y los elementos impulsores de inseguridad desde un abordaje múltiple, promoviendo actividades a nivel regional, provincial y distrital. Desarrollar un abordaje multidimensional de la violencia juvenil que promueva la vinculación entre instituciones gubernamentales y sociedad civil, para fortalecer y profundizar la coordinación de las acciones de prevención, atención, reinserción integral y rehabilita­ ción de grupos vulnerables, en riesgo y en conflicto con la ley. Promover la intervención multidimensional frente a la violencia in­ trafamiliar y sexual, mejorando la eficacia de las redes en detección, prevención y atención. Recomendar y definir acciones frente al problema de los accidentes de tránsito y la inseguridad vial, contribuyendo a disminuir las posi­ bilidades de que ocurran accidentes en la vía pública. Incentivar una activa participación en materia de prevención de robos y asaltos, difundiendo y capacitan­do a los habitantes respecto a las herra­ mientas conceptua­les y prácticas relacionadas tanto con el sentimiento de seguri­dad como con la posibilidad de convertirse en víctima. Promover el fortalecimiento institucional y la efica­cia de las institu­ ciones públicas y privadas. Consolidar en la opinión pública una activa parti­cipación de todos los habitantes, tanto en lo que se refiere a las caracterís­ticas generales de las estrategias como a las temáticas abor­dadas.

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Policía Nacional con carácter comunitario Debemos entender que las circunstan­cias en las que se desarrolla el mundo moderno han cambiado considerablemente. Vivimos en una sociedad globalizada que nos ha per­mitido lograr avances tecnológicos y científicos de mucha importancia. Pero al mismo tiempo, debemos ser conscientes de que estamos inmersos en un mundo competitivo, que va reemplazando paulatinamente los bienes por los va­ lores. En nuestra sociedad, el estatus es sinónimo de dinero y se considera exitosa a la persona que alcanza una buena posición económica, sin impor­ tar mucho qué medios utilizó para ello. Muchas veces, demostrar que se ha cometido un delito es muy difícil, por lo que la Policía Nacional debe reorientar su trabajo asumiendo nuevas actitudes, básicamente de acerca­ miento a la población. Esto se logra caminando por las calles, conversando con las personas, conociéndolas y participando activamente en el quehacer cotidiano de los ciudadanos. Es importante comprender que la seguridad ciudadana debe partir básicamente de la prevención del delito. Sólo así se contribuirá a disminuir la generalizada sensación de miedo, temor e indignación. La represión no ayuda a disminuir el número de víctimas; la prevención, sí. Por ello, la Policía Nacional tiene un nuevo reto: convertirse en una Policía comunitaria. El trabajo comunitario no debería ser una especiali­ zación más de la labor policial, como con relativo éxito se planteara ante­ riormente, sino una actitud cotidiana y generalizada de todos los efectivos policiales. Los policías también somos ciudadanos que pertenecemos a un barrio, a un distrito, solamente que, además, nuestro trabajo tiene relación directa con la seguridad de las familias. Ahora que se propicia tan activamente la participación ciudadana, hay que recordar que la principal impulsora de ésta es la Policía, pero


para cumplir este rol debe ser capaz de trabajar por la comunidad, para la comunidad y con la comunidad. Sólo así se logrará que se reduzcan los índices delictivos. Existen muchas jurisdicciones en las que el ciudadano ni siquiera sabe quién es su comisario porque éste no ha realiza­do una labor de acer­ camiento y conocimiento de la po­blación. Sin dar un paso tan impor­ tante, no se logrará que la participación ciudadana tenga éxito. Y si no cuenta con la participación ciudadana, ninguna campaña de preven­ción alcanzará sus objetivos.

[ L A

s e g u r i d a d

C i u d a d a n a ,

D e sa f í o

A c t u al ]

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